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I. Aproximación al debate
El debate académico o competitivo enfrenta a dos equipos, cada uno de los cuales
defiende una postura sobre un tema. La postura de cada equipo la llamamos TESIS.
Toda tesis de debate debe ser objeto de duda o divergencia; cualquier tesis respecto a la
cual todos estemos de acuerdo, obviamente, no es objeto de debate. Esto es lo que
llamamos una TAUTOLOGÍA, y ellas no son objeto de debate. Además, toda tesis de
debate debe ser enunciada como una afirmación, en forma de frase completa, poniendo
la carga de la prueba en el equipo afirmativo. Esto lo veremos más adelante.
Cada equipo intentará PROBAR su tesis a lo largo del debate, de tal manera de llegar a
convencer a quien escucha que su postura es la correcta o más aceptable. Luego, el
debate es un EJERCICIO DE PRUEBA, donde las razones esgrimidas por cada parte
deben tener un asidero en la realidad. Todo lo que se diga en un debate, en orden a
convencer respecto a la tesis respectiva, debe ser respaldado o justificado. En palabras
simples, en el debate está PROHIBIDO HABLAR GRATIS.
El instrumento de prueba más utilizado en el debate es el ARGUMENTO. Éste no se
identifica con una simple afirmación sobre alguna cosa, ni con una mera opinión,
tampoco con una asilada explicación o un ejemplo. Un argumento es una RAZÓN, y,
como tal, debe ser LÓGICA, para así tener valor probatorio en el debate.
III. Como construir un debate
1.- Investigación:
Se nos ha entregado un tema para debatir. Respecto a él habrán diferentes áreas del
conocimiento implicadas (social, económica, histórica, moral, religiosa, etc.). Así, el
primer paso es distinguirlas y encargar, a cada miembro del grupo, la investigación
completa y profunda del un área en particular.
La investigación debe ser rigurosa, abarcando la mayor cantidad de información
posible, cubriendo así todos los ángulos por donde la contraparte podría, tal vez, enfocar
el tema.
Realizada esta investigación, el equipo deberá extraer la mayor cantidad de evidencia
posible, según su importancia y relevancia. Es útil ordenar esta evidencia según su
género y relevancia en distintas fichas, que permitirán hacer citas textuales durante el
debate.
Todo este trabajo de investigación debe ser realizado con espíritu crítico. Todo
debatiente debe ser capaz de discriminar los hechos objetivos de la exageración propia
de muchos autores, o de la presentación falaz y antojadiza de determinadas
investigaciones o publicaciones. Para esto es útil investigar cada área desde las diversas
posturas relativas a ellas.
Por último, diremos que el manejo de toda la evidencia debe ser honesto. No se puede
mentir o presentar información falsa. De hacerlo, el quipo se expone a perder toda
credibilidad ante la audiencia y el jurado, en caso de que éstos conozcan el tema
debatido, y, también, a que la contraparte refute cada uno de los argumentos expuestos a
través de simples objeciones a la evidencia.
2.- Discriminación:
Este es uno de los pasos más importantes en la preparación del debate. Lo dividiremos
de la siguiente manera:
a) Análisis de la tesis: este análisis busca determinar cuál equipo tiene la carga de la
prueba en el debate. Este equipo será el equipo afirmativo, lo cual puede haber
coincidido o no con el resultado del sorteo de los temas y posturas.
Tiene la carga de la prueba aquel equipo que propone un cambio a las actuales
circunstancias del tema dado. Este equipo, que propone un cambio al “stato quo”,
deberá probar que existe un problema en las actuales circunstancias, y que lo que ellos
proponen será la solución. Este es el verdadero equipo afirmativo en un debate. El
equipo negativo, en cambio, no tiene que probar nada nuevo; sólo debe negar (y para
esto debe probar sus razones, desde luego) lo que exponga el equipo afirmativo. Es
decir, el equipo afirmativo tiene una doble misión en el debate: probar que existe un
problema o mal en las actuales circunstancias y, además, probar que su propuesta es la
solución. El equipo negativo ganará, simplemente, negando la existencia de dicho
problema o mal. En caso de no lograr lo anterior, deberá negar que la propuesta
afirmativa sea la solución a dicho mal.
- Proposiciones de hecho: son una afirmación sobre la veracidad o falsedad de una cosa.
Los puntos centrales o de prueba de ellas los obtendremos a partir de la definición de las
palabras relevantes de la proposición. Esta definición nos entregará ciertas preguntas,
que serán nuestros puntos de prueba. Por ejemplo: “Chile es un país tolerante”. La
palabra clave es “tolerante”, y la definición de ésta, según la RAE es “que practica la
tolerancia”, y tolerancia es, según la misma fuente, “respeto y consideración hacia las
opiniones y prácticas de los demás, aunque repugne a las nuestras”. A partir de esta
definición nos preguntamos: en Chile, ¿existe respeto hacia las opiniones de los demás,
que repugnan a las nuestras? ¿Existe consideración hacia las opiniones de los demás,
que repugnan a las nuestras? ¿Existe respeto hacia las prácticas de los demás, que
repugnan a las nuestras? ¿Existe consideración hacia las prácticas de los demás, que
repugnan a las nuestras? Probando el sí o no de cada una de estas preguntas, probaremos
la veracidad o falsedad de nuestra proposición. Obviamente que habrá que determinar
en qué consiste esa consideración y respeto, y cuáles son esas opiniones y prácticas.
- Proposiciones de valor: son una afirmación sobre el valor de una cosa. Los puntos
centrales o de prueba de ellas los obtendremos a partir los criterios que nos permiten
hablar de tal valor. Por ejemplo: “Nuestra universidad es una excelente universidad”
Nos preguntamos entonces: ¿según qué criterios podemos decir, no sólo que nuestra
universidad, sino que toda universidad es excelente? Surgirán criterios como la
infraestructura, la calidad de los profesores, los puntajes de admisión, el nivel de
investigación desarrollado, etc. Son muchos, y debemos seleccionar los más relevantes
y atingentes. Luego, probando que nuestra universidad cumple con cada uno de esos
criterios, habremos probado que es una excelente universidad. Si no lo logramos,
habremos probado lo contrario.
c) Definir los términos: toda tesis de debate está enunciada de una determinada manera.
Este enunciado nos dá el marco de referencia del debate, marco que debe ser respetado
para que el debate sea posible. Si la tesis reza “es justificable una guerra preventiva de
EE.UU. contra Irak”, el debate debe tratar sobre lo que es una guerra preventiva y su
justificación o no en el caso dado. Lo que no puede ocurrir es que el debate trate acerca
de una “intervención humanitaria” o de la “liberación de un pueblo de una tiranía
opresora”, porque, si bien son temas anexos al estudiado, no son lo mismo que una
guerra preventiva. El equipo de debate que comete esta falta no está respetando la tesis
del debate y, de hecho, está debatiendo de otros temas. El equipo que sufra esto debe
refutar, haciendo una objeción a la definición de los términos.
c) Exponer irrelevancias: todo adorno exagerado que no tenga relación causal con el
tema en cuestión debe ser expuesto y refutado. Ejemplo: “la contraparte ha dicho que
debemos introducir el divorcio porque así solucionaremos la desprotección en que están
la mujer y los hijos en la situación actual, reconoceremos la situación de aquellas
parejas que han creado nuevas relaciones, y terminaremos con el mal de las nulidades
fraudulentas. En realidad, ninguna de dichas razones se relaciona directamente con el
divorcio, porque para cada una de ellas podemos hacer una ley que solucione dichos
problemas, sin tener por eso que introducir el divorcio vincular: una ley que haga más
justo y eficaz el cobro de las pensiones alimenticias; una ley que regule los efectos
patrimoniales de estas nuevas uniones, una ley que derogue la causal de nulidad del
matrimonio por la incompetencia del oficial del registro civil. Al parecer, la contraparte
busca, simplemente, el divorcio por el divorcio”.
d) Objetar la evidencia: los datos presentados por la contraparte son falsos, atrasados,
mal interpretados, provienen de estudios cuestionados, la autoridad citada no es
relevante en el tema, las estadísticas son parciales, etc.
• Non causa pro causa: ocurre cuando algo se identifica como la causa de un
evento pero realmente no ha sido demostrada como causa del mismo.
• Tu quoque: ocurre cuando uno argumenta que una acción es aceptable por que
su oponente también la hizo. Esto es un ataque personal, y por lo tanto, un caso
especial de Argumentum ad hominem.
4) Contrastar las posturas, “Por lo tanto”: una refutación que cumpla con los 3 puntos
anteriores está bien, pero podemos aumentar su valor, contrastanto la postura de la
contraparte con nuestra postura. Ya refutamos un argumento puntual, ahora trataremos
de restarle valor a toda la presentación contraria, usando algunas de las siguientes
líneas: “por lo tanto, señoras y señores, hemos visto que nuestra postura...”:
- es más lógica
- está mejor respaldada
- está comprobada empíricamente
- asume la contraria pero la supera
- afecta a más/menos personas
- hace más/menos daño
- es más/menos probable
- tiene mayor/menor efecto en el tiempo
- etc.
Dijimos al comienzo que el vehículo para exponer las razones en un debate es el orador.
Él debe contar con ciertas características para que al hablar, sea creído y escuchado con
atención. En palabras simples, todo orador debes ser creíble y agradar a la audiencia o
caer bien.
Para lograr lo anterior, debe contar con una buena reputación y una personalidad a la
medida. Sobre ellas hablaremos inmediatamente:
1) Reputación:
Para que la gente nos crea debemos tener una buena reputación. Las mejores razones
sobre la propiedad privada no servirán si somos ladrones y la gente lo sabe. Debemos
ser honestos, esto es, nunca mentir en un debate, porque la contraparte nos puede poner
el descubierto, y en la audiencia o en el jurado puede haber quien sepa del tema
debatido y se dé cuenta de nuestras invenciones. Con ellos perderemos todo crédito.
Además, debemos ser autoridad, es decir, saber mucho del tema, de tal manera que,
quien nos escuche, diga “sabe mucho, se nota que sabe”. Siempre escuchamos con
mayor atención y damos más crédito a las palabras de un experto en la materia.
2) Personalidad:
Tenemos que caer bien para que, para nuestra audiencia y nuestro jurado, sea un agrado
escucharnos. Para esto es conveniente tener sentido del humor, ser capaces de reirnos de
nosotros mismos, ser simpáticos, entretenidos, sencillos y humildes. Nada molesta más
que aquellos que, dejando de ser naturales y auténticos, presentan un personaje salido de
la televisión, creyendo que así van a impresionar más. De hecho lo consiguen, pero
negativamente.
Dicho lo anterior, hablemos un poco del uso de la voz y del cuerpo, ya que con ellos
transmitiremos nuestro mensaje:
3) Uso de la voz:
Es recomendable, antes que nada, aprender a respirar bien para que la producción de
nuestra voz sea la adecuada. Debemos usar nuestra cavidad pulmonar completa.
Hay que modular, para que cada palabra que digamos se entienda. No descuidar jamás
la dicción, y, por sobre todo, la inflexión de la voz o variación de los tonos, para dar así
más vida a nuestro lenguaje.
Respecto al volumen, busquemos que este no moleste, ya sea por exceso o por defecto.
Lo mismo respecto a la velocidad al hablar.
Sobre nuestra elocución, diremos que el uso de palabras sencillas es más bien recibido
que el uso de palabras “siúticas”. Si el tema requiere el uso de palabras técnicas,
deberemos usarlas, aclarando su significado si no es conocido por la audiencia o el
jurado. Tengamos presente la economía del lenguaje, ya que las frases cortas impactan
más que las muy largas. Lo que podamos decir en 4 plabras, intentemos decirlo en 3, ya
que el tiempo es siempre escaso. Por último, usemos un lenguaje inclusivo, hablando de
“nosotros”, antes que de “ustedes, ellos, algunos, etc.”. Hagamos parte de nuestro
discursos a quienes nos escuchan.
La comunicación entre las personas está determinada en más de un 60% por el lenguaje
no verbal. Luego, nuestro cuerpo transmite más que nuestras palabras. Dentro de este
porcentaje, también más del 60% está determinado exclusivamente por el contacto
visual o la mirada. Debemos mirar a nuestra audiencia y al jurado, también a la
contraparte. Es un error gravísimo mirar “ese punto imaginario en el horizonte”. Será
con nuestra mirada como principalmente nos comunicaremos, y con ella dirigiremos
también nuestro mensaje.
Nuestro rostro debe reflejar las emociones que intentamos transmitir, y no generar
contradicción. Si estamos hablando de algo triste, nuestro rostro debe reflejar esa
tristeza.
Respecto a la gesticulación, lo más importante es ser natural. No todos tenemos ni
realizamos los mismos gestos. Aquí daremos algunas indicaciones o consejos generales
y no pautas impertativas: no debemos cubrir nuestro tronco con los brazos, sino siempre
presentarnos “abiertos”, y, así, confiados y seguros. Nuestras manos deben estar abiertas
lo más posible, reflejando honestidad y veracidad. Nuestros codos deben estar separados
del cuerpo. Debemos evitar todos aquellos movimientos repetitivos y mecánicos que
reflejan inseguridad y nerviosismo, como también la “gesticulación gratuita”, es decir,
el movimiento de brazos y manos simplemente “porque hay que hacerlo para dar mayor
énfasis al discurso”. Nuestros gestos deben acompañar nuestro discurso, reflejando lo
que decimos. Luego debemos desarrollar un lenguaje gestual que en todo momento
vaya acorde con nuestras palabras.
Sobre nuestra postura en el escenario, esta debe ser erguida y flexible, con nuestros
hombros a la altura de las caderas, y los pies separados en aproximadamente 20
centímetros uno del otro. Detrás del podio debemos pararnos con soltura, ni muy
alejados ni pegados a él. Nuestras manos deben descansar sobre el podio, y desde ahí
deben nacer nuestros gestos, para que, una vez realizados, vuelvan a la posición inicial
sobre el podio.