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Ser libres es un lujo que cada vez más se vuelve difícil de disfrutar; peor aún, es un
placer que se queda en el olvido, ¿A cuántas personas les interesa serlo, sabemos
cómo serlo siquiera? Creo yo que consiste en un acto no de obtener, ni de incluir, ni
poseer, ni dominar como una técnica sino todo lo contrario, cuando somos libres ni
siquiera estamos conscientes de ello, sólo con el paso de los años pensamos: ¡qué
libre fui en esa etapa! Y siempre resulta ser una en la cual nada nos forzaba a hacer
algo, tiempos en los que no buscábamos que la vida estuviera bajo nuestro control,
era simplemente el goce de nosotros estar en la vida.
Lo que no se puede decir es que el principal atentado contra ese rarísimo lujo, lo
hacemos nosotros mismos, de manera mecánica, constantemente, día a día; no hay
peor sabotaje que definirse a sí mismo, ¿Por qué tanta obsesión con eso? Cada vez
que conozco a una persona, como si fuera un duelo en el viejo oeste, desenfundan
de manera veloz sus adjetivos y gustos, ah los gustos… las perlas más presumibles
de la sociedad, las personas deben de empezar a entender esta realidad: los gustos
que no tienen aplicación o no encuentran su consumación en una obra
(cualesquiera que sea) no valen absolutamente nada, pero la certeza es adictiva,
enajena y causa demencia ¿De dónde proviene tanta si no han vivido todas las
experiencias existentes? Decir “yo soy” es envejecer y cuando dices “me gusta
solamente esto” te pierdes del resto, no debes definirte si no has conocido.