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Antoine lourent lavoisier

(París, 1743 - id., 1794) Químico


francés, padre de la química
moderna. La revolución científica
de los siglos XVI y XVII arrinconó
muchas antiguas creencias y dejó
atrás disciplinas de larguísima
tradición, como la alquimia. Pero
pese a las numerosas aplicaciones
prácticas y a los conocimientos
acumulados, en la segunda mitad del siglo XVIII la química seguía siendo un saber más
empírico y especulativo que una verdadera ciencia. A menudo los investigadores se
limitaban a anotar y describir cuidadosamente sus técnicas y experimentos, sin que de ello
resultase la enunciación de leyes universalmente válidas que explicasen los fenómenos
estudiados.
Si Antoine Lavoisier es considerado el fundador de la química moderna, es precisamente por
haber emprendido y coronado con éxito la labor de interpretación y sistematización de los
dispersos conocimientos existentes; de hecho, buena parte de las aportaciones y
descubrimientos de Lavoisier habían sido ya intuidos por sus predecesores. Gracias a una
rigurosa metodología de mediciones cuantitativas que aplicó a sus experimentos, Antoine
Lavoisier superó definitivamente las nebulosas hipótesis heredadas de la alquimia y
proporcionó los conceptos y principios fundamentales de que tanta necesidad tenía la
química para constituirse en una nueva ciencia.

Así, con Lavoisier quedó claramente establecida la distinción entre elemento (sustancia no
descomponible mediante procesos químicos) y compuesto (sustancia compuesta de
elementos). A él se debe asimismo la definitiva formulación del principio o ley de la
conservación de la materia (Ley de Lavoisier), según la cual la cantidad de materia
permanece constante en el transcurso de una reacción química; dicho de otro modo, la
masa total de los reactantes es igual a la de los productos de la reacción. Bajo su impulso e
inspiración, además, se prescindió de la antigua terminología alquímica y se estableció una
nomenclatura química racional para los elementos y compuestos (expresando en los mismos
nombres la composición química) que mantendría su vigencia hasta nuestros días.
Biografía

Orientado por su familia en un principio a seguir la carrera de derecho, Antoine-Laurent de


Lavoisier recibió una magnífica educación en el Collège Mazarino, en donde adquirió no sólo
buenos fundamentos en materia científica, sino también una sólida formación humanística.
Lavoisier ingresó luego en la facultad de derecho de París, donde se graduó en 1764, por más
que en esta época su actividad se orientó sobre todo hacia la investigación científica; siguió
los cursos de matemáticas y astronomía de Nicolas Louis de Lacaille y los de química y
botánica de Guillaume François Rouelle y Bernard de Jussieu, y, a pesar de su juventud, llevó
una vida muy retirada.
En 1766 recibió la medalla de oro de la Academia de Ciencias francesa por un ensayo sobre
el mejor método de alumbrado público para grandes poblaciones; tal estudio le había
costado semanas enteras de aislamiento en la oscuridad para hacer sensibles sus pupilas a
las mínimas diferencias de intensidad de varias fuentes de luz. Con el geólogo J.E. Guettard,
confeccionó un atlas mineralógico de Francia. En 1768 presentó una serie de artículos sobre
análisis de muestras de agua, y fue admitido en la Academia de Ciencias, de la que sería
director en 1785 y tesorero en 1791.

Su esposa, Marie Paulze, con quien se casó en 1771, fue además su más estrecha
colaboradora, e incluso tradujo al inglés los artículos redactados por su esposo. Un año antes,
éste se había ganado una merecida reputación entre la comunidad científica de la época
al demostrar la falsedad de la antigua idea, sostenida incluso por Robert Boyle, de que el
agua podía ser convertida en tierra mediante sucesivas destilaciones.

Sometiendo a ebullición durante varios días un recipiente lleno de agua cerrado


herméticamente, Lavoisier obtuvo, al igual que sus predecesores, un poso terroso en el fondo.
Sin embargo, observó que el recipiente y su contenido pesaban lo mismo que antes de la
ebullición, y tras separar el poso, notó que tampoco el volumen de agua se había alterado.
En cambio, el peso del recipiente vacío se había reducido en una magnitud igual a la del
poso, por lo que éste sólo podía proceder de las paredes del recipiente.

Tal experiencia fue, de paso, la primera de las sucesivas confirmaciones del principio de
conservación de la materia obtenidas por Lavoisier. La hipótesis no era desconocida entre
los científicos, pero chocaba con las ideas tradicionales e incluso con nociones que parecían
empíricamente "evidentes", como que el crecimiento de una semilla era debido a la creación
de materia, o que la combustión consistía en la destrucción de una parte de la misma.
La combustión y el flogisto

Probablemente el primer intento científico de explicar la combustión fue realizado por el


neerlandés Van Helmont (1580-1644). El escaso éxito de sus peregrinas ideas contrasta con el
de la teoría del flogisto, que dominaría el pensamiento de los estudiosos durante la mayor
parte del siglo siguiente. La teoría del flogisto fue desarrollada principalmente por el alemán
Johann Becher (1635-1682) y especialmente por su discípulo Georg Stahl (1660-1734) a finales
del siglo XVII. Según la teoría del flogisto, los materiales combustibles contenían una sustancia
(a la que se denominó flogisto) que emitían al arder. De acuerdo con esta teoría, un material
no combustible, como las cenizas, no ardería porque el flogisto que contenía el material
inicial (la madera) ya había sido expulsado.
La nomenclatura química

Las expresiones sencillas y racionales de que se sirve hoy la química y su método de


nomenclatura derivan en gran parte del esfuerzo desarrollado por Lavoisier y algunos de sus
colaboradores para librar a dicha ciencia de las expresiones herméticas o ambiguas que
constituían el residuo natural de un largo período de sueños e ilusiones alquimistas. Antoine
Lavoisier organizó con este fin reuniones en su laboratorio químico de París, a las que asistían
el químico Claude Louis Berthollet, el dramaturgo y orador Antoine François de Fourcroy y el
aficionado Guyton de Morveau, que había ido precisamente a París para presentar su
proyecto de nomenclatura simplificada. En 1787 el nuevo Método de nomenclatura química
fue presentado a la Academia de Francia, y pocos años después, especialmente tras la
publicación del Tratado elemental de química de Lavoisier (1789), aquella intuitiva y
novedosa terminología triunfó completamente.

El Método de nomenclatura química divide las sustancias en elementos y compuestos,


siguiendo un concepto ya introducido por Robert Boyle. Entre los elementos se encuentran el
oxígeno, el hidrógeno y el nitrógeno, cuya denominación es debida a Lavoisier, y que
intervienen en la composición del aire y del agua, dos de los cuatro "elementos" que desde
la antigua Grecia y durante más de dos mil años se habían conceptuado como sustancias
simples. Se incluye también entre los elementos el azufre, el fósforo y los metales,
contrariamente a lo que establecía la teoría del flogisto, mientras que los ácidos fosfórico y
sulfúrico, así como muchos óxidos metálicos que eran considerados simples, quedaron
definitivamente clasificados como compuestos.

Lavoisier y sus colaboradores dividieron los compuestos en dos grandes clases: binarios y
ternarios. A los binarios pertenecen los ácidos, cuyos nombres se forman con dos palabras:
una común (ácido) y otra particular para cada uno: ácido carbónico, ácido sulfúrico, etc.
Para aquellos ácidos de un mismo elemento que contienen una cantidad menor de oxígeno,
la terminación "ico" se transforma en "oso", como en la denominación ácido sulfuroso. Los
compuestos oxigenados de los metales que, como bases, se oponen a los ácidos, reciben el
nombre genérico de óxidos, que queda especificado con la indicación del nombre del metal
que interviene en la combinación (por ejemplo, óxido de plomo). Son también binarios los
sulfuros, fosfuros, carburos y los compuestos de dos metales, mientras que entre los ternarios
se incluyeron las sales conocidas en aquel tiempo, a las que se aplica la terminología hoy en
uso.

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