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Se construye una jerarquía de situaciones en las que aparezca el estímulo, desde la menos
a la más temida, y se le pide que imagine una historia en la que se introduzcan las
imágenes mentales emotivas (héroes, animales, amigos/as...) en los miedos.
También se realiza una jerarquía de situaciones y, en este caso, se hace una escenificación
o teatro.
Se realizará un modelado de las conductas de valentía en las que el niño/a observará las
consecuencias positivas para su modelo.
Es importante saber que, a veces el miedo puede esconder otro trastorno o carencia, por lo
que será necesario investigar esta circunstancia antes de aplicar estas técnicas.
¿Qué es la imaginación emotiva?
¿No queremos todos eso cuando vamos al psicólogo? Por desgracia, siempre oímos a
conocidos o tenemos la experiencia propia de haber ido a terapia y que no nos haya
ayudado. Aunque no se puede generalizar ni es una garantía irrefutable, ir a un terapeuta
cognitivo-conductual puede ser realmente efectivo y útil.
-Albert Ellis-
Ahora bien, para comprender por qué nos puede ser útil la imaginación emotiva, tenemos
que comprender lo que se postula desde la corriente cognitivo-conductual sobre las
emociones. Estas son respuestas de nuestro organismo a cambios en el ambiente externo o
interno. Es decir, que las emociones pueden aparecer por cosas que pasen a nuestro
alrededor, pero también por pensamientos que aparezcan en nuestra mente.
De hecho, estos pensamientos son una parte fundamental en la cuestión que nos concierne.
La imaginación emotiva lo que va a tratar de hacer es darnos herramientas para
poder modificar y manejar ese discurso interno negativo que muchas veces facilita que
las emociones negativas se disparen.
Os pongo un ejemplo: vas conduciendo tranquilamente por la autopista y, cuando vas a
adelantar a un coche por el carril izquierdo, aparece otro detrás de ti a toda velocidad y se te
pega. Ante esta situación, hay gente que pensará “¿pero cómo puede conducir tan
agresivamente? ¿No ve que como tenga que frenar vamos a tener un accidente? ¿Pero
quién se piensa que es para ir así?”. ¿Cómo piensas que se sienten estas personas
generando este tipo de pensamientos? ¿Cómo te sientes tú cuando piensas así?.
Para usar la imaginación emotiva, lo primero que tenemos que tener en cuenta es
nuestra capacidad de imaginación. Si nos cuesta mucho, puede que primero necesitemos
una serie de ejercicios de entrenamiento para aumentar nuestras habilidades al respecto.
En primer lugar, tenemos que pensar en una situación determinada que nos genere
ansiedad. Una vez que la tengamos en nuestra cabeza, tenemos que pensar en todos los
detalles de aquello que está “aconteciendo” y que nos genera tal grado de malestar.
A continuación, vamos a buscar sentir otras emociones negativas pero que no sean tan
perturbadoras. Es decir, tenemos que hacer que aparezcan emociones negativas más
apropiadas y moderadas. Eso sí, es importante tener en cuenta que no podemos modificar
nada de la situación imaginada: el cambio de emoción debe darse por un ejercicio de la
persona.
Una vez que lo hemos logrado, tenemos que verbalizar aquellos pensamientos que han
aparecido y que nos han ayudado a conseguir que nuestras emociones negativas se
volvieran más adaptativas. Siguiendo el ejemplo del coche que se pega a nosotros,
tendríamos que tratar de buscar los pensamientos que dije en la segunda situación.
La imaginación es una herramienta que, bien empleada y entrenada, nos puede facilitar en
gran medida la regulación de nuestras emociones. Además, lo positivo de las técnicas
cognitivo-conductuales es que son complementarias, de manera que se pueden usar
distintas herramientas dependiendo de la situación.
“Los mejores años de tu vida son aquellos en los que decidas que tus problemas son sólo
tuyos. No es culpa de tu madre, la ecología o el presidente. Uno se da cuenta así del control
de su propio destino”
-Albert Ellis-
Aquí, la imaginación emotiva nos puede ayudar a pensar de forma más cuidadosa y
crítica sobre aquellas preocupaciones y temores que tenemos. Además, nos ayuda a
corregir errores pasados y nos entrena en habilidades racionales para evitar que estos se
repitan en el futuro. Pero no solo eso, nos ayuda a mejorar nuestra autoestima y nuestra
confianza, al ver que somos más capaces de afrontar las situaciones que nos generan
malestar.
En definitiva, nos ayuda a reeducarnos emocionalmente. Aun así, no hay que olvidar
que, si uno siente un gran malestar, el primer paso para recuperar las riendas de nuestra
vida pasa por ir a un psicólogo adecuado. Este profesional va a ser quien nos va a ayudar a
adquirir las estrategias adecuadas de forma que retomemos el control… ¡Trabajemos por
regular mejor nuestra ansiedad!