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Sueli Caldas Schubert

LA JOVEN DE CATANDUVA

E n una oportunidad fui a predicar a Catanduva. En aquella


época se viajaba mucho en trenes nocturnos; tomaba el tren
en Catanduva1 e iba hasta San Pablo. El viaje era
medianamente confortable.
En una de las ocasiones en que regresaba de aquella ciudad,
doña Lola Sánchez y otros cofrades me llevaron hasta la estación
ferroviaria. El tren salía a las veintidós y treinta minutos.
Cuando llegué a la plataforma con doña Lola y los demás
compañeros, me llamó la atención una señora campesina que
despedía a su hija. La joven era una de esas muchachitas del
interior, bonitas, muy sencillas. Vestía con simplicidad, tenía el
cabello lacio dividido al medio, aparentaba ser muy cariñosa.
La madre la abrazaba y se despedía; la besaba y volvía a
abrazarla, y la escena me conmovió. Me quedé observando las
muestras de ternura de la madre hacia la hija, que tendría unos
dieciocho o diecinueve años.
El tren dio la primera señal de partida y me despedí de los
amigos, de doña Lola, del Señor Benedito, de Aparecida y subí
tranquilamente.
La jovencita subió también, apresurada.
El vagón no estaba demasiado lleno. Me senté junto a la
ventanilla, del lado de la plataforma, para darles el adiós a mis
amigos, mientras que ella se sentó del otro lado, sola.
Cuando el convoy comenzó a moverse, vi que de la madre
salía un fluido lechoso, como si fuera una nube alargada — tenía la
apariencia de una sustancia blanda cuyo espesor medía medio
metro de circunferencia -, que brotaba del centro cardíaco, entraba
en el tren y se introducía en la joven.
1-Ciudad del interior del estado de San Pablo-Brasil (N. Ed)

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El Sembrador de Estrellas

A medida que el vehículo se movía, el fluido se fue


diluyendo hasta que casi desapareció.
La madre le decía su adiós y lloraba; era una despedida, casi
trágica. La jovencita lloró un poco y luego se apoyó en el respaldo
preparándose para descansar, dado que el trayecto sería largo:
tomaría unas siete horas aproximadamente.
El viaje fue transcurriendo.
Cuando llegamos a Araraquara hubo una parada. Subió un
muchacho de la clase de aprovechadores de la ocasión con su
cabello peinado a la gomina, con una actitud como de quien mira a
una persona y la desnuda. Abrió la puerta del vagón, entró,
recorrió con la vista a todos y se detuvo en la joven. La mirada de
él era tan característica que me llamó la atención. La observó
detenidamente, se acomodó la ropa y fue a sentarse al lado de ella,
que estaba junto a la ventanilla.
Pasaron los minutos. Me entretuve con otras cosas, y
cuando dirigí de nuevo la mirada hacia él, había pasado el brazo
por detrás del asiento y se había corrido más cerca de la muchacha.
Ella, tímida, se encogió un poco.
Me quedé pensando: ¡qué cosa extraña ese individuo! Parece
uno de esos conquistadores baratos, que seducen a menores...
Poco después él ya se había puesto a conversar con la joven.
Me dije a mí mismo: “mi Dios, esa pobrecita va a caer en las redes
del seductor, porque está totalmente desarmada y no sabrá
defenderse”.
Él parecía muy locuaz. En una estación, más adelante, bajó
del tren y compró frutas para ofrecérselas. Ante la gentileza, la
joven quedó entusiasmada.
Cuando vi la escena me puse a orar, temeroso de lo que
vendría a continuación: Dios mío, no dejes que la seduzca — yo
rogaba -. Me acordé de su madre, y el recuerdo me sensibilizó de
tal modo que seguí orando, pidiéndole a Jesús que la protegiera.
Entonces me imaginé: por cierto, ella es una jovencita que
va a probar suerte en San Pablo, amenazada de caer en las trampas

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de un seductor profesional. Seguí orando, pidiendo por ella.


De pronto entró un Espíritu vestido a la antigua usanza
española, según la tradición sevillana. En el cabello tenía sujeto un
peine de largos dientes que sostenía una mantilla de encaje, y usaba
un vestido largo muy bonito. Se trataba de una Entidad respetable.
Me dirigió una mirada y luego miró al dúo, y me dijo:
- Tu plegaria ha sido escuchada.
Se acercó a ambos y se puso a aplicarle pases a la joven.
Mientras tanto, yo mentalmente decía: “no a ella, sino a él.
¡Apártelo de ella!”
El Espíritu me dirigió una mirada a la vez que insinuó una
sonrisa, y prosiguió con la aplicación de los pases a la jovencita.
Cuando terminó me hizo un saludo y desapareció.
Me quedé frustrado, pensando que algo no estaba correcto.
Sin embargo, de pronto, la joven tuvo náuseas y vomitó
sobre el hombre, salpicándolo de arriba abajo.
El individuo dio un salto y gritó:
- ¡Torpe! ¡Mira lo que has hecho! - Y se alejó furioso
mientras trataba de limpiarse.
La joven, muy confundida, se volvió hacia mí y se justificó:
- Mire, yo nunca antes vomité.
Tomé un pañuelo, se lo entregué y comprendí la técnica que
el Espíritu había empleado. Me senté a su lado, para ocupar el lugar
y le pregunté:

- Hija mía, ¿está enferma?


- No, señor, de repente me subió una cosa... Justamente
sobre ese joven, tan atento...
- ¿Usted lo conoce?
- No, señor.
- ¿Adónde va usted?

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El Sembrador de Estrellas
- Voy a San Pablo - me explicó - para trabajar como dama
de compañía en una casa. Ese joven, muy educado, me dio la
dirección de una tía que recibe a muchachas como pensionistas. El
estaba ofreciéndome incluso un empleo mejor, porque se encarga
de contratar a jóvenes para que trabajen, y la tía les da alojamiento.
Eso estaba explicándome cuando sucedió esto. ¿Qué hago ahora?
- Usted va a ser dama de compañía - le respondí. Ese
joven es un seductor de muchachas para orientarlas a la insensatez
del sexo licencioso.
Le expliqué de qué se trataba y se quedó muy sorprendida.
- Pero, no es posible. ¡El es tan delicado! - Me respondió.
Me dijo que estaba entusiasmado conmigo, que nunca había visto a
una muchacha tan bonita como yo, que me quería llevar a la casa
de su tía, a fin de protegerme de los “lobos” que hay en San Pablo.
- Usted haga exactamente lo que su madre le ordenó - le
aconsejé.
Me quedé a su lado hasta que llegamos a San Pablo.
Cuando bajamos la acompañé. En ese momento vimos que
el joven descendía del tren, todo sucio; su ropa blanca tenía
manchas de color café. Lo miré y le pregunté sonriendo:
- ¿Está mejor?
El respondió a su modo y siguió de largo, mientras me
quedé reflexionando acerca de la forma en que proceden los
espíritus.
De este interesante caso derivan varios puntos, para una
más minuciosa reflexión.
Nuevamente, a través de la videncia de Divaldo, los
acontecimientos se captan desde el ángulo espiritual.
Al principio se destaca la vibración amorosa de la madre al
despedirse de la hija, en la estación.
Es oportuno recordar qué dice André Luiz en Evolución en
dos Mundos respecto de los fluidos:
- En el ámbito espiritual, el hombre desencarnado va a
encontrarse más directamente con un fluido activo y multiforme,

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que fluye inagotable, que brota del alma, al que podemos definir
hasta cierto punto como un derivado del fluido cósmico, absorbido
por la mente humana en un proceso vital semejante a la
respiración, mediante el cual la criatura asimila la fuerza emanada
del Creador — esparcida en todo el cosmos —, y la transforma
bajo su responsabilidad, para ejercer su propia influencia en la
Creación.
Ese fluido es su propio pensamiento continuo, mediante el
cual genera un poder energético con el que nunca había soñado.
Más adelante, el mismo autor espiritual sostiene en relación
con la potencia del pensamiento:
Por consiguiente, la partícula del pensamiento, en carácter
de corpúsculo fluídico, es tanto como el átomo una unidad en la
esencia que se subdivide en diversos tipos conforme la cantidad, la
calidad, el comportamiento y la trayectoria de sus componentes.
Así como el átomo constituye una fuerza activa y poderosa
por su propia contextura, si bien es pasiva en relación con la
inteligencia que la impulsa hacia el bien o el mal, la partícula del
pensamiento, aunque sea viva y poderosa en la composición que
fluye del espíritu que la produce, es igualmente pasiva en relación
con el sentimiento que le da forma y naturaleza dirigida al bien o el
mal, convirtiéndose por acumulación en un fluido que atrae o
libera, ácido o sedante, dulce o amargo, alimenticio o extenuante,
vivificador o mortífero, según la fuente del sentimiento que lo
caracteriza y lo configura, designado a falta de una terminología
equivalente como rayo de emoción o rayo del deseo, fuerza esa que
produce la diferenciación entre masa y trayectoria, impacto y
estructura.
Este proceso que explica André Luiz en relación con el
hombre desencarnado, no difiere de lo que ocurre con el
encarnado, a no ser evidentemente por la barrera que el cuerpo
físico representa, pero como el autor destaca es en el ambiente
espiritual que el ser humano cuenta con las condiciones para
mejorar ese mecanismo.

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El Sembrador de Estrellas

Con su atención estimulada desde el comienzo del viaje


Divaldo registra las malas intenciones del hombre que ocupa el
lugar al lado de la joven.
En ese momento es cuando emplea la plegaria en beneficio
de ella.
Y nos hallamos una vez más ante la eficacia de la oración,
como también de la certeza de que en las situaciones más
inusitadas y complejas se puede emplear el excelente recurso de la
plegaria, sea en beneficio personal o para bien de un semejante.
Por otra parte, esta constituye una excelente forma de prestar
auxilio al prójimo y de ejercitar la caridad.
La respuesta al pedido no se hizo esperar.
Se debe tener en cuenta el mérito de la joven o de su madre,
o el de ambas, que propició que fuese Divaldo su vecino de asiento
en el tren nocturno. Evidentemente, este mérito tendría validez en
cualquier circunstancia, pero la presencia de él facilitó el socorro
espiritual.
La técnica de ayuda que la Entidad amiga adoptó es digna
de mención. No siempre nos es dado evaluar o entender cómo se
producen las asistencias. Como no detecta las actividades de la
Espiritualidad en los acontecimientos de la vida cotidiana, no pocas
veces el hombre se revela contra ciertos hechos que, por lo general,
ocurren para su propio bien. ¡Cuántos impedimentos y obstáculos,
cuántas sorpresas y situaciones desagradables, de pequeña
significación o no, se presentan en el camino de la criatura
exactamente para impedirle que cometa determinadas
equivocaciones, que concurra a ciertos lugares que le resultarían
perjudiciales o que proceda inopinadamente! Tales impedimentos
proporcionan momentos de reflexión y constituyen valiosas
oportunidades para que se concrete el auxilio del Mundo Mayor.
Si la Benefactora Espiritual hubiese aplicado el pase en el
hombre con el propósito de apartarlo del lado de la joven, siempre
quedaría la posibilidad de que él volviera a la carga. Al obrar
directamente sobre la joven en la forma como ocurrió, el hombre

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se apartó con enojo y con asco. Eso lo alejó definitivamente.


Ese curioso caso brinda además otras conclusiones.
No obstante, quedamos con la certeza de que donde
estemos, en cualquier momento existirá un medio para ayudar al
semejante; y, además, que la plegaria es el recurso más eficaz
cuando se desea ser útil, especialmente cuando carecemos de toda
clase de medios.

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