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UAEM

Procesos Históricos II
Dra. Alcubierre
Mi siglo1 Ensayo
Jesús Alberto Mejía Cano
14 de junio de 2010

“No hay hechos sino interpretaciones de los hechos”


Friederich Nietzsche

En este ensayo pretendo hacer algunas aproximaciones a manera de reflexión entorno a la difícil,
peligrosa y fundamental labor de “hacer” historia, ya sea como ciencia o como forma narrativa de algún
acontecimiento como presentación de una forma de ver un suceso intentare mostrar un “para que” del
documento y la obra literaria y planteare mi visión acerca de las tecnologías emergentes específicamente
las relacionadas con la memoria.

Mein Jahrhundert es el titulo original de la novela de Grass, es curioso el adjetivo posesivo del título,
porque queda claro que esta novela refleja un pensamiento que si bien no podemos calificar
definitivamente de posmoderno, rompe con el concepto de historia imperante en la modernidad. Ya no
estamos en Hegel y la dialéctica de la historia, aunque la sucesión cronológica en que aparentemente se
presente la obra parecería concordar con la idea de linealidad temporal, es solo un recurso de
ordenamiento más no de definición. El Mein no es más el imperativo del hombre moderno que construye
“La Historia” si no la visión post-moderna de que ya no hay grandes relatos no hay una gran y única
historia sino percepciones individuales, pequeños relatos.

Parafraseando un poco a Lyotard (véase misiva sobre la historia universal 2) en donde establece la muerte
de los grandes relatos y que al igual que Nietzsche o Foucault propone una multiplicidad de hechos
históricos, de lecturas y percepciones de sucesos “importantes” o no importantes para definir la historia y
que desembocara en el ámbito artístico, en una estética de la no-narracion o la narración de los pequeños
relatos. O como lo diría Derrida en una excesiva “deconstrucción” histórica. Así pues nos encontramos no
ante una novela sino a un conjunto de relatos cortos que son un abanico de impresiones, de instantes en el
siglo XX.

Ante este caos de descripciones que rompen con la temporalidad y con el olvido, narraciones que reflejan
solo una representación, una pervivencia de la memoria más que una supervivencia histórica. Cabe
preguntarse: ¿Hay verdad en la representación? ¿Cómo se puede hablar de suceso o hecho histórico
cuando estos son sacados de su temporalidad y son presentados en un tiempo al que no corresponden?

Hay un juicio que dicta algo así: “somos nuestro pasado.” La historia como ciencia existe desde que
existe la escritura desde que la documentación acredita la existencia en sí misma. El papel pues legítima
al ser. Al ser ahí. El hombre en su afán de vencer la temporalidad materializa la memoria, hace
1
GRASS, Gunter. Mi siglo (traducción de Miguel Sáenz). Versión online. 1999. Ed. Alfaguara. España. PP 267.
2
Es el tercer capítulo del libro, La posmodernidad explicada a los niños de Jean François Lyotard.
monumentos, documentos… entes. Que representen ese suceso, palabra, vida o simplemente
temporalidad que se vuelve nada más una entidad abstracta pero que hace sobrevivir a la cultura.

Estas memorias individuales son precisamente eso: particularidades que permanecen al devenir histórico
pero están expuestas al riesgo de una generalización. Porque no pensar entonces que lo que permanece no
es lo que fue. Sino lo que no fue. O lo que debió ser o lo que no debe permitirse. Porque no ver a la
interpretación histórica como una tergiversación histórica, como fragmento de una imposible totalización.

¿Es entonces la reconstrucción histórica un simple acto volitivo? ¿Es la verdad solo una intencionalidad,
un manipulación del tiempo y del concepto? ¿Y qué pasa entonces con la imagen y con el video que no
solo expresan conceptos sino arrancan y fijan cuerpos y significados ambiguos? ¿Y que pasa con la
ficción cuya intención no es hacer representaciones de la realidad sino crear nuevas realidades?

¿Si los discursos de verdad legitiman el ejercicio del poder entonces el poder legitima y autoriza lo que
debe ser recordado? ¿Quien tiene el saber o el poder puede contar o hacer la historia? Como cualquier
discurso la historia legitima ante alguien algo. Hace una síntesis de la memoria colectiva que es
comparable con un caos de múltiples dimensiones. La historia legitima parte de nuestra identidad
personal y colectiva, nos permite entendernos y entender una pizca de nuestro ser y nuestra realidad. El
historiador entonces no puede narrar acontecimientos, no puede describir sino solo hacer análisis,
hipótesis explicativas. Plantear una visión única y personal. Una nueva forma de ver la totalidad
inconstruible. En este sentido es más una labor artística que científica.

Más allá del sentido axial cabe preguntarse por la funcionalidad o finalidad de la historia. Que cumple
una labor de resistencia al olvido, de herramienta de supervivencia cultural. En esta época de
globalización es comprensible ver porque se ha volteado a ver a las minorías y porque se lucha por
rescatar esas percepciones individuales que forman parte de lo que es el mosaico de la cultura universal y
que están en peligro de desaparecer a causa de un intento de homogeneización por parte de una supuesta
cultural global.

En la actualidad el documento cumple un carácter constitutivo del ser, al menos en la mayoría de las
sociedades desarrolladas o en eterna etapa de desarrollo. Ya que gracias al documento acreditamos ante el
otro nuestra identidad, nuestros pensamientos, creencias, pertenencias, diferencias, memorias… y que sin
dicho documento no pueden tener validez ya que como expresa el dicho popular: papelito habla.

La escritura ha desplazado a la palabra en el sentido de conservación y validación. Citando un ejemplo


del libro, situado en el año 1922, las confesiones del espía Theodor Brudigam, narran una serie de
vínculos entre personajes y acontecimientos que presentan una visión de los hechos que envuelven a la
Gran Guerra por de más interesante pero que como el mismo Theodor lo dice, nadie cree en sus palabras,
y por lo tanto esa representación particular no puede formar parte de la síntesis de la historia oficial.

Un contraste concreto de la multiplicidad de hechos o más bien de interpretaciones son las entrevistas a
Jünger y Remarque autores de dos novelas importantes como son “sin novedad en el frente” y “tormenta
de acero” que brindan una forma dispar de percibir un mismo acontecimiento. Nos encontramos
narraciones emotivas de Nazis convencidos del destino glorioso que vislumbra para Alemania y un fervor
casi religioso al Fuhrer, así como análisis críticos del mismo movimiento. Grass nos presenta testimonios
y documentos que van construyendo un caleidoscopio para ver el siglo XX, desde las dos grandes
guerras, las depresiones y crisis financieras de Alemania y EEUU, partidos de futbol y juegos olímpicos,
pequeños actores que participan y dan empuje a la dinámica de cada proceso histórico con sus decisiones
y acciones.

Como dijo Albert Camus en su discurso tras recibir el nobel de literatura en 1957. “la literatura no puede
ponerse al servicio de quienes hacen la historia si no de quienes la sufren” como lo hace Gunter Grass en
cada relato breve, se trata de romper el silencio de rellenar vacios con libertad, con palabras. No para
construir una Historia más completa sino simplemente para compartir un modo de mirar nuestra realidad
cambiante.

En esta realidad cambiante no es nada novedoso hablar del papel transformador de la tecnología. Que
acelera y multiplica los factores y procesos vertiginosamente. Sin embargo si en esta era que algunos
denominan posmoderna, hablamos de multiplicidad, de rescate de las particularidades de respeto a la
decisión de las minorías y defensa de la multiculturalidad y con cuyos conceptos abrimos el
entendimiento a mas de una forma de ver y entender los sucesos históricos y culturales. Entonces con las
NTIC (Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación) esto se lleva al extremo, casi a lo
absurdo a mi parecer, por que se crea con el internet una realidad flotante donde todos podemos participar
y sin embargo como toda democracia esta tiende a creación de elites.

En esta era del internet todos podemos hablar, narrar, opinar y franquear los límites de la temporalidad y
dejar una huella en memoria virtual, sin embargo ¿Qué es lo que queda en la memoria colectiva? ¿Es el
individuo quien decide que es lo que quiere recordar? O más bien son de nuevo los mejor adaptados a
estas tecnologías los que dictan que se debe hablar contar y recordar, y así trascienden sucesos como “la
caída de Edgar” (video de YouTube), o se crean también filtros de revisión para lo que se puede o no
subir en una página que al final de cuentas se vuelven un medio parcial de información, pensemos que
esto no es así. Pero entonces la labor se complica mucho más. Porque cualquiera puede narrar la versión
de un hecho con la intencionalidad que más le convenga y así inventarnos teorías explicativas tan dispares
como diversas, entonces se crea un caos donde ya no importa lo que se sabe si no lo que se cree y aquel
que tiene el poder de ampliar la información de transmitirla a un mayor número de personas, de repetir un
mayor número de veces y aun mayor número de personas su visión, es el que domina la memoria como
órgano fundamental en la conservación de la cultura y que a su vez nos pone las directrices de lo que se
debe o no hacer mañana.

Las tecnologías como todo saber deben ser usadas de manera responsable, si se nos brinda la apertura a la
comunicación es menester aprender a callar, a pensar profundamente lo que decimos, para poder validar
nuestra opinión con argumentos que dejen claro nuestra postura, nuestra visión y nuestra inconformidad.
Que hablen sin gritar, y callen sin dejar de participar. Somos lo que creemos, entonces necesitamos
hoy ,más que nunca un nivel de criticidad que este al tú por tú con el cumulo de información que
recibimos. Necesitamos una actitud de autenticidad para tomar una verdad postura personal y
comunicarla pensando antes en lo que decimos y escuchando antes de emitir juicios.

Si como califica Miguel Saenz a Grass de “testigo directo del siglo” así también hay que entender la
peculiaridad del testigo que con una visión subjetiva y limitada de un hecho solo podar contar a través de
una postura, de una intención su manera de ver, pero al juntar un gran número de memorias como lo ha
hecho Grass en este libro, construimos poco a poco esa pequeña síntesis parcial de la historia para colocar
interpretaciones no inmutables en nuestra pasado y por tanto de nuestra identidad.

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