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Los laicos también las adquirían, para tenerlas en sus casas, llevarlas en sus bolsas o
colgarlas del cuello. Se entendía que las reliquias ponían en contacto con la divinidad y
a muchas se les atribuían poderes sanatorios, e incluso milagrosos. La demanda
incentivó el comercio; muchas reliquias pasaban de un lugar a otro, algunas se
fragmentaban para atender todas las peticiones, otras se duplicaban, esto es, se
falsificaban. Así se explica que de la más importante de las reliquias de la Cristiandad,
la Vera Cruz o lignum crucis –hallada por Elena, madre de Constantino, y siglos más
tarde portada por los templarios en las batallas–, se venerasen tantos fragmentos que,
según se dice, con ellos podrían haberse compuesto varias cruces.
Para evitar los frecuentes fraudes que ideaban los mercaderes era posible poner a
prueba las reliquias: si no obraban un milagro se consideraba que eran falsas. Además,
debían ser aceptadas como tales por la Iglesia, pues de lo contrario venerarlas se
castigaba con el Purgatorio. Sin embargo, había reliquias improbables, como el
prepucio de Jesucristo, la leche de la Virgen o el cordón umbilical de la misma María,
por ejemplo, o bien una pluma del Espíritu Santo, que se conserva en Oviedo, las
monedas por las que se vendió Judas, distribuidas en diversos lugares, o el suspiro de
san José, que se custodiaba en Blois y hoy se guarda en el Vaticano.
En la Alta Edad Media, las catacumbas romanas dieron abundante material a los
coleccionistas de reliquias. En el siglo IX, el diácono Deusdona creó una asociación
destinada a su venta y comenzó a exportarlas fuera de Italia. El mercado fue creciendo,
pero la materia prima comenzó a escasear. Así, si al principio el interés se centraba en
objetos relacionados con Cristo, los apóstoles o los mártires, luego se extendió a los
restos de otros santos, obispos, abades e incluso de reyes y aristócratas que habían
mostrado en vida alguna relación con la causa religiosa. En ocasiones el tráfico se
aceleraba.
La Catedral de Orvieto es una de las más conocidas en Italia y atrae a miles de visitantes
a la ciudad de Orvieto, Umbría cada año. El edificio actual es una versión renovada de
una estructura preexistente y fue reconstruida para albergar una reliquia en el siglo XIII.
La reliquia en cuestión, el Corporal de Bolsena, es igualmente fascinante.
5. Tumba de San Pedro: Los restos del San Pedro apóstol fueron
descubiertos en el año 1939 cuando haciendo unas excavaciones en San
Pedro encontraron una necrópolis. La tradición decía que debajo del altar
papal, debajo del baldaquino de Bernini, debajo de la cúpula de Miguel
Angel, había una necrópolis, un cementerio, donde había sido enterrado
san Pedro.
7. Monedas que recibió Judas: Se dice que las monedas, tres en la Catedral
de Génova y una en la Iglesia de la Santa cruz de Jerusalén en Roma,
pertenecen a las que recibió Judas por su traición.
9. La santa faz: La tradición dice que fueron tres las imágenes que quedaron
en el velo de la Verónica, pero son varias más las que se veneran. Las
reconocidas son: la que se venera en Roma, en la basílica de San Pedro;
en España, en la catedral de Jaén, y en Venecia, en la iglesia de San
Marcos.
10. Columnas del velo del templo: El velo del templo de Jerusalén, que se
rasgó en dos partes al morir nuestro divino Salvador, era sostenido por
dos columnas. Estas se conservan en el claustro de la basílica de San
Juan de Letrán, en Roma.
Bibliografia:
● https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-
reportajes/las-reliquias-fe-y-negocio-en-la-edad-media_8589
● https://www.italy-villas.es/en-italia/2015/centro-de-
italia/umbria/orvieto-catedral-y-milagro
● https://catholic-link.com/las-8-reliquias-catolicas-mas-conocidas/
Pero más allá que este concepto un tanto indefinido, se considera el fenómeno de
la peregrinación como el viaje a un santuario por motivos religiosos. El viaje se puede
llevar a cabo como rendimiento ante un lugar de devoción o considerado sagrado o por
la existencia de reliquias, con motivo de penitencia y expiación de pecados, etc.
Por tanto, aunque el fenómeno de las peregrinaciones es emblemático de la Edad
Media europea, en nada es exclusivo ni de ese tiempo, ni de ese territorio, ni siquiera de
la religión cristiana.
Existe una tradición común a todas las religiones por la que el fiel creyente
busca fuera de su realidad cotidiana el encuentro con lo sobrenatural. Tal es el caso de
la peregrinación a la Meca de los musulmanes o a Jerusalén por los judíos.
La Tierra Santa es el territorio geográfico que comprende todos los sitios en los cuales
se desarrollaron escenas bíblicas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El
concepto tiene una evolución evidenciada en las mismas Escrituras. Para algunas
fuentes bíblicas se circunscribe a la Tierra Prometida, término que tiene a su vez
diversas interpretaciones; para otros se refiere a todos los territorios en los cuales se
desarrollaron algunas escenas bíblicas.
Los peregrinos a Jerusalén eran denominados palmeros, puesto que los que lograban
regresar, lo hacían con palmas.
Las peregrinaciones a Jerusalén y Tierra Santa ya existían desde la Antigüedad tardía y
ni siquiera la conquista musulmana las había conseguido eliminar. Tal era el influjo y
prestigio de estas tierras donde habían vivido los personajes sagrados del Nuevo
Testamento y donde Cristo murió para salvación de la humanidad.
La vieja basílica era una de las más grandiosas de la cristiandad. Medía 110
metros de largo por 30 de ancho, con cinco amplias naves. Tenía dos torres en la entrada
oeste y cada brazo del transepto terminaba en otra voluminosa torre (una de las cuales
aún subsiste). Sufrió ocho incendios en su historia y perduró hasta la Revolución
Francesa. Los torreones, románicos, permiten imaginarse el gran santuario de San
Martín, centro de peregrinación al que acudían habitualmente los mismos reyes de
Francia
● San Marcial de Limoges
San Marcial de Limoges es algo más tardía, del año 1025. La nave central parece
que en un principio estuvo cubierta con madera pero que a causa de un incendio se
abovedó en torno al año 1160.
● Santiago de Compostela
Desgraciadamente, su aspecto exterior fue totalmente transformado en el siglo
XVIII.
Fue construida sobre una iglesia del siglo IX, a cargo de la orden benedictina,
entre los años 1075 y 1150.
Tuvo dos grandes promotores: en un principio el obispo Diego Peláez, iniciador
de la obra, pero al caer en desgracia, es depuesto y se produce un parón tras el que
Diego Gelmírez, a partir del 1093, se hizo cargo del magno proyecto.
La diferencia con las otras iglesias es que la Capilla del Salvador, el absidiolo
central, es cuadrada al exterior. Esto es debido a la influencia asturiana. Tenía nada
menos que nueve torres.
Alterna como soporte los pilares compuestos: uno de base cuadrangular con
columnas adosadas y otro de base circular con columnas adosadas, lo que se llama
“Alternancia Normanda” que también se encuentra en la Catedral de Durham.
Los arcos son de medio punto ligeramente peraltado.
Tiene un cuerpo superior con arcos polilobulados y pórtico doble con tímpano y
arquivoltas decoradas. Entre las dos puertas se coloca la imagen del Crismón.
La temática lucha contra la herejía monofisita, que consideraba que Cristo sólo
tenía naturaleza divina, negando la humanidad del Señor. Subraya así la doble
naturaleza de Jesucristo: Dios y hombre.
Bibliografia:
https://www.arteguias.com/iglesiasperegrinacion.htm
https://www.arteguias.com/peregrinaciones.htm