You are on page 1of 6

Antonio Díaz Villamil

Teatro escolar (1939)


retamita
Personajes
Retamita (14 años. Muchacha indígena hermana de Pascual)
Pascual (15 años. Cieguito indígena)
Alejo (15 años. Pastorcillo indígena, amigo de los anteriores)
Cuerpo de canto y baile, formado por diez varones y diez muchachas de
unos 10 a 16 años.
Vestidos indígenas como los que usan los llocallas e imillas en las haciendas
del país.
Época actual. La acción en cualquier parte del país.
Derecha e izquierda, las del actor.
Cuadro primero
La escena presenta una chocita indígena con rústico techo de paja, que se
alza en el centro, en medio de un desolado paisaje.
A la puerta de la choza se halla sentado un indiecito ciego, Pascualito,
quien al levantarse el telón, ensaya en su quena una melancólica melodía
indígena.
Escena I
Pascual y después Alejo
Después de unos momentos en que toca Pascual su pinquillo, se le
aproxima Alejo.

Pascual: (Al sentir la aproximación de una persona, interrumpe su melodía)


¿Eres tú, Retamita?
Alejo: Pascucho, no soy tu hermana. Soy Alejo el llocalla de la
hacienda.
Pascual: ¿Ya te vienes del pastoreo?
Alejo: Sí. Hoy hemos terminado muy tarde.
Pascual: ¿Han estado acaso jugando entre los pastores?
Alejo: No. Ese zorro feroz, enemigo de nuestras manadas ha
hecho un nuevo asalto.
Pascual: ¿Y se ha llevado algún animal?
Alejo: Sí, se ha llevado una oveja madre a la que entre todos los
pastores no hemos podido rescatar.
Pascual: ¿De cuál de las manadas?
Alejo: Yo no quisiera decírtelo.
Pascual: ¿Por qué?
Alejo: Porque no te ha de gustar la noticia.
Pascual: Entonces… ya lo sospecho (con tristeza). De la manada
que cuida mi hermanita, ¿no es cierto?
Alejo: Sí. De la manada que cuida Retamita.
Pascual: ¡Pobres de nosotros! La desgracia sigue acosándonos
sin piedad.
Alejo: No es tanto, Pascucho. Ya sabes que cada vez este terrible
animal arrebata una oveja. Esta vez le ha tocado a tu hermana.
Pascual: Puede ser así. Pero no es solo esto que nosotros sufrimos.
La desgracia se ha venido a aposentar desde hace mucho en
nuestra choza y no quiere irse. No quiere irse por nada… Primero
se llevó a nuestra madre y nos hizo crecer huérfanos. Luego, la
viruela me dejó ciego. Hace un mes la muerte se llevó también
a nuestro padre. Y, ahora, que Retamita y yo hemos quedado sin
apoyo en el mundo, sin poder yo trabajar, atenido al trabajo de
pastora de mi pobre hermanita, el zorro elige precisamente una
oveja de Retamita: ¿no es esto ser muy desgraciados?
Alejo: No te aflijas Pascucho.
Pascual: Y, ahora, todavía el patrón se ha de enojar y es capaz de
arrojarnos de la hacienda, puesto que pensará ¡que no servimos
para nada!
Alejo: En eso tienes razón. Porque el amo no quiere gente inútil
en su hacienda.

Pascual: Y yo, ¡un pobre ciego, que ni siquiera puedo ayudar a mi


hermana para cuidar el rebaño…!
Alejo: Pero tú no eres tan inútil como lo dices. Eres un músico muy
hábil y todos en la hacienda te queremos y admiramos por las bonitas
canciones y danzas que sacas en tu pinquillo. A propósito, dicen que
para la fiesta de San Juan estás preparando una nueva canción.
Pascual: La música es lo único a lo que puedo consagrarme. Es la
única distracción que tengo, la única luz para mi noche interminable.
Con ella vivo y con ella procuro interpretar mis penas.
Alejo: ¿Y la nueva pieza que vas a interpretar es muy triste?
Pascual: No. He procurado que sea la menos plañidera. Está dedicada
a mi hermana Retamita y quiero que como ella sea dulce
y tierna.
Alejo: Muy bien. Me alegro y te felicito. Nadie mejor que Retamita
se merece una canción. Es la muchacha más bella y gentil de la
hacienda. Bueno, ahora sigo camino a mi casa. Voy a darles la noticia
de tu nueva canción. Adiós, Pascucho (sale por la izquierda).
Pascual: Adiós, Alejo (al quedarse solo toma nuevamente su instrumento
y sigue tocando la melodía del comienzo de la acción).
Escena II
Pascual y Retamita
Retamita: (Entra lentamente por derecha, denota tristeza en el rostro y
lleva en sus brazos un corderillo de pocos días). Pascucho, ¡hermanito!
Pascual: (Interrumpiendo su melodía). Retamita, ¿ya estás de regreso?
Retamita: Sí, hermanito. Esta vez he llegado tarde. Lo he sentido
mucho porque comerás más tarde de lo acostumbrado. Pero, verás
como voy a apurarme, (se dirige a la choza).
Pascual: No. Ven un momento.
Retamita: Primero tu alimento, querido hermano. Debes estar
con apetito.
Pascual: No hace falta. He perdido el apetito con una mala noticia
que me han dado.
Retamita: (Con sobresalto) ¿Ha estado ya por acá el Alejo?
Pascual: Sí. Y me lo ha contado todo ¡Pobre hermanita! ¡Pobrecitos
de nosotros, huérfanos! Pobrecito de mí, ¡ciego e incapaz de poder
ayudarte en los trabajos de la hacienda!

Retamita: No te aflijas tanto, hermanito mío. Después de todo


hay que consolarse. Nosotros no somos ya los únicos huérfanos y
desdichados. (Muestra la ovejita que tiene en sus brazos, de tal manera
que pueda tocarla el cieguito) Toca. ¿Sabes lo que es?
Pascual: (Examina con el tacto al animal) Oh, un corderito ¡Qué suave
su lana! Debe ser muy tierno.
Retamita: Sí, es una chichita y tiene apenas una semana.
Pascual: ¿Y por qué la has traído contigo?
Retamita: Es que, la pobre es también una huerfanita como nosotros.
Es de la manada que está a mi cuidado. Hoy se ha llevado
y devorado el zorro a su madre. Me la he traído a casa porque
se moriría estando solita. Ya ves, hermanito, cómo desde ahora
nuestra miserable orfandad ha de ser apoyo y cariño para este
animalito.
Pascual: Dámela. (La acaricia y estrecha con ternura). ¡Pobrecita! ¡Huerfanita
y sola como nosotros!
Retamita: Tenemos que quererla mucho. Sobre todo tú. Va a ser
tu compañera mientras yo esté ausente. Ya tendrás con quién
hablar. Además, ¿sabes?, se me ocurre una idea. Le vamos a poner
mi mismo nombre: Retamita. Puesto que es como mi hijita…
Pascual: ¡Retamita! ¡Qué dulce va a ser su nombre! Cuando yo le
hable y la llame en tu ausencia me haré de cuenta que estoy hablando
contigo. (Al corderillo). Retamita. Ven, Retamita. ¿Te gusta el
nombre? Claro, que te gusta. ¡Si es tan lindo! ¡Cómo mi hermanita!
¡Retamita!
Retamita: Ya ves cómo la desgracia de hoy nos ha traído también
una pequeña alegría.
Pascual: Sí. Ya no somos dos huerfanitos inútiles. Ahora tenemos a
alguien a quien querer y a quien proteger. Sí. Ahora puedes hacer
la comida. Ya tengo apetito. Mientras tú enciendes el fuego, voy a
ensayar la canción que estoy componiendo para la noche de San
Juan.
Retamita: (Entrando por la puerta de la choza). Te dejo a la guagua.
Voy a hacer la comida.
Pascual: (A la ovejita). Guagua. Te han arrebatado a tu mamacita.
Pero no tengas pena. No tengas pena. Tienes ahora otra más linda
y más buena.
Telón rápido

Cuadro segundo
La misma decoración del cuadro anterior.
Pascual: (Sentado en la puerta de su choza, tiene entre sus brazos a la ovejilla,
con la que mantiene el siguiente coloquio). ¿Ya estás inquieta, verdad?
Claro. Es la hora en que debe volver la mamacita. Sí. Pronto ha de
llegar y, como todos los días, te ha de traer la lechecita. ¿Te gusta la
leche, no? ¿Mucho? Ah, pues claro. ¿Y sabes cómo consigue leche
tu buena mamacita? ¿No? ¿No lo sabes? Pues yo te lo voy a decir.
Se lleva todos los días un tachito escondido en el seno y ordeña un
poco a las ovejas que están criando a sus hijitos, y luego te la trae a
ti guagüita. Ya ves cómo por este sencillo procedimiento todos los
corderitos de la manada te ceden un poquito de su leche para que
vivas tú. Ya ves que tu nueva mamacita es buena y sabe hallar el
modo de hacerte feliz. Ahora ya sientes hambre, ¿verdad? Ten paciencia,
Retamita. Ya va a llegar tu mamá con la lechecita para ti y en
seguida me va a hacer a mí la comida. ¿Qué buena es, no es cierto?
Ah, ¡que Dios la proteja y la bendiga! Sin ella ni tú ni yo podríamos
vivir. Por eso tenemos que ser muy agradecidos para con ella. ¿Sabes
cómo vamos a agradecerle por ahora? Pues, le vamos a hacer una
canción que ya la tengo aquí en la memoria. Es la canción que van
a cantar los llocallas y las imillas de la hacienda en la noche de San
Juan que está próxima. Esta canción está dedicada a ella. ¿Quieres
oírla tú primero? Bueno, escucha. Dice así:
Retamita, Retamita,
fl or de oro como el sol
Retamita, Retamita,
dame un poco de tu olor.
Retamita, Retamita,
no te llenes de rubor
Retamita, Retamita,
dame un poco de tu amor.
Retamita, Retamita,
es tan dulce tu canción
Retamita, Retamita,
que me baila el corazón.

¿Qué te parece? ¿Te gusta? ¿No es verdad que es como para tu


mamacita...?
Retamita: (Apareciendo por la izquierda; lleva un cántaro indígena en la
mano). ¿Qué estás hablando tanto, Pascucho? Desde lejos he estado
escuchándote. Te parecías al tata cuando viene a predicar a la
iglesia el día de la fiesta. Y hablabas cosas muy bonitas. ¿Dónde
has aprendido todo eso?
Pascual: Ah, es que es la compensación a la desgracia de ser ciego.
Yo tengo aquí dentro (señala el pecho), unas cosas que me hablan y
que me hacen sentir el mundo y la vida, mejor quien sabe que
con los ojos. Por eso hablo, pienso y compongo eso que a ti tanto
te sorprende.
Retamita: (Con pena). Ay, Pascucho. Esta tarde he regresado muy
triste. He pasado por la casa de la anciana Tomasa. Me ha llamado
y me ha dicho: ¿Quién como vos, imillla Retamita? Vas a tener
mucha suerte. Mi hijo acaba de volver de hacer su pongueaje en
la ciudad y me ha dicho que ha oído decir en la casa del patrón
que te han de llevar para que seas sirvienta de las niñitas y para
que juegues con ellas.
Pascual: (Con alarma) ¿Cómo? ¿Qué te van a arrancar de mi lado?
Retamita: (Abrazándose a Pascual y con voz entrecortada y sollozante).
Sí. Eso me ha dicho la awicha Tomasa. ¡Hermano! ¡Pascucho! ¿Qué
vamos a hacer?
Pascual: (Con sollozo intenso). ¡Ay, Retamita! ¡Yo voy a morir de pena
si tu te vas!
Retamita: ¡Y no ha de ser por mi querer, hermanito! Si él se empeña
¿cómo vamos a poder nosotros pobres huérfanos burlar la
orden del patrón?
Pascual: Pues yo iré a decirle que eso es imposible. Que tú no
puedes dejarme. ¡Que voy a perecer si me quitan a ti!
Retamita: (Sollozando). ¡Ay, Pascucho, hermanito! ¿Qué es lo que
vamos a hacer? ¡Yo no sé cómo evitar esta nueva desgracia!
Pascual: (Con grave tristeza). Sí. ¡Otra nueva desgracia! (después de una
pausa y con transición de tono y acento resignado). Pero… ni tú puedes
evitarla ni yo puedo hacer nada que no sea llorar con el corazón
puesto que con estos mis ojos ciegos no puedo derramar lágrimas.
Pero… después de todo, tú debes ir.
Retamita: ¿Ir? ¿Dejarte? ¿Entonces (con amargura) tú lo aceptarías?
Pascual: (Con calma y solemnidad). Escúchame Retamita y mira la

forma que tengo de quererte. Si por compasión a mí te quedaras,


no harías sino vivir miserablemente junto a un pobre inválido que
es una terrible carga para ti y para tu porvenir, con peligro de que
el patrón nos eche de la hacienda. Además, ya no podemos tener
sayaña porque yo no puedo trabajar como nuestro padre. Con tu
trabajo de pastora no podremos vivir los dos por mucho tiempo y
tarde o temprano nos tendremos que convertir en dos mendigos.
Mientras que ahora, yéndote a la ciudad con los patrones, tú has
de progresar. Te van a vestir bien; vas a usar zapatos, te van a
enseñar a leer y vas a ser una cholita, en lugar de seguir como
una pobre imilla. Junto a los patrones has de llegar a tener alguna
influencia y puede que algún día logres hacer algo por mí.
Retamita: Todo eso que dices es muy lindo. ¿Pero, qué va a ser de
ti? ¿Quién te va a dar la comida? ¿Quién va a cuidar de tu ropa?
Pascual: Yo no soy más que un estorbo a tu lado. Pero ya sabrás
cómo cuando tú te vayas me las he de arreglar para vivir. Para un
cieguito digno de lástima, no ha de faltar un techo ni un plato de
comida en cualesquiera de las chozas de los peones. He de ser el
cieguito ambulante y músico y me he de ir de casa en casa, a pagar
mi pan con mis cantos y mis versos. ¡Ya lo vas a ver, hermanita!
Y ahora que quién sabe son los últimos días que cuidas de mí,
apúrate en preparar nuestra comida.
Retamita: Ay, Pascucho, desde ahora voy a prepararte con todo mi
cariño. Vas a probar cómo te lo he de cocinar. (Entra en la choza).
Pascual: (Al corderillo). Guagua. Retamita. ¿Qué te parece? Otra vez
te vas a quedar huérfana. Otra vez muy solos. ¡Tú y yo sin más
cariño en la vida…! ¡Pobrecita Retamita! ¿Quién te dará lechecita?
Ya no tendrás más cuidados que los de este pobre ciego… Y
yo… yo no he de poder decir hermanita, Retamita más que a ti.
¡A ti que serás todo lo que me queda en el mundo! (Sollozando).
¡Retamita! ¡Retamita...!
Cae lentamente el
Telón

Cuadro tercero
El mismo escenario de los cuadros anteriores. Es la hora del atardecer. El
paisaje va esfumándose entre las sombras de la noche. Hacia el fondo, las
fogatas de San Juan brillan con luz rojiza en la lejanía de los cerros que
cierra el horizonte.
Delante de la choza de Pascual arde una hoguera de palo de haba que
atiza Alejo, mientras Pascual permanece sentado junto al fuego, abrazado
de su ovejilla.
Escena I
Pascual y Alejo
Alejo: Es muy raro, Pascucho lo que me han dicho.
Pascual: ¿Qué te han dicho?
Alejo: Que tú la has convencido a tu hermana para que se vaya
con el patrón.
Pascual: ¡Qué saben ustedes de mi pensamiento!
Alejo: Pero, entonces ¿para qué te lamentas ahora? Ella no quería
dejarte. Tú la has obligado. A mí me consta que se ha ido llorando
por ti.
Pascual: Tú, como todos en la hacienda, saben que las órdenes del
patrón hay que cumplirlas. No hay remedio. Además si nosotros
nos hubiéramos opuesto, nos despedían al momento.
Alejo: En eso tienes razón completa.
Pascual: Pero en lo que creo tener más razón es en que o no tenía
ningún derecho en retenerla para que sea desgraciada a mi lado.
Ella ha dejado de vivir en esta choza que parece que tuviera algún
maleficio para todo el que la habita. Se ha salvado de la fatalidad.
Es bastante que yo me quede para pasto de la desdicha.
Alejo: Pero tú también puedes abandonarla. Muchos peones quieren
acogerte en sus casas.
Pascual: Sí. Y les agradezco. Pero no puedo ni quiero dejar esta
choza. Aquí he nacido. Aquí he conocido la luz y la naturaleza en
los días felices en que vivía mi padre y tenía vista. Aquí la he perdido
y su última visión se me ha quedado grabada en el alma. En
esta choza han muerto mis padres. Pero sus almas en las noches

me hablan y me acompañan y me acarician y me consuelan. No


puedo irme de aquí.
Alejo: Pero, ¡tan solo! Si te pasara alguna desgracia.
Pascual: Mayores desgracias no las espero ya. ¿Qué más puede
ocurrirme? Además, mis padres, desde el cielo han de velar por
mí, así como velarán por mi hermana en la ciudad.
Alejo: Pero es que tú no puedes caminar. Si al menos tuvieras un
perrito.
Pascual: Qué mejor lazarillo que esta mi ovejita. Ella mejor que
nadie me comprende y parece que sabe lo que deseo. Me conduce
a la aguada, vuelve a la choza. Cuando la nombro, qué dulce y
melancólico me sabe ese nombre, (acaricia a la ovejita) ¿No es cierto
Retamita? ¡Retamita...! Nadie llegará a comprender lo que tiene ese
nombre para mi.
Alejo: A propósito de Retamita. Esta noche los muchachos de la hacienda
van a cantar tu canción, bailando en torno de las hogueras de
San Juan. ¿Quisieras oírles? Creo que te van a dar una sorpresa.
Pascual: Quisiera y no quisiera.
Alejo: No te entiendo.
Pascual: Quisiera escucharles, porque esa canción está dedicada a
mi hermana y en ella he volcado toda mi ternura. Es el testimonio
de mi gratitud por sus cuidados.
Alejo: ¿Y por qué no quisieras?
Pascual: Porque esa canción, ahora, estando ella lejos de mí, ha
de ser una voz amarga que me dirá lo mucho que he perdido perdiéndola
a ella. No sé si podría escucharla así nomás ¡mi corazón
tan estrujado!
Alejo: Tienes razón, tu dolor es respetable. Pero, ellos vendrán. Así
lo han dicho. Piensan que viniendo a cantar en torno de tu hoguera
te hacen una manifestación de simpatía. (Escuchando a la distancia).
¿Oyes...? Ya vienen. (Señala a la lejanía).
(Se escucha lejano el coro de Retamita, entonado por una veintena de
muchachos y muchachas. La canción va haciéndose cada vez más clara
como si se fueran aproximando los cantores).
Pascual: (Después de una pausa). Sí. Ya la escucho.
Alejo: Es muy linda. Debes estar orgulloso de haberla hecho.
Pascual: En efecto. Nunca creí que me saliera tan bella. Tiene la
tristeza de mi presentimiento. Parece que la hubiera hecho como

una canción de eterna despedida; como un grito ahogado por la


nostalgia.
(Los cantores y bailarines, aparecen tomados por parejas cogidos por la
mano. Cuando llegan al escenario hacen un círculo al cual se adjunta
Alejo como impulsado por el entusiasmo. La rueda que deja al centro a
Pascual y la hoguera, da una vuelta bailando y luego cantan otra estrofa;
dan otra vuelta y cantan otra estrofa, así sucesivamente hasta terminar el
verso. La letra es la misma que recitó Pascual: “Retamita, Retamita, etc.
Luego de dar una última vuelta de danza, comienzan a salir por parejas y
a perderse, cantando nuevamente la letra de la canción que va haciéndose
cada vez más débil como si se hubieran alejado.
La escena queda inmóvil y desierta. Solo se escucha apenas el eco de la
canción. Solo Pascual queda en el mismo sitio e inmóvil junto a su ovejita
como si estuviera bajo el peso de una inmensa tristeza).
Pascual: (Repitiendo con profunda amargura) ¡Retamita! ¡Ya no existes
para mí! (Sollozando). ¡Se fue la luz de mis ojos...! ¡Mi alegría! ¡Mi
protección! (Toma la ovejita) ¡Retamita...! ¡Retamita...! Solo me has
quedado tú… ¡Pobrecita...! ¡Sola y huérfana como yo...! ¡Retamita...!
¡Retamita...! (Se arrodilla sollozando y estrechamente abrázase a la ovejita,
con voz desfalleciente). ¡Retamita...! ¡Retamita...!
Telón

You might also like