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Marixa Lasso

Los grupos afro-descendientes


y la independencia:
¿un nuevo paradigma historiográfico?

“Es, sin duda, aquí, en la ausencia de una movilización popular


moderna y de fenómenos de tipo jacobino, donde reside la especifici-
dad mayor de las revoluciones hispánicas1.” Con esta oración, la obra
magistral de François-Xavier Guerra da nueva fuerza a una vieja tradi-
ción histórica que desconecta a las clases populares de Hispanoamérica
de la ideología política popular y jacobina de las revoluciones del
Mundo Atlántico.2 Este ensayo utiliza esa oración como punto de
partida para preguntar cómo cambia la historiografía de las guerras de
independencia cuando se incorporan los resultados de las investigacio-
nes de los últimos veinte años, los cuales indican que la movilización
popular moderna de tipo jacobino fue mucho más común de los que se
pensaba. ¿Cómo cambian los resúmenes e interpretaciones generales de
las guerras de independencia cuando se altera esa oración, y se conside-
ran a los afro-descendientes como actores políticos modernos?3

1/ GUERRA (1993), p. 36.


2/ El estudio de John Lynch sobre las revoluciones hispanoamericanas provee un
excelente resumen de los trabajos monográficos escritos durante las décadas de los
años 1950 y 1960. LYNCH (1986). Muchos de estos excelentes trabajos enfatizaban
la importancia de la participación popular en las guerras al mismo tiempo que
recalcaban su naturaleza apolítica. Esta perspectiva continúa dominando los
resúmenes y narrativas generales de las guerras de independencia. Algunos
ejemplos representativos son los trabajos de CHASTEEN (2008) y RODRÍGUEZ
(1997); LANGLEY (1996), pp. 147-212.
3/ Para la participación de los negros y mulatos durante las guerras de indepen-
dencia, ver REID ANDREWS (1980); GUARDINO (1996); MÚNERA (1998); HELG
(2004); MEISEL (2003); LASSO (2007); GÓMEZ (2006, 2008); BLANCHARD (2008);
KRAAY (2001). No todos estos autores están de acuerdo sobre el nivel de partici-
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Los Afro-descendientes y la modernidad política


Si consideramos el ideal de la igualdad política y legal, y la aspira-
ción a un futuro con una sociedad mejor y más justa, como caracterís-
ticas de la modernidad política la lucha de los Afro-descendientes por
la igualdad racial representa uno de los aspectos más modernos de las
guerras de independencia en Hispanoamérica y en el Mundo Atlántico.
A pesar de la enorme importancia histórica de las declaraciones de los
patriotas de México, Venezuela y Colombia sobre la igualdad de la
humanidad independientemente de su color u origen, la gran narrativa
de la Era de las Revoluciones tiende a darle al tema de la raza un papel
segundario.4 Incluso ahora que varias generaciones de historiadores han
subrayado la importancia de la Revolución Haitiana,5 las historias de
Hispanoamérica continúan considerando la igualdad racial como un
tema periférico en la historia general de la guerra de independencia.6
Sin embargo, la raza fue un tema central. Fue durante este periodo
que la democracia fue asociada por primera vez con el ideal de igual-
dad racial. Este importante cambio político e ideológico no hubiera
sucedido sin la participación política de los grupos afro-descendien-
tes. Ignorar esta historia no sólo borra la contribución de los negros
y mulatos a la creación de la modernidad política, sino que también
perpetúa construcciones históricas que desconectan a América Latina
de la producción de la modernidad. Ignorar el papel central que jugó la
igualdad racial durante las guerras de independencia también obscurece

pación de los negros y mulatos y sobre el grado de modernidad de sus aspiraciones


políticas. Algunos estudios sobre la participación de los grupos populares en el
desarrollo de politico de Hispanoamerica durante el siglo XIX , SANDERS (2004);
THURNER (1997); MENDEZ (2005); SALVATORE (2003); MALLON (1995). La
mayoría de los resúmenes sobre las guerras de independencia Hispanoamericanas
mencionan las declaraciones de igualdad racial solo brevemente. Debido a su
énfasis en el nacionalismo, Benedict Anderson le da a este tema un análisis
excepcionalmente detallado. ANDERSON (1991).
4/ He tratado este tema brevemente en LASSO (2006), pp. 336-340.
5/ Para la importancia que jugó la revolución haitiana en la historia de la Era de
las Revoluciones, ver TROUILLOT (1996); JAMES (1989); DUBOIS (2004); GEG-
GUS (2001). Para la influencia de la revolución haitiana en Hispanoamérica, ver
SCOTT (1986); GASPAR y David P. GEGGUS (1997); CHILDS (2001); LASSO (2001);
THIBAUD (2003).
6/ La mayoría de los resúmenes sobre las guerras de independencia Hispano-
americanas mencionan las declaraciones de igualdad racial solo brevemente.
Debido a su énfasis en el nacionalismo, Benedict Anderson le da a este tema un
análisis excepcionalmente detallado. ANDERSON (1991).
LOS GRUPOS AFRO-DESCENDIENTES 361
la que tal vez fuera una las contribuciones más originales de América
Latina al pensamiento político moderno.
En otros trabajos he analizado como se silenció la participación
de los negros y mulatos en las guerras; aquí solo quiero mencionar el
papel crucial que jugaron los escritos de Simón Bolívar en este proceso.
Bolívar fue uno de los primeros autores en desconectar la democracia
de la realidad hispanoamericana. Son bien conocidos sus ataques a los
abogados, demagogos y otros idealistas por no entender que la política
moderna no podía ser transferida a Hispanoamérica sin prestar aten-
ción a sus peculiaridades geográficas y culturales.7 Menos conocida es
la influencia de Bolívar en el desarrollo de una tradición intelectual
que borra la contribución de las clases populares hispanoamericanas
a la historia de la democracia moderna, a través de una narrativa que
convierte a la modernidad en una mera ilusión de las elites ilustradas.
La retórica de Bolívar se oponía a los que él consideraba como exce-
sos democráticos a través de una dicotomía que distinguía entre los
Norteamericanos con sus virtudes políticas, y los Sur Americanos cuyo
“carácter, costumbre y luces” no se adecuaba a “las instituciones perfec-
tamente representativas.”8 Según él, “los sistemas enteramente popu-
lares, lejos de sernos favorables, temo que sean nuestra ruina.”9 En su
discurso al congreso de Angostura, Bolívar criticó la constitución exis-
tente recordando a los legisladores que no “todos los ojos son capaces
de soportar la luz celestial de la perfección.”10 La democracia represen-
tativa podía existir en el Paraíso, pero no en Suramérica. Parte de la
retorica de Bolívar era presentar las demandas locales de representación
popular como la ilusión de unos pocos abogados ilustrados. Al conver-
tir a la democracia representativa en la aspiración de unos pocos aboga-
dos ilusos, Bolívar desconectó a los nuevos gobiernos constitucionales
de las sociedades que los habían creado. El legado de esta narrativa
fue eliminar de la memoria histórica los debates y aspiraciones locales
sobre los sistemas de representación del nuevo sistema político.

7/ Algunos análisis importantes del legado intelecutal de Simón Bolívar son


CARRERA DAMAS (1969); LYNCH (2006), pp. 119-22; BRADING (1991), pp. 603-
20; CASTRO -LEIVA (1985); PAGDEN (1990), pp. 133-153.
8/ BOLÍVAR (1950, I), p. 168.
9/ Ibid.
10/ “Discurso Pronunciado por el Libertador ante el Congreso de Angostura el
15 de Febrero de 1819, día de su instalación,” BOLÍVAR (1950, III), pp. 681-682.
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Sin embargo, si Bolívar criticaba a los abogados por su incapa-


cidad de entender que las instituciones perfectamente liberales no se
adecuaban a la geografía Colombiana, no era porque él temía que las
clases populares se mantuvieran distanciadas de la política moderna,
sino porque temía que participaran demasiado. Como ha estudiado
Germán Carrera Damas, Bolívar temía que la democracia en América
Latina acabara con el dominio de las elites.11 El acusaba a los aboga-
dos de no lanzar sus miradas “sobre los Caribes del Orinoco, sobre
los pastores de Apure, sobre los marineros de Maracaibo, sobre los
bogas del Magdalena, sobre los bandidos del Patía […] y sobre todas
las hordas salvajes de África y América” que llevarían Colombia a la
ruina y tal vez a un segundo Haití.12 En su famosa Carta de Jamaica,
Bolívar también asocia la democracia con los grupos populares cuando
nota que “en Lima no tolerarán los ricos la democracia, ni los escla-
vos y pardos libertos la aristocracia.”13 Años después, le advertiría a José
Antonio Páez, en contra de la imprudencia de cambiar el sistema repu-
blicano en Colombia debido a su popularidad con los Pardos. Según
Bolívar, “un trono espantaría tanto por su altura como por su brillo. La
igualdad sería rota y los colores verían perdidos todos sus derechos por
una nueva aristocracia.”14 Las interpretaciones posteriores del pensa-
miento de Bolívar tenderían a olvidar la conexión entre los pardos y la
democracia que revelan sus escritos. Recordarán en cambio sus ataques
a los abogados por su supuesta incapacidad de entender las sociedades
locales.
Esta versión de la historia de las guerras de independencia conti-
nuó dominando la historiografía hasta la década de 1990, cuando
algunos trabajos sobre la participación de los grupos negros, mulatos e
indígenas empezaron a cuestionar la supuesta ausencia de movimientos
populares de cariz moderno en las guerras de independencia. Gracias a
los trabajos de Alejandro Gómez sobre los pardos de Caracas, de Peter
Guardino sobre los pardos de Guerrero, y a los trabajos sobre los pardos
de Cartagena de Alfonso Múnera y de Marixa Lasso, ahora es posible

11/ CARRERA DAMAS (1986), pp. 130-133.


12/ “Simón Bolívar a Francisco de Paula Santander,” San Carlos, Junio 13, 1821,
BOLÍVAR (1950, I), pp. 565-566.
13/ “Contestación de un Americano Meridional a un caballero de esta isla,”
Kingston, 6 de septiembre de 1815, BOLÍVAR (1950, I), p. 172.
14/ Simón Bolívar a Antonio Páez, 6 de Marzo de 1826, BOLÍVAR (1950, II),
pp. 322-323.
LOS GRUPOS AFRO-DESCENDIENTES 363
notar algunos patrones que caracterizaron la participación de negros y
mulatos en las guerras de independencia.15
Cuando se comparan movimientos independentistas de Guerrero,
Cartagena y Caracas en conjunto, se vuelve evidente la estrecha rela-
ción que había entre la activa participación política de los negros y
mulatos, la fuerza política de los grupos radicales republicanos e inde-
pendentistas, y la evolución del ideal de igualdad racial que caracteri-
zan a los tres movimientos. Estas tres regiones se distinguieron por su
temprana legislación sobre la igualdad racial, y por su identidad como
regiones o ciudades patriotas. Una lectura cercana a los eventos señala
que ésto no fue un accidente. Las instrucciones electorales de la Junta
de Cartagena de Diciembre de 1810 llamaban a votar a “todos los veci-
nos de los distritos de las parroquias, blancos, indios, mestizos, mula-
tos, zambos y negros, con tal que sean padres de familia, o tengan casa
poblada y que vivan de su trabajo.”16 En forma similar, las instrucciones
electorales de la Junta de Caracas para el congreso general de Venezuela
publicadas en Junio de 1810, incluían a todos los hombres libres sin
distinción de color, mientras que no fueran asalariados o dependien-
tes, lo que incluía a muchos artesanos.17 El 17 de noviembre de 1810,
José María Morelos declaraba en Guerrero que “a excepción de los
Europeos, todos los demás habitantes no se nombrarán en calidad de
indios, mulatos ni otras castas, sino todos generalmente Americanos18.”
Más que ser el producto de una simple cooptación de la elite de los
sectores negros y mulatos como fuerza militar, estas leyes parecen ser
el resultado de la alianza entre los criollos más radicales y los grupos
negros y mulatos. En Cartagena esta alianza se dio entre los artesa-
nos negros y mulatos y el partido republicano radical de la elite criolla,
los piñeristas; en Caracas esta alianza se daría entre el grupo criollo
más radical, la Sociedad Patriótica y los negros y mulatos libres; y en
Guerrero entre el movimiento independentista de Morelos y los negros
y mulatos de la Tierra Caliente. No es accidente que los grupos radica-
les que contaban con el apoyo de los pardos fueran también los grupos

15/ MÚNERA (1998); GOMEZ (2006, 2008); LASSO (2007); y GUARDINO (2005).
Para una perspectiva diferente, ver HELG (2005).
16/ “Instrucciones que deberán observarse en las elecciones parroquiales, en las
de partido y en las capitulares, para el nombramiento de diputados en la Suprema
Junta de la provincia de Cartagena, 11 de diciembre de 1810,” CORRALES (1889,
II), p. 48.
17/ GÓMEZ (2008).
18/ LEMOINE VILLICAÑA (1991), p. 162.
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que mas favorecían la independencia. En la región de Guerrero y en el


Caribe Venezolano fueron las guerrillas patriotas bajo líderes negros y
mulatos quienes mantuvieron el movimiento patriota cuando las fuer-
zas realistas dominaban la mayor parte del territorio.19 En Cartagena
y Caracas, estas alianzas no sólo excluían a los grupos moderados o
conservadores de la elite criolla, sino que también excluían a algunos
pardos beneméritos quienes prefirieron aliarse con los grupos mode-
rados de la elite.20 Estas alianzas no solamente garantizarían la crea-
ción de las leyes de igualdad racial, sino que también explican la fuerza
que adquirió el movimiento patriota republicano en estas regiones y su
supervivencia durante la reacción realista. En las ciudades de Cartagena
y Caracas fueron los patriotas negros y mulatos quienes defendie-
ron a los gobiernos juntistas en contra de las insurrecciones realistas.
Cuando el Batallón Español del regimiento fijo se sublevó en febrero
de 1811, fueron los pardos quienes tomaron la iniciativa de defen-
der la junta de Cartagena. Igualmente fue el teniente de las milicias
pardas, Manuel Caballero, quien lideró la defensa patriota de Caracas
cuando un grupo de españoles de las islas canarias atacaron su inde-
pendencia.21 En la ciudad de realista de Honda fue un patriota pardo
quien buscó aliarse con los criollos patriotas de Ambalema, después
de que el cabildo expulsara a algunos criollos de la elite con tenden-
cias patriotas. El artesano zambo Buenaventura Pérez decidió tomar
la iniciativa en contra del cabildo de Honda, al que consideraba como
un “satélite de los chapetones,” e invitar a otros artesanos a organizar
una “juntica contra los blancos,” porque “si no lo hacían así éstos se
cagaban.”22 Los movimientos de estas regiones parecen indicar que las
alianzas multirraciales, además de llevar la bandera de la independen-
cia, también desarrollaron las formulaciones de igualdad más radicales
del movimiento independentista. En Cartagena, una canción en contra
del obispo realista declamaba “respecto a que el Obispo es Fernandino,
que salga jacobino”23; mientras que los panfletos piñeristas denunciaban
el comportamiento aristocrático de los criollos independentistas mode-
rados del grupo toledista. Uno de estos panfletos acusaba al presidente

19/ GUARDINO (2005), pp. 45-80; VINCENT (1994), pp 257-276.


20/ LANGUE (1997); LASSO (2007).
21/ GÓMEZ (2008).
22/ Para las citas y un análisis más detallado de este caso, ver LASSO (2007),
pp. 92-96.
23/ Citado por LASSO (2007), p. 78.
LOS GRUPOS AFRO-DESCENDIENTES 365
de la junta de Cartagena, José María de Toledo, de tener tendencias
aristocráticas.24 Este se vio obligado a escuchar que “en los gobier-
nos populares no debía haber un hombre superior a otro; que yo tenía
demasiado crédito y estimación, y que era necesario ponerme al nivel de
los demás.”25 El movimiento de Morelos, al igual que el de Cartagena,
se proponía inaugurar una era en la que “la cobardía y la ociosidad será
la única que infame al ciudadano, y el templo del honor abrirá indistin-
tamente las puertas del merito y la virtud.”26 Con frecuencia se olvida
que el origen de este ideario, que eventualmente se convertirá en un
lugar común del lenguaje republicano, surge y se institucionaliza por
primera vez en el seno de las alianzas de los radicales criollos con los
negros y mulatos.
La alianza entre los negros y mulatos libres y los radicales republi-
canos continuó hasta finalizar las guerras, y en Colombia —el caso que
conozco mejor— continuaría por varias décadas. En México las guer-
rillas de Vicente Guerrero sólo aceptaron el gobierno de Iturbide bajo
la condición de que se modificara la constitución para que incluyera la
igualdad racial. En la convención de Ocaña de 1828 en Colombia, la
alianza de los veteranos negros y mulatos con los republicanos radicales
presionó para que se aplicara la igualdad racial garantizada por la ley, y
para que las leyes electorales fueran más inclusivas. Aunque el Partido
Liberal aun no había sido fundado, ya en la convención de Ocaña el
sector anti-bolivariano se autodenominaba liberal. En 1828, el país y la
convención estaban divididos entre los bloques santanderistas y boli-
varianos. La división entre estos bloques sobre cómo reestructurar el
gobierno colombiano eran profundas, y abarcaban varios aspectos. Sin
embargo, al fondo yacía el problema fundamental del grado de poder
del estado central. El sector bolivariano favorecía una presidencia fuerte
y un estado centralista.27 Aunque a favor de extender la franquicia elec-
toral, los bolivarianos querían controlarla disminuyendo el número de
colegios electorales. Ellos se consideraban el partido del orden y de la
estabilidad, y veían en la anarquía y el desorden social el más grave de

24/ “El honor vindicado” y Bravísima exposición de los motivos que han obligado
al pueblo de Cartagena a rechazar el nombramiento de gobernador del señor
García de Toledo.”
25/ Documentos para la historia de la provincial de Cartagena, 369.
26/ “Elementos de la Constitución,” 7 de noviembre de 1812, LEMOINE VILLI-
CAÑA (1991), p. 226.
27/ BUSHNELL (1954), pp. 332-359.
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los problemas políticos. Ellos llamaban a sus oponentes exaltados, jaco-


binos, demagogos y anárquicos. En contraste, el sector santanderista
desconfiaba de un estado central fuerte, el cual, según ellos, tendía hacia
la tiranía. Por eso favorecían el federalismo, una presidencia electiva y
rotativa, y un congreso fuerte e influyente. También estaban a favor de
ampliar la franquicia electoral, pero a diferencia del bloque bolivariano,
su proyecto constitucional bajaba los requisitos de propiedad y aumen-
taba le numero de colegios electorales.28 Ellos se autodenominaban
liberales y daban a sus oponentes los epítetos de aristócratas, godos,
serviles y déspotas.29 La política de la época codificaba las diferencias
entre estos bloques utilizando la oposición aristócrata/jacobino que
dominaba gran parte del discurso republicano de principios del siglo
diecinueve. En la convención de Ocaña, los liberales a menudo utiliza-
ban la carta anti-aristocrática para combatir a sus oponentes, táctica que
ganó a Santander el epíteto de Mr. Égalite y a sus seguidores el de sans-
culottes.30 Probablemente lo que atraía a los pardos al sector liberal era
su vigorosa retórica anti-aristocrática, la cual había sido asociada con
la igualdad racial desde los días de la primera republica. Esta retórica
equiparaba las jerarquías raciales que privilegiaban el nacimiento sobre
el merito y la virtud, con el carácter aristocrático del antiguo régimen.31
Al igual que otros liberales, los veteranos pardos debían su preeminen-
cia política y social a su participación en la causa patriota durante las
guerras de independencia. Los santanderistas solían derivar su influen-
cia política de su participación durante las guerras, y solían tener impe-
cables credenciales patriotas, mientras que muchos de sus oponentes,

28/ La constitución de 1821 otorgaba el voto a todos los colombianos que poseían
mas de 100 pesos en bienes raíces, o practicaran una profesión o arte útil, o man-
tuvieran almacén o taller, lo que incluía a muchos artesanos. Los dependientes es-
taban excluidos. La constitución conservadora de 1830 seguía un criterio similar
pero incrementó los requisitos de propiedad a 300 pesos en bienes raíces o tener
una profesión o una renta que dieran 150 pesos anuales. La constitución liberal
de 1832 también distinguía entre granadinos con derecho a votar y sin derecho a
votar, pero elimino todos los requisitos de propiedad limitando la exclusión a los
dependientes. URIBE VARGAS (N.d., II), pp. 710-712, 748-749, 790-792.
29/ RESTREPO (1974, VI), pp. 86-92. Daniel F. O’Leary a Simón Bolívar, Ocaña,
22 de marzo de 1828; Daniel O’Leary a Simón Bolívar, Ocaña, 22 de mayo de
1828; y 27 de mayo de 1828, O’LEARY (1884, XXIX), pp. 179-180, 306-309.
30/ Daniel O’Leary a Simón Bolívar, 22 de marzo de 1828 y 25 de abril 1828,
O’LEARY (1884, XXIX), pp. 180, 248.
31/ Bolívar a José Antonio Páez, Magdalena, 6 de marzo de 1826, BOLIVAR (1950,
N. d.).
LOS GRUPOS AFRO-DESCENDIENTES 367
quienes pertenecían al sector social que perdía más con el rompimiento
de las jerarquías sociales y raciales de la colonia, habían sido patriotas
indiferentes, si no realistas, que habían alcanzado posiciones de poder
debido a su educación, riqueza y prestigio.32 Finalmente, los artesanos
pardos tendrían mayor influencia política si el numero de colegios elec-
torales era expandido y los requisitos de propiedad disminuidos.
En Ocaña, los diputados liberales más de una vez acusaron a sus
oponentes de discriminación racial. En los casos concretos en los que la
convención cuestionó la posición y las acciones de hombres pardos, los
liberales solían defenderlos. Cuando la convención debatió si Antonio
Baena, un diputado de Cartagena, llenaba los requisitos de propiedad
para ser admitido en la asamblea, los liberales lo apoyaron. Francisco
del Real, su defensor más fervoroso, hablo largo y tendido a favor de
Baena. Según el testimonio de Daniel O’leary, Del Real “no satisfecho
con palabras, lloró,” y en su discurso “atacó muy particularmente a los
aristócratas que se oponían a su admisión” sólo “porque pertenecía a
cierta clase33.” Igualmente, cuando la convención debatió la revuelta del
general pardo José Prudencio Padilla de 1828, los liberales lo apoya-
ron. Estos leyeron a la convención la autodefensa de Padilla. Soto, un
liberal, a quien Restrepo describía como el más terrible demagogo, no
sólo solicitó que la convención agradeciera formalmente a Padilla por
su defensa de las instituciones republicanas, sino que también propuso
la erección de una estatua en su honor.34 La franqueza de los liberales
en el tema de la discriminación racial contrastaba dramáticamente con
la posición de los bolivarianos, quienes consideraban imprudente cual-
quier discusión pública de discriminación o conflictos raciales.35
En 1831 y 1832, los pardos nuevamente se aliaron con los libe-
rales más radicales. Las circunstancias nacionales y locales habían
cambiado. El grupo pro-Bolívar había sido derrotado en Bogotá, y sus
representantes en Cartagena habían sido destituidos en Abril de 1831

32/ Uribe-Uran prevé un excelente análisis de las diferencias sociales entre los
aristócratas y los liberales — él prefiere llamarlos provinciales. URIBE -URAN
(2000), pp. 71-102.
33/ Daniel O’Leary to Simón Bolívar, 9 de abril de 1828, O’LEARY (1884, XXIX),
p. 199.
34/ RESTREPO (1954, I), p. 377; Daniel O’Leary a Simón Bolívar,” 20 de marzo de
1828, O’LEARY (1884, XXIX), pp. 166-167.
35/ O’Leary to Bolívar, 9 de Abril de 1828 y O’Leary a Bolívar, 20 de marzo de
1828, O’LEARY (1884, XXIX), pp.170, 199.
368 MARIXA LASSO

después de una insurrección regional.36 Animados por esos cambios, un


grupo de liberales de Cartagena organizaron la sociedad de Veteranos
Defensores de la Libertad, la que incluía entre sus miembros a pardos
reconocidos como Juan José Nieto, Calixto Noguera y Juan Madiedo.37
El gobierno local no tardó en ver las actividades de los Veteranos, parti-
cularmente las de sus miembros pardos, como una amenaza al orden
social. Ya en septiembre de 1831 la nueva autoridad civil de la ciudad,
Manuel Romay, escribía que:

la sociedad de los veteranos se instaló en esta plaza sin conocimiento


del gobierno y sin que se haya podido hacerla conformar con la ley
en la materia […] los principales de sus miembros se han encargado
de redactar casi todos los periódicos de esta ciudad, y ellos dan bien a
conocer sus intenciones y aspiraciones. Se teme bastamente que de la
sociedad resulte la subversión del orden.38

Sin embargo, él y el comandante general de la región decidieron


inicialmente ser prudentes ya que la sociedad gozaba de protección
en la ciudad, un apoyo que probablemente se debía la larga trayecto-
ria liberal de sus miembros. Aunque aún queda mucho por aprender
acerca de las “intenciones y aspiraciones” de los veteranos liberales, una
cosa es clara: ellos querían jugar un activo papel político. No temían
publicar escritos en los que denunciaban las fallas del gobierno local en
llenar las aspiraciones liberales y donde, además, no dudaban en urgir
al gobierno a tener mano dura con los “déspotas y oligarcas” que habían
apoyado al gobierno anterior.39
El nuevo gobierno llevaba sólo dos meses en el poder cuando el
gobernador Vicente García del Real ya había encarcelado al veterano
Francisco Correa por sedición basado solamente en un testigo. Este
supuestamente había oído hablar a Correa sobre “el peligro en que
estaba la patria y la necesidad que había de una conmoción popular para
poner el mando de la provincia en otras manos por la mucha apatía que

36/ LEMAITRE (1983, IV), pp. 63-75.


37/ “Sociedad de “Veteranos Defensores de la Libertad,” CORRALES (n. d., III),
pp. 104-105.
38/ Manuel Romay a Vice-Presidente Domingo Caycedo, Cartagena, 2 se septi-
embre de1831, CAYCEDO (1943, III), pp. 160-161.
39/ Archivo General de la Nación [en lo sucesivo AGN], República, Ministerio
de Interior, 1, fol. 121-124. Sobre la activa participación de los Veteranos en la
prensa, HELG (2004), p. 231.
LOS GRUPOS AFRO-DESCENDIENTES 369
observaba en el actual Gobernador Vicente García del Real.”40 Aunque
Correa fue liberado por falta de pruebas, el gobernador continuó con
sus acusaciones en contra de los veteranos. Poco después acuso a Juan
Madiedo, el director de la Sociedad de los veteranos, por cuestionar
la legitimidad de su gobierno. No sólo había Madiedo denunciado la
prisión inconstitucional de Francisco Correa, sino que además había
dicho que el Gobernador García del Real solamente ejercía una “auto-
ridad tolerada” porque había sido un miembro de la administración
previa, lo que sería debidamente denunciado en la prensa.41 Las pala-
bras de Madiedo revelan su creencia en que la autoridad del gobierno
restaba solamente en la voluntad de los ciudadanos en aceptarla y en
su derecho a utilizar la prensa para denunciar a un gobierno ilegitimo.
De hecho, era el uso activo de la prensa por parte de los Veteranos lo
que más molestaba al gobernador García del Real. Según él, Madiedo
“siempre está viendo el modo de injuriar a los magistrados y a los
particulares con sus escritos e invenciones.”42 El gobernador García
del Real solicito al vicepresidente que tomara alguna medida sobre los
veteranos, porque “son hombres perjudiciales a la tranquilidad de esta
provincia que tendrán constantemente en inquietud y revuelta” En la
versión apocalíptica del gobernador, mientras no se les controlara “no
habrá comercio, por la desconfianza que reinará, los honrados ciudada-
nos siempre estarán insultados, mayormente por la prensa.”43
Los veteranos, además, representaban una tradición política que
no temía denunciar la discriminación en contra de los pardos. Uno de
los miembros principales de los veteranos, Calixto Noguera, había sido
acusado en 1822 de ser un sedicioso enemigo de los blancos por haber
exaltado la memoria del general pardo Manuel Piar.44 Nuevamente, en
1828, el gobernador acuso a Noguera de ser un enemigo de los blancos
por apoyar al general Padilla.45 Tras la victoria liberal, los pardos conti-
nuaron su tradición de denuncia con la publicación de un pasquín en
enero de 1832. Su autor, Agustín Martínez, era cuñado del Veterano
Julián Figueroa.46 Este pasquín estaba firmado bajo el pseudónimo de

40/ LASSO (2007), p. 144-148.


41/ Ibid.
42/ Ibid.
43/ Ibid.
44/ Ibid.
45/ Montilla a Bolívar, O’LEARY (1884, XXIX), p. 243.
46/ AGN, República, Gobernación de Cartagena, 42, fol. 4.
370 MARIXA LASSO

“un pardo honrado” y denunciaba la discriminación en contra de los


pardos en un café de la ciudad donde no se permitía que un pardo “arte-
sano honrado, decente y hombre de bien” se sentara. Según la denuncia
de este pasquín, “solamente tienen derecho a tomar asiento, tertuliar,
jugar los trucos y las barajas, entrar, salir en donde quiera y como gusten
los señores de alta categoría; (pues, aquellos que llaman blancos).”47
El Gobernador García del Real trató de quitar legitimidad política a
sus opositores pardos acusándolos de promover odio racial. Según él,
Juan Madiedo, Julián Figueroa, Manuel Azanza, Pedro Laza y Manuel
Vives —todos menos el ultimo eran miembros de los veteranos— eran
“hombres turbulentos que bajo la capa de liberales” promovían la rebe-
lión. El gobernador García del Real vaticinaba que, si estos hombres
no eran contenidos, “cualquier movimiento de revolución puede dege-
nerar en el de clases [término que se usaba para abreviar la frase “clases
de colores”48]. Para fortalecer su denuncia, el gobernador asociÓ a los
veteranos con el impreso del “pardo honrado” y con las supuestas
conspiraciones raciales en Río Hacha, Santa Marta y Mompox, las
cuales resultaron en la ejecución de tres hombres. Así, el gobernador
transformaba a los liberales radicales, a menudo pardos, en sediciosos
promotores de la guerra de colores y de la rebelión.49
Una de las plataformas políticas de los veteranos consis-
tía en reivindicar el papel de los pardos en la construcción de la

47/ Para un análisis detallado de este pasquín, ver LASSO (2007), pp. 139-142.
48/ AGN, República, Gobernación de Cartagena, 42, fol. 4; AGN, República,
Ministerio de Interior, 1, fol. 158-160-124. AGN, República, Gobernación de
Cartagena, 42, fol. 4. Para los nombres de los Veteranos, ver “Sociedad de “Vetera-
nos Defensores de la Libertad,” CORRALES (N. d., III), pp. 104-105.
49/ En su análisis de los Veteranos y de la revuelta liberal de 1831, Aline Helg sos-
tiene que esta revuelta continuaba un patrón tradicional de ciudadanía jerárquica
en el cual las clases populares no gozaban de autonomía política. Ella basa su
argumento en el liderazgo de la elite en la rendición de Cartagena a las tropas
liberales, en el que la prensa liberal no contenía ninguna mención explícita de los
problemas raciales de la ciudad y en la noción de que Restrepo sólo mencionaba
una conspiración racial en 1831 basado en sus miedos a la pardocracia. HELG
(2004), pp. 232-234. Sin embargo, los documentos del la Secretaría de Interior
muestran que aunque la prensa oficial no publicara ningún tema racial en forma
explícita, pasquines, como el del pardo honrado, si lo hacían. Además, las cons-
piraciones de pardos, reales o no, tuvieron consecuencias muy reales ya que resul-
taron en la prisión, destierro o ejecución de varios pardos. Finalmente, las activa
participación política de los pardos representaba por si sola, y era percibida así, un
por si ataque al poder tradicional de la elite.
LOS GRUPOS AFRO-DESCENDIENTES 371
república.50 Los pardos que pelearon en las guerras empezaron a desar-
rollar una memoria histórica propia que tenía su propio panteón de
líderes patriotas, y que enfatizaba el protagonismo de los pardos en las
guerras de independencia. Una de las características de esta memoria
era su énfasis en la participación en las guerras del lado patriota, la
cual consideraba como una de las máximas virtudes republicanas. Esta
virtud distinguía a muchos pardos patriotas de los miembros de la elite
que ocupaban posiciones de prestigio y poder, a pesar de haber tenido
simpatías realistas durante el transcurso de las guerras. Por ejemplo, ya
en 1811, el artesano zambo Buenaventura Pérez declaraba que era mejor
ser un patriota pobre y virtuoso que un vecino influyente con inclina-
ciones realistas.51 Trece años más tarde, el general pardo José Prudencio
Padilla utilizó un argumento similar cuando se vio atacado por la elite
criolla de Cartagena, por no mantener un estilo de vida apropiado a su
nuevo rango y posición. Padilla se defendió con un pasquín dirigido
“al respetable público de Cartagena,” en el que denunciaba los valo-
res aristocráticos de sus enemigos y apelaba a nociones modernas de
honor y virtud. Según Padilla, sus enemigos no cumplían con la virtud
republicana de la igualdad. Ellos buscaban atacar y degradar a la clase
de los pardos y restaurar el dominio aristocrático de las viejas familias.
Invirtiendo las nociones coloniales de honor, Padilla sugería que las
viejas familias deberían estar avergonzadas, no orgullosas, de su pasado,
porque descendían de los españoles feroces que habían acumulado
riquezas cometiendo atrocidades en contra de los indios. En cambio,
continuaba el escrito de Padilla, él se había ganado su posición defen-
diendo la patria. Sus enemigos eran indiferentes a los principios repu-
blicanos y querían socavar el edificio sagrado de la igualdad y la libertad,
para así reemplazar las formas republicanas con los viejos privilegios y
el dominio de unas cuantas familias sobre la mayoría del pueblo.52 El
escrito de Padilla, al igual que los escritos de otros pardos republicanos,
cuestiona las nociones de privilegio y honor basadas en la clase social,
y enfatiza la virtud republicana como la verdadera base del honor y la
respetabilidad. En forma similar, el nombre “Veteranos defensores de
la Libertad” recalcaba la participación de los veteranos liberales en las

50/ Los conservadores continuaron utilizando acusaciones de guerra de razas en


contra de los Liberales al menos hasta la década de 1870. SANDERS (2004), 164.
51/ Citado por LASSO (2007), p. 95.
52/ Doy un análisis más detallado del republicanismo de Padilla en LASSO (2007),
pp. 115-128.
372 MARIXA LASSO

guerras de independencia. Era esta participación, y no su origen o clase


social, la que les daba sus derechos políticos.
Otra característica de la memoria histórica de los pardos era la
exaltación de los héroes pardos que se destacaron durante las guerras.
En 1822, el pardo Calixto Noguera (futuro miembro de los veteranos)
fue acusado de manifestar “el mayor disgusto contra el gobierno hasta
tocar en el exceso de remover las cenizas del General Piar, para infe-
rir o indicar que si este trastornador del orden público había muerto,
no faltarían otros Piares en Cartagena.”53 El caso contra Noguera nos
revela la importancia que habían adquirido los generales negros como
símbolos de un republicanismo que respondía a los intereses políti-
cos y sociales de los pardos, y muestra que éstos estaban dispuestos a
“remover las cenizas” de la memoria para recordar a los héroes pardos
que habían muerto, así fuera ejecutados como traidores y promotores
del odio racial. Los veteranos formalizarían el recuerdo de los genera-
les pardos al honrar la memoria del general Colombiano José Padilla,
quien, en 1824 y de nuevo en 1828, había denunciado públicamente la
discriminación que sufrían los pardos. La ceremonia en honor a Padilla
y restaurar su gloria le conmemoraba como un mártir de la libertad
quien, después de su heroica contribución a la libertad de Colombia,
fue víctima de la tiranía de Bolívar y Montilla. El majestuoso fune-
ral de Padilla tuvo lugar en la catedral y fue presidido por el obispo.
Aunque no es claro si los veteranos tomaron la iniciativa en la orga-
nización de este evento, ellos jugaron un papel crucial y visible. Los
veteranos asistieron al funeral vestidos de luto negro y con la insi-
gnia roja liberal. Ellos dieron largos discursos y mandaron delegados
a expresar condolencias a la familia de Padilla. La conmemoración de
la gloria de Padilla tenía un significado simbólico de gran importan-
cia. Padilla representaba el protagonismo de los pardos en la construc-
ción de la patria, un rol que los veteranos querían continuar; él también
simbolizaba la conexión entre la igualdad racial y la retórica anti-aris-
tocrática de la revolución. La figura de Padilla como un mártir de la
tiranía también proveía una moraleja que expresaba valores políti-
cos apreciados por los veteranos. Su imagen no solo personificaba el
papel militar de los pardos en la construcción de la republica, sino que
también asociaba la represión de los pardos liberales con la tiranía. En
contraste, la lectura conservadora presentaba una imagen muy distinta

53/ AGN, Republica, Secretaria de Guerra y Marina, 14, fol. 116.


LOS GRUPOS AFRO-DESCENDIENTES 373
del activismo político de los pardos. Según el ex ministro de interior
e historiador, José Manuel Restrepo, en Cartagena los pardos eran
“temibles.”54 Una de las entradas de su diario personal describe la polí-
tica de los pardos de esta manera: “en Cartagena hay sus movimientos.
El partido demagógico ha querido deponer a las autoridades y nombrar
gobernador a un Madiedo [se trataba de Juan Madiedo, presidente de
los veteranos] que es loco charlatán.” Restrepo concluía, “todo esto
anuncia que los ánimos no se hallan tranquilos y que aún existe un
espíritu de revolución.”55 La narrativa de Restrepo transformaba a los
veteranos en demagogos y a su líder en un “charlatán” sin ninguna legi-
timidad política. Lo que estaba en juego era si los republicanos pardos
serian inmortalizados como héroes de la libertad, o como “demagogos”
y “locos charlatanes” que aspiraban a promover el desorden.

Los Afro-descendientes y la historiografía


de las guerras de independencia
Retomando la oración de François-Xavier Guerra con la que
inicia este ensayo, cabe preguntarse cómo cambia nuestra interpretación
general de las guerras de independencia cuando se reconoce la moder-
nidad de los grupos populares afro-descendientes. En este momento
parece haber una gran desconexión entre las nuevas monografías escri-
tas en los últimos veinte años sobre la participación de los grupos
populares en las guerras, y los resúmenes de las guerras de independen-
cia cuyas generalizaciones no incorporan estos nuevos descubrimientos.
Finalmente, son los resúmenes los que suelen determinar la memoria
histórica de una región. A modo de ensayo, aquí muestro cómo el reco-
nocimiento de la modernidad política de estos grupos cambia algunos
de los temas que organizan la historia de las guerras de independencia.
En primer lugar, la evidencia de la participación política popular
moderna cuestiona el caracterizar a las sociedades latinoamericanas de
tradicionales, y a su modernidad política de superficial y cosmética. Se
vuelve imposible seguir diciendo que “las constituciones republicanas
parecían plantas exóticas en el suelo Colombiano o Chileno, alejadas

54/ RESTREPO (1954, II), p. 294; AGN, República, Ministerio de Interior, 1, fol.
353; AGN, República, Gobernación de Cartagena, 42, fol. 5.
55/ RESTREPO (1954, II), p. 220.
374 MARIXA LASSO

de la experiencia histórica de la gente.”56 Lejos de ser la ausencia de


movimientos populares de tipo jacobino lo que caracteriza las guerras,
es su presencia la que garantiza la sobrevivencia de los movimientos
patriotas durante la reacción realista. Esta evidencia nos obliga a incluir
las alianzas entre grupos radicales y los pardos, como uno de los facto-
res que explican la fuerza que toman las iniciativas republicanas en
algunas regiones y ciudades. Todo parece indicar que sin esta alianza ni
Cartagena, ni Caracas, ni Guerrero se hubieran convertido en bastiones
patriotas. Detrás de “la máscara de Fernando XVII” no sólo se escon-
dían los sentimientos autonomistas de los criollos, sino que también
se encontraban las aspiraciones de igualdad racial que se remontaban
por lo menos al periodo de la Revolución Haitiana.57 Para entender el
impulso detrás de las declaraciones de independencia, no sólo es nece-
sario analizar la historia del autonomismo o identidad criolla de la
elite, sino también la historia de las aspiraciones y frustraciones de los
pardos.58
En segundo lugar, la participación política moderna de los grupos
populares nos invita a recobrar voces y tendencias políticas a las que
los historiadores no le han dado la importancia que en su momento les
dieron los contemporáneos. Además de las bien conocidas divisiones
entre patriotas y realistas, así como entre centralistas y federalistas, habían
otras divisiones importantes sobre el nivel de participación política popu-
lar en los nuevos gobiernos que deben recibir la relevancia que se mere-
cen. Las divisiones entre aceites y vinagres que Peter Guardino ha estu-
diado en Oaxaca, las divisiones entre piñeristas y toledistas en Cartagena,
la creación de una asociación política como los Veteranos defensores de
la libertad y la popularidad de la Sociedad Patriótica entre los pardos de
Caracas, señalan que la riqueza política de este periodo es mucho más
amplia de lo que generalmente se piensa.59 Los actores del momento no
pueden seguir hablando a través de la boca de Simón Bolívar, quien solo
representa una versión del pensamiento republicano de esos años. Las
bien conocidas invectivas de Bolívar en contra de la pardocracia son parte
de un dialogo complejo que seguimos escuchando solamente a través
del discurso de Bolívar. Es hora de incorporar a la gran narrativa de las

56/ CHASTEEN (2008), p. 185. [La traducción es mía].


57/ Para “La máscara de Fernando VII,” ver L YNCH (1986).
58/ Para un análisis de la identidad racial de los pardos a finales de la colonia, ver
VINSON (2001).
59/ Para los vinagres y aceites, ver GUARDINO (2005), pp. 156-222.
LOS GRUPOS AFRO-DESCENDIENTES 375
guerras de independencia la voz de sus interlocutores de origen popular.
Por ejemplo, los escritos del general pardo José Domingo Espinar reve-
lan una visión de la democracia mucho más radical que la de Bolívar.
Al ser acusado de ser “el bien amado del pueblo” y de haber forzado a la
minoría respetable de la ciudad de Panamá a aceptar su gobierno debido
a su habilidad de controlar las masas, él se defendió diciendo: “vivimos en
el siglo de las mayorías y quien no se conforme con sus soberanas deci-
siones debe dejar el país para siempre.”60
Estudiar a los pardos como actores políticos modernos también
cambia la perspectiva desde la cual se examinan las conexiones
Atlánticas. Al igual que Guerra, este ensayo ve la revolución libe-
ral española y las guerras de independencia hispanoamericanas como
parte de un de un proceso Atlántico amplio que culminó en los deba-
tes constitucionales de Cádiz. Sin embargo, a diferencia de Guerra,
este ensayo sostiene que Cádiz fue sólo parte de un debate constitu-
cional más amplio que no puede ser entendido a cabalidad sin tomar
en consideración la influencia popular en los debates sobre ciudadanía
que tuvieron lugar en las ciudades americanas. No se puede generalizar
sobre la ciudadanía en el Atlántico español, como hace Tamar Herzog,
basados solamente en los debates y en la constitución de Cádiz. No se
puede enfatizar la exclusión de las castas del derecho a la ciudadanía
de la constitución de Cádiz, sin examinar cómo esos debates fueron
seguidos en Hispanoamérica, y sin notar la enorme diferencia entre la
legislación de Cádiz y la legislación patriota que sí daba a las castas
el derecho a la ciudadanía. No olvidemos que numerosas constitucio-
nes americanas fueron publicadas al mismo tiempo que la de Cádiz,
y que algunas fueran aun más radicales que las de Cádiz. Además, tan
temprano como en 1810 ya algunos movimientos patriotas habían
otorgaron la igualdad legal y política a los descendientes de África.
El problema de la igualdad racial permite observar que los cambios
en el Mundo Atlántico no siempre viajaban en la misma dirección, y
que la América Hispana no sólo fue receptora de cambios políticos,
sino también promotora de cambios políticos y legales. En el caso de la
igualdad racial es claro que el cambio va de América a España.
Desde el punto de vista de la historia social, la participación
moderna de los pardos pone en relieve que la desigualdad también
tiene una historia, algo que es evidente cada vez que dejamos de asociar

60/ ESPINAR (1976), p. 97. Para un análisis más detallado de este escrito, ver LAS-
SO (2004), pp. 63-76.
376 MARIXA LASSO

el cambio con el progreso. La negación de la participación moderna de


los grupos populares en parte proviene de una perspectiva histórica que
examina el origen del periodo republicano, asumiendo su futura inca-
pacidad para eliminar la desigualdad social. Esta perspectiva continúa
dominando los resúmenes y generalizaciones de las guerras de indepen-
dencia, dificultando con ello la comprensión de los cambios sociales y
políticos de ese periodo. En lo que concierne a las relaciones raciales, las
guerras no sólo inauguraron un nuevo sistema político organizado en
torno a la igualdad legal de todas las razas, sino que también abrieron
nuevas oportunidades de movilidad social y de participación política
para los negros y mulatos libres. Esto no quiere decir que los patrones
generales de desigualdad social que mantenían las personas de descen-
dencia africana en los niveles socioeconómicos más bajos se hubieran
terminado. Lo que quiere decir es que la ideología que organizaba y
daba legitimidad a esa desigualdad había cambiado dramáticamente.
No se puede entender la historia social y política de la modernidad, sin
poner en relieve la necesidad de historiar la desigualdad, y como ésta
cambió en la transición del antiguo régimen a la republica.

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