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Consulte nuestra página web: www.sintesis.com En ella encontrará el
catálogo completo y comentado
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Diego López Alonso
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Prólogo
Prefacio
1.10.1. Construccionismo
1.10.2. Esencialismo
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2. El origen biológico de la homosexualidad
3. Los hechos
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3.3.6. Núcleo basal de la estría terminal
3.5. Transexuales
3.7. Feromonas
5. Evolución y homosexualidad
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5.4. Teorías evolutivas de la homosexualidad
6. El discurso sociocultural
8. Reflexiones finales
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Bibliografía
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Si uno suscita el tema del origen de la homosexualidad en una reunión de amigos, la
opinión generalizada, más o menos fundamentada, es que la homosexualidad se origina
como fruto del entorno educativo infantil y durante la adolescencia. Con frecuencia,
habrá alguien que sostenga que se trata de una conducta degenerada, viciosa y
degradante, con alto riesgo de contagiar a quienes entren en contacto meramente social
con homosexuales. No faltará tampoco quien diga que es una enfermedad mental. Puede
que algún "extravagante" sugiera un factor hereditario o biológico en general...
Curiosamente, todo el mundo tiene opinión -y piensa que tiene criterio - en este
asunto. Lo cierto es que la ignorancia es oceánica y hay un considerable margen de
mejora en el conocimiento que tiene el ciudadano medio sobre la homosexualidad y los
homosexuales.
En gran parte, esta ignorancia se debe a una carencia de información científica sólida,
en medio de una plétora de publicaciones sobre la homosexualidad desde los diversos
campos de las humanidades y las ciencias sociales. Se puede constatar, en cambio, que
no hay nada publicado sobre la biología de la homosexualidad en lengua castellana. (En
lengua inglesa la información es relativamente abundante pero fragmentaria. No existe
tampoco ninguna obra que revise la homosexualidad desde el conjunto de los campos de
la biología.) En este sentido, este libro surge de la necesidad de arrojar luz sobre el origen
de la homosexualidad.
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diferentes campos científicos, evidencias sólidas que permitan al lector hacer una
evaluación crítica que le lleve a una opinión fundada. Ese es el corazón del texto y el
grueso del contenido está dedicado a ello.
Evidentemente también están las opiniones del autor. No soy un escritor frío,
aséptico, abstraído del asunto tratado. Como científico y como ciudadano me siento
profundamente concernido por el tema y sus implicaciones sociales. La preparación del
libro me ha llevado a conocer detalles históricos y contemporáneos, que me han hecho
más consciente del tremendo sufrimiento injustamente causado a los homosexuales,
simplemente por su forma de vivir su sexualidad. No he podido y no he querido dejar de
manifestar mi opinión personal, subjetiva, humana, al hilo de lo tratado. El lector puede
perfectamente prescindir de mis opiniones y aún le quedará el grueso de la información.
Creo sinceramente que este libro hace una aportación valiosa al conocimiento de la
homosexualidad desde un punto de vista, el biológico, que es absolutamente novedoso.
Es la primera vez que un biólogo tiene el atrevimiento de escribir un ensayo sobre un
tema, la homosexualidad, tenido como predio privativo de filósofos, sociólogos,
psicoanalistas, etc. Creo que el lector se sentirá - como yo mismo me he sentido-
sorprendido por muchas de las informaciones que se aportan, sacudido por las ideas
propuestas, obligado a repensar viejos conceptos y, en definitiva, enriquecido con su
lectura. Podrá estar o no de acuerdo con mis tesis, pero no podrá sentir indiferencia ni
decir que este libro no le ha aportado nada. En suma, encontrará provechosa su lectura.
El contenido propio del tema obliga a utilizar un buen número de términos técnicos.
El lector no debe sentirse desalentado por ello. El libro está escrito para "todos los
públicos", no para especialistas. Se ha tratado de explicar con claridad y de manera
sencilla, pero sin sacrificar el rigor científico. Espero haber sabido presentar todo en un
lenguaje accesible para un lector medio.
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extensión (capítulos 2, 3 y 4). Previamente, se repasa el estado de la cuestión, se definen
los conceptos necesarios y se dejan planteadas las dos teorías enfrentadas que subyacen
en todo su recorrido (capítulo 1). La visión biológica de la homosexualidad se completa
discutiendo una explicación evolutiva capaz de resolver la paradoja de la persistencia de
la homosexualidad pese a su reducida eficacia reproductiva (capítulo 5). Completada de
este modo la perspectiva biológica, se discute ampliamente la teoría sociocultural como
explicación alternativa del desarrollo de la homosexualidad humana (capítulo 6). Para
terminar con dos capítulos breves, uno en que se polemiza con la idea de la
homosexualidad como enfermedad (capítulo 7), y otro con unas reflexiones finales en
torno al tema (capítulo 8).
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A partir de la edad de 3-8 meses, se encontró que las niñas elegían muñecas en vez
de los coches de juguete y los balones que preferían los niños. La conducta de
preferencia de juguete no puede ser explicada por la presión social, porque cuando las
muñecas, los coches de juguete y los balones fueron ofrecidos a los monos
aterciopelados verdes, las hembras consistentemente elegían las muñecas y olían la
región anogenital, mientras que los machos preferían los coches de juguete y los balones
(Bao y Swaab, 2011).
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1.1. Religión y leyes
Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han
cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos
(Levítico 20: 13).
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Desde el principio se persiguió con saña la homosexualidad. Toda brutalidad era
justificada y aun considerada poca con relación a la gravedad extraordinaria del "pecado
nefando". Los acusados eran sometidos a tortura y, si sobrevivían, quemados vivos en la
hoguera. Éste era el tratamiento estándar. En los casos más "amables", el condenado era
decapitado, o ahogado, o ahorcado, o descuartizado - sin privarlo de la tortura previa,
por supuesto-.
De manera que la brutalidad contra los homosexuales durante los primeros siglos de
nuestra era se producía con cierta tibieza pero "mejoró" sustancialmente a partir del año
1500. Hubo países que mantuvieron una actividad sostenida en el tiempo, como España,
Italia y Francia. Hubo otros, como los Países Bajos, que después de haber mostrado una
extraordinaria benignidad hacia la homosexualidad, repentinamente parecieron querer
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recuperar el tiempo perdido. Aparentemente, para demostrar que los buenos protestantes
no eran sodomitas, menudearon en la quema de monjes católicos acusados de prácticas
contra natura.
Una excelente muestra del "generoso" espíritu que animaba las almas de los creyentes
de la época la tenemos en las palabras de un tal Jeremy Collier, un pastor anglicano,
escritas en 1698, donde, además de expresar su satisfacción porque los sodomitas se
enfrentaran a la horca, añadía estas palabras de honda "caridad" cristiana:
Durante el siglo XVIII, Holanda fue refugio de los judíos españoles, los hugonotes
franceses, los puritanos ingleses e incluso de los católicos. Los autores más radicales de
la Ilustración publicaban en La Haya o Amsterdam, y el último quemado por brujería lo
había sido en 1595, mientras que en Inglaterra tales procesos continuaron hasta 1712, y
en Francia, hasta 1718. Sorprendentemente, en ese mismo siglo (1730-1731) se produjo
en Holanda la persecución de homosexuales más mortífera conocida hasta ese momento.
Todo el país se implicó en una caza de sodomitas que abarcó ciudades y pueblos,
resultando en: 250 juicios, más de un centenar de hombres condenados en ausencia, 75
que no pudieron escapar, ejecutados (Crompton, 2003: 463). Los procedimientos de
ejecución fueron variados: estrangulación y hoguera, ahorcamiento y hoguera,
ahogamiento por inmersión en un barril de agua, etcétera.
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Pero nadie consideró seriamente la idea de que los homosexuales eran una minoría
oprimida. En 1791 se descriminalizó la homosexualidad en Francia. Subsiguientemente,
el Código de Napoleón de 1810 mantuvo el criterio, y desde éste se extendió a toda
Europa.
Entretenidos en estos menesteres estuvimos, pues, los europeos hasta el siglo XIX.
La última ejecución por sodomía en Holanda, y posiblemente en el continente europeo,
ocurrió en 1803. El pecado de sodomía fácilmente conducía a la hoguera durante los
años negros de maridaje de conveniencia entre la religión y el Estado. Todavía a
mediados del siglo XIX las leyes castigaban duramente las relaciones homosexuales si
bien, en la práctica, raramente se aplicaban. Es por esta época cuando comienza a
producirse una "mejora" considerable en la consideración social, la transmutación de la
homosexualidad desde pecado abominable a aberración de la naturaleza. La
homosexualid pasó de pecado a enfermedad.
Como se ha descrito, hasta bien entrado el siglo XIX, religión y ley constituyeron los
únicos discursos acerca de la naturaleza de la homosexualidad. Era pecado y crimen. Se
produce entonces el abordaje médico del asunto. Comenzando la década de 1860, los
médicos de la Europa occidental desarrollaron las primeras interpretaciones médicas de la
homosexualidad.
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la homosexualidad como un resultado psicogénico de experiencias tempranas durante la
niñez. Los psicoanalistas consideran la homosexualidad como una perversión del instinto
sexual que se desvía del objeto normal de deseo (el sexo opuesto) hacia un objeto, un
sustitutivo, incluyendo a alguien del mismo sexo. El psicoanálisis, pues, modifica la
etiología de la homosexualidad que deja de ser hereditaria o congénita para ser el
resultado de estrés durante el desarrollo psicosexual. El "enfermo" era tratado con
psicoterapia.
En los años cincuenta los estudios de Kinsey sobre la conducta sexual de 12.000
americanos, y los informes sucesivos de Shere Hite, investigando las experiencias
sexuales de 15.000 hombres y mujeres en los Estados Unidos desde 1970 en adelante
(Hite, 1977, 1981), pusieron de manifiesto que las fronteras entre la sexualidad "normal"
y la "desviada" no eran tan claras como se había pensado previamente. Particularmente
los estudios de Kinsey provocaron un escándalo público al principio de los años
cincuenta, cuando revelaron que el 37% de la muestra masculina habían mantenido sexo
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con orgasmo con otros hombres, pese a lo cual la mayoría se consideraban a sí mismos
como heterosexuales (un hallazgo rutinario en los estudios contemporáneos).
Todavía entre los años 1968 y 1977, los reputados sexólogos norteamericanos
William Masters y Virginia Johnson dirigieron un programa para convertir a los
homosexuales en heterosexuales. El tratamiento de terapia aversiva involucraba la
proyección de imágenes de "objetos sexuales inapropiados", entre los que incluían a los
amantes de los propios pacientes. Durante la proyección, en los "momentos apropiados"
- o sea, en ésos que está usted pensando - se les inyectaba a los pacientes sustancias tales
como la apomorfina, para provocarles náuseas y vómitos. O bien eran sometidos a
tratamientos de choques eléctricos que podían ser habitualmente administrados, dos o
más veces al día durante varias semanas (Mottier, 2008). Ciertamente se obtuvieron
modificaciones en la conducta sexual de los sujetos, generalmente una reducción drástica
del deseo sexual - al que probablemente estaríamos todos los heterosexuales abocados si
el retorno que recibiésemos, a la más mínima manifestación de deseo, fuese una descarga
eléctrica o un apretón poco cariñoso en "salva sea la parte"-.
Durante el siglo pasado, con el desarrollo democrático, las distintas minorías han ido
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paulatinamente ganando su derecho a ser respetadas, y entre ellas, los homosexuales. El
combate por los derechos de los homosexuales se ha desarrollado en todos los frentes:
ideológico, científico, político, etc., teniendo su correspondiente reflejo en el concepto
científico y social que ha ido conllevando la homosexualidad.
La lucha continuada de la comunidad gay por sus derechos cívicos, y el lento pero
progresivo avance del conocimiento científico, condujeron a una serie de conquistas
fundamentales.
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Por ejemplo, Kernberg, un psicoanalista que ejerció de presidente de la asociación
internacional de psicoanalistas, considera una variada gama de causas de la
homosexualidad masculina que determinan un mayor o menor grado de patología, pero,
en último término, considera en todo caso a los homosexuales como enfermos. Ése es el
punto de vista de un gran número de psicoanalistas en la actualidad, si bien van
aumentando aquellos que proponen descripciones analíticas positivas de las vidas de gays
y lesbianas (Denman, 2004).
En España, en el año 2004, se hizo una encuesta masiva por parte del Centro de
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Investigaciones Sociológicas sobre asuntos relacionados con la homosexualidad. Las
respuestas indican que la actitud de los españoles es muy comprensiva hacia los
homosexuales. El 88% niega que se les deba sancionar por ser homosexuales; el 79%
cree que es una opción tan respetable como la heterosexual; el 76,6% lo considera
simplemente una sexualidad distinta de la mayoritaria y el 75,2% piensa que no es una
enfermedad ni debe tratarse como tal. Sin embargo, esta misma encuesta pone de
manifiesto un mayor rechazo cuando se le pregunta al encuestado sobre su aceptación de
la homosexualidad en sus hijos o hijas. Lo que pone de manifiesto que hay un
convencimiento racional para respetar a los homosexuales, pero que perdura un rechazo
visceral, más o menos soterrado.
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otro ser vivo? ¿Por qué abandonar a un pobre enfermo y no ayudarle a superar
su anomalía?
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religioso, petulancia pseudocientífica, ignorancia, y mentiras. Todo ello envuelto en una
falsa actitud paternalista. Está basado a partes iguales en la ignorancia - como podrá
comprobar el lector cuando avance en este libro - y en la intolerancia. Ésta se apoya en
aquélla.
No obstante, sin que sirva de consuelo, tampoco en esto somos especiales los
españoles. Por ejemplo, el párroco de una iglesia baptista de Kansas daba la bienvenida a
varias desgracias que azotaban a Norteamérica, como el sida, o el atentado del 11-S,
como merecido castigo por la tolerancia hacia la homosexualidad. En su página web se
leía: "Bienvenidos, depravados hijos e hijas de Adán", y se argumentaba que Dios odiaba
a los países que sustentaban una "cultura sodomita atea" (Mottier, 2008).
Como se percibe, sobre la homosexualidad hay tantas opiniones como opinantes. Con
escaso conocimiento y fundamento científico. Mucho "espontáneo" que se lanza al ruedo
de la opinión sin más bagaje - en el mejor de los casos - que el sentido común. No faltan
a la cita los políticos que, con sustancia o sin ella, elaboran las normas que rigen este
asunto en cada país. Los sacerdotes de casi todas las religiones, históricamente, más
ocupados y preocupados en hurtarnos el placer que en mitigar el dolor. También está en
este ruedo un abigarrado mundo de especialistas, tales como psiquiatras, psicoanalistas,
antropólogos, filósofos, biólogos, médicos, etc. Cada uno con su teoría. ¿Se puede sacar
algo en claro entre tanta algarabía?... Se puede.
Con cierta frecuencia le planteo a mis estudiantes la pregunta que uno de los personajes
de Lo que el viento se llevó formula en la película: "¿Por qué los zapatos se llaman
zapatos y el oso, oso?"... La respuesta usual es caras de perplejidad. Sin embargo, la
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respuesta es bien simple: el zapato se llama zapato, y el oso, oso, porque nos hemos
puesto de acuerdo, por convención. Y así, a una cosa que se pone en el pie para
protegerlo al caminar, lo llamamos zapato. Y a una cosa grande, gorda, peluda, con
garras y golosa de la miel, le decimos oso.
Pues bien, para empezar, hay que precisar a qué se llama homosexualidad y
homosexual, en primer lugar. Solo así se estará en condiciones de entender cómo se
estudia, cómo se mide o cuantifica y cómo se interpretan los resultados experimentales
de los investigadores de la homosexualidad. Para algunos, definir la homosexualidad es
sencillo - y, en principio, lo es-:
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tercera categoría, la de los bisexuales.
Hombre apolíneo, musculoso, atlético, alto, muy varonil, que manifiesta abiertamente
ser homosexual admitiendo haber tenido alguna relación heterosexual poco satisfactoria.
Mujer de complexión fuerte pero muy femenina, de actitud decidida, muy activa.
Homosexual exclusiva.
Todos estos casos reales, a los que el lector sin duda podría añadir otros tantos de su
propio conocimiento, ponen de manifiesto que la sexualidad humana se manifiesta con tal
variedad que contradice la tradicional división en dos o tres categorías. Probablemente
sea más correcto utilizar una escala como la muy conocida y utilizada escala de Kinsey
(que se tendrá ocasión de conocer más adelante), con siete categorías cuantitativas. Aun
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así, es imposible recoger la infinita variedad individual que el ser humano presenta en un
rasgo tan complejo como es su sexualidad. Probablemente es cierto que:
Lo que se estudia y se cuantifica por los investigadores de la sexualidad humana son los
llamados componentes o dimensiones de la sexualidad. Para poder entender los
resultados y las discusiones de las investigaciones que se van a manejar se necesita
conocer estos componentes de la sexualidad humana. Ahora se van a presentar los que se
utilizan con más frecuencia, describiendo qué son, cómo se miden o evalúan, qué
condicionantes tienen, cuál es más objetivo, más fiable, más adecuado, y cuáles son los
más utilizados en los diferentes estudios.
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El rol de género o rol sexual social se refiere a la asunción personal de un
comportamiento como hombre o como mujer en la sociedad. El desempeño de un rol de
género particular es una decisión personal del individuo que toma de acuerdo con sus
sentimientos íntimos, pero que, indudablemente, está muy mediatizada por el entorno
sociocultural. No se origina exclusivamente a partir de las pulsiones íntimas de la persona
sino que entran en juego otras consideraciones, como las convenciones sociales, la
opinión del entorno social, etc. De un hombre se espera que desempeñe el típico rol
masculino, condimentado con agresividad, seguridad en las decisiones, gusto por los
juegos de fuerza y los deportes, y teniendo como plato fuerte un deseo sexual enfocado
hacia las mujeres. De una mujer se espera el típico rol femenino, dibujado como dulzura,
sensibilidad, gusto por los juegos tranquilos y la aversión hacia los deportes. Y con el
deseo sexual enfocado hacia los hombres.
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la masculinidad o a la feminidad. Cuando se realizan los cálculos y se obtienen los
resultados cuantitativos de estas escalas, en la actualidad, resulta sorprendente lo grandes
que son las diferencias entre géneros (o sexos), lo consistentes que son a través de las
culturas, y lo poco que han cambiado a lo largo del tiempo, a pesar de los profundos
cambios en las actividades apropiadas para cada sexo y en los modelos de rol (Pillard y
Bailey, 1998). Lo que apunta a un fuerte componente innato ligado al sexo biológico y
poco influenciado por el ambiente sociocultural.
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respuestas, etc.). Por estas razones la identidad de género no es una variable fiable y se
usa poco en los estudios.
Sin embargo, en humanos no es la más adecuada porque viene muy influenciada por
el entorno social y además es dificil de observar. Primero, puede estar mediatizada por
presiones sociales en ambos sentidos. Quiere decirse, por ejemplo, que un homosexual,
en un ambiente social fuertemente coercitivo, puede exhibir una conducta heterosexual
falsa y, al contrario, un heterosexual sentirse incitado en determinados ambientes a
actividades homosexuales. En este último sentido, es un ejemplo especialmente
apropiado el caso de los Sambia de Nueva Guinea. En esta tribu, es parte de su cultura
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que los jóvenes adolescentes practiquen una felación a un adulto y traguen su semen,
como rito de iniciación al mundo de los hombres adultos, en la creencia de que el semen
tiene poderes mágicos en ese sentido. Alcanzada la edad adulta la generalidad de estos
jóvenes se comportan como heterosexuales y sólo una minoría mantiene una conducta
homosexual. Objetivamente la conducta de los jóvenes adolescentes es homosexual, sin
ningún género de duda, pero es igualmente evidente que está mediatizada por la creencia
cultural de la tribu a la que pertenecen.
Por otra parte, en seres humanos, también hay una incertidumbre de grado, en el
sentido del nivel que tiene que alcanzar determinada conducta para ser asignada al
individuo. Por ejemplo, ¿basta una sola relación homosexual para asignar a esa persona
una conducta homosexual? Si no es así, ¿cuántas relaciones con el mismo sexo son
necesarias para considerar la conducta como homosexual? Finalmente, también parece
obvio que observar la conducta sexual en humanos es una intrusión en la intimidad que,
normalmente, es rechazada.
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hombres. Quiere decirse que una persona podría tener una atracción homosexual
identificándose a sí mismo como heterosexual y no llegando a tener nunca relaciones
homosexuales.
En una primera impresión, este componente parece idéntico o similar al anterior, pero
tiene un importante matiz diferenciador. El término preferencia se utiliza cuando el
individuo se enfrenta ante diferentes opciones de pareja sexual (macho o hembra), tiene
diferentes posibilidades entre las que elegir, y puede (y tiene) que elegir una. La
preferencia sexual, por tanto, exige que el sujeto tome una actitud activa, elija pareja,
muestre su preferencia sexual, sin que haya posibilidad de interpretación por parte del
observador. Este aspecto es frecuentemente estudiado en animales no humanos porque
permite la observación completamente objetiva de este rasgo de la conducta sexual. El
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dispositivo habitual para observar la preferencia sexual consiste en una estructura con dos
rutas que dan acceso alternativo bien a un macho o bien a una hembra. El animal no
humano se coloca en el dispositivo y realiza la elección de pareja de manera
completamente voluntaria. La elección se registra y la prueba puede repetirse con el
mismo individuo cuantas veces sea metodológicamente necesario
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algo más variable en las mujeres entre las que se da un mayor grado de bisexualidad
(Ngun et al., 2011).
Por este motivo estadístico, los datos de los estudios sobre homosexualidad
frecuentemente son dicotomizados (sólo dos categorías) para poder realizar
comparaciones estadísticas, con aquellos puntuados de 0-1 (heterosexuales exclusivos o
casi) formando un grupo, y aquellos puntuados de 2-6 formando otro (Hines, 2011).
Aunque lo más frecuente es constituir el grupo homosexual con K = 1-6 (Diamond,
1993) o, como se denomina en algunos estudios, grupo no heterosexual. Esto no supone
un falseamiento de la realidad sino simplemente cumplir con las exigencias estadísticas.
Por ejemplo, en un trabajo relativamente reciente para medir la orientación sexual, se ha
utilizado una escala tipo Kinsey con una muestra de cerca de 5.000 individuos. Pues
bien, pese al gran tamaño muestral, la orientación sexual tuvo que ser dicotomizada en
dos categorías, K = 0, por un lado, y por otro lado todos los demás valores (K = 1-6),
porque:
Por consiguiente, tras puntualizar la variabilidad presente entre los seres humanos
respecto de su sexualidad, a efectos prácticos y de investigación, es habitual simplificar la
realidad trabajando únicamente con las dos categorías tradicionales: heterosexuales y
homosexuales, o bien heterosexuales vs. no heterosexuales.
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que solamente del 3-4% de los hombres y del 1-2% de las mujeres en los Estados Unidos
son exclusivamente homosexuales (Pillard y Bailey, 1998). Una reevaluación rigurosa de
numerosos estudios, tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo (Filipinas,
Japón, Dinamarca, Reino Unido, Tailandia, etc.), condujo a revisar considerablemente a
la baja la incidencia de la homosexualidad hasta el 5,5% de los hombres y el 2,5% de las
mujeres (Diamond, 1993). Y en un estudio relativamente reciente llevado a cabo
mediante el procedimiento de encuesta, en Australia, involucrando una muestra de cerca
de 5.000 gemelos y mellizos, mostraban una orientación exclusivamente homosexual el
2,2% de los hombres y el 0,6% de las mujeres. Llamativamente, estas cifras se
transformaban en el 13% de los hombres y el 11% de las mujeres, si la orientación era no
heterosexual (Zietsch et al., 2008), o sea, agrupando todas las categorías distintas de K =
0 (orientación exclusivamente heterosexual).
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Es importante en este momento hacer notar que las variaciones de cifras entre los
diferentes estudios no se explican sólo por la muestra poblacional utilizada o por el
equipo investigador que ha realizado el estudio, sino que hay diferencias debidas al rasgo
evaluado (se han evaluado diferentes componentes de la homosexualidad, por ejemplo,
identidad de género, orientación sexual, etc.) y también por el método de medida seguido
(Zietsch et al., 2008). Por lo tanto, cuando se comparan cifras hay que ser muy
cuidadoso para asegurarse de que se comparan valores equivalentes.
Dejando a un lado las sensibles variaciones de unos a otros estudios, la imagen que se
desprende de estos datos es que la homosexualidad, se mida como se mida, está presente
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en una proporción consistente, minoritaria, pero significativa, en todas las poblaciones
estudiadas. Por otra parte, los estudios antropológicos e históricos han demostrado la
presencia de la homosexualidad en todas las culturas conocidas y en todas las épocas.
Más aún, en un gran número de especies animales no humanas que van desde los
bonobos (Pan paniscus, un tipo de primate cercanamente emparentado con nuestra
especie, Homo sapiens) a los gusanos, pasando por la mosca del vinagre, se ha podido
observar conducta homosexual. Curiosamente, en la oveja doméstica se ha descrito por
primera vez en el reino animal, aparte del ser humano, una orientación exclusivamente
homosexual en un porcentaje significativo (8%) de los carneros (Roselli et al., 2011).
Globalmente esto significa que la homosexualidad es una manifestación biológica más de
la sexualidad, un fenotipo sexual como cualquier otro, que aparece en muchas otras
especies no humanas del reino animal, en una proporción minoritaria pero significativa de
la población. Por tanto, desde cualquier punto de vista hay que considerarla como un
fenómeno natural normal, aunque poco frecuente.
La vida sexual del ser humano se extiende mucho más allá de la época reproductiva.
La actividad sexual humana no se restringe al periodo del estro o celo - que en la hembra
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humana es completamente opaco-. (La fascinación por el celo oculto se enraíza en una
cuestión más fundamental acerca de por qué ocurre el sexo no reproductivo.) A pesar de
las amenazas punitivas, incluida la muerte, la evidencia intercultural muestra que mujeres
y hombres pueden, literalmente, arriesgar sus vidas violando las prohibiciones sociales y
entablando relaciones sexuales prohibidas (incestuosas, homosexuales, extramaritales,
etc.). Todo esto sugiere que hay razones tan importantes como las estrategias
reproductivas por las cuales los machos y las hembras entablan relaciones sexuales no
reproductivas. En este sentido, es llamativo, por ejemplo, la existencia de un órgano
como el clítoris, cuya única función conocida es la excitación sexual.
Dejando de momento al margen cuál sea la finalidad principal del sexo y la sexualidad
desde un punto de vista evolutivo, que explique el origen remoto, hace miles de millones
de años, del sexo y la sexualidad, lo que se pretende en este momento es entender el
origen inmediato de la sexualidad y sus diferentes variantes en el curso de la vida de un
ser humano. Dicho de otra manera, el máximo interés se centra en tratar de explicar
cómo se desarrolla un tipo de sexualidad concreta en un ser humano. Se pretende dar
respuesta a preguntas como éstas: ¿Cómo y por qué es una persona homosexual? ¿Es
una degeneración moral? ¿Es una patología? ¿Es el resultado de un determinado
ambiente sociocultural? ¿Es el producto de unos genes específicos? ¿Una anomalía
neuroendocrina? ¿El resultado de una madre estresada durante el embarazo? ¿El
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producto de un padre poco afectuoso? ¿Se nace o se hace homosexual?... Este libro
pretende responder a esas preguntas - en especial a esta última-.
Desde finales del siglo XIX se contiende abiertamente entre dos explicaciones
diametralmente opuestas y agriamente enfrentadas. Bajo la influencia de una serie de
teorías que van desde el psicoanálisis al constructivismo social, la orientación sexual ha
sido considerada como el resultado de las experiencias vividas durante la niñez y la
adolescencia, principalmente. En esta visión, la homosexualidad se hace. En contraste,
partiendo de diversos campos biológicos, se ve la sexualidad como un carácter más del
ser humano - producto de los genes, las hormonas y otros agentes biológicos - una de
cuyas variantes es la homosexualidad. En esta visión se nace homosexual.
1.10.1. Construccionismo
Las ciencias sociales, en general, establecen como una verdad axiomática que toda la
conducta humana es un producto del contexto sociocultural en que crece y se educa el
individuo. En general, se niega cual quier factor biológico o, a lo sumo, se admite una
influencia menor. Este modo de pensar, este axioma, se traslada a la sexualidad humana,
disputando ásperamente con la posible determinación biológica de la sexualidad humana.
Puesto que se considera que la actitud sexual es el resultado de un complejo conjunto de
factores tales como la educación, la coerción social, el ambiente familiar, etc., a lo largo
de la vida del individuo, en suma, "una construcción" sociocultural, un "constructo"
(traducción mostrenca del inglés construct), a esta línea de pensamiento se la denomina
construccionista o construccionismo. Ésta es una de sus versiones traducida literalmente:
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[...1 cuando un niño nace, no es un ser bisexual, sino un omnisexual capaz de
responder a la gama entera de factores sexuales socioculturales ambientales
(FitzGerald, 2000).
La homosexualidad sería una opción de estilo de vida ("a lifestyle choice") tomada a
partir de las propias experiencias vitales.
1.10.2. Esencialismo
La hipótesis biológica sugiere que, puesto que el origen del sexo y de la sexualidad está
indisolublemente vinculado a la reproducción - una función biológica crítica-, la biología
explicaría el sexo y la sexualidad en todas sus manifestaciones: masculino, femenino,
heterosexual, homosexual, etc. Desde este punto de vista, la sexualidad (como el sexo)
sería un carácter más, innato al propio individuo, que le viene dado por la acción
conjunta de diferentes factores biológicos: genes, hormonas, etc. En esta idea, la persona
recibe y no decide su sexualidad, si acaso algunos de sus aspectos menores. La
sexualidad es parte de la "esencia" biológica del individuo, por ello a esta línea de
pensamiento se la ha dado en llamar esencialismo. La homosexualidad sería simplemente
una variante natural de la sexualidad.
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Las teorías biológicas sobre el desarrollo de la homosexualidad se basan,
fundamentalmente, en el conocimiento que se tiene sobre el desarrollo sexual, el proceso
mediante el cual, en un embrión humano, inicialmente asexuado, se desarrollan las
estructuras propias de uno u otro sexo. Por lo tanto, antes de entrar a discutir cómo se
desarrolla la homosexualidad, se necesita, ineludiblemente, exponer cómo se desarrolla
un sexo concreto en un feto durante la gestación.
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sus órganos perfectamente formados y funcionando apropiadamente, es el resultado de la
acción de miles de genes en interacción compleja con el ambiente intracelular fetal.
El ser humano se caracteriza por tener una dotación cromosómica de 23 pares (46
cromosomas), que albergan un total de aproximadamente 20.000 genes. Es
sobradamente conocido cómo se determina genéticamente el sexo de los seres humanos,
mediante una pareja de cromosomas especiales (cromosomas sexuales o gonosomas), X
e Y (los 22 pares de cromosomas restantes, son denominados, autosomas). Las mujeres
son XX (abreviadamente se usa la fórmula cromosómica 46,XX) y los hombres XY
(46,XY). De modo que, aunque ocasionalmente se produzcan discusiones acerca del
número de sexos o géneros existentes - fruto de la excesiva fertilidad imaginativa y
carencia de comedimiento científico de algunos intelectuales de formación humanística-,
el asunto está meridianamente claro desde el punto de vista biológico: hay, existen, sólo
dos sexos, machos y hembras, masculino y femenino, hombres y mujeres.
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FIGURA 2.1. Esquema del proceso de desarrollo de los órganos sexuales internos y
externos. SRY, gen determinante del sexo; DHT, dihidrotestosterona; MIH, hormona
inhibidora mülleriana.
Se sabe que alrededor de las siete u ocho semanas de gestación los testículos están
activos (en los machos, obviamente), produciendo tes tosterona, la hormona sexual
masculina más característica. La testosterona y su derivada, la dihidrotestosterona
(DHT), determinan la masculinización de los genitales externos (pene y escroto) e
internos (próstata) (figura 2.1). Los testículos en desarrollo también sintetizan la hormona
inhibidora mülleriana (MIH), la cual impide el desarrollo interno del tracto reproductivo
femenino (Alexander et al., 2011) (figura 2.1). La ausencia de testículos, y por tanto de
52
testosterona, de DHT y de MIH, da lugar a la feminización de los genitales externos
(clítoris y labios) y al desarrollo de los órganos internos femeninos (vagina superior, útero
y trompas de Falopio) (figura 2.1). Curiosamente, como vemos, los esteroides ováricos
(las hormonas sexuales femeninas) no son requeridos para el desarrollo típico femenino
(Bao y Swaab, 2011; Hines, 2011).
El proceso de diferenciación sexual afecta al conjunto del cuerpo, de modo que las
diferencias entre machos y hembras no se limitan sólo a los órganos genitales, o a los
llamados caracteres sexuales secundarios (vello púbico y axilar, tono de voz, barba,
forma del cuerpo, distribución de la grasa corporal, etc.). La diferenciación sexual se deja
sentir también en sitios tan dispares como en el hígado, en el sistema inmunológico y en
el cerebro (Májdic y Tobet, 2011).
De manera especial, cabe destacar que hay una diferenciación entre los cerebros
masculino y femenino. Quiere decirse que, el proceso de diferenciación de los sexos
implica cambios anatómicos en los órganos genitales, y cambios anatómicos en el
cerebro. En este punto, es importante remarcar, que ambos procesos de cambio están
desfasados, no se producen simultáneamente. El desarrollo de la anatomía sexual en
humanos ocurre en el primer trimestre de la gestación, antes de la diferenciación sexual
del cerebro, que ocurre en el segundo y tercer trimestre (figura 2.2). Ambos procesos
están determinados por la testosterona. Los cambios en la anatomía sexual masculina
externa dependen de la conversión de la testosterona en DHT (proceso llevado a cabo
por la enzima 5-a-reductasa-2), en tanto que la diferenciación sexual del cerebro se debe
a la acción directa de la testosterona como tal (figura 2.2) (Hines, 2011). Por lo tanto,
ambos procesos pueden verse influenciados de modo diferente dado que no se producen
simultáneamente. Es fácilmente concebible imaginar, por ejemplo, que una persona
podría desarrollar una anatomía masculina, como consecuencia de un pico de
testosterona durante el primer trimestre de la gestación, pero retener un cerebro
femenino, por la ausencia del nivel adecuado de testosterona entre el segundo y tercer
trimestre (Alexander et al., 2011). Igualmente imaginable sería la situación contraria, una
anatomía femenina y un cerebro masculino.
53
FIGURA 2.2. Esquema de la programación temporal de los procesos de diferenciación
sexual en los genitales y en el cerebro.
54
lleva a cabo actividades sexuales, etc., en definitiva, se desarrolla la sexualidad humana
con toda su complejidad.
En la especie humana, como en las demás especies con reproducción sexual, lo más
frecuente es que haya una concordancia total entre el sexo cromosómico, el sexo
anatómico y la orientación sexual desarrollada. De tal modo que un individuo XX
presente la anatomía propia de una mujer y experimente atracción sexual por el sexo
opuesto. Análogamente, un individuo XY presente la anatomía propia de un hombre, y
experimente atracción sexual hacia las mujeres. Pero como se vio en el capítulo anterior,
la sexualidad humana presenta multitud de variantes individuales, incluyendo variaciones
de la orientación sexual hacia personas del mismo sexo o hacia ambos sexos. ¿Hay una
explicación biológica para las variaciones de la sexualidad humana? ¿Pueden explicarse
biológicamente los patrones básicos de la conducta sexual? ¿Tiene una explicación
biológica la homosexualidad? La respuesta a estas cuestiones es afirmativa. En las
páginas que siguen se van a presentar las explicaciones biológicas, las evidencias
experimentales que las sustentan, y se va a discutir su significado.
55
experimentales aportadas por los investigadores en diferentes campos.
Como hemos visto, el desarrollo del sexo en el feto durante la gestación se produce a
instancias genéticas, a través de la acción de las hormonas sexuales, especialmente la
testosterona. El efecto hormonal no se circunscribe meramente a los órganos sexuales,
sino que afecta al conjunto del feto en desarrollo, destacando especialmente, por su
trascendencia, el impacto que tiene sobre la arquitectura del cerebro. Las diferencias
estructurales en el cerebro, resultantes de la interacción de genes, hormonas sexuales y
células cerebrales en desarrollo, se piensa que son la base de las diferencias sexuales en
componentes de la sexualidad humana tales como el rol de género, la identidad de género
y la orientación sexual (Bao y Swaab, 2011). De acuerdo con la teoría neuroendocrina el
proceso vendría a desarrollarse del modo siguiente.
Es sobradamente conocido que los niveles de testosterona son siempre más elevados
en el feto masculino que en el femenino. Pero estos niveles no se mantienen constantes
sino que varían siguiendo un patrón temporal perfectamente establecido. Concretamente
se producen dos picos de testosterona en los fetos masculinos respecto de los femeninos,
uno comenzando alrededor de las 8 semanas del embarazo y disminuyendo a las 24
semanas y el segundo inmediatamente después del nacimiento, aproximadamente entre el
primer y el tercer mes de la infancia (Hines, 2011).
56
activaría los patrones de conducta sexual preestablecidos. Esto es lo que se ha dado en
llamar efecto activador (Bao y Swaab, 2011; Hines, 2011).
Implícitamente, esta hipótesis asume que los cambios hormonales durante la pubertad
no pueden modificar los patrones de conducta sexual, por ejemplo, no pueden modificar
la orientación o la preferencia sexual. El flujo hormonal puberal simplemente puede
desencadenar tal tipo de conducta, pero no puede en modo alguno alterarla. A lo sumo,
un bajo nivel hormonal lo que podría provocar es una baja actividad sexual, una carencia
de libido, una ausencia de interés sexual.
Esta hipótesis integra también los factores genéticos. Los genes no se limitarían
meramente a desencadenar el proceso inicial, sino que intervendrían tanto indirecta como
directamente. Indirectamente, mediante el control, de la producción hormonal, de las
enzimas que controlan el metabolismo de los esteroides sexuales, de la síntesis y
distribución de los receptores androgénicos y estrogénicos, etc. Y directamente, actuando
sobre células no sexuales (por ejemplo, neuronas), provocando cambios estructurales y
funcionales en estas células.
Es relativamente simple ver que, jugando a combinar los principales factores biológicos
causales (todos ellos perfectamente conocidos, esta blecidos y demostrados) junto con la
teoría neuroendocrina, se pueden obtener como resultado las diferentes variantes de la
sexualidad. Si se recapitula, se puede ver que los factores biológicos causales que se han
manejado son los cromosomas sexuales (que portan los genes del sexo) y los picos de
testosterona (prenatal y postnatal). El efecto o resultado generado es la diferenciación
sexual - masculina y femenina - que afecta, de modo independiente, al desarrollo genital
y al desarrollo cerebral. En última instancia, el resultado final del desarrollo genital
culmina en el sexo genital o anatómico que presenta el individuo, y el del desarrollo
cerebral en el sexo psicológico o mental que manifestará la persona a través de su
conducta.
57
básicas que presenta la sexualidad humana basado en la teoría neuroendocrina prenatal
(cuadro 2.1). El modelo contiene tres factores causales: los cromosomas sexuales (XX o
XY), el efecto de la testosterona sobre el desarrollo genital (Sí o No), y sobre la
organización del cerebro (Sí o No). En ambos casos, es Sí, cuando se produce el pico de
testosterona en el momento apropiado y se produce su actuación; o es No, cuando no se
produce el pico de testosterona o ésta no desempeña su actividad.
Hay que tener presente que, para que se dé la situación más habitual, han de
cumplirse simultáneamente dos condiciones: que se produzca el pico de testosterona y
que lo haga en el momento adecuado. Nótese que pueden darse decenas de situaciones
diferentes que tengan como resultado bien que no se produzca testosterona o que no se
produzca a tiempo. Más aún, también pueden darse decenas de situaciones diferentes en
las que, pese a producirse testosterona en tiempo y nivel adecuado, no produzca efecto
alguno o se vea de algún modo reducido su efecto. Por ejemplo: por inexistencia de
receptores para la testosterona, por incapacidad de los receptores para unir a la hormona,
por fallo en el sistema de transmisión de la señal de unión testosterona-receptor, etc.
Cuadro 2.1. Simulación de algunos de los resultados esperables de acuerdo con la teoría
neuroendocrina (para una explicación véase el texto)
58
Lo que resta del modelo es bastante especulativo, aunque, como el lector podrá
apreciar, sus aspectos son bastante verosímiles. En primer lugar, el modelo asume que el
sexo cromosómico interacciona con la masculinización o feminización de los genitales
producida por la acción o no de la testosterona, respectivamente. Cuando hay una
discordancia entre sexo cromosómico y la acción de la testosterona (XX con sexo
masculinizado, o XY con sexo feminizado), se supone que el resultado es unos genitales
indeterminados (lo que suele llamarse intersexo) (cuadro 2.1). El sexo psicológico o
mental, en cambio, es simplemente el resultado directo de la masculinización o
feminización del cerebro por la acción o no, respectivamente, de la testosterona. Con
estas premisas los resultados posibles aparecen recogidos en el cuadro 2.1.
59
y ausencia de picos de testosterona. Resultados: sexo genital femenino y sexo cerebral
igualmente femenino, con lo que el individuo sería mujer heterosexual (cuadro 2.1). En
los casos 2 (XY) y 6 (XX) el sexo genital está perfectamente normal por la concordancia
entre los cromosomas sexuales y la acción correspondiente de la testosterona sobre el
desarrollo genital (Sí en XY, genitales masculinos; No en XX, genitales femeninos), no
así con respecto al efecto sobre el desarrollo cerebral (No en XY, hombre con cerebro
femenino; Sí en XX, mujer con cerebro masculino), resultando hombres y mujeres
homosexuales, respectivamente (cuadro 2.1). El modelo predice episodios de
transexualidad (casos 4 y 8) en los que se da un sexo genital indeterminado y un cerebro
femenino (en individuo XY) y un cerebro masculino (en individuo XX), respectivamente,
resultando transexuales masculino-a-femenino, y femenino-a-masculino, respectivamente
(cuadro 2.1). Los casos 3 y 7, con coherencia entre el sexo genético y el sexo mental, no
así con el sexo genital, serían hombres y mujeres heterosexuales pero con genitales
incorrectamente desarrollados.
Como vemos, por tanto, asumiendo unos presupuestos bastante verosímiles, la teoría
neuroendocrina prenatal es capaz de predecir los tipos básicos de sexualidad encontrados
en los humanos. Adicionalmente, hay otra serie de factores que es probable que
contribuyan a la variabilidad de la sexualidad humana: los niveles hormonales, el
momento de la exposición a los esteroides, los metabolitos más o menos activos
derivados de los esteroides, la actividad de los receptores hormonales, la disponibilidad
de esteroides libres en oposición a los ligados, etc. Por otra parte, también podría
contribuir la variabilidad genética individual o la exposición a factores ambientales que
suprimen o perturban las acciones hormonales (Alexander et al., 2011). El efecto
conjunto de un complejo número de factores puede predecir fácilmente cualquier
variante de la sexualidad humana dentro del marco de la teoría neuroendocrina prenatal.
60
requieren la concurrencia de sucesos poco frecuentes: la discordancia entre el sexo
genético y la acción de la testosterona - sobre genitales y cerebro-.
Séptimo, existe una relación causa-efecto entre los factores mencionados (genes,
testosterona, y áreas cerebrales) y la conducta sexual humana.
61
Previamente, se presentarán, concisamente, otras teorías biológicas relevantes sobre
el origen de la homosexualidad.
Por otra parte, esta hipótesis explicaría la inexistencia de efecto FBO en el caso de las
hijas. Los fetos femeninos llevan una pareja de cromosomas sexuales XX, no tienen
62
Y.En consecuencia, las hijas no tendrían los genes masculinos, porque no tienen el
cromosoma Y, y no provocarían ninguna respuesta inmune en la madre.
La hipótesis supone una serie de requisitos, todos los cuales han sido adecuadamente
respondidos haciendo muy creíble la teoría.
En primer lugar, se ha sugerido que la sustancia antigénica podría ser alguna o varias
de las proteínas codificadas por alguno de los escasos genes exclusivos presentes en el
cromosoma Y, que son exclusivas de fetos masculinos, y no se encuentran en el
repertorio de la madre. Tales genes y tales proteínas existen. Resta por demostrar que
alguna de tales proteínas está implicada en la masculinización del cerebro y que provoca
la respuesta inmune de la madre. De momento, solo hay resultados alentadores pero no
concluyentes.
63
provocaría el desvío del desarrollo del organismo de su trayectoria ontogénica ideal. El
fenómeno se plasmaría en una serie de características que no se corresponderían con el
aspecto ideal. Rasgos que manifestarían este tipo de procesos serían, por ejemplo,
algunas asimetrías corporales muy marcadas, ser zurdo, etc. En este sentido, la
homosexualidad sería un resultado de las desviaciones del fenotipo "ideal", de orientación
heterosexual.
Hasta el momento, el soporte principal para esta teoría ha sido la elevada tasa de
zurdos entre los homosexuales de ambos sexos (Rahman, 2005b). (Se supone - lo que
parece "mucho suponer" - que el zurdo es una "desviación" respecto del "ideal" diestro.)
Aunque la descripción del fenómeno de la epigénesis tiene ya algunos años, solo muy
recientemente, en diciembre de 2012, se utilizó para añadir una nueva hipótesis biológica
explicativa de la homosexualidad humana (Rice et al., 2012). Tampoco en este caso se
64
trata de una teoría alternativa a la teoría neuroendocrina, que se da por asentada
firmemente, sino como un mecanismo biológico adicional capaz de generar
homosexualidad.
65
66
Con los hechos se hace referencia a las evidencias empíricas, a los datos de la realidad.
En este capítulo se van a revisar las evidencias experimentales procedentes de diferentes
campos científicos biológicos y se discutirán con relación a la teoría biológica y a la teoría
sociocultural sobre el origen de la homosexualidad. Es decir, en donde sea apropiado, se
razonará la compatibilidad o la incompatibilidad de los hechos revisados con las dos
teorías básicas en litigio, alcanzándose una conclusión, si es posible.
67
Este efecto ha sido confirmado numerosas veces, incluyendo replicaciones por
investigadores independientes, en distintos laboratorios, con diferentes poblaciones, en
momentos temporales diferentes, etc., de modo que está sólidamente establecido y
aceptado. Para explicarlo se ha propuesto una teoría detallada, independiente y diferente
de la teoría neuroendocrina, la hipótesis de la inmunidad maternal, que se ha descrito
anteriormente.
En cualquier caso, se debe tener presente que el efecto FBO sólo da cuenta de la
homosexualidad masculina, nada explica de la homosexualidad femenina. Más aún, sólo
explica parte de la homosexualidad masculina pues se estima que, aproximadamente, sólo
uno de cada siete casos de varones homosexuales debe su orientación sexual al efecto
FBO (Rahman, 2005a). Por consiguiente, este efecto no puede servir como explicación
universal de la homosexualidad humana. De modo que deben existir otras rutas que
conduzcan a la homosexualidad, además del efecto FBO.
68
puede hacer es lo que se viene haciendo: proporcionar información rigurosa y veraz.
Aunque a algún escéptico le parezca el ejemplo tomado por los pelos (¡equiparar la
conducta sexual de un insecto con la de un ser humano!), sirve para demostrar que
existen genes que afectan a la conducta sexual (de las moscas), capaces de convertir la
conducta heterosexual en homosexual (en las moscas). Así pues, no es descabellado
suponer que puedan existir tales tipos de genes en otros animales, incluido el ser humano.
Los estudios de familias han puesto de manifiesto que tanto la homosexualidad masculina
como la femenina discurre en familias.
Los datos obtenidos en los primeros estudios mostraron que los hombres no
heterosexuales (K = 2-6) tenían un 22% de hermanos no heterosexuales, como ellos. En
cambio, los hombres heterosexuales (K = 0-1) tenían sólo un 4% de hermanos no
heterosexuales. Si el hecho de ser gay fuese una cuestión puramente ambiental, se
esperaría que la incidencia de la homosexualidad fuese aproximadamente igual en los
hermanos de un gay que en los hermanos de un "hetero". Lo que no es el caso, como se
ve. Diferentes estudios muestran que los gays parecen tener de 2 a 5 veces más
hermanos homosexuales que los heterosexuales. En cambio, si se supone que hay genes
que determinan o predisponen a la homosexualidad (genes "gay"), se podrían explicar
estos resultados: los hermanos comparten genes y por ello se parecen; los hermanos de
un gay es más probable que lleven genes "gay" y se parezcan en su orientación sexual.
69
Algo similar parece también suceder con las mujeres homosexuales: es más frecuente
que sean lesbianas las hermanas de una lesbiana que las de una heterosexual. Es decir, en
ambos casos, aumenta la probabilidad de que los hermanos o hermanas de homosexuales
sean a su vez también homosexuales, con respecto a los heterosexuales (Pillard y Bailey,
1998; Sanders y Dawood, 2004).
También parece haber una tendencia hacia que los hombres no heterosexuales tengan
más hermanas no heterosexuales, y las mujeres no heterosexuales a tener más hermanos
no heterosexuales (Pillard y Bailey, 1998). Resultados análogos se han obtenido en
estudios recientes, con muestras grandes, en los que se ha encontrado que las tasas de
homosexualidad masculina eran consistentemente mayores en los parientes de los
homosexuales masculinos. Al mismo tiempo han encontrado que las hermanas de los
homosexuales tenían más probabilidad de ser lesbianas (Schwartz et al., 2010).
Sin embargo, también es verosímil una explicación alternativa basada en que los
hermanos y hermanas no sólo comparten genes sino que comparten el ambiente en que
crecen y se educan. La influencia de la crianza en el mismo hogar, las relaciones entre
hermanos, etc., podría igualmente explicar la mayor incidencia de la homosexualidad
entre los hermanos y hermanas como resultado del contacto, la emulación, etc. Y
explicaría que los hermanos y hermanas de un "hetero" también fuesen heterosexuales.
Es decir, una explicación sociocultural es posible.
70
asociada positivamente con el grado de parentesco, esto es aumenta el parecido en la
orientación sexual masculina conforme aumenta el parentesco genético y al contrario, a
medida que mengua el parentesco genético decrece la similitud en la orientación sexual.
Lo que no tiene explicación por la crianza, el ambiente educativo, etc., sino que apunta
claramente hacia que la homosexualidad es heredable.
71
Ambos tipos de hermanos (gemelos y mellizos), teóricamente, comparten el mismo
tipo de ambiente, tanto durante la gestación como durante la crianza, supuesto que se
crían en el mismo ambiente familiar. Por lo tanto, bajo estas condiciones, las diferencias
entre gemelos y mellizos son debidas exclusivamente a diferencias genéticas.
72
hermanos - si el carácter viene determinado por el ambiente y no tiene base genética-.
Por tanto, desde estos primeros estudios, ya se apunta la existencia de un significativo
componente genético en la orientación sexual humana.
Más recientemente, en un estudio del año 2008, con una gran muestra de cerca de
5.000 gemelos y mellizos, se estudiaron los siguientes rasgos de la sexualidad: el número
de parejas sexuales, la identidad de género y la orientación sexual (Zietsch et al., 2008).
Cada pareja de gemelos/mellizos puede concordar en el rasgo estudiado en mayor o
menor grado. Por ejemplo, uno de los gemelos ha tenido 6 parejas sexuales y el otro 5,
no son exactamente iguales pero son valores próximos; en cambio, dos mellizos han
tenido uno 8 parejas y el otro 2. Son valores muy diferentes que no parecen tener una
relación. El coeficiente de correlación mide el grado en que los valores de un carácter en
una serie de gemelos/mellizos covarían sincronizadamente con los de los hermanos
correspondientes. Estadísticamente hablando, el coeficiente de correlación toma el valor
+1 si la asociación es positiva (covarían en la misma dirección) y total (los valores son
exactamente iguales en las dos series gemelares). Toma el valor 0 si no hay asociación
(los valores de los gemelos de cada pareja varían aleatoriamente, sin marcar ninguna
tendencia). Puede tomar el valor - 1 si covarían totalmente en direc ciones opuestas. Si el
carácter que estamos midiendo, la orientación sexual, por ejemplo, está genéticamente
determinado, se espera que el grado de correlación aumente con el grado de parentesco
genético.
Pues bien, el grado de correlación para la orientación sexual entre las parejas de
hermanas era 0,47 y 0,37, para gemelas y mellizas, respectivamente. Entre parejas de
hermanos era 0,57 y 0,20, para gemelos y mellizos, respectivamente. Los valores de
correlación correspondientes para el número de parejas sexuales eran 0,61 y 0,35, para
gemelas y mellizas, respectivamente, y 0,61 y 0,37, para gemelos y mellizos (Zietsch et
al., 2008).
73
número de parejas sexuales, tienen una clara influencia genética. Debe notarse que estas
conclusiones son de aplicación tanto para hombres como para mujeres.
En sentido contrario, se debe hacer notar que, puesto que la concordancia entre
gemelos no es del 100%, hay una contribución significativa ambiental (no genética) a
estos rasgos de la sexualidad (Sanders y Dawood, 2004).
En estos casos se han estimado también las tasas de homosexualidad para los
hermanos adoptivos genéticamente no relacionados. Para ambos sexos la proporción de
homosexuales era significativamente mayor entre los gemelos que entre los mellizos o
entre los hermanos adoptivos (Sanders y Dawood, 2004). Esto es lo esperado en el caso
de que la homosexualidad tuviese un componente genético significativo.
74
Los primeros trabajos de Bailey y colaboradores estimaron que la heredabilidad para
la orientación sexual era alrededor del 53% en hombres y del 52% en mujeres (LeVay y
Hamer, 1994). Posteriormente se han acumulado nuevos trabajos que ponen de
manifiesto valores de heredabilidad para la orientación sexual en humanos que oscilan
entre el 50% y el 74% (Bailey y Zuk, 2009), lo que significa que más de la mitad de la
variación observada para el carácter orientación sexual se explica por la variación
genética.
Otro estudio reciente (Burri et al., 2011), con más 4.000 gemelos, en el Reino Unido,
analizó la identidad de género, la orientación sexual y el comportamiento durante la niñez
(si era un comportamiento típico de género o atípico). Del comportamiento atípico de
género se sabe que está correlacionado robustamente con la homosexualidad adulta,
como se vio en el capítulo 1. La heredabilidad calculada fue del 32% para el
comportamiento atípico de género durante la niñez, del 25% para la orientación sexual, y
sólo del 11% para la identidad de género.
Como se puede ver, hay diferencias sustanciales entre los valores de heredabilidad
encontrados en los diferentes estudios. Esto es normal, ya que se sabe que la
heredabilidad depende de la muestra y del ambiente. Además, es bastante probable que
75
parte de estas inconsistencias sean debidas a la forma de medir los caracteres analizados
(Burri et al., 2011).
Esta crítica es correcta y se debe tomar en cuenta. Eso significa que los valores de
heredabilidad no son exactos, están afectados de error. Pueden ser, realmente, mayores
(60 o 70%) o menores (30 o 40%). Tanto da. La tesis que se defiende no pretende que
los genes sean los factores determinantes exclusivos de la sexualidad humana sino,
simplemente, unos de los factores biológicos que la determinan significativamente. Lo
que parece que ha quedado suficientemente acreditado por los resultados de los
diferentes estudios es que hay un componente genético en la homosexualidad masculina
y femenina.
No obstante, este tipo de estudios no dice qué genes concretos son los involucrados
porque no están diseñados para eso, sino únicamente para apuntar si existe o no un
componente genético en la determinación de la homosexualidad. Para conocer qué genes
o regiones específicas de los cromosomas son los responsables de la homosexualidad, se
requieren métodos experimentales con un abordaje diferente.
76
marcadores idénticos heredados de su madre (recuérdese que los hombres heredamos el
cromosoma X siempre de nuestra madre) o como discordantes si heredaban diferentes
genes marcadores. Se esperaba que el 50% de los marcadores fueran idénticos por azar
(Hamer et al., 1993). Poco después, en 1994, en un trabajo en colaboración con Simon
LeVay, Hamer comentaba:
Los resultados de este estudio fueron llamativos. Sobre la mayor parte del
cromosoma X los marcadores estaban distribuidos aleatoriamente entre los
hermanos gays. Pero en el extremo del brazo largo del cromosoma X, en una
región conocida como Xq28, había un considerable exceso de hermanos
concordantes: 33 parejas compartían el mismo marcador, mientras que
solamente siete parejas no lo hacían (LeVay y Hamer, 1994).
La interpretación más normal de este hecho es, que la región Xq28 contiene un gen
que influencia la orientación sexual en los hombres. Sin embargo, este estudio tenía
algunas debilidades que el propio Hamer explicitó (Hamer et al., 1993; LeVay y Hamer,
1994). Una, no estaba replicado. Dos, el propio gen no había sido aislado. Tres, no se
sabía la importancia cuantitativa de la región Xq28 sobre la orientación sexual masculina.
77
estudios de ligamiento, se hizo un metaanálisis que corroboraba el hallazgo de Hamer. La
réplica del metaanálisis excluyendo el estudio original de 1993 daba un valor de
significación de 0,07, que indica una tendencia en la línea de la hipótesis de Hamer,
aunque no sea estadísticamente significativo (Sanders y Dawood, 2004). Para aumentar
la incertidumbre, un nuevo trabajo del propio grupo de Hamer abarcando todo el genoma
(Mustanski et al., 2005), detectó otras regiones en diferentes cromosomas, relacionadas
con la orientación homosexual, pero la Xq28 no se encontró entre ellas. En suma, parece
claro que existen regiones cromosómicas relacionadas con la homosexualidad, pero no
está bien establecida su localización cromosómica.
Además de los efectos mediados por las hormonas sexuales que, en última instancia, son
consecuencia de los genes, éstos ejercen también efectos directos (Arnold, 2004;
McCarthy, 2010). Se hace referencia a aquellos efectos que surgen de la expresión de
genes de los cromosomas sexuales, X e Y, dentro de células no sexuales (especialmente
neuronas), y que resultan en diferencias entre sexos en la función de dichas células.
La idea de que otros factores, aparte de las hormonas sexuales, podrían dar cuenta de
las diferencias cerebrales entre sexos ganó apoyo a partir de las investigaciones con un
pájaro, el diamante mandarín ("zebra finch"). Los machos de esta especie, dentro de la
conducta de cortejo, poseen la habilidad de cantar un trino distintivo de cada individuo
que se atribuye a diferentes regiones cerebrales, más grandes en los machos que en las
hembras. Los machos castrados son capaces de emitir su trino particular. El canto no se
ve modificado por las alteraciones hormonales debidas a la castración. Además, hay
hembras que desarrollan testículos, y por tanto producen testosterona, pero no son
capaces de cantar como los machos. Estos hechos demuestran que la capacidad cerebral
de emitir un trino particular no se debe a la testosterona sino que es una habilidad
cerebral previa e independiente de la acción de la testosterona. Lo que pone de
manifiesto que, en el diamante mandarín, hay genes masculinos que determinan el
desarrollo de determinadas áreas cerebrales directamente, sin la mediación de las
hormonas sexuales. No es disparatado suponer que existan genes similares en el ser
78
humano.
En este sentido se han demostrado tales efectos génicos directos en seres humanos,
por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, el autismo, la
depresión, etc. (Ngun et al., 2011). Hay una asociación entre el sexo masculino y la
propensión a padecer determinadas enfermedades neurológicas (Parkinson, por ejemplo)
y el femenino con otras patologías (depresión, por ejemplo). Esto indicaría efectos
directos de algunos genes sobre áreas neuronales concretas.
Otra evidencia de la acción directa de los genes sobre el sistema nervioso en humanos
es el síndrome de Tumer, que se debe a la carencia de un cromosoma X (individuos
45,X0). Las mujeres con síndrome de Turner, además de otras manifestaciones (estatura
baja, disfunción ovárica, etc.), muestran numerosas discapacidades neuropsicológicas
respecto de las mujeres normales 46,XX, como habilidades visoespaciales, deficiencias
en la memoria y en la atención y dificultades para interaccionar socialmente. Todo esto
indica un impacto directo de los genes (de la falta de los genes de un cromosoma X
completo, en este caso) en el desarrollo del sistema nervioso (Davies y Wilkinson, 2006).
Falta demostrar en humanos la acción específica de los genes sobre áreas cerebrales
relacionadas con la conducta sexual. Pero los hechos presentados sugieren que tales
genes existen.
El cerebro, que es el órgano base de la conducta humana, se origina, como el resto de los
órganos, durante el desarrollo embrionario siguiendo la programación genética. Las
hormonas sexuales modelan de modo diferente determinados órganos del cuerpo,
dependiendo del sexo (masculino o femenino) del feto. Parece razonable suponer que las
hormonas sexuales pudieran también modelar el cerebro, en sentido masculino o
femenino. Esto es justamente lo que sostiene la hipótesis neuroendocrina prenatal de la
homosexualidad y lo que se va a contrastar con los hechos experimentales. Al mismo
tiempo, probablemente, hay genes que actúan directamente sobre el desarrollo neuronal
de modo diferencial según el sexo, como sugieren los datos que se acaban de comentar.
79
La suposición básica es que el cerebro humano es sexualmente dimórfico, que existen
diferencias entre los cerebros de las mujeres y de los hombres. Dicho de otro modo,
existe un cerebro masculino y un cerebro femenino. ¿Hay hechos que demuestren que
esto es así? Vamos a ver que existen evidencias abrumadoras que apoyan la
diferenciación sexual cerebral. Más aún, se tendrá ocasión de conocer que hay una
relación entre la orientación sexual y el dimorfismo sexual cerebral.
Para empezar, se sabe que hay una diferencia entre sexos en el peso del cerebro,
compensado por la diferencia de estatura, que está presente desde la edad de dos años
(Bao y Swaab, 2011). Pero además hay otras diferencias estructurales y funcionales,
como se verá.
Una evidencia simple pero poderosa del dimorfismo sexual del cerebro se deduce de
que, pertenecer a uno u otro sexo, tiene importantes consecuencias en el riesgo de
contraer enfermedades neuropsiquiátricas, como se ha apuntado anteriormente y como
se puede ver en el cuadro 3.1 (Bao y Swaab, 2011).
Se puede observar que hay enfermedades neurológicas con una incidencia mucho
mayor en los hombres que en las mujeres, y viceversa. Por ejemplo, la anorexia nerviosa
presenta una ratio de 96:4 y la enfermedad de Alzheimer 74:26 en mujeres respecto de
hombres; por el contrario, la esquizofrenia tiene una ratio de 22:73 y el autismo de 20:80
en mujeres respecto de hombres. Esto indica claramente, sin ningún género de duda, que
el cerebro de hombres y mujeres es diferente, dicho de otra manera, hay cerebros
masculinos y femeninos. Pero los hechos no se quedan meramente en lo que se acaba de
describir sino que involucran, como se va a ver a continuación, a áreas concretas del
cerebro críticamente relacionadas con la conducta sexual o la reproducción.
80
3.3.1. Núcleo intersticial del hipotálamo anterior 3
81
El 1NAH3, por su localización y conexiones, es, probablemente, el equivalente
humano del núcleo sexualmente dimórfico del área preóptica (SDN-POA), primeramente
descrito en ratas, que se sabe está relacionado con la conducta sexual de las ratas.
Posteriormente se encontró que las ovejas también tenían un grupo de neuronas,
sexualmente dimórfico equivalente. Este grupo neuronal es denominado el oSDN (donde
la "o" significa ovino). Esta estructura nerviosa es mayor en los carneros heterosexuales
que en los carneros con orientación homosexual y que en las ovejas en fase luteal
(Alexander et al., 2011). También se ha podido demostrar que este dimorfismo ocurre
independientemente de la experiencia sexual, lo que sugiere que se desarrolla durante el
periodo embrionario (Roselli et al., 2011).
Este núcleo está verdaderamente localizado en el centro del POA hipotalámico, una
región involucrada en el control de la conducta sexual y las preferencias de pareja
(Balthazart, 2011).
82
sugiriendo que era el equivalente al previamente descrito en ratas. Se trata de un error, ya
que el equivalente humano del SDN-POA animal es el INAH3 (LeVay, 2011). Otros
investigadores lo han denominado núcleo intersticial del hipotálamo anterior 1 (INAH1) o
núcleo intermedio.
El INAH1 en los hombres es más de dos veces más grande y contiene alrededor de
dos veces más neuronas que en las mujeres. Estas diferencias entre sexos se desarrollan
sólo después de los cinco años, desaparecen temporalmente después de los 50 para
volver a producirse después de los 75 (Swaab y Hofman, 1995). Curiosamente, se pudo
ver que la diferenciación sexual del cerebro (en este caso concreto el INAHI) no implica
aumento en el número de neuronas sino, habitualmente, la muerte selectiva de éstas.
Swaab, posiblemente el máximo experto en esta estructura en humanos, sostiene que no
hay diferencias, ni en número de células ni en volumen, entre hombres homosexuales y
heterosexuales (Swaab y Hofman, 1995). Otro estudio coincidió, en lo esencial, con lo
dicho por Swaab y un tercero (el descubridor del núcleo) nunca encontró dimorfismo
sexual, posiblemente porque la muestra estudiada era de la edad en que desaparecen las
diferencias (Swaab y Hofinan, 1995). Lo cierto es que el INAH1 no muestra una
estructura "organizada" prenatalmente, y estable, como postula la hipótesis
neuroendocrina sino que, por el contrario, muestra cambios a lo largo de la vida.
83
cerebrales en la parte media. Esta región generalmente es mayor en las mujeres que en
los hombres; los hombres homosexuales tienen también esta región más grande que los
hombres heterosexuales (Bao y Swaab, 2011). Después de corregir por el tamaño total
del cerebro, la comisura anterior en las mujeres y en los hombres homosexuales es de un
tamaño comparable (LeVay y Hamer, 1994).
El istmo del cuerpo calloso es también mayor en las mujeres que en los hombres
heterosexuales. De nuevo nos encontramos con que es más grande en los hombres
homosexuales que en los heterosexuales (Bao y Swaab, 2011), esto es, esta estructura
cerebral tiene un tamaño similar en los hombres homosexuales y en las mujeres
heterosexuales, lo que sugiere una relación entre el tamaño de este estructura cerebral y
la orientación sexual de la persona.
Un grupo alemán (Müller el al., 1973, citado por Swaab el al., 1997) llevó a cabo un
estudio psicoquirúrgico estereotáctico con 22 hombres - pedófilos homosexuales y otros
tipos de anomalías en la conducta sexual-. En 12 pacientes homosexuales se practicó una
lesión en el núcleo ventromedial derecho del hipotálamo. Como resultado, ocho pacientes
dejaron de tener impulsos y fantasías homosexuales. En seis se manifestó un intenso
deseo de tener contactos heterosexuales plenos. En un paciente pedófilo se destruyó
84
bilateralmente el núcleo ventromedial resultando en una pérdida completa del interés
sexual. Pacientes heterosexuales reportaron una reducción significativa en su impulso
sexual.
Evidentemente este estudio es altamente controvertido desde los puntos de vista ético
y metodológico. Pero los resultados están ahí. Todos estos resultados sugieren que el
hipotálamo humano está involucrado en la orientación sexual y en el impulso sexual, al
menos, en los hombres. Por otra parte, una revisión de la literatura sobre lesiones
neurológicas llevó a una conclusión similar en el sentido de que el hipotálamo humano es
una región cerebral clave en la mediación de la conducta sexual (Baird et al., 2007).
85
En resumen, está perfectamente acreditada la acción de las hormonas sexuales sobre
diversos aspectos del desarrollo del sistema nervioso. No obstante, el efecto organizador
temprano de las hormonas no explica todas las diferencias neurológicas entre sexos sino
que otros factores adicionales deben intervenir (McCarthy, 2010).
86
3.3.10. Conclusiones sobre las evidencias neurológicas
Todos estos hechos establecen, rigurosamente, que hay diferencias cerebrales entre sexos
tal y como predice la teoría neuroendocrina prenatal. Más aún, como hemos visto, los
gays son en estas estructuras nerviosas, generalmente, similares a las mujeres. Dicho de
otro modo, existe una correlación entre la estructura cerebral y la orientación sexual,
independientemente del sexo o género del individuo.
Los hechos revisados apoyan la idea de que la organización estructural del cerebro
puede ser la base de las diferencias funcionales y de las diferencias en enfermedades
neurológicas o psiquiátricas entre sexos (Swaab et al., 1997). Más aún, la asociación
entre rasgos anatómicos, funcionales y cognitivos de un lado, con rasgos de la sexualidad
humana (por ejemplo, la orientación sexual) sugieren poderosamente que la
diferenciación cerebral prenatal está en la base de la determinación de muchos de los
componentes fundamentales de la conducta sexual humana, en completa coherencia con
la teoría neuroendocrina prenatal.
Las evidencias revisadas sugieren que las diferencias neurológicas observadas entre
hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, son causadas por las hormonas
sexuales y que éstas actúan sobre el cerebro prenatalmente o en los primeros meses
después del nacimiento. En la siguiente sección vamos a tener ocasión de ampliar y
reforzar esta idea.
En este punto se van a presentar y discutir los hechos experimentales que tienen que ver
con los niveles hormonales, fundamentalmente, las hormonas sexuales masculinas
(andrógenos) y femeninas (estrógenos).
87
demostración de la teoría neuroendocrina en animales. Los estudios en roedores, por
ejemplo, han demostrado que la testosterona, una hormona sexual masculina, se
transforma en el cerebro en estradiol, por la acción de la enzima aromatasa, y es bajo
esta forma de estrógeno, curiosamente, como la testosterona provoca la masculinización
del cerebro. En ratas, utilizando estradiol, se ha demostrado que se produce la
masculinización del cerebro. También el uso de estrógenos provoca incremento de la
conducta masculina, aumento del volumen del SDN-POA y disminución de la conducta
femenina. Además, el bloqueo de la transformación de andrógeno en estrógeno (que
provoca que no haya estrógeno disponible), así como el bloqueo de los receptores de
estrógeno (que simula la falta de estrógeno, porque éste no puede unirse a sus receptores
específicos) provoca en la conducta sexual de las ratas efectos similares a la castración
(que determina una carencia absoluta de estrógeno).
Globalmente, los estudios en los cuales han sido manipulados experimentalmente los
niveles hormonales en una amplia variedad de mamíferos, desde roedores a monos
rhesus, indican que la exposición a altos niveles de testosterona durante periodos críticos
del desarrollo temprano promueve el desarrollo nervioso y conductual típico de los
machos, mientras que la exposición a bajos niveles de testosterona conduce a un
desarrollo nervioso y conductual típico de hembras. Todas estas evidencias apoyan la
hipótesis de que la conducta sexual, en roedores y en otros animales no humanos, viene
influenciada de manera determinante por las hormonas sexuales a través de la
organización del cerebro (Hines, 2011).
88
endocrinas y algunos desequilibrios hormonales provocados inconscientemente, que
pueden servir para extraer algunas conclusiones.
A) Síndrome de Swyer
89
Son individuos de sexo genético masculino (XY) que se han desarrollado como en
ausencia de andrógenos (debido a la falta de los receptores correspondientes). La
ausencia o, en este caso, la falta de respuesta a los andrógenos, de acuerdo con la
hipótesis neuroendocrina, debería tener como consecuencia la feminización de los
genitales y del cerebro (figura 2.1). Esto, por su parte, comportaría unos genitales
externos de aspecto femenino y una mayor incidencia de una orientación sexual hacia los
hombres. Y esto es justamente lo que sucede. No obstante, también en este caso, no se
puede descartar la hipótesis sociocultural, puesto que, como hemos dicho, estos "niños"
son criados y educados como niñas y por lo tanto, también predice la orientación sexual
observada.
En individuos con sexo genético masculino (46,XY) se conocen dos enfermedades que
afectan a la biosíntesis de andrógenos. Ambas se deben a genes recesivos autosómicos
(genes situados en los cromosomas no sexuales).
90
FIGURA 3.1. Rutas de síntesis de las hormonas sexuales y de algunas hormonas de las
glándulas adrenales.
91
significa también, haciendo aritmética elemental, que hay una proporción de hombres
homosexuales del 36-61%.
92
homosexualidad en este grupo de individuos muy superior al del resto de la población
masculina.
93
femeninos internos se habrán diferenciado puesto que no se produce MIH (figura 2.l). Al
nacer estas niñas con anomalías genitales, suelen ser corregidas mediante cirugía
reparadora y criadas como niñas.
Los numerosos estudios realizados con mujeres con CAH ponen de manifiesto una
mayor incidencia de homosexualidad femenina (Silver y Kriegsfeld, 2001). Por ejemplo,
en uno de ellos se estudiaron tres grupos de mujeres: uno con CAH severa, otro con una
versión más ligera de la enfermedad y un grupo control. El porcentaje no heterosexual en
cada uno de los grupos era del 41%, 29% y 5%, respectivamente (Hines, 2011).
Simplificando podríamos decir que la forma ligera incrementa unas seis veces la
incidencia de homosexualidad y la forma severa unas ocho veces, respecto de la
incidencia de la homosexualidad en el grupo control (5%). Por tanto, el exceso de
andrógenos en el feto femenino, durante el embarazo, influye significativamente sobre la
orientación sexual. Específicamente el alto nivel de andrógenos provoca una mayor
probabilidad de que las niñas sean lesbianas. Además, aparece un comportamiento
atípico de género durante la niñez: estas chicas tienden a elegir chicos como compañeros
de juego, prefieren los juguetes de los chicos, y exhiben algunas otras características de
personalidad típicas masculinas, lo que sugiere el papel crucial que juegan los niveles de
testosterona durante el embarazo con respecto a diferencias conductuales ligadas al sexo
(Bao y Swaab, 2011).
94
sociocultural. Primero, no puede explicar el escalonamiento o la gradación observada de
la incidencia de una orientación homosexual creciente con la gravedad de la enfermedad.
Puesto que las influencias socioculturales que han operado sobre los tres grupos no hay
por qué sospechar que hayan sido diferentes, debería haberse observado una incidencia
de la homosexualidad aproximadamente igual en todos los grupos. Además, la crianza y
la educación recibidas, típicamente femeninas, deberían haber resultado en una mínima
proporción de lesbianas en todos los grupos que, en ningún caso, debería haberse
desviado significativamente de la incidencia en el grupo control.
Debe remarcarse que, como se observa, la influencia hormonal, sobre los genitales y
sobre la sexualidad, no es del tipo todo o nada, entre otras cosas porque la enfermedad
no se expresa con igual intensidad en todas las chicas, y porque el efecto interacciona con
otros factores probablemente. Situación que se producirá habitualmente.
95
antes, los individuos 46,XY con deficiencia de estrógeno congénita no presentan cambios
en la conducta sexual. Otra alternativa sería, si resultase que el dietilestilbestrol es capaz
de unirse a los receptores androgénicos. Pero ninguna de estas posibilidades tiene soporte
experimental y son puramente especulaciones. Lo cierto es que el efecto hormonal
prenatal sobre los fetos femeninos ha determinado un cambio en la conducta sexual
adulta de esos individuos. Este hecho es coherente con lo predicho por la teoría
neuroendocrina, sólo que se ignora el mecanismo de acción de la hormona sintética.
En ningún caso pueden ser explicados por la hipótesis sociocultural porque, de nuevo,
no predice diferencias entre los grupos supuesto que ambos han sido criados y educados
más o menos con el mismo modelo de género femenino.
G) Marcadores somáticos
Dado que medidas invasivas de los esteroides sexuales prenatales son impracticables para
estudios comparativos en adultos, algunos trabajos actuales utilizan ciertos marcadores
somáticos vinculados (Rahman y Koerting, 2008).
Se sabe que los andrógenos estimulan el crecimiento prenatal del cuarto dedo,
mientras que el estrógeno prenatal estimula el crecimiento del segundo dedo, de modo
que se utiliza la ratio entre la longitud de ambos dedos (2D:4D) como un indicador de la
mayor o menor exposición prenatal a los andrógenos. Apoyando esta hipótesis, se ha
demostrado que la ratio 2D:4D se fija a una edad tan temprana como los dos años y que
la ratio es superior en hembras que en machos. Asimismo, los machos y las hembras con
CAH (quienes están expuestos a altos niveles de andrógenos adrenales en el útero) tienen
valores bajos de 2D:4D. También la ratio 2D:4D está asociada a una variación en la
secuencia del gen del receptor androgénico. Finalmente, la ratio 2D:4D a los dos años de
edad está negativamente asociada con los niveles de testosterona en el líquido amniótico,
la cual es activa durante la gestación, como se sabe (Rahman y Koerting, 2008).
Pues bien, los machos y hembras homosexuales muestran también ratios 2D:4D
inferiores (masculinizadas) en comparación con los heterosexuales, lo que indicaría que
los homosexuales de ambos sexos pueden estar expuestos a elevados andrógenos
96
prenatales (Rahman y Koerting, 2008). En sentido contrario, hay quien sostiene que no
hay una consistencia entre los resultados de los diferentes estudios en hombres
homosexuales, encontrándose diferencias significativas entre homosexuales y
heterosexuales en una dirección, la dirección contraria o ninguna diferencia en absoluto
(James, 2005). Por estas razones, no se le otorga actualmente mucha fiabilidad a este
tipo de estudios (Berenbaum y Beltz, 2011).
3.5. Transexuales
97
impresionantemente variada y ubicua, abarcando a especies de mamíferos, aves, reptiles,
anfibios, insectos, moluscos y nemátodos (Bailey y Zuk, 2009). Alguno podría pensar
que se trata de conjeturas o interpretaciones extravagantes de científicos de la naturaleza
que están un poco pirados. Pero los hechos dejan poco margen a la interpretación.
Por ejemplo, entre nuestros parientes cercanos, los bonobos (Pan paniscus), es muy
frecuente que las hembras dediquen un tiempo considerable a actividades homosexuales,
que incluyen el rozamiento entre genitales, que pueden culminar en el orgasmo. Aunque
con una menor amplitud, los machos también se dedican a besos, felaciones y masajes
genitales. Incluso en el caso de unos seres tan simpáticos y peliculeros como los delfines
incurren los machos en nefandas conductas sexuales con otros machos. Hasta tal punto
llega al desenfreno zoológico que desde las simpáticas ovejas hasta los viles gusanos dan
muestras de una licenciosa vida sexual. Por consiguiente, tenemos un argumento más
para considerar que la conducta homosexual es completamente normal entre los
animales, incluido el ser humano. Al mismo tiempo, sugiere que la conducta sexual en el
hombre, como el resto de los animales, viene determinada por factores biológicos.
3.7. Feromonas
Las feromonas son sustancias que, producidas por uno de los sexos, actúan sobre el sexo
opuesto, influyendo sobre diversos aspectos de la conducta sexual, entre otros, sobre la
elección de pareja sexual. En los animales no humanos se sabe que las feromonas son
captadas a través del sistema olfativo y son procesadas por centros nerviosos localizados
en el hipotálamo anterior, que reciben el nombre de centros de apareamiento por influir
de manera determinante sobre la conducta de apareamiento.
98
consistían en dar a oler distintas sustancias, las feromonas humanas putativas entre ellas,
y registrar automáticamente mediante tomografía de emisión de positrones (PET) qué
áreas del cerebro se veían activadas como respuesta a dichas sustancias.
99
calcaban la respuesta de los hombres heterosexuales. Cuando olían EST (la feromona
femenina) no se activaba el hipotálamo anterior. Simplemente se procesaba como un olor
general. Es decir, en las lesbianas, la feromona femenina no estimulaba el área cerebral
relacionada con la conducta sexual. Pero, en cambio, sí se dio un resultado
completamente esperado: las mujeres homosexuales respondían como los hombres
heterosexuales frente a la feromona masculina (AND), procesando la señal como un olor
más, sin afectar al hipotálamo anterior (Berglund et al., 2006). Dicho de otro modo, las
lesbianas no respondieron como las mujeres heterosexuales sino como los hombres
heterosexuales, frente a la feromona masculina.
El hipotálamo anterior contiene los núcleos intersticiales (INAH3 y los demás) que
hemos visto anteriormente, presentan un dimorfismo sexual y parecen estar relacionados
con la conducta sexual. Por otra parte, se sabe que el hipotálamo anterior desempeña un
papel de integración entre información de carácter hormonal y de carácter sensorial que
afecta a la conducta sexual. Como acabamos de ver las áreas cerebrales del hipotálamo
anterior responden a feromonas humanas de una manera acorde con la orientación sexual
y no con el sexo del individuo. En conjunto, todo ello sugiere que, independientemente
del sexo genital, cada ser humano recibe un cerebro que, anatómica y funcionalmente,
está orientado sexualmente. Salvo que se piense que la fisiología cerebral es producto del
aprendizaje, lo que no se puede descartar completamente, pero parece poco verosímil.
En una muestra de 7.500 hijos y sus respectivas madres, se estudió la orientación sexual
de los hijos y, en las madres, las experiencias estresantes, el consumo de alcohol y el
consumo de nicotina durante el embarazo. Los resultados indicaron que el estrés prenatal
tenía un efecto modesto pero significativo sobre la orientación sexual de los hijos
varones, particularmente cuando el estrés ocurría durante el primer trimestre del
embarazo. Con respecto a la exposición prenatal al alcohol no se encontró ningún efecto
sobre la descendencia tanto masculina como femenina en cuanto a la orientación sexual.
Sin embargo, la exposición a nicotina prenatal parece incrementar significativamente la
probabilidad de lesbianismo entre la descendencia femenina, especialmente si la
100
exposición ocurría en el primer trimestre (Ellis y Cole-Harding, 2001).
Se puede añadir que éste es un caso claro que pone de manifiesto la innegable
influencia del ambiente sobre el desarrollo de la sexualidad. Al mismo tiempo, se debe
llamar la atención sobre dos aspectos: uno, que la influencia se produce durante la
gestación y, dos, que los factores ambientales intervienen - como no puede ser de otro
modo - a través de mecanismos biológicos.
101
Segundo, hay un proceso de diferenciación sexual del cerebro que da lugar a
diferencias en áreas cerebrales específicas entre un cerebro masculino y un cerebro
femenino.
Aunque hay estructuras como el INAH1 que van cambiando a lo largo de la vida, en
general las estructuras cerebrales sexualmente dimórficas mantienen sus diferencias a lo
largo de la vida de cada persona y no revierten en modo alguno. Los cambios asociados
en rasgos de la conducta sexual no son tampoco reversibles, lo que, indirectamente,
sugiere que no revierten las estructuras nerviosas que los sustentan.
102
Sexto, la actuación de la testosterona se produce principalmente durante la gestación
o en los primeros meses inmediatos al nacimiento.
Séptimo, existe una relación causa-efecto entre los factores mencionados (genes,
testosterona, y áreas cerebrales) y la conducta sexual humana.
Como se ha dicho, la teoría epigenética afirma que la diferenciación sexual del cerebro se
debe, al menos en parte, a modificaciones epigenéticas provocadas principalmente por las
hormonas y por otros factores ambientales. Las evidencias experimentales principales
proceden de experimentos con ratones (Matsuda et al., 2012), pero como se verá, parece
muy verosímil que ocurran también en humanos.
Se han estudiado los promotores de dos genes clave en la diferenciación sexual del
área preóptica, crítica en el comportamiento sexual masculino. Un promotor es un
segmento de ADN situado delante de un gen cuya función es controlar la expresión del
gen. El promotor es como una suerte de interruptor mediante el cual se "enciende" o se
"apaga" el gen controlado. Cada uno de nuestros genes tiene su promotor.
103
enzima aromatasa (figura 3.1): dejando de lado los detalles, en definitiva, dos genes
implicados en la acción de las hormonas sobre la diferenciación sexual del cerebro. Se vio
que el grado de acetilación (un tipo de modificación epigenética) de los dos promotores
era diferente entre machos y hembras. O sea, la modificación epigenética daba lugar a
una expresión diferencial de ambos genes entre machos y hembras.
En suma, el paisaje que sugieren estos datos es que las modificaciones epigenéticas
están probablemente en la base de muchos de los efectos descritos sobre la sexualidad.
104
patrón epigenético femenino. Dependiendo del impacto cuantitativo que tengan las
epimarcas masculinas, podría producirse homosexualidad femenina. Cuando las
epimarcas no borradas son las femeninas en un embrión XY, dependiendo del impacto
cuantitativo que tengan, podría originarse homosexualidad masculina (Rice et al., 2012).
Parece verosímil, pues, que algunos mecanismos epigenéticos estén también
contribuyendo a la diferenciación sexual cerebral y, por tanto, a la definición de la
sexualidad.
105
106
Toda la información biológica relevante que se ha manejado está ya expuesta. Lo que se
pretende ahora es integrar toda esa información de procedencia muy heterogénea en una
única teoría biológica sobre el origen de la homosexualidad humana, refiriéndose al origen
inmediato, no al origen remoto (evolutivo).
Una sola teoría, en el sentido de que aúna todas las explicaciones de base biológica, no
quiere decir una sola ruta. En humanos, el efecto FBO está suficientemente corroborado
como un proceso independiente de la ruta neuroendocrina prenatal, capaz de explicar la
homosexualidad masculina. Al mismo tiempo, se sabe perfectamente que el efecto FBO
explica solo la homosexualidad masculina y, aproximadamente, solo uno de cada siete
casos de esta homosexualidad (Rahman, 2005a). Por consiguiente, la teoría maternal
inmune/efecto FBO no puede ser una explicación global de la homosexualidad humana.
Además del efecto FBO deben existir otras rutas que expliquen el grueso de la
homosexualidad masculina y la totalidad de la homosexualidad femenina.
107
han visto diferentes mecanismos que, independientemente, producen el mismo
comportamiento homosexual. Por ejemplo, como se mencionó anteriormente, el gen
fruitless provoca que los machos cortejen a otros machos. El gen fruitless codifica
factores transcripcionales (proteínas que controlan la expresión de otros genes).
Independientemente, otro gen, llamado OR67 d, que codifica un receptor para feromonas
volátiles, y el gen GR32a, que codifica un receptor para feromonas no volátiles, también
modifican la conducta de cortejo. Los machos que carecen de copias funcionales de
cualquiera de estos genes no puede distinguir con precisión los sexos utilizando
feromonas específicas de sexo, y por consiguiente cortejan machos lo mismo que
cortejan hembras (Bailey y Zuk, 2009). Como vemos, tres genes diferentes determinan
una conducta homosexual en los machos mediante tres rutas diferentes.
108
generalizado respecto de que, por ejemplo, la orientación sexual viene influenciada quizá
por docenas o incluso cientos de genes (Pillard y Bailey, 1998).
El síndrome de Kallmann está asociado con una carencia de interés sexual causado
por un defecto genético en uno cualquiera de varios genes específicos. ¿Cómo se
establece la conexión entre un gen cualquiera de estos y el interés sexual? ¿Qué cadena
de acontecimientos vincula uno de estos genes con el interés sexual? La secuencia de
hechos es la siguiente.
109
Ésta es la descripción lineal de acontecimientos que conduce a la ausencia de interés
sexual en el individuo. En cada etapa se ha seguido la ley del todo o nada. Y cada etapa
no se ve perturbada por acontecimientos paralelos. Si se toma en consideración que las
causas y los efectos pueden ser cuestión de grado, y que la cadena de acontecimientos se
ve inevitablemente perturbada por acontecimientos paralelos, el resultado puede variar
cuantitativamente, desde la carencia absoluta de interés sexual hasta, probablemente, una
libido débil o moderada.
Como se ha visto, parecen existir dos rutas diferentes hacia la homosexualidad. Este
hecho de por sí ya supone un incremento en el potencial para generar variabilidad
individual superior a la que habría si solo hubiese un único mecanismo uniforme.
Adicionalmente, la variabilidad genética, por ejemplo, en las enzimas del metabolismo de
los neurofactores de crecimiento, en los receptores de neurotransmisores, etc., podría
generar tal cantidad de variabilidad que ningún cerebro sexualmente diferenciado sería
exactamente igual a cualquier otro. Más aún, cada cerebro sería un mosaico de
masculinidad y feminidad, ya que cada región particular puede variar independientemente
en cuanto a su grado de masculinización o feminización (McCarthy, 2010).
110
podrían desempeñar su efecto, como a través de la experiencia sexual, o a través de la
socialización parental, no han recibido soporte experimental (Rahman, 2005c). De
manera que la impresión que emerge a partir de los resultados experimentales es que el
patrón de conducta sexual viene biológicamente determinado y los factores
socioculturales sólo influirían en las variaciones dentro de dicho patrón.
¿A qué viene todo esto? Se pretende llamar la atención sobre el hecho de que parece
"lo más natural del mundo" -y de hecho, lo es - que las dos primeras elecciones de pareja
se resuelvan automáticamente casi con el 100% de "acierto", de elección "correcta".
(Entiéndase lo "correcto" desde el punto de vista reproductivo.)
111
Pero ¿por qué se acierta casi siempre? Porque la elección de pareja es una conducta
biológicamente establecida que está evolutivamente adaptada a la gama habitual de
situaciones que se dan en la naturaleza. De modo que esa conducta innata, normalmente,
es decir, en condiciones naturales o habituales, da lugar a tener éxito reproductivo.
El éxito reproductivo descansa también críticamente en la elección del sexo con quien
aparearse. Pero no es tan grave. Simplemente eligiendo al azar se acertaría con la pareja
adecuada la mitad de las veces. (En cambio, en la anterior opción, la de especie, el azar
fracasaría casi siempre.) La evolución ha ajustado la conducta aumentando el porcentaje
de acierto sobre el azar hasta dejar la probabilidad de error alrededor del 3%.
Y, elegida una pareja del sexo opuesto y de la misma especie, poco importa al éxito
reproductivo la pareja concreta elegida, se relaja el mecanismo de elección, lo que puede
llevar a un porcentaje de error... (Suficiente para explicar la tasa de divorcio.)
En suma, lo que se está diciendo es que la elección de especie con la que aparearse
está estrictamente determinada por mecanismos biológicos innatos. De modo análogo,
pero más laxamente, se está sugiriendo, se determina la orientación sexual. Y de modo
todavía menos restrictivo, muy cercano al libre albedrío, se determinaría la elección de
pareja individual. En definitiva, lo que estamos diciendo es que, cuanto más crítica es
una opción, más estrictamente está biológicamente determinada. La orientación sexual es
tan crítica para la supervivencia de la especie como para suponer que probablemente el
componente biológico es bastante elevado.
112
en las mismas circunstancias. El "conductor" sexual debe prever las variantes del juego.
¡Pero no puede prever todas! Luego sólo prevé las más comunes, consiguiendo
resultados buenos - casi siempre-. En este sentido debemos entender un patrón de
conducta sexual: flexible en función de las influencias del entorno, pudiendo generar
diferentes respuestas, dentro de una gama limitada de posibilidades, pero no una gama
infinita. En ese "entorno" que se acaba de mencionar entrarían los factores
socioculturales (crianza, educación, etc.) y otros factores biológicos. En este marco
especulativo se situaría la homosexualidad: un patrón de atracción erótica por individuos
del mismo sexo que admite una multitud de variantes, pero no transgredir el patrón
esencial, la atracción sexual por el mismo sexo. La biología determina el patrón de
conducta sexual y el entorno las variantes sobre el patrón.
113
114
Cualquier carácter con una base genética está sometido al proceso de la evolución por
tanto, la homosexualidad es producto del proceso evolutivo. En este sentido, la existencia
relativamente estable de homosexuales en todas las poblaciones humanas, en una
proporción minoritaria pero significativa de individuos, pese a la evidente penalización
que tienen en su eficacia reproductiva, plantea una paradoja evolutiva porque, en una
primera apreciación, se esperaría la desaparición de la conducta homosexual en todas las
poblaciones, debido a su incapacidad total o parcial para dejar descendencia.
Es evidente que los homosexuales no son estériles, pueden tener hijos biológicos y
muchos los tienen. Sin embargo, se sabe que las personas homosexuales (gays y
lesbianas), por término medio, tienen un 80% menos de hijos respecto de los
heterosexuales. Una reducción tan dramática de la capacidad reproductiva se sabe que
conduciría a la rápida desaparición de tales individuos por vía evolutiva (mediante
selección natural). Al menos en un planteamiento simple y directo. Luego algo no está
correctamente planteado en esta visión evolutiva de la homosexualidad y se debe
repensar el asunto desde la base. Y para hacerlo se debe empezar por responder a la
cuestión de cuál es el sentido de la vida.
Pues sí, con todo atrevimiento se va a dar respuesta a la pregunta que ha atormentado la
historia de la filosofía: ¿cuál es el sentido de la vida? (Es cierto que ya respondió a esta
cuestión el grupo Monty Phyton - desde un punto de vista cómico e irreverente-. Aquí se
va a responder con toda seriedad y rigor, desde el punto de vista biológico.)
115
Escueta y exactamente así. Nacemos como producto de la reproducción y vivimos
para reproducimos. Muchos creen que es la supervivencia la pulsión fundamental de la
vida, incluso muchos biólogos están en ese error. A ello contribuye el hecho evidente de
que, para reproducirse, hay que estar vivo. Pero solo lo justo. Solo lo estrictamente
necesario para llegar a reproducirse, para pasar los genes a la siguiente generación.
Cumplida esa misión el individuo es por completo dispensable. Baste para ilustrar esta
afirmación los ejemplos de esos machos "abnegados" que pagan con su vida el precio de
copular con una hembra sirviendo de almuerzo para ésta. Mientras se está consumando
el acto sexual, se consuma el parricidio y se consume al amante esposo. Es el caso de la
mantis religiosa, pero hay otros muchos similares: escorpiones, arañas, etc. En todos los
casos, lo que se pone de manifiesto es la primacía de la reproducción sobre la
supervivencia. La reproducción a toda costa. Aun a costa de la preciada vida.
Son nuestros genes los que pasan a nuestros hijos y de éstos a los suyos. Así vienen
los genes dando tumbos desde el origen de la vida: los genes son eternos, los individuos
somos efímeros. Jocosamente suele decirse que un individuo es la forma que tiene un
gen de producir otro gen idéntico, y la gallina es la forma que tiene un huevo de producir
otro huevo. Los organismos individuales son vehículos diseñados y programados por los
116
genes con la finalidad de pasar esos genes a la siguiente generación. De modo que, la
naturaleza promueve el mantenimiento de los "equipos" de genes que determinan
vehículos individuales equipados de caracteres que aumentan la eficacia reproductiva y,
al contrario, eliminan los equipos de genes que determinan caracteres que disminuyen la
eficacia reproductiva. La lógica que subyace a esta regla es simple, pero muy eficaz. Para
mejor entenderla, imaginemos que, por azar, surgiera un gen en un individuo que le
confiriera una constelación de caracteres (esto es lo que en la jerga genética se llama un
gen pleiotrópico). Pongamos por caso que el individuo estuviese adornado por una serie
de virtudes: generosidad, entrega por los demás, laboriosidad, etc., haciéndole admirable
para su comunidad. Y supongamos que, además, su carácter lo inclinase a un rechazo
irrevocable de toda actividad sexual, manteniéndose célibe. Pues bien, con el término de
los días de este santo varón en este mundo terrenal terminaría también la efímera
existencia de su gen, desaparecería el gen sin dejar rastro evolutivo alguno. El gen del
celibato (si es que existiera alguno) desaparecería en una sola generación. Igual suerte
correrían todos los genes que condujesen a anular la reproducción (genes que provocasen
infertilidad, letales, etc.). Son genes sin futuro evolutivo.
La sexualidad está especialmente sometida a las reglas del juego evolutivo de modo
directo por su vinculación evolutiva con la aparición de la reproducción sexual (Pillard y
Bailey, 1998), ya que su finalidad primaria es conseguir que tenga éxito la reproducción.
En su origen evolutivo remoto, cuando surge concurrentemente con la reproducción
sexual, la sexualidad era, probablemente, un sistema simple de señales de identificación
de cada uno de los sexos, reconocimiento de la diferente polaridad sexual (masculina y
femenina), atracción sexual, acer camiento físico, y copulación, para facilitar la
fecundación. Sobre este sistema simple - pero respetando siempre este esquema básico -
se han desarrollado sistemas mucho más complejos, que alcanzan su cénit en la
sexualidad humana. Esta creciente complejidad ha afectado de manera especial a la etapa
de atracción sexual en la que, a las señales primigenias químicas ("olfativas"), se han
incorporado las señales visuales y la comunicación oral, lo que ha provocado un cambio
cualitativo y cuantitativo en el flujo de información. Las personas respondemos
sexualmente a la visión de los caracteres sexuales secundarios (vello púbico, culo,
pechos, caderas, etc.), a rasgos faciales y corporales sutiles, a los gestos corporales, a los
117
"mensajes" orales -y escritos-, a la forma de cortejar, a todo el elaborado y complejísimo
proceso de la seducción sexual. Todo, enfocado a favorecer el contacto sexual. Para
servir a la reproducción sexual. (Y por placer.) Nótese que el objetivo primario de la
sexualidad (la reproducción) se cumple solo cuando el proceso involucra la atracción
entre individuos de diferente sexo, o sea, cuando la orientación es heterosexual.
118
homosexual. No obstante, parece que esta explicación puede ser descartada por tres
razones.
Una explicación simple del polimorfismo estable de la sexualidad humana, donde uno de
los fenotipos, el homosexual, es muy minoritario, y sabemos que tiene una baja
capacidad reproductiva, podría ser un equilibrio mutación-selección. Este equilibrio se
produciría cuando la proporción de genes "homosexuales" eliminados por selección fuese
igual al número de esos genes re-introducidos por mutación aleatoria. Sin embargo,
asumiendo una tasa de mutación dentro del intervalo estándar, la frecuencia esperada de
homosexuales es varios órdenes de magnitud inferior a la observada, lo que hace
improbable esta explicación. Esto deja como hipótesis más probable del polimorfismo
para la sexualidad humana alguna forma de selección equilibradora. Al mismo tiempo,
119
esto implica que la homosexualidad tiene algún valor adaptativo que la hace mantenerse
establemente en las poblaciones humanas. ¡La homosexualidad está mantenida por la
selección natural!
Cuando, a finales del siglo XIX, Darwin presentó la teoría de la evolución, lo hizo con
una formulación puramente verbal, lógica, argumen tada sobre un número formidable de
pruebas empíricas, pero carente de toda formalización matemática. Unos cincuenta años
después la teoría darwiniana fue plasmada en ecuaciones matemáticas coherentes con la
teoría evolutiva. Esta formalización demostraba que la teoría podía predecir los hechos
observados y, al mismo tiempo, permitía comprobarla en base a las predicciones del
modelo matemático.
Los diferentes modelos comprenden genes ligados al cromosoma X o no, así como,
dos tipos de selección, sobredominancia y selección sexualmente antagonista. Dejando
aparte los detalles de los modelos, que quedan fuera del ámbito de este libro, lo que
interesa es que, en numerosas condiciones teóricas, bajo una amplia gama de
condiciones, se predice la existencia y el mantenimiento de un polimorfismo para la
homosexualidad. El polimorfismo para los genes de la homosexualidad puede ser
120
alcanzado tanto con genes de localización autosómica como ligados al sexo. El factor
crítico en el mantenimiento del polimorfismo es que el alelo homosexual tenga una
ventaja selectiva neta cuando sea raro, y desventajoso, cuando sea común. Los modelos
predicen situaciones que pueden ser probadas experimentalmente, por ejemplo, si el
polimorfismo para la homosexualidad está mantenido vía selección sexualmente
antagonista se prevé que tales alelos estén sobre-representados en el cromosoma X.
Por tanto, no hay ninguna dificultad para explicar mediante un modelo matemático
teórico el mantenimiento del polimorfismo para la homosexualidad humana mediante
selección natural. Resta por dilucidar cuál o cuáles de estos modelos es sostenido por los
datos experimentales conocidos.
121
Todo esto procede de la idea de que no es el individuo el que pretende la
reproducción, sino los genes presentes en el individuo. Pero los genes de un individuo no
están presentes sólo en ese individuo A, sino que hay copias de este gen en la familia de
A (padres, hermanos, hermanas, etc.). Si A renuncia a la reproducción y en cambio cuida
de los hijos de sus parientes, hay, ciertamente, una pérdida de la capacidad de distribuir
sus genes, pero la consecuencia podría ser que el pariente de A tenga ahora mayor éxito
reproductivo.
En tal caso hay una transacción que no suma cero por la cual, desde el
punto de vista de los genes, puede potencialmente ser muy beneficiosa
(Schuiling, 2004).
La objeción básica que se le ha hecho a esta teoría es que la ventaja adaptativa que
debería aportar la homosexualidad a los parientes, para contrarrestar la ausencia o
mínima contribución reproductiva de la homosexualidad, es extraordinariamente elevada,
lo que parece irreal (Miller, 2000; Rahman y Wilson, 2003). En esta línea, se ha
argumentado - bastante jocosamente - que, en vez de dedicar tan grandes esfuerzos al
cuidado de los hijos de sus parientes, tendría más sentido evolutivo para los individuos
homosexuales ser asexuales que andar por ahí persiguiendo a miembros de su mismo
sexo (Rahman y Wilson, 2003).
122
El primer test robusto de la teoría se hizo sobre la base de que la homosexualidad
debería mostrar características de "diseño especial" si fuera una adaptación debida a la
selección de parentesco. Se predecía que, en los homosexuales, debería haber una clara y
medible motivación positiva para ayudar a los parientes (incluyendo la canalización
diferencial de recursos financieros, sociales y emocionales respecto a los hombres
heterosexuales). No se encontró ninguna canalización de tales recursos (Bobrow y
Bailey, 2001). Estos resultados correspondían a una muestra de los Estados Unidos.
Dicho estudio fue replicado por otros investigadores en una muestra tomada del Reino
Unido con similares resultados e idénticas conclusiones (Rahman y Hull, 2005), que no
había ningún soporte empírico para la hipótesis de selección por paren tesco de la
homosexualidad masculina. Al menos en poblaciones culturalmente occidentales.
123
las culturas occidentales. Para probar esta hipótesis se llevó a cabo un estudio en Japón,
considerando la cultura japonesa como relativamente colectivista. Contrariamente a las
predicciones, sin embargo, los resultados de este estudio no proporcionaron ninguna
evidencia de que los hombres homosexuales japoneses mostrasen tendencias altruistas
comparados con sus compatriotas heterosexuales (Vasey y Vanderlaan, 2012). Si
tenemos en cuenta que Japón es un país altamente desarrollado, y que el estudio ha
involucrado todo tipo de homosexuales masculinos, no exclusivamente los afeminados,
esto podría explicar la discrepancia con el estudio de Samoa, como hemos argumentado
anteriormente.
Tomando en consideración las objeciones anteriores, a partir de las evidencias sobre una
mayor fertilidad de las mujeres emparentadas con homosexuales masculinos encontradas
en estudios de muestras italianas (del grupo de Camperio-Ciani) y hallazgos similares en
los estudios en Samoa (de Vasey y Vanderlaan), se ha sugerido que la homosexualidad
masculina puede ser un subproducto o un producto secundario de una selección
adaptativa que incrementa la fertilidad femenina y que tiene a veces, como consecuencia
colateral, la homosexualidad masculina (Vasey y Vanderlaan, 2010). A esta teoría, que
podríamos denominar del incremento de la fecundidad en las mujeres de la línea
maternal, hay quien ha propuesto una denominación más breve como, hipótesis de la
"hembra fértil" (Rahman et al., 2008).
La idea parte de una investigación de una muestra italiana que encontró que los
parientes de los hombres homosexuales, por línea materna, tenían más descendencia,
comparados con los heterosexuales. Concretamente, las mujeres de la línea materna de
los homosexuales, tenían, aproximadamente, un 33% más de descendencia que las
124
mujeres de la línea materna de los heterosexuales (Camperio-Ciani et al., 2004). Este
mismo equipo investigador replicó el estudio en una nueva muestra más amplia y
extendiéndose a toda Italia. Los resultados reconfirmaron la mayor fertilidad de las
mujeres de la línea materna de los hombres homosexuales (Iemmola y Camperio-Ciani,
2009). A partir de estos datos, se sugirió como explicación la tesis de que factores
genéticos podrían producir un equilibrio entre la disminución directa de eficacia
reproductiva de los varones homosexuales y el incremento de eficacia reproductiva de las
hembras emparentadas por línea materna, como se esperaría en un modelo genético
sexualmente antagonista parcial (Iemmola y Camperio-Ciani, 2009).
Los datos de los estudios del grupo italiano sugieren que los factores genéticos están
parcialmente conectados con el cromosoma X.Estos factores muestran efectos diferentes
en sus portadores: cuando están presentes en mujeres, promoverían la fecundidad;
cuando están presentes en un hombre, incrementarían la orientación sexual hacia la
homosexualidad (Iemmola y Camperio-Ciani, 2009).
En general, los estudios revisados apuntan hacia una fecundidad potenciada entre los
125
parientes de los hombres homosexuales. Sin embargo, los resultados específicos varían
en los diferentes estudios, en particular con respecto a si afecta a la línea materna, a la
línea paterna o a ambas (Schwartz et al., 2010). En conjunto, los estudios mencionados
sugieren la posibilidad de una o más variantes genéticas homosexuales, es decir, variantes
genéticas que incrementan la atracción sexual hacia los hombres. Cuando se expresan en
los hombres, incrementarían la probabilidad de que fuesen homosexuales, pero cuando se
expresan en mujeres (esto es, las mujeres emparentadas con estos hombres), podrían
incrementar la frecuencia de apareamiento con hombres con un incremento concomitante
en el número de descendientes (incremento de la fecundidad). Así pues, tal gen podría
tener más de un efecto fenotípico, llamado pleiotropía, en este caso dependiendo del
sexo de la persona portadora del gen, sugieren los investigadores italianos.
Aunque yo creo que los datos no requieren el efecto pleiotrópico de ningún gen, la
explicación más simple es que los genes implicados provocan un aumento del deseo
sexual hacia los hombres, en todos los casos. Cuando se expresa en un hombre, provoca
homosexualidad. Cuando se expresa en una mujer, provoca incremento de la actividad
sexual asociada, obviamente, con una mayor fecundidad. En este escenario de selección
equilibradora, una variante genética homosexual sería mantenida en la población debido
al incremento de la fecundidad de las hembras emparentadas con los hombres
homosexuales, equilibrando la disminución directa de la eficacia reproductiva de los
hombres homosexuales (Schwartz et al., 2010). Esta teoría presenta muchas
concomitancias con la de Miller, que vamos a describir a continuación.
Una hipótesis menos utilizada es suponer que los genes que predisponen a la
homosexualidad son ventajosos para los heterosexuales que los llevan. La idea es que la
orientación sexual es un rasgo poligénico (influenciado por una serie de genes). Durante
la gestación, estos genes dirigen el desarrollo del cerebro masculino en la dirección
femenina. Los genes individuales confieren rasgos considerados "típicamente femeninos",
tales como mayor sensibilidad, empatía, ternura, amabilidad, etc. Los hombres con estas
características conductuales "típicamente femeninas" serían más atractivos para las
126
mujeres y mejores padres (Miller, 2000). Estos rasgos más típicamente femeninos serían
la consecuencia de una serie de genes pleiotrópicos que predisponen a la
homosexualidad. Si sólo unos cuantos de estos alelos son heredados por un hombre, el
éxito reproductivo se ve potenciado por el incremento del atractivo debido a los
caracteres típicamente femeninos. Sin embargo, si un hombre hereda un número grande
de estos alelos, se llega a producir la atracción por los hombres (otra característica típica
femenina), o sea, la homosexualidad. Con estas premisas se podría producir un
polimorfismo equilibrado en el que el efecto feminizante de estos alelos en los hombres
heterosexuales - con el aumento correspondiente de éxito reproductivo - sobrepasaría el
efecto adverso de estos alelos en cuanto que contribuyen a aumentar la homosexualidad
en los hombres - con la correspondiente disminución de éxito reproductivo.
En las mujeres podría funcionar el mismo mecanismo para genes que promuevan
rasgos tales como la competitividad, la firmeza, la agresividad, etc., características
"típicamente masculinas". Un cierto número de estos genes podría contribuir a aumentar
el éxito reproductivo de las mujeres con más capacidad de liderazgo, por ejemplo,
aportando más y mejores alimentos para sus hijos. Un número mayor de estos genes
podría llegar a producir la atracción por las mujeres (lesbianismo).
127
significativo estadísticamente en las mujeres. Este resultado es consistente con la
hipótesis de que los genes que predisponen a la no heterosexualidad en las hembras
incrementan el éxito reproductivo en sus hermanas gemelas/mellizas heterosexuales.
Así pues, la explicación que se sugiere es que los genes que influencian la
homosexualidad tienen dos efectos. Primero, incrementan el riesgo de homosexualidad,
lo que ostensiblemente disminuye el valor adaptativo. Pero, en segundo lugar, los mismos
genes parecen incrementar la identidad de género atípica, que resulta en un incremento
en el éxito de apareamiento de los heterosexuales (Zietsch et al., 2008).
Como hacen notar los propios autores, una limitación importante de este estudio es
que, pese a que la muestra total es grande, sólo una pequeña proporción responde que es
no heterosexual, o sea K = 1 - 6 (13% de los hombres y 11% de las mujeres), y una
proporción mucho menor responde a una orientación exclusivamente homosexual, donde
K = 6 (2,2% de los hombres y 0,6% de las mujeres). Esto resta potencia estadística a los
test y hace imposible chequear el fenotipo exclusivamente homosexual (K=6), que
hubiera sido el más interesante y relevante respecto de la hipótesis chequeada.
128
comportamiento atípico de género. El comportamiento atípico en el género masculino es
el gusto por los juegos con las muñecas, con vestidos, con niñas, la aversión por los
juegos violentos, etc. Y justo lo opuesto en el otro género.
En otro estudio con una muestra de 1.827 participantes (160 hombres con
orientación homosexual) no se encontró que los resultados diesen soporte a la hipótesis
de Miller (Santtila et al., 2009). El estudio es de un tamaño bastante menor al anterior,
con menor potencia estadística por consiguiente, restringido sólo a homosexuales mascu
linos, y bastante confuso en su planteamiento experimental y en las conclusiones.
Para terminar esta parte no puedo resistirme a comentar la teoría expuesta por Schuiling
en el año 2004 en un largo artículo titulado "Death in Venice" (Muerte en Venecia),
haciendo referencia a la película homónima de Luchino Visconti. Su mayor atractivo
radica en hacer uso de hechos muy dispersos para construir una sola idea. En puridad, no
es una teoría científica, no es una hipótesis susceptible de ser sometida a prueba
empíricamente, sino un bello razonamiento construido con muy diversos materiales que,
he de reconocerlo, es más hermoso que convincente.
Esta hipótesis sostiene que la homosexualidad es una mera consecuencia más, entre
otras muchas, resultante de una estrategia general reproductiva, enfocada a ajustar las
proporciones entre sexos.
129
la población, y puede, en última instancia, incluso aumentar la tasa de crecimiento de la
población (Schuiling, 2004).
Esta hipótesis parte del supuesto de que existe un mecanismo que permite ajustar las
proporciones de los diferentes sexos, adecuándolas a las circunstancias concretas. Y hay
una serie de hechos que apoyan este supuesto. Primero, hay animales no humanos que
ajustan las proporciones entre sexos de acuerdo con la disponibilidad de alimentos. Por
ejemplo, es frecuente en especies de ungulados (ciervos, gacelas, etc.) sesgar el sexo de
la progenie hacia machos, cuando hay gran disponibilidad de alimentos, y hacia hembras
en caso contrario. Segundo, se sabe que, en primates, las hembras dominantes paren
relativamente más machos, sin que se sepa cuál es el mecanismo exacto. Tercero, el
efecto FBO puede interpretarse como un mecanismo de ajuste del sexo de la progenie
entendido de la manera siguiente. El efecto FBO se debe a que el nacimiento de un varón
provoca la reacción inmune de la madre contra otros embarazos masculinos, lo que
puede terminar en uno de tres finales posibles: aborto (muerte del competidor),
nacimiento de un niño débil (inhabilitación del competidor) o bien el nacimiento de un
niño homosexual ("muerte genética").
En favor de estas ideas están los hechos siguientes. Hay una elevada tasa de pérdida
temprana de embarazos del 75% en mujeres. Los hermanos menores homosexuales
tienden a tener un menor peso al nacer (son más débiles). Finalmente, el efecto FBO
consiste, como se ha comentado reiteradamente, en la mayor probabilidad de
homosexualidad entre los hijos menores dentro de una serie de hermanos mayores. En
cualquiera de los tres casos, de una u otra manera, lo que se está haciendo es eliminar
competidores por las hembras: por muerte real (aborto), por debilitamiento del
competidor o por "muerte genética" (homosexualidad).
130
homosexualidad directamente, sino la estrategia reproductiva de la que ésta forma parte.
Heterosexualidad y homosexualidad son soluciones evolutivas para problemas principales
de la vida humana. La heterosexualidad soluciona el problema de la transmisión de los
genes de la población, mientras que la homosexualidad solventa el problema de:
Parece claro que la homosexualidad está siendo mantenida en las poblaciones humanas
por alguna forma de selección equilibradora. Los datos de la realidad así lo indican. Los
modelos matemáticos propuestos sirven, al menos, para demostrar que hay un buen
número de posibilidades teóricas compatibles con esta conclusión. La naturaleza y los
mecanismos de las contribuciones genéticas a la orientación sexual no están actualmente
claros. Los hallazgos experimentales parecen más consistentes con un modelo complejo
involucrando múltiples genes e importantes contribuciones ambientales (Iemmola y
Camperio Ciani, 2009; Schuiling, 2004; Schwartz et al., 2010). Respecto del modelo
evolutivo, la impresión bastante subjetiva es favorable a la hipótesis de Miller. A su favor
está que las hipótesis alternativas parecen poco apoyadas por los datos, y que varios de
los estudios más rigurosos y amplios parecen sostener la teoría de Miller. No obstante, el
proceso evolutivo de la homosexualidad dista muy lejos de estar resuelto. Son necesarios
muchos más trabajos de campo para alcanzar cierta consolidación de alguna de las
hipótesis en litigio. Por otra parte, hay quien sugiere que es posible que haya más de un
fenómeno (por ejemplo, selección de parentesco y selección equilibradora) que puede
estar operando (Schwartz et al., 2010). Si tenemos en cuenta que, probablemente, hay
diferentes mecanismos que dan lugar a la homosexualidad, todos ellos con una base
genética diferente, parece bastante verosímil que también desde el punto de vista
evolutivo estén operando diferentes procesos. De modo que, en este terreno, queda
mucho camino por recorrer.
131
Recientemente, en diciembre de 2012, se publicó un modelo matemático basado en la
hipótesis epigenética sobre el desarrollo de la se xualidad. Las evidencias sobre la
implicación de procesos epigenéticos en el desarrollo de la sexualidad humana son, de
momento, tan escasas que es muy prematuro (altamente especulativo) plantear este tipo
de modelos. No obstante, el lector especialmente interesado puede leer el trabajo de Rice
et al. (2012).
132
133
Hay una explicación biológica sobre el origen evolutivo de la homosexualidad. Y hay
estudios y pruebas. Entretanto, ¿qué ha sido de la teoría sociocultural?
Más bien, se afirma, los humanos nacen con una amplia flexibilidad y
potencial de aprendizaje. Esta creencia otorga una significación primaria no a los
genes como tales sino a las experiencias individuales y a la época histórica, la
sociedad y la cultura en que se han criado hombres y mujeres.
En buena lógica uno esperaría que los defensores de esta hipótesis hubiesen diseñado y
realizado experimentos que pudiesen dar soporte empírico a su teoría... Nada de eso.
Se ha revisado una ingente cantidad de artículos en los que su autor era favorable al
construccionismo de la homosexualidad, y no se ha encontrado ni un mínimo dato
experimental desde el que construir una defensa de la teoría sociocultural. La estructura
habitual de sus artículos comienza por revisar y "repasar" lo que han escrito los
"enemigos", limitándose generalmente a desacreditar o refutar los argumentos biológicos
basados en datos experimentales, sin aportar de su parte ni un solo experimento, ni una
sola prueba empírica, ni un maldito hecho que llevarse a la boca.
134
artículos responden a una estructura básica. Primero el rechazo/refutación de las teorías
biológicas, seguido de los axiomas para culminar con una recriminación a los
investigadores por no haber tomado en consideración la "enorme" cantidad de trabajos
sobre el origen psicocultural de la homosexualidad.
Parte axiomática:
Dos afirmaciones de hondo contenido sostenidas por el papel en el que están escritas
135
y por nada más.
Y, como no cuesta nada decir lo que le pete, ya que no hay que tomarse la molestia
de demostrarlo, se llega hasta el extremo de negar lo evidente:
Pero no aporta ni una sola cita o referencia bibliográfica de tales estudios, con lo que
deja huérfanos a los ávidos lectores... Y en la siguiente página apela de modo similar:
Han sido tres décadas de estudios de gays y lesbianas tratando las formas
históricas y culturales de la homosexualidad, [...1 que los estudios biológicos
han ignorado (De Ceceo y Parker, 1995).
136
Así, pues, puede ser difícil para los biólogos comprender el grado de
complejidad de las auténticas teorías interaccionistas del comportamiento
humano (Doell, 1995).
Más de lo mismo. ¿Dónde están esas teorías? No se encuentran por ningún lado.
¿Cuándo han sido sometidas a prueba? ¿Son las evidencias favorables o desfavorables?
¿Todos los estudios son positivos para la hipótesis o hay algún desacuerdo? ¿Hasta qué
punto son estadísticamente significativos los resultados?... Un desértico silencio
responde.
Los modos de vida sexuales son las ideas y las emociones eróticas
culturalmente específicas, las categorías y los roles sexuales/de género, y las
teorías de ser y devenir una persona completamente social que en conjunto
constituyen el desarrollo en el curso de la vida dentro de una cultura sexual
particular. Las culturas sexuales, por su parte, son los campos discursivos y
materiales específicos en los que los sistemas de relaciones de poder son
utilizados para controlar el comportamiento o la conducta sexual, y a través de
las cuales las formas de vida sexual son institucionalizadas, "enculturated",
promulgadas y reproducidas (Hostetler y Herdt, 1998; citado en Hammack,
2005).
¿¡!? ¿Cómo se aplica toda esta verborrea a los animales no humanos? ¿Qué culturas
sexuales alumbran el desarrollo de la homosexualidad en ratas o en simios?...
137
En la gran mayoría de los casos, lo que sucede es una incomprensión del trabajo
científico, una ignorancia de la metodología científica, un desconocimiento de cómo se
trabaja en ciencia. Véase un ejemplo:
O este otro:
[...] podría uno creer que una simple etiqueta o un número, [...] podría
adecuadamente representar la gama, la variación y el matiz de la expresión
sexual y la experiencia a lo largo de una vida individual (De Ceceo y Parker,
1995).
Los biólogos, contra lo que aquí se dice, tomamos buena nota de la variación
individual, especialmente en genética, donde es básica. Pero a la hora de deducir leyes
generales, es frecuente agrupar los valores individuales (que constituyen un continuo) en
categorías discretas que permitan su comparación, por ejemplo, estadística. Primero se
trata de encontrar una explicación general para los grupos, para las categorías, y después
se buscan las causas de la variación individual. No hay otra forma de encontrar
respuestas a las preguntas sobre fenómenos naturales. Es como si se tuviese que dar
cuenta de cómo ha surgido cada uno de los granitos individuales que forman la arena de
la playa, sin que, para poder estudiarlos, se pudiese recurrir a agruparlos por similitud
porque todos son diferentes unos de otros.
Dejando de lado que una bióloga haga precisamente este tipo de crítica a los métodos
de las ciencias naturales, no cabe sino recordar la navaja de Ockham: partir siempre de la
hipótesis más simple.
138
preferencia sexual hacia orientación sexual [...]. Al favorecer "orientación"
[sexual] sobre "preferencia" [sexual] los teóricos biológicos de la
homosexualidad esperan eliminar o minimizar la elección (De Cecco y Parker,
1995).
Nunca imaginé que se invalidara el trabajo por falta de "intimidad" con los sujetos
investigados. Se transmite la impresión de que debería de producirse contacto y empatía
con los sujetos en vida para estar en condiciones de estudiar a fondo los cortes
histológicos de sus cerebros una vez cadáveres. Parece difícil cumplir lo demandado en
esta crítica.
139
Utilizaré las mismas herramientas que Sigmund Freud usó: mis propias
experiencias personales, destellos captados de las texturas de la vida,
confesiones confidenciales y ciertos cuerpos de conocimiento publicados que,
para mí, parecen válidos (FitzGerald, 2000).
¿Qué clase de "ciencia" puede surgir de tal actitud? ¿Cómo es posible tal frenesí
subjetivista en los albores del siglo XXI?
En otros, se está muy lejos del tono casi "naif' del anterior comentario:
No es sorprendente que LeVay, quien ha salido del armario como gay [...]
(Doell, 1995).
140
¡Oh, Sancta Simplicitas! Se le ha escapado lo que ella piensa en su fuero interno. Nos
advierte a todos de la mala jugada que nos puede jugar nuestra mente, haciéndonos creer
que éramos así desde que nacimos en vez de que nuestra sexualidad se ha formado.
Hay miedo a que las hipótesis causales tengan importantes implicaciones sociales y
morales. Se piensa que la motivación de las investigaciones en genética de la conducta es
desarrollar métodos de control de la conducta humana (Járvilehto y Lickliter, 2009). Casi
toda la actividad construccionista destila pánico a medidas eugenésicas amparadas en
argumentos biológicos, más que desacuerdo con las conclusiones. Se huye de una
aplicación fascista del conocimiento científico y para ello se rechazan los resultados y las
141
hipótesis verosímiles que de ellos se extraen. Esto es un error.
En este sentido, los homosexuales deberían ser juzgados por su ejecutoria como
ciudadanos, no por su sexualidad, venga de donde venga, del ambiente sociocultural o de
factores biológicos.
Cuando se revisa la literatura sobre este asunto, la primera impresión que se lleva es
la de que unos trabajan y otros "filosofan". A la dedicada labor de los investigadores de la
homosexualidad, con sus hipótesis, experimentos, resultados, etc., los defensores de la
hipótesis sociocultural oponen, en el mejor de los casos, brillantes ideas, bellas palabras.
Pero ni una sola evidencia empírica.
142
De tal modo que, en los últimos veinte o treinta años, las "cigarras" del
construccionismo han continuado cantando, más o menos, la misma copla - cada vez en
menor número y con menor audiencia - mientras que las "hormiguitas" del esencialismo
han trabajado, han hecho, como siempre, sus deberes, aportando, "granito a granito", sus
datos experimentales. Éstos han permitido, paso a paso, ir construyendo un paisaje que,
al menos en sus grandes rasgos, es convincente y bien fundado.
Todo esto con respecto a la actitud general que encontramos en las filas de los
defensores del construccionismo. Entrando en el fondo de la teoría sociocultural,
confrontándola con la realidad, con los resultados experimentales de los diferentes
estudios, ya se ha visto, caso por caso, cómo un gran número de hechos probados son
contrarios a la teoría sociocultural. Suficientes en número y en importancia como para
dar por refutada la teoría. No obstante, nos queda revisar y discutir algunos argumentos
adicionales de los más caros a los partidarios del "nacido omnisexual".
Uno de los argumentos utilizados con más frecuencia hace referencia a las diferencias
interculturales en las costumbres y comportamientos sexuales. Cuando se observan las
costumbres sexuales en diferentes culturas es patente las grandes diferencias que existen.
Es evidente el impacto del entorno cultural sobre la conducta sexual.
En este sentido, por ejemplo, nos llama la atención la costumbre que se tiene entre
los Sambia de Nueva Guinea por la que los jóvenes adolescentes practican felaciones a
los adultos como parte de su ceremonia de iniciación a la edad adulta, con la convicción
de que el semen tiene propiedades mágicas para potenciar la fertilidad. Dicha conducta,
claramente homosexual, es indicativa de una etapa homosexual culturalmente establecida.
Posteriormente, cuando los jóvenes llegan a la edad adulta, la gran mayoría adopta una
conducta heterosexual reproductiva que sirve obviamente al propósito de mantenimiento
de la población. Y una minoría se mantiene en sus actividades homosexuales.
143
Aparentemente, éste es un caso arquetípico que demuestra que la conducta sexual es
plástica, flexible y se acomoda en función de las necesidades sociales de la tribu o del
grupo, en este caso. Ejemplos similares proporcionados por los antropólogos parecen
sostener sólidamente la determinación de la homosexualidad por el ambiente sociocultural
y la esencial plasticidad de la sexualidad humana.
144
escasamente verosímil, de nuevo podría ser aceptable el argumento en el caso de algunas
especies de primates que viven en grupos sociales, dentro de los cuales no sería raro que
los animales más jóvenes aprendiesen conductas homosexuales observando a los adultos.
Pero en el caso de animales, como el gorgojo de la harina, acusado también de una
conducta sexual licenciosa - permítase la ironía-, ¿puede el ambiente sociocultural e
histórico del gorgojo de la harina haberlo extraviado sexualmente de tal modo?...
Más aún. Se sabe que la homosexualidad estricta, tal y como se da en los humanos,
existe, al menos, en el caso de los carneros. Concretamente hay un porcentaje de los
carneros que demuestran una preferencia homosexual, esto es, teniendo diferentes
opciones de pareja, eligen otros carneros para copular en vez de ovejas en celo. Aquí ya
no cabe hablar de emulación o de aprendizaje, mucho menos de cultura. Estamos
hablando de una elección de un individuo que de manera consistente repite su preferencia
cuantas veces se le ofrece la opción de elegir. Los experimentos con carneros han puesto
de manifiesto que la experiencia social previa y el aprendizaje sólo aumentan la
precocidad de la actividad sexual, pero ni impiden, ni promueven, ni alteran, ni modifican
las preferencias homosexuales en los carneros (Roselli et al., 2011). Estudios de
preferencia sexual son los que habitualmente se hacen en animales no humanos porque,
como dijimos, a los animales no humanos no podemos preguntarles qué pareja le gusta
más, sino simplemente observar y registrar qué eligen entre diferentes opciones. No hay
cultura. No hay aprendizaje. Hay una "libre" elección individual.
145
Cambiando de argumento. La homosexualidad parece ser un fenotipo sexual estable en
humanos, 2-4% de los hombres y 0,5-1,5% de las mujeres, son los valores más
corrientes. Estudios muy diferentes proporcionan valores muy similares (cuadro 2.1).
Los estudios se extienden por países muy diversos culturalmente, tales como Tailandia,
Filipinas, Inglaterra, Estados Unidos, etc. Y en diferentes épocas, desde los años
cincuenta del pasado siglo en adelante. En estos años se ha producido un cambio radical
sociocultural respecto de la homosexualidad en un gran número de países. En muchos de
ellos se ha pasado de la persecución policial y la proscripción social a la admisión
completa de los matrimonios entre homosexuales. Si, como sostiene la teoría
construccionista, la homosexualidad es puramente un producto sociocultural, las
diferentes culturas de los diferentes países deberían generar valores significativamente
diferentes de incidencia de la homosexualidad. Análogamente, la creciente tolerancia
hacia la homosexualidad debería haber disparado las cifras de homosexuales en los países
más permisivos, cosa que no ha sucedido en absoluto. Con base en estas
consideraciones, se ha sugerido que la constancia aproximada del porcentaje de
homosexuales en los diversos estudios, en diversos países y culturas, y en diferentes
épocas, sería indicativo de que estas cifras no son demasiado susceptibles a los cambios
sociales, siendo más bien una manifestación genética (Diamond, 1993).
Todo esto es indicativo de que aun cuando la conducta sexual humana admite cierto
grado de adaptación al entorno (fingimiento) no puede cambiar las pulsiones básicas,
tales como la preferencia sexual o la orientación sexual. Porque están biológicamente
146
determinadas.
Ignorando que los propios proponentes del efecto FBO han sugerido una hipótesis
biológica (la inmunización maternal) que explica adecuadamente el efecto y que tiene un
buen número de evidencias indirectas que sostienen la teoría (Bogaert y Skorska, 201l).
147
salón, suscitado para el pavoneo de las respectivas vanidades. Todo lo contrario, tiene
importantes implicaciones prácticas y, a veces, desgraciadamente, ha tenido
consecuencias dramáticas. Uno de estos casos es el denominado "caso JohnJean-John"
(Juan-Juana-Juan), que vamos a relatar con cierto detalle por su interés.
El contexto científico en que se produce el caso es el siguiente (las cursivas son del
autor de este libro):
[...1 las influencias postnatales son igual o más importantes (Money y Ehrhardt,
1972).
Durante las décadas de los años sesenta y setenta la asunción general, como se acaba
de ver, era que un niño nacía como un libro en blanco, que podía ser encaminado en la
dirección de un macho o de una hembra por la influencia de la sociedad. (Como se ha
citado textualmente hace unas páginas, veinte años después todavía hay quien sostiene
sin sonrojo esta teoría.) Un ejemplo dramático de las consecuencias acarreadas por
aplicar tal idea es el caso David Reimer, conocido también como el caso John-Jean-John.
Es el caso de un niño al que, por error, durante una operación de fimosis, se le cortó
el pene a la edad de 8 meses. Y - "a lo hecho, pecho"-, se trató de convertirlo en una
niña. Se le extirparon los testículos antes de cumplir los 17 meses y, quirúrgicamente, se
148
le proporcionó el aspecto de una vagina. Con un "completo éxito" (en opinión literal de
FitzGerald, 2000) fue reasignado como niña. Se le vistió y se le educó como una niña,
recibió apoyo psicológico y se le administraron estrógenos (hormonas sexuales
femeninas) en la pubertad para facilitar el desarrollo de rasgos sexuales secundarios
femeninos.
(Remarco con comillas el tratamiento "ella" que FitzGerald, uno de los adalides del
construccionismo, le da a Reimer, a despecho de la realidad del propio caso.) Después de
una serie de problemas laborales, David Reimer se suicidó en el 2004 (Bao y Swaab,
2011).
149
psicosociales sobre el desarrollo de la sexualidad humana. Teorías que deberían ser
definitivamente abandonadas para no seguir sirviendo de coartada para terapias
imposibles que sólo provocan sufrimiento y frustración.
Además, hay otro aspecto digno de ser remarcado. Una vez más en la historia se ve
que la aplicación de las hipótesis científicas puede ser verdaderamente lamentable. Que,
en muchas ocasiones, con excesiva frivolidad, se dan por buenas teorías carentes de todo
fundamento que conducen las más de las veces a hacer el ridículo, pero a veces tienen
consecuencias terribles.
150
151
En su momento, la conversión de la homosexualidad en una patología médica en lugar de
ser un vicio execrable significó un alivio tenue para los homosexuales: ya no eran unos
degenerados morales sino unos enfermos. Pero la consideración de la homosexualidad
como patología suscitaba y sostenía los intentos de curarla. El homosexual podía (y
debía) ser curado.
Como es lógico, las distintas intervenciones están basadas en las suposiciones acerca de
la etiología de la homosexualidad y en la actitud hacia la diversidad sexual.
Después vino el auge de las hormonas sexuales que parecían omnipotentes para
controlar y modificar la conducta sexual humana. Se ha tenido ocasión de ver, en el
denominado caso John-Jean-John, una desgraciada aplicación de tal teoría. Pero no
quedó en un hecho aislado. Como ejemplo veamos el descrito por Ricketts (1984).
152
extremadamente afeminado. Sin albergar la menor duda, los doctores se pusieron a
curarlo de su afeminamiento y de su homosexualidad.
El paciente experimentó náuseas, pero los doctores pensaron que no eran bastante
severas como para interrumpir el tratamiento.
Al finalizar el experimento, tuvieron que concluir que habían fracasado, que ninguna
de las hormonas había provocado ningún cambio conductual detectable. (No se registra
que los responsables de este atropello, contritos y avergonzados, decidieran
voluntariamente exiliarse a perpetuidad en el desierto.)
153
sumo, se conseguía una disminución de la respuesta homosexual, pero nunca un aumento
de la sensibilidad heterosexual (McConaghy, 2003).
Una amplia corriente de terapeutas sostiene todavía que una proporción razonable de
homosexuales pueden cambiar su orientación sexual si verdaderamente lo desean y son
adecuadamente ayudados por profesionales (psiquiatras o psicólogos). Los supuestos
éxitos de este tipo de intervención han sido fuertemente cuestionados (Bancroft, 2003;
Beckstead, 2003; McConaghy, 2003).
154
Entre tanto, algunos psicoanalistas y psicólogos continuaron con sus prácticas
terapéuticas de ayuda en "el esfuerzo para cambiar". El punto de vista sostenido por
estos terapeutas es que el paciente es el que tiene el derecho a decidir. En este sentido, si
un paciente solicita ayuda para cambiar de orientación sexual, el terapeuta puede y debe
prestar su ayuda profesional. Sin entrar a valorar la eficacia de la terapia.
Por consiguiente, ningún terapeuta serio puede ofrecer "curación" sino "ayuda"
psicológica para soportar el sufrimiento que muchos homosexuales desgraciadamente
sufren. Pero, hay que decirlo claramente, el padecimiento no es por causa de una
enfermedad inexistente (la homosexualidad) sino por el ambiente homofóbico asfixiante
que los rodea. El problema no es la homosexualidad sino la homofobia.
155
La homosexualidad, como está bien comprobado, no se "cura". No existe un
tratamiento para convertir un homosexual en un heterosexual. No existe forma de
reprogramar educativa o culturalmente un homosexual para transformarlo en un
heterosexual. (Ni viceversa.) Esto contradice claramente la visión de la homosexualidad
como una elección de estilo de vida ("a lifestyle choice"), resultado de factores
socioculturales. Si fuese cierto esto último, debería ser relativamente sencillo - máxime si
uno cree en la plasticidad infinita de la conducta sexual humana - cambiar la orientación
sexual de cualquier individuo en cualquier dirección. Sin embargo, es abrumadora la
evidencia que demuestra que ni las presiones externas brutales, ni los sinceros intentos
del propio homosexual por cambiar su orientación sexual tienen el más mínimo éxito.
Definitivamente, la homosexualidad no se "cura".
156
nueva legalidad que permite la adopción por parte de parejas de gays o de lesbianas
proporciona la situación adecuada para comprobar este prejuicio bien arraigado.
Lo esperable, a partir de la teoría sociocultural, hubiera sido que los niños y niñas,
criados y educados por parejas homosexuales, por "contagio", "imprinting", emulación o
aprendizaje, hubieran desarrollado mayoritariamente una orientación homosexual. Pero
no es así. El entorno sociocultural parece ser irrelevante respecto de la orientación sexual.
No hay ninguna prueba sólida de que el desarrollo postnatal juegue un papel de alguna
importancia en cuanto a la orientación sexual.
157
7.4. La homosexualidad no es una enfermedad
Todos los homosexuales, por el mero hecho de serlo, no tienen ninguna incapacidad para
llevar a cabo todas sus funciones normales. Incluido el disfrute del sexo compartido
aunque sea con los de su mismo sexo. La homosexualidad humana es tan enfermedad
como el ser zurdo, o tener un ojo de cada color.
158
159
Se está llegando al final. Para terminar, queda fijar algunas conclusiones y dar libertad al
autor para expresar sus opiniones sobre las evidentes implicaciones sociales que tiene el
asunto sobre el que ha pivotado el libro.
Las evidencias aportadas sugieren poderosamente que la sexualidad humana es, en sus
rasgos fundamentales, un producto biológico. Aunque aún es activamente debatida por la
comunidad científica, hay un creciente soporte para la hipótesis de que el ambiente
hormonal prenatal es un determinante principal de la conducta sexual, la identidad de
género y la orientación sexual. No obstante, el proceso concreto, que va desde los genes
a los diferentes componentes de la conducta sexual todavía está muy lejos de ser
conocido, y los orígenes de la variabilidad en la orientación sexual están lejos de ser
completamente claros. Pero la existencia de diferencias entre los sexos tan extraordinarias
como las que hemos visto sugieren que las hormonas, particularmente la testosterona,
juegan un papel determinante, dado que lo desempeñan en otras especies. Y, por tanto,
también los genes desempeñan un papel indirecto pero clave (recuérdese el ejemplo del
gen M).
Es un hecho cierto que los organismos funcionan dentro de un entorno y que los
primates, particularmente los humanos, funcionan en el marco de un contexto social. Sin
duda dicho contexto social modifica la expresión concreta de la conducta sexual - pero
sin alterar el patrón básico que viene establecido prenatalmente-. De cualquier manera, lo
que está claro a partir de diferentes estudios de gemelos, en especial aquellos que se han
hecho con un diseño estadístico robusto (Burri et al., 2011), es que los factores
compartidos, tales como el ambiente del hogar y los estilos paternales, tienen poco
impacto sobre la orientación sexual humana.
160
del fondo genético y de factores que influencian las interacciones entre las hormonas
sexuales y el cerebro en desarrollo. La imposibilidad aparente de cambiar la orientación
sexual de una persona en cualquier dirección es un argumento importante contra el papel
de la sociedad o el ambiente en el desarrollo de la homosexualidad, y contra la visión de
que la homosexualidad es una elección de estilo de vida.
161
ser relacionados los factores biológicos con la conducta sexual y la orientación
sexual (Paul, 1993).
Éste ha sido el núcleo del texto en tomo al cual se han desarrollado los diversos
capítulos. A la postre resulta que la diferencia entre los defensores razonables del
constructivismo y del esencialismo parece ser una cuestión de grado, de matiz, de dónde
se pone el énfasis. Pero el énfasis se pone:
La visión clásica de las diferencias conductuales entre hombres y mujeres es que los
162
ambientes sociales determinan estas diferencias. En esta visión niños y niñas son
educados en los estereotipos de hombre y mujer, respectivamente, y terminan
respondiendo a dichos modelos de conducta. La sexualidad va en el "paquete de género"
transmitido culturalmente.
En esta visión no se entiende muy bien por qué, pese a la transmisión de una cultura
furiosamente homofóbica, nos han seguido saliendo hijos gays e hijas lesbianas. En la
seráfica concepción de la sexualidad humana como un producto del aprendizaje, se
detecta esta anomalía no corregida en más de veinte siglos de cultura homofóbica en
Occidente.
Puede que seamos muy malos educadores. O poco aplicados en el tormento, pese a
la devoción con que, durante diecinueve siglos (¡!), nos dedicamos a la honrosa tarea de
reconducir a los descarriados pecadores, a través de socarrar su cuerpo para salvar su
alma...
... O puede que la sexualidad no forme parte del "paquete educativo" sino del
"biológico".
163
Un enorme cuerpo de literatura asume que la homosexualidad es aprendida
y trata de explicar su etiología descubriendo correlaciones entre la
homosexualidad y varias experiencias infantiles o situaciones familiares.
Como ya se notó, el uso del análisis de rutas [path analysis] por Bell,
Weinberg y Hammersmith es completamente apropiado [...]. Sus hallazgos son
que las teorías psicodinámicas que consideran la homosexualidad un resultado
de los tipos de relaciones con los padres o de sus caracteres [...], esos que
atribuyen la homosexualidad a las pobres relaciones entre compañeros, teorías
de que la homosexualidad resulta a menudo de contactos fortuitos con otros,
visiones de que la homosexualidad es el resultado de experiencias atípicas por
personas del sexo opuesto o niños que son seducidos por un adulto del mismo
sexo - ninguno de estos fueron soportados por sus datos-.
En cualquier caso, son abrumadoras las pruebas de diversa procedencia que refutan
tajantemente la idea de que la homosexualidad surge como producto del ambiente
cultural y educativo que rodea a la persona. Sin ser exhaustivo se pueden enumerar
algunas de las que se han mostrado.
164
extraordinario ruido de sus detractores. En cambio, acumula una serie de evidencias
favorables.
A ningún genético en sus cabales se le ocurriría pensar que un carácter tan complejo
como la conducta sexual humana está determinado exclusivamente por factores genéticos
y, menos aún, por un único gen. Al mismo tiempo, a ningún genético en sus cabales se le
ocurriría pensar que un carácter como la conducta sexual humana, tan crítico desde el
punto de vista biológico evolutivo, no viene determinado por factores genéticos. El
desenvolvimiento de estos factores genéticos, en interacción compleja con otros factores,
biológicos y no biológicos, determina las formas concretas de la sexualidad.
165
que el lector ya sabía: el genio, el temperamento, el carácter de un niño recién nacido, ya
viene con él. No se aprende. No se elige. Si acaso, se modula, pero, esencialmente, no se
modifica. De ahí el refrán castellano: "Genio y figura, hasta la sepultura".
166
de nadie. Es, simplemente, una forma más de vivir el sexo compartido. No es una
actividad delictiva que vulnera los derechos de otro. Si alguien está pensando en la
pederastia vinculándola con la homosexualidad es como si vinculáramos la
heterosexualidad con la violación o con la misma pederastia. Una idea absurda.
Evidentemente, los heterosexuales, por el hecho de serlo, no somos violadores, ni
pederastas. Ni los homosexuales. No se trata de otorgar patentes de corso: hay que
perseguir el delito, pero no la forma que adopta la sexualidad.
Enfocado el asunto desde este punto de vista, parece increíble que un asunto
estrictamente privado haya generado tal grado de animadversión en las sociedades
monoteístas del Libro (judaísmo, cristianismo e islamismo). La sexualidad es parte de la
vida privada, en la que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a inmiscuirse, salvo en
el caso de lesión de los derechos de terceros. Un homosexual es como un heterosexual,
un ciudadano: hay que juzgarlo por su actividad pública, no por su vida privada. Se le
debe valorar por su contribución real a la sociedad, no por su forma de vivir su
sexualidad. Y, en todo esto, nada tiene que decir la biología.
167
168
Con el propósito de poner en práctica unos principios ecológicos, económicos y
prácticos, el listado completo de las fuentes bibliográficas empleadas por el autor en este
libro se encuentra disponible en la página web de la editorial: www.sintesis.com.
Las personas interesadas se lo pueden descargar y utilizar como más les convenga:
conservar, imprimir, utilizar en sus trabajos, etc.
169
551-579.
Bogaert, A. F. y Skorska, M. (2011): "Sexual orientation, fraternal birth order, and the
maternal immune hypothesis: A review". Frontiers in Neuroendocrinology, 32: 247-
254.
Burri, A.; Cherkas, L.; Spector, T. y Rahman, Q. (2011): "Genetic and environmental
influences on female sexual orientation, childhood gender typicality and adult gender
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Hamer, D.H.; Hu, S.; Magnuson, V.L.; Hu, N. y Pattatucci, A. M. (1993): "A linkage
between DNA markers on the X chromosome and male sexual orientation". Science,
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King, M.; Green, J.; Osborn, D.J.; Arkell, J.; Hetherton, J. y Pereira, E. (2005): "Family
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male homosexuality". Archives of Sexual Behavior, 34: 461-467.
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Savic, I. y Lindstrom, P. (2008): "PET and MRI show differences in cerebral asymmetry
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9408.
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the role of developmental instability?". Journal of Evolutionary Biology, 22: 612-622.
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Wright, M.J.; Bailey, J. M. y Martin, N. G. (2008): "Genetic factors predisposing to
homosexuality may mercase mating success in heterosexuals". Evolution and Human
Behavior, 29: 424-433.
175
Índice
Prólogo 14
Prefacio 18
1. Ideas y prejuicios sobre la homosexualidad 20
1.2. La ciencia entra en escena 24
1.3. El consenso científico 27
1.4. La percepción popular 28
1.5. ¿Qué se entiende por homosexualidad? 32
1.6. Variabilidad sexual 33
1.7. Componentes de la sexualidad humana 35
1.7.2. Identidad de género o identidad de sexo 37
1.7.4. Orientación sexual 39
1.7.5. Preferencia sexual 40
1.9. Frecuencia de la homosexualidad 42
1.10. Teorías sobre el origen de la homosexualidad 44
1.10.1. Construccionismo 46
1.10.2. Esencialismo 47
2. El origen biológico de la homosexualidad 48
2.2. La teoría neuroendocrina 55
2.2.1. Un modelo hipotético de las diferentes variantes sexuales 57
2.2.2. Supuestos de la teoría 60
2.3. Otras teorías biológicas sobre la homosexualidad 61
2.3.2. Desarrollo inestable 63
2.3.3. Teoría epigenética 64
3. Los hechos 65
3.2. Genética de la homosexualidad 67
3.2.1. Estudios de animales no humanos 69
3.2.2. Estudios de familias y gemelos 69
3.2.3. Estudios moleculares 76
176
3.2.4. Efectos directos de los genes sobre el cerebro 77
3.3. Evidencias neurológicas 79
3.3.1. Núcleo intersticial del hipotálamo anterior 3 80
3.3.2. Núcleo intersticial del hipotálamo anterior 1 82
3.3.3. Núcleo supraquiasmático 83
3.3.6. Núcleo basal de la estría terminal 84
3.3.8. Hormonas y cerebro 85
3.3.9. Evidencias neurocognitivas 86
3.3.10. Conclusiones sobre las evidencias neurológicas 86
3.4.1. Estudios en animales no humanos 87
3.4.2. Desórdenes hormonales en humanos 88
3.5. Transexuales 96
3.6. Etología comparada 97
3.8. Efectos prenatales ambientales 100
3.10. Epigenética y sexualidad 102
4. Una teoría biológica integral de la homosexualidad 105
4.2. Múltiples factores 108
4.3. Múltiples opciones 110
5. Evolución y homosexualidad 113
5.1. El sentido de la vida 115
5.2. ¿Polimorfismo transitorio o estable?. 118
5.3. Equilibrio mutación-selección 119
177