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¿Nada importa?
Hace un par de años, llevada por la curiosidad inspirada por la polémica que levantó un
libro titulado “Nada”, escrito por Jane Teller, me encontré con la historia de un niño
llamado Pierre Anthon, que un día se levanta de su asiento y decide abandonar la
escuela e instalarse en lo más alto de un árbol. Al hacerlo, lo hace diciendo “Nada
importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de
descubrirlo.” Una frase bastante fuerte, que en su momento me hizo pensar muchísimo,
y a la que he decidido volver para analizarla, ahora desde el punto de vista de la filosofía.
¿Acaso tenía razón Pierre? Y si no lo hace, ¿entonces qué cosa importa realmente, y a
qué deberíamos darle significado?
Entonces, ¿qué es lo que importa? Las cosas adquieren el valor que uno mismo les da.
Si en este caso, yo estoy dejando que mis estudios tomen la mayor parte de mi tiempo,
es porque yo le he dado ese valor y he decidido que, en este momento de mi vida, esa
va a ser una de mis prioridades. ¿Pero quién, o qué, es lo que ha influenciado esta
decisión? Las cosas adquieren, entonces, el valor que nuestra sociedad hace que
nosotros admitamos como importantes. Tener dinero, por ejemplo. Gran parte de la
definición de “éxito” de nuestra sociedad actual gira alrededor de tener dinero, y el dinero
es lo que compra todo lo demás: Un techo bajo el cual poder vivir, tranquilidad, salud,
fama. Y es por eso que estudiamos, para trabajar. Y trabajamos para tener dinero, y este
dinero lo queremos para poder vivir mejor. En efecto, a muchos se les va la vida en este
plan un poco paradójico, desvivirse trabajando para poder vivir bien después. El dinero
sólo existe porque nosotros creemos en él. El oro es sólo un mineral que está presente
en nuestro planeta, por ejemplo; pero existe poco, y la vida de gran parte de todos los
humanos que estamos en este planeta gira alrededor de poseer más de este material
que el resto. Suena un poco ridículo cuando lo pones de esa manera, y si suena así es
porque lo es. Quizás seamos conscientes de esto, que realmente el dinero no importa,
porque la riqueza es un concepto completamente inventado por nosotros como sociedad,
pero no podemos vivir ajenos a ella. Yo puedo decir: el dinero no importa, entonces, no
lo necesito. Sin embargo, sí lo necesito, porque para sobrevivir tengo que comer, tengo
que vivir bajo un techo. Toda nuestra sociedad se mueve con dinero, y yo no puedo
enajenarme de la sociedad, porque sola, como individuo, no es fácil sobrevivir. Por lo
tanto, entonces lo que importa sería sobrevivir, y estaríamos limitándonos a no ser nada
más que animales que no ven por nada más que su supervivencia. O quizás, lo que nos
hace actuar es el miedo a las consecuencias de no hacer lo que se supone que
deberíamos: yo no considero importante el dinero, pero si no lo tengo, no voy a poder
vivir.
¿Qué valor le damos a la vida entonces? Si el dinero nos lo hemos inventado, y el éxito
según nuestra sociedad está basado en él, pero no debería estarlo, entonces, ¿en dónde
ponemos nuestro valor? Pongámonos en el caso de que sea verdad la premisa
mencionada al comienzo de este ensayo “Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que
no merece la pena hacer nada.” Podríamos hacer lo que queramos con nuestras vidas,
porque si nada importa, entonces no hay por qué temer a ninguna consecuencia. Pero
si nada importa, entonces, no hacemos nada. Y es que no se trata de que nada importe,
se trata de que todo lo hace. No podemos pretender que todo carece de un significado,
de que todo lo que hacemos tiene una razón de ser, sea la cual sea. Tenemos estos
ideales como sociedad, esta lista de prioridades establecidas que pueden tener o no
sentido, pero también tenemos, como individuos, intereses personales, máximas
morales, una lista de valores y un orden de prioridades que construimos a lo largo de
nuestras vidas basados en nuestra experiencia y la constante búsqueda de nuestra
realización tanto como individuos como sociedad.