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CapituloI Serie y suplemento* La disyuncién entre historia y estructura —que ha asolado de un modo muy particular al psicoandlisis entre nosotros en las ultimas décadas, especialmente en los pliegues de su préctica~ responde, fundamental- mente (lo cual tiende a ocultarse bajo léxicos renovadores revoluciona- rios), a una escisién metafisica entre tantas otras existentes, teniendo en cuenta que Ja escisién es el mecanismo por excelencia de la cultura occidental. El mito de la estructura es prometer variaciones de siempre lo mismo, sin suplemento posible; el de la historia, un sentido que al fin se alcanzard o se revelard, aun cuando este sentido resultase ser el del fin de la historia (sus entusiastas apenas parecen advertir el inmediato deslizamiento del doble sentido, la ambigiiedad imborrable de todo fin). Refiriéndonos al psicoandlisis, no es ninguna casualidad que los avata- res del estructuralismo redujeran el complejo de Edipo, una formacién en principio compleja, a “el Edipo”, como esencia invariante ya sin me- diacién, sin el paso por el psiquismo de alguien que so mantenfa en reserva escribiendo “el complejo de...”. No es lo mismo “tener” o “su- frir” el complejo de Edipo que ingresar o ser ingresado “al” Edipo, como no es lo mismo hablar de “la virtud” de los medicamentos que pensar una medicacién en un vinculo conflictivo con la subjetividad que debe metabolizarla. En cuanto a la ontologia volcada a un sentido de la histo- ria es todo un paradigma la nocién, tan vacia como idealizada, de genitalidad, cuyos estragos en la trama intima de la psicopatologia psicoanalitica atin no se han desvanecido. No podemos, ya no dispénemos —me inclinaria a decir que gracias a Dios~ de las facilidades del “corte” y la “ruptura” que sofiaron Althusser * Versién modificada del texto publicado en Diarios Clinicos, N° 7, 1994, Buenos Aires. PRIMERA PARTE. CLINICA Y TEORIA GENERAL y Bachelard. No podemos; ya no disponemos, entonces, del recurso de cludir sin araiiazos el peso de semejantes escisiones cuya muerte siem- pre se declara hasta la siguiente resurreccién. Lo que si podemos, en todo caso, es tachar, retachar y re-signar las polaridades en cuestién; no es lo mismo escribir historia y estructura que “historia” y “estructu- ra”. También podemos borrar (un poco de) la barra: no es igual historia/ estructura que historia (/) estructura. Y atin menos, “historia” (/) “es- tructura”. Entre nosotros y recientemente, un notable texto de Luis Hornstein se ocupa con el mayor esmero de algunas de estas cosas.” Clinicamente hablando —que es como estoy hablando, aunque no esté hablando “de” clinica, lo cual tiende a rebajarse al ras de un anecdotario-, lo peor de todo esto radica en los efectos de globalidad y de disyuncién paralizadora. Asi, el analista dird de “la estructura”, al par que no reco- noce el simple hecho de que la familia del nino que atiende esta concu- rriendo a su estructuracién en la historia de todos los dfas. La estructu- ra se estructura ahi, en los dispositivos de la casa. Pero, al no advertir- lo (“la estructura” ha devenido una abstraccién demasiado importante para encarnarse en sitios tan vulgares), trata de hecho a los padres en el coraz6n de sus intervenciones, como si fueran una superestructura de la verdadera estructura. Y, de este modo, se pierden ocasiones de intervencién, a su vez -estando con un nifo pequefio, con un adoles- cente plagado de indecisiones estructurantes estructurales—, de un modo histéricamente (re) estructurador. (O bien el nifio, el adolescente mismo, es tratado como una superes- tructura complementaria del mito familiar.) El mejor espacio del que los analistas disponemos para no ser devo- rados por estas disyunciones es el dispositivo de las series complemen- tarias, ideado por Freud para dar cuenta, del modo menos reductor posible, de la causacién y gestacién de las neurosis. Del. modo menos reductor posible: al abrir espacios que existen y consisten aunque de momento queden vaefos (la herencia en dichas neurosis), el esquema funciona como en su momento las tablas de Mendeleiev, dejando la posibilidad abierta a la inseripeién de nuevas informaciones y al acontecimiento de lo nuevo, dentro de ciertos limites (limites que, pre- cisamente, hay que replantear). 1. Luis Hornstein, Practica psicoanalitica e historia, Buenos Aires, Paidos, 1993. ‘Texto indispensable para todo retome no pedestre de las cuestiones involucradas por el término “historia” en el psicoandlisis. 22 Caprruto I. Serie y suPLEMENTO Cualquier discusién, entonees, de las relaciones entre “historia” y “estructura” debe, en dos movimientos: a) ubicarse en ese lugar; b) plantear si el espacio mismo de ese lugar no debe renovarse profun- damente, entre otras casas, para acoger todo lo que no es neurosis de lo cual el psicoandlisis, hoy, se ocupa. Es lo que procuraremos indicar en lo que sigue. La acotacién origmal freudiana ha sufrido un desplazamiento. Este 5 uno de los problemas que hoy espera ser encarado. Freud armé el montaje de su dispositivo con una doble constriccién: dar cuenta de la frmacién de una psiconeurosis (el dispositivo explicitamente no pre- teade tener vigencia para las neurosis actuales) en sujetos adultos. Con =i Gempo, insensiblemente (y en buena medida a causa de la riqueza del csquema) hemos ido usdndolo para todo, sin consideraciones espe- Gales respecto del proceso que se procure explicar, ni por el tipo de patologia, ni por la edad. Sin embargo, esto es saltearse demasiadas cosas. Por ejemplo, una muy importante: tratandose de las psiconeurosis, Freud podia dejar relativamente inactivada la primera de las series, el factor constitucio- nal (lo hereditario mas lo congénito). Pero esto varia mucho segiin las patologias, como lo muestran las recientes investigaciones relativas a la incidencia de factores genéticos en las psicosis esquizofrénicas y en el autismo primario. ” Un factor inercial empuja a que hoy sea demasia- do comin encontrar psicoterapeutas psicoanalistas que estan atendien- do nifios y adolescentes involucrados en aquellas patologias o en diver- sas modalidades de trastornos narcisistas no psiedticos sin requerir in- formacién clara sobre la presencia 0 ausencia de alteraciones neurometabélicas 0 sobre el estado neuroldégico general del paciente, incluyendo lo que ya se conoce sobre los neurotransmisores cuya com- posicién y funciones han podido identificarse. A lo sumo, el colega ten- dra alguna somera noticia de algun “electro” que en algtin momento se le hizo al nifio en alguno de los numerosos aguantaderos de pacientes que campean en Buenos Aires. Inequivocamente, esto revela un manejo anacré6nico de las series complementarias, un manejo inercial, sin diri- girles las interrogaciones que su puesta al dia est4 esperando. Al respecto, la interrogacién capital pasa, en nuestra opinién, por dos planos cuyo espacio de envolvimiento es diferente: 2. Para una puesta al dia en estos érdenes, una resefia util se encontrard en Revista Vertex, N° 9, Buenos Aires, 1990, 23

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