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ANTONIO MACHADO

SOLEDADES, GALERÍAS Y OTROS POEMAS (1907)


V y que nunca llega:
Una tarde parda y fría la historia confusa
de invierno. Los colegiales y clara la pena.
estudian. Monotonía Seguía su cuento
de lluvia tras los cristales. la fuente serena;
Es la clase. En un cartel borrada la historia,
se representa a Caín contaba la pena.
fugitivo, y muerto Abel
junto a una mancha carmín. XII
Con timbre sonoro y hueco Amada, el aura dice
truena el maestro, un anciano tu pura veste blanca...
mal vestido, enjuto y seco, No te verán mis ojos;
que lleva un libro en la mano. ¡mi corazón te aguarda!
Y todo un coro infantil El viento me ha traído
va cantando la lección: tu nombre en la mañana;
”mil veces ciento, cien mil, el eco de tus pasos
mil veces mil, un millón”. repite la montaña...
Una tarde parda y fría No te verán mis ojos;
de invierno. Los colegiales ¡mi corazón te aguarda!
estudian. Monotonía En las sombrías torres
de la lluvia en los cristales. repican las campanas...
No te verán mis ojos;
VIII ¡mi corazón te aguarda!
Yo escucho los cantos Los golpes del martillo
de viejas cadencias, dicen la negra caja;
que los niños cantan y el sitio de la fosa,
cuando en coro juegan, los golpes de la azada...
y vierten en coro No te verán mis ojos;
sus almas que sueñan, ¡mi corazón te aguarda!
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra: XIV “Cante hondo”
con monotonías Yo meditaba absorto, devanando
de risas eternas, los hilos del hastío y la tristeza,
que no son alegres, cuando llegó a mi oído,
con lágrimas viejas, por la ventana de mi estancia, abierta
que no son amargas a una caliente noche de verano,
y dicen tristezas, el plañir de una copla soñolienta,
tristezas de amores quebrada por los trémolos sombríos
de antiguas leyendas. de las músicas magas de mi tierra.
En los labios niños, ...Y era el Amor, como una roja llama...
las canciones llevan -Nerviosa mano en la vibrante cuerda
confusa la historia ponía un largo suspirar de oro,
y clara la pena; que se trocaba en surtidor de estrellas-.
como clara el agua ...Y era la Muerte, al hombro la cuchilla,
lleva su conseja el paso largo, torva y esquelética.
de viejos amores, -Tal cuando yo era niño la soñaba-.
que nunca se cuentan. Y en la guitarra, resonante y trémula,
Jugando, a la sombra la brusca mano, al golpear, fingía
de una plaza vieja, el reposar de un ataúd en tierra.
los niños cantaban... Y era un plañido solitario el soplo
La fuente de piedra que el polvo barre y la ceniza avienta.
vertía su eterno
cristal de leyenda.
Cantaban los niños
XXXV
Al borde del sendero un día nos sentamos.
canciones ingenuas,
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestro sola cuita
de un algo que pasa
son las desesperantes posturas que tomamos
para aguardar... Mas ella no faltará a la cita. su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
LXII y pobre hombre en sueños,
Desgarrada la nube; el arco iris siempre buscando a Dios entre la niebla.
brillando ya en el cielo,
y en un fanal de lluvia
y sol el campo envuelto. LXXVIII
Desperté. ¿ Quién enturbia ¿Y ha de morir contigo el mundo mago
los mágicos cristales de mi sueño? donde guarda el recuerdo
Mi corazón latía los hálitos más puros de la vida,
atónito y disperso. la blanca sombra del amor primero,
...¡El limonar florido, la voz que fue a tu corazón, la mano
el cipresal del huerto que tú querías retener en sueños,
el prado verde, el sol, el agua, el iris!.. y todos los amores
¡el agua en tus cabellos!... que llegaron al alma, al hondo cielo?
Y todo en la memoria se perdía ¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo,
como una pompa de jabón al viento. la vieja vida en orden tuyo y nuevo?
¿Los yunques y crisoles de tu alma
trabajan para el polvo y para el viento?
LXXVII
Es una tarde cenicienta y mustia, LXXIX
destartalada, como el alma mía; Desnuda está la tierra,
y es esta vieja angustia y el alma aúlla al horizonte pálido
que habita mi usual hipocondría. como loba famélica. ¿Qué buscas,
La causa de esta angustia no consigo poeta, en el ocaso?
ni vagamente comprender siquiera; ¡Amargo caminar, porque el camino
pero recuerdo y, recordando, digo: pesa en el corazón!.¡ El viento helado,
—Sí, yo era niño, y tú, mi compañera. y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!... En el camino blanco
* algunos yertos árboles negrean;
Y no es verdad, dolor, yo te conozco, en los montes lejanos
tú eres nostalgia de la vida buena hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué buscas,
y soledad de corazón sombrío, poeta, en el ocaso?
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra

CAMPOS DE CASTILLA (1917)

XCVIII “A orillas del Duero” Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. Un buitre de anchas alas, con majestuoso
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, vuelo
buscando los recodos de sombra, lentamente. cruzaba solitario el puro azul del cielo.
A trechos me paraba para enjugar mi frente Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y dar algún respiro al pecho jadeante; y una redonda loma cual recamado escudo,
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia y cárdenos alcores sobre la parda tierra
delante —harapos esparcidos de un viejo arnés de
y hacia la mano diestra vencido y apoyado guerra—,
en un bastón, a guisa de pastoril cayado, las serrezuelas calvas por donde tuerce el
trepaba por los cerros que habitan las rapaces Duero
aves de altura, hollando las hierbas para formar la corva ballesta de un arquero
montaraces en torno a Soria. —Soria es una barbacana
de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego hacia Aragón que tiene la torre castellana—.
—. Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas; me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
desnudos peñascales, algún humilde prado de nuevo, ¡tan curiosas! ... Los campos se
donde el merino pace y el toro arrodillado oscurecen.
sobre la hierba rumia, las márgenes del río Hacia el camino blanco está el mesón abierto
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío al campo ensombrecido y al pedregal desierto.
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—, XCIX “Por tierras de España”
cruzar el largo puente y bajo las arcadas El hombre de estos campos que incendia los
de piedra ensombrecerse las agujas plateadas pinares
del Duero. y su despojo aguarda como botín de guerra,
El Duero cruza el corazón de roble antaño hubo raído los negros encinares,
de Iberia y de Castilla. talado los robustos robledos de la sierra.
¡Oh tierra triste y noble, Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la de los altos llanos y yermos y roquedas, la tempestad llevarse los limos de la tierra
de campos sin arados, regatos ni arboledas; por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
que aún van, abandonando el mortecino pastores que conducen sus hordas de merinos
hogar, a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
Castilla miserable, ayer dominadora, Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre
envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto astuto,
ignora. hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
derramada de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
cambian la mar y el monte y el ojo que los que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
mira. esclava de los siete pecados capitales.
¿Pasó? Sobre sus campos aun el fantasma Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
yerra guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. ni para su infortunio ni goza su riqueza;
La madre en otro tiempo fecunda en le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
capitanes El numen de estos campos es sanguinario y
madrastra es apenas de humildes ganapanes. fiero:
Castilla no es aquella tan generosa un día, al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía, veréis agigantarse la forma de un arquero,
ufano de su nueva fortuna y su opulencia, la forma de un inmenso centauro flechador.
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia; Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos, —no fue por estos campos el bíblico jardín—;
pedía la conquista de los inmensos ríos
son tierras para el águila, un trozo de planeta
indianos. a la corte; la madre de soldados,
por donde cruza errante la sombra de Caín.
guerreros y adalides que han de tornar
cargados
de plata y oro a España, en regios galeones, CXV “A un olmo seco”
para la presa, cuervos; para la lid, leones. Al olmo viejo, hendido por el rayo
Filósofos nutridos de sopa de convento y en su mitad podrido,
contemplan impasibles el amplio firmamento; con las lluvias de abril y el sol de mayo
y si les llega en sueños, como un rumor algunas hojas verdes le han salido.
distante, ¡El olmo centenario en la colina
clamor de mercaderes de muelles de Levante, que lame el Duero! Un musgo amarillento
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa? le mancha la corteza blanquecina
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su al tronco carcomido y polvoriento.
casa. No será, cual los álamos cantores
Castilla miserable, ayer dominadora; que guardan el camino y la ribera,
envuelta en sus harapos, desprecia cuanto habitado de pardos ruiseñores.
ignora. Ejército de hormigas en hilera
El sol va declinando. De la ciudad lejana va trepando por él, y en sus entrañas
me llega un armonioso tañido de campana urden sus telas grises las arañas.
—ya irán a su rosario las enlutadas viejas—. Antes que te derribe, olmo del Duero,
De entre las peñas salen dos lindas con su hacha el leñador, y el carpintero
comadrejas; te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta; bajo el claro sol del día,
antes que rojo en el hogar, mañana, olivares polvorientos
ardas, de alguna mísera caseta, del campo de Andalucía!
al borde de un camino; ¡El campo andaluz, peinado
antes que te descuaje un torbellino por el sol canicular,
y tronche el soplo de las sierras blancas; de loma en loma rayado
antes que el río hasta la mar te empuje de olivar y de olivar!
por valles y barrancas, ¡Son las tierras
olmo, quiero anotar en mi cartera soleadas,
la gracia de tu rama verdecida. anchas lomas, lueñes sierras
Mi corazón espera de olivares recamadas!
también, hacia la luz y hacia la vida, Mil senderos. Con sus machos,
otro milagro de la primavera. abrumados de capachos,
van gañanes y arrïeros.
Soria 1912 ¡De la venta del camino
a la puerta, soplan vino
CXXV “En estos campos de la tierra mía” trabucaires bandoleros!
En estos campos de la tierra mía, ¡Olivares y olivares
y extranjero en los campos de mi tierra de loma en loma prendidos
—yo tuve patria donde corre el Duero cual bordados alamares!
por entre grises peñas ¡Olivares coloridos
y fantasmas de viejos entinares, de una tarde anaranjada;
allá en Castilla, mística y guerrera; olivares rebruñidos
Castilla la gentil, humilde y brava; bajo la luna argentada!
Castilla del desdén y de la fuerza—, ¡Olivares centelleados
en estos campos de mi Andalucía, en las tardes cenicientas,
¡oh tierra en que nací! , cantar quisiera. bajo los cielos preñados
Tengo recuerdos de mi infancia, tengo de tormentas!...
imágenes de luz y de palmeras, Olivares, Dios os dé
y en una gloria de oro, los eneros
de lueñes campanarios con cigüeñas, de aguaceros,
de ciudades con calles sin mujeres, los agostos de agua al pie,
bajo un cielo de añil, plazas desiertas los vientos primaverales
donde crecen naranjos encendidos vuestras flores recamadas;
con sus frutas redondas y bermejas; y las lluvias otoñales,
y en un huerto sombrío, el limonero vuestras olivas moradas.
de ramas polvorientas Olivar, por cien caminos,
y pálidos limones amarillos, tus olivitas irán
que el agua clara de la fuente espeja, caminando a cien molinos.
un aroma de nardos y claveles Ya darán
y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena; trabajo en las alquerías
imágenes de grises olivares a gañanes y braceros,
bajo un tórrido sol que aturde y ciega, ¡oh buenas fuentes sombrías
y azules y dispersas serranías bajo los anchos sombreros!...
con arreboles de una tarde inmensa; ¡Olivar y olivareros,
mas falta el hilo que el recuerdo anuda bosque y raza,
al corazón, el ancla en su ribera, campo y plaza
o estas memorias no son alma. Tienen, de los fieles al terruño
en sus abigarradas vestimentas, y al arado y al molino,
señal de ser despojos del recuerdo, de los que muestran el puño
la carga bruta que el recuerdo lleva. al Destino,
Un día tornarán, con luz del fondo ungidos, los benditos labradores,
los cuerpos virginales a la orilla vieja. los bandidos caballeros,
los señores
Lora del Río, 4 de Abril de 1913. devotos y matuteros!...
¡Ciudades y caseríos
en la margen de los ríos,
en los pliegues de la sierra!...
CXXXII “Los olivos” ¡Venga Dios a los hogares
A Manolo Ayuso y a las almas de esta tierra
I de olivares y olivares!
¡Viejos olivos sedientos
II
A dos leguas de Úbeda, la Torre CXXXVI
de Pero Gil, bajo este sol de fuego, PROVERBIOS Y CANTARES
triste burgo de España. El coche rueda I
entre grises olivos polvorientos. Nunca perseguí la gloria
Allá, el castillo heroico. ni dejar en la memoria
En la plaza, mendigos y chicuelos: de los hombres mi canción;
una orgía de harapos... yo amo los mundos sutiles,
Pasamos frente al atrio del convento ingrávidos y gentiles
de la Misericordia. como pompas de jabón.
¡Los blancos muros, los cipreses negros! Me gusta verlos pintarse
¡Agria melancolía de sol y grana, volar
como asperón de hierro bajo el cielo azul, temblar
que raspa el corazón! ¡Amurallada súbitamente y quebrarse.
piedad, erguida en este basurero!...
Esta casa de Dios, decid, hermanos,
esta casa de Dios, ¿qué guarda dentro? II
Y ese pálido joven, ¿Para qué llamar caminos
asombrado y atento, a los surcos del azar?...
que parece mirarnos con la boca, Todo el que camina anda,
será el loco del pueblo, como Jesús, sobre el mar.
de quien se dice: es Lucas,
Blas o Ginés, el tonto que tenemos. III
Seguimos. Olivares. Los olivos A quien nos justifica nuestra desconfianza
están en flor. El carricoche lento, llamamos enemigo, ladrón de una esperanza.
al paso de dos pencos matalones, jamás perdona el necio si ve la nuez vacía
camina hacia Peal. Campos ubérrimos. que dio a cascar al diente de la sabiduría.
La tierra da lo suyo; el sol trabaja;
el hombre es para el suelo: IV
genera, siembra y labra Nuestras horas son minutos
y su fatiga unce la tierra al cielo. cuando esperamos saber,
Nosotros enturbiamos y siglos cuando sabemos
la fuente de la vida, el sol primero, lo que se puede aprender.
con nuestros ojos tristes,
con nuestro amargo rezo, V
con nuestra mano ociosa, Ni vale nada el fruto
con nuestro pensamiento cogido sin sazón...
—se engendra en el pecado, Ni aunque te elogie un bruto
se vive en el dolor. ¡Dios está lejos!—. ha de tener razón.
Esta piedad erguida
sobre este burgo sólido, sobre este basurero, VI
esta casa de Dios, decid, ¡oh santos De lo que llaman los hombres
cañones de von Kluck!, ¿qué guarda dentro? virtud, justicia y bondad,
una mitad es envidia,
CXXII y la otra no es caridad.
Una noche de verano
—estaba abierto el balcón XII
y la puerta de mi casa— ¡Ojos que a la luz se abrieron
la muerte en mi casa entró. un día para, después,
Se fue acercando a su lecho ciegos tornar a la tierra,
—ni siquiera me miró—, hartos de mirar sin ver!
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió. XIII
Silenciosa y sin mirarme, Es el mejor de los buenos
la muerte otra vez pasó quien sabe que en esta vida
delante de mí. ¿Qué has hecho? todo es cuestión de medida:
La muerte no respondió. un poco más, algo menos...
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón. XVI
¡Ay, lo que la muerte ha roto El hombre es por natura la bestia paradójica,
era un hilo entre los dos! un animal absurdo que necesita lógica.
Creó de nada un mundo y, su obra terminada,
«Ya estoy en el secreto—se dijo—: todo es
nada.» XXXV
Hay dos modos de conciencia:
XXIII una es luz, y otra paciencia.
No extrañéis, dulces amigos, Una estriba en alumbrar
que esté mi frente arrugada. un poquito el hondo mar;
Yo vivo en paz con los hombres otra, en hacer penitencia
y en guerra con mis entrañas. con caña o red, y esperar
el pez, como pescador.
XXIV Dime tú: ¿Cuál es mejor?
De diez cabezas, nueve ¿Conciencia de visionario
embisten y una piensa. que mira en el hondo acuario
Nunca extrañéis que un bruto peces vivos,
se descuerne luchando por la idea. fugitivos,
que no se pueden pescar,
XXVI o esta maldita faena
Poned sobre los campos de ir arrojando a la arena,
un carbonero, un sabio y un poeta. muertos, los peces del mar?
Veréis cómo el poeta admira y calla,
el sabio mira y piensa...
Seguramente, el carbonero busca
las moras o las setas. XLI
Llevadlos al teatro Bueno es saber que los vasos
y sólo el carbonero no bosteza. nos sirven para beber;
Quien prefiere lo vivo a lo pintado lo malo es que no sabemos
es el hombre que piensa, canta o sueña. para qué sirve la sed.
El carbonero tiene
llena de fantasías la cabeza.

XXVII XLVII
¿Dónde está la utilidad Cuatro cosas tiene el hombre
de nuestras utilidades? que no sirven en la mar:
Volvamos a la verdad: ancla, gobernalle y remos,
vanidad de vanidades. y miedo de naufragar.

XXIX
Caminante, son tus huellas LII
el camino, y nada más; Discutiendo están dos mozos
caminante, no hay camino: si a la fiesta del lugar
se hace camino al andar. irán por la carretera
Al andar se hace camino, o a campo traviesa irán.
y al volver la vista atrás Discutiendo y disputando
se ve la senda que nunca empiezan a pelear.
se ha de volver a pisar. Ya con las trancas de pino
Caminante, no hay camino, furiosos golpes se dan;
sino estelas en la mar. ya se tiran de las barbas,
que se las quieren pelar.
XXX Ha pasado un carretero,
«El que espera desespera», que va cantando un cantar:
dice la voz popular. «Romero, para ir a Roma,
¡Qué verdad tan verdadera! lo que importa es caminar;
La verdad es lo que es, a Roma por todas partes,
y sigue siendo verdad por todas partes se va.»
aunque se piense al revés.

XXXIII CXXXVII
Soñé a Dios como una fragua PARÁBOLAS
de fuego que ablanda el hierro, I
como un forjador de espadas, Era un niño que soñaba
como un bruñidor de aceros un caballo de cartón.
que iba firmando en las hojas Abrió los ojos el niño
de luz: Libertad.—Imperio. y el caballito no vio.
Con un caballito blanco IV
el niño volvió a soñar; Consejos
y por la crin lo cogía... Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
¡Ahora no te escaparás! —así en la costa un barco-, sin que el partir te
Apenas lo hubo cogido, inquiete.
el niño se despertó. Todo el que aguarda sabe que la victoria es
Tenía el puño cerrado. suya;
¡El caballito voló! porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Quedóse el niño muy serio Y si la vida es corta
pensando que no es verdad y no llega la mar a tu galera,
un caballito soñado. aguarda sin partir y siempre espera,
Y ya no volvió a soñar. que el arte es largo y, además, no importa.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía: V
¿Tú eres de verdad o no? Profesión De Fe
Cuando el mozo se hizo viejo Dios no es el mar, está en el mar; riela
pensaba: Todo es soñar, como luna en el agua, o aparece
el caballito soñado como una blanca vela;
y el caballo de verdad. en el mar se despierta o se adormece.
Y cuando vino la muerte, Creó la mar, y nace
el viejo a su corazón de la mar cual la nube y la tormenta;
preguntaba: ¿Tú eres sueño? es el Creador y la criatura lo hace;
¡Quién sabe si despertó! su aliento es alma, y por el alma alienta.
Yo he de hacerte, mi Dios, cual Tú me hiciste,
y para darte el alma que me diste
en mí te he de crear. Que el puro río
de caridad que fluye eternamente,
II fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío,
''A D. Vicente Ciurana'' de una fe sin amor la turbia fuente!
Sobre la limpia arena, en el tartesio llano
por donde acaba España y sigue el mar,
hay dos hombres que apoyan la cabeza en la VI
mano: El Dios que todos llevamos,
uno duerme, y el otro parece meditar. el Dios que todos hacemos,
El uno, en la mañana de tibia primavera, el Dios que todos buscamos
junto a la mar tranquila, y que nunca encontraremos.
ha puesto entre sus ojos y el mar que Tres dioses o tres personas
reverbera, del solo Dios verdadero.
los párpados, que borran el mar en la pupila.
Y se ha dormido, y sueña con el pastor Proteo,
que sabe los rebaños del marino guardar VII
y sueña que le llaman las hijas de Nereo, Dice la razón: Busquemos
y ha oído a los caballos de Poseidòn hablar. la verdad.
El otro mira al agua. Su pensamiento flota; Y el corazón: Vanidad.
hijo del mar, navega-o se pone a volar—. La verdad ya la tenemos.
Su pensamiento tiene un vuelo de gaviota, La razón: ¡Ay, quién alcanza
que ha visto un pez de plata en el agua saltar. la verdad!
Y piensa: «Es esta vida una ilusión marina El corazón: Vanidad.
de un pescador que un día ya no puede La verdad es la esperanza.
pescar.» Dice la razón: Tú mientes.
El soñador ha visto que el mar se le ilumina, Y contesta el corazón:
y sueña que es la muerte una ilusión del mar. Quien miente eres tú, razón,
que dices lo que no sientes.
III La razón: Jamás podremos
Érase de un marinero entendernos, corazón.
que hizo un jardín junto al mar, El corazón: Lo veremos.
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor, VIII
y el jardinero se fue Cabeza meditadora,
por esos mares de Dios. ¡qué lejos se oye el zumbido
de la abeja libadora!
Echaste un velo de sombra sobre al fondo de mi crisol.
el bello mundo, y vas De la mar al precepto,
creyendo ver porque mides del precepto al concepto,
la sombra con un compás. del concepto a la idea
Mientras la abeja fabrica, —¡oh la linda tarea!—,
melifica, de la idea a la mar.
con jugo de campo y sol, ¡Y otra vez a empezar!
yo voy echando verdades
que nada son, vanidades

NUEVAS CANCIONES (1924)

CLIV “Olivo del camino” Al palacio de un rey llegó la dea,


A la memoria de D. Cristóbal Torres sólo divina en el mirar sereno,
I ocultando su forma gigantea
Parejo de la encina castellana de joven talle y redondo seno,
crecida sobre el páramo, señero trocado el manto azul por burda lana,
en los campos de Córdoba la llana como sierva propicia a la tarea
que dieron su caballo al Romancero, de humilde oficio con que el pan se gana.
lejos de tus hermanos De Keleos la esposa venerable,
que vela el ceño campesino -enjutos que daba al hijo en su vejez nacido,
pobladores de lomas y altozanos, a Demofón, un pecho miserable,
horros de sombra, grávidos de frutos-, la reina de los bucles de ceniza,
sin caricia de mano labradora del niño bien amado
que limpie tu ramaje, y por olvido, a Deméter tomó para nodriza.
viejo olivo, del hacha leñadora, Y el niño floreció como criado
¡cuán bello estás junto a la fuente erguido, en brazos de una diosa,
bajo este azul cobalto, o en las selvas feraces
como un árbol silvestre espeso y alto! -así el bastardo de Afrodita hermosa-
al seno de las ninfas montaraces.
II
Hoy, a tu sombra, quiero V
ver estos campos de mi Andalucía, Mas siempre el ceño maternal espía,
como a la vera ayer del Alto Duero y una noche, celando a la extranjera,
la hermosa tierra de encinar veía. vio la reina una llama. En roja hoguera
Olivo solitario, a Demofón, el príncipe lozano,
lejos de olivar, junto a la fuente, Deméter impasible revolvía,
olivo hospitalario y al cuello, al torso, al vientre, con su mano
que das tu sombra a un hombre pensativo una sierpe de fuego le ceñía.
y a un agua transparente, Del regio lecho, en la aromada alcoba,
al borde del camino que blanquea, saltó la madre; al corredor sombrío
guarde tus verdes ramas, viejo olivo, salió gritando, aullando, como loba
la diosa de ojos glaucos, Atenea. herida en las entrañas: ¡hijo mío!

III VI
Busque tu rama verde el suplicante Deméter la miró con faz severa.
para el templo de un dios, árbol sombrío; -Tal es, raza mortal, tu cobardía.
Deméter jadeante Mi llama el fuego de los dioses era.
pose a tu sombra, bajo el sol de estío. Y al niño, que en sus brazos sonreía:
Que reflorezca el día -Yo soy Deméter que los frutos grana,
en que la diosa huyó del ancho Urano, ¡oh príncipe nutrido por mi aliento,.
cruzó la espalda de la mar bravía, y en mis brazos más rojo que manzana
llegó a la tierra en que madura el grano. madurada en otoño al sol y al viento!...
Y en su querida Eleusis, fatigada, Vuelve al halda materna, y tu nodriza
sentóse a reposar junto al camino, no olvides, Demofón, que fue una diosa;
ceñido el peplo, yerta la mirada, ella trocó en maciza
lleno de angustia el corazón divino... tu floja carne y la tiñó de rosa,
Bajo tus ramas, viejo olivo, quiero y te dio el ancho torso, el brazo fuerte,
un día recordar del sol de Homero. y más te quiso dar y más te diera:
con la llama que libra de la muerte,
IV la eterna juventud por compañera.
hay una tercera cosa.
VII Adivínala.
La madre de la bella Proserpina VIII
trocó en moreno grano, Hoy es siempre todavía.
para el sabroso pan de blanca harina, XV
aguas de abril y soles de verano. Busca a tu complementario,
Trigales y trigales ha corrido que marcha siempre contigo,
la rubia diosa de la hoz dorada, y suele ser tu contrario.
y del campo a las eras del ejido, XVII
con sus montes de mies agavillada, En mi soledad
llegaron los huesudos bueyes rojos, he visto cosas muy claras,
la testa dolorida al yugo atada, que no son verdad.
y con la tarde ubérrima en los ojos. XXXVI
De segados trigales y alcaceles No es el yo fundamental
hizo el fuego sequizos rastrojales; eso que busca el poeta,
en el huerto rezuma el higo mieles, sino el tú esencial.
cuelga la oronda pera en los perales, XXXIX
hay en las vides rubios moscateles, Busca en tu prójimo espejo;
y racimos de rosa en los parrales pero no para afeitarte,
que festonan la blanca almacería ni para teñirte el pelo.
de los huertos. Ya irá de glauca a bruna, XL
por llano, loma, alcor y serranía, Los ojos por que suspiras,
de los verdes olivos la aceituna... sábelo bien,
Tu fruto, ¡oh polvoriento del camino los ojos en que te miras
árbol ahíto de la estiva llama!, son ojos porque te ven.
no estrujarán las piedras del molino, XLII
aguardará la fiesta, en la alta rama, Enseña el Cristo: a tu prójimo
del alegre zorzal, o el estornino amarás como a ti mismo,
lo llevará en su pico, alborozado. mas nunca olvides que es otro.
Que en tu ramaje luzca, árbol sagrado, LXXXV
bajo la luna llena, ¿Tu verdad? No, la Verdad,
el ojo encandilado y ven conmigo a buscarla.
del búho insomne de la sabia Atena. La tuya, guárdatela.
Y que la diosa de la hoz bruñida
y de la adusta frente
materna sed y angustia de uranida
traiga a tu sombra, olivo de la fuente.
Y con tus ramas la divina hoguera
encienda en un hogar del campo mío,
por donde tuerce perezoso un río
que toda la campiña hace ribera
antes que un pueblo, hacia la mar, navío.

“Proverbios y cantares”
I
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
II
Para dialogar,
preguntad, primero;
después... escuchad.
III
Todo narcisismo
es un vicio feo,
y ya viejo vicio.
IV
Mas busca en tu espejo al otro,
al otro que va contigo.

V
Entre el vivir y el soñar

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