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que pasan los años, los acontecimientos vividos se acumulan y nos

van constituyendo en nuestra complejidad. De igual manera, todo en


el universo continúa en su creciente complejidad. Complejidad que
se da entre innumerables patrones de orden provisorios, temporales
y relativos, que intentan mantener todo unido, y los constantes des-
equilibrios que obligan a buscar nuevos caminos para constituir nuevos
órdenes (Wallerstein, 2001: 241).
Morin afirma también, que la complejidad es un desafío, no una
respuesta. Es una posibilidad de pensar y conocer trascendiendo lo
que aparentemente se nos presenta como lo enredado, incierto, des-
ordenado, ambiguo y contradictorio. Se nos presenta así, dado que el co-
nocimiento complejo participa de la incertidumbre y apertura en el
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devenir de todo lo vivo (1990: 22).

¿Cómo podemos conocer la realidad compleja?

El método científico clásico fue concebido en sus orígenes a partir del


conocimiento racional de los griegos para disipar la aparente comple-
jidad de los fenómenos. Su propósito era el descubrir el orden sim-
ple de los principios y las leyes que los rigen. Así, el paradigma de
la simplificación inició su recorrido por la historia de la ciencia y sus
aplicaciones tecnológicas, revelando una extraordinaria fecundidad
en el conocimiento de la realidad y generando una gran diversidad de
productos para el beneficio humano.
El modelo científico clásico tomó al pie de la letra el segundo “pre-
cepto” establecido por Descartes en su Discurso de método (1637): “di-
vidir cada una de las dificultades” en el proceso de conocer, a fin de
examinar cada dificultad, “en tanto parcelas como sea posible y que
se requiera para resolverlas mejor” (Descartes, citado en Vilar, 1997:
48–49). El método, por tanto, consistió en enfatizar el análisis, la se-
paración de lo que viene junto, la reducción del conjunto, la simplifi-
cación de lo complejo. A partir de estos énfasis pueden compararse

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los dos paradigmas, el de la simplificación y la complejidad (véase el
cuadro 1.1).
Sin embargo, como advierte Edgar Morin, los intentos de simplifica-
ción de la complejidad, si bien pueden producir elucidación, también
puede resultar en ceguera, al no reconocer que la complejidad aparece
donde la simplicidad falla, cuando solo intenta poner orden, claridad,
distinción, precisión al conocimiento (1990: 21–23). Abordar un pro-
blema que ha de ser resuelto sin considerar su contexto, puede aliviar
temporalmente sus síntomas, pero, a largo plazo, puede ser más efecti-
vo tener en cuenta el entorno en el que se manifiesta. La consecuencia
de la disyunción del objeto con su entorno provoca que los mismos
progresos científicos y tecnológicos estén incidiendo en las crecientes
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amenazas que están poniendo en riesgo la supervivencia misma de la


especie humana y aun de todo lo vivo.
Lo cual resulta paradójico, pues nos pudiéramos preguntar: ¿cómo
es posible que, habiendo cultivado la racionalidad científica y aplicado
técnicamente sus aportaciones, estemos ahora en un riesgo planetario
como nunca antes la humanidad lo había experimentado?
Ante los crecientes cuestionamientos y problemas que se fueron
acumulando dentro de la concepción del método científico clásico,
fueron apareciendo diversas aportaciones de científicos de diversas
disciplinas, así como de epistemólogos, filósofos e historiadores de la
ciencia, que ofrecieron elementos para observar y analizar de mejor
manera la realidad. No disgregándola y aislándola sino problematizán-
dola y complejizándola.
De esta manera, fueron emergiendo diversos planteamientos para
la comprensión de la realidad compleja y de la organización viviente o
de los sistemas vivos. Tal es el caso de la teoría de sistemas dinámicos,
la teoría de la complejidad, la dinámica no–lineal, la dinámica de redes,
etcétera, donde conceptos como los de atractores caóticos, fractales, es-
tructuras disipativas, autorganización o redes autopoiéticas son algunos
de sus conceptos clave (Capra, 1998: 20).

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Cuadro 1.1 Paradigma de la simplificación y la complejidad

Paradigma de la simplificación Paradigma de la complejidad

Reducción: de lo complejo a lo simple; del conjunto Inclusión: en lo complejo, el todo en la parte y la


a lo elemental. parte en el todo.

Rechazo (reyección): de lo aleatorio, del desorden, Aceptación: de lo aleatorio, del desorden, de lo


de lo singular, de lo individual. singular, de lo individual.

Disyunción: separación entre objetos y contexto; Unión: del objeto con su contexto; del sujeto con el
entre sujeto y objeto; entre saberes y disciplinas. objeto; articulación de saberes y disciplinas.
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Siguiendo a Edgar Morin, podemos reconocer diversos rasgos que


pueden ayudar a acercarse al conocimiento de una realidad compleja
(1982a: 342–346):

• La necesidad de asociar el objeto que se pretende conocer con su


entorno o contexto.
• El asumir la relación que se establece entre el objeto observado y
el sujeto observador.
• El concebir al objeto de conocimiento como organización (vivien-
te, social), como actividad productora (lo que implica reconocer el
movimiento del objeto y de su observador).
• El no centrar el fundamento del conocimiento en la búsqueda de
los elementos simples sino en lo compuesto (lo que supone articular
las diversas contribuciones de disciplinas y saberes).
• El afrontar las contradicciones e incertidumbres ocultas en el co-
nocimiento (y, en consecuencia, aceptar la necesaria apertura de
todo conocimiento).
• El aceptar el conocimiento como un conocimiento provisional y
relativo, no como algo demostrado o verificado definitivamente.
• El reconocer otro tipo de conocimientos no científicos que inter-
vienen en el conocimiento de lo real (pues el conocimiento científi-

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co no puede encerrar a todo el universo en su caja; lo real es enorme,
por lo que este tiene que dialogar con lo inconcebible y lo indecible).

Sobre cada uno de estos rasgos o principios del conocimiento, sobre


su interrelación y sus implicaciones para el conocimiento de lo social,
me referiré en los siguientes capítulos.
La complejidad supone un nuevo proceder del pensamiento y el
conocimiento, un nuevo saber y proceder sobre nuestra realidad na-
tural y humana. El método para el abordaje de la realidad compleja
no puede ser una receta o un decálogo sino que tiene que ser, y solo
puede ser, una serie de principios generativos y de sugerencias para
adentrarse en la búsqueda del conocimiento. Principios y sugerencias
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que siempre deberán reflexionarse y reformularse, pues en la visión


paradigmática de la complejidad, no hay un fundamento fijo, eterno y
absoluto para producir el conocimiento científico. Por estas razones,
la idea de complejidad conlleva la imperfección y la incompletud en
el proceso de conocimiento (Morin, 1990: 134).
El reto es avanzar en la búsqueda de una nueva forma de conocer, con
capacidad de cierre y apertura, con aspiración a generar una espiral
cognitiva,3 que permita el saber de lo uno y lo diverso, y de lo múltiple
en lo uno. El desafío es intentar proponer estrategias e instrumentos
para desarrollar una nueva inteligencia social, promotora de un más
y mejor conocimiento para pensar en alternativas a las problemáti-
cas humanas y sociales que enfrentamos y continuaremos enfrentando.
Siendo esto así, no está por demás reconocer con sinceridad los
constreñimientos, los errores y las ilusiones de lo que en este escrito
planteo.

3. “El conocimiento es una aventura en espiral que tiene un punto de partida histórico, pero no tiene
término, que debe sin cesar realizar círculos concéntricos; es decir, que el descubrimiento de un
principio simple no es el término; reenvía de nuevo al principio simple que ha esclarecido en parte”
(Morin, 2005b: 28).

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¿Qué aporta el conocimiento complejo?

A partir de lo anteriormente expuesto podemos entender que el cono-


cimiento complejo tenga la posibilidad de completar o hacer avanzar
a la ciencia monodisciplinar, “ciencia salvaje de principio”, y, a través
de los años por venir, podamos ver otro lado de la realidad. Con esta
nueva visión del conocimiento podremos comprender, y lamentar
a la vez, el haber avanzado durante siglos caminando con una sola
pierna y con un solo ojo, en rutas asignadas para cada disciplina parti-
cular. Cada disciplina con sus propios métodos exclusivos, sus técnicas
de investigación alineadas a sus profesiones, sus particulares usos,
costumbres gremiales y oficios intelectuales.
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En este sentido escribe el filósofo español Juan Gavilán, en un pe-


queño y hermoso libro sobre los límites de la razón:

Evidentemente, la ciencia nos puede dar una serie de lecciones apa-


bullantes en cuanto a la complejidad de la realidad. Se convierte en
una necesidad absoluta la revisión desgarradora de nuestra concep-
ción del mundo, de nosotros mismos y de nuestras relaciones con
el cosmos y con la naturaleza (2001: 108).

Y, más adelante, añade:

El conocimiento que la física y la biología nos han suministrado


acerca de la realidad nos impedía considerarla desde la dimensión
de la simplicidad; pero, al mismo tiempo, es la complejidad de la
realidad, encontrada al cabo de los conocimientos de la física y de
la biología, lo que nos ha puesto en la pista de la complejidad del saber
humano. Los avances del conocimiento nos han llevado a aceptar la
complejidad del hombre y de la sociedad; pero, a la vez, la comple-
jidad del hombre y de la sociedad nos han impuesto en la necesidad
de reconocer la complejidad del conocimiento humano (2001: 108).

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El conocimiento complejo puede llegar a ser un conocimiento más
liberado, más inter y transdisciplinar, un conocimiento que intenta dar
cuenta de la realidad entrelazada en la que existimos. De este escena-
rio, la especialización sobrevivirá, alcanzando nuevos y espectaculares
rendimientos, sobre todo si es capaz de insertarse en el conocimiento
de los conjuntos y de las totalidades relativas.
Tal vez resulte ilustrativo lo que comenta el antropólogo francés
Lévi–Strauss sobre este tema. La explicación científica, dice, no consiste,
como tendemos a imaginar, en la reducción de lo complejo a lo sim-
ple. Más bien consiste en “sustituir por una complejidad más inteligible
una complejidad que lo es menos”. En las ciencias humanas, continua,
“la explicación a menudo consiste en sustituir cuadros simples por cua-
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dros complejos, procurando conservar, de alguna manera, la claridad


persuasiva que presentan los cuadros simples” (Lévi–Strauss, citado
en Geertz, 1997: 43).
Por otra parte, es importante recordar que en el conocimiento
complejo no hay hallazgo sin pérdida, aprendizaje sin desaprendiza-
je, cambio de paradigmas sin resistencias, respuestas sin el surgimiento
de nuevas preguntas, o comprobaciones sin incertidumbres. Como bien
dice Alfredo Gutiérrez Gómez, a quien hemos seguido en estos últimos
párrafos:

La ignorancia es la parte importante del conocimiento. El error es


el momento fundamental de la investigación. El misterio siempre
va por delante de la ilustración. Es ese faltante el que atrae, no la
saciedad (2005: 24).

El reconocimiento de la ignorancia, del error y del misterio es la base


imprescindible para encaminarse a la búsqueda del conocimiento com-
plejo.

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