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(30 años)
(Freud)
A fines de 1892
Inglesa
, joven dama a quien él trataba a causa de una rinitis infecciosa
de recurrencia crónica.
Viena (alrededores
Limpieza- en casa de un director de fábrica
Sufría de desazón y fatiga, la perseguían
sensaciones olfatorias subjetivas; en materia de síntomas
histéricos, mostraba una analgesia general bastante
nítida a pesar de conservar intacta la sensibilidad táctil;
el primer empeño de entender el caso clínico no se
podía menos que sujetar las sensaciones olfatorias subjetivas,
como alucinaciones recurrentes, a la interpretación de tjue
eran unos síntomas histéricos permanentes.
Miss Lucy R. no cayó sonámbula cuando intenté hipnotizarla.
Renuncié entonces al sonambulismo e hice todo el
análisis con ella en un estado que se distinguiría apenas del
normal
Así me encontré frente a la opción de abandonar el método
catártico en la mayoría de los casos que podían ser
aptos para él, o intentar aplicarlo fuera del sonambulismo
allí donde el influjo hipnótico era leve o aun dudoso.
al renunciar al sonambulismo me perdía quizás una
condición previa sin la cual el método catártico parecía inaplicable.
Me resolví a partir de la premisa de que también
mis pacientes sabían todo aquello que pudiera tener una
significatividad patógena, y que sólo era cuestión de constreñirlos
a comunicarlo. Así, cuando llegaba a un punto en
que a la pregunta: «¿Desde cuándo tiene usted este síntoma?
» o «¿A qué se debe eso?», recibía por respuesta: «Realmente
no lo sé», procedía de la siguiente manera:
Ponía la
mano sobre la frente del enfermo, o tomaba su cabeza entre
mis manos, y le decía: «Ahora, bajo la presión de mi mano,
se le ocurrirá. En el instante en que cese la presión, usted
verá ante sí algo, o algo se le pasará por la mente como súbita
ocurrencia, y debe capturarlo. Es lo que buscamos. —
Pues bien; ¿qué ha visto o qué se le ha ocurrido?».
veces recibía también por respuesta,
tras arrancar la comunicación a la tercera o cuarta presión:
«Sí, ya lo supe desde la primera vez, pero justamente a eso
no he querido decirlo», o «Esperaba que no fuera eso».
He aquí, su respuesta,
«Sí, creo que
es así». — «Pero si usted sabía que amaba al director, <;poí
qué no me lo dijo?». — «Es que yo no lo sabía o, mejor,
no quería saberlo; quería quitármelo de la cabeza, no pensar
nunca más en ello, y aun creo que en los últimos tiempos
lo había conseguido».*.— «¿Por qué no quería confesarse
usted esa inclinación? ¿Le daba vergüenza amar a un hombre?
». — «¡Oh, no! No soy una irracional mojigata, una no
es responsable de sus sentimientos. Pero ello me resultaba
penoso sólo porque él es el patrón a cuyo servicio estoy, en
cuya casa vivo, y respecto de quien yo no siento en mi interior,
como hacia otro cualquiera, una independencia total. Y
porque yo soy una muchacha pobre y él es un hombre rico de
buena familia; se me reirían si vislumbraran algo de esto».