You are on page 1of 8

Trabajo de síntesis HIA

Introducción
A la hora de atender las cuestiones que nos planteamos hoy, necesitamos conocer su comienzo. Por eso la importancia
de la historia en nuestra vida, y por tal en nuestra formación. Para hablar de nuestro país debemos ubicar a los primeros
hombres que habitaron nuestras tierras: los aborígenes, cómo llegaron al país, las tribus más representativas a la llegada
de los españoles y todo el trabajo de evangelización realizado por estos. El siguiente trabajo de síntesis se enmarca dentro
del primer bloque de la materia: “La Iglesia en el Río de la Plata y Tucumán”, y lleva como título: “La Aurora Evangélica”.

La Aurora Evangélica

Fuente: surdelsur.com/es/primeros-pobladores/

A. Los primeros pobladores del actual territorio argentino

Miles de años en el atrás, tribus de cazadores llegaban desde el norte del continente americano en busca de una tierra
donde establecerse. Aquellas primeras tribus de cazadores que llegaron al continente hace unos 30.000 años provenían
de Asia y llegaron a América a través del estrecho de Bering. Al actual territorio argentino arribaron 18.000 años más tarde
y ocuparon distintas regiones con sus correspondientes particularidades. Los primeros pobladores de Argentina, podrían
clasificarse en tres grandes tipologías: los huárpidos, los láguidos y los patagónidos, los cuales se identificarían como los
tres núcleos que intervinieron en la población del país.

Existen huellas de la presencia del hombre en nuestro territorio que habrían pertenecido al Paleolítico, Mesolítico y
Neolítico. Entre los vestigios más antiguos, se encuentran los yacimientos que datan de hace 8000 años. Estos yacimientos
se hallan ubicados, en las regiones montañosa central y en la Patagonia. En tanto en el extremo sur y canales fueguinos,
la llanura, el litoral y la Mesopotamia, los primeros pobladores alcanzarían unos 6000 años de antigüedad.

Región Montañosa

Los primeros pobladores de argentina, habitantes prehistóricos de las zonas montañosas, tuvieron predilección por gua-
recerse en cuevas y grutas. Los vestigios humanos más lejanos en el tiempo hallados en montañas del territorio argentino
fueron encontrados en Ayamapitín, Córdoba e Inti Huasi en San Luis con una antigüedad aproximada de 8.000 años. En
esta zona se habrían establecido los grupos huárpidos del Paleolítico superior e inferior. Eran individuos de alta talla y
abundante cabellera y barba.

En el período denominado período Neolítico temprano, la cultura más antigua se sitúa en Tafí del Valle, Tucumán, 2.500
años en el pasado, sabiéndose de ellos tan sólo que estaban constituidos por familias extensas y que trabajaban la cerá-
mica y la piedra.

En el período Neolítico medio la expresión más importante que señalaba la existencia de una cultura fue hallada en La
Aguada, donde se encontraron cerámicas complejas con formas antropomórficas. Los primeros pobladores estuvieron
dedicados al cultivo del maíz, a la cerámica y al trabajo en bronce en hachas y pectorales. Su influencia se extendió desde
Catamarca hasta las provincias de San Juan, La Rioja, entre los años 650 y 800.

En el período Neolítico tardío, desde el año 850 hasta 1480, se formaron las primeras concentraciones demográficas
importantes, con el desarrollo de urbanizaciones.
En las Llanuras

Los primeros pobladores de la llanura fueron los antiguos pampas, cazadores de guanacos, extinguidos a comienzos del
siglo XVIII y suplantados por los araucanos procedentes de Chile. Su hábitat se extendía desde el Atlántico hasta el Des-
aguadero-Salado; y desde el sur de las sierras de San Luis y Córdoba a las Sierras al Sur de Buenos Aires. En Tandil exacta-
mente, fueron encontrados rastros de los primeros pobladores que trabajaron la piedra y la cerámica hace aproximada-
mente 6.000 años. Las ocupaciones de la costa atlántica; las cuencas de los ríos Salados, Atuel y Colorado; y posterior-
mente Bolivar, aparentemente derivan de la zona de Tandil.

Region de Mesopotamia

Los primeros pobladores del litoral, pertenecerían a los láguidos, de estatura regular, originarios de Lagoa Santa en Brazil.
Se asentaron en la ribera platense, a orilla de ríos y lagunas. Según Osvaldo Menghin, arqueólogo austríaco radicado en
nuestro país, en El dorado Misionero, antes de ser una zona selvática, habría habitado una cultura paleolítica, que dio en
llamar altoparanaense, y cuya antigüedad se calcula en 6000 años. Esos hombres del Alto Paraná practicaban la agricultura
rudimentaria, eran cazadores de sabana y su cultura los liga a los pueblos del Planalto brasileño.

Los brasílidos de baja estatura, rechonchos, lampiños, de características mongoloides, representan el período Neolítico.
Este pueblo se dispersó por las tierras bajas y cálidas del Amazonas y Orinoco y siguieron la ruta de los ríos Paraná y Para-
guay. Habrían llegado a territorio argentino hace unos 3000 años. Hubo otras corrientes de ascendencia amazónica como
la de los guaraníes que aportó elementos culturales propios, en su incipiente agricultura, sus cerámicas y tejidos trenzados.

En la Patagonia

Los patagónidos, de alta talla y complexión robusta, son los primeros pobladores que tuvieron su hábitat en la Patagonia.
Se refugiaron en grutas y cuevas, donde fueron encontradas muestras de arte rupestre, que evidencian la existencia de
este grupo humano.

Poblaciones del mesolítico, del tipo de los fuéguidos, de baja estatura, lampiños y de aspecto mongoloide, como los
canoeros magallánicos, se establecieron en el extremo sur de los canales fueguinos, entre los 2500 a 1500 años antes de
nuestra era. Utilizaban botes y arpones para la caza de mamíferos marinos y recolectaban moluscos.

B. Las poblaciones indígenas a


la llegada de los españoles
Con la llegada de los conquistadores españoles
en el Siglo XVI los pueblos indígenas vieron trun-
cadas sus posibilidades de desarrollar su cultura.
Sólo algunos lograron sobrevivir a los cambios
que el devenir histórico les impuso, pero sin lu-
gar a dudas constituyen buena parte de la esen-
cia de la población argentina actual. Para sinteti-
zar el complejo panorama de los diferentes gru-
pos culturales de los pueblos originarios se pue-
den dividir de acuerdo a su hábitat en pueblos
indígenas del Noroeste, Sierras Centrales, Cuyo,
Pampa, Patagonia, Neuquén, Chaco, Litoral y
Mesopotamia.

Pueblos Indígenas del Noroeste

La cultura Diaguita fue la más compleja y nume-


rosa de las poblaciones aborígenes. Formaban
parte del pueblo Diaguita, los Pulares, Luraca-
taos, Chicoanas, Tolombones, Yocaviles, Quil-
mes, Tafis, Hualfines entre otros. Estos pueblos
indígenas compartían la lengua Cacá o Cacán, la
organización social y la cosmovisión era similar.
La cultura Diaguita representaba un 75% de los
pueblos indígenas de Argentina a la llegada de
los conquistadores. Aproximadamente unos
200.000 indígenas conformaban este pueblo a la
llegada de los españoles. Eran sedentarios, se de-
dicaban a la agricultura, utilizaban el sistema de
riego por canales para sus cosechas de maíz, za-
pallo y porotos. Eran criadores de llamas y utili-
zaban la lana para sus tejidos. Recolectaban algarroba y chañar. Se destacaban por su cerámica y el trabajo en metal.
Adoraban al Sol, el trueno y el relámpago. Tenían jefaturas similares a los cacicazgos y sus familias eran monógamas. A
partir de 1480 quedaron bajo el dominio Inca.

Pueblos Indígenas de las Sierras

La zona de las sierras centrales se distribuyó entre los pueblos indígenas Comechingones, en el Oeste de Córdoba y el
Valle de Conlara en San Luis; y los Sanavirones, en el Norte de Córdoba. Vivían de la caza, la recolección y la pesca además
del pastoreo de Llamas; cosechaban maíz, porotos y zapallos. Adoraban al Sol y a la Luna. La familia extensa era el núcleo
de la comunidad. Un conjunto de familias era una parcialidad a cargo de un cacique, cargo probablemente hereditario.
Empalizadas de troncos rodeaban las viviendas que eran de gran tamaño, probablemente para albergar varias familias.

Pueblos Indígenas de la Zona de Cuyo

La cultura de los Huarpes ocupó las actuales provincias de San Juan, San Luis y Mendoza. Los Allentiac y Milcayac eran
los subgrupos principales. La vivienda era de piedra en la zona montañosa, y en la llanura se hacía con quincha1. Adoraban
al sol, la luna y al lucero del alba. Eran pueblos agricultores sedentarios, cultivaban maíz y zapallo. Recolectaban algarroba
con la que preparaban el patay y la chicha o aloja2. También cazaban guanacos, vizcachas y ñandúes; utilizando arcos y
flechas; y las boleadoras. Practicaban la pesca en las lagunas.

Pueblos Indígenas de la Región Pampeana y Patagónica

En la Pampa y la Patagonia habitaron gran cantidad de comunidades, con tres ramas principales. Los antiguos Pampas
también denominados Querandíes, habitantes de La Pampa y Buenos Aires, fueron suplantados por los Araucanos prove-
nientes de Chile. Los Guenaken o Tehuelches ocupaban el Norte de la región Patagónica; los Patagones o Chonecas el Sur
y los Onas se ubicaban en Tierra del Fuego. Los distintos grupos indígenas habitantes de esta zona tenían características
comunes. Cazaban liebres, zorros, ñandúes y también pescaban especialmente los Onas. Vivían agrupados en familias
extensas que componían grupos de un centenar de individuos liderados por un cacique.

Pueblos Indígenas de la Zona de Neuquén

La cultura Pehuenche estaba instalada en Neuquén, vivían de la caza y la recolección, estaban agrupados en bandas
formadas por familias y creían en un ser supremo que moraba más allá del mar.

Pueblos Indígenas de la Zona del Chaco

En el Chaco, Formosa, norte de Santa Fe, noreste de Santiago del Estero y este de Salta; habitaron los Tobas, Mocovíes
y los Abipones. El total de la cultura recibe el nombre genérico de un subgrupo, se los denomina Guaycurúes. Son de
origen patagónico, fornidos de gran estatura y dentadura perfecta. Vestían mocasines y manto de pieles al uso de los
Patagones.

Los Abipones, que luego se extinguieron, habitaban en la ribera Norte del Río Bermejo inferior. Los Tobas y Pilagaes
ocupaban parte de Formosa. Los Mocovíes vivían en la frontera del antiguo Tucumán. Los Tobas y Pilagaes ocupaban parte
de Formosa. Los pueblos Guaycurúes recibieron influencias de los usos y costumbres de los pueblos circundantes y luego
de los españoles, pero lucharon para no someterse al conquistador. A principios del Siglo XVIII adoptaron de los españoles
el caballo y lucharon activamente contra la dominación española, asediando las ciudades como Concepción del Bermejo
y estancias. Eran básicamente cazadores y recolectores de frutos silvestres, abundantes en la zona. Estaban integrados en
un sistema de bandas lideradas por un cacique. Las familias eran monógamas, pero a los jefes les estaba permitido la
poligamia. Creían en un ser supremo, creador del mundo. Otros grandes grupos culturales de esta región eran los Mataco-
Mataguayo, los Chiriguanos y los Chané.

Pueblos Indígenas de la Región del Litoral y Mesopotamia

La cultura Guaraní fue la predominante de esta zona. Eran sedentarios y agricultores. Cultivaban sus parcelas durante
un par de años, cuando se agotaba la tierra, trasladaban la aldea a otra parte. Vivían en grandes casas donde se alojaban
varias familias. Creían en un paraíso perdido al que regresarían algún día, guiados por un Chaman o Mesías. Habitaban la
zona también los Chaná-Timbú, los Caingang y los Charruas.

C. Itinerario de la Conquista
1. Primeras manifestaciones de vida religiosa
La Santa Cruz en el Plata

Capitaneado por Juan Díaz de Solís, la primera expedición que asomó en el horizonte de las aguas argentinas levantaba
el signo de la Cruz. No sabemos si venía algún capellán en la tripulación, pero conocemos la religiosidad del descubridor.
En enero de 1516 las naces fondearon en un puerto natural, frente a la isla de Lobos. Allí, sobre la costa, erigieron una

1
La quincha es un sistema constructivo tradicional de Sudamérica que consiste fundamentalmente en un entramado de caña o
bambú recubierto con barro
2
El Patay es una especie de torta realizada con harina de algarrobo blanco. Chicha es el nombre que reciben diversas variedades de
bebidas derivadas principalmente de la fermentación no destilada del maíz y otros cereales originarios de América; aunque también
en menor medida, se suele preparar a partir de la fermentación de diferentes cereales y frutas.
cruz. Se tomó posesión del lugar para la corona de Castilla. Así tuvo efecto la primea fundación en estas playas. Recibió el
nombre de “Ntra. Sra. de la Candelaria, actual Montevideo.

La primera misa y las primeras conversiones en la Patagonia

La expedición de Hernando de Magallanes inició la historia eclesiástica de esta parte del nuevo continente. Con la ten-
tativa de encontrar el camino más corto para llegar a las Molucas, se reconocieron las costas patagónicas y se descubrió
el estrecho que lleva el nombre de Magallanes. Fue con tal ocasión que se celebraron las primeras misas en tierra argen-
tina.

La expedición salió de Sevilla el 10 de agosto de 1519, llevando como capellanes a los padres Pedro de Valderrama y
Pedro Sánchez de Reina. En febrero de 1520 pasaron por las costas bonaerenses. El 21 de ese mes entraron en un golfo
que bautizaron “San Matías”, por la festividad del santo, y un mes después arribaron al puerto San Julián. En la ribera del
mar hicieron una capilla con ramas y las velas de los navíos, allí celebraron la misa por primera vez en territorio argentino.

En ese lugar permanecieron cinco meses. Durante este tiempo los capellanes ejercieron todos los ministerios sacerdo-
tales, los que se extendieron hasta la catequización y bautismo de algunos naturales. El cronista después de relatar que
llamaron Patagonia a esta región por parecerles que los indios tenían pie grande, refiere cómo uno de esos gigantes
aprendió a decir Jesús y a rezar el Padrenuestro. Al partir de allí, dejaron al capellán Juan Sánchez de Reina. Debió ser el
primer sacerdote que vivió y murió en tierras argentinas.

Prosiguieron navegando hasta alcanzar la boca del río descubierto por la Santiago, el 3 de mayo, decidieron darle el
nombre de “Santa Cruz” por tal festividad. Allí se plantó una cruz en un monte, se celebraron misas, se confesó y comulgó
toda la tripulación.

En sucesivas expediciones se rezaron en la Patagonia otras mimas y hubo otros actos religiosos. Por ejemplo, García de
Loayza desembarcó en el Puerto de Santa Cruz en 1526 para celebrar la misa. Simón de Alcazaba venía a poblar la región
patagónica, suponiendo que estas tierras eran cultivables. Por lo mismo, traía colonos y clérigos. A mediados de 1535des-
embarcaron en el puerto de Lobos, en la Bahía de Olmos, en Chubut. Allí armaron carpas y un oratorio, donde cada día se
celebraba la misa. La expedición tuvo un final desgraciado.

Primeras actividades religiosas en el litoral

Sebastián Gaboto realizó la primera entrada en firme de los conquistadores en el litoral argentino. Debía dirigirse a las
Molucas, pero cambió de rumbo. Por un temporal, encalló en el puerto de Los Patos. En ese lugar ordenó alzar una iglesia
donde el capellán, Francisco García, celebró la misa, inaugurando el primer templo cristiano.

Después, entraron por el río de Solís, remontaron el Paraná y al llegar a la desembocadura del Carcarañá, Gaboto levantó
un fuerte que lo llamó “Santi Spiritu”. Fue la primera población española en tierras argentinas. El clérigo García debió
extender su ministerio hasta allí, porque algunos españoles se desposaron con indias.

Desde el fuerte salieron varias expediciones exploradoras. De regreso, se encontraron con la expedición de Diego García,
que tenía como capellán al clérigo Francisco de Lemos. Los indios atacaron el fuerte y no hubo forma de contenerlos. El
clérigo García fue uno de los pocos que se salvó.

2. Primeras expresiones de la vida misional


La expedición de don Pedro de Mendoza

El primer intento efectivo de conquista y población en el Río de la Plata lo realizó don Pedro de Mendoza, hombre de
gran fortuna y espíritu emprendedor, se ofreció para conquistar las tierras donde estuvo Gaboto. En las actas de autori-
zación de esta expedición, aparecen como orientadores del conquistador los religiosos, que sin su apoyo no se realizarían
las actividades de la conquista. Desde el comienzo, la expedición tenía un fuerte carácter misionero.

La corona procuró encontrar religiosos franciscanos que acompañaran la expedición, pero al no cumplir estos su come-
tido, el mismo Mendoza buscó capellanes. Convocó diecisiete eclesiásticos, entre los cuales figuraban los mercedarios
Juan de Salazar y Juan de Almacian, y cuatro jerónimos: Isidro Castro, Alonso Medina, Fray Cristóbal y Luis Herrezuelo.
Cabe señalar que dos expedicionarios abrazaron más tarde la carrera eclesiástica.

Llegaron mil trecientos hombres en once navíos al Plata en enero de 1536. Allí encontraron un lugar apropiado e instaló
un poblado que denominó “Santa María de los Buenos Aires”. De inmediato, levantaron chozas y ranchos, también una
casa para el gobernador. El padre Lezcano, primer párroco del puerto, comenzó a ejercer su ministerio.

Todo marchó bien hasta que faltaron los víveres y se produjeron los primeros actos de hostilidad de los naturales. Men-
doza despachó al Brasil una nave en busca de alimentos y mandó una flotilla por el Paraná. Esta última estableció una casa
fuerte cerca del rio Coronda, con el nombre de Corpus Christi. Allí se quedaron cien hombres, mientras la flota continuó
Paraná arriba.

Como la expedición del Paraná, comandada por Ayolas no volvía, el capitán Juan de Salazar partió en su búsqueda desde
Buenos Aires. Después de mucho navegar encontró un lugar apropiado y levantó la casa fuerte de “Ntra. Sra. de la Asun-
ción”. Meses después el capitán Salazar bajó a Buenos Aires para dar cuenta del resultado del viaje, la productividad de
las tierras y la docilidad de los naturales. Esto animó a otros que decidieron seguir a Salazar y a Ruz de Galán hasta Asun-
ción.

En Asunción, Ruiz de Galán levantó una iglesia y dejo allí a los padres Andrada, Lezcano, Salazar y Herrezuelo. Mientras,
en 1538 llegaba al Plata el veedor Alonso de Cabrera con tres frailes franciscanos. Al despoblarse Buenos Aires, en 1541,
la cura de almas estaba a cargo del presbítero Luis Miranda y Villafañe.

De los tres primitivos focos de vida religiosa en el Plata, solo la Asunción permaneció hasta nuestros días.

El despertar del Tucumán: las expediciones de Almagro y Diego de Rojas

Mientras en el litoral se realzaban las tentativas que acabamos de referir, en el Tucumán se efectuaban los primeros
reconocimientos y exploraciones. Fue don Diego de Almagro quien, en 1536, camino para el “reino” de Chile, cruzó por
primera vez el norte de nuestro territorio. Lo acompañaban tres eclesiásticos: los mercedarios fray Antonio de Solís y fray
Antonio de Almansa, y el presbítero Cristóbal de Molina. El nombre de este último aparece más tarde vinculado con la
fundación de Mendoza. Estos sacerdotes debieron celebrar misa al atravesar la zona jujeña.

Diego de Rojas efectuó la primera entrada al Tucumán en 1541. El pacificador del Perú, Cristóbal Vaca de Castro, lo había
destinada para realizar exploraciones en las comarcas situadas al sur, entre Chile y el Río de la Plata. Si bien Vaca de Castro
instruyó a Rojas en el sentido de que procurara educar a los indios en las cosas de la fe, y al efecto tomaron parte en la
expedición los clérigos Juan Cedrón y Francisco Galán; la resistencia de los naturales, el desconocimiento de sus lenguas y
lo precipitado de la marcha hicieron imposible cualquier labor evangélica.

Primeros apóstoles en el Tucumán

Después del fracaso de Diego de Rojas, a mediados de 1549 el pacificador La Gasca comisionó al capital Juan Núñez de
Prado, para que explorara esas regiones. La expedición se preparó en Lima. Llevaba como capellán castrense al presbítero
Hernando de Gomar, que padeció el martirio, y como misioneros a los frailes dominicos Alonso Trueno y Gaspar de Car-
vajal.

En julio de 1550, se fundó la cuidad del Barco, donde años más tarde se establecería “San Miguel de Tucumán”. Los
religiosos hicieron muchos esfuerzos por reducir los indios juríes y diaguitas. Los nativos aprendieron a respetar el signo
de la cruz. Para inducirlo a ello, los conquistadores plantaron cruces en los pueblos indígenas. También se les decía que
quien abrace la cruz quedaría perdonado de cualquier delito.

La actividad religiosa en el Tucumán quedó totalmente suspendida cuando llegó de Chile Francisco de Aguirre, quien
despachó a Lima a los padres Carvajal y Trueno. Por eso al fundarse Santiago del Estero, en 1553, los vecinos no contaron
con asistencia espiritual alguna.

Los conquistadores no pudieron soportar el desamparo espiritual, enviaron una expedición a la Serena (Chile) para bus-
car sacerdotes. De allá, volvieron con el presbítero Juan de Cedrón que ya había estado en la expedición de Rojas. Llegó a
Santiago del Estero en 1556. Poco tiempo después llegaron los presbíteros Julián Martínez y Francisco de Hidalgo. También
vinieron religiosos mercedarios.

Simultáneamente, se produjeron los primeros conflictos entre la Iglesia y el Estado. Aguirre realizó una entrada a la
actual Córdoba para fundar ciudades, pero los acompañantes se sublevaron, lo detuvieron y lo llevaron a Charcas por
consejo del cura Martínez (enemistados con Aguirre). Se afirmó que la orden procedía de la Inquisición. Esta clase de
conflictos tuvieron fin cuando disolvieron los vínculos jurisdiccionales del Tucumán con el reino de Chile, 1563. Tres años
más tarde se constituyó la diócesis del Tucumán.

D. Corrientes evangelizadoras: las ordenes misioneras


Si gran parte de la conquista española fue obra de capitanes y soldados, sus efectos fueron primordialmente espirituales.
No puede ponerse en duda la piedad sincera de los primeros hombres de armas que envió Castilla. Junto a las armas,
anticipándose a sus victorias con el triunfo pacífico de la caridad o mitigando el dolor de sus heridas con la buena nueva
de la salvación, la Palabra de Dios fue la que realizó, en última instancia, la conquista definitiva de América.

Es conocida, sobre todo, la obra de los franciscanos, los mercedarios, los dominicos y los jesuitas. Pero sería injusto
olvidar la de otras órdenes, por el sólo hecho de haber enviado pocos representantes, como los hospitalarios de San Juan
de Dios y los agustinos. Las tareas apostólicas se distribuyeron según las exigencias de cada caso, no siempre acomodadas
a la especial vocación de cada instituto. Sólo cuando la vida de las poblaciones alcanzó una relativa autonomía y estabili-
dad, la predicación, la enseñanza y la atención de los enfermos estuvo a cargo de religiosos especializados.

Los eclesiásticos de ambos cleros enviados a esta parte del mundo venían integrando las expediciones. Al capellán de
cada expedición se le confiaba el cuidar de la buena doctrina y el mantener activa la piedad de todos los expedicionarios.
Intervenía en el trazado de las fundaciones, consagrándolas a Dios con su bendición.

Los franciscanos

La orden franciscana fue considerada, en los orígenes de la colonización, como la más apta para la labor misionera. Su
actividad en América se desarrolló casi desde el descubrimiento, y su labor apostólica dejó profundas huellas. En el Río de
la Plata, la llegada de los primeros franciscanos se halla vinculada a la expedición del Veedor Alonso de Cabrera. Por el mal
tiempo, arribaron en el puerto de Los Patos, donde se encontraron con tres españoles de la expedición de Gaboto. Allí se
quedaron fray Armenta y Alonso Lebrón. Crearon la provincia o Custodia Franciscana del Santísimo Nombre de Jesús,
denominación que en 1540 fue cambiada por la de Asunción del Paraguay. Otros franciscanos fueron llegando en sucesi-
vas expediciones. Por ejemplo, en 1574 vinieron veintidós religiosos, entre los cuales estaba el fundador de las Reduccio-
nes en Paraguay, el padre Bolaños.

Una de las figuras a destacar es Fray Juan de Rivadeneira. Llegó al Río de la Plata en 1566 junto con los frailes Francisco
de Daroca, Andrés Rodríguez y Baltasar. Rivadeneira venía con el nombramiento de custodio, para la erección canónica
de la primera custodia de San Jorge del Tucumán con sede en Santiago del Estero. Fundó el primer convento franciscano
del Tucumán en 1567 y pocos años después se trasladó al Paraguay donde en 1575 unió las dos custodias en una sola con
el nombre de "Custodia del Tucumán y Paraguay". En esa ocasión, Rivadeneira dio inicio al primer convento franciscano
de Asunción hacia 1580. Con la ayuda de los pocos frailes residentes en ella levantó la obra, pero quedó inconclusa cuando
en 1582 fue a España en busca de más religiosos para el Río de la Plata. El padre Rivadeneira murió a los 65 años de edad
allá por el año 1592 mientras preparaba otro viaje a España. El mismo lo realizó fray Alonso de San Buenaventura, en
1594, trayendo a su regreso 24 religiosos entre ellos fray Juan de Córdoba, Alonso Velázquez y Martín Ignacio de Loyola,
misionero y futuro obispo del Río de la Plata.

Los dominicos

En Tucumán y en Cuyo, los religiosos dominicos formaron la vanguardia de la acción misionera. La orden de Santo D-
Domingo hizo su entrada en nuestro territorio en 1550, con la expedición pobladora de Juan Núñez de Prado. Allí debían
fundar un “pueblo cristiano”, lo acompañaban dos dominicos: fray Gaspar de Carvajal y fray Alonso de Trueno. A estos
dos se les debe la construcción de la primera iglesia que hubo en Santiago del Estero. Intervinieron como mediadores en
las diferencias de Francisco de Villagra y Núñez de Prado, pero cuando llegó Francisco de Aguirre, no tardó en expulsarlos
del Tucumán. Carvajal falleció en Lima en 1584.

Por el año de 1563, entraron en Mendoza los dominicos fray Marcos Rengifo y fray Antonio Pérez, pero no permanecie-
ron mucho tiempo. En 1 586 se dividió la provincia dominicana del Perú y se creó la de San Lorenzo Mártir, que comprendía
a Chile, Argentina y Paraguay. En 1588 se realizó la fundación del convento de Mendoza y en 1596 el de San Juan. Hacia
1600 algunos dominicos se detuvieron en Córdoba, donde tomaron las providencias necesarias para establecer un nuevo
convento. En julio de 1602, fundaron el convento en Buenos Aires.

Los mercedarios

La orden de la Merced compartió con la de San Francisco y Santo Domingo las primicias de la evangelización del suelo
americano. Mercedarios fueron fray Juan de Salazar y Juan Almacián, los primeros religiosos venidos al Plata, con la expe-
dición de Mendoza. El Padre Salazar actuó en la Asunción por más de diez años, y a él se le atribuye la fundación del primer
convento que hubo en estas tierras.

Los primeros mercedarios que llegaron al Tucumán fueron fray Antonio de Solís y fray Antonio de Almansa. Formaban
parte de la expedición que en 1533 había organizado Diego de Almagro con destino a Chile. Juan Pérez de Zurita,

al hacer su entrada en Santiago del Estero, llevaba a fray Luis de Valderrama en calidad de capellán. Pero de la fundación
del convento no fue él quien se ocupó, sino fray Diego de Porres.

En 1578 llegaron a Lima unos trece mercedarios de relevantes condiciones intelectuales. Inmediatamente abrieron es-
tudios; y cuando contaron con el personal adecuado, en calidad y en número, constituyeron en el Tucumán una provincia
religiosa independiente de la del Cuzco. Esta nueva jurisdicción quedó formalizada el 6 de enero de 1593. Había en ese
entonces seis conventos de la Merced en la región.

Los mercedarios se desempeñaron como capellanes castrenses en todos los fuertes de la frontera. Dieciocho de ellos
actuaron en las islas Malvinas en 1779 y 1806 y otros veinticuatro en los fuertes de Carmen y San José de Patagones, entre
1780 y 1821.

Los agustinos

Otra de las órdenes religiosas evangelizadoras de América fue la de los Ermitaños de San Agustín. En nuestra tierra su
zona de influencia se redujo casi exclusivamente a la región de Cuyo. En San Juan, si bien actuaron desde 1617, sólo en
1642 fundaron un convento. El convento de Mendoza se erigió en 1657 y en él abrieron escuela e instalaron un taller de
alfarería, cuya producción llegaron a exportar a Chile.

Los jesuitas

La llegada de los primeros misioneros jesuitas, fue en buena medida consecuencia de las gestiones insistentes que realizó
el primer diocesano del Tucumán, monseñor Vitoria, cuando se encontró con el provincial en el tercer Concilio de Lima.
Sus diligencias obtuvieron como resultado que bajaran desde el Perú los padres Francisco de Angulo y Alonso Barzana y
el hermano Juan Vi llegas, quien conocía las lenguas de estas regiones. Llegaron a Santiago del Estero a fines de 1585. En
noviembre de 1586 ya había fundado la casa.

El obispo vuelve a pedir más religiosos. Y tal fue el éxito de la gestión que fueron enviados cinco religiosos, presididos
por el padre Lonardo Arminio. Pero estos fueron asaltados por piratas ingleses. Llegaron al puerto de Buenos Aires en
marzo de 1587. Para el año 1600 había en la misión del Tucumán y Paraguay once sacerdotes y dos hermanos. Cuatro
años después se creaba la provincia jesuítica del Paraguay que se extendía a las jurisdicciones eclesiásticas de Chile, el
Tucumán, Paraguay y Río de la Plata.

E. Primera organización eclesiástica

1. La primitiva jerarquía eclesiástica


La creación de diócesis en América

En 1537 el papa Paulo III creó la


sede episcopal en Cuzco. Dentro de
este territorio se encontraban los pri-
meros curatos de Buenos Aires, Cor-
pus Christi, la Asunción y Candelaria.
Fue elevada a arquidiócesis en 1546,
comprendía los territorios del Perú,
Bolivia, Chile, Paraguay, sur de Brasil
y Argentina. Sus primeros arzobispos
fueron fray Jerónimo de Loaysa y
Santo Toribio de Mogrovejo.

A medida que avanzaba la con-


quista, el extenso arzobispado de
Lima se fue fraccionanado. La región
del Río de la Plata se separó en 1547,
al crearse el obispado de la Asunción.
No ocurrió lo mismo con las provincias norteñas, que en 1552 quedaron incluidas en la diócesis de La Plata (Charcas) y
desde 1562 bajo la jurisdicción del obispado de Santiago de Chile; hasta que el 10 de marzo de 1570 se instituyó la diócesis
del Tucumán. Esa fecha puede considerarse como la inicial de la Iglesia argentina, porque desde entonces los obispos
tuvieron su sede en territorio nacional.

2. La diócesis de la asunción del Rio de la Plata


Como la región del Río de la Plata adquiría mayor importancia rápidamente, el 1º de julio de 1547 se instituyó la diócesis
del Río de la Plata, sufragánea de Charcas. Sus límites abarcaban los actuales territorios de Paraguay, Uruguay, sur de
Brasil, noroeste de Bolivia y parte oriental de la Argentina.
3. La diócesis del Tucumán
La creación de la diócesis el Tucumán respondió a los pedidos de los vecinos de los valles calchaquíes y a las gestiones
real izadas ante el rey por el obispo de Santiago de Chile. El papa San Pio V accede a los reclamos y crea el obispado de
Tucumán el 10 de marzo de 1570. Los primeros tres candidatos no quisieron asumir el episcopado, caso contrario el de
fray Francisco de Victoria, primer obispo de la nueva diócesis.

4. La diócesis del Río de la Plata (Buenos Aires)


Por real cédula de 1617, la primitiva provincia del Río de la Plata fue dividida en dos: la del Guairá, que tuvo por capital
a Asunción y la que se titularía del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires. Realizada la división política, se produjo la
consiguiente división eclesiástica. Pablo V dispuso la creación de la nueva diócesis, con el nombre Santísima Trinidad del
puerto de Buenos Aires. Sus límites coinciden con los políticos.

Obispos de la Iglesia de Cuyo. En lo eclesiástico, las ciudades que integraban la conocida región de Cuyo, dependieron,
desde su fundación, del obispado de Santiago de Chile. Esta sede creada por Pío VI en 1561, fue ilustrada por prelados
pastorales. Ninguno de ellos dejó de visitar ni de interesarse por su progreso.

Conclusión
Llegando al final de este trabajo puedo decir que:

La historia de nuestro país es muy rica. Con solo analizar los primeros siglos nos damos cuenta el dinamismo de nuestro
pasado: los primeros pobladores, la llegada de los españoles, el trabajo realizado por las distintas congragaciones misio-
neras, la creación de las diócesis en nuestro territorio. Fueron los primeros pasos en la formación de nuestro territorio
nacional, la inculturación de la fe y la organización eclesial. No es un periodo ni dorado ni negro, sino de aciertos, por un
lado, y límites por otro; de gracia de Dios y de fragilidades humanas. Creo que tener esta concepción de la historia nos
ayuda a no caer en interpretaciones parciales y totalizantes.

Me llevo de esta materia el deseo por seguir siendo parte de la historia de nuestros pueblos; de poder, con nuestras
acciones, anunciar el Evangelio en nuestro hoy tan particular y multiforme; de interpretar los hechos sin conjeturas y
condicionamientos muchas veces impuestos por los medios o historiadores del momento. Y que los Santos Latinoameri-
canos sean nuestros ejemplos en la transformación de nuestra historia.

Bibliografía
 Portal Web “El Sur del Sur”: Los Primeros Pobladores, publicado en 2014 [https://surdelsur.com/es/primeros-
pobladores/]
 Mapa interactivo: “Primeros pobladores del actual territorio argentino” [http://www.mapaeducativo.edu.ar/ima-
genes/primeros_pobladores/]
 Portal Web “El Sur del Sur”, Pueblos Indígenas de Argentina, publicado en 2014. [https://surdelsur.com/es/pue-
blos-indigenas-argentina/]
 Zuretti, Juan Carlos, Historia Eclesiástica Argentina.

You might also like