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Peregrinamente peregrinos, Actas V CINDAC -

Lisboa 2004

LA ESTRUCTURA NARRATIVA EN EL EPISODIO


DEL REY POLICARPO

Ana L. Baquero Escudero


Universidad de Murcia

Resulta bastante evidente que cualquier aproximación a la


obra postuma cervantina desde la perspectiva de su configuración
narrativa, debe partir del viejo precepto literario de la con­
secución en la obra artística, de la variedad dentro de la unidad.
Es precisamente en conexión con la idea de conseguir esa varie­
dad que provoque placer y deleite, donde debemos situar el con­
cepto de episodio. Recordemos cómo para Aristóteles la estruc­
tura narrativa básica de la épica se definía por la presencia de una
trama, caracterizada por su sencillez que debía verse enriquecida
por los episodios, si bien éstos nunca debían atentar contra el
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principio de la unidad artística . Una concepción narrativa del gé­
nero que se extenderá a especies posteriores, pues como reconoce
el francés Huet en esa temprana aproximación histórica al género
novelesco, la licencia en la inclusión de episodios es mayor en
éste que en la épica".
Si partiendo del comentario aristotélico sobre la épica - e n
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concreto sobre la Odisea -, imaginamos su posible traslación a la
novela, y en nuestro caso al Persiles, podríamos convenir, reco­
giendo las palabras de Casalduero, que el tema de la obra cervan­
tina podría ser resumido como la "Historia de un segundón que
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con la protección materna logra suplantar al primogénito" . Si a
tal concisa presentación carente por supuesto, de toda interpre­
tación ideológica, nos atenemos, no podemos dejar de reconocer
que la obra de Cervantes se caracteriza por la abundancia y
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variedad episódica . En relación con ello, el largo episodio de la
estancia de los héroes en la isla del rey Policarpo, aparece sin
duda como uno de los más importantes que ocupará varios capí-

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tulos del libro II. Aunque para ser rigurosos hay que indicar que
este nuevo espacio, y estos nuevos personajes surgen ya al final
del I. Como la famosa venta quijotesca de la primera parte, pode­
mos hablar también aquí de lugar que reaparece, si bien el primer
contacto con éste de unos de los héroes -Periandro-, solamente
es mostrado de forma indirecta a través del relato de un perso­
naje.
Recordemos cómo separados los protagonistas por uno de
esos convencionales naufragios en este género literario, Auristela
y sus acompañantes son recogidos por un barco en el que su
capitán les hablará de la isla de Policarpo y sus formas de vida.
Una presentación utópica del lugar que como la crítica ha seña­
lado, funciona como efectivo contrapunto respecto al comporta­
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miento posterior del anciano rey . Dicho innominado personaje
cuenta a sus atentos oyentes cómo un valeroso y desconocido jo­
ven participó en las fiestas allí celebradas y cómo triunfó por en­
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cima de todos sus competidores . Si como en el caso de Helio-
doro el protagonista está ausente cuando alguien narra sus proe­
zas, con lo que la valentía del mismo adquiere más realce al de­
pender de una perspectiva ajena y aquí completamente imparcial,
en la presente situación hay que aplaudir asimismo la innegable
maestría de Cervantes al elegir como personaje que filtra estos
hechos, a alguien desconocedor de la relación que une a dicha
figura con sus oyentes, y quien por tanto, de manera inconsciente
origina los celos de Auristela que tan importantes repercusiones
tendrán en el desarrollo posterior del relato. Un imprevisto viraje
en el trazado psicológico del personaje que lo lleva incluso a
enfermar gravemente, y que es posible precisamente por la elec­
ción del tal punto de vista.
Con el nuevo reencuentro de los héroes en el cap.2 del libro II
se inicia propiamente el episodio de la isla de Policarpo, el cual
frente al desarrollo narrativo seguido hasta el momento, se pre­
senta como un paréntesis o pausa en el peregrinar de la pareja.
Frente a la constante actividad marcada por el movimiento y el
continuado desplazarse de los héroes dentro del más puro esque­
ma de la novela griega, ahora la acción se detiene y un nuevo
espacio acapara el interés del autor durante varios capítulos. Si
como ya señalara Schevill, Heliodoro parece el modelo más

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evidente en el inicio de la novela , ahora la huella más palpable
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cae del lado de la Eneida virgiliana , si bien una y otra no se
sustituyen totalmente, sino como indicara Romero, se solapan y
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entremezclan .
Que el famosos episodio de Dido y Eneas está presente en la
mente cervantina al delinear esta parte de su obra, resulta obvio;
es más si explícitamente el escritor se refirió a su atrevimiento al
desear competir con Heliodoro, podría pensarse que al concebir
estas páginas se marca un reto similar, respecto al clásico modelo
latino. Esencialmente la huella de Virgilio puede sintetizarse en
ese esquema básico argumental de llegada de un héroe a un lugar,
largo relato de sus proezas y amor de la reina - aquí princesa-,
por él, con ese final funesto para ésta, al verse abandonada. Si a
ello añadimos la presencia de las hermanas, práctivamente las
similitudes acabarían aquí. Aparecida al final del libro I del poe­
ma épico, recordemos cómo es precisamente la reina Dido y su
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curiosidad quien provoca la narración de Eneas, que abarcará
todo el libro II y el III. El contenido de la misma se aviene a la
temática épica propia de la obra, de manera que son las aventuras
del héroe y su compañía tras su huida de Troya, las que ocupan
dicho extenso relato.
Frente a la materia desarrollada en la narración del héroe tro-
yano, la historia de Periandro responde a un modelo literario dis­
tinto. Ya no se trata aquí del héroe y sus acompañantes, unidos
por una empresa común, sino de una pareja de jóvenes que ini­
ciando su peregrinaje por motivos a estas alturas del relato aún
desconocidos, se ven sometidos a duras experiencias entre las que
por supuesto, cuenta la de su separación. Precisamente gran parte
de la historia de Periandro se ocupa solamente de una de esas lí­
neas narrativas: sus propias peripecias, ya que excepto en el epi­
sodio de los pescadores, en todos los demás Auristela está ausen­
te. Se trata por consiguiente de un relato que encaja plenamente
dentro de las convenciones de la novela griega de amor y aven­
turas, en el cual, como ocurría en aquéllas, encontramos la estruc­
tura narrativa de la intercalación de historias por parte de distintos
personajes. Una situación que por supuesto habíamos encontrado
en el libro 1 y que se reproduce aquí, superando con mucho dicha
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práctica tal como se desarrollara en los citados modelos .

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Pero además si en la inclusión de la extensa historia relatada
por el héroe, puede percibirse este tipo de estructura, fijémonos
que en su desvío del modelo virgiliano, Cervantes complica la
disposición narrativa del episodio que estamos analizando. Esto
es, si en el texto de la Eneida el relato del héroe se desarrollaba
sin interrupción alguna, en el caso del texto cervantino hay que
hablar de exposición fragmentaria del mismo por la constante
presencia de interrupciones, por lo que como ya viera Forcione,
existe una gran diferencia entre el relato de Cervantes y la épica
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clásica . Unas detenciones provocadas en la novela por razones
de diferente índole.
Si por un lado y como rasgo característico de la escritura
cervantina, encontramos pausas originadas por las intromisiones
de las voces de los oyentes, con comentarios destinados a valorar
las cualidades o defectos de dicha narración, en claro contrapunto
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crítico , no son éstas las causas únicas que motivan las pausas en
el discurso del personaje. Frente al esquema exclusivamente dia­
léctico que desarrollara Cervantes en El coloquio de los perros
-ejemplo máximo de la mencionada dualidad creación-crítica-,
aquí puede hablarse de un peculiar y determinado marco narra­
tivo cuyo propio desarrollo provoca esas paradas en el largo
relato del héroe. Es por ello por lo que la atención del autor y por
ende de los lectores, se ve repartida en dos esferas de acción,
correspondientes a temporalidades bien diferenciadas. Por un la­
do tenemos la situación marco que encuadra la larga historia de
Periandro, ubicada en el presente narrativo compartido por todos
los personajes, y por otro el desarrollo de unos hechos ya pasados
y cuya presentación corre a cargo de la voz del héroe. Un marco y
un único y extensísimo relato que se convierten en definitiva, en
soporte estructural básico en el episodio de la isla de Policarpo.
Curiosamente y como harán algunos escritores posteriores, el
motivo del marco que da lugar al relato, se constituye en un
principio como la reunión de personajes en tomo a un enfermo a
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quien desean acompañar . Recordemos que el afecto y la amistad
que todos sienten hacia el joven Antonio, imprevisiblemente en­
fermo, los convoca en su estancia, en donde como la Dido virgi-
liana, precisamente es Sinforosa quien ruega encarecidamente a
Periandro cuente el relato de sus viajes. La situación dentro de la

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que se insertará el comienzo de la extensa narración, es conse­
cuencia de toda una compleja cadena de hechos, y no deja de
resultar significativo que Cervantes retrasara hasta este momento
su comienzo, en lugar de incluirla en ese escenario similar que ya
ha tenido lugar cuando era Auristela la enferma y la visitada por
el resto de personajes. Este podría haber sido también el marco
que incluyera el relato del héroe, pero la habilidad narrativa del
escritor prefiere disponer las cosas de tal manera, que hasta el
cap. 10 no se inicia propiamente la historia de sus viajes. Comen­
zado el episodio de la isla de Policarpo en el 2, veamos qué ha
ocurrido a lo largo de todas estas páginas.
Tras haber huido los protagonistas junto con otros personajes,
de la isla de los bárbaros, y habérseles unido otros en su viaje, se
produce el reencuentro de todos ellos en la isla de Policarpo. La
pareja de héroes se ve por tanto, acompañada por toda una serie
de personajes cuya relación con su historia se encuentra aquí bien
conseguida, al compartir con ellos el deseo de alejarse de estos
lugares. A ellos además, suma el autor estas otras nuevas figuras
del rey y sus dos hijas, con lo que desde un principio vemos cómo
la historia nos presenta una amplia galería de personajes, de cu­
yas complejas relaciones se ocupará precisamente el episodio.
Alojados todos en el palacio de Policarpo, éste se convierte en el
escenario en el que se entretejen toda una serie de situaciones que
culminan en la definitiva destrucción de la vida utópica hasta
entonces existente allí.
Frente al movimiento vertiginoso y a la peripecia continua
que dominaba el universo narrativo del libro I, el autor se centra
ahora de forma exclusiva en el análisis de la intimidad de sus
personajes; unos personajes que dialogan entre sí continuamente,
y que muestran al lector esa permanente situación de conflicto
entre su ser y su parecer.
Si en el cap. 2 todos se encuentran reunidos en dicho lugar,
ya en éste comenzamos a presenciar esos coloquios mantenidos
en la intimidad. El primero desarrolla la conversación entre Ar-
naldo y Clodio, cuya malicia no obsta para que sea sin duda, uno
de los personajes con mayor agudeza en su percepción de la rea­
lidad. Precisamente a través de su personal visión de la historia de
los dos jóvenes se produce ese fuerte tirón de descenso respecto a

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ella, tan característico por otro lado, del arte cervantino . A esta
escena seguirán otras muchas protagonizadas por dos únicos per­
sonajes, cuya sucesiva presentación funciona en este caso, como
hilo principal conductor en el progreso de la trama. Desde ese
cap. 2 hasta el 10 mencionado, se suceden las entrevistas entre
Auristela y Sinforosa, la primera y Periandro, Policarpo y Sinfo-
rosa, Clodio y Rutilio, Auristela y Clodio, y Antonio y Cenotia,
cada una de ellas enredando con nuevos hilos el despliegue de la
historia.
Admitido por el propio Aristóteles el principio de simulta­
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neidad en la épica , el presente episodio cervantino es una mues­
tra claro del mismo, dado que prácticamente muchas de estas
situaciones se están produciendo en la misma temporalidad. Para
conseguir esto Cervantes se sirve de esa vieja técnica narrativa
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presente en la ficción medieval , y de manera especial en los
libros de caballerías. Nos referimos claro está, al entrelazado, per­
ceptible ya como han señalado autores como Ryding y William-
son, en las últimas obras de Chrétien de Troyes, y que se conver­
tirá en uno de los principios de construcción básica de este tipo de
relato".
En uno de los más detenidos análisis sobre dicha técnica
narrativa, Cacho Blecua relaciona su manejo con antiguas prácti­
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cas retóricas, y en concreto con la idea de la digressio . Partien­
do de lo expresado al respecto en un arte poética medieval, señala
dos tipos fundamentales de digresiones: aquéllas en que el autor
utiliza el recurso de entrelazar varias acciones sin salirse de la
misma materia, y aquéllas por el contrario en que se desvía de
ésta, para hablar de otras diferentes. Si el manejo del entrelazado
de este segundo tipo estará muy presente en los libros de caballe­
rías, en el texto cervantino analizado vemos cómo el escritor se
atiene a una misma materia: aquélla que constituye la trama prin­
cipal de los hechos de los héroes y sus acompañantes en la isla. Y
es que aun cuando otros personajes distintos a los protagonistas
se vean afectados por los enredos surgidos en este nuevo espacio
novelesco - c o m o ocurre con la situación creada entre la enamo­
rada Cenotia y el joven Antonio-, en el presente caso todos los
hilos aparecen estrechamente enlazados, manteniéndose ese prin­
cipio unitario que implica la cohesión interna entre los distintos

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acontecimientos. De esta forma si el escritor pone en escena un
gran número de personajes, sabe conseguir no obstante, que los
hechos de cada uno se interrelacionen y resulten por ende,
pertinentes. De todas las figuras novelescas presentes así en el
episodio de la corte de Policarpo, prácticamente todas desem­
peñan una función relevante que repercute en el avance del relato.
Recordemos que en esa emulación del modelo virgiliano, el
escritor complica el esquema básico de aquél, al hacer que sean
dos las tramas amorosas desarrolladas: la de Sinforosa y la de su
padre, locamente enamorado de la joven Auristela, en una recrea­
ción cervantina más del conocido tema del viejo y la niña. La
heroína además, no sólo se ve asediada por el anciano rey sino
también por el maldiciente Clodio. Por otra parte, se diría que a la
búsqueda de esa simetría doble que preside el esquema argu-
mental, Cervantes complica la relación de Clodio al crearle ese
acompañante en sus pretensiones amorosas que es Rutilio, el
italiano que aspira al amor de Policarpa. Recuérdese finalmente, a
la hechicera Cenotia -quien provocará la ruina definitiva de
Policarpo-, y su asedio amoroso al joven Antonio el cual se ve
imprevisiblemente, envuelto en ese complejo laberinto de amores
entrecruzados que domina el desarrollo de estos capítulos. Si ana­
lizamos por tanto, la función desempeñada por los personajes,
podemos concluir que los únicos a quienes el autor no concede
papel alguno en la trama del presente episodio, son el trío Transi-
la-Mauricio-Ladislao. Su relevancia no obstante, aparece mani­
fiesta en los capítulos dedicados a la exposición del largo relato
de Periandro, ya que son principalmente sus voces las más desta­
cadas en el desarrollo de ese contrapunto crítico mencionado.
El escritor consigue pues, un buen engarce entre las distintas
secuencias; incluso podría señalarse y frente a lo que de forma
generalizada observara con su agudeza habitual Riley, al con­
frontar la construcción narrativa del Quijote con la del Persiles,
que en esta ocasión el escritor sí sabe sacrificar convenientemente
una nueva historia cuya presencia habría llevado desde luego
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demasiado lejos, el principio de la búsqueda de la variedad" . Nos
referimos en concreto a la omisión de una posible secuencia
paralela de los amores entre Policarpa y ese innominado capitán

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quien, recordemos, al hablar de las hazañas de Periandro había
dejado entrever su amor hacia dicha princesa".
Cuando Periandro comienza a relatar la historia de sus viajes
en búsqueda de la desaparecida Auristela, una compleja cadena
de acontecimientos ha venido pues, desarrollándose. Unos he­
chos, insistimos, mostrados a través del tradicional entrelazado,
de forma que podemos encontrar alguna de esas marcas o expre­
siones formularias que le son propias. En el cap. 4 y en esa tran­
sición hacia la escena de diálogo entre Arnaldo y Clodio, tras
haberse desarrollado la de las confidencias amorosas de Sinforosa
con Auristela, indica el narrador: "En tanto que entre las dos esto
pasaba" (p.174). O en el cap. 5, "en otra estancia se movió otra
conversación" (p. 181); en el cap. 8, "Sucedió en este tiempo"
(p.200), dándose incluso algunas tan características que mani­
fiestan con claridad la presencia del entrelazado, como "Dejemos
escribiendo a Periandro, y vamos a oír lo que dice Sinforosa a
Auristela" (p.186). Que los hechos se están produciendo práctica­
mente en esa misma temporalidad compartida, lo indica también
la situación que Clodio crea al entregar la carta de sus preten­
siones amorosas a Auristela, dejar a la misma y entrar en otra
estancia, justamente cuando Antonio dispara la flecha hacia
Cenoria, errando su objetivo. Todo se produce de forma tan
rápida que cuando el narrador se vuelve hacia la heroína,
comenta: "aun se tenía el papel de Clodio en las manos" (p.205).
Un verdadero laberinto de afectos encontrados se desarrolla
por tanto, a lo largo de estos capítulos, en los que frente a lo que
quizá resultaba más frecuente en el uso del entrelazado en los
libros de caballerías, todo se desenvuelve dentro de un espacio
reducido. En el desarrollo de este episodio cabe por lo demás,
percibir algo realmente inusual en las novelas de caballerías, al
producirse el contraste entre una acción en la que aparentemente
nada importante está ocurriendo - l a llegada y calurosa acogida de
unos huéspedes en el palacio de un rey-, y lo que soterradamente
se esconde en las conciencias de los personajes. En el interior de
las mismas como señala el narrador, y frente a la aparente bonan­
za de la situación, todo eran "revoluciones, trazas y máquinas
amorosas" (p.176). En este tiempo de la espera, como analizara
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Lozano , presentado en la corte de Policarpo, el narrador compli-

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ca y busca por consiguiente, la mencionada variedad, no a través
de la exposición de acontecimientos sorprendentes y tan insólitos
que rayan incluso en prodigios - c o m o hiciera en el libro I—, sino
a través de toda una compleja cadena de relaciones humanas que
nuevamente eso sí, se articulan en torno a un mismo motivo y
suponen por tanto, distintas variaciones respecto a la casuística
amorosa, fundamental en la novela.
Resulta por tanto tan complejo ese entrelazado de los diversos
hilos narrativos que en marcado crescendo van articulando el
avance de la trama, que Cervantes debió creer conveniente no
mezclar con éstos el desarrollo de una nueva secuencia basada en
un principio de construcción distinto. Hasta el cap. 10 por tanto,
Periando no comenzará su historia, la cual presenta un dispositivo
formal similar al que hallábamos en el libro I. Como en aquél es
ese largo y obstaculizado viaje del héroe el que articula los
distintos hechos, de manera que al igual que en una antigua tradi­
ción literaria, es dicho tema el que funciona como adecuado caña­
mazo para el despliegue de esa diversidad de secuencias episó­
dicas. Ya Tasso a propósito de la Odisea había advertido sobre
las ventajas que el motivo del viaje ofrecía respecto al principio
24
de la variedad , razonamientos que en similares términos encon­
25 26
tramos en la obra de Pinciano , o en el mismo Persiles . Así
frente a esa ausencia de acontecimientos espectaculares y sor­
prendentes, en la hasta el momento presentada estancia de los
personajes en la corte de Policarpo, el relato del héroe acumula
violentos y llamativos lances en la más pura estirpe del relato de
aventuras, con raptos, batallas navales, o aparición de temibles
monstruos marinos. Y junto a todo ello volvemos a encontrar ese
dispositivo formal presente en el libro I y al que acudirá reitera­
damente el autor en el III, de la intercalación de diferentes
historias por parte de distintos personajes. Junto a la de Carino y
Solercio, se despliegan las de Leopoldio y Sulpicia, a las que
-7
habrá que sumar en capítulos ya posteriores, la de Cratilo .
El escritor funde por consiguiente, dos secuencias narrativas
de muy diversa naturaleza y de asimismo, distinta construcción.
Por una parte la complicada pero aparentemente apacible relación
entre un rey que acoge a unos desconocidos huéspedes, y por otra
una historia repleta de aventuras y peripecias cuyo desarrollo

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remite a las convenciones típicas de esta especie literaria, tal
como las encontramos en el libro anterior. Dos líneas narrativas
en contrapunto, o conforme a los términos que utilizamos, una si­
tuación marco que engloba un extenso relato, cuyo engarce debía
producirse de forma adecuada.
A tal respecto cabría imagina que ambas se hubiesen pre­
sentado desde un principio del episodio, de manera simultánea.
Tal disposición no obstante, habría complicado quizá en exceso,
como señalamos, la estructura narrativa que lo articula. Pero ade­
más y considerando que Cervantes a diferencia de Virgilio nunca
pierde de vista la situación marco en que se incluye el relato, se
hacía necesario que la misma se hubiese desarrollado lo suficien­
temente como para que algunos de los personajes que aparecen
como oyentes de la narración, fuesen presa de los más exaltados y
encontrados sentimientos. Algo que no habría sido posible si el
héroe inicia su historia recién llegados a la isla.
A este respecto y volviendo a incidir en el subrayado de las
reacciones de los oyentes, podemos establecer diferentes tipos de
respuestas.
En primer lugar hay que partir de la necesidad planteada por
el autor, de que todos estén presentes en la narración de los he­
chos del héroe. Escribe el narrador: ""Llegó una sazón y coyun­
tura, donde Policarpo y sus dos hijas, Arnaldo, Periandro y Auris-
tela, Mauricio, Ladislao y Transila, y Rutilio (...) se halló en la
estancia del enfermo Antonio" (p.206). Si implícitamente consi­
deramos que la propia familia de Antonio estaría también allí y
recordamos que a estas altaras de la novela Clodio ha muerto,
constatamos cómo el autor reúne a todos los personajes, para
convertirlos en oyentes de la historia. Una compañia que necesa­
riamente vuelve a agruparse siempre en torno a él, pues frente al
reiterado anuncio de la conclusión de su relato, lo dilata tanto que
lo concluye fuera de este espacio narrativo. Reunidos por tanto,
en una misma habitación, el narrador al conceder la palabra al
héroe no se olvida en ningún momento de los personajes que lo
están escuchando, cuyos propios pensamientos ofrece en hábil y
marcado contrapunto.
Fijémonos así, en el primer personaje cuya reacción se desta­
ca ante el anuncio de la historia de Periandro. Arnaldo se nos di-

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ce, sintió gran contento "creyendo descubrir, por lo que Periandro
dijese, algo que descubriese quién era" (p.207). De hecho las acti­
tudes del príncipe danés ante la historia inciden en el motivo que
conecta a dicho personaje con la trama principal: su amor por
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Auristela , por lo cual y considerando cómo sus primeras expec­
tativas se ven progresivamente defraudadas, puede entenderse su
desapego hacia el relato del personaje que incluso llega a in­
terrumpir por el cansancio que le produce -"puesto que tú no te
canses de contar tus desgracias, a nosostros nos fatiga el oírlas,
por ser tantas" (pp.226-227) - .
La enamorada Sinforosa por su parte, escucha embelesada las
palabras del héroe, si bien el mismo narrador deja entrever en un
momento que es el único interés por la persona que habla, lo que
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la mantiene en tensa expectación . Si paralelamente pues, al
relato de esos hechos que en nada les conciernen, el narrador nos
muestra los pensamientos de ambos, mucha más atención dedica
al desdichado Policarpo, cuyo desinterés por la historia y cuya
atormentada interioridad son continuamente mostrados. Resulta
por ello, bastante consecuente que aquellos personajes que escu­
chan la relación de estos hechos con mayor impasibilidad y
desapego, como son Transila, Mauricio y Ladislao, sean los en­
cargados de enjuiciarla críticamente. Como indicamos ninguna de
las situaciones generadas en ese singular laberinto que es la isla
les ha afectado, y ello hace de los mismos los destinatarios más
idóneos para valorarla objetivamente. Con todo el narrador no
olvida, como en el caso de Arnaldo, el motivo de engarce con la
trama principal que justifica la presencia de dichas figuras, por lo
que en un momento Mauricio muestra su impaciencia no sólo por
razoness de índole literaria, sino también personal -"deseando
estoy que acabe, porque el deseo que tengo de salir desta tierra no
da lugar a que me entretenga" (p.239)-.
Si a todo ello unimos que en esa pausas del relato del
personaje se están produciendo nuevos sucesos que hacen que lo
que hemos denominado la situación marco, varíe -amenazas de
Antonio padre a Cenotia para que devuelva la salud a su hijo,
nuevos proyectos de la misma e intentos de persuasión a Poli-
carpo para que los comparta, con la provocación de la desgracia

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final para sí m i s m o s - , tendremos que admitir que Cervantes ha
sabido crear una compleja estructura para el presente episodio.
Al desarrollar esas dos secuencias narrativas y establecer ese
continuo ir y venir de una a otra, sin que se imponga completa­
mente una de ellas - c o m o ocurría en el modelo virgiliano-,
constatamos cómo la atención se diversifica en varias direc­
ciones. Por un lado y a través fundamentalmente de la posición de
Amaldo o de la última comentada de Mauricio, se nos recuerda el
principal hilo conductor de la historia: el viaje de los héroes y la
necesidad de que éste prosiga. La valoración de mera parada en la
estancia de la corte de Policarpo, originada por tales conside­
raciones, parece volcar pues, nuestra mirada hacia un inminente
futuro en el que la detenida peregrinación proseguirá. Junto a ello
la propia historia del héroe con esa misma técnica narrativa de la
intercalación de nuevas historias, remite al modelo estructural del
primer libro y por ende, parece querer poner de manifiesto que
dicha secuencia debe ser relacionada con esos hechos ya pasados,
desconocidos no obstante, para personajes y lectores. Finalmente
las manifestaciones de Sinforosa y Policarpo, así como los lances
que se están produciendo en esos momentos en el palacio, apun­
tan hacia el presente narrativo que articula en definitiva, este
complejo episodio.
En el mismo encontramos por consiguiente, una estrecha im­
bricación y entrelazado de los distintos hilos que el escritor sabe
mantener con hábil precisión, y que concede en último lugar, un
singular carácter a este conjunto de capítulos integrados en el
Persiles. Los mismos se constituyen pues, como un largo episo­
dio de la novela revelador de los deseos del escritor por competir
con los modelos clásicos, en esa búsqueda, en definitiva, por
asegurarse el reconocimiento de los más cultos. Difícil tarea en la
que no obstante, las innegables y admirables dotes narrativas de
30
Cervantes saben brillar con luz propia .

NOTAS

1
Pinciano, uno de los autores más influyentes en el pensamiento
literario cervantino, sintetiza así la concepción aristotélica: "argumento

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que sea breve (...) y episodios que sean largos" Philosophia Antigua
Poética, A. Carballo Picazo (ed.), Madrid, CSIC, 1953, II., p.16. Sobre la
relación Pinciano-Cervantes, véase el clásico estudio de J. Canavaggio,
"Alonso López Pinciano y la estética literaria de Cervantes en el Quijote",
Anales Cervantinos, 7, 1958, pp.13-107. Sobre la teoría neoaristotélica en
relación con el género novelesco en concreto, véase A.Boiléve-Guerlet,
Le Genre Romanesque. Des théories de la Renaissance italienne aux
réflexions du XVII siècle français. Universidad de Santiago de Compos-
tela, 1993.
2
He manejado la edición italiana Tratato sull'origine dei romanzi,
Torino, Piccola Biblioteca Einaidi, 1977.
3
Aristóteles, Poética, V. García Yebra (éd.), Madrid, Gredos, 1974,
p. 190.
4
J. Casalduero, Sentido y forma de "Los trabajos de Persiles y
Sigismundo ", Madrid, Gredos, 1975, p.227.
5
Sobre el concepto de episodio en relación con la propia práctica
cervantina, véase el interesante estudio de A. Close, "Los episodios del
Quijote", Para leer a Cervantes, M. Romanos (coord.), Argentina, Eude-
ba, Universidad de Buenos Aires, 1999, pp. 25-47.
6 1
M A. Sachetti, Cervantes ' Los trabajos de Persiles y Sigismundo,
London, Tamesis, 2001, p. 165 y ss.
7
Las relaciones entre dichas escenas y algunas de la Eneida ya
fueron puestas de relieve por R. Schevill y recogidas entre otros, por
autores como J. B. Avalle-Arce y C. Romero en sus respectivas ediciones
del texto.
8
R. Schevill, "Studies in Cervantes I. Persiles and Sigismundo II.
The Question of Heliodorus" Modem Philology, IV, 1907, pp.677-704.
9
R. Schevill, "Studies in Cervantes I. Persiles and Sigismundo III.
Virgü's Aeneid", Transactions of the Conneticut Academy of Arts and
Sciences, XIII, 1908, pp.475-548.
10
Los trabajos de Persiles y Sigismundo, C. Romero (ed.), Madrid,
a
Cátedra, 2 ed., 2002, p.47.
" Sobre este motivo, origen del desarrollo de esas narraciones
intercaladas, en la novela griega, vid. M.Fusillo, Naissance du roman,
Paris, Seuil, 1991, p. 180 y ss.
1 2
Es a partir de la novela de Jenofonte, cuando empieza a percibirse
dicho artificio literario.
1 3
A. K. Forcione, Cervantes, Aristotle and the Persiles, Priceton,
University Press, 1970, p. 187.
14
Vid. sobre ello lo apuntado por J. B. Avalle-Arce en su edición de
la obra -Madrid, Castalia, 1970—, por la que citaré siempre, o el porme­
norizado análisis de A.K. Forcione, op.cit, p. 187 y ss. Sobre las dife­
rentes actitudes mantenidas por los receptores del relato, ya se ocupó

ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ana L. BAQUERO ESCUDERO. La estructura narrativa e...


Riley -Teoría de la novela en Cervantes, Madrid, Taurus, 1966, p. 198—,
y más recientemente J. González Rovira -La novela bizantina de la Edad
de Oro, Madrid, Gredos, 1996, pp.235-238.
b
Piénsese en el marco de las colecciones de novelas cortas de María
de Zayas.
16 3
Vid. M A. Sachetti, op.cit.
17
Ed. cit.,p. 219.
18
Vid. F. Gómez Redondo, La prosa del siglo XIV, Gijón, Júcar,
1994, pp. 78-80, o sus más recientes estudios Historia de la prosa medie­
val castellana, Madrid, Cátedra, 3 vols.
19
W.W. Ryding, Structure in Medieval Narrative, Paris, Mouton,
The Hague, 1971, p.139 y ss. E. W. Williamson, El Quijote y los libros de
caballerías, Madrid, Taurus, 1991, p.68 y ss.
2 0
J. M. Cacho Blecua, "El entrelazamiento en el Amadís y en Las
sergas de Esplandián, Studia in honorem prof. Martin de Riquer, Barce­
lona, Quaderns Crema, 1986, pp.235-271.
2 1
E.C. Riley, op.cit., p.204.
2 2
Dice el personaje justificando su atención en la actitud de Sinfo-
rosa: "Noté yo esto, porque tenía los míos atentos a mirar a Policarpa,
objeto dulce de mis deseos" Ed.cit. p. 153.
2 3
1 . Lozano, Cervantes y el mundo del "Persiles ", Alcalá de Henares,
Centro de Estudios Cervantinos, 1998, p.68 y ss.
2 4
"Laonde per la diversità del paesi descritti in tre peregrinazioni e
per la multitudine e novità de le cose veduta, grandissima conviene chi sia
la varietà". T. Tasso, Discursi del poema eroico, Prose, E. Mazzali (ed.),
Milano, Napoli, Riccardo Ricciardi Editore, 1959, Libro Tercero, p.598.
2 5
"En tantos años de peregrinación se pueden engerir muchos y muy
largos episodios" Ed. cit, II, p.357.
2 6
"Las peregrinaciones largas siempre traen consigo diversos
acontecimientos, y como la diversidad se compone de cosas diferentes, es
forzoso que los casos lo sean" p. 342.
2 7
Vid. A. Egido, "La memoria y el arte narrativo del Persiles'",
Cervantes y las puertas del sueño. Salamanca, Ediciones Universidad,
1999, pp. 1Ò5-112.
2 8
Vid. inicio del cap. 11, p. 217.
2 9
Vid. inicio del cap. 11.
3 0
Este trabajo ha sido realizado dentro del Proyecto de Investigación
La novela corta y sus contextos, PI-46/00774/FS/01, financiado por la
Fundación Séneca de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia.

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