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1.

Anatomía del dolor


2. Fisiología del dolor
3. Transducción.
4. Conducción del impulso doloroso y transmisión sináptica
5. Percepción del dolor en el cerebro
6. Otros aspectos de interés sobre el dolor
7. Sistema de supresión del dolor (analgesia) en el encéfalo y la médula espinal
8. Opiáceos del encéfalo: endorfinas y encefalinas
9. Dolor referido (visceral)
10. Localización del dolor visceral
11. Función de la experiencia y de la convergencia
12. Bibliografía

El dolor es quizá uno de los síntomas más comunes que se presenta en una enfermedad, es
una experiencia sensorial y emocional desagradable que experimenta la persona de una
manera que es única para él, razón por la que el dolor es referido y vivido en cada paciente de
manera diferente. El dolor es además un problema para el paciente, ya que puede ser grave,
muy intenso y causar molestia y sufrimiento; puede incluso provocar incapacidad para realizar
las actividades normales de cualquier persona, incluso aquellas recreativas o laborales,
esenciales para la adecuada salud mental. El dolor es también un problema físico, psicológico
y social, que puede afectar el desenvolvimiento y conducta normal de un individuo. La
importancia fisiológica del dolor es que tiene un significado biológico de preservación de la
integridad del individuo , es un mecanismo de protección que aparece cada que hay una
lesión presente o parcial en cualquier tejido del organismo, que es capaz de producir una
reacción del sujeto para eliminar de manera oportuna el estímulo doloroso. Por estas razones
instintivas, los estímulos de carácter doloroso son capaces de activar a todo el cerebro en su
totalidad y poner en marcha potentes mecanismos que están encaminados a una reacción de
huida, retiramiento, evitación y/o búsqueda de ayuda para aliviarlo (1).
El dolor es entonces un mecanismo de alerta que indica al individuo la posibilidad de daño
inminente o manifiesto, de mal funcionamiento del propio organismo; está encaminado para
que el individuo considere esto y busque auxilio.
Se han realizado diversas clasificaciones del dolor, las cuales son variables dependiendo del
autor, pero básicamente podemos definir dos modalidades: dolor agudo (<6 meses) y dolor
crónico (>6 meses).
El dolor agudo se percibe de 0.1 segundos después del contacto con el estímulo doloroso; el
impulso nervioso generado viaja hacia el sistema nervioso central a través de fibras de una
alta velocidad de conducción (Aδ). Dura segundos, minutos o incluso días; pero generalmente
desparece cuando la afección que lo origina llega a término. En la mayor parte de las
ocasiones es producido por estimulación nociva, daño tisular o enfermedad aguda; el dolor
agudo casi no se percibe en algún tejido profundo del organismo. (2)
El dolor crónico tarda 1 segundo o más en aparecer y aumenta lentamente su frecuencia e
intensidad durante segundos, minutos o varios días, persiste más allá del tiempo razonable
para la curación de una enfermedad aguda, por lo que se le asocia a un proceso patológico
crónico que provoca dolor continuo; se relaciona con las estructuras profundas del cuerpo; no
está bien localizado y es capaz de producir un sufrimiento continuo e insoportable.
Otra modalidad para clasificar el dolor es de acuerdo a la presencia de dos vías para la
conducción de los impulsos dolorosos (lenta y rápida), esta clasificación explica la observación
fisiológica de la existencia de dos tipos de dolor. Un estímulo doloroso produce una sensación
precisa y localizada seguida de una sensación sorda, difusa y desagradable. El dolor rápido se
ha asociado con las fibras tipo Ad y las de tipo lento con las fibras C.
Anatomía del dolor.
Las vías involucradas en la transmisión de los impulsos dolorosos comienzan en receptores
especiales denominados nociceptores, que son terminaciones nerviosas libres que se
encuentran en diferentes tejidos corporales como son piel, vísceras, vasos sanguíneos,
músculo, fascias, cápsulas de tejido conectivo, periostio, hoz cerebral; los demás tejidos
apenas cuentan con terminaciones nociceptivas (2, 3). Estos receptores a su vez transmiten la
información a través de fibras nerviosas que son clasificadas dependiendo de su diámetro y
grado de mielinización en fibras A y C (Tabla I).Se ha calculado que hay cerca de 200 fibras
tipo C por cm2 (4). Las fibras A se subdividen a su vez en los tipos a , b , g y d . De todos
estos tipos, solo los tipos Ad y C conducen los impulsos nociceptivos. Para poder transmitir la
información nociceptiva los nociceptores poseen un alto umbral de estímulo y la capacidad
para codificar la intensidad del estímulo en una frecuencia de impulsos. En la primera sinapsis
del asta posterior y a todo lo largo del eje neural existe una alta modulación de la transmisión
de los impulsos aferentes.
Un nervio periférico tiene varios tipos de fibras, dentro de las cuales van incluidas las
nociceptivas.
Tabla I. Fibras nerviosas para la conducción del dolor
Tipo de fibra Velocidad (m/s) Estímulos Mielinización
Ab 40-80 Luz intensa, movimiento de cabello +++
Ad 1 2.5-36 Fuerzas mecánicas ++
Ad 2 2.5-36 Mecánicos, térmicos +
C 0.5-1.7 Polimodal (químicos) -
Tomado de: Markenson JA, Mechanisms of chronic pain. Am J Med 1996, 101 (suppl 1A): 7s
Las fibras tipo Ad transmiten impulsos de origen mecánico y térmico que son correlacionadas
con el dolor agudo; mientras que las fibras de tipo C conducen dolor crónico que son
fundamentalmente de naturaleza química.

Anatomía, fisiología y neurobioquímica del dolor


Juan Pérez-Cajaraville - Clínica Universitaria de Navarra

Jose Ramón Ortiz-Gómez - Clínica Universitaria de Navarra

Servando López-Álvarez - Complexo Hospitalario Universitario A Coruña

DEFINICIÓN DE TÉRMINOS
El dolor a pesar de ser tan antiguo como el hombre, no es fácil de definir. En 1979 la
IASP (Internacional Asociación para el Estudio del Dolor) lo define como “una
experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con una lesión hística,
presente o potencial, o descrita en términos de la misma”[1].

En esta definición se puede entrever que el dolor no es un mero síntoma sensorial,


sino que debe entenderse como una experiencia aversiva perceptual y afectiva
compleja, determinada tanto por las respuestas biológicas a los estímulos
nociceptivos como por el significado de esos estímulos para cada sujeto, con
interrelación de múltiples factores, tanto físico-sensoriales como psicológicos,
emocionales y subjetivos.

Precisamente en esta variedad de factores que influyen sobre la vivencia del dolor por
cada paciente y en el hecho que cada paciente experimenta el dolor de una forma
propia, radica la necesidad de un enfoque terapéutico personalizado y
multidisciplinar.

Antes de entrar a valorar los diferentes tipos de dolor, conviene definir una serie de
conceptos que a menudo se usan erróneamente:

 Alodinia: percepción de un estímulo sensorial no dolorosos como dolor.


 Analgesia: ausencia de percepción dolorosa.
 Anestesia: ausencia de todo tipo de sensaciones, incluyendo el dolor.
 Anestesia dolorosa: dolor en el área que no tiene sensación dolorosa.
 Disestesia: sensación desagradable o anormal con o sin estímulo.
 Hipoalgesia: respuesta disminuida a un estímulo doloroso.
 Hiperalgesia: respuesta aumentada a un estímulo doloroso.
 Hiperestesia: respuesta aumentada a la estimulación leve.
 Hiperpatía: presencia de hiperalgesia, hiperestesia y alodinia, en general aunadas a
sobrereacción y persistencia de la sensación posterior al estímulo.
 Hipoestesia: respuesta disminuida a la estimulación leve.
 Neuralgia: dolor en el área de inervación de un nervio.
 Parestesia: percepción de una sensación anormal sin un estímulo aparente.
 Radiculopatía: anormalidad funcional de una o varias raíces nerviosas.

TIPOS DE DOLOR
Motivado por esta dificultad de definición, y por la extraordinaria variedad de sus
posibles manifestaciones, el dolor se ha clasificado tradicionalmente de varias formas:
agudo–crónico, nociceptivo–neuropático, físico-psicógeno, central–periférico,
referido–de proyección.

Todas estas clasificaciones guardan cierto grado de imprecisión, ya que por ejemplo,
aunque inicialmente un dolor pueda ser agudo, si la causa que lo originó persiste,
evolucionará hacia la cronicidad, siempre sin olvidar la interacción entre diversos
factores moduladores, especialmente los psicoafectivos. La clasificación más habitual
es la de dolor agudo – dolor crónico[2].
A. Dolor agudo

Se suele definir como aquel debido a estímulos nocivos originado por lesiones,
enfermedades o función anormal de vísceras o músculos. Es de breve duración
(menor de 6 meses) y cede al remitir la causa originaria.

Se ha considerado siempre como un mecanismo de defensa ante un daño tisular que


genera una activación del sistema nociceptivo, ejerciendo un cierto papel protector al
servir de aviso al paciente de la existencia de una lesión orgánica. Por este motivo
también se le ha denominado dolor nociceptivo, dolor señal o dolor síntoma.

Importancia del dolor agudo

La importancia del dolor agudo postoperatorio radica en su alta frecuencia, en su


inadecuado tratamiento y en las repercusiones que tiene en la evolución y en la
recuperación del paciente.

Se estima que, independientemente del tipo de intervención, el 30% de los pacientes


experimentan dolor leve tras la cirugía, el 30% dolor moderado y el 40% dolor severo.
El dolor postoperatorio es más frecuente y más severo tras la cirugía torácica,
abdominal y lumbar; también la cirugía extensa en columna y en huesos largos puede
ser muy dolorosa.

El dolor postoperatorio inadecuadamente tratado puede comprometer la


recuperación del paciente al aumentar la morbi-mortalidad y prolongar el ingreso
hospitalario. En ocasiones, el dolor agudo pierde su función protectora y se convierte
en un problema en sí mismo, como sucede con un dolor agudo que no se resuelve a
pesar de la remisión de la causa original o por un tratamiento inadecuado.

Tipos de dolor agudo según el mecanismo fisiopatológico

El dolor agudo, sobre todo el postoperatorio, generalmente es de tipo nociceptivo


somático, aunque pueden asociarse componentes viscerales y neuropáticos, sobre
todo en enfermos vasculares y neuroquirúrgicos. Cuando ello ocurre, estos signos
suelen estar ya presentes antes de la intervención. La importancia de caracterizar
adecuadamente el tipo de dolor presente radica en la elección de la estrategia
terapéutica más adecuada en cada caso[3].

El dolor agudo también puede clasificar en superficial, somático profundo y


visceral:

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