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Abuso sexual

y malos tratos
contra niños, niñas
y adolescentes

Perspectiva psicológica y social


Colección CIENCIAS SOCIALES
NOVEDADES

Las técnicas de actuación profesional del Trabajo Social


Graciela Tonon (compiladora)
Gerencia social.
Un análisis crítico desde el Trabajo Social
Freddy Esquivel Corella
La Sociedad de Beneficencia.
Lo oculto en la bondad de una época
Alejandra Facciuto
Políticas y problemas sociales en la sociedad neoliberal.
La otra década infame (I)
Estela Grassi
Política y cultura en la sociedad neoliberal.
La otra década infame (II)
Estela Grassi
La cuestión social y la formación profesional en Trabajo Social en el contexto de las
nuevas relaciones de poder y la diversidad latinoamericana
XVIII Seminario Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social
El Trabajo Social y la Cuestión Social.
Crisis, movimientos sociales y ciudadanía
Silvia Fernández Soto (coordinadora)
Búsquedas del Trabajo Social latinoamericano.
Urgencias, propuestas y posibilidades
Ana Ruiz (coordinadora)
Trabajo Social latinoamericano.
A 40 años de la Reconceptualización
Norberto Alayón (organizador)
La profesión de Trabajo Social. ¿Cosa de mujeres?
Estudio sobre el campo profesional desde la perspectiva
de los trabajadores sociales
Alicia Genolet (directora)
Trabajadores sociales en la historia.
Una perspectiva transformadora
Carina Berta Moljo
Abuso sexual y malos tratos contra niños, niñas y adolescentes.
Perspectiva psicológica y social
Eva Giberti (compiladora)
Abuso sexual
y malos tratos
contra niños, niñas
y adolescentes
Perspectiva psicológica y social

Eva Giberti
(Compiladora)

Prof. María Elena Naddeo; Dra. Daniela Arias; Dra. Virginia Berlinerblau;
Lic. Cora Bertini; Dra. María Inés Bringiotti; Dra. Angeles Burundarena;
Lic. Sandra De Luca; Lic. Cristina Erbaro y equipo; Lic. Nicolás Fariña;
Lic. Carmen Frías; Lic. Alicia H. Ganduglia; Lic. Jorge Garaventa
Lic. M. Federica Otero; Dra. Liliana Peluso; Dr. Carlos Rozanski;
Lic. Nélida Sisini; Dra. Cecilia Sosa; Dr. Fernando Valsechi;
Dra. Gabriela Vázquez.

CURSO DESTINADO
A DOCENTES Y PROFESIONALES
Organizado por el Consejo
de los Derechos de Niños, Niñas
y Adolescentes de la Ciudad
de Buenos Aires. 2003-2004

Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires
Abuso sexual y malos tratos contra niños, niñas y adolescentes :
perspectiva psicológica y social / compilado por Eva Giberti -
1a ed. - Buenos Aires : Espacio Editorial, 2005.
288 p. ; 23x16 cm. (Ciencias Sociales)

ISBN 950-802-211-6

1. Abuso Sexual-Niños, Niñas y Adolescentes. 2. Maltrato


Infantil y Juvenil I. I. Giberti, Eva, comp.
CDD 362.76

ESPACIO
EDITORIAL
editora - distribuidora
importadora - exportadora
Simón Bolívar 547, 3º p. Of. 1
(C 1066 AAK)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel.: (011) 4331-1945
E-mail: espacioedit@ciudad.com.ar
www.espacioeditorial.com.ar

Corrección: Ernesto Gutiérrez


Diseño de Tapa: DONAGH | MATULICH
Composición y armado tipográfico: DONAGH | MATULICH
Coordinación y Producción Editorial: Osvaldo Dubini

La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea,


idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema “multigraph”, mimeógrafo,
impreso por fotocopia, fotoduplicación, etc., no autorizada por los editores, viola
derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.

1a edición, 2005.
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina.
LA FOTOCOPIA
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 MATA AL LIBRO
Y ES UN DELITO
© 2005 Espacio Editorial

ISBN: 950-802-211-6
Prólogo

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, desde la sanción de su Constitu-


ción en 1996 y la puesta en vigencia de su nueva legislación, en particu-
lar de la Ley Nº 114 y otras normas de igual trascendencia, ha construido
un circuito de protección integral basado en los principios más importantes
de la Convención Internacional de los Derechos del Niño: la inclusión de los
niños en las políticas universales de educación, de salud; el apoyo integral
a sus familias evitando expresamente la intervención judicial en las proble-
máticas sociales, y el ejercicio del patrocinio de los chicos ante la Justicia
cuando son víctimas de delito.
Las nuevas realidades sociales, las consecuencias devastadoras de la
crisis estructural de nuestro país, agudizada en los últimos años, y los vie-
jos patrones culturales que todavía perviven, tienen a los niños, niñas y
adolescentes como principales víctimas, siendo imprescindible reflexionar y
revisar las prácticas habituales en la búsqueda de nuevas y más eficaces
respuestas para su protección integral.
Aunque desde la aprobación de la Convención Internacional de los De-
rechos del Niño en 1989 muchas son las transformaciones legislativas e
institucionales que se han llevado a la práctica, como las señaladas para la
Ciudad de Buenos Aires y otras reformas similares en las provincias de La
Pampa, Chubut y Neuquén, en el ámbito nacional sigue pendiente la apro-
bación de la ley de protección integral de la infancia destinada a derogar de
una vez por todas el viejo sistema tutelar del patronato.
Las intervenciones destinadas a la protección integral de los derechos
de la infancia, en el marco del paradigma de los tratados internacionales
de derechos humanos, requieren, además, de un nuevo abordaje interdis-

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Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

ciplinario, de políticas públicas sostenidas por un Estado que intervenga ac-


tivamente en la economía, promoviendo una más justa distribución del in-
greso, la solidaridad y el acceso de los chicos y sus familias al ejercicio de
sus derechos. También requiere un cambio cultural profundo para recono-
cer a los chicos como sujetos plenos de derecho y por lo tanto escucharlos
y asegurar su acceso a las políticas públicas.
Las distintas formas de violencia que sufren los chicos son motivo de
particular preocupación para el Gobierno de la Ciudad. El maltrato en el
ámbito familiar a los niños y niñas, fenómeno multicausal que obedece a
esterotipos culturales autoritarios, a diversas situaciones sociales y familia-
res, y que con diferentes características atraviesa todos los sectores socia-
les, requiere ser visibilizado y atendido. A esto se suman otras formas de
violencia y explotación, prácticas todas que dejan en los niños huellas psí-
quicas y físicas profundas, y que llegan a provocar la muerte.
Desde los diversos ámbitos de gobierno se generan iniciativas para
capacitar a los profesionales y equipos técnicos involucrados en la aten-
ción de la infancia para la detección y asistencia de los chicos víctimas
de maltrato; asimismo, buscamos erradicar y/o sancionar cualquier si-
tuación de violencia institucional que pueda generarse desde los propios
ámbitos gubernamentales.
El rol del Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes en la
realización de cursos y jornadas de capacitación con destacados especialis-
tas en la temática, su continuidad y sistematización a través de esta publi-
cación, constituye un aporte fundamental en la formación y actualización de
quienes tienen a su cargo la educación y la atención de la infancia.

Dr. Aníbal Ibarra


Jefe de Gobierno
de la Ciudad Autónoma de Bs. As.

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Resumen histórico

Este volumen incluye las conferencias que forman parte del ciclo
“Los cursos del Consejo”, organizados por el Consejo de los Derechos de
Niños, Niñas y Adolescentes desde el año 2001, algunos de ellos con
el auspicio de la Escuela de Capacitación de la Secretaria de Educación.
La finalidad de los mismos, en cumplimiento de lo previsto por la Ley
114 de la Constitución de la Ciudad de Bs. As., reside en ofrecer capa-
citación gratuita a docentes y profesionales. Razón por la cual se han
elegido temas vinculados con la situación actual de la niñez y la adoles-
cencia en nuestro país, específicamente en la Ciudad Autónoma de Bs.
As. Si bien debemos reconocer que entre el público contamos con asis-
tentes provenientes de provincias.
Cuando se realizaron los cursos referidos a Niñez y los que se ocuparon
de Adolescencia, los asistentes solicitaron, como uno de los temas para te-
ner en cuenta, el maltrato y el abuso sexual. Con ese motivo el Consejo de
los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes abrió un espacio destinado
a la actualización del tema.
El curso que dio origen a la actual publicación, que edita las conferen-
cias llevadas a cabo durante septiembre, octubre y noviembre de 2003, fue
el segundo que referido a abuso sexual y maltrato organizó el CDNNyA. La
solicitud de reiteración de estos temas se convirtió en una constante que
condujo a la decisión de continuar manteniendo este aporte que advierte
la gravedad del problema.
Los conferencistas invitados llegaron a sus encuentros con nosotros
aportando el máximo de sus competencias y de su dedicación al tema. Ca-
da uno expuso sobre el tema previsto, respondió preguntas del público y

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Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

además puso a disposición de quien lo solicitara su dirección de correo


electrónico para responder a quien lo precisara. O sea, además de la gene-
rosidad de sus aportes presenciales —ad honorem— mantuvieron relación
con las personas interesadas y también leyeron y corrigieron las desgraba-
ciones de sus textos. En algunos de éstos se mantuvo el estilo coloquial
propio de la desgrabación.

El CDNNyA agradece la permanente y desinteresada colaboración de


quienes dictaron las conferencias, produjeron los textos y mantienen su
generosa colaboración con este Consejo.

Quiero agradecer la generosa y eficaz colaboración de la Lic.


Federica Otero quien revisó cuidadosamente el texto final y
encaminó la edición del mismo.

Eva Giberti

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Los cursos del Consejo

Los Cursos del Consejo se han convertido en una tradición de cumpli-


miento y realización esperada y avalada por la ciudadanía porteña.
Han sido dedicados a docentes y profesionales y cuentan con un público
que oscila entre los doscientos cincuenta y los seiscientos asistentes —cuan-
do la capacidad de la sala del Centro Cultural San Martín lo permite—.
Como se desprende de la lectura de sus programas, los conferencistas
convocados, que aportan generosamente su tiempo, constituyen una garan-
tía de rigor en cuanto a contenidos, y en lo que respecta a la calidad expo-
sitiva de sus palabras, y se permite un diálogo fluido con los participantes
a posteriori de sus intervenciones.
Se iniciaron durante el año 2001 con un primer enfoque: La niñez y
la adolescencia ya no son las mismas; sus integrantes fueron Silvia
Bleichman, psicoanalista, cuyo tema fue: ¿Qué se conserva hoy de la In-
fancia que conocimos? Continuó con la intervención de Ricardo Cicer-
chia, doctor en Historia, quien habló acerca de Pequeños Ciudadanos.
Historias de chicos, chicas y ciudades. Por su parte, Nora Elichiri, doc-
tora en Psicopedagogía, abordó el tema: Aprendizaje de niños y niñas
hoy: acerca de las potencialidades y necesidades del sujeto educativo.
El escritor Nicolás Casullo continuó, refiriéndose a Juventud: mito esté-
tico moderno y paisaje cultural.
María Elena Naddeo, presidenta del Consejo, presentó el curso y ex-
puso la historia del organismo que dirige, su relación con la Ley 114 de
la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, y las responsabiliadaes e
intervenciones de dicho organismo en la defensa de los derechos de ni-
ñas, niños y adolescentes de la Ciudad.

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Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

En el año 2002 se repitió el mismo curso y se incorporaron conferen-


cistas. La doctora en Filosofía y Pedagogía María Teresa Sirvent, propu-
so un tema que en ese momento formaba parte de la compleja actuali-
dad sociopolítica y económica del país: La sal no sala y el azúcar no en-
dulza: educación, pobreza y participación social en el neoconservadu-
rismo. La doctora Gladis Kochen, a partir de su experiencia desde un
programa que se ocupaba de alumnos en zonas carecientes, desarrolló
el tema Educación y pobreza: algunas cuestiones para pensar. La licen-
ciada Eva Giberti disertó acerca de Las éticas en educación: aplicación
en niveles escolares.
Durante el segundo cuatrimestre se llevó a cabo el primer curso desti-
nado a Abuso Sexual, la demanda por parte de quienes no habían logrado
inscribirse en este curso fue tan intensa que fue necesario repetirlo en no-
viembre y diciembre.
En el año 2003 se abrió un espacio dedicado exclusivamente a la adoles-
cencia y se contó con la colaboración del doctor Rubén Effron, psicoanalista:
Los adolescentes y la responsabilidad. Los jóvenes infractores de la Ley y
otros. La doctora Eugenia Trumper, médica ginecóloga, centró su exposición en
los Derechos reproductivos. Dificultades y realidades en la adolescencia.
Desde la experiencia y práctica proveniente de la Secretaría de Salud, en el
área especializada en la prevención de VIH, participó el sociólogo Agustín Ro-
jo: El sentido común como obstáculo para la prevención del SIDA.
Por su parte, el sociólogo doctor Alberto Calabrese incluyó su prácti-
ca docente y su producción intelectual referente al tema refiriéndose a
Lo que no se dijo en adicción. Rebeldía o adaptación. Y la licenciada
Giselle Tenembaum, psicóloga, responsable por el primer programa que
se ocupó de la escolaridad de las madres adolescentes en la Secretaría
de Educación, expuso acerca de Maternidad adolescente en la escuela.
Entre la transgresión y las posibilidades de inclusión. El Dr. Gustavo
Gallo, abogado y asesor del CDNNyA, quien cuenta con una sólida ex-
periencia en la defensa de niños y niñas en situación de conflicto con la
ley, expuso acerca de Los adolescentes en el fuero civil y penal. El ám-
bito federal cuando se trata de drogas.
Por su parte Norberto Ianni, psicólogo, y Miguel González, profesor
de Historia, rector de la EMEM N° 5, D.E. 15, se refirieron a La convi-
vencia en la escuela; los adolescentes y el ejercicio cotidiano de los
derechos humanos: reflexiones sobre las prácticas.
La presidenta del Consejo tuvo a su cargo una conferencia en la cual
planteó la gravedad de la explotación sexual infanto-juvenil asociada con
las intervenciones de ese organismo.

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Los Cursos del Consejo

Durante el segundo cuatrimestre de ese mismo año se llevó a cabo el


curso cuyos contenidos se publican en este volumen.
En el año 2004, durante el primer cuatrimestre el curso de deno-
minó La adolescencia, ¿cómo vivir con ella? Se inició con una confe-
rencia: Derecho al salud de los adolescentes: entre la autonomía y la
patria potestad, que desarrolló la Dra. Diana Mafia, doctora en Filoso-
fía y en Ética, y continuó con la exposición del profesor Tavarone, do-
cente cuya experiencia constituyó una importante novedad, quien se
preguntó: El sujeto adolescente sustituyó al alumno del secundario:
la escuela media ¿qué le ofrece?
Las profesoras Haydée Baghino y la Lic. Alicia Pelliza abrieron un espa-
cio para describir sus prácticas y sus conceptualizaciones mediante su tex-
to: Una escuela posible: una convivencia que se construye.
La doctora Silvia Duschatzky introdujo el tema La experiencia juvenil en la
velocidad y el Lic. Agustín Rojo en su conferencia aportó un interrogante espe-
cífico: ¿Qué destinatario construyen los mensajes de prevención del VIH?
La Dra. Nora Elichiry, cuya calidad como investigadora le permitió intro-
ducir nuevas problemáticas, se ocupó de Las relaciones familia-escuela en
los aprendizajes cotidianos, y la profesora María Elena Naddeo se refirió a
las intervenciones del Consejo en conflictos con la famila, fugas del hogar
y victimización sexual de la adolescencia.
El Dr. Alberto Calabrese volvió a centrar su exposición en el consumo de
sustancias, si bien aportando una nueva perspectiva: Drogas: miradas ha-
cia la adultez y papel de la adolescencia; y el Dr. Gustavo Gallo reiteró los
conceptos que había avanzado en el curso anterior, en esta oportunidad
ejemplificando con nuevas experiencias.
El año 2004 cerró con un nuevo curso referido a abuso sexual y mal-
trato contra niños y niñas, en el cual intervinieron algunos conferencistas
que ya habían participado en reuniones anteriores: Virginia Berlinerblau,
Angeles Burundarena, y se incorporaron el Lic. Jorge Garaventa, psicólo-
go, cuya conferencia se incluye en este volumen; el doctor Norberto Ga-
rrote, médico psiquiatra, quien abordó un tema escasamente analizado
en los estudios dedicados al tema: Maltrato, abuso y discapacidad; tam-
bién los profesionales miembros de la Defensoría de Flores, Dra. Gabrie-
la Foncuberta, Lic. Marisa Villaruel y Dr. Martiniano Terragni, quienes ex-
pusieron el tema: La defensa de los derechos del niño víctima en la se-
de penal, incorporando una nueva variable en la temática que nos ocu-
pa. Los profesores Lic. Perla Selmanovich, psicóloga, y Carlos Prado ex-
pusieron sus pensamientos y experiencias acerca de los medios de comu-
nicación y las escuelas ante el cuidado de la infancia, recurriendo tam-

11
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

bién ellos al aporte de una nueva perspectiva para el análisis del abuso
sexual y maltrato contra niños y niñas.
El material que se obtuvo de la desgrabación de las conferencias se
mantiene en espera, para diseñar nuevos volúmenes que permitan ofre-
cer a la comunidad los contenidos de la experiencia, y el rigor y la origi-
nalidad de sus autores.

12
Una pregunta engañosa
acerca del maltrato
y del abuso sexual
contra niños y niñas

Lic. Eva Giberti

Coordinadora del Curso. Lic. en Psicología (UBA). Asistente Social (UBA). Docente en la Especialización en
Violencia Familiar (UBA) y en la Especialización en Derecho de Familia (UBA). Idem Maestría en Problemas
y Patologías del Desvalimiento (UCES). Co-dirigió la Maestría en Ciencias de la Familia (Univ. Nac. Gral. San
Martín). Asesora del Area Adopción del Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes. Entre sus
libros están: Politicas y Niñez (en colaboración), Incesto paterno filial (Con S. Lamberti et alter), La Mujer
y la violencia invisible (con Ana Fernández), Hijos del rock, y La familia, a pesar de todo.

La decisión que se tomó en el Consejo de los Derechos, cuando se eli-


gió desarrollar este tema, es el producto no sólo del conocimiento del cual
la institución dispone debido a la experiencia de las profesionales que la in-
tegran, sino también de los datos que el Equipo de Investigación aporta al
sistematizar la información que proviene de las Defensorías Zonales y de la
atención telefónica de la Línea 102.
Por otra parte, las permanentes denuncias que el periodismo pone en
evidencia, así como la tarea interinstitucional que se realiza con los hos-
pitales de la Ciudad a los cuales concurren las víctimas, incorporan da-
tos que corroboran la persistencia de estos delitos y agravios contra ni-
ños y contra niñas.
La pregunta habitual: “¿Ahora se producen más abusos, o lo que suce-
de es que los medios de comunicación los difunden cada vez que ocurren?”,

13
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

que podría admitirse como curiosidad preocupada por parte de los adultos,
también puede interpretarse como intento no consciente de derivar la aten-
ción ciudadana hacia una evaluación de índole histórica.
La pregunta interroga dirigiendo (y esperando) la respuesta hacia una
contestación convivencial: “En realidad estas cosas siempre ocurrieron.
Ahora se habla más, la gente se atreve a denunciar, los chicos en gene-
ral están advertidos…”; respuesta que tiende a tranquilizar a quien pre-
gunta. “Si siempre ocurrió, entonces no es tan grave; si no fuera por los
medios de comunicación no se sabría…” O sea, estamos frente a la ten-
dencia que conduce a encubrir la gravedad de lo que sucede, neutrali-
zándolo mediante la generalización “siempre ocurrió”. Se recurre a la
frase consagrada por el imaginario social que omite la responsabilidad
social aquí y ahora.
Conviene discernir entre maltrato, por una parte, y por otra abuso sexual
contra niños, niñas y adolescentes. El maltrato constituye una dimensión
abarcativa que incluye los abusos sexuales y los incestos como forma espe-
cífica de maltrato explicitado mediante prácticas sexuales impuestas por los
adultos, en detrimento de los derechos de niños y niñas. Dichas prácticas
están reguladas por el abuso de poder. Otras formas de maltrato consisten
en amenazas, castigos fisicos, negligencias, etc., y se instituyen también
como abuso de poder sin que el niño o la niña sean demandados como
acompañantes sexuales.
Si revisamos la historia de la niñez y la historia de las civilizaciones
encontraremos, detallada, la enunciación de las ferocidades cometidas
contra niños y contra niñas. Lo cual no autoriza a aliviarse ni a desen-
tenderse de los padecimientos actuales de nuestras niñas y niños. No
hay razón alguna para tranquilizarse, por el contrario, es preciso regis-
trar que determinados adultos pueden ser —y eligen ser—peligrosos pa-
ra cualquiera de ellos.
La parentalidad no garantiza trato considerado hacia los/as más pe-
queños/as: las familias son capaces de instituirse como núcleos de vio-
lencia contra ellos/as. Las instituciones escolares pueden incorporar ma-
los tratos físicos y psicológicos, y la experiencia pone de manifiesto, que
el abuso sexual contra niños y contra niñas encontró en el ámbito esco-
lar un territorio que excepcional y coyunturalmente permitió disponer de
criaturas según las preferencias del abusador.
Frente a esta sistematización de delitos y agravios, los datos históricos
nos interesan debido a la investigación y análisis de las situaciones en épo-
cas diversas, según las geografías y las características de las organizacio-
nes sociales de las distintas comunidades. Pero actualmente nos atañe el

14
Una pregunta engañosa

análisis, el estudio, las reflexiones y el entrenamiento para proceder según


las demandas en nuestro pais.
Estos motivos: 1) disponer de datos rigurosamente formalizados, 2) así
como de las experiencias múltiples que el Consejo asume (prevención, do-
cencia, divulgación, actualización, capacitación e intercambios instituciona-
les), contribuyeron en la compaginación de un Curso cuyos contenidos, ini-
cialmente editados en un CD en el cual se reprodujeron los textos de las
conferencias, adviene ahora al ámbito de la palabra escrita.

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Palabras inaugurales

Prof. María Elena Naddeo

Profesora de Historia (UBA). Actual Presidenta del Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes
del GCABA. Fue Legisladora de la CABA (2000-1997). Concejala de la CABA (1997-1993). Delegada gremial
docente en la CTERA (1992-1983). Miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Docentes de
Enseñanza Media y Superior. Coautora e impulsora de importantes iniciativas legislativas en materia de
derechos de la infancia y género (Ley 114: Protección integral de los derechos de niños, niñas y adolescen-
tes; Ley 269: Creación del Registro de deudores alimentarios; Ley 474: Creación del Plan de igualdad de
posibilidades y de trato entre varones y mujeres; Ley 418: Salud sexual y reproductiva, entre otras).

Este Curso está destinado a desarrollar planes y encuentros de actua-


lización y capacitación del más alto nivel para los y las profesionales,
operadores, docentes y todos los que de alguna manera estamos involu-
crados con la infancia y la adolescencia en esta ciudad y en este país.
Se inscribe dentro de los objetivos que la Ley 114 —que es la Ley de
protección integral de derechos de niños, niñas y adolescentes de la Ciu-
dad Autónoma de Buenos Aires—, la cual plantea diversas responsabili-
dades para quienes somos autoridad de aplicación, es decir, para el Con-
sejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes.
La Ley 114 aplica la Convención Internacional de los Derechos del
Niño en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires; es una ley que se vo-
tó en la primera Legislatura porteña en diciembre de 1998. Esta ley
reglamenta el funcionamiento del Consejo, organismo que estaba pre-
visto ya en la Constitución de la Ciudad. Uds. conocerán que en 1996
se sanciona en la Convención Constituyente de la Ciudad de Buenos
Aires la Constitución de la Ciudad Autónoma; una Constitución que es
modelo en América Latina respecto del intento de un Estado moderno
17
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

por incorporar y hacer cumplir los Tratados Internacionales de Dere-


chos Humanos.
En el capítulo de Niñez, la Constitución de la Ciudad propone varios
temas muy importantes relacionados con la ideología de los derechos
humanos de los niños, y crea por ley un organismo especializado en in-
fancia, que es este Consejo. Esos conceptos que están en la Convención
Internacional, que se encuentran en la Constitución de la Ciudad de Bue-
nos Aires y que desarrolla la Ley 114, tienen que ver con el paradigma
de la protección integral.
El paradigma de la protección integral nos plantea sostener una nue-
va concepción de la infancia; pensar a los chicos, a las chicas, a los ado-
lescentes, como sujetos plenos de derechos, y definir que la responsabi-
lidad de los adultos todos, del Estado, de las familias, de las institucio-
nes tanto estatales como de la sociedad civil, es asegurar y garantizar el
cumplimiento de esos derechos.
Esta concepción modifica profundamente el viejo paradigma, que plan-
teaba que los adultos y el Estado debíamos tutelar a los niños, a personas,
que por su condición de “menores de edad” eran incapaces de tener su pro-
pia opinión, de manejarse por sí mismos.
Esta vieja concepción tutelar, también conocida como doctrina de la
situación irregular o patronato, es profundamente asimétrica y autorita-
ria. Se relaciona con la visión de identificar la minoría de edad con la in-
capacidad, asociada también con lo inferior y lo distinto, de manera es-
tigmatizante, ajena a la normalidad planteada por la ideología dominan-
te. La doctrina de la “minoridad” es una ideología profundamente discri-
minatoria que rigió las políticas institucionales de infancia durante todo
el siglo XX, hasta la sanción de la Convención Internacional de los Dere-
chos del Niño.
Esa visión tutelar de la infancia todavía anida en determinadas culturas,
en determinados patrones ideológicos, por eso aplicar los derechos de los
chicos sigue siendo un espacio de debate, de confrontación, y todavía pe-
sa en la legislación nacional, en la legislación del Patronato, la ley nacional
10.903 que es la vieja Ley Agote de principios del siglo XX y de la cual to-
dos reclamamos su derogación.
Para la Ciudad de Buenos Aires, de acuerdo con la Ley 114, la antigua
ley de 1903 no es aplicable, no se considera legislación vigente en el ámbi-
to de la Ciudad porque justamente contamos con la Convención Internacional
y la nueva legislación propia de la Constitución porteña. Sin embargo, esto
continúa siendo un tema de discusión, de diferencias y de desacuerdos en al-
gunos ámbitos judiciales y en algunos ámbitos administrativos.

18
Palabras inaugurales

El Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes se propone


velar por el cumplimiento de los derechos de los chicos. Es un organismo
que cuenta con un Plenario muy importante que articula las políticas de in-
fancia en la Ciudad de Buenos Aires con Salud, Educación, Desarrollo So-
cial, Cultura, el Ministerio Público de la Ciudad, representantes votados por
la Legislatura, uno de los cuales es Eva Giberti, que integra el Plenario del
Consejo a propuesta de la Legislatura, junto con otros y otras Vocales, re-
presentantes de la sociedad civil, de Organizaciones No Gubernamentales
que han elegido representantes para el Plenario del Consejo y representan-
tes de las Defensorías Zonales.
Las Defensorías de Niños que tiene el Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires, que dependen del Consejo, son equipos interdisciplinarios que están
en los distintos barrios de la ciudad. Equipos mixtos formados por aboga-
dos, psicólogos, asistentes sociales, que trabajan en las distintas temáticas
que tienen que ver con reparar cualquier situación de vulneración de dere-
chos que viva un niño y su familia.
Además disponemos de una serie de circuitos para la atención de situa-
ciones de emergencia; en la página web del Consejo de los Derechos, que
es www.infanciayderechos.gov.ar, se encuentra el desarrollo de los progra-
mas y de los circuitos específicos de protección especial.
El tema que se aborda hoy es uno de los más graves, es uno de los que
merecen y reclaman nuestra mayor atención. El Consejo de la Ciudad de
Buenos Aires aborda la temática de la asistencia a víctimas de las distintas
formas de violencia que se ejercen contra los chicos. Estamos trabajando
cada vez más articuladamente con los equipos de la Secretaría de Educa-
ción en todos los niveles educativos, con los servicios de salud, que en dis-
tintos hospitales públicos tienen excelentes equipos de asistencia a víctimas
de maltrato y abuso, y también actuamos conectados con los equipos de la
Dirección de la Mujer, de la Secretaría de Desarrollo Social.
Necesitamos repensar, sistematizar, volver a formular nuevas estrategias
en el tema de las intervenciones, del abordaje de nuestros equipos profesiona-
les. Hay todavía distintas maneras de interpretar y de evaluar la temática, la
intervención jurídica, la intervención profesional en el tema asistencial y en el
seguimiento de las víctimas. Respecto de esto, me parece que hoy tenemos
una conciencia más desarrollada en la valoración del papel fundamental de la
denuncia, de la importancia de escuchar la voz de los chicos, y en la valora-
ción del acompañamiento y la formación de los equipos profesionales en esa
tarea; sin embargo, todavía hay sectores que resisten reconocer el problema y
aceptar esta práctica, y muchas veces es costoso, en los estrados judiciales,
querellar y lograr la condena de los abusadores, explotadores y maltratadores.

19
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

En este sentido, este Curso que hoy se inicia, con la coordinación de Eva
Giberti y la presencia de los panelistas invitados que con desinterés y ge-
nerosidad aportan su impresionante trayectoria y compromiso en esta te-
mática, seguramente será un nuevo momento en el que podamos revisar y
encontrar nuevas estrategias en temas que los chicos de la Ciudad de Bue-
nos Aires y de todo nuestro país están demandando, y que es ni más ni me-
nos que hacer justicia y reparar tanto daño y tanto sufrimiento.
Este es uno de los mandatos y una de las obligaciones que tenemos por
la Constitución de la Ciudad y por la Ley 114. Vuelvo a darles la bienveni-
da y a decirles que estamos a disposición de ustedes con relación a estos
y otros temas que en el futuro podamos seguir abordando.

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1

Abuso sexual y malos tratos:


respuestas institucionales
en el marco de un circuito
de protección integral de derechos.

Lic. Cristina Erbaro y equipo

Cristina Erbaro: Licenciada en Sociología; Carrera de Especialización en “Problemáticas sociales infanto-


juveniles”; Docente e Investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
Coordinadora de la Unidad Técnica de Políticas, Investigación y Capacitación del Consejo de los Derechos
de Niños, Niñas y Adolescentes.

Equipo de Trabajo: Patricia Aschieri, Mariana García, Natalia Llorca, Karina Mouzo, Beatriz Rego,
Mercedes Romera, Delia Surra, Carla Villalta, Carmela Vives.

Introducción

En primer lugar quiero agradecer, en nombre de todas mis compañeras,


este espacio de participación. En segundo lugar quiero remarcar que esta
presentación es producto de la elaboración colectiva de dos equipos inte-
grados por profesionales de distintas disciplinas, como antropología, socio-
logía y ciencias de la educación.
Por último me interesa decirles que esta presentación está confor-
mada por una primera parte conceptual que enmarca al resto del tra-
bajo y que incluye algunas reflexiones sobre las respuestas institucio-
nales a la problemática de abuso sexual y malos tratos en la Ciudad de

21
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Buenos Aires. Una segunda parte contiene una breve descripción de


los servicios y programas de las distintas áreas de gobierno y de las
organizaciones de la sociedad civil dedicadas a la atención de la pro-
blemática que nos ocupa, y finalmente incluimos datos estadísticos de
los servicios del Consejo.

Los derechos de los niños


y las políticas públicas

Es conocido por todos que no podemos hablar de la efectivización


de los derechos de niñas, niños y adolescentes en nuestro país. El Es-
tado argentino ha tomado posición de forma tal que la Convención In-
ternacional Sobre los Derechos del Niño tiene desde el año 1994 ran-
go constitucional. En este sentido, es importante señalar que cuando
nos referimos a los derechos de los niños estamos hablando de la
Constitución Nacional.
En la Ciudad de Buenos Aires podemos decir que la situación es
prácticamente la misma.
En el año 1998 la Legislatura porteña sanciona la Ley 114 cuyo
objeto, según el Art. 1, es la protección integral de los derechos de ni-
ñas, niños y adolescentes, y cuya autoridad de aplicación es el Conse-
jo de los Derechos de la Ciudad, creado por la misma ley en el Capí-
tulo 1°, Art. 45.
Contamos entonces con un organismo especializado que tiene a su
cargo las funciones que le incumben en materia de promoción y pro-
tección integral de derechos.
Pero la Ciudad logra avanzar aún más en relación a la Nación, ya
que en su Segunda Cláusula Transitoria la Ley 114 determina que en
el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires la Ley 10.903 no es aplica-
ble, en todo cuanto se opone a la CIDN. Además en su Art. 8 estable-
ce la garantía de prioridad para niñas, niños y adolescentes, incluso en
la asignación de recursos públicos.
Basándonos en lo que Emilio García Méndez denomina “paradigma
de la ambigüedad”, para aludir a la convivencia de nuevos discursos y
viejas prácticas, esta breve introducción nos ha permitido mostrar que,
a la fecha, uno de los obstáculos no es la falta de normativa, sino que
se lo ubica en el terreno de las prácticas.

22
1 . Cristina Erbaro y equipo

En relación con este tema, aún hoy, casi 6 años después de su san-
ción, la Ley 114 sigue siendo para muchos, y también para algunos or-
ganismos del Estado, “la ley del Consejo”; esto coloca al “organismo es-
pecializado” en el lugar del único responsable de su cumplimiento y vi-
gencia. Este es el segundo año que lo venimos planteando, ya que nos
parece otro de los obstáculos a vencer.
Entonces, una primera pregunta es hasta qué punto las prácticas insti-
tucionales y sociales se han adecuado a la normativa. Partimos de la idea
de que todavía falta un largo trecho por andar.
Por lo tanto, una de las tareas más importantes, todavía pendientes,
consiste en instalar un debate crítico constructivo, tendiente a incorporar
en las prácticas cotidianas el paradigma de la protección integral.
La normativa vigente modifica la relación Estado-sociedad-familia que
planteaba el modelo de la situación irregular o patronato del Estado. Po-
dríamos decir que es el Estado el último en intervenir directamente sobre
niñas, niños y adolescentes, pero es el primer obligado en garantizar polí-
ticas públicas que posibiliten a las familias cumplir con su rol en la crian-
za de sus hijos como sujetos de derechos.
Esto se desprende de la lectura de la Ley 114. En su Art. 6, al referir-
se a la efectivización de derechos, dice que “la familia, la sociedad y el Go-
bierno de la Ciudad tienen el deber de asegurar la efectivización de sus de-
rechos y procurar su desarrollo integral”.
El Art. 18, al referirse al derecho a la dignidad, reitera el mismo or-
den: “es deber de la familia, la sociedad y el Gobierno de la Ciudad pro-
teger la dignidad de niños, niñas y adolescentes impidiendo que sean
sometidos a trato violento, discriminatorio, vejatorio, humillante, intimi-
datorio, a prostitución, explotación sexual o a cualquier otra condición
inhumana o degradante”, fortaleciendo las relaciones familiares como
ámbito privilegiado para el niño.
El Art. 25 establece que “los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a
ser criados por sus padres y a permanecer en su grupo familiar de origen, en
una convivencia sustentada en vínculos y relaciones afectivas y comunitarias”.
En este marco, podemos preguntarnos: ¿qué situaciones deben presen-
tarse para que los padres o uno de ellos vean restringida o suprimida su
patria potestad respecto del hijo? ¿Qué habilita al Estado a intervenir en la
vida familiar? ¿De qué manera?
Nos interesa enfatizar en la última pregunta, porque en su respuesta se
definen cuestiones esenciales para la vida de un sujeto.
El tema que nos convoca es una de las cuestiones en las que el Estado
debe intervenir. Para quien fue abusado, maltratado, víctima de incesto pa-

23
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

terno-filial, las respuestas deben provenir desde el ámbito de las políticas


públicas de infancia y adolescencia.
Justicia para las niñas, los niños y los adolescentes agredidos quiere de-
cir acceso a políticas adecuadas.
Es el agresor quien merece la sanción por ser el responsable de los he-
chos cometidos y el destinatario de la acción penal o civil. El acceso a la
justicia para el agredido consiste en garantizarle sus derechos, implemen-
tando, en caso de ser necesario, medidas de protección especial de dere-
chos, establecidas en el Capítulo 2° de la Ley 114.
Esto quiere decir que “judicializar” debe traducirse en solicitar una
guarda, en impedir el contacto con el agresor/a, solicitar el ingreso a un
hogar donde se preserve la vida en familia, entre otras cosas. También,
en la posibilidad de que los niños, niñas y adolescentes puedan iniciar
acciones en defensa de sus propios intereses en los ámbitos judiciales
correspondientes. El año pasado, en este mismo ámbito dijimos que és-
ta era una de las cuestiones no logradas todavía. Sin embargo, como
ustedes ya saben a partir de la exposición de los profesionales de la De-
fensoría de Flores, estamos hoy en condiciones de señalar que este ca-
so constituye un importantísimo punto de partida para avanzar en el te-
rreno de las prácticas institucionales.
Es válido mencionar, en este contexto, el trabajo desarrollado por el
equipo de investigación en relación con la existencia, todavía, de la fi-
gura de Protección de Persona (los resultados de la misma saldrán pró-
ximamente en una publicación), el cual devela que se siguen “gestionan-
do” estrategias de intervención que implican, para los chicos, situacio-
nes que nada tienen que ver con la vida familiar, ni con la restitución de
derechos vulnerados. Así se los dispone, se realiza su seguimiento o se
define su salida del grupo familiar y el ingreso a institutos. Estas inter-
venciones derivan en acciones que no hacen otra cosa que “castigar” a
quien ha sido abusado o maltratado.
Cabe aquí otra pregunta. ¿Por qué en presencia de dispositivos nuevos,
pensados a partir de toda la legislación disponible en esta ciudad, se con-
tinúa con viejas prácticas y, debemos reconocerlo, no sólo desde el Poder
Judicial sino también desde otros ámbitos del Estado?
Estamos de nuevo de cara a la necesidad de alterar, transformar, con-
mover prácticas culturales, fuertemente arraigadas.

24
1 . Cristina Erbaro y equipo

¿Qué prácticas nuevas


posibilita la legislación vigente?

De acuerdo a la misma, el Estado local debe definir procedimientos y


circuitos administrativos que garanticen derechos, para hacer efectivos los
reconocidos por las normas jurídicas.
El Consejo, en cumplimiento de sus funciones de promoción y protec-
ción, es el organismo competente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
para tomar intervención en situaciones de “maltrato en todas sus formas”.
La Ley 114 en su Art. 39 establece: “Toda persona que tomare conoci-
miento de la existencia de abuso físico, psíquico, sexual, trato negligente,
malos tratos o explotación de niños, niñas y adolescentes debe comunicar-
los inmediatamente a los organismos competentes y a las Defensorías Zo-
nales creadas por la presente ley. Si fuere funcionario su incumplimiento lo
hará pasible de sanción”.
Aquí la legislación brinda una herramienta que permite que la denuncia
no sea realizada directamente ante la Justicia, sino en el Consejo de los De-
rechos, que a través de sus servicios centralizados y descentralizados, y en
forma articulada con otras áreas de gobierno, implementará la estrategia
adecuada para cada caso particular, teniendo en cuenta el interés superior
del niño, principio que permite dirimir posibles antagonismos y que guía las
intervenciones que se pueden pensar y realizar sobre la vida del niño. En
los casos en los que sea necesaria la intervención de la Justicia, la misma
deberá siempre ser acompañada por las propuestas formuladas por los
equipos técnicos del Consejo.
En este sentido, se continúa avanzando en la tarea comenzada el año
pasado, en forma conjunta con la Secretaría de Salud y la Secretaría de
Educación, con el objetivo de establecer el marco legal operativo de aplica-
ción de la Ley Nacional 24.417 (Protección contra la violencia familiar) pa-
ra regular las acciones de todos los empleados y funcionarios públicos de
las distintas áreas y organismos del GCBA.
De esta manera, las acciones legales que correspondan serán iniciadas
por el Defensor de Guardia o la Defensoría Zonal, ante la autoridad compe-
tente. Las Defensorías Zonales acompañarán las acciones legales con todos
los antecedentes, el diagnóstico presuntivo, las propuestas de tratamiento
previstas y la solicitud de las medidas jurisdiccionales pertinentes para el
resguardo de los derechos consagrados en la Ley 114.
Con la Secretaría de Educación se continúa trabajando en el Regla-
mento Escolar.
25
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Aquí cabe hacerse otra pregunta: ¿qué podemos hacer en el tema que
nos convoca desde la promoción de derechos?
Si bien en los últimos años la problemática de los malos tratos ha al-
canzado mayor visibilidad, es necesario trabajar aún más en la perspectiva
de la incorporación del paradigma de la protección integral en todos los ám-
bitos por los que el niño atraviesa.
La Ley 114 “obliga” a todos los ciudadanos de la Ciudad de Buenos
Aires. Obliga, entre otras cosas, a establecer formas diferentes de vin-
culación con las niñas, los niños y los adolescentes. Los derechos de los
chicos deben tener su correlato en las obligaciones de las instituciones
públicas o privadas por las cuales transitan durante su crecimiento. De-
bemos entonces preguntarnos por el lugar que se le asigna a la palabra
del niño en cada una de ellas.
Un niño que realiza el aprendizaje cotidiano de ser escuchado y
que se desarrolla en el marco de relaciones democráticas dentro de
las instituciones, tiene mayores posibilidades de contrastar su realidad
familiar y no instaurarla como el único modelo de relación que existe
y al que debe someterse.
En este mismo sentido, los profesionales que trabajan en instituciones
que garantizan espacios de escucha, tienen mayores posibilidades de “dar-
se cuenta” para “ver” que algo está pasando.
Un Estado que toma posición es un Estado que se obliga. Se obliga a
que su posición no se vea reducida a una mera declaración de principios,
sino a contar con las políticas públicas adecuadas y necesarias, a darles
prioridad en la asignación de los recursos.
Se obliga también a no desarrollar propuestas, acciones que vulneren
derechos o puedan llegar a violarlos; léase seguimientos, disposiciones,
pericias, declaraciones, interrupciones en los vínculos significativos de
su vida cotidiana, con familiares y amigos, para las víctimas de malos
tratos o abuso sexual.

26
1 . Cristina Erbaro y equipo

Relevamiento de programas, servicios


y organizaciones de la sociedad civil

A partir del relevamiento llevado a cabo el año pasado por el Equipo


de Formulación y Evaluación de Políticas Públicas se confeccionó una
Guía de programas, servicios y organizaciones de la sociedad civil que
abordan la problemática del maltrato y el abuso infantil. De este releva-
miento surge que existe una oferta diversificada de servicios en relación
con la dependencia y jurisdicción, el tipo de servicio, el tipo de aborda-
je y la especificidad de la prestación.
Sin embargo, un análisis pormenorizado, realizado desde la protección
integral de esta oferta diversificada de servicios y programas, plantea algu-
nas cuestiones sustantivas.
Si partimos de considerar a los chicos como sujetos de derecho, esta-
mos obligados a revisar la caracterización diagnóstica de esta población
desde una perspectiva de protección de derechos.
Esto supone identificar los obstáculos existentes en la ciudad para la
efectivización de los mismos y las medidas que el gobierno local adopta pa-
ra removerlos. Requiere poner el acento no sólo en la oferta de políticas so-
ciales y servicios, sino también en las condiciones y posibilidades que és-
tos ofrecen para garantizar un acceso seguro y universal, y en los mecanis-
mos que los mismos ponen en marcha para asegurar la no discriminación,
la participación, la provisión efectiva de los recursos y la adecuación de la
normativa a lo establecido por la Ley 114.
Más allá de los distintos enfoques disciplinarios (médico, psicológico,
social, jurídico) de los servicios relevados, se observa cierta intencionalidad
explícita de asumir la complejidad de la problemática del maltrato y el abu-
so. Esta intencionalidad se traduce en la conformación de equipos multi-
disciplinarios, integrados por profesionales formados en pediatría, psiquia-
tría, psicología, trabajo social, abogacía, educación, psicopedagogía y pro-
moción de derechos, con el fin de lograr abordajes interdisciplinarios.
Por otra parte, algunas experiencias de trabajo en red (por ej.: RIAVI, Red
de Violencia de los Servicios de Salud) han permitido avanzar en el estableci-
miento de algunos acuerdos interinstitucionales de trabajo articulado para la
instalación de un circuito de abordaje integral de esta problemática.
Sin dudas, estos avances representan logros importantes en la posi-
bilidad de intervención y reparación de daños frente a situaciones de
maltrato y abuso infantil.

27
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Sin embargo, resulta fundamental consolidar un sistema de protección


específico para niños y adolescentes que sufren esta problemática, estable-
ciendo una coordinación entre los distintos sectores que despliegan accio-
nes en la ciudad, y articulando estrategias para evitar la superposición de
servicios y de esfuerzos.
La detección activa debe constituir el primer paso de cualquier progra-
ma de intervención. La formación y capacitación de agentes de detección
(educadores, trabajadores sociales, operadores comunitarios y adultos en
general, que interactúan con niños), el conocimiento y la familiarización de
éstos con la normativa vigente, así como el conocimiento del conjunto de
servicios y recursos que la Ciudad ofrece para el abordaje de esta proble-
mática, pueden contribuir a la detección del maltrato y abuso y a fomentar
una rápida intervención.
Asimismo, toda política de prevención requiere la implementación de
acciones de sensibilización dirigidas a toda la comunidad.

Descripción de los servicios del CDNNyA


e información estadística

En el ámbito del Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes


funcionan cuatro servicios: la Red de Defensorías, la Línea 102, la Guardia
Permanente de Abogados y el Centro de Atención Transitoria, además del
programa de Fortalecimiento de los circuitos de protección de derechos
contra toda forma de explotación visible o no, remunerada o no, de niños y
niñas, y dentro del mismo, el de explotación sexual comercial.

Servicios del CDNNyA Descripción Tipo de acceso


Defensorías Zonales Asesoramiento, seguimiento Servicio de acceso voluntario
y patrocinio jurídico.
Línea 102 Atención telefónica las 24 hs. Recepción Servicio de acceso voluntario
de denuncias de la población en general,
asesoramiento y derivación.
Guardia Permanente Atención las 24 hs. Recepción de Servicio de acceso institucional
de Abogados denuncias institucionales, asesoramiento
y derivación.

Centro de Atención Centro de alojamiento para niños de 6 a Servicio de acceso por derivación
Transitoria 21 años en situaciones de emergencia.

28
1 . Cristina Erbaro y equipo

Seguramente la mayoría de ustedes conocen las Defensorías Zonales


(Servicios Descentralizados de Protección y Promoción de Derechos); en la
actualidad funcionan 14 servicios descentralizados del Gobierno de la Ciu-
dad de Buenos Aires y 1 ONG. A cargo de las mismas están equipos de
profesionales integrados por psicólogos, trabajadores sociales y abogados.
Entre sus objetivos se encuentra la promoción y protección de dere-
chos de las niñas, niños y adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires y
el fortalecimiento de las capacidades institucionales y comunitarias pa-
ra la instalación de una Política de Protección Integral, descentralizada,
intersectorial y participativa.
Sus destinatarios son niños/as y adolescentes, y sus familias.
Sus tareas, entre otras, son: brindar orientación, asesoramiento y patro-
cinio jurídico gratuito, realizar el seguimiento de casos y su eventual deri-
vación a partir del trabajo en red con instituciones de áreas gubernamen-
tales y con organizaciones no gubernamentales.
La Línea 102 es un servicio de atención telefónica que funciona las
24 hs del día durante todo el año. Recibe consultas de la población en
general con relación a cualquier situación que involucre a niños/as y ado-
lescentes. Su tarea principal consiste en el asesoramiento y derivación de
la demanda telefónica a los diferentes servicios del Consejo o a las áreas
de gobierno que correspondan. Cabe destacar que es un servicio de fácil
acceso; se puede llamar desde cualquier teléfono y siempre hay una es-
cucha que orienta y asesora.
La Guardia Permanente de Abogados está integrada por abogados que
atienden las 24 horas, durante todo el año. Tiene a su cargo la recepción
de consultas y denuncias institucionales vinculadas con situaciones de
amenaza o de violación de derechos, así como la atención de niñas, niños
y adolescentes involucrados en situaciones contravencionales.
Interviene realizando asesoramiento, patrocinio y derivación. Es impor-
tante señalar que el acceso a este servicio se realiza a través de las insti-
tuciones, no es un servicio abierto al público en general.
El Centro de Atención Transitoria (CAT) es un centro para el alojamien-
to de chicos que, por distintas razones, se encuentran alejados de sus fa-
milias y/o en conflicto con ellas. La derivación a este centro es realizada por
la Guardia Permanente de Abogados ante situaciones de emergencia.
El CAT es de régimen abierto para chicos de 6 a 21 años de edad. El
equipo de profesionales está formado por trabajadores sociales, psicólogos,
abogados y operadores sociales.
Todos estos servicios proponen intervenciones en consonancia con la
Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CIDN). El abordaje,

29
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

de carácter interdisciplinario, articula acciones descentralizadas que tienen


como meta intervenciones mínimas, garantistas y desjudicializadoras de si-
tuaciones sociales.
A continuación presentamos los datos estadísticos del año 2003, elabo-
rados para cada uno de los servicios del Consejo.
Antes de dar cuenta de los datos estadísticos, creemos interesante des-
cribir el proceso de construcción de las categorías que utilizamos para sis-
tematizar y analizar la demanda.
En el año 1996, dentro del programa de Asistencia Jurídica dependien-
te de la Secretaría de Promoción Social, hoy Desarrollo Social, se crea el
área de investigación de la Red de Defensorías de la Ciudad de Buenos Ai-
res. Una de sus primeras tareas fue la de conocer la población usuaria de
la Red y la demanda que llegaba a este servicio.
En la medida en que la tarea estaba enmarcada dentro del paradigma
de la protección integral, y dado que las categorías existentes, hasta ese
momento, reflejaban una visión de la infancia y la adolescencia entendida
como objeto de protección y control, que sólo permitía abordar la realidad
de los chicos desde una perspectiva adultocéntrica, entendimos que nues-
tro primer desafío era construir categorías que dieran cuenta de la deman-
da de los niños y adolescentes como sujetos de derechos.
Así nuestro enfoque ha consistido, y consiste aún, en analizar los mo-
tivos de consulta recibidos por los distintos servicios, desde la perspec-
tiva de los derechos incluidos en la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño. Los datos no son neutros; y toda construcción impli-
ca una toma de posición.
Creemos que un abordaje que considera a los chicos como sujetos, po-
sibilita caracterizarlos como ciudadanos capaces de cuestionar, reflexionar
y ser partícipes en las decisiones sobre su vida. Asimismo, constituye un
valioso insumo que contribuye al diseño y redireccionamiento de políticas
dirigidas a este sector de la población.
Si bien la demanda recibida por los servicios dependientes del Consejo
es analizada en el marco de la protección integral de derechos, hemos con-
siderado necesario construir categorías diferenciadas en función de las par-
ticularidades de cada uno de ellos.
En este sentido, los hemos agrupado en servicios de acceso voluntario
(Defensorías Zonales, Línea 102) y servicios de acceso por derivación
(Centro de Atención Transitoria y Guardia Permanente de Abogados).
Dicha distinción se basa en la posición que ocupan los sujetos en
el momento de realizar la consulta. Así, en el caso de los servicios cu-
ya demanda tiene origen en una derivación, el motivo de la consulta

30
1 . Cristina Erbaro y equipo

ha sido tamizado previamente por la intervención de una institución;


es por ello que las categorías son descriptivas. En el caso de los ser-
vicios de acceso voluntario, las categorías de análisis han sido cons-
truidas como derechos.
Para todos los servicios se han elaborado instrumentos específicos de
recolección de información.
Es válido aclarar que un motivo de consulta puede estar relaciona-
do con varios derechos a la vez; en estos casos el criterio seguido para
la conversión del motivo al derecho, es pensar en términos de dere-
chos y ubicar la problemática en el más específico. Como hemos di-
cho, esta reducción permite visualizar los derechos reclamados por los
niños y adolescentes usuarios del servicio y analizar sus problemáti-
cas desde esta perspectiva.
Los derechos utilizados para agrupar la demanda de los servicios de ac-
ceso voluntario son:

• Derecho a la convivencia familiar


• Derecho a la familia/cuota alimentaria
• Derecho al desarrollo humano/autonomía
• Derecho a un nivel de vida adecuado
• Derecho a la identidad
• Derecho a no ser discriminado
• Derecho a la defensa
• Derecho a medidas de protección especial de derechos
• Derecho a ser informado
• Derecho a medidas de protección contra situaciones de violencia

Las categorías de los servicios de acceso por derivación son:

• Detención policial arbitraria


• Nivel de vida adecuado
• Niños extraviados
• Fugas
• Problemas de convivencia
• Autorizaciones y pedidos
• Asesoramiento
• Medidas para la definición de la situación familiar
• Defensa
• Medidas de protección contra situaciones de violencia

31
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Seguidamente desarrollaremos el derecho y la categoría “Medidas de


protección contra situaciones de violencia”.
Cabe señalar que tanto en los servicios de “acceso voluntario” como en
los de “acceso por derivación” aparece como derecho y como categoría
“Medidas de protección contra situaciones de violencia”.
Esta equivalencia se debe a la especificidad de este tipo de situacio-
nes, en las cuales los niños son víctimas de delitos. En este sentido no
se advierten diferencias entre las consultas realizadas por particulares o
por una institución.
Esta dimensión de análisis se basa en la obligación que tiene el Estado
de proporcionar a los niños la protección y el cuidado necesario para su bie-
nestar y de implementar las medidas adecuadas teniendo en cuenta los de-
rechos y las obligaciones de sus padres u otros responsables.
Los artículos de la CIDN que hacen referencia a esta categoría son: 3.2,
19.1, 20, 32, 34, 35, 36 y 39.
Dada la cantidad y diversidad de la demanda, hemos considerado ne-
cesario distinguir, al interior de “Medidas de protección contra situaciones
de violencia”, grupos que permitan describir más específicamente los dife-
rentes tipos de motivos que la integran.
Estos grupos son:

• Protección de derechos de víctimas de delitos c/ la integridad se-


xual: Incluye los siguientes motivos: “violación”; “abuso sexual” (por
parte de padre, pareja de la madre, conocido, etc.); “presunción de
abuso deshonesto”; “se presume que son manoseados y son testigos
de relaciones sexuales”.

• Protección c/ la explotación sexual y comercial: se incluye “ejer-


cicio de la prostitución”; “utilización de chicos en pornografía in-
fantil por Internet”.

• Protección de derechos de víctimas de negligencia y maltrato: los


motivos que se consignan son: “maltrato”; “abandono”; “niño/a víc-
tima de amenazas”; “la chica es amenazada por el novio”; “protec-
ción por abandono”; “maltrato de un vecino hacia el chico”; “hijo
abandonado por la mamá”.

• Protección de derechos de víctimas de violencia familiar: hace re-


ferencia a todo tipo de violencia (física y psíquica) dentro de las re-
laciones familiares. Motivos: “violencia familiar”; “violencia por par-

32
1 . Cristina Erbaro y equipo

te de uno de los padres”; “marido ebrio las golpea”; “la mamá con-
sume drogas y dice que se va a suicidar y matar a la hija”.

• Protección de derechos de víctimas de delito c/ la propiedad,


c/ las personas y c/ la libertad: “víctima de robo”; “lesiones”;
“lo amenazaron de muerte”; “niño robado en la calle”; “un hom-
bre se llevó al hijo a Paraguay sin su consentimiento”; “priva-
ción ilegítima de la libertad”.

• Protección de derechos c/ las peores formas de explotación: los sub-


grupos que se han construido son:

- Reducción a la servidumbre
- Tráfico de estupefacientes
- Otras

• Otros.

Cabe destacar que la distinción entre Protección de derechos de víc-


timas de negligencia y maltrato y Protección de derechos de víctimas
de violencia familiar es de índole metodológica, ya que nos permite vi-
sualizar en forma diferenciada la diversidad de situaciones por las cua-
les se consulta.
De este modo, en la primera categoría (víctimas de negligencia y
maltrato) se incluyen las consultas en las que se explicita claramente
que los malos tratos tienen por objeto al niño/a o adolescente; es decir,
se trata de acciones —ya sea de maltrato, descuido o negligencia— ejer-
cidas sobre los niños.
En la otra categoría (víctimas de violencia familiar) se incluyen aquellos
motivos en donde las situaciones de violencia involucran a todo el grupo fa-
miliar, con lo cual la violencia es ejercida ya sea sobre los niños, o sobre
los adultos integrantes de esa familia.
De esta manera se distingue entre la situación de maltrato ejercida
ex profeso sobre el niño y la situación de maltrato en la que el niño es
víctima de una situación de violencia que se vive en el hogar.

33
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Red de Defensorías Zonales


de Niñas, Niños y Adolescentes

Durante el año 2003, en las Defensorías Zonales se registraron un total


de 9.896 motivos de consulta que involucraron a 8.150 niños, niñas y ado-
lescentes. Cabe aclarar que el total de consultas no es el mismo que el to-
tal de niños usuarios del servicio, ya que un niño y/o adolescente en una
misma entrevista puede realizar más de una consulta.1
Los tres derechos más solicitados fueron:

• Derecho a la convivencia familiar, con el 29,61% (2.930 motivos).


• Derecho a un nivel de vida adecuado con el 21,20% (2.098 motivos).
• Derecho a medidas de protección c/ situaciones de violencia, con el
17,05% (con 1.687 consultas).

DERECHOS Consultas %
A NO SER DISCRIMINADO 41 0,41
A SER INFORMADO 132 1,33
DEFENSA 95 0,96
DESARROLLO HUMANO/AUTONOMIA 380 3,84
CONVIVENCIA FAMILIAR 2.930 29,61
FAMILIA/CUOTA ALIMENTARIA 917 9,27
IDENTIDAD 862 8,71
MEDIDAS DE PROTECCION C/ SITUACIONES DE VIOLENCIA 1687 17,05
MEDIDAS DE PROTECCION ESPECIAL DE DERECHOS 208 2,10
NIVEL DE VIDA ADECUADO 2.098 21,20
OTROS 234 2,36
S/I 312 3,15
TOTALES 9.896 100

1 Por ejemplo, en las Defensorías una mujer puede consultar por una situación de vio-
lencia familiar y requerir también la tramitación de la documentación de los hijos. En
este caso, se considera que los motivos de consulta son dos, uno referido a alimen-
tos y otro a documentación. Estos dos motivos son luego convertidos en derechos,
es decir, agrupados en categorías.

34
1 . Cristina Erbaro y equipo

Del total de consultas, el 54% fueron realizadas por mujeres y el


45% por varones.

17 % Derecho a medidas
de protección
contra situaciones
de violencia

Otros derechos

83 %

Hasta los 12 años se concentra el 74% del total de consultas, dismi-


nuyendo la cantidad a medida que aumenta la edad.
La distribución al interior de este derecho, es la siguiente:

GRUPOS DEL DERECHO: MEDIDAS DE PROTECCION TOTAL %


CONTRA SITUACIONES DE VIOLENCIA
VICTIMAS DEXPLOTACION COMERCIAL SEXUAL 10 0,5
VICTIMAS DE LAS PEORES FORMAS DE EXPLOTACION 4 0,2
VICTIMAS DE DELITO C/ PROPIEDAD, LIBERTAD Y PERSONAS 51 3
VICTIMAS DE DELITO C/ LA INTEGRIDAD SEXUAL 218 13
VICTIMAS DE NEGLIGENCIA Y MALTRATO 546 32,3
VICTIMAS DE VIOLENCIA FAMILIAR 858 50,85
TOTAL 1.687 100

Al interior del grupo víctimas de negligencia y maltrato se observa que


399 consultas se relacionan a maltrato y 147 a negligencia. Con relación
a la variable sexo, han consultado por igual varones y mujeres.

35
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

27 % Negligencia

Maltrato

73 %

En relación con el grupo de víctimas de delitos contra la integridad se-


xual se observa que el 85% corresponde a abuso, con 185 consultas, y el
15% a violación, con 33 consultas. Con relación a la variable sexo, el
75,21% de las consultas las efectuaron mujeres.

15 % Violación

Abuso

85 %

36
1 . Cristina Erbaro y equipo

Línea 102

Durante el año 2003, en la Línea 102 se registraron un total de 9.567


consultas. Los derechos más solicitados fueron:

• Derecho a un nivel de vida adecuado, con el 38,72% (3.705 consultas).


• Derecho a medidas de protección contra situaciones de violencia, con
el 30,58% (2.926 consultas).
• Derecho a la convivencia familiar, con el 14,46% (1.384 consultas).

31 % Cantidad de
motivos de
consulta.

Medidas de
protección contra
situaciones de
violencia.
69 %

En lo que respecta al derecho a medidas de protección contra situacio-


nes de violencia, el 47% de las consultas las realizan mujeres y el 51% va-
rones. Podemos decir que la mayor cantidad de consultas se concentran
hasta los 12 años (76,5%).
La distribución al interior de este derecho, es la siguiente:

GRUPOS DEL DERECHO: MEDIDAS DE PROTECCION Niñas/os %


CONTRA SITUACIONES DE VIOLENCIA y adolescentes
VICTIMAS DE EXPLOTACION SEXUAL COMERCIAL 38 1,3
VICTIMAS DE DELITOS C/ LA INTEGRIDAD SEXUAL 241 8,2
VICTIMAS DE DELITOS C/ PROPIEDAD, LIBERTAD Y PERSONAS 13 0,4
VICTIMAS DE NEGLIGENCIA Y MALTRATO 1.647 56,1
VICTIMAS DE VIOLENCIA FAMILIAR 987 34
TOTAL 2.926 100

37
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Para visualizar en forma más desagregada los motivos que se incluyen


en estas categorías presentamos el siguiente gráfico. En él se observa que
el 27% de las consultas se relacionan con situaciones de negligencia y el
73% con maltrato; consultaron más varones (54,5%) que mujeres.

27 % Negligencia

Maltrato

73 %

En relación con el grupo de víctimas de delitos contra la integridad se-


xual, se observa que la mayoría de las consultas están relacionadas con
situaciones de abuso y sólo el 6% de violación. El 63,3% de las consultas
fueron realizadas por mujeres.

6% Violación

Abuso

94 %

38
1 . Cristina Erbaro y equipo

Servicios de acceso por derivación

Guardia Permanente de Abogados

Durante el año 2003, en la Guardia Permanente de Abogados se reci-


bieron 2.526 consultas.
Las categorías que reúnen más consultas han sido:

• Autorizaciones y pedidos, con el 24,9% (628 consultas).


• Nivel de vida adecuado, con el 14,3% (361 consultas).
• Detención policial arbitraria, con el 13,61% (344 consultas).

10 % Medidas de
protección con
situaciones de
violencia

Otros motivos
de consulta
90 %

Podemos decir que la categoría Medidas de protección contra situacio-


nes de violencia ocupa el 6° lugar, con el 10,5% del total.
En relación con la distribución por sexo en esta categoría, se obser-
va que el 49% corresponde a consultas que involucran a mujeres, y el
44,5% a varones.
A diferencia de los otros servicios, la franja etaria que concentra la ma-
yor frecuencia es la de 16 a 18 años, que representa el 23,4%, y le sigue
en importancia la de 10 a 12 años, con el 16,6%.
Esto se puede relacionar con la mayor cantidad de consultas rela-
tivas a víctimas de explotación sexual comercial que son realizadas
por la Policía y/o la Justicia Contravencional de la Ciudad, en base al
artículo 71 del Código de Convivencia Urbana (oferta y demanda de
sexo en la vía pública).

39
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

La distribución al interior de esta categoría, es la siguiente:

GRUPOS DE LA CATEGORIA MEDIDAS DE PROTECCION Niñas/os y %


CONTRA SITUACIONES DE VIOLENCIA adolescentes
VICTIMAS DE DELITOS C/ LA INTEGRIDAD SEXUAL 43 16,3
VICTIMAS DE NEGLIGENCIA Y MALTRATO 81 30,5
VICTIMAS DE VIOLENCIA FAMILIAR 86 32,4
VICTIMAS DE EXPLOTACION SEXUAL COMERCIAL 48 18,2
VICTIMAS DE DELITO C/ PROPIEDAD, LIBERTAD Y PERSONAS 7 2,2
TOTALES 265 100

El grupo Protección de derechos de víctimas de negligencia y maltra-


to, suma un total de 81 consultas, que se subdivide en 17 de Negligen-
cia y 64 de Maltrato.
Cabe destacar que para Negligencia, las consultas realizadas por mu-
jeres son 10 y las realizadas por varones 7. Con relación a la variable
edad, la mayor frecuencia se concentra en la franja etaria de 0 a 3, con
el 47% de las consultas.
Para Maltrato, podemos decir que de las 64 consultas, el 51,7% están
relacionadas a varones y el 48,3% a mujeres. Con relación a la variable
edad, hasta los 15 años se concentra el 87,5% de las consultas.
El grupo Protección de derechos de víctimas de delitos contra la integri-
dad sexual, suma un total de 43 consultas, que se sudidive en 35 de abu-
so sexual y 8 de violación. Cabe destacar que para Abuso, el mayor porcen-
taje de las consultas están relacionadas con mujeres. Con respecto a la
edad, se observa que en la franja etaria de 10 a 12 años se concentra la
mayor frecuencia, con 9 consultas.
Cabe destacar que a diferencia de los otros tipos de consulta que ge-
neralmente son resueltos directamente por la Guardia Permanente, la
mayor parte de las relativas a violencia familiar, víctimas de negligencia
y maltrato y víctimas de delitos c/ la integridad sexual, han sido deriva-
das por la Guardia Permanente de Abogados, ya sea a Defensorías zo-
nales, Defensorías Públicas de Menores, Poder Judicial, o al Centro de
Atención Transitoria.

40
1 . Cristina Erbaro y equipo

Centro de Atención Transitoria

Durante el año 2003, en el Centro de Atención Transitoria hubo 673 de


niños/as y adolescentes ingresados.
Las categorías de motivos de ingreso que reúnen mayor cantidad de fre-
cuencias son:

• Nivel de vida adecuado, con el 25% (167 ingresos).


• Detención policial arbitraria, con el 23,2% (156 ingresos).
• Niños extraviados, con el 16,2% (109 ingresos).
• Medidas de protección contra situaciones de violencia, con el 14,3%
(96 ingresos).

14 %
Medidas de
protección contra
situaciones de
violencia

Otros motivos
86 % de ingreso

En la categoría Medidas de protección contra situaciones de violencia,


encontramos un 27% de mujeres y un 73% de varones.
La franja etaria que concentra la mayor frecuencia es la de 13 a 15
años, que representa el 26%, y le sigue en importancia la de 16 a 18
años, con el 18,7%.
La distribución al interior de esta categoría, es la siguiente:

GRUPOS: PROTECCION CONTRA Niñas/os y adolescentes %


SITUACIONES DE VIOLENCIA
VICTIMAS DE DELITOS C/ INTEGRIDAD SEXUAL 6 6,25
VICTIMAS DE NEGLIGENCIA Y MALTRATO 55 57,3
VICTIMAS DE VIOLENCIA FAMILIAR 24 25
VICTIMAS DE EXPLOTACION SEXUAL COMERCIAL 11 11,4
TOTALES 96 100

41
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

El grupo Protección de derechos de víctimas de negligencia y maltrato re-


presenta el 57,29% del total de la categoría. Para este grupo, podemos decir
que el 29% de los ingresos están relacionados con Negligencia y el 71% con
Maltrato. Cabe destacar que en ambas problemáticas se constata una mayor
cantidad de ingresos de varones (76,4%) que de mujeres (23,6%).
El grupo Protección de derechos de víctimas de delitos c/ la integridad se-
xual representa el 6,25%. Es importante señalar que todos los ingresos rela-
cionados con este grupo corresponden a mujeres. Se registró un solo caso de
violación, mientras que el resto fue de abuso. La franja etaria donde se con-
centra la mayor cantidad de ingresos por este tema es la de 13 a 15 años.

Consideraciones finales

Todos, cada uno en el lugar y desde el objetivo que su práctica tiene,


estamos obligados a superar el paradigma de la ambigüedad, porque la po-
sibilidad de ir generando nuevas prácticas es un proceso social que debe
ser construido en forma colectiva, interpelando conceptos, intervenciones,
asumiendo la responsabilidad de que con nuestras modalidades de relación
y las actuaciones que llevemos a cabo con niñas, niños y adolescentes,
ellos escriben una parte de su historia.

42
2

Un espacio de escucha
y visibilización de situaciones
de vulneración de derechos
de chicos y chicas: la Línea 102

Lic. María Federica Otero

Licenciada en Psicología. Master en Psicología Clínica (UNB, Brasil). Integrante del Consejo de los Derechos de
Niñas, Niños y Adolescentes (GCBA). Docente 1ª regular, Carrera Psicología, e investigadora de la Universidad
de Buenos Aires. Coordinadora del libro Infancia, Vulneración de Derechos e Intervenciones en la Urgencia.
Editorial Espacio, 2004.

“Somos los niños y niñas cuyas voces no se oyen:


es hora de que nos tomen en cuenta.”1

Las voces de todos los niños deben ser escuchadas y tomadas en cuen-
tas, y particularmente aquellas que denuncian desgarradoras situaciones de
vulneración y/o violación de derechos.
Con el objeto de escuchar esas voces, tomarlas en cuenta e interve-
nir con y junto a ellas es que se crea dentro del ámbito del Consejo de
los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, una línea telefónica gra-
tuita para todos los chicos, chicas y adultos de la Ciudad de Buenos Ai-

1 Declaración del Foro de la Infancia (UNICEF), Nueva York, mayo de 2002.

43
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

res que deseen consultar, asesorarse, denunciar y/o solicitar intervención


profesional frente a cualquier y toda situación en la que se presuma que
se están violando derechos de niños.
Comprometidos con los derechos de la infancia y la juventud, consi-
deramos fundamental implementar políticas publicas universales, esto
es: herramientas que se ofrezcan a todos los chicos de la ciudad sin dis-
tinciones de clases sociales, ni religiosas, ni económicas, ni cualquier
otro intento de discriminación.
Por ello es que promovimos un espacio de escucha con acceso fácil, ágil
y permanente; removiendo así obstáculos burocráticos que impiden o en-
torpecen el pleno ejercicio de sus derechos.
Un espacio donde los chicos/as y jóvenes se sientan escuchados, don-
de esa escucha sea tomada, tenida en cuenta y encauzada.
El cauce puede conformarse en contención emocional, asesoramiento,
implementación de medidas de protección especial, medidas de resolución
alternativa de conflictos, etc.
El desafío mayor del servicio es romper con el incesante silencio e invi-
sibilidad típica operante en la gran mayoría de las situaciones de violación
de derechos (abusos sexuales, malos tratos y tantas otras prácticas abusi-
vas en los niños desde diferentes sujetos y sectores de la sociedad) y hacer
así palabra aquello que se silencia.
La tarea es compleja y comprende varios posibles niveles de intervención:

a. Asesoramiento y derivación de la demanda telefónica a los diferen-


tes servicios propios o de las áreas de gobierno que correspondan.
Entre los principales servicios podemos mencionar: en primer lugar
la red de Defensorías del propio organismo, el Programa de Erradi-
cación del Trabajo Infantil, el equipo de monitoreo del organismo de
atención a la infancia, el área legal y técnica, el Programa Buenos
Aires Presente, el Programa Chicos de la Calle de la Dirección del In-
fancia del GCABA, hospitales, SESACS, etc.
b. Recepción y derivación de denuncias a los organismos o servicios co-
rrespondientes.
c. Seguimiento de la derivación.
d. Recepción, derivación, seguimiento y evaluación de denuncias sobre
calidad institucional.

La Línea 102 recepciona las denuncias contra violaciones de derechos


(sean en ámbito privado, público, familiar y/o institucional), en un amplio

44
2 . María Federica Otero

abanico de situaciones dentro de las cuales podemos mencionar las si-


guientes, a modo de ejemplo:

• Consultas por niños/as en situación de calle.


• Consultas de índole informativo sobre diferentes servicios locales,
nacionales, sociales y judiciales de atención a la infancia.
• Consultas por niños/as extraviados/encontrados.
• Consultas por detención policial de niños/as y adolescentes.
• Consultas por dificultades de acceso a diferentes servicios de atención.
• Consultas por asesoramiento para la resolución de alguna conflictiva
familiar.
• Denuncias explícitas de violación de derechos en niños/as y adoles-
centes; entre las cuales se encuentran situaciones de explotación co-
mercial, sexual, abuso sexual.
• Chicos y chicas perdidos (para estas situaciones la Línea 102 distri-
buye carteles por la ciudad de Buenos Aires con las fotos de los chi-
cos perdidos).

Es prioridad de la Línea 102, además, motivar a los chicos a que


sean ellos mismos quienes puedan buscar ayuda cuando la necesiten,
denunciar o encontrar una “oreja siempre disponible” a escucharlos y
contenerlos, o asesorarse por cualquier tema que responda a la inquie-
tud del ejercicio de sus propios derechos relacionados con su salud,
educación, información en general, y todo aquello que favorezca su de-
sarrollo pleno (convivencia, salud, representante legal, accesibilidad a
información sobre HIV, ejercicio de su sexualidad, etc.).
El acceso directo de los jóvenes al servicio 102, permite en muchos
casos el nacimiento de un movimiento subjetivo particular, respondien-
do a las primeras experiencias de toma de decisiones por sí mismos y
de pedir ayuda; poniendo en práctica la condición de sujetos de dere-
chos y no de objetos de decisiones verticalistas y a veces hasta dictato-
riales por parte de algunos adultos.
En este sentido, es importante destacar que aún es necesario con-
tinuar el largo camino de trabajo con los adultos en cuanto a dos ejes
principales:

1. Proceso de reconstrucción social de una sociedad adaptada a todos


y no sólo a los “incluidos”. Sociedad donde todos y cada uno poda-
mos tener nuestro lugar, implicancia y nivel de decisiones.

45
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

En este sentido, los niños/as y adolescentes muchas veces forman par-


te de los “excluidos de la sociedad”.

2. Proceso de concientización ciudadana, con relación a la implicancia


de la responsabilidad de cada ciudadano en la problemática actual
de la infancia.

El “no te metas”, tan arraigado en algunas prácticas, debe comenzar a


transformarse en interés y responsabilidad sobre las problemáticas de los
demás ciudadanos.
Y es aquí donde el Estado debe responder a las demandas de los ciudada-
nos, sin repetir las prácticas verticalistas, sino trabajando junto y con ellos.

Algunas situaciones ejemplificadoras


de intervención de la Línea 102

El interés superior del niño, la desjudicialización de las situaciones de po-


breza, el compromiso de que ningún niño se encuentre en situación de explo-
tación, abuso y/o maltrato, discriminados, etc., son los ejes que sustentan to-
das las intervenciones de la Línea 102 de la Ciudad de Buenos Aires.
Si nos detenemos en el ya mencionado proceso de concientización de
la ciudadanía en relación con la problemática infanto-juvenil, no pode-
mos dejar de nombrar el avance de las organizaciones de la sociedad ci-
vil en este tema.
Las llamadas ONGs, tal vez representen uno de los mejores ejemplos de
avance en cuanto al interés y responsabilidad civil. La situación que a con-
tinuación relataremos es un ejemplo fiel de esto.

Laura es una joven de 16 años perteneciente a una familia compuesta


por la madre, el esposo de la madre y siete hermanos. Laura es de clase
baja, con acceso a educación, actualmente cursando estudios en un pro-
grama de la Secretaría de Educación. Asimismo, asiste a las actividades ba-
rriales de una organización civil de su barrio, con cuyos integrantes mantie-
ne un fuerte vínculo afectivo.
Laura y su familia venían sido asistidas por un equipo de violencia fa-
miliar, sin mucho éxito.

46
2 . María Federica Otero

Un día, la joven se acerca a una profesional de la organización civil y le


dice que se fue de su casa luego de una discusión con el esposo de su ma-
dre, situación que había culminado con un golpe de la madre hacia su ma-
rido, realizado con un fierro.
La organización civil se conecta con la Línea 102 para solicitar aseso-
ramiento. A través de la “Línea”, interviene un equipo del CDNNyA, el cual
evalúa la situación y decide —en la emergencia— junto con Laura y su re-
ferente afectivo de la organización civil, el ingreso de la joven al Centro de
Atención Transitoria, para su resguardo, una evaluación más profunda de
la situación y resolución de la misma.
Ya estando en el Centro de Atención Transitoria, las entrevistas mante-
nidas con la madre demuestran una estructura muy rígida, con marcado
autoritarismo; actitudes que no le permiten por el momento comprender la
situación de violencia que están padeciendo su hija y ella misma.
Además, la joven no gozaba de otros derechos fundamentales en
cualquier adolescente, como salir con amigos y tener tiempo para los es-
tudios, ya que debía hacerse cargo del cuidado de sus hermanos, entre
ellos uno discapacitado.
Desde lo estratégico profesional se intentó encontrar un familiar o re-
ferente afectivo con el cual pudiese ir a convivir la joven, pero no se lo-
gró. Por lo tanto, Laura pasó a vivir en un pequeño hogar convivencial
donde puede, en principio, continuar con sus actividades y desarrollar-
se en armonía.
En la actualidad se está trabajando en la revinculación familiar, con im-
portantes avances.

Como se puede observar en esta situación ejemplificadora, la Línea 102


permite que situaciones que ameritan intervenciones en la urgencia sean
atendidas a través de lo que hemos denominado “Circuito de Emergencia
del CDNNyA”.
Este circuito interno de emergencia está conformado en la articulación
de diferentes programas interdisciplinarios del propio organismo, como ser:
Centro de Atención Transitoria (centro de alojamiento transitorio para niños,
niñas y/o adolescentes que realiza contención, evaluación y resolución al-
ternativa de conflictos en la urgencia), Programa de Fortalecimiento del Cir-
cuito de Protección Integral contra toda forma de explotación infantil, Guar-
dia Permanente Jurídica, Registro de Chicos Perdidos y otros programas del
GCABA, como Chicos de la Calle, Bs. As. Presente, entre otros.
La articulación en la emergencia permite la restitución inmediata del
derecho vulnerado que haya causado mayor daño físico y psíquico, di-

47
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

bujando y preparando el campo para un proceso mayor y más profundo


—a mediano plazo— donde se restituyan los demás derechos y se tra-
baje para sostener esta nueva realidad y prevenir futuras situaciones si-
milares de violación de derechos.

Otra situación ejemplificadora es el caso de los hermanos “Q”.


Esta segunda situación representa el interés y acceso a la Línea 102 por
parte de los ciudadanos.

Un vecino —de identidad reservada— llama a la Línea 102 denunciando


que en un sótano de un restaurant ubicado en pleno centro de la ciudad man-
tenían cautiva a una niña de 8 años, en condiciones infrahumanas.
A través de la Línea 102, interviene la Guardia Permanente de Aboga-
dos del organismo, quienes articulan la estrategia intervencional con la Jus-
ticia para verificar la denuncia.
Efectivamente, se comprueba que una niña era dejada gran parte del día
sola en el sótano de un comercio en, condiciones deplorables.
No sólo ella era víctima de maltrato por parte de sus padres, sino tam-
bién sus hermanos, aunque en menor cantidad de tiempo.
Gracias al llamado de ese ciudadano a la Línea 102 se logró la libertad
de la niña y sus hermanos.

Otras situaciones que caben mencionar se refieren al uso de la “Línea


102” por parte de los chicos que se encuentran en situación de calle.
Al ser una línea telefónica gratuita que funciona las veinticuatro horas
del día, permite que los chicos puedan comunicarse con “los operadores de
calle” frente a cualquier situación de peligro.

Todas estas intervenciones se hacen posible no sólo por la articulación


del circuito interno del Consejo frente a las emergencias y toda la red de
Defensorías Zonales, sino también por la participación de los equipos de sa-
lud, educación y de asistencia a las víctimas.
Claro que, como ya se ha dicho, todavía necesitamos repensar, sistema-
tizar y volver a reformular continuamente nuestras propias prácticas, y cre-
cer en las herramientas eficaces que vamos creando.
Para que esto pueda lograrse es necesario un repensar constante de
las prácticas a la luz de la Convención Internacional sobre los Derechos
del Niño, garantizando a todos los chicos el respeto de sus individuali-
dades y sus derechos.
En otro plano, la sistematización de los datos obtenidos a partir de las in-
tervenciones de la Línea 102, sirve principalmente para intervenir con el ob-
48
2 . María Federica Otero

jetivo de la restitución de los derechos, pero también para conocer las priori-
dades de necesidades actuales en la población infanto-juvenil de la CABA.
Se promueven así, a través de estudios, relevamientos, diagnósticos e
investigaciones, propuestas de políticas publicas de la infancia, diseños de
programas específicos con el fin de hacer cumplir los derechos de los chi-
cos y chicas, canalizando sus propias inquietudes.
Asimismo, creemos que la Línea 102 es un avance importantísimo
en cuanto a la concientización, la viabilidad de las denuncias contra vio-
laciones de derechos de los chicos, la escucha de la voz de los chicos,
la visibilización de situaciones de malos tratos; a la luz de la Ley 114 y
no de la revictimización.
La demanda en la Línea 102 aumenta constantemente. Esto no sólo se
debe al aumento de situaciones de vulneración de derechos, sino también,
felizmente, al conocimiento del servicio por parte de la población.
Resta todavía mucho trabajo desde los equipos profesionales para so-
brepasar obstáculos que tienen que ver con la práctica profesional. En es-
te sentido continuamos trabajando.

49
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

50
3

Evaluación psiquiátrica
forense de niños y niñas
ante denuncias
de abuso sexual

Dra. Virginia Berlinerblau

Médica, especialista en Psiquiatría Infanto-Juvenil y en Medicina Legal; Médica Forense de la Justicia Na-
cional. Autora de “Maltrato Infantil: El testimonio del niño que alega maltrato” (con el Dr. Daniel Pantin), re-
vista La Prensa Médica Argentina, Vol. 83, N° 4, 1996. Coautora del libro Violencia Familiar y Abuso Se-
xual, compilación de Viar y Lamberti, Ed. Universidad. 1998. “El ‘Backlash’ y el abuso sexual infantil”, re-
vista Electrónica de la Asociación Argentina de Psiquiatría Infantil. Premio bienal “Aniceto López” otorgado
por la Asociación Médica Argentina al mejor trabajo sobre: “Abuso Sexual Infantil: examen del menor en la
práctica forense” (con la Dra. Estela Palomero), 1994. Premio anual “Cátedra de medicina legal”, 1995; tí-
tulo del trabajo: “El silencio de los inocentes: mitos y realidades del abuso sexual infantil”.

Introducción

El objetivo principal de estos lineamientos es promover la calidad de la


atención provista a los niños, niñas y adolescentes cuando son evaluados
por posible abuso sexual. La mejor manera de mejorar las entrevistas es
asegurarse de que los entrevistadores reciban un entrenamiento que integre
la investigación y la práctica clínica.
Estas recomendaciones están diseñadas para evaluaciones de niños y
niñas que buscan:

51
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

a. obtener declaraciones confiables sobre posible abuso sexual


b. maximizar el monto de la información obtenida del niño, dada su
edad, circunstancias y predisposición a hablar.

Y aunque estos lineamientos están focalizados en abuso sexual infantil, los


principios son aplicables en niños que han sufrido abuso físico, así como ni-
ños expuestos a cualquier tipo de riesgo, incluyendo violencia física, padres
alcohólicos y adictos a drogas, negligencia, o el ser testigos de un delito.
Estos lineamientos representan ideas que contemplan la mejor práctica,
pero dado que no son una práctica única estandarizada, no están sustenta-
das por alguna entidad legal o profesional. Fueron desarrollados a través de
la revisión de la literatura y de la experiencia clínica y deben ser periódica-
mente actualizados a medida que se expande el conocimiento científico
acerca de cómo entrevistar niños.
Dado que el entrevistar niños es en parte arte y en parte ciencia, no hay
una clara definición de una entrevista ‘perfecta’. Es esencial que los evalua-
dores tengan la libertad de ejercer su juicio clínico en casos individuales.
Los entrevistadores de niños deberían estar familiarizados en la literatu-
ra sobre entrevistas con niños y deberían estar preparados para justificar
sus decisiones en casos individuales.
Pocas cosas causan tanta preocupación en la Justicia como el caso que
requiere que un niño, niña o adolescente tome el lugar del testigo para dar
testimonio. Esta preocupación aumenta cuando el niño testigo es requerido
para hablar acerca de eventos traumáticos que pueden haberle ocurrido,
particularmente en los casos de abuso sexual.

El sistema judicial ha batallado al respecto con preguntas tales como:

• ¿Los niños son mentalmente competentes para testificar?


• ¿Pueden brindar testimonio preciso acerca de hechos que han expe-
rimentado?
• ¿Pueden ser llevados a dar testimonios inexactos?
• ¿Mentirán acerca de cosas serias?
• Si los niños mienten, ¿pueden esas mentiras ser detectadas por cual-
quier persona o se requieren técnicas especiales?
• ¿Cómo valorar el grado de veracidad del testimonio de un niño?

Estas preguntas no son nuevas, tanto para la ciencia como para la ley.
La investigación científica acerca de estas preguntas se remonta a más de
cien años atrás. Pero en los últimos años el número creciente de denuncias

52
3 . Virginia Berlinerblau

de abuso de niños tuvo como resultado un incremento notorio de los niños


llamados a testificar acerca de estos eventos traumáticos.
Por ello, encontrar y comprender las respuestas a las preguntas mencio-
nadas anteriormente toma una importancia crítica en la Justicia, dado que
pesan en la balanza tanto el bienestar de los niños como la libertad de los
adultos acusados.
Típicamente, son hechos donde no suele haber testigos oculares ni
evidencia física útil. Por lo tanto, el veredicto, la convalidación del relato
del niño, la aceptación por parte de sus cuidadores y hasta la superviven-
cia emocional de la presunta víctima dependen del conocimiento, compren-
sión y habilidad del profesional que lo asista. También de su capacidad pa-
ra transmitir, como es esperable, las explicaciones y los razonamientos por
los cuales ha discernido la posibilidad de abuso sexual.

Estado actual del problema

Las denuncias de abuso sexual infantil y/o de incesto paterno-filial plan-


tean particularidades con relación al sistema legal que hacen que sean deli-
tos especialmente difíciles de adjudicar:

• La naturaleza de estos delitos los convierte en un evento privado.


• Raramente hay testigos más allá del acusado y del niño o niña víctima.
• Frecuentemente involucra a niños y niñas pequeños, con habilidades
verbales limitadas.
• No hay un conjunto de criterios diagnósticos y/o algún síndrome de
Abuso Sexual Infantil específico y formalmente reconocido.

En la mayoría de los casos, no hay evidencia física útil de abuso se-


xual, ya sea por el retraso en la denuncia o porque no hay penetración (el
manoseo, el exhibicionismo y el sexo oral son las conductas más comunes).
Los raros casos en que se encuentran anormalidades genitales o ana-
les, pueden también en ocasiones darse en niños no abusados. Y como
si los problemas con la falta de evidencia médica no fueran suficientes,
parece no haber un perfil psicológico único que haga diagnóstico de
abuso de niños.
Aunque hay un número de síntomas asociados con abuso sexual de ni-
ños, resulta que muchos de estos síntomas son problemas comunes de la

53
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

infancia (por ejemplo, conducta regresiva en los hábitos higiénicos, ansie-


dad de separación, agresividad, terrores nocturnos) o son problemas de
conducta de común ocurrencia en psicopatología infantil.

El niño como testigo

Debemos resaltar que gran cantidad de investigación científica, basada


en evidencia empírica, sustenta la habilidad de los niños para brindar tes-
timonio de manera certera.
Los estudios de investigación en niños que no han sido abusados
muestran consistentemente que las respuestas de los niños a preguntas
de final abierto son certeras en alto grado.
Es decir que, si se les permite contar su propia historia con sus pro-
pias palabras y sus propios términos, los niños pueden dar testimonios
altamente precisos de cosas que han presenciado o experimentado, es-
pecialmente si para ellos son personalmente significativas o emocional-
mente remarcables.
Los niños pueden recordar acertadamente hechos rutinarios que ellos
han experimentado, tales como ir a un restaurant, darse una vacuna, o
tener un cumpleaños, como así también algo reciente y hechos únicos.
Por supuesto, los hechos complejos (o relaciones complejas con altos ni-
veles de abstracción o inferencias) presentan dificultad para los niños.
Si los hechos complejos pueden dividirse en hechos simples, en unida-
des más manejables, los relatos de los niños suelen mejorar significati-
vamente. Como sucede con los adultos, aun el recuerdo de hechos que
son personalmente significativos para los niños puede volverse menos
detallista con el paso del tiempo.
Los niños pueden tener dificultad en especificar el tiempo de los sucesos y
ciertas características de las personas, tales como su edad, altura o peso. Tam-
bién pueden ser llevados a dar un falso testimonio de abuso ya que, como los
adultos, pueden ser confundidos por el uso de preguntas sugestivas o tenden-
ciosas (especialmente los más pequeños). Algunas veces son más sugestiona-
bles cuando son interrogados por figuras de autoridad. Los niños pequeños, es-
pecialmente los preescolares, parecen menos capaces que los niños mayores
de soportar las demandas sociales de la entrevista.
El uso de preguntas dirigidas puede llevar a errores en los relatos de los
niños, pero es más fácil conducir erróneamente a los niños acerca de cier-

54
3 . Virginia Berlinerblau

tos tipos de información que acerca de otros. Por ejemplo, puede ser rela-
tivamente fácil desviar a un niño de 4 años en los detalles tales como el
color de los zapatos u ojos de alguien, pero es mucho más dificil desviar al
mismo niño acerca de hechos que le son personalmente significativos, ta-
les como si fue golpeado o desvestido.
Habrá que captar el lenguaje del niño y adaptarse a él según su nivel de
maduración y desarrollo cognitivo para facilitar su comunicación. Por ejemplo,
los niños pequeños pueden responder solamente aquella parte de la pregunta
que ellos entienden, ignorando las otras partes que pueden ser cruciales para
el interés del adulto. Por lo tanto es conveniente usar frases cortas, palabras
cortas, y especificar la significación de las palabras empleadas.
Es importante detenerse en la descripción de los detalles y, si es po-
sible, obtener la historia más de una vez, ya que el relato puede variar
o puede emerger nueva información. Los entrevistadores también nece-
sitan tener en cuenta que a veces la información que los niños intentan
aportar es certera, pero su relato acerca de esto puede parecer no sólo
erróneo, sino extraño para un adulto. Por ejemplo, un niño puede decir
que “un perro volaba” sin aclarar al entrevistador que era un muñeco
con el que jugaba a que podía volar.
Aunque los debates acerca de las habilidades de los niños en esta
área probablemente continúen por años, los profesionales de la salud
mental pueden hacer contribuciones sustanciales a la Justicia al explo-
rar técnicas que ayuden a los niños a comunicar sus experiencias de
manera precisa y completa.
Las consideraciones evolutivas son cruciales en la determinación de la
competencia de un niño para testificar. La edad cronológica, el nivel de fun-
cionamiento psicosocial, el estado mental y emocional, así como también la
naturaleza y cualidad de la dinámica y el compromiso familiar, tienen una in-
fluencia decisiva en la capacidad del niño testigo para satisfacer los elemen-
tos estándar. El contexto mismo de la entrevista puede ser determinante. La
intimidación no sólo conduce a los niños a encerrarse y responder cada vez
menos a las preguntas; también puede incrementar su subjetividad.

Capacidad de la memoria de los niños

La habilidad de un niño para proveer información certera durante


las entrevistas depende de su capacidad para recordar. Los científicos

55
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

todavía tienen que descifrar los secretos de la memoria. Hay un con-


senso general, sin embargo, acerca de que la memoria no es como un
video tape que simplemente repite. Los recuerdos de eventos específi-
cos son reconstruidos a través de complicados procesos cognitivos que
maduran con la edad.
Existe un extenso cuerpo de investigación psicológica acerca de la me-
moria de los niños. En general, la investigación establece que los niños, in-
cluidos los de edad preescolar, tienen una buena capacidad de memoria.
Los niños tienen buenas memorias. Aun niños tan pequeños como de dos
o tres años de edad pueden recordar con certeza información acerca de
eventos experimentados personalmente a través de largos períodos de tiem-
po. Generalmente, a medida que los niños crecen, pueden proveer más in-
formación acerca de eventos que ellos experimentaron. Teniendo en cuen-
ta la capacidad general de la memoria de los niños, es claro que las vícti-
mas pequeñas son capaces de proveer relatos confiables y certeros de
eventos que ellos han experimentado o de los que han sido testigos.
La investigación a través de la última década ha demostrado amplia-
mente la capacidad de recordar a largo plazo de los niños de edad prees-
colar en experiencias personales que han desafiado visiones tempranas
acerca de que dichas capacidades eran muy restringidas. Como resumen
podemos decir que la memoria no es perfecta en niños o adultos. En el aná-
lisis final, cuando la pregunta es si los niños son creíbles, la capacidad de
la memoria no es la cuestión. Los niños aun tan pequeños como de dos o
tres años de edad recuerdan eventos que ellos han experimentado.
Si la capacidad de la memoria no es la cuestión, ¿cuál es?: la sugesti-
bilidad, es decir, la posibilidad de que la memoria sea distorsionada por
preguntas sugestivas. Pero antes de entrar en dicha posibilidad, sin embar-
go, es conveniente describir cinco tipos de recuerdos:

• Recuerdo libre
• Recuerdo asistido
• Reconocimiento
• Recuerdo guionado
• Recuerdo reprimido o recuperado

Entender estos tipos de memoria son útiles para entender los obstácu-
los prácticos que enfrentan los entrevistadores.

56
3 . Virginia Berlinerblau

Recuerdo libre

Un niño recuerda libremente cuando rememora un evento sin asisten-


cia de pistas externas ni de estímulos para “gatillar” la memoria. Cuando
recuerda libremente, el niño se apoya en las estrategias internas de la me-
moria para recordar. El recuerdo libre es la forma más compleja del recuer-
do, requiere que los eventos previamente observados sean recuperados de
la memoria con pocos estímulos o ninguno.
Uno de los hallazgos más consistentes en la investigación de la me-
moria de los niños es que los niños pequeños no son tan adeptos a la re-
memoración libre como los niños mayores, los adolescentes y los adultos.
Spencer y Flin (1993) concluyeron: “A la fecha, la investigación ha
demostrado claramente que la diferencia de edad más saliente y con-
sistente al testificar es encontrada cuando el testeo de la memoria es
a través del recuerdo libre. Esto significa que el sujeto (niño) es pre-
guntado para que relate todo lo que recuerde sin ayuda, tal como ‘Des-
cribe todo lo que viste’. En respuesta a este tipo de preguntas, los ni-
ños más pequeños relatan típicamente menos información que los ni-
ños mayores y los adultos, pero más significativo aun es que la infor-
mación que ellos recuerdan es generalmente certera”.
Cuando a los niños pequeños se les hacen preguntas de final abierto ta-
les como: “¿Qué pasó?” —que requieren recordar libremente— ellos espon-
táneamente recuerdan y comunican menos información que los niños ma-
yores y los adultos. Las respuestas de los niños pequeños a preguntas que
apuntan al recuerdo libre son frecuentemente muy cortas, del orden de las
tres o cuatro palabras. Tienen dificultad en recuperar recuerdos episódicos
detallados por sí mismos. Las respuestas de recuerdo libre de los niños pe-
queños son típicamente incompletas y breves.
El dilema causado por las breves respuestas de los niños pequeños a
preguntas de final abierto para obtener el recuerdo libre es particularmen-
te pronunciado en el caso de algunos niños tímidos de dos o tres años de
edad. No es inusual para un niño muy pequeño responder “Nada” a la pre-
gunta “¿Qué pasó?”, aun cuando el niño recuerde el incidente.
Por lo tanto, puede ser muy dificultoso determinar, solamente sobre la
base de las respuestas de un niño pequeño a preguntas de final abierto,
qué pasó, si algo pasó. Aunque los niños pequeños frecuentemente proveen
respuestas frustrantemente cortas a preguntas de final abierto, la informa-
ción que brindan en respuesta a tales preguntas es generalmente certera.
Por supuesto que el recuerdo libre no está libre de error. En particular, el
recuerdo libre puede ser contaminado por preguntas sugestivas.

57
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Dado que los niños pequeños no son prolíficos al recordar libremente,


no son adeptos a responder preguntas de final abierto tales como “¿Qué
puedes contarme acerca de eso?”. El recuerdo libre solo, es por ello rara
vez una base satisfactoria para obtener el testimonio infantil. Consecuen-
temente, los entrevistadores frecuentemente encuentran necesario reali-
zar preguntas moderadamente directivas para disparar sus recuerdos. Los
niños pequeños descansan en las preguntas de los adultos para disparar
información adicional o recuperar información.
Aun los investigadores más entrenados usan preguntas directas cuan-
do entrevistan niños pequeños, y la inclusión de tales preguntas no in-
valida el testimonio, entendiendo que hay pasos que se toman para li-
mitar el daño potencial, al enmarcar las preguntas focalizadas cuidado-
samente, evitando la repetición coercitiva, y al emparejar preguntas di-
rectas o directivas (leading questions) con estímulos de final abierto pa-
ra retornar al niño al recuerdo libre.

Recuerdo asistido

Un niño usa pistas cuando algún estímulo lo lleva a evocar algo del pa-
sado. El estímulo “trae de vuelta el recuerdo”. Algo dispara una asociación
mental en la mente del niño entre el estímulo y la cosa —persona, lugar, o
evento— que es almacenada en la memoria. Entonces, un niño puede ver
un auto que le recuerda el auto conducido por el secuestrador.
En muchos casos, la pista que dispara la memoria es una pregunta. Co-
mo los niños pequeños tienen un déficit relativo en el recuerdo libre al ser
comparados con niños mayores y con adultos, los entrevistadores frecuen-
temente descansan en pistas a fin de asistir a la memoria para aprehender
lo que los niños recuerdan. Un niño que dice muy poco en respuesta a pre-
guntas de final abierto puede aportar información vital cuando las pregun-
tas golpean pistas para recordar. Lamb y colaboradores (1995) describen
algunas de las dificultades que enfrentan los entrevistadores: “frecuente-
mente es necesario comenzar a preguntar preguntas más focalizadas bien
temprano en las entrevistas con niños pequeños. ...Las expresiones suges-
tivas deberían ser evitadas siempre que sea posible. Cuando un niño no
se dirige a ciertos puntos en respuesta a preguntas de final abierto y
apuntes directivos, sin embargo, puede ser necesario para los investiga-
dores preguntar preguntas dirigidas o sugestivas”.
El recuerdo asistido se desarrolla tempranamente en la vida. A la edad
de 4 años, los niños generalmente son eficientes en el recuerdo asistido.

58
3 . Virginia Berlinerblau

Reconocimiento

Con el recuerdo asistido, la memoria del niño es empujada por un estí-


mulo que es diferente de la cosa recordada. Con la memoria de reconoci-
miento, en contraste, al niño que experimentó algo u observó algo en el pa-
sado, cuando se le presenta la misma cosa o persona otra vez, dicha pre-
sentación dispara su recuerdo. Un ejemplo clásico de esto es la redada de
reconocimiento policial. Es la forma más básica de recuperación. La me-
moria de reconocimiento se desarrolla temprano en la vida, y niños de tres
y cuatro años son buenos en reconocer.

Recuerdo guionado

Es común en adultos y en niños. Los eventos que se repiten un núme-


ro significativo de veces forman un libreto en la memoria. Muchos niños,
por ejemplo, tienen un libreto de una salida al McDonald’s. El niño puede
no recordar qué pasó en una visita específica al McDonald’s, pero tiene un
libreto para lo que generalmente ocurre cuando va.
La memoria guionada toma relevancia legal cuando el niño es inte-
rrogado para que describa un episodio específico de un evento que pa-
só numerosas veces. Al tratar de recordar una instancia específica de un
evento que ha sido experimentado muchas veces, tanto los niños como
los adultos tienen dificultad para distinguir un episodio de los demás. El
recuerdo de un evento específico puede confundirse en un guión gene-
ral del evento repetido.

Recuerdos recuperados o reprimidos

La gente adulta ocasionalmente recuerda eventos que habían sido olvi-


dados largo tiempo atrás. Algunas veces dichos recuerdos son certeros,
otras no. Los adultos ocasionalmente “recuperan” memorias de abuso en la
infancia dormidos durante mucho tiempo. Existe una controversia acerca
de la confiabilidad del recuerdo recuperado o reprimido del adulto acerca
de abuso sexual infantil, que no es directamente relevante para el recuer-
do de los niños. Algunos adultos alegan recordar haber sido abusados de
bebés o cuando eran niños muy pequeños. El fenómeno de la amnesia in-
fantil genera dudas acerca de tales recuerdos. La investigación empírica del
recuerdo de eventos de la infancia ha sugerido que los recuerdos más tem-
pranos no van más atrás que los tres o cuatro años.

59
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Olvido

El recuerdo puede debilitarse. Olvidar es normal en niños y en adul-


tos. Alguna investigación sugiere que los niños pequeños olvidan ciertos
eventos más rápido que los adultos. Más aún, es importante agregar que
los eventos traumáticos y estresantes pueden ser retenidos a través de
significativos períodos de tiempo por niños pequeños. Cualquiera sea la
resolución de la investigación acerca del olvido, hay un consenso gene-
ral de que es una buena idea entrevistar a los niños (y a los adultos) lo
antes posible. Sin embargo, los niños son capaces de recordar con cer-
teza eventos salientes meses y años más tarde. Niños tan pequeños co-
mo de dos años y medio de edad son capaces de recordar detalles cer-
teros de sus experiencias pasadas, y pueden retener dichos recuerdos
aun por un período de uno a dos años.

Amnesia infantil

Los eventos que ocurren antes del segundo o tercer cumpleaños fre-
cuentemente se pierden en la memoria posterior. El término “amnesia in-
fantil” es usado para describir este fenómeno normal del desarrollo.
El hecho de que los adultos raramente recuerden eventos de la muy
temprana infancia no significa que los niños de dos y de tres años de edad
carecen de la habilidad para recordar eventos recientes. Bauer (1994) des-
cribe una investigación psicológica de la memoria en niños muy pequeños,
escribiendo que “niños tan pequeños como de tres años de edad ya tiene
representaciones bien organizadas de eventos familiares... Niños tan pe-
queños como de dos años y medio de edad pueden brindar relatos verba-
les de hechos pasados”. El efecto de la amnesia infantil justifica el escep-
ticismo cuando los niños mayores y los adultos describen “recuerdos” de
abuso durante la infancia o la niñez muy temprana.

Estrés y recuerdo

El abuso es estresante. Por lo tanto es importante describir el impacto


del estrés en la memoria. En un tiempo el pensamiento dominante en los
círculos psicológicos era que el estrés tenía un efecto debilitante del recuer-
do, y algunos investigadores permanecen adheridos a esta visión. La inves-
tigación reciente sugiere, sin embargo, que las características centrales de
eventos estresantes pueden ser retenidas de manera durable por la memo-
ria, mientras que los detalles periféricos pueden ser bien recordados o no.

60
3 . Virginia Berlinerblau

También encontraron que el distrés estaba asociado con un recuerdo más


completo y mayor resistencia a la sugestión.

En resumen: Los niños tienen buena capacidad de memoria. Los niños


tan pequeños como de dos y tres años recuerdan con suficiente precisión
y son relatores creíbles de eventos.

Sugestibilidad

La sugestión es el proceso psíquico por el que se acepta algo con cier-


to grado de automatismo por parte de las actividades inferiores y de mayor
o menor inconciencia de las superiores, o sea de la razón y el libre albedrío
(Diccionario Básico Espasa, 3ª edición, Espasa Calpe, 1984).
La sugestibilidad se refiere a la susceptibilidad de la memoria a ser dis-
torsionada o al error. La sugestibilidad de los niños ha preocupado a los
profesionales por años. Este tema está asociado a la larga tradición de des-
creimiento de mujeres y niños que alegan ser víctimas de abuso sexual, con
sus ciclos de reconocimiento y de denegación.

No hay una relación simple entre edad y sugestibilidad

Los niños no son invariablemente más sugestionables que los adul-


tos. La sugestibilidad depende de la interacción de factores cognitivos,
de desarrollo, emocionales, y situacionales, incluyendo el interés del ni-
ño en el evento.
A pesar de la complejidad del tema, la investigación moderna sustenta
las siguientes conclusiones.
Niños mayores. A la edad en que los niños alcanzan la edad de 9, 10
u 11 años, se aproximan a los niveles adultos de sugestibilidad (Cole y Lof-
tus, 1987). Esto no significa, por supuesto, que los niños de esta edad no
son sugestionables. Dadas determinadas circunstancias, cualquiera es su-
gestionable (niños y adultos). El punto es que la sugestibilidad en niños
mayores no es significativamente mayor que en los adultos.
Niños pequeños, particularmente preescolares. Los niños pequeños, par-
ticularmente aquellos de 5 años o menos, parecen ser más sugestionables que
los niños mayores y los adultos. Aunque los adultos son vulnerables a las pre-
guntas sugestivas o tendenciosas, los niños muy pequeños son desproporcio-

61
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

nadamente vulnerables a las preguntas sugestivas post evento, al compararlos


con niños mayores y con adultos. Sin embargo, si son interrogados apropiada-
mente, pueden brindar información forense certera y extensa.
Los niños de 6 a 9 ó 10 años, como los niños mayores y los adultos,
pueden ser sugestionables, y la preocupación se justifica cuando se les ha-
cen preguntas directivas a tales niños. La investigación también descubre,
sin embargo, que los niños más allá de la edad preescolar, son capaces en
muchos casos de resistir sugerencias tendenciosas (Berliner, 1997). En la
mayoría de los estudios de laboratorio, la mayor parte de los niños peque-
ños resisten con éxito los esfuerzos intencionales de desviarlos, especial-
mente acerca de aspectos salientes de experiencias personales y eventos
emocionalmente relevantes. Los errores acerca de detalles irrelevantes o
periféricos son comunes tanto en niños como en adultos.
Al principio de los ‘90 hubo un resurgimiento del escepticismo respec-
to de la credibilidad de los niños, y en particular por su sugestibilidad. Los
estudios de los ‘90 hicieron hincapié en cómo no entrevistar niños. Sin em-
bargo los estudios que se focalizan desproporcionadamente en las debilida-
des de los niños y que ignoran sus potenciales al exagerar la sugestibilidad,
minan injustamente su credibilidad.
La sugestionabilidad está multideterminada y en un momento particu-
lar depende de factores situacionales del desarrollo y de la personalidad, in-
cluyendo el tipo de encuentro, el tipo de información pensada por el entre-
vistador (ejemplo: detalles centrales versus detalles periféricos), la manera
en que se conduce la entrevista, si el entrevistador intimida al niño, y un
complejo de otras influencias antes y durante la entrevista.

Construyendo reportajes
con preguntas de final abierto

Cuando entrevistamos niños, debemos prepararlos para las preguntas,


por los presupuestos propios del psiquismo infantil:

a. debo contestar todas las preguntas, aunque no las haya comprendido;


b. toda pregunta tiene una respuesta correcta o incorrecta;
c. el entrevistador ya sabe qué pasó, entonces si dice algo distinto de
lo que yo recuerdo, yo estoy equivocado; y
d. no tengo permitido decir “no sé” o preguntarle al entrevistador para
que me aclare la pregunta.

62
3 . Virginia Berlinerblau

Los niños mejoran notablemente su rendimiento como testigos al ser infor-


mados acerca de lo que se espera de ellos y del propósito de la entrevista.

Testeando hipótesis alternativas

No entrevistamos niños recién abusados sexualmente sino niños que


pueden haber sido abusados sexualmente.

Dificultad de los niños en develar abuso sexual

El asesoramiento psiquiátrico forense en denuncias de abuso sexual


infantil se basa fuertemente en la interacción verbal. Por lo tanto, de-
pende de la habilidad del entrevistador el facilitar la comunicación del
niño, ya que en general es reacio a hablar de la situación abusiva por
varias razones:

• dependencia económica o emocional respecto del abusador;


• el abusador amenazó al niño o niña o a la madre;
• la familia no le ha brindado continencia, no le cree y/o lo culpabiliza;
• el niño/a se culpa a sí mismo o tiene vergüenza por lo que ocurrió;
• el niño/a tiene miedo de no ser creído, tanto porque el abusador es
un adulto familiar y/o respetable y creíble como porque no tiene le-
siones físicas;
• al niño/a se le dio el mensaje de que los temas sexuales nunca se
discuten;
• el niño/a no tiene palabras para explicar lo que pasó (“él siempre me
está molestando”), y los adultos del entorno no son capaces de in-
terpretar lo que está diciendo;
• el niño/a presenta amnesia del incidente o de algunos aspectos del
mismo, al operar la represión por efecto del trauma del abuso;
• el niño/a se niega a evocar y/o a comunicar el presunto abuso, para
evitar el trauma de la reviviscencia.

El niño puede callar información


para protegerse él mismo o a aquellos que lo rodean

Para facilitar entonces su comunicación es conveniente tener en cuenta


algunas consideraciones, dado que el niño/a en estos casos plantea, desde
el ángulo emocional, particularidades y necesidades únicas:

63
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

1. Es conveniente evitar entrevistas prolongadas y/o con entrevistadores


múltiples.
2. El niño requiere un encuadre imparcial, objetivo y que le facilite el
sentirse confortable.
3. Requiere privacidad, evitando las interrupciones y distracciones in-
necesarias.
4. Entrevistar al niño solo, si es posible.
5. Cuando un adulto continente está presente, debe abstenerse de par-
ticipar; haga que le diga al niño o niña que está bien hablar abierta
y libremente con el entrevistador.
6. Evitar que el niño presencie la descripción del adulto acerca de lo
que ocurrió.
7. Evitar confrontar al niño con el supuesto perpetrador.
8. Los cuidadores deberían ser desalentados acerca de hablar del pre-
sunto abuso con el niño previo a la evaluación.

Formación del entrevistador

Los entrevistadores de niños que alegan abuso deberían tener varios


años de experiencia en el trabajo con niños y formación en salud mental,
protección infantil y el sistema legal.
La formación del entrevistador debería contemplar un entrenamiento
previo que incluye como elementos cruciales:

a. revisión de la literatura sobre el desarrollo emocional, cognitivo y lin-


güístico de los niños;
b. entrenamiento en técnicas para asesorar sobre la competencia legal
y lingüística y para obtener declaraciones de los niños usando pre-
guntas no dirigidas y técnicas de entrevistas adecuadas;
c. antecedentes de formación sobre la dinámica del abuso de niños y
su impacto emocional en el niño y su entorno;
d. son esenciales la educación continua bajo la forma de consultas a
colegas, la actualización de la literatura y de cuestiones legales;
e. el proceso de entrenamiento es de por vida, los principiantes de hoy
devienen en los expertos de mañana.

Entrevistador único versus múltiples

El número de personas que interrogan al niño acerca de posible abu-


so debería ser el mínimo posible. Toda vez que se pueda, el profesional

64
3 . Virginia Berlinerblau

entrevistador deberá obtener toda la información relevante por parte del


niño, realizando entrevistas múltiples en casos complejos o cuando emer-
ja nueva información.

Acercamiento amigable y neutral a los niños

La conducta del entrevistador con el niño y con los cuidadores del niño
debería ser calma, cálida y acogedora. El entrevistador debe asumir el rol
de un obtenedor de información neutral y debería trabajar para evitar pre-
concepciones acerca de si el niño fue o no abusado. Este acercamiento for-
talecerá la entrevista al poner al niño y su familiar a gusto, y estimulará su
confianza en el entrevistador.

Reuniendo y documentando antecedentes

El tipo de información reunida dependerá de los objetivos de la evalua-


ción. La información relevante para cualquier entrevistador de niños proba-
blemente incluya la descripción de entrevistas previas, fuentes del conoci-
miento sexual y experiencia corriente respecto de tocamientos genitales no
abusivos (por ej. el bañarse, la higienización, y exámenes genitales en el
consultorio pediátrico).

El vocabulario de las entrevistas investigativas

Los profesionales usan varias palabras para describir tipos de pregun-


tas, incluyendo: de final abierto, focalizadas, específicas, sugestivas y di-
rectivas, para nombrar las más comunes. No hay un consenso universal
acerca del significado de estas palabras. La determinación de si una pre-
gunta es sugestiva o no, depende de cómo es hecha, por quién, y dónde
encaja en la totalidad del contexto socio-psico-lingüístico.
Una pregunta de final abierto es una invitación a hablar; por ejemplo
¿sabés por qué estás aquí?, ¿pasó algo?, ¿podés contarme qué pasó? Las
preguntas focalizadas son aquellas que centran la atención del niño en un
tópico, lugar o persona particular sin proveer información acerca del obje-
to de la pregunta; por ejemplo: hablemos del jardín, sin sugerir el tipo de
información que se quiere obtener acerca del jardín. Cuándo, cómo, dón-
de, quién, son preguntas focalizadas. Deben evitarse las preguntas “por
qué”, ya que los niños suelen vivenciarlas con culpa.
No hay una línea clara entre preguntas focalizadas y específicas. En mu-
chos casos una pregunta específica es simplemente una pregunta que ex-

65
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

plora mayores detalles siguiendo una respuesta del niño a una pregunta de
final abierto o focalizada. Las preguntas específicas algunas veces llevan a
respuestas cortas: ¿de qué color era su remera?, es una pregunta específi-
ca. Preguntas tales como ¿la remera era roja? requieren respuestas por sí
o por no, por ello no son aconsejables. Si esas preguntas son directivas o
sugestivas puede depender del contexto en que la pregunta es hecha (por
ejemplo, el niño mencionó antes o no que alguien vestía remera).
Una pregunta dirigida, sesgada, sugestiva y/o tendenciosa es una pre-
gunta que sugiere que el entrevistador está buscando una respuesta en par-
ticular; es aquella que sugiere al testigo la respuesta que el interrogador de-
sea. Por supuesto, las preguntas dirigidas vienen en blanco y negro y en in-
numerables tonos de grises. Pocos negarían que la pregunta “¿te tocó la co-
la, no es cierto?” no solamente es dirigida, sino en alto grado, ya que es
esencialmente una declaración de hecho seguida por un pedido de consen-
timiento. Un ejemplo adicional de una pregunta dirigida es “Él te llevó allí
tres veces, ¿no es cierto?”.
Si la pregunta del entrevistador introduce información que el niño no ha-
bía mencionado previamente, se incrementan las posibilidades de error en
la información obtenida. Un análisis certero requiere la consideración de
cada pregunta en su turno, juntamente con el análisis de la pregunta que
la precedió. Cada pregunta es una puntada del tapiz; para ver el patrón, es
necesario pararse y mirar el conjunto.
Las preguntas de opciones múltiples deberían ser usadas sólo para cla-
rificar el develamiento. El entrevistador no debería efectuar preguntas direc-
tas que incluyan a una persona específica o una acción específica, salvo pa-
ra clarificar información ya brindada. Una vez que el niño provee una res-
puesta a una pregunta de opciones múltiples o a una pregunta directa, el
entrevistador debería retornar a preguntas más abiertas.
También deberemos tener en cuenta que diferentes culturas tienen mo-
delos narrativos diferentes.

Prácticas de entrevista apropiadas

Cada niño es único. No hay una única manera correcta de entrevistar ni-
ños, no hay un protocolo que los profesionales deban seguir siempre. Los
entrevistadores improvisan a medida que la entrevista se va desplegando,
y la flexibilidad es la orden del día, acorde a las necesidades del niño.
También debemos tener en cuenta que no es probable que una sola pre-
gunta inapropiada provoque un reporte falso de abuso.

66
3 . Virginia Berlinerblau

Examen psiquiátrico forense

El examen psiquiátrico forense del niño en estos casos es diferente


de la evaluación psiquiátrica usual. En primer lugar porque el examina-
dor es interrogado acerca de la posibilidad de ocurrencia de cierto he-
cho, y segundo porque se le pide que asesore acerca de la credibilidad
de un niño. El entrevistador de niños habilidoso tiene la oportunidad de
facilitar la comunicación del niño.

La entrevista investigativa forense

Es definida como una entrevista entre un entrevistador forense con la


técnica forense y un niño o niña, con el único objetivo de obtener datos no
contaminados que den base o no a un presunto evento, a un abusador, en
un sitio y tiempo determinados.
Objetivos de la recolección de la información:

• dilucidar la probabilidad del abuso,


• informar al juez,
• derivar a un centro especializado.

Entrevista de evaluación forense versus evaluación psiquiátrica

E. PSIQUIATRICA E. FORENSE
Principios Basada en conceptos Basada en la evidencia
y pautas teóricas y pautas legales
Con confidencialidad Sin confidencialidad
Objetivos Diagnóstico/ Tratamiento Obtener información no
contaminada del evento
Métodos No dirigido Dirigido
No estructurado Estructurado
Obtener información subjetiva Obtener información objetiva
Técnicas Interacción verbal Interacción verbal
Uso de juegos/ juguetes Uso de muñecos
Contenidos Subjetivo/ Emocional Recuerdo del evento: lugar,
Fantasías/ Conflictos tiempo, hora, etc.
Conducta del abusador
Conducta de la víctima

67
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

La entrevista investigativa forense es un componente del examen


psiquiátrico cuyo objetivo es obtener información objetiva y no contami-
nada del o los eventos, por medio de la interacción verbal. Se investiga
el recuerdo del evento, lugar, tiempo, hora, conducta del abusador y con-
ducta de la víctima.
Para ello es esencial mantenerse neutral emocionalmente, con una
mentalidad abierta, adoptando una actitud no enjuiciadora e intentando
obtener las particularidades de cada caso. Es conveniente una actitud
relajada y sin apuros, que exprese interés en el bienestar del niño. Los
niños reconocen fácilmente la ansiedad, incomodidad y/o el apuro de los
adultos y son consecuentemente afectados. Hay que evitar juzgar la in-
formación suministrada por el niño (cuidando inclusive los gestos y el to-
no de voz empleados) o el proyectar implícita o explícitamente los pro-
pios sentimientos o percepciones acerca de la situación en el niño (por
ej.: reproche acerca de por qué no habló antes). No presuponer culpa-
bilidad o angustia, ambas pueden estar ausentes. No presuponer que el
niño encuentre desagradable el contacto sexual.
El tiempo es fundamental para establecer un “raport” adecuado. Se pue-
de comenzar conversando con el niño tópicos comunes no sexuales, para
facilitar al niño el sentirse cómodo en la situación, disminuir su ansiedad y
determinar el nivel general de su funcionamiento mental. Conviene evitar el
tema del abuso antes de establecer una adecuada relación.

Pueden necesitarse múltiples sesiones


para establecer empatía con un niño o una niña

Al mismo tiempo determinaremos el nivel de comprensión y la termino-


logía que el niño utiliza en general. Debemos estar preparados para usar la
terminología propia del niño. Es útil decirle al niño que su trabajo es hablar
con niños y que usted ha conversado con muchos niños con anterioridad.
Son fundamentales los datos autobiográficos, los antecedentes persona-
les y heredofamiliares, la entrevista clínica individual, el relato y vivencias
de los hechos que se investigan, la observación de la conducta, del estado
emocional y del lenguaje corporal y gestual. En niños pequeños puede em-
plearse la ‘Hora de Juego Diagnóstica’, donde eventualmente podrán surgir
indicadores de trauma.
La entrevista investigativa forense está diseñada para maximizar el mon-
to de información precisa obtenida del niño, por medio de la rememoración
libre y sin inducirlo. Se comienza con preguntas de final abierto y a medi-
da que la entrevista progresa, y sobre la base de la información que el ni-

68
3 . Virginia Berlinerblau

ño va aportando, se pueden efectuar preguntas focalizadas para expandir o


clarificar ciertas áreas si lo consideramos necesario.
La entrevista puede ser dividida en tres partes, cada una con sus
objetivos particulares y trampas esperables. La parte central se foca-
liza en un interrogatorio mientras que la fase final permite al niño bus-
car resoluciones.
Cuando comienza la entrevista, el niño y el entrevistador están forjando
una relación, y el niño posiblemente está tomando una decisión acerca de
confiar o no en este entrevistador con información sensible.
El entrevistador necesita crear una atmósfera de aceptación y com-
prensión, mientras simultáneamente subraya la importancia de la tarea.
El entrevistador puede también querer asesorar adquisiciones por parte
del niño o niña de conceptos relevantes forénsicamente (tales como con-
tar, el concepto del tiempo o su habilidad para entender la obligación pa-
ra decir la verdad) y su habilidad oral. El entrevistador también familia-
rizará al niño con un formato de pregunta-respuesta y estará construyen-
do la expectativa de que él está escuchando cuidadosamente las respues-
tas del niño y está tomando en serio sus palabras.
Los objetivos de la fase inicial entonces incluyen la construcción de rap-
port o confianza, determinar su nivel de desarrollo y la definición de la tarea.
Una vez que se supera la primera fase, el entrevistador puede llevar al
niño a la fase del interrogatorio sobre abuso. El foco durante esta parte de
la entrevista está en plantear de manera cuidadosa preguntas no dirigidas,
y en obtener del niño un relato completo acerca de algún evento abusivo.
El entrevistador debería usar la información ganada en la parte inicial
de la entrevista para estimar la complejidad del lenguaje empleado y el ti-
po de preguntas que va a hacer (por ej., no preguntar acerca del número
de incidentes si el niño no puede contar o manejar números). El entrevis-
tador también puede querer usar esta parte para chequear la exposición a
factores de riesgo tales como uso de drogas, violencia doméstica y mate-
rial pornográfico. Aunque esta porción de la entrevista está muy focalizada
en el propósito del estudio, es recomendable que el entrevistador perma-
nezca sensible a las necesidades emocionales del niño y esté predispuesto
a desviarse de la tarea si es necesario.
El entrevistador estará apoyándose en el rapport desarrollado en la fa-
se inicial como un ancla emocional para el niño y como guía clínica al ca-
librar cuándo presionar sobre alguna cuestión y cuándo permitir al niño
evitar o distraerse del interrogatorio. Entonces, la fase del interrogatorio
requiere tanto de un alto nivel de perspicacia clínica como de un comple-
to entendimiento de cuestiones forenses.

69
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Una vez que el entrevistador decide finalizar la entrevista (tanto porque se


ha obtenido toda la información disponible como porque ha decidido continuar
otro día), es importante permitir al niño lograr el cierre y, al menos, una reso-
lución emocional temporaria. Durante la fase de cierre, el entrevistador puede
elogiar al niño por su cooperación y debería darle a éste la oportunidad de ha-
cer preguntas sobre el proceso al entrevistador. Esta parte final está enfocada
más en las necesidades emocionales del niño que en obtener información,
aunque el entrevistador debe seguir evitando hacer declaraciones o conductas
que puedan contaminar declaraciones futuras del niño.
Finalmente, el entrevistador debería llevar al niño a la discusión de tópicos
más livianos, para facilitar la transición a la salida del recinto de la evaluación.

Continuum de preguntas usadas para asesorar


presunto abuso sexual (adaptado de Kathleen Faller, Ph.D.)
TIPO DE PREGUNTAS EJEMPLOS
Preguntas abiertas, rememoración libre,
más confiables que preguntas cerradas,
altamente sesgadas, menos confiables
1. Preguntas Investigativas Grales. ¿Sabés por qué te trajeron a verme?
2. Preguntas Focalizadas
Gente ¿Qué tipo de persona es tu papá?
Partes del cuerpo ¿Qué es esto? (señalando una parte de
un muñeco)
Circunstancias ¿Quién cuida de vos?
¿Qué pasó en la casa de Fulano?
Develamiento anterior ¿Le contaste a tu mamá acerca de algo
que pasó?
3. Preguntas de Seguimiento
Pistas narrativas ¿Qué pasó después?
Confirmación del develamiento ¿Dijiste que tu abuelo te tocó?
Clarificación ¿Dónde te tocó?
Detalles del abuso ¿Cómo se sintió eso?
¿Le salió algo de sus partes privadas?
Detalles contextuales ¿Dónde sucedió esto?
4. Preguntas de Múltiples Opciones ¿Pasó durante el día, la noche o ambos?
5. Preguntas Directas por Sí/No ¿Papá te tocó la cola?
6. Preguntas Dirigidas ¿Tu mamá te hizo chuparle los senos, no es cierto?
7. Coerción No te podés ir hasta que me digas lo que pasó.
Preguntas de final cerrado, altamente
sesgadas, menor confiabilidad

70
3 . Virginia Berlinerblau

Puntos específicos de la entrevista


de niños víctimas de abuso

Se debe determinar la competencia del niño.


La competencia del niño es la habilidad para brindar testimonio de
manera confiable y significativa.

a. Si comprende la diferencia entre la verdad y la mentira y la aprecia-


ción de la obligación de decir la verdad.
b. Suficiente capacidad mental —inteligencia— durante el evento para
poder describir certeramente el acontecimiento.
c. Capacidad para comunicar basada en el conocimiento personal de
los hechos, y de entender preguntas simples de su ocurrencia.

Deberemos tener en cuenta que la actitud y conducta del primer entre-


vistador puede traumatizar aún más al niño o niña. Los niños pueden te-
merles a los adultos.
Si el entrevistador es dominante o sugestivo el niño o niña puede tra-
tar de complacer al entrevistador diciéndole lo que él quiere oír.
Si se muestra demasiada simpatía se puede estimular al niño o niña o
exagerar la victimización para así conseguir mayor atencion y simpatía.
Algunos niños son sugestionables y pueden fácilmente ser persuadidos
de complacer y ayudar al entrevistador, otros no lo son y se mantienen
dentro de los hechos.

Valoración de la credibilidad del niño/a

Es frecuente que en los casos de abuso sexual infantil, se solicite al perito


que sea asesorada la credibilidad y la competencia del niño/a durante las en-
trevistas. La credibilidad se refiere a la veracidad y precisión del niño.
Los factores que influencian favorablemente la credibilidad en el niño/a
incluyen:

• Conocimiento sexual inapropiado para la edad.


• Relato espontáneo.
• Lenguaje propio de los niños/as y desde el punto de vista infantil.
• Descripción detallada.
• Relato consistente y mantenido básicamente en el tiempo.
• Relato de la historia por partes, más que toda de una vez.
• Relato verosímil: la historia es plausible y físicamente posible.

71
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

• Estado afectivo congruente con lo explicitado (aunque puede haber


muchos motivos por los que un niño/a esté enojado, triste o mani-
fieste aislamiento del afecto.
• Estilo cándido, tal como el hacer correcciones espontáneas, admi-
tiendo que hay detalles que no puede recordar.
• Comparación de la historia de los síntomas y conducta del niño/a fa-
vorable con el contenido de la entrevista.
• Descripción de circunstancias típicas y características de una situa-
ción de abuso sexual (amenaza, presión, seducción, coerción).
• Descripción de la experiencia subjetiva.

Habrá también que considerar la posibilidad de influencia para fabrica-


ción (creación imaginaria). En los casos en que el relato está ausente o es
pobre, debemos tener en cuenta varias posibilidades tales como:

Examen insuficiente o técnicamente mal conducido

Limitaciones emocionales y/o cognitivas del niño/a: por características


del niño o de la situación. Por ej., niño muy pequeño, y/o con retraso men-
tal o lenguaje precario, o amenazado, inhibido emocionalmente o sin ade-
cuada continencia familiar, retractación, etc.
La posibilidad de falsas denuncias: debe tenerse en cuenta que la revi-
sión de la literatura revela gran confusión en las definiciones de lo que se
considera falsa denuncia. Algunos autores no distinguen entre denuncias
insustanciadas y denuncias falsas. Las denuncias pueden ser divididas en
3 tipos a los cuales se le han dado una variedad de nombres:

1. sustanciado/ fundado/ verdadero/ confirmado/ probado;


2. insustanciado/ infundado/ no probado/ insuficiente información;
3. falso/ ficticio/ erróneo.

Los casos insustanciados/ infundados incluyen aquellos donde la evi-


dencia es insuficiente para clasificar el caso en la categoría positiva; sin
embargo, estos casos no necesariamente reflejan “denuncias falsas” porque
muchas de ellas pueden incluir reclamos válidos de abuso que simplemen-
te no alcanzan el nivel de prueba requerido para iniciar una investigación o
para llevar el caso a la Justicia.
La “falsa denuncia” también puede ser considerada como una queja que
se juzga como no ocurrida. Numerosas condiciones, sin embargo, pueden lle-
var a una falsa queja de abuso sexual. Estas condiciones incluyen:

72
3 . Virginia Berlinerblau

• falta de conocimiento de la sexualidad normal;


• en niños pequeños, la inmadurez social y limitación de sus habilida-
des comunicacionales;
• la confusión respecto de la ansiedad de separación en niños pequeños;
• un niño muy ansioso con un padre ansioso;
• una percepción errónea, por ej., de situaciones “fronterizas” tales co-
mo dormir o bañarse con el niño;
• presencia de otros tipos de violencia familiar;
• el abuso atribuido a la persona errónea;
• el niño que miente, por ej., para encontrar un destino alternativo;
• psicopatología en el niño o en el padre;
• el adiestramiento por uno de los padres;
• técnicas de entrevista coercitivas y dirigidas;
• entrevistas excesivas;
• y la pobre documentación del caso.

Sumadas las dificultades con las definiciones, hay alguna confusión


semántica acerca de la palabra “falso”, que puede ser tomada para sig-
nificar tanto mendaz, engañoso así como erróneo o equivocado. Por ello,
el número de denuncias falsas a veces es erróneamente confundido
con el número de denuncias no sustanciadas o infundadas. Eventual-
mente algunas de estas denuncias podrán ser validadas con el segui-
miento del caso. Por lo tanto el número de falsas denuncias es proba-
blemente considerablemente menor que el número de casos infundados
o no sustanciados. Algunos investigadores reservan la designación de
“denuncias falsas” a aquellos casos donde hay intención deliberada y
maliciosa de producir una denuncia falsa.
Por ello, debe tenerse especial cuidado al considerarse la posibilidad
de falsas denuncias, revisar las fuentes de las denuncias, particularmen-
te si proviene de uno de los padres, no hay relato del niño ni otros indi-
cadores y es realizada en el contexto de una disputa por la tenencia del
niño/a o por el régimen de visitas.
También debemos considerar que pueden haber interpretaciones
erróneas de dichos o actitudes del niño por parte de los adultos que los
cuidan, que el conflicto entre los padres es habitual en los casos de ASI
intrafamiliar y ello no debería cegarnos al investigar el caso en particu-
lar. Como se expresara más arriba, las “falsas denuncias” surgen por
una variedad de razones y la palabra “falsa” puede implicar tanto acti-
vidades erróneas como engañosas. Esta ambigüedad, junto con prejui-
cios de género, puede conducir al descreimiento y la inculpación de las

73
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

madres que denuncian abuso sexual en el contexto de una disputa acer-


ca del régimen de visitas o de la tenencia.
Por esto es necesario resaltar que:

• es fundamental considerar la producciones del niño por sí mismas


y también si particularmente hay una historia previa de abuso se-
xual, para aclarar los diferentes casos;
• el evaluador necesita estar al tanto del desarrollo cognitivo y esta-
do emocional del niño y cómo pueden afectar la interpretación y el
recuerdo de todo el evento;
• no hay que ignorar la información colaboradora, incluyendo infor-
mes médicos o escolares, evaluaciones psiquiátricas y psicológicas
previas u otros elementos que surjan de las personas involucradas
en el cuidado del niño.

Uso de muñecos anatómicamente correctos


y otras herramientas

Los muñecos anatómicamente correctos (MAC) y los dibujos, así como los
dibujos de figuras simples, son herramientas útiles para entrevistar niños que
puedan haber experimentado abuso sexual. Tales facilitadores son muy útiles
cuando son usados como modelos anatómicos y para fines demostrativos. Su
uso como pistas para facilitar el recuerdo es más controversial.
Los muñecos anatómicos, los muñecos no anatómicos, los dibujos ana-
tómicos, los dibujos libres (incluyendo pero no limitándose a dibujos de
simples figuras; dibujos de la familia kinética; dibujos de lugares y/o instru-
mentos relevantes para el abuso), y ciertos juguetes que se usan en el ám-
bito terapéutico, tales como muñecas y teléfonos, son comúnmente usados
en el contexto de la entrevista, especialmente con niños muy pequeños.
En general, es recomendable que el entrevistador evite usar la caja de jue-
go como facilitador de la comunicación del niño, por la importancia de man-
tener la distinción entre fantasía y realidad en el contexto de la entrevista.
El uso de los muñecos “anatómicamente correctos” es ciertamente un
tema controvertido y es necesario saber que no es necesario usarlos en
estos casos ni son un test para detectar abuso sexual.
Podrían ser útiles para facilitar el obtener información, descubrir termi-
nología de partes anatómicas y permitir al niño que no puede hablar o di-
bujar qué pasó, mostrarnos lo que sucedió.
Es importante evitar utilizar los muñecos como modo de entrenar, diri-
gir o instruir al niño, y tampoco los muñecos deben ser usados como un

74
3 . Virginia Berlinerblau

atajo para una evaluación más comprensiva del niño y de la familia del ni-
ño. Además los hallazgos no deben ser analizados aisladamente, ya que
por sí mismos no proveen respuestas confiables o prueban definitivamente
si ocurrió o no el abuso.
Los lineamientos de la Sociedad Profesional Americana sobre el Abuso
de Niños (APSAC) que fueron publicados en 1995 señalan que:

• no son un test diagnóstico p/ ASI;


• no es apropiado hacer conclusiones definitivas acerca de probabili-
dad de abuso basados solamente en la interpretación de la conduc-
ta del niño con dichos muñecos;
• no existe una conducta conocida con los muñecos, que pueda ser
considerada un marcador definitivo de abuso sexual en ausencia
de otros factores, tales como el relato verbal del niño o la eviden-
cia física médica.

La investigación generalmente indica que los niños no abusados rara-


mente se involucran en comportamientos sexuales explícitos con muñecos
anatómicos. Cuando un niño sitúa a los muñecos anatómicos en lo que pa-
recen ser posiciones sexuales, se justifica investigar más. La evidencia de
conocimiento sexual explícito en un niño pequeño justifica una cuidada
evaluación acerca de la fuente de tal conocimiento (Boat y Everson,
1993). Claramente además, los MAC pueden ser mal usados.
En manos de entrevistadores objetivos y entrenados, los MAC pueden
ser útiles:

a. para estimular la memoria;


b. para permitir a los niños demostrar lo que no pueden poner en palabras;
c. para confirmar que el entrevistador entiende correctamente el voca-
bulario y significación para varios términos.

Hay consenso general acerca del cuidado que hay que tener al usar los
MAC con niños menores de 5 años.

Uso de los dibujos de los niños

Los dibujos de los niños pueden ser muy útiles al asesorar sobre ASI,
con dibujos espontáneos, así como el proponerles dibujar un hombre o una
mujer, la familia kinética o autorretratos, pedirles que dibujen qué pasó, o
dónde. Los niños son capaces de dibujar y describir dónde está el imputa-

75
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

do. Lo útil de la asociación de los dibujos radica en los efectos que gene-
ra la información que ponen al descubierto. Hay algunos hallazgos en los
dibujos que son sugerentes de abuso sexual en general: el dibujo de los ge-
nitales o la alternativa de evitar cualquier carácter sexual en conjunto.
Nuevamente es necesario aclarar que estos dibujos son usados como
una herramienta, como parte de la evaluación, no pueden ser juzgados
aisladamente para decidir si el abuso ha ocurrido o no.

Conclusiones

Es imprescindible tener en cuenta la importancia de tomar todo el


proceso en su totalidad a la hora de asesorar y discernir sobre probabi-
lidad de que haya ocurrido abuso. Raramente un hallazgo solo sea el
que hace diagnóstico, sino que debe ser interpretado en el contexto glo-
bal de la evaluación.
A pesar de los problemas asociados con las revelaciones de los niños,
los expertos en el campo del maltrato infantil están de acuerdo en que
la historia obtenida del niño es la evidencia más importante —y la úni-
ca en la mayoría de los casos—.
Muchos casos son ambiguos y en ellos un diagnóstico concluyente no
siempre es posible. Sin embargo, un capacitado equipo interdisciplinario
significa siempre la óptima aproximación al diagnóstico de abuso sexual.

76
3 . Virginia Berlinerblau

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Sexual. Editorial Universidad. 1998.

77
4

Obstáculos institucionales
de la intervención en casos
de abuso sexual infantil.
Algunas respuestas

Dr. Carlos Rozanski

Juez de Cámara —por concurso— del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de La Plata, Provincia de
Buenos Aires. Miembro de la Asociación Internacional de Derecho Penal. Miembro Fundador de la Asocia-
ción Argentina de Prevención del Maltrato Infanto-Juvenil (ASAMPI). Miembro del Foro para la Justicia De-
mocrática (FOJUDE). Autor de artículos publicados sobre abuso infantil y coautor de los libros Abuso sexual
en la infancia (2002) y Maltrato Infantil. Riesgos del compromiso profesional (2003). Autor del libro Abu-
so sexual infantil. ¿Denunciar o Silenciar? (2003). Docente del Curso de Posgrado: Abordaje Interdisciplina-
rio del Abuso Sexual Infanto-Juvenil; Facultad de Psicología, UBA (2004).

Antes de entrar de lleno en lo institucional, y a modo de introducción,


teniendo en cuenta lo heterogéneo del grupo —sé que hay abogados, tra-
bajadores sociales, psicólogos—, me parece adecuado hablar primero un
poco del abuso sexual infantil, sobre todo de aquellas cosas más esencia-
les y que permiten entender mejor cómo interfieren los obstáculos institu-
cionales en la intervención.
El abuso sexual infantil es muy distinto que el resto de los delitos. Tener
clara, en primer lugar, la diferencia conceptual que hay entre el abuso se-
xual infantil como delito y el resto de los hechos que el Derecho Penal atien-

79
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

de, es fundamental, y ahora vamos a ver por qué, comenzando por las ca-
racterísticas del fenómeno.
En primer lugar, el secreto. En el abuso sexual infantil impera la ley del
silencio, hay una cifra negra enorme. En realidad la cantidad exacta de he-
chos que integran la cifra negra nunca se puede saber, ni del abuso infan-
til ni de los demás delitos, por eso se llama precisamente así. No hay en la
Argentina estadísticas serias sobre el tema. Hay algunos estudios muy ais-
lados que no tienen significación, pese al esfuerzo que puedan haber hecho
los autores, por no ser sistemáticos y sostenidos en el tiempo.
En los últimos años, y aunque no sea posible cuantificar la aludida
cifra negra, es evidente que se ha hecho más visible la existencia del fe-
nómeno como tal, han aumentado las denuncias y la trascendencia me-
diática de los casos que se investigan en la Justicia. Eso sí es aprecia-
ble, porque aunque no haya comenzado un trabajo serio de cuantifica-
ción, se empezó a hablar mucho más de este fenómeno del que a lo lar-
go de la historia casi nada se decía.
Hay que aclarar que por más que se hable más del tema y se vayan di-
fundiendo más las características del fenómeno, el secreto va a seguir exis-
tiendo siempre en el acto individual concreto del abusador y su relación con
la víctima. Lo que va a ser distinto es lo que pase en el entorno, tanto de
uno como de otro, y a su vez, muchas veces, de lo que pase en el entorno
va a depender la propia vida o el futuro de la víctima.
En segundo lugar hay que señalar la confusión. La confusión que se ge-
nera en las víctimas es otra de las características importantes porque éstas
viven una mezcla de sentimientos de culpa, de auto recriminación, de ira,
de terror. En los casos en que hay un conocimiento previo o algún tipo de
vínculo familiar o de convivencia, a todo eso se agrega el afecto.
Tener en cuenta el estado de confusión —después vamos a volver
también sobre esto— es fundamental para poder apreciar la diferencia
con el resto de los delitos.
La tercera característica es la violencia. La violencia siempre está pre-
sente en el abuso sexual infantil, en todos los casos, sin excepción; no hay
abuso sexual infantil sin violencia, y cuando estamos hablando de violen-
cia, incluimos tanto la violencia física como la psicológica. El reconocimien-
to de la violencia física no trae mayores inconvenientes, por ser en general
fácilmente verificable, y no hay mayor resistencia a aceptarla, aunque pue-
da haber dificultades a la hora de interpretar su origen, especialmente en
casos de maltrato o abuso sexual tanto infantil como de adultos.
Pero, donde se producen las mayores dificultades es en la violencia
psicológica. En los últimos años hubo una gran evolución en el recono-

80
4 . Carlos Rozanski

cimiento de la existencia de esa violencia, siendo receptada incluso en


la legislación tanto nacional como supra nacional, en Convenciones sus-
criptas por la República Argentina como es el caso de Belén do Pará,
que nuestro país ratificó en 1996. Esta Convención contempla específi-
camente la violencia psicológica, lo cual significa un avance sumamen-
te importante en esta materia.
Otra característica, son las amenazas. Acá hay que hacer una dis-
quisición en cuanto al momento de la vida de la víctima en que se pro-
duce el abuso. Cuanto más chicos son los niños, menos necesario es
recurrir a amenazas. Eso tiene que ver con otras características que
vamos a ver después. A medida que el chico es un poco más grande,
el abusador recurre a las amenazas, que con frecuencia son de que va
a matar a la criatura, a su madre, o que la familia, se va a destruir.
En general, esas amenazas se cumplen cuando la víctima no respeta
esa norma de silencio. Es decir, si por alguna razón se conoce el he-
cho, sea que el chico de alguna manera lo explicita con su cuerpo o
con sus palabras. En esos casos, o cuando por accidente se entera al-
guien, la crisis que se va a generar, necesariamente va a llevar a que
esas amenazas se cumplan. Por ejemplo, si el abusador intrafamiliar
termina preso, la familia se destruye.
En el Derecho Penal la amenaza tiene mucho que ver con las caracte-
rísticas de la víctima. La amenaza tiene que ser idónea. No es lo mismo
decirle a una criatura, con la cual hay una relación de familia de docente
o de convivencia, que le va a pasar algo, que decírselo a un adulto que es
un “par”, porque el efecto va a ser totalmente distinto.
En el caso de los niños en general la amenaza surte efecto en una eta-
pa en la cual la víctima mantiene su silencio, y en otra, deja de ser efecti-
va porque el hecho de algún modo se dio a conocer.
En cuanto a la responsabilidad del abuso, siempre es del abusador.
No hay excepción, ni posibilidad alguna de derivar esa responsabilidad
a la víctima. Los intentos son frecuentes porque es lógico y es natural
que el victimario, una vez denunciado o hecho saber el episodio, trate
de derivar esa responsabilidad, lo cual no puede llamar la atención.
Tampoco debe sorprender que muchas veces dentro de la propia familia
—en los casos de abuso intrafamiliar—, y por las características del fe-
nómeno, acompañen al abusador en la descalificación de las criaturas.
Pero lo que en cambio muchas veces sorprende es que, en algunas ins-
tancias de las propias instituciones que intervienen, algunos operadores
lleguen a utilizar argumentos que o bien eliminen o bien atenúen la res-
ponsabilidad del abusador.

81
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Esto tiene que ver, en el caso de las adolescentes, con la recurrente


argumentación de que “provocaron” al acusado. Es el conocido mito de
Lolita. Respecto del mito de Lolita, mucha gente cree que, por el hecho
de estar hoy difundido y que se han hecho varias películas se ha modi-
ficado la importancia de plantearlo en la práctica, y ello no es así. To-
dos los días, muchos operadores recurren a esas argumentaciones para
disminuir la responsabilidad de los abusadores en el marco de denun-
cias que con frecuencia finalizan en impunidad.
Otro de los aspectos vinculados a la responsabilidad es el que tiene que
ver con los facilitadores, que son las circunstancias que posibilitaron el abu-
so. En ese sentido, tanto el aludido mito de Lolita como otras situaciones
específicas en las que se produjo el abuso, son argumentadas para dividir
responsabilidad. Los facilitadores no tienen absolutamente nada que ver
con la responsabilidad. Pueden haber existido, de hecho siempre existen, si
no hubiera facilitadores seguramente no existiría el hecho en sí mismo. Es
decir, si el chico no fuera chico, no estaríamos hablando de abuso sexual
infantil; si no hubiera una relación de poder y un espacio para que ese po-
der en manos de una persona que abusa se traduzca en hecho concreto,
tampoco estaríamos hablando del fenómeno. En síntesis, los facilitadores
siempre existen, lo que no se debe tolerar es que sean utilizados como ate-
nuantes de algún tipo de conducta abusiva.
La normalización del fenómeno. Es muy frecuente que a la víctima se
le diga que lo que están haciendo es natural. En general esto sucede con
las víctimas más pequeñas, con los niños más chicos. Es en esas etapas en
donde se acostumbra explicar permanentemente que ese tipo de actos son
normales, son naturales, los hacen todos los padres con los hijos, o los pa-
drastros que los quieren como hijos. En mi actuación profesional, en todos
los casos en que se comprobaron ese tipo de argumentaciones, apliqué la
figura de la corrupción en lugar de la figura de la violación porque siempre
entendí que cuando el abusador reitera a la víctima ese tipo de argumen-
tos de manera sostenida en el tiempo, incurre necesariamente en lo que en
Derecho Penal se llama corrupción. Es decir, altera el normal desarrollo se-
xual de una criatura. Aquí cabe aclarar que si bien cualquier abuso provo-
ca una alteración de ese devenir normal, no todo abuso es corrupción. Pe-
ro específicamente aquellos casos en los cuales la argumentación central
en los primeros abusos es la calidad de “normal” o “natural”, se está ante
la figura de la corrupción.
La última característica importante que quería mencionar es la asime-
tría. La relación entre el adulto y el niño es una relación desigual, eso es
obvio y sabido. Ahora, aun siendo desigual esa relación entre el adulto y el

82
4 . Carlos Rozanski

niño, puede llegar a ser igualitaria, siempre que se respeten las necesida-
des de esa criatura. Deja de serlo, en cambio, cuando no se respetan esas
necesidades, y es cuando el abusador aprovecha esa asimetría y la va a
transformar en un elemento a su favor, lo cual le va a permitir a su vez, ha-
cer todo lo que en adelante quiera con su víctima.
En ese sentido, tener en cuenta la asimetría es un requisito indispen-
sable para una intervención respetuosa y protectora. A veces parecería
que hace falta poner un cartelito en muchos tribunales o en otras depen-
dencias donde se interviene en casos de maltrato y abuso, para que se
tenga presente esa asimetría.
Lo que acabo de decir es una breve síntesis sobre las características
principales del fenómeno. Vamos a ver ahora las principales consecuen-
cias del abuso.
En primer lugar hay que citar los daños físicos. No me voy a extender
en la cuestión, por razones de tiempo y porque están enumerados en to-
da la bibliografía especializada. Sólo voy a decir que se trata de aquellos
daños que presenta la criatura en su cuerpo y que tienen que ver con
trastornos específicos del abuso. Existen además aquellos que son ines-
pecíficos y que solamente como síntesis menciono: algunos trastornos
psicosomáticos, dolores, alteraciones alimentarias, algunos casos de bu-
limia y anorexia, enuresis y encopresis. Esto no quiere decir que cuando
hay anorexia y bulimia o encopresis hay abuso, lo que estoy diciendo es
que son inespecíficos, y que hay que tenerlos en cuenta en el contexto
adecuado. Les doy un ejemplo de esto.
En Bariloche, donde yo integraba la Cámara del Crimen, hubo un caso
que juzgamos, que vale la pena contar. Una señora muy humilde había lle-
vado a su criatura, una nena, a revisarla por una lastimadura en el men-
tón. La médica que la estaba atendiendo sintió olor a materia fecal. Como
no encajaba la edad de la criatura con la incontinencia de esfínteres, la re-
visó íntegramente, y ahí entonces descubrió que había síntomas muy con-
cretos de abuso sexual. Eso fue denunciado por la médica y terminó en un
juicio donde fue condenado fue el hermano biológico de la criatura, que
abusaba de ella hacía tiempo, y después se comenzó a investigar lo suce-
dido con una hermanita menor, en hechos que probablemente la tenían
también como víctima.
Esto lo menciono por la encopresis en sí como indicador inespecí-
fico de abuso, y además por la importancia que tiene que distintos
profesionales que interactúan con chicos presten atención. En este ca-
so, una médica que estaba atendiendo una lesión en el rostro de una
criatura, prestó atención al olor a materia fecal, la examinó, denunció,

83
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

y el responsable de los abusos terminó preso. Lo más importante es


que cesaron los abusos.
Trastornos psicológicos. No hay posibilidad de medir los daños psi-
cológicos que causa el abuso sexual infantil en las víctimas. Las con-
secuencias psicológicas en las criaturas son enormes: los sentimientos
de culpa, la baja autoestima, la depresión, el miedo, la vergüenza, las
pesadillas, la claustrofobia, las tentativas de suicidio, la dependencia,
la prostitución. Nombro solamente algunas de las tantas consecuen-
cias que puede haber como trastornos derivados del abuso. Aunque
como dije no vamos a desarrollar estos temas que estoy mencionando,
sino solamente como introducción, me interesa recordar lo que desa-
rrolló Sumit sobre el punto y que denominó en 1983 “síndrome de
acomodación al abuso”.
Allí, describe las distintas etapas por las que suele atravesar una criatu-
ra abusada sistemáticamente. Habla del secreto, de la desprotección, de la
etapa de atrapamiento, de acomodación, una revelación tardía y poco con-
vincente y finalmente la retractación.
En este punto es también importante tener en cuenta los trastornos
disociativos. Son mecanismos de defensa que desarrollan muchas per-
sonas que han atravesado situaciones de alto contenido traumático, y
en este caso las víctimas infantiles de abuso sexual continuado. En un
principio estos mecanismos actúan como algo ventajoso, es decir, co-
mo un mecanismo que le permite seguir adelante. Para graficarlo, una
criatura que está siendo abusada en su casa todas las noches, cuan-
do recibe la visita en su cama de su padre o de su padrastro o de al-
gún otro allegado, se disocia. Se dispara este mecanismo de disocia-
ción y eso le permite ir a la mañana al colegio. Entiendo que si no se
pusiera en marcha el mecanismo que sintéticamente describí, la men-
te de la criatura no podría resistir.
Como dije antes, estos mecanismos de disociación se ponen en marcha
a partir de situaciones altamente traumáticas. En el caso específico del
abuso, ante el comienzo de cada acto de agresión.
La cuestión se hace más compleja aun cuando al volverse crónico el
abuso, el mecanismo se dispara no sólo frente a las circunstancias que le
dieron origen como mecanismo de defensa, sino ante otras situaciones tam-
bién traumáticas. Por ejemplo ante actitudes inadecuadas de diversos ope-
radores de la intervención policial-judicial que pretenden muchas veces que
las criaturas abusadas efectúen relatos que no están en condiciones de ha-
cer, poniéndolos en situaciones también de alto impacto traumático que les
disparan el mecanismo de disociación descripto.

84
4 . Carlos Rozanski

Así, por ejemplo, la criatura que tantas veces se obliga a entrar en


una sala de audiencias, con desconocidos de traje y corbata, situación
de por sí bastante traumática y que con frecuencia actúa como dispara-
dor de ese mecanismo disociativo. En esas condiciones, lo lógico, lo nor-
mal, lo humano y lo inequívoco es que esa criatura no pueda responder
a aquellas inquietudes que tengan quienes pretendan interrogarla. De
ese modo, si no se tienen en cuenta las características del fenómeno así
como de los mecanismos aludidos, las interpretaciones que se hagan de
los “silencios” de las víctimas pueden ser lamentables. De hecho, si los
responsables de esas audiencias conocieran algo del fenómeno, no obli-
garían a las criaturas a entrar a esa sala.
Entonces, queda claro que no es lo mismo interpretar el silencio de al-
guien que no quiere hablar, que el de alguien que no tiene posibilidad al-
guna de hacerlo. Esa diferencia es fundamental y yo la quería remarcar.
Lo dicho vale también para el síndrome descripto por Sumit, que es un
poco más complejo porque él enuncia distintas etapas. Recuerden que las
últimas dos etapas que señala son la revelación tardía —que es en general
poco convincente— y finalmente la retractación. Imaginen ustedes la dife-
rencia que hay entre interpretar una retractación en el contexto de cualquier
delito normal, que hacerlo en el del abuso sexual infantil con las caracte-
rísticas y consecuencias que tiene en las víctimas. Lamentablemente, mu-
chos tribunales continúan efectuando interpretaciones lineales sin diferen-
ciar unos de otros, con lo que ello implica.
Finalmente, me parece adecuado mencionar la descripción que hace
Perrone sobre este aspecto del fenómeno. El autor citado llama “hechizo”
a la preparación que efectúa el abusador y que paraliza psicológicamente
a la víctima, para luego facilitar lo que va a hacer.
Les cuento sobre este punto un caso real que me pareció sumamente
impresionante, y que permite entender rápidamente el efecto que tiene el
abuso en algunas criaturas.
Estaba juzgando un caso de una niña que durante mucho tiempo ha-
bía sido abusada por el compañero de la madre. La criatura no había
hecho conocer esto hasta que, cuando ya era un poco más grande, prea-
dolescente, hizo algún tipo de relato a una docente del colegio al que
asistía. La directora del establecimiento intervino y, a raíz de la denun-
cia respectiva, se comenzó la investigación. Esa investigación se hizo so-
lamente en base a los dichos iniciales de la niña, es decir respecto de
“tocamientos” de que habría sido víctima y que en esa época en el Có-
digo se llamaban abuso deshonesto y era un delito excarcelable. Por esa
razón, el sospechado estaba en libertad.

85
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Pero a medida que la causa avanzaba se iban conociendo más cosas a


partir del relato de la criatura, y esas cosas lo iban involucrando cada vez
en hechos más graves. Cuando finalmente se cambió la carátula, el hom-
bre ya había desaparecido de la ciudad junto con la madre biológica y una
niña pequeña hija de ambos. La víctima en cuestión, quedó con una tía,
que resultó muy protectora y que se ocupó de ella.
La causa quedó inmóvil hasta que a raíz de un programa televisivo
en el que participó la hermanita de la víctima, una empleada judicial
anotició al juez de instrucción, quien solicitó se allane la vivienda en
Buenos Aires —a 1.600 kms. de distancia—, de quien a esa fecha es-
taba prófugo de la Justicia.
El hombre terminó preso, y en el juicio declaró la víctima, que a esa fe-
cha era adolescente.
Cuando relató los abusos que había padecido, contó que al principio el
acusado, antes de hacerle toda clase de aberraciones, abría la canilla y le
sumergía la cabeza hasta casi ahogarla. Aclaró que eso lo hacía las prime-
ras veces, porque después, como los perritos, lo único que hacía el hombre
era abrir la canilla y ella ya hacía todo lo que él decía...
El caso es un triste ejemplo del enorme poder que ejercen los abusado-
res sobre sus víctimas, así como de la importancia de contenerlas adecua-
damente, en este caso desde la intervención de un familiar protector y do-
centes responsables y sensibles.
El abuso generalmente se da a conocer por distintas vías. En esta
ocasión no va a haber tiempo para desarrollarlas, pero lo importante
es tener en cuenta que a partir del momento del develamiento, se ge-
nera una crisis. En la familia de la víctima, porque en ese ámbito jue-
gan factores como el temor a sanciones judiciales, a la vergüenza y a
las separaciones. Todas esas situaciones necesariamente van a desem-
bocar en una crisis, que es inevitable. Pero no es sólo en la familia
donde se produce una crisis. También se genera en los operadores que
están en contacto con el fenómeno de abuso sexual infantil, así como
con cualquier fenómeno que implique un alto grado de violencia. Es-
tán expuestos a sensaciones muy particulares y muy profundas. En el
caso del abuso sexual infantil muchas veces se siente repugnancia, in-
hibición, y otras sensaciones características de la crisis que genera el
fenómeno. Entra en juego la propia historia de los operadores, inclui-
das sus propias experiencias sexuales. Tener en cuenta estos factores
de crisis, permite igualmente entender muchos de los conflictos insti-
tucionales que se presentan durante la intervención y a los que me voy
a referir a continuación.

86
4 . Carlos Rozanski

Esa crisis en los operadores deriva con frecuencia en un fenómeno que


se conoce como “burn out”, del que después voy a mencionar algunas ca-
racterísticas ya que tiene una incidencia notable como obstáculo institucio-
nal para una intervención respetuosa.
En síntesis, aceptar la existencia de esta crisis es fundamental, para
actuar adecuadamente en los casos de abuso. Actuar correctamente,
significa proteger integralmente a las víctimas, cosa que en la mayoría
de los casos no sucede.
Después del develamiento, hay una necesidad de actuar, y esa etapa del
fenómeno que es la intervención, y los principales obstáculos que se deben
enfrentar es el centro de esta exposición.
El que debe actuar en primer lugar es el Estado y debe hacerlo por-
que el abuso sexual infantil es una cuestión pública. Durante muchos
siglos, se trató el tema como una cuestión privada. Hoy no puede des-
conocerse que esa forma de actuar se debía a una visión de género, en
el caso, androcéntrica. Tampoco puede dejar de aceptarse que los que
hicieron las normativas eran los hombres, no las mujeres. Esa visión an-
drocéntrica los impulsaba a mantener lo vinculado a esta temática co-
mo una cuestión privada, porque en tanto y en cuanto la sociedad en
general lo vea como cuestión privada, menos se va a intervenir. De he-
cho, hasta el día de hoy se sigue considerando en muchos ámbitos una
cuestión privada, y no dejan de sorprender los argumentos que se con-
tinúan esgrimiendo todos los días, en distintos puntos del país, para jus-
tificar por qué este tipo de cuestiones son privadas y en consecuencia
no corresponde intervenir.
Yo, sintéticamente les digo que de ninguna manera es así, que es una
cuestión absolutamente pública, que tiene que ver con los derechos de los
niños, que en ningún caso son privados. Son públicos, y el Estado tiene la
obligación de prevenir su violación, pero cuando ésta se produce, inmedia-
tamente debe intervenir porque se comprometió a ello a través de toda la
normativa constitucional que suscribió y ratificó. Por lo tanto, sobre este
punto no puede haber discusión.
Respecto de las áreas de intervención, hay una cuestión que quiero
dejar planteada, y que tiene que ver con la división histórica que desde
la teoría se efectuó siempre entre un área denominada asistencial y otra
judicial. Se separó lo asistencial de lo judicial y se le atribuyó lo prime-
ro a todo lo que tenía que ver con el cuidado de la salud, tanto física co-
mo mental, y el trabajo social. Todo esto se encuadraba en un área que
era la asistencial y se la diferenciaba de la judicial. Esto obedeció a mu-
chas razones, una de ellas es la diferencia notable que hubo en la evo-

87
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

lución de las diferentes disciplinas que integran una y otra área. En las
ciencias sociales no jurídicas la evolución en los últimos veinte años ha
sido geométrica. En el caso concreto del abuso sexual infantil, el avan-
ce en el conocimiento de las características del fenómeno y en sus con-
secuencias, se produjo de una manera vertiginosa en comparación con
los siglos de ignorancia e impunidad que caracterizaron la historia del
maltrato y abuso de niñas y niños.
En cuanto al ámbito del Derecho, hay que hacer una diferenciación.
Se receptó este tipo de avances en todo lo que tiene que ver con la nor-
mativa, por eso tenemos una Convención sobre los Derechos del Niño
que integra la Constitución Nacional, así como todas las leyes que se
dictaron en consonancia con ella. En ese sentido, el Estado argentino no
tiene ningún problema en firmar este tipo de Convenciones, el problema
es cómo hacemos después para bajarlas a la práctica cotidiana. Lo cier-
to es que se ha producido un enorme avance en el ámbito jurídico des-
de lo normativo, al reconocer estos derechos, comprometiéndose el Es-
tado a que sean respetados. La otra cara de esto es que en la práctica
cotidiana del Poder Judicial no se han receptado estos avances. Esto tie-
ne importancia trascendental y ahora vamos a ver por qué.
Tradicionalmente, para el Derecho Penal el objetivo primario de la inter-
vención era el esclarecimiento de los hechos y la eventual sanción de algún
responsable. Esto fue así durante muchísimos siglos. Hoy, la normativa
constitucional que yo planteaba, y el conocimiento al cual se llegó en el res-
to de las áreas de ciencias sociales, indican que las cosas han cambiado.
La prioridad hoy en la intervención judicial, según la Constitución Nacional,
es la protección integral de los niños; en el tema que nos ocupa, de los ni-
ños víctimas. En segundo lugar, como objetivo secundario, está el esclare-
cimiento del hecho y la virtual sanción del responsable.
Esto significa que si aceptamos esta inversión de que en primer lugar va a
estar la protección y en segundo lugar el esclarecimiento, vamos a intervenir
de una manera distinta. Y, si esa intervención es la adecuada y se respetan los
derechos tal cual dicen las normas, se facilita el objetivo secundario, que es el
esclarecimiento del hecho y la eventual sanción del responsable.
Intervenir mal, sin proteger, silenciando, sin tener en cuenta las carac-
terísticas que yo estaba describiendo antes, lo que hace precisamente es
alejar la posibilidad del esclarecimiento de los hechos. Porque cuando a
una criatura abusada que se le hacen infinidad de pericias y se le pregun-
ta de todas las maneras posibles, qué le pasó, lo va a decir también de nu-
merosas maneras distintas, y eso, como vamos a ver después, casi siem-
pre lleva a la impunidad.

88
4 . Carlos Rozanski

Hoy ya no tiene sentido la diferenciación entre un área asistencial y otra


judicial. Hoy lo que hay es un área social-terapéutica que abarca efectiva-
mente aquellas ciencias sociales no jurídicas que tienden a la protección
del niño desde esas disciplinas y la intervención policial-judicial que tam-
bién atiende como objetivo primario la protección de la criatura, pero des-
de otra incumbencia. Todas tienen una labor protectora, todas son o debe-
rían ser una intervención protectora, y esto hay que tenerlo muy presente,
porque es fundamental.
Lamentablemente, en la práctica cotidiana actual, no se considera
esto como yo lo estoy planteando. Hoy la intervención es desarticulada
y esa desarticulación, en primer lugar viola la normativa vigente, está
violando todas las normas que dicen cuáles son los derechos que los ni-
ños tienen. Esos derechos no son una concesión que le ha hecho el Es-
tado, ya que son inherentes a los niños y están siempre. Lo que hizo el
Estado es reconocerlos.
Esos reconocidos derechos son violados cuando las intervenciones
para tratar de esclarecer un hecho que tiene como víctima a una criatu-
ra no respetan las características del fenómeno del cual puede estar
siendo víctima. Las consecuencias directas de la intervención desarticu-
lada son en primer lugar el aumento del riesgo para la víctima. No hay
que olvidar que cuando un juez de menores, un juez de familia, o un
juez penal tiene que decidir la exclusión de una persona sospechada de
un hogar violento o abusivo, o por el contrario si al que va a excluir es
la criatura, al momento de tener que tomar esa decisión, va a jugar un
papel fundamental el conocimiento que tenga del fenómeno y sobre to-
do el criterio con que considere las prioridades.
Aquí cabe señalar que hay muchos funcionarios que se niegan a ubicar
a la criatura en un lugar mejor que aquel donde se encuentra en riesgo, ar-
gumentando el carácter de “privado” de este tipo de historias familiares y
con la supuesta intención de “preservar” el núcleo familiar.
Sobre esta cuestión se han generado muchas confusiones, ya que se
suele criticar duramente la institucionalización de las víctimas de abuso
sin tener en cuenta que muchas veces el riesgo de que la víctima per-
manezca en un hogar donde es maltratada o abusada, es mayor que el
de internarla en una institución. Esto no quiere decir que yo considere
adecuadas las instituciones existentes. Por el contrario, creo que es im-
prescindible generar espacios más sanos que esas opciones, en especial
ubicar hogares sustitutos.
Dejo planteado que si la intervención sigue siendo desarticulada y si
la toma de decisiones acerca de alejar al abusador o dejar a la criatura

89
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

en un núcleo violento que trasciende la mera figura del abusador se pro-


duce, sin investigar adecuadamente si su madre ha sido entregadora, se
va a desproteger a la criatura.
La segunda consecuencia de la intervención desarticulada es la re-
victimización de las niñas y niños abusados. Se trata de los nuevos su-
frimientos que se ocasiona a las víctimas por prácticas inadecuadas. En
ese sentido, la mayoría de esas prácticas violan las normas protectoras
vigentes y vuelven a dañar a las criaturas, con consecuencias diversas
que van desde contribuir a aumentar el riesgo hasta poner en peligro la
vida misma de la víctima.
Finalmente, aumenta, como ya mencioné, la posibilidad de impunidad.
Eso porque no se protegen las pruebas adecuadamente, en especial la po-
sibilidad de preservar la palabra de la criatura, y con eso me estoy refirien-
do no sólo a la palabra literalmente, sino que incluyo la posibilidad de otro
tipo de expresión. Es decir, de todos aquellos espacios en los cuales se de-
ba preservar a la criatura para que de alguna manera nos haga saber qué
le pasó. Como en la práctica de la intervención policial-judicial esos espa-
cios en lugar de abrirse se cierran, eso necesariamente tiene una relación
directa con la impunidad. En otras palabras, cuando menos se preserven
los espacios de expresión de las víctimas, mayor impunidad habrá.
Con esas aclaraciones vamos a entrar, ahora sí, en el objeto específico
de las reflexiones de hoy.
La reforma de nuestra Constitución Nacional en 1994, incorporó con la
máxima jerarquía legal las convenciones sobre derechos humanos. De una
lectura armónica de las mismas, se desprende sin dificultad que en Argen-
tina, hoy la única intervención posible en materia de derechos del niño, es
la que los respete integralmente. Sin embargo, desde aquella reforma has-
ta hoy, la realidad indica que eso no sucede. Todos los días en el propio se-
no de las instituciones del Estado se producen, como se dijo, intervencio-
nes desarticuladas que terminan dañando una vez más a las criaturas.
Es evidente que variados y poderosos obstáculos se interponen para evi-
tar que el Estado cumpla su rol protector de los derechos de los niños, en
este caso, de los que resultan víctimas de graves abusos.
Esos obstáculos es posible diferenciarlos en dos grandes grupos: los per-
sonales y los institucionales, que por supuesto están muy vinculados entre
sí; pero yo, para una mejor comprensión del punto de vista, voy a hablar
primero de los personales y después de los institucionales.
El obstáculo personal por excelencia, y que más estragos causa, es
la ideología. Se trata del más fácil de reconocer y el más difícil de supe-
rar. Al decir ideología en estas reflexiones, me estoy refiriendo a la suma

90
4 . Carlos Rozanski

de todas aquellas cosas que tenemos en nuestra cabeza y que nos ha-
cen ver las cosas de una manera o de otra. A la suma de las experien-
cias que hemos tenido, de lo que aprendimos, de lo que leímos, de lo
que escuchamos, de lo que vivenciamos. Todo eso junto, se traduce en
un cristal desde el que percibimos la realidad de una manera determi-
nada, eso es lo que en esta ocasión vamos a llamar ideología. En sínte-
sis, la suma de toda nuestra cultura.
Esa ideología que en este tema específico está construida de una ma-
nera, yo diría, alarmantemente generalizada, está solventada en mitos,
estereotipos y prejuicios. Esto es algo que no podemos dejar de tener en
cuenta porque esos mitos, estereotipos y prejuicios son los que nos van
a hacer ver las cosas de una manera o de otra, y en consecuencia ac-
tuar de una manera o de otra.
Cuando en la Justicia tomamos decisiones, la decisión es el resultado
de una evaluación previa; y la evaluación va a ser hecha en función de lo
que estamos percibiendo y la percepción, a su vez, va a estar condiciona-
da precisamente por nuestra ideología.
Ejemplo de algo que pasa muy frecuentemente y no está demasiado estu-
diado, pero que se puede advertir a diario, es el doble estándar, que consiste
en la aplicación de normas distintas a un mismo grupo de personas.
En el caso concreto del abuso sexual infantil, y yo diría de los delitos se-
xuales en general, es muy sencillo percibir el doble estándar en relación con
los delitos contra la propiedad. En los juicios de uno y otro delito es posi-
ble observar la distinta actitud que con frecuencia se tiene en la Justicia
frente a un delito u otro.
Ustedes nunca van a ver que en un tribunal a la víctima de un robo, por
ejemplo a la que despojaron del auto, le pregunten si lo exhibió de alguna
manera provocadora para el ladrón, lo mismo con un reloj o cualquier otro
objeto. Pero en los juicios por delitos sexuales, el tenor y el tono de las pre-
guntas es notablemente distinto. Este es un fenómeno que debe advertirse
y hacerse notar para que los juzgadores que actúan de esa manera tomen
conciencia de esa actitud y la modifiquen.
Hay un caso en el que intervine que es útil para graficar lo dicho. Se
trataba de una chica de 18 años que fue violada al finalizar un baile. Dos
jóvenes que habían estado en el lugar, escucharon sus gritos y la auxilia-
ron, deteniendo al agresor y llamando a la policía. Los dos testigos decla-
raron luego en la seccional policial sobre el episodio, siendo ambos pregun-
tados literalmente: “Para que diga el testigo si la chica bailaba provocati-
vamente...”. Lo que trato de significar con esto es que la presencia de esos
estereotipos es posible advertirla sin dificultad.

91
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Otra característica del obstáculo personal es el razonamiento inverso.


Se trata de un fenómeno igualmente frecuente que tiene que ver con la in-
fluencia de los prejuicios en las decisiones judiciales. El sistema prevé que
el juzgador, luego de analizar las pruebas con que cuenta, tome la decisión
del caso. El aquí llamado razonamiento inverso abarca a aquellos funcio-
narios que, influenciados por sus prejuicios en esta materia, discriminan las
pruebas que se producen, valorando aquellas que son funcionales a la de-
cisión que ya tienen tomada de antemano y descartando aquellas otras que
podrían poner en crisis esa valoración.
Por supuesto, esto no es lo deseado por el legislador, pero, sin embar-
go, se advierte con frecuencia especialmente en casos de delitos sexuales,
aunque no es exclusivo de ellos. Tanto el razonamiento inverso como la
aplicación de doble estándar, tienen en realidad más vinculación con los
prejuicios en general, y deben incluirse también aquellos casos de otros de-
litos en los que se deben analizar las conductas de quienes pertenecen a
los sectores más vulnerables de la sociedad.
Hay otro caso en el que intervine y que me parece bastante ejemplifica-
dor de lo que se viene diciendo hasta aquí.
Se trataba de un juicio a dos hombres acusados de violar a una señori-
ta. La joven había tomado alcohol en un baile, luego se descompuso y le
pidió a un hombre que había conocido esa noche, si la podía acompañar a
la casa. Esta persona le dijo que sí. Fue con su primo en un auto y en el
trayecto se desviaron y según relató la joven, los dos la violaron. La víctima
tenía todas las lesiones que describen los libros tradicionales, en los mus-
los, y en otros lugares del cuerpo. Además, tenía en su cuello la marca de
dedos, como de estrangulamiento. Precisamente la víctima relataba que
uno de los dos hombres la sostenía del cuello mientras el otro la violaba.
Cuando se juzgó este caso, el fiscal, al pedir la absolución de los dos
acusados, ensayó una explicación de cada una de las lesiones que tenía la
joven y explicó por qué era creíble la versión de uno de los dos imputados
de que habían tenido relaciones de mutuo consentimiento, y que su acom-
pañante había quedado fuera del auto.
El fiscal, al intentar explicar las marcas en el cuello, se preguntó textual-
mente: ¿Cómo saber que las marcas en el cuello no son el producto de te-
ner una relación dentro de un auto?
En ese alegato, se hizo mención incluso a una cita de Don Quijote de la
Mancha. Se refería a que cuando Sancho Panza era gobernador de la isla
de Barataria, tuvo que resolver una denuncia de una doncella de haber si-
do violada por el propietario de la tierra. Sancho hizo traer al hombre y le
ordenó entregar a la joven una bolsita con monedas de oro. Le dijo luego a

92
4 . Carlos Rozanski

la mujer que se fuera con las monedas. Al hombre le dijo que la siguiera y
le sacara la bolsa. Al rato, el hombre volvió agitado diciendo que alcanzó a
la joven pero no pudo sacarle la bolsita porque la tenía agarrada muy fuer-
te. Sancho hizo traer nuevamente a la mujer y le hizo devolver las mone-
das diciéndole que si hubiera protegido su virtud como lo hizo con las mo-
nedas, nada le habría pasado.
Esta cita es un ejemplo más de los recursos a los que se suele apelar
cuando se actúa influenciado por mitos, estereotipos y prejuicios como los
que rodean los delitos sexuales.
En el caso, es claro que el alegato fiscal violó los derechos de la vícti-
ma a tener un juicio justo, porque el debido proceso no es solamente para
los imputados, sino que además se les debe a las víctimas.
El segundo grupo de obstáculos, es el de los institucionales. La mayo-
ría de nosotros pertenecemos a instituciones. En el seno de las institucio-
nes se producen diversos fenómenos que actúan como obstáculos para in-
tervenciones respetuosas. Hay por ejemplo ganancias y pérdidas. Esto fue
descripto hace mucho tiempo por Freud, quien decía que el hombre cam-
bió una parte de su felicidad por una parte de seguridad. Este es un con-
cepto muy importante para entender el origen mismo de las instituciones,
y en especial por qué los hombres se juntan fundándolas y en última ins-
tancia por qué no podríamos sobrevivir sin ellas.
El problema se presenta cuando nos damos cuenta de que muchas ve-
ces las instituciones no son exactamente lo que creíamos, que no están he-
chas a nuestra medida. Cuando percibimos que dentro de ellas hay sufri-
miento, que la ilusión que uno tiene cuando entra a la institución se va per-
diendo, esa pérdida de ilusión es importantísima porque causa estragos. Es
muy difícil afrontar el costo de esa desilusión. Entre otros muchos fenóme-
nos, en las instituciones hay también violencia, dependencia, miedo a los
cambios, ambivalencia y mitos como el de los fundadores. En ese sentido,
es muy duro igualmente el descubrimiento de que los fundadores no eran
como nos dijeron que eran y nosotros tampoco somos ni vamos a ser co-
mo lo que se supone que eran ellos.
Los ejemplos citados de fenómenos que se producen en el interior de
muchas instituciones, tienen que ver con los factores que van a influir pa-
ra que se intervenga de una manera o de otra en todos los casos judiciales
y en especial de delitos sexuales.
Antes mencioné el burn out, y quería hacer algunas precisiones. Se
trata de un fenómeno que literalmente significa incinerarse, quemarse,
achicharrarse dentro de una actividad específica. En este caso vincula-
do a la violencia y al trabajo con víctimas de violencia y también con

93
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

victimarios. Hay una crisis muy grande que sufren quienes a diario tra-
bajan en esos ámbitos. Esto incluye por supuesto a los jueces, que tra-
bajan tanto con la víctima como con el victimario. Este fenómeno que se
puede producir en la actividad profesional de quienes están en contacto
con violencia o con víctimas de violencia, se diferencia del estrés funda-
mentalmente en que el burn out afecta la identidad profesional, mien-
tras que el estrés no.
La importancia de tener en cuenta esta clase de fenómenos radica en
que, quien dentro de una institución tiene afectada su identidad profe-
sional por trabajar en la problemática en sí misma y no recibir la con-
tención institucional adecuada, no está en condiciones de proteger ade-
cuadamente a las víctimas. En nuestro país, aún no se ha tomado la de-
bida conciencia de la dimensión del problema y de sus consecuencias
para los profesionales que lo padecen, y en el tema que nos ocupa, pa-
ra las víctimas a quienes se desprotege.
En otras palabras, no tomar conciencia adecuada de esto y no procu-
rar los niveles aceptables de capacitación, tiene como consecuencia que
el espectro de gente que está trabajando mal sea muy grande y que por
momentos el panorama sea desalentador. Lo único que ayuda a tener es-
peranzas es que estemos hoy hablando de esto y que haya tanta gente
interesada en discutir este fenómeno.
Si bien no es posible en esta ocasión dar respuesta a todos los inte-
rrogantes que plantea un tema como el abuso infantil, se puede en cam-
bio ensayar algunos conceptos que creo se imponen para superar las tra-
bas que venimos señalando.
A mi entender, el primer paso para empezar a remover estos obstáculos es
el conocimiento serio de las características y consecuencias del fenómeno.
En segundo lugar, es imprescindible que se cuestionen las prácticas ac-
tuales, y debe hacerse desde todos los ámbitos posibles.
Es importante que desde las distintas disciplinas y con el punto de
vista de la incumbencia que tengan, el trabajador social desde el Traba-
jo Social, el psicólogo desde la Psicología, el médico desde la Medicina,
pero cada uno desde su disciplina, cuestionen las prácticas que dañan
a las víctimas. Para eso, el mejor camino es el mencionado conocimien-
to de las características del fenómeno teniendo muy en cuenta los obs-
táculos, tanto los institucionales como los personales. Esa precaución
nos permitirá cuestionar sin inmolarnos en el intento, ya que es sabido
que quienes osan plantear cambios institucionales de esta clase, suelen
ser a su vez víctimas de persecuciones en muchos casos insoportables.
En ese sentido, uno de los riesgos también muy importante es que si un

94
4 . Carlos Rozanski

profesional, por simple percepción, indignación o dolor frente a una


práctica inadecuada y sin el conocimiento suficiente se lanza a cuestio-
nar esto, seguramente le va a ir mal. La intervención actual no da esa
clase de espacios. Creo que hace falta generarlos, para que esa sugeren-
cia que van a hacer, ese cuestionamiento que yo estoy planteando, no
tenga como costo la propia salud o el trabajo mismo de la persona que
decide actuar de una manera determinada.
Se impone impulsar reformas de procedimiento para evitar que las cria-
turas víctimas vuelvan a ser victimizadas por una intervención inadecuada.
En cuarto lugar, hay que trabajar para la capacitación real. Se trata de
un trabajo interdisciplinario no declamado. Es muy importante el posicio-
namiento del propio capacitador. Si se pretende capacitar desde la reitera-
ción de los estereotipos que durante siglos venimos reproduciendo, vamos
a seguir haciendo la capacitación tradicional, que en fenómenos como el
abuso infantil, significa más impunidad
Por lo tanto, cuando hablamos de capacitación nos estamos refiriendo
a la superación de los estereotipos en los que fuimos formados, y ese es un
desafío bastante serio.
En quinto lugar, trabajar para recuperar algo de la sensibilidad que fui-
mos perdiendo en las últimas décadas. Hubo en el país una creciente in-
sensibilización respecto de la injusticia. Ese fenómeno afectó nuestra capa-
cidad de percibir adecuadamente y en consecuencia de actuar correcta-
mente ante casos de maltrato y abuso infantil.
Entonces, en ese punto específico yo creo que hay que tener en cuen-
ta, cuando se desarrolla esta temática y otras parecidas que tengan que ver
con derechos esenciales, la necesidad de recuperar esa sensibilidad que es
la que nos va a permitir encarar con más naturalidad y eficiencia la inter-
vención. Así, lo vamos a hacer de una manera menos forzada y va a ser na-
tural respetar esos derechos, porque habremos recuperado aquello que per-
dimos; yo creo que aún estamos a tiempo de hacerlo.
Por último, impulsar desde todas las disciplinas, intervenciones éticas. Y
eso debe hacerse, a mi entender, distinguiendo como lo hizo Eric Fromm en
su libro Etica y Psicoanálisis entre la ética autoritaria y la ética humanista.
La ética autoritaria en la intervención, es la que inspira a los operado-
res a tomar decisiones en función de lo que es bueno para su comodidad
emocional, para su bienestar material, o para su posicionamiento de poder;
en síntesis, de lo que es bueno para ellos. Por el contrario, quienes actúan
movidos por una ética humanista en materia de maltrato y abuso infantil,
deciden siempre teniendo en cuenta los derechos esenciales de esas cria-
turas, y en función de lo que es bueno para los niños.

95
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Preguntas

1. Los profesionales de la salud necesitamos una norma que nos


proteja de acciones, daños y perjuicios cuando se denuncia abu-
so y/o maltrato y no se condena al abusador y hay hospitales que
tienen juicios en contra. Por el otro lado se dice: ¿Cómo pueden
protegerse los obligados a denunciar, de las consecuencias que
podría generar una posible falsa denuncia cuando efectúan la
misma en sede civil?

Esto es un problema que aqueja a muchísima gente: médicos, psi-


cólogos, gente de distintas áreas de hospitales de todo el país, y
como llevaría mucho tiempo aclararlo en profundidad, los dejo
con una idea: toda la normativa a la cual yo me refería, obliga a
denunciar, hoy no es opción denunciar, hoy es obligación denun-
ciar. Esto más allá de que haya gente que todavía no ha leído es-
tas normas y que se equivoque aún desde la propia Justicia.
Hoy es obligatorio denunciar, lo dice expresamente, por ejemplo, la
Ley 24.417 de Violencia Familiar. Pero, sin esa ley es exactamente
igual, porque es lo que surge de las Convenciones, entre ellas la de
los Derechos de los Niños, sobre la Discriminación contra la Mujer y
Belem Do Pará, contenidas en el artículo 75 inciso 22 de la Consti-
tución Nacional, que es la ley suprema de la nación.
Esto no quiere decir que no sea riesgoso, y por eso dije que hay que
hacerlo de manera inmolarse en el intento. En ese sentido, el propio
Código Civil hace muchísimos años dice que el cumplimiento de una
obligación legal no puede traer consecuencia alguna disvaliosa para
la persona que está cumpliendo con esa obligación.
Lo que pasa es que en este aspecto del tema, muchas veces hay in-
terpretaciones de las normas que no tienen en cuenta lo contenido
en la Constitución Nacional, como pasa por ejemplo con el artículo
72 del Código Penal y que tiene que ver con quiénes están habilita-
dos para hacer las denuncias de delitos sexuales contra niños.
Dice el Código que se procederá de oficio cuando el menor no tu-
viere padres, tutor ni guardador o que el delito fuera cometido por
alguno de ellos. La última frase de ese artículo habilita expresa-
mente al fiscal a actuar de oficio cuando existieran “intereses gra-
vemente contrapuestos” entre alguna de esas personas y el menor.

96
4 . Carlos Rozanski

Esto, a mi entender, resuelve toda la cuestión. La existencia de


esos intereses contrapuestos, siempre debe ser resuelta en favor
del interés superior del niño, como dice la Convención y el propio
Código Penal en ese mismo artículo. De ese modo, cuando un
operador tome conocimiento de un caso de abuso, lo debe poner
en conocimiento del fiscal, o la policía o un juez de turno, y el Es-
tado tiene la obligación de investigar y proteger al niño.
Volviendo a la pregunta inicial, ningún profesional de la salud o
de cualquier otra área de intervención puede tener problemas por
denunciar de buena fe casos de abuso, y, por el contrario, puede
tenerlos si no lo hace.
Con esto no estoy desconociendo que haya juicios por daños y
perjuicios, pero esos juicios que puede haber no son otra cosa que
más de lo mismo. Son juicios que se están haciendo de mala fe
por aquellas personas que se sienten perjudicadas por la denun-
cia, por haber sido imputados de algún delito. Sobre ese tema, la
única forma de que el profesional u operador de salud que efec-
tuó la denuncia tenga problemas, es si lo hizo de mala fe, sólo en
esos casos, que por otra parte son bastante infrecuentes.
Lo que también hay que tener en cuenta es que frente a los avan-
ces que hubo en la materia en los últimos años, hubo también
reacciones contrarias que pretenden neutralizarlos y detener las
denuncias de abuso. Evidentemente, dejar de denunciar no es el
camino correcto, porque significaría un enorme retroceso que una
vez más perjudicaría a los niños.

2. ¿Funciona igual en Capital y en Provincia de Buenos Aires?

Sí. Más allá de que hay dos códigos de procedimientos distintos, los
fenómenos que se dan en uno y otro ámbito son idénticos porque es
una cuestión ideológica, y eso atraviesa el Código. Ustedes van a ob-
servar lo mismo en todos lados. Si ustedes van a Salta, van a ver
que si una mujer destrozada por los golpes va a hacer una denun-
cia, muchas veces le van a tomar una exposición. Ahí uno puede
preguntarse: ¿pero cómo, el policía de Salta se comunicó con el de
Río Negro?, ¿cómo sabe el de allá que el de acá también la toma co-
mo exposición y no como denuncia? Lo que pasa es que esto es al-
go que trasciende la frontera de una provincia, tiene que ver con una
actitud, con un estereotipo, con una ideología.

97
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

En ese sentido, repito, es lo mismo en un lugar que en otro, sal-


vo unas modificaciones de procedimiento que hasta ahora no han
cambiado lo esencial. Por eso es frecuente también que cuando
alguien va a denunciar ante un fiscal le dicen que vaya a la Poli-
cía, y si va a la Policía le dicen que vaya al juez, y de allí lo man-
dan a la Fiscalía. Esto es parte del desaliento que se va produ-
ciendo sobre los denunciantes y contra lo que hay que luchar.

3. ¿Qué hacemos cuando un niño que está en situación de calle nos


manifiesta que fue abusado?, ¿cómo procedemos, si eso ocurre en
provincia o en Capital Federal?

En esos casos, hay que tener en cuenta que uno no se puede ha-
cer cargo de ese chico, porque no es la tarea del que se acaba de
enterar hacerse cargo de esa criatura. Lo que sí tiene que hacer-
se cargo es de la necesidad de hacer conocer el hecho, es decir,
de llevar a esa criatura a alguno de los lugares habilitados. Tanto
en Capital Federal como en la provincia de Buenos Aires, como en
todo el resto del país, hay una cantidad enorme de instituciones,
empezando por la Policía y pasando por las fiscalías o por los juz-
gados penales de turno. En todas esas instituciones tienen la obli-
gación de hacerse cargo por lo menos en lo inmediato, después
harán las derivaciones del caso.
Lo primero que se debe hacer es llevar a esa criatura a un lugar de
los que yo estoy mencionando, y sobre todo exigir que se intervenga
inmediatamente.

4. ¿En qué consiste el “mito de Lolita”?

El “mito de Lolita”, entendido en el contexto en el que yo lo estaba


planteando, tiene que ver con una franja que es la adolescente feme-
nina, que es utilizada por su edad, por sus características, por su
vestimenta, etc., como un elemento provocador que genera una
reacción casi inevitable por parte de quien luego es acusado de al-
gún delito contra esa persona.
Lo que se busca con ese tipo de argumentaciones es convencer
al juzgador de que quien sucumbió a ese tipo de estímulo no po-
dría haber hecho otra cosa, porque en las mismas condiciones,
eso le pasaría a cualquiera, incluso al juzgador; esa es la idea.

98
4 . Carlos Rozanski

En un caso que intervine, se acusaba a un señor de haber mano-


seado a una beba de poco más de un año que usaba pañales. Es-
to lo vio una vecina que abrió la puerta y se dio cuenta de que la
criatura estaba sobre la falda del acusado, que tenía la mano de-
bajo de los pañales, en la entrepierna.
Durante el juicio, el defensor en su alegato dijo textualmente, diri-
giéndose al tribunal: “Señores jueces, ¿quién no jugó al doctor algu-
na vez?, ¿Uds. no han jugado al doctor?” Luego agregó: ¿Quién no
nos dice que le haya estado sacando una mosca?
Más allá de que el argumento es una tontería y el hombre fue
condenado, lo que hay que destacar es que algo habilitó al abo-
gado a hacer ese tipo de preguntas. Es decir, frente a un hecho
de abuso de una beba, preguntarle a los jueces si no jugaron al-
guna vez al doctor muestra una cultura que es la que le da el
espacio para plantearlo.

5. ¿Podría aclarar lo del proyecto de ley, y si es un proyecto de ley a


nivel nacional o de la Ciudad Autónoma?

El proyecto de ley está en la Cámara de Diputados de la Nación


y también en Río Negro, adaptado al Código de esa provincia. La
finalidad concreta es la prohibición absoluta de que las criaturas
abusadas hasta los 14 años digamos en forma absoluta y de los
14 a los 16 años en forma relativa, vayan a declarar a cualquier
instancia policial o judicial. La propuesta es que solamente se in-
teractúe con esas víctimas a partir de aquella tecnología que los
especialistas consideren adecuada, fundamentalmente en cáma-
ras Gesell. Eso, no porque yo haya considerado que era la única
posibilidad o la mejor, sino porque es la única tecnología, junto a
la televisación en directo (por circuito cerrado), que nos permiti-
ría responder al requerimiento de no perjudicar el debido proceso
ni afectar el derecho de defensa. En ese sentido, la cámara Gesell
lo que permite es que la persona especializada interactúe con la
víctima como mejor crea conveniente y su ciencia le indique. El
Tribunal lo que hace es: el presidente le va a transmitir al exper-
to las inquietudes de las partes y el experto decidirá si tiene en
cuenta y de qué manera lo que le plantean. La cámara permite
que se vea y escuche lo que está pasando, pero no que las par-
tes ni los jueces interfieran de manera alguna con el acto. Esa es,

99
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

a mi entender, la única forma en que a una criatura se le preser-


va la posibilidad de expresarse.
Por el contrario, el ámbito policial y judicial tradicional es absoluta-
mente inapropiado para que se exprese respecto de hechos como és-
te, y en todo caso tiende más a silenciar a las víctimas.
Fíjense ustedes un detalle vinculado a esta cuestión. El cuestio-
namiento que muchas veces se hace a los trabajadores sociales,
a los psicólogos, a los psicoanalistas y a los médicos respecto
de este tema, no se les hace a los operadores de las llamadas
ciencias duras. Yo nunca escuché cuestionamientos de este ni-
vel a ingenieros o arquitectos. Tampoco he visto que los jueces
hayan hecho ellos mismos los cálculos de si un edificio se tiene
que caer o no se tiene que caer; sin embargo, sin dificultad vie-
nen a cuestionarle a un psicólogo especializado que la valora-
ción que está haciendo no es correcta. Evidentemente, algo les
hizo creer que pueden hacerlo sobre una ciencia y no sobre la
otra, y probablemente sea que ni siquiera le deben otorgar la ca-
tegoría de ciencia a las ciencias sociales no jurídicas.

6. ¿Qué rol le cabe al resto de las ONGs para cambiar estos últimos
puntos que se señalaron?

Yo creo que el rol de las ONGs es muy importante, siempre con


una salvedad que me parece que tendría que tenerse en cuenta,
y es que el Estado se ha acostumbrado en las últimas décadas a
que las ONGs vayan haciendo cosas que él no hace, y eso es un
tema muy delicado. Yo creo que tienen que hacer cosas distintas
de las del Estado.
El Estado tiene que cumplir su obligación, y las ONGs tienen tam-
bién un rol importante, con relación a la difusión, a la concientiza-
ción respecto de determinadas problemáticas.
De lo que se trata es de generar conciencia, fundamentalmente en
temas tan graves como el abuso infantil, de que si se interviene
mal la criatura se puede morir o puede ver frustrada por comple-
to su posibilidad de tener alguna esperanza en la vida. Esa es la
conciencia que hay que tener, y fundamentalmente las ONGs tie-
nen que arrinconar en ese sentido al Estado para que, si firmó una
Convención, se banque esa Convención. Bancarse esa Convención
significa bajarla, y bajarla significa respetar a los niños y hacer y

100
4 . Carlos Rozanski

obligar a que las intervenciones sean como dice la Convención.


Esto lo pueden hacer los querellantes, esto lo pueden hacer —y
lo deben hacer— los fiscales, y cuando no lo hacen, que lo hagan
entonces las ONGs, que se presenten y hagan el planteo. Des-
pués, los jueces, que hagan lo que tienen que hacer.
Desde ese aspecto me parece muy valioso y muy rico el aporte de
las ONGs.

101
5

Los malos tratos


y los abusos sexuales
contra niñas, niños
y adolescentes

Lic. Jorge Garaventa

Lic. en Psicología (UBA). Psicólogo Clínico. Ex docente de la UBA y la Univ. del Salvador. Especialista en
Maltrato y Abuso Sexual Infantil. Fundador y ex Director del Centro de Psicología y Psicopedagogía Clíni-
ca, Mar del Plata. Ex Coordinador de Psicólogos y de la Casa de Reinserción Social de Isla Silvia, CON-
NAF (Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia). En la actualidad es Fundador y Moderador de
los foros electrónicos “Etica y Psicología”, “Psicología y Niñez”, “Clínica y Psicopatología Hoy” y “Pen-
sar Cromanón”. Co-autor del libro Adopción- La caída del prejuicio, y diversos artículos en distintas re-
vistas de la especialidad.

La buena gente agradece. Me empeño en serlo. Trabajo seriamente pa-


ra eso. Al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que pese a la oposición
sistemática que he ejercido y ejerzo contra algunas de sus políticas me brin-
da este espacio sin ningún tipo de condicionamiento. A María Elena Nad-
deo, Presidenta del Consejo por los Derechos de Niñas, Niños y Adolescen-
tes. A mi querida Eva Giberti, maestra y amiga, luchadora incansable de
tantos años, acreedora constante del afecto de tantas niñas, madres y pa-
dres, beneficiarios de sus prácticas esclarecedoras.

103
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Voy a dividir esta presentación en dos partes. Por un lado me referiré a al-
gunas cuestiones generales sobre abuso y maltrato que creo que no han sido
abordadas por otras disertantes, para cerrar haciendo una breve reseña de qué
son los foros y las listas, cómo se pueden implementar como herramienta de
denuncia, formación e información, y tratar de contarles, si da el tiempo, qué
fue esa serie de acciones que nació en Internet y tuvo su desarrollo concreto
en lo que denominé en su momento la movida santiagueña.
Cuando empezó la primera edición de este curso que se dicta este año
por tercera vez y tiene ya anunciada la cuarta implementación para abril de
2005, manifesté que era uno de los emprendimientos más serios en la ma-
teria de que yo tuviera conocimiento. Lejos estaba de imaginarme que con
el paso del tiempo me convertiría en uno de los disertantes, por lo que pue-
do afirmar que este hecho hace para mí un poco de Cafetín de Buenos Ai-
res, ya que de chiquilín lo miraba de afuera. Y aquí terminan las analogías
poéticas, porque a partir de que comprendí que gran parte de mi actividad
profesional estaba signada vocacionalmente por aportar algo en la pelea por
mitigar el sufrimiento de la niñez, la poesía se volvió turbia ante una coti-
dianeidad que desgarra.
Ya es harto sabido que la historia del maltrato y el abuso sexual hacia
la niñez nace con la historia misma de la humanidad, pero, como bien se-
ñaló Eva Giberti en la apertura de este mismo curso el año pasado:

“...La pregunta habitual ‘¿ahora se producen mas abusos o lo que


sucede es que los medios de comunicación los difunden cada vez
que ocurren?’ que podría admitirse como curiosidad preocupada
por parte de los adultos, también puede interpretarse como inten-
to no consciente de derivar la atención ciudadana hacia una eva-
luación de indole histórica.
La pregunta interroga dirigiendo (y esperando) la respuesta hacia
una contestación convivencial: ‘En realidad estas cosas siempre ocu-
rrieron. Ahora se habla más, la gente se atreve a denunciar, las chi-
cas en general estan advertidas…’ respuesta que tiende a tranquili-
zar a quien pregunta. ‘Si siempre ocurrió, entonces no es tan grave;
si no fuera por los medios de comunicación no se sabría…’. O sea,
estamos frente a la tendencia que conduce a encubrir la gravedad de
lo que sucede, neutralizándolo mediante la generalización ‘siempre
ocurrió’. Se recurre a la frase consagrada por el imaginario social que
neutraliza la responsabilidad social aquí y ahora.
La parentalidad no garantiza trato considerado hacia las más pequeñas:
las familias son capaces de instituirse en núcleos de violencia contra

104
5 . Jorge Garaventa

ellas. Las instituciones escolares pueden incorporar malos tratos físicos


y psicológicos; y la experiencia pone de manifiesto, cotidianamente,
que el abuso sexual contra niños y contra niñas encontró en el ámbito
escolar un territorio privilegiado para disponer de criaturas según las
preferencias del abusador.”

Eduardo Fernández, en su prolijo trabajo De los malos tratos en la ni-


ñez y otras crueldades, da cuenta no sólo de estos hechos a lo largo de los
siglos sino de la persistencia del flagelo en la actualidad, en las civilizacio-
nes mas modernas y democráticas.
Se puede decir, dolorosamente, y para utilizar un término en boga, que
si hay algo que ha logrado transversalidad más allá de estructuras y clases
sociales es el sistemático maltrato hacia niñas, niños y adolescentes.
Utilizo no casualmente la palabra sistemático, de la cual la Real Aca-
demia Española da la siguiente concepción:

sistemático, ca.
(Del lat. systematicus).
1. adj. Que sigue o se ajusta a un sistema.
2. adj. Dicho de una persona: Que procede por principios, y con rigidez
en su tenor de vida o en sus escritos, opiniones, etc.

No es posible imaginar que prácticas tan frecuentes y generalizadas


puedan pensarse independientemente de la organización social.
Tampoco es correcto pretender que quienes incurren en tales prácticas
son prisioneros de la cultura, ya que hay un momento de definición subje-
tiva donde, con dolor o sin él, se escoje un camino.
Parto de la base, entonces, que los individuos no son barriletes al
viento sino que van diseñando un itinerario para sus vidas. Esto no im-
plica desdeñar el efecto de las situaciones de exclusión social y priva-
ción que puedan afectar a cada uno. Implica en todo caso destronarlas
del lugar de justificación.
Una concepción errónea, casi cómplice, hace decir a Freud que hay
un sujeto descentrado que actúa más allá de su voluntad; reforzada con
una lectura caprichosa de Lacan que disculparía actitudes y conductas
porque en realidad el o la sujeto estarían sujetados por la palabra de
otro alojado en su inconsciente y que por ende sería el verdadero res-
ponsable de su accionar.
Hemos criticado, y lo seguiremos haciendo cada vez que sea necesario,
tanto al psicoanálisis como a sus teóricos, pero no en este aspecto. Ni

105
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Freud ni Lacan han escrito una sola linea para desresponsabilizar al sujeto
por sus actos. Es más, conocidas son algunas anécdotas donde el maestro
vienés reprendía severamente a sus pacientes por algunas descortesías o
desprecios de origen inconsciente pero que a su entender no los libraba de
tener que asumir la autoría en los hechos e intelectual.
Entonces, para ir mostrando el horizonte ideológico del que parto, el
maltrato y abuso sexual hacia la niñez son eso, maltrato y abuso. Esta-
mos hablando del efecto de una situación desigual donde el poderoso
utiliza su superioridad para el placer que le proporciona su víctima ani-
quilada y sometida.
Hay cosas en las que ya no podemos plantearnos ninguna ambigüedad.
No se puede seguir pensando el maltrato como una herramienta correctiva
equivocada pero bien intencionada, ni el abuso sexual infantil como una
compulsión sin freno.
Ni el maltrato tiene por objeto una niñez sana, ni el abuso responde a
una necesidad sexual.
Cuando hace unas semanas veíamos los restos de lo que alguna vez fue
Diego Maradona, era difícil sustraerse a su discurso: “Mi padre me pegaba,
mucho, pero tenía razón, claro que tenía razón, quería lo mejor para mí, só-
lo que yo no lo entendía”, para agregar minutos después: “Jamás le podría
pegar a mis hijas, no me lo perdonaría jamás con todo lo que las amo. Una
vez la empujé a Dalma, no le pegué, me saqué y de impotencia la empujé
apenas. Me quería cortar las manos. Le pedí perdón de rodillas. Nunca po-
dría pegarles. Sería monstruoso... imperdonable”.
La disociación entre lo vivido en su niñez y este presente es el ingredien-
te necesario para no contactarse con la soledad y el desasosiego que el mal-
trato ocasiona. La culpa cierra el círculo de sumisión. Diego es la rama tor-
cida. El padre le pega porque es mal hijo. Él empuja a su hija porque es
mal padre. Se droga porque es mala persona. Sólo un nuevo castigo, la in-
ternación compulsiva por su interés superior, lo redimirá de su naturaleza
maligna. Pero será un mal paciente...
Carmen Frías, actual Directora de Niñez del Gobierno de la Ciudad,
nos decía el año pasado en este mismo curso:

“Yo creo que si no se hubiera empezado a trabajar la temática de gé-


nero profundamente y no se hubieran, valga la redundancia, profundi-
zado los estudios sobre mujer, no se habría podido dar cuenta de las
desigualdades existentes que impone la cultura del patriarcado, moti-
vo por el cual no habrían salido a la luz ni se habrían develado las si-
tuaciones que quedaban encerradas dentro del ámbito doméstico, ám-

106
5 . Jorge Garaventa

bito que por esta misma cultura patriarcal era imposible que se abrie-
ra a otras miradas; con lo cual las peores de las situaciones podían
continuar sucediendo, encerradas tras los muros de una casa y disi-
mulados en lo que supuestamente son los modelos ideales de familia.
La familia es una organización, y es una organización que por la mis-
ma interacción de sus miembros tiende a ser generadora de conflictos;
no siempre los conflictos que se desarrollan en el ámbito familiar de-
vienen situaciones de maltrato infantil o situaciones de abuso sexual
infantil pero algunas veces sí, y me parece que esto, partir de que mu-
chas de estas situaciones se dan dentro de las familias, implica el pri-
mer reconocimiento para hacer un abordaje adecuado.
La impronta del patriarcado hace que las familias se organicen de
acuerdo a las jerarquías de poder, que son absolutamente desiguales
y a partir de las cuales en muchas ocasiones se naturalizan las situa-
ciones de violencia, dominación, la creencia de que los hijos son pro-
piedad privada de los padres, lo cual implica que cada uno hace con
esa propiedad privada lo que cree que puede y tiene ganas de hacer.”

En estos tiempos se han agudizado algunas contradicciones que han


traído como consecuencia que algunas cuestiones que pertenecían al ám-
bito de lo privado, por ende de lo individual, de lo solitario, hoy sean ma-
teria de interés y derecho público.
El final del siglo trajo aparejado la caída de algunos estandartes propios,
permitiendo ver, al correr el cortinado, las más diversas vejaciones a la niñez
que se alojaban y aún se alojan en la familia, la cultura y la sociedad toda.
Agudizadas hoy hasta extremos indecibles, la pobreza, la niñez abando-
nada y golpeada, la prostitución infantil-juvenil, eran invariantes obligadas.
Cada una era difícilmente posible sin las otras. Era suficiente entonces, en-
carar a fondo una solución a la injusticia social para que los males cesaran
y la infancia volviera a ser la isla de la fantasía.
Por supuesto que dicha solución nunca fue encarada, pero algunos ve-
los empiezan a correrse, de la mano de los estudios sobre sistema familiar
violento, estilo de familia, de maltrato, de sometimiento a la niñez, que, sa-
bemos hoy, no es patrimonio de los pobres.
El noble y el villano comenzaron a asomar al mundo como sujetos del exe-
crable delito de convertir en un infierno la vida de las niñas.
Como bien lo describe Eduardo Fernández, en el libro antes citado, la prác-
tica del maltrato infantil es tan antigua como la humanidad misma. Agrega
que la violencia estuvo siempre encubierta de fines altruistas. En la antigüe-
dad el sacrificio propiciatorio buscaba mejorar el bienestar de la progenie.

107
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Otro ejemplo aberrante es el de los niños con síndrome de Down, a quie-


nes, con el fin de ahorrarles el sufrimiento de una vida discapacitada se los
sometía a una horrible muerte al ser arrojados desde lo alto de la monta-
ña. Queda a la vista que estos hechos no incluían realmente al niño/a sino
a los adultos que luego deberían “cargar” con la vida de ese niño/a.
Y por supuesto, la educación no ha sido ajena a este tipo de excesos.
¿Quién no recuerda los golpes del puntero sobre la cabeza o los dedos, el
tirón de orejas, mantenerse parado durante horas o arrodillarse sobre maíz?
Y si de humillaciones se trata, los gritos desaforados ante una travesu-
ra, o las orejas de burro ante un fracaso escolar, no son precisamente fan-
tasías de bruja mala sino precisamente realidades cotidianas en nuestros
colegios de hace algunos años.
Bueno es recordar también que este tipo de prácticas contaba con el bene-
plácito de la comunidad educativa y de los padres en general, o al menos con
su mansedumbre cómplice. Felizmente, no sólo desde quienes luchamos por
los derechos de la infancia sino desde el sistema educativo mismo surgieron
los anticuerpos que permitieron erradicar estas prácticas en general, pese a
que no se puede negar la persistencia de bolsones autoritarios.
Y ¿qué decir del “ya vas a ver cuando venga papá”.
“Voy a hablar con mi mujer”, decía un padre en una entrevista hace un
tiempo. “No me gusta mucho esto de llegar y tener que empezar a repartir
palos por lo que hicieron los chicos cuando yo no estaba. Me resulta muy
frío. Le voy a decir que empiece a pegarles ella un poco también, si no el
malo soy siempre yo.”
Más allá de lo que produzca este relato, creo que coincidiremos en que
no se trata de una situación atípica.
Sobre la reversión de estas prácticas en las escuelas, el especialis-
ta en educación Jaime Barilko reivindicaba hace un tiempo la violen-
cia física y psicológica hacia la niñez como uno de los pilares de la
educación: “hoy los maestros no hacen nada”, decía, “en mis épocas,
cuando un chico se mandaba una macana se llamaba a los padres, y
ahí nomás, delante del maestro le encajaban un coscorrón” (humilla-
ción y violencia).
Dar un coscorrón es uno de los legados de la cultura cotidiana al mal-
trato infantil, sinónimo de “un cachetazo dado a tiempo, o de ese golpe
que madres y padres dicen jamás dar, sólo un chirlo, sólo eso” (reporta-
je en diario La Nación).
Las estadísticas en los hospitales, sobre todo de niños, muestran el ho-
rror en donde suele finalizar aquello que empieza como un chirlo... Los hos-
pitales psiquiátricos también.

108
5 . Jorge Garaventa

En un programa de Magdalena Ruiz Guiñazú, decía hace unos años el


columnista Carlos Burone: “Siempre recuerdo como un ejemplo de lo que
debe ser la educación cuando había que formar fila en silencio para salir
de la escuela. A veces se escuchaba una risita y enseguida el ruido seco de
un cachetazo. Cuando salíamos, los dedos marcados en la cara señalaban
al indisciplinado. Era duro, pero no hay dudas de que no lo volvía a hacer,
no como hoy que se le ríen en la cara a los maestros”.
“La letra con sangre entra” es finalmente otro de los símbolos de esta
violencia consensuada socialmente.
Locos, locas y niños-problema a su vez eran la expresión del grupo
minoritario de adultos y niños que se rebelaban y rebelan frente a este
“natural” trato.
Mucho de esto ha cambiado sólo en las formas y constituye prácticas
secretas, no dichas, vergonzantes, de la cultura educativa y social.
Pero si hay algo que está más en relación con el sufrimiento y la niñez del
siglo XXI es el develamiento del abuso sexual y el incesto contra la hija niña.
No hay instituciones que no estén alcanzadas por la evidencia o la sos-
pecha (hablo de instituciones en sentido general, no particularizando en
nombres propios); públicas y privadas, laicas y religiosas, jardines de in-
fantes, escuelas, hospicios, hospitales, institutos, a diario recrean este tipo
de episodios, mayoritariamente perpetrado contra niñas. Hay entonces una
necesaria perspectiva de género para abordar el tema. Viene en nuestro au-
xilio Isabel Monzón:

“En mi experiencia clínica se confirma lo ya conocido: habitualmente el


abuso se comete dentro del ámbito familiar: tíos, abuelos, padres, her-
manos, un amigo de la familia. Tal vez sea por este hecho que, aunque
es un delito, por temor o por desmentido con demasiada frecuencia no
se denuncia. Las estadísticas del abuso nos hablan de altos porcenta-
jes, mayores en el caso de las niñas. Los abusadores, en general, son
varones. Provienen de cualquier clase social, religión, raza, profesión, y
muchos de ellos son casados.
Se vuelve imprescindible entonces descifrar qué sucede en el psi-
quismo de las criaturas que son abusadas en la infancia, qué con-
secuencias psíquicas se producen en la adultez, qué sucede en el
aparato psíquico de los testigos del abuso y qué pasa en la men-
te de los abusadores. Descifrar estas incógnitas nos lleva directa-
mente al tema de la violencia de la desmentida en el abuso se-
xual contra menores. Cuando digo desmentida me refiero a un
mecanismo psíquico a través del cual desconocemos algún aspec-

109
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

to de la realidad con el que no queremos o no podemos enfrentar-


nos. En su Diccionario de Psicoanálisis, Laplanche y Pontalis de-
finen a la renegación o desmentida como un mecanismo de defen-
sa consistente en que el sujeto rehúsa reconocer la realidad de
una percepción traumatizante. Se trata de un mecanismo psíqui-
co útil en algunos casos. Todas las defensas lo son, según el gra-
do, el momento y la frecuencia con que las usemos en las diferen-
tes etapas de nuestras vidas, en tanto nos ayudan a enfrentar an-
siedades y conflictos cotidianos. Pero, si alguno de esos mecanis-
mos se utiliza en demasía, el psiquismo se daña.”

Cuando un delito-abuso es perpetrado hay toda una maquinaria de com-


plicidades y silencios que se pone en marcha para evitar que la víctima ha-
ble o sea escuchada.
Un ejemplo fresquito lo tenemos hoy con el caso Grassi, donde cuatro
estudios de abogados, de los más poderosos del país, enfrentan y denostan
impiadosamente en los medios y en los tribunales a dos menores casi indi-
gentes, o al menos pauperizados, y sin asistencia legal.
Detengámonos aquí: el abuso sexual en cualquier grado, produce daño
psicológico severo. Cuando digo cualquier grado, me refiero también a la
tentativa. De cómo el niño haya reaccionado depende también la reestruc-
turación psíquica.
Estos acontecimientos producen siempre desestructuración psíquica. Si
el niño cree haber experimentado placer, o haber sido partícipe activo del
abuso, la sensación de culpa potenciará infinitamente el sufrimiento.
He dejado para el final el más oculto y negado de los delitos contra la
niñez, cuya frecuencia y extensión es bastante mayor que los bien intencio-
nados pueden suponer.
Me refiero al incesto ocurrido entre un padre y su hija niña, que como bien
dice Eva Giberti, que ha dedicado un estudio muy meticuloso al tema, “cons-
tituye la violación de una menor a la que su progenitor victimiza y a la que
una calificación técnica nomina abuso sexual incestuoso”.
Agrega la autora:

“al haberlo incluido en el rubro abuso sexual, se omite el reconocimien-


to de lo incestuoso como categoría autónoma en la cual existe un victi-
mario cuyo perfil se define por haber concebido a la víctima, y de he-
cho, por tener la obligación social, civil y psicológica de tutelarlo. Datos
que abren un espacio con significación propia...”; “...el incesto que des-
cribimos se caracteriza porque el padre que viola a su hija instala un

110
5 . Jorge Garaventa

vínculo sexual genital con ella que persiste en el tiempo y porque le exi-
ge a la niña guardar silencio acerca de dicha relación, circunstancias
que tipifican el hecho con características propias.”

Algunos testimonios

“No podía hablar. Por eso me desahogo ahora; por el daño tan enor-
me que me hizo ese silencio.” “Estoy encontrando ese grito. Pero pa-
ra encontrarlo tuve que empezar a buscarlo y el camino ha sido muy
doloroso. Buscando el grito me encontré con la culpa. O botaba la cul-
pa o no encontraba el grito. Decidí botarla, por eso sé que ese grito lo
voy a encontrar. Era la culpa la que no me dejaba ver el camino.”

“Con Neusa los contactos sexuales del padre comenzaron cuando


ella tenía 8 ó 9 años, habiendo durado de dos a tres años. No hu-
bo, no obstante, penetración vaginal, ella tenía apenas once años
y el padre preparaba el camino, esperaba el momento adecuado.
El padre era muy cuidadoso tanto en el plano emocional como en
el nivel físico. Usaba cremas para no herirla y la preparaba psico-
lógicamente para el siguiente paso. La convenció para que lo mas-
turbara, siempre que ella estuviera menstruando y, por lo tanto,
imposibilitada según él, de mantener relaciones sexuales.”

“Controlaba todos sus pasos, poniéndose furioso cuando ella tenía un


enamoradizo. Jamás permitió que ella ni su hermana durmiesen en
casa de amigas, alegando que estarían sujetas a abuso sexual. Según
Gissela, él juzgaba que todos los hombres eran igual que él.”

“Cuando niña, experimenté una relación incestuosa progresiva, que


me pareció de naturaleza benéfica, había amor y una saludable au-
to-realización en aquello que yo concebía como un ambiente pro-
tegido; me acuerdo de estos tiempos como, tal vez, el período más
feliz de mi vida; cierto día, de repente, a partir de una conversa-
ción en el patio de recreo de la escuela, lancé la hipótesis de que
todo aquello pudiera ser ‘malo’. Los traumáticos incidentes que
surgieron aquel día inauguraron un período de 30 años de disfun-
ciones psicológicas y físicas.”

“Por muchos años viví con tantos miedos, con tal de no enfrentar
el más grande de todos: el recordar que mi papá era el monstruo

111
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

nocturno del que nadie me iba a proteger. Le tenía miedo a la no-


che, a la oscuridad, al debajo de la cama, al baño, a darle la es-
palda a la puerta. Miedo a no ver todos los rincones del cuarto.
Miedo a que un día se me saliera y le contara a alguien. Miedo a
que si lo hacía me creyeran loca. Miedo a estar loca. Miedo a ver-
me en el espejo y ver su cara reflejada en la mía.”

Quiero aclarar que la afirmación que circula acerca de que los abusado-
res han sido niños abusados no se corresponde con lo que se encuentra en
la clínica. Los adultos que han sido niños abusados desarrollan en general
patologías absolutamente distantes de la agresión hacia los otros. Más
bien, desde sus eternas sensaciones de vacío, desvalorización, cosificación
y desamparo pueden tender a repetir situaciones de sumisión y abuso en
todas sus formas aún de adultos.
Traduzcamos, por un momento, todos estos horrores en sufrimiento de
los niños y las niñas y preguntémonos, a partir de allí, cómo se construye,
con esta niñez, una sociedad feliz y esperanzada en el futuro.
Para terminar esta parte quiero leerles fragmentos de una carta de un
paciente a un familiar.
Si bien cuento con la autorización de él para su difusión, he alterado los
datos de forma que no pueda ser identificado.

“Queridos Jack y John, soy Adrián, su primo.


Es una alegría escribirles después de tantos años y a pesar de que
casi no nos conocemos. Pero no es una alegría estúpida como mu-
cha de la estupidez de mi familia sino que para mí finalmente y des-
pués de muchos años de laburo las cosas se están enderezando.
Supongo que ustedes ya sabrán y si no yo les cuento que me encon-
tré con su vieja. Fue para mí una verdadera bendición y una ayuda
enorme, y yo creo que a ella y a ustedes les va aservir para aclarar
algunas cosas de la oscura historia de mis padres y de su viejo.
Todo lo que escribo aquí ya lo hablé con ella.
Primero lo primero. Fue para mí una tristeza enorme enterarme de la
muerte del tío y a la vez una alegría saber que había podido escapar de
la mierda de nuestros abuelos paternos y de la mierda de mi padre.
Pueden estar orgullosos de su padre y yo por mi parte quisiera aga-
rrarme un cachito del cariño que él ofrecía.
Las cosas que voy a contar ahora son tristes y duras pero me pare-
ce que sirven para entender y los van a ayudar a tranquilizarse, a
afirmarse en sus convicciones y tal vez a crecer un poco…

112
5 . Jorge Garaventa

Su vieja, mi tía, me llamó un miércoles a la noche y me dejó un


mensaje en el contestador diciéndome que estaba en Buenos
Aires. Para mí fue un sacudón que alguien de la otra parte de los
xxx me llamara. Esa noche casi no dormí por la incertidumbre. Al
otro día me comuniqué con ella y enseguida me di cuenta de sus
buenas intenciones, de su cariño hacia mí y de sus dudas acerca
de si llamar a mi papá o no. Y no era para menos, cualquiera que
se acerque desprevenido a ese hijo de puta se arriesga a ser heri-
do por una de las peores personas que yo tuve la desgracia de
conocer y además la desdicha de que fuera mi padre.
COMO SE IMAGINARÁN, YO ESTUVE ABSOLUTAMENTE DE
ACUERDO CON USTEDES EN QUE NO LO LLAMARA.
Ahora les voy a contar un poco de mi historia, de la de mis herma-
nos, la de xxx y la de xxx, y creo que también un poco de la de su
viejo y sus abuelos.
Lo que vamos a hacer primero es arrancar de un tirón el pelotudo
misterio y el hijo de puta secreto de ellos.
El secreto se llama ABUSO SEXUAL.
Yo fui abusado sexualmente por mi MADRE Y MI PADRE, sí, por
los DOS. Tengo la seguridad de que mis dos hermanos también
lo fueron.
Pero acá no termina la aberración. EL ABUSO SEXUAL ES SOLO
UNA DE LAS FORMAS DE LA VIOLENCIA, EL SADISMO Y LA TOR-
TURA QUE MIS PADRES EJERCIERON SOBRE NOSOTROS. Golpes,
amenazas, castigos, abandono, son otras de las formas de maltrato
a las que fuimos sometidos.
Voy a explicarles ahora un poco cómo funcionan esas relaciones
perversas.
Hasta donde yo sé, por lo que he trabajado en mi terapia y por las
cosas que he estudiado, se conjugan dos procesos.
De un lado los agresores para ejercer la violencia necesitan quebrar
la resistencia de los niños, avasallar su personalidad, destruir su
voluntad para poder someterlos a sus deseos criminales.
Esto se logra de tres maneras. Por un lado se ejerce la violencia
directa a través de golpes y amenazas.
En segundo término los adultos se aprovechan de la dependencia de los
niños, de la necesidad de afecto que los chiquitos tienen para sobrevivir.
En tercer lugar hay un trabajo consciente de negación y mentiras que
confunden y anulan a los niños y los hacen dudar de sus propios
sentimientos hasta convencerlos de que lo que recuerdan no es la

113
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

realidad de lo que han vivido. De una manera tan profunda que pro-
voca el OLVIDO (recuerden esto).
Por otro lado, de parte de los chicos hay un mecanismo de disocia-
ción que se pone en juego para poder soportar esas situaciones de
una violencia indescriptible.
Los chicos agredidos separan de su memoria y esconden en un lugar
oscuro de su alma los recuerdos de lo que han vivido.
Finalmente la agresión sexual de los adultos que deberían cuidarlos
provoca en los niños una emoción tan fuerte, que si se expresara en
el momento no podrían soportarla y yo creo que morirían en ese pro-
ceso. Como una tristeza y una conmoción tan grandes que acabaría
por matarlos. De manera que la solución es encapsular en un lugar
escondido de la memoria las situaciones de abuso.
Esto trae dos consecuencias. La primera es que produce un adulto
absolutamente frío y desconectado de sus sentimientos (es el caso
de mi hermano xxx) y la otra es que el adulto que fue un niño abu-
sado, al guardar esa emoción dentro suyo vive eternamente aquella
situación como presente y sobrevive en un mundo donde el miedo es
lo que regula todas sus decisiones (es el caso de mi otro hermano).
Recuerden que el adulto que fue un niño abusado ya NO RECUER-
DA LO QUE HA VIVIDO, por las amenazas de sus padres y por la
disociación de que antes hablé.
Bueno, disculpen todo este discurso pero me parece que es necesa-
rio para entender lo que ha pasado conmigo y con mis hermanos.
Bien, como dije antes, yo debería haber olvidado toda la violencia y
el abuso que sufrí y entonces habría sido un adulto triste, frustrado,
aburrido, asustado pero “normal”.
Pero el plan de mis padres salió mal. Yo RECORDÉ.
Yo recordé y no sólo eso, sino que tuve la fuerza para crecer y para
buscar el cariño que me diera la polenta para destruir y mandar al
carajo todo ese edificio de mentiras que ellos construyeron.
La historia de estos 10 últimos años es para mí la historia de la recu-
peración de mis recuerdos, de un entrenamiento tremendo para lograr
expresar la tristeza y la violencia que llevaba dentro, de abrirme final-
mente para que el cariño empiece a entrar y mi vida empiece, después
de 37 años, a ser una vida para disfrutar de la buena vida.
Les cuento rápidamente mi historia.
A los 26 años me fui de la casa de ellos. Inmediatamente se me secó
el pelo y se me empezó a caer. Yo sentí dentro mío una señal de alar-
ma y de violencia.

114
5 . Jorge Garaventa

A los 27 años yo estaba estudiando música, tocando en una banda


de rock, trabajando en televisión y casi conviviendo con una chica.
Lo que uno diría una vida feliz. Mentira. Dentro mío sólo había tris-
teza, angustia, pánico y soledad.
En ese mismo año empecé a tener flash-backs, como pensamientos
que pasaban a la velocidad de la luz por mi cabeza y dejaban una
marca extraña, como si vinieran de otro planeta.
Pero eso no fue lo peor, lo peor fue que empecé a tener compulsio-
nes físicas, obligaciones en el cuerpo, más allá de mi voluntad,
DISOCIADAS DE MÍ.
Estas compulsiones eran, por ejemplo, ir en el colectivo y que se
me parara un tipo delante y sentir como si alguien me girara la
cabeza y me obligara a chuparle la pija, o ir caminando con un
amigo y sentir que me agarraban en brazo y me lo ponían en los
genitales de la otra persona. Por suerte nunca llegué a hacer
nada y la tortura no pasó de estas ideas obsesivas que yo refre-
naba en el momento justo.
Yo creí que me estaba volviendo puto. Tuve una serie de crisis, me
separé y por suerte un amigo me mandó a ver a un terapeuta que resul-
tó ser una excelente persona y además un tipo recapo en violencia fami-
liar. Claro, cuando el tipo me vio entrar se dio cuenta enseguida de lo
que pasaba. Me tranquilizó y tuvimos el siguiente diálogo:

—Mire, vengo acá porque me parece que soy puto.


—Pero, ¿vos querés coger con tipos?
—No, no quiero.
—Entonces no sos puto.

Este diálogo cambió mi vida, el terapeuta me puso en otra dirección


y ahí empezó un viaje lento, oscuro, espeso y sufrido por las tinie-
blas más negras que una persona puede imaginar.
Bueno, no les voy a contar todo lo que he vivido en estos años,
La cosa es que luego de él trabajé con una mina y finalmente hace
un año con otro en donde encontré todo el apoyo y el cariño que
necesitaba para supera la situación.
Apenas empecé el trabajo terapéutico dejé de ver a mis padres, y
apenas comencé a recordar situaciones del abuso se las conté a mis
hermanos y ellos hicieron una alianza de muerte con sus padres.
En diciembre del año pasado arranqué de mi alma y de mi vida a
esas personas de mierda que son mis padres y a la bosta en que se
han convertido mis hermanos.
115
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Fui a la casa de ellos y les dije que yo sabía que habían abusado
de mí, que no los iba a ver nunca más y que se iban a ahogar en
su propia mierda.
Lo mismo hice con mis hermanos.
Con respecto a ellos dos, lo único que les importa es que esta situación
no salga a la luz. Y yo puedo tolerar muchas cosas de muchas perso-
nas, pero lo que no tolero es a los hijos de puta que para cuidarse ellos
no tienen ningún escrúpulo, ninguna duda en desear que su propio her-
mano se muera viviendo una vida de mierda y enloqueciendo.
Bien, ahora las cosas se dieron vuelta, yo resulte mejor y más fuer-
te, he hecho un laburo bestial y ahora los que se van a joder son
ellos, pero YA NO SON MI PROBLEMA. YO ME SAQUÉ LA MIERDA
DE ADENTRO Y AHORA POQUITO A POCO Y CON MUCHÍSIMO
ESFUERZO ME ESTOY LIMPIANDO LA MIERDA QUE ME QUEDÓ
PEGADA. AL FIN PUEDO DISFRUTAR DE MIS AMIGOS, DE LAS
MUJERES, DE TOMAR VINO, DE TOMAR SOL, DE LA CARRERA DE
HISTORIA QUE ESTOY TERMINANDO, DE LA CARRERA DE
FILOSOFÍA QUE ESTOY EMPEZANDO Y DE LA MÚSICA QUE HE
EMPEZADO A RECUPERAR…
Mi padre tuvo cáncer de prostata, estuvo 6 meses sin poder ir a
mear y sin decir nada. Cuando se lo detectaron le había tomado
los pulmones y los huesos. La única manera de salvarlo (el hijo de
puta sobrevivió) fue CASTRARLO. Le sacaron los testículos (la
vida a veces hace justicia). Así vivió 10 años más, absolutamen-
te enloquecido y humillado. Nadie lo quiere, es una persona que
no recibe cariño de ningún lado. Mi madre lo odia y lo único que
hace es manejarlo como un forro.
Al día de hoy no sé si aún vive o no, y no es mi problema, para mí
ya está muerto, igual que ella.
Lo último que supe es que el cáncer había retornado y que estaba
muy avanzado y se iba a morir pronto.
Yo sé que lo que escribí es durísimo, pero creo que la verdad trae
consigo el cariño y el cariño cura a las personas, y eso es por lo que
vale la pena encontrarnos.
Les mando un abrazo enorme
desde Buenos Aires, el 17 de octubre.”

Entramos entonces ahora en la segunda parte de esta charla.

116
5 . Jorge Garaventa

Listas de correo
Cuando Internet revoluciona las comunicaciones en el mundo hace
siete u ocho años, y en nuestra América subdesarrollada hace poco más
de dos, lo hizo a través de dos componentes fundamentales de su uni-
verso, el chat y el mail.
Efectivamente, como harto se ha dicho ya por ahí, de golpe las distancias
y los tiempos se achicaron o desaparecieron dando lugar a la inmediatez; pero
además se reabrieron canales de intercambio defectuosos, clausurados o
impedidos, y la proximidad fue mediatizada por la red de redes.
Dado que no es la informática el tema que hoy nos convoca sino la
utilidad de determinadas aplicaciones a nuestra ciencia, aclaro, me
atajo, que la descripción es de trazos gruesos, lo que garantiza la deli-
neación, tal vez desprolija y simplista, de un perfil, además no necesa-
riamente el único ni el más importante.
Dicen los románticos que el chat vino a reemplazar el encuentro de dos
a conocerse en la calle, el café o en aquellas revistas que publicaban avi-
sos de amistad, y que el mail rememora la casi enterrada costumbre del
carteo que desempolva las siempre vigentes ganas de decirle algo signifi-
cativo a otro o a otra. Pero no sólo de amor. Si bien es fácil imaginar a
Freud escribiéndole un mail diario a Marta Bernais, no es nada difícil ima-
ginarlo chateando apasionadamente con Fliess, polemizando vía electróni-
camente con Einstein sobre la guerra, mandando mails con copia oculta a
algunos analistas de lo que le dice a otros, e increpar desde su computa-
dora inocente y enérgicamente a Hitler, que se negaba a comprender que
aunque no lo respetara como judío debía respetarlo como científico.
Eso sí, ya nos hubiera resuelto una cuestión ética: todos sus pacientes
tendrían su dirección de mail, mandaría cadenas haciendo una colecta para
el hombre de los lobos y finalmente tendría firma digital para poder seguir
rigiendo con mail de hierro, y sin temor a equívocos, los destinos de la IPA.
Volvamos a la lista de correo. Es un grupo de direcciones de mail, volunta-
riamente alojadas en un servidor o computadora central, con uno o más mode-
radores o administradores que generalmente han sido los creadores de la lista.
Pueden ser abiertas, o cerradas (no pueden ingresar más miembros),
públicas o privadas y finalmente moderadas o no.
Que una lista sea moderada implica que el administrador recibe cada
pedido de ingreso y cada mensaje y tiene atribuciones para aprobar al
nuevo miembro o la circulación de los mensajes.
Pero la división principal es: a) lista de distribución; b) foro de dis-
cusión por mail.

117
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Foro por mail sobre Ética y Psicología

Hacía ya bastante tiempo que pensaba que había que plantearse otro
debate profundo en la profesión que fuera más allá de nuevas o viejas
corrientes teóricas, independiente de técnicas de abordaje; un debate que
abarcara el corazón de la profesión.
Me imaginaba, imagino, un preguntarse que infiltre el corazón de la praxis.
En grande hay un modelo, aquel setentino que deviene en la ruptura de
APA y termina soltando las amarras del demonio del psicoanálisis para per-
mitir su definitiva llegada a sectores más amplios de la profesión en parti-
cular y de la población en general. Esa me la contaron, la leí, la estudié,
llegué a la profesión 10 años después, me formé e intercambié con sus pro-
tagonistas. Tiene que ver con este hoy.
El segundo modelo, más modesto, no menos importante, con tremen-
das tareas aún en realización o pendientes, tiene lugar en los primeros años
de los ‘80, con una Argentina devastada (¡vaya coincidencia!), una guerra
perdida, otra más, que en un amanecer, nublado, pero amanecer al fin,
empezaba a iluminar sus contornos: 30.000 desaparecidos, hambre, deso-
cupación, un ejército derrotado, pero soberbio y autoritario (¡un ejército,
bah!) que pretendía entregar una primavera democrática sólo por un ratito.
Sostengo, y eso se ve muy claro hoy, retomando un concepto de Guillermo
Martín, hoy desaparecido, en su intervención como panelista de las Jornadas
sobre Derechos Humanos de la APDH en 1984 en el Teatro San Martín, que
la culpa fue por ese entonces el motor de la masiva conciencia popular sobre
las violaciones a los derechos humanos. Hoy podríamos decir que es también
el combustible que alimenta al antimenemismo generalizado.
Pero volvamos al modelo al que iba a referirme: sostengo que a partir
de 1982 aproximadamente se da un cuestionamiento masivo al carozo de
la teoría y la práctica.
Entre las muchas secuelas que la dictadura militar nos deja, la siste-
mática violación a los derechos humanos a la que habíamos sido expues-
tos lleva necesariamente a la confrontación de los instrumentos con los que
trabajamos. Difícilmente se podía enfrentar entonces la realidad nueva con
nuestros viejos instrumentos.
Teníamos por dónde empezar; como en todo desafío, ya había adelantados:
colegas, psicólogos, psiquiatras, y otros trabajadores de salud mental que
durante el gobierno de facto habían trabajado con afectados directos y comen-
zaban a teorizar sus experiencias con más fuerza. A nivel institucional se me
ocurre, por ejemplo, el equipo terapéutico de Madres de Plaza de Mayo.

118
5 . Jorge Garaventa

Fue un arduo trabajo que tuvo dos puntos de sistematización importan-


tes, que actuaron como puntapié inicial de un movimiento que luego se fue
desarrollando más natural y ampliamente: la ya nombrada Jornada de la
APDH, y la Jornada de Psicología y Derechos Humanos que organizara la
Asociación de Psicólogos de Buenos Aires en 1984 y que culminara con la
publicación de una RAP temática en 1985.
Cabe hacer una aclaración en este momento: no soy un historiador, sino
un decidor de experiencias que me marcaron. Probablemente los puntos de
ruptura que señalo no coincidan con lo que podría señalar una historia ofi-
cial de la Psicología argentina.
Intento, modestamente, señalar que mi quehacer de hoy tiene este reco-
rrido y que sin él, y sin una mirada gremial-profesional que me llevó a tener
una determinada concepción de la profesión y sus momentos históricos, difí-
cilmente hubiera llegado a sumarme al movimiento en el que hoy transito.
Dicho sea de paso, en diálogo con jóvenes psicólogos o estudiantes
avanzados me encuentro con una cuestión bastante generalizada que creo
deberíamos abocarnos a transformar: el desconocimiento acerca de la historia
de la Psicología y sus hacedores en los últimos 30 años. Para evitar des-
compensaciones narcisistas no haré nombres, pero me sorprendió la igno-
rancia acerca de hechos y colegas que cambiaron con su paso la teoría y
la práctica. Toda una tarea pendiente.
En el título del presente trabajo hablo de la lista Ética y Psicología como
una iniciativa personal que desemboca en un movimiento colectivo.
Obviamente estoy hablando de que cuando abrí este canal supuse que proba-
blemente desembocara en un riacho, tal vez en un río; no estaba al tanto de
que iba camino a un movimiento oceánico de revisión y cuestionamiento con
epicentro en las Cátedras de Deontología y Ética y en las asociaciones profe-
sionales. Hoy, “las listas”, como se las conoce de boca en boca, son un con-
glomerado de espacios de discusión, producción e información que cubre cada
una de las provincias argentinas, todos los países de Latinoamérica y los más
remotos e impensables rincones del mundo, por ejemplo China.
Aquella madrugada del 5 de mayo de 2001, cuando en el libre deam-
bular sabatino por la red caí en la página www.eListas.net, no sabía que
estaba inaugurando algo muy importante para mí y para al menos un grupo
interesante de profesionales. Sabía de las listas, sólo estaba suscripto a
alguna de distribución pero ignoraba su funcionamiento de fondo. Un car-
tel me guió: “Si la lista que Ud. busca no está aquí, créela Ud. mismo”.
Busqué Ética y Psicología; no estaba; tímidamente fui completando los for-
mularios, hasta que otro cartel me adula: ¡Felicitaciones! La lista Ética y
Psicología ha sido creada. Ud. es el administrador, su clave es...”, etc, etc.

119
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Cierro la página, ya casi con las luces del día amenazando llegar. Voy a
chequear mi correo antes de apagar la PC. Un mail me informa: “Sr. admi-
nistrador: la dirección jorgegaraventa@ciudad.com.ar ha sido suscripta a
la lista. Con esta suman 1 (uno), los integrantes”. Mandé convocatoria a
toda mi lista de direcciones. Sonreí y apagué. Ocho horas después el últi-
mo correo rezaba: con esta suman 39 los integrantes. Varios otros saluda-
ban la iniciativa. La pequeña aventura se había puesto en marcha.
Han transcurrido 42 meses desde entonces; más de 5.000 personas,
en su mayoría profesionales, han circulado por ella intercambiando
cerca de 20.000 mensajes en los más encendidos debates, y en el fiche-
ro se encuentran alojados casi 300 trabajos, muchos inéditos, muchos
de los integrantes de la lista.
Lo que parecía una demanda personal no era otra cosa que un eslabón
más de un movimiento colectivo que buscaba un cauce para transitar,
segados los canales clásicos.
Algo del narcisismo se fortalece y se resiente en todo esto. Ya no podría
disponer libremente de la lista. Hoy sus integrantes, socios por legitimidad,
no lo permitirían.
Decía que la lista cumple con un doble requisito; es decir, por un lado
es lista de distribución, lo que implica que los integrantes reciben toda la
información que instituciones y particulares envían al moderador, y por otro
lado foro de discusión por e-mail, donde hemos elegido la modalidad de
que los mensajes de todos llegan a todos. De esta forma el debate se va
ramificando de forma intensiva.
A veces, como una metáfora imperfecta, me gusta pensar la lista como un
Club Social, de esos de barrio o de pueblo. Hay parroquianos que están todo
el tiempo, otros que van de vez en cuando, los que están en la luna, los que-
rellantes, los conciliadores y el barman moderador, que paulatinamente va
conociendo el gusto de todos porque además de las tertulias, casi todos tienen
una comunicación personal con él. También están los socios que sólo pagan
la cuota y no aparecen nunca, y, ¿por qué no?, los socios de honor.

De esto sí se habla

El panorama ha sido extenso, sólo citaré algunos de los muchos temas


que se fueron desgranando.
Uno de los interrogantes era, es, ¿de qué se habla cuando se habla
de las éticas?
120
5 . Jorge Garaventa

Otro, ¿quién habla de las éticas?


La conformación de la lista es de psicólogas/os, médicas/os, aboga-
das/os, trabajadoras/es sociales, docentes, etc
Me vi confrontado a preguntarme si las éticas tenían dueño a partir de
una primera reacción de algunos miembros de algún colegio, asociación o
tribunal que sintieron que se les filtraban inorgánicamente en un terreno
que hasta ese momento consideraban propio y cuasi privado.
Ni hablar de la incomodidad producida cuando un integrante de la lista
desde el supuesto lugar de paciente interpeló a los profesionales. Hubo dos
consecuencias: un miembro de un tribunal de ética se retira de la lista por-
que no le parece ético discutir con pacientes cuestiones de la profesión.
Nace el primer mito: en esta lista se propicia la discusión entre psicólogos
y pacientes sobre cuestiones de la ética. Mito de corto vuelo, pues fue
transcendiendo en el medio la intensidad de los debates centrales.
Los intercambios que se fueron dando reflejan a menudo luchas de poder,
intentos de copamiento, de colocar un discurso hegemónico, es decir, nada
demasiado distinto a las cuestiones generales de la dinámica grupal.
Hay cuestiones insoslayables. La lista también funciona como un refle-
jo de la sociedad, y se discute con intensidad sobre los mismos temas; dis-
criminación, homosexualidad, abuso de menores, ocuparon páginas y días.
Para no defraudar a la sociología también se establecieron espacios for-
males: el público, general; e informales: sublistas paralelas, encuentros
personales, y, por qué no, romances.
El cuestionamiento ético aparece generalmente hacia el otro, muy pocas
veces como una pregunta por su actuar, pues, como dice Eva Giberti en
Introducción a la Deontología:

“Dado el escaso entrenamiento en este tema es habitual que los


egresados de las carreras de Psicología estén convencidos que su
proceder profesional es correcto y acorde con los principios de la
ética, debido a que ellos ‘se sienten éticos’ y porque no están infor-
mados acerca de la multiplicidad de éticas que es posible tener en
cuenta. Lo mismo puede suceder con otros profesionales.”

También la lista ha aparecido claramente como un lugar de disputas de


poder con intentos de copamiento a través de discursos hegemónicos, etc.
Todo esto, enriquecedor en sí mismo, da cuenta de un fenómeno tan
contradictorio como llamativo: la necesidad de los colegas de hablar del
tema junto a la confusión metodológica y teórica y la falta de formación sis-
temática sobre el mismo.

121
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

¿Cuándo hablo de cualquier cosa, estoy hablando de Éticas?


De esto, y del dato ineludible de que esto se desarrolla en Internet y gra-
cias a ella, da cuenta esta intervención.
Bien, este fue sólo un esbozo que apenas describe la realidad de listas
y foros. A quien tenga interés ya sea en saber más o inscribirse, puede
ingresar a mi página, www.jorgegaraventa.com.ar, y allí encontrará la forma
de llegar a estos espacios.
Una mañana, chequeando mensajes, recibo uno que interpreté como una
cadena en la que se denunciaba una situación de injusticia y persecución en
Santiago del Estero. Como una de las normas de la lista es que no se aceptan
cadenas, ni aún las solidarias, desestimé el mensaje. Una actitud de precau-
ción que siempre tengo es la de guardar los mensajes rechazados para volver
a leerlos en el consultorio y confirmar la validez o no de la medida.
Ignoraba que la relectura de ese mensaje no sólo iba a cambiar total-
mente la dinámica del foro sino que también iba a marcar claramente la
subjetividad de cada uno de los que participamos en todo lo que vendría.
Una decisión previa fue difícil, pues implicaba dar datos que permitían
con bastante certeza saber quien era la niña de la que se hablaba en esa
denuncia. Las familiares no tuvieron más remedio que hacerlo. Comprendí
y seguí el ejemplo.
Una niña había sido incestuada sistemáticamente por su padre y pese a las
evidencias y comprobables la Justicia insistía no sólo en la revinculación sino
en restablecer la normalidad de las visitas a la casa del padre, aunque los peri-
tos oficiales habían señalado el alto grado de probabilidad de que el abuso
hubiera continuado en las visitas luego de la separación de los cónyuges.
Este es el momento de aclarar que el padre biológico de la niña era un
miembro encumbrado del poder entonces gobernante en Santiago del Estero.
En un momento el juez decide levantar la medida cautelar y autorizar al
padre a retirar a la niña. El padre, en días previos había golpeado a su ex
mujer y a su ex suegra y había amenazado violentamente a una trabajado-
ra social del juzgado interviniente.
Enterada de esta actitud, la madre decide huir con sus hijas a Jujuy; el
juez la declara prófuga y ordena su captura.
Las fuerzas policiales que iniciaron la cacería eran conducidas, de hecho,
por el abusador. Una infidencia permite enterarse a los familiares de la niña
que el plan era asesinar a la madre con el pretexto de la resistencia y puesta
en peligro de las niñas, y es ahí donde se decide hacer una conferencia de
prensa denunciado la situación, responsabilizando al juez y a las autoridades
por la vida de las niñas y su madre, y se lanza la cadena de mensajes por
Internet. Mediante nuestra intervención, Clarín y Página/12 toman la noticia,

122
5 . Jorge Garaventa

que también publicó El Liberal de aquella provincia, lo cual, ante tanto movi-
miento público, obligó al juez a dar marcha atrás en las medidas.
Las niñas y su madre volvieron a Santiago, la medida cautelar siguió
vigente pero el expediente quedó paralizado. Era una espada de Damocles
sobre la cabeza de la niña y una evidente privación de justicia.
Nace entonces la red Vida Digna en Santiago del Estero, con la que
organizamos una primera actividad: una conferencia de prensa y una char-
la para profesionales en la provincia.
La conferencia de prensa tuvo mucha repercusión. Una frase penosamen-
te acertada que dije en ese momento fue el eslabón para la movida siguiente:
“...esperemos que no sea necesaria una María Soledad en Santiago del Estero
para ponernos de pie contra el abuso y la corrupción...” Dos meses después
eran asesinadas las adolescentes de la Dársena.
Junto a la red decidimos una serie de actividades que incluían cuestio-
nes políticas, profesionales-formativas, de género y de denuncia que cul-
minarían en conferencia de prensa, participación en la marcha de familia-
res de las jóvenes asesinadas y un psicodrama público.
La repercusión en los medios, en la Justicia y en la población en
general fue tal que no pocos santiagueños sostienen que fue un grano
más para la caída del poder de entonces. De hecho, nuestras denuncias
fueron incluidas tanto en el pedido como en las fundamentaciones de la
intervención a la provincia.
Lo que iba ocurriendo fue transmitido a diario al Foro, lo cual permitió
que muchos integrantes se sintieran partícipes de esas actividades.

Este es un ejemplo extremo, pero el mensaje que pretendo trasmitir es


que Internet es mucho más que un divertimento: es un instrumento que uti-
lizado con racionalidad demuestra una utilidad no totalmente explorada.
No se necesitan instrumentos sofisticados ni conocimientos avanzados.
Voluntad, metas claras y disciplina de trabajo suelen ser suficientes.
Recorro el mundo a diario desde la web con una computadora adquiri-
da hace 6 años y sin haber realizado jamás un curso de computación.

Finalizo entonces con algunos fragmentos de las Crónicas de la Movida:

La movida santiagueña.
La pre tarea

Fueron 17 hs manejando, en familia, pero con mucho tiempo también


para meditar y para seguir tomando conciencia sobre la importancia del

123
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

paso dado. Los correos llegados en los últimos dias proponiéndonos


tareas similares en otros lados son un estímulo para el camino elegido.
Veremos qué se puede hacer y qué propuesta se mantiene en el tiem-
po cuando ya esta reunión sea parte de nuestra historia.
La idea no es armar un circo andante sino difundir claramente un
mensaje que nos permita replantear algunas actitudes profesionales
y personales, nuestras y de los otros.
No hay una cruzada moral sino una reivindicación de los derechos
de las niñas, de los niños, los enfermos mentales, y de una praxis
profesional en función social. Para ello hay que estudiar y trabajar.
Es una ardua tarea de deconstrucción conceptual que no siempre se
está con ganas de emprender y sostener.
La llegada a Santiago nos enfrentó de inmediato con la prepotencia
policial: en la avenida principal un colectivo, en franca infracción nos
embiste rayando el coche de punta a punta pero sin daños en lo per-
sonal. Para nuestra sorpresa, un policía desciende del micro a incre-
parnos pese a la evidencia de que habíamos sido embestidos de
atrás y de costado, a la vista de los efectos en el coche y la mirada
de los testigos. Ante nuestra firmeza y la gente que empezaba mur-
murar alrededor el agente desiste de su actitud y nos dice que en
realidad se va a limitar a orientarnos los pasos a dar. No terminaba
allí la sorpresa: la principal línea de colectivos de la capital santia-
gueña no tiene seguro... Lo cierto es que ha sido un incidente menor
que no ha empañado las ganas de estar y de hacer.
No será fácil, hay mucho movimiento en muchos sectores de la
sociedad pero el patriarcado se mantiene intacto, sólo un poco reple-
gado, sólo eso. Si no se tiene en claro esta cuestión la ilusión y el
amargo choque con la realidad puede jugarnos una mala pasada.
Me voy, en un ratito Liliana Pauluzzi abre el juego en la Universidad
de Santiago del Estero hablando de anticoncepción de emergencia
ante grupos de investigación y profesionales de organismos públicos.
Nos seguimos leyendo. ¡Un abrazo!

Mujeres son las nuestras

El aplauso cerrado de un auditorio que había colmado la sala, y más,


fue una señal importante de la expectativa generada.
Liliana Pauluzzi, luego de la generosa presentación de Patricia
Canevari, nos había deleitado con dos horas de una conceptuosa

124
5 . Jorge Garaventa

charla donde se empezaba a instalar en Santiago del Estero el tema


de salud reproductiva en general y anticoncepción de emergencia en
particular. Docentes y alumnos de las carreras de Obstetricia,
Enfermería y Educación para la Salud no habían dejado un solo cen-
tímetro libre en la sala de la Universidad de Santiago del Estero.
Liliana contó los orígenes de la Casa de la Mujer, una ONG de
Rosario que creó en 1986 y que dirige.
Habló de los derechos sexuales y reproductivos, del atraso argentino
y latinoamericano, de la siempre presente confusión entre genitali-
dad y sexualidad.
Puso énfasis en que la anticoncepción no es, no debería ser un pro-
blema de la mujer, pero en general lo sigue siendo.
Pero la sorpresa fue que el método de anticoncepción de emer-
gencia que a duras penas empieza a difundirse en nuestro país
tiene... 30 años.
Este método, que la reacción quiere presentar como abortivo, es exclu-
sivamente de prevención, a tal punto que si hay un embarazo lo fija.
La posibilidad de que el tema empiece a andar está en relación con que
en mayo de 2003 se crea el Consorcio Argentino de Anticoncepción de
emergencia, que ella coordina.
Es una herramienta para prevenir el embarazo no deseado luego de
una relación sexual no protegida. Fundamental para las violaciones,
aseveró Liliana.
Para todo ello, una vez más se habló de uno de los principios de
nuestros foros: la capacitación de los efectores de salud en estos
temas.
Salimos contentos, la gente agradecida por una charla meticulosa,
pensada y con profundo contenido. Nuestro foro daba un paso más.
En un rato empezaremos en el Colegio de Psicólogos. Tal vez maña-
na nos leamos, aunque la actividad será sumamente intensa.
¡Un abrazo! ¡Gracias!

La reunión de Etica

No puedo negar que la emoción me estrujó el corazón, y que los san-


tiagueños me tienen con un nudo en la garganta todo el tiempo.
La charla de anoche era en el Colegio de Psicólogos, y era la reunión
mensual de Etica, que por primera vez salía de los consultorios.
El salón estaba en el primer piso.

125
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Cuando llegamos alguna gente en planta baja me hizo pensar que


algún interés efectivamente había. Nos fuimos abriendo paso en
las escaleras con gente que suponíamos iba subiendo y llegamos
al salón... ¡totalmente repleto! Respiré hondo y dije: a hacerse
cargo, además no estaba solo, y de a muchos somos más guapos.
Cuando anunciaron la presencia del padre de una de las niñas
asesinadas en la Dársena el aplauso doloroso nos invadió. Esa
presencia agudizaba el compromiso, y cualquier temor ante el
dolor de ese hombre era pequeño.
A la hora señalada Mingo Schiavoni, prestigioso periodista local
y colistero, arrancó con las presentaciones; Ada, en nombre de la
Red por una Cultura de la No Violencia, agradeció las presencias,
y un ratito después Enrique Stola se puso de pie y con su acos-
tumbrada claridad cautivó al público. Desfilaron por su exposi-
ción las relaciones de poder y las políticas de la infancia, la ide-
ología blanca, el poder judeo-cristiano en la Justicia y la impron-
ta de la religión en los velos con los que se intenta invisibilizar
los abusos a los niños.
Liliana Pauluzzi, que se definió como militante, hizo una prolija
exposición técnica y un minucioso análisis entre abuso y mujer,
arrancando con su experiencia en la Casa de la Mujer en 1986 y
arribando a la necesidad de implementar tareas de prevención, en
general inexistentes.
Luego habló el padre Mario Tenti, un sacerdote probadamente juga-
do en esta provincia por la causa de los pobres y de los niños dando
una reseña más que interesante sobre las características fundamen-
tales de la cultura santiagueña que propician esta realidad que se
está intentando modificar.
A mi turno, luego de contar de qué se tratan los foros y las listas me
ocupé de hablar de incesto paterno-filial. Los fundamentos teóricos,
casi en su totalidad fueron extraídos del texto de Eva Giberti, que
recomendé como de lectura ineludible, junto al del juez Rozansky,
entre quienes pretendan hablar con propiedad del tema.
Abordé el análisis de un caso de Santiago del Estero, que pese a las
contundentes pruebas sigue paralizado por la única razón de que el
presunto incestuador es familiar directo de la gobernadora provincial.
La angustia de los familiares, sentados en primera fila, no tardó
en ser la mía.
Y así fuimos cerrando. No sé si decir que nos fuimos felices, porque
hubo mucho dolor en el medio.

126
5 . Jorge Garaventa

El prolongado aplauso de la gente, los abrazos, las charlas de


pasillo, interminables, nos dieron un nuevo aval, y otra vez... más
compromiso.
Bien merecido nos tuvimos esta vez, creo, el vino y las empanadas con
que nos regalamos para cerrar la noche.
Caí como apaleado en la cama. Fue mucho para un solo día... Hoy a
la mañana tuvimos el consultorio abierto, pero de eso hablaremos en
otro mail... ¡Un abrazo!

Un silencio que se empieza a romper

La mañana de ayer no iba a ser tampoco mezquina en sorpresas,


emociones y satisfacciones.
La imponente construcción de la Universidad de Santiago del Estero
nos volvía a abrir sus puertas para el anunciado Consultorio Abierto
sobre abuso, incesto y maltrato infantil en general.
La primera sorpresa: una delegación de estudiantes de Medicina que
supusieron que el título era simbólico y que se trataba de un curso
que querían tomar... tuvieron su curso, nos turnamos y fuimos con-
tándoles nuestros pareceres. Les obsequiamos un CD con decenas
de artículos sobre el tema (que pronto estará a disposición de las lis-
tas). Se fueron contentos, nos quedamos contentos.
El consultorio donde se narran intimidades fue una muestra de lo
que no se habla, o en todo caso como se habla en Santiago sobre
estos temas.
De las muchas situaciones que escuchamos hubo una sola madre tra-
yendo un relato, ningún padre, algunas niñas, acompañados por psicó-
logas, trabajadoras sociales o integrantes de la red con autorizaciones
firmadas y muchos colegas ávidos de información y orientación.
¡¡¡Que no queden dudas!!! Si no hay información ni formación no es por
una cuestión de distancia sino de consecuencias del dominio patriarcal.
Las más modernas tribus spicoanalíticas ya han desembarcado sin
problemas en esta zona y también... cuándo no, la fundación que
promueve la revinculación a ultranza de los retoños con sus abusa-
dores. Pero pudimos, estoy seguro, reavivar la braza que había
encendido Eva Giberti hace unos años en su paso por aquí.
De los relatos... del horror al asombro; desde una hija abusada
por un padre familiar directo del poder, perseguida, amenazada y
con privación de justicia, hasta niños deficientes encadenados en

127
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

un galpón destinado a gallinero, y la niña de 14 años que, sedu-


cida por su abusador de casi 50, burló la consigna de quien la
acompañó para una vez a solas plantearme que necesitaba que le
muestre la forma de llegar a la Justicia para que autoricen la rela-
ción prohibida por su familia.
Sabemos que a la red le queda un paquete importante; sabemos que es
un desafío y que no los asusta, o al menos no los paraliza. Nada, sólo un
pequeño gesto. El abuso, el incesto, la paliza a los niños santiagueños es
un natural proceder por estas zonas... y por muchas otras.
Me quedo con la frase resignada de una niña de 6 años con la mirada
vacía por tanto dolor recibido en tan corta vida: Dios sabrá por qué nos
manda todo esto... Dios sabrá cuándo termina. ¡Un abrazo!

La basura debajo de la alfombra

Habíamos sido invitados a una mateada por la juventud del Pacará, el


barrio más humilde y marginal de Santiago del Estero.
Empezaron las advertencias: que no vayamos, que era peligroso, que
no llevemos nada de valor, que se entra pero no se sale, que con sólo
arrimarse la vida corría peligro, y que como mínimo te desnudan y
te desvalijan.
Obcecados hasta la médula, ahí llegamos, escoltados por Ada Albanesi
y Fernando Graray.
En la entrada de una modesta vivienda, con los pasillos y el patio de
tierra recién regado para recibir las vivitas nos espera Gladis, la
dueña de casa. Dios los bendiga, gracias por venir, nos dijo en una
natural humildad. Pasen, en el patio de atrás están mis hijos.
Alrededor de una mesa grande, con varios mates, azucarera y yer-
bera estaban sus hijos, es decir muchos jóvenes del barrio que tení-
an ganas de contarnos como ya lo habían hecho con la hermana del
presidente, con la CIDH y con Duhalde y Lanusse.
Percibimos que con nosotros era distinto, veníamos con Ada, una
mujer que pese a ser una blanca ya es parte de ellos por todo lo que
les ha venido demostrando.
El mate empezó a correr, una pila de chipacos recién amasados y
horneados allí hizo las delicias que no obstante no lograron suavizar
la laceración que producía el relato.
Nos dimos vuelta porque el murmullo de niñas a nuestras espaldas era
cada vez más invasivo. Ahí estaba Gladis y las madres humildes del

128
5 . Jorge Garaventa

Pacará dando la merienda a los 100 niños que asisten al comedor que
han armado. Sólo para 100, se lamenta Gladis; necesitamos para 200
pero no conseguimos. Es el castigo por no ser juaristas, agrega.
El otro comedor del barrio, solventado por la Iglesia, sólo acepta dos
miembros por familia en un barrio de proles numerosas. El Pacará
ha sido declarado por el gobierno responsable de los delitos que en
general comete la policía o sus protegidos. La humildad hace creíble
este mito creado para una provincia prejuiciosa, patriarcal y con
insalvables distancias de clase social.
Hasta la llegada de los enviados por el Gobierno nacional, la policía
custodiaba el barrio y no dejaba salir de allí a los jóvenes... ¿El peca-
do?: todos trabajaban en el Mercado de Abasto, hasta que el año pasa-
do se privatizó y los nuevos dueños decidieron que no querían a los
delincuentes de ese barrio, y a los delincuentes se les antojó pedir expli-
caciones, creerse por un momento que tenían derecho. 20 jóvenes del
barrio están alojados en el penal, la mayoría con causas armadas,
según constató la CIDH; en realidad, 19: uno no toleró la espera del
despertar santiagueño y se suicidó la semana pasada.
No obstante, el cerco sigue porque está en la cabeza de los santiague-
ños, de muchos, y ellos, por ende, no tienen derecho a circular.
Palizas y torturas son parte de la cotidianeidad. Ahora han cesado.
parece que tuvieran miedo, dicen, algo está pasando en la provincia.
La otra tortura sigue... ¿cómo llenar el día, qué hacer?; ¿el futu-
ro? ¿qué es eso?
De la cocina nos traen, ahora con confianza, a un niñito desnu-
trido que están recuperando. Es por él que se armó el lío el año
pasado, el que salió en todos los diarios. Lo tenemos escondido
porque, como no se puede hablar de desnutrición, vienen de
Salud Pública y se lo llevan y no nos dejan verlo. Ya ha pasado
con otros. Los secuestran.
Allí estábamos, en una provincia que oficialmente no tiene desnutri-
dos estábamos frente a uno de ellos. Tampoco hay analfabetismo.
Somos la basura, la lacra bajo la alfombra. Si conseguimos traba-
jo nos echan cuando saben que somos de acá. Dicen que nos dro-
gamos... a veces podemos, ni para eso tenemos. No hay peor tor-
tura que esperar que pase el día para que llegue otro igual.
Ahora parece que algo está cambiando pero... nosotros somos del
Pacará.
Un abrazo y un beso emocionado a cada uno fue la despedida.
Habíamos pasado la prueba de saborear el mate sin asco a la bom-

129
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

billa compartida. Nosotros salíamos con nuestro dolor en el corazón.


Ellos en la piel y el alma... tuvieron tiempo y ánimo de una ironía de
consciente a inconsciente, por si algo se había colado: alguien los va
a acompañar hasta la salida del barrio para que no los desnuden.
Sólo conté una parte de una experiencia muy fuerte.
Por la noche nos volvimos a abrazar en la marcha. Están en la
lucha desde el principio, y allí van con sus banderas, cuando pue-
den, porque a la noche tienen que volver solos y la verdadera
delincuencia, la policía santiagueña, los asedia, como la noche
siguiente a las visitas oficiales, que decenas de camionetas rode-
aron el barrio con armas largas en una actitud amenazante y des-
pués se fueron cuando se garantizaron el insomnio y la intranqui-
lidad del barrio; como cada vez que un blanco visita el barrio... tal
vez como esta noche. ¡Un abrazo!

La marcha, la palabra, el compromiso

De pronto estaba allí, en un lugar no buscado pero encontrado; los


santiagueños me daban un premio, compartir el dolor de tanta
muerte injusta.
Los reflectores de la televisión ardían en mi cara, los grabadores del
periodismo amenazaban, los flashes semejaban un macabro juego
de artificio.
Parecía que el corazón se iba a escapar por la garganta, el silencio y
la mirada de las 5.000 personas esperaban algo de lo que por un
momento me sentí incapaz. La mirada de Marty y su hija que espe-
ran justicia por el incesto sufrido me empezó a dar fuerza. Los
padres de las niñas asesinadas me escoltaban espectantes. Si ellos
estaban allí, si ellos pudieron, ¿cómo no iba a poder yo?
Buenas noches, dije... yo sólo soy un militante de la vida. Santiago
pegó el grito y aquí estamos, por las niñas asesinadas y por otras
muertes, por esa muerte cotidiana, en cuotas, que es el maltrato a
las niñas, el abuso sexual infantil, y el más aberrante de los delitos
que es el incesto paterno-filial, aquello de lo que los poderes, el
patriarcado, no quieren que se hable.
Santiago parece querer empezar a hablar, Santiago está en movi-
miento. Esta marcha es parte del árbol de la vida, este es uno de sus
brotes que quiere ser flor. Y como leí en un paredón en Buenos Aires:
se podrá arrancar una flor, dos flores, muchas flores... pero ya no

130
5 . Jorge Garaventa

podrán detener la primavera.


Ya no escuchaba nada, apenas podía ver... los padres de Leyla y
Patricia me abrazaban emocionados agradeciéndome por estar allí. No
comprendía. Desde su dolor me regalaban una experiencia luego de la
cual muchas cosas ya no serán iguales para mí. Me dejé abrazar y abra-
cé, a muchos, ya no sé a quiénes porque ya no veía nada; ahora sí mis
estrategias para eludir el llanto necesario habían sido derrotadas.
Atrás habían quedado las cuadras y cuadras recorridas de la mano
con Pilar y sus asombrados ojos de poco menos de cinco años.
Adelante... el compromiso. ¡Un abrazo!

El psicodrama en la plaza
y un hasta pronto esperando

Hoy a la mañana, frío y sol. Casi en el mismo lugar donde anoche


cerramos la marcha número 28 por la Verdad y la Justicia, con la
Catedral, la Jefatura de Policía y la Casa de Gobierno como límite.
Mucha, mucha gente deambulando por el paseo público. Allí está-
bamos nosotros, coordinados esta vez por Enrique Stola, para inten-
tar la versión santiagueña del Psicodrama de los Pueblos. Y la gente
dijo presente desde una asombrosa transversalidad, desde el rector
de la Universidad de Santiago del Estero hasta aquella campesina o
el joven ex adicto que quería decir lo suyo.
La consigna no dejaba lugar a muchas fintas... ¿Por qué estoy mal
y por qué estoy bien en Santiago del Estero?
No hubo que esperar demasiado, la gente empezó a hablar y no hubo
distingos entre quienes llegaron convocados y los muchos que espon-
táneamente se plegaron. Estoy mal por... pero ahora tengo esperanzas,
ahora tengo esperanzas, AHORA TENGO ESPERANZAS...
Enrique tomó una escena del antes y el ahora, la cabeza gacha del
antes y el pecho erguido del ahora... Y no había militantes, era la
gente común que mostraba el corazón indisciplinado por el cansan-
cio ante tanta arbitrariedad, tanta corruptela... tanta sumisión.
Hubo un final esperanzador no por consigna psicodramática sino
porque Santiago hay esperanza y es esperanza.
Los medios, la televisión, los diarios, la radio nos requerían a cada
momento. Todavía con la inocencia de que esta movida es nuestra,
cuando en realidad se mueven allí, en cada uno de ellos, las ganas
de una vida digna, al menos en los muchos que no la tienen.

131
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Hasta aquí la movida santiagueña. Gracias a ustedes por seguir


estas crónicas, por soportar los mensajes repetidos, porque por
unos días se frenó otra información. Les puedo asegurar que valió
la pena, que los foros valen la pena, que ustedes lo valen y que
cuando se tiene un sueño, con trabajo, con ganas, con amor, ese
sueño es posible.
Gracias Ada, Fernando, Mingo y toda la Red por una Cultura por la
No Violencia en Santiago del Estero; gracias Enrique, gracias Liliana.
Nos leemos mañana en Bs. As. ¡Un fuerte abrazo!

132
5 . Jorge Garaventa

Bibliografía

Curso: “Los malos tratos y los abusos contra niñas, niños y adolescentes”
-CD-. Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. 2003.
FERNANDEZ, Eduardo. De los malos tratos en la niñez y otras crueldades.
Editorial Lumen. 2002.
GARAVENTA, Jorge. Niñez y sufrimiento en la sociedad del siglo XXI. 2003.
——. Ética y psicología. De una iniciativa individual a un movimiento colec-
tivo. 2001.
GIBERTI, Eva; LAMBERTI, Silvio; VIAR, Juan; YANTORNO, Noemí. Incesto
paterno-filiar. Una visión multidisciplinaria. Editorial Universidad. 1998.
MONZON, Isabel. La violencia de la desmentida.
ROZANSKY, Carlos. Abuso sexual infantil, ¿denunciar o silenciar? Ediciones
B Argentina. 2003.

Distintos trabajos y crónicas: www.jorgegaraventa.com.ar

133
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

134
6

El abuso sexual infantil:


abordaje desde
el Trabajo Social

Lic. Carmen Frías

Licenciada en Servicio Social, con especialización en Trabajo Social psiquiátrico. Psicóloga Social. Ex docente de
la UBA en la Carrera de Trabajo Social. Docente de la Capacitación en el Fuero de Familia en temas de familia,
infancia y problemática sobre maltrato y ASI en la Unión de Empleados de la Justicia Nacional. Asistente Social
durante 16 años en Defensoría Pública de Menores e Incapaces, con especificidad en problemática de violencia
familiar y maltrato infantil. Ex-coordinadora de la Unidad de Intervenciones Especiales en el Consejo de los De-
rechos de Niños, Niñas y Adolescentes, GCABA. Autora de artículos sobre infancia y exclusión en la Revista de
Ciencias Sociales de la UBA; así como en la revista del Consejo Profesional de Servicio Social Colaboradora en
el libro Infancia, vulneración de derechos e intervención en la urgencia. Actualmente Directora general de In-
fancia y Adolescencia de la Secretaría de Desarrollo Social del GCABA.

Uno de los temas importantes cuando uno habla del abordaje desde
el Trabajo Social sobre la problemática del abuso sexual infantil es la ne-
cesidad de la interdisciplina en los equipos. Personalmente, hace mu-
chos años que ejerzo mi muy querida profesión de trabajadora social, y
creo que realmente no se puede abordar ninguna temática sin la presen-
cia de la interdisciplina, pero, me parece que específicamente cuando
estamos trabajando con temáticas concernientes a maltrato infantil y
abuso sexual infantil, la interdisciplina es uno de los pilares absoluta-
mente fundamentales para que el trabajo sea correcto, para que el abor-

135
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

daje sea un abordaje que contemple muchas miradas y no la de una so-


la profesión, porque en casi todos los abordajes una sola mirada termi-
na dogmatizando las intervenciones profesionales.
Diferentes miradas lo que pueden permitir es la posibilidad de un con-
senso en los abordajes profesionales y una intervención que contemple las
diferentes aristas que las situaciones que se presentan a lo largo de la vi-
da, y sobre todo en estas situaciones profundamente dolorosas, implican;
por eso me parece que como trabajadora social la primera apuesta es el
abordaje interdisciplinario.
Por otro lado, la temática del abuso sexual infantil y del maltrato in-
fantil, digamos, no es que se haya convertido en una de mis especialida-
des porque es una temática profundamente dolorosa y que tiene un im-
pacto también muy doloroso en los profesionales que lo trabajamos, sino
porque realmente en los lugares donde yo me he desempeñado como tra-
bajadora social fueron lugares donde se empezó a abrir esta temática, y
no siempre de una manera que fuera de contención y de una clara escu-
cha hacia las víctimas. Eso hizo que yo personalmente me repensara, y
varios colegas también, en función de cómo teníamos que estar dispues-
tos a trabajar con esta temática y nos reuniéramos con la gente que ya
había empezado a trabajar, psicólogos, psiquiatras; y yo quiero agradecer
porque siempre tuve realmente un muy buen recibimiento, una muy bue-
na contención y una socialización del conocimiento sin ningún tipo de
egoísmo de aquellas personas que estaban empezando a despuntar esta
temática en los servicios hospitalarios del Gobierno de la Ciudad de Bue-
nos Aires, en los centros de atención integral de la mujer, y me parece
que este es un reconocimiento válido y me complace hacerlo.
Pero también el reconocimiento fundamental para los que trabajamos
esta temática y que me parece que es fundante para que podamos hablar
de esto, es el reconocimiento a los trabajos sobre género y a los estudios
de la mujer. Yo creo que si no se hubiera empezado a trabajar la temáti-
ca de género profundamente y no se hubieran, valga la redundancia, pro-
fundizado los estudios sobre mujer, no se habría podido dar cuenta de las
desigualdades existentes que impone la cultura del patriarcado, motivo
por el cual no habrían salido a la luz ni se habrían develado las situacio-
nes que quedaban encerradas dentro del ámbito doméstico, ámbito que
por esta misma cultura patriarcal era imposible que se abriera a otras mi-
radas; con lo cual las peores de las situaciones podían continuar suce-
diendo, encerradas tras los muros de una casa y disimuladas en lo que
supuestamente son los modelos ideales de familia. Si realmente los estu-
dios sobre género no nos hubieran abierto un camino que ya no tiene re-

136
6 . Carmen Frías

torno, pese a los contraataques que cada tanto tenemos los que trabaja-
mos la temática de maltrato y abuso sexual.
Por eso me parece que esta posibilidad de que todo aquello que fue in-
visibilizado por siglos de dominación pudiera abrirse a partir de los estu-
dios y las investigaciones sobre género, a los que trabajamos la temática
de abuso sexual nos permitió tener andariveles más seguros por los cuales
caminar y por los cuales poder implementar distintas estrategias de abor-
daje de esas situaciones.
Yo creo que uno de los problemas por los cuales esta posibilidad de
acercarnos a la temática del abuso sexual y del maltrato tuvo un costo
muy importante y significativo. Aún hoy lo es, porque este acercamien-
to deja al desnudo que uno de los grandes mitos occidentales y cristia-
nos, esto es, la familia, no siempre es un lugar privilegiado de paz, bie-
nestar y afecto. Esta imagen idílica, sumamente idílica y mentirosa, qui-
zás muchas veces retardó... es más, yo creo que aún hoy con diversos
movimientos impide un acercamiento y tratamiento adecuado a las víc-
timas, sobre todo, y esto lo digo con un estricto conocimiento de causa
(valga la palabra), en ámbitos judiciales.
La familia es una organización, y es una organización que por la mis-
ma interacción de sus miembros tiende a ser generadora de conflictos;
no siempre los conflictos que se desarrollan en el ámbito familiar devie-
nen en situaciones de maltrato infantil o en situaciones de abuso sexual
infantil, pero algunas veces sí, y me parece que esto, partir de que mu-
chas de estas situaciones se dan dentro de las familias, implica el pri-
mer reconocimiento para hacer un abordaje adecuado. La impronta del
patriarcado hace que las familias se organicen de acuerdo a las jerar-
quías de poder que son absolutamente desiguales y a partir de las cua-
les en muchas ocasiones se naturalizan las situaciones de violencia, do-
minación, la creencia de que los hijos son propiedad privada de los pa-
dres, lo cual implica que cada uno hace con la propiedad privada lo que
cree que puede y tiene ganas de hacer.
No todas las familias asumen este modelo familiar; o sea, yo no es-
toy acá “tirando abajo la institución familiar” y diciendo que todas las fa-
milias son perturbadoras y que la interacción en todas las familias es a
partir de vínculos perversos; de ninguna manera; pero hay familias que
sí tienen este tipo de interacción vincular entre sus miembros. Hay mu-
chas familias que creen que éste es el único modelo de familia, y es un
modelo que cierra y se cierra permanentemente al afuera y que es pro-
fundamente patriarcal y autoritario.
Como el tema de mi charla con ustedes es el abordaje de estas situacio-

137
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

nes de abuso sexual infantil desde el Trabajo Social, me parece que resulta
necesario echar una mirada, aunque sea cortita, sobre esta disciplina.
En este salón me he encontrado con varias colegas, con lo cual me
parece que se impone una reflexión acerca del Trabajo Social. Es una ca-
rrera apasionante, pero yo, que personalmente volvería a elegirla, sos-
tengo que ha tenido varios defectos de nacimiento en nuestro país y en
varios países de nuestra América Latina que, sin embargo, se pudieron
embarcar antes que nosotros en una profunda reconceptualización de lo
que la carrera significó. Digo, esta profesión ha sido heredera directa y
muchas veces entusiasta de determinadas actitudes y accionares de las
damas de beneficencia.
Aparte, ha sido una carrera marcadamente femenina, pero femenina
en lo que los estereotipos de la femineidad consideran. Una, para ser
trabajadora social tenía que ser buena, tenía que tener una vocación de
servicio permanente, tenía que ser amante de los niños, tenía que ser
una profunda defensora de la familia... y yo acá quiero hacer hincapié:
una profunda defensora de la familia, pero de la familia como célula bá-
sica de la sociedad y con una tendencia a que se estereotipara en ese
modelo que era un único modelo que surgía de las clases dominantes y
que no se podía cuestionar. Esta actitud de defensa de la familia impli-
caba que las trabajadoras sociales —ya que hasta ese momento era una
carrera con marcada mayoría femenina en sus aulas— fueran defenso-
ras de un modelo de familia, no de los diferentes modelos de familia que
existen, porque por ejemplo, y con la impronta que marcaban las carac-
terísticas heredadas de ciertas actitudes benéficas y absolutamente sal-
víficas, en todo caso, con una actitud sumamente mesiánica cuando ha-
bía modelos familiares, que generalmente se daban en clases sociales
desfavorecidas, que contradecían el modelo social imperante; las traba-
jadoras sociales o las asistentes sociales, según las denominaciones de
las épocas, corrían a salvar a esos niños o niñas que estaban inmersos
en esas familias que no les resultaban favorecedoras.
Por eso me parece que hay como una marca de nacimiento, pese a que
este ejercicio benéfico de la profesión giró en un momento a un tecnicismo
muy imbuido de paradigmas desarrollistas y con una importación de deter-
minados modelos de intervención, como en tantas otras profesiones en de-
terminada época histórica nuestra. Yo estaba releyendo algunos autores y,
por ejemplo, uno que los trabajadores sociales han conocido, porque histó-
ricamente, sobre todo a los de mi generación, se les imponía como lectura
obligatoria para aprobar algunas materias, un trabajador social yanqui, Ha-
milton, planteaba que el Trabajo Social como método, en todo caso, lo que

138
6 . Carmen Frías

tenía que hacer era no modificar las situaciones del contexto social en el
cual se desarrollaban los seres humanos y en todo caso promocionar, si se
podía, a los seres humanos sufrientes; pero lo que sí era una opción clara
del Trabajo Social era que, aquellas personas que tenían alguna molestia o
que tenían algún problema con el entorno se pudieran adaptar a este en-
torno. Me parece que éste es uno de los karmas, permítanme la palabra,
que nuestra profesión aún continúa arrastrando en algunos terrenos, y por
esto traigo a colación esta breve reseña histórica de los costados más ne-
fastos de esta profesión, que inciden profundamente en los abordajes des-
de el Trabajo Social en las situaciones de abuso sexual infantil.
A pesar de estas falencias que he contado respecto del Trabajo Social,
se ha transitado un largo camino en la profesión y ha crecido de una ma-
nera muy importante y muy intensa la rigurosidad académica. Tenemos
nuevas generaciones de trabajadores sociales que tienen una currícula
mucho más amplia que la que teníamos nosotros, que tienen una mira-
da mucho más desprejuiciada que la que tuvimos nosotros, y que están
menos marcados por estas herencias. Pero en el tema que a nosotros nos
convoca, incluso con los profesionales que se han recibido, que se han
formado hace poco, me parece que las situaciones de abuso sexual in-
fantil por la densidad que poseen, despiertan en todos nosotros algo que
tiene que ver con el orden del horror, de tener ante nosotros, en estas ins-
tituciones en las cuales se supone que todo tiene que ser armonioso, ma-
ravilloso, como la familia, como la escuela, como los lugares donde los
chicos y las chicas tienen que estar cuidados, la aparición de lo sinies-
tro, que es aquello que cotidianamente no nos asombra pero que de re-
pente en algún momento se termina convirtiendo en algo muy horroroso;
a veces produce situaciones de paralización y entonces uno, para no es-
tar paralizado, recurre a aquellas viejas y habituales conductas que lo
sostenían y que medianamente lo defendían, y eso a veces produce inter-
venciones nefastas desde el punto de vista del Trabajo Social en el abor-
daje de las situaciones de abuso sexual infantil.
Me parece que la aparición de estas situaciones que paralizan lo que
produce es que no se pueda interpelar correctamente a estas familias o si-
tuaciones familiares o no familiares, situaciones con conocidos de la fami-
lia digamos; como que no se puede interpelar de manera correcta todo
aquello que implican las situaciones de desigualdad o las situaciones de
vulnerabilidad en las que se encuentran los niños y las niñas que se ven in-
mersos en situaciones abusivas, porque no se pueden realmente poner en
juego los mecanismos profesionales para que las intervenciones sean co-
rrectas, ya que no se puede interpelar al horror.

139
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Por eso insisto, y en ese sentido soy un poco monotemática, en que


se necesita y se tendría incluso que exigir que todos aquellos profesio-
nales que trabajan con la temática del abuso sexual infantil (y acá am-
plío el campo, no únicamente los profesionales de Trabajo Social), tie-
nen que estar capacitados. Es una temática con la cual no todo el mun-
do puede trabajar o no todo el mundo puede poner en juego su fortale-
za psíquica, y me parece que eso se tiene que tener en cuenta, porque
intervenciones desacertadas vulneran a los chicos y las chicas que es-
tán en esta situación. Las consecuencias del abuso sexual infantil, emo-
cional y físicamente, son absolutamente dañinas y uno las puede encon-
trar y los psicoanalistas las encuentran en sus consultorios 20 ó 30 años
después de los hechos, en las terapias de las personas que han sido
abusadas. Entonces me parece que también —y esto forma parte de un
abordaje crítico de la profesión que uno decide ejercer— tiene que ha-
ber un profundo reconocimiento de hasta dónde uno puede enfrentarse
con esta temática y si uno puede y piensa que puede darle para adelan-
te. Lo que hay que hacer en forma inmediata es capacitarse.
El abuso sexual de un niño y de una niña no suele ser un hecho ais-
lado, necesita un proceso de participación entre la víctima y el victima-
rio, donde el niño y la niña, por su condición de vulnerabilidad frente a
un adulto, siempre pierde, sufre intensos sentimientos de aniquilación,
sentimientos de culpa, sensación de un daño corporal muy grande, ya
que su cuerpo es usado permanentemente en contra de sus propios de-
seos. Comienza con síntomas de retraimiento, con un bajo rendimiento
en la escuela o, por el contrario, con una especie de disposición nada
más que a la tarea escolar como una manera de defenderse y crear ba-
rreras que lo aíslen de ese dolor persistente que está sufriendo por ser
abusado y humillado, y presentando en algunas ocasiones conductas hi-
persexualizadas para su edad.
Esta somera descripción de la devastación que el abuso sexual infantil
produce en los niños yo querría completarla con una de las definiciones de
Schechter sobre el abuso sexual infantil: “Se define al abuso sexual infantil
como la participación de niños dependientes o de desarrollo inmaduro y
adolescentes en actividades sexuales que no son capaces de comprender ni
de prestar consentimiento o que violan los tabúes sociales de los roles fa-
miliares”. Asimismo, en el libro Abuso sexual de niños de Glaser y Frosh se
relata que “es evidente que el abuso sexual en los chicos y chicas, sobre
todo en las chicas norteamericanas, es tan común, que para muchas niñas
es parte normal de su crecimiento”. Esta aseveración, basada en las inves-
tigaciones sobre las niñas norteamericanas, me permite atreverme a trazar

140
6 . Carmen Frías

la hipótesis de que si nosotros realizáramos una investigación con nuestras


niñas y nuestras adolescentes, obtendríamos resultados similares.
No hay investigaciones aún, con toda la seriedad que este tema recla-
ma, en la Argentina; no contamos con datos estadísticos fehacientes para
que podamos observar la magnitud del problema que los que trabajamos
cara a cara con este problema intuimos.
Me parece que es una problemática que tiene una incidencia mucho
mayor de la que nosotros suponemos, porque los mecanismos de nega-
ción cuidan nuestro aparato psíquico, por lo cual uno tiende a pensar que
no son tantas las situaciones de abuso sexual infantil, pero en realidad sí
son muchas. Me parece que un arma fundamental para que se puedan
armar políticas sociales frente a esto que es tan devastador para la psi-
quis y el cuerpo de un niño o niña, implica también tener los elementos
con los cuales demostrar que el problema es éste, el problema está acá,
ésta es la cantidad con la que nosotros estamos trabajando, esta es la
cantidad de situaciones abusivas que se pueden prevenir y considero
que esto merece realmente una seria investigación sobre el tema.
Pienso que es importante decir lo que los autores nombrados manifies-
tan sobre la vulnerabilidad e indefensión que las experiencias abusivas en
la infancia producen en las mujeres adultas, lo que lleva a éstas a ser
más vulnerables ante hombres sexualmente explotadores y a poseer po-
ca capacidad de proteger a sus hijos en situaciones abusivas; o sea que
estas situaciones de abuso sexual infantil se siguen perpetuando, es co-
mo algo infinito en donde no termina de producirse un corte para poder
dar con la reparación adecuada. Esta también es una situación de suma
preocupación para los que trabajamos en el tema.
Volviendo a esta confluencia del abuso sexual infantil, que es lo que nos
convoca, con el rol de trabajador social, yo creo que el trabajador social en
sus intervenciones posee un encuadre institucional que remite a la institu-
ción en la cual se desempeña, y que generalmente es el encuadre institu-
cional que pauta horarios de atención, modalidad de intervención, si se rea-
lizan entrevistas de admisión, si se realizan en forma conjunta con el resto
del equipo, cómo se hacen las derivaciones de casos, etc.
Todos los trabajadores sociales que ejercemos en instituciones sabemos
lo que significa el encuadre institucional. Pero también debemos tener, en
mi opinión, un modelo de encuadre incorporado para las intervenciones.
Este encuadre “mental”, por así llamarlo, que en rigor de verdad, para mí,
tiene que ver con la aptitud psicológica que el trabajador social debe tener,
implica las siguientes condiciones:

141
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

• tener la posibilidad concreta de desembarazarse de ideas pre-


concebidas,
• tener interés en investigar,
• tener la posibilidad de escuchar y de esperar a que el otro hable y
no avasallarlo con preguntas y con una indagatoria,
• tomar en serio lo que escucha (esto en el tema del abuso sexual in-
fantil es absolutamente importante, y ya que estamos trabajando la
temática de niños y adolescentes, tomar en serio lo que se escucha
es nada más y nada menos que poner en acción el artículo 12 de la
Convención Internacional de los Derechos del Niño),
• sentir como necesario el trabajo interdisciplinario (y con esto vuel-
vo a lo que les decía al comienzo de mi intervención, el trabajo in-
terdisciplinario es algo fundamental en el abordaje del abuso se-
xual infantil), y
• tener en claro que el encuadre mental de un trabajador social debe
ser la realización de diagnósticos sociales y no psicológicos, para los
cuales no está habilitado.

Con relación a esto, ustedes dirán, sobre todo los que no son traba-
jadores sociales, que parece una verdad de Perogrullo, pero yo les ase-
guro que no es así, que esto es un deslizamiento que fácilmente se pro-
duce en los trabajadores sociales, sobre todo desde que cundió en el gre-
mio la posibilidad de convertirse casi mágicamente, diría yo, con un esti-
lo de “cursos Ilvem” —y perdónenme la ironía, porque son ironías dolo-
rosas porque implican la autocrítica y la crítica a la profesión que uno
ha elegido—, en terapeutas familiares, y produjeron situaciones absolu-
tamente iatrogénicas con sus intervenciones, realizando diagnósticos
que no eran diagnósticos sociales. Algo que recuerdo porque lo trabajé
muchísimo con un grupo de trabajadores sociales con los cuales tuve un
curso de capacitación, es que el trabajador social a veces ignora, y a ve-
ces no, el poder que tiene un informe social y el diagnóstico que emana
de ese informe social sobre todo en los ámbitos de la Justicia donde hay
trabajadores sociales.
Yo voy a hablar de un fuero que conozco muchísimo, que el es fuero
civil de familia; allí el informe del trabajador social es el que de alguna
manera direcciona bastante las resoluciones que luego toman los jueces,
no sólo en la temática del abuso sexual infantil o en la temática del mal-
trato infantil, sino también en la de la adopción, en la de los problemas
de tenencia, los regímenes de visita; con lo cual es un arma de muchí-
simo poder. Esto implica que uno tiene que tener un concepto absoluta-

142
6 . Carmen Frías

mente teñido de ética respecto de lo que está informando y lo que está


diagnosticando, por eso les digo que no es una verdad de Perogrullo lo
que estoy planteando: que los trabajadores sociales cuando hacen diag-
nóstico tienen que hacer un diagnóstico social y no un diagnóstico psi-
cológico o dar indicaciones terapéuticas acerca del tratamiento familiar
correspondiente o no.
Es real que cuando el/la trabajadora social se enfrentan, por el lugar de
trabajo en el cual desarrollan su profesión, a las situaciones devastadoras
de abuso sexual infantil y no cuentan con la capacitación adecuada, como
decíamos anteriormente, pueden reaccionar, como salvaguarda ante el ho-
rror que se despliega ante ellos, con una negación a lo que escuchan, con
una descalificación de lo que los niños están contando, con un “no creer”;
y acá tengo un concepto de Eva Giberti cuando ella habla de la “indiferen-
cia resistencial”, que realmente salvaguarda a los profesionales del Trabajo
Social que están interviniendo allí, pero que deja librados a lo que pueda
pasar a los sujetos de la intervención profesional.
Pienso que esto remite a lo difícil que resulta aceptar estas situaciones
abusivas y que ellas además se develen, y al develarse dejen expuestas lo
que, parafraseando a una amiga mía, Irene Intebi, que le puso este título
muy acertado a su libro sobre abuso sexual infantil, “Sucede en las mejo-
res familias”. Para nosotros que siempre hablamos de políticas transversa-
les cuando nos referimos a las políticas que atraviesan todos los actores de
la política pública, yo diría, analogando, que el abuso sexual infantil una de
las características que tiene es la transversalidad, porque no elige grupos
sociales, no discrimina al respecto y se da en todas las clases socioeconó-
micas y en todos los niveles educativos.
Otro aspecto, que a mí en mi rol profesional de trabajadora social me
preocupa muchísimo y que me resulta ineludible plantear cuando hablo
del tema relacionado con el abuso sexual infantil, es el retroceso que el
tratamiento de las situaciones de abuso sexual infantil ha sufrido en los
ámbitos de la Justicia. Desde la publicación de un malhadado artículo
en septiembre de 2000 en el diario La Ley, se han minimizado las de-
nuncias sobre abuso sexual infantil, se ha desconfiado implacablemen-
te de los relatos de las víctimas; al no creer en el relato de las víctimas,
nuevamente, y van infinita cantidad de veces, se vulnera la Convención
Internacional de los Derechos del Niño, porque los chicos y las chicas
son las víctimas que están relatando, a un inmenso costo emocional, las
situaciones abusivas que han sufrido.
Obviamente, se ha intentado estigmatizar a los profesionales que traba-
jamos la temática. Yo creo que esto es ni más ni menos que un contraata-

143
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

que del patriarcado, ya que la reacción, y esto lo tenemos que tener en


cuenta, siempre contraataca desde varios frentes, y esto ha causado una
reacción en cadena, y lo digo nuevamente con una dolorosa ironía: mis co-
legas trabajadores sociales del ámbito de la Justicia han asumido, casi sin
excepciones o salvo maravillosas excepciones, un rol de “cruzadas” frente
a esta situación de descalificar los relatos de las víctimas y de sospechar
de los profesionales que trabajamos en esta temática.
En el ámbito judicial en estos momentos, pareciera que los niños víc-
timas del abuso sexual infantil manifestaran ante los profesionales del
Trabajo Social que los escuchan, relatos fantasiosos, que generalmente,
en la opinión de mis colegas, están inducidos por sus madres, que in-
tentan por esto mismo evitar que los chicos tengan padre, con lo cual lo
que se intenta en realidad es destruir la familia occidental y cristiana...
y así continua la seguidilla de argumentos que de última lo que hacen
es obturar la posibilidad de que un niño o una niña que es abusado/a se-
xualmente pueda tener el tratamiento que le corresponde, pueda volver
a usufructuar los derechos que le corresponden y que le han sido vulne-
rados. Por lo cual, e ignorando la importancia que tiene el informe so-
cial en los expedientes, al minimizar los relatos de las víctimas, lo que
hacen es banalizar el mal, ni más ni menos; y arman un puente de pla-
ta para lo que pareciera ser la panacea, para que la familia “tradicional”
vuelva a ser feliz, pese a los abusos, las violencias domésticas, etc. Y
esto es la teoría de la revinculación a ultranza.
Yo no quería dejar de referirme a esto porque me parece que es una
avanzada que no podemos dejar pasar por alto; en estos momentos se
está teorizando en base a situaciones absolutamente dogmáticas, en ba-
se a bibliografía que los profesionales serios y los investigadores y estu-
diosos serios ya han tenido posibilidad de desmitificar, pero se sigue in-
sistiendo con el tema de la revinculación. Lamentablemente muchos de
mis colegas trabajadores sociales parecen expertos revinculadores. Aun-
que el niño/a víctima verbalice su negativa, ya que si lo dice es absolu-
tamente probable, según los “revinculadores”, que sea por influencia de
la mamá, con lo cual llegamos a la conclusión de que los chicos son to-
dos tontos o que los chicos son “programables” como video caseteras,
que realmente no pueden expresarse por sí mismos, lo cual de última lo
que hace es desbaratar todo aquello que en otras ocasiones esos mis-
mos profesionales plantean, con respecto al respeto a ultranza también
de las Convenciones Internacionales, etc., etc.
No es únicamente que no crean en lo que los chicos dicen porque es-
tán influidos por las mamás, sino que, aunque los psicodiagnósticos indi-

144
6 . Carmen Frías

quen lo negativo de la revinculación, muchos de los informes sociales sos-


tienen, con argumentos falaces basados en la necesidad de la permanen-
cia de un modelo familiar único, en que la revinculación es necesaria y be-
neficiosa. La pregunta que no se responde es ¿para quién es necesaria la
revinculación? y ¿para quién es beneficiosa la revinculación? Es así como
un instrumento diagnóstico fundamental, que acompaña la intervención
profesional del Trabajo Social, termina resultando funcional a intereses aje-
nos a los intereses de los niños involucrados en terribles situaciones de su-
frimiento por haber sido víctimas de abuso sexual.
Me gustaría, al margen del intercambio que podamos tener, contar
dos situaciones en las que tuve intervención directa como trabajadora
social, dos situaciones ligadas a la temática que estamos trabajando en
el día de hoy. Una de las cosas que yo creo es parte fundamental de las
situaciones de aprendizaje es que uno no tiene por qué contar sólo aque-
llos casos en los cuales ha intervenido y que han contado con un bro-
che final; me parece que se aprende también de aquellas situaciones
profesionales en las cuales uno ha cometido equivocaciones, para poder
plantearse cómo no volver a cometerlas.
En los dos casos que compartiré con ustedes las víctimas son dos ni-
ñas, y esto es un dato estadístico importante: la mayor parte de las víc-
timas del abuso sexual infantil son niñas. Estas dos niñas fueron vícti-
mas de abuso sexual; yo tuve intervención directa como trabajadora so-
cial y de los muchos casos en los cuales una interviene, en los cuales
hay una variación importante entre situaciones más o menos comprome-
tedoras de abuso sexual, más o menos comprometedoras de maltrato in-
fantil, en realidad, estos fueron los que más me resonaron; podemos ha-
blar de infinidad de casos y podemos hacerlo si ustedes quieren, si es-
tos casos no satisfacen la expectativa de lo que estamos trabajando, pe-
ro éstos me resonaron porque fueron dos casos... yo diría paradigmáti-
cos, ya que se pueden desarrollar dos modelos de intervención absolu-
tamente diferentes. En uno de los casos el modelo de intervención no
tuvo en cuenta de ninguna manera los intereses de la niña involucrada,
y en la otra situación sí se tuvieron en cuenta y, lo que es importante y
me parece fundamental recalcar, se pudieron utilizar los instrumentos
legales: la Convención Internacional de los Derechos del Niño y la Ley
114, que dan un encuadre absolutamente garantista.
El primer caso pone de manifiesto cómo los prejuicios y ciertos mi-
tos sobre las familias impiden la adecuada protección de los niños; y el
segundo, cómo la posibilidad de una escucha atenta y la indagación
acerca de los referentes comunitarios cercanos a la niña, así como la in-

145
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

tervención de una defensoría zonal que conocía a la comunidad y sus re-


cursos y que se movilizó ante la situación, evitó que se produjeran situa-
ciones de revictimización.
Les cuento suscintamente el primer caso.
En este primer caso hay una mamá cuya inicial es M, 35 años, profe-
sional, separada y en pleno trámite de divorcio del señor T, con el que tie-
ne una hija de 5 años. La hija, G, de 5 años, concurre a un jardín de in-
fantes privado para niños con dificultades auditivas. Vive con su mamá, la
Sra. M, y visita a su papá todos los fines de semana.
El papá, el señor T, 40 años, médico, separado de M, acepta de mala
gana el trámite de divorcio ya que en su familia, la familia paterna, “nadie
se separa”. A lo largo de un divorcio muy peleado, muy controvertido, sur-
ge el tema de alimentos. El Sr. T considera que su ex mujer gana mucho
con su profesión y que él en todo caso no ha pedido el divorcio porque lo
que desea para su hija “pobrecita”, dice él, que ya tiene “una discapaci-
dad” (la chiquita tiene un problema de hipoacusia)... lo que él desea para
esa “pobrecita” hija que ya tiene una discapacidad es una “familia como
todas”, una familia normal.
Se abre entonces un nuevo expediente judicial por alimentos, con ingre-
dientes de suma litigiosidad. Continúa, pese a la situación de litigio, el ré-
gimen de visitas. En una de las ocasiones en que G vuelve de la visita con
su papá; un domingo a la noche al ayudarla su mamá a bañarse, la niña le
comenta que se había lastimado “la cola”, que era como la niña nombraba
su vulva, y que el papá la había curado. Cabe recordar que el Sr. es médi-
co. La mamá le pregunta cómo se había lastimado, contándole la niña que
jugaba en el tobogán y que se había caído y que se había golpeado el bra-
zo; que entonces el papá le dijo que él era médico y que tenía que revisar-
la y que para que no le doliera cuando la revisara, porque le tenía que re-
visar todo el cuerpo, le iba a hacer cosquillas en “la cola”, agregando que
todos los papás médicos revisaban a sus nenas.
Aparentemente, según el relato que uno rescata de los expedientes, la
niña no manifestaba angustia al relatar la situación, sólo la molestia por un
dolor que suponía producido por haberse lastimado.
La mamá la lleva al día siguiente a la pediatra, la que no encuentra sig-
nos compatibles con una situación de abuso sexual infantil. Cabe aclarar
que no era una pediatra especializada en el tema, era la pediatra de la me-
dicina prepaga que tenía la mamá de la chiquita. La pediatra le sugiere a
la mamá que no “dramatice la situación”. La mamá, que no dramatizaba
pero que sí se preocupaba, lo planteó en el expediente judicial. Como el ré-
gimen de visitas lo habían pactado de común acuerdo, no existía expedien-

146
6 . Carmen Frías

te sobre régimen de visitas, se había pactado de común acuerdo previo al


momento en que el Sr. dejara de pasar alimentos, por lo cual la presenta-
ción sobre la situación del presunto abuso se hizo en el expediente de ali-
mentos junto con el pedido de suspensión de visitas hasta que, según pe-
dido de la abogada de la Sra. M, se desechara la presunción de abuso.
Obviamente la petición fue denegada porque se había presentado en un
expediente que no era el que correspondía. Tras un largo peregrinar judi-
cial, con un régimen de visitas que continuó; con una niñita a la que su pa-
pá seguía “revisando” cuando en realidad la masturbaba; el desenlace fue
que la mamá desobedeció a la Justicia, porque la Justicia, cuando ella, pa-
ra proteger a su hija dejó de cumplir con las visitas y desistió del juicio de
alimentos para no tener nada que ver ya con el Sr., definió que la niña de-
bía revincularse con su padre, sin ninguna interferencia de la madre.
Para evitar las interferencias maternas y cuidar a la niña de un ambien-
te desconocido que podía amedrentarla, la revinculación con el papá se de-
bía realizar en la casa de los abuelos paternos. Los abuelos paternos, cabe
señalar, habían testificado en contra de su ex nuera, acusándola de descui-
do hacia la niña; ya que ante la falta de pago de la cuota alimentaria la ni-
ña había dejado de concurrir al colegio de educación especial al cual iba.
Este caso, que no es de ciencia ficción, es un caso real, tiene expediente,
carátula, número de expediente, juzgado interviniente, etc., no es sino uno
más en la cotidianeidad de nuestros tribunales.
Hasta que la mamá encontró una abogada que entendía del tema; se
dio curso a las apelaciones, etc., etc., todo esto fue un largo transcurrir por-
que durante cuatro años se devastó la vida de esta niña; años en los cua-
les no fue escuchada la niña, no fue escuchada su mamá; y sí fueron es-
cuchados su papá y los abuelos paternos, que supuestamente, en el ima-
ginario del servicio de justicia, representaban a una familia muy normal.
El segundo caso se trata de una niña de 11 años de un grupo fami-
liar con dos hermanos mayores que tienen causa judicial, uno de ellos
institucionalizado en un instituto penal, cuatro hermanos más chicos a
los cuales la niña cuida, en realidad cumpliendo funciones de materna-
je con esos niñitos más chicos.
Una mamá con historia de institucionalización desde los seis años, edad
en la que su madre, o sea la abuela de la niña en cuestión, la deja en el
instituto para que le den de comer. Casada esta mamá con un señor gol-
peador; pero en la entrevista que le toma la asistente social interviniente,
que era yo, la mamá aclara: “pero me pega nada más que a mí, a los chi-
cos no les pega”; esta es la reflexión de esta mamá al ser entrevistada. Es-
te señor es alcohólico, realiza changas para su propia subsistencia y real-

147
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

mente no aporta a su familia. El señor también pasó por institutos de me-


nores en su infancia debido a situaciones de extrema pobreza. La escuela
donde concurre la niña se conecta con la defensoría zonal planteando el re-
lato que la niña le había hecho a la maestra con la cual tenía más confian-
za, que era la maestra del grado. Un amigo de su padre que se emborra-
cha con él, se le tiró encima y quiso abusar de ella: ése es el primer relato
de la niña, posteriormente se comprueba que realmente la chiquita había
sido abusada por el amigo del padre.
La defensoría zonal se conecta inmediatamente con los referentes del
comedor comunitario al que concurren estos niños y su mamá, delinean-
do una estrategia para que la niña se encuentre protegida y no esté cer-
ca del abusador; ya que el padre defiende a su amigo y descree de lo que
su hija dice. La mamá no encuentra fuerzas, por la historia vital que ha
sobrellevado, para oponerse a su marido. Por intermedio de la defensoría
zonal y en función de lo que plantea la Ley 114, se otorga la guarda de
la niña a la responsable del comedor comunitario, que conoce a la niña,
conoce a sus hermanitos y conoce a la familia porque todos ellos se ali-
mentaban en ese comedor comunitario. Había un pedido recurrente de
esta chiquita, que era no estar separada de sus hermanos y seguir con-
curriendo a la misma escuela; un pedido que me parece válido de alguien
que ya ha sido víctima y no debe continuar siendo victimizada al ser
separada de las cosas y las personas que le son queridas.
Ante una firme intervención de los abogados de la defensoría zonal, que
hablando en criollo “aprietan” al papá, esto es, lo presionan jurídicamente,
éste concurre a realizar la denuncia sobre su amigo. Este señor, el amigo
del papá, nunca pudo ser localizado, pero dejó de frecuentar la zona cerca-
na al domicilio de la niña.
Son dos casos diferentes, y digamos, me parece que es importante
destacar que en este último caso se pudo proteger a esta chiquita sin re-
victimizarla; con los referentes comunitarios que la conocían a ella y a
su familia. No fue alejada de su lugar, donde tenía arraigo, y no repitió
la historia que ya había signado la vida de sus padres, que fue la insti-
tucionalización, que podemos evaluar por lo que estos papás tuvieron
como posibilidades para proteger a sus hijos y el poco registro para el
cuidado de los mismos, así como la imposibilidad de salir de situacio-
nes de extrema vulnerabilidad; una mamá que no pudo tener una capa-
cidad psíquica importante como para defenderse o para no acercarse a
un marido golpeador. Nosotros no quisimos indagar mayormente la his-
toria de la mamá, pero pudo haber también situaciones abusivas hacia
ella en el ámbito de la institucionalización. Esto también refuerza este

148
6 . Carmen Frías

concepto que con muchos de ustedes compartimos, de que realmente


hay institucionalizaciones que no sirven para nada y que en realidad lo
que hacen no sólo es devastar el aparato psíquico de los que están ins-
titucionalizados, sino realmente herirlos en lo más profundo.
Pero creo que el haber elegido estos dos casos implicó esto que yo les
hablaba de la transversalidad de las situaciones de abuso sexual infantil.
Los dos casos que les planteé, sobre los cuales podemos seguir conversan-
do en el momento de las preguntas, responden a diferentes clases sociales,
a diferentes niveles educativos; en uno de los casos tenemos papás univer-
sitarios, en el otro tenemos papás que apenas habían terminado su escue-
la primaria, que vivían en situación de extrema indigencia, y ambas situa-
ciones fueron atravesadas por la devastación del abuso sexual en los niños
de esas familias. Me parece que las resoluciones fueron diferentes: una ca-
pacidad, una posibilidad de protección en uno, y en otro no. Antes de con-
testar a las preguntas que ustedes enviaron me parece importante clarificar
algunos conceptos dados por obvios en la charla, debido a la frecuencia
con que yo he chocado con ellos en el trabajo cotidiano; por ejemplo, el
concepto de revinculación.
Cuando hablo de revinculación lo que estoy planteando es, por ejem-
plo: ante una situación como la descripta en el primer caso que conté,
ante una chiquita que era abusada por su papá, cuya mamá planteaba,
por ahí sin el correcto asesoramiento de la abogada o del abogado sobre
en qué expediente tenía que presentarlo, una suspensión del régimen de
visita hasta que realmente se comprobara esa situación de presunto
abuso; ante la mamá que por protección a su hija suspende de hecho el
régimen de visita, el juez interviniente lo que decide es dar curso a la
revinculación, o sea, cree que la mamá “corta” ese vínculo (si es que ese
vínculo se puede cortar) y la Justicia lo “revincula”. Por eso es que yo
creo que los jueces cuando hablan de revinculación están utilizando un
concepto del cual me parece que desconocen algo.
Lo que hacen, esta mamá y muchas otras mamás (o muchos papás,
porque también en una mínima proporción, hay mamás que producen
situaciones de abuso sexual con sus hijos), es tratar de evitar que esta
niñita, en este caso, sea una víctima propiciatoria permanente, por lo
cual suspende el acercamiento con la persona que la victimiza. Como
muchos jueces o muchos operadores del servicio de justicia desconocen,
o se cierran ante la posibilidad de conocer realmente cuáles son los da-
ños que se producen en el psiquismo y en el cuerpo de los chicos que
son abusados; plantean esto que ellos llaman la revinculación. No pue-
de ser, en ese esquema de pensamiento, que un niñito o una niñita no

149
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

esté vinculada con el papá o con la mamá, aunque éstos hayan produ-
cido daños terribles y devastadores.
Entonces empieza a circular la teoría de la revinculación, que de úl-
tima es la teoría que avala la impunidad. No sólo la avala sino que ade-
más es terriblemente torturante, porque enfrenta a la víctima con su
victimario cuando la víctima no sólo tiene la vulnerabilidad propia de
las víctimas sino que se le suma la vulnerabilidad de sus pocos años y
de su condición de niño, niña o adolescente, sumado esto a la situación
terrible y dramática que se da en los casos de abuso sexual intrafami-
liar, en donde conviven en el niño o en la niña abusados la sensación
de profundo odio hacia quien lo abusa y al mismo tiempo de profundo
amor, porque es su papá o es su mamá. Poner en juego todo esto al mo-
mento en que, livianamente, mediante un auto judicial se indica la re-
vinculación, es una situación absolutamente torturante para los chicos
y para las chicas.
No sé si les quedó claro a qué me refería cuando hablaba de revincula-
ción, pero en todo caso lo seguimos en otro momento.

Preguntas

1. ¿Se pueden definir brevemente algunos lineamientos del diagnósti-


co social o dónde remitirse bibliográficamente para no caer en el
error que se mencionó en la charla?

Hay bibliografía: un libro escrito por Ruth Teubal y sus colaborado-


ras en el que se dan lineamientos sobre cómo abordar un diagnósti-
co social en estas situaciones de abuso sexual infantil, de violencia,
de maltrato, y hay un trabajo publicado hace muy poco tiempo por
la licenciada María del Carmen Podestá, que es trabajadora social en
un tribunal de la Provincia de Buenos Aires, donde también habla de
un abordaje desde el Trabajo Social del tema de las situaciones de
maltrato infantil, violencia familiar y abuso sexual infantil.
Yo defino brevemente esto: me parece que un diagnóstico social
tiene que trabajar con lo que es absolutamente manifiesto, que no
puede más que hacer algunas inferencias, pero no se tiene que
meter con lo subyacente, que es tarea de otros profesionales; por
eso la insistencia en el trabajo interdisciplinario, porque no es que

150
6 . Carmen Frías

yo no me pueda dar cuenta, digamos que sí, yo me puedo dar


cuenta, pero lo que tengo que hacer es compartir ese darme cuen-
ta con el profesional que está habilitado para hacer el diagnósti-
co psicológico, y compartir miradas.
Me parece que uno de los lineamientos para hacer un diagnósti-
co social es no producir situaciones que “linden” con una situa-
ción terapéutica de consultorio, porque el trabajador social no es-
tá habilitado ni preparado para eso, y si además de trabajador so-
cial es psicólogo tendría que deslindar cuál es el rol que está cum-
pliendo en el momento en que aborda el caso sobre el cual está
trabajando: o lo aborda en su consultorio, o en el hospital, o en
el servicio psicológico en el que trabaja, o lo aborda desde su rol
de trabajador social en el tribunal. Yo creo que estos deslizamien-
tos se producen, y esta es una opinión absolutamente personal:
estos deslizamientos se producen porque creo que muchos cole-
gas trabajadores sociales continúan teniendo un problema de in-
ferioridad respecto de nuestra carrera; y nuestra carrera no es in-
ferior a ninguna otra, tiene sus instrumentos para recabar infor-
mación, tiene sus instrumentos diagnósticos, tenemos con esos
instrumentos las posibilidades de hacer el diagnóstico social.

2. Coincido respecto de la capacitación para trabajar en abuso infan-


til y violencia familiar, el problema son los costos que implican es-
tas capacitaciones con relación a los sueldos que ganamos.

Bueno, esta es una capacitación absolutamente gratuita; como su-


gerencia me parece que hay que informarse acerca de las capacita-
ciones que son gratuitas; no todas las capacitaciones en esta temá-
tica, como en otras, son de costos altísimos. Respecto de la biblio-
grafía sobre el tema de abuso sexual y sobre el tema de maltrato in-
fantil recomiendo toda la bibliografía, no única y específicamente la
bibliografía de los trabajadores sociales; creo que hay que tener una
amplia mirada sobre esto.

3. Si la Constitución Nacional incluye los derechos de los niños, niñas


y adolescentes ¿por qué seguimos con la Ley de Patronato?

Seguimos con la Ley de Patronato porque no ha existido aún una de-


cisión política para derogarla.

151
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

4. ¿No deberíamos insistir en su inconstitucionalidad?

Por supuesto que sí, yo creo que ante cada presentación que los abo-
gados hagan, hay que plantear la inconstitucionalidad de la Ley de
Patronato; me parece que esa es la única manera, la persistencia y
el no rendirse, pero también planteando la inconstitucionalidad; hay
que trabajar en forma conjunta desde los organismos de derechos
humanos y desde toda la sociedad para que realmente se convierta
en un clamor la derogación de la Ley de Patronato.

5. Con referencia a los casos que usted comentó en los que había
intervenido: ¿qué pasó con el primer caso relatado?, ¿está toda-
vía en trámite?

Supongo que el expediente seguirá con el trámite, pero la mamá, en


una actitud absolutamente sabia, se mudó de provincia, está vivien-
do en una provincia del sur con la nena; no luchó más por los ali-
mentos, con lo cual se mantiene y mantiene a su hija; así está la co-
sa. Lo cual es terrible, porque lo paradójico es que para poder pro-
teger a su hija tiene que privarla de uno de los derechos fundamen-
tales que tiene un niño o una niña, que es el recibir la cuota alimen-
taria de parte de uno de sus progenitores.

6. ¿No cree que merece una redefinición el modelo de intervención ju-


dicial no sólo desde la trabajadora social sino fundamentalmente
desde el juez responsable del futuro del niño y de la familia origi-
nal o sustituta?

Sí, creo que merece una redefinición, pero me parece que la redefi-
nición de estos modelos de intervención tiene que ver con la deroga-
ción de la Ley de Patronato. La Ley de Patronato lo que hace es con-
firmar el patriarcado. Con respecto a nuestros jueces y nuestras jue-
zas, acá no hay distinción de género, no es que las juezas sean más
sensibles que los jueces, a veces las juezas por emular la actitud de
los jueces son en algunos momentos mucho más rígidas y menos
permeables a estas situaciones que aquéllos.
Me parece que ellos tienen una mirada muy rígida con respecto a las
situaciones familiares, que no pueden correrse de esa verticalidad y
ese poder omnímodo que a veces sienten que tienen los que ejercen
en la Justicia. No sé si quedó realmente contestada la pregunta; yo

152
6 . Carmen Frías

creo que hay que redefinir las intervenciones de los trabajadores so-
ciales y de los otros operadores del servicio de justicia, porque los
jueces son también operadores del servicio de justicia, pero me pa-
rece que la gran redefinición es poder derogar la ley de patronato,
que es un resabio de nuestra cultura patriarcal. Poder discutir en un
mano a mano y con fundamentación teórica artículos como los que
se publicaron en el diario La Ley y plantear investigaciones teórica-
mente fundamentadas desde nuestros lugares para que se pueda re-
conceptualizar acerca de todo esto.

7. ¿Qué opinión tiene acerca del modelo de abordaje sistémico con


enfoque transdisciplinario para los casos de abuso?

Personalmente no estoy de acuerdo con el modelo de abordaje sistémi-


co, tengo una postura tomada frente a los abordajes sistémicos: mi opi-
nión profesional es que en realidad en líneas generales se produce un
cambio de sintomatología pero no se indaga con profundidad en las
causas reales de las situaciones dolorosas que suceden en la vida del
niño o la niña, un adulto o una familia; yo creo en otro tipo de aborda-
jes, por supuesto, siempre de manera interdisciplinaria.

8. ¿Qué estrategia se dan frente al poder de grupos como APADESHI?

No sé si todos acá en la sala saben lo que es APADESHI. APADES-


HI es una asociación de padres separados de sus hijos, esas son las
siglas que conforman el nombre APADESHI. Yo he tenido que traba-
jar, cuando aún trabajaba en la Justicia, supervisando tres regíme-
nes de visita cuyos papás por supuesto no pasaban alimento; en uno
de ellos se había producido una situación abusiva respecto a una de
sus hijas, y esos tres papás a los cuales tuve que supervisar en el ré-
gimen de visitas, por orden del juzgado interviniente, pertenecían a
APADESHI.
Respecto de las estrategias que se dan frente al poder de estos gru-
pos, yo diría que no hay que darles cámara, no hay que darles es-
pacio televisivo, hay que discutir con ellos con fundamentos teóri-
cos; ellos no tienen fundamentos teóricos, ellos tienen un poder me-
diático del que por ahí que carecemos otros trabajadores de este te-
ma; pero me parece que no hay que darles cabida en los medios, y
fundamentalmente creo que a estos grupos se los combate funda-
mentando teóricamente, con mucho sostén teórico, lo que nosotros

153
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

estamos planteando. Lo que pasa es que, claro, en el mientras tan-


to siguen avanzando, con lo cual me declaro ignorante... Tienen mu-
cho poder, realmente tienen mucho poder.
Creo que esto no es ingenuo, pensar que la gente de APADESHI
tiene mucha mejor llegada a los estrados judiciales que por ahí
otras asociaciones que tienen una postura mucho más flexible
frente a los diferentes modelos familiares, bueno... se cae de ma-
duro: la gente de APADESHI defiende estructuras patriarcales
donde los papás son los dueños, como si los chicos y las chicas
no fueran sujetos de derechos sino moneda de intercambio y pro-
piedad privada de ellos.
Me parece que ese es el hilo conductor que hace que tengan un
acceso mucho más directo que otros profesionales que están plan-
teando abordajes diferentes y fundamentalmente un respeto pro-
fundo por lo que les está pasando a los chicos y a las chicas; eso
es lo que no puede sostener APADESHI, porque cuando yo, un po-
co en la exposición anterior planteaba el tema de la pregunta: ¿a
quién beneficia la revinculación?; cuando se coacciona a una ma-
má y se revincula de prepo a un chiquito o una chiquita, ¿a quién
beneficia?... Bueno, yo diría que muchas de las revinculaciones a
las que se da curso en los tribunales nuestros benefician a los se-
ñores que acompañan a APADESHI.

9. Con referencia al primer caso que usted relató, ¿la mamá de la


chiquita, está fugitiva? Lo sabio sería poder enfrentar la situa-
ción y revisar la causa.

Coincido, sí, creo que habría que revisar la causa, pero creo que en
esta mamá se debe haber producido algo que también se ha produ-
cido en muchos de nosotros como ciudadanos, que es una descon-
fianza profunda y un hastío frente a la inactividad de la Justicia. No
creo que esté en calidad de fugitiva, me parece que este papá, el se-
ñor T. digamos, ya dejó de interesarse en su chiquita; lo grave es
que, primero, el señor T está suelto, y puede volver a tener otra hiji-
ta, que será la próxima en la lista de situaciones abusivas.

10. En mi trabajo como psicoterapeuta hace unos años, en el Consejo


Nacional del Menor y la Familia, hice el planteo, sin demasiado éxi-
to, de que la revinculación y la reincidencia en el consumo (era un
problema de adicciones) estaba en directa relación con el intento

154
6 . Carmen Frías

de revinculación con la familia de origen y el silencio acerca de la


existencia de frecuentes situaciones de abuso sexual infantil in-
trafamiliar. ¿Podría conocer tu opinión?

Yo no sé realmente; yo cuando no sé, lo digo: no sé si realmente la rein-


cidencia en el consumo de sustancias psicoadictivas, supongo que a
eso se referirá la pregunta, está en estricta relación con los intentos de
revinculación o con la existencia de situaciones de abuso sexual intrafa-
miliar. Una de las cosas que hacen muy difícil el trabajo en la temáti-
ca del abuso sexual infantil intrafamiliar es que realmente no hay un
perfil claro de los abusadores; yo realmente he trabajado con abusado-
res que eran el pilar de la comunidad educativa, por ejemplo; cuando
hubo una requisitoria judicial respecto de este señor vinieron todos los
padres cooperadores a pedir que por favor no fuéramos injustos con el
señor que había armado la cooperativa, el patio, qué sé yo. O sea que
no hay un perfil que defina, porque si no resultaría mucho más fácil el
trabajo; les digo: no hay un perfil que defina específicamente, que po-
damos decir ése que está allá es abusador porque tiene la pinta típica
de abusador. Son otras las situaciones.
Pero aparte, no sé, realmente, me declaro ignorante frente a la pregun-
ta, no puedo dar respuesta a esto. A lo mejor otra gente lo ha estudia-
do con mayor profundidad y puede dar una respuesta.

11. ¿La revictimización en los casos de abuso sexual infantil aborda-


dos por el sistema judicial tiene el mismo efecto psicológico que
el ocasionado por una situación de incesto? ¿A qué bibliografía
me puedo remitir?

La bibliografía a la que se pueden remitir está en la última hoja del


material que se les ha entregado [Ver pág. 281 de la presente edi-
ción]. Creo que el estallido psíquico que producen las situaciones in-
cestuosas no es comparable absolutamente con nada, creo que sólo
los que han pasado por esa situación de estallido psíquico pueden
dar cuenta del horror que han sufrido, que quizás no se pueda repa-
rar. Lo que como trabajadora social puedo dar cuenta es que si a ese
estallido psíquico y a ese profundísimo dolor se le suma la revictimi-
zación, realmente estamos haciendo las cosas mal. Yo creo que la
revictimización en las situaciones de abuso sexual infantil lo que ha-
ce es consolidar las situaciones de dolor profundo y devastación psí-
quica de los chicos que son abusados.

155
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

12. ¿Puede conocerse cuál es el fallo, expediente, artículo que cita del
año 2000?

Bueno, sí, lo cito con todas las palabras: es un artículo del Dr. Eduardo
Cárdenas que salió a principios o la primera quincena del mes de sep-
tiembre en el periódico La Ley, el título del artículo creo que era “El abu-
so de las denuncias sobre abuso”, y es un artículo en el cual no sólo se
descalifica el accionar de las instituciones públicas de nuestra ciudad,
que fueron las primeras que salieron a la palestra a trabajar en los con-
sultorios de nuestros hospitales y de los centros de salud sobre este te-
ma, desde la política pública; aparte carga contra profesionales con
nombre y apellido, los trata de dogmáticos y de talibanes, más o me-
nos, y se produce un profundo retroceso en todo lo que se había avan-
zado en el abordaje de las situaciones de abuso sexual infantil. Ese pro-
fundo retroceso tiene que ver con que se produce un terrible envión de
situaciones de muchísima reacción en el ámbito judicial.
Se trata del ex juez de familia Dr. Eduardo Cárdenas.

13. La mamá del primer caso ¿dónde tendría que haber realizado la
denuncia?

La mamá del primer caso en realidad estaba tramitando su di-


vorcio con una abogada o un abogado particular, no recuerdo en
estos momentos, con lo cual, cuando yo planteaba las circuns-
tancias por las que fue pasando lo que estaba tratando era de
pintar de alguna manera lo que significa la burocracia judicial
que, ante una situación tan urgente y riesgosa como la que
cuenta la chiquita, opone la burocracia de: “este escrito en este
expediente no, en realidad tiene que entrar en el otro expedien-
te, bla, bla, bla,”; con lo cual la denuncia queda como sobrevo-
lando en la nada. Por ahí quizás la mamá podría haber realiza-
do la denuncia en un servicio público de nuestros hospitales que
trabajara la temática del abuso o del maltrato, no sé; creo que
la mamá hizo lo que pudo, digamos, porque a veces uno juzga
con demasiada crueldad y con demasiado desapego a estas ma-
más que ante esta noticia terrible hacen lo que pueden; la llevó
a la chiquita a la pediatra y después se ocupó en plantear ante
el juzgado lo que estaba pasando, y acá empezó a obturar la po-
sibilidad de una resolución adecuada la burocracia judicial y el
creer que una chiquita miente, que eso no pasa, que un señor si

156
6 . Carmen Frías

es profesional, bla, bla, bla, no puede hacer esas cosas porque


eso lo hace otra clase de gente.

14. ¿Cuál es la función de las defensorías que dependen de los juzgados?

Las defensorías no dependen de los juzgados, las defensorías públi-


cas de menores e incapaces dependen desde el año 1996, si no me
confundo, del Ministerio Público. Existe desde la Constitución del
‘94, pero se implementó a fines de 1995, principios de 1996, la Ley
de Ministerio Público, por lo cual se creó el Ministerio Público fiscal
del cual dependen las fiscalías y el Ministerio Público, de cuya de-
fensa dependen las defensorías públicas de menores e incapaces del
fuero civil, las defensorías de pobres y ausentes que también depen-
den del fuero civil, y las defensorías del fuero penal.
La función de las de fuero civil, de acuerdo al artículo 59 del Códi-
go Civil, el contralor de todas aquellas actuaciones judiciales en las
cuales estén involucradas o involucrados chicos, chicas, discapaci-
tados y dementes según la declaración de demencia; lo que pasa es
que si esa función la ejercen en forma promiscua con todos los ni-
ños y niñas y adolescentes y discapacitados y dementes de la ciu-
dad de Buenos Aires, hace que en realidad no la puedan ejercer en
forma eficaz con ninguno específicamente.
Reconozco también que están como muy sobrepasados de trabajo,
que tienen nada más que dos trabajadoras sociales en cada defen-
soría, pero también lo que reconozco es que no aceptan la posibili-
dad de trabajar en una forma entramada y garantista, respetando la
ley local de la Ciudad de Buenos Aires, que es la Ley 114.
Cuando hablo de las Defensorías Zonales que son las que intervie-
nen en el segundo caso que les relato, les estoy hablando de las De-
fensorías Zonales que no son las que dependen del Poder Judicial,
en realidad del Ministerio Público, sino de las que dependen de
nuestro Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes;
nuestro Consejo tiene en estos momentos quince defensorías en ca-
si todos los barrios de la ciudad de Buenos Aires, algunas de ellas
funcionan en Centros de Gestión y Participación, otras funcionan en
otros locales y dependen de nuestro Consejo. Tienen un equipo in-
terdisciplinario: abogado, trabajador social y psicólogo; en algunas
de ellas se están creando los Consejos Consultivos y, por lo emana-
do de la Ley 114, trabajan específicamente defendiendo a los chi-
cos, chicas y adolescentes de la ciudad de Buenos Aires.

157
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

15. ¿En qué se basa la idea de la revinculación a ultranza?, ¿solamen-


te en salvaguardar el orden familiar? ¿Los mismos profesionales
que atienden a la víctima trabajan con el victimario?

No sé en qué se basa la revinculación a ultranza porque estoy absolu-


tamente en la vereda opuesta de la revinculación a ultranza. Me pare-
ce que la revinculación a ultranza se basa, pero esta es mi hipótesis de
trabajo con el tema de la revinculación, en una necesidad de mirar pa-
ra otro lado cuando hay severas disfunciones y severas situaciones trau-
máticas en aquel modelo de familia del cual determinados funcionarios
judiciales no se pueden correr. Me parece, es otra hipótesis de trabajo
mía, que la revinculación a ultranza lo que plantea es volver a invisibi-
lizar lo que se había visibilizado a través de las denuncias efectuadas.
¿Los mismos profesionales que atienden a la víctima trabajan con el vic-
timario? Yo hablo desde la función que desempeñaba como trabajado-
ra social en el momento en que estaba en Tribunales, que tenía contac-
tos mucho más directo, con víctimas y con victimarios; cuando noso-
tros teníamos una situación con algún chico o alguna chica que habían
tenido situaciones de abuso sexual y ya estaban trabajados por otros
profesionales, ya fueran del área de salud, o del cuerpo médico foren-
se, o de algunos de los centros integrales, o de la escuela, del equipo
de orientación escolar, yo no volvía a hacer una entrevista con ese niñi-
to o niñita porque me parecía realmente absolutamente iatrogénico; en
ese momento lo que sí hacía desde la función judicial era entrevistarme
con el victimario para poder tener un armado más completo de la situa-
ción y así poder trabajar en forma conjunta con los profesionales que
habían entrevistado o trabajado con el niñito o la niñita.
Me parece que esto también tiene que ver con una actitud de respeto ba-
sada en la interdisciplina. Es absolutamente absurdo volver a hacer un
cuestionario cuando ya se ha trabajado y hay profesionales que pueden
presentar informes sobre lo que esos chiquitos han planteado. Me parece
que es una cosa redundante que en todo caso podrá satisfacer al profe-
sional por lo bien que realiza la entrevista, pero no le hace bien al niño.

16. ¿Puede explayarse con referencia a los casos de madres viudas con
niños varones?, ¿es posible que en esos casos se dé un abuso mo-
ral de avasallamiento mental?

Yo vuelvo a lo mismo: digamos, si tuviéramos una guía o un índice


donde nos dijeran tal cosa pasa en tal situación, sería muchísimo

158
6 . Carmen Frías

más tranquilizador y sería mucho más fácil, pero realmente no hay


patrones para esto.

17. ¿La integración en un equipo interdisciplinario implica un procedi-


miento protocolizado de intervención o sólo un marco de conten-
ción para los profesionales intervinientes?

Bueno, no, si el trabajo en un equipo interdisciplinario va a ser sim-


plemente un marco de contención para los profesionales intervinien-
tes, no es trabajo interdisciplinario. Los profesionales intervinientes
tienen que crearse y armarse un espacio de contención que no es la
intervención concreta en el abordaje interdisciplinario. Y en realidad
no se trata de un procedimiento protocolizado; o sea, hay que traba-
jar en forma interdisciplinaria y eso lo tenemos que imponer los mis-
mos profesionales en nuestros lugares de trabajo.
Con las situaciones que estamos abordando no hay otra posibilidad
de trabajo que la interdisciplinaria.

18. ¿Cuál es el seguimiento en el tiempo de los niños y niñas victimi-


zados que ofrece la sociedad?

Yo creo que tampoco acá se puede generalizar, no hay un tiempo es-


pecífico, no hay recetas para este tipo de intervenciones, no hay un
tiempo pautado para todos los niños, no se puede decir: de cero a
cinco años el seguimiento del niño victimizado tiene que ser 6 me-
ses; me parece que el seguimiento tiene que apuntar a que no se
produzcan nuevas victimizaciones y que realmente esté encaminado
un abordaje terapéutico y de contención y que no se vuelvan a vul-
nerar fundamentalmente los derechos de los chicos y de las chicas
que habían sido vulnerados.

19. ¿Cómo se trabajaron estos casos desde la perspectiva interdisciplina-


ria y cómo continuaron? ¿Hubo un seguimiento de los mismos?

En el primero de los casos que relaté no hubo posibilidades de hacer


un enfoque interdisciplinario. Se trabajó desde la perspectiva jurídica y
hubo una intervención muy acotada desde el Servicio Social, lo cual de
ninguna manera implica un enfoque interdisciplinario. Trabajaron en
forma absolutamente descolgada dos profesiones, confluyeron porque
los informes terminaron integrando el mismo cuerpo de expedientes. Es

159
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

decir, los escritos de los abogados, así como los dictámenes del defen-
sor de menores, engrosaron aún más el expediente judicial.
Los informes de otra de los profesionales, la trabajadora social, con-
fluyeron en un mismo cuerpo de expediente; ese no es trabajo inter-
disciplinario ni es trabajo en equipo. El segundo caso sí se trabajó en
forma interdisciplinaria desde el inicio, dentro del equipo de orienta-
ción escolar que detecta la situación de esta niñita, posteriormente
en la defensoría zonal que toma el caso... o sea que ahí sí hubo un
trabajo interdisciplinario.
En el primero de los casos no hubo posibilidad de seguimiento por-
que la mamá, con una actitud que de última perjudicó a ella y a la
chiquita, porque no pudieron percibir la cuota alimentaria, pero que
realmente se curaron en salud, como hubiera dicho mi abuelita, no
hubo posibilidades de realizar seguimiento.
En la otra situación sí se realizó un seguimiento, aunque yo ya no es-
toy más en el lugar de trabajo donde había intervenido en estos ca-
sos, o sea, no sé en estos momentos como continúa el caso.

160
7

Derechos del niño,


violencia, institución.
Redefinición del contexto

Dra. Angeles Baliero de Burundarena

Asesora General Adjunta de Menores del Ministerio Público del Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires. Miembro Pleno del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de
Buenos Aires. Profesora de la carrera de Especialización en Derecho de Familia, Facultad de Derecho, UBA.
Profesora Asociada de Derecho Civil I, Univ. de Flores, Bs. As. Profesora Titular y Coordinadora de la Maes-
tría Interdisciplinaria en Familia-Salud-Derecho- Educación, Universidad del Salvador, Facultad de Psicolo-
gía y Psicopedagogía.

Me defino como una trabajadora jurídica de campo. Desde que ingresé


a la Justicia Nacional en lo civil en 1974 las tareas que se me encomenda-
ron en el Juzgado estuvieron relacionadas directamente con los niños, sus
derechos, sus personas, sus intereses familiares.
A partir de esa tarea encomendada comencé a formarme tratando de in-
corporar a mi rígida estructura, una mirada interdisciplinaria. La lógica ju-
rídica resultaba insuficiente para comprender y hacer eficaz una decisión ju-
dicial en materia de familia. Entonces, traté de pensar para el momento de
opinar y pedir el dictado de una decisión judicial, cuáles serían los efectos
futuros de ésta en las personas de los niños, en sus sentimientos, en su vi-
da cotidiana, en sus costumbres, y cuál de sus padres los conocía mejor en
estos aspectos como para responsabilizarse por su crianza. La lógica jurídi-
ca, por el contrario, me llevaba al análisis de elementos de prueba existen-
161
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

tes, que ventilaban las conductas de los padres en un pasado lejano, y ha-
ciendo mérito de ellas se debería decidir sobre el futuro de los chicos “re-
tribuyendo el pasado a los padres” y en más de una ocasión funcionando
este método como una sanción para los niños. De haberme mantenido afe-
rrada a dicha lógica, lo que se habría obtenido en múltiples ocasiones son
decisiones vacías de contenido actual para los niños y por ende sin utilidad
alguna para el crecimiento familiar.
En materia de familia, imaginemos un juicio de tenencia donde hay un
conflicto entre dos padres que se pelean por el ejercicio de la patria potes-
tad sobre sus hijos. Hasta el año 1986 me atrevo a decir, primero que no
había ningún profesional de la interdisciplina caminando por los pasillos de
Tribunales, porque el psicólogo no tenía nada que hacer allí, porque era otra
la incumbencia que tenía. Por otra parte se evaluaba el futuro de los chi-
cos en función de pruebas producidas tres o cuatro años atrás y evaluadas
por el juez para disponer o atribuir la tenencia de los hijos en función de la
conducta del padre o la madre en el pasado, con lo cual la sentencia que
finalmente se dictaba operaba a veces como una sanción para ellos. Es de-
cir, al momento de la sentencia tal vez los niños convivían con aquél de sus
padres que, según las pruebas atrasadas y evaluadas, había fallado al otro
cónyuge, y el cambio de tenencia reparaba al inocente, pero podía sancio-
nar a los hijos a futuro al punto de modificarse todo su sistema de vida.
Hay un caso que fue increíble. Una madre fue demandada por su ex
marido —quien había formado una nueva familia y había tenido un hijo
de su nueva unión— por cambio de tenencia de las hijas en función de
la conducta desplegada por ella en ocasión de un viaje al exterior. Se le
achacaba a esta madre una vida ligera, frívola y de descuido hacia sus
hijas. Para ello se acompañaba como prueba fundamental una foto pu-
blicada años atrás en una revista que la mostraba en algún lugar del
mundo bailando con Philippe Junot, calificado de play boy internacional.
Aún no se había sancionado la ley de divorcio. Ese hecho se presentaba
como prueba basal para demostrarle al juez la mala conducta materna
y en consecuencia el descuido que ello significaba para la vida de las hi-
jas. En ese entonces, ese hecho era presentado como causal para inten-
tar un cambio de tenencia. De habernos atado a los cánones de la lógi-
ca jurídica, bien podía decidirse el futuro de las niñas en base a un he-
cho del pasado, y modificarse para adelante toda su cotidianeidad de vi-
da. En primera instancia se ordenó un cambio de tenencia a favor del
padre, ya que la madre no era lo suficientemente madura para sostener
la educación de las hijas. En la apelación, y merced a un trabajo enor-
me de equipo, que consistió en escuchar a las chicas, dejarlas expresar

162
7 . Angeles Baliero de Burundarena

sus necesidades, sus deseos y puntos de vista, y en particular de las


destinatarias directas de la sentencia, amplificando la actualidad de las
vidas de cada uno, se obtuvo el reintegro de las hijas a la madre. Se pri-
vilegió el interés de los niños por encima del de los adultos. Esto que
hoy parece una obviedad, hacia principios de los noventa era tan nove-
doso que debíamos extremar muchísimos recaudos de fundamentación
para que los jueces pudieran realizar el salto epistemológico que “cada
caso requería”.
Como cualquier decisión en materia de padres en conflicto involucra
a los hijos directamente, sea que se trate de juzgar o de establecer un
culpable en el divorcio de los padres, o atribuir la tenencia legal, porque
los hijos van a tener que cambiar de vida o no, o cambiar de casa o no,
lo que hay que pensar siempre son las consecuencias que va a tener pa-
ra el futuro la decisión que tome el juez para con los padres, y esa lógi-
ca no es la que nos enseñaron en la Facultad. Como defensora de los
derechos de los niños no me puedo circunscribir a las pruebas que in-
volucren a los padres. Me importa para peticionar, cuál de los padres co-
noce mejor las aptitudes de sus hijos, las amistades de sus hijos, los de-
seos de sus hijos, y ese padre va a ser el que va a estar más apto para
ejercer la tenencia de ellos. Se haya demostrado o no la conducta impu-
tada por el otro cónyuge.
Todo este cambio de mentalidad se operó en la Justicia a partir de
los años ’87 y ’88 con dificultades y reticencias de todos nosotros en
modificar los cánones conocidos, rehacer estructuras, y convencernos al
fin de que para lograr intervenciones eficaces para la familia confronta-
da en un pleito, la interdisciplina debía ser parte fundamental.
De tal manera que la propuesta mía de hoy, tal vez pasados ya los
10 años de la Convención, sea reflexionar con ustedes y plantearles co-
mo propuesta, si están de acuerdo, la necesidad de establecer o de im-
plementar acciones que tiendan, que generen una convergencia entre el
ordenamiento legal vigente, me refiero a la Convención de los Derechos
del Niño —nuestro bloque constitucional—, al Código Civil y a la ley lo-
cal 114. Acciones que reflejen la concomitante operatividad del sistema
legal para el ejercicio efectivo de los derechos de los niños.
¿Y por qué digo la necesidad de implementar acciones que generen
una convergencia? Porque creo que aún no la hay. No percibo del to-
do un acoplamiento entre el mandato legal constitucional y las accio-
nes que desplegamos los operadores que trabajamos con familias. No
hay un acoplamiento total. Esto lo digo desde mi experiencia de tra-
bajo. Es que, todo lo que se dice en los libros, lo que decimos en las

163
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Jornadas, en los Congresos, es importantísimo porque buscamos jerar-


quizar, promover y valorar todas estas leyes a las que me referí. Pero
de hecho lo que se sigue viendo, sobre todo en materia de abuso se-
xual infantil, es que el cambio, el salto epistemológico que tenemos
que hacer necesariamente no se está logrando. Aún hoy, invocando el
interés superior del niño, invocando la Convención, seguimos adoptan-
do para el menor o para los niños medidas de protección; estamos co-
sificando las necesidades de los chicos, y me incluyo, porque el fenó-
meno del abuso sexual es tan brutal y hay tanta denuncia nueva, que
cuando uno tiene cuatro expedientes arriba del escritorio donde hay
chicos abusados, lo que se produce internamente es: “Este hecho no
pudo suceder...”. Como no sucedió... y el hecho no pudo haber ocurri-
do... empezamos a proponer medidas que nos alejan de las necesida-
des de las víctimas. En materia de maltrato familiar, el art. 2 de la Ley
24.417 permite al propio niño denunciar a miembros de su entorno fa-
miliar ante el Defensor de Menores. Este mandato legal de avanzada,
tiene que tener concordancia con las acciones positivas que los opera-
dores despleguemos para poder evitarle al niño una revictimización en
el propio ámbito del proceso judicial.
El proceso judicial es un espacio donde se generan, en muchas oportu-
nidades, nuevas victimizaciones al niño que ha ido a denunciar su propia
aflicción y su propio sufrimiento.
En general, en materia de violencia, cuando es el propio niño o el
adolescente qiuen llega a la Asesoría para denunciar verbalmente y en
persona el maltrato que le profieren sus padres o algún familiar convi-
viente, actuamos con celeridad. Allí no hay pérdida de tiempo; el opera-
dor adulto se enfrenta con la realidad como un balde de agua helada y
ese shock nos dispara para realizar un buen trabajo... ¿Por qué? Creo
que es tan bestial enfrentarnos con el dolor de un chico, observarlo en
el gesto inesperado de sacarse la camisa y mostrar la espalda inflama-
da por golpes y cinturonazos, que uno enseguida pone de sí todo y le
aparecen en la cabeza todas las Convenciones, todos los Derechos y uno
lo hace. En cambio si la denuncia de maltrato contra un niño —tan gra-
ve como la anterior— la realiza la madre contra el padre, o viceversa,
pero con firma de abogado, el operador tiende a tranquilizarse. ¿Por qué
nos pasa esto? Y me incluyo en esa diferenciación de tratamiento... Creo
que merecen celeridad, apuro y acciones positivas tanto un caso como
el otro. Por eso digo que, lamentablemente, en los últimos tiempos he
empezado a advertir que hay como una vuelta atrás en los resultados de
las intervenciones. Por un lado, el discurso y los fundamentos de las re-

164
7 . Angeles Baliero de Burundarena

soluciones son mejores que los de antes. ¿Por qué? Creo que hoy todos
conocemos el ordenamiento legal vigente constitucional e infraconstitu-
cional de los niños. Por el otro, observo que los resultados se alejan de
la eficacia que pregonan sus fundamentos. ¿Por qué? No lo sé, y me lo
pregunto muchísimo. Tal vez debamos volver a las fuentes y trabajar con
la Convención en la mano.
Toda pretensión o toda petición que se haga por parte de los padres
en favor de sus hijos con o sin letrado o por parte de un niño en perso-
na, está en el catálogo de derechos que regula la Convención, que es
Constitución Nacional. En consecuencia, cuando uno no sepa qué ha-
cer... porque la complejidad de las historias de vida se ha patentizado
en la actualidad... tomemos con nuestra mano la Convención. Es que de
lo contrario, pediremos atávicas medidas de protección sobre el niño y
lo seguiremos tratando como objeto de amparo, pensando las medidas
de acuerdo a nuestra creencia o prejuicio, tratando de “normalizarlo”
restringiéndole su carácter de sujeto de sus derechos. Como consecuen-
cia de ello, las atribuciones conferidas a los encargados legales de los
niños, no pueden constituirse en un elemento que permita afectar o su-
primir, a través de su ejercicio, los derechos humanos de los niños. En
tanto repasemos el mandato constitucional para los niños, nos conven-
ceremos de que el curso evolutivo de ellos con relación a sus competen-
cias está contemplado en el art. 5.
Para generar esa coincidencia entre el mandato legal, el discurso y la
acción, debo, Convención mediante, convencerme de que el niño es
competente para ejercer sus derechos personalísimos. Esta competencia
no se alcanza en un momento preciso, se va formando, requiere una
evolución, no se adquiere o pierde en un día o en una semana. Bajo es-
ta denominación, se analiza si el sujeto puede, o no, entender acabada-
mente aquello que se le dice, cuáles son los alcances de la compren-
sión, si puede comunicarse, si puede razonar sobre las alternativas —
que se han pensado para él— y si tiene valores para poder juzgar, al
decir de Aída Kemelmajer de Carlucci.
En la actualidad observamos que el trabajo de los Juzgados de Fami-
lia se encuentra interferido en muchos casos por cuestiones burocráti-
cas, de mero trámite, proveídos inoficiosos, que se imponen con tal fuer-
za que los hace irreplicables. Alejan la convergencia, disocian el mundo
real del mundo jurídico, y en definitiva porque “no lo vemos”, estas cir-
cunstancias formales perjudican a los sujetos a quienes les reconocemos
derechos, pero cuyo reclamo es sobrepasado por las voces de quienes
los debemos escuchar.

165
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Cuando empezamos a trabajar en esto (1989) estábamos todos con


más pasión para pedir la medida apropiada previamente evaluada y per-
seguirla hasta el final, hasta obtener su dictado. Lamentablemente aho-
ra veo que no es tan así, que se anteponen en muchas ocasiones la so-
brecarga de trabajo, la complejidad de los casos, la falta de recursos,
etc., etc. Pero no debo caer en mi propia justificación. Debo echar ma-
no a otras miradas, a la Convención, por decirlo nuevamente, si es que
la mía ha declinado en su agudeza.
La otra dificultad que advierto desde los operadores jurídicos es que
pensamos en los techos, los techos legales que son las normas. En nues-
tra materia que es el Derecho de Familia, el Código Civil no es nuestro
techo; la Ley de Protección contra la Violencia, tampoco es nuestro te-
cho. Es la Convención, que es norma constitucional, la que está por en-
cima de todos los techos de todos los Códigos, de todas las leyes de vio-
lencia, del Código Civil, del Código Penal. Entonces, aun cuando se pi-
da una medida y se conteste que no se puede por imposibilidad proce-
sal, por ejemplo, que no se admita porque acá está en juego un derecho
constitucional que no puede ser postergado en su restablecimiento o en
su reconocimiento.
Entre este público está presente una querida amiga que preside una
OGN dedicada a la búsqueda de chicos perdidos. Cuando padres desespe-
rados se acercan a ella para pedir ayuda porque su niño desapareció, la ley
infraconstitucional le advierte que no se puede difundir la imagen de me-
nores de edad sin autorización judicial. Esa ley ubicada debajo de la Cons-
titución, no puede ser un obstáculo para la realización de la búsqueda ur-
gente, porque la Convención que es Constitución dice otra cosa. En oportu-
nidades he prestado autorización para la difusión de fotografías, porque ins-
talando la búsqueda con la fotografía le estoy sumando derechos al niño de-
saparecido y la burocracia de la tramitación en la publicación de la imagen
le está restando derechos al mismo niño. Circunstancia ésta que choca
fuerte con el postulado de la Convención.
Estas cosas no deberían suceder porque nadie le puede cuestionar a una
organización que se dedica a la búsqueda de niños, su urgente actuación
en las primeras horas de la desaparición, que sabemos son las más impor-
tantes. No se les puede exigir la búsqueda de un juez como paso previo a
la búsqueda del niño, a resultas de un permiso, porque la Convención dice
otra cosa. La Convención dice que el Estado deberá dar apoyo a los padres
en todas las medidas que se adopten cuando un niño sea separado de ellos
por la fuerza o ilegalmente, con lo cual esa normativa sería suficiente para
que se adoptara la medida con urgencia.

166
7 . Angeles Baliero de Burundarena

Entonces, volvamos a las dificultades... todas estas observaciones


que efectúo sobre el trabajo con niños, y me incluyo haciendo autocríti-
ca, es que todavía consideramos a los chicos como objetos de protec-
ción y no como sujetos de los derechos que tienen, como tantas veces
lo expresamos en nuestras ideas y discursos, pero no en las acciones.
Esta es una frase, que por tan oída creemos que ha sido internalizada
por todos, pero es un principio que al ponerlo en práctica, provoca es-
cozores de todo tipo. Un ejemplo es la vigencia de la Ley 418 de Salud
Reproductiva y Procreación Responsable. Allí se dice que la ley se diri-
ge a la población en edad fértil en tanto la posibilidad de los adolescen-
tes de acudir al hospital a informarse por su salud y por su sexualidad,
por prevención a enfermedades como el HIV. Esta ley ha dado motivo a
planteos de inconstitucionalidad, en tanto no sólo la ley básica de salud
sustenta la ley cuestionada, sino la propia Convención, que admite el
ejercicio de los derechos en materia de salud (art. 5 de la CDN).
Es una realidad que los problemas se van complejizando; las cuestiones
no son de libro y la capacitación de los operadores es imprescindible y de-
be ser continua. Estamos imbuidos de teoría, pero no se nos dice cómo
operativizar el ejercicio de un derecho. Cada juez tiene una quinta y no es
fácil traerles semillas para cultivos especiales.
Si uno trabajara con la Constitución y sus nuevos postulados el aire se
refrescaría, pero eso depende de nosotros los operadores. Debemos comu-
nicarnos entre nosotros y utilizar las nuevas herramientas que existen. En
Río Negro, en agosto de 2003 se reglamentó la Ley de Violencia Familiar
que tienen ha establecido un Protocolo estandarizado para la intervención
en los casos de abuso sexual infantil.
Estas nuevas implementaciones que vienen desde otros órdenes, como
acá se trata de implementar medidas de acción para el futuro y en benefi-
cio exclusivo de los chicos, tomémoslas y hagamos de ellas un uso diario.
Parte de los que trabajamos para defender los derechos de los niños
caemos en nuestra propia trampa. Creemos interpretar y clasificar la reali-
dad de un niño, pero ¿lo hacemos desde su mirada o desde la nuestra? Al
momento de definir si un niño se encuentra o no en situación de riesgo es
indispensable tener presente a la realidad como construcción humana com-
pleja, para no caer en tipificaciones estigmatizantes y rígidas. Es funda-
mental la capacitación y la retroalimentación entre teoría y práctica, enri-
queciendo ambas con el aporte de una visión reflexiva y crítica.
Entonces, el planteo mío para que exista convergencia entre la acción,
el discurso, la palabra y el ordenamiento jurídico, es una propuesta y una
reflexión conjunta: entiendo que lo más beneficioso para todos, para poder

167
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

alejarnos de nuestra propia percepción y observación, es tomar la Conven-


ción, ver cuál es el derecho que tenemos que restablecer y a partir de ahí
armar la acción, y por supuesto munirnos de todas las miradas de los pro-
fesionales de la interdisciplina y no de la multidisciplina. No caigamos en
este defecto profesional tan común. En oportunidades a los jueces no les
resulta la opinión de un perito psicólogo, ya que no dice lo que se quiere
oír, y piden otro. El segundo dice exactamente lo contrario que el primero y
allá va la consulta a un tercero para que desempate.
Caemos con demasiada frecuencia en reiterar nuestras propias cosmo-
visiones, en descalificar a priori el trabajo previo realizado por otros, en du-
dar sobre la ocurrencia del hecho aberrante, en basarnos en el no puede
ser, la defensiva negación de la situación, solicitando nuevas investigacio-
nes y medidas urgentes, buscando verificar la confirmación a nuestras du-
das en un proceso errático.
¿No nos olvidamos así de los niños víctimas de abuso o maltrato, foca-
lizando nuestra atención en los abusadores? ¿Qué pasa en nuestra cabeza
ante estas historias de vida, que nos impiden aferrarnos al abundante cau-
dal normativo en materia de protección de derechos para los niños?
¿Por qué a partir de nuestras creencias demoramos tanto en admitir
que los niños son sujetos de derecho y no objetos de protecciones diver-
sas para normalizarlos y transformarlos en “lo socialmente esperado”?
¿Cuánto está instalado todavía en estas creencias el tabú sobre la pro-
hibición de tocar la intimidad de la familia? Y también sobre la sexuali-
dad de los niños...
Hay un tabú en la educación privada en materia de abuso sexual; yo
digo que están mucho más desprotegidos hoy en día la clase media y al-
ta que las poblaciones vulnerables, porque éstos tienen un conocimien-
to de la denuncia y un ejercicio ante la autoridad y sus vecinos que no
tienen aquellos que concurren a los colegios privados y los que van a las
clínicas privadas.
Lo que les puedo decir es que denuncias de abuso sexual del hospital
público he recibido muchísimas; denuncias de abuso sexual infantil de clí-
nicas privadas o de instituciones privadas, sólo una.
Pero, como les digo, no hay protección, están desprotegidos el sector de
niños de clase media o de colegios privados porque ahí no se admite la in-
tervención del Estado para que se haga algún tipo de prevención en mate-
ria de abuso sexual, de la propia sexualidad de los chicos.
Aún hoy, hablar de estos temas es imposible, el tabú es muy grande,
porque se dice que “la sexualidad de los chicos hace a la intimidad de
la familia”. Está en nosotros los operadores ir diciendo bueno, si hoy en

168
7 . Angeles Baliero de Burundarena

la primera página de un diario salió que cada 38 horas se denuncia una


violación, es porque esta aberrante agresión les pasa a todos sin distin-
ción de clases sociales.
Les voy a comentar una sentencia muy sólida de una jueza de Ins-
trucción, que procesa al padre de una niña por abuso deshonesto en
concurso real con corrupción agravada por el vínculo. Es importante res-
catar los elementos de prueba por los que la jueza llega a la convicción
de que debe procesarlo por esos delitos.
Los abuelos Roberto y Elsa, pidiendo un régimen de visitas a favor de
sus nietos, Ana y Fede, de cinco y tres años, respectivamente, porque su
ex nuera, María, había cortado intempestivamente los vínculos familiares y
las visitas entre los niños y los abuelos.
Lo que ocurría era que María se había presentado como querellante en
un Juzgado Penal denunciando abuso sexual en perjuicio de Ana de cinco
años —su hija—, por parte de Juan, el padre, de quien estaba divorciada,
habiéndose producido los hechos en el contexto del post divorcio y pen-
diente el régimen de visitas en la casa de los abuelos. El régimen de visi-
tas se cumplía dos veces por semana y un sábado y domingo alternado. Y
de repente los abuelos se presentan y dicen: no sabemos por qué nuestra
ex nuera nos dejó sin los nietos que tanto queremos.
¿Qué es lo que ocurre acá? A partir de esto se empiezan a tramitar en
paralelo el juicio penal y el juicio civil por régimen de visitas.
Cuando los abuelos demandan a su ex nuera y dicen que quieren ver a
sus nietos, la madre dice: no, existe un juicio penal en donde se le atribu-
ye al padre de Ana este delito. Se le reprocha al nombrado haber introdu-
cido su pene en la boca de su hija de cinco años, como así también haber
apoyado su órgano sexual en la vagina y la cola de la niña, realizando so-
bre el cuerpo de ella tocamientos inverecundos, todo ello con la finalidad
de satisfacer deseos sexuales propios, revistiendo estas acciones entidad
suficiente como para causar la desviación del normal desarrollo psico-se-
xual de la niña, episodios acaecidos en oportunidad de que se llevaba a ca-
bo el régimen de visitas acordado en relación a sus dos hijos con su padre,
entre tal fecha y tal fecha, en la casa de los abuelos de la niña, sita en tal
lugar de esta ciudad de Buenos Aires.
El problema cuando se me corre vista en la causa civil, es que los abuelos
negaban absolutamente la posibilidad... no sólo negaban el hecho; decían que
la Sra. María estaba loca, que su hijo era incapaz de hacer semejante daño a
su hija y que todo era producto de una confabulación de la familia materna y
de la ex nuera en contra de su hijo. El hijo era arquitecto, no podía ser más
bueno, y de ninguna manera habría sido capaz de hacer eso.

169
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Ante semejante denuncia, el juez dice: “urgente, hay que hacerle psi-
codiagnóstico al padre”. El señor va al Cuerpo Médico Forense y la pe-
ricia le sale perfecta, todo está bien dentro... El juez dice: “pericia psi-
quiátrica al padre”. Le hacen la pericia psiquiátrica; el señor estaba en-
cuadrado dentro de los términos de la normalidad.
Entonces, los abuelos acompañan el informe de una psicóloga que dice
que urgente debe restablecerse el contacto porque por la edad de los abue-
los, el afecto, el cariño, la ruptura intempestiva del vínculo con los nietos
les estaba afectando la salud. La madre impugna ese informe y dice: no,
cómo los van a ver por más que la psicóloga lo diga, si en el fuero penal
está este otro proceso en trámite.
Entonces, el juez civil dice: vayan al Cuerpo Médico Forense para
que diga el Cuerpo Médico Forense cómo están los abuelos, cómo es-
tán los chicos y que diga la psicóloga forense si se puede restablecer
urgente el régimen de visitas. La psicóloga forense dice: no se puede
restablecer el régimen de visitas porque la angustia que advirtió en
Ana, de cinco años, es tan grande que no es bueno en este momento
favorecer ningún contacto.
Entonces el juez dice: “Una perito aconseja el restablecimiento del vín-
culo con urgencia porque la salud de los abuelos se está afectando por la
falta de sus nietos..., la profesional del Cuerpo Médico dice que no al res-
tablecimiento del vínculo, porque ello afecta la salud psicológica de la niña
Ana...”, entonces el juez designa una tercer profesional de la salud. Es la
tercera perito quien propone: como en realidad la niña está angustiada, y
los abuelos también, entonces con la presencia de la madre, deberían fa-
vorecerse las visitas con los abuelos. No se tuvo en cuenta que los abuelos
convivían con el padre de Ana, procesado por abuso y corrupción agrava-
da. Tampoco que era la madre (ex-nuera y ex-esposa) la denunciante. Se
iba a provocar una situación de choque insostenible, ante la presencia de
la niña en el domicilio de sus abuelos.
Bueno, ya íbamos por tres pericias; por suerte el contacto estaba in-
terrumpido, porque si no la cosa hubiera sido peor. Cuando me corren
vista yo lo primero que propongo, pido, es hablar con la terapeuta de la
chiquita, su psicóloga individual, en el intento de conocer la actualidad
de su estado. El informe que me hizo fue determinante para pedirle al
juez que mantuviera el impedimento de contacto entre Ana y su grupo
familiar paterno, ¿por qué? porque la perito asistente social designada
había dicho que en tanto los abuelos pidieran perdón a los nietos... en-
tonces podían verlos. Trae el tema de todo el ritual del perdón, lo quie-
re aplicar a este caso, pero se los pide a los abuelos. Cuando vi eso ha-

170
7 . Angeles Baliero de Burundarena

blé con la psicóloga individual. El tema del perdón no tiene nada que
ver acá. ¿Cómo los abuelos tienen que pedir perdón por algo que no hi-
cieron? Además ¿cómo podrían actuar de ese modo si ni siquiera reco-
nocieron el hecho o la posibilidad de que hubiera sucedido? Además yo
me opuse, en defensa de mi representada Ana, de 5 años, a que las vi-
sitas se realizaran en otro lugar como se había propuesto. Yo entiendo
que no se trata de un cambio de ambiente, no se trata de la plaza o de
la casa ni se trata del perdón o no que a nadie corresponde; se trata de
que los abuelos no consideran ni siquiera la posibilidad de que la niña
—su nieta— pudo haber sido afectada por un agravio fortísimo por par-
te de su padre, hijo de ellos.
¿Cómo iban a tratar a esa nieta que era víctima de su propio hijo, fren-
te a lo cual ellos negaban cualquier tipo de posibilidad de abuso? Era un
daño mayor el que se le producía; más bien lo que aconsejé es que los
abuelos fueran a un grupo de familiares no abusadores de chicos abusa-
dos, porque con todo el respeto por los abuelos, que siempre es importan-
te traerlos a los procesos de familia, porque pueden dar muchísimo, creo
que acá lo que tenemos que preservar es el derecho de Ana a su intimidad,
a no ser agraviada, a su salud. A cualquier precio.
Aun con la sentencia penal de la jueza, que tuvo en cuenta las prue-
bas para poder procesar por corrupción agravada por el vínculo y abuso
deshonesto a ese señor, consideré para dictaminar, no sólo el relato de
la chica sino todos los síntomas físicos que se sucedieron después del
abuso reiterado del que era víctima cada vez que iba a la casa de los
abuelos y el padre a solas la llevaba a su dormitorio. La niña estaba al
borde de psicotizarse.
Estaba con crisis asmáticas, con una angustia fortísima, no comía,
dormía con la luz prendida, estaba con pánico; los síntomas médicos, el
informe del Hospital Pedro de Elizalde, el doctor Garrote y su equipo
fueron los que hicieron el informe y lo sostuvieron desde que empezó el
expediente. Tanto en sede penal como en sede civil, porque en estos ca-
sos lo que se trata desde el abusador, es de tirar abajo el basamento
científico del informe diciendo que no citan la bibliografía en que lo sus-
tentan... que no se sabe de qué cita científica es la sugerencia del pun-
to 3, punto 4, porque el Código dice que los informes deben estar rea-
lizados de tal forma y nó como surge del informe, etc., etc.
En general los imputados por estos delitos amenazan a los profesiona-
les intervinientes con demandarlos por mala praxis. Los testigos que ofre-
ce el abusador decían: “es imposible, lo conozco desde que era chiquito,
jugaba con mis hijos, era del barrio, se recibió de arquitecto, es tranquilo”.

171
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Sin embargo este padre fue capaz de colocar a su hija en una situa-
ción tremenda.
La otra cuestión que decantaba del peritaje se refería a la relación de
Fede con su papá. Se decía: “puede no ver a Ana, pero a Fede sí”. El her-
manito era menor que Ana. Entiendo que hay que apoyar a la madre, cuya
soledad en esta situación era puntual. Creo que no en vano era una jueza
mujer, que fue muy valiente en dictar esa sentencia. El señor procesado lue-
go empezó a merodear el colegio, el Jardín de Infantes, con lo cual la ma-
dre vino a pedir auxilio y pedía al juez que le impidiera acercarse a cinco
cuadras a la redonda de la escuela, porque le producía un daño enorme a
su hija. Así se resolvió, luego de pelear mucho, estas medidas.
¿Con esto qué les quiero mostrar?, ¿con esto qué les estuve relatando?
Que todas las acciones que se tomaron en el expediente civil (no así en el
penal, el penal fue como un relojito que caminó rápido, se buscó todas las
pruebas que se pudo y finalmente elevó a juicio el expediente). En el juicio
civil todas las medidas que se pedían costaba mucho sacarlas, ¿por qué?
porque todo era tamizado en función de que la madre le llenó la cabeza a
la hija, de que en la familia de la madre estaban enojados porque el otro
señor no les pagaba la cuota alimentaria, etc., etc. ¿Cómo la madre va a
utilizar el cuerpo de la niña, causándole más daño?
Es loca esa forma de plantearse las cuestiones frente a un abuso se-
xual infantil. Pero los operadores del sistema judicial en el que estoy
comprometida hace muchos años decían en la práctica, fuera del expe-
diente: Pero si el señor no mata una mosca, ¿vos le viste la cara?, ¿vos
viste? Bueno, pero no importa lo que uno ve, importa lo que dice el Dr.
Garrote, del Hospital Elizalde; importa lo que dicen el resto de los pro-
fesionales que decían que no había fabulación; miren que para que una
pericia diga: “es imposible que haya fabulación por la edad de la niña y
porque pudo sostener su relato siempre”.
No fabula la niña, los dibujos que hizo no podían ser aprendidos por
la edad que tenía, o sea que lo que dibujó es lo que vio, no había otra
cosa, los síntomas clínicos, el propio relato; la niña le dijo al Dr. Garro-
te: “cuando vuelvo de la casa de papá tengo gusto a pelo en la boca”.
La Sra. jueza fue prudente, porque recolectó muchas más pruebas que
el solo dicho de la niña.
Frente a eso, la reticencia del operador, y del operador mujer, porque las
mujeres muchas veces son “pro hombres”, no sé qué es lo que pasa; dicen:
“no, porque es el padre, y del todo no está acreditado”. A mí me llegó a de-
cir el juez de la causa civil: “que lo hayan procesado por corrupción agra-
vada por el vínculo no significa que sea una condena, eso es como un em-

172
7 . Angeles Baliero de Burundarena

bargo preventivo”. Y le digo: “dejémonos de jorobar, ¡mirá lo que es la sen-


tencia penal!” Finalmente suspendió el contacto, y la madre se fortaleció
tanto a partir de esa sentencia, que después se animó a pedir que se im-
pidiera el acercamiento del padre a la escuela; bueno, una cantidad de co-
sas que se sucedieron después.
Y este señor fue condenado y este señor está en prisión, con lo cual, no
sé cuanto durará, pero digamos que creo que en este supuesto se cumplie-
ron todas las expectativas de todo lo que aprendemos en los libros en be-
neficio o a partir del cuidado de la defensa de los derechos de la víctima.
Entiendo que sostener la defensa de la familia como entelequia, y como
tal reconocerle derechos por encima de cada uno de sus miembros, es ab-
surdo. Me refiero a la suspensión de los vínculos en ocasiones de sospecha
de abuso sexual infantil. Cada historia de vida que se nos pone a conside-
ración en el trabajo es única y requiere de peticiones y decisiones únicas.
Yo estoy a favor de los derechos de cada uno de sus miembros, y si son los
derechos de los niños, más aún.
Creo que es mayor el daño que se puede causar... forzando una si-
tuación de vinculación contra los deseos del niño, porque el chico está
dañado exactamente igual, en tanto como víctima se lo sometió como
objeto de estudio a raíz de la denuncia por abuso sexual ante el Tribu-
nal. Entonces, sea que hubo abuso o que no se lo pueda demostrar, el
solo hecho de llevarlo al estrado judicial, a realizarle las pericias que se
le realizan, le causa daño, lo rotula. Aun cuando el Cuerpo Médico Fo-
rense tenga profesionales brillantes para estos casos y desplieguen todo
tipo de cuidados al practicar las pericias. Pero ¿cómo quedaron las ca-
bezas de dos niños que conocí, luego de veintitrés pericias que se les
efectuaron a lo largo del pleito entre civil y penal? Todas ellas para in-
tentar demostrar la inocencia del padre abusador. Yo les digo que cono-
cí y observé la evolución de las expresiones y las miradas de estos chi-
cos cuando comenzó el juicio y después de las 23 pericias psiquiátricas,
psicológicas y médicas. Luego el padre famoso fue condenado y cumplió
prisión. En Casación fue anulada la sentencia “por un defecto formal”.
Es decir, no se lo absolvió o se dijo que era inocente. Se la anuló, es de-
cir que había que comenzar el juicio de nuevo. Allí la madre y los niños
se fueron del país.
Entonces el tema es evitarle al niño mayores daños que los que ya
hubo, sea porque la madre confabuló o sea porque el padre abusó, pe-
ro el chiquito, los derechos de ese niño no se los puede sostener a par-
tir de la entelequia de la familia sino de los que necesita él. Si lo que
requiere es cortar el vínculo con ese padre por el tiempo que sea nece-

173
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

sario, o para siempre, yo pienso que debe ser así, y que las medidas en
este caso estuvieron bien tomadas. Podrá revincularse en tanto él lo pida
y esté de acuerdo.
A partir de este caso me planteo la dificultad de internalizar los pos-
tulados de la Convención en el tema del abuso sexual infantil; pensemos
que el artículo 19 es expreso sobre esta situación. La dificultad de inter-
nalizar los postulados de la Convención nos lleva a priorizar la medida
de protección al niño y no a reclamar el ejercicio efectivo del derecho
que él o ella tienen para resguardar su intimidad, su dignidad y su na-
tural proceso de crecimiento.
Es mucho más complicado reclamar el ejercicio efectivo del derecho a
no ser explotado sexualmente o a que no existan injerencias en la intimidad
de cada uno, que pedir nuevas pericias, que pedir que nos traigan la prue-
ba de otro lado, es mucho más fácil lo segundo que lo primero, pero a nues-
tro sujeto de protección lo que le conviene es que lo acompañemos para el
ejercicio efectivo de sus derechos.
Ahora voy a presentar otro caso.
El sábado me llamó de un Tribunal del interior del país un juez, para ha-
cerme una consulta por este problema. En realidad la consulta era por una
cuestión más de criterio, para sopesar la autoridad de él con el organismo
administrativo del lugar; pero lo que me relató, en base a una secuencia de
decisiones “en favor del niño”, a mí me hizo replantear todo lo que iba a
decir hoy, y es lo que estoy diciendo: que hay como una divergencia, diso-
ciación, entre lo que dice la ley y lo que se hace.
Fíjense esta situación: el padre de Wilson, de 9 años, está preso por homi-
cidio; tiene 39 años; la madre tiene 38 años, es una mujer golpeada y vive
con su hija de 17, con Wilson, y tiene otra hija de 19 que vive en pareja con
su novio y tiene una chiquita de 1 año. Resulta que Wilson, que está inserta-
do en el contexto de esta familia, de 9 años, llega a la escuela el día lunes pa-
sado y amenaza a un compañero con un arma de juguete; se arma un revue-
lo en la escuela y la directora lo expulsa y dan intervención, por la Ley de Vio-
lencia, al juez del lugar.
El juez del lugar inmediatamente dispone sacarlo del hogar y ordena un
allanamiento en la casa familiar en búsqueda de otras armas, porque dice
que esa familia es de alto riesgo, una familia de malas costumbres y que
probablemente deben tener armas en la casa. Entonces, concomitante a la
exclusión del niño de la escuela y del hogar, realizan un allanamiento en el
hogar familiar y no encuentran ningún arma.
Al niño lo envían a un Hogar de Admisión que hay en el lugar, una
especie de hogar de tránsito, a la espera de qué hacer con esta situa-

174
7 . Angeles Baliero de Burundarena

ción, porque ya es una familia que tiene problemas, porque el padre es-
tá preso y la hermana de 17 fue golpeada por el padre, y la madre es
golpeada y no sabe que hacer con los hijos; la de 17 anda por malos
caminos; entonces, mejor sacarlo a Wilson y ponerlo en el Hogar de Ad-
misión a la espera de qué hacer.
Hacen el martes una reunión con los encargados del Hogar de Admi-
sión, que deciden, a mi criterio correctamente, que acá lo que hay que ha-
cer es fortalecer el vínculo con la madre y colaborar con ella en la educa-
ción de Wilson, pero por ahora que se quede en el Hogar de Admisión, has-
ta ver cómo responde la madre a esta situación.
El niño quedó sin escolaridad, porque a su vez en la escuela lo expul-
saron pues antes ya había llevado una especie de cuchillo que no era cu-
chillo y ahora llevó un arma de juguete; es un elemento de disociación y de
perturbación para el resto del alumnado, por lo cual hay que aislarlo.
En consecuencia, deciden que había que fortalecer el vínculo materno,
y el juez ordena régimen de visitas a favor de la madre los fines de sema-
na que se lo podía llevar. La madre cuando recibe la notificación, fue todo
junto: se enteró de que al chico lo habían sacado de la escuela, se enteró
de que lo habían echado, se enteró de que estaba en un Hogar de Admi-
sión y se enteró de que iba a tener obligaciones para con la Justicia a par-
tir de la mala conducta del hijo.
Entonces, la madre se presenta en el Juzgado, según relató el juez, y le
dice: mire, el fin de semana que viene hay una procesión de la Virgen, y
nosotros somos muy devotos de ella así que yo lo quiero llevar a la proce-
sión. En consecuencia se le dice que sí. Que está bien. Pero ¿qué pasó? El
viernes el chico rompió dos vidrios del Hogar de Admisión, se peleó con un
compañero y le tiró una naranja y entonces como medida educativa lo cas-
tigaron y lo mandaron al cuarto de arriba. Cuando va la madre a buscarlo
para la procesión, le dicen: no, no puede salir porque está con una medi-
da de prevención, porque rompió dos vidrios, imagínese que eso no lo po-
demos pasar por alto, así que no lo va a poder llevar. La mujer se fue.
El niño se escapó, se escapó porque él quería ir a la procesión también,
miren ustedes qué elemento valioso se perdió el Equipo de Intervención,
porque ante una creencia profunda en una religiosidad popular tan enrai-
zada, había que trabajar sobre eso y no sobre el vidrio de una institución
que, bueno, después vemos cómo se puede colocar el vidrio o quién pone
la masilla y quién pone el material; pero se perdió, se perdió la víctima, lo
están tratando de proteger y lo castigan.
¿Dónde está la Convención? Esto pasó la semana pasada, y es un juez
que todo lo funda en la Convención. ¿Qué nos pasa que la Convención la

175
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

tenemos probablemente en el cajón? De haberla leído o haberla repasado,


esto no habría sucedido.
El chico se escapó. Entonces, como todo es causa-efecto, se dio avi-
so a la Policía, entonces la Policía lo salió a buscar, y la hicieron venir a
la madre a que levantara un acta, que su hijo se había escapado y que
ella no lo había llevado.
No sé cómo va a terminar la historia de Wilson, pero esto de consta-
tar la disociación entre el mundo real y el mundo jurídico es socavante.
Reflexionemos, ya que no podemos admitir que pasen estas cosas. ¿Por
qué? Hay que hablar de cuál es el lenguaje del chiquito Wilson. Pense-
mos que su papá está preso por homicidio; su mamá es mujer golpea-
da. La forma de comunicación de él es agrediendo, amenazando con ar-
mas de juguete. Si lo rescatable en la familia es la devoción a la Virgen,
pues tomemos ese afán. Si lo observado como sublimante para ellos hu-
biera sido un ícono de la religiosidad popular, o la superstición misma,
pues tendremos que trabajar con tales elementos.
Es necesario conocer el contexto que rodea al niño, sus creencias, si tie-
ne valores, y tomarlos, resignificarlos. Trabajando con ellos podremos ha-
cer una intervención útil, con un resultado cierto; no de otra forma.
Y cuando nuestras acciones muchas veces expulsan a la víctima, Wil-
son, de su natural territorio, promoviendo aquello que buscamos evitar...
¿Cuál es el natural territorio? Para mí, los derechos reconocidos en la
Convención, ese es el territorio de los chicos, pero como mencioné an-
tes, en la práctica cotidiana no se observa todavía un acoplamiento sin-
cero y total entre la palabra y la acción. En este sentido creo que es ne-
cesaria una interpretación de la ley contextualizada y adaptada al caso
particular; la ley se debe adaptar al caso, dado que cada situación fami-
liar es única e irrepetible.
Todo fenómeno o situación debería ser percibido, comprendido, como
inseparable del contexto del cual forma parte y de cada una de las partes
que lo integran. Esto presupone una lectura del múltiples niveles de obser-
vación, en tanto somos sujetos observadores que intentamos escuchar, des-
cribir, explicar, comprender, la complejidad de las relaciones humanas, aun-
que es imposible captarla totalmente.
Las decisiones que tomamos en cada caso no deben obviar las posi-
bles consecuencias derivadas de ellas. Es nuestra responsabilidad no ex-
cluir a la prevención de los efectos de estas decisiones. No podemos ol-
vidar que la aplicación de la ley muchas veces también puede generar
violencia; por eso es importantísimo en esta materia hacerse cargo de
las consecuencias de la orden; en los conflictos familiares especialmen-

176
7 . Angeles Baliero de Burundarena

te, es necesario que la ley se adecue y se inyecte en cada situación y no


que cada situación reciba la fría autoridad de la ley sin tomar en cuen-
ta la humanidad de cada conflicto.
Otra historia de vida. Padre y madre estaban separados pero vivían
en el mismo edificio, el padre en el tercer piso y la madre y la hija Ma-
ría, en el primero; y se presentaron al Tribunal de Familia las dos abue-
las, la paterna y la materna, pidiendo régimen de visitas a favor de su
nieta María, porque en la convivencia con su mamá, a criterio de las
abuelas, María estaba en una situación de riesgo enorme. Decían que
la madre era una persona que le hacía mucho daño a su hija. A todo
esto, María tenía buena relación con el marido de la abuela paterna,
buena relación con su papá y buena relación con sus primas, hijas de
una hermana de la madre.
Cuando se presentan las abuelas y piden que urgente se disponga un
régimen de visitas porque María no quería ir a visitarlas y no sabían por
qué, pero decían que era la madre que le llenaba la cabeza, el juez ordena
un psicodiagnóstico para evaluar las condiciones psicofísicas de María y de
su mamá, y entonces remite el expediente al Cuerpo Médico Forense.
El Cuerpo Médico Forense les manda un telegrama, como se hace
normalmente: los forenses se dirigen a sus pacientes o a las personas
que tienen que entrevistar a través de la Policía. Se le manda un tele-
grama por Policía a esta familia, para que se presente tal día y a tal ho-
ra; y ellas no se presentaron. El juez ordena una nueva pericia con la
disposición de que ambas mujeres, madre e hija, fueran llevadas por la
fuerza pública al Cuerpo Médico Forense.
Ahora les voy a leer lo que sucedió y lo que María me pidió. María era
alumna del Colegio Nacional Buenos Aires, estaba en 2º año, tenía 15
años, casi 16, y sucedió lo que sucedió. Por eso les digo que a veces la vio-
lencia se genera dentro mismo del Poder Judicial por no saber medir las
consecuencias que puede tener una medida como la que se impuso.
María “...pide ser escuchada en los términos del artículo 12 de la
Convención sobre los Derechos del Niño y pide que se tenga debidamen-
te en cuenta su opinión en atención a su edad, a su madurez y a que se
considera capaz de haberse formado un juicio propio sobre las cuestio-
nes familiares que la afectan profundamente y acredita su identidad con
documentos, domiciliada en la calle Perú de esta Capital, es argentina,
soltera, y me manifiesta que comenzará su 3° año de bachillerato en el
Colegio Nacional Buenos Aires de esta ciudad, el próximo viernes, por-
que en esa fecha comenzarán las clases para los alumnos de dicho es-
tablecimiento. Me manifiesta que el año anterior dentro de su División

177
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

resultó ser el 2º mejor promedio y que en la actualidad su promedio ge-


neral es superior a ocho”.

“También es becada por el mismo colegio en la Asociación de


Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, para realizar cursos
de Historia del Arte. El año anterior completó tres cursos: Barro-
co, Renacimiento y Alto Renacimiento. Para este año todavía des-
conoce cuál realizará, ya que obtuvo tres becas para cursar. Me
afirma que por ahora y en el año anterior practicó como actividad
deportiva natación con una amiga de ella; ella era la encargada
de transportar los útiles y el material, dirigir los partidos de hand-
ball y a veces tomar lista.”
“En este estado me manifiesta que la pasó pésimo el último vier-
nes cuando la Policía Federal, en cumplimiento de la orden del
juez para traerlas al Tribunal, al Servicio de Psicología del Cuerpo
Médico Forense, las esposó a ella y a su mamá y así como esta-
ban en camisón y cambiándose porque eran las 8:15 de la maña-
na, se las llevaron.”
“Los policías la amenazaron, le pusieron su cabeza entre las pier-
nas de uno de ellos y la golpearon porque ella se opuso, porque
trataba de defender a su mamá.”

La joven me decía que la madre estaba con un camisón que era muy
transparente, que le daba vergüenza que saliera así a la calle, y que la ma-
dre estaba muy mal; ella quería ponerle un batón y los policías no querían
que fuera al cuarto a buscarlo. Increíble.

“Llegaron en un estado de angustia, desesperación y nervios al Cuer-


po Médico Forense y por suerte se encontraron con una licenciada
que las trató como seres humanos.”
“Dice María que la licenciada en psicología la contuvo, la tranquilizó, e
hizo más de lo que pudo para que esa situación horrible se terminara.”
“María me pide con absoluta claridad que se concluyan estas actua-
ciones para protegerla, porque no quiere este tipo de protección.”

Claro, porque como las abuelas dijeron que había una situación de ries-
go puntual derivada de la convivencia de María y su madre, el juez ense-
guida cambió la carátula y puso “Protección de persona”. Entonces María
dice: no quiero que me protejan. No quiero que nadie me proteja.

178
7 . Angeles Baliero de Burundarena

“María me pide con absoluta claridad que se concluyan estas actua-


ciones para protegerla, porque no quiere este tipo de protección.”
“Dice convencida que ella dejó de ver a sus abuelas por propia
decisión; con relación a su abuela materna me explica que cuan-
do iba de visita, la abuela tenía que irse a cuidar a sus otros pri-
mos y la dejaba al cuidado de su bisabuela Teresa, muy viejita,
y siempre tenía miedo de que le pasara algo en su presencia, por
lo que no quiso ir más. Con respecto a su abuela paterna, Mer-
cedes, dejó de verla porque no le gustaba la forma en que ella
trataba a su marido, es decir a su abuelastro, entonces como no
soportaba esa situación no fue más. Me aclara que fue una de-
cisión propia y personal y que en nada la afectó el dejar de fre-
cuentar a sus dos abuelas.”
“María, en cambio, extraña a sus primos, a ellos sí quisiera verlos,
pero lamentablemente, con toda esta causa en el medio, que me
quieren proteger, la relación ya no es igual a la de antes.”
“Me afirma que no corre ningún riesgo por encontrarse viviendo
con su mamá; al contrario, se llevan bien y recibe de ella cariño,
afecto y absolutamente todo lo que pueda recibir un hijo de par-
te de una mamá que se ocupa. También me afirma que frecuen-
ta a su papá y que tiene muy buena relación con él. A su vez, que
se fue de vacaciones a Santa Teresita con su abuelo paterno y con
la señora de él y un nieto de ella de 11 años de edad.”
“Me expresa que gracias a la vida que su madre le ha brindado pue-
de dedicarse al estudio, a ser alumna del Buenos Aires, a tener ami-
gas y a compartir con ellas los gustos que tienen. Cuando cumplió
15 años recibió de todos sus compañeros un regalo especial, una
pulsera y una cadena de plata haciendo juego, con bombones y con
tarjetas; aclara que está bien integrada a su grupo y que no tiene
problemas con sus compañeros.”
“María pide expresamente que no se la moleste más, que no se
repita nunca más el episodio de la Policía. Que eso sí la lastimó
mucho, la marcó mucho, y de sólo pensar en el hecho ocurrido se
angustia y pone muy mal. No está de acuerdo con realizar ningún
psicodiagnóstico con sus abuelas, porque no las quiere ver; es
más, pide la niña y lo reitera que se concluya esta causa porque
le produce un agravio profundo.”
“María pide en este acto a la Sra. Defensora que la comprenda y que
busque ella los medios para cerrar este procedimiento, porque está
muy bien con su madre y quiere empezar el colegio sin temores. Ma-

179
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

ría pide que no se tomen más medidas de coerción contra ella. Con
lo que terminó el acto, previa lectura, etc., etc., etc.”

La causa tardó en cerrarse ocho meses más, casi un año. María entró
en una depresión profunda, porque el padre, que era un débil, el que vivía
en el mismo domicilio, cortó la vinculación. Porque ella le fue a pedir ayu-
da al padre, para que se pusiera firme delante de su propia madre, y el pa-
dre le dijo no. A las primas no se las dejaron ver más.
Tuvo un intento de suicidio, en el Nacional Buenos Aires, por lo cual
no la expulsaron sino que le pusieron una medida que le justificaba las
faltas hasta tanto se recuperara; y bueno, el expediente se cerró final-
mente, pero costó muchísimo.
Yo hice las denuncias de mi parte, y eso jorobó mucho y promovió en la
gente del Juzgado una alianza en contra de la madre y en contra de la hi-
ja. La protección de la persona de María fue cualquier cosa menos protec-
ción, porque las posiciones a partir de este hecho de violencia general den-
tro del Poder Judicial, porque no se tuvo en cuenta que no se puede llevar
a una chica por la Policía a ningún psicodiagnóstico, porque no se tuvo en
cuenta eso, las posiciones se rigidizaron, fue imposible trabajar, porque el
sistema dejó de ser creíble para María, para su mamá, para las abuelas,
para el Juzgado, o sea que empezamos todos a pelearnos por escritos y fue
una lucha campal; pero, María tuvo un intento de suicidio.
Entonces, ¿cómo lograr que la Convención los Derechos del Niño y
las acciones, que el discurso y las acciones coincidan?; es una respon-
sabilidad nuestra, es una responsabilidad de volver a la fuente. Hay que
buscar la guía de la intervención que es la Convención, no queda otra,
porque estamos expuestos por la cantidad de trabajo que hay, por la
complejidad de situaciones que se nos plantean, a decir bueno, está
bien, que venga el informe. Y hay que pensar cómo se hace un informe,
hay que pensar cómo se notifica una audiencia en un juicio de abuso,
hay que pensar cómo se notifica a los padres que se le ha promovido un
juicio de insanía a sus hijos.
Estos mínimos detalles que causan un agravio profundo en la familia, es
lo que hay que tratar de evitar; si no lo hacemos es inútil la intervención,
es iatrogenia para la persona y nuestra intervención es inútil en vez de útil,
y el resultado no es lo que esperábamos.
A mi criterio el juzgador no puede decidir una situación bajo aperci-
bimiento de la fuerza pública para obtener una prueba indicativa del es-
tado psicológico de la niña y su madre sin tener en cuenta las conse-
cuencias y los daños que dicha acción provoca. Pero la necesidad de co-

180
7 . Angeles Baliero de Burundarena

hesión en el equipo de trabajo cuando se trata de estos problemas, tie-


ne que ser puntual, no pueden existir fisuras, y si las hay, buscar las he-
rramientas para tener reuniones, para decir: yo no puedo trabajar con
vos de esta manera; pero la gente no puede ser el fusible de nuestras
propias problemáticas o de nuestro cansancio, porque es cierto que nos
cansamos todos en esto.
A partir de la situación descripta se sucedieron una concatenación de
eventos que amplificaron el conflicto relacionado.
María hizo un planteo ante la Defensoría de Menores para la efectiviza-
ción de su derechos, pidiendo sanciones para la Policía y para el juzgado.
En otro nivel de análisis, con respecto al proceso de la causa, es in-
teresante destacar que la alianza inicial entre las dos abuelas contra la
madre por el régimen de visitas hacia su nieta, promovió en el Juzgado
una coalición de sus operadores contra la menor y su madre, considera-
das como culpables y calificadas como pacientes psiquiátricas sin sus-
tento de ningún diagnóstico.
Desde una lectura causalista como ha sido la del Derecho, el rol de víc-
tima se complementa con el de victimario, llevando a pensar a la persona
independientemente del contexto del cual forma parte, sea éste familiar, el
contexto institucional, el contexto judicial u otros.
Para poder salir de este dualismo que también se inserta en la Jus-
ticia es necesario percibir las múltiples y complejas relaciones que se
configuran en cada circunstancia. En la medida en que el operador jurí-
dico continúe aislando el fenómeno de los contextos en los que éste es-
tá inserto, pensando en términos de causa-efecto, sus peticiones, deci-
siones, para la resolución de los conflictos familiares, no promoverán los
resultados deseados.
Y por último voy a presentar un caso esperanzador.
El expediente básicamente es un juicio por tenencia entre un matri-
monio que estaba divorciado, José y Alicia, ambos de la comunidad, de
la colectividad judía. Alicia y José se habían casado en Israel y los dos
eran hippies. Estuvieron viviendo allá un tiempo y después vinieron a vi-
vir a la Argentina; tienen dos hijos.
Alicia lo denuncia a José por abuso sexual en perjuicio de su hija Sara. Esa
denuncia quedó en la nebulosa porque Alicia, para proteger a su hija, se es-
capa al Uruguay, a la casa paterna. La Justicia vuelve a traer los chicos a la
Argentina y ahí José arremete contra Alicia pidiéndole la tenencia porque la
considera incapaz.
Alicia era mujer golpeada, está comprobada la violencia de él. Él tie-
ne informes... no sólo informes: actuaba la violencia en los Tribunales

181
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

de una forma espantosa, porque llegaba, pateaba la puerta, abría la


puerta, se instalaba... bueno, una cosa es que era muy difícil ponerle un
límite a este individuo. Y Jorge, el chiquito, a esta altura del pleito,
cuando todo indicaba que iba a irse con el papá, empieza a tener una
úlcera sangrante, a los siete años, y había tenido dos internaciones en
el hospital público; no sabían por qué, no se sabía por qué tenía la úl-
cera, pero bueno, estábamos en esa situación.
El trabajo con la familia fue muy infructuoso, porque los padres de ella
del Uruguay no quisieron venir y eran gente de escasos recursos y decían
que ya los habían dejado de ver y que no querían saber nada. La madre de
José se había casado con un segundo marido que era jamaiquino, bailarín
de salsa y mucho menor que ella, así que la señora estaba en su mundo.
Y Bety, la hermana de José a quien yo quería citar para que colabore, era
bailarina de danzas, estaba en un ballet, y no tenía tiempo.
Total que estábamos en orfandad de entorno y José le sustrajo los hi-
jos a Alicia “manu militari”, no se los devolvía. Alicia venía a hacer la
denuncia, mandábamos a buscar los chicos... bueno, yo ya no sabía que
hacer con este asunto. Yo trabajaba con un equipo de profesionales pa-
ra supervisar. La Lic. Jutoran me sugirió que llamara al rabino.
Entonces, yo dije: pero ¿al rabino?, ¿cómo lo llamo? Y me contestó:
yo te voy a hacer el contacto. Tuvimos como dos reuniones para ver qué
hacer y ella me dijo: vamos por el entorno de ella, porque va a ser muy
útil, porque en estos casos los rabinos tienen total efectividad. La pala-
bra del rabino es valiosísima. En este caso esa palabra tendrá más fuer-
za que la del Tribunal. En este caso las partes no obedecían al juez, lo
boicoteaban y a mí no les cuento.
Llamo al rabino, pero antes lo que yo pude observar y convencerme era
de que había que apoyar a esa madre Alicia y fortalecerla, porque era bue-
na madre; lo que pasa es que el ex marido le había cortado hasta el último
centavo, no tenía plata para nada, porque le habían cortado la luz, le ha-
bían cortado el gas, no le daba plata para los alimentos, y entonces le de-
cía que era una madre que no servía para nada, y bueno... a esta mujer,
que era mujer golpeada, había que ayudarla. Entonces la hipótesis de tra-
bajo fue lograr desde la comunidad de Jabad que le pusieran a la madre
una suerte de tutor en el domicilio, para que la apoyara, la organizara co-
mo madre, y a su vez hice una lista de toda la ayuda imprescindible para
la subsistencia. La comunidad les dio todo .
¿Qué pasó acá? Acá están los abuelos, Alicia, José, el jamaiquino y
la tía. José tenía trabajo, estos son los hijos y Alicia tenía un vínculo muy
fuerte con la comunidad. Hicimos una reunión en el Juzgado donde fue

182
7 . Angeles Baliero de Burundarena

increíble, había que prepararlo al juez para recibir al rabino. Se les dio
a los chicos tratamiento psicológico, se les puso el departamento en
condiciones de habitabilidad, se les dio apoyo domiciliario educativo, to-
do ello desde la comunidad.
Esto fue muy importante, el haber aceptado el consejo de un profesio-
nal de la salud como para cambiar y hacer una pequeña modificación to-
mando del entorno algo significativo para ellos y poder lograr una satisfac-
ción a los derechos de los niños que debíamos proteger.
Para terminar, les quiero decir que las historias de los niños que he
traído para compartir con ustedes pretenden reflejar la difícil experien-
cia de nuestra tarea diaria y los múltiples elementos que configuran el
sistema familiar, el sistema judicial, otros sistemas involucrados y sus
interacciones, lo que a veces amplifica las dificultades, limitando las po-
sibilidades de operatividad.
Por otra parte tenemos pruebas fehacientes, como hemos visto en este
último caso, sobre la importancia del trabajo interdisciplinario tanto en los
Juzgados de Familia como en las Defensorías de Menores.
Es mi deseo que se logre la convergencia de pensamiento y acción
para generar la ocupación del territorio natural de los niños que por de-
recho les corresponde.
Es mi deseo que más allá de las instituciones que se han creado para
defender a los niños y sus leyes, se instale definitivamente en el pensa-
miento de los profesionales involucrados la necesidad de aunar acciones
para pensarlos como protagonistas y actores de sus derechos así como la
Constitución los ha definido.

183
8

Las Defensorías Zonales


de Niñas, Niños
y Adolescentes

El rol de la querella
en el marco de un proceso penal
que tiene a los niños y adolescentes
como víctimas de los delitos
contra la integridad sexual

Dra. Cecilia Sosa

Abogada, egresada del Posgrado interdisciplinario de problemáticas infanto-juveniles del CEA, UBA. Ex Coor-
dinadora General de las Defensorías de Niñas, Niños y Adolescentes dependientes del CDNNyA de la CABA.
Actual Vocal de la Legislatura al CDNNyA.

Mi objetivo en esta mesa, que voy a compartir con los colegas profe-
sionales abogados de los equipos técnicos de las Defensorías Zonales de
Niñas, Niños y Adolescentes de Palermo y Plaza Lavalle, en el marco del
curso sobre “Malos Tratos y Abusos” que coordina la Lic. Eva Giberti, es
presentar el abordaje institucional y jurídico que desarrollan las Defen-
sorías Zonales del Consejo de Derechos de la Ciudad de Buenos Aires.
185
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Antes me gustaría aclarar que para estas exposiciones hemos hecho un


recorte en el abordaje de intervención —interdisciplinario— para enmarcar
el tema en la práctica penal desde una perspectiva jurídica. El recorte que
elegimos tiene como fundamento una especificidad propia de las Defenso-
rías Zonales —como servicios de protección de derechos— y es que son de
los pocos servicios que desde el Estado brindan patrocinio jurídico gratuito
a la población infantil y adolescente cuando es víctima de delitos. Es im-
portante agregar que más allá de este recorte, los profesionales de las otras
disciplinas que forman parte de los equipos de atención, diseñaron en for-
ma conjunta la estrategia de intervención para garantizar el restablecimien-
to de los derechos de los niños en cuestión.
Luego se presentarán dos casos donde los abogados de estas dos De-
fensorías fueron patrocinantes de la parte querellante, dentro de un proce-
so penal que tiene a los niños como víctimas de los delitos de abuso sexual
y de violación agravada por el vínculo.
Las Defensorías Zonales son órganos descentralizados del Consejo de
los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires
según lo establece el art. 60 del capítulo segundo de la Ley 114 y como
tales son parte de la política pública de protección integral de derechos a
niños, niñas y adolescentes en el marco jurídico de la Ley 114 y la Consti-
tución de la Ciudad, que ha incorporado el plexo normativo de derechos hu-
manos contenido en la Constitución Nacional en el art. 75 inc. 22.
Definimos política pública como el conjunto de acciones u omisiones
que manifiestan una determinada modalidad de intervención del Estado en
relación con una cuestión que concita la atención, interés o movilización de
otros actores de la sociedad civil. De dicha intervención puede inferirse una
cierta direccionalidad, una determinada orientación normativa que previsi-
blemente afectará el futuro curso del proceso social hasta entonces desa-
rrollado en torno a la cuestión1.
Definimos la protección integral de derechos como la protección de to-
dos y cada uno de los derechos que componen el plexo normativo de dere-
chos humanos, los derechos de primera, de segunda y de tercera genera-
ción, que tiene el niño desde la concepción y hasta los 18 años, abarcan-
do cada una de las situaciones en las que se encuentran durante toda esta
etapa de crecimiento y desarrollo como sujeto de derechos. Este paradig-
ma no protege personas ni cuerpos sino derechos, derechos que tiene el ni-
ño y el adolescente por su sola condición de ser humano.

1 OSZLAK, Oscar; O‘DONNELL, Guillermo. Estado y políticas estatales en América


Latina.

186
8 . Cecilia Sosa

Según el art. 61 de la Ley 114 las Defensorías Zonales tienen por ob-
jeto diseñar y desarrollar un sistema articulado de efectivización, defensa y
resguardo de los derechos de las niñas, niños y adolescentes. Dentro de los
objetivos específicos se encuentra la defensa de los derechos de niños, ni-
ñas y adolescentes cuando los mismos se encuentren vulnerados o sea po-
sible su vulneración.
Cuando se habla de la defensa nos referimos a la exigibilidad de su efecti-
vización a través de una política pública, como son las Defensorías Zonales.
Es interesante conocer los distintos motivos que llegan a la consulta de
los equipos (ver anexo I, Pág. 208).
Durante el año 2002 se han atendido 8.208 motivos de consultas; lue-
go estos motivos de consulta son traducidos a derechos contenidos en la
CDN reclamados.
Los derechos más solicitados son:

• Derecho a la familia
• Medidas de protección contra situaciones de violencia
• Derecho a un nivel de vida adecuado
• Derecho a la identidad

Este trabajo de traducción a derechos de los motivos de consultas rea-


lizados por los niños lo realiza el equipo de Formulación y Evaluación de
Políticas del Consejo de los derechos.
Ahora, siguiendo el tema que nos convoca en esta mesa, es importan-
te señalar que del total de motivos de consulta del año 2002 el 19,5%
(1.593) corresponde a medidas de protección contra situaciones de violen-
cia, y dentro de éstos el 12% (182) son delitos contra la integridad sexual.

2%
12 % Otros

Violación

Abuso

El total es de todas
86 % las consultas de
Defensorías, referidas
a cualquier vulneración
de derechos.

187
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Otro dato importante es que 71% de los consultante por este delito son
mujeres. El comportamiento en relación con la edad, es que bajan las con-
sultas a medida que aumenta la edad.
Con relación a nuestro modelo de abordaje, en el marco de la protec-
ción integral de derechos, la intervención de nuestros servicios se realiza a
través de las tres profesiones que los integran: abogados, trabajadores so-
ciales y psicólogos.
Principios que guían nuestro trabajo;

• El niño como sujeto de derechos, único, singular, y como tal se de-


be respetar y proteger su dignidad individual, sus necesidades parti-
culares, sus intereses, su privacidad y sus tiempos.
• El derecho a ser oído que incluye el de formarse un juicio propio, el
de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que lo afec-
ten y el derecho a ser escuchado en todo procedimiento administra-
tivo o judicial.
• Nuestra intervención debe garantizar el interés superior del niño, es-
to es, garantizar la mayor cantidad de derechos, evitando producir
más daño, y si es necesario priorizar un derecho sobre otro, debe es-
tar absolutamente justificada esa decisión.
• Nuestra intervención no puede restringir derechos, desde este punto
de vista una medida de protección de derechos no puede significar
una injerencia arbitraria en la vida de los niños.
• Principio de no discriminación por cualquier razón, incluso condición
de los padres del niño.

Como hemos dicho nuestras intervenciones tienen como primer obje-


tivo a partir de escuchar al niño, niña y adolescente, garantizar el inte-
rés superior del niño2, esto es, la satisfacción de la totalidad de derechos
o la mayor cantidad de los mismos. El derecho a ser oído, comprendido
en el art. 17 de la Ley 114, implica la creación de un espacio donde por
un lado el niño pueda expresarse, sea escuchado, y fundamentalmente
tenga una participación activa como sujeto titular de derechos, dentro
del proceso penal. En este sentido se les brinda a los niños y/o adoles-
centes y a sus familias la información técnica profesional que el caso
amerita a los fines que ellos también puedan tomar decisiones con el

2 “El interés superior del niño supone la vigencia y satisfacción simultánea de todos
sus derechos...”, “es la plena satisfacción de sus derechos”. Según Miguel Cillero
Bruñol en Infancia, Ley y Democracia en América Latina, Emilio García Méndez-
Mary Beloff, Compiladores.

188
8 . Cecilia Sosa

mayor conocimiento de lo que en la materia se puede realizar. Esto im-


plica un acompañamiento por parte del equipo técnico.
El derecho a ser escuchado no sólo tiene que ver con la palabra del ni-
ño sino con el conjunto de informes propios y de otras instituciones que se
encuentran relacionadas con el caso.
Cuando el niño, niña o adolescente es víctima de delitos contra la inte-
gridad sexual como pueden ser el abuso sexual o la violación, entre otros,
lo primero que se le garantizan son medidas de protección especial de de-
rechos3 en el ámbito que se encuentre el niño, de tal modo que cese la si-
tuación de vulneración a la que se encuentra sometido.
A los fines de poder definir la estrategia a desplegar por parte del equi-
po técnico de la Defensoría es necesario tener en cuenta en qué momento
llega la consulta, si se ha realizado una denuncia y en qué ámbito, la si-
tuación en la que se encuentra el niño, o si es la Defensoría el primer es-
pacio de denuncia.
El equipo interdisciplinario de cada Defensoría Zonal, en cada caso eva-
lúa la necesidad de derivar al niño a un servicio de salud para obtener un
diagnóstico y tratamiento o solicitarlos a los ámbitos institucionales que ya
se encuentran interviniendo.
La situación por la que atraviesa el niño puede estar originada en el ám-
bito familiar o extrafamiliar, en cualquiera de los casos, el equipo interdis-
ciplinario desarrollará las acciones posibles tendientes a acompañar los
procesos ya iniciados o a iniciarse cuando lo considere pertinente, tenien-
do en cuenta el deseo, el derecho a ser oído y a una asistencia letrada del
niño y de los adultos familiares acompañantes.
¿Quiénes pueden ser titulares para iniciar la acción? La acción penal
es dependiente de instancia privada, debe ser instada por el agraviado y,
en el caso de ser un niño, por su tutor, guardador o representante legal.

También es necesario agregar que en los casos siguientes la acción se


convierte en pública y se procede de oficio:

1. Cuando el delito fuere cometido contra un menor que no tenga pa-


dres, tutor ni guardador.
2. O que lo fuera por uno de sus ascendientes, tutor o guardador.

A partir de la modificación que se hiciera al Código Penal por Ley 25.087


en el año 1999, se incorpora el art. 132 del Código Penal, donde “la víctima

3 Art. 36 de la Ley 114.

189
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

podrá instar el ejercicio de la acción penal pública, con el asesoramiento o re-


presentación de instituciones oficiales o privadas sin fines de lucro de protec-
ción o ayuda a las víctimas.

Para terminar, un abordaje institucional y jurídico acorde a la doctrina de la


protección integral de derechos nos ha permitido generar espacios cuidados y
respetuosos de los derechos de los niños en torno a su palabra, su intimidad,
su deseos y sus tiempos, obligándonos como servicio de protección de dere-
chos a garantizar el interés superior del niño, en su singularidad.
Nos ha permitido trabajar articuladamente con otros servicios públicos
que tienen otras especificidades diferentes a las nuestras, como son los ám-
bitos de salud y educación, y finalmente hemos podido constituirnos como
letrados patrocinantes de la parte querellante cuando la misma es menor
de edad, generando jurisprudencia fundamental para los casos en que los
niños y adolescentes son víctimas de delitos en los que se encuentran in-
volucrados sus padres.4

4 Resolución de la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Co-


rreccional N° 22475. Denegatoria de ser tenida por parte querellante. 18 de mar-
zo de 2004.

190
El rol de la querella
en los casos de abuso sexual infantil.
Defensoría Palermo

Dra. Gabriela Vázquez • Fernando Valsechi

Gabriela Vázquez: Abogada de la Defensoría para Niñas, Niños y Adolescentes, Zona Palermo, Ciudad
de Buenos Aires.
Fernando Valsechi: Abogado de la Defensoría para Niñas, Niños y Adolescentes, Zona Palermo, desde 1997
hasta 2004. Actualmente Defensor adjunto de la III Circunscripción Judicial de la Provincia de Neuquén.

En este artículo se presenta una experiencia de intervención de la De-


fensoría para Niños, Niñas y Adolescentes ubicada en Palermo, pertene-
ciente al Consejo de los Derechos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Ai-
res, en la que trabajamos un equipo de profesionales compuesto por abo-
gados, psicólogos y trabajadores sociales.
En la Defensoría, el abordaje se realiza desde una perspectiva integral
e interdisciplinaria, en el marco de la Convención sobre los Derechos del
Niño (CDN) y la Ley 114 del GCBA.
El objetivo es la restitución de derechos vulnerados a las niñas, niños y
adolescentes. En este marco, uno de los motivos de consulta que recibimos
es el abuso sexual.
A continuación se desarrollará cómo se intervino en un caso de estas
características.

Reseña del Caso A

Una adolescente, a la que denominamos A, que en ese momento tenía


14 años, se presentó a la Defensoría junto a su madre. El equipo mantuvo
una entrevista en la que A manifestó haber sido víctima de abuso por par-
te de su padre biológico.
El relato de los hechos fue claro, A se angustiaba al contar lo sucedido co-
mo si lo volviera a vivir. Empleaba un vocabulario que expresaba con claridad
lo sucedido. Su demanda la expresaba así: “Que su padre pagara por lo que

191
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

le había hecho”. Señaló también que convivía con su madre y su hermano, ya


que sus padres se encontraban separados desde hacía varios años.
Como dato se puede agregar que la primera vez que A manifestó haber
sido víctima de abusos por su padre fue en ocasión de estar haciendo tera-
pia familiar debido a la separación de sus padres.

Estrategia de intervención

Luego de esa primera entrevista se decidió ver el expediente judicial y pre-


sentarnos como parte querellante para defender los derechos de A, por una
parte, y por la otra, como en ese momento la joven ya estaba haciendo tera-
pia y como se sentía contenida en ese espacio, el equipo de la Defensoría eva-
luó que no era necesario tener en esa instancia más entrevistas.
Los factores que se tuvieron en cuenta en la estrategia de intervención fue-
ron: los relacionados con la víctima, la relación víctima-victimario, la edad de
la víctima, el relato de la víctima, quién presenta la demanda, la contención
necesaria para sostener un proceso judicial —último aspecto que cobra impor-
tancia, ya que en la práctica se evidenció que es un delito de muy difícil com-
probación, por lo que a veces ni siquiera se abre un proceso judicial.

Proceso judicial

Cuando el equipo toma conocimiento del hecho de abuso en la entrevis-


ta judicial, el proceso judicial ya había comenzado y se estaba esperando
la elevación a juicio oral; es decir, se había realizado la denuncia de abuso
por parte de la madre de la niña, se había tomado declaración al padre de
la adolescente, se agregaron las pruebas periciales, y el juez, con la carga
probatoria, decreta el procesamiento del imputado; cierra el período de ins-
trucción y da comienzo a la segunda etapa del proceso.
En este caso, la denuncia en sede penal prosperó, pero no se había
abierto un expediente tutelar. Esto implicó que la intervención del Sistema
Judicial sólo se aplicó al adulto y no al adolescente.1

1 Aquí cabe una aclaración: cuando un niño es víctima de un delito imputado a un


adulto, se abren dos expedientes, uno en sede penal (Juzgado Criminal) por ser el
autor mayor de edad, y otro tutelar, en un Juzgado de Menores, para proteger los
intereses de la víctima (menor de edad).
En ocasiones, debido al nivel socioeconómico de la víctima y/o a la situación fami-
liar, este expediente tutelar no se abre. Cabe destacar que en este caso el nivel so-
cioeconómico de la familia es de clase media, lo que hace suponer que tiene la po-
sibilidad de realizar tratamientos, de que su familia acompañe a la víctima, que asis-
ta al colegio. Esto demuestra la selectividad del sistema judicial.

192
8 . Gabriela Vázquez • Fernando Valsechi

En la estrategia de intervención, diseñada e implementada por el equipo,


tanto en el proceso judicial como por fuera de éste, se priorizó el derecho a ser
oído (Art. 12 CDN), el derecho a la intimidad (Art. 16 CDN), el derecho a la
integridad física y personal (Art. 19 CDN) y el derecho a la defensa (Art. 37
CDN) y sus correspondientes de la Ley 114.
En principio nos detendremos en el derecho a la integridad física y perso-
nal. Se trata de proteger al niño de toda clase de perjuicio o abuso físico o
mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el
abuso sexual, mientras se encuentra bajo la custodia de sus padres. Por otro
lado, confluye el derecho a la intimidad, que se refiere a la no injerencia del
otro en la vida y/o en el cuerpo de un niño o niña. Esto se refiere a la libertad
sexual, la libertad en el cuidado del propio cuerpo.
Respecto a la tipificación del abuso sexual, nuestra legislación ha sufri-
do modificaciones. Antes de la reforma que realizó la Ley 25.087 en el Có-
digo Penal, este tipo penal se encontraba incluido en el título: delitos con-
tra las personas; el delito de abuso deshonesto —el bien jurídico protegido
era la honestidad— para el tipo penal decía: “al que abusara deshonesta-
mente de una persona de uno u otro sexo…” y tenía como agravante la
edad de la víctima —menos de 12 años al momento del hecho— y la re-
lación de parentesco, es decir su ascendente en línea recta.
La reforma al Código Penal modificó el bien jurídico protegido, ahora es
la integridad sexual. Lo cierto es que en ninguna de las dos legislaciones la
descripción del tipo es claro, ya que actualmente dice: “al que abusare se-
xualmente”, y ese es un concepto indeterminado, la palabra abuso no des-
cribe ninguna conducta que pueda ser percibida objetivamente como abu-
siva. Se trata de abarcar cualquier acto que pueda valorarse a posteriori por
el juzgador. Por otro lado, el calificativo sexual describe modalidades de co-
misión, que aumentan la indeterminación de la figura.
En realidad esta dificultad tanto del primero como del segundo código, es de-
cir antes y después de la reforma, hace difícil su aplicación en el caso particular,
por lo que la arbitrariedad es un elemento presente al momento de aplicar la nor-
ma. De todas formas, la jurisprudencia ha acotado las interpretaciones y por
ejemplo señala que “en los delitos dependientes de instancia privada como el
abuso deshonesto es casi imposible la obtención de testigos del hecho directo
debiendo basarse el jugador en las declaraciones de las víctimas, de las perso-
nas que tomaron conocimiento de lo acontecido a través de sus dichos y de las
conclusiones a las que arriban y los expertos en las respectivas pericias”2.

2 C.N. Crim., sala V (int).- Filozof, Navarro, González Palazzo, causa 6.425, “R.S”, resuelta el
13/5/1.997, Revista Doctrina Judicial del 27 de enero de 1999, página 164; ver Boletín de
Jurisprudencia Nº 2/97 Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional.

193
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Los especialistas en el tema reconocen los siguientes indicadores de


abuso sexual:

a. Los niños muy raramente mienten o se imaginan que están siendo


abusados sexualmente.
b. En el 98% de los casos sus declaraciones son verdaderas.
c. A menudo el ofensor es una persona de confianza que fácilmente
puede arreglar estar a solas con el niño o la niña, y es común que el
abuso se repita y se continúe por algunos años.
d. En el abuso sexual de los niños casi nunca hay violencia física, pues-
to que los agresores son conocidos, pero usan promesas, amenazas,
sobornos. Se establece una relación jerárquica de poder con el niño.

Los hechos de abuso sexual implican una situación de poder entre


víctima y victimario. El poder es la probabilidad de imponer la propia vo-
luntad dentro de una relación social, contra toda resistencia y cualquie-
ra que fuera el fundamento de esa posibilidad. Ese poder le otorga al vic-
timario inmunidad; la víctima es quien soporta a quien atenta el poder.
En la víctima se entrena quien utiliza el poder para dominar, a quien
convertirá en objeto; la víctima es el territorio necesario para fundar el
lugar real y simbólico de la dominación.3
Por otra parte afirma que, para juzgar desviación futura el compor-
tamiento sexual de la víctima, es esencial tener en cuenta su grado de
madurez, para estimar el alcance del daño sufrido y, por ende, tam-
bién para la mensuración de la pena aplicable. Así el bien jurídico pro-
tegido es la libertad sexual, entendida como la libre disposición del
cuerpo y respeto del pudor sexual. Se protege el candor, la inocencia
o la ineptitud por falta de madurez mental para entender el significa-
do fisiológico del acto4. También se ha dicho que con tan solo la firme
imputación del/a damnificado/a por abuso deshonesto, sostenida por
una precisa identificación del acuso y apoyada por realización de ac-
tos similares en el mismo contexto de actuación desarrollado por el en-
juiciado, se puede comenzar un proceso penal, aunque el imputado
niegue haber cometido estos hechos.5

3 En la revista de victiminología, N° 19, Ed. Centro de Asistencia a la Víctima, Gob. de


la Pcia. de Córdoba. Cap. La víctima: generalidades introductorias, Lic. Eva Giberti.
4 C.N. Criminal Sala V (Int), Navarro, González Palazzo, Filozof.- C.14.998 Alapi, Leo-
nardo R. 21/11/00.
5 C.N. Criminal Sala III, Loumagagne en disidencia. Ocampo, Bonorino Peró, en disi-
dencia c.26055 González, Luis. Boletín de jurisprudencia, año 1989 N4.

194
8 . Gabriela Vázquez • Fernando Valsechi

Asimismo, en la investigación de actos abusivos, por las circunstancias


en que los mismos tienen lugar y por ser de índole privada, no se cuenta
habitualmente con prueba incriminatoria directa. Corresponde entonces
analizar tan sólo indicios e intentar en base a éstos reconstruir lo aconteci-
do y en su caso, efectuar la atribución de responsabilidad penal que corres-
ponda.6 Ninguna relevancia discriminatoria tiene que la menor haya actua-
do con torpeza al no resistirse en el momento de desarrollarse la conducta
típica: la intimidación en la víctima provocada por el anuncio de un mal
consiste en un daño que infunde miedo y doblega su resistencia.7
Otro de los tema es el referido a los besos. La jurisprudencia exis-
tente dice que el beso, como cualquier otro acto corporal, puede tener
múltiples significados que deben determinarse en cada acto particular,
según los elementos circunstanciales que le dan sentido y traducen la
realidad de su contenido intencional. El beso en sí no es conceptualmen-
te impúdico, pero puede llegar a serlo y lo es en concreto cuando res-
ponde al móvil de la apetencia sexual.8
Con respecto a que los jueces escuchen a un testigo impúber y valo-
ren sus afirmaciones/negaciones, no existe norma jurídica que se los im-
pida o les quite a los mismos la condición de testigos. De ahí que, lejos
de estar impedidos, pueden decir y manifestar en base a su memoria lo
que han visto, oído y sentido, lo que concierne a sus preferencias o re-
chazos, de manera tal que sus experiencias expositivas se comprendan
con la objetividad aprehendida, sin que esa realidad objetiva se distor-
sione y transforme a título de verdad, en una realidad subjetiva, tan só-
lo porque tengan poca edad biológica. De ninguna manera los niños son
testigos absolutamente ineptos, pues de lo contrario se dejaría impune
el delito cometido en contra de ellos.9
Finalmente, está claro que a pesar de la inespecificidad del tipo penal,
y del amplio margen que tiene el juez al momento de determinar si existió
o no una conducta delictiva, la jurisprudencia, acota este vacío legal.

6 Conforme Núñez, Derecho Penal Argentino, T IV, pp. 262/263


7 C.N. Criminal Sala I Def. Tozzoni, Rivarola, Donna. Sent. M sec 13 c 37.536 Retamo-
zo, Hector. Boletín de jurisprudencia, año 1990 Nº 4.
8 C.N. Criminal y Correccional, Sala I, Julio 7-981- Vera Carlos. Rep.la Ley XLI A-I 15
sum.1
9 C.P. Criminal Córdoba, 1/8/94. V., A E.LL Córdoba 1994, pág. 907. Dr. Masi Obliga-
do, Código Procesal Penal de la Nación, pág. 304/305 Arts. 3,4,12 ley 23.849 CIDN
Art. 75 inc. 22/23.

195
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Pericias

Las pericias son, junto a la jurisprudencia, los parámetros que los


jueces toman al momento de dictar sentencia. Es fundamental el papel
que juegan estas pruebas tanto en la institución como en el momento
del debate, ya que en este tipo de delitos la palabra de los expertos es
la que permite a los jueces el poder formarse una idea clara de los he-
chos y poder aplicar el derecho.
En el caso de A, durante el período de instrucción se tomaron declara-
ciones testimoniales a la víctima, a su madre, a su abuela materna, a la
psicóloga de A, y declaración indagatoria al acusado. Además, antes de lle-
gar a la etapa del debate se realizaron pericias psicológicas y psiquiátricas
a la joven y a su padre en el Cuerpo Forense. También se solicitaron infor-
mes a los profesionales que tuvieron contacto con A., luego de denuncia-
dos los hechos que se investigaban. Todo este cuerpo de pruebas fue sufi-
ciente para que el juez de instrucción clausurara esta etapa de proceso y
elevara las actuaciones al Tribunal Oral.
Es interesante analizar cuáles fueron los puntos de pericia que se pidie-
ron evaluar respecto de A:

1. Si presentaba signos de estrés postraumático compatible con abu-


so sexual.
2. Si presentaba personalidad fabuladora.
3. La verosimilitud o credibilidad de su relato.
4. Si los hechos a los que habría sido sometida tienen, para la ciencia
psiquiátrica, entidad suficiente para desviar el normal desarrollo se-
xual de un menor de edad.
5. Si los mismos pudieron haber sido efectuados como consecuencia de
maniobras de tipo inductivas.

Las pruebas eran concluyentes con respecto a la personalidad de la ado-


lescente, señalando que era una niña de buen nivel intelectual, conectada
con lo que estaba viviendo y con las emociones que esto desencadenaba.
Con respecto a las pericias realizadas al abusador, se tomaron entre-
vistas diagnósticas, test de Bender, test de sí mismo, pareja kinética, fa-
milia Cinética, psicodiagnóstico de Roschard. Las conclusiones de las
pericias realizadas mostraban al agresor como una persona impulsiva,
demandante, con una tendencia a la seducción como mecanismo de
aproximación, con subyacente carga de agresión en su graficación de lo
humano, lo que condice con aspectos indiscriminados a nivel psicose-

196
8 . Gabriela Vázquez • Fernando Valsechi

xual en vinculación con inmadurez. Pero no se determinó ninguna pato-


logía de tipo estructural.

Debate oral

El debate oral comenzó con la declaración del imputado, el padre de la


adolescente, quien negó los hechos que se le imputaron; desvió el foco de
análisis y minimizó las acusaciones, como si éstas fueran un invento de su
hija en complicidad con su ex pareja.
Luego se preguntó a la adolescente si quería declarar, y si así lo decidía, si
prefería que su padre se ausentara del recinto. La joven A decidió declarar fren-
te al Tribunal, a su padre, al defensor, al fiscal y a sus abogados. Lo hizo du-
rante casi una hora. Se angustió con lo relatado, demostró dolor, rabia, pero
también firmeza al responder a las preguntas que se le formularon.
Durante su declaración en el debate manifestó: “…me tapaba la boca,
me bajaba la bombacha, me daba besos en el cuello, me tocaba la cola
cuando subía a una silla, me decía qué linda colita que tenés (...) relata
que fue a… a partir de los 5 ó 6 años, “él me cuidaba, mi mamá trabaja-
ba desde las 6 de la mañana hasta la noche…”. Dice que su padre… “me
manoseaba, una persona se da cuenta cuando una persona le da afecto o
no, me daba asco… me abrazaba, me tocaba los pechos, la cola”. El ma-
noseo y el maltrato fue siempre hasta que se fue de casa. “Yo sentía más
allá de un beso de padre a hija, no era ese el objetivo… Siempre cuando
estábamos solos… me tocó una vez cuando estaba mi mamá… yo me su-
bí a una banqueta, me tocó la cola y me dijo qué linda cola que tenés…
nueve años… la psicóloga forense me hizo hacer unos dibujos y escribir
una carta… Nunca le voy a perdonar lo que me está haciendo pasar, lo que
pasé, me hizo un daño psicológico grande, tengo que estar ocultando por-
que me da vergüenza, nadie sabe lo que pasaba… me tocaba la cola a la
noche, con la luz apagada, me decía que no diga nada que no me iban a
creer. Me tocaba los pechos y abajo, trataba de moverme y acercarme a la
pared, él tenía más fuerza y me tapaba la boca… Me duele verlo acá, no
quiero verlo más, no lo quiero como tal, él es mi papá biológico pero me
da asco…” Frente a la pregunta de la defensa si le había tocado los pechos
la joven contesta: “sí, me ha tocado… rompe mi intimidad, son mis luga-
res privados, sí, me tocaba los pechos y la vagina, lo hacía… a los 12 años,
mi padre me defraudó más a mí violando mi intimidad” (sic).
Es importante considerar la carga emotiva y la tensión en el momento
del debate oral. En el equipo técnico se consideraron los efectos que le oca-
sionaría a la víctima prestar declaración, por lo que se la acompañó, se la

197
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

contuvo. Fue llamativo que los integrantes del Tribunal se ocuparon de la


adolescente luego de su declaración y hablaron con ella en privado.
También su madre declaró en el debate, reafirmado los dichos de su hi-
ja y aclarando que se enteró de ello durante una terapia familiar y que a
partir de ese momento comenzó a investigar y a sostener a su hija, aunque
la situación era muy difícil y ella a veces quería que eso no fuese real por
ser esta situación muy dolorosa.
En el mismo sentido declaró su abuela materna, quien tenía un vínculo
muy estrecho con A desde que era muy chiquita, ya que la cuidaba cuan-
do sus padres iban a trabajar.
Respecto a los profesionales, tanto los que refirieron a la joven como
los que evaluaron al padre, no fueron categóricos en sus conclusiones,
en el sentido de que ninguno de ellos podía afirmar la existencia del abu-
so. Sí lo fueron, sin embargo, al afirmar la presencia de los indicadores
y las consecuencias comprobables que estos hechos le produjeran a la
joven. Se discutió durante el debate qué se entiende por abuso y se eva-
luó la personalidad de la víctima.
La profesional del Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez dijo: “se eva-
luó a la niña muy conectada con la realidad, es una chica con buena cone-
xión emocional… no se encontraron indicadores precisos sobre la existen-
cia del abuso. Es de destacar que se mantuvieron sólo cinco entrevistas
conjuntas con la niña y su madre”.
Su psicóloga particular manifestó: “surge algo que puede ser considera-
do abuso sexual, le baja la ropa para pegarle, le costaba muchísimo hablar
de esto… no me pareció mentira ni imaginación… como indicadores: el
miedo, el rechazo al padre, bronca, vergüenza, no sólo angustia, bronca…
a veces hablaba de ser coaccionada…” Frente a la pregunta de si había in-
dicios o síntomas de abuso, respondió afirmativamente: “es posible que ha-
ya vivido esta situación”.
Las profesionales del Cuerpo Médico Forense señalaron que se realiza-
ron pericias tanto a la víctima como al victimario. Durante el debate oral
podemos resaltar que sólo una profesional, médica psiquiatra que realizó
pericias a la víctima, afirmó categóricamente la existencia del abuso.
Finalmente, en el momento de los alegatos, paso anterior al dictado de
la sentencia, nuestro rol como abogados de la parte querellante, que de-
fiende los derechos de la adolescente, fue primordial. Se dio comienzo al
mismo haciendo hincapié en algunos puntos:

1. Declaración de la víctima.
2. Circunstancias en que se daban los hechos de abuso.

198
8 . Gabriela Vázquez • Fernando Valsechi

3. Pericias psicológicas y psiquiátricas donde se señalaron los indica-


dores de abuso.
4. El daño que le causó a la víctima.
5. La necesidad de una justa administración de justicia como repara-
dora para la adolescente.

Se solicitó al Excelentísimo Tribunal la pena de ocho años de prisión.


Por su parte, el fiscal basó su pedido de absolución en el principio de la
duda, artículo 3 del Código Procesal Penal de la Nación.
El señor fiscal sostuvo que no le quedaba claro si en verdad existieron los
hechos abusivos… Destacó que si había algo que tenía en común la prueba
pericial volcada a lo largo del debate era que la vida de esta joven con su pa-
dre fue marcada por el abuso físico y sexual… “algunos profesionales ponen
de manifiesto el maltrato físico… y … mayor hincapié en la situación de abu-
so sexual…” Sin perjuicio de ello, sostuvo que el concepto de abuso entendi-
do a partir del punto de vista psicológico es mucho más amplio que el esta-
blecido en el marco de la normativa legal… Entendió que podía haber sido una
interpretación de la joven, quien pudo haber asignado un carácter de abuso
sexual a los besos en el cuello, pellizcos, etc. Es decir, se preguntó cuánto ha-
bía de interpretación en el contexto de maltrato sistemático… Se preguntó en-
tonces sobre si era posible discernir la verdad, y refirió que lo que saltaba a la
vista es que de la totalidad de los terapeutas que asistieron a la familia, nin-
guno mencionó el abuso sino que apareció en forma concreta después de la
intervención de los profesionales del Cuerpo Forense.
El Tribunal en la sentencia retomó las pericias del Cuerpo Médico Forense,
respecto de la personalidad de la adolescente, su relato lógico, coherente, de-
tallado, que fue acompañado de expresiones gestuales acordes con el conte-
nido del mismo y en un tono ajustado a lo que narraba… Se descartó que ha-
ya sido indicado o inventado en función de la edad. Además, por la forma en
que lo transmitió, con vergüenza, desgarro, asco, tristeza… considera la exis-
tencia de un daño psíquico.
Con estas consideraciones el Tribunal determinó que en primer término es-
ta joven fue víctima de abuso deshonesto —figura previa a la reforma— y en
segundo término, que su padre era penalmente responsable del mismo, por lo
que resolvió condenar al imputado a tres años de prisión de cumplimiento en
suspenso y sujetar el carácter de suspendido de la pena al cumplimiento por
parte del imputado a cuatro años de las siguientes obligaciones:10

10 Sentencia.

199
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

a. fijar residencia y someterse al cuidado de un patronato;


b. realizar un tratamiento médico acorde a las patologías detectadas
tanto en la pericia psicológica como psiquiátrica.

De todas maneras la sentencia fue apelada. Esto significa que aún no


está firme, pero se rompió absolutamente el contacto tanto de A como de
su hermano con el padre de ambos.
Para terminar, consideramos que esta sentencia fue reparatoria en algún
sentido para la adolescente. Le dio la respuesta a su demanda inicial, cuando
llegó a la Defensoría y dijo: “…quiero que mi papá pague por lo que hizo…”.

Conclusiones

El estudio del caso nos lleva a los profesionales que trabajamos en el te-
ma a reflexionar sobre las siguientes cuestiones.
En primer lugar, la legislación y jurisprudencia resultan difusas, por lo
que la aplicación del derecho contiene una significativa carga de arbitrarie-
dad. Futuras reformas legislativas en la temática deberían contener algunas
consideraciones verditas en este texto.
En segundo lugar, resulta fundamental garantizar los derechos expli-
citados en la CDN, apoyando desde las políticas públicas la creación de
espacios en donde las víctimas de este tipo de delitos (en especial las
niñas, niños y adolescentes) puedan ejercer su derecho a ser oídos y de
alguna manera se restituyan sus derechos vulnerados y se repare el da-
ño del que han sido objeto.
En tercer término, se rescata la importancia del trabajo interdisciplina-
rio en el abordaje de la temática del abuso sexual infantil.
En cuarto lugar, creemos que resulta necesario continuar investigando y
estudiando algunas cuestiones, tales como la valoración de la prueba en los
procesos de abuso sexual.
Finalmente, es importante señalar que, como profesionales que trabaja-
mos con niños, niñas y adolescentes, resulta primordial escuchar sus de-
mandas, pensarlas desde los derechos vulnerados y evaluar cuál es el mo-
mento oportuno para realizar una denuncia, a fin de evitar las consecuen-
cias negativas que ésta pueda ocasionarles.

200
Caso de abuso sexual
y violación agravada.
Defensoría Plaza Lavalle

Dra. Liliana Peluso • Dra. Daniela Arias

Liliana Peluso: Abogada, integrante del equipo técnico de Defensorías de Niños, Niñas y Adolescentes del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Daniela Arias: Abogada. Se desempeña en el ámbito privado en los fueros civil, laboral, comercial y fami-
lia. Fue asesora en la Legislatura porteña. Actualmente es integrante del equipo técnico de Defensorías de
Niños, Niñas y Adolescentes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Con fecha 18/4/01 concurre a esta Defensoría una señora conjuntamente


con su hija de 12 años de edad, derivadas por la delegada tutelar de un Juz-
gado de menores. Ambas se domiciliaban en Pilar, Pcia. de Bs. As.
La Sra. relató que su hija había sido violada por su padre biológico
mientras vivían en un barrio de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires,
entre los meses de abril y noviembre del año 2000, cuando la niña conta-
ba con 11 años de edad.
Informó asimismo que el padre de la niña se encontraba detenido desde
mediados de diciembre del año 2000 y que temía que saliera en libertad.
Atento a la gravedad del caso y la existencia de derechos vulnerados
(arts. 10-15-17-18-19-22-23, etc., Ley 114) respecto de la niña en cues-
tión, el equipo técnico decidió tomar el caso.
La causa se había iniciado en el mes de diciembre de 2000 debido a
la denuncia realizada ante la Comisaría 36ª por la madre de la niña con in-
tervención de la guardia médica del Hospital Piñero, donde la Sra. había
concurrido en busca de ayuda.
La causa quedó inicialmente radicada en un juzgado de menores que
luego se declaró incompetente por ser el imputado mayor de edad, pa-
sando a tramitar ante un Juzgado Criminal de Instrucción (mayores)
donde nos presentamos, autorizadas por la madre de la víctima para ver
el expediente y luego, como parte querellante, para impulsar por la víc-
tima la tramitación del juicio.

201
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Se aclara que al realizar la primera consulta se nos informó que la niña


había iniciado tratamiento psicológico en el Htal. Piñero y que lo había
abandonado, aconsejando y derivando a través de la Defensoría la conti-
nuación del tratamiento psicológico tanto a la madre como a la niña en el
Htal. de Pilar, donde ahora vivían.
Se presentó requerimiento de elevación a juicio, calificando el delito co-
mo abuso sexual de menor de 13 años y violación agravada por el víncu-
lo, ambos delitos cometidos en un número indeterminado de veces (arts.
119 inc. 1, 3, 4 inc. b 55 y 45 del CP).
En alguna oportunidad la mamá de la víctima manifestó su voluntad de
desistir de la querella, por haber recibido amenazas por parte de la familia
de su esposo, desde su país de origen, instándola esta Defensoría a conti-
nuar con el juicio, lo cual fue aceptado por la madre de la niña.
Encontrándose en Pilar, la niña se mostró renuente a continuar el trata-
miento por dificultades transferenciales en el vínculo terapéutico, manifes-
tando su deseo de volver a tratarse con su primera terapeuta, por lo que es-
ta Defensoría gestionó la posibilidad de retomar el tratamiento con su pri-
mera psicóloga; la profesional convocada accedió a atenderla nuevamente
a pesar de la distancia, costeando esta Defensoría los viáticos de la niña y
su madre para que se pudiera continuar el tratamiento.
A fin de aportar nuevas pruebas al expediente ofrecimos como testigo a
la psicóloga del Htal. Piñero y ubicamos el paradero de un testigo impor-
tante que no había podido ser hallado por la Justicia, a través de un traba-
jo en red con la Defensoría de Flores.
En el mes de abril/02 la madre de la niña y su familia deciden irse a
vivir a Paraguay por no contar con medios económicos para seguir sub-
sistiendo en nuestro país. La Defensoría gestionó ante el Consulado y la
oficina de legales de Migraciones la repatriación de la familia, sin nece-
sidad de venia judicial supletoria.
La querellante se hizo presente en nuestro país cuando le fue reque-
rido para comparecer en el juicio, hasta que obtuvimos un poder exten-
dido ante el Actuario por el Tribunal actuante, lo que relevó a la madre
de la niña de concurrir hasta el momento en que la niña tuvo que com-
parecer en el juicio a pedido de la defensa de su padre y por orden del
Tribunal (no obstante encontrarse el testimonio de la niña incorporado
por lectura a pedido de la querella).
Los gastos de pasajes estuvieron a cargo del Consejo de los Derechos de
Niños/as y Adolescentes a instancias del equipo de atención.
El debate se extendió por el término de aproximadamente dos meses,
tiempo en el cual las letradas patrocinantes de la querellante concurrieron

202
8 . Liliana Peluso • Daniela Arias

a sucesivas audiencias en las que se interrogó a los testigos propuestos, a


los peritos intervinientes, a los médicos, a la directora de la escuela de la
niña y a un amigo de la víctima que se presentó espontáneamente.
Se alegó sobre la prueba producida, cerrándose luego la etapa de debate.

Con fecha 19/12/02 se dictó sentencia en la causa condenándose al


padre de la niña a la pena de 10 años de prisión, con accesorias legales
y costas, por considerarlo autor penalmente responsable de los delitos de
abuso sexual doblemente agravado, en concurso real con violación agra-
vada, reiterada (arts. 12, 29 inc 3, 45 y 119 parr. 2, 3, 4 b del CP y 403
y 531 del CPPN).
Se aclara que a la fecha la sentencia se encuentra firme, pues no obstan-
te la reserva de casación, no han instado dicho recurso en el plazo legal.

La niña estuvo dispuesta por el Juzgado de Menores, desde el inicio


de la causa hasta su salida del país, momento en que cesó la disposi-
ción. La disposición es la “tutela estatal”, es decir, una forma de control
social a través de la cual los niños que por algún motivo sean víctimas
o victimarios, entran en el sistema judicial, quedan bajo la tutela del Es-
tado, restringiéndose absolutamente sus derechos y quedando supedita-
dos a que sus vidas sean controladas por el juez de menores, quien tie-
ne poderes omnímodos e ilimitados y plena injerencia en la vida social
del niño y su familia.

Ahora bien, fuera de lo que es el raconto de la historia particular de es-


te caso, podemos destacar a continuación algunas cuestiones relevantes.
En primer lugar, la actitud de la niña que quiso salir de aquella si-
tuación a través de la fuga y que pudo contar lo que le pasaba y pedir
ayuda, nos permitió pensar en la posibilidad de querellar, pues era la
forma no sólo de respetar el derecho de la niña de ser oída (art. 12
CDN), sino también de poner en marcha lo que era su pretensión… es
decir, que su papá pagara por lo que hizo, que sus hermanos fueran pro-
tegidos de él y que nadie más viviera su horrible experiencia. Este de-
seo de la niña era claro para nosotros, que además consideramos que
era adecuado apoyar a su mamá en el trámite del juicio pues, más allá
de la tarea específicamente técnico-legal, ella necesitaba una adecuada
contención ya que la situación vivida, y la detención de su compañero,
la habían dejado con la responsabilidad de mantener sola a sus 5 hijos,
seguir adelante con el juicio contra su esposo y contener a la niña; todo
esto en un país ajeno y sin sus familiares cercanos.

203
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Creemos que nuestra participación fue decisiva para que el caso tuvie-
ra una resolución como la que tuvo, por el trabajo de red que se realizó, pa-
ra la obtención de nuevos testigos que aportaran datos, o bien para ubicar
al supuesto novio de la niña a quien su padre acusaba de haber sido quien
tuvo relaciones con ella, o el testimonio de su psicóloga, con quien noso-
tros la revinculamos a través del hospital público; esta última fue nuestro
permanente canal de comunicación con la niña, ya que siempre se evitó re-
victimizarla volviendo a someterla a contar en distintos ámbitos lo que le
había pasado. Por otra parte, fue el testimonio de su psicóloga el que en el
juicio dejó claramente expresado cuál era el real daño que la niña había su-
frido y la gran dificultad de que pudiera esto superarse totalmente.
En cuanto a la prueba, corresponde primeramente mencionar que
existe cierta complejidad en este tipo de casos a la hora de probar la co-
misión de delitos contra la integridad sexual; en este sentido podemos
referir una cita jurisprudencial de la sala 5ª, causa 6425 Radaelli S. De
fecha 13/5/97 J.A. 1998 T III 1210, que al respecto dijo: “...que en es-
te tipo de delitos contra la honestidad es casi imposible la obtención de
testigos directos del hecho, debiendo basarse el juzgador en las declara-
ciones de la víctima, de las personas que tomaron conocimiento de lo
acontecido a través de sus dichos y en las conclusiones a las que arri-
ban los expertos en las respectivas pericias”.
Por su parte la doctrina ha dicho: “los delitos de abuso sexual se con-
suman en un marco de privacidad que conspira habitualmente para la
incorporación de elementos probatorios, por ello el testimonio de la víc-
tima adquiere plena prueba al no advertir interés u odio tendiente a per-
judicar al imputado” (C.N. Crim. y Correc. Sala IV, Barbarosh Gerome,
causa 17.531, Rodas Jaras Domingo, C. 0 8/ 11/01).

En cuanto a la intervención de esta Defensoría en la etapa probatoria


del juicio, el principal aporte que esta parte realizó (aunque luego fuera
desvirtuado por el pedido de la defensa del imputado aceptado por el Tri-
bunal) fue evitar la presentación de la niña frente al Tribunal tratando de
que su testimonio se incorporara por lectura, y que se tomara como váli-
do lo que ella había declarado en la etapa de instrucción; sin embargo,
el hecho de existir fallos jurisprudenciales que modifican condenas por
considerar que el imputado no pudo ejercer cabalmente su derecho de
defensa, al no haber podido controlar en su momento en testimonio ini-
cial de la víctima, hizo que la niña fuera traída nuevamente a la Argenti-
na y sometida nuevamente a contar lo que le había sucedido ante mu-
chas personas (entre las cuales no estaba su padre pero sí los abogados

204
8 . Liliana Peluso • Daniela Arias

de ambas partes, los tres jueces, la defensora de menores —obligatorio


por ley—, la fiscal, el secretario y algún asistente).
Sin embargo, fue su angustia y claridad al ratificar lo vivido lo que en-
tiendo definió al Tribunal acerca de la veracidad de su relato, pues así que-
dó plasmado en la sentencia (claridad y simpleza del relato).
Cabe aclarar también que tratándose de un equipo interdisciplinario, se
le ofreció a la niña una charla previa a su declaración con la psicóloga del
equipo, como para prepararla y contenerla respecto del difícil momento por
el que tenía que pasar al declarar.
Las restantes pruebas aportadas por esta parte, distintas a las que
ofreció la fiscalía y que surgían de la instrucción, fueron: el testimonio
del tío de su compañero (a quien la niña le contó lo sucedido y que no
tenía amistad con la niña ni con su familia), el testimonio claro de su
compañero de escuela (amigo y confidente, quien desde siempre supo
lo que había sucedido, quien contenía a la niña y quien fuera incrimina-
do por el imputado), el testimonio de la directora de la escuela, quien
aportó datos sobre la sintomatología de la joven en el colegio (desma-
yos, problemas de presión, actitud callada y triste) y el de su psicóloga,
que relató con claridad lo que la niña le había contado, destacando que
era absolutamente creíble por el hecho de ser algo que ella contaba co-
mo vivido, pero que a la vez no entendía cabalmente.
Además describió los sentimientos encontrados de la niña, que quería
a su papá, que quería evitar que su familia se destruyera tras una separa-
ción y la ausencia de su padre, y que a la vez quería proteger a sus herma-
nos para que no les pasara lo mismo.

En cuanto a la prueba médica y psicológica, la misma puede analizar-


se del siguiente modo.
Nuestra prueba médica era bastante débil, ya que no había existido
desfloración; la niña sólo presentaba una lesión en hora 7, que es com-
patible con una introducción incompleta; no se le había realizado un hi-
sopado, que estaba ordenado al inicio de las actuaciones, previo a nues-
tra intervención, por negligencia en la tramitación inicial del expedien-
te; contaba con un himen conservado de acuerdo con un informe peri-
cial, aunque la lesión referida implicaba la pérdida de sustancia hime-
neal. Los informes médico legales no eran lo suficientemente compro-
metidos y la entrada de la joven en su período menstrual en plena eta-
pa de peritación había complicado aún más las cosas.
De todos modos, y más allá de no contar con pruebas absolutas se en-
tendió que en el caso había existido acceso carnal, cometiéndose en con-

205
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

secuencia el delito de violación, sustentando nuestra postura en lo dicho


por la doctrina y la jurisprudencia respecto del “acceso carnal”:
“Podemos definir al acceso carnal, como la penetración del órgano mas-
culino en el cuerpo de la víctima, con el propósito de practicar coito, sien-
do indiferente que la penetración sea total o parcial, que se produzca o no
desfloración, que se llegue o no a la eyaculación” (Conf. Delitos contra la
integridad sexual. Edgardo Alberto Donna. Pág. 56).
Cabe agregar que para la doctrina “La violación se consuma con el acceso
carnal, para lo cual no es necesario que el acto alcance su perfección fisioló-
gica, ni que la penetración sea completa” (Conf. Carlos Fontán Balestra. Dere-
cho Penal Parte Especial. Ed. Abeledo Perrot, 14° ed. Pág. 217).

En lo psicológico la prueba era más categórica, ya que los informes de


uno y otro eran plenamente amalgamables, en tanto el informe del imputa-
do hablaba de su anormalidad psicosexual y de sus desviaciones en esa
área, mientras el de la víctima hablaba de un psiquismo perturbado por vi-
vencias dañosas compatibles con intrusión sexual.
En este sentido también debemos mencionar que la víctima de delitos
de este tipo se encuentra en un lugar difícil en el contexto familiar, pues
quien comete actos incestuosos no busca sólo el intercambio corporal sino
ocupar todos los lugares a la vez, ser esposo, padre y amante de la hija,
desvirtuando en forma traumática la percepción que la niña tiene de su pro-
pio lugar en la familia.
Pierre Legendre dice: el deseo incestuoso es un deseo de ser todopo-
deroso porque ante todo se trata de una relación de poder; quien comete
incesto conoce a su víctima y por eso sabe que aceptará sumisa y penosa-
mente la situación.
En cuanto a la fuga que fuera el acto generador de la causa de la ni-
ña, es característico de este tipo de casos, y por lo tanto un indicador
altamente específico y compatible con la violación y el abuso intrafami-
liar, esto considerado por los autores tanto nacionales como extranjeros
especialistas en la materia.
Tanto en este como en la mayoría de los casos, la víctima de estos de-
litos en una etapa inicial calla acerca de lo sucedido pensando que de ese
modo preservan la unión familiar, y además por las amenazas intimidato-
rias que generalmente reciben de sus victimarios. Existe en las víctimas un
temor a sentirse responsables de la destrucción familiar, de que no les
crean, o bien ser culpabilizados por los hechos; es por ello que a través de
la fuga logran liberarse. El momento de la fuga coincide con aquel en que
develan el secreto a algún tercero.

206
8 . Liliana Peluso • Daniela Arias

También es típico el hecho de que el imputado busque formas de justi-


ficar un “complot” de la familia contra él, que obedezca a odios o intencio-
nes concretas; por ejemplo, una mala relación con la esposa, que quiere
perjudicarlo. En este caso el “móvil” era el supuesto deseo de la niña y su
familia de volver a su país natal, a lo cual el padre se oponía.
Indudablemente, quedó reflejado en la sentencia que esta justificación ar-
güida por la defensa del imputado carecía de todo sustento, ya que en el ca-
so la denuncia y detención del imputado había implicado un gran deterioro
económico para la familia, la madre quedó al cuidado de sus hijos sin que na-
die les proveyera sustento, sin sus familiares y sin el padre de los niños.
Para los casos en los que no se produce una fuga, no puede dejarse de
considerar algo que recalcan los psicólogos, que es el hecho de que el re-
lato de las experiencias vividas difícilmente pueda ser conocido por los ni-
ños sino desde su propia experiencia, que además es contada como algo
que si bien les pasó a ellos mismos, en sus propios cuerpos, no es del to-
do comprendido en sus significancias al transmitirlo a terceros.

207
RED DE DEFENSORÍAS DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES Cuadro N° 1. Derechos según edad y sexo

0A3 4A6 7A9 10 A 12 13 A 15 16 A 18 19 A 21 TOTALES


DERECHOS S/I
V M V V M
M V M V M V M V M V M S/I TOTAL
A no ser discriminados 3 4 2
2 4 6 5 4 3 2 19 14 2 35
A ser informados 34 29 19
12 22
6 7 7 17 10 14 9 2 6 13 105 89 13 207
Defensa 2 3 11 1 62 7 6 4 84 8 4 96
Desarrollo humano/autonomía 7 13 11 7 14 10 20 16 41 81 38 78 12 22 26 143 227 26 396
Familia 301 293 245 237 201 190 149 157 131 146 103 100 24 39 84 1.154 1.162 84 2.400
Familia/Cuota alimentaria 136 134 102 81 76 67 69 43 56 46 31 36 8 14 16 478 421 16 915
Identidad 129 114 67 71 73 41 63 50 32 40 25 24 12 16 18 401 356 18 775
Medidas de protección 170 148 132 149 123 122 117 115 91 142 65 106 12 26 75 710 808 75 1.593
c/ situaciones de violencia

208
Medidas de protección 15 9 19 15 15 9 16 12 16 12 19 14 2 7 102 71 7 180
especial de derechos
Anexo 1

Nivel de vida adecuado 158 115 113 83 136 97 107 75 100 80 88 89 33 36 60 735 575 60 1370
Otros 14 9 8 10 16 5 7 6 10 8 10 5 4 8 69 43 8 120
S/I 12 9 9 10 10 5 9 6 8 8 9 2 1 3 20 58 43 20 121
Totales 976 873 728 687 682 554 571 493 518 578 467 470 116 162 333 4.058 3.817 333 8.208

• Se han registrado 10 consultas realizadas por GRUPOS de niñas/os y adolescentes referidas al Derecho al Desarrollo Humano / Autonomía (2), Nivel de
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

vida adecuado (6) y Medidas de protección c/ situaciones de violencia (2).


• Se han registrado 8 consultas realizadas por mujeres embarazadas referidas al Derecho a la familia (1), a la Identidad (5), la Familia/Cuota alimentaria
(1) y Medidas de protección especial de derechos (1).

• La Defensoría de Constitución comenzó sus actividades en noviembre de 2002. • La Defensoría de Don Bosco cesó sus actividades en el cuarto trimestre de 2002.
9

Maltrato físico infantil:


qué nos dicen
las investigaciones
en Argentina

Dra. María Inés Bringiotti

Dra. en Filosofía y Letras, UBA. Directora del Programa de Investigación en Infancia Maltratada, Facultad de Fi-
losofía y Letras, UBA. Docente de la Carrera de Posgrado de Especialización en Violencia Familiar, Facultad de
Psicología, UBA. Libros: Maltrato Infantil, 1999, Ed. Miño y Dávila, Madrid; La escuela ante los niños maltrata-
dos, 2000, Paidós, Bs. As.; Los límites de la objetividad en los casos de abuso sexual infantil, 2003, Editorial
Universidad, Bs. As.; La crisis estructural argentina y su impacto en la infancia, 2004, Madrid.

Cuando estuvimos combinando con Eva (Giberti) el tema de esta expo-


sición, más que nada estuvimos fijándonos en cuáles serían los temas que
tratarían los otros profesionales que venían, y nos pusimos de acuerdo en
que podíamos hablar de la problemática del maltrato físico, que es una ma-
nera específica de maltrato infantil, con la idea de profundizar en un subti-
po de maltrato e irnos con algunas cosas más específicas que si empeza-
mos a hablar en general de todas las formas de malos tratos.
Lo que voy a presentarles es una síntesis de resultados obtenidos en di-
ferentes investigaciones, o sea, no me voy a referir a una investigación en
particular que uno podría tomar en profundidad, sino que voy a mostrarles
de distintas investigaciones qué se pudo extraer respecto de la problemáti-

209
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

ca del maltrato físico en la población infantil de Capital y Gran Buenos Ai-


res. Aclaro de Capital y Gran Buenos Aires, porque es demasiado preten-
cioso decir población argentina; nuestro país es muy grande y muy diferen-
te, yo no tengo la menor idea y lo digo directamente, aunque pueda supo-
ner algunas cuestiones, cómo es el tema de la educación, el tema del cas-
tigo, por ejemplo en la zona del Litoral, o en la zona de La Quiaca. Falta-
rían, y esto sí es una especie de vacío que tenemos, investigaciones en dis-
tintos lugares, en distintas regiones, para poder armar un panorama de lo
que está ocurriendo en nuestro país.
O sea que me estoy refiriendo a población de Capital Federal y del Gran
Buenos Aires, específicamente de Avellaneda y aledaños, y zona de San
Martín, Villa Ballester, Del Viso.
En primer lugar, soy investigadora y metodóloga, por eso me parecen
importantes las cuestiones del orden y de cómo hay que encarar las cosas.
Me permito entonces poner una primera transparencia en la cual señalo de
qué manera hay que abordar cualquiera de las formas de malos tratos, no
solamente el maltrato físico.
Les quiero decir que desde el Programa de Investigación, y desde el Pos-
grado, y desde los distintos lugares en que abordamos la problemática, ya
hace bastante tiempo que venimos trabajando con un esquema en el cual
esté articulado lo familiar con lo institucional y con lo social.
No tiene sentido hablar de maltrato intrafamiliar exclusivamente, es
decir, caeríamos en el riesgo del psicologismo y de culpabilizar o seña-
lar cuestiones que, si bien tienen que ver con la familia, ya que hay pro-
blemas psicológicos, psicopatología y demás (no estoy diciendo lo con-
trario), creo que a partir de lo que ocurrió en nuestro país en diciembre
de 2001, el impacto fue tan fuerte que en este momento se está hablan-
do de cambios estructurales.
Cuando hablamos de cambios estructurales nos estamos refiriendo a
cambios macro que están llevando consecuencias hacia los sujetos que es-
tán dentro. Quiero decir que lo que se está modificando en este momento
son las formas que asume lo que uno llamaba tradicionalmente familia, es
decir, hay nuevas formas que responderían a familia. Después en todo ca-
so vamos a ver esto. Pero hay un fuerte impacto de lo estructural, de lo so-
cial, sobre las instituciones, sobre el funcionamiento de las instituciones y
por ende sobre los sujetos y las familias.
No es conveniente tomar una problemática específica, algunos de los ti-
pos de malos tratos, para referirnos sólo a lo familiar, sino ver qué aspec-
tos pueden estar influidos en este momento por la crisis. Tampoco esto es
para justificar todo por la crisis, o sea: como hay una crisis todo lo que ha-

210
9 . María Inés Bringiotti

ce la familia es consecuencia. No, no estoy diciendo eso tampoco. Estoy di-


ciendo que hay un juego delicado en el cual hay familias en las que si las
condiciones que las rodean fueran más favorables, de repente no aparece-
ría el castigo como explosión, en el sentido de descarga emotiva, de estrés
por todas las cosas que están pasando.
Entonces, la idea es ver desde el punto de vista individual del niño, del
padre, de la madre, de la familia, de las instituciones (que sé que acá las
han trabajado) que tienen que abordar el tema; según cómo respondan es-
tas instituciones a la detección, el diagnóstico, la toma de decisiones, el se-
guimiento de casos y demás, vamos a hablar de instituciones que están
cumpliendo bien o mal el rol para el cual están organizadas.
En este caso, si a una problemática familiar le sumamos un mal ma-
nejo institucional, se produce lo que conocemos como segunda victimi-
zación o revictimización, o sea, seguimos sumando impactos sobre los
sujetos perjudicados.
Y cuando nos referimos a lo social, nos estamos refiriendo a todas aque-
llas situaciones o variables que tienen que ver con la estructura y lo coti-
diano en lo cual estamos inmersos. El hecho mismo de hablar de un au-
mento en la violencia, como se dice en este momento, la inseguridad urba-
na y demás, está mostrando una forma cotidiana de convivir con la violen-
cia que tiene impacto, por ejemplo, en la constitución de la subjetividad de
los niños con respecto a la tolerancia o no de la violencia o la naturaliza-
ción de ciertas cuestiones. Vemos que el análisis tiene que ser más amplio.
Y como me voy a referir a maltrato físico, no quería dejar de mencio-
narles que cuando trabajamos en investigación y, les diría también,
cuando uno tiene que hacer una presentación frente a un caso, en el
cual hay algo más que maltrato físico o no hay una sola forma de ma-
los tratos, la idea es que conviene presentar todas las formas de malos
tratos bajo las cuales el niño es víctima.
Si yo tengo que hacer un diagnóstico ajustado, no es lo mismo que al chi-
co le peguen, y algunas veces le peguen con alguna particular saña, a que le
peguen y además lo manden a pedir o lo dejen en la calle una noche o pase
alguna otra cuestión. La situación de riesgo del niño va a ser diferente. Y eso
es lo que nos va a determinar las decisiones que tomemos frente al caso.
En general nos manejamos con todas estas formas de malos tratos; no
voy a repetir cosas que ya saben. El maltrato físico aparece recién en 1964
con Kempe, o sea que, ustedes piensen que antes de esa época, al no te-
ner un nombre y una categorización, no se podía intervenir como corres-
pondía. Recién a partir de 1964 aparece maltrato físico, unos años des-
pués se tipifica, o sea, se le da una definición a la negligencia y el abando-

211
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

no. Paralelamente aparece lo que tiene que ver con el maltrato emocional
y, casualmente o no, en la década del ’70 recién se tipifica el abuso sexual
infantil, que ustedes saben que tiene una larga data; pero el hecho de que
no le pongan un nombre, unos indicadores y una tipología específica hasta
1970 está mostrando algunas cuestiones.
Las cinco formas básicas del maltrato son: el maltrato físico, el maltra-
to emocional y el abuso sexual infantil, que serían las activas, no sólo mal-
trato con los golpes, las palizas, las torceduras, sino con humillaciones, gol-
pes, sobrenombres, insultos. Y por el lado del abandono, de lo pasivo, te-
nemos el abandono físico y el abandono emocional.
Tampoco quiero dejar de mencionar que en este momento, los que tra-
bajamos en estos temas tenemos que tener sumo cuidado al tipificar el
abandono físico. En este momento, especialmente, cuando la crisis es tan
fuerte, uno tiene que buscar elementos o indicadores que le permitan estar
lo más seguros posible frente a esa familia, si esa familia realmente es
abandonadora física de sus hijos o la familia está en una situación tan ex-
trema que no puede hacer algo más por los hijos. La famosa frase de no
judicialicemos la pobreza ya está como hasta gastada, porque queda bár-
baro decirla pero en realidad estamos apuntando a eso.
Hay familias con muchas carencias que sin embargo se las rebuscan o tie-
nen un cuidado mínimo del hijo, entonces si el chico no está como debe estar
atendido, probablemente la responsabilidad no sea de la familia sino del Esta-
do; entonces sería muy inadecuado llamarlo abandono físico intrafamiliar, ha-
blemos mejor de abandono físico social o estatal, y nos vamos a encontrar con
una cantidad de chicos impresionante, muchos más que los que son abando-
nados por las familias. Y si la familia realmente está haciendo todo lo que pue-
de, no debe ser considerada como una familia abandonadora física; aunque el
chico esté abandonado físicamente, el responsable está en otro lado.
Son esas cinco formas, maltrato físico, maltrato emocional, abandono físico,
abandono emocional y abuso sexual, las formas básicas del maltrato infantil.
Y también cuando se habla de formas de malos tratos en las cuales
los niños son víctimas, se han incluido también formas que tienen que ver
más con las cuestiones sociales como el trabajo del menor, la mendici-
dad, la corrupción, o sea, cuando hay un descuido o una incitación direc-
ta al niño, por ejemplo por parte de los adultos responsables, a beber, fu-
mar, consumir drogas, iniciación a la prostitución, e incluso valores co-
mo: “si te pegaron mañana vas y se lo devolvés, porque si no lo reventás
vos a golpes te reviento yo cuando venís de la escuela”. Estas frases que,
dichas todos los días y sistemáticamente, van construyendo una idea de
cómo hay que relacionarse con los demás.

212
9 . María Inés Bringiotti

El Síndrome de Munchäussen, supongo que lo conocen, es algo a lo que


tienen que estar específicamente atentos los médicos; es algo inventado,
fabulado, armado o creado por la madre en general, que es de muy alto
riesgo y que puede llevar al niño a la muerte.
Cuando hablamos de incapacidad educativa parental nos estamos re-
firiendo a aquellos padres que no tienen las mínimas habilidades para
ejercer la función de tales. Esto ha llevado muchas veces a que los pa-
dres se desentiendan: “yo ya hice todo lo que pude”, “yo ya no sé”, “yo
ya tiré la toalla”, “no me va a decir a mí”. Como esto parece que es un
problema que a nivel mundial tiene un aumento sostenido, la Justicia ha
decidido que hasta tanto sea mayor de edad la víctima, los padres tie-
nen la responsabilidad de poder responder o funcionar adecuadamente
en la educación. Si el chico se les va de las manos o es muy difícil, en
este caso debería pedir ayuda a algún equipo de atención, al hospital,
al cura con el que habla, a la maestra o al que fuera; de lo que se tra-
ta es de que pida ayuda pero no que abandone al chico a su suerte o
que considere que ya no se puede ocupar.
Además este abandono, esta incapacidad educativa parental, la obser-
vamos tanto en los chicos de clase baja como de clase alta, no hay dife-
rencia. El chico de clase baja porque está pidiendo, porque está en la ca-
lle, porque se va dos o tres días, pero vuelve. Pero nos encontramos con
otro perfil, muy similar, con otro barniz, en clase alta; “se fue a dormir a la
casa de fulana”, no sabe ni quién es fulana, ni quién es la familia, la dejó;
“me falta algo en la casa y no registro por qué me roba o qué puede estar
pasando”, entonces un buen día se da cuenta de que está fumando o está
en algo “raro”. A esto se refiere con el tema de la función parental dentro
de la medida de lo posible.
Se incluye también el maltrato prenatal. No se menciona el tema del
aborto por el problema de que distintos países tienen distintas legisla-
ciones y distintas posturas al respecto; entonces, se pretende que estas
definiciones tengan un consenso a nivel internacional para ser compar-
tidas por la mayoría de los países. En función de que hay países que tie-
nen legalizado el aborto y otros que no, no es que se dice que el abor-
to es un maltrato prenatal; es un delito en los países en que es delito,
en los que no, no.
Cuando se habla de maltrato prenatal, se habla de consumo de sustan-
cias, alcohol, medicamentos prohibidos que ponen en riesgo al bebé o que
hacer que pueda nacer con algún tipo de deficiencia; y viene muy bien pa-
ra incluir todas aquellas situaciones de violencia conyugal, o sea, golpes
que ponen en riesgo al bebé; hay muchos abortos supuestamente espontá-

213
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

neos que son producidos por los golpes de la pareja, entonces uno está acá
claramente frente a un caso de violencia conyugal y maltrato prenatal.
La adopción inadecuada es una manera de definir la adopción cuan-
do tiene alguna falla que no pasa justamente por lo legal; a lo que apun-
ta esto es que yo puedo hacer una adopción legal con todo en regla y
demás, y que sea una mala adopción. O sea, por los motivos por los cua-
les adopto, por la manera en que me manejo con el adoptado, por la ma-
nera en que le oculto información. Y puede haber algún caso en que una
persona no puede ocuparse de su hijo y no hace una adopción legal, se
lo da a una persona que sabe que se va a ocupar, que lo quiere, y efec-
tivamente el chico (ojo que no estoy fomentando que hagan esto, estoy
dando un ejemplo) es educado, atendido, y aparte se le dice la verdad
de su origen. Entonces, hay una diferencia entre una cosa y otra que ex-
cede la cuestión meramente legal.
Secuestro y sustitución de identidad se había puesto como forma de
maltrato, pero institucional y social; lo había incluido David Finkelhor,
que es un especialista en abuso sexual infantil, americano; yo creo que
en el año 1987 escribe un artículo sobre el estado del arte, las formas
de malos tratos que se conocían hasta el momento, e incluye en esto lo
de secuestro y sustitución de identidad y pone como ejemplo lo que ha-
bía ocurrido en Argentina y Guatemala. O sea que antes de que acá lo
consideráramos como tal o se empezara a considerar así, de afuera que-
da tipificado de esta manera.
El Síndrome de Munchäussen lleva ese nombre por el Barón de Mun-
chäussen, un personaje sobre el que hace unos años hicieron una película;
transcurre en la Edad Moderna, él va de pueblo en pueblo contando histo-
rias que en realidad son fabulaciones, historias fantásticas como las de Ju-
lio Verne, y con eso se gana la vida, le dan para comer, le dan dinero, y él
va contando, entonces cuenta cosas irreales.
A raíz del Barón de Munchäussen y de sus cuentos fabulados se le po-
ne ese nombre a un síndrome que implica inventar o crear una enfermedad
o signos de enfermedad a un chico, de manera que el cuerpo médico, el
equipo médico, intervenga de alguna manera, y entonces así, en vez de ser
la madre la que actúa sobre el niño, la que afecta al niño, es el médico.
Hago una aclaración, porque no es que los médicos sean idiotas, lo que
ocurre es que las personas que cometen el Síndrome de Munchäussen, has-
ta ahora en un 90% han sido madres, pero no se sabe si es porque es una
característica asociada al ejercicio de la maternidad de la madre o porque
es la madre la que está generalmente con los chicos. Ha aparecido algún
Munchäussen de padres también, pero en general las madres son madres

214
9 . María Inés Bringiotti

solas, o sea viudas, separadas, divorciadas, que arman un vínculo bastan-


te especial y retorcido con el hijo, varón o mujer. Y en vez de ser directa-
mente yo la que lo afecto, por ejemplo le doy un medicamento que le ha-
ce mal; voy rotando de servicios de manera que no me pueden detectar,
porque digamos, la madre que permanece con un médico, con un pedia-
tra, y vuelve al mismo, en este caso el pediatra conoce al chico y conoce a
la madre; sabe si la madre es muy apresurada, acelerada o si es una ma-
dre que se deja estar y que hay que apurarla. Entonces justamente ellas no
tienen un médico de cabecera, cambian constantemente de médico y van
en general de noche, los fines de semana, a las guardias donde no hay ni
un consultorio externo de seguimiento ni un momento para estar atendien-
do al caso, que hay una urgencia y una madre que además tiene la carac-
terística de ser madre como nosotras, de nivel socio-económico y educati-
vo de medio para arriba; una mamá de clase baja no puede hacer un Mun-
chäussen, le resulta muy difícil.
Estas mamás son madres que aparecen como muy ocupadas y preocu-
padas por el hijo, conocen claramente muchas enfermedades y entonces se
presentan diciendo que su hijo tiene la enfermedad tal con todo el nombre
preciso, que lo atiende el equipo del médico tal que efectivamente es el
equipo que está en el Hospital Fernández, por decir una cosa, y que ella
ese fin de semana estaba en la casa de los padres y el chico se descom-
pensó. Y el chico aparece en la sala realmente con algo, porque si el chico
está bailando y cantando los médicos no van a intervenir. Entonces si real-
mente es una enfermedad claramente diagnosticada que viene con un tra-
tamiento específico y el chico se descompensa, es muy probable que se
compense con lo que se supone que se espera para esa enfermedad, que
en realidad es inventada o creada por la madre.
Responden además a psicopatologías, no es una mamá normal a la que se
le va la mano y le pega alguna vez: hay una cuestión psicopatológica; en ge-
neral cuando se detecta o se confirma un Munchäussen, hay que separar in-
mediatamente a la madre del chico, en general las que cometen Munchäus-
sen ya han enfermado o matado a algún otro hijo previamente. El porcentaje
de haber matado a otro hijo es bastante alto.
Y la otra posibilidad es: o invento la enfermedad o la creo de alguna
manera. Justamente veníamos de una clase del posgrado, tocó justo hoy
el Síndrome de Munchäussen y estuvieron exponiendo la clase y traje-
ron una película que habían dado hace unos años en cable: una médi-
ca que empieza a ver, entra a dudar de qué pasa en la atención de un
chico, y no conoce el Munchäussen. La película es muy didáctica; no es
una buena película, es una película para entender lo que es el Mun-

215
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

chäussen. Y entonces empiezan todas las dudas de la médica, y en es-


te caso la madre, cuando no la veían, a escondidas, porque son madres
solícitas que colaboran con las enfermeras en la sala, y piensen en un
país como el nuestro donde hay tanta carencia de personal... una madre
educada, con nivel, preocupada, que quiere colaborar, uno aceptaría que
lo haga. Entonces la madre le produce una infección, le estaban pasan-
do algo endovenoso, con saliva, aparece algo en el análisis. Posterior-
mente aparece Esqueriquia Coli —parásitos normales de la materia fe-
cal—, le produce entonces otra infección, o sea que el chico termina te-
niendo una enfermedad. Esto en algunos casos ha llevado a operaciones
o a intervenciones o a lavados de estómago o lo que fuera, y en realidad
el chico no tenía nada más que lo que inventó la mamá.
Los que no somos médicos es muy difícil que podamos hacer algo o
tengamos oportunidad, lo que sí, uno puede estar atento y sospechar, ya
sea como docentes, o como trabajadores sociales o psicólogos, que sos-
pechen cuando aparezcan situaciones de internaciones a repetición, o
este tipo de cuestiones.
El médico de guardia y sobre todo los pediatras, lo tendrían que regis-
trar como: “bueno, por las dudas voy a ver qué puede haber detrás”.
Están apareciendo cada vez más casos, es decir que en realidad no
es que aparezcan más casos sino que parece que la detección es mejor,
o sea que tampoco es una cosa rarísima; yo tenía, entre unos informes
del Hospital de Niños Sor María Ludovica de La Plata, un informe de un
ateneo de tres casos de hace doce años, o sea que esto viene de hace
rato, no es algo que aparece ahora.

Vamos ahora a detenernos en los datos de maltrato físico.


La primera investigación que tenemos, dice: Relevamiento epide-
miológico del maltrato infantil en la población escolarizada de Capi-
tal y Gran Buenos Aires. Esta fue una investigación que replicó inves-
tigaciones hechas en otros países, porque en realidad si uno quiere co-
nocer, se supone que se hace una investigación y esto tengo que de-
cirlo para que se use la información de alguna manera: habitualmente
no se utiliza. En realidad la investigación es como una de las tres pa-
tas del abordaje de problemáticas de todo tipo, en este caso maltrato
infantil: investigación, prevención y asistencia, son tres ejes. Si uno va
a hacer un programa de prevención sería muy interesante que tuviera
alguna idea de lo que está ocurriendo en ese lugar, comunidad o lo que
fuera para armar un programa acorde a eso; lo mismo si tuviera que
hacer asistencia de lo que está ocurriendo.

216
9 . María Inés Bringiotti

En este sentido nos interesaba tener algunos datos cuantitativos,


algo, porque todo el mundo habla de los casos de malos tratos pero la
verdad es que no hay estadísticas para la Argentina. Las estadísticas
que hay son las de los casos que llegan a consulta. Yo le puedo pre-
guntar al Dr. Garrote, en Casa Cuna, cuántos casos tiene, él me infor-
ma: el año pasado tuve tanto, el anteaño tanto, este año tanto; discri-
minados por maltrato, esos son los casos que le llegaron a Casa Cu-
na. Uno puede preguntar lo mismo en el Pena, en el Garrahan, pero
uno lo que hace es juntar o sumar los casos que fueron recibidos por
distintas instituciones. Esa cifra dista bastante de los casos reales,
porque muchos casos no se registran, al no ser tan graves u ocultar-
se; por ejemplo, una fractura que no es tratada, queda mal soldada,
no llega al Servicio Médico ni llega a Justicia.
Y cuando uno habla de relevamiento epidemiológico para cualquier en-
fermedad está hablando de los casos que ocurren, sean o no detectados,
estén o no dentro del sistema de detección. Ustedes se imaginan que es di-
fícil saber cuántos casos hay, porque por más que uno haga un diseño me-
todológico y sortee barrios y cuadras y manzanas y cumpla las agujas del
reloj para un lado y para el otro, uno no puede tocar timbres y preguntar a
la gente: “¿Dígame, acá maltratan a los chicos? ¿A cuántos chicos maltra-
tan? ¿Cómo lo maltratan a cada uno?”. Entonces, el único recurso metodo-
lógico que se usó en varios países fue tomar la población escolarizada, sa-
biendo que hay chicos que se te escapan, pero teniendo las cifras de la de-
serción escolar uno sabe cuánto es más o menos el porcentaje que se es-
capa, y la realidad es que los chicos pueden faltar mucho al colegio, los
chicos pueden no aprender, los chicos pueden estar mal alimentados, pero
ya sea por el comedor o por lo que sea o salteado, a la escuela van, tene-
mos un número grande de concurrencia.
Entonces, lo que se hizo en este trabajo fue tomar las guarderías ma-
ternales, el nivel inicial —o sea los jardines—, las escuelas primarias y
las escuelas especiales; se trata de una investigación muy larga que es-
tá publicada, y no voy a detenerme en ésta sino decirles que de esta in-
vestigación saqué la parte que tiene que ver con la problemática de mal-
trato físico. En la muestra representativa que cubría la mitad de los dis-
tritos escolares y dentro de cada distrito escolar cuatro escuelas sortea-
das, se detectaron 1.243 casos sufriendo maltrato. Como acá me inte-
resaba detenerme en el maltrato físico, hay mucha más información que
no estoy poniendo; por ejemplo, de los casos detectados el 18% tenían
maltrato físico como única forma de maltrato, el resto tenía uno, dos o
tres maltratos juntos co-ocurriendo en el mismo momento.

217
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Las cifras de prevalencia son muy altas. Hagamos la diferencia, que no


sé si la tienen clara, entre incidencia y prevalencia. Cuando uno habla de
incidencia es porque tiene los datos de un período anterior; por ejemplo: hi-
ce un relevamiento de este tipo un año atrás, dos, cinco años atrás, en ese
momento tenía tantos casos; vuelvo a medir ahora y entonces veo la dife-
rencia... y uno ahí habla de incidencia, cuántos casos nuevos aparecieron.
Como acá no tenemos datos anteriores, yo no puedo comparar con nada.
Cuando uno hace un corte en el tiempo y mide cualquier enfermedad o tras-
torno físico, psíquico, el que fuera, en un momento, está haciendo preva-
lencia, o sea cuántos casos hay hoy, al momento de medirlos. Eso signifi-
ca que están todos mezclados, los casos que ocurrieron hace una hora, ha-
ce cinco meses, hace tres años, hace cinco.
En realidad lo interesante es la incidencia. Cuando uno hace un progra-
ma de intervención lo que busca es reducir la incidencia, o sea que en ca-
da período que uno mida aparezcan menos casos.
En el caso de maltrato infantil en realidad supongo que durante bas-
tante tiempo vamos a esperar que aparezcan más, porque no es que
aparecen casos nuevos: sabemos con mucha seguridad que hay un mon-
tón de casos que no están, si fueron detectados no fueron derivados; en-
tonces al no estar dentro del sistema, es esperable que durante mucho
tiempo tengamos más casos y que si todo estuviera realmente trabaja-
do, en algún momento deberían bajar; de hecho, en otros países baja el
número por año. Pero ¿por qué baja? Porque se toman a tiempo los ca-
sos incipientes, no es porque el país esté tan bárbaro que empezaron a
bajar los casos. Acá no estamos hablando de ningún mejoramiento má-
gico de las condiciones de nada, estamos diciendo que si hacemos bue-
na prevención, algunos casos no van a entrar para asistencia sino que
los vamos a parar antes. Y en asistencia, si actuamos en etapa tempra-
na, recuperamos más rápido que si actuamos en etapas posteriores; eso
es lo que va reduciendo el número de casos graves.
Y las cifras de prevalencia detectadas son de un 7,5 por mil en guar-
derías maternales y nivel inicial, un 15 por mil en nivel primario —de
maltrato físico— y un 35 por mil en escuelas para niños con discapaci-
dades. Acá tengo que hacer una aclaración: hay estudios hechos afue-
ra, en varios lugares, que mencionan la discapacidad como un factor de
riesgo para el maltrato y el abandono, esto es porque la atención de un
niño con discapacidad requiere tiempo, dedicación, tolerancia a la frus-
tración, dinero, un montón de cosas, y si no hay un programa de apoyo
a padres, cuando ya saben que tienen un embarazo problemático o
cuando nace el niño y necesita toda una estimulación especial, una se-

218
9 . María Inés Bringiotti

rie de cuidados especiales, no hay un acompañamiento de la familia, la


situación es de extrema exigencia y estrés.
Como habíamos visto esto, decidimos tomar las escuelas especiales
aparte, o sea guarderías, nivel inicial, primario y especiales, y realmen-
te la proporción en las escuelas especiales fue de uno a cinco o seis,
quiero decir por cada niño normal maltratado teníamos cinco o seis con
algún tipo de discapacidad de cualquier tipo, maltratado. Eso era medi-
ción de maltrato intrafamiliar.
El otro detalle que quería comentar es que entre Capital Federal y
Gran Bs. As. se detectaron casi tres mil casos; aproximadamente el 50%
estaba bajo alguna forma de atención, el resto no. Se nos ocurrió pre-
guntar en la segunda toma, en la primera no se nos había ocurrido...
cuando vimos que había tal número sin atención, se nos ocurrió pregun-
tarle a la docente si el chico manifestaba algún tipo de trastorno de
aprendizaje o conducta, no queriendo decir que el maltrato era la causa
de esto, sino para ver si siendo maltratados, manifestaban algún proble-
ma. Sí, un 60% manifestaba problemas. ¿Está bajo alguna forma de
atención? De ese 60% que manifestaba problemas, una parte —20%—
recibía atención; 25% no, y el resto no se sabía. Esto fue algo presen-
tado específicamente en la Secretaría de Educación, porque llamaba la
atención cómo si yo tengo un chico con problemas de aprendizaje y con-
ducta que además sospecho que es maltratado, o tengo evidencia de
que es maltratado la respuesta es: no sé. Que no sé si sigue un trata-
miento es una cosa, pero ¿fue derivado? ¿intervino alguien? Esta era la
situación hace unos años.
La segunda fue un estudio sobre Factores de riesgo de las familias
maltratadoras físicas de sus hijos, también en población escolarizada;
o sea, se tomó una muestra de escuelas, representativa de acuerdo a la
matrícula que había para ese año en todos los niveles. La muestra tenía
que ser representativa en número y en características, por grupo etario,
por barrios, por todo esto, de manera que se pudieran extrapolar los re-
sultados. Y para revisar factores de riesgo tomamos en un primer estu-
dio todos aquellos que veíamos dando vuelta en la bibliografía sobre el
tema; porque como era la primera vez que se medía, decíamos, toma-
mos todo a ver qué pasa acá, entonces vamos a encontrar que algunos
se cumplieron y otros no.
Cuando medimos factores de riesgo, se van a encontrar que muchas de
las variables no son novedosas para ustedes que están en el tema, ni para
mí; el tema es confirmar si efectivamente estos factores de riesgo se daban
o no, en función de lo que la bibliografía señalaba.

219
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Lo voy a leer rapidito, pero necesito hacer una aclaración: donde dice
clase social más baja, no estamos diciendo que porque es clase baja hay
más maltrato o una cuestión de diferenciación en este sentido; lo que ocu-
rre, cuando uno indaga distintos estratos sociales, es que los que pertene-
cen a una clase desfavorecida están continuamente, sostenidamente, día a
día, bajo el impacto de una serie de factores de riesgo mucho mayores que
los que podemos tener los que no pertenecemos a ese grupo, y acá esta-
mos hablando de factores de riesgo, no de causa.
Y ahí otra diferencia metodológica: si alguien dice que algo es un factor
de riesgo no hay que considerar de ninguna manera que eso es la causa.
Voy a dar un ejemplo más didáctico: si uno tuviera que tomar la decisión
de fumar o no fumar o dejar de fumar, creo que lo conveniente es que uno
dijera: “no fumo, porque el cigarrillo es un factor de riesgo alto para el cán-
cer de pulmón”. Decir que es factor de riesgo alto para cáncer de pulmón
es una cosa que no tiene nada que ver con decir que es la causa. Hay per-
sonas que fumaron toda la vida y no tienen cáncer de pulmón, y gente que
no ha fumado nunca y tiene cáncer de pulmón por otro motivo.
Cuando uno habla de causa está hablando de una causa que produce
un efecto; como para explicar el problema de cáncer de pulmón, hay una
multicausalidad, en la cual el cigarrillo es un factor alto; de la misma ma-
nera estamos hablando acá de los factores de riesgo.
No estamos diciendo que pertenecer a una clase social baja, ser desem-
pleado, subocupado o tener menor nivel educativo o familia monoparental
es la causa del maltrato físico. Estamos diciendo que son factores de ries-
go que están afectando a los sujetos que pertenecen a ese grupo. Si yo ten-
go muchos factores de riesgo presentes y pocos factores de protección, es-
toy en una situación más desfavorable; así tiene que ser interpretado, nada
más. Porque vamos a continuar con esto y vamos a ver que hay familias
monoparentales con problemas de hacinamiento y una serie de cosas, y sin
embargo no hay maltrato; si ésta fuera la causa, debería haber maltrato. In-
sisto porque a veces se interpreta mal. Esto tiene que ver con las caracte-
rísticas socioeconómicas, estos factores de riesgo suelen estar presentes
cuando hay maltrato físico.
Y dentro de las características psicológicas, encontramos en los suje-
tos que maltratan mayor ansiedad, depresión, mayores problemas de pa-
reja cuando hay pareja, mayor potencial de maltrato, menor apoyo so-
cial —el tema de las redes de apoyo, aparece como muy lábil en este
caso—, y algo muy importante es cómo fue la crianza en su propia in-
fancia, si esos padres fueron abandonados o maltratados en la infancia:
es bastante probable que, de no haber intervenido algo para cortar ese

220
9 . María Inés Bringiotti

circuito, se pueda volver a repetir con los hijos, porque no apareció un


modelo alternativo a esta situación.
Repito, factores de riesgo y no causalidad.
La tercera es la Adaptación y validación de un cuestionario que se
llama Child Abuse Potential Inventory —CAP— que sirve para detectar
justamente potencial de maltrato físico. La indicación es que no voy a
tomar sólo el CAP y determinar: éste maltrata, éste no maltrata; es un
elemento más en el diagnóstico. En otros países está incorporado en el
cuerpo médico forense como elemento obligatorio y en los gabinetes psi-
copedagógicos. Sirve junto con otros elementos para detectar población
de riesgo, y no sólo para eso, sino que muchas veces se utiliza cuando
hay una pareja en una situación confusa en la cual se acusan mutua-
mente los dos de pegar, o de castigar y demás. Se puede detectar muy
bien con entrevistas y con una serie de elementos, y con el CAP ver qué
es lo que ocurre en un miembro y otro; o sea, uno puntea muy alto y el
otro no; acá se usó en varios juzgados para evaluar parejas de padres,
de padre y madre, y realmente discrimina bien.
En cuarto lugar tenemos Desarrollo y evaluación de un programa de re-
cuperación de familias maltratadoras y negligentes con sus hijos. Éste fue
un trabajo que implicó tomar algunas de las familias detectadas en las es-
cuelas como maltratadoras y negligentes y aplicar un programa de recupe-
ración que tenía que ver con habilidades parentales; se trabajó durante 9
meses con una reunión de dos horas todos los lunes con los padres, y pa-
ralelamente se trabajaba con los chicos, de manera que se articulara el pro-
blema del maltrato en los dos niveles, los padres y los chicos.
Cuando hablé de las familias que se incorporaron a este programa
que duró casi todo un año, de recuperación de padres con maltrato físi-
co y negligencia, la idea era probar alguna de las modalidades que tam-
bién son bastante efectivas de trabajo grupal, o sea grupo de padres, no
trabajo individual.
Obviamente para hacer un trabajo grupal necesitamos que cumplan
ciertas características; no pueden ser formas de maltrato físico muy gra-
ves, o donde hay algún tipo de problema particular que ameritaría una
terapia individual.
Estamos hablando en general de padres que tienen dificultades en el
vínculo con los hijos y en la educación, o sea que son excesivamente light
o son excesivamente coercitivos pero no encuentran una manera de trans-
mitir pautas que impliquen obediencia en el buen sentido: obediencia, no
sometimiento; o que se cumpla con ciertas cuestiones de convivencia, o
que se acaten ciertas normas de la familia. Entonces, como no se sabe bien

221
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

de qué forma transmitir esto, en este caso aparecía el castigo físico como
práctica educativa correctiva, y como ustedes saben, el castigo físico como
práctica correctiva es algo que tiene una buena tradición —años atrás era
algo que no sólo hacía la familia sino que hacía la escuela—, entonces mu-
chos de estos padres decían: “bueno, pero a mí me molían a palos y yo y
mis hermanos salimos todos bárbaros”, o sea, funcionó; o padres que le
dieron una paliza a la hija porque vino tarde y en el barrio hay inseguridad
o mataron alguna chica o la violaron y le dijo “no vengas a tal hora” y la
chica no obedeció, entonces le dio una paliza: “después de esta paliza no
va a salir más”. En realidad hay una intencionalidad de cuidado mal lleva-
da a cabo, que no es lo mismo que el que descarga agresión o frustración
en un chico y le pega.
Cuando uno habla de maltrato físico, es importante que discrimine en
esa familia que tiene delante, cuál sería la motivación por la cual aparece
el maltrato físico, es decir, no hay un paquete unificado.
Lo que se ha podido detectar es: situaciones en las cuales hay una in-
tencionalidad correcta de cuidado y de protección, pero como no se sabe
cómo hacer, aparece el castigo como forma de poner normas. Estos son pa-
dres recuperables a través de cierto trabajo específico que les permita en-
tender que pueden poner límites en su hogar y en sus hijos de otra mane-
ra que no sea matándolos a golpes; hay otras maneras de poner límites,
porque la respuesta de los padres inmediatamente es: “ah, bueno, enton-
ces dejo que haga lo que quiera”. O sea, cuando uno critica el maltrato fí-
sico, el riesgo que se corre es que muchas veces los padres lo interpretan
como que yo estoy diciendo que hagan lo que quieran, y así después tene-
mos otro tipo de problemas.
La idea es enseñarles que hay otras maneras de educar y de poner lí-
mites que no son con el castigo físico, que de ninguna manera estamos
diciendo que permitimos que hagan lo que quieran, estamos también to-
talmente en contra.
Hay otro grupo de padres que habitualmente no suelen pegar pero en
determinadas situaciones de mucho estrés, de presiones de todo tipo, de
dificultades de pareja, de empleo, de dinero, están con un nivel de irritabi-
lidad muy alta, están muy ansiosos, están preocupados, están... bueno, co-
mo decimos nosotros, con todos los pájaros volados; el chico les dijo algo
y la ligó en ese momento, y si la situación no es accidental sino que se man-
tiene en el tiempo aparece el castigo como una forma de descarga de esa
carga psíquica que tiene en ese momento el padre o la madre.
Y después nos queda un grupo que es por suerte, estadísticamente, el
menos significativo: es el que efectivamente pega por una cuestión de sa-

222
9 . María Inés Bringiotti

dismo, o por una cuestión de que no le importa, que no hay ningún desa-
rrollo de empatía ni nada y desarrolla formas muy sutiles de castigo, que
en realidad uno no diría que son formas de castigo educativas, sino que ya
hablaría de algunas situaciones que tienen que ver con torturas o con si-
tuaciones que exceden lo que uno llama el maltrato físico.
Y por último tenemos un Estudio retrospectivo del castigo físico en
la niñez y adolescencia y las actitudes actuales acerca del mismo en
alumnos universitarios. Concretamente, tomábamos alumnos universi-
tarios de distintas disciplinas y se indagaba retrospectivamente sobre
cómo se aplicaban las prácticas de castigo en la infancia, si se aplica-
ban o no y cuál era su actitud actual frente al castigo en la educación.
Se entrevistó a alumnos universitarios de distintos países, porque es un
trabajo transcultural, con la idea de ver cómo eran las pautas educati-
vas en distintos contextos.
Es un tema que se está estudiando bastante ahora, porque se ve que
muchas formas de malos tratos en realidad aparecen por la falla en el
ejercicio de la función parental, de la puesta de límites o de normas, o
de lograr que el chico progrese, y en realidad eso se podría abordar de
otra manera; entonces se está trabajando mucho el tema de estilos pa-
rentales. Estilo parental, estilo docente, estilo de cómo uno se relaciona
con el otro para hacer algo juntos.
En Argentina se midió en Capital y Córdoba, Sevilla en España, Temple en
Estados Unidos, que fueron los que compartimos información, y después ha-
bía toda una cantidad de países de los que todavía no tenemos el procesa-
miento de los datos —países europeos, americanos, africanos, latinos —.
En Capital Federal, que fue donde nos tocó trabajar a nosotros, releva-
mos a 450 alumnos universitarios de Biología, Ingeniería, Psicología y Bi-
bliotecología. Se trató de tomar alguna carrera de ciencias duras y alguna
carrera de humanidades para que no fuera todo en un solo lugar. El 70%
resultó ser de sexo femenino; no es que fuimos a buscar las mujeres, se to-
mó al azar en lugares o en clases que nos permitían entrevistarlos. La me-
dia de edad era de 25 años, les digo esto para que se ubiquen con respec-
to a quiénes estaban respondiendo. Esto se hizo, se empezó el anteaño, se
terminó el año pasado, o sea que son personas cuya media es 25 años, ha-
bía de 22, de 23 y había otros de más edad. Estaban en la primera parte
de la carrera, lo que sería el primer ciclo; nos pusimos de acuerdo en que
fuera el primer ciclo para que fuera comparable.
Hay cuestiones que les van a sonar raras, pero como se medía en
varias partes del mundo, se preguntaba la etnia y la religión para des-
pués agruparlos y discriminar los resultados. En el caso nuestro, ob-

223
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

viamente, el 89% puso etnia latina; algunos no entendían a qué se re-


fería, ponían todos etnia latina.
Se preguntaba por la religión y acá aparece algo importante: no sé si se
acuerdan de haber leído, cuando estudiaban el famoso trabajo sobre el sui-
cidio, de Durkheim, que fue como el antecedente de lo que es la investiga-
ción cuantitativa social, en la cual él empieza a registrar en un determina-
do momento histórico una tasa alta de suicidios en Europa Central y enton-
ces intenta buscar todas las variables que están dando vuelta para ver si
encuentra alguna posible explicación de esto. Todo lo que encuentra en los
registros, lo registra; la religión, la edad, el sexo, el estado civil, el nivel edu-
cativo, yo ya no me acuerdo la cantidad, es como el estudio modelo que se
toma siempre para decir: acá empieza la investigación en este sentido.
Hay algunas conclusiones interesantes en el trabajo de Durkheim, que
tienen que ver con el estado civil, que en realidad no se refiere al estado ci-
vil de la libreta, el tema es estar solo o acompañado, la familia monoparen-
tal o la familia de dos miembros; tener otra persona al lado ayuda, diga-
mos, en algunos casos no, no me digan: es mejor estar solo que mal acom-
pañado, pero en general en una pareja que funcione medianamente bien
entre dos para repartir problemas, ocupación de los hijos y demás, es me-
jor. Tener hijos previene el suicidio más que no tener hijos, por la respon-
sabilidad, por tener que ocuparse y demás.
Toma varias variables, una de ellas es la religión, y hay un trabajo muy
interesante que toma específicamente religión y compara el suicidio en la
religión católica, protestante y judía, y las cifras se ubican de la siguiente
manera: la mayor tasa de suicidio ocurre en la religión protestante o los que
practican la religión protestante, continúa con los judíos, y sigue con la re-
ligión católica. Y él busca explicaciones a esto que tienen que ver con la for-
ma en que estas comunidades se conectan entre sí.
O sea, ustedes saben, supongo que entre los presentes de acá habrá al-
gunos cuantos que pertenecen a la religión judía; podrán estar de acuerdo
o no con la modalidad, pero el tema es que muchas veces la comunidad da
apoyo a sus miembros, soluciona o no determinados problemas, y él obser-
va menor tasa de suicidio. Hay un buen nivel de colaboración en los que
practican la religión católica, y en los protestantes, poca.
Yo no sé si se acuerdan ustedes de la película de Bergman Fanny y
Alexander; la pueden rever algún fin de semana que estén aburridos.
Aparecen las tres religiones: la madre con todos sus hijos y toda la fa-
milia, que son de religión católica; el novio de la madre que es un vieji-
to muy simpático, de la religión judía, y creo que algún pariente que por
ahí se casa o se la llevan es de religión protestante, a la que pertenecía

224
9 . María Inés Bringiotti

Bergman y es donde está el tema del castigo físico en la educación, la


flagelación y toda la prohibición de cualquier tipo de placer, que en la
película se ve con las habitaciones vacías sin adornos, sin muebles, sin
cuadros, las ventanas con rejas, es decir toda una situación cotidiana de
vida en que la persona está atrapada.
Esto aparece como asociado con el tema de las redes de apoyo social.
Hoy en día yo puedo no pertenecer a ninguna religión y tener mis redes de
apoyo puestas en otro lado. Pero lo que se está rescatando acá es el tema
de contar con redes de apoyo.
Entonces, como este estudio el que lo planificó lo había pensado pa-
ra diferentes países muy distintos entre sí, por eso se pregunta lo de re-
ligión. Lo interesante es que se preguntaba cuál era la religión de origen
del papá y la mamá, se preguntaba separado, entonces encontrabas el
caso que te decía: “mi mamá era judía, mi papá católico” o “mi mamá
era atea y mi papá protestante”, todas las combinaciones posibles.
¿En qué religión fuiste formado? En una, otra, las dos o ninguna. Y
la otra pregunta es: “¿practicás alguna religión hoy en día?”, o primero
era “¿a qué religión considerás que pertenecés hoy?” y luego era si la
practicaba. Si ustedes vieran la cantidad alta —está el sesgo de que son
estudiantes universitarios— de agnósticos... Cuando se dice en los cen-
sos y demás: éste es un país católico apostólico romano, lo que pasa es
que nunca se da la opción de discriminar tan bien. Porque si yo tengo
que decir cómo fui formada digo una cosa, ahora puedo ser otra, pero
nunca preguntan hasta tal punto para que se tenga la cantidad exacta;
y era impresionante la cantidad de agnósticos.
La mayoría dijo pertenecer o venir de familia católica apostólica roma-
na, el 80% se había criado con ambos padres biológicos; o sea que el cua-
dro era bastante alentador, digo, a la hora de lo que vamos a ver a conti-
nuación. La edad media de los padres era 53 años, aproximadamente. Y
respecto de la educación de los padres, en el 30% de los casos, de los
450, tenían estudios terciarios y/o universitarios, o sea que también esta-
mos hablando de un nivel de gente con un cierto perfil.
A estos jóvenes se les pregunta por el castigo en la educación, o sea to-
da una serie de preguntas: si alguna vez hicieron algo por lo cual los pa-
dres se enojaron, si los castigaron, el 55% dice que recibió castigos físicos
en la infancia, estamos hablando de, dijimos la media 25 años o sea que
nos podemos ubicar entre 20 y 30 años hacia atrás, que recibió castigos
físicos en la infancia; el período de mayor castigo físico fue el que iba en-
tre los 6 y los 11 años, esto también es bastante normal en todos los paí-
ses, porque es cuando empiezan como a ir separándose, el colegio, más in-

225
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

dependencia y demás, entonces hay más autonomía y suele aparecer en-


frentamiento y empieza el castigo. Pasada esa edad empieza también la de-
fensa, o sea, en una de esas si es un adolescente muy grandote te lo pue-
de devolver, o se va de la casa, entonces aparece que empieza a bajar en
la adolescencia. El 35% dice que recibió castigo físico antes de los 6 años,
el 5% con una frecuencia semanal; porque había cuadros que decían: ¿qué
formas de castigo?, ¿con qué frecuencia?
Y aparte se hablaba de qué tipo de castigo, si fue una cachetada, fue
una palmada en la cola, fue pegar con un objeto; se va graduando el cas-
tigo, porque no es lo mismo una cachetada una vez y nada más o una pal-
mada en la cola a un chico que tiene pañales y le hicieron suavecito para
decirle a algo que no, no es lo mismo que otro tipo de castigo. El 25% di-
ce que recibió golpes en la cola, en la cara, en la cabeza, en las orejas, en
manos y brazos, o sea, no era de lo más leve el listado. El 12% dice haber
recibido tirones de pelos, patadas, sacudidas, pellizcones y golpes a repe-
tición y un 5% dice latigazos, puñetazos, amenazas con cuchillos y armas,
ya aquí estamos hablando de algo bastante más fuerte.
Fue interesante ver cómo justificaban ese castigo. Nosotros hacíamos la
investigación, no estábamos para hacer otro tipo de interpretaciones, pero
es interesante porque uno también le daba la opción de cómo había ocurri-
do, si había sido justo o había sido injusto, una serie de opciones, y el 55%
dice “fue después de un mal comportamiento”. La pregunta que uno se ha-
ce frente a un dato retrospectivo es: ¿habrá sido un mal comportamiento
realmente?, ¿le habrán dicho de tal manera que él internalizó que era un
mal comportamiento? Eso no lo podemos saber.
El 25% dice que después de haber intentado otros métodos vino el cas-
tigo físico. El 12% dice que mientras ocurría el mal comportamiento, en el
momento en que lo pescan viene el castigo. Y el 5% dice “sin relación al
comportamiento”, o sea que acá serían más los casos que por lo menos
ellos recuerdan como no asociados a lo que habían hecho.
Lo interesante es, frente a esta experiencia, que está relativizada por
ser un dato retrospectivo, ya lo sabemos, cuál es la actitud actual que
tienen los estudiantes de nuestras universidades a los cuales les pregun-
tamos el año pasado: ¿cuál es la actitud actual que tiene acerca de los
castigos físicos a los niños?
El 90% está entre total y moderadamente de acuerdo en que, ya que
el castigo físico puede tener consecuencias negativas, se debe detener es-
ta práctica. Hasta ahí todo bien; pero hay un 10% que considera que no.
El 88% dice que si no pegás a los niños salen mal criados, el 88%
está en desacuerdo, pero siempre hay que pensar lo otro, el 12% está

226
9 . María Inés Bringiotti

de acuerdo. El 12% de los estudiantes universitarios dice que si no les


pegan salen mal criados.
El 85% dice que el castigo físico no debería estar permitido; y hay un
15% que considera que el castigo físico debería estar permitido.
El castigo físico en la casa está justificado: esa es la otra discusión, los
chicos lo tienen internalizado; cuando trabajábamos con las familias en la
escuela, muchas veces en los juegos y dibujos comentaban si la maestra
esto o lo otro y los chicos decían entre ellos: “no, la maestra no te puede
pegar, el único que te puede pegar es tu mamá o tu papá”, entonces esta-
ba internalizado que la mamá y el papá sí, la maestra no.
Aparece el tema de si fuera de la casa o en la casa: el 81% está en
desacuerdo, pero tenemos un 19% que dice que en la casa está justifi-
cado el castigo físico.
El castigo físico es necesario como método de disciplina: el 80% está
en desacuerdo pero el 20% está de acuerdo.
Ya que el castigo físico no elimina los problemas de disciplina, la socie-
dad debería abolirlo. El 74% está en acuerdo, o sea que se tiene que abo-
lir, pero hay un 16% que considera que no, o sea, eso es lo que uno tiene
en la población por lo cual el tema del maltrato físico o el castigo físico en
la educación se perpetúa.
Asustar a un niño de vez en cuando con la amenaza de castigo físico no
lo daña emocionalmente. Miren cómo bajó: 65% está en desacuerdo, o sea
que hay un 35% de estudiantes universitarios que considera que efectiva-
mente no lo daña emocionalmente amenazarlo con castigo físico.
También lo que encontramos es que había bastante desconocimiento de
la problemática de violencia familiar, violencia conyugal, maltrato infantil,
maltrato en tercera edad; les digo más: de los estudiantes de Psicología.
Una cosa que nos llamó la atención, no sólo por la investigación, sino
por los alumnos que vienen a la carrera de Especialización en Violencia Fa-
miliar a cursar, que es interdisciplinaria, la mayoría son psicólogos y traba-
jadores sociales, hay algunos médicos, algunos abogados, algunos pedago-
gos, alguna vez alguna socióloga o sociólogo; es que no vieron la proble-
mática en ninguna materia de grado, y esto es grave.
En Trabajo Social hay ahora una materia optativa desde hace unos
años, los estudiantes tiene la opción de tomar esa materia en el grado. En
Medicina, por distintos motivos, hemos indagado y además una de las
alumnas de la carrera está haciendo su tesina sobre un estudio sobre la cu-
rrícula formativa de la carrera de Medicina en todo el país, en universida-
des públicas y privadas, donde se encontró con que salvo en algunos ca-
sos aislados, en la formación de grado del médico no se menciona la pro-

227
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

blemática del maltrato infantil, maltrato físico, abuso sexual, nada. Uno se
enoja con un médico; pero si el médico terminó y los que le tienen que
transmitir esto no lo hacen, la falla va por otro lado.
En Derecho tienen una serie de reglas, normativas; pero algo que tome
la Ley de Violencia Familiar específicamente, el problema del maltrato in-
fantil en la formación de grado, es escaso.
Entonces, esto lo vamos viendo como una problemática que venimos
arrastrando en la formación que se les da a los distintos profesionales que
de repente se ven enfrentados al tema y tienen que ver cómo hacen para
poder dar una respuesta.
Si tenemos que hacer una síntesis de la situación de maltrato físico, uno
encuentra en casi todas las familias, cuando el maltrato físico ocurre, la
presencia de estas dos grandes situaciones que se articulan entre sí: alto
nivel de estrés, que puede significar muchas cosas, o sea problemas de pa-
reja, desempleo, situaciones del medio y acá estaría la influencia de todo
lo que tiene que ver con lo contextual, amén de las características indivi-
duales que llevan a manejar mejor o peor la situación de estrés; y en un nú-
mero muy alto encontramos esto que les decía: inhabilidades parentales en
el manejo y educación de los hijos. Porque me parece que ese subgrupo
que maltrata a un chico por una cuestión de una psicopatología diagnosti-
cable grave, por una cuestión de perversión o de sadismo, entra en un ám-
bito aparte, porque yo no puedo ahí hacer campañas de prevención ni pue-
do tomarlo como si fuera un papá o mamá común.
Estamos hablando de la gran mayoría que utiliza el maltrato físico como
práctica educativa o como descarga de las situaciones que no puede manejar.
Aparecen estas dos cosas muy asociadas, y a su vez estas dos cuestio-
nes están bastante relacionadas con lo que figura en los relevamientos: ha-
ber tenido experiencias negativas en la crianza en la propia infancia, o sea
la utilización del castigo corporal como práctica educativa; lo que yo les de-
cía antes: “Me pegaron a mí, les pegaron a mis hermanos”.
En general lo que ocurre es que de no intervenir alguna persona o al-
guna situación para cortar este circuito, la persona no tiene opción para
ver otra forma de educar que no sea pegando, por eso aparece esta cues-
tión de la repitencia, que uno dice: ni que fuera genético. Genético no
es, por suerte. Pero no hay modelos alternativos, no hay formas de ma-
nejar estos conflictos de otra forma que no sea violenta, entonces estas
experiencias negativas en el caso de que no haya algo que corte esto,
tienen un peso bastante fuerte.
Nos hemos encontrado con falta de conocimiento sobre las características
del desarrollo evolutivo del niño y las necesidades en cada etapa. Uno parte

228
9 . María Inés Bringiotti

de la idea de que, como es papá o mamá, debe saber lo que tiene que hacer,
y cuesta bastante que nosotros mismos nos demos cuenta de que muchos no
tienen la menor idea de lo que tienen que hacer, ¿por qué? porque su mamá
no la tenía, porque no tuvo donde mirarlo, y muchas veces manejos inadecua-
dos tienen que ver con ignorancia acerca de algunas cuestiones.
Por supuesto que hay algo más que eso, pero muchas veces se le exige
mal o se castiga al chico por pedirle que haga determinadas cosas para las
cuales no está preparado, porque no está maduramente preparado o por-
que no le corresponde a su ciclo vital. O sea, por ejemplo, pretender que
controle los pañales al año porque ya tengo otro chico. Y alguna que ma-
tó al hijo a golpes lo logró; si te matan así seguramente alguno va a con-
trolar, entonces si alguno controló el argumento es: “Ah, bueno, pero fula-
nita logró que controlara o sea que puede controlar”, entonces a veces los
padres te miran medio torcido cuando les decís: a los dos o dos años, y
medio por el desarrollo evolutivo, como que uno estuviera hablando de co-
sas que les parecen medio traídas de los pelos.
Los problemas socioeconómicos estructurales producen claramente el
problema del estrés y dificultan las habilidades parentales; si yo llego a
cualquier hora de la noche, harto, no me pagaron, no hay para comer, ten-
go esto y lo otro, es difícil que pueda relajarme, calmarme y ver cómo ma-
nejo el problema del chico que no hizo el deber para mañana.
Por otro lado está el tema del aumento de esta violencia que nosotros
vemos cotidianamente en la calle, que también va impactando digamos en
la tolerancia a la violencia; es como que se va viendo como naturalizado.
“Bueno, no es para tanto, te empujó contra la pared, no fuiste al hospital,
no te rompió nada, la sacaste barata”. Entonces uno va acostumbrándose
y tolerando cada vez un poquito más esta situación violenta. Lo mismo pa-
sa en las instituciones.
De todas maneras, están todas estas cuestiones que cualquier persona,
tiene, o sea, yo tuve mi propia experiencia de crianza, sé qué me pasó en
mi infancia, cómo me criaron, puedo saber o no saber lo que necesita el ni-
ño, puedo tener determinados problemas estructurales, todo esto está y es
cierto, el tema es por qué ocurre la conducta violenta física. Y acá me per-
mití traer algo que es bastante nuevo: no sé si será esto lo que finalmente
explicará, con lo que nos quedaremos, pero pareciera explicar bastante
bien, porque si uno toma en cuenta el maltrato físico o las otras formas de
maltrato hacia los niños, hay diferentes intentos de explicación de la vio-
lencia hacia los niños.
En un primer momento aparecieron, no sé si esto lo vieron en el curso
o no, lo que uno llamaba las explicaciones únicas, unicausales. O sea, ve-

229
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

nía alguien y ponía en el tapete todas las variables sociológicas, por ejem-
plo: “que el desempleo, que el barrio que era peligroso, que la migración”,
todo desde lo social. Después venía la otra línea, que era la que hablaba
desde la Psicología o desde la Psiquiatría, y decía: “bueno, pero los padres
que tienen ansiedad, que tienen depresión, que tienen problemas en la pa-
reja, que tienen esto y lo otro”. Llegó un momento en que aparecieron otros
que dijeron: “ojo, porque además cuando hay chicos maltratados no todos
los hijos de una familia son maltratados y de la misma manera; pareciera
que hay ciertas características de los chicos, que no es que los chicos ten-
gan la culpa ni nada por el estilo, ciertas características que movilizan a los
padres y entonces descargan sobre ese chico”. Entonces vinieron desde la
Neonatología y plantearon: “Bueno, cuando es un embarazo de alto riesgo,
cuando es un parto difícil, cuando es un chico con cardiopatías congénitas,
un chico con discapacidad, un chico con atraso mental, un chico que tiene
características de la familia del otro cónyuge que no lo quiere, un chico que
se intentó abortar” —podemos seguir enumerando— “estos chicos es más
factible que sean víctimas que otros”.
Se dan cuenta de que estas explicaciones sueltas no servían demasia-
do, porque estaba el área social por un lado, la psicológica por el otro, el
chico por el otro. Viene luego el modelo que está en todos los libros y repi-
ten en todos lados, que es el Ecológico Eco-sistémico de Belsky; alguien te-
nía que pensar en articular todas esas variables. Me quedé sin empleo, ven-
go a mi casa, tengo un problema con mi mujer, me la agarro con el chico,
es decir, todo está conectado.
Pero en realidad la mayoría se quedó con el modelo de Belsky, seguimos
repitiendo el modelo de Belsky, y lo que se notó ya en la década del ’90 es que
en realidad el modelo de Belsky lo que hace es articular un conjunto de varia-
bles, que en realidad son descriptivas, o sea, son factores de riesgo, no está
diciendo que eso es lo que produce la violencia. Durante mucho tiempo, en los
servicios hospitalarios, en los gabinetes psicopedagógicos, en distintas institu-
ciones, tenían un hermoso cuadernillo con los factores de riesgo; entonces ve-
nía una familia, la entrevistaban y marcaban: familia monoparental, una cru-
cecita; muchos hijos, una crucecita; desempleo, una crucecita; entonces, la fa-
milia López tiene 24 factores de riesgo presente y la Pérez tiene 5, o sea que
la familia López es alto riesgo y la de Pérez es bajo riesgo.
A nadie se le había ocurrido pensar: bueno, tiene 24 factores de riesgo
una y 5 la otra, ¿qué pasa con los factores compensatorios que tiene cada
una?, porque si la familia que tiene 25 de riesgo tiene 25 de compensa-
ción, capaz que equilibra y no está tan mal. Y si Pérez tiene 5 de riesgo y
ninguna compensación, en una pura matemática estaría peor.

230
9 . María Inés Bringiotti

Bueno, yo quiero aclarar esto porque es algo que se sigue utilizando.


Hace unos años hubo un congreso en España donde había un andaluz, que
ustedes saben que son muy graciosos para contar las cosas; éste había pre-
sentado un trabajo sobre “El riesgo de los factores de riesgo”, entonces ha-
bía hecho toda su presentación y después termina mostrando unas filmi-
nas: en la primera aparece el pesebre de Belén, el pesebre, la casita de ma-
dera con el techito de paja y el niñito Jesús en la cunita esa, María, José,
el buey, el burro y algunos pastores adorándolo; creo que no me olvido de
nada, el primer cuadro aparece eso. “¿Pues qué veis ahí todos vosotros?” y
todos mirando el pesebre.
Segunda filmina: la misma escena un poquitito más alejadita nomás,
para que en el primer plano apareciera claramente parada una señorita con
un cartel y una flecha que decía “Trabajadora Social”, para que no queda-
ra duda. La trabajadora social tenía un anotador con espiral e iba marcan-
do: vivienda precaria, madre adolescente, animales sueltos, etc., etc.
En la otra filmina aparecen los Reyes Magos bajando, y entonces pone:
“personajes extraños, uno de ellos negro, que se acercan al niño”.
En la última filmina a María se le cae una lágrima, se agarra la cabeza
y le dice: “¡José, José, que nos quitan al niño!”.
Entonces, esto es el tema de los factores de riesgo; por eso yo insis-
tía con la otra investigación no por causalidad: una persona puede estar
sin trabajo, tener diez hijos, tener una enfermedad, tener de todo y no
maltratar y otro puede no tener nada de eso y maltratar. Con eso no es-
toy diciendo que los factores de riesgo no sirvan, porque si uno tiene que
hacer programas de prevención, lamentablemente tiene que seleccionar
población de riesgo y no va a sentarse a esperar si tal persona tiene el
problema o no para actuar. Si hace prevención la hace para todos los
que van a tener o no el problema.
El tema es tipificar por factores de riesgo. Entonces en el ’90 aparece
Milner, un investigador de la Universidad de Chicago que trata de profun-
dizar esta cuestión y dice: bueno, yo tengo todos estos factores de riesgo
dando vueltas, pero ¿por qué algunos maltratan a los chicos y otros con
los mismos factores de riesgo, no? Entonces él elabora este modelo que
por eso digo, es lo que hay, es lo que tenemos, me parece que aclara al-
gunas cosas más hacia dentro del proceso del castigo, probablemente
aparezcan otras cosas después. Él lo llama el Modelo de Procesamiento
de la Información, que tiene que ver con los modelos cognitivos/ explica-
tivos de la psicología cognitiva, y dice que en todo esto que estuvimos
viendo hay una fase de procesamiento de la información, o sea, ustedes
y yo, tenemos esquemas cognitivos preexistentes, eso es inevitable, to-

231
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

dos los que estamos sentados acá los tenemos, porque nos lo dijeron en
la casa, en la escuela, en los medios de comunicación, en todo lo que
Uds. quieran: “Y, si se queda cuando le pegan es porque le gusta”, que
uno dice es un mito, es un estereotipo esto..., bueno eso es un esquema
cognitivo preexistente, se tiene en funcionamiento todo el tiempo y le ti-
ñe el abordaje del tema; es más que un mito, es más grave. La persona
tiene esa idea con lo cual, desde justicia, desde salud, desde donde sea,
piensa que realmente o provoca la situación o le agrada.
Decir que uno tiene un esquema significa que ese esquema cognitivo no
suele ser muy consciente, yo no soy consciente de los esquemas cognitivos
y por algún lado se me deslizan en la tarea. Tener esquemas cognitivos
preexistentes puede querer decir que tengo esquemas cognitivos buenos,
malos, adecuados o inadecuados. Si yo tengo un esquema cognitivo que di-
ce que si se queda es porque le gusta, paso al punto dos, voy a tener una
alteración perceptiva, porque quiere decir que cuando veo a la señora ahí
que no se va considero que se queda porque le gusta, y a lo mejor una ca-
da tanto se queda porque le gusta, porque, digamos, no descartemos la re-
lación sadomasoquista, pero no nos pasemos del otro lado, es una cada
tanto. Entonces tengo una alteración perceptiva.
Si yo tengo una alteración perceptiva, acá estamos hablando del niño, y
yo puse el ejemplo de mujer, las expectativas que tengo respecto al niño,
las interpretaciones y las evaluaciones de la conducta del niño van a estar
determinadas por estas alteraciones derivadas de los esquemas cognitivos;
por lo tanto, cuando el chico hace algo, el nene volcó el vaso de agua en la
mesa, yo integro toda esta información que tengo y selecciono la respues-
ta, que no es consciente, es un mecanismo de un segundo y casualmente
cada vez que el chico tira algo yo le pego.
O sea: estímulo-respuesta, ¿por qué? porque yo siempre interpreto que
el vaso lo tiró a propósito, me lo hizo a mí, está molestando, es un mal chi-
co; o sea, ese esquema está bien instalado y además, por la propia expe-
riencia por todo lo que tuve anteriormente, he internalizado que la respues-
ta es esta respuesta de castigo. Por lo tanto, cuando selecciono la respues-
ta implemento esa, que es en este caso la de castigo.
Milner señala que hay factores que son mediadores del procesamiento
de información, o sea factores que pueden hacer modificar esta respuesta
o factores que la pueden confirmar. Obviamente, si hay estrés ambiental,
real, o estrés percibido, subjetivo, es un factor que ya no se discute, por el
cual yo tengo alguna alteración en la manera en que veo las cosas; no es
lo mismo estar estresado que no estar estresado, puedo tener alteraciones
neuropsicológicas... sabemos que hay algunas enfermedades, algunas

232
9 . María Inés Bringiotti

cuestiones que producen algún tipo de problema y esa persona no ve y no


percibe adecuadamente.
Hiperreactividad fisiológica para esas personas que tienen alguna situa-
ción de irritabilidad neurológica, cortical o lo que sea, que las hay y que
tienen poca tolerancia a determinados estímulos. Alteraciones emociona-
les, estoy ansioso, estoy deprimido, estoy preocupado, estoy mal, estoy an-
gustiado. Baja autoestima. Bajo apoyo social. Abuso de drogas o alcohol.
En todos estos casos, ellos consideran que hay una alteración en todo es-
te proceso, pero digamos que son situaciones muy puntuales.
Lo que hace el modelo inicialmente es intentar desmembrar en peque-
ñas acciones esto que uno ve actuado de una sola vez para siempre, o sea:
la madre va a buscar al chico al colegio, el chico sale corriendo, va a ver a
la madre, la madre le pregunta si le dieron el boletín, el chico le dijo sí, ten-
go insuficiente; pum, el bife contra la pared; entonces, ahí hay una cues-
tión real, tenía el insuficiente, pero ¿qué le movió a ella el insuficiente, pa-
ra que la respuesta sea el castigo?.
Entonces, de lo que se trata es de analizar qué es lo que nos ocurre, co-
mo si uno lo pusiera en cámara lenta cuando actuamos de determinada
manera. Esto que parece así un poco teórico, les comento que en general
en los programas de recuperación que se hacen con padres maltratadores,
con este esquema funciona bastante bien. O sea, uno parte de la idea de
aceptar que los padres tienen un esquema aprendido, inadecuado, pero lo
tienen aprendido y no es cuestión de que yo simplemente les diga que es-
tá mal para que ellos automáticamente lo puedan modificar.
Yo quisiera saber si nosotros tenemos algo “no bien aprendido” en alguna
otra área, por ejemplo en la casa: dejamos siempre tirada tal cosa, y porque
nos digan simplemente “no lo dejes tirado” de un día para otro no lo podemos
modificar, tan rápidamente; entonces se parte de aceptar, el esquema está, la
idea está, tiene internalizado el estímulo-respuesta de tal manera, lo que uno
trata de hacer es detenerse en lo que hizo el niño y trabajar, esto toma varios
meses, distintas interpretaciones de la conducta del niño.
Les puedo decir que hay un montón de padres que se niegan a acep-
tar cualquier otra interpretación que no sea la que ellos han realizado.
Se trabaja entonces con ellos analizando conductas de los hijos y bus-
cando más de una interpretación.
Y así empiezan a decir algunas cosas después de un tiempo de trabajo,
donde hay confianza, puede haber estado el mantel fruncido y el vaso
cuando lo apoyó cayó, el vaso puede tener una muesca, estar roto abajo y
se cayó, el chico lo tiró porque quería que el papá o la mamá lo mirara por
tal motivo... Esto toma meses.

233
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Cuando empiezan a pensar que para cada conducta hay una serie de
posibles explicaciones, de ahí uno puede enganchar la situación de que si
hay distintas interpretaciones de la conducta, debe haber también distintas
repuestas a lo que el chico hace. Y ahí es donde uno empieza a trabajar
muy despacito el tema de alternativas al castigo físico.
Qué podemos hacer para que el chico haga los deberes, porque no par-
timos de la base de que los deberes no los hace porque no tiene ganas. Y
ahí encontramos algo interesante, porque los padres en general pasan del
castigo físico, como yo les decía, a la negligencia.
Y nos ha pasado que más de un padre nos ha dicho... cuando le su-
gerimos por qué no pone una sanción, o sea si el chico va a jugar al fút-
bol los sábados, es algo que al chico le gusta, uno le explica previamen-
te que tiene que hacer la tarea, esto y lo otro, si no la hace, el castigo
va a ser que no va a jugar al fútbol, y el chico lo sabe de antemano, o
sea que no es arbitrario. Más de un padre me ha dicho: “pero, ¿usted
qué se cree, cómo le voy a hacer eso?, pobre chico, cómo le voy a ha-
cer eso, pobre chico...”, pero la paliza sí.
Entonces la idea es ¿qué castigo puedo implementar que yo sepa que
voy a ser capaz de poner en práctica?, porque si yo amenazo con algo
que después no cumplo, el chico piensa “ah, bueno, dejalo que diga lo
que quiera porque total yo sé que después no lo cumple”. “No vas a ir
al cumpleaños”; llega el fin de semana, tiene el regalito comprado, todo
comprado: “Y... me dio cosa”, entonces, fue. Entonces, no propongan al-
go que no puedan cumplir, parece lógico que no dejarlo ir al cumplea-
ños a lo mejor es muy fuerte, entonces piensen algo más pequeñito que
puedan cumplir. Esto que parece tan estúpido les aseguro que cuesta
mucho trabajo, porque es más fácil darle el “bife” rápidamente, es lo ha-
bitual, y queda ahí la cuestión.

234
9 . María Inés Bringiotti

Preguntas

1. Los tratamientos, ¿dónde se hacen?

Aclaro que no soy terapeuta, lo que hicimos desde el programa de


investigación, fue revisar los programas que se hacen en otros con-
textos y adaptarles un programa para este contexto, ponerlo en prác-
tica en todas sus partes; o sea, se empieza, se cumple tantos me-
ses, y se evaluaba el programa al principio, a la mitad y al final. Eso
fue un programa que hicimos desde nuestro equipo para llevar a ca-
bo este trabajo que tomó dos años.
Ha sido difundido; ahora, si ya otra gente no lo hace o no lo pone
en práctica, pasa por otro lado; está publicado. O sea que se hace
el trabajo y se hace la difusión, y es algo que se puede implementar
con pocos recursos.

2. ¿Podría explicar qué es el CAP?

Es un cuestionario que está validado y se usa en EE.UU., en Espa-


ña, se está validando en Chile, y nosotros teóricamente suponíamos
que habíamos terminado la validación el anteaño; lo estamos usan-
do, de hecho nos lo han pedido en algunos juzgados para aplicar a
parejas, matrimonios, con respecto a sus conductas hacia los chi-
cos. Lo que nos preocupa son todos los cambios que hubo a partir
del 2001 en nuestro país, y la idea nuestra para el año que viene en
otra investigación que vamos a hacer, es volver a tomar una mues-
tra para ver si se mantienen los puntajes de corte que nosotros ha-
bíamos puesto hasta el año pasado.
Existe, se puede usar, lo que pasa es que no lo publicamos como
manual de uso porque queremos revisarlo de nuevo. Ustedes verán
desde la práctica de trabajo, nosotros lo vemos desde la investiga-
ción, que se han modificado y cambiado muchas situaciones y da-
tos de la realidad, entonces el proyecto para el año que viene, que
va a durar dos años, va a ser justamente tomar de distintas investi-
gaciones que yo mencioné, partes para replicar, y ver siete u ocho
años después de haberlas tomado qué es lo que pasa, porque hay
muchísimos cambios. Por ejemplo, en la familia que yo les decía, en
la estructura, las familias monoparentales, en las prácticas que se
suponen de cuidado o no cuidado que no son tan taxativas.

235
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

El puntaje en cuanto a depresión, ansiedad, estrés, que nosotros lo


medimos con cuestionarios estandarizados, ha subido de una mane-
ra impresionante, y uno esto lo coteja con los equipos de psicopato-
logía que dicen que sí, efectivamente, la gente está ansiosa, depri-
mida, estresada.
Entonces la pregunta que nos hacemos es: bueno, pero, entonces, si
todo el mundo está con estrés, ansiedad, depresión, todos los chicos
tendrían que estar maltratados, y no lo están; entonces hay que em-
pezar a hilar más fino.
Estrés era una variable muy fuerte hace unos años y poquito a po-
co empezó a no discriminar. Hace unos años se medía el estrés
subjetivo y el objetivo. Objetivo eran las cuestiones que le habían
ocurrido en el último año y el subjetivo eran las mismas cuestio-
nes, pero si tenía miedo que le ocurrieran. Hasta hace 8 años per-
fectamente discriminaban los maltratadores de los no maltratado-
res, tanto en estrés objetivo como en subjetivo. Cinco años atrás
empezó a discriminar sólo el objetivo, o sea, me pasó o no me pa-
só tal cosa; el subjetivo no discriminaba, porque todo el mundo
estaba preocupado de que le pasaran cosas que después le pasa-
ban o no. En este momento no discrimina ninguno de los dos, por-
que está todo el mundo estresado por lo que le pasa y por lo que
teme que le pase.
La medición de familias de riesgo, de factores de riesgo, con es-
tas cuestiones hace tambalear todo, por eso la idea es revisar to-
do de nuevo.

3. ¿Puede considerarse el no poner límites como una forma de maltrato?

Si no ponés ningún límite y dejás al libre albedrío, sí, se tipifica como


una forma de negligencia o una forma de incapacidad parental. Una co-
sa es no pegar para poner límites y otra cosa es no poner ningún lími-
te. Eso de que soy tan amiga de mi hija, nos contamos todo, está todo
bárbaro, se considera como algo que tampoco es adecuado.

4. ¿Se puede controlar la ira?

Con respecto al control de la ira, hay ejercicios. Yo soy muy respe-


tuosa de todas las líneas en cuanto sean serias, me parece que pue-
den abordar diferentes cuestiones; me refiero a que el psicoanálisis
aporta muchísimo de marco teórico y muchísimo para entender, a

236
9 . María Inés Bringiotti

fondo cuestiones antes de entrar a actuar; quizás no dan los tiem-


pos para hacer una intervención rápida cuando corre riesgo la vida
de la persona. Lo sistémico tiene lo suyo, en algunos casos también
pueden irse para el otro lado.
Hay algunos ejercicios que acá no están muy valorizados, porque son
estas cuestiones de las terapias breves, de las fobias, pero sirven si
la persona tiene miedo a volar y tiene que hacerlo a cada rato porque
da cursos, o se va como biólogo al Amazonas y le tiene fobia a las ví-
boras. En el tratamiento de las fobias, hay ejercicios pautados de
unos cuantos meses y nosotros trabajamos con los padres estas cues-
tiones de modificar conductas. Cosas que a mí me parecieron que
eran imposibles de hacer, como hacer relajación con los padres. Una
de las personas del equipo trabajaba, una noche, porque hacían guar-
dias rotativas, en el Hogar Félix Lora, donde están personas que es-
tán en la calle, los indigentes, y había días en que estaban todos muy
tranquilos y días en que había un nivel de exaltación. Entonces ellos
habían implementado una música suave y un juego y unos ejercicios;
y yo no le creía demasiado, hasta que ella me invitó a verla y yo les
juro que ver a todos los indigentes en el piso, no todos pero la gran
mayoría, haciendo estos intentos de relajación... Entonces dije: bue-
no, probemos con los padres y si se trabaja de a poquito en cada una
de las reuniones algunas cuestiones de relajación suave, un masajito
suave, una apretadita en la cabeza. Y después hay ejercicios que to-
man mucho tiempo, toman meses, pero lo primero que se trata de
hacer es desplazar la ira, porque no podés de entrada controlarla...
Había a veces cosas cómicas o tragicómicas, que si le iba a pegar al
chico se diera vuelta y pateara un mueble..., me podrían decir a mí:
bueno, pero ahí no solucioné el problema, estoy de acuerdo con uste-
des, pero evitamos que le pegara al chico.
Entonces, lo del famoso tiempo afuera, o sea empezar a trabajar
durante prácticamente un mes o más, el reconocimiento de las
propias señales que uno tiene de cuando está por explotar. Yo
siento que... no sé, “me pongo la vena así”, o la frase “tengo la
vena así”, otros que no, que sienten palpitaciones, sudoración.
Reconocer cuáles son los síntomas frente a los cuales voy a ex-
plotar; cuando veo que aparecen esos síntomas, hacer un esfuer-
zo sobrehumano, porque ahí está la cuestión, en ese momento de
abrir la puerta y salir para el patio por ejemplo y patear algo, una
maceta o lo que sea. Si le dan fuerte a una maceta y se lastiman
el pie puede venir bien, porque viene todavía más refuerzo nega-

237
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

tivo de que duele y demás y no pegan. Se puede controlar la ira,


se puede, no es cierto que no se puede controlar; que uno tenga
ganas es una cosa. Y hay otras técnicas para hacerlo, las hay, se-
rá cuestión de que busquen por ese lado si es necesario.
Todos los programas de recuperación de padres violentos con mal-
trato físico trabajan con estas técnicas, lo que pasa es que uno está
muy acostumbrada como se trabaja acá, lo que se hace acá con cier-
tas líneas, pero, lo que yo he visto aún en América Latina, en Perú,
en Chile, en Guatemala, en España, en todos los demás países, son
estos tipos de abordajes, con un muy buen resultado.

238
10

El maltrato
hacia los niños

Cora Bertini • Sandra De Luca • Nicolás Fariña


Alicia H. Ganduglia • Nélida Sisini

Programa de Asistencia al Maltrato Infantil,


Dirección General de la Mujer
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

Cora Bertini: Lic. en Psicología, UBA. Especialización en Sexualidad Humana. Especialización en Terapia Fa-
miliar y de Pareja. Especialización en Maltrato Infantil y Abuso Sexual Infantil. Terapeuta de la Fundación
PROSAM-OSDE. Terapeuta del Centro Elvira Rawson. Programa de Asistencia al Maltrato Infantil. Terapeuta
del Centro de Asistencia a la Niñez y Adolescencia de Vicente López. Asistencia al Maltrato Infantil. Coordi-
nación de “Grupos de familiares no ofensores y de víctimas niños y adolescentes”.

Sandra De Luca: Lic. en Psicología, UBA. Pasante del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, 1996. Profesio-
nal en la Casa Refugio para mujeres golpeadas y sus hijos, “Mariquita Sánchez de Thompson”, Dir. Gral. de
la Mujer (GCABA), 1997-1999. Participó en el Programa de Asistencia al Maltrato Infantil, Centro Elvira Raw-
son, Dir. Gral. de la Mujer (GCABA), 1998-2002. Realiza Asistencia Psicológica Integral, Mutual del Hospital
Garrahan, 2001-2004.

Nicolás Fariña: Licenciado en Psicología, UBA. Psicólogo Social. Director Técnico y Responsable del Hogar
de Tránsito “Buenos Aires” (perteneciente a Pronat’s). Psicoterapeuta del Programa de Asistencia al Maltra-
to Infantil y del Programa Noviazgos Violentos, de la Dirección de la Mujer del GCABA. Ex Coordinador Psi-
cológico del EDNA (Equipo de Maltrato y Abuso Infantil de la Diócesis de San Isidro). Prosecretario de ASAP-
MI (Asociación para la Prevención del Maltrato Infanto-Juvenil). Co-autor de artículos referidos a la espe-
cialidad leídos en el 13º Congreso de la Asociación Internacional de Prevención del Maltrato y la Negligen-
cia; Durban, Sudáfrica, septiembre 2000.

239
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Alicia H. Ganduglia: Lic. en Psicología UBA. Residencia en Psicología Clínica Infanto-Juvenil. Profesional
del Programa de Asistencia al Maltrato Infantil, Dir. Grl. de la Mujer, GCABA. Miembro fundador de ASAPMI:
Asociación para la prevención del maltrato infanto juvenil. Secretaria de Redacción de la revista “Temas de
maltrato infantil”, autora de distintos artículos. Colaboradora en los libros Violencia familiar y abuso sexual
e infantil, Edit., Universidad, y Abuso sexual en la Infancia, Ed. Lumen.

Nélida Sisini: Lic. en Ciencias Biológicas, UBA. Lic. en Trabajo Social, UBA. Coordinadora de Talleres de Pre-
vención en Violencia en el Consejo Municipal de la Mujer, GCABA. A cargo de la Línea ”T.E. Ayudo”, línea de
emergencia y contención para víctimas de maltrato y abuso sexual infanto-juvenil. Dir. Grl. Mujer, GCABA.
(1995-1998). Trabajo con madres adolescentes, Villa 31, Retiro, 1998. Integrante del equipo profesional de
Asistencia al Maltrato Infantil del GCABA, 1998 hasta marzo de 2000. Coordinadora del Programa de Asis-
tencia al Maltrato Infantil del GCABA, 1998-2003.

“...Cada adulto lleva en sí


una experiencia personal que lo acerca a la niñez.”
J. Barudy (2002)

Un reciente estudio de la OMS señala que cuarenta millones de niños


de todo el mundo, entre 0 y 14 años, están siendo sometidos a violencia o
abandono, y las proyecciones de estos datos que prevén un notable aumen-
to de la violencia interpersonal para la próxima década, no dejan dudas res-
pecto de la responsabilidad que deberían asumir los distintos actores socia-
les en el cuidado integral de niños, niñas y adolescentes, acompañando las
tareas de sus familias o cuidadores.
La protección de la infancia se convierte así en una responsabilidad de
la comunidad en su conjunto, ya que los daños sufridos por sus miembros
más jóvenes provienen de “la vigencia de un modelo familiar y social que
al convalidar la violencia como procedimiento aceptable para la resolución
de conflictos” no hace más que transmitirlo transgeneracionalmente mini-
mizando y naturalizando los vínculos abusivos.
Internacionalmente, los profesionales dedicados a esta problemática
muestran consenso respecto de dos puntos:

• La importancia decisiva de una respuesta preventiva que busque re-


ducir la magnitud de los “factores familiares de riesgo” o “potencia-
dores”, y por otra parte, promover los “factores protectores” o “com-
pensadores”.
• La necesidad de una respuesta asistencial frente al impacto de las
secuelas a menudo irreversibles del maltrato crónico, tales como: en-

240
10 . Bertini • De Luca • Fariña • Ganduglia • Sisini

fermedades físicas, problemas del desarrollo y psicosociales, disca-


pacidades, enfermedades mentales, abuso de drogas, conductas he-
tero y autoagresivas; es decir, una larga lista de daños que afectan
la salud psicofísica y acarrean problemas psicosociales.

El programa de asistencia
al maltrato infantil...

...desarrolla sus actividades en esta Dirección hace ya diez años y es-


tá dedicado al abordaje de todas aquellas situaciones en las que niños y
adolescentes han sido o podrían llegar a ser dañados física, psíquica o se-
xualmente en el seno de vínculos de los que depende su cuidado y protec-
ción, tal como se detallará en los párrafos siguientes.
Si bien todo adulto en contacto con un niño o adolescente, se constitu-
ye, por su solo status social, en un agente de detección de posibles situa-
ciones de maltrato, para que las interacciones violentas no lleguen a croni-
ficarse es necesaria la orientación de profesionales de distintas disciplinas
que con una mirada especializada puedan detectar e intervenir en la eva-
luación y el tratamiento, de modo que el abuso y sus consecuencias cesen
lo antes posible.

La falta de información respecto del maltrato a los niños lleva a:

• no poder detectarlo,
• no saber qué hacer, aun cuando se intuye o presume que existe,
• sentir impotencia ante la complejidad del problema,
• revictimizar a los niños.

“Desgraciadamente es penoso ver cómo las víctimas de abuso


sexual son revictimizadas en todo el mundo por un sistema que no
pone cuidado en que quienes les entrevisten sean profesionales con
conocimiento sobre el efecto de las situaciones traumáticas en la
memoria, sobre la expresión de las emociones de los niños, sobre
psicología evolutiva y, lo más importante, sobre los abusos sexuales”
(Joaquín de Paúl).

241
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

¿Qué es el maltrato infanto-juvenil?

Alude a toda conducta de un adulto hacia un niño dentro de un vínculo


de confianza y poder, y por lo tanto de responsabilidad, que resulta o pue-
de resultar en un daño real o potencial en la esfera física, emocional, se-
xual o cognitiva. La negligencia, el abandono o cualquier tipo de explota-
ción comercial son otras formas de conductas abusivas que, como las an-
teriores, no sólo afectan el desarrollo psicofísico de los niños sino también
su dignidad como personas (OMS, 1999).
Cabe destacar que la posición de responsabilidad a la que se alude com-
prende el vínculo con el niño de cualquier persona encargada de su cuida-
do y control, desde los mismos padres pasando por la familia ampliada,
maestros, cuidadores, etc.

La asunción de una mirada protectora hacia la infancia ubica de este


modo al maltrato infanto-juvenil en la intersección del campo de los dere-
chos de niños y adolescentes y el ámbito de la salud, mostrando que la vio-
lencia que implica, sea intrafamiliar, institucional o social, llega también a
lesionar el desarrollo de la dignidad personal. (Así, la lucha contra el mal-
trato hacia los niños se enmarca en el respeto de los derechos establecidos
por la Convención sobre los Derechos del Niño.)

“Si un niño

• ...muestra temor aparentemente injustificado hacia las personas adultas,


• ...desconfía firmemente de las promesas o actitudes positivas del adulto,
• ...muestra una tendencia llamativa a la soledad y el asilamiento,
• ...tiene reacciones de agresividad verbal o física desmesuradas desde las eda-
des más precoces,
• ...muestra inquietud desmedida por el llanto de los lactantes,
• ...tiene, paradojalmente, conductas extremadamente adaptativas, incluso res-
pecto de personas desconocidas,
• ...participa en acciones delictivas,
• ...tiene o tuvo intentos de suicidio,

probablemente está sufriendo alguna forma de maltrato.”

(Intebi-Osnajanski)

242
10 . Bertini • De Luca • Fariña • Ganduglia • Sisini

Algunas creencias erróneas...

que obstaculizan la detección del maltrato a los niños:

• Se atribuye a los niños la “causa” de su propio maltrato.


• Se justifica el castigo físico como método para disciplinar a los niños.
• Se sobredimensiona o se considera como causa exclusiva de los ma-
los tratos a los factores socioeconómicos (marginalidad) con la con-
secuente falta de valoración de otros factores intervinientes.
• Se considera que la indagación de una sospecha de maltrato viola la
intimidad de las personas o de la familia, y consecuentemente:
• Se piensa que toda consulta sobre una sospecha de maltrato termi-
na separando al niño de su familia.
• Se aborda de entrada el tema del abuso sexual intrafamiliar como sos-
pecha de falsa denuncia o producto de conflictos de la pareja parental.
• Se piensa que los padres maltratadores padecen enfermedades men-
tales o adicción a las drogas o al alcohol.

Cuando decimos que “un niño esta en riesgo” hablamos de...

...factores de riesgo y factores de protección.

Entendemos por factores de riesgo a todas aquellas características, he-


chos o situaciones propias del niño/niña o adolescente, o de su entorno,
que aumentan la posibilidad de producir desajustes bio-psico-sociales de
graves consecuencias.
Por esta razón se constituyen en un factor clave en la evaluación del ti-
po de vínculo abusivo, ya que dicha valoración determinará la intervención
y posterior toma de decisiones por parte de los profesionales que intervie-
nen en la detección y tratamiento del maltrato infantil.
Es necesario aclarar que ninguna variable potenciadora de un daño es
en sí misma ni de forma unívoca la causa del maltrato, ya que el maltra-
to infanto-juvenil como problema psicosocial responde a una multiplici-
dad de factores personales, familiares y sociales.

La intervención tiene como objetivo reducir la posibilidad de que el ni-


ño/a sufra un daño severo tratando de elevar el valor de los factores de
compensación o protectores a partir de la valoración de lo que ha sucedi-
do en el pasado y/o pueda estar sucediendo en el presente.

243
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Para evaluar el grado de riesgo psicosocial de los vínculos que confor-


man el contexto de vida de un niño se deberían tener en cuenta factores
pertenecientes a 5 áreas:

• Características del incidente.


• Factores de vulnerabilidad infantil.
• Características del cuidador.
• Características del entorno familiar.
• Respuesta ante la intervención.

Así, cuando un niño o adolescente se encuentra, por razones psicoso-


ciales, en una situación de desprotección y alta vulnerabilidad tal que com-
prometa su crecimiento y desarrollo, podremos evaluar su contexto vincu-
lar a través de alguna variable perteneciente a dichas áreas, tales como las
que sólo a modo de ejemplo se detallan a continuación.

• Cronicidad del maltrato y tipo de lesiones. (El abuso sexual es SIEM-


PRE considerado de alto riesgo.)
• Edad inferior a cinco años y poca socialización del niño (escuela,
guardería, vecinos). Cuanto menor es la edad del niño menor es la
capacidad para defenderse.
• Acceso libre del abusador al niño y falta de figura adulta protectora.
• Presencia en los niños de trastornos emocionales y/o retrasos intelec-
tuales.
• La inseguridad producida por graves desestructuraciones familiares:
drogadicción, alcoholismo, incapacidad física o psíquica de los pa-
dres, violencia conyugal, entre otros.
• Desconocimiento por parte del cuidador de los períodos evolutivos que
atraviesan los niños, como así también de sus necesidades emociona-
les y cognitivas. Límites muy rigurosos, inexistentes o inconsistentes.
• Uso de la fuerza física, mensajes descalificadores, amenazas, aisla-
mientos, ataques verbales como métodos disciplinarios y de castigo.
• Historia personal de maltrato y abandono en la vida del cuidador.
• Ausencia total de fuentes de apoyo y relaciones sociales positivas pa-
ra la familia.

Por otra parte los FACTORES DE PROTECCION…

…Son aquellos que pueden modificar y mejorar las condiciones familia-


res y psicosociales, que evitan la posibilidad de dañar a los niños.

244
10 . Bertini • De Luca • Fariña • Ganduglia • Sisini

Se constituyen también en un elemento importante en el momento de


la evaluación de la situación de riesgo ya que brindan información que
permite predecir la posibilidad de mejoras significativas en un tiempo ra-
zonable, en la capacidad cuidadora de los adultos responsables. Son al-
gunos ejemplos de los mismos:

• Habilidades interpersonales y/o cognitivas adecuadas (tanto del niño


como de su familia).
• Capacidad para predecir situaciones peligrosas y evitar el daño o pro-
tegerse.
• Intensidad del vínculo de apego del niño con al menos uno de sus
padres o guardadores.
• Existencia de familia ampliada y amigos contenedores.
• Disponibilidad y posibilidad de acceso a servicios y ayudas comuni-
tarias.

Las situaciones descriptas más arriba no se producen de forma aisla-


da, sino que dada la dinámica de los factores de riesgo y de protección
las circunstancias personales y familiares pueden cambiar positivamente,
como también y por el contrario, conformar un patrón de conducta, y una
modalidad de respuesta hasta constituirse en un estilo de vida que se pro-
longa en el tiempo y que al reforzarse se hace más difícil de modificar.

Detectar estas situaciones y actuar sobre ellas de manera adecuada es de vital impor-
tancia antes de que se produzca un daño psíquico, físico o emocional irreparable.

Para ello se requiere de distintos niveles de intervención que suponen:

• DESARROLLAR ACCIONES PREVENTIVAS EN SALUD Y PROMO-


CION DE LOS DERECHOS DE LA INFANCIA.

• INTERVENIR A TRAVES DE CENTROS Y PROGRAMAS ESPECIALI-


ZADOS.

• GARANTIZAR A TRAVES DE LAS INSTITUCIONES SOCIALES LA SE-


GURIDAD Y PROTECCION DE LOS NIÑOS.

245
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Para no olvidar...

Los niños tienen derecho a crecer saludablemente y vivir su tiempo


de infancia jugando y ejercitando su futura inserción social como adul-
tos, es decir:

• A disfrutar de su niñez.
• A ser considerados importantes, tomados en serio, ser escuchados y
a que les crean.
• A decir no a caricias y a afectos no deseados.
• A rechazar el maltrato, el castigo físico, los ataques verbales.
• A confiar en sí mismos, sus sentimientos y sus percepciones.
• A la privacidad.
• A ser tratados con respeto y dignidad igual que cualquier adulto.
• A pedir y recibir ayuda.

Para tener en cuenta…

Todo adulto en contacto con un niño o adolescente, se constituye en un


agente de detección de posibles situaciones de maltrato. No hay dudas res-
pecto de la responsabilidad que deberían asumir los distintos actores socia-
les en el cuidado integral de niños y adolescentes, acompañando y enrique-
ciendo las tareas de sus familias.
También quienes trabajan con niños, ya sea en ámbitos educativos,
de salud, o que tienen acceso a éstos dentro de la comunidad y de las
familias, se encuentran en una posición privilegiada para la detección,
prevención e intervención en situaciones de vulnerabilidad de la infan-
cia. Por otro lado, una mirada desde las distintas prácticas profesiona-
les, lejos de desdibujar sus funciones específicas, las enriquece, facili-
tando el cumplimiento de la tarea de detección y protección de la infan-
cia en situación de riesgo.

• Agentes de salud: pediatras, enfermeras, y en general trabajadores de


centros de salud y hospitales cuando evalúan el crecimiento y desa-
rrollo, en las consultas espontáneas, en los controles anuales en la eta-
pa preescolar y escolar, en el inicio de la etapa puberal, etc.

246
10 . Bertini • De Luca • Fariña • Ganduglia • Sisini

• Trabajadores sociales: en la incorporación a los programas ma-


terno-infantiles, al administrar un recurso, ante la necesidad de
implementar un programa alimentario, en cada acción de pro-
moción social, etc.

• Escuela: maestros y profesores. Ante la detección de dificultades


en el aprendizaje o perturbaciones en la conducta.

• Personas cercanas al niño: familia nuclear, familia ampliada, etc.

Tipos y formas de maltrato

Maltrato físico

Se trata de cualquier conducta no accidental de ambos o uno de los pro-


genitores o de alguna persona en posición de responsabilidad, confianza o
poder, que provoque daño físico real o potencial, enfermedad, incluso la
muerte del niño, o lo coloque en situación de grave riesgo de padecerla.

Educar, poner límites, castigar


Aunque se los use como términos intercambiables no implican lo mismo.
La “puesta de límites” busca desarrollar la capacidad de autocontrol del
niño, su autonomía, su sentido de eficacia y la elaboración de juicios pro-
pios. Es un aspecto de la función de contención del adulto que se brinda
al niño para que desarrolle sus potencialidades.
El castigo físico suele ser una forma de resolver el enojo del adulto fren-
te a la falta de reacción del niño, que no contribuye a una estrategia refle-
xiva capaz de modificar la conducta del mismo y que escapa al área de su
comprensión. Sólo impone el poder y el dominio provocando humillación,
irritabilidad, sentimientos de culpabilidad y reacciones de furia que estimu-
lan la persistencia de las reacciones agresivas.
Muchos consideran que un chirlo, una cachetada, una palmada, un “so-
papo” son inevitables y los justifican con diversos argumentos. Sin embar-
go, la experiencia demuestra que

EL LIMITE ES NECESARIO, EL CASTIGO FISICO NO.

247
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Indicadores de maltrato físico


Lesiones cutáneas (hematomas, moretones, quemaduras, excoriacio-
nes, heridas cortantes, etc.), fracturas, luxaciones, traumatismos inter-
nos, entre otros.
Es importante observar la actitud de los padres o cuidadores frente a la
información que brindan acerca del incidente. Frecuentemente suele existir
discrepancia entre las lesiones observadas y el relato de la causa que las ori-
ginó: ejemplificada comúnmente por la expresión “fue un accidente”.

SI UN NIÑO

• Frecuentemente tiene lastimaduras o marcas y no puede dar cuenta de cómo se pro-


dujeron.
• Intenta ocultar sus lastimaduras.
• No tuvo atención médica adecuada.
• Es temeroso frente a personas adultas.
• Se encuentra nervioso, agresivo o retraído.
• Pide afecto pero al mismo tiempo es desconfiado.

PROBABLEMENTE ESTÉ SUFRIENDO MALTRATO FISICO.

Maltrato emocional

Implica la ausencia de un entorno adecuado y contenedor de alguna fi-


gura de apego primario que favorezca en el niño el desarrollo de capacida-
des emocionales y sociales estables. Comprende aquellas interacciones que
tienen una alta probabilidad de originar daños en el desarrollo físico, men-
tal, espiritual, moral o social de un niño debido a que son inadecuadas pa-
ra un determinado período evolutivo, o bien insuficientes o incoherentes.
Comprende tanto acciones como omisiones, por lo tanto abarcaría el MAL-
TRATO y LA NEGLIGENCIA EMOCIONAL.

Constituye una de las formas de maltrato infantil más difícil de diag-


nosticar debido a su “invisibilidad” y naturalización a pesar de que ocurre
a la vista de los demás. Sin embargo, es posible confirmar ciertas sospe-
chas a partir de determinados trastornos emocionales o estilos de compor-
tamiento en los niños, que es necesario investigar.

248
10 . Bertini • De Luca • Fariña • Ganduglia • Sisini

Formas que adopta el maltrato emocional:


Rechazar, ignorar, aterrorizar, aislar o implicar a un niño en actividades
antisociales; no responder a sus necesidades afectivas.

Indicadores de conductas en el maltrato emocional:


Vínculos de apego disfuncionales entre el niño y el cuidador; dificul-
tades para establecer vínculos con pares; conductas disruptivas, antiso-
ciales, dirigidas a llamar la atención; tristeza; depresión; baja autoesti-
ma; temores; en niños pequeños: falta de progreso en su crecimiento,
pérdida de apetito, enuresis.

Abuso sexual infantil

Se considera abuso sexual infantil el involucrar a un niño o adoles-


cente en actividades sexuales que no llega a comprender totalmente, ya
que por su condición de tal, carece del desarrollo madurativo, emocio-
nal y cognitivo para dar un consentimiento informado acerca del o los
actos en cuestión.
El abuso sexual infantil se manifiesta en actividades entre un niño y un
adulto o entre un niño y otro (al menos 5 años de diferencia) que, por su
edad o por su desarrollo, se encuentra en posición de responsabilidad,
confianza o poder. Estas conductas comprenden desde un manoseo hasta
la implicación de los niños y adolescentes en cualquier tipo de intercambio
sexual ilegal, tales como la explotación de niños a través de la prostitución
o la producción de materiales y exhibiciones pornográficas.
Autoridad, poder y confianza son fundamentalmente los factores que,
aprovechando la vulnerabilidad y dependencia del niño, permiten al agre-
sor lograr su implicación en un vínculo sexualizado.
El abuso sexual infantil engloba una amplia gama de actividades se-
xuales, con y sin contacto físico:

• Exhibicionismo.
• Voyeurismo.
• Estimulación de genitales.
• Sexo oral.
• Masturbación del adulto y/o del niño.
• Penetración genital con el dedo y/u objeto.

249
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Para tener en cuenta...

El abuso sexual no es sinónimo de violación.

Porque raramente el agresor utiliza la fuerza física para un asalto se-


xual que no ocurre de manera impredecible ni repentina, sino que gene-
ralmente se trata de un vínculo abusivo que se va construyendo en el
tiempo en base al manejo de la confianza, la autoridad o el poder.

El abuso sexual no es sinónimo de incesto.

Porque puede ser ejercido por miembros de la familia (intrafamiliares)


y también por personas ajenas a la familia (extrafamiliares).

Para no olvidar...

Lo primero que tendríamos que hacer los adultos cuando un niño re-
vela que estaría siendo víctima de abuso sexual es:

• Creerle, tratarlo con respeto y dignidad.


• Brindarle confianza y seguridad manteniendo la calma. Escucharlo sin
corregirlo, ni confrontarlo y sin hacer intentos de cambiar lo que dice.
• No expresar desaprobación por el supuesto agresor. Es posible que el
niño lo quiera y lo proteja a pesar de haber sido victimizado.
• Desculpabilizarlo. Decirle que los hechos ocurridos no fueron su culpa.
• No obligar al niño a comentar sentimientos que aún no está prepa-
rado para compartir.
• Valorar su valentía de haberlo contado.
• No aceptar mantener el secreto de lo develado, pero aclararle que lo
contará a personas que puedan ayudarlo.
• Recurrir a profesionales especializados que lo orientarán.

Indicadores de abuso sexual infantil

Físicos, altamente específicos

• Lesiones en zona genital y/o anal.


• Sangrado por vagina y /o ano.
• Infecciones genitales o de transmisión sexual.
• Embarazos.

250
10 . Bertini • De Luca • Fariña • Ganduglia • Sisini

Raramente la confirmación del abuso sexual se basa tan sólo en el ha-


llazgo de signos físicos directos, ya que como ya se señaló el abuso sexual
involucra una amplia gama de conductas. Es por esto que su validación no
debe basarse exclusivamente en signos físicos. Aún en caso de que hubie-
sen sido lastimados, muchos de estos niños pueden ser revisados semanas,
meses o años después de ocurrido el incidente. Este retraso en la consulta
médica permite que el semen u otros residuos desaparezcan y que la ma-
yor parte de las lesiones cicatricen.

Indicadores físicos inespecíficos

• Dolores abdominales recurrentes.


• Dolores de cabeza sin causa orgánica.
• Trastornos de la alimentación (bulimia y anorexia nerviosa).
• Fenómenos regresivos como la enuresis (incontinencia de orina) y
encopresis (incontinencia de materia fecal), en niños que ya habían
logrado el control esfinteriano.
• Infecciones urinarias a repetición sin causa orgánica o externa iden-
tificable.

Estos indicadores no tienen relación causal con el abuso sexual, pero


su presencia puede ser indicadora de sospecha.

Indicadores psicológicos según nivel evolutivo

• En niños menores de 3 años


- Conductas hipersexualizadas, que implican un conocimiento inha-
bitual del niño acerca de los comportamientos sexuales de adultos
y que revelan erotización precoz. (Altamente específico.)
- Retraimiento social.
- Conductas agresivas o regresivas.
- Temores inexplicables ante personas o situaciones determinadas.
- Dificultades en el ritmo del sueño.

• En preescolares
- El relato del niño acerca del abuso sexual es uno de los indicado-
res más específicos (en todos los ciclos evolutivos).
- Signos de estrés post-traumático.
- Sexualización precoz, acompañada de un grado de curiosidad se-
xual no acorde para la edad.

251
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

- Masturbación compulsiva. (Siempre que se convierta en la activi-


dad que más interés despierta en el niño o que ocupa la mayor
parte de su tiempo y que no puede evitarla aún en presencia de
una figura que podría censurarlo.)
- Introducción de elementos en los orificios anales o vaginales.
- Juegos con representaciones o actividades concretas de sexo oral,
coito anal o vaginal.
- Acercamientos peculiares a los adultos (tocar u oler genitales del
adulto, solicitar o introducir la lengua cuando besa).
- Hiperactividad.
- Enuresis y/o encopresis.
- Pesadillas, terrores nocturnos.
- Temores intensos.
- Conductas compulsivas de distinto tipo.
- Fenómenos disociativos.

• En niños en edad escolar y pre-adolescentes


- Cualquiera de los indicadores observables en las etapas anteriores.
- Dificultades de aprendizaje de aparición brusca e inexplicable, sin
desencadenante evidente, como por ejemplo el nacimiento de un
hermano, viajes, enfermedades, separación de los padres, etc.
- Coerción sexual hacia niños más pequeños o retraídos.
- Fugas del hogar.
- Aislamiento o por el contrario hostilidad y agresividad exacerbada
en el hogar o con el grupo de pares.
- Sobreadaptación o pseudomadurez.
- Marcada desconfianza hacia adultos significativos.
- Robos.
- Mentiras reiteradas.
- Sentimientos de tristeza.
- Necesidad de permanecer en la escuela fuera del horario.

• En adolescentes
- Conductas riesgosas y violentas.
- Retraimiento. Sobreadaptación.
- Coerción sexual hacia otros niños.
- Promiscuidad sexual. Prostitución.
- Fugas del hogar.
- Consumo de drogas.
- Conductas delictivas.

252
10 . Bertini • De Luca • Fariña • Ganduglia • Sisini

- Automutilaciones y conductas autoagresivas.


- Intentos de suicidio.
- Excesiva inhibición sexual.
- Trastornos de la alimentación.

Como dijimos al comienzo, el relato espontáneo del niño es uno de los indicadores
más específicos de abuso sexual.

Pero...

Alrededor de los abusos sexuales infantiles giran preconceptos y falsas


creencias que obstaculizan notoriamente cualquier intervención.
Algunos ejemplos:

• Porque es muy pequeño fantasea y no diferencia realidad de fantasía.


• Construyen historias producto de la imaginación.
• Son fácilmente sugestionables e inducibles por adultos maliciosos.
• Algunos suelen ser muy mentirosos.

Para no olvidar

Es excepcional que

• un niño fantasee o imagine sobre algo que está fuera de su campo de experiencia;
• las mentiras infantiles incluyan experiencias de victimización sexual y menos aún
que aporten detalles concretos que remiten a la sexualidad adulta.

Negligencia

Es la omisión por parte de padres o cuidadores de proveer al niño de


aquello que necesita para su desarrollo en las áreas de: salud, educación,
alimentación, vivienda, desarrollo emocional y condiciones de seguridad;
omisión que implique una posibilidad de producir daños en la salud o en
el desarrollo psicofísico, mental, espiritual, moral o social del niño.
Es necesario aclarar que la satisfacción de las necesidades del niño de-
be estar dentro de los recursos disponibles de sus cuidadores, de tal modo
253
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

que no se consideran negligentes conductas motivadas por condiciones de


pobreza o discapacidades psicofísicas.
Por último, y a modo de síntesis, se debe subrayar que son formas de
conducta negligente cualquier tipo de falta de supervisión y protección ade-
cuadas de un niño o adolescente. La negligencia, que es el tipo de maltra-
to que reúne los porcentajes más altos en todo el mundo, tiene consecuen-
cias tan graves como el maltrato físico y el abuso sexual; no es identifica-
ble mediante un episodio específico sino que constituye una situación de
características de crónicas en las condiciones de vida de un niño.
Comienza desde fases muy tempranas y es limitante del desarrollo de
las potencialidades, en todas las áreas, pudiendo implicar retrasos irrever-
sibles en el desarrollo.

Formas que adopta la negligencia

• Falta de supervisión apropiada por parte del cuidador que expone a los
niños a daños físicos y psicológicos, pudiendo facilitar abusos sexuales.
• Negligencia física, educativa, emocional y/o médica, que ponga al
niño en riesgo psicofísico.
• Inducción del niño a realizar conductas delictivas.
• Abandono parcial.
• Exponer al niño a episodios de violencia conyugal, trastornos psico-
patológicos y/o adicciones de los padres o cuidadores.

Importante
Los cuidadores tienen la obligación de proveer al niño de todo aquello que
éstos no pueden proveerse por sí mismos para promover su crecimiento salu-
dable y su desarrollo, así como la protección frente a todo tipo de peligros.
De modo tal que los niños deberían tener asegurada su: alimentación /
vestimenta / vivienda / escolaridad / atención médica.

Para destacar...

También constituye negligencia la falta de contención afectiva, que


aporta al niño la seguridad emocional favoreciendo el desarrollo individual
de sus potencialidades y la interacción social. Por otra parte, las expectati-
vas de los padres y cuidadores deben estar acordes con las posibilidades
de los niños de acuerdo a los distintos períodos evolutivos.
También constituye negligencia la falta de supervisión: los niños nece-
sitan ser supervisados por su limitada capacidad para anticipar, reconocer

254
10 . Bertini • De Luca • Fariña • Ganduglia • Sisini

o reaccionar frente al peligro, según su edad. Una supervisión adecuada


previene que el niño padezca daños evitables y, en caso de que esto ya ha-
ya ocurrido, asegura una intervención rápida.

Para no olvidar...

Dado que hay una fuerte relación entre la pobreza y la posibilidad de


satisfacción de necesidades básicas de un niño, no debe descuidarse la
interrelación de ambas variables al momento de la evaluación de la sos-
pecha de trato negligente de una familia para con sus hijos.

Indicadores de conductas negligentes

• Cuadros de desnutrición de I y II grado.


• Accidentes frecuentes por falta de atención del cuidador frente a
peligros.
• Deshidratación por falta de aporte de líquidos.
• Trastornos graves del desarrollo evolutivo.
• Padres con expectativas exageradas en relación con las capacidades
de autoprotección de sus hijos.
• Falta de vacunación.
• Falta de atención a indicaciones médicas, odontológicas, salud men-
tal, etc.
• Falta de escolaridad.
• Ausencias reiteradas a clases.

Para tener en cuenta...

Ante niños y/o adolescentes que muestren las siguientes conductas:

• Socialmente retraídos, evitativos en el contacto con pares, agresi-


vos, disruptivos, poco colaboradores con los demás, angustiados,
depresivos.
• Trastornos de aprendizaje persistentes, fugas del hogar, prostitución,
delincuencia, conductas violentas.

Debería emprenderse una exhaustiva evaluación para detectar la incu-


rrencia de los cuidadores en tratos negligentes.
Finalmente, se han descrito otras formas de maltrato y abandono de
niños y adolescentes que no se detallan aquí dado que de una u otra for-

255
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

ma los daños reales o potenciales siempre se evidenciarán a nivel físico,


emocional o sexual.

Servicios que brinda el Programa


de Asistencia al Maltrato Infantil

Algunos principios que orientan nuestra práctica...

• El respeto por la subjetividad infantil y sus momentos constitutivos.


• La consideración de los vínculos familiares como el contexto privilegiado para el
crecimiento y desarrollo de un niño.
• La necesidad del trabajo interdisciplinario.
• La atención a la articulación de la salud mental con los derechos del niño tal co-
mo los pone de relieve la Convención.

“La intervención tiene como objetivo fundamental reducir la


probabilidad de que el niño sufra un daño severo. En esto consiste
el reducir el nivel de riesgo, manteniendo la unidad familiar siem-
pre que sea posible” (Intebi-Osnajanski).

Algunos de los servicios que ofrece el Programa

• Atención y orientación psicológica.


• Asesoramiento legal.
• Evaluación de situaciones de riesgo.
• Asesoramiento a Juzgados y Defensorías de Menores (Ministerio
Público).
• Asesoramiento a instituciones de salud, escolares, pequeños hoga-
res, etc.
• Asistencia y orientación psicosocial.
• Capacitación y supervisión a profesionales y equipos.

Tipos de abordajes e intervenciones

• Entrevistas individuales de admisión y orientación.


• Grupos para niños víctimas de abuso sexual para:

256
10 . Bertini • De Luca • Fariña • Ganduglia • Sisini

- varones,
- niñas en edad preescolar,
- niñas en edad escolar,
- adolescentes.

• Grupos mixtos para niños víctima de maltrato físico o y/o emocional.


• Grupos para padres con dificultades en la crianza (maltrato físico,
emocional y negligencia).
• Grupos para padres o guardadores no ofensores de niños víctimas de
abuso sexual intra o extrafamiliar.
• Tratamiento individual para ofensores sexuales juveniles y/o adultos.
• Entrevistas de evaluación familiar.
• Tratamiento vincular de díadas padres-niños pequeños.
• Entrevistas individuales de evaluación y seguimiento del nivel de
riesgo.

Para concluir

Cuando se está frente a una sospecha fundada de que se produjo una


situación abusiva de lo que se trata es de “valorar si la salud y la segu-
ridad básicas del niño se encuentran en peligro”. Dicha valoración debe
realizarse de modo urgente e inmediato para que cese el abuso y sus
consecuencias.
En ese momento, “no se trata de realizar un examen detallado y en
profundidad del estado físico, psicológico y cognitivo del niño”, lo que
se llevará a cabo posteriormente en la etapa diagnóstica y cuando haya
tiempo suficiente.
“En el momento inicial el único objetivo de la valoración consiste en de-
terminar si el niño necesita ser protegido de manera urgente porque se en-
cuentra en serio peligro” (de Paúl-Arruabarena, 1999).

257
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Bibliografía

BARUDY, J. “El dolor invisible de la infancia”. Ed. Paidós. 1998/2003.


España.
CHEJTER, S.; PAGGI, P.; VIAR, J. P. “Violencia hacia niñas, niños y adoles-
centes. Elementos básicos para su atención en el sector salud”. Minis-
terio de Salud. 2000. Argentina.
DE PAÚL OCHOTORENA, J.; ARRUABARENA, M. I. Manual de protección
Infantil. Masson. 1996. España.
INTEBI, I.; OSNAJANSKI, N. “Maltrato de Niños, niñas y adolescentes”,
Cuadernos de Capacitación. Familias del Nuevo Siglo. ISPCAN. 2003.
Argentina.
Programa de Asistencia al Maltrato Infantil. Presentación en la Facultad de
Derecho. 1998. Argentina.
Revista de la Sociedad Argentina de Ginecología Infanto-juvenil. Vol. 3,
Nº 3. Diciembre 1996. Argentina.

258
11

Explotación sexual
infanto-juvenil.
“La naturalización
de todos los abusos”

Prof. María Elena Naddeo

Profesora de Historia (UBA). Actual Presidenta del Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes del
GCABA. Fue Legisladora de la CABA (2000-1997) y Concejala (1997-1993). Delegada gremial docente en la
CTERA (1992-1983). Miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Docentes de Enseñanza Media y
Superior. Coautora e impulsora de importantes iniciativas legislativas en materia de derechos de la infancia y
género (Ley 114: Protección integral de los derechos de niños, niñas y adolescentes; Ley 269: Creación del
Registro de deudores alimentarios; Ley 474: Creación del Plan de igualdad de posibilidades y de trato entre varo-
nes y mujeres; Ley 418: Salud sexual y reproductiva, entre otras).

Cuando hablamos de prostitución infantil (o utilizando el término más mo-


derno, que es explotación sexual y comercial), estamos hablando de cómo con-
cibe la sociedad la vida de los niños y niñas, de las adolescentes, de las jóve-
nes y de las mujeres en el tema sexual. Todos los autores y autoras coinciden
en que la prostitución es un tema oculto, invisibilizado por la literatura y la
prensa, salvo cuando hay una situación espectacular: una denuncia o una in-
vestigación que sacuden a la opinión pública y al medio periodístico, pero des-
pués se silencia, se aquietan las aguas y el tema desaparece. Sin embargo, en
los registros de las escasas investigaciones con las que contamos, el relato de
los operadores sociales, de los profesionales que trabajan en prevención del de-

259
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

lito, de los equipos técnicos de nuestro Organismo y de muchos chicos y chi-


cas, aparece como muy fuerte la presencia de niños y niñas que ejercen la
prostitución en determinados barrios de la ciudad de Buenos Aires. La pregun-
ta es: así como hay una mirada más atenta en otros fenómenos, ¿por qué és-
te es un tema que no está puesto en la agenda pública y en las políticas pú-
blicas con mayor insistencia, ni es parte del debate cotidiano? ¿Por qué este
tema aparece casi negado o invisibilizado?

Esto tiene que ver con una dimensión cultural o ideológica. Entre sus
causas podemos señalar:

a. Aceptación acrítica de pautas culturales: por ejemplo la creencia


de que la prostitución es la profesión más antigua del mundo. Aquí
vamos a hacer una diferencia: hacer que un chico ejerza la prosti-
tución es considerado abuso, hasta los dieciocho años. Y el Códi-
go Penal la considera delito. A partir de los dieciocho años, la pros-
titución no está penalizada en el Código Penal, la única referencia
que puede ser colindante o no es el tema de exhibiciones obsce-
nas, pero este es otro tema que está en otro apartado. En nuestra
legislación la prostitución de las personas mayores de edad no es
considerada un delito. Para las personas adultas se abre otra dis-
cusión vinculada a si tenemos que considerar la prostitución como
un trabajo, si es necesario reglamentarla o si al hacerlo estaríamos
aceptando la legalización de un trabajo que denigra y esclaviza a
quien lo hace, tema al que luego nos vamos a referir. Pero de to-
das maneras esta línea que trazamos en los dieciocho años de
edad no es tenida en cuenta, en la realidad cotidiana, por los que
demandan sexo en los bares, en las plazas y en otros lugares don-
de la prostitución se ejerce. Entonces allí este concepto de que la
prostitución es algo antiguo como nuestra civilización es una im-
pronta que pesa mucho en la conciencia social.
b. Desconocimiento de las relaciones de poder entre varones, mu-
jeres, niños y niñas. El genero femenino ha sido históricamente
conceptualizado en el lugar de proveedor de placer, objeto sexual
u objeto de reproducción fundamental para la transmisión heredi-
taria, la constitución de las redes sociales. Esta característica su-
bordinó a las mujeres a la esfera de lo privado. Lo público fue he-
gemonizado por los varones.
c. La justificación de las supuestas “necesidades sexuales” de la po-
blación masculina. Y en este punto, vamos a ver que hasta hace po-

260
11 . María Elena Naddeo

co el hecho de que los varones llevaran a sus hijos con mujeres en


ejercicio de la prostitución para que debutaran sexualmente era vis-
to como una actitud coherente y que en el “imaginario social” está
bastante aceptada, al igual que incluso señores casados que tienen
alguna limitación en su relación sexual conyugal puedan desarrollar
sus energías de otro tipo en ámbitos extramatrimoniales.

Tratados internacionales

A lo largo del siglo XX ha habido una serie de intentos por pautar, nor-
matizar el ejercicio de la prostitución con el objeto de mitigarlo, reprimirlo,
contrarrestarlo.
He anotado los primeros acuerdos internacionales.
La primera acta-acuerdo internacional es de 1904.
Después una “Convención sobre la represión de la trata de blancas” de
1910; una “Convención para la represión de la Trata de mujeres y niñas”
de 1921 y, la más importante por la cantidad de Estados firmantes, la
“Convención para la represión del tráfico de personas y de la explotación
de la prostitución ajena” de 1949 (un año después de la “Declaración de
los Derechos Humanos”). Este es el primer acuerdo internacional firmado
por la mayoría de los Estados que integran las Naciones Unidas para po-
ner límite a la explotación de la prostitución ajena. (Fíjense como van cam-
biando los nombres: “trata de blancas”, “trata de mujeres y niñas”, etc.).
También he registrado algunos acuerdos internacionales importantes con
respecto al tema:
En 1966 fueron suscriptos los tratados internacionales sobre Derechos
Civiles, Políticos, Económicos, Sociales y Culturales. (Este es el segundo
grupo de Derechos Humanos.)
En 1980, la Convención Internacional sobre la eliminación de to-
das las formas de discriminación de la Mujer. Esta Convención Interna-
cional que se aprobó en una sesión mundial de las Naciones Unidas en
Copenhague (1979-1980), es quizá el hito fundamental en todo lo que
hace al tema de la mujer (incluso algunos de sus artículos dieron la ba-
se jurídica para las leyes de salud sexual y reproductiva, para el ejerci-
cio de derechos civiles, políticos, etc.).
El marco jurídico que hace a nuestro tema de hoy está basado en la
“Convención Internacional de los Derechos del Niño” (1989), de la cual
leeremos el artículo 34:
261
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

“Los Estados parte se comprometen a proteger al niño contra todas


las formas de explotación sexual y abusos sexuales. Con este fin los
Estados parte tomarán en forma particular todas las medidas apro-
piadas para impedir:

a. la incitación o la coacción para que un niño se dedique a cual-


quier actividad sexual ilegal;
b. la explotación del niño en la prostitución u otras prácticas sexua-
les ilegales;
c. la explotación del niño en espectáculos o material pornográfico.”

Este artículo, como ven, es muy general. Aunque precisa bastante sobre el
tema, allí se une el concepto de abuso sexual con el de explotación. Pero com-
parado con otros artículos de la Convención Internacional referidos a Educa-
ción, Identidad, Salud, éste está muy poco elaborado en cuanto a su conteni-
do. Por esta razón, se firmó en el año 2000 un Protocolo Facultativo de la
Convención de los Derechos del Niño relativo a la venta de niños, la prostitu-
ción infantil y la utilización de niños en pornografía. Este Protocolo comple-
menta lo que señalaba la Convención Internacional en el artículo 34.

Quiero hacer una mención especial con respecto a la Declaración y


Agenda de Acción del Congreso Mundial contra la explotación sexual
comercial de niños que se firmó en Estocolmo en 1996. En este Con-
greso Internacional, participaron todos los Estados que pertenecen a la
ONU junto con especialistas invitados y ONGs. Hay una red de estas or-
ganizaciones no gubernamentales que trabajan activamente en la lucha
contra la prostitución infantil y juvenil. En esta Declaración y Agenda de
Acción se acuerda una definición:

“La explotación sexual comercial de los niños es una violación


fundamental de los Derechos del Niño. Implica abuso sexual de
parte del adulto y la remuneración en ‘metálico’ o en ‘especie’ al
niño o niña y a una tercera persona o varias. El niño es tratado
como un objeto sexual y una mercancía. La explotación sexual co-
mercial de los niños constituye una forma de coerción y violencia
contra los niños que puede implicar el trabajo forzoso y formas
contemporáneas de esclavitud.”

A partir de esta definición del Congreso Internacional de Estocolmo, se


empezó a abandonar el término “prostitución infantil”. Aunque para mí si-

262
11 . María Elena Naddeo

gue teniendo más fuerza hablar de “prostitución infantil” porque tiene una
carga condenatoria en sí mismo, los especialistas en el tema y el Movimien-
to de mujeres cuestionan la utilización del termino “prostituta” porque só-
lo hace referencia a quien ejerce esta actividad (se pone la carga en quien
vende su cuerpo y no en quien está detrás de esa relación de opresión o
este intercambio comercial). Por esto se eligió el término “explotación se-
xual”, que pone la carga en quien utiliza, abusa, explota el cuerpo de ni-
ños, niñas, jóvenes y mujeres. Observen cómo el lenguaje tiene que ver con
el contexto y el contenido que le vamos dando. A pesar de todo lo anterior,
les aclaro que a veces yo sigo usando el término “prostitución”.

Para quienes quieran profundizar sobre el tema pueden obtener en la


sede del Consejo, solicitándolas con la suficiente anticipación, copias de la
Declaración del Congreso Internacional de Estocolmo en forma completa;
también se encuentra el Plan de Acción suscripto por los Estados parte y
un excelente trabajo de Silvia Chejter, publicado por UNICEF, cuyo título es
“La niñez prostituida”. En este trabajo, la palabra “prostituida” del título in-
vierte la carga y señala cómo la niñez es el objeto de esta manipulación.

Después de la Declaración de Estocolmo y antes del Protocolo Aclara-


torio de la Convención Internacional sobre Explotación sexual y pornografía
infantil, la OIT suscribió un Convenio donde definió las “peores formas del
trabajo infantil”. Allí se plantean una cantidad de sanciones y recomenda-
ciones a los Estados parte para evitar y erradicar estas “peores formas de
trabajo”. En el artículo tercero dice:

“A los efectos del presente Convenio, la expresión ‘peores formas de


trabajo infantil’ abarca:

a. (Aquí se mencionan otras tareas.)


b. la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la prosti-
tución, la producción de pornografía o actuaciones pornográficas;
c. el trabajo que por su naturaleza o por las condiciones en que se
lleva a cabo es probable que dañe la salud, seguridad o la mora-
lidad de los niños.”

¿Por qué cité este texto? En primer lugar, porque me parece que es bue-
no que se conozca, porque este es un tema que está en discusión en el
mundo. De hecho los Ministerios de Trabajo de muchos países tienen a su
cargo programas relacionados con esta temática.

263
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

En otro aspecto, porque esto plantea un fuerte debate entre las organi-
zaciones que trabajan en el tema de la infancia y los especialistas, ya que
la mayoría de éstos no aceptan que se considere que la “prostitución infan-
til” sea un trabajo.
Personalmente, considero, sin lugar a dudas, que no se lo puede califi-
car como un trabajo sino como una de las formas de explotación y abuso
sexual que se establecen a partir de una relación de poder. Cuando este te-
ma se aborda en el universo de los adultos, de las mujeres que ejercen la
prostitución, también se genera el debate acerca de si se puede considerar
que esta actividad sea un trabajo. En realidad, para las mujeres que ejer-
cen la prostitución es un modo de subsistencia, una de las únicas maneras
que han conocido en su vida para poder sustentarse y sustentar a sus hi-
jos. Pero la palabra “trabajo” aplicada a la prostitución sigue siendo muy
cuestionada por organizaciones de mujeres, aunque aclaro que muchas
personas sostienen que hay que abordar el tema desde una mirada que in-
cluya a la prostitución como una forma de trabajo.
Lo que ocurre es que esta conceptualización implica una serie de con-
secuencias. Por ejemplo, si la prostitución de adultos es un trabajo, esto im-
plica que debe ser reglamentado, tener regulaciones por parte del Estado
con respecto a la salud y a la vida de las mujeres que la ejercen.
Durante los años ‘90, en la ciudad de Buenos Aires, este tema fue muy dis-
cutido cuando se sancionó el Código Contravencional o Código de Convivencia
Urbana. La polémica se instaló en los medios de comunicación de modo ne-
gativo, ya que había una fuerte presión de parte de la Policía porque al dero-
garse los “edictos policiales” se acababa una fuente de ingreso para quienes
“controlaban” clandestinamente las “paradas”, los lugares, etc.; una caja ge-
nerada a partir de una contribución económica semanal, diaria, mensual, de
las mujeres. En el momento en el que estaba en discusión, se planteaban di-
versas opiniones denominadas “reglamentaristas”, como la de los que querían
poner “zonas rojas”, libreta sanitaria, etc. Como legisladora, junto con muchas
representantes del movimiento de mujeres y organismos de derechos huma-
nos pensamos que reglamentar esto era, de algún modo, ponerle reglas a un
trabajo que asociamos con alguna forma de esclavitud, con formas denigrato-
rias de subordinación de la mujer.
La corriente “abolicionista” sostiene que la prostitución es una actividad
que denigra, perjudica y traumatiza la vida de quien la ejerce; por esto se-
ñala que hay que luchar por una sociedad donde el cuerpo de una mujer o
de una joven o de una niña no sean una mercancía que se compra y se ven-
de. Esta discusión está en la bibliografía sugerida para esta clase y también
es parte de los debates actuales sobre el tema.

264
11 . María Elena Naddeo

En síntesis, la prostitución en niños y niñas menores de dieciocho


años es concebida como un delito para quien explota, y es abuso sexual
tanto del cliente como del proxeneta. Por esta razón la incorporación de
parte de la OIT de la prostitución como una de las “peores formas de
trabajo” reavivó la discusión. Les menciono todo esto para que observen
qué complejo es este tema.

Código Penal

En la Argentina, el Código Penal fue reformado en 1999. Se modificó


todo el capítulo de lo que se llamaban “Delitos contra la honestidad” que
ahora se llaman “Delitos contra la integridad sexual”. En el artículo 27, se
reprime al proxenetismo: “Será reprimido con prisión de tres a seis años el
que explotare económicamente el ejercicio de la prostitución de una perso-
na mediante engaño, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de de-
pendencia, de autoridad, de poder, violencia, amenaza o cualquier otro me-
dio de intimidación o coerción”.
Hago un comentario respecto de una denuncia penal que promovimos des-
de el Consejo en el año 2000: una mujer (en el típico movimiento de proxe-
netismo y trata de niños y niñas) había convencido a una jovencita cordobesa
de ir a su casa para trabajar en el servicio doméstico. En la casa de esta mu-
jer, la joven encontró que allí vivían otras tres chicas un poquito mayores que
ella (que en ese momento tenía quince años) ejerciendo la prostitución en la
calle. Luego ella fue conminada a acompañar a las otras chicas para buscar
clientes en la zona de Flores y conseguir así su sustento. Tres días después es-
ta chica fue encontrada por un patrullero de la policía, quien la derivó a nues-
tro Consejo. (Aclaración: como los menores de dieciocho años no son punibles
en el tema contravencional, cuando se encuentra a chicos o chicas vinculados
a una situación contravencional, éstos deben ser remitidos al organismo que
la Constitución prevé para tal fin que es el Consejo de los Derechos de Niños,
Niñas y Adolescentes. Esto se hizo para evitar que estos chicos o chicas ingre-
sen al sistema judicial. Por este motivo, la policía no puede tomar decisiones
con respecto a los chicos y chicas menores y nos tienen que derivar aquellos
que fueron encontrados en situaciones contravencionales: una patota que pro-
voca ruidos molestos, etc.) Cuando nuestro equipo profesional en el CAT y la
guardia de abogados escuchó el relato de la joven cordobesa, se pudo formu-
lar una denuncia penal, paso en general difícil de lograr, ya que para realizar
una denuncia hay que asegurarse de que la víctima de la situación de abuso
265
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

sexual se anime a presentarse como testigo y parte acusadora. Finalmente la


proxeneta estuvo presa durante un año y ocho meses. En la sentencia, el Tri-
bunal Oral que intervino utilizó el artículo 27 para darle a la mujer la pena mí-
nima de tres años, porque en el juicio se logró probar que la chica tenía la obli-
gación de pasarle la mitad de lo que recaudaba en la calle. Es decir que se la
condenó por “explotación económica”, y no por corrupción o abuso.
Por lo tanto, con buena conducta salió en libertad en un año y ocho me-
ses. A mi entender, con esta sentencia quedó desdibujado el tema del abu-
so porque todo el eje estuvo puesto en el tema de la explotación sexual co-
mercial. A pesar de todo esto, podemos decir que ésta es una de las pocas
sentencias con condena relacionadas con este tema que tenemos en la Ciu-
dad de Buenos Aires.
Un tema que se infiere de todo lo anterior es por qué se denuncia poco
y por qué es tan difícil constituir pruebas.

Explotación sexual
Causas

Vamos a hablar de las causas de la explotación sexual. La Declaración


de Estocolmo habla de tres grandes grupos de causas:

a. El primer grupo es el que tiene que ver con la pobreza, las desigual-
dades económicas y las migraciones rurales hacia los grandes cen-
tro urbanos.
c. El segundo grupo es el que tiene que ver con la “disfuncionalidad fa-
miliar” (tal como lo nombra la Declaración de Estocolmo). A veces
nosotros preferimos el término “desestructuración familiar” o “situa-
ciones de conflictividad familiar”.
d. El tercer grupo de causas tiene que ver con la discriminación de
género, el comportamiento sexual masculino irresponsable (esto
es textual).

En la bibliografía sobre el tema, en las investigaciones más recientes


hay algo coincidente con lo que se decía en esa Declaración de Estocolmo;
es el tema de que la pobreza es una condición habitual en el mundo de los
chicos y chicas que son prostituidos, pero no es la única causa o condi-
ción,ya que son chicos y chicas que han vivido además, en su historia, si-
tuaciones de maltrato o violencia familiar.

266
11 . María Elena Naddeo

Yo me voy a detener, en esta charla, en el segundo y tercer grupos de


causas. La Declaración de Estocolmo se hizo en 1996 y hoy en día nota-
mos que la pobreza y las desigualdades económicas se han acentuado
enormemente; de este tema creo que tenemos numerosos elementos.
Con respecto al tema de la conflictividad familiar, que es una de las
causas que llevan a chicos y chicas a la prostitución o a situaciones de
vulnerabilidad, Silvia Chejter en su trabajo La niñez prostituida basa su
investigación en 326 entrevistas a chicos, chicas, mujeres jóvenes,
funcionarios, clientes. Allí se hace referencia a los distintos tipos de fa-
milia. Aquí yo tomé simplemente una síntesis que coincide con la afir-
mación anterior de que la pobreza no es la única causa que lleva a chi-
cos y chicas a la prostitución sino que hay un conjunto de situaciones
familiares que son constantes en el relato de los chicos: rechazo al mo-
do de vida y a los valores que la familia les propone, abandono, mal-
trato, expulsión de la familia por incesto o abuso sexual, alta conflicti-
vidad familiar, autoritarismo familiar exacerbado. Sobre este tema hay
una investigación anterior de 1992. Está sintetizada en Políticas y Ni-
ñez, de Eva Giberti, 1997. El trabajo al que me estoy refiriendo es de
Lucía Labruna de Andra y se llama “Prostitución en la niñez: una rea-
lidad soslayada”. Esta investigación parte de cuarenta y cinco entrevis-
tas en las que se reiteran los factores generadores de conflictos fami-
liares: violencia, maltrato, abandono, negligencia, abuso sexual, y tam-
bién confirma la existencia de historias de vida caracterizadas por si-
tuaciones de violencia familiar.
Con respecto a la discriminación de género, si bien creo que ustedes,
por ser profesionales y docentes, han recorrido ya bibliografía sobre el te-
ma, me pareció importante dedicar un tiempo en este seminario a algunos
conceptos sobre los que hoy se habla mucho, pero se profundiza poco.
Yo tomé la definición de género de Gerda Lerner, una historiadora auto-
ra de un libro maravilloso llamado El origen del patriarcado, en el cual se
pregunta cuándo empezó la subordinación de la mujer, cuándo el cuerpo
de la mujer fue utilizado como mercancía. Entonces se puso a investigar las
fuentes del Tercer Milenio antes de Cristo: fuentes de los sumerios, de los
egipcios, de los hititas; y llega a conclusiones muy interesantes.
Gerda Lerner define al género como “La definición cultural del
comportamiento que se asigna como apropiado a cada sexo dentro de
una sociedad determinada y en un momento determinado. El género
es un conjunto de papeles sociales, es un disfraz, una máscara, una
camisa de fuerza dentro de la cual hombres y mujeres bailan una
danza desigual”.

267
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

Obviamente, hay en esta definición una parte más literaria y otra más
conceptual. En principio se distingue al género de lo biológico, ya que el
género es una construcción cultural que es distinta según la época, el lu-
gar geográfico, etc.
Ana María Fernández, en su Teoría de los Géneros, separa las cualida-
des que históricamente se pensaban como atributos inherentes a la condi-
ción de ser mujer o a la condición de ser varón. Si recorremos la historia
con una mirada crítica nos damos cuenta de que hay características que
tienen que ver con una cultura, con una visión crítica, con una sociedad en
un determinado momento. Al varón se le atribuyó el mundo de la cultura,
de la creación cultural; a la mujer, el mundo de la naturaleza. Nuestra ca-
pacidad reproductiva quizá haya sido la virtud que funcionó como trampa
inicial. Al varón se le atribuyó el mundo de la abstracción, del razonamien-
to; a la mujer, el mundo de la intuición, de lo sensitivo. (Aquello de que las
mujeres somos más sensibles, nos emocionamos más. Las mujeres llora-
mos; los varones, no. Esto lo hemos escuchado hasta el cansancio.)
El varón tuvo el lugar del sujeto; la mujer, del objeto.
El varón constituyó un individuo; la mujer, constituyó el género femenino.
Al varón se le atribuyó la metáfora; a la Mujer, la metonimia. (La me-
táfora es la representación abstracta de algo que se quiere nombrar. La me-
tonimia es una representación parcial de algo.) Por esto históricamente ha
parecido que el hombre fuera el todo; la mujer, solamente una parte.
Es a partir de la nueva visión de las relaciones entre los géneros que se
ha construido un lenguaje “no sexista”. Los y las especialistas insisten en
decir “niños y niñas”, “todos y todas”, con el objetivo de dejar de nombrar
con el sustantivo masculino a la “voz de la otra mitad de la humanidad”.
Como consecuencia de los anteriores atributos, al varón se le atribuyó
la esfera de lo público; a la mujer, la esfera de lo privado. Quizá hoy esto
parezca exagerado, pero pensemos que las mujeres fuimos consideradas in-
capaces jurídica y políticamente hasta la primera mitad del siglo XX. En Ar-
gentina, hasta 1947 no podíamos votar ni ser votadas. Además hubo que
esperar hasta 1986-1987 para equiparar derechos civiles con nuestros
compañeros varones (como la patria potestad compartida).
Nuestras madres y abuelas durante gran parte de sus vidas no pudieron
ejercer sus derechos políticos porque no eran consideradas ciudadanas. En es-
te sentido, durante el siglo XX se avanzó en un conjunto de equiparaciones.
Hay un texto de Diana Maffía, filósofa, pionera en el tema del feminismo y
actualmente Defensora adjunta del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, cu-
yo título es “Capacitación política para mujeres”. Allí hay un artículo que se lla-
ma “De los Derechos Humanos a los Derechos de las Humanas”. La autora re-

268
11 . María Elena Naddeo

lata una situación poco conocida de las sesiones de la Asamblea Nacional en


Francia en el contexto de la Revolución de 1789: Olimpya de Gouches, una
asambleísta, promovió una Declaración de los Derechos de las Mujeres y Ciu-
dadanas (así como se había aprobado una Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano). Su moción fue rechazada por amplia mayoría. Des-
pués vinieron los años del terror, en los que fueron ejecutados miles de acti-
vistas franceses de distintas líneas. En ese entonces, Olimpya de Gouches, que
estaba en una línea más moderada, fue sentenciada a muerte. Entre las razo-
nes de su sentencia se mencionó el hecho de haber opinado en temas no pro-
pios de la condición femenina.
Desde 1789 llegamos hasta 1947 para que se produzcan cambios en
el ámbito de los derechos políticos. Y todavía podemos decir que hay un
retraso muy fuerte en temas sociales y económicos.
Hay otro concepto que quiero incorporar: si hablamos de género, habla-
mos de patriarcado.
Por patriarcado entendemos, según definición de Gerda Lerner:

“la manifestación y la institucionalización del dominio masculino


sobre las mujeres y los niños de la familia y la ampliación de ese
dominio masculino a la sociedad en general”.

El patriarcado, entonces, sería el sistema en general, y la perspecti-


va de los géneros sería la construcción cultural que hace cada sociedad
en particular sobre la conceptualización del varón o de la mujer. ¿Por
qué quise incorporar el término patriarcado? Porque, en realidad, ese
sistema que controló, que disciplinó, que reguló, que puso a los varones
en el espacio de lo público, en el espacio de lo racional, en el espacio
del sujeto activo, también puso a la mujer en el ámbito de la naturale-
za, de lo reproductivo y del objeto sexual.
Así como durante generaciones el sistema patriarcal aseguró deter-
minadas conductas que eran las “normales” y moralmente aceptadas,
también se ocupó de aceptar que “era necesario que hubiese mujeres
cuyo sexo se utilizara para satisfacer las demandas masculinas que en
la vida del matrimonio tradicional eran difíciles de satisfacer”. Por eso,
incluí esta opinión: “En su origen, el patriarcado tuvo como objetivo cen-
tral dominar, utilizar el cuerpo de las mujeres como objeto sexual y re-
productivo”. El control del cuerpo de las mujeres recorre la historia de
la humanidad. Por esta razón, asistimos durante décadas y seguimos
asistiendo a interminables debates sobre si brindar a las mujeres anti-
conceptivos en forma gratuita en los hospitales públicos y asegurarles el

269
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

derecho de elegir cuántos hijos tener y cuándo hacerlo. Recién en 1998


tuvimos una ley sobre salud reproductiva en la Ciudad de Buenos Aires
y sólo más tarde, en el año 2003, fue una ley nacional.
El cuerpo de la mujer siempre trató de ser controlado por el patriarcado
y las instituciones que lo representan.
Todo lo que dijimos fue aceptado, tolerado y sacralizado durante siglos;
tiene un sustrato ideológico muy profundo. Por esta razón el tema de la uti-
lización del cuerpo de las mujeres o jovencitas como mercancía no produ-
ce una indignación generalizada. Estoy segura de que en algunos ámbitos,
cuando aparece un caso de prostitución juvenil no se produce el mismo re-
chazo que ante un caso de incesto.

Volviendo al tema de la explotación sexual comercial, hay un nivel de


captación. Por ejemplo, hace muy poquito detectamos en Misiones a una
pareja de la zona de Avellaneda que viajaba a esa provincia para “captar”
jovencitas para el servicio doméstico. Cuando las chicas llegaban a Buenos
Aires se veían obligadas a ejercer la prostitución. Esta forma de recluta-
miento que aparecía en antiguas historias hoy sigue existiendo y quizá ha-
ya recrudecido. Hay en la actualidad varias denuncias vinculadas al tráfico
internacional de mujeres. Ustedes habrán observado que durante un perío-
do hubo mucha afluencia de mujeres dominicanas a nuestro país y a otros
lugares del mundo. El dinero que estas mujeres envían a su país de origen
es uno de los ingresos más importantes del PBI local.
En el trabajo de Silvia Chejter aparecen amigos, novios, agencias de es-
pectáculos y hasta el propio padre o la madre como agentes de captación.
Otro nivel es el de la explotación. En este aspecto, hablamos de pro-
xenetas, intermediarios, intermediarias. Una de las operadoras del Con-
sejo con mayor experiencia relata que en la zona de Constitución, desde
hace un año, aparecen mujeres grandes que fueron prostitutas, pero que
ahora no tienen clientes y han encontrado como forma de subsistencia
el captar jovencitas e intermediar entre otro proxeneta y las chicas.
El tercer nivel del circuito es la demanda. En todos los trabajos de
los últimos años con respecto al tema, se hace poco hincapié en los
clientes. Pero si no hubiera quienes demandan, no existiría la prostitu-
ción infantil y juvenil. Elegí tres fragmentos pequeños de las entrevistas
de Silvia Chejter que tienen que ver con la descripción que hacen los
mismos chicos y chicas de los clientes.

“En general son hombres casados. Hay gente que viene exclusiva-
mente y te hablan, te hablan” (Carolina, 25 años). Corcho, un poco

270
11 . María Elena Naddeo

mayor, dice: “Son abogados, policías, gente que trabaja. No va nin-


guno en bicicleta ni en un carro a levantar. Todos van en coche”.
Sharon, de 17 años: “Yo no sabía que a los tipos les gustaban así,
pibitas. Pero les gustan porque no les pagan nada. Se las llevan y
les dan unas monedas, lo mismo que para abrir la puerta o para
comprarles una pavadita a los tipos que venden comida. Se aprove-
chan y se llevan a los pibitos y a las nenitas”.

Yo entrevisté muchas veces a mujeres de AMMAR, la Asociación de


Meretrices que lucha por los derechos de las mujeres (están adheridas a la
CTA y tienen una cantidad de programas vinculados a la prevención del
HIV). La descripción que ellas hacen de los clientes es coincidente: varo-
nes de distintos sectores sociales, la mayoría casados, muchos “acomoda-
dos” económicamente.
El año pasado organizamos desde el Consejo un Programa vincula-
do al acompañamiento y asistencia de las víctimas de explotación se-
xual. Mencionaremos ahora alguna de las estadísticas registradas en
nuestras Defensorías, la Guardia Permanente y el CAT (centro de aten-
ción transitoria) sobre el tema de violencia, abuso sexual, etc. Son da-
tos del 2002. El total de casos es de 1.575, agrupados en: violencia fa-
miliar (967), víctimas de negligencia y maltrato (381), víctimas de de-
litos contra la integridad sexual (178), víctimas de explotación comer-
cial sexual (solamente 13).
Por eso les decía que nos preocupa mucho la dificultad para detectar,
para denunciar y prevenir la explotación sexual. Así como se ha avanzado
mucho en la denuncia de las situaciones de abuso sexual y de violencia fa-
miliar, nos falta mucho camino para la detección, apoyo de las víctimas y
denuncias contra proxenetas y clientes sistem áticos.
En el CAT la policía, las escuelas, etc. derivan a los chicos y chicas
que están viviendo una situación de emergencia o que carezcan de pro-
tección familiar. Allí se alojan durante unos días o unas horas (lo que
sea necesario). El CAT tiene registradas, en el 2002, 16 situaciones de
abuso y explotación sexual.
La Guardia Permanente, que es el equipo de abogados que funciona las
veinticuatro horas de todos los días del año, tiene registradas en ese mis-
mo año 23 víctimas contra la integridad sexual, 33 víctimas por negligen-
cia y maltrato, 83 víctimas de violencia familiar, 28 víctimas de explota-
ción sexual comercial. Es decir que la relación vuelve a ser muy baja, pero
no es porque no existan casos. Si nos quedáramos con estas cifras, diría-
mos que hay más delitos de abuso sexual y violencia, pero no es así, por-

271
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

que el trabajo de calle indica lo contrario. En el grupo de chicas y chicos


asistidos hay un numero significativo de chicas “travestis”: adolescentes
que asumen una identidad femenina y que encuentran todo tipo de dificul-
tades para su desarrollo educativo social o laboral.
El Programa de prevención y acompañamiento a víctimas de explota-
ción sexual que lanzamos desde el Consejo el año pasado se propone:

a. Efectuar un relevamiento de los ámbitos de concentración de la


prostitución. Para lo cual tomamos tres zonas (Palermo, Constitu-
ción y Flores).
b. Tomar contacto con niñas, niños y adolescentes a fin de darles asis-
tencia y orientación.
c. Articular acciones con otras áreas del Gobierno: Dirección de Pre-
vención del Delito, Procuración Nacional. Es interesante notar que
Dirección de Prevención del Delito del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires puso en este programa sus coordinadores de los ba-
rrios de Flores, Constitución y Palermo porque veían con mucha
preocupación el tema de la violencia contra las chicas y los chi-
cos, el tema de la prostitución. Observaban que el tema no era to-
mado con fuerza y por lo tanto no se debatía en los CGP ni en las
Asambleas Vecinales. En este momento, estos coordinadores de
Prevención del Delito están recorriendo estas zonas con nuestros
operadores, tomando muchos recaudos porque detrás del jovenci-
to o la jovencita está el proxeneta y también puede haber inplica-
da alguna autoridad de la zona; por esto a veces las chicas y los
chicos no quieren hablar, por temor a las represalias.
También estamos articulando acciones con las ONGs, como las Her-
manas Adoratrices y las Hermanas Oblatas, que son dos congrega-
ciones religiosas que desde hace décadas están trabajando en el te-
ma de acompañar a mujeres y chicas víctimas de la prostitución. Es-
tas religiosas tienen una visión del tema de los géneros, de los dere-
chos de las mujeres y los chicos realmente coincidente con todos los
tratados que mencionamos antes.
d. Implementar acciones de concientización y difusión sobre los dere-
chos vulnerados.
e. Capacitar a profesionales y operadores de los Servicios de Infancia y
Adolescencia en prevención y orientación.

Algunas de las denuncias que llegan a nuestras Defensorías a través de


la Guardia Permanente vienen a través de las escuelas secundarias. Hay

272
11 . María Elena Naddeo

chicas que se han animado a contar su historia a una profesora o a una


preceptora. Por este motivo, me parece un espacio importante el que se ha
abierto en las escuelas a partir de talleres participativos realizados en los
últimos años. Estos espacios permiten a los chicos saber que hay profesio-
nales a los que pueden recurrir si necesitan ayuda.

SIN DEMANDA NO HAY PROSTITUCION INFANTIL


EXPLOTAR SEXUALMENTE A NIÑAS, NIÑOS
Y ADOLESCENTES ES UN DELITO
Comuníquese Línea 102
gobBsAs

273
12

Malos tratos
contra niños
y contra niñas*

Lic. Eva Giberti

En el Congreso Europeo acerca de la Salud Mental del Niño que se


realizó en 1952, se mencionó el castigo corporal como un estímulo y
una autorizacion para que los adultos violentaran a los más pequeños.
Posteriormente se editó la recopilación de los trabajos que se habían pre-
sentado en dicho encuentro, y fue Piaget quien tuvo a su cargo el prólo-
go del texto; él decía: “Si el empleo del castigo corporal debe ser conde-
nado en la familia y en la escuela, no es esencialmente porque pueda
perjudicar a ciertos individuos más o menos desequilibrados —niños,
adolescentes, adultos—, lo que sería grave para ellos y para la sociedad,
sino porque estimula la agresividad en su aspecto brutal y desmiente el
respeto a la persona humana, sancionando un comportamiento que va
en sentido contrario a tal respeto”.
La ideología que reinaba en ese entonces acerca de “la niñez”, sin dis-
cernir todavía la diferencia entre niños y niñas, remitía a una visión de la
niñez como período etario necesitado de ser dirigido, corregido y orientado
por los adultos, desde una perspectiva tutelar, salvacionista, sin considera-
ción alguna acerca de sus derechos. Recién en 1959 se redactó, por deci-

(*) Este artículo se incluye como complemento de los textos anteriores. No correspon-
de a una conferencia. 1987.

275
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

sión de Naciones Unidas, una Declaración a favor de “la niñez”, ahora apo-
yándose en la Declaración Internacional de Derechos Humanos.
Hasta ese momento se trataba de declaraciones, afirmaciones retóri-
cas y buenas intenciones; pero en 1953 el radiólogo Silverman advirtió
extrañas fracturas de los huesos que presentaban algunos niños. Fue el
antecedente de los trabajos de Kempe, creador de la expresión síndro-
me del niño golpeado.
En un primer momento se adjudicó la frecuencia del maltrato a psico-
patologías de los padres, hasta que los estudios permitieron reconocer que
el maltrato no estaba obligatoriamente ligado a psicopatologías sino a otras
razones habituales en la dinámica de la vida familiar.
En la década del ‘60 llevamos a cabo una encuesta que se inició en el Hos-
pital de Niños, donde se interrogaba a madres de clases populares, e incluyó
dos consultorios privados (clases altas y medias), intentando sondear las res-
puestas de las madres acerca de los castigos mediante los cuales sancionaban
a sus hijos. Supusimos que ellas deformarían sus respuestas y que nos nega-
rían sus prácticas violentas. No sucedió de ese modo. El 98 por ciento de las
madres admitió castigar a sus hijos de diversas maneras, aun sabiendo, según
consta en las respuestas, que el castigo no educa y que además ellas pegaban
cuando “se ponían nerviosas” (Giberti, E.: 1965, 2002).
Esas contestaciones maternas nos autorizaron a registrar una rea-
lidad constitutiva de organizaciones familiares que, en aquella épo-
ca, no recurrían al simulacro; por el contrario, se afirmaba: a los chi-
cos y a las chicas se les pega porque una adulta (madre) “se pone
nerviosa”. A sabiendas que esa práctica no educará positivamente a
los hijos, aliviaba en tanto y cuanto generaba la satisfacción que el
ejercicio del poder suscita. La apelación a la racionalidad materna
cuando se posicionaba a la madre como sujeto de encuesta, nos con-
ducía a respuestas que, si bien podemos consignar como ceñidas a
las pautas educacionales de la época, por ese mismo motivo demos-
tró el beneplácito racional ante los castigos. El pacto quedaba con-
sagrado entre quienes precisaban pegar “para aliviarse”, o sea, por
su propio bien (según la frase con destino inverso: se castiga a los
chicos por el bienestar de la adulta), y las prácticas sociales que ga-
rantizan la impunidad del sopapo “a tiempo” omitiendo las restriccio-
nes morales que derivan del trato con quienes son vulnerables de to-
da vulnerabilidad (Giberti, E.: “Los malos tratos contra niños y niñas”,
en Actualidad Pscicológica, noviembre 2002).
La comparación, 40 años después, cuando la Convención intentó reco-
nocer a los niños como sujetos con derechos, focalizó un tiempo cualitati-

276
12 . Eva Giberti

vamente diferenciador respecto de lo que encontrábamos en la década del


‘60. Lo cual no modifica la matriz del sujeto humano: el estado que Freud
(1895, Proyecto de Psicología Científica, Ed. Amorrortu) nombró “desva-
limiento o estado de desamparo” no dispone de los mecanismos psíquicos
y físicos ni del reconocimiento social para ser comprendido y respetado. El
incremento de cursos, conferencias y encuentros acerca de los malos tra-
tos y abusos que padecen niñas y niños nos advierte acerca de la necesi-
dad de profundizar el conocimiento del tema; si bien es notorio el déficit
que encontramos en el ámbito de la prevención.
La presencia de padres que regresan a sus hogares sobrellevando la
saturación que sus actividades les producen, sumada a las tensiones
propias del temor que el riesgo de perder la estabilidad laboral signifi-
ca, nos enfrenta con familias que sólo pueden responder a las deman-
das infantiles mediante el grito o el golpe. Acumulando violencias al
mismo tiempo que gestan una atmósfera que impregna la vida de innu-
merables niños y niñas durante meses y años. La intoxicación emocio-
nal y mental que tal atmósfera genera no siempre se reconoce como
maltrato; sin embargo se instala como una constante que define lo que
podríamos llamar el estado de ánimo de los niños y niñas que la sobre-
llevan. Ya sea mediante respuestas agresivamente descontroladas o in-
corporando un entristecimiento general en sus experiencias cotidianas.
La investigación realizada por Fonagy (Psicoanálisis, focos y apertu-
ras, Ed. Agora, Uruguay, 2002) en la Clínica Menninger, con niños en-
tre 5 y 8 años, evidenció que aquellos que habían sido maltratados pa-
decían déficits específicos en las tareas que requerían mentalización, en
particular aquellas criaturas que habían sufrido abusos sexuales. Las
conclusiones obtenidas le permiten sugerir que el maltrato podría con-
ducir a que estos niños se “retirasen del mundo de la mente”.
Entre las conclusiones, la necesidad de proximidad de estas criaturas
persiste y tal vez aumente como consecuencia del sufrimiento causado por
el abuso. La proximidad mental se vuelve “insoportablemente dolorosa” y
la necesidad de acercamiento se expresa a nivel físico. Lo que conduce, pa-
radojalmente, a que el niño o la niña se sienta empujado a mantener una
cercanía fisica con el abusador. La conclusión más significativa quizá sea:
“La contradicción entre la búsqueda de proximidad en los niveles físico y
mental está en la raíz del apego desorganizado que tan consistentemente
se encuentra en los niños que han sufrido abuso”.
La hipótesis inicial propuesta por estas investigaciones sostuvo lo que
habría de concluirse: Es posible suponer que los estados mentales de or-
ganizaciones familiares violentas tendrán características peligrosas para

277
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

los niños al reconocer el odio o los deseos asesinos involucrados en las


conductas de maltrato que fuerzan a la criatura a verse a sí misma como
poco valiosa y poco merecedora de amor.

Perspectivas maltratantes
que no se analizan como tales

Los estudios privilegian el análisis de los padecimientos durante la edad


del deambulador, el niñito o la niñita que concurren al jardín de infantes y
la niñez propia de los primeros años de vida hasta la pubertad. Pero se ig-
noran los malos tratos hacia los recién nacidos y lactantes que recién sue-
len repertorizarse a partir de la muerte de bebés por golpiza o por ser sa-
cudidos contra una pared; la posterior intervención policial queda a cargo
del hecho. Esta índole de maltrato se incorpora jurídicamente en la catego-
ría de violencia física productora de muerte, pero desconocemos el destino
de hermanas o hermanos de ese bebé.
Se advierte la escasa importancia que se otorga a las maniobras con los
recién nacidos, responsabilidad de aquellos pediatras, nurses, enfermeras
que pueden maltratar por exacerbación técnica; o bien la existencia de ma-
niobras psicosociales y jurídicas que en algunas oportunidades están desti-
nadas a separarlos de sus madres “negras y pobres, para que estén mejor
con una buena familia”. Hechos que pueden ser verificados por jueces que
han debido intervenir en busca de la restitución de bebés tramitados según
lo expuesto. Estos malos tratos posibles no han sido repertorizados, si bien
existen documentos que internacionalmente se refieren al tema.
Por otra parte, la tendencia a generalizar los efectos del maltrato contra
niños y niñas, como si las consecuencias sobre ambos fuesen equivalentes
o iguales, visibiliza la desmentida, la negación y/o el sexismo encubierto de
quienes así proceden. Mecanismos que impiden conectarse con informacio-
nes internacionales y epidemiológicas. Reproduzco el último informe
(1998) de Save the Children:

“Las niñas sufren de una y media a tres veces más abusos sexuales
que los niños. Se dan en todas las edades, pero más frecuentemente
entre los 10 y los 13 años. En el 46% de los casos, se repiten más de
una vez sobre la misma víctima.” Se refiere a España.

278
12 . Eva Giberti

“Los abusos tienen efectos diferentes para niños y niñas. Los niños
varones que han sido agredidos es más probable que abusen de
otros menores y suelen mostrarse agresivos, mientras que las niñas
suelen sentir depresión y ansiedad.
El hecho de ser niña es, indudablemente, uno de los factores que ha-
ce mucho más probable llegar a ser víctima de abusos sexuales. Los
resultados de los estudios coinciden en que las mujeres sufren el
abuso sexual infantil de una y media a tres veces más que los hom-
bres. Un sondeo nacional del Gobierno Federal de Estados Unidos
mostró, por ejemplo, que, en este país, las niñas sufren tres veces
más abusos que los niños.”

Tanto el desconocimiento cuanto la negación de estos dos últimas pers-


pectivas: el maltrato contra los bebés y el intento de globalizar los efectos
de las violencias y abusos contra niñas y niños sin diferenciar las caracte-
risticas por género, autorizan a comparar las modalidades de aquellas ma-
dres de los años ‘60 que parecían no reconocer la gravedad de sus conduc-
tas, con el estilo silenciador e invisibilizador de la realidad por parte de
quienes dicen de sí mismos que investigan en este tema. Cabe preguntar-
se: ¿cuáles serán las lógicas que regulan los pensamientos de quienes no
advierten las diferencias entre niños y niñas y se desentienden de los ma-
los tratos contra los bebés, justamente aquellos que carecen de lenguaje
para denunciar a padres y profesionales maltratantes?
Quizá sea posible organizar una duda que contenga estos interrogan-
tes junto con aquellos que nos conducen a preguntarnos acerca de la au-
sencia de técnicas y modalidades en prevención del maltrato y del abu-
so sexual, como si se descontara que será una tarea improba, dada la
necesidad de ejercer poder que ponen en práctica los adultos maltrata-
dores. Sin cejar en las permanentes enseñanzas que, desde la respon-
sabilidad, debemos producir.

279
Selección bibliográfica
de textos acerca de maltrato
y abuso sexual contra niños
y niñas que pueden
encontrarse en Buenos Aires

BARUDY, J.: El dolor invisible de la infancia. Una lectura ecosistémica del


maltrato infantil. Paidós. Barcelona. 1998.
BRINGIOTTI, M. Inés: Maltrato infantil. Paidós. Bs. As. 2001.
BRINGIOTTI, M. Inés: La escuela ante los niños maltratados. Paidós. Bs. As.
CANTON DUARTE, J.; CORTES, A.: Malos tratos y abuso sexual infantil.
Siglo XXI. Madrid, 1997.
CIRILLO, S.; DI BLASIO, P. (1991): Niños Maltratados. Paidós. Buenos Aires.
CHEJTER, S.: La voz tutelada. Ed. Gráficos y servicios. Bs. As. 1996.
CHEJTER, S.; PAGGI, P.; VIAR, J. P. (2000): Violencia hacia niñas, niños
y adolescentes. Elementos básicos para su atención en el sector sa-
lud. Ministerio de Salud. Bs. As. 2000.
DE MAUSE, L. l.: Historia de la infancia. Alianza. Madrid. 1994.
FERNANDEZ, E. D.: De los malos tratos en la niñez y otras crueldades.
Ed. Lumen Humanitas. Bs. As. 2003.
GIBERTI E.; LAMBERTI, S. y otros: Incesto paterno filial contra la hija-ni-
ña. Ed. Universidad, Bs. As. 1998.
GIL, E.: Tratamiento sistémico de la familia que abusa. Granica, Bs. As.
1997.
GLASER, D.; FROSH, S. Abuso sexual de niños. Paidós. Buenos Aires,
1997. Colección Psicología, Psiquiatría y Psicoterapia.

281
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

GROSMAN, C.; MESTERMAN, S.: Maltrato al menor. Ed. Universidad. Bs. As.
INTEBI, I.: Abuso sexual infantil. Granica. Bs. As. 1998.
INTEBI, I.; OSNAJANSKI, N. (2003): “Maltrato de Niños, Niñas y Adolescen-
tes”, Cuadernos de Capacitación Familias del Nuevo Siglo. ISPCAN.
LAMBERTI, Silvio; SÁNCHEZ, Aurora (compiladores): Violencia familiar y
abuso sexual. Ed. Universidad. Bs. As. 1998.
LAMBERTI, S. (compilador): Maltrato infantil (Riesgos del compromiso
profesional). Ed. Universidad. Bs. As. 2003.
LOUREIRO, R.: Lo que pasa en casa; de la violencia que no se habla. Ed.
Psicolibros. Montevideo, Uruguay. 2003.
MEDEM, José Manuel Martín. La Guerra contra los niños. La impunidad
de la violencia en la miseria, El Viejo Topo, Barcelona, 1998.
MARCHIORI H.: “Asistencia victimológica”, en Criminología. Marcos Ler-
ner, Cordoba, 1999.
OTERO, M. Federica (coord.): Infancia: vulneración de derechos e inter-
venciones en la urgencia. Espacio Editorial. Buenos Aires.
PERRONE, R. y NANNINI, M.: Violencia y abuso sexual en la familia. Pai-
dós. Bs. As. 1997.
PODESTA, M.; ROVEA, O.: Abuso sexual infantil intrafamiliar. Abordaje
desde el Trabajo Social. Espacio Editorial. Buenos Aires.
ROZANSKI, C. A.: Abuso sexual infantil. Ed. B. Argentina. Bs. As., 2003.
SANZ, D. y MOLINA, A.: Violencia y abuso en la familia. Lumen/Humani-
tas, Buenos Aires, 1999.
TONON, Graciela: Maltrato infantil intrafamiliar. Propuestas de interven-
ción. Espacio Editorial. Buenos Aires.
VOLNOVICH, Jorge: Abuso sexual en la infancia. Ed. Lumen, Bs. As. 2002.

282
Indice

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Dr. Aníbal Ibarra [Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires]
Resumen histórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Los Cursos del Consejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Una pregunta engañosa acerca del maltrato
y el abuso sexual contra niños y niñas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Lic. Eva Giberti
Palabras inaugurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Prof. María Elena Naddeo
1. Abuso sexual y malos tratos:
respuestas institucionales en el marco de un circuito
de protección integral de derechos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Lic. Cristina Erbaro y equipo
2. Un espacio de escucha y visibilización
de situaciones de vulneración de derechos
de chicas y chicos: “la línea 102” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Lic. María Federica Otero
3. Evaluación psiquiátrica forense de niños y niñas
ante denuncias de abuso sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Dra. Virginia Berlinerblau
4. Obstáculos institucionales de la intervención en casos
de abuso sexual infantil. Algunas respuestas . . . . . . . . . . . . . 79
Dr. Carlos Rozanski
5. Los malos tratos y los abusos sexuales
contra niños, niñas y adolescentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Lic. Jorge Garaventa
Abuso sexual y malos tratos contra niñas, niños y adolescentes

6. El abuso sexual infantil:


abordaje desde el Trabajo Social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Lic. Carmen Frías
7. Derechos del niño, violencia, institución.
Redefinición del contexto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
Dra. Angeles Baliero de Burundarena
8. Las Defensorías Zonales
de Niños, Niñas y Adolescentes
El rol de la querella en el marco de un proceso penal
que tiene a los niños y adolescentes como víctimas
de los delitos contra la integridad sexual . . . . . . . . . . . . . . . . 185
Dra. Cecilia Sosa
El rol de la querella en los casos
de abuso sexual infantil. Defensoría Palermo . . . . . . . . . . . . . 191
Dra. Gabriela Vázquez • Fernando Valsechi
Caso de abuso sexual y violación agravada.
Defensoría Plaza Lavalle . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
Dra. Liliana Peluso • Dra. Daniela Arias
9. Maltrato físico infantil: qué nos dicen
las investigaciones en la Argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
Dra. María Inés Bringiotti
10. El maltrato hacia los niños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239
Cora Bertini • Sandra De Luca • Nicolás Fariña
Alicia H. Ganduglia • Nélida Sisini
11. Explotación sexual infanto-jjuvenil.
“La naturalización de todos los abusos” . . . . . . . . . . . . . . . . 259
Prof. María Elena Naddeo
12. Malos tratos contra niños y niñas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Lic. Eva Giberti
Selección bibliográfica de textos acerca
de maltrato y abuso sexual contra niños y niñas
que pueden encontrarse en Buenos Aires . . . . . . . . . . . . . . 281

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