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De la huida de lo sano y la huida de lo enfermo

Dos novelas, Impuesto a la carne de Diamela Eltit y La guerra del papel de Oswaldo
Calatayud, entre las varias temáticas que abarcan, tocan también la de lo sano y lo
enfermo. Me refiero a lo sano como lo “que goza de perfecta salud”, lo enfermo
como lo que encarna la “alteridad más o menos grave de la salud” y salud como
“estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones”. Ambas
novelas encaran este tema de una manera similar, pues los personajes están
enfermos. Sin embargo, se presenta una diferencia: la madre y la hija, personajes
de la novela de Eltit, tratan de huir de lo sano; en cambio, K. trata de huir de lo
enfermo. La pregunta es: ¿en qué desembocan estas huidas?

1. Dos problemas: entre los bordes y el exceso


Tanto en la novela de Eltit como en la de Calatayud nos encontramos con
personajes enfermos. Sin embargo, las enfermedades de los personajes inician en
momentos distintos y se desarrollan de maneras distintas.

a) Enfermedad por imposición


En la novela de Eltit, la enfermedad se impone como adjetivo a todo aquello que no
pueda funcionar dentro del hospital. Apenas nacen, madre e hija son sometidas al
diagnóstico, y luego mutiladas siguiendo el modelo de bordes que son impuestos
por el cuerpo médico. A pesar de ello, las dos mujeres buscan estrategias para no
ser amoldadas y, por tanto, separadas. La enfermedad, en este caso, es ficticia. A
continuación, un ejemplo de la novela:
“Pero justo en ese momento empezó la trágica costumbre de estar a solas en el mundo,
aisladas, entregadas a los caprichos (en perpetua renovación) del cuerpo médico y de sus
fans. Porque ambos (los médicos y sus fans) nunca iban a abandonar nuestros órganos ni
menos la costumbre de producirnos cortes transversales en áreas estratégicas de nuestra
piel. Un cuerpo (médico) que se abocaría a tratarnos con una cantidad alarmante de
medicamentos hasta construir en torno a nosotras un campo magnético.
Nos intoxicaron la cabeza, nos intoxicaron los hombros y nos intoxicaron incluso los dedos
de los pies. Pero nosotras incitamos a nuestros órganos hacia una posición anarquista y así
conseguimos imprimirle una dirección más radical a nuestros cuerpos.” (pág. 15)
b) Enfermedad por exposición
A lo largo de la novela de Calatayud, K. se descubre enfermo. El hecho de que
enferme de Tilger atraviesa tanto al personaje que incorpora el discurso de la
impotencia ante lo natural a su forma de ver el mundo. A continuación, presento
dos ejemplos. En el primero K., irónicamente, llama demente (enfermo) al ser
humano que crea en una idea metafísica y no en una científica; en el segundo, se
refiere a las huellas dactilares como un laberinto, como una esencia quizá, en que
la existencia está perdida.
“Demente el hombre aquel que crea en el tiempo, sin una dádiva minúscula a su genética,
sin un mínimo de observación al verdadero motivo de su defunción.” (pág. 63)
“Las huellas dactilares dibujan un laberinto al que ni la existencia puede seguirle el hilo…”
(pág. 84)

2. ¿De qué/quién se huye?


En ambas novelas existe una dialéctica de la huida y la búsqueda. Sin embargo, me
parece que las dos son contrarias: en la novela de Eltit, las mujeres buscan huir de
lo sano y buscan en ellas lo enfermo como lugar de resistencia; en cambio, en la
novela de Calatayud, K. huye del exceso de lo enfermo y busca el lugar seguro ¿de
lo sano?

a) Huir del cuerpo sitiado en lo sano


La hija, en la novela de Eltit, decide huir del hospital sin su madre. Fuera de él
encuentra a su prima, quien trata de convencerla de quedarse con ella. La hija
decide que no, pues no quiere que sus órganos sean extirpados por el médico-
padre de su prima, quien además está vacía. Es ahí donde decide volver al hospital
y con su madre, es decir, a la enfermedad. Así:
“Miré la esquina y decidí que la única seguridad con la que contaba radicaba en mantener
en mí el cuerpo de mi madre. Entendí que debía empaparme de las ideas y los programas
libertarios que ella me inculcaba y dejé a mi prima con la esperanza destrozada, llorando
en esa esquina porque perdía la única oportunidad de que su padre las dejara tranquilas, a
ella y a su hermana, que dejara en paz sus órganos. Pero yo la abandoné en medio de
considerables e injustos reproches, le di la espalda y me devolví certeramente, con la
convicción total de que había cometido una de las acciones más equivocadas de mi
historia.” (pág. 99)
b) Huir del cuerpo excedido de lo enfermo
En La guerra del papel, K. no puede moverse y apenas puede dictar las palabras a
un nuncio que le lee los labios y transcribe sus cartas para Abril. La forma en la que
K. “huye” de su cuerpo enfermo es parte de lo que crítica. Es decir, huye gracias a
un producto de la metafísica: la idea del trascendencia. Sin embargo, esta idea no
está sola, pues, con la ayuda del nuncio, le hace un cuerpo que está fuera de él (la
escritura de las cartas).
“Le escribiré cuando tenga papel y posibilidades de poner un punto aparte, cuando me
venga en gana, mientras tanto le digo que nadie me ha preguntado por mí –olvidado que
estoy, veremos por cuánto…” (pág. 304)

3. La huida: ¿síntoma o fármaco?


En ambas novelas podemos ver trabajadas las nociones de enfermedad y sanidad.
En la novela de Eltit, en la huida de lo sano se huye hacia el cuerpo que es un
refugio y se mantiene el cuerpo en la enfermedad y así, más fuera del hospital (a
pesar de estar dentro); en la novela de Calatayud se construye un espacio de
seguridad fuera del cuerpo para huir de él y, por tanto, de la enfermedad.

a) La repetición del síntoma de la enfermedad para propagarla


En la novela de Eltit, no buscan precisamente la trascendencia, sino más bien un
recordar dentro de la inmanencia, y este recordar se hace con el cuerpo. Si la
memoria (la mente) es el órgano de la historia, ahora el cuerpo se convierte en el
órgano de la historia. Los síntomas de la enfermedad, entonces, se propagan de
cuerpo a cuerpo (y así también lo hace la resistencia a lo sano). Así:
“Aquí estamos, acostadas en las camas, tensas en las camas, huesudas en las camas, para
contemplar estas horas dedicadas a los chismes que consignan, entre risas y relatos
crueles, las causas de los fallecimientos. Pero no consigo divertirme porque me olvido
demasiado rápido de las historias y mi madre, que no las entiende del todo, me obliga a
repetir anécdotas de cada una de las muertas y quiere que yo reproduzca los síntomas, las
convulsiones, los vómitos y cada detalle fónico de los estertores.” (pág. 178)

b) La escritura como enfermedad y fármaco


En la novela de Calatayud, las cartas hacen el cuerpo de las ideas y el amor de K., el
cuerpo de K. Si bien gracias a esta trascendencia el cuerpo de K. no se “cura”, sí
puede estar en otro cuerpo: las cartas. A la vez, K. puede huir de la enfermedad. Sin
embargo, queda también el hecho de que a lo largo de la novela el nuncio puede
mutilar a su antojo el nuevo cuerpo de K. Sin olvidar, además, que las cartas de K.
no son leídas por Abril.

A modo de conclusión, en ambas novelas, se ven dos huidas: una huida de lo sano y
otra huida de lo enfermo. La primera, que se ve en la novela de Eltit, termina
construyendo un cuerpo enfermo pero inmanente que es también un espacio de
resistencia ante lo sano. La segunda, que está en la novela de Calatayud, termina
construyendo otro cuerpo a partir de la escritura que permite al personaje
trascender su cuerpo y, por lo tanto, su enfermedad.

Bibliografía

Eltit, Diamela. Impuesto a la carne. Buenos Aires: Eterna cadencia, 2012.

Calatayud, Oswaldo. La guerra del papel. Facsímiles de funebrero y cuerpos del


futuro. La Paz: 3600, 2016.

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