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DE LI lI8EITE DEL UBEITIDOR -:"""';"
SIMO~ BOLIVAR
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17 D& DICIEMBRE
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11131
Envío de
SIMON BOLIVAR
17 DE DICiEMBRE
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......
~ 1830 :
e•• _
1931
Huestra ofrenàa
No otra significación tienen estas páginas, recogidas de entre
el acopio múltiple de la prensa diaria con un fervor y illl culto muy
sincero, para drecerlo a nuestra juventud como un fragante ma-
nojo ...de bellas y sentidas flores, que e! alma de la Patrià esparció en
torno de la figura del Libertador con motivo de las solemnes con-
me~oraciones del primer centenario de su muerte, cum?lido el pa-
sado 17 de Di~iembre de 1930. AcontecilJ.liento que fué como una
clarinada de silencio, que hubo de llenar de sagrado recogimiento -
todas las actividades y organismos de la República, que se conmovió
tu presencia del amargo y fúnebre instante recordatorio, abrumando
con sus tristes evocaciones el corazón de todos los pueblos, porque
el influjo y la acción de Bolívar fué de aquellas que, por sus incon-
trastables y definitivos resul~ados se impusieron a la admiración del
Mundo.
Así fué también como nuestra Patria no rehuyó su dolor ante
el miraje sombrío de la muerte del Héroe, de Bolívar, el Padre de
la libertad continental, e! soldado insigne y extraordinario, en cuya
cabeza de titán y de iluminado brilló la visión esplendorosa de la
libertad de estos pueblos, unida a la conquista de todos sus derechos
y atributos de naciones autónomas, que en esta fecha de tristísimos
recuerdos y de graves meditaciones espirituales, se estremecieron
hasta lo más hondo para elevar su oración, como un himno clamo-
roso en memoria del Héroe Gigante, caído para siempre, ha cien
años, en la soledad quieta de San Pedro Alejandrino, allá en las
cercanías de Santa Marta, en el fúnebre atardecer del 17 de Diciem-
bre de 1830, después de veinte años de rudas peleas, de luchas colo-
sales y bravas, de empeños sin paralelo y de triunfos y reveces sin
igual en la historia; porque todo parecerá pálido ante la radiosa pro-
yección del genio de Bolívar, que fue la feliz concreción de todas
las facultades del guerrero, del estadista, de! filósofo y del VlSlona-
)
BANCO DE LA REPUBLICA
61&1.IOTECA LUIS - ANGEL ARANGO
C _~TALOGÁCI0N
rio, puestas al servieio de un ideal grande y sublime: la libertad de
la patria, la redención política de un Mundo, la creación de nuevas
nacionalidades y el establecimiento de la república como norma
definitiva de gobierno. -
Estas páginas son pues, el recuerdo sencillo de aquellos actos
que tuvieron lugar con motivo del primer centenario de la muelte
del Héroe, ola de dolor que llenó la tierra como un inmenso mur-
mullo de plegaria cívica, que hubo de vibrar también en el seno de
nuestra Costa Rica, que se conmovió ante el cuadro evocador de
aquella muerte serena, dulce, mansa y apacible del augustoproscrip.
to, refugiado en la Quinta de San Pedro Alejandrino, y a la sombra
protectora y amable del alero de un gentil español: bello símbolo
de la hidalguía y amor de que siempre nos ha dado inequívocaS
pruebas la grandeza que alienta en sus entrañas la madre Espaiía,
madre fecunda y santa, que nunca -dejaremos de amar con el más
puro de los amores y el más sentido de los afectos.
Aquí, pues, están reunidas las piezas literarias que cantaron en
tal fecha las glorias de Bolívar; las notas épicas del verso sonoro y
transparente con que los poetas dijeron su ritmo de alabanza y de
elogio al Padre de América; la prosa vibrante y henchida de elo-
cuencia con que nuestros escritores evocaron la figura heráldica del
Caudillo, y en fin, aquí están compiladas y puestas de relieve cuantas
. actividades ejerció en tal oportunidad la Sociedad Bolivariana de
Costa Rica, que tomó a su cargo la preparación de aquellos solemnes
homenajes, y hoy, la conservación de ese sentido culto, que el recuer-
do del egregio prócer despierta en el alma de todos los hombres, por
efecto de la hermosura de sus ideales y la grandez~ de sus gigantes
empresas, que le hicieron digno del título deLIBERT ADOR, como
por antono1nasia le llamaron los pueblos.
Hermoso, sugestivo y simbóliéo nombre con que ha pasado a la
historia esta figura mágica de Bolívar, y con el que se distingue del
conjUlnto de todos los héroes de la tierra, como un astro· de primera
potencia en medio de las infinitas constelaciones celestes. Así van
estas. páginas, saturadas del perfume de este afecto y de este culto
devoto y sincero; henchidas de la emoción que aquella vida maravi-
llosa y sorprendente inspira, y plenas del sentimiento admirativo,
que sus altísimos propósitos--encienden en el espíritu y en el cor:uón
de todos los países; porque ellos fueron y serán siempre el signo de
la libertad y de la justicia que dió alientos a sus actos, rrazándoles a·
lin mismo tiempo el sendero de la gloria y del honor!!
o. c. s.
4
BoHuar
ColombÙJDos!
No.30
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA
Considerando:
Que una ley de la República declaró fiesta nacional el día del
aniversario del natalicio de Simón Bolívar; que la misma razón de
ejemplaridad debe invocarse para asociarse a la solemne conmemora-
ción que preparan los Gobiernos y pueblos de la América Española
el día en que sc cumple el primer centenario de la muerte del Liberta-
dor, al pregonar la gloria del héroe de la emancipación wdamericana
y del paladín de las instituciones republicanas;
Por tanto,
DECRETA:
Artículo 1"-En las primeras horas del diez y siete del mes en
curso se ejecutarán salvas de artillería en la misma forma que se
acostumbra el 15 de setiembre. Durante el mismo día estará enarbo-
lado en todos los edificios públicos el pabellón nacional. Se ordena
dar asueto a los empleados públicos dependie!ltes del Poder Ejecutivo
durante las horas de la mañana del referido 17 de diciembre, fecha
del centenario.
Artículo 2"-& invitará al Congreso Constitucional:. a la Corte
Suprema de Justicia, al Cuerpo Diplomático y al Consular para que
asistan en unión de los altos funcionarios del Poder Ejecutivo al ho-
menaje solemne que organizado por la Sociedad Bolivariana, se efec-
tuará al pie del monumento del Libertador, que está erigido en el
Parque Bolívar de e.sta capital, a las diez de la mañana del citado
17 de diciembre en curso.
Artículo 3'-El Secretario de Estado en el Despacho de Rela-
ciones Exteriores queda encargado de ejecutar el presente decreto.
Dado en la Casa PresidenciaL-San José, a los once días del
mes de diciembre de mil novecientos treinta.
Cleto González Víquez
El Secretorio de Es((.do en el
Despocho de Gobernoción.
Juan. Rafael Arias.
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Patriótica y sentiàa moción àlZl Diputaào
àon 1uan Rafael Pérez
en el seno àlZ la rómra àe Representantes
CONGRESO CONSTITUCIONAL
Artículo 1Q
. Artículo 2Q
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Actuación ôe la Socieôaô BoliuarianQ ôe. Costa Rica
5e convoca a un grupo ae [abolieras
San José, 6 de Noviembre de 1930.
Muy señor m\Q:
En vista de· la proximidad del Centenario de la muerte del Gran
Libertador Simón Bolívar, genio múltiple a cuyos empeños, alto pa-
triotismo y tenacidad, lograron estos pueblos de la América Hispana
su independencia, y a cuya vis~ón de estadista supo establecer la más
sólida .democracia y echar los cimientos de un nuevo Derecho Cons-
titucional, fortalecido con los más nobles y generosos ideales de con-
fraternidad continental, y comprendiendo que esta memorable fecha
que se avecina ha de ser motivo como ninguno otro para que estos
países venidos a la vida republicana por el brillante esfuerzo de aquel
pàdre de la Libertad, tributen a su memoria el más férvido y cum-
plido homenaje de su veneración, reconocimiento y amor, creemos
110 ha de ser Costa Rica la única nación hispanoamericana que se
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Programa àe 105 actos
con que la 50cieàaà Boliuc riana
1 àe losta Rica
conmemoró el primer centenario àe la muerte
àel Libertaàor
MARTES 16 DE DICIEMBRE
A las 8 p. m.
Tendrá lugar en el Parque Central la gran retreta. de gala en
memoria del Héroe de América, iniciándose el concierto cm el Himno
Nacional de Costa Rica y los Himnos Nacionales de los países boli-
varianos y a :ontinuación el programa respectivo, que comprende
I11úsicade los más ilustres maestros.
MIERCOLES 17 DE DICIEMBRE
A las 5 a. m.
A las 8 a. m.
A las 9 a. m.
A las 10 a. m.
A la 1 p. mo
A las 9 p. m.
Discurso
Clel Excmo, 5r. minIstro Clel Perú, Dr. Clon Enrique rastro Oy.nglJren,
en representación óe las Paises Bolivarlanos con motivo Clel solemne
hemenale tributado el H~roe, en la fecha Clel centenaria Cle su muerte
Señores:
InviUldo a tomar la palabra en esta ceremonia conmemorativa
de la muerte del Libertador, como repr~entante diplomático dd Perú,
uno de los países que forman la constelación bolivariana en América,
bien comprenderéis gue: mi intervención en este homenaje, si muy
honrosa para el que tiene la complacencia de dirigirse a tan selecto
auditorio, era, hasta cierto pillltO, inexcusable.
Fue en el Perú, señores, donde la figura de Bolívar asumió pro-
porciones verdaderamente continentales. De héroe nacional, aunque
nimbado con la gloria de Carabobo y Boyacá; se tornó en el héroe
americano por excelencia, en el Hombre de la Revolución. Fue en mi
Patria donde se diá el último y definitivo asalto al régimen colonial,
y fue en los campos de Junín y de Ayacucho, obra de Bolívar, con-
creción de su genio militar y de su genio político, donde se o;)eró esa
maravillosa conjunción de todas las fuerzas libertadoras,' que han de
engendrar en su día la solidaridad moral de todos los pueblos espa-
ñoles de América.
Porque ese sentimiento de la cooperación y de la asistencia recí-
proca de todas las naciones de nuestra raza fue el gran ensueño, la
máxima aspiración y el concepto genial del Libertador. Por haber10
"isto y contempladu en toda su diafanidad y pureza, por haber puesto
los primeros sillares de la magnífica construcción, por haberse ade-
lantado a su siglo, concibiendo y poniendo por obra lo que hoy se
trata de implantar en el mundo, distínguese Bolívar de los demás
caudillos de la epopeya revolucionaria y a todos los señorea y aven-
taja. Era Presidente del Perú en 1826, proclama su hermoso proyecto
de Liga y confederación perpétua, que se traduce en el Congreso de
Panamá, donde habían de discutirse y resolverse en paz todos los
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problemas e~teriores del continente. Es clecir,.que allí, rutce C~J1 años,
se prefigura el grandioso pensamiento de Wilson con su Sociedad de
las Naciones, y se anùncian los tribunales de justicia internacional y
los modernos pactos de seguridad y arbitraje, que hoy constituyen la
trágica inquietud de los estadistas de Europa. Es que en su cerebro,
forjado para los grandes pensamientos, no cabían las· mezqui.ndades
ni los particularismos. Lejos de su ánimo la envidia, el rencor, la vil
adulación al dinero. Toma lo que es suyo, y desdeña 10 que no le
pertenece. No quiere galardonarse con los laureles de Sucre, su amigo
dilecto y leal, y le atribuye a él sólo la glOtia inmarcesible ck~Aya.
cucho.
No incurramos, sin embargo, en et fetichismo de los grandes
hombres. Ha transcurrido ya el tiempo necesario para haeer un exa·
men y catalogación de valores. Y la historia ha pronunciado su sen·
tencia, que coloca el nombre de Bolívar como el primero y más egre·
gio de los nacidos en América. Pero entendámonos: Bolívar fiO fue
infalible ni impecable. Porque entonces habría sido, hablando en
términos escolásticos, UN ENTE DE RAZON. y fue algo más
que eso: Fue un hombre, con sús amores y sus odios, con sus def¡·
cienciàs y sus yerros, con sus entusiasmos y extravíos, y por eso pre·
cisamente le comprendemos mejor, y por eso le amamos con toda
nuestra alma, y.le sobreponemos y entronizamos como el héroe repre·
sentativo de nuestra raza.
Bolívar es uno a· modo de caballero aventurero, enamorado de
su Dulcinea, que es la libertad, y poseído de la romántica ilusión
de combatir en nuestra América el despotismo y la anarquía .. Esos
fueron los dos mónstruos, los dos gigantes, a los que se propuso em·
bes~r con toda la fuerza de su brazo omnipotente.
Produjtt otros hombres la revolución, que considerados en sí
mismos, acaso le sobrepujan en ciertos aspectos y modalidades. Páez,
el mulato invencible de las Queseras del Medio, le excedía en atrevi·
miento y en arrojo, y Santander en el sroti.do deta organ.iza.ción, y
Sucre le aventajaba en calma, en prudencia y serenidad, y San Mar-
tíl'l fue un hombre de virtudes superiores y un estratega más cientí-
fico, más minucioso y calcula~or. ¿Pero quién tenía, de entre toda
esa legión de héroes, quién tenía, decidrne, ese cúmulo de fa.èultades
gepiales, esa chispa divina de la intuición, esa inteligencia poderosa
y clarividente, esa voluntad indomable que le hacía, en concepto de
su rival Morillo, MAS PELIGRO VENCIDO QUE VENCEDOR,
esa pasión frenética y avasalladora, sin la cual, como dice Hegel, no
se hace nada importante en eJ mundo, esa elegancia espiritual, ese
desdén de gran señor por toda ruindad y bajeza, ese criterio flexible
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y oportunista del hombre de Estado, que se ve y se palpa en sus do-
cumentos, en su vida y en sus obras?
Nos hallamos en el mes de diciembre de 1830. Hace hoy un siglo
que se realizó en una playa oscura de Colombia el ocaso del Liber-
tador_ El joven aristócrata de Caracas, el que derrochaba alegre y
confiado sus millones y sus energías en los sitios fastuosos de Madrid
y París, el que recordaba a Alcibíades por su frivolidad y exœpticis-
mo, se había transformado, él impulsos del ideal, en el hombre más
portentoso de la revolución americana. El amor y la gloria le han
tejido una corona imperecedera. Es el fundador de cinco repúblicas
ante quien se ha postrado de hinojos toda la América. Pudo empu-
lÍar el cetro imperial que le ofrecían sus teni.entes, y despreciÓ la púr-
pura para ostentar el títulô que más le enorgullecía, el del Liberta-
dor. Ha conocido todos los honores y todas las magnificencias. El
placer sibarítico, sabiamente admipistrado, la ambición de mando, la
embriaguez de la victoria, la contradicción de la vida pública, han
ido plasmando ese caráctn de hierro que se trasluce en la mirada
refulgente, esa mirada que decretó ia victoria de Carabobo y de
Junín. Le han rendido pleitesía los hombres más egregios de Iodas las
razas y de todas las latitudes, desde Humboldt hasta San Mart~n,
desde Benjamín Constant hasta Lafayette. Ha sido Presidente de la
Gran Colombia y Dictadar del Perú. Pero hoy-estamos en 1830-
su faz, lívida y ennegrecida, ostenta las huellas del abatimiento y
del dolor. Una honda, una incurable melancolía anubla sus ojos;
su cuerpo magro, esquelético, no vibra eon las ágiles y nerviosas sacu-
didas que electrizaban a las huestes triunfadoras. Una tos persistente
mina y corroe su agostado organismó. De cuando en cuando prorrum-
pe en quejas y ayes lastimeros. ¿Qué le pasa al Libertador de Amé-
rica, al hombre extraordinario que, según la justísima frase de lUl
gran historiador, "había renovado en sus campañas los portentos de
la conquista española"? Calumniado, execrado, maldecido, sintió en
esta hora suprema la áspera mordedura de la incomprensión de los
suyos, del abandono de sus más fieles amigos, de la deslealtad de
sus parciales y admiradores.
¿Qué gran crimen ha cometido este hombre para quien parecen
hoy pocas todas las invectivas? Comprender antes que los demás que
con lUla masa social, compuesta de un conglomerado de razas hete-
rogéneas y en su mayoría analfabetas, era una demencia instaurar la
plena y auténtica democracia con que él soñaba. Por eso rectificó su
ideario y propugnó la ;>residencia vitalicia y trazó toda la arquitec-
tura política de su Constitución Bolivariana, basada en un sistema
estrictamente conservador. Pero no fue--entiéndase bien--el sensua.
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Ilmo. Rmo. Sr. Dr. José Maria Este\'es
Ot>lspo de Santa Marta quien administró los últimos Sacramentos al
Lit>ertador en San redro /llejandrino. el tO de Olclemt>re de 1830.
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lismo del poder, no fue la vulgar ambición lo que le impulsó a variar
de rumbo, sino la necesidad heroica de salvar a estos pueblos de los
horrores de la anarquía.
Acusado de traición a la causa de la RepÚblica, tuvo el grande
hombre que huír como un malhechor, tuvo que escapar al puñal de
los asesinos, y cuando nada le faltaba para su gloria, ni siquiera la
persecución y la ingratitud de los viles, se refugió en Santa Marta, y
pidió albergue a un español, bueno e hidalgo como el más típico
ejemplar de la raza donde se escribió el QUIJOTE, y ese español,
que se llamaba don Joaquín Mier, le abrió los brazos y las puertas
de su quinta de San Pedra Alejandrino.
Una mañana del me,: de diciembre se presenta en la hospitalaria
mansión un respetable saœrdote. Viste con pulcritud y elegancia los
hábitos episcopales. Todos reconocen al prelado de la Diócesis, el
Ilustrísimo Monseñor Estévez. Los generales que acompañan al Li-
bertador le conducen reverentes al hecho del moribundo, quien se
apercibe a manten~r con el obispo un dulce y transcendente coloquio.
y allí, en esa pobre y destartalada vivienda, se entabla un diálogo
solemne entre el Obispo y el héroe, diálogo que no se parece a nin-
guno de los que ha mantenido antes de ahora el Libertador. Hablan
de cosas espirituales, discurren sobre la eternidad, recuerdan anti-
giios hechos de armas, y de cuando en cuando proyécrase en la estan-
cia la sombra fugitiva de alguna bella pecadora. El Obispo son·
ríe con mansedumbre evangélica, porque lo ha comprendido y lo ha
perdonado todo. Inclina el prócer la gloriosa frente, y deposita en el
regazo del anciano su humilde confesión. Bien. Ya está en paz con
su conciencia, ya e-.stá solo frente a la inmensidad, y allí, de cara al
mar, amargo y profundo como el espíritu del héroe, con los ojos que-
brados casi por la muerte y su cuerpo otenaceado por el dolor, exhaló
un día como hoy el Último aliento, después de proounciar estas subli-
mes palabras: "A mis perseguidores, que me han conducido a las
puertas del sepulcro, yo los perdono".
Señores: hoy se conmemora en el mundo entero el tránsito de
Simón Bolívar a :as regiones de la inmortalidad. En todos los pue-
blos y en toda las lenguas del mundo civilizado se rinde en estos mo-
mentos homenaje a su memoria. Costa Rica, que es un modelo de
democracias, donde se ofrenda el culto más fervoroso a la libertad,
no podía menos de asociarse a esta fúnebre recordación. Aquí están
sus poderes .públicos, aquí están sus hombres más ilustres, aquí está
su bandera, ante la que me indino reverente. Yo le agradezco a Costa
Rica, en nombre de los países bolivarianos, la pompa con qu-e ha que"_
rido revestir esta solemnidad, porque la obra del guerrero insigne no
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se cincunscribe a los pueblos que por él áIcanzaronsu indepe1'ldencla,.
sino antes bien aèarca a todas las naciones.del continente. y de la raza
y excede en magn~tud a cuanto aquí se ha consumado. A él Y sólo a
él se pueden aplicar con justicia las magníficas palabras, dignas de
esculpirse en bronce, con que se dirigió al propio Bolívar en 1825 un
compatriota mío, un humilde cura de aldea, ~l indio Choquehuanca:
"Señor, nada 'de lo que se ha hecho atrás se parece a lo que habéis
hecho, y para que alguien pueda imitaras es preciso que haya W1
m:.lado !:'!.:lj Cluelibertar Habéis creado tres repúblicas, que en el
desarrollo a que están llamadas, elevarán vuestra estatua hasta don-
de ninguna ha llegado, y con el tiempo crecerá vuestro nombre y
vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina".
Discurso
Señores;
Dice Juan Montalvo, allá en uno de sus soberanos períodos de
elocuencia y de sabiduría, que brotan como aguas purísimas de re-
novación del libro de sus "Siete Tratados", y cuando nos habla del
Genio, que, "como no sea la de Olmedo, cualquiera voz será desento-
nada para cantar los hechos de la guerra de la libertad, y trémula
c;.¡alquiera mano para rasguearlos según pide su grandeza", porque,
"en las pinceladas sublimes de aquel bardo descuellan con toda pu·
janza las virtudes del mayor de los héroes del Nuevo Mundo". Pero
señores, a despecho del sabio y prudente consejo del solitario de
I piales aquí venimos ~osotros, con el alma plena de emoción, con el
pensamiento fatigado y falto de fuerzas, que nunca ha tenido, a
desgranar como sencillos pétalos de amapolas la pobre ofrenda de
nuestra devoción y de nuestro culto para el Héroe de América en
esta hora solemne y grave, en la cual la voz del tiempo, anuncia el
principio de una nueva centúria desde aquella desolada y triste ma-
iiana del 17 de diciembre de 1830, en que este varón, y este paladín
agregio de la democracia rindió su portrer aliento, allá, cerca de los
mares atlánticos, a la sombra de los solitarios tamarindos de Santa
Marta, refugiado al dulce alero de aquel satuario de hidal-
guía, que no otra cosa fué el noble y gentil asilo, que en su
propia casa hubo de ofrecerle a este peregrino de la gloria y del dolor,
don Joaquín Mier, en su romántica heredad de San Pedro AleJan-
citino, que desde aquella fecha transformó sus viejas pátínas de oru·
gas y musgos, indiferentes a los años y al paso de los tiempos en res-
plandores, en grimpolas y en destellos sublimes de aquel genio, que
en este solariego sitio, junto a sus silenciosos muros, a su quietud pa-
triarcal y a sus señoriales arcadas, propias de viejas casas conventua·
Yes, reclinó para siempre su augusta cabeza: cabeza de César, cabeza
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de Hércules, cabeza de Titán, que Cecilio Acosta llamó tan propia-
mente de milagros y de prodigios, porque todos, todos los milagros
se crearon allí, porque todos los prodigios nacieron dentro de sus œl-
dillas, que más parecieron nidos de águilas, fuente de estrellas, mági-
co enjambre de astros esplendorosos y ·únkos que habían de sobre-
coger, no solo a su edad heroica y brava, sino que, como una leyenda,
había de pasar de edad en edad para ejemplo y admiración de tcxl03
los pueblos; porque el recuerdo de Bolívar vivirá fresco como los cla·
veles que revientan en mayo, hasta tanto la humanidad no haya per·
dido por el estrago de sus vicios, el cabal concepto de la virtud, del
valor y de la libertad.
Qué, entonces serán mis pobres palabras, en esta hora que hace
vibrar su dolor en todas las torres de la tierra, como una intensa ola de
tristeza, que inunda y llena de su sombra todos los corazones, todas las
almas y todos los espíritus, que corren, que vuelan, como en loco
afán de tragedia a rondar como en vela solemne ese sereno y dulce
asilo que don Joaquín Miel' ofreció al Libertador, para que allí, a la
quieta paz de sus melancólicos bosques y de su lwnbre llena de amor
y de sentido afecto, apagara sus fanales este varón extraordinario,
que ~nas han sabido cantar con justicia y alto sentido de compren-
Ûón filosófica y estética, el egregio bard~ de la Oda a la Batalla de
Junín y el maestro insigne de la juventud de América, José Enrique
Rodó, en su.genial sennón lírico: apología excelsa de la vida del
Héroe, exégesis suprema de su trascendencia en el de!itino moral y
político de los pueblos del Continente.
Qué, entonces os dirá mi modesta palabra, a la que alienta tan
solo una" ¡'ntensa devoción y un sentido afecto, que han sido suficien-
. tes para que la Secretaría de Seguridad Pública y mis dh;tinguidos
çOlllpañeros de la "Sociedad Bolivariana de Costa Rica", me hayan
-dado su letXesentación para este ácto sokmne y revestido de
_toda pompa y hermosura y deeir en su nombre nuestro sencillo elogio
a Bolívar; pues, que. han deseado que su pa1ahrade respeto encuentre
eco en medio de eSotehomenaje de sdnoridades épicas, en tomo- de
es~ bronce que siempre nos recordará la heráldica figura del Liber-
tador, y plantado aquí,. al amparo y arrullo de estos lalzreles que le
exornan perpétuamente COf11() W1 tributo de la patria, cuan<io eleeo
-lejanQ _~ los cañones de Ayacucho cumplieron un siglo de habee tro·
'~:rtadopor última vez en lucha abierta y ~rada contra la tiranía y
el Sojuzgamiento extranjeros, en aquel como desbo«-de de banderas y de
colores, en aquel como loco vendaba! en que cabalgó la Fama para .
llegar a este campo de inmortales recuerdos y pregonar por el ronco
bramido de sus morreros, que conswnían las últimas mechas, que la
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América Hispana era libre, por el brazo, por la espada y por el genio
de Bolívar; de Bolivar, que ilwninó el alma pura y diáfana del
Mariscal Sucre, que impiró el soberano apóstrofe con que Córdova
diá alientos de delirio a sus bravos batallones, hasta dominar :.a cum-
bre del Cóndor Cunca, que había de ser inmortal como el nombre del
Caudillo que flagelo con su tizona asoladora su testa de piedra y de
rocas milenarias, como en un duelo singular y bárbaro, del que apenas
hay símil, allá en los lejanos días de Pompeyo, que se derrumbó en
Farsalía, tal como cayeron en este campo los virreyes de la España
de la conquista y de la dominación, frente a las legiones libertadoras
de Bolívar, comandadas por el gallardo General Sucre y desplegadas
rn órden de victoria, en esa majestuosa pampa de Ayacucho, que fué
desde esta memorable mañana del 9 de diciembre de 1824, el asiento
inconmovible de la libertad del Nuevo Mundo; porque, al :,:edoble
fragoroso de sus tambores y al épico cantar de sus clarines v estri·
dente crujir de sus lanzas, despertaron de sus nidos las viejas águilas
de! Anahuac y del Inca para desplegar sus alas como banderas pro·
tectoras en la inmensidad del cielo de América, que se llenó de luz
como en las horas bíblicas de la Anunciación.
Pero señores: Por mucho que esta hora y este día sean de luc-
tuosas y muy sentidas conmemoraciones; por mucho que este instante
de apoteosis lleve en su seno un lampo de dolor y de infinita triste-
za, cuando revive en nosotros el drama hwnilde de San Pedro Ale·
Jrtndrino, no es momento de llorar, no; no es momento oportuno de
musitar elegías cadenciosas y lúgubres como los Trenas del Profeta
y las desgarrador as lamentaciones de ] ob, que lloraron en su lago
de amarguras sus propias defecciones y sus propias miserias, hijas de
este corrupto barro de que estamos formados. Pero en esta hora, no;
porque la muerte tuvo aquí otro más grande y más hermoso sentido:
fué una ascensión gloriosa a las regiones de la eternidad, fué un
tránsito a la dulce plenitud de las almas; fué una mutación hacia
los vergeles eternos, sombreados por la suave y olímpica fragancia
de aquel bosque de laureles en donde sólo penetra el espíritu de los
hér~, de <K}ucllos que supieron hacer de sus vidas admirables, fra-
guas de virtud, de ideales y de abnegaciones.
y quién señores, colmó las ánforas de la gracia con más deli-
cado néctar y con vino de mejor calidad que este varón; raro varón
de leyenda, de romance y de epopeya? Nadie!!!. ..
Los siglos pasados apenas nos muestran en sus páginas el desen.
freno, el odio, el rencor, la venganza, como negras orugas mordiendo
las en.trañas de soldados traidores, de tribu nos corrompidos, de poetas
adulones y faltos de carácter, de políticos rastreros, de reyes y de
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c!hlperadores cinbrut:ecidos·por la ,pasión y el hartazgo de sus concu-
piscencias; de capitanes afortunados, que más sembraron el terror y
la miseria como ciclón de ruinas para satisfacer sus necias vanidades,
sus orgullos y ambiciones y sojuzgar un mundo para dado en patri-
o monio a sus secuaces, a sus cómplices en la infernal orgía de sus co-
ronas, de sus tronos y de sus cetros reales, que aquel tropel apocalíp-
tico arrebató de unas testas para clavárselas'-en la suya propia, como
en un festín de ebrios que hicieron de la vieja bandera de la repú-
blica, or,lada de mirtos y de lauros, no la insignia de sus propósitos
nobles, sino el triste gonfalón de la rapiña y de la conquista.
• Pero el ideal, la grandeza de espíritu, la divina inspiración del
genio, de la virtud y de la belleza, de la poesía como suprema y
última forma de ese hálito de Dios, que vibra dentro del pecho de los
elegidos de la gloria como númen creador de lo sublime y eterno,
no; no señores ... ese aspecto extraordinario del hombre poI;eído y
:orrebatado de la hermosura de un ideal superior digno de los dioses,
o
,
I
Qulnu de San I"edro I\leJandrlno, cerca a la ciudad de Santa Marta (Colombia)donde expiró el L11.trtador
. a la 1 de la tarde el.17 _M Plclembre de 1830 •
...•- : -~.'.
soldado de Redención también le faltó un pecho fraterno y leal en
donde reclinar la suya, cargada de laureles y de espinas en esta hora
pavorosa de las "últimas fulguraciones de la conciencia y de los poo-
treros latidos de la vida".
y él, el Libertador de un mundo, el creador de tantas patrias
no tiene en estos instantes de la negra ingratitud ninguna en donde
consolar sus quebrantos y dar paz a sus crueles desengaños.
y así muere Bolívar: en el silencio, en el abandono y en la más
trágica desolación: mordido por las víboras de la calumnia, acosado
ror los chacales del odio, crucificado por los puñales de la ingratitud
'i la inconsciencia de aquellos mismos pueblos, que ayer ;:10 más le·
aclamaron hasta el delirio y la locura.
Pero su alma grande, su alma iluminada por la misma luz que
le alumbró en Pativilca, no mira la miseria de la tierra, no; ella con·
templa la gloria, la eternidad, que ya prende sobre su espíritu su
primera diadema y que le inspira su postrer proclama a los colombia-
nos, que es lenta y apagada como un canto de Miserere, triste como
tina elegía y melancólica como los Trenas del Profeta, amarga y
profunda como las postreras laml:ntaciones de Job; armoniosa como
una música celeste, que se queda \'ibrando en lo más íntimo del alma,
en lo más puro dd corazón, en lo más oculto del pensamiento; porque
en ella sólo se respira el aroma delicado y manso del Ferdón mise·
ricordioso, de la clemencia y de la piedad cristianas, q'...\e brota de
sus labios, que calcina la fiebre y la sed de agonía, como un manan-
tial de paz, de ternura y de amo': para aplacar las pasiones y el des-
borde de los odios que hunden la patria en los abismos de la guerra
civil, y quiere entonces, que su fluerte, suprema renunciación, sea, el
vínculo sagrado que una todas Jas voluntades en bien de Colombia,
de aquella Gran Colombia, que soñó como piedra angu.lar de la futu-
OraGran Confederación Ibero Americana y que se hundió para siem-
pre cuando el Sol Magnífico que la fecundó apago sus brillos en este
sombrío atardecer del 17 de diciembre de 1830, en medio de la inquie-
tud espectante del Nuevo Mundo, del silencio de sus r:lontañas, del
recogimiento religioso y casi míst ico de todas las almas que le amaron
y le supieron comprender y que, contemplaron aquel augusto véspero
como la iniciación agorera de nuestras desgracias y de nuestras luchas
estériles.
Señores: Ya el caudillo reposa para siempre: el águila esplén-
dida que señoreó el espacio está rendida y con las alas rotas, y aquel
guerrero extraordinario, que estremeció al galope de sus potros in-
víctos y como centauros, la majestad de un mundo, en una sublime
gesta de libertad, atronadora, bárbara y relampagu.eante como las
orquestaciones esttuendosas de Beeth(Wen, es ya tan sólo un pobre y
frío puñado de œnizas, en tomo de ~ cuaJes vierten sus lágrimas en
.tsta hora œnrenaria, todas las naci<n:s deIá tierra, comprendiendo en
tsœ supremo duelo el grito de angustia dè nuestra patria, que gime poi:
la voz de sus cañones, que llora en la plasticidad melancólica y lúgu-
bre de sus banderas, ceñidas de negro crespón, como en las hOl""dS de
más hondo dolor y de más terrible abatÍmiento moral, para dl~irle
a su espíritu, que gravita como una llama de fuego sobre esta multi-
tud, qI.lC aquí estamos a la sombra de sus viejos pendones y de sus
iíltísUnOSideales, siempre en guardia, como soldados dè su campa-
mento, para defender los fueros de la justicia y de la libertad, para
escudar los inflexibles mandatos de la república, y también, por qu~
no decido? para mantener su gloria, su nombre, su rec~rdo excelso,
que constituyen la más alta y más heroica y pura herencia de nuestra
Gran Patria Latino Americana.
Señores!
:>0
La Conmemoración del Centenario de la muerte de Boll~ar en Costa Rica
)1
En el Teotro t-laCÎanol
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
pronunclaelo par ,,) Expreslel"nt" el" la R"púb)ica è)on Julio Acosta Garcia,
al Iniciarse ,,) acto.
Señores:
*
'" *
Leyendo 13 historia de los grandes hombres lo que más 110S
conmueve y cautiva nuestra admiración, 110 son sus éxito:; felices, ni
menos sus victorias en los campos de batalla, sino su desinterés, su des-
prendimi.ento, su gcnerosidad única, ese constante y perpétuo anhelo
suyo dt' darse por cnlero a otro>, de ofrendar espontáneamente· il bs
41
Bóll~ar en 1830
(01.0 d.J pilllor VMuo[¡mo Arturo Mich.kne)
42
demás lo que la vida tiene d::: m~s dulce, amable y grato, en .tras de
un ideal: la libertad, la igualdad, el derecho, la justicia. la salud o el
binestat humanos._ Y en esto estriba la genuína, la auténtica gran-
deza; sólo a ese precio Si: la adquiere en los mercados de los hombres;
sólo con ásperas monedas de renunciación y de sacrificio se compra
la gloria.
Cuando queramos medir la ~statura moral de un hombre, su
aptitud de realización, Stl verdadera grandeza, principiemos por in-
\it'stigar cuál ha sido su capacidad para renunciar, para sacrificarse,
hasta dónde llegó su desinterés y su desprendimiento. Esa es la nor-
ma; ésa es la piedra de togue de toda grandeza; ni Dios mismo pudo
sustraerse a ella. Desdeñad a los hombres que se consideran grandes,
o que aspiran a serio, sin haberse tomado pena alguna por sus seme-
jantes, gozando de todo, defendiendo con egoísmo su tranquilidad y
ccnquistando con previsión su bienestar y el bienestar de los SUfOS.
Sonreid de ~sos apóstoles de la comodidad, que han hecho de su
prc.pia paz un evangelio; que sólo consienten en servir, a condición
de mandar, y que \levan a la patria una cuenta por debe y haber,
temerosos de gue algÚn servicio de los que creen haberle prestado
vaya a quedar sin la debida r~tribución. De hombres com? ésos está
pcblada hoy nuestr3 América; pero hombres como ésos no libertaran
?aíses, ni crearán naciollalidades, ni fundarán repúblicas, ni emano
ciparán esclavos, ni renunciarán mi\lones, ni dejarán el poder cuando
sû~ conciudadanos, justa o injustamente, se fatiguen de e\los; a hom-
bres como ésos tendrán siempre camisas que ponerles cuando se
mueran de viejos. He aquí por qué, como sentenció .José Martí, "lo
clue Bolívar no hizo, está todavía por hacer".
C.Jando Bolívar juró sobre el Monte Sacro libertar la América,
era inmensamente rico y sobre el dintel de su casona solariega de
Caracas había, ta\lado en piedra del Avila, un escudo en el que cam·
peaba la encina a cuya sombra próvida se juraron los fuer06 vascos.
Se había educado en el Colegio de Nobles de Madrid, teniendo por
compaílero de estudios y de juegos al príncipe heredero, que más
tarde se llamó Fernando VII. A los quince años entraba en la alcoba
de la reina; a los diez y ocho era el amante de gran dama aristocrá·
Úca en París, en cuyo salón conoció a hombres célebres de la época,
y a los diez y nueve, cuando contrae matrimonio, se casa con una
marquesa.
Instruído, gallardo, caballeroso, gentil, pudo haber continuado
su vida de placer en Europa, gozando de las rentas de sus millones
y de los que aún faltábanle por heredar, y regresar de veZ en cuando
a Venezuela para visitar sus ha:::iendas y sus minas y para ser el
£r'bitro de las elegancias en la sociedad colonial. Nada tenía él que
temer ni detCapitán General ni de los oidores de la Real Audiencia,
'llJe tratábanlo con las consideraciones a que lo hacían acreedor su
tango y su fortuna, c~n las mismas que tUYO ,para él el Virrey de
Méjico, cuando estuvo alojado en el palacio de sus parientes los ,rnar-
queses de Uluapa, a pesar de las indiscretas declaraciones de rebeldía
que hizo en la capital de la. Nueva España. Que los criollos vejados
y oprimidos, que los negros esclavos, zambos y mulatos suspiraran
por la libertad y lucha:ran hasta morh- por conseguiria, es muy justo
y puesto en razón; pero que Simón Bolívar, siendo quien era, dilapl.-
" dara su fortuna, se jugara mil veces la vida, se expusiera a ser fusi-
lado por la espalda como un traidor, como el Conde de Casa-Valen-
~a y otros próceres de la nobleza colonial; sufriera privaciones JI
- fa.tigas sin cuento; sirviera de blanco a la maledicencia, la diatriba }'
la calumnia para libertad del dominio español a esos mismos criollos
y esclavos, es cosa que no tiene paralelo en la Historia, por lo desinte·
resado, generoso y sublime, con sublimidad que raya en la locura.
Pero los escépticos dirán tal vez que Bolívar ambicionaba man-
dar en los países que había libertado con su genio. ¿Mandar en pai-
ses esquilmados por la codicia y la guerra, sin dinero y Sib Caminos?
'¿Qué ambición podía ser ésa para él, que había vivido como un prín-
cipe en París, Londres, Madrid y Roma? ¿Para él que en una corta
temporada que pasó en Inglaterra gasta en divertirse ciento cincuen-
ta mil francos oro? ¿Qué interés podía ser ése para él, que en tres
ocasiones solemnes se despojó.del mando que le habían conferido los
pueblos? ¿Que no quiso coronarse Emperador de l~ Andes, a que
. lo inducían sus mismos lugartenientes y algunos gobiernos europeos,
deelarando que el título de "LitJertador" era el más grande que podía
ostentar el orgullo humano? .
Bolívar resiste el paralelo con los más grandes hombres, porque
en hazañas guerreras no es inferior a ninguno, y en abnegación, des-
prendimiento, generosidad y. espíritu de sacrificio los supera a todos.
. '.P~~d· en los más grandes: Alejandro,. Aníbal, Julio César, Napo·
- león.. Washington
Alejandro, disponiendo del valor y de la es~rategia de los grie-
gos, consigue vencer a millones de asiáticos, enervados y faltos de
'pefÍcia militar; pero antes de ponerse en campaña hace asesinar a to-
dps sus parientes para poder estar tranquilo. Triunfa brillantemente
y se convierte en un afeminado y se haœ adol"¥ como un dios, y co-
mo sus mejores amigos sonríen de esa actitud, ridícula en un heleno;
los manda matar. Muere a los treinta y dos años de edad en una
44
orgía y de sus conquistas no sobrevive más que una ciudad: Alejan.
dría.
Aníbal es el más famoso de los estrategas, pero no sólo muere
sin haber alcanzado su objetivo, destruir a Roma, sino que ocasiona
la destrucción de su propia patria. Real?za la hazaña de mantenerse
catorce años combatiendo en territorio enemigo, vence a los romanos
en batallas formidables, llega por fin frente a Roma, pero vacila y
!lO se atreve a sitiarIa, y va a refugiarse en los placeres de Capua,
como Alejandro en l~s de Babilonia, en donde perece su propósito.
Aníbal es cruel y no consigue mantener la disciplina de sus tropas
mercenarias sino a fuerza de terror.
César es un genio militar y un genio literario; no sólo fue el
mejor general, sino el mejor orador de su época, y escribió el mejor
htín que se ha escrito; pero no tuvo otra ambición que la de hacerse
ci amo de Roma, destruyendo la República. Se inicia y se mantiene
tn la política asociado a los hombres más abyectos, recurœ a todas
las intrigas, sin que crimen alguno le detenga, consigue los cargos
públicos por medío del soborno y halagando los más bajos instintos
d.: la plebe, y para ello contrae enormes deudas, que sólo podrá pa·
gar saqueando las provincias y apoderándose de los bienes de sus
:>versarios políticos. En la conquista de las Galias mata dos millones
de hombres y vende otros tantos como esclavos, y para destruir la
República ocasionó la muerte de más de un millón de ciudadanos
romanos. Julio César reune en sí dos grandezas: la intelectual y la
heroica; pero le falta la más noble de todas: la grandeza moral.
Napoleón es la capacidad para la acción más grande que han
producido los siglos, pero su ambición no tuvo límites; es el prototipo
del arrivista, y ningún escrúpulo le arredra. Es un hijo de la Revo·
lución y traiciona la Revolución, en vez de encauzarIa con su gelÚo.
Para hacer méritos tiene que ametrallar al pueblo de Parí:.;, y lo ame·
tralla; tiene que disolver el Consejo de los Quinientos, y lo disueíve
a bayonetazos. Quiere g.~r el amo de Francia, y lo consigue; el árbitro
de Europa, y lo logra también. Para ello tiene que anegar en sangre
el Continente, y lo aniega, tiene que perseguir hasta a las mujeres
que no piensan como él, y las persigue. Se burla del Papa, pero se
bace coronar Emperador por él, y se pone a repartir tronos entre sus
hermanos, cuñados e hijos adoptivos con el mismo desenfado con
que un presidente centroamericano reparte empleos entre sus fami-
liares. Y después de haber desangrado y empobrecido a Europa, ¿qué
queda de sus conquistas territoriales? Nada. Pero subsiste el Código
Civil, la conquista espiritual, obra de hombres de pensamiento y de
45
ley, de aquellos, precisamente, a quienes Napoleón desdeñaba llamán-
dolos ideólogos.
A Bonaparte, como a Alejandro, como a César, le falta gran-
deza moral, que sólo se revela en. él en la caída.
Quédanos por hacer el pvalelo 'Cmtre Washinggton y Bc>üvat:
que escritores célebres han hecho ya, demostrando III ènoftlle supe-
rioridad de! Libertador sobre el héroe del Norte.
Jorge \Vashington parece un gigante, 'no porque su talla sea
gigantl!sca, sino porque tiene por pedestal a un pueblo rico y pode-
rOso de ciento veinte millones de habitantes. Quitadle ese pedestal y
Washington quedará reducidp a sus verdaderas proporciones: las de
un hábil general y las de un patriarca de la independencia de su pais:
<tue vivió y murió rodeado del respeto y del cariño de sus conciuda-
danos. Pero W"ashingron no era genial, no tuvo la clarividencia, la
excelsitud del genio fulgurante de Bolivar, ni su arrojo, ni su tenaci-
dad, ..ni su desprendimiento, ni su abnegación sublimes. Las coneep-
~. dones de Washington son las del hombre de buen sentido, incapaz
de desafiar a la naturaleza, ni de hacerse superior al destino. De
Washington no podría decirsç,.lo que el Pacificador Morilla dijo del
héroe del Sur: ,,~ Revolució~ es él"; «Bolívar es más temible vencido
que vencedor". Y no habri" podido decirIo, porque Washington no
era la Revolución: la revoluci~ norteamericana era Jefferson, como
las finanzas de la guerra y la estructura actual de la economía esta·
dinense son la obra de Hamilton. Porque W àshington tuvo la for-
tuna de verse rodeado de hombres superiores a él en inteligencLa,
cultura y capacidad militar. ¿En la América Latina quién puede
compararse siquiera con Bolívar? El estado de adelantes-de las colo-
nias de Nueva Inglaterra suministró a Washington los dos factorl~s
primordiales para la lucha contra la Metrópoli: hombres y dinero;
hombres de mentalidad y de costumbres europeas, soldados y mari·
nos superiores a los ingleses, no meSitizosanalfabetas y semidesnudœ,
que ni siquiera comprendían las ventajas de la libertad y los privile.
gios de la ciudadanía, y muchos de los cuales fueron los más tenaces
sostenedores del Rey y dieron más que hacer para libertados que los
leones que contra Bofívar envió España, después de que habían ven·
cido a los ejércitos de Napoleón.
Washington era un colono de Vitginia y no era un noble inglés.
Al convertirse ambos en insurgentes, Bolivar arriesgó más gue éL
porque tenía mucho más que perder y mucho menos que esperar;
vencedores ambos, Washington acepta todas las reèompensas y ho-
nores que le corresponden por sus grandes servicios, gobierna en paz
y libertad ocho años, y se retirà después a Mount Vernon, rodeado
46
de tranquilidad y de comodidad y más rico que cuando se lanzó a la
revuelta. Bolívar ejerce el mando durante diez y ocho años, y no sólo
no cobra sus sueldos de general y de presidente, sino que invierte su
inmensa fortuna er> la guerra y liberta a sus propios esclavos, y cuan-
do ya completamente arruinado, el Perú después de la Victoria de
Ayacucho, le obsequia un millón de peses oro para asegurar el bien-
("star y el decoro de su vejez. Bolívar lo rechaza, y obligado a acep-
tarlo, lo envía a Colomoia para pago de las tropas libertadoras. Y
cuando resignó por tercera \-ez el mando, estaba en la miseria y vivía
del producto de su vajilla y de sus alhajas, y cuando mt:rió hubo
que amortajarIo con ropa prestada.
Qué homenaje podríamos hacer a tánta grandeza, ya que ni
siquiera hemos sabido mostramos dignG~ de la libertad y conservar
el patrimonio que él nos legó? ¿Qué ho:nenaje podríamos hacer,
quienes no hemos sabdo gobernamos por nosotros mismos con orden
y justicia, y a quienes este centenario sor.prende en medio de golpes
de cuartel y de regíment's de fuerza? Si intentáramos acudir al bron-
ce y al mármol para nuevas glorificaciones, ya no lo hallaríamos:
todo lo hemos gastado en levantar estatuas a hombres mediocres.
Hemos aplebeyado el mármol y prostituído el bronce. ¿En dónde
encontrar, pues, material adecuado para elevar vuestro monumento,
:oh Padre! ¡oh! Libertador? ¿En dónde encontrar al escultor que
delirante de entusiasmo con vuestras hazañas, como Dinócrates con
las de Alejandro, fuera capaz de tallar en bloque el Chimborazo,
como intentó aquel con el monte Athos, y que esculpiera en el £1an(.O
del coloso, en caracteres tan grandes que todos los miopes pudieran
verias y todos los ciegos palparlos, la frase que diga toda la grandeza
y toda la gloria de América, capaz de desafiar la injuria det tiempo,
la memoria frágil y la ingratitud p~rsistente de los hombres? ¿En
áónde encontrar a: griego fervoroso que grabe al pie de la montaña
hecha estatua esta sola palabra?: Bolívar.
47
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La espada de Bolívar fué fo:.-."ada
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sin duda en el Olimpo, por Vulcano;
en múltiples combates fue aclamada;
Junín la vió, radiante entr~ su mano.
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45
Conmemoración àel Centenario en el Club Rotario
.50
Palabras de don José ma. Zeledón Bren~s
-en la udaóa eonmemoratiua d.l e.nt.narla efeetuaóa en vI Centro Bolivar, vn
••I Barrio elel mismo nombr ••••• n la noche el••1 17 ó •• Dlclembr •• el•• 1930
J ..
el Estado, ese Estado no debe existir 'Y no existirá al fin: y se exten·
dió acerca de la significación que esas palabras tenían en ta vida de
{sas democracias que aún viven arrodilladas ante ciertos hombres
indispensables sin los cuales piensan que se va a desplomar el finna-
mento. Luego habló de la figura triste de Bolívar, y elogió ~,atristeza
como destello inevitable de la inteligencia creadora y habló de la so-
ledad majestuosa de estos hombres, que constituye su mayor fuente
de energía, tenninando después de una hora de conversaÓón, advir-
tiendo a los que tuvieron la benevolencia de escucharla, la obligación
en que todos quedaban de hacer que aquel homenaje no fuera como
tantos otros, un vano formulismo vacío de sentido, sino un feliz co-
mienzo de útiles realizaciones, y los invitó a trabajar tesoneramente
sobre su voluntad para acometer y llevar a término propó~itos hermo-
$05 y para hacer efectivo alguna vez el sueño del Libertador, sueño
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Iª Bolivar !
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£ Henchido de fe el pecho y de entusiasmos,
~ del varonil entusiasmo de c;ear. mundos,
J. sube la montaña Bolívar.
i El desfiladero no le aterra
-1 y la cumbre elevada incita,
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i con un poder de evocación,
!
j su ardor.
·i El sube: su corcel jadeante
s
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i agita alroso la crin al viento,
1 y el viento de ',a altura,
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I es a,>mo un niño, cerca de esta tempestad
'!
l
que lleva el hombre en su inquieto corazón.
Cuando el alba lanza sus pájaros de oro
sobre las enhiesras eminencias del paisaje,
-
i
ya Bolívar, el grande, ha cubierto,
i con su magní fica sombra inmortal,
. =!
la vasta amplitud del horizonte atitlino.
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"..·", " ·" ·,,..".'·. 110· •••• • •• "''''''" •• ·"'' ' '·1
Este es el hijo de la Montaña:
tambié!1 ella quiso ser madre
y engendrar a un ho~bre.
También ella es fecunda y creadora;
también ella se siente dominada
por intensas urgencias de Vida.
La montaña se llama El Ande: ~::_:::.
majestuosa, serena y repleta
de internas fuerzas,
:::~v~~~;;:=
:;:~t::;;'lIa.
Aquí están las grandes cosas:
!:::::=:~_
_
la Caoba, el Hule y el Cedro;
la Ralrnera elegante
yla laorquídea
araucariay la
primitiva;
begonia y el lirio ~:_~:===:=:~:
; •••••••••••• , ••••••••• 1111 •• ,111 •• 11, ••••••• 111111 •••••••••••• "II •••••• ," •••••• "., •••••••••• ,III ••••••• " ••••••••••• ' •••• , •••••• ,IIII.,II.,.I ••••~ -
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y el lírico cantar del poeta
que celebra el dolor del esclavo - .
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~~ tO~:n::n:=a sel:át~;~iq\le.
y las sombras de las masas .rviles,
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y el abra sembrada
que 5el'pentea entre abismc;liS
y por donde fue la tribu·heroica
y el sende<ro
i
1:
hacia el triunfo o a. Ia· m.oerte.
~ .Pasó luego la visión del mar:
! d QS1to sonoro de la onda
i y la perspectiva lejana
I y el mástil vigilante del barco:
i y 'Pasó el reflejo de la e&lpada hispana..
. _~ y la gritería de l~ arcabuces .
: y el relincho de loscabaYos de guerra,
¡ y las hurras del conquistador
~ y los alaridos de la tribu humillada.
~
~ Luego pasó la e~tan.ciay el bohío,
i el haro, la huerta y el jardin,
~ el trigal y el molino y el torno
y la casa solariega del español.
_ Pasó el templo y el resplandor
-_::::ª~::_~
62
de las damas y las voces del amor;
las dagas de plata de los caballeros;
los fuegos de las pedrerías deslwnbrantes,
la llamarada de los espadines
y el incendio de la sangr8
derramada en las arenas del Clrco.
y la Montaña Madre
se ha llenado de Iuces y de ansias
y ahora parece mucho más grande y más alta.
Tú evocaste un hombre .
como realización suprema
f
I de tu espíritu y de tl;1 fuerza.
:
Bolívar:
-!
I Este hombre fœ el que sembró
en el espíritu de una América nueva,
los gérmenes impereœderos
I
i
i
de alentadores designios.
La Humanidad tiene en este continente
una sacra tierra de promisión:
aquí el surco es fecundo y amigo .
y d cielo protector.
ª
j
i
a
I
¡ No falta en la noche una es.trelIa Ii
-i para alwnbrar una ilusión. "
I
!
No falta en su campo una espiga
para amasar un· pan.
El fœ el héroe de una grande hora
~
~;a
I
i
::
s
::
y el' Capitán de un ejército; !
I
;
Libertador o Conductor
fueron constantes sus SIgnOS;
·1 voluntad y fiereza,
i¡
y una fe inalterable
en sus~sueños. I
~
Pensó en una América inmensa !
!
¡ ¡
S
3
¡
porque tenía una inmensa alma.
Pensó
porque enéstos
ella,fueron
libre ytambién
benéVOla~
ª
~
.¡
i
¡ No la imaginó atada
al carro ruidoso de su victoria,
porque para él, su América ~
~_:
::b;~~:al~;"::~:
~
palabras universales.
¿Qué importa un siglo o dos siglos?
~œ r
1=_.:.
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Un día fausto,
las voces creadoras de Bolívar
adquirirán el poder de WIa idea
y constituirán las normas de conducta
de la Raza.
No perecen las lecciones del geñio
aunque los tiempos sean infecundos y mezquinos.
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i; los obsecados,
ª!
~;: los invencibl~
..•••••• =
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~::_~_
f.~~=
î~¿~~~ No eran hombres comunes.'
&~ ;:_1:"
el poder de la Sabid.uría
y la inmortalidad.
Oh! Bolívar, cuando el espíritu del americano
se penetre de tu esencia varonil-
y de tu majestad,
no se sentirá pequeño
delante de tu sombra.
i ~
No serán pequeños los hombres de Àm.é.rica
que se purifiquen en las aguas tempestuosas
de tu culto solemne.
Tú has creado un nuevo ·culto
en los antiguos altares del Sol.
El culto de la ,renovación de la Vida,
el del pensamiento libre y soberano;
- el culto edificante del Hombre .
.i Que el Hombre sea cada vez más puro
!;;= y cada vez más activo
en el ejercido de .sus propias ~rtudes.
~
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I su espada, como una estrella en sus mano~ i
! se fundió en una luz pura ª
que extendió sus aJas fulgurantes
desde el Norte hasta el Sur.
Su espada no es el signo de la guerra
sino el signo de la Victoria ..
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se aloe permanente su sombra
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inclinado no a la servidumbre
sino a la revere!Kia.
Que la oración civil sea para el Héroe:
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"Bolívar, padre de nuestro orgullo;
que crezca la América
bajo tus designios benévolos.
Oh! justo y valeroso y excelso.
Que nuestros hijos sean leales y sinceros
en la devoción de tu nombre
y de tu Gloria".
~ Rómulo T o'Var ~
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El mayor Capitón de la tierra
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Visión àe la Apoteosis
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ahora miran esta apoteosis, que exalta y glorifica al amo invicto, que
sobre sus lomos cruzó la i:nmensidad de un Contin>entJe, en una gesta
olímpica, como de dioses y de titanes.
Por eso está triste el corcel de los resoplidos formidables; el pegaso
inmortal, que tenía Banderar por .alar, el potro bravío de las faldas
avileñas, el caballo de la libertad que fue también la tribuna del Hé-
roe Gigante, cuando desde sus lomos aquella lengua djo maravillas
y ganó tantas jornadas como en los días trágicos, sobre su fuerte es-
pinazo, en las cargas asoladoras. Noble bruto que de las brindas con-
duce un veterano, cuántas cosas y cuántas visiones contemplarán sus
ojos entristecidos ! Por eso marcha azorado. mirando la regia
pompa y el llanto de los pueblos por el Libertador, su amo; por eso
está triste, por eso está melancólico y e:1 sus o;azos enormt's hay un
rocío de lágrimas que las nubla y que ne..; conmueve también.
y luego, el túmulo, aquel monumento, aguella pirámide mara-
villosa tejida con las flo.res de los jardines caraqueños y las palmas
y los laureles del Avila, soSre los que resaltan los bélicos trofeos,
wal otros símbolos de la inmortalidad: las espadas y los yataganes,
!os escudos y las banderas de cinco naciones redimidas pot el bravo
paladín, que ya reposa, que ya duerme para siempre sobre aquella
montaña extraordinaria de flores purísimas como los ideales que pal.
pitaron en ese cráneo ya vacío, cuando en él efervescía el genio que dió
vida y honor y gloria a un mundo que como el de Israel, aguar-
daba la venida de Moisés para salir de! desierto donde tantas hambres
y miserias hubo de sufrir.
Ese túmulo, sobre el que van depositados como en una urna sa·
grada los despojos de Bolívar, apenas se comprende que avanza, y
es, porque los vif~jos soldados de la Guardia han querido ser los que
conduzcan al últImo sitio de reposo aquellos huesos, que ayer no más
£ueron la armazón de hierro del Egregio Capitán, y por eso, en un
árranque generoso de amor y de ternura, han desatado los regias
caballos, que tiraban del soberbio carro y ahora son ellos, los veteranos
de cien batallas, los que tiran de aquella pirámide, que es un trono de
afecto, sobre el cual las cenizas del Héroe se reincorporan y se con-
funden con su pueblo amado, en un sentido coloquio de infinita ternu-
ra, porque los que le siguen en esta arrobadora explosión de amor,
son los mismos bravos de sus jornadas, los mismos bizarros paladi-
nes que con sus lanzas y sables descuajaron bosgues y montañas, arran-
cando lauros para la frente del Caudillo; y así marcha esa invicta le-
gión de curtidos soldados; con la cabeza inclinada y los ojos tristes y
enrojecidos de tanto llorar; enjugando lágrimas y ahogando los sus-
piros hondos, que brotan de su alma acongojada cuando contemplan
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aquel severo túmulo que guarda en su arquiUa de broDce. .lu œfti2as
.::del Titán; sí, esta será k poi)treca ~ôñ <le 5U amor·y de_s~ teat-
.. tad al Caudillo inmortal.
Así vió nuestra fantasía ~f el cortejo de la gloria por las
.~ enlutadas de Caracas; así pasó el opuknto desfile de esta':JUpte-
ma apoteosis que Venezuela tributo asu Héroe Maino~a·SU Epónimo
: Soldado, a su Egregio Paladín y abnegado Padre, mientras â lo lejos,
tronaba el cañón como un profundo y formidable grito de amargura
y de angustia; eran los morteros y las roídas piezas que asolaron los
campos -de Bomboná, Pichincha y Aya.cuclw, qué unían su gigante
queja a este inmenso duelo de la patria, frente a los despojos k.JOS de
$U fundador. ""!!
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