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Siguiendo algunos principios del teatro de la crueldad de Artaud, la obra Fotomatón

(1996) del dramaturgo venezolano Gustavo Ott, lleva a cabo la presentación ritual de los
mitos contemporáneos de Latinoamérica con el propósito de exponer los rostros de lo
macabro en su interior. Fotomatón interpela y sacude al público tal como lo exige Artaud en
sus manifiestos sobre el teatro de la crueldad. La obra se desarrolla en un cuarto de autopsias
de una morgue. Un cadáver sobre una camilla está presente a lo largo de la obra. Dentro de
este espacio van apareciendo los familiares de Fernando, cuyo cadáver descansa en la
camilla, y le hablan al público acerca de Fernando. Sus familiares son: su hermana Fernanda,
su hermano Fernando Anarquía, su tío Carlos Fernando, su padre Fernando y su madre (quien
no conocemos su nombre). Cada uno de ellos presenta un monólogo caracterizado por la
interpelación directa hacia el público. Nótese el juego de palabras con el nombre de
Fernando. Permite pensar que sus familiares son cada uno de ellos distintas versiones de él.
Cada uno expone un Fernando distinto1 y en sus monólogos se observa un grado de empatía
y de reconocimiento hacia su figura2. Además de su familia, Fernando habla como espectro
(abre y cierra la obra), lo que permite contrastar las palabras dichas por sus seres queridos
con su versión de sí mismo.
Todos los monólogos de Fotomatón son expuestos por la misma persona. Esta
decisión de Ott refuerza el efecto de multiplicación subjetiva ya que da la impresión que
Fernando se transmuta en sus familiares. Sabemos que es la madre, el padre o la hermana por
el tono y el tipo de palabras usadas en sus respectivos monólogos. Por ejemplo, Fernanda usa
palabras en “spanglish” y la madre usa un tono histriónico y exagerado.
Los monólogos y el efecto de multiplicación subjetiva le permiten a Ott presentar y
desgarrar los mitos contemporáneos de lo latinoamericano. Cada monólogo encarna la
imagen de un mito y es destruido en el transcurso del mismo. Los mitos son los siguientes:
la pasión del futbol –encarnado en Fernando y el Dr. Forense–, el exotismo cultural –
encarnado por Fernanda–, la unión y solidaridad de la familia –encarnado en el tío Carlos
Fernando y la madre–, y el orden político democrático –encarnado por Fernando padre–. Ott
se encarga de presentar que cada mito descansa en una pulsión de muerte y de esa forma
producir la imagen de lo macabro latinoamericano: es la cara de la Muerte en toda su
expresión. Como lo indica Artaud, el teatro no es una “copia servil de la realidad” (2001, p.
117), sino que es un ritual para liberar las fuerzas exteriores e interiores de la vida, las cuales
son terroríficas y crueles3. Ott lo expone del siguiente modo: Fernando es un jugador pésimo
de fútbol a quien asesinan en pleno juego; el tío Carlos Fernando es considerado un paria por

1
Sus familiares traen al público distintos recuerdos de Fernando, por ejemplo su tío habla de la amistad profunda
con su hijo (1996, p. 11), su hermana expone su lado “cachondo” y machista” (p.8-9).
2
Ocurre en los monólogos de su hermano, padre y madre distintos grados de empatía. Su padre muestra su
afecto y aflicción hacia su hijo; su madre es totalmente indiferente con su muerte, a tal punto que para ella es
más trascendental el incidente con la cucaracha; su hermano, que lo reconoce, relaciona su muerte con la
violencia y solo quiere transmitir su mensaje de odio contra la humanidad.
3
Aquí se entiende la crueldad en sentido amplio, tal como la define Artaud: “un apetito de vida ciego y capaz
de pasar por encima de todo” (200, p. 117). La crueldad bajo esta definición no se le puede reducir a los sentidos
asociados con los males físicos o el placer por la sangre y la carne martirizada. Artaud es claro es decir que la
crueldad es una fuerza que devora la vida, anula la imaginación y es inherente al mal (p. 129). Su teatro busca
exponerla para sacudir la sensibilidad del público.
su familia, ya que decidió expresar su homosexualidad; Fernanda expresa su asco y repulsión
hacia los sectores marginados de la sociedad latinoamericana, dejando claro su deseo de
eliminarlos por considerarlos feos y buenos para nada; el cadáver de Fernando es banalizado
por su madre y el trato quirúrgico que tiene el Dr. Forense hacia él.
Artaud en su teatro de la crueldad, propone que el teatro permite liberar la vida y crear
mitos (2001, p. 132). En la obra se liberan las fuerzas de la muerte a través de la imagen del
espectro de Fernando y convierte a la obra en un ritual de sacrificio. Conforme avanza la
obra, el público construye el nuevo mito de lo macabro latinoamericano a través de las
imágenes desgarradas de los otros mitos. ¿Cómo es ese nuevo mito? El Dr. Forense en su
autopsia muestra que el cadáver de Fernando sigue vivo: “Abrí el cuerpo del futbolista en
dos, confieso que, eh… oí un ruido. Eso. Un ruido. Seguí abriendo y entonces el muerto dijo”
(1996, p. 27), acto seguido se escuchan los gritos de terror de Fernando. En apariencia es una
escena cómica hasta que llega el espectro de Fernando y decide matar el cadáver, es decir,
matarse a sí mismo (p. 28). Artaud plantea que el teatro tiene que presentar las realidades de
la imaginación y de los sueños (140), ya que ellas son igualmente válidas a la realidad común.
La obra de Ott realiza cabalmente este postulado con la imagen de Fernando asesinándose a
sí mismo. Es un sueño macabro el que presencia el público, un sueño donde Fernando encarna
el mito de la muerte en latinoamérica y mediante el cual se interpela de forma directa la
sensibilidad del público: el Dr. Forense saca los intestinos y el corazón de Fernando y los
expone a todos, muestra que Fernando continúa vivo, a pesar de todo.

Esta primera imagen desgarra los mitos: la pasión del fútbol disfraza los hechos de
violencia; Carlos Fernando muestra que su sola presencia destruye el mito de la familia, quien
lo mató en vida y por eso decide exiliarse en Nueva York como lo hacen los demás
homosexuales; lo exótico de Latinoamérica es ridiculizado por Fernanda, a quien le parecen
trascendentales los “chiguieres” y pide disculpas a su amiga gringa por las casas miserias de
Caracas (1996, p. 6); y por último, el mito de la democracia latinoamericana es destruido por
su padre, que la presenta como un orden político corrupto y oscuro.

- Esto me suena a conclusión (¿?)


Fotomatón desarrolla algunos elementos del teatro de la crueldad como la
presentación de los mitos a través de imágenes, sus desgarramientos y posterior creación de
un nuevo mito basado en lo macabro: la muerte hace parte de la vida cotidiana en nuestro
continente, Latinoamérica se funda en una política de la muerte, es un cadáver viviente y
Fernando no lo deja saber en sus palabras finales: “En este inmenso país tenemos visiones,
pensamientos, libros amarillentos, recortes de periódicos que ya nadie quiere ver y que nadie
desea otorgar. Tenemos las balas en el cuerpo porque se cansan de engañarnos y no pueden
matarnos todavía. No se preocupen. No pueden matarnos todavía. No nos vamos a morir
nunca” (1996, p. 34). La muerte danza en el continente, deja una estela de cadáveres y
espectros como Fernando, pero sigue esa resistencia a no dejar este mundo, como si lo
latinoamericano fuera un grito de ultratumba: “no nos vamos a morir nunca”.

Bibliografía
Abraham, L. E. (2008). Escenas que sostienen mundos: mímesis y modelos de ficción en el
teatro. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto de lengua,
literatura y antropología.
Artaud, A. (2001). El teatro y su doble. (E. Alonso & F. Abelenda, Trads.) (8tava
reimpresión). Barcelona, Esp: Edhasa.
Caisso, C. (2004). Avatares de la crueldad: Artaud en Virgilio Piñera. INTI. Revista de
literatura hispánica, 59/60, 177–194.
Ott, G. (1996). Fotomatón (versión fútbol). Recuperado de
https://gustavoott.files.wordpress.com/2016/10/fotomaton-fut.pdf
Piñera, V. (2006). Dos viejos pánicos. En Aire Frío / Dos viejos Pánicos (pp. 139–182).
Caracas - Venezuela: Fundación Editorial El perro y la rana.

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