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Antropología del Cine Ignacio Tobar Balcázar

“El Club”
“El Club” (2015) es la historia de un grupo de sacerdotes penitentes, que una vez
sentenciados a alejarse de la vida pública de la Iglesia, son relegados a una casa de retiro en
la costa, donde deben, además, hacer oración y reflexionar sobre los pecados que los
llevaron ahí en primer lugar. Entonces, queda planteada la inicial sospecha de que esta casa
de retiro es una cárcel espiritual, pero a la vez, una muy buena excusa para alejar los
elementos problemáticos de la institución fuera del alcance de los ojos acusadores.
El filme inicia con la inquietante llegada de un sacerdote atormentado por la culpa, quien
recibe la visita de un hombre que, parado frente a la casa, lo acusa de haber abusado de él
y otros niños. Los demás penitentes (todos ahí por razones distintas) incómodos por la
presencia molesta del acosador de este nuevo huésped, lo incitan a confrontarlo. Y uno de
ellos, el más imprudente, le pone un arma al frente, y le recomienda “espantar” este
hombre que grataba fuera de la reja. En el arrebato y desesperación, el sacerdote se suicida.
Inmediatamente un sacerdote interventor viene a la casa, a fiscalizar el incidente y si
quienes viven en ella realmente están desarrollando una vida de penitencia. Así es como se
van mostrando de a poco los personajes que conforman este grupo: cinco sacerdotes y una
(supuesta) monja. Aparecen las relaciones entre ellos, caracterizadas diversamente, pero
con una irrestricta lealtad a los que este “club” representa. Uno de los sacerdotes cría perros
galgos y compite con ellos en las carreras del pequeño pueblo costero. El cura interventor
ve rápidamente este pequeño placer como indicio de que algo no andaba bien.
Al mismo tiempo que esto ocurre, va presentándose la vida de …, el que es la victima de los
abusos del cura muerto, encarna la idea de la experiencia traumática y de la circularidad del
mal y del daño provocado. Los abusos crean en él una perversión fijada en la figura de los
“padrecitos”, su vida de pareja se muestra como innegablemente perversa, dañada. Su
figura demacrada y descuidada genera una aversión insidiosa, imposible de ignorar. Pero
esta monstruosidad no es más que el producto de la perversión primera del abusador, que
transgrede la barrera de lo que es intocable, puro y que transgrede su propio voto de
celibato, aprovechando el poder de su posición.
El jesuita interventor, es una figura particular. Una visión más detenida a su rol, me hace
pensar que hace las veces victimario en esta dinámica de “chivo expiatorio”. No niego acá
la evidente calidad de víctima primera del pescador, abandonado, pobre en su infancia.
Pero los pecados y las culpas implicadas aquí, se plantean como los pecados de la
institución, cuya mayor manifestación de maldad es -quizás- el silencio. Veo en este jesuita
interventor al victimario que se buscan borrar mediante la mimesis de la víctima, la culpa
de su propia participación mediante el silencio. No es casual que sea joven, culto, abierto a
la sociedad, incluso apuesto: es la cara amable de la Iglesia, pero invisibiliza la corrupción
menos evidente. Es inevitable pensar en la expresión de Jesús, “sepulcros blanqueados”.
Antropología del Cine Ignacio Tobar Balcázar

Distintos altercados generan una tensión que refuerza la figura de víctima de …, y la


impunidad casi burlona de los curas.
Finalmente, los esfuerzos de la monja por perpetuar su pequeño espacio de realización, su
único lugar de poder, dan resultado. La extorsión de hacer públicos los crímenes de estos
sacerdotes indeseables, revela la verdadera misión del joven … : preservar el poder de la
Iglesia institucional, que son sus propias cuotas de poder. El cura decide no cerrar la casa
de penitencia, pero llega a una extraña resolución: … deberá permanecer junto a ellos,
viviendo en la misma casa. Será una manera de resarcirlo por el daño generado hacia él (por
los curas en general y por estos curas en particular, que el significan una golpiza casi mortal).
En mi opinión hay varios elementos que me llevan a ver en este gesto un movimiento que
apela al masoquismo del cuerpo cristiano, la perpetuación de una violencia sublimada, el
recuerdo de un trauma, pero por sobre todo la persistencia de la culpa. Si nada había
servido para hacer que estos malos curas tomasen consciencia de sus pecados, la presencia
de un producto del deshecho social y del daño del poder institucional, va a significarles -al
menos- una consecuencia en la vida concreta- En este puno recuerdo la fijación de este
sujeto. Quiere hacerse “una cazuela de curitas”. Otro elemento que dialoga complejamente
con este cristianismo, es la elevación de la víctima, del oprimido. No hay que olvidar que
Jesús se encarna en estos oprimidos.
Como resonancias finales me gustaría destacar la audacia del filme, al retratar con una
profundidad reflexiva que no se queda en la retórica fácil de un juicio moral, un tema de
total vigencia y aristas. Además, el espíritu de denuncia abre el espacio a la reflexión del
receptor. En cierta medida lo provoca. Porque siento que esta película se dirige, además,
de a la Iglesia, al poder en general. Las elites, casi siempre católicas, podrán verse reflejadas
en una actitud de “defensa corporativa” tan propia del empresariado, la clase política etc.,
y una relación con los pobres, en la que la brecha de posibilidades de poder es tan grande,
que los abusos son totalmente esperables.

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