You are on page 1of 245

Créditos

Moderación
Marlyn

Traducción
Marlyn

Recopilación
Sttefanye

Corrección
Akira
jhuli_eli
Liraz
MaryJane♥
Pilar
Sttefanye
val_mar

Revisión Final
LadyPandora

Diseño
Rodoni
Índice
Sinopsis

Kay- Kay
Capítulo 1 Capítulo 4 Capítulo 7 Capítulo 10
Capítulo 2 Capítulo 5 Capítulo 8 Capítulo 11
Capítulo 3 Capítulo 6 Capítulo 9 Capítulo 12

Jody
Capítulo 13 Capítulo 16 Capítulo 19 Capítulo 22
Capítulo 14 Capítulo 17 Capítulo 20 Capítulo 23
Capítulo 15 Capítulo 18 Capítulo 21 Capítulo 24
Capítulo 25 Capítulo 26

Sam
Capítulo 27 Capítulo 30 Capítulo 33 Capítulo 36
Capítulo 28 Capítulo 31 Capítulo 34 Capítulo 37
Capítulo 29 Capítulo 32 Capítulo 35

Sobre la autora
Sinopsis
D
iez semanas, tres consejeras... el amor de verano no debería ser
tan complicado.

Kay-Kay ha conocido a Alex desde que era una campista. Él


siempre ha sido su amigo, el chico que consigue más que a cualquier
otra persona. Ahora, ella tiene diecinueve años y de repente se ha
convertido en mucho más. Pero con gran parte de su vida todavía por
delante, Kay-Kay no está segura de si arriesgar su corazón valdrá
poner en riesgo su futuro.

Jody no es la chica que va tras el chico sexy. Es la chica que se sienta


en un rincón con su novio estable y observa. Pero cuando su novio
inesperadamente la abandona, y el camarero irlandés parece
interesado... éste podría ser su verano de primicias.

Sam no ama. Ella ha probado esas aguas y no tiene casi interés en


ahogarse de nuevo. Pero un verano lejos del hombre perfecto no está
haciendo nada para sanar su corazón. Los recuerdos de Nate, junto
con sus textos constantes, conducen a Sam en una espiral
autodestructiva. Y es sólo cuando la obliga a estar con él nuevamente
dentro de su vida que ella aprende que la única manera de salvarse es
abrir su corazón.
1
Q
uince minutos después de mover el objetivo del tiro con arco por
todo el anfiteatro, estoy más que molesta. Tan molesta que
cabalgo sobre la línea entre enojada y mal de la cabeza. El
suelo está húmedo por ser temprano en la mañana, y las ruedas del
objetivo siguen pegándose en los húmedos terrones de hierba y tierra.

—¿Qué idiota pensó que esto era una buena idea? —murmuro,
inclinándome para empujar el objetivo.

—Yo soy el idiota. Y sí es una buena idea.

Me giro.

—Alex.

Ni siquiera se molesta en ocultar la sonrisa.

—Kay-Kay. ¿Qué crees que estás haciendo?

—Moviendo los objetivos de tiro con arco para que las niñas pequeñas
a las que les daré un arco y flechas por primera vez en sus vidas no
disparen a los transeúntes en el salón del comedor.

Camina hacia adelante y me empuja fuera del camino. Ni siquiera un


pequeño codazo para pedir hacerme a un lado, un empujón en toda
regla. Este es un empujón lleno de historia. Alex me ha conocido
desde hace diez años. Me recogió el primer día del campamento
cuando tenía como nueve años, llorando cuando mi mamá y mi papá
me dejaron durante cuatro semanas de "diversión del verano". Me vio
pasar por el incómodo escenario de campista gorda de quinto grado a
la etapa adolescente llena de acné a la que sea en la que estoy ahora.
—Me conoces mejor que eso. Hay una red de tiro con arco. —Apunta
a los árboles a lo largo del lado del anfiteatro, y oculta entre ellos hay
una larga cuerda con una red para capturar flechas, recogida en un
lado como una cortina.

—Oh. Mi error. Me desperté un poco temprano.

Me mira por un segundo.

—Sí. Lo imaginé. No tienes sostén. Podrías querer remediar eso antes


de que empiece la clase.

Me río y ni siquiera me molesto en cruzar los brazos.

—Estamos en un campamento de niñas. No estoy muy preocupada de


que las campistas vean algo.

Niega con la cabeza.

—Estás enseñando tiro con arco y hace frío. Esos pueden meterse en
el camino. —Señala la camisa un poco transparente. Miro hacia abajo.
Pezones. Ups.

—Tal vez quería que tú vieras algo.

Resopla.

—Dame un respiro. Tengo la edad suficiente para ser tu padre.

La tiene. Sería un padre joven, pero todavía podría ser mi padre. Lo


sé, pero eso no quiere decir que no me he pasado los últimos veranos
hostigándolo. Es uno de los dos tipos que trabajan en el campamento
para niñas. El otro es el dueño del campamento de unos ochenta y
cinco años. Tengo diecinueve, a veces hay que trabajar con lo que
tienes.

Levanta el objetivo de tiro con arco y lo balancea sobre su cabeza.

Silbo.
—Santo Thor. Lindo trasero.

Se da la vuelta y el más mínimo rubor se arrastra hasta su cuello. Ja.


Lo tengo. Se recupera con otro bufido.

—¿Siempre dices exactamente lo que estás pensando?

Sonrío.

—Contigo lo hago. Tienes edad suficiente para ser mi padre, pero para
mí eres lo suficientemente caliente como para meterme contigo.

Deja caer el tiro al blanco con un fuerte golpe.

—Kay-Kay, estás a cargo de las jóvenes este verano. Probablemente


deberías moderar tu lengua.

Le guiño un ojo.

—Alex. Estoy tan contenta de que estés interesado en lo que está


haciendo mi lengua. Este verano acaba de incrementarse en
posibilidades.

Niega con la cabeza y se mueve para arrastrar la cortina de flechas a


través del borde del anfiteatro. Ni siquiera se molesta en decir adiós.

—Oye —grito mientras camina de vuelta hacia el lago—. ¿Cuándo es


tu hora libre?

Se da la vuelta.

—En la tercera. Justo antes del almuerzo.

Mi cara se rompe en una sonrisa.

—Excepcional. La mía también. ¿Ajedrez?

—Sí. Bien. Te veré en el salón de consejeros.

Entonces, se va. Mi mirada se niega a alejarse de la manera en la que


su camiseta se extiende en su espalda de surfista. Oh, querido. Lo de
suficientemente viejo como para ser mi padre no parece estar
registrándose en mis hormonas. Va a ser un largo verano.

***
Ya tengo armado el tablero de ajedrez cuando él entra en el salón de
consejeros con el cabello mojado y una cara demasiado bronceada.
Se desliza en el asiento frente a mí sin decir una palabra. El clásico
Alex. El tipo fuerte y silencioso. El verano pasado, cuando era
consejera en entrenamiento, me burlaba sin piedad de él por no poder
seguir el ritmo de conversación con una chica. Por último, me calló con
una mirada y me dijo que había aprendido a desconectarse
completamente del drama femenino. Luego rompió en una carcajada
que prendió a mis ovarios en llamas.

—¿Sabes? Cuando tu cabello está mojado, apenas se pueden ver las


canas —le digo mientras muevo mi primer peón. No tiene canas.
Parece que es de unos treinta años.

—Cuando tu boca está cerrada, apenas se puede notar la adolescente


petulante a la que está conectada.

—Auch. Tengo diecinueve. Tendrás que conseguir algo de material


nuevo el año que viene.

—Tengo cuarenta, no tengo que hacer nada más. —Mueve su alfil y


toma mi peón.

—¿Te dijeron eso en el asilo de ancianos?

Se ríe y yo aprieto mis muslos. Es caliente para ser un hombre mayor,


pero es la risa que siempre me atrapa.

—Bueno, afortunadamente para ti, no tendrás que preocuparte acerca


de mi material, ya que probablemente no estaré aquí el próximo año.

Mis ojos se alzan.


—¿Qué? Siempre estás aquí. —Se encoge de hombros y estudia el
tablero—. Has estado aquí el mismo tiempo que yo.

—Jesús. Eso es un poco patético.

Lo pateo por debajo de la mesa.

—No digas eso.

Me mira con demasiada seriedad. Mi estómago se enrosca sobre sí.


Nada bueno va a salir de esta conversación. Me siento como si fuera
un rollo de succión listo para saltar.

—No puedo pasar todos los veranos en un campamento de niñas.

—¿Por qué no? Eres un maestro. ¿Qué más vas a hacer con tus
veranos?

—Estoy pensando en solicitar esta subvención. Es una cosa del medio


ambiente. Si la consigo, me van a enviar a Costa Rica el próximo año.
Podré traer mis investigaciones para mis clases.

Tengo tantos sentimientos encontrados que es difícil entender mi


próximo movimiento. Quiero esto para Alex. Es un profesor de ciencias
de secundaria y siempre ha sido uno de esos tipos ambientales. Pero
no puedo imaginar un verano sin él.

—¿Cuáles son tus posibilidades? —pregunto a pesar del nudo en mi


garganta.

—Bastante buenas. Conozco a la mayoría de la junta que decide los


beneficiarios de las subvenciones. Algunos de ellos se encuentran en
la Comisión de Acción Política conmigo. Han estado animándome a
solicitarla durante unos cuantos años.

Me quedo mirando el tablero, pero las piezas se han vuelto un poco


borrosas.

—Tal vez no regrese el próximo verano tampoco.


La mitad de su boca se curva.

—Por supuesto que lo harás. Te pagan para enseñar tiro con arco.
Tienes tres noches y un día libre a la semana. Te pasas todo tu tiempo
bajo el sol. Y te encanta este lugar. ¿Qué más puedes hacer?

—No lo sé. Tal vez voy a ir a ser camarera en alguna parte.

Niega con la cabeza.

—No, no lo harás. Eso matará parte de tu espíritu. Este campamento


está dentro de ti. No vas a dejarlo hasta que tengas tus propios hijos.

Una avalancha de preguntas envuelve mi cerebro.

Quiero preguntárselas todas a la vez. Acerca de la subvención. Acerca


de su vida fuera del campamento. Quiero saber por qué nunca se
casó. Por qué no tiene sus propios hijos. Quiero saber si tiene una
novia que lo espera. Hemos hablado de muchas cosas a lo largo de
los años, pero nada que sea realmente personal para él.

Por desgracia, la expresión reservada está de vuelta en su rostro, así


que no digo nada. En su lugar, muevo mi caballo fuera del tablero y
dejo que me gane.

Jugamos otro partido en silencio. Tan pronto como su reina toma mi


rey, él sacude la cabeza y empuja el tablero hacia el lado.

—No hagas eso —dice.

—¿Qué?

—No me dejes ganar. ¿Crees que no puedo entender lo que estás


haciendo? Sé que eres más inteligente que eso. No te hagas la tonta
conmigo. No te queda bien y te conozco.

Cruzo los brazos, sus ojos caen sobre mi pecho y rápidamente


cambian de nuevo. Una sonrisa juega en mis labios.
—No quería limpiar el suelo contigo. Pensé que podría amenazar tu
masculinidad y poner en peligro mi verano.

Levanta una ceja.

—Estoy bastante seguro de mi masculinidad. Prefiero jugar con


alguien que lo intenta. Y, ¿por qué pondría en peligro tu verano?

Sonrío.

—Porque voy a convencerte sobre mí. Y no quiero arruinar mis


posibilidades.

Me pongo de pie y me dirijo a la puerta.

—Kay-Kay, nosotros somos amigos. No hace falta que me convenzas


de nada.

Muevo mis cejas.

—Eso no es de lo que voy a convencerte. —Entonces camino de


manera ostentosa hacia el campo de tiro antes de que él pueda hacer
cualquier otra cosa.
2
—T enemos que irnos —dice Jo, bajándose del taburete a mi
lado.

—Ni siquiera he terminado mi segunda cerveza. No tenemos que estar


de vuelta en el campamento hasta la medianoche.

El Bar and Grill Little Minnow está abarrotado con los locales
habituales, además de un puñado de consejeros menores de edad
que pasan todas sus noches libres aquí. Estamos muy al norte de
Wisconsin, no tenemos una abundancia de opciones. Y los camareros
nunca te piden identificación.

—Sam bebió mucho más que tú y necesita que la rescatemos. —Jo


apunta a la esquina donde Sam está atrapada entre la pared y uno de
los consejeros del campamento de chicos.

—Mierda. Bien. Iré por ella. —Me deslizo en mi taburete y dejo un


billete de cinco sobre la barra. Ya termino mi noche libre. Jo me sigue
a través de la habitación hacia la esquina.

—Sam, nos vamos.

Ella me mira con la mirada perdida de un zumbido de tres o cuatro


cervezas.

—De ninguna manera. Apenas estamos conociéndonos. —Engancha


su dedo en una de las cintas del short del consejero y lo acerca hacia
ella.

Lo miro de cerca.
—Matt, ¿no?

Él asiente y desliza un brazo alrededor de Sam.

—Sí. No te preocupes. La llevaré a casa.

Sam se tambalea contra él.

—Él me llevará a casa.

—No. De ninguna manera. Este es uno de los tres consejeros a los


que les dio herpes vaginal el verano pasado. ¿No te acuerdas?

Sam mira a su compañero, y Matt de hecho tiene el coraje de lucir


algo avergonzado. Ella lo aleja.

—Cristo. Debería haberlo sabido.

—Estoy limpio ahora —escupe mientras las tres nos alejamos. Apenas
contengo poner los ojos en blanco. Los chicos nunca están limpios de
herpes. Esa mierda los seguirá de una forma u otra por el resto de su
vida.

Jo mira sobre su hombro hacía el bar como cuatro veces en nuestro


camino. Tomo a Sam por el brazo, pero disparo una mirada de todos
modos. No responde. Algo pasa, pero probablemente no lo sabré esta
noche.

Nos deslizamos en el auto y Jo pone ahínco en la música demasiado


alta. Estoy de mal humor porque en mi primera noche libre del verano,
me dirijo de nuevo al campamento a las diez en punto.

Me inclino sobre el asiento de atrás y bajo la música.

—Sam, sabes que siempre cuidaré tu espalda. Pero nos quedan


nueve semanas más de verano. Puede que necesites ser un poco más
exigente.

Sam se ríe.
—Estaba oscuro allí, y él era ardiente. No sabía que era la clase de
tipo que tiene ETS.

—Los ardientes son casi siempre los chicos de ETS —digo.

Jo asiente.

—Es verdad. Puede que tengas que bajar el listón un poco aquí.
Estamos en el norte de Wisconsin.

Sam se desploma en el asiento delantero.

—Está bien. La próxima vez trataré de encontrar un tipo al que le


falten unos cuantos dientes delanteros.

Todas nos reímos y luego cantamos junto con la música a todo


pulmón. Los bosques oscuros silenciosos nos rodeaban y si no
cantábamos, creo que todas estaríamos un poco aterradas por eso.

Para el momento en que estacionamos en el camino de dos kilómetros


del campamento, Sam se calmó lo suficiente como para sugerir ver
una película en el salón de consejeros.

—Gracias, pero voy a pasar por aquí y hablar con Alex.

Jo niega con la cabeza.

—No estoy segura de por qué te metes con él. Es tan solitario. Apenas
habla con cualquiera de nosotras.

Levanto un hombro.

—Él me habla. Y lo he conocido siempre. ¿No crees que se siente


solo aquí con todas estas chicas?

Sam resopla.

—No. Apuesto a que pasa cada noche masturbándose en esa


pequeña cabaña. Es algo espeluznante, si me preguntas. ¿Qué tipo
firma para enseñar windsurf y de mantenimiento y seguridad en un
campamento de niñas? Eso tiene pedófilo escrito por todas partes.

La ira azota a través de mí.

—Cállate. Él no es así. No empieces a decir cosas como esa o lo


despedirán.

Sam se vuelve y me mira.

—Guau. Sólo estaba bromeando. Jesús. No seas tan sensible.

Levanto mi barbilla.

—Es mi amigo. Las defendería a las dos de la misma manera.

Sam se encoge de hombros y se sienta de nuevo.

—Lo que sea.

No estoy segura de por qué me importa tanto lo que piensan acerca


de Alex. A él no parece importarle. Estoy segura que no es la primera
vez que los rumores de pedofilia han estado muy de moda. Pero de
alguna manera, me molesta hasta la mierda que mis mejores amigas,
incluso pensarían eso de él.

Me dejan en el frente de su pequeña cabaña de una sola habitación.


Sólo he estado dentro una vez el pasado verano cuando tuve que
tomar algunas herramientas para arreglar un arco de tiro al blanco
irregular.

Se ve diferente en la oscuridad y de hecho estoy parada fuera de su


cabaña durante varios minutos respirando hondo antes de llamar a su
puerta.

—Adelante —grita.

Abro la puerta y está sentado en la cama con las piernas estiradas


frente a él, leyendo un libro.
—Kay-Kay. ¿A qué debo el placer?

Tomo tres pasos en la pequeña habitación y me doy cuenta que no


hay sillas. Me caigo al suelo y cruzo las piernas largas por debajo de
mí.

—¿No sales?

Inclina la cabeza.

—Salgo. Simplemente no todo el tiempo. El Little Minnow no tiene


absolutamente el mismo atractivo para mí que lo tiene para todas
ustedes.

Preocupo a mi labio inferior.

—Estás extraño este verano.

—Hemos estado aquí cuatro días. Eso no es un verano. —Sus cejas


suben y su cabello rubio cae sobre su frente mientras se cambia para
verme mejor.

Lo miro de nuevo. Está descalzo. No estoy segura de por qué me doy


cuenta de eso, pero de repente la habitación se siente más pequeña.

—Aun sigues estando raro.

Pone su libro en el suelo y arroja sus piernas a un lado de la cama.

—¿Extraño cómo?

—No me las regresas.

—¿Qué?

—He estado lanzándote todas esas insinuaciones cuando jugamos al


ajedrez y no las regresas. El verano pasado, las regresabas.

Se ríe.

—Ah. Hmm... no lo sé. Supongo que no se siente igual.


Mi mirada se desliza hacia arriba para encontrarse con él y un hoyo
cae en mi estómago.

—¿Hice algo mal?

—No. —Descruza las piernas y las estira delante de mí. Las mira por
un segundo y ambos liberamos un suspiro. Es de repente caliente y
torpe, y no estoy segura de sí debería estar en esta pequeña cabaña.

—¿Todavía quieres ser mi amigo?

Arrastra las manos por su cabello y se levanta de su cama.

—Por supuesto.

Me pongo de pie. Es sólo unos pocos centímetros más alto que yo,
pero es robusto. Grueso con músculos que realmente no le importa
tener.

—Está bien. Así que supongo que me iré.

Se mueve a la puerta y pone la mano en el picaporte.

—Sí. Probablemente es una buena idea.

—Haz la caminata conmigo mañana —le digo rápidamente.

—¿Qué?

—Haré caminatas de ochenta kilómetros con un grupo de campistas.


Cuatro kilómetros al día durante veinte días. Ven conmigo mañana.

Niega con la cabeza.

—No es la mejor idea.

—¿Por qué no? —Puse mis manos en mis caderas. Sé lo que dirá
antes de que lo haga, pero lo obligo a sacarlo de todos modos.

—Porque la gente va a decir cosas si me ven contigo. Así es como


comienzan los rumores. No quieres meterte con eso. —Abre la puerta,
y parte de mí siente como si él está ignorando lo obvio, o al menos
descartando lo que quiero hablar.

Levanto la barbilla.

—No me importa una mierda nada de eso. Eres mi amigo y quiero que
tomes un paseo conmigo. Así que ven.

Niega con la cabeza.

—Eres terca. Y no lo entiendes.

—No. —Doy un paso hacia él—. Lo entiendo. Simplemente no me


importa. Tengo diecinueve. Puedo ser amiga de quien quiera.

Levanta la mano y por un segundo, creo que va a tocar mi cara, pero


luego la deja caer y suspira.

—Sigues siendo una niña.

—Vete a la mierda. No voy a dejar que nadie me diga quién puede y


no puede estar en mi vida. Tuve suficiente de eso en la escuela
secundaria. Soy una adulta. Encuéntrame en el camino.

Niega con la cabeza y no dice nada. Lo fulmino con la mirada y salgo


de la cabaña pisando fuerte. Estúpido Alex. Estúpidos rumores.
Estúpida yo por querer convertirlos en realidad.
3
E
stoy atando mis zapatos en unas horas de la mañana demasiado
tempranas, cuando me empujan por detrás.

Alex.

Él vino.

Con una sonrisa tonta y un ridículo sombrero y zapatos de escalar.


Zapatos de escalar para una caminata de cuatro kilómetros.

—Estás sobrevestido —digo.

Mira mi camiseta sin mangas y shorts de correr.

—Estás desvestida.

Le guiño un ojo.

—Con la esperanza de que podría tener suerte.

Observa a la pandilla de campistas detrás de mí.

—Cuidado, Kay-Kay.

Me encojo de hombros. ¿Qué van a hacer? ¿Despedirme? Apenas me


pagan algo y duermo en una cabaña durante nueve semanas con
chicas de seis a diez años de edad y enseño tiro al blanco cinco horas
al día. Buena suerte encontrando mi reemplazo.

—¿Están listas, chicas? —grito. Me traslado al lote de


estacionamiento en la parte inferior de la colina—. Son exactamente
dos kilómetros desde este punto hasta el final de la carretera de
campo y de regreso. Jo va a estar en la parte posterior del grupo por lo
que si alguna de ustedes se cansa, simplemente pasan el rato con ella
y pueden recorrer de nuevo con los que estamos en la parte delantera.

Jo tiene su camiseta de Mujeres que Corren Pueden Dominar Al


Mundo y puedo decir que está molesta de tener que ir al final del
grupo. No me importa. Si Alex y yo dirigimos, vamos a llegar a tener
una conversación real. Las chicas no serán capaces de mantenernos
el ritmo.

Me ajusto en la correa el paquete de primeros auxilios e inicio la


caminata hasta el cerro. Alex está a mi lado y en cinco minutos, las
chicas se han quedado atrás. Detengo mi ritmo.

—¿Por qué cambiaste de idea?

Se encoge de hombros.

—Sonaba como si podías usar la ayuda.

—No es por eso que viniste.

No dice nada, sólo mira a través del túnel de árboles de la carretera


del campamento.

Finalmente, me empuja con el codo y me pregunta:

—¿Estabas hablando en serio sobre tal vez no regresar el año que


viene?

—¿Lo estabas tú?

Sonríe y una parte de mí quiere arrastrarlo por el bosque y ponerme a


horcajadas sobre él. Esto es malo. Sé que esto es malo, pero la idea
ya está en mi cerebro. No hay nada que pueda hacer al respecto
ahora.

—Sí. He dejado atrás el campamento de niñas.

—¿Cómo es que comenzaste en primer lugar?


Siempre me he preguntado eso.

Él y yo empezamos el mismo año. Recuerdo una noche cuando


estaba tan nostálgica por mi mamá y mi papá y mi gato que pensé que
podría escapar, me llevó en un paseo en su carro de golf y me dijo que
echaba de menos su casa también. Tenía treinta entonces. Parecía
tan viejo y sabio. Al día siguiente, me dejó un gato de madera tallado
en mi litera. Nunca dijo nada al respecto. Yo tampoco, pero todavía lo
tengo.

Se aclara la garganta y ve detrás de nosotros. Las campistas están


todavía por lo menos quince metros atrás.

—No quería estar solo ese verano. O cualquier verano de verdad.


Ellos necesitaban ayuda. Parecía un lugar tan bueno como cualquier
otro para trabajar.

—Huh.

Hay más en esto, pero Alex no es exactamente el tipo más


comunicativo. Lo conozco lo suficiente como para darme cuenta de
que las otras partes de su historia se filtrarán en su marco de tiempo,
no en el mío.

—Podría conseguir mi certificado de enseñanza después de que me


gradúe en Lengua —digo, porque no conozco otra manera de que siga
hablando.

—Sí. Serías una buena maestra. Quiero decir, si puedes tomar el


control de esa boca.

Sonrío.

—Creo que te gusta mi boca tal como es.

Gruñe y choco contra él. Él se topa con mi espalda y las mariposas de


amor y odio revolotean alrededor de mi estómago. Cuando está junto
a mí, es todo. Pero cuando estoy en mi cabaña o con las chicas, lo
único que puedo pensar es: él es el doble de mi edad, más dos. Estoy
tan fuera de mi liga que ni siquiera es gracioso. Pero no importa. No
puedo dejar de mirarlo. Mientras choco contra él.

Las chicas nos alcanzan, y Alex se aleja de mí. Una de las chicas, una
niña de doce años llamada Rachel, empieza a decirle mierdas a Alex
por ser el único tipo de menos de cincuenta en el campamento. Él le
sigue la corriente y se me ocurre que probablemente ha escuchado
esto durante diez años. Ahora, estoy aún más intrigada acerca de por
qué iba a firmar en este lugar en vez de la escuela de verano o algún
otro trabajo que podía conseguir para el verano. O, ¿por qué no iba a
trabajar en el campamento de chicos al otro lado del lago?

Alex me deja al final de la caminata, y creo que ni siquiera va a decir


adiós, pero en el último segundo, se da la vuelta y murmura:

—Te veré aquí mañana. —Y es tan perfecto que no puedo evitar


lanzarle un beso sobre dramático.

—Te gusta —dice Jo cuando estamos caminando de regreso al


comedor para desayunar.

—Es un buen amigo.

—No —dice—. El año pasado era un buen amigo. Este año tú eres
diferente con él.

Me encojo de hombros.

—Es demasiado viejo para mí.

—Sí, lo es. No va a detenerte, sin embargo, ¿eh?

Niego con la cabeza y sonrío.

—Probablemente no.

—Esto no es un reemplazo de tu padre, ¿no? —Ladea una ceja, pero


el gesto no queda bien con su cabello ligeramente rojo, su rostro
redondo y pecas. Ella es como Holly Hobby en persona, con músculos
más grandes porque la chica puede ejercitarse.

—Ew, no. No seas asquerosa.

Jo voltea la trenza sobre su hombro.

—Sólo estoy diciendo. Tu padre se casa con una mujer que


básicamente insiste en mantenerlas a ti y a tu hermana fuera. Tu
mamá empieza a salir con su jefe que es diecisiete años mayor que
ella. Freud tendría un día de campo con toda esta situación.

—No se ve como si tuviera cuarenta.

Jo asiente.

—Es verdad. Pero eso no cambia el hecho de que tiene cuarenta.

Tiene razón, por supuesto. Lo sé muy bien, pero eso no me impide


seguirlo accidentalmente a propósito cuando él lleva su bandeja en el
comedor. O preguntarle si me quiere dar una lección de windsurf
durante nuestra hora libre en vez de jugar al ajedrez.

Jo me llama de nuevo en el camino de regreso a mi cabaña.

—Kay-Kay, ten cuidado. Esto sólo puede terminar en un gran lío.

Asiento y regreso con mis campistas a mi cabaña. Me pongo mi ropa


de tiro al blanco sobre un bikini y mientras me dirijo a mi primera clase,
lo único que se oye es el latido de mi corazón junto con mis pasos.

Y un susurro en el fondo de mi cerebro: Alex. Alex. Alex.


4
S
e necesitan cuatrocientos años para que mi hora libre llegue. Es
posible que haya dejado que las jóvenes dispararan un pequeño
juego por todo lo que puedo recordar de mis clases. Estoy fuera
de mi ropa y con el agua hasta las rodillas antes de que Alex me vea.

Sus ojos quedan colgando y rápidamente se baja los lentes de sol


desde la parte superior de su cabeza, pero es demasiado tarde. Lo he
visto mirándome. Cada flecha que he disparado todo el año y cada
kilómetro que he corrido de repente vale totalmente la pena. Deshago
mi cabello oscuro de la trenza y lo sacudo. Ahora, sólo estoy jodiendo
con él, y lo sabe.

—Vamos, reina de belleza, vamos a verte en esta tabla —dice.

Me sumerjo en el agua y llego a su lado. Desliza sus manos alrededor


de mis caderas y me sube a la tabla.

—Necesitas trabajar primero en tu balance —dice desde el agua a mi


lado.

—Tengo un excelente equilibrio. Soy una arquera. Estamos en total


equilibrio. —Antes de que pueda decir nada más, empuja la tabla y
caigo.

—Idiota, ¿qué estás haciendo?

Se ríe y mi corazón tartamudea. La maldita risa. Jesús.

—Estoy probando tu equilibrio. Ahora vuelve allá arriba.


Me contoneo en la tabla, pero es mucho menos elegante sin sus
manos ayudándome a subir. Lentamente me levanto y tomo un minuto
para ajustar mi bikini. Le sonrío.

—Deja de chequearme. Hay niños pequeños presentes.

Niega con la cabeza.

—Tal vez deberías llevar algo más apropiado la próxima vez.

—Entonces, ¿en qué pensarías cuando vayas a la cama por la noche?

—Kay-Kay.

Saco la lengua.

—Endemoniadamente me amas. Soy encantadora. Ahora enséñame a


navegar antes de que mis pezones comiencen a mostrar el cambio en
la temperatura.

—Eres incorregible.

Se desliza en la tabla detrás de mí y lentamente se pone de pie. Nos


ajustamos así que estamos equilibrados y la tabla no se tambaleará
con nuestros cambios.

—Está bien —dice, inclinándose para agarrar la cuerda de la vela—,


tira lentamente de esto hasta que puedas agarrar la vela.

Tiro y cuatro segundos más tarde, estoy de vuelta en el agua.

—Ustedes los niños son tan impacientes.

—¿En serio, abuelo?, ¿cómo puedes incluso tratar con nosotros? —


Me deslizo en la tabla y estoy unos centímetros más cerca de él.
Siento su calor contra mi espalda, y quiero presionarme en él mucho,
para probarlo.

No decimos nada durante mucho tiempo. Lo percibe también y me


pregunto cuál será su próximo paso. Mis ojos escudriñan la playa y
veo un montón de campistas en clases de natación. Los guardias
están en el lago bien sea enseñando o analizando el agua, donde
están las clases. Jo me está mirando demasiado duro, así que ni
siquiera hago una pausa cuando nuestros ojos se encuentran. Está
demasiado lejos para saber si realmente la veo o no. Creo.

Miro por encima de mi hombro y veo a Irene nuestra directora del


campamento asomándose hacía Alex y a mí desde su pequeña
oficina. La saludo con la mano al tiempo que Alex se cae. Regresa
escupiendo.

—¿Puedes mantener tu movimiento bajo control, Kay-Kay?

Se desliza por detrás de mí y agarra la cuerda otra vez. Esta vez guía
mi mano con la suya y juntos jalamos de la vela para arriba. Me agarro
de la barra y la tabla comienza a moverse. Casi no lo puedo creer. Me
río y Alex se acerca a mí mientras su mano aprieta la barra fuera de
mí. Estamos navegando y es una locura e increíble y me encanta cada
segundo de ella.

—Dirígenos de vuelta a la orilla —dice después de haber estado arriba


durante unos minutos.

—¿Por qué? Esto es muy divertido. Me gustaría quedarme aquí para


siempre. —No puedo ayudarme, muevo mi trasero más cerca de él.
Más cerca... ups.

—Sí. He tenido todo lo que puedo tomar. —Salta fuera de la tabla y


nada el resto del camino hasta la orilla.

Para el momento que he navegado de nuevo hacía la playa, está de


pie con mi toalla abierta y mirando hacia la piscina de los campistas.
Me envuelvo la toalla alrededor e inclino la cabeza.

—Oh, Alex, puedes mirar hacia otro lado, pero eso no va a funcionar.
El daño ya está hecho. Te veré más tarde.
Entonces agarro mi ropa y paso a los baños cerca del comedor. Me
encierro en un puesto y trato de ganar control del latido irregular de mi
corazón. Apoyo la cabeza contra la pared lateral y la golpeo un par de
veces. Estoy muy, muy jodida.
5
H
ace tanto calor que han cancelado todas mis clases. Todas las
campistas están en el lago para nado libre. Sólo las actividades
de agua están previstas para hoy. Practico disparando flechas
durante unos minutos, pero mi camiseta está completamente
empapada de sudor.

Alex está dando una lección en la tabla de windsurf sin la vela. Está
ayudando a las campistas a practicar su equilibrio. Al parecer, tienen
que hacer esto por mucho tiempo antes de que realmente les permita
utilizar la vela. Debo haber tenido suerte. Mi ropa ya está fuera y estoy
hasta la cintura en el agua con mi bikini antes de escuchar mi nombre
por el megáfono del campamento.

—Kay-Kay Benson a la oficina, por favor. Kay-Kay Benson a la oficina.

Alex levanta la vista y mira mientras me retiro de nuevo a la orilla.


Lanzo mi húmeda camiseta y hago mi camino lentamente por la
cuesta a la oficina de Irene.

—Toma asiento —dice y señala la silla frente a su escritorio. Por


alguna razón, todo esto se siente como un viaje a la oficina del
director.

Da una calada de un cigarrillo, y trato de no alejar el humo de mi cara.


Irene tiene ochenta años, casada con un hombre mayor que no la
reconoce ya, y fuma como una chimenea. Las arrugas alrededor de su
boca están fruncidas por el constante bastón que persigue al cáncer.
Pero lo que sea, es vieja y dirige un campamento de niñas. No me
puedo imaginar que tenga muchos vicios.
—Kay-Kay, cariño, creo que estás pasando demasiado tiempo con
Alex.

Mi boca se abre.

—¿Perdón?

Toma otra calada y luego apaga el cigarrillo a medio fumar y enciende


otro.

—Los he visto a los dos juntos, y creo que estás pasando demasiado
tiempo con él. Les estás dando a las campistas una idea equivocada.

—Somos amigos.

—Lo entiendo, pero nuestro campamento trata sobre hacer damas a


estas muchachas. Y algunas de nuestras chicas están confundidas por
el mensaje que envías cuando pasas tiempo con Alex.

Parpadeo. Así que realmente no vi esto venir. Supongo que debería


haberlo hecho, pero, ¿qué diablos le importa a Irene con quien paso el
tiempo? Debería estar feliz de que Alex no está mirando de reojo a las
chicas.

—No estoy segura de qué decir, Irene.

Entrecierra los ojos en mí a través de sus gruesas gafas.

—Alex es mucho mayor que tú, querida. ¿Estás segura que sabes lo
que estás haciendo?

—¿Te refieres a ser amiga de él?

Sus labios se curvaron hacia dentro de su cigarrillo.

—No estoy segura que este sea el mejor verano para que él haga
nuevos amigos.

Guau. Irene sabe algo. Quiero preguntar. Debería preguntar, pero no


me dirá ninguna mierda. Y eludiendo a Alex sería todo un milagro.
Suelto un suspiro.

—Está bien. Escucho lo que estás diciendo. Trataré de pasar menos


tiempo con Alex en frente de las chicas.

Me levanto y salgo de su oficina antes de que pueda decir algo más.


Antes de que pueda despedirme o decirme que no debería pasar
tiempo con él en absoluto. Mis chanclas parecen hacer demasiado
ruido al bajar la escalera desde su oficina. Alex me encuentra en la
base de la colina.

—¿Todo bien?

Niego con la cabeza y miro hacia atrás en la oficina.

—Pasaré después esta noche —murmuro entonces chancleteo junto a


él y me regreso a mi cabaña.

***
—¿Estás realmente dejándonos tiradas? —pregunta Sam mientras se
aplica una segunda capa de máscara. Dos capas para ir a Little
Minnow. Como que amo a Sam.

—Sí. Tengo que hablar con Alex. Es algo importante.

Jo está sentada en el lavabo al lado de nosotras. Sin maquillaje, sólo


su cara fresca y hermosa.

—¿Quieres contarnos por qué Irene te llamó hoy?

—En realidad no. Tengo que hablar con Alex acerca de eso primero.

Jo me mira con sus grandes ojos y parpadea muy rápido. Es tan


jodidamente pragmática. Quiero que se emborrache al menos una vez,
sólo para ver lo que en realidad quiere, porque no creo que nunca diga
o haga algo que no quiere.
Sam deja caer su máscara de pestañas.

—¿Irene te encontró en la cama con él?

Río, aliviada de que tengo una excusa para hablar con Sam en vez de
Jo.

—Dios, no. Eso sería tan horrible, habría dejado el campamento.


¿Puedes imaginar la expresión de su cara?

Sam se encoge de hombros.

—Lo que sea. Si él estaba arriba, probablemente le encantaría. Tiene


un culo infernal.

Tiene un culo infernal, pero no quiero a Sam mirándolo. No es que


tenga ningún derecho sobre su culo, pero tengo más derecho que ella.

Jo se sonroja con tal fuerza que parece un tomate.

—Sam, modifícalo. Hay inocentes presentes.

Jo se sonroja aún más.

—No soy tan inocente.

Levanto una ceja.

—¿En serio? ¿Me perdí de algo?

Sam sonríe.

—Te pierdes de todo. ¿No has visto la forma en que estaba mirando al
camarero en el Minnow hace dos noches? Prácticamente necesitaba
un cubo para contener la baba.

Diminutas gotas de sudor están apareciendo en la frente de Jo.

—Cristo, da a la pobre muchacha un descanso. Mira cómo se está


poniendo nerviosa —le digo a Sam—. A pesar de cualquier tipo que le
haga darse cuenta de que hay más hombres que Seguro-Jeff ahí
afuera es una victoria.

Sam se ríe y vuelve a su máscara.

—Pobre Jo.

—Así que me reuniré con ustedes mañana por la mañana, ¿de


acuerdo? ¿Para la carrera?

Sam niega con la cabeza.

—Por supuesto que no, no voy a despertarme una hora más temprano
para hacer una maldita caminata de campistas. Calla ese ruido.

—Tienes que venir. Alex no puede hacerlo más y te necesitamos. —


Pongo mis ojos de cachorro y me muestra el dedo.

Jo se encoge de hombros.

—Supongo que tendremos que hacerlo nosotras. ¿Cómo es que Alex


no puede hacerlo ya?

Me muerdo el labio inferior.

—Es complicado. Te lo diré en el paseo de mañana. —Miro a Sam—.


Si vienes, te lo diría también. Sino tendrías que averiguarlo más tarde.

Sam deja caer su máscara de pestañas en su bolso y se aplica una


capa de lápiz labial.

—Supongo que sí. No me voy a despertar temprano, incluso para los


chismes buenos. Esta cara necesita su sueño de belleza.

Modulo la palabra “resaca” a Jo y sonríe. Sam nos ignora a las dos.


Aprieto sus dos manos.

—Las veré mañana.


—Está bien. No hagas nada que yo no haría —dice Sam—. Pero no
dudes en confirmar el estado de su culo.

Resoplo y salgo por la puerta del baño.


6
L
lamo a la puerta de la cabaña de Alex, y se balancea abierta
como si hubiera estado esperándome.

—¿Estás en problemas? —pregunta antes de que me pueda


colocar al borde de su cama.

—No. No realmente. Ella no quiere que pase tiempo contigo delante


de las campistas.

Suelta un suspiro y se pasa la mano por el cabello.

—Oh. Bueno. Supongo que no es tan grave.

—Sí, lo es. Es una mierda. Debería ser capaz de salir con quien yo
quiera.

Alex se sienta a mi lado.

—Tú no eres una campista más, Kay-Kay. Esas chicas te admiran. Y


son jóvenes. Irene tiene razón. Verte conmigo no es el mejor ejemplo
para ellas.

Cuelgo las piernas por el borde de la cama.

—No entiendo por qué es tan grave, ¿es por el asunto de la edad?

—No. No para ellas. Probablemente piensan que los dos somos


mayores. Pero es por lo de hombre-mujer.

Mi labio inferior sobresale. Alex se ríe y lo traza con su dedo pulgar. Mi


respiración se ve atrapada en el fondo de mi garganta. Me mira y es
como si él pudiera ver cada pensamiento que está corriendo a través
de mi cerebro y ninguno de ellos es remotamente limpio.
Se sienta contra la pared en la cabecera de su cama.

—Así que, ¿eso era todo lo que Irene tenía que decir?

Me tomo un segundo para orientarme de nuevo y cuando finalmente lo


hago, la mirada de Alex está dirigida hacía mi boca. Lamo mis labios y
es como si los dos podemos oír el crepitar de la energía en la
habitación.

Toso.

—Sí. Solo eso. También sugirió que este verano podría no ser el mejor
para ti como para hacer ninguna “amiga nueva”

Se estremece y entonces toda la emoción deja su cara como una


cortina de cierre al final de un espectáculo.

—Oh. Ella está probablemente en lo cierto.

Me muevo lentamente más cerca.

—¿Por qué dijo eso?

La mirada de Alex lanza dardos alrededor de la habitación. Se pone de


pie y se cruza hacia el mapa de Wisconsin que ha clavado en una de
sus paredes.

—No lo sé —dice él, de espaldas hacia mí—. Irene es vieja. ¿Quién


puede decir lo que la hizo decir eso?

Y este es el apagón. Me he acostumbrado tanto a eso que casi no me


duele.

—Así que, ¿así es como va a ser? Bien, entonces. Voy a irme. Nos
vemos luego. Tal vez.

Estoy a dos metros de la puerta cuando me llama de nuevo.

—No te vayas, Kay-Kay. No quiero que te vayas.


Me volteo de nuevo.

—¿Vas a decirme por qué dijo eso?

Niega con la cabeza.

—Es una larga historia. Y realmente no es algo de lo que quiero


hablar. Pero todavía quiero que te quedes.

Dejo caer mis manos a mis caderas.

—Tengo que decirte, que no estoy comprándote exactamente como


un gran amigo en este momento. Me refiero a que realmente, deberías
ser capaz de decir algo a tus amigos. Y Cristo sabe que no voy a
juzgarte por nada. Soy la última persona a estar lanzando piedras.
Pero para que esto sea real. Para que nosotros seamos reales, vas a
tener que dejarme entrar.

—Tienes diecinueve años, Kay-Kay. Incluso si pudieras entender, ¿por


qué tendrías que hacerlo?

—Porque, Alex, soy tu amiga de mierda y tal vez quiero entender.

—Por favor —dice y siento que su voz está a punto de quebrarse—.


Por favor. Quédate. Esta noche. Ven a hablar conmigo sobre cosas
estúpidas y hazme reír y sé Kay-Kay. Te diré todo lo duro después.
Pero no esta noche. Ahora no. Por favor. Sé la Kay-Kay que necesito.

Es como si me envolviera en una línea y no puedo moverme. Estoy


atrapada con él. Atrapada en lo que él quiera. Lo sé muy bien. Sé que
debería presionarlo y hacer que hable conmigo. Hacer que derrame
todo lo que puede guardar en recelo y en algo más grande.

Pero no puedo decir que no.

Así que me siento en el borde de la cama y le cuento historias de mi


primer año de universidad y la mierda estúpida que hicimos en los
dormitorios. Y pretendo que este gigante elefante rosa no permanece
en la habitación con nosotros.

***
A la mañana siguiente se siente como si tuviera resaca. Como si he
tomado demasiado whisky emocional y no puedo sacarlo de mi
cabeza bien puesta. No tengo ni idea de cuando el juego cambió con
Alex, pero estoy segura de que lo ha hecho.

Estoy sentada en el anfiteatro, cambiando las cuerdas en algunos de


los arcos cuando Alex se acerca. El mira mi camisa y sacude la
cabeza.

—Ve a cambiarte.

Parpadeo.

—¿Perdón?

—Ve a cambiar tu camisa.

Miro hacia abajo. Estoy usando mi camiseta con una A escarlata a


favor del aborto. La escogí en la Marcha por la Manifestación de la
Vida de la Mujer en Washington DC a principios de esta primavera.

—Jódete, no voy a cambiar mi camisa.

Alex se pone en cuclillas en el suelo a mi lado. Sus muslos


musculosos tensionados contra sus shorts y por un segundo estoy
demasiado distraída para estar enojada. Pero luego sacudo mi
hiperactiva imaginación y lo fulmino con la mirada.

—Kay-Kay, ¿todo tiene que ser una pelea contigo?

Levanto la barbilla.
—¿Por qué debería aplastar mis creencias, aunque éstas hagan que
la gente se incomode?

Deja escapar un suspiro.

—Porque tenemos un montón de campistas católicas aquí. Lo sabes.


A veces, golpear tus creencias en la cara de los demás no es la mejor
manera de hacer llegar tu punto. Sobre todo con las jóvenes.

El calor se apodera de mis mejillas. Odio que me haga sentir


vergüenza. Odio que tres frases de él hagan que todas mis
convicciones parezcan ridículas e inmaduras.

Mi cabeza se cae y no digo nada. Alex deja que el silencio se sienta


entre nosotros durante un minuto antes de que finalmente incline mi
barbilla con sus dedos.

—Me encanta que sientas con tanta fuerza las cosas. Eres joven.
Deberías hacerlo. Pero no todo siempre tiene que ser una gran
declaración. Vas a hacer más de un impacto en las vidas de estas
niñas por solo mostrarles lo que significa ser una buena persona. Sin
todo lo político. Y Kay-Kay, eres una buena persona.

Sus dedos rastrean a lo largo de un lado de mi mandíbula por un


segundo y cierro los ojos. Me encanta la aspereza de sus manos.
Siempre lo he amado desde la primera vez que tomó mi pequeña
mano de nueve años de edad y me acompañó a la sala del comedor
en el segundo día de campamento.

El rubor de la vergüenza no se ha ido. Me levanto y camino de regreso


a mi cabaña sin decir nada más a Alex. Me quito la camisa y me meto
en una azul básico con una imagen de Little Miss Sunshine en el
frente.

Para el momento en que regreso al anfiteatro, él ya está en el agua


con su primera lección. Las chicas están de pie en la línea de
lanzamiento, esperándome. Ninguna de ellas dice nada sobre mi
camisa.
7
Y
a han pasado diez días desde que he visto a Alex. Quiero decir
de verlo, verlo. Sí, nos vemos en clases o en el comedor. Pero no
jugamos más ajedrez. No pasamos tiempo juntos.

Estoy siendo obstinada. Lo sé. Él es el único que tiene una cabaña


individual. Podría pasar en cualquier momento en una de mis noches
de descanso. Pero quiero que me lo pida. Esto es ridículo, por
supuesto. Estoy siendo autodestructiva. No lo quiero menos por estar
lejos de él. En todo caso, el agujero en el fondo de mi estómago
parece haberse vuelto más grande.

Jo y Sam me ven deprimida, pero se han acostumbrado a mis


evasiones. De hecho, las dos me dejaron en un reservado en el Little
Minow y se fueron a buscar a otras personas con quien hablar.

Estoy caminando de vuelta a mi cabaña después de la cena, cuando


Alex se detiene en un carrito de golf del campamento.

—Necesito tu ayuda con las flechas —dice.

Miro a mi co-consejera y me encojo de hombros.

—Estaré de vuelta en un rato.

Ella asiente.

—Está bien. Buscaré a las niñas para la actividad de la tarde.

Salto en el carro de golf, y Alex se quita tan rápido que me deslizo en


su contra antes de que pueda orientarme.
—¿Estás apurado? —Replico y lo empujó hacia la orilla opuesta del
carrito de golf.

—¿Por qué no has pasado?

Ni siquiera se molestó en mirarme, sólo me lleva hasta una colina que


no queda cerca del rango de tiro con arco. Una colina que conduce a
un pequeño claro con vistas al lago. Un claro que nadie puede ver.
Detiene el carro de golf y mira fijamente delante de él.

Cruzo los brazos.

—¿Por qué no lo has pedido?

Se vuelve hacia mí, y veo ahora que está seriamente molesto.

—¿Estamos jugando a un juego?

Sí.

—No.

—¿Eres mi amiga? —pregunta y busca mi rostro.

Trago un trozo de querer y asiento.

—Por supuesto

—Entonces pásate. No es necesario que te lo pida. ¿Desde cuándo


has esperado una invitación mía?

—Bueno, esa es la cosa, ¿no es así? Me refiero a realmente, ¿por qué


esto siempre está en mí? ¿Por qué tengo que presionar para ser tu
amiga? ¿Cuándo demonios me reclamarás ya?

Parpadea.

—¿Es eso lo que piensas? ¿Es eso lo que necesitas de mí?

—Por supuesto. Quiero decir, en serio. He estado conduciendo este


tren desde el principio. En un momento estaré cansada de la
persecución y mandaré todo a la mierda, ya que realmente no me
quieres.

Lo he dicho. Lo he dicho y nosotros dos sabemos que ahora estoy


hablando de otra cosa. Que he cambiado la definición de amigos en
medio del balbuceo, y ahora estamos en el lugar donde todo es sobre
el subtexto.

Toma mi mano y la coloca entre las suyas.

—Hay una diferencia muy grande entre el poder y querer. No vuelvas


a pensar que no te quiero. Jesús, sabes que sí. No puedo quitar mis
ojos de ti. Pero no puedo tenerte. Por muchas razones, no puedo.

El dolor me está comiendo viva. Quiero meterme en su regazo y


aferrarme a él hasta que finalmente se rinda. Libera mis manos y
agarra el volante. El punto de pulso en su cuello late con fuerza.
Quiero poner mi boca en él. Quiero probar su miembro. Quiero caer en
él y no salir nunca. En su lugar, cambio a la orilla del carrito de golf.

—No creo que pueda pasar por allí y verte.

Es una verdad brutal. Mis entrañas aprietan en señal de protesta, pero


mi cabeza sabe que es lo correcto. Se ha convertido en el peor tipo de
mal hábito, y estamos en un impase.

—¿Eso es todo? ¿Todo o nada? Dios, eso es una respuesta tan


infantil. Me esperaba más de ti.

La furia me golpea como un tsunami. Salto del carro de golf y lo pateo.

—Cállate. Deja de esperar tanto. Tengo diecinueve y de todos modos,


¿qué es lo que quieres de mí? ¿Quieres que me sienta en tu pequeña
cabaña y que te cuente historias y finja que no pasa nada y que no me
importas? ¿Quieres que sufra el dolor de quererte, y luego sólo
marcharte como si todo estuviera bien y que mi cerebro no pueda
pensar en otra cosa que besarte y lamerte y hacerte gemir? Bueno, al
diablo con eso. Puede que seas un masoquista, pero yo no lo soy. No
puedo ser tu amiga. No está en mí.

Estoy pisando fuerte por la colina, esperando a que venga detrás de


mí, esperando a que encienda el carrito de golf y diga que entre. Pero,
por supuesto, no viene. Desnudo mi alma y él no tiene nada que decir
al respecto.

En el momento en que regreso a la cabaña, estoy tan molesta que ni


siquiera puedo hablar con las chicas. Derramo lágrimas de rabia por
las comisuras de mis ojos, pero sólo las alejo. Ya he tenido suficiente.
Estaremos juntos cinco semanas de verano, y no puedo permanecer
en pie por el momento.

Le digo a mi co-consejera que haga la actividad por la noche sin mí, y


bajo a la galería de tiro con arco. Me pongo mi brazo protector y mido
quince metros a partir del objetivo. Entonces empiezo a disparar
flechas. Voy por lo menos un centenar de ellas hasta que mi brazo
empieza a temblar tan mal que apenas puedo sostener el arco hacia
arriba. Está demasiado oscuro para disparar, pero no sé qué otra cosa
hacer conmigo misma. A lo lejos, oigo el sonido del carro de golf y la
ira me golpea de nuevo.

Recojo todo mi equipo y lo pongo en el cobertizo de tiro con arco.


Luego regreso a mi cabaña y me meto en mi litera. Mi almohada está
húmeda en pocos minutos, pero espero que las chicas no se den
cuenta. Me he convertido en la peor clase de un mal ejemplo de cliché.
Estoy llorando por un hombre. Y lo más difícil es, que la mitad de mí
sigue esperando que él cambie de opinión.

***
A la mañana siguiente Sam está con Jo en el punto de salida de la
caminata de dos kilómetros. Levanto una ceja, pero ellas ruedan los
ojos. Tan pronto como las campistas comienzan a reunirse en grupos,
las dos corren hacia arriba para encontrarse conmigo.

—Así que esto es lo que llamamos una intervención —comienza Sam.

—Te vi en el campo de tiro anoche, y creo que esto ha ido demasiado


lejos.

—Él no me quiere —me ahogo.

—Tiene cuarenta. Por supuesto que te quiere. Tienes diecinueve y


eres caliente. Además, eres inteligente y totalmente su tipo de chica.

Una burbuja se está formando en la parte posterior de la garganta. La


burbuja de duda. La que he estado ahogando en las últimas
veinticuatro horas.

—¿Cómo lo sabes?

Jo resopla.

—Kay-Kay, siempre has sido su tipo de chica. Desde el momento en


que tenías quince. ¿No te diste cuenta? Eras la que lo ayudaba a
iniciar la fogata con dos palos. Fuiste la que estuvo de acuerdo con él
sobre el impacto de los combustibles fósiles en el clima. Fuiste la
única que llevó a todas las campistas con él en una búsqueda del
tesoro de ocho kilómetros.

Hago una pausa.

—Ustedes lo habrían hecho también.

Sam se burla.

—Por supuesto que no, no lo haría. Ya es bastante difícil para mí


enseñar a estas chicas algunos pasos de baile básicos. No me gusta
la naturaleza. Solo vine al campamento para escapar de mi vida.
—Sí. Y aunque me gustan un poco esas cosas, no lo vivo. No en la
forma en la que Alex y tú lo hacen. Dios, ¿cómo podrías posiblemente
haberte perdido lo increíblemente orgulloso que siempre ha estado de
ti?

Me muerdo el labio.

—En realidad no importa. No me quiere.

Sam se detiene y toma una respiración profunda.

—Detente con todo eso. Él te quiere, sólo sabe que es demasiado


viejo para ti. Confía en mí, lo he visto este verano. Está mirándote con
mucho más que orgullo.

—¿Y? No va a hacer nada al respecto.

—Por supuesto que no lo hará —dice Sam—, ya se siente como un


pervertido. Te conoce desde que tenías nueve. Si él hace un
movimiento, se sentirá aún peor consigo mismo. Ya es bastante difícil
que el pobre tenga un arbolado permanente cuando estás cerca.

Jo refunfuña.

—Sam tiene razón. Quiero decir que no es exactamente de la forma


que lo diría, pero si realmente lo quieres, lo tienes que hacer tú misma.
Él no va a hacer nada acerca de cómo se siente.

—Pero puse todo allí. Le dije que lo quería. ¿Qué más puedo hacer?

Sam se ríe.

—Ir a su cabaña y saltar sobre él. Si te rechaza, entonces eso es todo.


Fin de la historia. Pero te estoy diciendo ahora mismo, no te va a
rechazar. No con ese cuerpo tuyo.

Me muerdo el labio.

—No sólo quiero dormir con él.


Jo me aprieta la mano.

—Lo sabemos, cariño. Es por eso que estamos haciendo esta


intervención. Ya sabes lo que quieres. No importa lo que piensen los
demás. Ahora sólo tienes que convencerlo de lo mismo.

—¿No crees que sea anti-feminista?

Sam niega con la cabeza.

—Mira, la verdadera definición de feminismo es la igualdad. Las


mujeres consiguen la igualdad de oportunidades para vivir la vida que
quieren. Ya sabes lo que quieres. No te estás perdiendo en este chico,
te estás perdiendo en su propia inseguridad. Ve por él. Asume la
mierda de esta relación. Que se jodan los estereotipos.

—Um, sí, lo que dijo Sam. —Se ríe Jo


8
E
s mi noche libre. No he visto a Alex todo el día, porque está
lloviendo y estamos atascados en el interior de nuestras cabañas
y más tarde estaremos en la sala de recreación para juegos de
mesa. Estoy lista para sacar mis ojos. La lluvia se calmó después de la
cena y he estado en el cuarto de baño por un vergonzoso lapso de
tiempo. Incluso me he puesto brillo labial para la Operación Salta
Sobre Alex.

Sólo que cuando llego allí y llamo a la puerta de su cabaña, él está


saliendo.

—¿A dónde vas? —le digo.

Está recién bañado y afeitado. Lleva una camisa con botones y está
metida en sus shorts de color caqui.

—A la ciudad.

—Oh. —Y ahora soy la idiota. Porque le dije que no iba a venir a verlo,
y aquí estoy con una falda corta y una camiseta ligeramente corta y
unas sandalias de cuña de tiras y brillo de labios. Es fácilmente un 9,3
en la escala de mortificación.

—Pensé que no estabas... —comienza.

—Sí —le digo —, no lo estaba. Lo siento. Mi error. Te veré más tarde.


—Giro y me balanceo en mis sandalias de cuña de tiras ridículas e
intento con todas mis fuerzas no tocarme la cara y dejar que las
lágrimas caigan hasta que se vaya.
—Kay-Kay —me llama.

No doy la vuelta, pero dejo de caminar.

—¿Sí?

—Tengo que ver a un amigo en el hospital. Las horas de visita


terminan a las nueve. ¿Tú... podrías venir conmigo si quieres?

Un bloque de hielo se me instala en el estómago. Porque se siente


como que cualquiera que sea mi respuesta va a ser enorme. Y no
puedo decidir si decir que sí, quiero que haber venido sea realmente lo
correcto. Porque esto va más allá de acostarme con él y todavía
estamos tan firmemente plantados en el territorio amigo. Soy un lío de
emociones.

Giro lentamente y su boca cae.

—Sí —le digo, apartando las lágrimas—. Sí, quiero ir contigo.

Se adelanta tres pasos a mi encuentro y traza sus dedos debajo de


mis pestañas.

—No llores, hermosa. Esto pasará.

Entonces toma mi mano y camina conmigo al lote de estacionamiento.


La mayoría de las campistas están en actividades nocturnas, pero
algunas de las otras consejeras están saliendo. Ellas ven su mano en
la mía. Miradas son intercambiadas, pero él no me suelta. Y así como
así, el hielo se derrite en un charco de calor. Porque no importa lo que
pase, Alex, a su manera, me ha reclamado ahora.

El viaje hasta el hospital es inquietantemente tranquilo. Quiero


preguntarle, ¿a quién estamos vamos a ver? ¿Qué le pasa a esa
persona? ¿Por qué se aferró a mi mano cuando hace una semana la
habría dejado caer? Pero en cambio, miro por la ventana y veo los
pinos pasar.
Mis sandalias de cuña chirrían en el azulejo del hospital. Alex mira
hacia ellas y me ofrece una media sonrisa.

—Probablemente debía haberte dejado cambiar. Pero ya sabes, las


horas de visita.

Asiento.

—Está bien. Voy a esperar afuera, ¿está bien?

—Sí. Eso estaría bien. No voy a estar ahí por mucho tiempo.

Se detiene en la puerta y me mira por un segundo. Luego, envuelve


sus brazos alrededor de mí y me susurra:

—Gracias por venir. —En mi oído. Su abrazo es cálido y delicioso, y


es todo lo que esperaba que fuera y no quiero dejarlo ir, pero se aleja.
Luego mete un gran mechón de mi cabello detrás de mí oreja y entra a
la habitación.

Me muevo por el pasillo hasta un banco de sillas. El plástico es frío


contra la parte posterior de mis piernas, y me gustaría haber sido más
inteligente con mi elección de vestuario. No me imaginaba que mi
noche terminaba en un hospital. Cruzo y descruzo las piernas mientras
observo un cartel de RCP en la pared.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Una voz se abre paso a través de mi


neblina. Irene.

—Yo... um... esperando a Alex.

Su boca se curva hacía abajo, y acaricia sus bolsillos como si


estuviera buscando un cigarrillo.

—¿Viniste aquí con Alex?

—Sí. Es mi noche libre.


—Me di cuenta. —Su mirada se mueve sobre mí en señal de
desaprobación. Cada centímetro de carne mostrándose es como un
punto negro en mi futuro en el campamento.

—Bueno, si me disculpas.

Arrastra los pies delante de mí

—¡Irene! —grito y mira hacia arriba.

—¿Estás bien? Quiero decir... ¿estás aquí para ver a alguien?

Irene siempre ha sido formidable y aterradora. De hecho no puedo


imaginar nada estando mal con ella.

—Por supuesto. He venido a ver a mi hija. Igual que Alex.

Se da la vuelta y sigue el resto del camino por el pasillo hasta la


habitación en la que Alex está. Él está saliendo mientras ella está
entrando. Su mirada se pone en cero cuando me mira antes de que
murmure unas palabras a Irene.

Mi cerebro está inundado con preguntas. ¿Cómo conoce Alex a la hija


de Irene? ¿Cómo es que ninguno de nosotros sabía que tenía una
hija? He estado en el campamento durante diez años. Sin duda, me
hubiera enterado algo de esto.

Alex camina por el pasillo hacia mí. Más lento ahora. Como si
estuviera llevando un paquete enorme en su espalda. Se detiene
frente a mí y extiende su mano. La tomo y dejo que me tire hacia
arriba.

—Supongo que tienes algunas preguntas —dice mientras me conduce


fuera del edificio.

—Sí. Unas cuantas.

—Está bien. Pero, ¿podemos esperar hasta que regresemos al


campamento para que las responda? —Asiento.
—¿Estás bien?

Me mira y sus ojos brillan con lágrimas no derramadas.

—Es difícil decir adiós.

***
El viaje de vuelta al campamento es aún peor. Mi mente está
compitiendo con las preguntas y la tranquilidad de la unidad es
superada por el dolor de corazón evidente de Alex. Enciende la radio y
escucha a un par de chicos hablar sobre la caza, y luego la apaga. Su
mirada se pasea por mi cara un par de veces, pero tan pronto como lo
miro en cuestionamiento, sacude la cabeza y mira hacia adelante.

Estaciona su camión y rodea el capó a mi lado. Abre la puerta antes


de que pueda orientarme, antes de que pueda prepararme para la
crudeza de su cara. Me toma de la mano y tira de mí hacia fuera en el
frío de la noche y luego nos conduce de regreso a su cabaña.

Cuando la puerta se cierra detrás de él, libera un largo suspiro que


suena más como el comienzo de un sollozo. Busco las pequeñas
arrugas a lo largo del borde de sus ojos. Líneas de risas. Aunque
ahora se parecen más a líneas de tristeza, grabadas en su rostro una
vida de dolor que no tengo ni idea.

—Robin. La hija de Irene. Se está muriendo. De cáncer cervical.

—No sabía que Irene tenía una hija. Quiero decir que en realidad no
habla de ella. ¿Están distanciadas? —pregunto.

—Sí. Lo han estado. Creo que Robin se acercó a todos nosotros de


nuevo cuando se dio cuenta de que estaba enferma.

Me preocupa mi labio inferior.

—¿Así que la conoces bastante bien?


Asiente y se mueve a mi lado en la cama. La piel cálida de su pierna
presiona contra la mía y por primera vez en un tiempo, las mariposas
en mi estómago no toman velocidad. Todavía están allí. Pero esta
vez, es como si estuvieran esperando tanto como yo.

—Robin es mi ex-esposa.

Parpadeo y mi boca se abre.

—Guau. No me esperaba eso.

Se ríe una vez, pero es frágilmente.

—Lo apuesto.

—¿Cuánto tiempo estuviste casado?

—Unos pocos años. En mis veinticinco años. Ambos éramos jóvenes.


Estúpidos. Justo salíamos de la universidad. En realidad no nos
conocíamos tan bien. En realidad no nos conocíamos a nosotros
mismos.

Asiento, porque a estas alturas, no sé qué más hacer. He sido


sorprendida y la montaña de la historia que está cayendo sobre mí es
lo que hace difícil respirar.

—Así que, un día cerca de tres años de nuestro matrimonio, ella se


fue. Sin notas. Sin nada. Como que simplemente decidió que no
quería vivir esa vida nunca más. Unos meses más tarde, después de
buscar durante mucho tiempo, encontré los papeles del divorcio en el
correo. Irene y George supieron que ella había desaparecido. No
habían escuchado nada de ella tampoco. Era como si se hubiese
convertido en nómada o algo así. Ocho meses después, mi primer
verano viviendo por mi cuenta sin Robin, Irene me ofreció trabajo en el
campamento. Creo que era su forma de disculparse por el desastre de
su hija.
Toma mi mano y enlaza sus dedos a través de ella. Me parece que no
puedo oír nada. Robin era mi ex-esposa sigue zumbando alrededor de
mi cabeza, haciéndose eco más fuerte que cualquiera de sus
palabras.

—¿Así que se está muriendo y quiere volver a conectar?

Asiente y me aprieta la mano, y luego traza círculos en mi palma.

—¿La amabas? —pregunto y mi voz suena tan pequeña que no puedo


imaginar que me vea como algo más que una niña con un flechazo.

—Pensé que lo hacía. No sé. Era joven. El amor cuando eres joven se
ve diferente que cuando eres mayor.

Es una bofetada en la cara. Lo sé, pero estoy demasiado insensible en


este momento para sentirlo.

—¿Aún la amas?

—No. No desde el día que firmé los papeles. Probablemente incluso


antes de eso. —Libero su mano y me levanto sobre mis sandalias de
cuña ridículas.

Me mira y cada emoción está plasmada en su rostro. Por primera vez,


es un libro abierto. Sé lo que quiere, lo que cree que necesita, pero no
puedo dárselo. Casi tengo las agallas, pero sé que tengo que dejarlo.
No puedo ser su noche de consuelo. Quiero más que eso.

—Gracias por decírmelo. Gracias por permitirme venir esta noche. —


Me muevo hacia la puerta.

—Kay-Kay —dice en voz alta, y el anhelo en su voz casi me detiene.

Giro hacia él y me encojo de hombros.

—Sólo tengo diecinueve años. Has dejado tu posición muy clara. Pero
no puedo ser lo que piensas que necesitas esta noche. Puedo ser tu
amiga. Pero no puedo ser otra cosa. ¿Crees que no te quiero de la
misma manera que tú me quieres? ¿Qué soy demasiado joven para
entender? Te quiero tanto que te voy a dar exactamente lo que
necesitas en estos momentos. Una noche de la que no despertarás
lamentándote.

Y con mi corazón cortado en pequeños pedazos y dispersándose a


mis pies, salgo por la puerta.
9
T
res días. Setenta y dos horas. Cuatro mil trescientos veinte
minutos. Ese es el tiempo que ha pasado desde que dejé a
Alex. Desde que dije la palabra A entonces se marchó. Y ahora
es domingo y tengo todo el día libre. Sam y Jo han cambiado sus días
para que puedan ir hasta Bayswater para algún festival que no tengo
ningún interés en ver. Así que estoy por mi cuenta. Me quedo con mi
bolsa de ropa sucia en la parte trasera de la camioneta del
campamento rumbo a la ciudad. Tengo un día libre y estoy lavando.
He llegado a un nuevo bajón.

Me deslizo en el asiento del copiloto de la camioneta y espero por


quien sea que me está llevando fuera de la ciudad aparezca. Esta es
una de las pocas ventajas de estar sin auto en el campamento.
Alguien te dejará y te recogerá en sus días y noches de descanso.
Está basado en un conductor designado, y cuando Jo no está cerca
para llevarme de regreso desde Little Minnow, es una especie de
regalo del cielo.

Balanceo mis pies en el salpicadero y miro por la ventana. La puerta


de enfrente se balancea abierta.

—Cinturón de seguridad.

Alex. Por supuesto. Jodida Vida Mía.

—¿Eres el conductor? ¿Desde cuándo? Odias conducir a consejeros


a la ciudad.

Sonríe y un pedazo de mi corazón se agrieta y cae en el asiento de


vinilo de mierda.
—Escuché que ibas a ser el pasajero, de modo que me ofrecí.

—Aja.

¿Así que somos amigos de nuevo? Puede ser. ¿Quiero eso?

Llega a través de mí y agarra el cinturón de seguridad. Su mano roza


mi muslo mientras hace la hebilla hacer clic en su lugar y un ambiente
cálido de deseo se mueve desde el vientre hacia abajo. Nope. Amigos
no va a ser una opción.

Retrocedo lentamente, presionándome contra la puerta. Enciende el


auto y conecta la radio. Algún tipo de cosa country del este. Odio a las
estaciones de radio de Wisconsin del Norte.

Golpea las manos por el volante y sale al camino del campamento.

Por cuatro minutos de silencio, él toma a la derecha en la carretera


principal.

—La lavandería es en ese camino. Ya sabes, en dirección al pueblo.

—Puedes lavar la ropa después. Pensaba que hiciéramos otra cosa.

—¿Nosotros?

Asiente y continúa tocando en el volante.

—Sip.

Tengo que poner mi cabeza en el juego. Mi mirada sigue vagando


entre sus bronceadas piernas y sus fuertes manos.

—¿Cómo está Robin?

Su boca se frunce en una mueca.

—Están hablando sobre mudarla al hospicio. Irene está en contra,


pero creo que sería lo mejor para ella.

—¿Qué piensa Robin?


Se encoge de hombros.

—Ella realmente no pesa. Está en una gran cantidad de morfina. No


está realmente despierta. Es la decisión de Irene en este punto.

—Hmm... bueno, supongo que ella sabe lo que es mejor.

Nos dirigimos a unos kilómetros en la dirección opuesta de la


civilización antes de que no pueda anular mi curiosidad por más
tiempo.

—¿Dónde me estás llevando?

—No está tan lejos ahora.

Eso es todo. Estoy siendo tomada como rehén por el chico el que he
estado pensando desde prácticamente el primer día del campamento,
tal vez incluso antes de eso, y estoy en completo modo de pánico. No
sé cómo estar con él. Mis bromas de costumbre no funcionarán
porque están exclusivamente basadas en insinuaciones y ese barco
ya ha zarpado.

Se acerca y acaricia mi cabello.

—Relájate, Kay-Kay. Todo va a estar bien.

No estoy segura de lo que quiere decir con bien porque actualmente


mi pierna está en llamas desde donde me tocó, y estoy a cuatro
segundos de agarrar el volante, dirigirlo a los árboles, y taclearlo.

Oh dios.

Unos minutos más tarde, se detiene en un pequeño estacionamiento


al lado de un muelle. Parpadeo. Abre la puerta y saca una cesta de
picnic impermeable de debajo de una manta en el asiento trasero. Así
que no es lo que esperaba.

Viene a mi lado de la camioneta y me agarra de la mano.


—Mi canoa está aquí.

Camino detrás de él hasta el muelle y veo una canoa varada inclinada


sobre la orilla. Se voltea boca arriba y agarra las dos paletas de abajo.

—Estuviste planeando esto por un tiempo, ¿eh? —pregunto.

—Los últimos tres días.

—Oh. —Me pasa una paleta y saca la canoa a la orilla del agua. Deja
caer la cesta de picnic en el centro y apunta al arco—. Bueno, salta.

Me deslizo mis zapatos y los guardo junto a la cesta de picnic. Luego


me subo en la parte delantera de la canoa y miro hacia atrás a él.

Me está mirando con tanta fuerza que mi pulso se acelera.

—¿Estás bien?

—Sí. Sólo admirando la vista.

Está bien, entonces. Estoy muy jodida.

Abro la boca para rematar, pero no tengo nada. Literalmente. Mi


garganta está seca y no puedo pensar en una cosa para decir. Él se
ríe y empuja la canoa de la orilla, saltando hacia la popa en el último
segundo.

Nosotros remamos hacia el centro del lago y señala una familia de


castores. Entonces nos metemos en una discusión sobre el impacto
de botes motorizados en el ecosistema del lago. Y por un segundo,
todo está bien y somos como siempre hemos sido. Y pienso que tal
vez todo el subtexto de este verano pasado se desvanecerá. Nos
dirige hacia una pequeña isla y me ayuda a salir de la canoa. La forma
en que sus dedos rozan mis caderas me hace contener el aliento. Deja
que sus manos permanezcan demasiado tiempo y para el momento en
que está colocando la cesta en el suelo, estoy muy caliente y nerviosa
que no puedo hablar.
—¿Por qué estás haciendo esto? —susurro.

Me mira directamente a los ojos, y no puedo apartar la mirada.

—Porque tú lo vales.

Tres pasos. Se necesitan tres pasos para que él llegue a mí. Estar
delante de mí recompensa cada emoción en su rostro. Mi respiración
se presenta en jadeos y mi cerebro está demasiado lleno de gente con
todo el deseo.

Suelta un suspiro tembloroso y acuna mi cara entre sus manos


ásperas.

—¿Puedo?

Me muerdo el labio y asiento. Entonces su boca está cubriendo la mía


y la abro para él y chupo su lengua, y sabe como todas las delicias del
verano en un paquete increíblemente sexy.

Me levanta y mis piernas se envuelven a su alrededor. Estoy


lloriqueando porque no es suficiente. Su boca no es suficiente. Ha sido
demasiado tiempo con demasiado dolor, y ahora quiero todo de él. Me
baja y se presiona por encima de mí. Y cuando finalmente siento su
dureza me arqueo contra él, arrastra su boca y me mira.

—Kay-Kay —dice entre respiraciones—. ¿Estás segura de que es lo


que quieres?

Asiento.

—¿Y tú?

—Dios sí. Desde el momento en que te vi este verano. No puedo


permanecer lejos. Me tienes. Para lo que quieras. Por cuanto sea. Soy
tuyo.

Sujeto su cabeza hacia abajo y deslizo mis manos por la espalda de


su camisa.
—Quiero todo esto —le susurro antes de besarlo, profundo y duro con
todas las cosas que he estado sintiendo desde hace siete semanas.

Entonces todo en mi cerebro se desvanece mientras nos convertimos


en una maraña de brazos y piernas y la ropa y el sudor y todas las
preguntas parecen tener la misma respuesta: sí, sí, sí.

***
No puedo dejar de tocar su cara en el viaje a casa. Está cubierta de
quemaduras de afeitar. Solo el mayor tonto no sabría lo que he estado
haciendo. Alex sigue mirándome como si fuera una especie de animal
en peligro, y, finalmente, me dirijo a él.

—¿Qué?

—¿Por qué me quieres?

—¿Qué?

—¿Por qué me elegiste al principio del verano? Hay un montón de


consejeros en el campamento de los chicos. Eres preciosa.
Probablemente podrías haber elegido.

Mi cara se rompe en una enorme sonrisa.

—¿Crees que soy preciosa?

—Te lo he dicho desde el principio.

—Sí, pero todavía es agradable escuchar después de haber visto todo


de mí. —No puedo ocultar mi sonrojo así que veo mis manos en mi
regazo.

Se ríe.

—Sí. Diría que eres aún más preciosa ahora.


—Gracias.

—Así que, ¿por qué me elegiste?

—Me gustas. Siempre me has gustado. Estamos un poco igual,


¿sabes? Consigo en ti más de lo que puedo obtener en otros chicos.
Todos son simplemente estúpidos y quieren emborracharse y
conectar. Ellos no se preocupan por nada.

—Estás pasando de diecinueve a cuarenta, Kay-Kay.

Asiento.

—Sip. Siempre lo he sabido. Por eso me sentí tan cansada de


escuchar toda tu mierda sobre lo joven que soy. Esas cosas nunca me
importaron.

Se queda en silencio por demasiado tiempo, y empujo su hombro.

—Es importante para otras personas, sin embargo —dice finalmente.

Me encojo de hombros.

—No es mi problema.

Frunce el ceño y no dice nada más hasta que volvemos al camino del
campamento.

—Entonces, ¿qué ves que está pasando entre nosotros ahora?

—Bueno, no apestaría hacerlo de nuevo.

—Ja. Cierto. Así que, ¿solo es eso entonces? Nos quedan tres
semanas de campamento así que sólo va a ser divertido. ¿Es eso lo
que quieres?

Sé lo que quiero, pero no estoy a punto de ponerme allí de nuevo. No


cuando no estoy segura de cómo responderá. No cuando hay tantos
“qué pasaría” entre nosotros.
—¿No podemos improvisar?

Detiene el auto a mitad de camino por la carretera del campamento.


Se inclina y me besa. Suave y cálido y húmedo y delicioso.

—Está bien. Improvisaremos.

Entonces impulsa el resto del camino hasta el estacionamiento, y hago


el lento ascenso por la colina de regreso a mi cabaña. Mi piel está
hormigueando y me siento como si estuviera brillando en la oscuridad.
Mis pies se mueven a paso de tortuga porque no estoy lista para
regresar a mi cabaña todavía. Las prisas del día corren por mí, y
quiero que dure unos minutos más antes de que la realidad de la vida
en el campamento se asiente de nuevo.

Doy otro paso y escucho un ruido en los cuartos de baño. Me asomo a


la oscuridad y siento manos que me agarran. Casi me chirrían, pero
conozco estas manos. Las he conocido todo el día. Me tiran en la
oscuridad contra un árbol.

—Alex —le susurro mientras arrastra su boca en besos prolongados a


lo largo de mi cuello—. Alguien podría ver.

—Sí —dice, y me levanta para darle un beso hambriento de boca


antes de colocarme abajo y dar un paso atrás—. Es probablemente
algo bueno que no voy a estar aquí el próximo año.

Deja caer otro beso en la mejilla y comienza a silbar mientras hace su


camino hacia su pequeña cabaña.

Me deslizo por debajo de mis sábanas y no puedo ayudar a mi cerebro


para prenderse a lo último que dijo. No voy a estar aquí el próximo
año. Mis intestinos tienen calambres y tengo que tomar varias
respiraciones profundas antes de que pueda pensar con claridad.
Tengo tres semanas. Tres semanas para hacer que un chico lo
suficientemente viejo para ser mi padre se enamore de mí. ¿Qué tan
difícil puede ser?
10
N
o podemos dejar de tocarnos. Está bordeando lo odioso y si
alguien estaba mirando con mucho cuidado, estaríamos
totalmente siendo convocados. Alex me ayuda a ajustar el tiro al
arco, lo que realmente implica su mano en mi trasero mientras lucho
para colocarlo de pies a un lado. Le ayudo a guardar las tablas de
windsurf, lo que es realmente deslizar mis manos por su espalda
musculosa mientras iza tablas sobre su cabeza. Puede que también lo
haya lamido. Dos veces.

No puedo esperar hasta mi próxima noche libre y cuando finalmente


llega, corro a su cabaña sin siquiera hablar con Jo o Sam acerca de
mis planes. Mi camisa está fuera y estoy encima de él cuando un
golpe fuerte suena en la puerta.

—¿Vas a quedarte esta noche? —grita Sam.

Me ahogo una carcajada al ver la expresión de horror en el rostro de


Alex.

—Sip. Hablaré contigo mañana.

—Usa protección. Algo de su esperma todavía podría ser viable —dice


en voz alta y suelta una carcajada mientras pisa fuerte en la distancia.

—¿Tus amigas saben de nosotros?

Levanto mis cejas.

—No es tan difícil de imaginarlo. No son tontas.


Sacude la cabeza.

—Esto va a morderte en el culo después. Irene se va a enterar, y no


hay manera de que te contrate de nuevo el año que viene.

Muerdo el interior de la mejilla para reservarme el impulso de que no


tengo ninguna intención de regresar al campamento si él no está. En
su lugar, digo.

—Bueno, no estarás aquí, así que no será un problema.

Señala el borde de mi costura y me tira hacia abajo encima de él.

—A menos que ataques al próximo, pobre y desprevenido instructor


de windsurf.

—No. Esta es una especie de contrato de una sola vez. Además,


¿quién puede decir que él me querría? Tomó todo lo que tenía
ganarte.

Alex se ríe.

—Él te querría. Tomó todo lo que tenía para no caer.

Lamo mis labios y él sigue el movimiento. Sí. No soy la única jodida en


este acuerdo.

—Pero caíste, ¿no?

Me levanta y busca mi rostro por la pregunta detrás de la pregunta.


Los dos sabemos que está ahí. Abre y cierra la boca, luego niega con
la cabeza. Sabe lo que necesito oír y todavía no me lo dará. En
cambio, me da la vuelta y me besa hasta que no puedo pensar en las
palabras que faltan entre nosotros.

***
Jo, Sam y yo estamos sentadas en el muelle acuático, viendo la
puesta de sol.

Es una noche libre ya que la mayoría de las campistas están viendo


una película en la sala de recreación. Los bribones están gritándose
los unos a los otros al otro lado del lago, y los tranquilos sumideros
pacíficos están cerca de mí y amortiguan mi inquietud.

—Sólo dos semanas más —dice Jo—. ¿Sabes lo que vas a hacer?

Me encojo de hombros.

—Regresar a la universidad.

—¿Y él?

—Regresará a enseñar. —El agujero interior se estremece ante la idea


de tiempo separados, pero no soy una idiota. Quiero terminar la
universidad. Él tiene un trabajo. La realidad de diecinueve y cuarenta
no se me escapa.

—¿Y luego?

Me muerdo el labio.

—¿Puedo pedir que espere? —Veo a Sam que está extrañamente


tranquila esta noche.

Se gira hacia mí.

—¿Es eso lo que quieres? Quiero decir, ¿de verdad crees que este es
el verdadero? Entiendo que eres un alma vieja, pero en realidad, eres
muy joven para plantar tu bandera en este momento. —Sam cuelga
sus pies descalzos en el agua y patea un chapoteo.

—¿Dónde te ves en cinco años? —le pregunto.

Levanta un hombro.
—No lo sé. No podía planear donde voy a estar el año que viene.
Mucho está cambiando. Mucho ha cambiado en el último año.

—Lo ves, para mí, lo sé. No quiero decir exactamente, pero sé que
voy a enseñar en cinco años. Sé que voy a estar trabajando con los
niños de alguna manera. Sé que voy a encontrar una manera de pasar
los veranos en un lago. Y sé que voy a estar con él. O por lo menos
espero estar.

Jo inhala una respiración rápida.

—¿En serio? ¿Estás tan segura? —es una pregunta extraña. Sé que
toda la mierda que ha pasado con Jeff y el chico nuevo está
golpeándola con fuerza en este momento, pero de nuevo, no hablará
hasta que realmente lo necesite, y ella rara vez piensa que lo necesita.

—Sí. Es decir no hay nada escrito en piedra. Pero tiene sentido. Él


tiene sentido para mí. Al igual que, por primera vez, siento que
encontré a alguien que encaja perfecto.

Sam niega con la cabeza.

—No serás capaz de hablar con él sobre eso. No importa cómo te


sientes o cuan segura estás. Pensará que está tomando algo de ti.

Me mordisqueo el labio inferior. Este es el problema, por supuesto. Él


va a pensar eso. Y parte de esto será un poco cierto. Es difícil
encontrar tu gran amor cuando tienes solo diecinueve años. Es
estúpido y romántico y una mierda de verdad. Sólo que no lo es. Y la
idea de que no voy a estar con él en cinco años hace que algo dentro
de mí a dónde.

—¿Alguna idea? —pregunto.

Jo niega con la cabeza y ve a Sam que dice.

—Oye. Te metí en la cama del chico. Todo el resto de esas cosas,


está tan lejos de mi área. No es que meter a un hombre en la cama
sea mi área. —Se enreda y se tropieza con sus palabras mientras su
cara se enrojece, me hace aún más curiosa lo que está pasando con
ella.

Nosotras tres pasamos los siguientes veinte minutos en relativo


silencio. Escuchamos a las alocadas y las voces de la gente que
pasan en sus barcos, pero sobre todo, estamos cada una en nuestra
propia cabeza. Me he acostumbrado a eso con nosotras. Se ha
convertido en una amistad de tiempo y comodidad. Todas parecemos
saber cuándo es mejor simplemente dejar que el universo se
desarrolle como lo hará.

Nos dirigimos de nuevo a las cabañas y Alex me detiene en su carrito


de golf a mitad de camino hasta la colina.

—Súbete. Quiero mostrarte algo.

Sonrío.

—Me encanta cuando hablas sucio.

Se sonroja y sonríe en esa forma de niño adorable.

—Deja eso y entra.

Me deslizo a su lado y esta vez me presiono demasiado. Si alguien


nos vio, estarían haciendo todo tipo de preguntas, pero en este punto,
no me importa. Me quedan menos de quince días y necesito toda la
ayuda que pueda conseguir. Alex apoya su mano en mi muslo
mientras nos conduce hacia la hoguera. Estaciona el carrito de golf y
tira de mí cerca.

—Tienes que estar tranquila —dice mientras besa la punta de mi


nariz—. No queremos que los espantes.

Sigo detrás de él y nos acerca a la orilla del lago en el lado sur del
campamento. Se deja caer sobre su estómago e imito su acción.
Luego se bambolea más cerca del borde y se acerca más. Me deslizo
a su lado y contengo la respiración.

Un nido de bribones bebé está descansando en el borde del agua. Su


vello negro se mezcla en el fondo, pero la luz de la parte superior de la
colina brilla casi directamente sobre ellos.

—Oh Dios mío —le susurro—. ¿Cómo los encontraste?

Alex se encoge de hombros.

—Vi a la madre buscando comida antes y la seguí. Muy lindo, ¿eh? —


Parpadeo hacia él y asiento.

—Sí. Algo sorprendente, en realidad. No creo que jamás haya visto


pequeños bribones. Ni siquiera en diez años de estar aquí.

Alex bambolea hacia atrás y él mismo apunta contra un árbol, sus


largas piernas estiradas frente a él.

—Sí. Voy a extrañar este tipo de cosas el año que viene. Pero
probablemente conseguiré ver aún más en los bosques lluviosos de
Costa Rica.

Asiento.

—Probablemente.

La amplia extensión entre nosotros de repente parece infranqueable, y


no sé cómo decirle lo que quiero. Así que simplemente me siento en
silencio a su lado y apoyo mi cabeza en su hombro.

—Robin está en cuidados paliativos. Creen que sólo unos pocos días.

—Jesús. ¿En serio? No he visto a Irene. Debería haber preguntado. —


Toma mi mano entre las suyas. En una adorable manera pasada de
moda.

—Irene ha estado con ella.


—¿Estás bien?

Asiente.

—Sí. Triste por ella. Triste por Irene. Pero me despedí hace mucho
tiempo.

—¿Sabes… sabes si quieres que vaya al servicio contigo o lo que


sea?

Me aprieta la mano.

—No. Eso está bien. Es mucho pedir, y no estoy seguro de cómo Irene
lo tomaría.

Quiero decirle que no me importa una mierda lo que piense Irene. Lo


que importa es si él me necesita, pero me doy cuenta de que esto es
una respuesta infantil y tengo que ser más paciente con él y todas sus
inseguridades acerca de nosotros.

—Está bien. Bueno, si cambias de idea...

El aire entre nosotros está lleno de preguntas, pero ninguno de


nosotros tiene las respuestas en este momento. Tenemos una ex
muriendo y un nido lleno de bribones bebé y una niña de diecinueve
años que se enamoró demasiado. Así que no puedo decir nada. Nos
sentamos debajo de un árbol, de la mano y pretendemos que en dos
semanas, no vamos a tener que decir adiós.
11
T
res días más tarde Alex desaparece. Sus clases se cancelan sin
ninguna explicación. Irene aún está desaparecida, así que sólo
puedo asumir lo peor. Robin está muerta. Me esperaba más de
él. Una nota. Algo. Pero besos y sexo y tomarse de las manos y todo
el resto de eso, aparentemente, no se han traducido en su mente
como una indicación de que necesita decirme cuando va a
desaparecer.

Es mi culpa. Dije la palabra A. No la he dicho desde esa vez. No ha


preguntado por eso, y ciertamente no le he pedido que sea recíproca.
Incluso tengo suficiente sentido para saber cuándo hay que
protegerme. Pero aún así, un texto rápido o una nota en mi cama
diciendo:

Me voy a desaparecer para tratar con cosas de Robin. Te veré


cuando regrese. Habría sido ir bastante lejos.

Mientras eso pasa, soy una máquina de tiro con arco. Puedo diseñar
un concurso elaborado por las campistas recreando Los juegos del
hambre con los objetivos de tiro con arco. Voy a la ciudad y compro un
bote lleno de dulces para regalar como premio. En el campamento de
verano, el caramelo es la moneda y al final del primer día, todo el
mundo quiere inscribirse en el concurso, incluso esas chicas que
nunca han tomado un arco antes.

Sam hace que todas sus campistas se unan y luego pasa el resto del
día ayudándome con el concurso. A las cuatro de la tarde, las dos
estamos agotadas y listas para tomar una copa en Little Minnow.
Me ahogo por la cena y espío todas las conversaciones a mí alrededor
para oír si alguien sabe algo acerca de Robin o Irene.

Desafortunadamente, la mayoría de los rumores son sobre Alex y


cómo ha escapado con una antigua campista. La ironía de esto no se
pierde en mí, y sonrío secretamente en mi puré de papas, pensando si
supieran.

Jo está sentada en el capó de su auto, esperándonos después de la


cena. Está tensa y ajetreada y puedo decir que algo muy grande está
corriendo alrededor de su cerebro.

—¿Listas para irnos? —dice, y se baja del auto, haciendo clic en el


botón de desbloqueo.

—Sip. ¿Apurada? —dice Sam con una sonrisa. Así que, lo que sea
que está pasando, soy la única que no lo sabe.

—¿Querías decirme algo? —le pregunto. Jo niega con la cabeza y se


muerde el labio. Sam se ríe y se desliza en el asiento trasero.

—Te has perdido un montón de noches de diversión en el Little


Minnow. —Es la única explicación que Sam me ofrecerá.

Jo enciende la radio demasiado alto y los tamborilea a través de sus


canciones para llegar a esas que todos conocemos y amamos.
Cantamos las letras a todo pulmón, nos dirigimos por la carretera del
campamento. Echo un vistazo a la cabaña de Alex, mientras pasamos
y mi respiración se detiene.

—¡Alto!

—¿Qué? —Jo frena en seco, apaga la música y mira a su alrededor—.


¿Viste a un ciervo?

—No. —Me desabrocho el cinturón de seguridad y me deslizo hacia


fuera—. Alex está de vuelta. Voy a...
Sam suspira y trepa del asiento trasero hacía el mío que está vacante
ahora.

—Tirada por un hombre... de nuevo.

Sonrío.

—Lo siento. Te lo compensaré.

Sam me saluda en la distancia.

—No, no lo harás. No vales la pena. El código completo de chicas se


va a la mierda cuando el amor está involucrado. Por eso no me meto
con eso. Chicos sí. El amor, el infierno que no.

Me inclino en el auto.

—Gracias. No sé lo que haría sin ustedes dos.

Sam sonríe.

—Él. Se lo harías. Todo el tiempo.

Me río y luego me despido. El auto acelera hasta la carretera del


campamento, y puedo escuchar la música que salía por las ventanas
abiertas de Jo de nuevo. Tomo unas cuantas respiraciones
estabilizantes antes de ir de puntillas a la cabaña de Alex.

Golpeo ligeramente y escucho el arrastrar de pies dentro. Tira de la


puerta y mi corazón se detiene en su mirada. Antes de que pueda
decir nada, está lanzándome en la habitación y me levanta, sus manos
ahuecando la cara inferior de los muslos. Mi espalda choca contra la
puerta y su lengua se está hundiendo en mi boca, casi me ahogo en
su ferocidad.

Aprieto mis manos contra su pecho, pero él me aplasta más. Todas


mis buenas intenciones sobre regañarlo, diciéndole que valgo una
maldita nota, por lo menos, parecían haberse escapado para este
momento. Sus labios y los míos se enredan y buscan el uno al otro.
Finalmente, me deja ir.

—Gracias por la nota —le digo, tirando de mi camisa de vuelta a mi


cintura.

—No sabía cómo decírtelo.

—Un simple, Oye Kay-Kay, mi ex murió así que voy a hacerme cargo
de eso, hubiera bastado.

Sacude la cabeza.

—No pude verte antes de irme.

—¿Por qué no? Eres un idiota. Eso es una mierda de secundaria.


Jesús, ¿no se supone que eres el adulto aquí?

Rastrilla sus dedos por su cabello rubio rojizo y da unos pasos atrás.

—Sí. Pero cuando me dieron la noticia, no me sentí como un adulto.


Quería venir a ti. Quería traerte conmigo. Quería sostenerte y nunca
dejarte ir.

El aliento se precipita fuera de mí.

—¿Por qué no lo hiciste?

—Porque no me puedo sentir de esa manera. Tienes diecinueve. No


puedo quererte tanto. No se supone que sea así. No se supone que
lastime de esta manera

De repente estoy temblando. Violentamente. Mis piernas no me van a


soltar, y desplomarse al suelo. Hipo un sollozo.

—Lo sé

—¿Qué se supone voy a hacer contigo? —La desesperación en su


voz es todo lo que he sentido en las últimas semanas. El hambre
persistente y el doloroso conocimiento de que esto no puede ser, que
no podemos ser.
—No lo sé.

Desciende y se arrastra hacia mí.

—Estoy enamorado de ti. Tienes que saber esto ahora.

Por supuesto que sí. Es todo lo quería. Todo lo sabía en el fondo de


mi mente. Y duele como nada que he conocido. El temblor no parará y
me recoge en su regazo y se aferra a mí con fuerza.

Las lágrimas se deslizan por mi cara. Las recoge en sus dedos y las
quita. Luego, cuando se siguen viniendo, él las besa. Y me besa. Y me
pierdo en eso de nuevo por un momento antes de retirarme de él.

—¿No vamos a ir a trabajar? —digo.

Niega con la cabeza.

—Sabes que no vamos.

Estrecho los ojos juntos y ruego porque el momento se congele. Para


nosotros, para llegar a estar así para siempre. Para que nada fuera de
estas paredes exista. Pero cuando los abro de nuevo, sé que no voy a
conseguir eso. No voy a conseguir mantenerlo. Va a caminar lejos de
mí y hará lo correcto.

Me quito la camisa y le ayudo a quitarse la suya.

—Está bien. Esta noche. Sólo esta noche. Ahora mismo.


Desapareceré después de esto, pero ahora mismo, necesito esto. Por
favor.

Me levanta y me pone en la cama. Sus dedos rozan la última de mis


lágrimas, y entonces está encima de mí, amándome de una manera
que es a la vez tierna y desesperada. Y mientras me aferro a él, sé
que esta es su manera de decir adiós.
12
L
as campistas se fueron ayer. Es el último día del personal y no he
estado con Alex desde hace diez días. Ni siquiera nos miramos el
uno al otro. No podemos. El desconsuelo es demasiado grande.
El día después de la última vez, Sam me vio en el desayuno y negó
con la cabeza, y luego murmuró algo acerca de los problemas con el
amor. Desde entonces, ella y Jo no me han dejado sola. Las amo por
eso y todas las noches con ellas es consuelo de una manera que
nunca podría haber esperado.

Aunque Jo ha estado saltándose algunas noches. Está planeando algo


grande, pero aún no lo ha dejado caer. Por lo menos no para mí. Es el
final del verano, puede dejarlo saber. Y Sam ha estado más tranquila
de lo que alguna vez la he visto en mi vida.

Tenemos una fogata y todo el personal está cantando. Nancy, la jefa


de cocina, tiene su guitarra e incluso Irene ha aparecido. Regresó al
campamento hace una semana para ver que todo estaba en orden. No
mencionó a Robin y ninguno de nosotros le preguntó sobre ella,
aunque a estas alturas, la mayoría de los consejeros habían oído la
historia.

Alex está en el lado opuesto de mí, mirando el fuego. Los pastelitos


que antes había comido se sentían como un nudo en el estómago. No
puedo cantar. Ni siquiera puedo moverme. Sólo puedo estar afligida.
Soy una cobarde. Debería levantarme y decirle adiós. Debería
desearle suerte en Costa Rica el próximo verano. Debería decirle que
me mande una postal. En su lugar, contengo las lágrimas que corren
el interior de mi mejilla.
Jo y Sam me dan un abrazo estilo sándwich, sostengo sus manos,
porque han pasado por todo conmigo y no les importa que sea una
estúpida chica enamorada. Alex se levanta y me mira. Señala el
bosque y la pregunta en su cara gira en torno a mí. Sí, quiero esto.
Pero no, no creo que mi pequeño corazón pueda aguantar mucho
más.

—Una vida, cariño —susurra Jo en mi oído—. Incluso podría tratar de


obtener la mía, también. Si puedo hacerlo, tú puedes.

Sam me da un codazo.

—Tiene razón. Ve a jodidamente adueñarte de eso.

Dejo caer un beso en las mejillas de ambas y me levanto con las


piernas temblorosas. Alex ya está a la orilla del bosque para cuando lo
alcanzo. Espero que me bese o por lo menos que me envuelva en sus
brazos, pero simplemente se inclina contra un árbol y mira como si
estuviera tratando de memorizarme. Como si estuviera de pie delante
de él sin ropa.

Un rubor profundo se arrastra hasta mi cuello y se mueve hacia


adelante para agarrar mi mano.

—Ven conmigo.

Parpadeo.

—¿Qué? ¿A dónde?

—El próximo verano. Ven conmigo a Costa Rica.

Dejo que la emoción de los posibles rumores zumbe a través de mi


piel antes de negar con la cabeza.

—No tengo el dinero. No nos enviarán a los dos.

—Lo harán. Eres mi invitada. Ya los contacté.


—¿Hiciste qué?

Mira mis dedos entrelazados a través de los suyos y traza los huesos
con el pulgar.

—Los contacté y les pregunté si podía llevar a alguien conmigo.

—Espera. ¿Qué?

—Les dije que estaba interesado en aplicar para la beca y pregunté si


podía llevar a alguien conmigo. Como asistente de investigación.

—¿Y dijeron que podías?

—Sí. Quiero decir que tendríamos que pagar por tu billete de avión y
comida. Pero te puedo ayudar con eso. Podrías quedarte conmigo, y
apuesto a que podrías incluso conseguir créditos universitarios por
ello.

Mi mente está tambaleándose.

—¿Quieres que vaya contigo?

Sacude la cabeza.

—Sí. Obviamente. ¿Por qué me molestaría en preguntar si no te


quiero ahí?

—Pero, ¿por qué?

Libera su mano y levanta mi barbilla.

—Porque, hermosa, no quiero perderte.

Entonces su boca está en la mía y nos estamos besando y riendo, y


todo se ha resuelto, al mismo tiempo que nada lo hizo. Hay tanto qué
pasaría aún. Hay tanto que podría suceder el próximo año. Pero nada
de eso parece importar. Ahora no. No cuando ha hecho el esfuerzo de
encontrar una manera de mantenerme.
Me aparto de él y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello
apretado.

—Te dije que te convencería de mí.

Su ligera risa profunda sube desde los dedos de mis pies hasta la
parte superior de mi cabeza. Todo se siente caliente y hormigueante y
lleno de todas las mejores partes de este verano.

—Eso hiciste, Kay-Kay. Eso hiciste.


13
D
e un tirón abro el cobertizo con chalecos salvavidas y me digo
una vez más que Jeff está ocupado. No me nota. Estoy bien.
Discutir con él es agotador y tengo cosas mejores que hacer con
mi tiempo.

Me reajusto el cabello largo en una cola de caballo apretada y


empiezo a contar.

El roce del barco contra la grava me saca de mi trance. He estado


mirando la larga fila de chalecos salvavidas y estoy bastante segura
de que he perdido la cuenta después de diez. Tengo que calmarme, el
campamento acaba de comenzar. Salgo del cobertizo para ver a Jeff
arrastrar canoas en el agua.

Por supuesto. Nunca hay suficientes barcos y siempre están yendo y


viniendo, ida y vuelta entre el campamento de chicos cruzando el lago
y nuestro campamento de chicas.

Él me da esa horrible sonrisa simpática, por lo que realmente me dan


ganas de golpearle la cara. Gracias a Dios que se dirige de nuevo a su
campamento enseguida. Además de Alex, que es mayor, yo soy la
consejera de campamento aquí. Cosas estúpidas como ex novios no
me deben reducir la velocidad.

En vez de estar fresca, estoy jugando con las puntas de mi cabello


rojo y siento que tengo catorce años de nuevo, no veintiuno. En
muchas maneras estoy más atrapada en mi interior que cualquier otra
persona que conozco.
Doy un paso atrás en el cobertizo, decidida a recuperar la cuenta
antes de que las niñas estén arriba. Lo que corrí esta mañana no fue
suficiente para aclarar mi mente de la forma en que necesitaba
hacerlo.

El problema es que Jeff y yo estuvimos juntos durante dos años,


desde un año después de la graduación de la escuela secundaria,
nuestras familias se conocen entre sí y nos hemos dicho cosas como
te amo y para siempre, así que entré en esa cómoda fantasía. Cuando
esta fue sacada de mí, ya no sabía adonde pertenecía. Detesto que un
hombre tenga el poder de hacerme esto.

No se supone que sea la chica débil. Y realmente debería haberle


dicho que necesitaba encontrar un trabajo diferente este verano. Pero
la única cosa que he aprendido de mis padres es que la reputación
recorre un largo camino y no voy a tener a nadie pensando mal de mí
por lo que Jeff dice. Sé que tendría cosas que decir sobre mi madurez
si le decía que fuera a trabajar a otro lugar. No puedo correr el riesgo.
Conocemos a muchas de las mismas personas en nuestra vida fuera
del campamento.

Y ahora he perdido la cuenta de los estúpidos chalecos salvavidas.


Comienzo en la fila superior de nuevo.

Kay-Kay golpea mi trasero mientras se mete en el cobertizo junto a mí.

Me doy la vuelta para mirarla, mi mandíbula apretada por Jeff y


sintiéndome patética.

Su rostro se suaviza cuando entiende mi expresión mientras mira


hacia la puerta y a Jeff atando canoas.

—Olvídalo. Siempre fue un idiota pretencioso. Ya era hora, digo yo.

—Sí, bueno —suspiro—. Mamá y papá tienen una idea de Jeff muy
diferente de la tuya. —Y yo también, para el caso.
—Tienes veintiún años, Jody. ¿A quién le importa? No consigues el
para siempre a los veintiún años. —Y luego casi parece como si se
mordiera la lengua. Eso es nuevo para ella.

Kay-Kay no entiende la situación con Jeff. No es que me gustaría


tener los padres de ella, pero los míos esperan mucho. Demasiado.
Odian que todavía esté enseñando en el campamento y el próximo
año es mi último año de universidad, por lo que este es probablemente
el último verano aquí para mí. No me puedo imaginar no volver el
verano que viene, no formar parte de la vida de estas niñas.

Echo un vistazo hacia ella.

—¿No tienes sujetador?

Se encoge de hombros.

—Hace calor.

—Tengo dos pezones que me miran cada mañana en ese estúpido


espejo que alguien puso justo fuera de nuestras duchas. Realmente
no necesito los tuyos, también. —Al menos sé que casi no hay manera
de ofenderla. También debería saber que ella o diría palabrotas o
cambiaría de tema.

—¡Lo sé! ¿Quién demonios decidió que ahí es donde los espejos
tienen que estar? —suspira—. Eres la consejera más antigua de este
año. —Se inclina casualmente contra mí—. ¿Puedes manejar esto?

Asunto cambiado. Me burlo.

—Por supuesto que puedo.

—Por supuesto que puedes. —Sonríe demasiado amplio y sé, yo sólo


lo sé, que no va a traer nada bueno. No sería Kay-Kay, si no fuera así.
Pero la verdad es que no quiero ser consejera de mis consejeros.
Aunque, probablemente me haría bien recordar que estas chicas son
más mis amigas que compañeras de trabajo y igual que Jeff me lo
recordaba demasiado a menudo, debería relajarme un poco.

Me limpio las gotas de sudor de mi frente. Día uno. Caliente. Y ya he


pasado por dos atuendos. Para mí, eso es una señal de que va a ser
un gran verano.

Además, Jeff está finalmente remando lejos con cinco canoas en el


remolque. Eso también ayuda.

—Little Minnow esta noche. Sé que no quieres perder la oportunidad.

Ella comienza a alejarse.

Por supuesto que quiero perderla. En este momento quiero ser


patética y esconderme dentro de mi cabaña. Sumergirme toda en el
campamento y olvidarme que existe la vida exterior. Pero ya que odio
sentirme de esa manera, sin duda estaré en el bar.

***
Sam y Kay-Kay tienen una cerveza al minuto que damos un paso en el
interior, pero tengo que revisar primero la habitación. Ver quién está
aquí. Respirar el olor familiar de la cerveza rancia y el desgastado
viejo edificio de madera. El problema de ser la más antigua de las
consejeras es que Sam y Kay-Kay son mis únicas dos amigas que
quedan.

Y son chicas impresionantes y probablemente muy buenas para mí de


alguna manera retorcida, pero esas dos no dejan escapar nada.

Jeff está en la esquina, hablando con alguna rubia muy joven quién
está medio en su regazo y mi estómago se contrae. Estoy tan contenta
de haber comido antes de venir. Miro por un momento demasiado
largo y sus ojos capturan los míos. En lugar de apartar la mirada, o
pretender que no me vio como cualquier tipo realmente agradable
hace, me da otra sonrisa de disculpa con el ceño fruncido que de
inmediato me convierte en un enojada ex-novia. Soy más lista como
para darle el gusto de afectarme, por lo que sonrío un poco hacia atrás
y dejo que mis ojos se pierdan lejos. Si yo fuera una niña bebedora,
esta noche sin duda sería una noche para emborracharme.

¿Cómo puede ser tan displicente con dos años? Nuestras madres
habían planeado prácticamente toda nuestra boda. ¿Y fue la culpa de
Jeff que él rompiera conmigo?

Por supuesto que no.

Las primeras palabras que salieron de la boca de la madre fueron:


¿Qué has hecho? Él es un joven tan perfecto.

—Guau. —Kay-Kay agarra mis hombros, forzando su rostro en mi


línea de visión—. Relájate. Puedes matar a alguien más tarde. Como
mañana. Comenzamos tiro con arco de inmediato. Imagínate su cara
en el objetivo, pero por favor no dejes que el drama comience en
nuestra primera noche aquí. Necesito que me lleves a casa.

Su respiración ya huele a cerveza, pero la chica es la distracción


perfecta. Lo que ella no sabe es que todavía estoy demasiado herida
para estar enojada. O tal vez estoy en estado de shock. O tal vez es
una combinación aleatoria de cosas que no recuerdo haber sentido y
que no quiero volver a sentir de nuevo.

—Ahora. —Ella me gira hacia el bar—. Ve a ver ese delicioso pedazo


de culo detrás de la barra y te reto a que me digas que no lo sientes
entre tus piernas cuando dice hola.

Me sonrojo un poco, a pesar de que debería estar acostumbrada a la


falta de filtro de Kay-Kay.

Doy un paso hasta la barra de madera gastada y me detengo antes de


sentarme.
—¿Hola? —Marcado acento irlandés. Ojos marrones oscuros miran
más allá de mí, y en mí o en mí de una manera que, sí... siento muy
profundamente. Lo suficientemente profundo que cruzo mis piernas
cuando me subo en el taburete.

Un rizo de su cabello castaño se cierne sobre su frente y me pregunto


qué se sentiría pasar mis manos por el cabello de un hombre que en
realidad tenía más que un corte de cabello ordenado de hombre de
negocios. Esto no es como soy yo. Unos tatuajes delinean sus brazos
hacia sus manos, y ahora estoy mirando su aro en el labio. Hay una
parte de mí que está fascinada por eso. ¿Qué se sentiría al besarlo?

—¿Puedo ofrecerte algo? —Sus ojos están todavía muy intensamente


en mí, tanto que me deslizo un poco hacia atrás.

Oh, rayos. Él ha estado esperándome. Es sólo que su delicioso acento


y su belleza de estrella de rock se están mezclando en mi cerebro.

—¿Puede ser una sprite con un poco de granadina?

Sus cejas se suben junto con una esquina de su boca. La intensidad


se fue.

Realmente tienen que empezar a contratar a empollones aquí porque


no puedo pensar con claridad con alguien que luce tan caliente sobre
mí en el mostrador.

—¿Sprite con sabor a cereza?

—Sí. —Soy una idiota y realmente no estoy de humor para andar


explicando por qué me gustan las bebidas de niños. No todo el mundo
bebe alcohol. Solía decirle a todos que Sarah Jessica Parker no bebe,
pero nadie más sabe quién es ella, así que no parece tener
importancia.
—Eso es un Shirley Temple. —Es tan obvio que contiene su risa que
la mitad de mí quiere hundirse en el suelo y la otra mitad se enoja un
poco.

—Sí. —Descanso mis brazos en la barra, ya no intimidada por su


aspecto. Por ahora—. Pero sería genial si no lo llamáramos así.

—Claro que sí... —Inclina la cabeza hacia mi lado y deja que sus
palabras se arrastren.

Oh. Cierto. Quiere mi nombre.

—Jody.

—Jody.

Mi nombre suena realmente muy bien viniendo de él. Sus ojos me


golpean en el estómago de nuevo. Sin duda vamos a tener que hablar
con el dueño, Bill, sobre contratar chicos llenos de granos y jugadores
de Dragones y Mazmorras que pertenecen a los sótanos de sus
madres. Vengo aquí muy a menudo.

El barman irlandés no va a funcionar para mí.


14
M
e tumbo en la cama y me quedo mirando el techo de mi
cabaña.

Lo más destacado de la primera noche.

Sacar a Sam de debajo del hombre que el año pasado sólo se


encargó de arruinar el verano de otros tres consejeros del
campamento contagiándolos de herpes y cantar a todo pulmón,
porque no hay otra manera de conducir a través de los bosques sin
ser asustadas.

Ninguna de nosotras volverá a admitir eso, pero lo hacemos todo el


tiempo. Sin hablar. Las amigas con las reglas tácitas son el mejor tipo
de amigas. Cierro los ojos y pienso en Jeff en la esquina. Después en
la chica. Bronceada, como nunca lo seré. Rubia. Brazos delgados y
bonitos, en lugar de los míos fuertes. Soy corredora, nadadora y
ciclista. He competido en triatlones desde que tengo memoria y, por lo
general, corro antes de que el campamento comience el día, antes de
la caminata campista. Kay-Kay y Sam me dirían un sin fin de mierdas
si lo supieran.

Y el barman. Liam, me lo aprendí. Demasiado genérica como para


caer en el encanto del tipo caliente de detrás de la barra. Tiene un look
urbano, jeans ajustados, camiseta negra de una banda de rock y él
está aquí. Tan extraño. Y esas relaciones nunca pasan del verano.
Olvida el hecho de que yo no podría ir allí. Lo cual me hace pensar en
Jeff, lo que me hace pensar en la escuela. Agh.
Me pregunto si hay alguna manera de evitar terminar la universidad
porque estoy muy lejos de estar lista para entrar en el mundo real. No
cuando no tengo ni idea de qué hacer con mi carrera de negocios,
cuando no me importan una mierda los negocios.

***
Las chicas gimen durante una caminata de tres kilómetros y para
empeorar las cosas, estoy recogiendo la cola porque Kay-Kay tiene
que estar en una posición en la que se tropiece con Alex tan a menudo
como sea posible. ¿Qué demonios está pensando? Él le dobla la
edad. No es que eso la hubiese hecho detenerse. Y tal vez tengo que
admitir que parte de mí está celosa de ella por saltar y salir en busca
de lo que quiere, porque no hay manera de que vaya a hacer nada
sobre Liam detrás de la barra. Demasiado tatuado. Demasiado
antisocial. Demasiado... irlandés.

Está bien. Bueno, la cosa irlandesa funciona totalmente a su favor. He


estado allí dos veces y no quise irme ninguna de las dos.

A casi un kilómetro, dos niñas están seguras de que van a colapsar de


cansancio a pesar de que sé que si se les da una tarjeta de crédito en
la entrada del centro comercial, probablemente podrían ir durante ocho
kilómetros antes de estrellarse en un banco.

Parte de estar en la cola es llevar a las chicas de regreso, por lo que


nos damos la vuelta y dejamos que el grupo siga adelante.

Cuando paso de largo por la oficina de Irene, casi choco contra Bill, el
propietario de Little Minnow y el tipo que me consiguió el trabajo aquí
mi primer año. Él es un buen amigo de mi tío Tate, quien entendió mi
necesidad de no estar en casa durante el verano, quien entiende la
locura de su hermana, que es mi madre.
Estoy bastante segura de que mis padres se sienten aliviados porque
cuanto más mayor me hago, menos paciencia tengo. Mamá y yo
somos pro organización, simplemente que lo hacemos de maneras
opuestas. Es como tener un maniático del orden viviendo con alguien
que tiene Trastorno Obsesivo Compulsivo, pensarías que encajarían
por completo, pero no lo hacen. En realidad no.

Bill tiene la panza de cerveza que coincide con su trabajo y la más


grande y agradable sonrisa que cualquier persona pudiera poseer.

—Jody. —Él me abraza—. ¿Cómo está mi chica?

Me encojo de hombros.

—Bien

Él ladea una ceja.

—Vi al bueno para nada de Jeff anoche.

—Sí. Nos separamos. —Nos. Ridículo. Creo que Jeff decidió que yo
era demasiado para manejar. No usó esa palabra, porque me conoce
bien, pero es la impresión que tuve cuando mencionó que estábamos
yendo por diferentes direcciones. No sabía que íbamos por diferentes
direcciones. Estaba bastante segura de que nos movíamos hacia el
matrimonio y el para siempre. Pero. Obviamente no lo estábamos. O al
menos él no lo estaba. Creo que Jeff y yo seríamos felices. En
realidad, pensé que podríamos serlo, pero ha manejado toda esta
cosa de la ruptura de una manera tan juvenil que ya no estoy segura.

—Es un idiota —dice Bill.

—Él es un buen tipo. —Pero aun cuando las palabras salen, empiezo
a preguntarme cuan verdaderas son. ¿Quién deja a su novia que dice
amar sin ninguna razón?

—Liam preguntó por ti. —El comienzo de la curva de una sonrisa en


las comisuras de su boca.
—¿Liam? —Mi voz me hace sonar como que no sé exactamente
quién es. Y que tal vez no pensé en él mientras me dormí anoche. Y
que no estaba planeando pensar en él mientras me quedé dormida de
nuevo esta noche.

Sé sólo por mirarlo que Liam y yo definitivamente no nos llevaríamos


bien, pero no recuerdo haber tenido una reacción física tan fuerte por
alguien y eso es una manera muy feliz de quedarse dormida.

—Ya sabes, ese por el cual todas las chicas están babeando este año.
—Me da un codazo.

Mis mejillas se ruborizan y sólo espero que el calor esconda mi


vergüenza mejor de lo que creo que lo hace. Realmente odio eso de
mí. Cada emoción se cruza en mi cara. Y hay momentos en que es
algo bueno, como cuando quiero que alguien sepa que estoy enojada.
Y luego hay momentos como este, cuando prefiero que nadie sepa
que soy una de las muchas que piensa que el chico irlandés es
increíble e insanamente hermoso. Aunque no sea mi tipo.

—Oh. —Lo que casi me hace reír, porque era todo un montón de
ideas para llegar a una palabra estúpida.

—Es mi sobrino. El hijo de mi hermana. Tuvo un año difícil el año


pasado y quería hacer algo diferente por un tiempo. —Su voz ronca
está completamente llena de bondad y tal vez un poco de lástima, lo
que hace que me pregunte cuál es la historia de Liam.

—Oh. —Al parecer, soy incapaz de hablar realmente.

—Bueno, tengo que regresar. Me aseguré de que tengamos suficiente


de las cosas baratas para durar por el resto de la semana. —Él
guiña—. Y me abastecí de esas cosas con sabor a cereza que te
gustan.

—Gracias.
Liam. Justo en este momento me gustaría ser Kay-Kay o Sam para
que la próxima vez que terminemos en Little Minnow, pudiera hacer
algo con lo que siento por él. Incluso si no va a ninguna parte, sería
bueno no tener miedo. Y, sin duda, tengo curiosidad por lo que trajo a
este chico de Irlanda a la selva virgen de Wisconsin.
15
E
l calor ha terminado oficialmente. Todos vamos a estar en el
agua hoy.

—Está bien —grito, mis manos en mis caderas, delante de una


línea completa de niñas—. Si puedo sacar su traje tirando de
una cuerda, dense la vuelta, vuelvan a su litera y cámbiense. No
quiero tener un vistazo. —Tenemos a Kay-Kay para eso. No creo que
ella tenga nada de lo que yo llamaría un traje de baño. Mis sujetadores
y bragas cubren más que sus trajes de baño.

Y Sam... El hecho de que su cuerpo sea perfecto no significa que


siempre haya que verlo. Incluso yo la miro y no me contoneo de esa
manera. A ella no le gusta nadar y está en una silla del salón con un
silbato para ayudarla a lucir oficial en su bikini plateado.

Unos pocos gemidos y por lo menos un cuarto de las niñas giran en


sus trajes de baño en miniatura para regresar a sus literas.

A mis veintiún años no me puedo imaginar usando algo como eso.


¿Cómo estas chicas son tan seguras de sí mismas tan jóvenes? Me
matan. Pensé que hoy iba a enloquecer un poco llevando un deportivo
traje de baño azul de dos piezas con shorts de niño, pero todavía me
siento completamente expuesta.

—Para el resto de ustedes. Esto es baño libre. Hace demasiado calor


para que me importe ninguna lección. —Las saludo despectivamente,
sabiendo que sólo les hice su día.
Chillidos son seguidos por salpicaduras y el caos total. Por mucho que
me encantan las actividades estructuradas, recuerdo que esta es una
de mis partes favoritas de ir al campamento mientras crecía.

—¿Jody?

Santo acento irlandés. No puedo hacer esto ahora. En traje de baño.

Froto mi mano sobre mi cara una vez como si de alguna manera fuera
a ocultar mis mejillas enrojecidas y doy la vuelta en el muelle,
sintiéndome completamente expuesta.

Hace una pausa y sus ojos se abren poco a poco a medida que flotan
por mi cuerpo. No es ofensivo, pero tampoco esconde la forma en que
me mira. Yo arranco mi toalla y la ato con rapidez alrededor de la
cintura antes de caminar por el muelle.

—Estoy de servicio como salvavidas en estos momentos. —Patética.


¿Esto es lo único que se me ocurre? El silbato alrededor del cuello era
probablemente un claro indicativo.

—Ya veo. —La sonrisa en su cara desnuda otra capa de mí y de


repente tengo ganas de escapar.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Doblo mis manos, sólo que ahora
luzco como si tuviera catorce años y estoy tratando de ocultarlo,
bueno, no como las niñas de catorce años de aquí que están
abiertamente sorprendidas frente al galán en jeans ajustados y
delantal en el muelle. Dejo caer mis brazos de mi cintura, pero no hay
bolsillos en una toalla y sigo sin saber qué hacer.

Los chicos no me hacen esto...

—Bill arregló una caja de joyas de madera de Irene. Me ofrecí a


dejarla.
Se encoge de hombros, lo cual es un gesto relajado, pero sus ojos no
dejan los míos. Es mucha más intensidad de la que estoy
acostumbrada. O tal vez sólo estaba acostumbrada a Jeff.

—Oh.

—Aunque me alegro de haberte encontrado. Tal vez podrías


enseñarme a nadar alguna vez sin las pequeñas ayudantes. —Me
guiña un ojo.

Juro que mi cuerpo medio explota con esta poca información mientras
la realidad se establece. Él tiene que estar jugando conmigo. Podría
escoger a más de la mitad de las consejeras de aquí que combinan
mejor con su belleza. Estoy atrapada en territorio lindo, lo cual está
bien, pero sin duda él necesita algo más que lindo.

—Sí. Eh. Bueno, ahora estoy en el trabajo. Estoy segura de que te


veré por allí. —Quiero alejarme, pero no me atrevo a hacerlo.

—Muy bien. Que alegría. —Sus ojos se detienen en los míos por un
momento más antes de que se de la vuelta.

Veo su trasero.

No soy una chica-mira-traseros, pero el suyo sin duda merece una


observación. Tengo que averiguar que noches tiene libre, así sé que
puedo ir al bar sin sentirme inepta.

***
Las chicas y yo vamos a ir al Minnow otra vez esta noche y no tengo ni
idea de cómo me siento al respecto, sobre todo porque no comprobé
el horario de Liam. Pasé más tiempo de lo que debería alistándome
pero, ¿para qué realmente? No está en mí coquetear con Liam ya sea
si lo dice en serio o no. Y, probablemente, vestirme así me pone en
una posición aún mejor para hacer el ridículo.
—Hola, Jo Jo —dice Jeff, tan pronto como salgo de mi cabaña.

Me congelo, repentinamente furiosa de que él se sienta como si


pudiera caminar por aquí y ser amable. ¿Por qué está aquí?

—No me llames así.

Suspira, cambiando su peso, pero esto es algo de inquietud en Jeff,


así que estoy pensando que está nervioso.

—Vamos. ¿De verdad vamos a hacer esto?

En vez de darle el argumento de que él es tan obvio, giro y sigo hacia


la cabaña de Sam.

Me agarra del brazo, cálido y familiar, obligándome a esperar. No


quiero que me toque, pero tampoco quiero que se detenga. Odio esto.
¿Por qué no podía simplemente desaparecer después de romper
conmigo? Viéndolo todo el tiempo me está derribando y no me gusta
ser derribada.

Los ojos de Jeff son seguros. Su cabello es seguro. Su trabajo es


seguro. Todo en él es comodidad y todas las cosas que conozco, a las
que estoy acostumbrada. Cosas a las que no tengo tener miedo. Pero
tal vez quiero tener miedo.

—Mis padres están de paso por la ciudad en su camino a Alberta y


quieren cenar con nosotros.

No tiene que preguntar, porque sé lo que quiere de mí.

Me ahogo y luego toso.

—Espera. ¿Con nosotros?

De repente no me mira a los ojos.

—Ellos no saben que nos separamos.


Doy un paso atrás. He estado lidiando con mis padres durante dos
semanas. Estoy medio asombrada de que nuestros padres no hayan
hablado de eso todavía.

—No nos separamos. Tú te separaste.

Él suspira y gira el teléfono en su mano. Esto es clásico de Jeff,


inquietarse cuando la conversación se convierte en algo incómodo.

Cuando no dice nada más, es como un rechazo de nuevo. Sin la


comodidad de seguimos siendo buenos amigos, o no quería hacer
daño a nadie, o los dos estábamos avanzando, a pesar de que no lo
estaba. Silencio.

Ya he terminado aquí. No puedo mirarlo. Hay demasiada historia.


Demasiado de nosotros.

—Jo, ¡espera! —Trota para alcanzarme—. Por favor. Una cena. Eso
es todo.

—¿Y cuándo planeas decírselo? —Cruzo mis brazos, sintiéndome


más fuerte desde que me dijo que deberíamos romper. Un poco de
vuelta a mi normalidad es lanzada.

—Yo... —Él se encoge de hombros—. No lo sé.

Sé que ahora iré a la estúpida cena, pero está esta pequeña parte
sádica en mí que quiere hacerle sudar.

—Hazme saber cuando y tal vez iré.

Todo su cuerpo se relaja en alivio. ¿Por qué no se lo has dicho?

—Gracias, Jody. En serio. Te debo una. —Él asiente con esta mirada
de sinceridad que no estoy segura de creerme antes de girarse y
correr.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas tratando de empujar todo
la tensión de Jeff cuando Kay-Kay salta sobre mi espalda y la deja
salir.

***
Sam y yo estamos en el Minnow solas, Kay-Kay pasó de nosotras, lo
que significa que ella está definitivamente detrás de Alex. Nada la
aleja de ese lugar.

—No mierda, Jo. Él ya te miró dos veces. Si no tomas ventaja de esta


bonita situación ideal, podría estar tentada a patearte el culo.

Sólo asiento con la cabeza, sin tener idea de qué hacer con todo lo
que ella acaba de decir. El bolsillo de Sam zumba. Saca su teléfono.

—Oh, demonios. —Su cuerpo se hunde—. Es mi hermano. Tengo que


hablar con él.

Y ahora estoy sola.

Liam me dio una sonrisa extraña cuando entré, pero no sé si él está


siendo educado y notándome, o si él está ofendido de que no
conversé más el otro día. Si no me estuviera muriendo de sed, nada
podría arrastrarme a la barra, ni siquiera la amenaza de Sam de
patearme el culo.

Después de básicamente acordar cenar con los padres de Jeff, me


siento en el borde. Como que sé que pasa algo, pero no sé lo que es.
Y Kay-Kay está fuera, seduciendo a un hombre mayor y estoy
extrañada por lo que siento en torno a un tipo que no conozco, a pesar
de que la barra de madera ancha está entre nosotros.

De acuerdo. Soy más fuerte que esto. Debería serlo. Tengo sed. Él
trabaja aquí. Ya sabe la bebida que quiero, así que estaré
esperanzada de evitar cualquier cosa sobre el trago que estoy
pidiendo, haciéndome preguntar de nuevo por qué insisto en pedir lo
mismo. Pero, ¿quién pediría un refresco normal cuando se puede
conseguir uno con cerezas?

Inclino mi barbilla y tomo un asiento.

Liam está ahí en segundos, dejando que el otro chico acabe su


pedido.

—Jody.

Hace una pausa a medio paso de su lado del mostrador y me


desmayo un poco por la manera en que dice mi nombre.
Probablemente debería permanecer bien lejos de un tipo que sólo
necesita una palabra para volverme suave.

—Liam. —Me he paralizado por completo sobre-pensando en la


situación.

—¿Lo de siempre?

Espero por la sonrisa o un guiño, pero no viene.

Asiento con la cabeza y trago un par de veces. El ruido del bar y todos
los demás desaparecen, haciendo el pedir un trago el centro del
universo. Tengo que parar esto.

—Gracias.

Lo veo moverse mientras llena mi copa y salpica con el sirope de


cereza. Brazos largos y delgados, buena cintura, una vista perfecta de
su fabuloso culo. Mis ojos no han regresado cuando gira y me da otra
vista agradable que no puedo creer que estoy disfrutando a través de
sus jeans ajustados. Se inclina hasta que nuestros ojos se encuentran
justo sobre el nivel culo-entrepierna.

—¿Estás aquí?
Presiono mi mano en mi cara como si eso escondiera mis ardientes
mejillas. Nunca he revisado a un chico como él y cuando lo hice,
definitivamente no dejó los pinchazos de nervios que están bailando
alrededor en mi piel y en mis entrañas.

—Yo... —Pongo mi mano abajo.

Él sonríe.

—Sí, estás aquí.

—Lo siento.

Él se ríe.

—¿Por qué? ¿Crees que otras chicas no me han revisado antes?

—No soy como otras chicas. No soy esa chica. Yo no...

Él sonríe y me doy cuenta de que está jugando conmigo.

—Sé que no eres esa chica. Bill me lo dijo. Y tengo un buen sentido de
estas cosas. Eres diferente.

—¿Le preguntaste a Bill acerca de mí?

—Lo siento. —Sam me agarra por el costado—. Tenemos que salir de


aquí.

Liam da un paso adelante.

Me encojo de hombros, dejo caer los cinco en la barra y me dejo


arrastrar hacia fuera. La sensación es una mezcla igual de decepción
y alivio.

Sam está tranquila en el camino de vuelta hasta que le pregunto por el


lugar de baile donde trabajó en el invierno pasado. Parece distraída,
pero me dice cómo conoció a su pareja de baile. Se detiene un par de
veces mientras habla acerca de que él es un talento natural y lo duro
que trabaja. Sé que hay mucho más en la historia de lo que aparenta,
pero no la presiono. Sam tiende a romperse cuando lo hago y sé que
no está en el estado de ánimo.

Ni siquiera cantamos cuando llegamos a los árboles. Cuando nos


detenemos en el estacionamiento, no sé cómo hacer algo más que
preguntar si está bien y me da un murmullo como respuesta.
16
D
etesto despojarme de la informalidad de mis shorts y camiseta
del campamento. Yo vengo aquí para escapar de toda la
urbanidad de estar cerca de mis padres y ahora estoy atrapada
en una situación aún peor al estar cerca de Jeff.

Mi falda del algodón de hecho pica, pero me deslizo en mis botines y


tomo un cárdigan para colocarlo encima de mi camiseta cuando
lleguemos.

En el último minuto agarro un par de shorts cortados y mis zapatos


deportivos y los tiro en mi bolsa.

Faltan quince minutos para que Jeff me recoja. Mi corazón late.


¿Cómo será estar con él, pero no con él? ¿Cómo se supone que voy a
actuar como si todo estuviera bien, cuando mi corazón todavía está
rompiéndose? Sólo que ni siquiera sé si es mi corazón. Todavía estoy
en estado de shock tal vez. Con suerte más rabia empezará a hacer
efecto en algún momento, porque creo que sería más fácil de tratar.

Catorce minutos.

Agarro mi estómago, siento que vomitaré. Esto es sólo Jeff y sus


padres. Hemos tenido un millón de comidas juntos.

Sólo ninguna donde estuviéramos fingiendo estar enamorados. Debido


a que todavía lo estábamos.

Un golpe en la puerta me catapulta a mis pies.


La tiro para abrirla y veo a Jeff. Perfectamente planchado en
unos pantalones ligeros y abotonados, ni una gota de sudor en
su rostro. No sé cómo lo hace. Mi cabello está probablemente ya
rizándose en los bordes.

—Llegas temprano.

Él sonríe.

—Porque sabía que estarías lista primero y que estarías sentada aquí
estresándote sobre una noche que no es gran cosa.

Es un gran problema, pero no puede darle la satisfacción de saber la


cantidad de shock en el que todavía estoy sobre nuestra ruptura,
sobre sus padres que no saben y por él pidiéndome este raro favor.

Él mira a mi bolsa y estoy segura de que está encogiéndose


internamente. Él me compró como tres o cuatro bolsos de diseñador
cuando éramos novios, que nunca usaba.

Nos sentamos en el auto y no puedo evitarlo.

—¿Por qué nos separamos, Jeff?

Suspira.

—Por diferentes direcciones. Como ya dije.

—No. —Descanso mi mano sobre su brazo y luego la alejo cuando me


acuerdo de que no quiere que yo lo toque así nunca más—. No es
eso.

Él me mira.

—Todo es tan fácil para ti, Jody. Sólo haces lo correcto. Es agotador
estar en esa sombra.

Estoy completamente desinflada. Nada es fácil. No es fácil ser la chica


de la que se burlan por su inocencia, a pesar de que yo estaba con
Jeff. No es fácil ser la única sin maquillaje porque no puedo hacerlo
sola. O la única chica que no bebe en el bar. Nada de esto es fácil. Lo
hago porque es lo correcto para mí. Tal vez Jeff nunca entendió eso,
lo que significa que él nunca entendió realmente lo que soy.

Que locura que nunca entendí eso. No en los casi dos años que
estuvimos juntos.

***
Los padres de Jeff siempre llegan a tiempo y nos saludan a través de
las puertas de cristal del restaurante mientras nos acercamos.

Ellos no querrían estar sin aire acondicionado en el calor. Mariscos.

Siempre un lugar de mariscos, a pesar de que detesto casi todo en el


menú y termino pidiendo algo como alitas de pollo que son para niños
pequeños.

Jeff descansa casualmente la mano en la parte baja de mi espalda y


una vez más estoy teniendo un momento de recuerdos y cuanta
comodidad solía darme. Todavía no estoy segura de si debería
apoyarme en él o retirarme.

Antes de pensarlo, me apoyo. Normalmente allí es cuando su mano se


colaba por mi lado y él habría descansado sus dedos en mi cintura
para darme un apretón como un signo de que no puede esperar a que
la comida se acabe para que podamos estar solos.

Lo esperaba. Confiaba en eso. Era nuestra rutina. Esta vez se


endurece, da unos cuantos pasos lejos y tira la puerta.

Mis palabras se tropiezan mientras trato de saludar a sus padres y dar


abrazos, y no tengo ni idea de lo que mi sonrisa parece porque mi cara
nunca ha estado tan pesada.

Se apartó.
Nuestros dos años deberían significar algo más que una incómoda
pausa y pretender cenas.

Susan agarra mi mano izquierda, aún sonriendo y mira hacia abajo.


Sus cejas se contraen juntas y ella echa un vistazo a Jeff que está sin
mirar a su madre muy a propósito. Y luego de vuelta en mi mano.

Nuestros ojos se encuentran y lo sé. El nudo en la garganta no se


tragará de inmediato.

—Tengo que ir al baño —chillo. Me tiemblan las manos y mis piernas


no se sienten como mis piernas. Ella esperaba ver un anillo de
compromiso. Deben de haber hablado de ello. ¿Qué pasó?

¿Quiero incluso saberlo?

Estoy en el baño con las manos sobre el mostrador y me miro


en el espejo. El cabello rojo. Pecas. Cara redonda. Ojos azules.
Hombros que pueden ser un poco demasiado fuertes. Bien. No soy
una cobarde. Puedo hacer esto. Enderezo mis hombros, reajusto mi
bolso y salgo del baño.

Veo a Jeff de inmediato, mirando su plato. Sus padres están de


espaldas hacia mí.

—No entiendo por qué estás esperando —dice su madre.

Detengo mi caminar, sabiendo que no me ven y con ganas de saber


más.

—Pediste el anillo, Jeffrey. Estaba esperando...

Mis pies se niegan a llevarme a su mesa. No puedo hacer esto. En su


lugar me dirijo a la salida, con la barbilla temblorosa. No quiero estar
tratando de superar más a Jeff este verano. Quiero amar mi verano.

Mi último verano en el campamento. Tan pronto como salgo, me siento


en el banco, deslizo mis botines y saco mis zapatos deportivos.
—Jody. —Jeff sale—. ¿Qué estás haciendo?

—No puedo hacer esto. —Desato mis zapatos, miro alrededor y


empiezo a deslizar mis shorts cortados debajo de mi falda.

—¿Qué demonios estás pensando? ¡No puedes cambiarte aquí!

Es tan completamente diferente a mí, pero estoy desesperada por


deshacerme de todo esta noche.

Abotono mis shorts, deslizo mi falda y la meto junto con el cárdigan en


mi bolsa. Camiseta en corte V, short recortado, zapatillas. Mejor.
Obtengo algunas miradas extrañas, pero no es como si viniera aquí a
menudo, ni volveré aquí otra vez.

—¿Cómo planeas llegar a casa?

Abro la boca para hablar, pero no he planeado tanto.

—Cualquier cosa es mejor que regresar contigo. Ten una buena cena.

Y tal que así me alejo. Tan pronto como estoy en la esquina


saco mi teléfono y empiezo a marcar. A Kay-Kay, que no responde
y luego a Sam.

—¿Puedes venir a la ciudad a recogerme? —le pregunto—. Mis llaves


están en mi habitación.

—Estoy en medio de una clase de baile —protesta—. Ve al Little


Minnow. Nos encontraremos allí después.

Cierto. Cambio el dolor y la furia que es Jeff por la sensación que me


golpea entre las piernas que viene con Liam. Genial.
17
C
uando llego al Little Minnow, mi día, Jeff y sus padres y hablar
del anillo me medio adormece.

El lugar está lleno cuando paso al interior y el olor a comida


frita me golpea, mi estómago ruge. Cierto. Me perdí la cena y no
soy del tipo de chica que se salta las comidas.

Echo un vistazo alrededor, pero la idea de sentarme en una mesa sola


me parece demasiado patética.

El brazo de Bill me rodea.

—Te ves un poco perdida.

—Yo... um…

—Vamos atrás y nos y empezaremos a salir, ¿de acuerdo?

Sin una palabra dejo que me conduzca y en unos minutos tengo la


cena en la mesa de picnic en la parte trasera cerca de la puerta de los
empleados. Dos minutos después de eso, Liam sale con una cerveza
y se congela al verme.

—Hola. —Lo saludo mientras meto otro pequeño puñado de patatas


fritas en la boca. Hola es un poco patético, pero al menos hablé
primero en esta ocasión.

Se pone de pie en silencio, agarrando su cerveza con los nudillos


blancos, lo cual me relaja un poco porque algo está obviamente
poniéndole nervioso.
—Te ves fuera de ti —dice mientras se sienta frente a mí.

—¿Fuera de mí?

—Algo que mi madre solía decir cuando estábamos pensando


profundamente o totalmente distraídos.

Tengo una mejor visión de sus tatuajes mientras cruza los brazos
sobre la mesa. Todos los arremolinados diseños están en torno a los
nombres y algunos objetos, un ancla, una impresión de una garra...

—Tu acento es increíblemente sexy. —Las palabras se derraman


hacia fuera antes de que pueda filtrarlas o detenerlas y me pregunto si
Kay-Kay tiene esos momentos horribles y rastreros de arrepentimiento
cuando algo simplemente sale. De alguna manera lo dudo.

Él sonríe.

—Un cumplido real de la tranquila Jody. Casi me había dado por


vencido.

¿Vencido? ¿De qué? Mi corazón va a enloquecer y mis dedos están


temblando. Es sólo un chico. Y sólo estamos hablando.

—¿Un día duro? —pregunta. Caray, las palabras son como la seda
viniendo de su lengua y luego pienso en la seda y lenguas, y... tengo
una pregunta para contestar.

—Se podría decir que sí. Sólo raro. Acabé saliendo a cenar con mi ex
novio y sus padres, y en cierto modo decidí retirarme. —Esa es la
explicación fácil.

Él se encoge ligeramente.

—¿Por qué estarías con tu ex-novio y sus padres?

Suspiro.

—No les ha dicho que nos separamos y…


—Suena un poco como su problema y no el tuyo.

Liam ajusta sus brazos sobre la mesa y comienza a tirar de la etiqueta


de la cerveza.

—Supongo. —Es una cuestión mía de tratar de mantener la paz.

Mis ojos revolotean a los suyos, pero él es tan intenso. O tal vez es la
forma en que me siento por estar cerca de este ardiente chico malo
con un corte de cabello al borde, que hace que mis rodillas flaqueen al
decir mi nombre, eso crea tensión en la situación.

—Mira. Jody. —Suspira de nuevo—. Entiendo lo que se siente al estar


en esta clase de mierda, pero si no tienes que estar allí, no lo estés.
La vida te lanzará suficiente mierda sin que camines hacía ella.

Mis ojos rastrean el exterior de su cuerpo de nuevo. La combinación


perfecta de delgado y fuerte. Jeans ajustados, a pesar del calor. Jeff
nunca sería atrapado ni muerto en jeans ajustados.

Tengo que dejar de compararlos.

No hay comparación.

Ignoro la voz en mi cabeza que me hace sentir un poco loca por estar
tan cerca de él. Y sola.

—Eres un pensador profundo.

No puedo recordar la última vez que tuve una conversación con


alguien que significara algo y apenas acabo de conocer a este chico.

—Los riesgos de la vida. —Hay una tristeza en sus ojos que no


entiendo y probablemente nunca lo haré.

Al darme cuenta de que nunca podría saberlo me entristece un poco y


me pregunto si hemos empezado algo aquí. No estoy segura de qué.
Pero algo.
Ladea la cabeza hacia un lado mientras lee mi camisa. O está
estudiando mis senos, uno de los peligros de mis camisetas con
escote en V.

—A los chicos que no les gustan las chicas inteligentes, no les gustan
las chicas. —Sonríe mientras lee.

Me encojo de hombros.

—Estoy de acuerdo.

Me derrito.

Sé que no me gusta este chico, porque no lo conozco, pero es


una locura que su presencia me haga sentir un poco nerviosa. No
me pongo nerviosa. Bueno. A veces.

El teléfono vibra. Estaré allí a las 5. Encontré tus llaves. Tu parte de la


cabaña está extrañamente limpia. Tenemos que arreglar eso.

—Vienen a por mí. —Apoyo la barbilla en mis manos para conseguir


un par de centímetros más cerca para estudiarlo un poco. Él tiene las
arrugas más pequeñas en la parte exterior de los ojos, por lo que me
pregunto cuántos años tiene y cómo es su vida.

—Me estás detallando —dice.

Estoy mirando fijamente, así que no es como si pudiera negarlo.

—Tengo curiosidad.

—¿Sobre qué?

—Todo. Todo el tiempo. —Eso es seguro.

—Esa es una brillante manera de ser.

—¿Por qué estás aquí?

Silencio. Silencio.
—A veces. A veces… —dice—. Alejarse es la única manera de
arreglar algo.

Hay una profundidad en sus ojos otra vez, que casi no quiero ver,
porque en este momento todavía está sólo en mi radar de chico
caliente. O encabezando la lista. Pero ahora es una persona completa,
más que abdominales y cabello y dientes y sonrisas y tatuajes y culo.
Unas pocas frases lo han llevado a un nivel lejos de caliente
desconocido con un anillo en el labio y más cerca de ser alguien que
podría querer conocer.

—Bueno. —Respiro profundamente, deseando que tenga el mismo


efecto que una ducha fría porque nunca he sentido un serio deseo por
alguien que está realmente basado en nada más que la lujuria y,
cuanto más habla, peor se pone—. Debería irme.

—Es una pena. —Se pone de pie y se rasca la cara, dejando al


descubierto una pequeña astilla de abdominales contraídos, lo que me
altera hasta el punto en que miro a la mesa por un momento antes de
encontrarme con sus ojos de nuevo—. Estábamos entrando en calor.

Eso o hirviendo. Una de dos.


18
J
eff está en la puerta de mi cabaña cuando vuelvo al
campamento.

Sam me da una mirada inquisitiva, pero sólo le doy las gracias


por traerme y me muevo hacia él. Me detengo unos diez metros
delante de él y realmente lo asimilo. Realmente veo esta persona con
la que he estado. Mi seguridad. Eso es lo que fue cuando estuvimos
juntos por primera vez. Fue genial con mis camisetas raras, con mi
hábito de no beber y con lo lentas que pasaron las cosas entre
nosotros.

Después de la secundaria, necesitaba estabilidad.

Bajo, cabello castaño corto. Buena piel. Ojos marrones magníficos en


los que ya no puedo confiar, lo que los hace mucho menos hermosos.
Es como cuando estás cerca de alguien todos los días y se convierte
en una parte tan importante que realmente no lo ves más. Lo estoy
viendo ahora, sin embargo, y se ve como un extraño.

Es perfectamente normal, lo cual estaba bien. Bueno. Lo que yo


quería. Pero tal vez me he movido más allá de eso. Tal vez tengo
menos miedo.

Luego pienso en lo que Liam y su voz me hacen, o en el anillo en el


labio, o una visión de su piel, y no estoy tan segura de haber superado
el miedo.

—Oye —dice.
—Estoy cansada. —Suspiro mientras paso por delante de él y entro en
mi cabaña.

Él me agarra del brazo y me pone contra la puerta hacia el baño antes


de que despertemos a alguna de las chicas.

—No sé si debo estar frustrado porque me dejaste allí para hacer


frente a una situación muy difícil, o disculparme, o...

Me doy la vuelta, incrédula.

—Tú creaste la situación incómoda, Jeff.

Empiezo a regresar a mi cabaña, pero me agarra del brazo y me tira


hacia atrás.

—Sólo una palabra, ¿de acuerdo?

Me dejo caer en el suelo, sintiéndome completamente abrumada por la


humillación y el dolor. Si había un anillo, ¿es eso lo que hizo volcarle?
¿Le hizo huir? ¿Le ayudó a saber que no podía casarse conmigo? ¿Ni
siquiera podía estar conmigo?

—No querías hablar conmigo esta noche. —Niego con la cabeza


mientras mis ojos se llenan de lágrimas—. Por favor, sólo déjame sola.

Frunce el ceño y los primeros trozos de tristeza que he visto desde


que nos separamos cruzan sus facciones, bajando los ojos, tirando de
su boca en una mueca.

—Soy tan estúpido. No quería…

—¡Solo vete! —Me pongo de pie y me muevo a la cabaña. Esta vez


me deja ir. Cuando me apoyo en la pared lo oigo maldecir un par de
veces antes de caminar lentamente.

Y por primera vez desde que nos separamos, me permito llorar.


***
No hemos visto mucho a Kay-Kay, quién ha estado de mal humor y
enojada, pero creo que todas sabíamos que eso pasaría si iba tras
Alex. Dos días y no he sido capaz de darle respuesta a ninguno de los
mensajes de Jeff ni ir a ver a Liam.

Liam probablemente desvió su interés hacia alguien más en este


punto. Estoy un poco confundida en cuanto a por qué me hizo caso,
para empezar.

Sam y yo protagonizamos esta charla de intervención con Kay-Kay.


Sam incluso se despertó temprano para ello, pero lo único que puedo
pensar es en la forma de cómo queríamos disuadirla de Alex, pero
terminamos animándola en su lugar. Diciéndole que tomara el control.
Incluso yo lo hice. Se quedó allí y dijo que no había manera de que él
viera las cosas buenas de ella. Sam se fue en una diatriba que era fiel
al lenguaje de Sam, pero lo creía. Sabía que si Kay-Kay quería que
sucediera algo, tenía que hacerlo.

No estoy segura de estar en esa situación. Creo que, a menos que


esté totalmente equivocada al leer a Liam, él estaría bien con que algo
sucediera, tal vez sólo jugar un poco. ¿Por qué no puedo?

Probablemente, Kay-Kay está en este momento haciendo algo


dramático. Algo que funcionará. Me pregunto si quiero saber lo que es.

Me froto lo último de mi día de campamento y me visto para ir al Little


Minnow. Para ver a Liam. Por mi cuenta. Pero mis manos tiemblan,
me siento como si tuviera que responderle finalmente a Jeff y como si
tal vez estuviera haciendo algo mal.

O tal vez quiero hacer algo mal. Con Liam.

Y mientras conduzco pienso en cómo voy a volver a la escuela, y él


probablemente irá a Irlanda y en cómo todo esto no tiene sentido de
todos modos. Aun así, conduzco. Estoy temblorosa mientras me
levanto porque sé que algo es diferente. Y sé que es por mí.

Mientras abro la puerta, me pongo a pensar si todo lo que sentía entre


nosotros era realmente mi imaginación escapándose conmigo.

Liam está en la barra, sonriendo y charlando como siempre. No hay


respiro del calor que hace aquí. En todo caso, es aún peor que en el
exterior.

Dos chicas se están inclinando en la barra como pueden, sonriendo a


Liam. No lo conozco lo suficientemente bien como para leerlo, pero sí
sé que la última cosa que quiero es que alguien rompa mi corazón
como Jeff lo hizo. Esto quiere decir que mis últimas fantasías
nocturnas sobre el chico probablemente han empañado lo que es de
hecho real, y eso es tal vez algo como la amistad.

Él les sonríe y su cabeza se inclina hacia abajo lo suficiente para que


su cabello castaño desgreñado cubra parte de su rostro.

No debería estar aquí.

—¡Jody! —me saluda.

Supongo que estoy aquí.

Él trota alrededor del extremo del mostrador a mi encuentro. Varios


pares de ojos están disparando dagas hacía mí, pero mis ojos ya han
dado en el blanco.

—No tengo mucho tiempo, pero, ¿tal vez podríamos salir un par de
minutos? —Hay un aspecto de incertidumbre que no entiendo muy
bien pero no puedo imaginar a muchas chicas diciéndole no a este
chico.

Toma mi mano y me lleva afuera. Nunca he sido mucho de manos


agarradas, pero estoy tratando de aprender de él. Ásperas, pero no
demasiado duras. Su agarre es firme pero no apretado. Sus manos
son más grandes que las mías, pero tampoco me siento como una
muñeca o nada. Bastante perfecto.

Nos detenemos y se gira hacia mí, dejando caer la mano y sin decir
nada.

—Hola —le digo, preguntándome si mi trabajo es romper el hielo aquí.


O tal vez no hay hielo y he perdido todo el sentido cuando se trata del
sexo opuesto.

—Estoy, eh... me alegro de que hayas venido. —Ahora parece


inquieto.

—¿Estás bien? —Pero ahora me pregunto si lo estoy yo. Estamos


muy solos fuera del bar, él me quiere aquí, estoy aquí y yo quiero estar
aquí, sólo que no me gusta la forma en que me siento fuera de control
a su alrededor, porque nunca he sentido esta necesidad de tocar a
alguien. O la esperanza de que se moviera de una manera y fuera a
mostrarme un poco de piel.

—Esto parecía una gran idea porque no sé cuánto tiempo estaré aquí
y parece que si quiero hacer algo realmente necesito hacerlo ya y... —
Parpadea unas cuantas veces mientras me mira—. Eres realmente
muy bonita. Quiero decir, me di cuenta de eso de inmediato, pero no
se quedó conmigo por mucho tiempo, porque eres más grande que
cualquier habitación, y yo... —Se detiene—. Mierda. Lo siento.
Demasiado personal. A veces lo hago.

Todavía estoy aturdida por ser llamada bonita. Soy linda. Bonita no se
conecta en mi cerebro.

Juega con el brazalete en su muñeca.

Yo miro. Preguntándome por qué estamos aquí. Vine aquí para verlo,
pero creo que una parte de mí no pensaba que lo haría. No realmente.
Y definitivamente no de esta forma.
—Creo que me gustas. O que me gustaría que me gustaras. Y a veces
siento como si estuvieras conmigo en esto y otras veces creo que
quieres que me caiga muerto y supongo que me gustaría saber a lo
que me enfrento aquí. Si podemos estar juntos alguna vez o si quieres
que te deje sola o...

Estoy sorprendida y sin habla por un momento.

—Sólo nos hemos visto un par de veces. No me conoces.

Su cuerpo se relaja y se inclina contra la parte posterior del edificio.

—Supongo que esa es la cuestión. Me gustaría hacerlo. Puede ser. A


menos que los indicios de cómo te sientes sean que necesitas alejarte
de mí.

—¿Por qué yo?

—Porque a veces la primera vez que conoces a alguien te das cuenta


del potencial que tiene de cambiar tu vida y no quería perder la
oportunidad de eso.

¿Cambiar su vida? ¿Yo? ¿Cómo?

—¿Eres siempre tan atrevido? —Porque eso sería increíble.

—Estoy a favor de lo simple.

—Estoy a favor de lo seguro. —Las palabras solo salen. Pero, ¿cuán


ridículas son? Jeff era algo seguro. Sólo que no era seguro porque era
mi único novio real. Éramos cercanos. Estuvimos muy cómodos. Y
ahora no somos nada.

—Jody.

Dios. La forma en que dice mi nombre.


—No hay tal cosa como la seguridad. No estoy pidiendo un para
siempre. Sólo tal vez la oportunidad de hablar contigo. ¿Pasar el rato
en algún momento? —Se ríe—. Sueno como un completo idiota.

—No. —Extiendo la mano, toco su brazo y nuestros ojos se encajan.


Tiro mi mano, sorprendida por mi atrevimiento—. Sólo es que... —Soy
una cobarde.

—Está bien. No tienes que estar interesada. —Sacude la cabeza y se


mueve hacia la puerta.

Mi pecho se derrumba. No puede alejarse.

—Está bien. Sí. Me refiero a que no tengo mucho tiempo libre. Pero sí.
—Mis palabras caen unas sobre otras en un lío de inseguridad, deseo
y necesidad de seguir adelante. Pero también estoy aterrorizada. No
recuerdo siquiera besar a nadie que no sea Jeff porque ha pasado
tanto tiempo y no creía que nunca lo hiciera—. Pero tienes que saber
que en mi última relación todo parecía ir bien y luego simplemente se
detuvo y todavía no estoy segura de qué hacer con eso, así que... así
que no sé lo que quiero en este momento, y eso para mí es un lugar
muy extraño para estar.

—Está bien entonces. —Su sonrisa divide su cara. Blanca y brillante


contra la morena y oscura barba incipiente.

En un instante me imagino la sonrisa más cerca. Sus labios justo


antes de que toquen los míos. Como se sienten sus manos en mi
cintura. Su boca en mi clavícula.

Lo siento en la boca del estómago y en el debilitamiento de mis


piernas, y en las masas de mariposas abajo en el estómago.

Esto es como se siente el deseo.

—Está bien —respiro.


19
M
amá está llamando. Me quedo mirando el identificador de
llamadas, pero no importa cuánto tiempo me quedo, no cambia.

—Hola, mamá.

—Acabo de hablar por teléfono con la madre de Jeff y fue la


conversación más extraña.

Empiezo a intervenir, pero olvido que en realidad no hay necesidad de


que esté aquí cuando mamá está hablando. No hasta que oigo una
pregunta.

—Dijo que habías tenido una insolación y faltaste a la cena con ellos, y
que Jeff parecía un poco fuera de sí, me dio la impresión de que ella
cree que los dos están todavía juntos.

Silencio.

Extraño. No había duda.

—Jody.

—¿Sí, mamá? —Trato de mantener la molestia en mi voz.

—¿Están juntos?

Suspiro.

—No.

Balbucea.
—Estoy en una situación muy incómoda con una amiga mía. ¿Cuándo
piensas darles esta noticia?

Sus palabras rechinan en mis entrañas.

—En realidad no es mi trabajo, mamá. No sólo fue Jeff el que rompió,


sino que son sus padres.

—No tienes que gritar.

Suena herida. Mamá es experta en esto.

—Lo siento, mamá. Sólo estoy... cansada. —Ella es lo bastante


experta para saber que ese cansancio o citas inventadas son la única
manera de luchar contra ella.

—¿Insolación o también es una mentira?

Quiero hablarle del anillo y de cómo Jeff sigue tratando de llamarme, y


sobre Liam, pero parece que no puedo encontrarme para pronunciar
las palabras. Sobre todo cuando ya sé que no lo entenderá.

—No tengo ni idea de lo que Jeff dijo después de que me fuera,


mamá. —Me desplomo en la cama más allá de cansada. Esta es mi
tarde libre, debería estar haciendo algo divertido. En cambio, estoy
hablando con mi madre.

—Estoy preocupada porque es grosero alejarse de alguien durante la


cena. —Su voz es afilada.

—Estoy a punto de llegar tarde al nado nocturno y estoy de guardia —


miento—. Tengo que correr.

Resopla y balbucea algunas cosas más antes de colgar.

—¡AAAHHHHHHH! —grito antes de tirar el teléfono por la habitación.

Rebota en mi cama y no es tan satisfactorio como me imaginaba.

Alguien golpea la puerta.


—No estoy de humor —espeto.

—Kay-Kay nos necesita. —Sam empuja mi puerta abierta.

***
Kay-Kay está hecha un ovillo en su cama, luciendo más pálida de lo
que la he visto.

Sin palabras. Sin invitaciones. Sam y yo nos arrastramos y la hacemos


sándwich.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

—Cosas más y más locas —susurra—. Él tiene una ex-esposa.


¿Pueden creerlo? La hija de Irene. Estaba casado. Como si alguien lo
consiguiera antes que yo.

—O varios alguien, porque puede ser mayor, pero maldición, está muy
bueno. —Sólo Sam.

—Y bueno... no creo que ese sea el verdadero desastre —le digo.

Kay-Kay niega con la cabeza.

—Se está muriendo en un hospital cerca de aquí.

—Oh, Dios. —Sam se acurruca más profundo.

—Y... creo que esta noche lo rechacé. Durante todo el verano he


estado detrás de él, pero cuando llegó a eso, tenía que marcharme.
No podía hacerlo cuando él quería consuelo. ¿Es horrible que quiera
más que eso?

Me siento derecha.

—¡No! Por supuesto que necesitas más que eso. El sexo es un gran.
Y. Enorme. Asunto.
Sam se burla.

—No es para tanto.

Todo mi cuerpo superior se calienta.

—Bueno. Lo es para algunas personas.

—Espera, espera, espera. —Ambas se giran hacía mí, con los ojos
fijos.

—¿Qué?

—¿Eres virgen?

—No voy a hablar de esto. —Pero lo sabrán tan pronto vean mi cara
roja.

Ambas me dan una mirada extraña.

—¡Tienes veintiún años! ¿Cómo pasa eso? —Kay-Kay se ríe a través


de sus lágrimas.

—Oh. Jo. —Sam niega con la cabeza—. Ese hombre de detrás de la


barra te tomaría en dos segundos y yo podría pagar dinero para ver a
ese hombre desnudo.

—Yo lo haría totalmente —interviene Kay-Kay.

Me tumbo de nuevo.

—No puedo simplemente... acostarme con él.

—¿Por qué no? —preguntan ambas al mismo tiempo.

Me tapo la cara con los brazos.

—Porque soy yo.

—Él sería el hombre perfecto para desflorarte —dice Kay-Kay.


—¡No estamos hablando de esto! —En serio, voy a morir de
vergüenza. La primera persona que no sobrevive a una humillación—.
Y nadie dice desflorar.

—Contigo utilizamos desflorar. —Kay-Kay se ríe tan fuerte que apenas


puedo entender sus palabras, lo que supongo que es mejor que un
desastre colapsado de lágrimas.

—Bueno, desearía ser tú por una noche y acostarme con él. —Sam da
un codazo a mi brazo, así que sé que está bromeando.

Estoy tratando de enterrar mi cara más profundamente en el colchón.

—Somos un buen lío, ¿no? —Kay-Kay se ríe un poco, mientras ambas


nos tumbamos de nuevo.

—Algo así —dice Sam.

—Y no lanzarme más mierda —le digo.

Y nos acostamos juntas en silencio. Porque a veces, cuando has dicho


todo lo que tienes que decir, estar ahí es suficiente.

—Desflorar —susurra Kay-Kay.

Y rompemos en otra ronda de histeria. Tengo una seria relación de


amor/odio con estas chicas.

***
Durante los siguientes cuatro días me resguardo. Organizando el
calendario de campistas a la perfección y manteniéndome alejada del
Little Minnow. Estoy agotada porque he estado con exceso de trabajo
todos los días. Y también cansada porque he estado pensando
demasiado en Liam, en lo que él podría querer, lo que yo podría
desear.

Hay un golpe en la puerta de mi cabaña y me congelo.


—Te traje comida. —Liam.

Mi corazón se acelera. Liam me trajo comida. Para mí. Seguro que no


perdía el tiempo. Busco un espejo pequeño, pero me doy cuenta de
que probablemente sea mejor no saber cómo me veo después de
perseguir a las campistas durante todo el día.

Tiro para abrir la puerta y derretirme un poco con su sonrisa y las dos
bolsas de comida que está sosteniendo.

—Um. Guau. Podríamos comer en el Nido del Cuervo. Es el cuarto


vacío por encima del comedor.

Me guiña el ojo y mi estómago se voltea.

—Vacío, ¿eh?

Doy un paso en torno a él y los dos caminamos en silencio hasta el


Nido del Cuervo. Las actividades nocturnas están sucediendo y no hay
nadie alrededor. Lo guío, pero una vez que está dentro, me pregunto
si quiero estar en este cuarto cerrado con él.

—En realidad, tal vez deberíamos comer abajo o en algún lugar al aire
libre. Hay un montón de lugares para hacer picnic —ofrezco.

Sus ojos están en todas partes, tal vez tratando de tomar en los
alrededores que es esencialmente un pequeño dormitorio.

—Sí. Claro.

Pone las dos bolsas en una mano y toca mi mejilla con sus dedos.

—Tuviste un mal día.

Mi cuerpo entero se estremece ante un simple toque.

—Algo así.

Deja caer su brazo sobre mis hombros y me tenso. Me da un apretón.


—Relájate, Jody. No voy detrás de ti. A veces nos encontramos con
personas sólo porque necesitamos a alguien en ese momento. No
estoy pidiendo nada más que amistad.

Me relajo y dejo que el peso de su brazo me acerque a él. Con su duro


cuerpo contra el mío, sé que quiero más de él, pero es demasiado
pronto para mí. He estado envuelta con la persona equivocada
demasiado tiempo y no se parece a algo que yo haría, pero lo hago. Y
tan lejos como he llegado, sigo tambaleándome un poco por la
situación.

—Bueno... —dice—, no busco más que una amistad. Aún.

Me río y me da otro apretón amistoso, besando mi sien y enviando


ondas a través de mi cuerpo.

Tomamos la comida y optamos por caminar un par de kilómetros por


la pista que rodea el lago. Nos sentamos en la parte superior de la
colina, un lugar perfecto en el que podemos ver casi todo, pero nadie
nos puede ver.

Liam saca dos hamburguesas y ninguno de los dos dice nada.


Comemos en silencio. Es la extraña comodidad del principio, pero
resulta cómodo.

—¿Preocupada por compartir? —pregunta finalmente.

—No sé que me pasa —le digo mientras pongo unas cuantas briznas
de hierba entre nosotros. Mi conversación con las chicas y lo asustada
que estoy, sobre cómo llegué a los veintiún años sin tener relaciones
sexuales, a pesar de que ni siquiera intenté que fuera así. Todo ello
azota en mi cabeza.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir… ¿por qué no puedo sólo estar? —Como en estos


momentos. Estoy mirando a este hombre magnífico. En serio. Un
modelo hermoso. Y no puedo disfrutarlo. Estoy demasiado ocupada
pensando y diseccionando... y teniendo miedo de lo que podría querer
de mí. En cómo podría meter la pata, ya no sé nada de estar con
alguien.

Él está callado y me mira con ojos amables.

—Kay-Kay tuvo esa infancia loca. Sus padres son unos completos
idiotas. Es increíble que Sam no esté encerrada en algún lugar y, aun
así, están por ahí viviendo, y yo me siento como si estuviera viéndolo
desde la barrera. Después de la forma en que Jeff me dejó, es como si
hubiera perdido mi equilibrio.

—Bill lo mencionó. —Liam se limpia las manos en una servilleta antes


de ajustar para verme mejor—. Parece un poco demasiado... estirado,
para alguien como tú.

—Solía beber en la escuela secundaria y nunca terminó bien. Jeff era


seguro. Me hizo sentir segura. Lo hizo tan bien que soy tan cuidadosa
con la forma en que vivo mi vida ahora.

—Tiene sentido.

Asiento.

—Es que nuestras familias están tan relacionadas y sé que puedo ser
terca y obstinada y…

—Dice la chica que usa la camiseta de Las Chicas Mandan. —


Sonríe—. Pero me gusta eso de ti. A alguien debería. Es parte de lo
que eres.

Bajo la mirada y sonrío, porque es como una declaración profunda,


pero sencilla.

—Mis padres esperan mucho, pero no son malas personas. Nunca me


ha pasado nada terriblemente traumático, pero Dios, no puedo
superarlo. Ni siquiera cuando quiero. No lo entiendo. Es como que la
vida está justo aquí. Aquí mismo. Se supone que debo estar en ella y
no lo estoy. Estoy viendo y pasando por los movimientos y eso es una
mierda, y no sé por qué estoy dejando que eso ocurra ni por qué estoy
viendo en lugar de tomar el control y hacer algo.

Su aliento golpea mi rostro, haciendo que mi corazón salte y mi


estómago apriete.

En lugar de responder, sus labios presionan los míos.

Mi cuerpo tiembla. No lo conozco. No es seguro. Esta es una mala


idea. Sus labios se abren un poco y sin pensarlo, abro los míos
también, dejando escapar un suave gemido de lo increíble que él se
siente.

Justo mientras su lengua se desliza en mi boca me sacudo lejos. No


puedo hacer esto. Me deslizo de él y sostengo mi cabeza en mis
manos, tratando de respirar.

¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué me detuve?

Él se aparta de mí.

—Lo siento, Jody. Dios. No era mi intención...

Pero, ¿qué diablos me pasa? Le dije a Kay-Kay que fuera tras ello, ¿y
ahora no puedo? Ella tiene mucho más que perder que yo. Ella está
totalmente ida por Alex y las probabilidades de que lo resuelva... no
son buenas. Ella sigue adelante. Empujando hacia adelante. Duro. O
eso es lo que parece.

—Sé que quieres que seamos amigos. Quiero que seamos amigos.
Sólo... tienes mucho que decir, y me encanta lo que tienes que decir...
—Estira su mano, la cual deslizo lejos.

¿Qué diría Sam? Disfruta el verano. Sé salvaje. Sólo porque te gusta


alguien no significa que tengas que estar escogiendo vajilla. Disfruta.
Pero al mirar a Liam, quién debería estar con alguien tan diferente a
mí, pienso en Jeff, mis padres, la escuela, Irlanda y todos las millones
de cosas que cuelgan en el aire entre nosotros y no puedo quedarme.

—Lo siento mucho. —Me pongo de pie y lo dejo solo en el borde del
lago.
20
—¿L
o dejaste ahí? —Kay-Kay golpea la parte posterior de
mi cabeza.

—Ouch. —Froto mi cabeza, todavía sudorosa de mi


carrera por la mañana. Puede que haya exagerado la
distancia un poco hoy, en un intento de olvidar lo de anoche.

No funcionó.

—¿Estás tan preocupada por encariñarte que no puedes simplemente


disfrutar de su cuerpo?

Mis mejillas flamean y miro fijamente el suelo.

—No puedo ser así. Como tú y Sam. Simplemente no puedo. Hemos


tenido esta conversación antes.

—Bueno, yo tampoco, creo que es porque estoy al todo con Alex en


estos momentos. —Ella se desploma, pero también está radiante.

He estado tan envuelta en mí que no he estado prestando mucha


atención a Kay-Kay o Sam.

—¿Qué pasa?

—Creo que puedes adivinarlo. —Incluso intenta mantener su sonrisa,


lo que es muy raro porque ella es ella.

—Un gran problema, ¿no?

—Un gran problema. —Está de acuerdo.


—Bueno, todo lo que hago son grandes problemas, y no estoy segura
si puedo manejar el "gran problema" con alguien que no vive en este
país y debería estar saliendo con una supermodelo.

Kay-Kay resopla.

—Dices eso sólo porque no tienes ninguna idea de lo hermosa que


eres.

Mi boca cuelga abierta.

—Me voy a fijar en los objetivos. Deberías venir hoy. A ver si los
brazos de los nadadores pueden tirar de un arco. —Ella camina hacia
atrás unos cuantos pasos para guiñarme el ojo y trota fuera.

—Tal vez lo haga —le respondo con un grito.

Cualquier cosa para asegurarme de que estoy lo suficientemente


ocupada como para no caer en mis pensamientos.

***
Capturo de vista a los chicos senderistas en una línea en el camino
que roza el borde exterior del campamento. Hacen esta caminata una
vez al año, enviando a las chicas a un escándalo ridículo de chicas
gritando. Afortunadamente, este año, están más temprano y no
tendremos que hacer frente a la reacción de los chicos medio entrando
al campamento de las niñas.

Los ojos de Jeff capturan los míos, él está tirando de la cuerda.

Hoy no tengo en mí el hacerle frente a Jeff.

—Jody. —Trota hacia mí, rompiendo su fila y lo único que puedo


pensar es que mi nombre no suena tan increíble viniendo de él como
de Liam.
—Parece que estás ocupado, Jeff. —Señalo a los chicos que
continúan el movimiento a través de los árboles.

—Confía en mí. —Sonríe—. Puedo alcanzarlos.

—¿Qué quieres?

—Te he estado llamando y llamando. —Está fuera de respiración y su


frente está perlada por el sudor en el calor.

—Y yo no he querido hablar contigo.

—Sí. Lo entiendo.

—¿Qué quieres, Jeff? Porque estoy perdiendo la paciencia aquí.

—No sabía que te lastimé. No quería hacerlo. Realmente pensé que


no me necesitabas y que…

—Espera. Espera. Espera. —Sostengo mi mano entre nosotros—.


Tienes razón. No te necesito. No te necesitaba. Eso no es de lo que se
trata estar con alguien.

Trata de contener un suspiro. Esto es algo que he visto de él unas


cuantas veces. Más que unas cuantas. Cada vez que decía algo con
lo que no estaba de acuerdo pero sobre lo que no quería discutir.

—¿Crees que podamos reunirnos y hablar?

—Creo que estoy bastante convencida.

Él mira por encima de su hombro al grupo de chicos que está casi


fuera de la vista.

—¿Al menos responderás a mis mensajes?

—Tal vez. —Me doy la vuelta para conseguir tomar el desayuno antes
de que la masa de niñas tropiecen de la cama.
Puedo oír a Jeff comenzar a decir algo más detrás de mí, pero se ha
perdido en mí.

Probablemente es lo mejor.

***
Kay-Kay es una profesora brillante. Incluso las niñas debiluchas están
dentro. Ayuda, estoy segura, el que la película Valiente salió no hace
mucho tiempo, por no hablar de los Juegos del Hambre.

—No pueden dejar que un chico elija su destino —les grita con una
sonrisa—. Si se ponen en la posición donde un grupo de perdedores
está luchando para poder casarse con ustedes, querrán ser capaces
de ponerse en el centro de la misma y, ¡darles en el blanco!

Y luego se tropieza con sus palabras cuando Alex camina cerca y le


da un guiño. Ella tiene razón. Lo que sea que ellos tienen debe ser
grande. Ella nunca pierde la calma.

Me pongo de nuevo el arco y lo dejo volar. Estoy muy lejos de la


diana, pero doy en el blanco y, para mí, eso es una victoria.

Sam camina por un lado, pero está tan enterrada en su teléfono que
no sé si ve otra cosa. Sé que su decisión de venir aquí fue a último
momento, y me pregunto si ella está aquí porque quiere estar aquí, o
si se trata de un escape.
21
M
e está encantando la libertad que tengo este año. Hay mucho
más papeleo en el seguimiento de las niñas y los consejeros,
pero tener casi todas mis noches libres, sin duda vale la pena.

Es hora de hacer frente a Liam de nuevo, así que es bueno que no


tenga tiempo, pero también es malo por la misma razón, hay excusas
para no hablar.

Tengo el estómago en nudos durante todo el camino al Little Minnow,


pero llamé esta vez para asegurarme de que estaba fuera de turno.

Una vez más me gustaría poder volver el próximo verano. Pienso en lo


afortunado que es Alex enseñando en la escuela todo el invierno,
permitiéndole estar aquí cada año. Aunque, parece que no va a
hacerlo de nuevo el próximo año. Mi corazón salta porque eso
significará que su trabajo estará disponible. Lo quiero con ansias.

El Little Minnow está lleno, como siempre, pero estoy tras Liam.

Bill tiene dos cabañas que utiliza para las visitas familiares en el
invierno y para sus camareros en verano. Liam se supone que está en
lo segundo.

Recorro todos los detalles de él a través de mi cabeza, con ganas de


distraerme de lo mal que dejé las cosas. O lo ridículamente juvenil que
estaba.

Hay tres libros sobre su pequeño porche al lado de la gran silla de


campamento y me cuesta el alma no mirar mientras llamo a la puerta.
Agarro mis manos detrás de mi espalda, preguntándome lo que
espero lograr aquí. ¿Pedir disculpas? ¿Ser amigos? ¿Tratar de darle
otro beso? Mi corazón se acelera ante ese pensamiento.

Liam no está.

Llamo de nuevo y me inclino hacia un lado. El libro en la parte superior


es República de Platón. ¿Es inteligente, o simplemente un filósofo?
¿O está en el tope de lo pretencioso?

Tal vez me gustaría saber si podría ver a los otros dos.

Deslizo el primer libro lo suficiente para ver a Stephen King y sonrío.


Mejor.

—Jody. —Su voz viene por detrás de mí.

Me doy la vuelta casi tirando sus libros.

—¿Husmeando? —Está sonriendo, pero tal vez tratando de


contenerlo. Eso presiona sus labios y hoyuelos de una manera muy,
muy agradable.

—Yo... —He perdido todo pensamiento coherente.

Y entonces me desplomo un poco porque estoy aquí, pero no tengo


palabras para él. No sé qué decir, cómo empezar, por eso vine.

—Me alegro de que estés aquí.

—Sí... yo...

—Entra.

No estoy segura de que debiera estar adentro con él por cómo


reacciona mi cuerpo, pero él camina por la puerta, dejándola abierta
para mí y mi necesidad de estar aquí y mi curiosidad por donde vive
se hace cargo. Me encuentro cerrando la puerta detrás de mí y
dejándome entrar la pequeña habitación.
Hay una pequeña chimenea en una esquina. Una gran cama debajo
de una ventana, una pequeña cocina y un par de sillas. Sencillo. Hay
cuatro pilas altas de libros cerca de la cama. Dos cestas de
lavandería. Una tiene la ropa doblada, la otra no. No es perfecto, pero
no sucio.

Él mira donde estoy mirando.

—No conozco a mucha gente aquí. Y a pesar de lo que parezco al


estar contigo, no soy bueno para hacer nuevos amigos. Y me gusta
leer. —La pausa es larga—. Y no hay estanterías.

—Oh. Mira, yo…

Pero él empieza a decir algo al mismo tiempo y ahora los dos estamos
en el incómodo silencio de nuevo.

—Por favor, entra. No tienes que estar de pie junto a la puerta. —Se
sienta en su cama y me muevo lentamente hacia la habitación para
tomar una silla, pero acaricia la cama y terminamos frente a frente.
Piernas cruzadas. Lamentablemente, no puedo relajarme.

Nos miramos el uno al otro por un momento, pero todavía no estoy


segura de qué decir. Estoy aquí y no había llegado más lejos que eso.

—Está bien. —Saca un suspiro—. Voy a empezar, porque parece te


quedaste sin palabras hoy.

—Yo... —Me voy apagando, sabiendo que es verdad. Estoy aquí. No


había pensado en lo que se suponía que iba a pasar a continuación.

—Estamos en este lugar genial donde tenemos que aprender todo


acerca del otro y lo arruiné con un beso. —Apoya los codos en las
rodillas.

—No, yo…
—Metí la pata con un beso —insiste—. Quiero saber acerca de tu
familia y a qué escuela fuiste, cómo llegaste a hacer triatlones y
cuando empezaste a llevar esas camisetas. —Señala la frase en mi
pecho… Corre como una muchacha. Si puedes tenerla, y por qué
llegaste a este campamento. Todo.

Sigo sin palabras, y lo miro y me pregunto por qué le importaría. Al


mismo tiempo, es todo lo que yo quiero saber de él. Cómo se crió. Su
familia. Por qué está aquí.

—Creo que las cosas físicas están todas aquí. No me acuerdo de


reaccionar a una mujer como lo hago contigo.

Me sonrojo por la forma en que me mira y por llamarme mujer.


Todavía pienso en mí como una niña.

—Y pues… creo que una parte de nosotros, si llegamos a ser un


"nosotros" está aquí y será fácil. —Se acerca y pasa los dedos por mis
brazos, encendiendo mi cuerpo en llamas.

Cierro los ojos y rezo para que no haga nada estúpido o vergonzoso.
Me las arreglo para asentir.

—Sí. —Mi voz se quiebra—. Está todo aquí.

—Así que ahora tal vez tú y yo consigamos decidir si encajamos aquí.


—Toca su frente y luego la mía—. Y esa es la parte en la que metí la
pata, porque sabía lo bien que se siente al besar y estabas hablando,
tan preocupada y tan llena de cosas de que hablar, que no lo pensé.
Sólo tenía que saber que te gustaría probarlo.

—Como hamburguesas, ¿verdad? —Trato de bromear, pero en


realidad estoy tratando de tragar para poder respirar.

—Como tú. Y quiero conocerte más. Mejor.

—Pero vives en Irlanda. —Dejo escapar. Porque eso es algo que ha


estado completamente tácito entre nosotros.
—Geografía. —Se encoge de hombros.

¿Cómo puede estar hablando acerca de cómo iniciar algún tipo de


relación y simplemente ignorar que vivimos a medio mundo de
distancia?

—Sí. Bueno. Besar a alguien al otro lado de un océano no funciona


muy bien para mí.

—Así que. ¿Quieres parar esto antes de siquiera darle una


oportunidad?

—No puedo creer que saques todo eso así. —Niego con la cabeza.

—Es mi cosa extraña. Tengo que tener todo abierto —dice—. Y, no


hablar no funciona bien, ¿verdad?

Tiene razón. Tal vez todo esto de Jeff salió de la nada, porque
teníamos nuestra rutina y es justo lo que hicimos. No tomamos el
tiempo para seguir conociéndonos... no lo sé.

—No. Eso no funciona bien. —Me deslizo hacia él hasta que nuestras
rodillas se tocan y deslizo mis manos sobre sus bíceps, el hueco de su
brazo, hasta sus antebrazos hasta que mis dedos descansan en sus
manos y él engancha sus dedos con los míos.

Hay partes de mí que nunca sentí más cerca de alguien que como lo
siento en estos momentos. Decido que voy a tomar lo que quiero. O
por lo menos pedirlo. Me inclino hacia delante hasta que mis labios se
presionan contra los suyos. Él me besa de nuevo inmediatamente y
luego se aleja un poco, lo suficiente para que nuestras frentes se
toquen.

—¿Estás segura? —pregunta—. Todavía quiero saber todas las cosas


de ti.

—Lo sé. Lo entiendo. Pero en este momento, quiero la otra parte.


—¿La parte física? —Su voz se enrosca en mi vientre y de repente
estoy quemándome ardientemente.

Le respondo con un beso. De repente me siento como una besadora


aficionada porque no caigo en el ritmo que Jeff tenía, que se sentía
como si estuviera tratando de tragar mi cara. Liam está tomando su
tiempo. Probándome. Deslizando los dedos por mi clavícula, detrás de
la oreja, por el cabello y luego arrastrando sus labios por el mismo
camino. Y su anillo del labio se siente frío, extraño y no del todo
extraño. Arrastro mi lengua en él, sacándole un gemido.

Estoy flotando en el torrente de estar tan cerca de él y, en el momento


en que le doy un tirón a sus hombros, estamos tendidos en su cama.
Mis dedos finalmente se deslizan a través del cabello que he admirado
y su peso se relaja encima de mí.

El calor de sus manos se desliza hacia arriba a la parte posterior de la


camisa e inmediatamente me pongo rígida. Demasiado. Demasiado
cerca. ¿Debería ser?

—Lo siento —susurra mientras besa la línea de mi mandíbula.

—Yo sólo... —Y no importa cuando me concentre en evitar que mis


mejillas se vuelvan rojas, puedo sentir el calor subir por el cuello—.
Nunca... quiero decir. Yo...

Él se aleja lo suficiente como para que pueda ver sus ojos, pero
estamos todavía lo suficientemente cerca para que su cálido aliento
golpee mi cara.

—No importa. No pasa nada. —Miro hacia abajo.

Sacude el cabello de mi cara.

—Espera.

Demasiado intenso. No puedo escapar, así que cierro los ojos tratando
de evitar e ignorar el escarlata que se extiende por mis mejillas.
—¿Nunca has tenido relaciones sexuales?

—¿Hay otra manera en que puedas expresar esa pregunta? —Elijo el


diseño de su camiseta, que de repente tiene toda mi atención.

—No.

—No.

Sus labios se encuentran con los míos.

—Estoy sorprendido y desconcertado por ti una vez más.

—Lo sé. Me siento como si fuera la última persona en el planeta.

—¿Es un asunto del matrimonio, o...?

—Es una cosa de Jody-siendo-exigente.

—Está bien. Estoy procesándolo, ya que ha pasado un tiempo desde


que he estado con alguien como tú... —dice con cuidado mientras se
cierne sobre mí, apoyado en los codos—. Yo no...

—¿Qué tal si pretendemos que no dije nada?

—No va a pasar, pero buen intento. —Me tira más cerca mientras
rueda sobre su espalda y mi cabeza se apoya perfectamente en su
pecho, el cual tiene mucho más espacio para descansar que otra
cierta persona con la que estuve en el pasado. Su mano descansa
cómodamente en mi cintura justo por encima de mi cadera y después
de unos pocos segundos de estar junto a él así, casi se siente como si
nos tendiéramos así todos los días. Sólo con la novedad de que me
dan ganas de nunca irme.

—¿Qué quieres hacer? —pregunta mientras juega con las puntas de


mi cabello—. Con tu vida, quiero decir.

Ese fue un salto. Pero tal vez él está procesando y ayudándome a


tener una manera de salir de una conversación muy incómoda.
—Voy a estudiar negocios en estos momentos debido a mi padre y
porque es muy versátil, pero significa que no voy a poder volver al
campamento y me encanta estar aquí. —Sobre todo estoy confundida
y en conflicto, que parece ser un tema recurrente en mi vida.

—Pero, ¿qué harás con un título en negocios?

—No lo sé.

—¿Por qué estarías en la universidad si no estás apasionada por eso?


—Se mueve en la cama para mirarme, pero no me muevo.

—Es obvio que no tienes a mis padres.

Se queda en silencio por un momento.

—Pero tú no eres el tipo de chica que sólo haría algo para hacer feliz a
otra persona. No es la que yo he visto. Entonces, ¿qué es lo que
realmente quieres hacer?

—Sí hubiera un campamento durante todo el año, realmente querría


hacer eso. —Me río y el pequeño movimiento contra él me hace
recordar que estoy aquí. Cercana. Con alguien nuevo. Y no se siente
tan escalofriante como pensaba que sería.

—¿En serio?

—En serio.

—Entonces, lo que estás diciendo es que vas a terminar enseñando


en un internado. —Se ríe.

—No. Pero he pensado en la enseñanza. Alex, el tipo a cargo de la


seguridad, lo hace. Y entonces él puede volver aquí cada año. Ni
siquiera me importaría si fuera aquí, pero me encanta estar en un
campamento durante todo el verano. —Amo la forma en que un
verano se siente... vacío, y no estoy segura de cómo cambiar eso.
Sigo esperando que esa necesidad de estar aquí desaparezca con la
edad, y todavía no lo ha hecho.

—Me encantaría enseñar filosofía. —Sus dedos acarician mi brazo


mientras sigo descansando sobre su pecho—. Hace falta mucha
escuela, sin embargo. Estaba trabajando en un salón de tatuajes
porque siempre me ha gustado dibujar y me parecía divertido. Los
chicos allí son geniales y las propinas son buenas. Así que iba a la
escuela.

Sus palabras se detienen tan de repente que una parte de mí sabe


que hay más en la historia que tal vez no tenía la intención de decirme.

—¿Qué te trajo aquí? —le pregunto en voz baja.

Suspira. Y entonces la pausa es tan larga que estoy segura que me he


sobrepasado de alguna manera.

—Mi hermana, Jenny, estuvo con este chico malo. Lo odié desde el
principio, pero ella no iba a ser disuadida por mí o mis padres. Todavía
estaba en el país entonces. Después de unos meses Jenny vino a mí
una noche para decirme todo acerca de él. Todas las cosas que había
hecho por drogas hasta robos menores, hasta robos mayores, y él
sólo había hablado con alguien más acerca de cómo involucrarse en
algún tipo de robo de auto, ella accidentalmente los sorprendió. Estaba
asustada y me rogó que la llevara a casa y se quedara conmigo por un
tiempo. Una vez que desapareció de su casa y se mudó conmigo, vi a
algunos de los chicos con los que él se juntaba cerca del lugar donde
yo trabajaba, y tuve miedo por ella.

Todo mi cuerpo está tenso, esperando que continuara.

—No pude salvarla. No podía mantenerla conmigo todo el tiempo. Ella


me llamó para decirme que iba a conseguir un par de cosas de la
tienda. Quería decirle que no. Que se quedara en casa o dejara que lo
hiciera por ella, pero no lo hice. Ella fue encontrada en un contenedor
de basura una semana después.

Es tan horrible que me sorprendió sin palabras.

—Quería matarlos. A todos ellos. Encontré uno de los chicos antes de


que las autoridades lo encontraran y lo golpeé cerca de la muerte,
tratando de averiguar lo que hicieron con Jenny. Tenía que salir de allí.
Nos habríamos matado unos a otros. Y Jenny. Dios. Era demasiado
joven para morir.

Envuelvo mi brazo con más fuerza alrededor de su lado, sufriendo por


él.

Expulsa unas cuantas respiraciones profundas.

—Eso fue hace casi un año, y no puedo imaginar no sentirme como un


fracaso. Bill ha sido lo suficientemente bueno dejándome quedar aquí,
a pesar de que no podía mantenerme ocupado al principio, porque en
realidad, llegué aquí justo después de la temporada de verano del año
pasado.

—Yo solo... Lo sien…

—Lo sientes —termina para mí—. Todos lo sentimos. Hay más historia
que contar, pero podemos guardarlo para otra ocasión.

Estoy descansado a su lado. Liam. Y al igual que Jeff se convirtió en


un extraño, Liam se está familiarizando. Por primera vez veo más allá
de todas las cosas que me atrajeron primero, y es solo Liam. Esto se
siente como un muy, muy buen lugar para estar.
22
P
ara la próxima semana o así, Liam y yo estamos juntos todo mi
tiempo libre. Hablamos sobre que enseñaría si me convierto en
una profesora de inglés y como necesitamos conseguir el gran
título de filosofía para enseñar en un campus de la manera que él
quiere.

Le hablo de mis muy estructurados padres y de ser hija única.


Nosotros no hablamos de Jenny y yo no hablo de Jeff. Pero hemos
roto las barreras que evitan que las personas se conozcan entre ellas
y eso, para mí, se siente como un mundo completamente nuevo.

***
Ahora, Liam está sentado frente a su cabecera y estoy a caballo entre
sus piernas, sintiéndome muy fuerte y en control, y dándome cuenta
de que podría ser capaz de llegar hasta el final. Puede ser.

Me besa con la misma intensidad que lo hizo hace dos semanas,


cuando sólo estábamos comenzando. Cuando sus manos suben a la
parte de atrás de mi camisa, la saco por encima de mi cabeza,
sintiéndome valiente.

Su pulgar traza por debajo de mi sujetador y sus dedos comienzan a


tocar lentamente las pecas en mi estómago y hombros. Debería
sentirme tan expuesta, sentada encima de él así, pero no lo hago. En
realidad no.
—Si vas a tratar de encontrar todas mis pecas, vamos a estar aquí
todo el día. —Descanso mis manos sobre él.

—Eso está bien. —Él sonríe—. Tengo una muy buena vista.

Descanso mis manos en su rostro.

—Para. No eres real. —La gente no dice esas cosas de esa manera,
no a menos que estén siendo completamente cursis.

—Cuando estoy con alguien quiero estar completamente presente.


Cada momento tiene el potencial de ser algo increíble. ¿Por qué
dejarías que pase inadvertidamente?

—¿De verdad estás consiguiendo ser perfecto aquí? —Trazo su frente


y cejas. Paso mis dedos por sus pómulos y por su barba incipiente de
unos cuantos días. Encierro en un círculo el lugar donde estaba su
anillo en el labio. Se lo ha quitado para evitar que se interponga en el
camino de nuestros besos. Lo extraño, pero sin duda tiene más
flexibilidad sin eso.

—Experiencia de vida. —Toma una mano y besa mis dedos—. No


quiero perderme nada.

Sus palabras me golpean duro. Así es como quiero ser. Como quiero
vivir mi vida. Me pregunto si hay una manera de absorberlo y tratar de
entender la forma en que piensa de esta manera para que yo pueda
hacerlo también.

—Creo que te deseo. —Estoy sin aliento por todos los besos y todas
las ideas y todas las cosas increíbles que piensa y siente. Y ahora me
estoy sintiendo toda valiente, porque no estoy usando una camisa y él
está mirando y tocando, y no me está importando.

—Eso crees, ¿eh?

—Creo que sí. —Me inclino hacia delante, hasta que forma parte de
mis labios y lo beso de nuevo.
Él se ríe y se aleja.

—No vamos a hacer eso hasta que lo necesites. Hasta que no sientas
como tu cuerpo se arrugará o explotará o algo así si no lo hacemos.
Entonces iremos allí. Pero no antes. No quiero arruinar esto.

Tiro de la parte inferior de su camiseta y él se desliza inmediatamente.

—Esto es suficiente. —Sus brazos vienen a mi alrededor, presionando


nuestra piel juntos y paso mis manos arriba y abajo en su espalda y
trazo los diseños en los hombros y brazos a medida que seguimos
besándonos.

Estoy bastante segura de que esta noche no será una de esas noches
en las que tenemos mucho que decir.

—¿Estás seguro de que esto es suficiente?

Sonríe una sonrisa medio pícara mientras se desliza en mi espalda y


se cierne sobre mí.

—Estoy reuniendo todas estas partes de ti despacio. Incluso la parte


física. Por ahora, esto es sin duda suficiente.

***
Sam y Kay-Kay están dispersas en cuanto llegamos a la barra. Sé
justo donde me dirijo.

La sonrisa de Liam es ancha mientras me apoyo en la pared del fondo


y espero a que él tenga un momento. Él hace una señal de espera con
un segundo con sus dedos, corriendo al final de la barra y tirando de
mí hacía él.

—Hola. —Todo mi cuerpo se derrite y mis mejillas ya hieren de


sonreír.
—Hola. —Se inclina y me besa. Suavemente y una vez que lo siento
entre mis dedos de los pies y en otros lugares buenos, también.

Cuando él se aleja estoy sin aliento y tropiezo una vez mientras se


aleja.

—Ten cuidado —bromea mientras retrocede—. Tengo que trabajar,


pero si estás aquí cuando me tome un descanso, tal vez podría llegar
a conocerte mejor. —Él guiña un ojo.

En lugar de tener miedo, me siento como que conoce lo suficiente


acerca de mí para disfrutar de las bromas. Eso, y que es cuidadoso
conmigo cuando estamos solos, siempre deteniéndose al momento en
que me siento incómoda.

Cuando me doy la vuelta, Kay-Kay me da un pulgar hacia arriba


mientras ella menea sus cejas y apunta a Liam, me pregunto si ella
podía ser más evidente. No veo a Sam en ninguna parte. Y entonces
los ojos de Jeff están en mí.

Oh. Siento este tipo raro de crujido a través de mi cuerpo. Culpa,


supongo, pero no hay realmente ninguna razón para que me sienta
culpable.

Kay-Kay me tira hacía un lado de ella.

—Debes dejar que este hombre te desflore para que pueda tener más
detalles.

—¡Aah! —La empujo—. ¿Podemos por favor no hablar más de esto?

Ella se encoge de hombros con su cara "Señorita Inocente" (que es


una mierda) antes de volver a la mesa de consejeros de primer año.
Les está dando consejos, estoy segura, los cuales también estoy
segura son vergonzosos.

—Oye. —La voz de Jeff me asusta.


Me giro para mirarlo.

—¿Qué?

—¿Podemos hablar?

—¿Qué? ¿Ahora? No he conseguido mi bebida todavía.

—Sobre todo estoy molesta con él y quiero ver cómo reaccionará a mí.

—Tres minutos.

Echo un vistazo a mi reloj.

—Dale.

—No aquí. —Agarra mi mano y me lleva afuera.

Y sentir su mano y ver su espalda y su cabello y todas las cosas que


son tan parte de él deberían estar haciéndome sentir algo, pero no lo
hacen. En realidad es una especie de volver a ser un extraño. O
alguien que solía conocer.

—¿Estás en serio con ese tipo?

—¿Estoy en serio como en… realmente? O ¿estoy en serio como


en… me estoy enamorando de él? —Cruzo mis brazos—. No es que
ninguna de esas sea asunto tuyo.

—No lo sé. —Él cambia su peso varias veces—. Es sólo que... Me


sorprendió, eso es todo.

—Y yo fui sorprendida cuando tenías una rubia en el regazo mi


primera noche aquí. —Me doy la vuelta.

—Espera. —Agarra mi brazo pero no le hago caso. Medio me giro


para escucharlo—. Soy un asno. ¿De acuerdo? Le pedí a mi madre el
anillo. Fue antes de aquel fin de semana cuando íbamos a usar el
apartamento de mis padres y tal vez hubiera...
Sostengo mi mano entre nosotros.

—Me acuerdo de los planes. —Por mi desfloración. Es tan vergonzoso


ahora.

—Y entonces me dio la gripe.

—Y luego las cosas se pusieron raras. —Realmente lo hicieron.


Simplemente no las vi. Asistimos a diferentes escuelas y estuve
ocupada.

—El matrimonio pronto se sintió enorme. Al igual que una montaña.


Como todo. Y lo único que podía pensar era que desde que estuvimos
juntos desde la escuela secundaria, nunca llegué a hacer la cosa de
ser sólo un joven soltero.

—Y ahora puedes. —Palmeo su brazo—. Bien por ti.

—No. —Él suspira y toma mi mano, la cual tiro inmediatamente—.


Estoy a punto de sonar como un idiota, pero quiero dejarlo en claro
para que podamos empezar de nuevo.

Mi mandíbula cae porque no puedo pensar en una sola razón en la


tierra por la cual querría tal cosa.

—Realmente pensé que podríamos tener un poco de libertad este


verano y luego tomarlo en serio de nuevo en el otoño. —Él se encoge
un poco, lo cual debería hacer.

—Tienes razón. Suenas como un idiota. En serio. Guarda el anillo


para otra persona, porque si voy o no en serio con Liam, después de
quedarme atrapada en el campamento junto al tuyo y viéndote
coquetear con otras chicas, no hay absolutamente ninguna manera de
que me casaría con alguien como tú. —Camino de vuelta a la puerta,
nerviosa y enojada, deseando a Liam y con ganas de irme.

—Oye. —Kay-Kay descansa su brazo alrededor de mí—. Recibí una


llamada de Alex. ¿Podemos regresar? Sam consiguió quien la lleve.
—Dame un segundo. —Suspiro, todavía temblando de ira.

Paso hasta el bar y Liam está mirándome con una cara de


interrogatorio.

—Me tengo que ir.

—¿Jeff?

—Es un idiota. —Asiento—. Pero Kay-Kay necesita que la lleve de


regreso.

—¿Tal vez entonces podría aparecerme en tu camino?

Sonrío antes de querer decirlo y la ira comienza a desaparecer.

—Me encantaría.

Él guiña.

—Estaré allí en el momento en que esté libre.

—Igual yo. —En un gran manojo de Jody-nervios.


23
—L
a madre de Jeff está devastada. —Mamá suspira por el
teléfono. Como si no tuviera la visita de Liam para estar
ansiosa, no estoy segura de poder hacerle frente a ella.

—No es mi problema, mamá.

—¿Qué te pasa? —espeta mamá.

—Estoy ocupada. Este es un trabajo demandante.

—Un trabajo mal pagado. Eso es seguro —murmura.

—Mira. Si sólo seguirás diciéndome todas las maneras en las que


piensas que estoy arruinando mi vida, he terminado. —Suspiro y me
desplomo en la banca fuera del baño. En realidad ni siquiera vale la
pena enojarse más.

—Lo siento, cariño. ¿Llegarás a casa antes de que empiece la


escuela?

Empiezo a decirle que no estoy segura que pasará en la escuela


porque estoy dudando de todo.

—Por supuesto.

Y entonces un texto de Liam entra y mamá y yo terminamos de prisa.

Estoy al lado del lago. Ven preparada para nadar.

***
Estoy temblando mientras desordeno mis trajes de baño. Nada.
Sintiéndome imprudente, me dirijo a la cabaña de Kay-Kay, pero ella
no está allí. Afortunadamente, su caja está abierta y justo al lado de la
puerta. Sus campistas ni siquiera se dan cuenta mientras me escapo
con mi linterna y empiezo a cavar a través de sus cosas.

Encuentro uno negro de dos piezas acolchado en la parte inferior. No


he usado algo como esto en... probablemente nunca.

Antes de que tenga tiempo para entrar en pánico, corro al baño, me


arranco la ropa, ato el bikini y tomo una toalla.

Ir de puntillas por el campamento no es fácil y algunas risitas lejanas


provienen de más cabañas de las que quiero. La casa de Irene está en
el camino hacia el lago y tomo el camino más largo para evitarla, lo
que significa que tengo mucho tiempo para pensar en lo que estoy
haciendo. Y con quien me voy a encontrar.

Veo su espalda desnuda en cuanto tropiezo con el muelle y aspiro una


bocanada de aire para alejar algo de nervios.

—Jody. —Se gira con una sonrisa y luego se congela mientras me


mira.

—Hola. —Dejo caer la toalla junto a él, pero no he encontrado el


coraje de sentarme. Todavía no. No con él sólo llevando shorts, y yo
en algo que se siente escandalosamente pequeño.

—Pues… —Él se levanta y mira hacia abajo—. El ir a nadar parecía


una idea perfecta hasta que llegué aquí y me di cuenta de que nunca
había nadado en un lago y que era un poco más frío de lo que
esperaba.

En lugar de mirar a sus abdominales y pasar mis dedos a través de su


pecho, que iniciaría una ronda de algo para lo que no estoy segura de
estar lista, me voy por las bromas.
—Lo estás haciendo todo mal. —Sacudo la cabeza.

—¿Cómo es eso? —Él sonríe.

—Estás probando el agua con los pies. Nunca es una buena idea.
Tienes que correr y saltar y entonces no es tan malo.

—Correr y saltar. —Está estoico. Procesándolo, tal vez.

—Como un niño.

—Está bien, entonces. —Toma mi mano—. Correr y saltar. ¿Saltarás


conmigo, Jody? —bromea—. Así, ¿no me dará miedo?

—Sólo si puedes mantener el ritmo. —Me río, lo cual es ridículo, pero


estoy demasiado nerviosa como para hacer otra cosa.

Y me doy cuenta de cómo una especie de ideal que esto es porque


puedo estar aquí y ver su cuerpo y tenerlo que hace que mi interior se
funda uno encima del otro, pero yo también puedo bromear.

—Eres como una mezcla de fuerte y segura —dice.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que pides bebidas que niños pequeños beberían sin
importarte, tus camisetas, lo fuerte que eres físicamente y eres
inteligentemente malvada y, luego, con la gente, es como que se te
olvida lo increíble que eres.

—Oh. —Me quedo en el muelle.

—Sólo eres tan fuerte e increíble aquí. Conmigo. Como mientras estás
corriendo. —Me toca la mejilla con la mano—. Te lo prometo.

Caminamos hacia la orilla y giramos sobre un punto medio,


necesitando una distracción.

—¿Suficientemente lejos? —Él se ríe.


—Apenas, pero lo haré. —Todavía estoy aturdida por el pensamiento
de que él cree que soy fuerte.

Se inclina hacia mí, su almizcle se mezcla con la cerveza y el humo


del Little Minnow llenando mi nariz.

—No creo que tu traje de baño sea en absoluto adecuado y estoy


disfrutando cada centímetro de tu piel que está dejando al descubierto.

Mis mejillas empiezan a calentarse por lo que decido que ahora es


cuando corremos.

—¡Ahora!

No deja mi mano hasta que estamos en el aire fuera del final del
muelle.

Él sale escupiendo.

—¡Eres una mentirosa, Jody! Mis pelotas se están reduciendo ¡hace


tanto frío!

—¡Shhh! —Lo salpico, pero sus manos me encuentran bajo el agua,


acercándonos.

—¿Me mantendrás caliente, entonces? —susurra. El agua se desliza


de su cabello por la cara y, en vez de rajarme, lo beso, succionando
las gotas frías de sus labios.

Él me levanta con facilidad en el agua y envuelvo mis piernas


alrededor de su cintura mientras aprieta su agarre en mi espalda.

***
Resulta que los dos sólo necesitábamos un pequeño zambullimiento, y
ahora estamos corriendo, a través de la oscuridad y dirigiéndonos a la
duchas.
—¿Tengo permitido estar aquí contigo? —se burla mientras se
presiona contra mi espalda y yo chasqueo la luz.

—No. —Me doy vuelta y lo acerco más mientras nos retrocedo a un


puesto y giro la llave del agua caliente.

Cierra sus ojos y se sitúa por debajo del aerosol, dejando que el agua
caiga sobre su cuerpo. En lugar de pensar, tiro una tira de mi parte
superior en el piso de la ducha.

Su mirada me encuentra inmediatamente y somos una maraña de


brazos, piernas, lenguas y cuerpos apenas capaz de estar bajo el
agua torrencial. Me está faltando el aire, cada pedacito de deseo que
he sentido en torno a él se amplifica por un millón, mientras
terminamos de desnudarnos y comenzamos a explorar.

Mis manos vagan por todas partes. Todos los pocos lugares donde él
es suave, y los muchos lugares en los que está duro, y me apoyo
contra él y sólo siento. Absorbiéndolo. El agua caliente. Mi piel. Su
piel.

—¿Recuerdas que dijiste que sentiré como si me fuera a arrugar por


no hacerlo y que entonces sería cuando lo haríamos? —No puedo
tomar un respiro real.

—Lo recuerdo. —Sus labios se arrastran por mi cuello.

—Me estoy arrugando. —Te deseo.

—No. No puedo, Jody. —Él deja de besarme y me mira—. Es


demasiado pronto. Me odiarás más tarde.

—Por favor. —Deslizo mis manos a sus caderas y lo pongo contra mí.

Él se queja.

—No tengo nada. Me refiero. Esto es demasiado rápido. No he venido


preparado.
—Oh. —Deslizo mis manos arriba y abajo en sus costados,
sorprendida de lo bien que se siente todo porque estamos desnudos.
Juntos.

—Pero todavía no quiero ir a casa. Si eso está bien. —Una esquina de


su boca se detiene—. Podría quedarme y asegurarme de que te
seques correctamente.

—Está bien. —Sólo mucho más que bien. Perfecto. Bueno. Y quizá
estoy un poco menos decepcionada, pero no debería estarlo porque lo
he conocido desde hace semanas, no años. Y más que eso, hay un
millón de tipos de comodidad al saber que ni siquiera venía preparado.
Porque soy suficiente.

Liam es, sin duda alguien que vale la pena conocer mejor.
24
L
os veinticuatro kilómetros para verlo se sienten como si nada.
Como si pudiera correr para siempre. La recompensa al final de
una carrera de larga distancia es una muy buena manera de
hacerlo. A unos cinco kilómetros, mi paso se calma y me relajo ante el
ritmo. En el kilómetro veinte creo que voy a morir, pero sé que sólo
faltan unos pocos más para llegar. Cuando veo el Little Minnow me
detengo para caminar, así que realmente no puedo respirar cuando
llegó allí.

Descanso mis manos sobre mi cabeza para expandir mis pulmones


cuando Bill sale y sonríe.

—¡Hola, chica!

—¡Hola! —Saludo con la mano.

—No creo que Liam te esté esperando todavía. No está de vuelta con
las compras. Está abasteciéndonos por mí.

—Está bien —jadeo—. Me da la oportunidad de recuperar el aliento


antes de hacer apestar el lugar.

Él sonríe.

—Entra y te conseguiré un poco de agua.

Doy un paso dentro de su pequeña casa. Es, definitivamente, un


apartamento de soltero. Documentos al azar desordenando el
mostrador y mesa, los muebles están gastados, pero el televisor en la
pared es enorme y nuevo.
Una pequeña imagen de una chica descansa en el tope de una pila en
la mesa e inclino mi cabeza para ver mejor. Se parece tanto a mí que
es espeluznante.

—¿Quién es?

—Esa era la chica de Liam. La que fue asesinada el año pasado.

Mi corazón late en un completo nuevo ritmo. Uno que es una mezcla


de incredulidad y miedo en lugar de mi carrera.

—Oh. De alguna manera tenía la impresión de que era su hermana. —


Niego con la cabeza, tratando de ignorar el desastre que está pasando
dentro de mí.

—Tal vez tenías esa impresión, porque era su hermano quien estuvo
involucrado en todo tipo de negocios sucios. Ella los sorprendió a él y
algunos de sus para-nada-buenos amigos y luego desapareció. —Él
rasga para abrir una bolsa de patatas fritas y agarra un pequeño
puñado—. La encontraron unos pocos días más tarde, pero había
estado muerta días. Liam sigue luchando con eso.

—Sí... —Mis dedos tiemblan mientras recojo la foto de la chica. Hay


diferencias definidas. Su cara es más angular y ella está usando
maquillaje, haciéndola ver como yo, pero mucho más bonita.

—Los padres de Jenny le enviaron esas cosas hace un par de días. —


Bill me da un vaso de agua en las manos, pero me asusta beber
porque mi estómago está en nudos.

Pongo el agua en la mesa y me giro hacia la puerta, con la foto en la


mano.

—Esperaré afuera.

—Haz lo que quieras. —Bill abre una cerveza y se deja caer en una
silla en la mesa.
Estoy sorprendida. Conmocionada. Usada.

Dios. Soy una idiota. No tiene nada que ver conmigo. Nada. Las
lágrimas queman mis ojos y se mezclan con el sudor, haciendo que mi
cara sea un lío salado. Por supuesto. Jeff no me quería. En realidad
no. Y Liam sólo me quería por ella.

Es como si un peso ha estado atado a mi pecho. Cuelga en mi


espalda y mis hombros y me hace tropezar por las escaleras.

—Ten cuidado. —Liam sonríe mientras agarra mi brazo para


sostenerme.

La ira arranca a través de mí, mientras empujo la humillación.

—¿Tu hermana? —Sostengo la foto entre nosotros.

—Vaya —susurra—. Era la verdad que podía darte entonces, Jo.

—¡No era la verdad en absoluto! —Lanzo la fotografía, paso a su


alrededor y comienzo la carrera. Mis piernas están demasiado
inestables para correr.

—Sé lo que estás pensando. —Él trota para alcanzarme.

—Soy una tonta estúpida por pensar que te gustaría. Lo supe desde el
principio, y ahora lo entiendo. Entiendo por qué te interesaste en mí.
¡No tenía nada que ver conmigo!

—Por favor, déjame llevarte. —Él llega a mi brazo, pero lo empujo—.


Déjame explicarte.

—¡No! No quieres hablar conmigo ahora, Liam. —Giro mi cara hacia


él, la furia llenando cada parte de mi cuerpo para reemplazar la
humillación arrastrándose a través de mí.

—¡Infiernos, déjame sola! Ya tuve mi corazón roto una vez este


verano. ¡Realmente no necesitaba que esto sucediera de nuevo!
Empiezo a correr esta vez, trotando primero y luego más rápido.

—Jody —grita—. Jody, ¡por favor!

No me detengo. No reduzco la velocidad. No estoy segura de lo lejos


que llegaré, pero tengo que escapar.

***
Alex me recoge a pocos kilómetros más tarde. Soy muy afortunada de
que estuviera en la ciudad. Vamos en silencio. Él me mira un par de
veces, pero no ofrezco ninguna información y no dice nada.

—Gracias por el viaje —murmuro mientras hace una parada en el


estacionamiento.

—No hay problema. —Se detiene fuera de la puerta del auto y abre la
boca como si fuera a decir algo más.

—¿Sí? —le pregunto.

—¿Volverás el próximo año?

—No lo sé. Quiero estar, pero me graduaré si me decido a graduarme,


y luego trabajaré... —Y todas las cosas de las que no estoy segura.

—Te lo estoy preguntando porque no estaré aquí y Kay-Kay también


podría no estar. Te recomendaría para mi plaza, si lo deseas. Tendrán
mi recomendación. Ya te quieren.

—Realmente debería ser una profesora como tú. —Y me pregunto


¿qué pasa con Kay-Kay? Mejor que pensar en mi desorden.

Él sonríe.

—Serías fabulosa, Jody. Si es lo que quieres hacer.


—Podría ser. —Pero puede ser que necesite un poco más de tiempo
para resolverlo. O mucho. Aparentemente no puedo pasar a través de
un verano sin girar mi vida en un desastre.
25
D
etesto que Liam sea todo en lo que puedo pensar. Detesto que
no haya explicación que pueda darme que me haga sentir bien
con que él mintió y su novia. ¡Qué cosa tan ridículamente cliché
para ser parte de eso! Reemplazar a la antigua novia con alguien que
se parece a ella.

No lo he conocido lo suficiente como para que esto me desgarre en la


forma en que lo hace. Deseo tanto no parecerme a ella. Quiero que él
me quiera a mí.

***
Respondo el teléfono.

—Mamá… —Por una vez, no es la última persona con la que quiero


hablar.

—No he sabido nada de ti y vi que no te has inscrito para las clases


todavía.

—Es porque estoy pensando en tomar un año de descanso y cambiar


mi especialidad. —Lo mejor es sacarlo todo ahora. Bien podría enojar
al mundo. Y es tan propio de ella acceder a mi cuenta de estudiante
para chequearme.

—¿Qué? —balbucea—. Esta es la primera vez que he oído hablar de


esto.

—Porque no escuchas cuando te hablo, mamá.


Silencio.

—¿Hay un propósito por tu llamada? —pregunto.

—Con sólo unos pocos días para que termine el campamento, todos
pensamos que nosotros y los padres de Jeff y ustedes dos
deberíamos reunirnos para algo informal. Quizá probar el agua entre
los dos.

Mi mano tiembla mientras estoy apretando el teléfono con tanta fuerza.

—Mamá. Él es un hombre que me dejó en el comienzo del verano,


sabiendo que iba a tratar de recuperarme al final del verano para que
pudiera acostarse por ahí. ¿Es eso con lo que quieres que tu hija se
case?

Hay un sonido ahogado en su lado de la línea. No estoy segura de si


está enojada o sorprendida o no me cree.

—Mira, mamá. No estoy enojada contigo. —Casi—. Yo sólo... Creo


que necesito tomarme algo de tiempo. Y también pienso que no sé lo
que quiero hacer y que parece una especie de cosa fundamental
decidirlo antes de terminar un grado.

—Bueno. —Ella suspira—. Cualquier cosa que creas que es mejor.

Sólo que estoy bastante segura de que no quiere decir eso, pero voy a
tomarlo de todos modos.

—Gracias, mamá.

***
Cuando salgo hay un Shirley Temple en mi pequeño porche al lado de
un sobre. Rápidamente exploro los árboles por cualquier señal de
Liam, pero no veo nada.
Tomo la bebida e imagino que es una forma tan buena como cualquier
otra para empezar el día. Lo bebo mientras miro fijamente la carta.

La corneta suena como la señal para iniciar uno de los últimos días de
campamento. Me meto el sobre en el bolsillo hasta que pueda
realmente concentrarme.

Hacemos carreras de canoas y me uno a Kay-Kay en el tiro con arco.


Ella parece estar lejos de nuevo, lo que para mí significa que no todo
está bien entre ella y Alex. Espero que consiga algún tipo de
resolución.

—¿Qué está pasando contigo? —Sam empuja mi cadera con la suya y


me apoyo en ella.

—Un desastre. Un gran y monstruoso desastre.

—Tú también, ¿eh?

—¿Estás bien? —le pregunto repentinamente preocupada.

—De alguna manera. —Ella asiente con la cabeza, un poco críptica


como siempre y se va hacia la cocina.

En este punto quiero que el verano sea más de lo que puedo ser en
otro lugar. Pero si no voy a regresar a la escuela, terminaré en casa.
Tal vez debería inscribirse en las clases.

Suena la campana para el almuerzo y en vez de tomar comida,


camino hasta el final del muelle con la nota de Liam aferrada en la
mano.

Jody…

No puedo saber cómo te sientes en este momento, pero sé


que te lastimé, y sé que es por mi culpa y eso me está
matando. Mi atracción hacia ti como alguien que se parece
a ella terminó tan pronto pedistr esa bebida. Porque en ese
instante te convertiste en Jody en lugar de alguien que se
parecía a Jenny.

Me encantaría ser capaz de decirte que no te ves para


nada igual que ella. A veces desearía que no lo hicieras.
Pero lo haces. No importa. No para mí. Sabes, como cuando
empiezas a conocer a alguien. Realmente conocerlo. Ellos no
se ven como la persona en la que primero pusiste tus ojos.
No son extraños ya. Se convierten en un alma, una
personalidad, una entidad aparte de la forma en la que
hablan o por lo que parecen ser familiares. Se han
convertido en una parte de ti.

Sé que debería haberte dicho toda la verdad la otra noche,


pero tienes que saber lo totalmente responsable que me
siento de su muerte. Ella nunca debería haber dejado el
apartamento. Debería haberme asegurado.
Quería que conocieras una parte de mí, pero no estaba
dispuesto a revelar todo el asunto. Debería habértelo dicho
todo o no decirte nada. No mentirte. Lo siento mucho.

Todavía estoy tratando de decidir si quiero quedarme aquí


o ir a casa por un tiempo. Tengo suficiente dinero ahorrado
para un pequeño viaje de mochilero por Europa, así que
podría probar eso. Sé que estoy a punto de sonar... como un
tipo-no-duro, pero te extraño con locura. Ya. Tal vez estoy
esperando que me acompañes para algunas de mis aventuras
de este año. Mi pecho duele. Este soy yo siendo honesto y lo
que tengo que decirte.

Eres alguien de quien podía enamorarme. De quien quiero


enamorarme. De quien me estoy enamorando. No quiero
superarlo.

Liam
Amo y odio que él sepa todo lo que necesitaba oír. Estoy aterrorizada
de perdonarlo. ¿Y si me equivoco? ¿Y si no conoce su propio
corazón? ¿Qué pasa si yo termino en otra situación tipo Jeff donde
aparece de una manera, pero en realidad es otra?
Me levanto y camino bajo el gran pabellón lleno de adolescentes.
Están empezando a darse cuenta de que el campamento no durará
para siempre y que se dirigirán a casa pronto. Ellas tienen mucho por
delante. Hay tanto que aprender. Y podría ser una parte de eso.

Pero no ahora. Todavía no. Yo misma no sé lo suficiente como para


pensar que pudiera enseñar a nadie. Sin embargo, un año fuera es
exactamente lo que necesito. Sólo tengo que averiguar dónde pasarlo.
Y si tengo la fuerza para hablar con Liam antes de irme.
26
—P
or lo tanto, ya es oficial, ¿eh? —pregunta Kay-Kay—.
¿Estarás en el trabajo de Alex el año que viene?

—Sí. —Asiento con la cabeza—. Y me voy a tomar el año


fuera de la universidad. Creo que mamá está a punto de tener un
aneurisma, pero estoy de acuerdo con esto.

—Y muy tristemente no fuiste desflorada por el chico irlandés —


suspira Sam.

Cierro los ojos.

—Estoy en un desastre.

—Bueno, yo también estoy en un desastre. —Sonríe Kay-Kay—. Pero


es uno muy bueno para estar adentro.

—Sí. ¿Costa Rica con tu hombre por un verano? —Sam la empuja—.


Suena bastante ideal para mí.

Debería sonar ideal para todas nosotras.

Suspiro.

—Todavía sigo viendo la cara de esa otra chica y no puedo superarlo.

—Pero suena como si él lo superó. —La voz de Kay-Kay es suave.

—Sólo no sé cómo me siento por todo. Si puedo confiar en él.


—¿Sabes cómo te sentirás si no hablas con él de nuevo? ¿Si no
sabes de él? Donde va a terminar... Lo que ustedes dos podrían haber
tenido. Eso es lo que me empuja hacia adelante —dice Kay-Kay.

Mi instinto se atora.

—No quiero pensar en eso. Realmente... Lo quiero. Pero lo quiero sin


todas las complicaciones.

Sam se ríe. Luego se ríe más fuerte.

—Todo el mundo viene con una bomba de desastre, Jo. Todo el


mundo. Pero no todo el mundo viene en un paquete que te entiende, y
es jodidamente perfecto en todos los sentidos, pero con una sola cosa
que no explicó perfectamente. ¿Estoy en lo cierto en esto?

Mi corazón empieza a acelerarse.

—Sí.

—Creo que tenemos que conseguirte un irlandés. —Kay-Kay se


levanta, toma mi mano y me levanta sobre mis pies.

—Soy un desastre. —Miro hacia abajo.

—Él te ha visto peor. —Sam pone los ojos en blanco—. Lo que


necesitamos es la camiseta perfecta.

—¡Ya la tengo! —Sonríe Kay-Kay mientras tira de mi camiseta


blanca—. Haremos una. ¿Dónde está el marcador?

***
Soy una mezcla loca de alegría, emoción, anticipación y temor. ¿Y si
se ha dado por vencido conmigo? ¿Y si se ha ido a casa?

¿Y si...? ¿Qué pasa si un millón de otras cosas podrían salir mal?


Pero lo peor de los “y si” sería: ¿y si él y yo podríamos haber sido algo
grande y dejo que se me escape? Piso fuerte el acelerador, deseando
que mi auto no fuera una cobarde máquina, amigable con el planeta.

***
Liam sale de su cabaña y se congela cuando me ve. Sus ojos están
cautelosos y bordeados con ojeras.

—Yo... —Toso para encontrar mi voz, pero soy más fuerte que esto—.
Tenía que verte antes de irme.

—Jody. Te he extrañado.

Tomo unos pasos hacia él, lo que nos sitúa a pocos metros de
distancia. Lo suficientemente cerca que podía llegar y tocarlo.

Él mira hacia abajo a mi garabateada camiseta y los nervios empiezan


todos de nuevo. De repente se siente de forma juvenil y demasiado
atrevido.

—Creo que piensas ser alguien de quien pudiera enamorarme. —Él


lee.

—Estaba esperando que dijeras eso. —Trato de sonreír para mostrar


que estoy bromeando, pero también que no estoy bromeando en
absoluto.

Me acerco y descanso las manos sobre su pecho. Su corazón está


latiendo tan fuerte como el mío. Mira hacia abajo y en lugar de mirar
hacia abajo o a su pecho, me veo en sus ojos.

—Me estoy tomando un año fuera de la universidad. Quiero descubrir


todas las maneras en que soy fuerte, y... —Trago dos veces antes de
encontrar mi voz—. Y realmente me gustaría hacer algo de eso
contigo.
Él descansa sus manos en mi cintura.

—Creo que tengo que volver a replantearlo, lo dice tu camiseta.

—Oh. —La incertidumbre se cuela hasta que sus manos se aprietan


alrededor de mi espalda, acercándonos.

—Creo que podrías ser alguien de quien no tenía la intención de


enamorarme, pero de la cual ya lo estoy.

—Eso está mejor.

—Definitivamente mejor —susurra mientras sus labios rozan los


míos—. ¿Esto significa que te unirás a mí este año?

—Para algo de lo que sea que estás haciendo, o todo eso, o lo que
sea. —Tomo una pequeña pizca de su camisa.

—Quiero hacerlo contigo, también. —Él sonríe—. Todo eso.

Todo eso. Todo, casi, todo lo que somos en este momento está lleno
de posibilidades y quizás y me encanta.

—Lo siento mucho, Jody. Cualquier cosa que quieras saber, te lo diré.

—Podemos ahorrarlo para más adelante. Tenemos tiempo.

Su sonrisa se divide en su cara.

—Eso suena perfecto.

—Bueno, Kay-Kay y Sam me dieron esta caja de condones en un


intento de humillarme por completo y tengo una semana antes de ir a
casa por unos días, y comenzó a sentirse como un desafío. Ya sabes.
Llegar al fondo de la caja. —Deslizo mis manos alrededor de su
cintura, tirando de nuestras caderas juntas—. Me preguntaba si te
gustaría ayudarme con eso.

Apoya su mejilla en la mía.


—¿De dónde vino toda esta valentía?

—De darme cuenta de que puedo disfrutar de cada minuto, o puedo


tener miedo de lo que podría suceder. Parece que todo valdrá la pena
hacerlo si permito que todos los pequeños momentos sean una parte
real de mí.

—Muy sabio. —Sus labios rozan los míos mientras hablo.

—Este chico muy caliente me enseñó todo eso. Y un día él va a ser un


brillante profesor de filosofía cuyas estudiantes se desmayarán cuando
entre en el aula.

—Soy tuyo, Jody. Y acepto tu reto. —Él me levanta y me lanza por


encima del hombro, los dos riendo de repente.

—Ahora —pregunta—. ¿Dónde está la caja?


27
O
tro mensaje. Sé de quién es antes de verificar mi teléfono. Lo
cual no debería hacer, pero voy a hacerlo de todos modos.

Sam. Lo siento. No estoy enojado. Pero, por favor dime


dónde te encuentras. Sólo quiero hablar.
La culpa se apodera de mí otra vez. Tengo que dejar de revisar mi
teléfono. Tal vez cambiar mi número ayude.

Tan pronto como ese pensamiento rueda a través de mi cabeza, sé


que no lo haré. Porque hay una parte enferma de mí a la que encanta
que Nate no se rinda. Esta es la razón por la que tiene que huir tan
lejos de mí como pueda.

Lanzo mi bolso en el suelo de la cabaña nueve, agradecida por ser la


primera en llegar y poder escoger mi cama. No es que eso importe.
Todas las cabañas están sofocantemente calientes y nadie consigue
algo de privacidad, bueno, excepto Alex.

No había ningún plan definido para venir aquí este año, pero cuando
Irene me llamó de último minuto para decir que su profesor de baile se
había largado, salté a la oportunidad de salir de la ciudad. Rápido. El
momento no podría haber sido más perfecto.

Así que no es como si estuviera emocionada de estar enseñando en el


campamento por segundo año. Sino que estoy emocionada de estar
en cualquier lugar, menos en casa. Cualquier lugar que me permita
desaparecer por un tiempo es algo bueno.

Las hordas de chicas llegan en pocos días, pero Kay-Kay y Jody, mi


cordura en este desastre, llegaran aquí mañana.

Esta noche, el campamento es mío.

Enciendo un cigarrillo y salgo hacia los muelles. El humo está tan lejos
de la ciudad como yo puedo estarlo por un tiempo. No estaré fuera por
mucho tiempo, estoy segura. Pero tal vez Nate se rinda a mí en el
momento en que regrese.

Si es que regreso.

Hay demasiados “síes” jodidos en mi vida en este momento. Solía


encantarme eso. Significaba posibilidades y que mi futuro estaba
abierto.

Doy otra calada. Incluso la magnificencia de lo desconocido se me ha


arrebatado.

¿Por qué demonios tenía que hacer esto? Si tan sólo hubiera
mantenido la boca cerrada, todavía estaríamos haciendo el capullo y...

Mierda. No puedo seguir pensando en esto. Lanzo mi cigarrillo al


agua.

—Esas cosas te matarán, lo sabes —dice Alex detrás de mí.

Demasiado para estar sola.

—Sí. Bueno... —No hay nada que pueda decir para salvarme de
parecer demasiado profunda en estos momentos. Estoy pensando
muy profundamente y no hay respuestas ingeniosas cuando tu cerebro
no está en ese lugar.

Hace una pausa un momento más, pero no quiero hablar con nadie en
este momento y no giro mi cabeza para mirarlo. Una charla educada
con alguien que apenas conozco no es por lo que me presenté un día
antes. Ya haré eso muy pronto. Probablemente a partir de mañana
con toda la mierda de bienvenidos de vuelta a ser los consejeros
felices.

Oigo el suspiro de Alex y luego sus pasos mientras se retira. Me


quedo mirando el lago un minuto más y respiro. Nunca me
acostumbraré a los colimbos. Incluso después de haber estado aquí
antes, los colimbos llamándose unos a otros todavía me agita, me
golpea de esa manera extraña que me dan ganas de llorar.

Me seco el sudor de mi frente y me doy cuenta que un baño rápido


puede ser perfecto. Me quito el sujetador y las bragas, en realidad me
importa una mierda que alguien pueda estar merodeando y salto al
agua. Realmente no me gustan los lagos y pensar en pececillos
mordiendo mis partes femeninas me asusta, pero en este momento,
es la forma más fácil de despejar mi cabeza.

Mi teléfono vibra con otro texto mientras salgo al aire y la culpa arde a
través de mí otra vez. Tal vez cambie mi número.

Tal vez.

***
Estoy acurrucada contra Nate en mi cama demasiado pequeña. Mis
dedos trazan las cicatrices en sus nudillos.

—¿Qué te pasó aquí?

—Me metí en una pelea.

Levanto la cabeza y miro sus hermosos ojos.

—¿En serio? No me imaginaba que ese fuera tu estilo.

Se encoge de hombros.
—Fue en la secundaria. Hace mucho tiempo. No vas a creer esto, al
parecer, los chicos negros de octavo grado que bailan en lugar de
jugar al fútbol americano están pidiendo que alguien les meta una
paliza.

—¿Y te defendiste?

Mis dedos siguen la figura en forma de ocho sobre sus nudillos. Nate.
En una pelea. Extraño.

—No era la primera vez, pero después de la tercera, tenía que


hacerlo. De hecho, mi padre me dijo que lo hiciera. Dijo que yo nunca
vería el final de esto a menos que les mostrara que no podían meterse
conmigo.

—Guau. ¿Cómo es que no jugaste otros deportes? ¿Fue sólo porque


en tu familia todos son bailarines?

—En parte. Pero, en realidad, siempre me ha encantado.


Probablemente lo hubiera hecho incluso sin ellos. Sólo lo hicieron más
fácil para mí el seguir haciéndolo. Así que sí, es más difícil. No
siempre encajo con todo el mundo, y soy tímido, así que no hablo
mucho en clase. Pero nunca he necesitado un montón de amigos,
¿sabes?

Asiento.

—Sí. Lo entiendo.

—A veces sólo necesitas de una persona increíble y eso es realmente


todo lo que necesitas.

El nudo en mi garganta es demasiado grande para tragar. Sus brazos


me envuelven más fuerte y el dolor en mi corazón amenaza con
abrumarme.

—Sólo una persona increíble —repite y desliza el cabello detrás de mi


oreja.
***
Kay-Kay lanza sus brazos alrededor de mí al segundo en que entra en
la cabaña, casi ahogándome en mi cama.

Jody aparece en la puerta detrás de ella y me da un saludo.

Kay-Kay se desploma de inmediato en la cama junto a la mía,


poniendo nuestras cabezas muy juntas.

—¿Quién es la co-consejera de Sam? —pregunta Kay-Kay—. ¿No


ayudaste con todo eso?

Jody ni siquiera tiene que hacer una pausa para pensar en ello.

—Ray. Es dulce y muy tranquila. Debe ser buena.

—Gracias. —Creo. Es raro que Jody sea una especie de "superior" a


nosotras este año.

Cuando Jody se sienta cuidadosamente en la cama frente a mí, me


pregunto de nuevo qué es lo que la mantiene tan buena a los veintiún
años.

—¿Cómo están las cosas? —Kay-Kay apoya su barbilla en sus manos


y me mira fijamente con los ojos muy abiertos.

No tiene ni idea de lo capciosa que es su pregunta.

Echo un vistazo entre las dos chicas y abro la boca para decirles todo.
Para decirles cómo mi trabajo de enseñar baile en Mable en Boston es
la mejor cosa de la que he formado parte. Cómo encajo allí más que
en otro lugar. De hecho, cómo podría hacer de la baile mi carrera, algo
que nadie pensó que sería capaz de hacer.

Y luego podría decirles cómo Nate y yo comenzamos a bailar juntos y


cómo, con él como compañero, nos volvimos imparables. Que iríamos
a las grandes ligas de baile de salón el próximo año. Cómo me
sorprendía mi relación con él. Cómo lo jodí todo al huir...

—Estoy de vuelta en este jodido desastre para otro verano. —Sonrío


demasiado amplio—. La vida es perfecta.

—Bueno, está a punto de ponerse mucho mejor. —Kay-Kay salta,


poniéndose de pie—. Esta noche será la primera noche en el Little
Minnow y la intención es embriagarnos.

—Perfecto. —Miro a Jody—. ¿Todavía eres nuestra conductora


designada?

—Sí. —Ella levanta una rodilla para lucir como que está cómoda, pero
no creo que se moleste en ser amiga de Kay-Kay y mía fuera del
campamento. No porque piense que es demasiado buena para
nosotras, sino porque la sorprendemos con regularidad.

Se ha convertido en un pequeño juego para mí, pero trato de no


presionarla demasiado. Por lo general.

Pasan la siguiente media hora hablándome de su año mientras


desempaco el resto de mi basura. Tenemos una comida al aire libre
con todo el personal, pero luego una noche libre para todo el mundo
antes de que las campistas lleguen. El Little Minnow estará lleno, pero
no me importa, porque espero que adormezca toda la culpa. Hasta el
ciclón de preguntas que repiquetean en mi cabeza.
28
E
l Little Minnow. Otra mierda. Una cerveza es una cerveza, pero
este lugar tiene que ser demolido para que puedan empezar de
nuevo. Kay-Kay tiene amigos en todas partes y si hay gente con
quien hablar, ella es buena. La pequeña y dulce Jody respira como si
en realidad le gustase estar aquí.

Mi instinto se apodera cuando reconozco a dos tipos con los que me


lié el año pasado, sentándose en la misma mesa y echándome una
mirada al mismo tiempo.

Supongo que si no dan cuenta entre ellos, estoy bien. O, si lo hacen,


puede ser que no tenga que preocuparme de que se repita. Si la
memoria no me falla, no creo que ninguno fuera excepcional. No.
Espera. Jerry... había algo en Jerry. Voy a recordarlo.

Nate es excepcional. Mi pecho duele ante su nombre.

Nope. Nate no va a estar aquí esta noche. He sabido por años que no
iba a encontrar mi futuro a los veinte años, o nunca, y es hora de que
él también lo sepa.

Kay-Kay pasa a toda velocidad a la barra y trato de darle una sonrisa


amable a la pequeña mesa de chicas que estaban charlando.

Jerry está bien... estoy empezando a recordarlo. Tal vez si puedo


conseguir que me note, sin que el hombre junto a él, cuyo nombre
probablemente debería recordar ya que nos enrollamos el verano
pasado... Jerry. Ahora me acuerdo que, por lo general, tiene un
pequeño alijo de hierba en sus bolsillos.
Me apoyo en Kay-Kay, quien está conversando con algunas chicas
que no conozco. Ellas me han mirado de arriba a abajo suficientes
veces que no me importa conocerlas. No vengo aquí para ser sucia y
de las que "me uno con la naturaleza", como obviamente hacen ellas.
Vengo aquí para estar lejos de mi familia y que me paguen por bailar.

Me tomo unos tragos largos de la cerveza que Kay-Kay pone en mi


mano, lo que eleva la parte delantera de mi camisa y ojala muestre
suficiente estómago para que Jerry lo note.

Lo hace. Sus ojos están sobre mí cuando pongo mi cerveza en el


suelo. Mientras me muevo hacia la puerta de atrás, inclino mi cabeza y
levanto una ceja, esperando que él me siga. Esto es bueno. Necesito
una distracción y no colapsar ni un poco cada vez que pienso en Nate.

Jerry me sigue. Los muchachos son tan jodidamente fáciles. Un gesto


de cabeza y una tira de piel y están calientes.

—Cuanto tiempo sin verte, Jerry. —Me siento en un banco del parque
en la parte trasera y cruzo las piernas. Gracias a Dios, pensé en usar
shorts, no es que trajera algo más—. ¿Sabes? Te he imaginado un
millón de veces en el último año y, aun así, logras ser más caliente
que en mis fantasías.

Se necesita toda mi fuerza de voluntad para no reírme de su frase


cursi, pero es un poco idiota, así que probablemente debería cortarlo.

—Gracias.

Está pálido por pasar probablemente mucho tiempo en interiores. Me


pregunto si sus padres tuvieron que arrastrarlo de la casa para venir
aquí cuando era un niño. Se sienta a mi lado en el banco del parque y,
de inmediato, descansa su brazo en el interior de mi muslo. Relajado,
casual, pero puedo ver lo nervioso que está por cómo se está
retorciendo la otra mano y como no me mira. Me pregunto con cuántas
mujeres ha estado.
No muchas, supongo. Tal vez sólo las que saben que él hará cualquier
cosa por ellas.

Pero su mano no debería estar allí debido a Nate.

Infiernos. ¿Esto es lo que es tener una conciencia? Porque estoy


acabada. Nate está a miles de kilómetros de distancia y ni siquiera
quiero empezar a salir con él de todos modos.

—Así que... yo….

—¿Quieres drogarte y perder el tiempo? —le pregunto.

—Um... no... quiero decir. Tuve que dejar de fumar. —Se rasca la
cabeza llena de cabello marrón suave y no me mira a los ojos.

—¿Tuviste que dejar de fumar? —resoplo—. ¿Por qué?

—Fui atrapado. Tuve que rogarles para que me dejaran regresar a ser
consejero este año, pero tengo que hacerme las pruebas de orina
bastante a menudo si quiero quedarme. Es que he venido aquí
durante tantos años, que todavía estaban dispuestos a darme una
oportunidad.

—Bueno, a la mierda, Jerry.

—Estoy de acuerdo con la parte de perder el tiempo, sin embargo. —


Trata de bromear, pero tiene que dar otro gran trago.

Me recuerda a ese chico que hizo la voz del niño en Cómo entrenar a
tu dragón, compararlo con una caricatura es, probablemente, un claro
indicativo de que no debería haberle invitado. Realmente no vale la
pena como para perder el tiempo si no estoy drogada. Hasta aquí llegó
la distracción.

—¡Ahí estás! —Kay-Kay sale por la puerta trasera—. Nuestro equipo


está listo para los dardos.

Justo a tiempo.
Jerry tiene una aplastante decepción en su rostro, pero no estoy lo
suficientemente borracha para tirarle un hueso. Kay-Kay me arrastra
dentro y nos pide a ambas una cerveza. Pido un trago con la mía y no
le hago caso a la pregunta en la cara de Kay-Kay.

***
Una cerveza y dos tragos más tarde estoy adormecida en la forma
perfecta. Un hombre en el tablero de dardos me ha estado mirando en
los últimos minutos y su belleza me hace olvidar a Nate. Se desliza
detrás de mí y me pregunta si quiero elegir canciones en la máquina
de discos con él.

Es un bar de un poblado rústico. Por supuesto que tiene una máquina


de discos. Me pongo frente a él, explorando las canciones y siento su
rigidez rozándose contra mi culo. Sí. Esta podría ser la distracción
perfecta de Nate.

—¿Puedo conseguirte otro trago? —susurra y luego me da la vuelta,


por lo que está inclinado sobre mí, su especie de aliento desagradable
está en mi cara.

Cierro los ojos y me preparo para el beso, pero siento un codazo en el


costado.

—Sam, nos estamos yendo. —Kay-Kay suena tan seria, pero no estoy
dispuesta a irme todavía. Estoy empezando con mi distracción.

—De ninguna manera. Estamos conociéndonos.

Kay Kay entrecierra los ojos.

—Matt, ¿no?

—Sí. —Sonríe, una sonrisa muy hermosa—. Sí. La llevaré a casa.


Me tropiezo un par de veces, sin darme cuenta de lo mucho que he
bebido. Estoy más borracha de lo que pensaba.

—Él me llevará a casa.

Kay Kay dice otra cosa, pero todo lo que oigo es herpes.

Oh. Matt. El tipo con ETS. Mierda. Tal vez adormecerme no fue la
mejor decisión de esta noche. Gracias a Dios por mis amigas. Kay-Kay
tiene un radar para cuando estoy a punto de hacer el ridículo.

Salto de Matt y prácticamente me tiro en Kay-Kay y Jody.

—Gracias —le susurro.

Kay-Kay palmea mi espalda.

—No creo que estuviéramos lo suficientemente cerca de borrachas


esta noche. Tal vez la próxima noche libre, ¿no? —Ella mira detrás de
nosotras a medida que avanzamos—. Y nada de tirarte a Matt. Dios.
Ten algún standard.

Siento una punzada de culpa o ira, pero se desvanece rápido porque


tiene razón. Ahora me siento un poco estúpida, lo que realmente no va
a ayudarme a que olvide la situación con Nate.

Agarro a Jody, quien se detuvo en el bar de camino y ella salta


mientras aleja la mirada de Liam, la deliciosa nueva adición al
personal de coctelería en el Little Minnow. Me pregunto, ¿cuánto el
señor irlandés hará en propinas empujando la parte delantera de sus
pantalones a las chicas calientes de este verano?

Él da un vistazo en nuestra dirección mientras nos dirigimos hacia la


puerta y lo estoy pensando mucho. Tal vez incluso un poco en mí.

Pero a medida que las mejillas de Jody se ponen rosas cuando rompe
su mirada con él, sé que voy a dejar a Liam solo. Esa es una regla que
no se rompe.
29
E
stoy ronca de gritar instrucciones, gritar los nombres y empujar
niñas en las cabañas. Necesito un receso para fumar antes de
enfrentarme a la noche con las chicas nuevas. Juro que nuestra
semana corta antes de que llegaran las campistas fue más larga el
año pasado. Este año pasó a toda velocidad en una neblina de unas
cuantas noches de borrachera en el Little Minnow, Kay-Kay robando
miradas demasiado largas a Alex y Jody ruborizándose a cada mierda
que yo decía.

La parte trasera del cobertizo cerca de los objetivos de Kay-Kay era un


buen lugar el año pasado, así que deambulo en esa dirección. Tan
pronto como paso en la esquina, casi me tropiezo con una vainita de
una chica latina con una expresión lenta y un cigarrillo en la boca.

—Dame eso. —Se lo arrebato y estoy a punto de tirarlo al suelo


cuando me doy cuenta de que ella apenas lo había comenzado—. Y el
resto, también. —Le extiendo mi mano y ella suspira, sacando el
paquete de sus shorts.

—Ahora... —¿Y ahora qué?—. Vuelve a tu cabaña

—¿No vas a preguntarme quién soy? —Descansa las manos en sus


caderas.

—¿Quién eres tú? —Dios soy muy mala en esto de “ser la autoridad”
de la que nos sermonearon la semana pasada.
—Paloma Valdez. Y estás invitada a llamar a mis padres, pero ellos ya
tiraron de algunos hilos. Estoy aquí todo el verano en lugar de sólo
una sesión, así que supongo que no pasará nada y no seré enviada a
casa.

—Gracias por los cigarrillos, Paloma. Ve a buscar tu cabaña. —Me


apoyo en el cobertizo y la reto a discutirme.

No lo hace. Tan pronto como se va, sacudo el paquete. Bien. Casi


lleno. Eso es bueno. Ya se me están acabando. Estar a cargo me ha
puesto nerviosa. Tomo una larga calada y trato de prepararme
mentalmente para una noche con las niñas. Realmente no deberían
haberme contratado para este negocio.

***
Después de una mañana de novatas animadoras, lo cual conlleva
mayormente pompones y chicas de edad primaria chillando, estoy de
mal humor.

Y me quedé con ganas de avanzar en la baile, pero las chicas que


toman baile durante el año escolar son las peores para enseñar.
Empiezo por asegurarme de que todas pueden hacer los movimientos
en la rutina que les enseño y en vez de hacer el giro que les mostré,
añaden un turno extra, o un tiro al final, sólo para asegurarse de que
sé lo tan cualificadas que son. Por favor. Casi todas estas chicas van a
terminar en diez años como amas de casa demasiado bien cuidadas,
a menos de que se casen con alguien lo suficientemente rico como
para tener entrenadores personales y matrículas en gimnasios, y
serán el doble del tamaño de lo que son ahora después de dar a luz a
un par de niños.

¿Quién demonios querría eso?


El pensamiento por Nate me pincha en el pecho una vez más, porque
él quería eso. Sin duda, Nate va a querer todo eso de la valla blanca,
el jardín, la bonita casa, la tranquila calle, cosas que me hacen tener
ganas de salir corriendo. Lo cual hice, supongo.

Una de las chicas me interrumpe mientras explico lo que vamos a


hacer a continuación porque estoy añadiendo un poco de baile de
salón en nuestra rutina de este año.

—Siempre me enseñaron que se debe empezar con los dos pies


apoyados en el suelo, no en los dedos de los pies. —Una chica de
rosa frunce el ceño. No sé sus nombres, así que por ahora, son los
colores que me imagino que sean.

—En el baile, casi siempre comienzas con los dedos de los pies. —Me
quedo mirándola y la reto a que me contradiga.

—Está bien. —Sus ojos se abren un poco, y me siguen mirando,


todavía desafiándola a ponerlos en blanco. No lo hace. Justo cuando
creo que puedo morir de aburrimiento enseñando a las niñas los pasos
básicos del cha-cha, suena la campana para señalar el final del día.
Las niñas mayores nunca preguntan si se pueden retirar, sólo se van.

Me parece muy bien. El calor y el cansancio del día me alcanzan y me


desplomo en la hierba a mirar al cielo. El intenso sol es ridículo y sigo
esperando un día en el agua. Incluso me siento valiente para que los
peces muerdan mis partes femeninas por un receso.

***
—¿Alguna vez pensaste en ir a la universidad? —Las manos de Nate
están en mis caderas y él está bailando detrás de mí, los espejos del
estudio reflejan nuestros movimientos.

—Sí. Pero no ahora mismo —responde y acaricia mi oído. El latido de


mi corazón se acelera—. En cierto modo quería ver hasta dónde me
podría llevar el baile antes de que mi cuerpo lo diera todo y no pudiera
hacerlo más.

Sintiendo la gran suavidad de sus movimientos guiándome, no creo


que su cuerpo se rindiera.

—Eh. Sí. Puedo ver eso.

—¿Y tú?

Niego con la cabeza.

—Esa especie de nave zarpó. No es mi escena de todos modos.


Apenas estoy académicamente predispuesta.

Nate me da vuelta y me mira fijamente.

—Creo que podrías hacer lo que quisieras.

—No hagas eso —le susurro.

—¿Hacer qué, cariño?

—No me hagas mejor de lo que yo soy.

***
—¿Sam? ¿Tienes un segundo? —pregunta Alex.

—Por supuesto. —Me siento y bajo mi camiseta por lo que golpea la


parte superior de mis shorts. Casi.

—Uh... —Se ve repentinamente incierto.

—Dilo de una vez, Alex. ¿Tuviste una queja de mí o algo así? —


pregunto mientras pesco en mi bolsa de gran tamaño un chicle.

Me encuentro con dos botellas de ayuda para dormir antes de


encontrar el chicle.
—Sé que enseñas baile y que tienes que usar ropa en la que te
puedas mover... —Mueve su peso varias veces, lo cual en realidad no
le gusta.

—Pero… —apunto.

—Pero eso es un paso por encima de un traje de baño. Ya tengo a


Kay-Kay corriendo sin sujetador y usando camisetas con propaganda,
tú usando nada y Jody, quien hace trabajar a las chicas tan fuerte que
casi colapsan al final de su hora de natación.

—¿Te has dado cuenta de la falta de sujetador de Kay-Kay? —Me


imagino que esta es la manera más fácil de escapar de él.

Fiel a su estilo se ve aturdido durante medio segundo antes de tratar


de seguir con su propósito por segunda vez.

—Si tienes shorts con uno o dos centímetros más estaría genial. —
Pero no se molesta en hacer contacto visual.

—Le pediré a Kay-Kay que use sujetador, si realmente quieres que


hable con ella sobre sus senos. —Incluso me las arreglo para no
sonreír.

Alex suspira antes de limpiar su frente y se aleja.

—Probablemente mañana tendremos un día de agua. Recuerda que


esto no es una playa topless.

Una para Alex.

—¡Sí, señor! —grito mientras se aleja. Ni siquiera intento que salga


como una falta de respeto, pero tal vez sí. La fuerza de la costumbre.

La cena está siendo servida, pero no estoy de humor para comer.


Estar lejos de mi casa, de todo y de todo el mundo no supone la
liberación que pensé que sería.

Como necesitaba que fuera.


Y en vez de dejar el teléfono en mi bolso donde pertenece, me torturo
y reviso los mensajes de Nate.

En serio, debería sacarme las uñas de los pies, porque eso sería
menos doloroso. Comienzo con ellos de todos modos. Una vez más.

Sam, ¿dónde estás? Íbamos a ensayar esta noche. Estoy


empezando a preocuparme. Nunca llegas tan tarde.
Es curioso que lo preguntes, Nate. Porque en ese momento yo estaba
empacando unas cuantas bolsas y tirándolas en el auto antes de que
regresaras a nuestro edificio y llamaras a mi puerta.

Sam. Estoy empezando a preocuparme.


Estaba saliendo de mi puesto de estacionamiento...

De acuerdo. Estoy oficialmente comenzando a enloquecer. No


estás en casa. No estás en el estudio. Tu auto se ha ido.
Por favor, sólo envíame un mensaje para decirme que estás
bien.
Y aquí es cuando debería haberle enviado un mensaje. Sólo debería
haberle dicho: necesito espacio. Debes olvidarte de mí. Pero no lo
hice. Porque soy una enferma y lo suficientemente retorcida para amar
a quien está preocupado por mí. Quién se está volviendo loco cuando
no estaba donde dije que iba a estar, incluso debería haber pensado,
La Excéntrica Sam. No estoy sorprendido de que no apareciera.

La cosa es que no he sido capaz de ser la excéntrica Sam. No a su


alrededor. No he querido serlo. Era un buen compañero de baile. El
mejor. Si me hubiera quedado allí, habríamos ido realmente a buenos
lugares. El nudo en la garganta se ha vuelto demasiado grande para
tragar.

¿Por qué tenía que presionar las cosas? ¿Por qué no podía haber sido
gay como cualquier otra pareja de baile de salón que he tenido? ¿Por
qué?

Sam. Estoy en tu apartamento. Es más de medianoche. Los


policías no van a hacer nada. Mi corazón está golpeando
ante la idea de que estás en un lugar y que necesitas mi
ayuda. Dios, Te amo.
Y justo allí está la razón por la que me fui. Que él me dijera que me
amaba fue como una especie de señal obvia de que no me conocía en
la forma en que dijo que lo hacía. Por lo tanto, incluso después de ese
mensaje, soy lo suficientemente horrible por haber esperado horas
antes de enviarle una patética frase.

Estoy a salvo.
Sabía que cuando le diera a enviar eso que debería haberle dicho no
podría hacerle frente. Que debería evitar escribirme, pero sentirme
necesitada... querida... me encanta y no me gusta todo de una vez.
Nate se ha convertido en mi droga de reemplazo y mientras más
pronto se dé cuenta de eso y se vaya, mejor. Sólo le di una ventaja al
irme antes de tiempo.

Esta es la razón por la cual involucrarse con personas que podrían


significar algo no funciona. Ellos te persiguen y te siguen, incluso
cuando están a miles de kilómetros de distancia.
30
N
o estoy de humor para una llamada telefónica de mi hermano. Él
es un perpetuo optimista y no puede entender por qué tengo una
mala actitud con la vida, según sus palabras, no las mías.

No es mi actitud lo que apesta, siempre se lo digo, sino mi vida.

Normalmente pone los ojos en blanco, lo que puedo saber, incluso por
teléfono.

Esta vez ni siquiera espera a que salude.

—Estaba justo en tu apartamento, donde conocí a un negro muy


agradable que al parecer no es sólo tu pareja de baile, como te gustó
hacerme creer, sino alguien que te conoce lo suficientemente bien
como para tener la llave de tu apartamento. Ya soy la única persona a
la que alguna vez le has dejado tener la llave de tu apartamento y tuve
que sobornarte para conseguirla, y Nate tiene una, pienso que es
alguien importante en tu vida.

—Austin, realmente no necesito…

—Buen intento, pero no he terminado. —Ni siquiera hace una pausa—


. Él dijo que se suponía que debían encontrarse hace una semana,
pero que nunca apareciste y que no ha visto tu auto desde entonces.
No sé dónde estás, y eso, hermanita, no es aceptable. —Deja escapar
un bufido, su especialidad de chico gay y espera mi explicación.

—No te voy a decir esto sin una promesa de silencio. —Mantengo mi


voz lo suficientemente tranquila para que sienta un poco de compasión
en lugar de darme otro sermón que será el equivalente de una
cachetada de perra de Austin, sus palabras, no las mías.

—Entonces… esto es serio.

—¿Me prometes que no se lo dirás a nadie? —le pregunto.

—Está bien. Lo prometo. Pero Nate está divino, Sam.

—¡No quiero hablar de Nate! —Tomo un respiro después de gritar en


el teléfono, lo que no quise hacer para nada.

—¿Te engañó con alguien? Porque no parece esa clase de tipo. —Me
imagino a Austin negando con la cabeza.

—No. —Austin no lo entendería. Yo aún no lo entiendo. Nate es


bastante excepcional en todos los sentidos.

—¿Tú lo engañaste? —Ahora sus ojos se abren como platos.

—No.

—No entiendo, Sam.

—Estoy en el campamento.

—Espera. —resopla—. ¿Ese lugar que llamabas una mierda que


huele mal?

—En ese mismo. Yo... —Pero ni siquiera puedo decirle a mi hermano


lo que está pasando. Nos sentamos en los extremos opuestos de la
línea en silencio.

—Saliste corriendo. —Su voz no es acusatoria, triste. Eso hace que


sea diez millones de veces peor.

—Mira. Soy consejera aquí y realmente no se supone que debemos


usar nuestros teléfonos durante... bueno... cuando estamos de
guardia, así que... —Necesito apagar el teléfono.
Resopla de nuevo.

—Sam. No me gusta ser despachado. Nunca te preocupas por las


reglas.

—Por favor, no se lo digas a Nate, ¿de acuerdo?

—Necesitas espacio, ¿eh? —pregunta.

—A montones.

—Está bien. No se lo diré por ahora. Pero Sam... No dejes que se


vaya a menos que realmente necesites alejarlo. De hecho, me gusta
este. Nunca me gustan. Nunca. Y este me gusta. —Austin estará
usando una cara enfurruñada para que sepa que es grave, pero
todavía me ama.

Sin duda podría hacerlo peor para que mi hermano se vaya.

—Gracias, Austin. Hablaremos pronto.

Él hace un ridículo ruido de besos antes de colgar. Nunca decimos


adiós. Amo a mi hermano porque está ahí, pero no le importa una
mierda que sea yo.

***
Es mi noche de guardia y Ray, que es la otra chica que duerme en la
litera nueve, tiene la noche libre. Las chicas de quince años son todas
mías. El hecho de que les quiten todos los teléfonos a estas campistas
es simplemente cruel. Están jugando a alguna versión del juego "esto
es lo que sucederá en tu vida" en una hoja de papel mientras veo los
correos electrónicos en mi teléfono y trato de dispersarme en la
esquina.

He estado escribiéndole un correo electrónico a Mable sobre cuando


estaré de vuelta para enseñar baile y por qué desaparecí, ya que me
fui, pero no he encontrado las palabras todavía. Está empezando a
apestar el saber lo enojada y herida que estar. O tal vez sólo me
despedirá, y estoy preocupándome por nada. La idea de
decepcionarla me revuelve el estómago.

Después de diez minutos de estar pensando en la misma letra,


finalmente pulso enviar, a sabiendas de que probablemente selle mi
destino con ella cuando me fui hace un par de semanas.

—No creo que debamos tener teléfonos. —Jordin frunce el ceño sobre
el papel. ¿Por qué tengo que estar atorada con las de quince? Lo
saben todo. Jordin es peor porque es la buenita sabelotodo del grupo.

—Te diré algo. —Me siento en la cama—. No lo diré si tú no lo dices.


—Entonces guiño un ojo.

—Buen intento. —Savannah, una chica de cabello rojo frunce el


ceño—. Han confiscado los nuestros. ¿Te acuerdas?

Cierto.

—Soy una consejera. Tener el teléfono es uno de mis privilegios. —Me


siento de nuevo, pero todos los ojos están puestos en mí ahora y la
habitación está en silencio.

—¿Qué mier... diablos quieren? —Estoy perdiendo la paciencia esta


noche. Está haciendo demasiado maldito calor para pensar.

—¿Tal vez una noche con nuestros teléfonos? —La cara de Savannah
se detiene en una sonrisa.

Habría muerto de felicidad si una consejera hubiera hecho eso por mí.

Ray no volverá durante horas. Su novio vive en este tonto pueblo y mi


conjetura es que aparecerá antes del desayuno.
—Está bien. —Me pongo de pie—. Estoy a punto de realizar una
misión en nombre de ustedes y sus amigas y novios que han dejado
en casa. Esto es lo que quiero a cambio.

La sala está en silencio.

—Siempre recordarán que su consejera de campamento, Sam, fue la


mejor consejera que han tenido. —Pongo mis manos en mis caderas
mientras siguen mirándome—. Y nunca, nunca, me harán ninguna
mierda ni le dirán a sus padres que digo malas palabras. ¿Entienden?

Jordin frunce el ceño.

—Todo lo que haces es sentarte en la esquina.

—Entonces, nadie quiere sus teléfonos. —Empiezo a volver a


sentarme.

—¡No, no, no! —chilla Savannah—. ¡Eres la mejor de todas!

Las chicas se ríen, ponen los ojos en blanco y hacen la gran cosa de
los ojos de cachorrito hacía mí.

—Denme unos segundos. —Salgo de la cabaña hacia la oficina


principal. Irene me despediría por esto, seguro. A las chicas se les
permiten privilegios telefónicos por un par de horas el domingo.
Sospecho que pasan la mayor parte de ese tiempo intercambiando
números y mensajes de texto entre sí, pero lo que sea.

Mi misión es sorprendentemente fácil, porque me tomé prestadas las


llaves de Jody mientras ella estaba en una malhumorada discusión
con el seguro perdedor de Jeff, y los teléfonos están separados en
cajas por cabaña en la oficina principal.

Saco la caja de la cabaña nueve y cada niña tiene una pequeña bolsa
con sus aparatos electrónicos. Perfecto.
Soy recibida en la puerta con aplausos y la promesa de que ni una
palabra de esto saldrá.

Paloma es la última chica. El último teléfono en salir. Y me siento


como una total mierda, porque no tenía ni idea de que estaba en mi
cabaña cuando le grité por fumar la primera noche.
31
Q
ue las de diez a doce años traten de balancear sus caderas
para hacer la salsa sexy es siempre uno de mis mejores
momentos de hilaridad en el campamento.

Enseño animación casi todos los días, pero nos detuvimos antes de
tiempo porque querían saber qué tipo de baile hago cuando no estoy
aquí.

De lo que las niñas no se dan cuenta mientras sus caderas se mueven


con movimientos poco firmes de lado a lado es que a veces menos es
más. No en muchas cosas en la vida, pero definitivamente en la baile.
Tuerces tu cintura y deslizas tus caderas lo suficiente para llamar la
atención. Entonces te miran, esperando que tu cuerpo se balancee
con ese movimiento de nuevo. Es la parte más sutil del baile lo que
realmente llama la atención.

Todas aplauden de forma elevada, pero si puedes mantener los ojos


en ti cuando estás justo en el medio de una línea, eso es un gran
problema.

—¿Sam? —Una de las chicas me toca el brazo—. ¿Puedes


demostrarlo otra vez?

Quince pares de ojos ansiosos están en mí. Las chicas más jóvenes
siempre quieren que baile y baile otra vez. Probablemente debería
tomarlo como un cumplido.

Suspiro.
—Sí. Claro.

Por mucho que he estado enseñando, no he bailado sólo por mí, por lo
menos no mucho. Me encanta bailar. Me encanta. Pero cuando hago
algo que me encanta, me abre a sentir cosas que realmente no quiero
sentir.

El aliento de Nate en mi hombro mientras hago la línea para las chicas


de nuevo. Su mano bajando por mi cintura mientras hago el giro al
final. Sus ojos de color marrón oscuro y la piel tan oscura que me
siento como una muñeca de porcelana en sus brazos, sin importa lo
bronceada que esté.

Lo bronceada que estaba.

Es fundamental que recuerde todo esto en tiempo pasado, porque no


importa lo que Nate cree que quiere, de hecho no me quiere a mí. En
realidad no.

Sigo mi círculo de pasos de salsa y es como si él estuviera aquí


conmigo, sólo que no lo está, porque lo dejé atrás en Boston.

Nate debería haber sido para mí una persona totalmente segura para
pasar el tiempo con él después de los ensayos. Los chicos que son
tan buenos en el baile de salón como Nate son gays, al menos esa fue
mi experiencia hasta ese momento. Se suponía que debía ser
totalmente seguro para alguien que no tenía intención de salir en citas
y mucho menos asentarse alguna vez.

La primera vez que me besó, me pilló tan desprevenida que no lo


alejé. Ya lo había dejado acercarse demasiado para que fuera físico
entre nosotros.

Pero ese beso rizó los dedos de mis pies y envolví mi cuerpo
alrededor del suyo y pudo haber sido un increíble bailarín en la pista
de baile, pero nada comparado con lo que era en la cama...
No estoy bailando más y nadie está hablando. ¿Cuándo ocurrió eso?

—Sam. La campana del almuerzo sonó. ¿Estamos excusadas?

—Por supuesto. —Me recupero. Más o menos—. No me necesitan. El


almuerzo es el almuerzo. Vayan a comer. —Estoy divagando como
una idiota porque estoy sintiendo que todo está dando vueltas en mi
memoria...

Por lo que puedo decir es que no hay manera de sacar a este chico de
mi cabeza. Estoy tan jodida.

***
Lo juro, las mañanas en el campamento llegan antes que las mañanas
en cualquier otro lugar, incluso en los días en que se me permite
dormir hasta tarde.

Mi teléfono zumba, lo alcanzo y lo respondo sin pensar.

—¿Hola?

—Sam. Gracias a Dios. —Nate—. He estado preocupado. Por favor,


déjame hablar, yo...

—No quise atender. —Dios, soy horrible. Debe saber que soy horrible.

—Tu hermano pasó por aquí y no sabía que te habías ido. Llamé a tus
padres y yo…

Me siento en la cama, el corazón desbocado. Mis padres no conocen


a las personas que conozco. Nunca. No hablamos.

—¿Llamaste a mis padres?

—Creo que metí la pata, Sam. Sé que lo hice. Y te conozco mejor de


lo que crees. —Su voz no es más que la calma suave a la que estoy
acostumbrada con él y mi ira comienza a disolverse hasta la
impotencia, la cual después se convertirá en ira de nuevo y entonces
me siento frustrada por sentirme impotente—. Pero es como me
siento, quería que lo supieras y no quería que eso te asustara. Sólo
quería honestidad entre nosotros.

—No quieres honestidad, Nate. —Si me conociera. Si realmente me


conociera. Nosotros nunca hubiésemos llegado al punto de decir que
nos amábamos. Nunca.

—Si la quiero.

—No. No la quieres. Vendía metanfetaminas a mis amigas animadoras


de la escuela secundaria hasta que me quedé embarazada y dejé los
estudios. Vendí pastillas de cafeína en el campamento a las
santurronas el año pasado mientras era consejera. Soy un desastre.
Soy la chica mala que nadie quiere cerca. No tengo relaciones, Nate.
Sólo… no puedo. No es lo que quiero.

El silencio llena la línea entre nosotros y quiero que cuelgue, pero


también quiero que me convenza de lo que sea que me confunde
hasta lo miseria que desgarra mis entrañas.

—¿Es difícil estar conmigo?

Su pregunta no es lo que esperaba. Puedo sentir sus palabras derribar


los muros que he construido para mantenerlo alejado.

—No.

—Porque eras mi amiga, luego fuimos algo más y amaba eso... —Su
voz sigue siendo tan cálida y suave. Baja sin ser extrañamente
profunda.

—Por favor, no uses esa palabra. No conmigo. —Las lágrimas están


corriendo por mi rostro y ni siquiera estoy segura de por qué.

—¿Podemos reunirnos? ¿Puedo verte?


—No quieres verme. —Cuelgo antes de que su voz suplicante me
convenza que haga algo realmente estúpido. Como decirle dónde
estoy.

***
Hace demasiado calor para hacer actividades. Para mí ha hecho
demasiado calor para hacer actividades desde que llegué aquí, pero
ahora es oficial. Estoy en mi bikini plateado descansando en una silla
junto a un lago. No tengo entrenamiento de salvavidas, así que me
imagino que más o menos tengo el día libre.

Jody rasga su toalla en el muelle y trata de esconderse en una ráfaga


de movimiento, a continuación avisto al camarero caliente, Liam, que
está prácticamente babeando sobre ella, chica afortunada. Liam
parece un tipo jodido, pero mi conjetura es que es un chico bastante
decente. Incluso si no lo es, cada chica necesita al menos un imbécil.
Dios sabe que he encontrado algunos.

Paloma se sienta a mi lado, con sus delgadas piernas marrones


extendidas en la arena gruesa.

—¿Por qué no estás jugando con todas las demás? —Hago un gesto
al caos que es el lago.

Se encoge de hombros.

—Así que... —No tengo ni idea de cómo hablar con esta chica—.
Estás por tu cuenta, ¿eh?

—Mi padre está ocupado.

—¿Y tu madre?

—Más ocupada. —Paloma no se fija en mí, sólo mira hacia el lago.


Nos sentamos en silencio durante un minuto y medio deseo que se
aleje y me deje en paz.

—¿Hermanos y hermanas? —le pregunto.

—No.

—Tengo un hermano. —Uno que espero sea mejor guardando


secretos de lo que ha sido en el pasado.

—¿Ustedes dos se llevan bien? —pregunta.

—La mayor parte del tiempo. Mis padres no quieren hablar con él,
porque es gay.

Paloma frunce el ceño.

—Eso es una mierda.

—Cuidado con la boca —le digo sin pensar.

Ella se burla.

—Sí. Porque tus oídos puros no pueden soportarlo.

—Escucha. —Me siento y suspiro—. No necesito ninguna actitud tuya,


¿de acuerdo?

—Está bien. —Sólo dice eso como lo digo yo, lo que significa
básicamente "que te jodan".

—Estás llena de actitud, ¿no? —le pregunto. Y ahora que lo pienso, tal
vez por eso no le dije que se marchara la primera vez que se sentó,
porque es algo que tenemos en común.

Se encoge de hombros.

—¿Tienes novio? —le pregunto.

Sus ojos brillan hacia los míos y ahora tiene una sonrisa real.
—Sí, y es genial.

—Eso es bueno. —Sólo que los chicos de quince o dieciséis años no


son muy buenos.

—No me crees. —Se cruza de brazos.

—¿Importa? —pregunto.

—Él es un buen chico —insiste.

—Lo siento. Mi experiencia con los chicos de secundaria no es tan


buena. —Cambio mi cuerpo para conseguir un ángulo ligeramente
diferente del sol.

—Acaba de graduarse.

Me río.

—¿Y tú tienes quince años? Eso es aún peor.

—Oh. Así que, ¿tuviste experiencia saliendo con un chico mayor


cuando estabas en la escuela secundaria? —Su voz está teñida de
incredulidad.

—Sí. La tuve. Iba a graduarme temprano, e íbamos a conseguir un


apartamento, sólo que terminé embarazada en vez de eso. —Ese fue
tal vez el comienzo de lo que soy ahora. Eso y que mis padres no me
permitieran salir de casa sin los detalles minuto a minuto de dónde iba
y con quién.

Echo un vistazo a Paloma para verla con la mandíbula floja.

—Él se portó tan bien al respecto. Incluso pagó su mitad del aborto.
Mis padres se enteraron cuando llegué a casa con medicamentos y
una lista de instrucciones en mis jeans, en ese momento me fui de
Wisconsin y me fui a vivir con mi hermano, que era estudiante de
primer año en la universidad. —Me pregunto si está captando algo de
esto.
Paloma está en silencio. Todavía escuchando. Vaya, en este punto,
también podría terminar la historia. Tal vez ella dejará al hombre
mayor.

—Entonces, él vino un par de veces y pensé que iba a ser genial ya


que no tenía padres. Lo que no planeó fue que mi hermano me estaba
cuidando más de lo que mis padres se molestaron en hacer y cuando
se dio cuenta de que no estaba dispuesta a tener relaciones sexuales
con él durante seis semanas después del aborto, encontró otra
persona para tener sexo.

—Guau. Así que, ¿por eso estás tan dañada? —Paloma lo dice de
forma tan relajada.

—¿Perdón?

—No sé la historia completa de lo que está pasando, pero escuché tu


conversación con el chico esta mañana y con tu hermano hace un par
de días. Dañada. —Se relaja de nuevo en la arena como si la quisiera
cerca de mí.

—Busca otro sitio para sentarte. —Ruedo en mi estómago.

—¿Qué? —Ahora suena sorprendida.

—Vete. A. Otra. Parte. —No me muevo.

Después de unos segundos hay un arrastre de pies y Paloma se va.

Maldición. Ahora me siento como una mierda por alejarla. ¿Por qué de
repente me preocupo acerca de todo? No debería importarme. Ella es
una chica en un campamento lleno de chicas y se sentó a mi lado sin
ser invitada. ¿Qué esperaba?
32
E
stoy en el Little Minnow con Jody porque Kay-Kay nos abandonó
esta noche. Todavía está haciendo demasiado maldito calor para
pensar.

Cuando entramos, Jody medio se congela mientras ve a Liam detrás


de la barra. Tengo que prácticamente empujarla hacía él cuando
atrapo a Travis por el rabillo de mi ojo.

Guau. Ese es el nombre de un chico que no olvidaría. Travis es, sin


duda, alguien que vale la pena recordar.

—Sam. —Me saluda. Travis está todavía un poco pálido, pero se


oscurecerá rápido persiguiendo a los chicos alrededor. Y si no
recuerdo mal, Travis tiene muy buenas manos.

—Oye, tú. —Me siento tan cerca que nuestros lados se tocan, a pesar
de que hace demasiado calor aquí para querer estar cerca.

—Te ves... —Sacude la cabeza y un mechón de cabello cae sobre su


frente.

Travis definitivamente tiene mechones. Gruesos, ondulados,


marrones, mechones tocables.

—...demasiado bien. Sin embargo, es probable que ya lo sepas,


¿verdad?

Sonrío y me inclino un poco más cerca. Travis es sin duda un buen


candidato para una enorme cantidad de distracción.
—Estos son Trey y Freckle. —Asiente hacia los dos chicos con los que
está compartiendo una mesa.

—¿Freckle? —pregunto.

—No querrías saber —dicen al mismo tiempo.

Me río porque lo estoy imaginando, es probablemente peor de lo que


es.

—Hace calor aquí dentro. —Los ojos de Travis están en mí—.


¿Quieres salir?

—Claro. —Me pongo de pie, tratando de no parecer demasiado


ansiosa, pero en este momento las manos de cualquier persona sobre
mí serían mejor que las manos de nadie y tienen que ser algo que me
puede hacer dejar de pensar en Nate.

—¿Cómo has estado? —me pregunta Travis a medida que


avanzamos en el aire húmedo de la noche.

—No lo sé. —Me encojo de hombros—. Igual que siempre, supongo.


—Me siento en la mesa de picnic donde me senté junto a Jerry hace
más o menos una semana.

Travis se desliza junto a mí.

Huele a sudor y cerveza barata, pero no es su culpa. Probablemente


huelo igual. No somos los únicos en la parte de atrás, pero nadie más
importa en estos momentos.

—En realidad. —Apoyo la cabeza en su hombro—. Ha sido un poco


duro. —Tal vez en un tipo como Travis, la cosa simpática podría
ayudar a conseguir estar más cerca de él, más rápido.

Él descansa su brazo alrededor de mí y me tira más cerca.

—Lo siento.
—Está bien. —Nada se siente bien, pero estar con él es bueno. Mi
pecho duele un poco menos. Presiono mi nariz en su mejilla.

—Con cuidado. —Se ríe—. Me estoy emocionando y podría pensar


que vas a venir por mí.

—Podría estar yendo a por ti. —Le beso debajo de la oreja. El simple
beso se retuerce en mis entrañas, al pulsar en el sentimiento de culpa
por dejar a Nate. Por sentarme en un banco con Travis. Por querer
hacer todas las cosas con Travis que estoy pensando.

Sus manos suaves se deslizan a través de la clavícula y la parte de


atrás de mi cuello, con lo que nuestros labios se juntan.

Cierto. Nadador. Es por eso que sus manos están muy bien. No
callosas. Profundizo el beso, pero Nate sigue presionando en hacer
que sea difícil respirar. Se suponía que iba a dejar todo eso atrás.

La mano de Travis se desliza a través de mi pecho, su pulgar pausa


sobre mi pezón por un segundo demasiado largo.

Condenados sentimientos de culpa.

—Me tengo que ir. Por Jody. —Y eso es todo lo que consigo decir
antes de tropezar con la mesa de picnic, ajena a las otras personas de
pie afuera hablando y corriendo dentro.

Liam está babeando sobre el mostrador mientras le entrega a Jody


una bebida.

—Lo siento. —Agarro a Jody desde el lado—. Tenemos que salir de


aquí.

Modulo un "lo siento" a Liam antes de arrastrar a Jody por la puerta.


Apesto. Apesto como amiga. Como rollo. Y como novia. Ya sabía
todas estas cosas, pero mientras Jody mira con nostalgia a la puerta
principal del Minnow justo antes de que Travis asome la cabeza,
mirándome con confusión y mi teléfono vibre con otro mensaje, que
sea una gran cagada se convierte en una gran verdad.

***
Jody y yo hemos viajado en silencio durante demasiado tiempo. No he
mirado mi teléfono. Me da miedo.

—Así que... —comienza Jody—. Parece que la cosa del baile está
funcionando bien.

—Tengo un nuevo compañero. —Dejo escapar antes de pensarlo.

—¿Sí? —No estoy segura de si Jody se interesa o no, pero hablar de


cómo conocí a Nate parece bastante seguro.

O muy, muy lejos de ser seguro.

—Mable me puso con una nueva pareja.

Jody está en silencio y siento esa extraña necesidad de llenar el


silencio después de arrastrarla fuera de la barra.

—Su nombre es Nate. Así que, ya sabes, ella comprueba el físico y las
formas de moverse y todo eso. Soy una loca pálida y él no es sólo un
poco negro, es realmente negro y una especie de hermoso. —Me
aclaro la garganta y me pregunto si puedo continuar. Pero recuerdo y
quiero que alguien lo sepa. Incluso si es sólo una parte de la foto—.
Juro que estábamos como a cuatro pasos en el fox-trot y sabía que
sería perfecto.

—Eso es genial. —Sonríe Jody amablemente.

No sabe lo bueno que es. He pasado por tantas parejas de baile, que
nunca he entendido cómo una sola persona puede ser perfecta.

Ver nuestras manos uniéndose por primera vez y sintiendo lo seguro


de sí mismo que era. Debería haber sabido por la forma en que
bailaba contra mí que no era gay. Probablemente sólo quería que lo
fuera. Pasando tanto tiempo con mi hermano y su grupo de amigos,
así como todos mis amigos de baile, ha deformado mi percepción del
porcentaje de hombres homosexuales que hay. En mi mente, los
chicos son gays o unos completos idiotas. A veces ambos.

—Probablemente podríamos llegar hasta el final si seguimos


trabajando duro. —Que no lo haremos porque estoy en el campo en
lugar de enseñar y ensayar.

—Nunca te habría imaginado en un baile de salón. —Jody sonríe un


poco más.

Quiero estar enojada con ella por esa observación, pero es la verdad,
la verdad. Caí en ello porque mamá solía olvidar recogerme después
del ballet y ellos enseñaban el baile de salón para adultos justo
después de mi clase.

Austin me hizo pegarme a ello cuando me fui a vivir con él. Nuestro
padres son demasiado conservadores para tener un baile con una hija
que baile otra cosa que no sea ballet, e incluso entonces, papá
siempre estaba preguntando si podía añadir tela extra para mis trajes.

Soy un estereotipo tan patético de niña rebelde.

Cuando nos detenemos recuerdo que mi teléfono sonó y lo saco.

Creo murmurar un gracias a Jody mientras me dirijo hacia la cocina.


No he tenido una comida de verdad en días y de repente estoy
muriéndome de hambre.

Contengo la respiración mientras reviso mi teléfono y es Austin, no


Nate. Siento una punzada de decepción, pero tengo que
acostumbrarme a eso porque no puedo estar huyendo de Nate y estar
esperando que todavía me escriba.
Me detuve para regar tu planta solitaria, conseguir tu correo
y comprobar tu apartamento. De nada. Me encontré con
Nate. Por favor, sólo llama a ese pobre hombre. Por mí. Es
sólo tan... triste.
Lo que Austin no sabe es que, literalmente, no puede obligarme a
hacerlo.
33
E
stoy de nuevo fumando detrás del cobertizo. A veces creo que
nada ha cambiado desde la secundaria.

Paloma pasa alrededor de la esquina y se congela.

Todavía consigo pasar las dos cervezas que saqué a escondidas de la


reserva de Alex en la cocina después de la cena, así que le digo adiós
con la mano.

—Ya estás aquí. Díselo a alguien y te mataré.

No se mueve durante un segundo muy largo, pero luego da un paso


más, lo que nos sitúa en el lado del bosque del cobertizo y fuera de
vista.

Le entrego un cigarrillo y ella lo enciende inmediatamente, dejando


escapar el tipo de suspiro que yo hacía cuando pensaba que era tan
jodidamente genial fumar. Ahora me imagino a mis pulmones
volviéndose negros y la voz de mierda que voy a tener a los cuarenta
años, pero la necesidad de hacer algo es demasiado fuerte para que
me detenga.

Puedo desplazarme por mis mensajes de Nate otra vez. Tortura


especial para el alma torturada. Y estoy siendo oficialmente ridícula.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta.

—Comprobando mis mensajes. —Me desplazo hacia abajo aún más.

Ella mira más.


—Son muchos.

—Nate —le digo antes de que me detenga.

—Y bueno... —Paloma mueve rápidamente su cigarrillo—. ¿Qué pasa


con el chico?

—¿Qué? —Me congelo, todavía con mi teléfono.

—El chico al cual estás comprobando.

—No estoy... comprobando nada. —Sólo que eso es exactamente lo


que estoy haciendo.

—Entonces, ¿qué estás haciendo?

—Nada. —Miro hacia atrás y me desplazo hasta el final. El último fue


hace días. Tal vez por fin se ha rendido, lo que sería bueno, pero aun
así, me hace sentir como una mierda.

—Está bien. No me lo digas. —Se cruza de brazos.

—No hay nada malo en él. ¿De acuerdo? Es jodidamente perfecto. El


tipo de persona que debe ser presentado a mi hermano. El tipo de
persona con la que mi hermano le encantaría verme porque sabría
que si alguna vez nos separamos sería mi culpa. —Me ahogo con las
últimas palabras.

—Así que la cagaste, ¿no? —Toma otra calada. Realmente debería


quitarle eso.

—Cuida tu boca. —Me saco mis zapatillas y aprieto la hierba entre los
dedos.

—No lo entiendo, Sam. —Paloma vuelve a mirarme mientras deja caer


su cigarrillo al suelo. Todavía parece ensayado, extraño, viniendo de
una jovencita nervuda como ella.
—¿Qué es lo que no entiendes? —Porque me gustaría su opinión
sobre eso. Sólo entiendo la mitad de la situación.

—Tienes al hombre perfecto, e, ¿hiciste qué?... ¿acostarte con alguien


más? ¿Irte? ¿Qué?

—Me tengo que ir. —Me salgo del cobertizo y dejo caer mi cigarrillo.

—Está bien. Lo que sea.

Esto es todo. Voy a conseguir a alguien para cubrir mi turno con las
chicas esta noche porque tengo que salir de aquí una noche en la que
Kay-Kay y Jody no estén en el Minnow para ver que soy una gran
cagada.
34
N
adie accedió a cubrirme y no era capaz de joder a ningún friki por
pasar un buen rato.

En su lugar me pongo cómoda con mis amigas donde


básicamente le dijimos a Kay-Kay que saltara en la cama con un
hombre lo suficientemente mayor como para ser su padre. Es más
caliente que cualquier otro chico que he visto de su edad, pero aun así
es mayor.

Y luego Jody... tan sólo que... que Jody sea virgen es una sorpresa
incluso días después que todavía estoy pensando en ello. ¿Cómo
debe haber sido crecer tan normal? ¿Estar tan segura de cómo
quieres hacer algo si la situación no es perfecta, ¿no lo harías? Todo
esto perturba mi mente.

Y ambas están caminando en situaciones difíciles.

Kay-Kay está demasiado metida con Alex, quien es lo suficientemente


mayor que si terminan juntos, no va a ser fácil. Jody está tratando de
encontrar el coraje para estar demasiado metida con Liam que no vive
en este país y, definitivamente, tiene un poco de historia. Y yo estoy
huyendo del Sr. Jodidamente Perfecto.

Estoy segura de que no quiero saber qué dice esto acerca de mí. O tal
vez son cosas que ya sé y al menos soy lo suficientemente buena
para huir antes de que lo arruine demasiado.

Puede ser.
***
Después de llegar a casa del Little Minnow con algunos consejeros
que no conozco, me tropiezo en mi cabaña en la oscuridad.

¿Qué número soy...? ¿Qué número...?

¡Nueve!

Nueve es mi número... entrecierro los ojos cuando paso las cabañas,


esperando que una me parezca familiar, lo cual es ridículo, ya que
todas se ven casi iguales.

Finalmente encuentro mi cabaña y entro tropezándome. Desvestirme


en la oscuridad no va a ser una opción esta noche. Si no fuera por el
estúpido Nate y su maldita necesidad de decirme que me ama, no
habría tenido que beber tanto.

Me desplomo en mi cama, sintiéndome más destrozada por Nate


desde que me fui. Maldita sea, todo el whisky debía hacer esto mejor,
no peor. Mi cara se estrella contra la almohada y ruego por dormir sin
derramar lágrimas en mi almohada como una adolescente enamorada.

***
Su beso es minucioso y profundo, como siempre. Lo empujo en mi
apartamento mientras retrocedo, al igual que cada vez en las últimas
diez citas. Desde el primer beso que rizaba mis dedos de los pies. No
he hecho más que pensar desde entonces, lo cual es bueno, porque a
medida que seguimos bailando juntos, seguimos estando juntos. Y
cada día termino de enseñar mis clases, sabiendo que ensayaré con
Nate. Y sabiendo que después de nuestro ensayo me pedirá ir a
cenar, o si puede acompañarme a casa. Y cada noche le digo que sí.

—Di que te quedarás esta noche —susurro.


—Ya me quedé anoche. —Él mueve sus caderas que se mecen
conmigo lentamente mientras sostiene nuestros cuerpos juntos. Tan
cerca que siento como si fuera a explotar si no se queda. Si no me
toca. Si no me toma.

—Pero nunca llegué a verte. Te acostaste con tu ropa. —bromeo en


un susurro, porque algunos momentos son tan ruidosos que me
gustaría no necesitar hablar.

—Me puedes ver en estos momentos. —Sus labios acarician mi cuello


mientras susurra de nuevo. Sabiendo que este momento ya está lleno
de nosotros.

Deseando que no necesitemos de palabras.

—Por favor. —Deslizo mis dedos justo debajo de su camisa y luego


por su espalda. Y lo amo por quedarse a dormir. No he querido estar
dentro de los brazos de un hombre de esa manera desde que tenía
quince años y con chicos realmente estúpidos. Pero con Nate es
diferente. Es nuevo. Es fácil.

Los inicios de pánico se fijan mientras me doy cuenta de lo metida que


estoy, pero él desliza su camisa y sus manos se deslizan hacia arriba
de mí. Sólo lo suficiente para que su pulgar roce a través de mi
estómago haciendo que mis rodillas sean débiles.

Mientras mi camisa toca el suelo, nuestros cuerpos se juntan, piel con


piel. Su sonrisa es la misma que siempre es, pero su boca cubre la
mía con más urgencia. Me doy cuenta de que va a pasar la noche.
Voy a llegar a verlo. Y va a ser tan bueno como me imaginaba.

Y entonces él se ha ido y yo estoy sosteniendo… nada. Como si


nunca hubiera sucedido esa noche.

***
Jadeo mientras me siento en la cama, haciendo que la habitación gire.
Las niñas están moviendo las literas y mi cabeza palpita.

¿Por qué estar separada de él tiene que doler tanto? Mi resaca no es


nada comparada con el agujero en mi pecho.

Desaparecerá... tiene que hacerlo... No hay manera de que me sienta


así para siempre...

Paloma se detiene en mi cama mientras las otras chicas arrastran los


pies para desayunar.

—Lo siento. Por lo que sea.

—¿Me veo tan mal? —bromeo, pero se pierde en el dolor de mi voz y


el cuerpo que está a punto de desplomarse en la cama y ser tragado.

—Sí. —Asiente—. Así es.

Me froto las manos por la cara un par de veces. ¿Por qué no puedo
ser normal y sólo querer un hombre nuevo? ¿Por qué?

—¿Vale la pena? —pregunta—. Lo que sea que estás haciendo aquí.

No lo sé. Sinceramente, no lo sé.

***
Un tipo desgarbado y pálido con la cara quemada por el sol pasa
cerca de mí mientras me dirijo hacia el campamento desde el auto de
Jody. La primera sesión de campamento termina en tres días y
siempre se sentía como si se tardaba en llegar a este punto, todavía
no puedo creer que mi verano ya esté medio terminado.

—El campamento de chicos es cruzando el lago o, ¿estás


sinceramente perdido? —Pongo mis manos en mis caderas, no quiero
lidiar con un chico enamorado.
—Tengo dieciocho años y no estoy en el campamento, necesito ver a
Paloma. —Un polo bonito, pantalón color caqui, zapatos blancos...
estoy sorprendida, porque este chico parece el epítome del buen tipo,
presentable, y ella... no.

—¿Quién eres tú? —le pregunto.

—Soy su novio, Gabriel.

—Sí. —Cambio mi peso—. He oído hablar de ti.

—Mira. —Suena desesperado y sus ojos marrones están rogando—.


Sólo tengo que verla. ¿Por favor?

—¿Para qué?

—¿Gabe? —grita Paloma. Ella está en movimiento con un grupo del


anfiteatro.

Suspiro.

Antes de que pueda retrasar algo, ella está en sus brazos. No debería
verlos. Realmente, son un par de chicos. Supongo que la va a besar
como si se estuviera comiendo la cara, pero en vez de eso sus ojos se
cierran y la sostiene.

Se relajan entre sí, con la cara presionada contra su pecho, y tengo


que alejarme.

Nate me abrazaba como si no hubiera ningún otro lugar donde


preferiría estar. Como si tuviera todo el tiempo del mundo para estar
fuera de la puerta de mi apartamento y sentirme en sus brazos.

El único hijo de una familia llena de bailarines. Tiene dos hermanas en


el Circo del Sol y a pesar de que sus padres lo llaman cobarde por
bailar en lugar de hacer ballet, sólo una familia de bailarines diría esto,
les gusta que lo esté haciendo.
Me pregunto todo el tiempo si Nate sabe la grandiosa familia que
tiene. Qué increíble se debe sentir que a tus padres les importe una
mierda sobre lo que estás haciendo. Austin es increíble, pero no
mamá y papá.

Bien. Ya es oficial.

Estoy enloqueciendo con mi patetismo.

***
Cuando me acuesto en la cama, callando los susurros y risas después
de una noche demasiado tarde y un nuevo grupo de chicas, me doy
cuenta que la cama de Paloma está vacía. Mi corazón empieza a
golpear y corro hacia el cobertizo después de amenazar de muerte
contra el resto de las chicas para que se queden en cama.

¿Dónde está?

Mierda. Voy a tener que reportarla como perdida.

El novio estaba aquí hoy. Dios. Qué estúpida soy. Por supuesto, ella
probablemente está teniendo relaciones sexuales con él en la parte
trasera de su auto ahora mismo. No puedo encontrar tiempo para
acostarme con alguien, pero aparentemente si tuviera dieciséis,
estaría bien.

La oficina está cerrada por la noche, así que me dirijo al sitio de Alex.
Él sabrá qué hacer.

Golpeo, segura de que me va a matar por ser tan estúpida y no notarlo


cuando se suponía que debía pasar lista antes de apagar las luces.

Abre la puerta y su cara se cae. Me pregunto si él estaba esperando a


alguien más.

—¿Qué puedo hacer por ti, Sam?


—Paloma se ha ido.

—Lo sé. —Me entrega una carta—. Esto fue deslizado bajo mi puerta
en algún momento esta noche.

Tomo el papel de él.

—¿Dónde estabas?

De inmediato mira hacia otro lado.

—Fuera.

Exploro la nota.

Consejeros de campamento y mis padres…

Estoy a salvo. Decidí irme. Nadie en el campamento puede


ser culpado ya que nadie sabía de mis planes.

Mamá y papá. No traten de ponerse en contacto conmigo.


Los contactaré cuando esté lista.

Elijo el amor. Incluso si me rompe el corazón.

Paloma.
—Se escapó con su novio. —Me quedo atónita. Después de todo lo
que le dije. Todavía lo hizo.

—Acabo de hablar por teléfono con sus padres. No te preocupes,


Sam. No has hecho nada malo. —Su voz está cansada, pero todavía
es amable.

—Está bien. Buenas noches. —Sólo es una locura. No está bien.


Regreso hacia las literas, con el corazón palpitante. ¿Cómo podría
alguien simplemente saltar de esa manera? No lo entiendo.

No, está aterrorizada sólo porque es joven y estúpida y no sabe qué


hacer.
35
S
emanas pasan y me contengo. Dejo de llevar mi teléfono a todas
partes y he empezado a responder los largos mensajes de voz de
mi hermano con textos. Kay-Kay y Jody están arriba y abajo con
sus hombres. Justo ahora Kay-Kay está abajo y confundida por la
situación con la loca ex-esposa de Alex y Jody está definitivamente
arriba. Ella pasa sus días sonriendo como una idiota y cada segundo
libre con el comestible de Liam.

No debería estar celosa. Podría estar en casa con Nate en este


momento, pero no lo estoy. Podría ser impetuosa y estúpida como
Paloma. Pero lo hice una vez y me quemé.

Travis y yo nos escribimos un par de veces y por poco nos


encontramos, pero nuestras noches libres no parecen coincidir. Él no
llamó el pasado invierno, así que estoy pensando que es bastante
seguro para salir una noche y ser la distracción que he estado
esperando desde que llegué aquí. Al mismo tiempo, estoy tan
confundida que no sé si quiero distracción de alguien como él, o si
quiero huir de cualquier persona o cosa.

Estoy como resignada a sentirme como una mierda todo el tiempo.


Pasará. Lo superé cuando mi novio de secundaria me abandonó en el
peor momento y mis padres no hablaron con mi hermano y conmigo
durante años para mantener las apariencias. Parece una especie de
estupidez el renegar de sus hijos para salvar a las apariencias, pero yo
nunca he entendido a mis padres.

Aunque... Extrañar a Nate está poniéndose peor, no mejor.


***
Cuando los mensajes de Austin llegan por decimoquinta vez en dos
semanas para que lo llame en vez de enviarle otro mensaje, me rindo.

—¿Cómo están las cosas en el campamento? —pregunta.

Estaba esperando un largo discurso cuando respondí, así que ya


estoy en el borde.

—Estoy sobreviviendo. Nadie baila su camino hacia el hospital, por lo


que debo estar haciendo algo bien. —Me siento en la hierba a ver el
torneo de fútbol descalza, tan lejos del grupo como puedo, pero aun
así pudiendo ver.

—Y, ¿cómo nos sentimos acerca de Nate? —pregunta.

—No quiero hablar de Nate contigo. —¿Por qué? Oh, ¿Por qué lo
llamé?

—Esta es la cosa. —Se detiene demasiado bruscamente y me pongo


rígida, sabiendo que algo pasa.

—¿Qué has hecho? —El hundimiento, nadando, sintiéndose en mi


estómago está a punto de tomarme por completo.

—¿Confías en mí?

—¡No!

—No. Sam. En serio. Piensa en esto. La vida, la muerte, la felicidad.


¿Confías en mí? —Su voz es baja.

Cierro los ojos por un momento y sé que él es probablemente la única


persona en el mundo en la que tengo confianza, aunque sé que podría
joderme en cualquier momento.

—Creo que sí. Sí.


—Le dije a Nate dónde estabas.

Estoy de pie, temblando. Quiero gritar un millón de obscenidades a mi


hermano, pero en cambio hago lo peor. Cuelgo sin decir una palabra.

Cómo. ¿Cómo pudo hacer esto?

¿Qué va a hacer Nate? ¿Aparecerá? ¿Encontrará otra manera de


ponerse en contacto conmigo? ¿Por qué me importa tanto?

Que se joda. No puedo sentir esto. Voy a poner todo mi esfuerzo


adicional en la búsqueda de tiempo para Travis. Esta mierda tiene que
terminar. Tiene que hacerlo. No puedo seguir sintiéndome de esta
manera.

***
Se necesitaron dos días y alrededor de tres copas más de lo que
pensé que tomaría, pero Travis y yo estamos ahora semidesnudos en
la parte trasera del auto que tomó prestado del campamento de chicos
cruzando el lago.

Nuestro beso es descuidado, pero vale la pena la distracción.

Probablemente debería haber bebido menos, pero estoy determinada


a que toda esta noche trate de olvidar, no importa lo que cueste.

Travis se ve bien sin su camisa. No tan bien como algunos chicos que
conozco, pero el verano ha sido amable con él. Músculos esbeltos,
bonito bronceado. Travis traza los bordes exteriores de mi sujetador y
se sienta.

—¿Qué estás haciendo? —bromeo mientras lo empujó y lo beso de


nuevo.

Se ríe.
—Debería volver. El tipo de mantenimiento me va a matar si su auto
llega demasiado tarde.

—¿Estás tratando de ser un caballero y no lo estás llevando


demasiado lejos? —pregunto un poco incrédula de que esté poniendo
los frenos.

—Tal vez un poco. —Se encoge de hombros y busca su camisa.

—Aprecio que seas tan dulce, pero en realidad sólo quiero tener sexo.

Agarro su mano antes de que pueda empezar a tirar de su camiseta


sobre su cabeza. Sin duda, esto debe ser lo más fácil.

—Uh... —Travis se detiene y se aleja un poco.

—¿Por favor? —Dios soy tan malditamente patética. ¿Qué clase de


persona dice que no a una chica medio desnuda en un auto?

—Mira, Sam, eres una chica genial, y desde luego que quiero... ya
sabes, pero hay algo más en juego aquí, y creo que no quiero estar en
medio de ello. Sé que estás borracha, pero aun así... No estás
actuando como tú.

Agarro sus hombros y lo tiro más cerca.

—No hay nada en juego. Necesito algo sin compromiso. Estoy


desesperada por eso, en realidad.

Sus ojos flotan por mi cuerpo otra vez y me muevo para desenganchar
el sujetador.

Él descansa una mano sobre mi brazo.

—Consigue lo que necesites descubrir primero y luego vienes a


buscarme. —Travis se arrastra debajo de mí y desliza su camisa
cuando sale del auto—. Pero no creo que lo harás. Ir a buscarme,
quiero decir.
—¿Dónde diablos estaban todos los chicos buenos cuando yo estaba
en la escuela secundaria? —grito—. ¡Estoy aquí y lista para tener
sexo!

Mierda. Le arranco la camiseta, me deslizo en mis sandalias y salgo


por el bosque.

—¡Sam! ¡Espera! ¡Te llevaré!

—Vete a la mierda, ya que, obviamente, ¡tienes cero interés en


tomarme! —No puedo creer esto.

A lo largo de la escuela secundaria todos lo que los chicos querían era


entrar en mis pantalones y ahora que estoy buscando una relación sin
compromiso, no puedo encontrarla. Esto es una mierda.

Mi teléfono vibra y miro la pantalla.

Nate.

Lanzo el teléfono con toda mi fuerza en los árboles.

Y luego se detiene.

¿Por qué demonios hice eso? La maldita cosa me costó doscientos


dólares.

Mierda.

—Nate. Llámame de nuevo. Por favor, por favor, llámame... —


Empiezo a caminar en la dirección en la que tiré mi teléfono. Nada.

—Sam. —Travis viene detrás de mí en el bosque.

—Sólo... mierda. —No quiero llorar delante de Travis.

—¿Por qué estás aquí?

—Tiré mi teléfono.

—Te llamaré, ¿está bien?


Él desliza su teléfono y una canción de Beyoncé empieza a sonar.

Él ladea una ceja.

—Sobornos. Dejo que las campistas coloquen mis tonos de llamada a


cambio de que no digan ni una mierda sobre el uso de mi teléfono.

Piso a través de los árboles hasta que veo la luz de llamada


parpadeando en mi teléfono.

—Tienes un buen brazo.

—Cállate. —La culpa por estar aquí con Travis choca contra mí, lo que
no debería ser. Debería estar bien. Nate no puede pensar que todavía
estamos juntos, si no estoy respondiendo sus llamadas. Dios... ¿es
esto lo que realmente quiero? Es sofocante pensar que no voy a salir
con él nunca más. Que no me va a traer el café en la mañana cuando
tengo que trabajar temprano... que no podré bailar con él—. Llévame
de vuelta al campamento. ¿Está bien?

—Sí. Está bien. —Travis pone su brazo sobre mis hombros, pero me
aparto.

—No puedes abrazarme a menos que me tomes primero.

Travis se ríe.

—Maldita sea, Sam. Eres algo más.

Sí. Algo más.

Soy la chica que se pone triste cuando no puede ignorar las llamadas
de un hombre porque no llama tan a menudo como lo hacía antes. Y
cuando llama, se arriesga a perder un teléfono de doscientos dólares.
Eso es definitivamente algo.

***
Es más de medianoche cuando llegamos al campamento de niñas.

—Gracias. Y lo siento por ser tan loca. —Salgo del auto.

—Si quieres podemos vernos de nuevo después de que soluciones las


cosas...

Ladro una carcajada sin querer.

—Lo siento, Travis. Pero no quieres empezar algo conmigo. Te escogí


porque pensé que serías sexo fácil.

—Supongo que no fue así.

—No.

—Lamento por lo que sea que estés pasando. —Me mira por encima
de su auto por un momento antes de subir y alejarse.

—¿Sam? —Su voz sale de la oscuridad, pero no hay duda de quién


es. Mi interior se derrite, y puedo sentir cómo empiezo a
desmoronarme.

¿Debo correr hacía él? ¿O huir?

—¿Por qué estás aquí? —pregunto a la oscuridad, mientras giro para


buscarlo. Lo veo. Mi pecho duele porque está tan cerca.

Nate camina por el borde de la luz amarilla de la lámpara que rodea el


patio donde estoy. Está todo su ser en una camiseta y jeans
desteñidos y desgastados.

Todo.

No puedo permitirme que una sola persona sea mi todo.

Está tan quieto y, igual que hace un mes, la forma en que me mira me
da ganas de saborearlo, frotar mis manos sobre su cuerpo de bailarín,
sentirlo contra mí, pero estoy temblando.
Mis labios se adormecen, mi barbilla está temblando como lo hace
cuando estoy tratando de no llorar y mis piernas están débiles. Él me
atrapa justo antes de colapsar.

Dios, huele igual.

—Lo siento —susurra—. Estoy seguro de que no me quieres aquí.

—No sé lo que quiero. —Estoy apretada contra él mientras me


sostiene, y por fin encuentro mis piernas, pero no me alejo. No quiero
alejarme. No querría.

Su pulgar toca la esquina exterior del ojo y sus ojos se llenan de todas
las maneras en las que él es, dulce y bueno y perfecto, lo cual es un
recordatorio de las muchas millones de razones por las que no debe
estar conmigo.

—¿Estás... con otra persona? ¿El hombre que te dejó?

Niego con la cabeza.

—Lo he intentado. Una parte de mí quiere estarlo, porque significa que


me odiarás. Es que... no quiero necesitar a nadie, Nate. No puedo
hacerlo.

Él me sostiene fuertemente y se sienta en el medio del


estacionamiento, tirando de mí en su regazo.

—No me importa si no me quieres, Sam. No en este momento.


Todavía no. Y tal vez no se suponía que tenía que decirte lo que
siento, pero tuve que hacerlo. No voy a retractarme y no me importa si
no estás allí todavía, pero no me dejes fuera sólo por lo que soy.

En desesperación y frustración y todas las cosas que no quiero sentir,


corro mis manos en los pliegues de su cabello y atraigo su cara hacia
la mía.

En realidad hace una pausa antes de cubrir mi boca con la suya.


Me encanta todo lo relacionado con la forma en que Nate me besa. La
forma en que sus labios se mueven con los míos y lo hace como hace
todo: suave, fuerte y rítmico.

Suspiro en el aire.

—Tenemos que encontrar otro lugar para estar. —De repente estoy
tan contenta de que Travis me haya rechazado.

Oh. Dios. Estaba besando a Travis.

Nate se levanta, ayudándome a ponerme de pie y lo llevo hacia el


lago. Podríamos tomar una canoa, o usar el muelle, o en estos
momentos el centro de la playa me parecería bien.

Tan pronto como llegamos a la arena, mis brazos están a su


alrededor. Familiar, cómodo, perfecto. Balancea sus caderas, bailando
a la música en silencio y lo sigo, porque así es como siempre
empezamos.

Necesito algo más fuerte. Más.

Deslizo mis pulgares en la parte superior de sus jeans y lo acerco


más.

Él se ríe.

—Esto no es lo que esperaba cuando me decidí a aparecer.

—¿Qué esperabas? —Paseo por su labio inferior con mi lengua,


prácticamente rogando que me bese de nuevo.

—Que me dijeras que me odiabas y que nunca querías volver a


verme. Que me dijeras que había arruinado todo entre nosotros
porque me enamoré de ti. Que te enojaras porque hablé con tu
hermano y tus padres. Todas esas cosas.

Su voz es suave y blanda, pero las palabras son agudas y comienzan


a cortar profundamente. Son todas esas verdades que no quería
enfrentar. Quería más de lo que somos juntos sin todo el hablar y el
sentimiento.

Pero tal vez es la misma cosa y tal vez por eso hui. Me congelo y lo
puedo sentir buscando pistas en mi cara en la oscuridad.

—He estado con otros hombres. Estando aquí. —Tal vez ahora huirá y
no voy a tener que preocuparme de qué hacer.

Nate se congela y luego traga una vez.

—Yo...

—No tuve relaciones sexuales con nadie, pero no porque no lo intenté.


No soy buena, Nate. No soy buena para ti. Dios, te mereces una chica
que sea... mejor. Diferente. No tan jodida. Destructiva. —¿Cómo salió
esto cuando él está aquí? Tan cerca. Estamos tan cerca.

Pero, ¿quiero estar así?

—¿De eso se trata? ¿Por eso huiste? ¿De verdad crees que no eres
lo suficientemente buena para mí? —Sus suaves manos agarran mis
hombros y trata de atrapar mi mirada en la oscuridad. En cambio miro
donde sus manos negras se encuentran con mis hombros blancos y lo
mucho que siempre me ha gustado ver nuestra piel junta.

—¿Sam?

—No sabes quién soy. —Cierro los ojos con fuerza—. Deberías irte.
No te quiero aquí. Vete.

Sus manos dan a mis hombros otro apretón suave.

—Sam. Por favor, no hagas esto.

—Lo estoy haciendo. —Miro hacia abajo, manteniendo los ojos


cerrados. Una mirada de él y estaría acabada. No puedo hacerlo. No
puedo tenerlo—. Vete. Por favor.
Sus manos se deslizan lentamente por mis brazos y sus dedos se
alejan como un respiro a través de los míos antes de que su mano
caiga.

—Creí que... —inicia—. Si estaba aquí. Para verte. Yo… —Niego con
la cabeza, pero todavía no puedo mirarlo—. Te quiero, Sam, pero no
seguiré haciendo esto.

—Y no deberías.

Nate se aleja y el último trozo de cualquier cosa buena que fuese parte
de mí se va con él.

Soy la mayor jodida que el mundo haya visto jamás.

Tan pronto como estoy segura de que se ha ido, me deslizo en la


arena y me permito llorar.
36
S
iempre está este gran momento en las películas donde la chica o
chico que ha enredado todo llega a alguna comprensión estelar y
todos sabemos que va a estar bien. No tengo ese momento.
Dios, no merezco ese momento.

Jody está envuelta en nuevos problemas con Liam. Kay-Kay sigue


saliendo con Alex. Y creo que las tres vinimos aquí este verano para
algo que no vamos a conseguir.

Excavo en mi bolso por cualquier cosa que me ayude a funcionar hoy,


pero termino con un puñado de entradas de cine y recibos de cosas
que Nate y yo hicimos juntos. Trato de arrugar los papeles y tirarlos a
la basura, pero cuando los lanzo, se desparraman por el suelo de mi
cabaña.

—¡Quiero que una maldita cosa salga mal! ¡Una más!

La mitad de mí espera que alguien entre, vea el lío y me ayude a


recogerlo. Algo divertido, ya que nunca he esperado a nadie para
recoger mis líos antes.

Dios. Nate. Me siento en el medio de los pequeños trozos de papel y


río al darme cuenta de que, ridículamente, le he hecho exactamente
esto a lo que él y yo teníamos. Estábamos bien. Mejor que bien. Estar
con Nate era la cosa más fácil que he hecho en mi vida, pero eso fue
aterrador. Algo tenía que salir mal.

Oh, cierto. Salió mal porque lo jodí todo y lo desparramé en un


desastre por el suelo.
***
—Esta es otra intervención. —Kay-Kay y Jody me agarran y me tiran
en el cobertizo de los chalecos salvavidas.

—Sí. Dado que lo demás ha funcionado muy bien. —Frunzo el ceño—.


Kay-Kay no está con Alex y supongo que Jody todavía es virgen. ¿Lo
tengo todo?

—¡Basta! —grita Jody y las dos nos detenemos a mirarla—. ¡Deja de


ser tan perra!

Estoy tan orgullosa de ella que estoy sorprendida sin palabras, a pesar
de que apenas he hablado con ella y me pregunto un poco a que viene
esto.

Respira con fuerza un par de veces más antes de, tal vez, darse
cuenta de lo que hizo y se sienta en el suelo. Al menos no se disculpa.

—No sé exactamente lo que está pasando contigo, pero un muy


confundido y muy dulce hombre negro con un cuerpo como el... —
Kay-Kay se detiene con una sonrisa.

—Un cuerpo como un Dios —termino por ella.

—Vino ayer y nosotras conversamos con él, pero nos tuvimos que
llevar a las campistas a la cama.

—Es tan agradable. —Suspira Jody y se sienta—. Es como...

—...el tipo de persona con quien tú deberías estar. No yo. —Giro para
irme.

—Buen intento. —Kay-Kay me agarra del brazo y me lanza de vuelta a


medias en el cobertizo—. Una cosa es que no te guste. Tal vez ronca.
Tal vez no es bueno en la cama. Tal vez sólo no es para ti.
—Pero… —Jody se pone de pie—. Es obvio que te gusta. Y estás
siendo tan miserable con esta mierda.

—Gracias. —Asiento—. Voy a pensar en todo esto.

Miento.

Giro y salgo, preguntándome si hay una forma de que me olvide de


todo y simplemente siga adelante.

***
Cuando llego a la cabaña mi teléfono suena y me aterra mirar.

Es de un número que no reconozco.

Sé que probablemente piensas que soy estúpida. Y puede que


consiga destruir mi corazón. Pero lo intenté. Y estoy
contenta de haber elegido el amor. Él tiene un trabajo y
estoy terminando la escuela. Paloma.
Chica estúpida. No estoy segura de si me alegra el que se molestara
en enviar un mensaje o no. ¿Quién sabe? Tal vez a los ochenta
estarán aún juntos y tendrán esta historia loca de cómo empezó todo.

Tal vez él se convertirá en un imbécil. Tal vez ella se convertirá en una


perra destructiva como yo.

Nadie lo sabe.

***
No puedo dormir. Para nada. Ni siquiera estoy cansada. Mañana es el
último día y no tengo ni idea de adónde voy a ir.
Tomo el teléfono y me desplazo a través de los mensajes de Nate de
nuevo.

Y otra vez.

Y otra.

Pienso en Kay-Kay y Alex, y cómo Jody estaba con el chico que la


abandonó, y cómo terminó, o terminará con el irlandés sexy.

Antes de pensar en lo que estoy haciendo, estoy escribiendo un


mensaje a Nate.

Quiero un nosotros, pero no sé cómo hacerlo.


Y pulso enviar. Entonces llega el pánico. Demasiado tarde. Se
terminó. Lo peor que pasará ahora es que responda de nuevo de
inmediato.

No.

Lo peor que pasa ahora es que no lo hace.

Una vez más, las lágrimas comienzan a fluir. Odio esto. Nunca he
llorado tanto en mi vida.
37
C
on las manos temblorosas llamo a Austin.

Responde con un suspiro.

—Estoy esperando. Y sabes para qué.

—Lo siento. —Aunque sé que no me excusa. No nos colgamos entre


nosotros. Nunca. Fue una de las primeras reglas que me dio cuando
me fui a vivir con él.

—Lo puedes hacer mejor.

—Me asusté y lo siento. —Cierro los ojos y me apoyo en la parte


posterior del cobertizo. Mi suministro de cigarrillos se ha ido, pero esto
se ha convertido en mi lugar para pensar. El problema es que estando
aquí realmente me dan ganas de fumar.

—Un poco mejor. —Su voz es de pucheros, pero estamos bien—.


¿Has hablado con él?

—He hecho un desastre y no sé si quiero arreglarlo o cómo


solucionarlo, o si quiero enterrarme en una pequeña cabaña apestosa
por el resto de mi vida.

Cierro los ojos y trato de no ver a Nate.

Nunca funciona.

—Bueno, extraño tenerte por aquí. ¿Vas a venir a casa cuando todo
esto termine? —pregunta.
—Espero que sí. — Y en este momento, eso es todo lo que puedo dar.

***
Decoramos la camiseta de Jody para que se fuera esperanzada y
finalmente tenga sexo y Kay-Kay se va con Alex, y todavía no he oído
nada de Nate.

Nada.

Realmente lo perdí.

¿Y ahora qué?

¿Me voy de nuevo a Boston, el baile, mi hermano y Mable? Ella dijo


que podía volver, siempre y cuando no huya así otra vez. Pero, ¿cómo
puedo volver si está Nate? Quedarme aquí no es una opción.

Paso mis manos por mi cabello, que está húmedo por el sudor del sol
y camino a través de los árboles desde mi cabaña. La luz está
desapareciendo rápidamente y espero que todas las campistas se
hayan ido antes de que esté oscuro.

La mayoría de las chicas han sido llevadas a casa con sus padres y el
lugar está vaciándose rápidamente. Eso es bueno. Se me acabaron
las sonrisas falsas.

Me congelo cuando llego a mi cabaña y mi corazón late en mis oídos.

—Hola, Sam. —Nate se sienta en el escalón, esperando. Paciente. Y


un millón de cosas que probablemente no merezco.

—Nate. —Mi mentón tiembla otra vez porque él regresó. Después de


todo.

—¿Podemos ir a algún lugar para hablar? —pregunta—. Las niñas


siguen corriendo por aquí y...
Él no salta y lanza sus brazos alrededor de mí, ni hace cualquier
movimiento para acercarse a mí o sostener mi mano ni nada.

—Uh... sí. —Doblo mis brazos, sintiendo frío en la oscuridad—.


Sígueme.

Estoy aterrada mientras lo guío por el bosque hasta el viejo anfiteatro.


Es pequeño y más alejado del estacionamiento principal.

¿Me trajo aquí sólo para gritar y decirme lo horrible que soy?

—Recibí tu mensaje y quería verte.

Tengo miedo de mirarlo, pero encuentro sus ojos de todas formas


mientras me siento. Tan familiar y confortable, lo que lo hace un poco
aterrador. Sin embargo, estar cerca de él es mucho menos aterrador
ahora que sé lo que es estar sin él.

—Así que… —Nate se sienta en el banquillo de la misma manera que


yo, una pierna a cada lado para que podamos vernos mejor—. ¿Es
esto lo que quieres realmente?

—¿Qué? —Ni siquiera estoy segura de lo que es esto en estos


momentos.

—¿Qué comencemos de nuevo?

—Sí. Quiero decir, creo que sí.

—Eso no es lo suficientemente bueno. —Sacude la cabeza—.


¿Quieres un nosotros, o quieres un nosotros porque yo lo quiero?
Porque no puedo soportar que te alejes de nosotros de nuevo.

Abro mi boca para hablar, pero no puedo decirlo. ¿Por qué no le digo
que esto es lo que quiero? ¿Que él es lo que quiero? ¿Que entonces
se puso de pie frente a mí y lo único que podía pensar era que él era
todo?
—Me rechazaste al huir y lo entiendo, porque te entiendo. E incluso
me evitabas. Lo odiaba, pero te conozco, Sam. Lo entendí. Pero,
¿alejarme en mi cara? Eso fue diferente.

Tiene razón. Y me debe odiar por todas esas cosa, no sólo por la
última. Todavía no puedo hablar.

Suspira.

—No puedo estar en una relación solo.

Empieza a levantar la pierna para darse la vuelta, pero lo tomo con mi


mano y lo detengo, incapaz de levantar los ojos de la banca.

Aquí estoy a punto de perder probablemente al único hombre capaz


de aguantarme y es perfecto para mí en un millón de maneras
diferentes, y ahora estoy tratando de encontrar las palabras.

—Nunca he querido a nadie o nada de la forma en que quiero estar


cerca de ti, y eso me asusta muchísimo. —Es difícil respirar, pero
estoy decidida a sacarlo—. No sé cómo estar con alguien por el que
siento tanto. Es aterrador. La gente puede parecer buena, pero no son
siempre buenos, y yo…

Sus manos toman mi mejilla mientras su pulgar acaricia mi mandíbula.

—Esto es todo lo que quiero de ti.

—¿Todo lo que quieres? Esto es todo. —Finalmente encuentro el


coraje para mirarlo y él está sonriendo. Una perfecta y suave sonrisa.

—Así que. Empezamos de nuevo. Tú siendo honesta. Yo siendo


honesto. Todo expuesto.

—Empezamos de nuevo. —Asiento.

No es tan aterrador ahora que sé que no saltaremos a donde


estábamos.
—Y no más sobre ti no siendo lo suficientemente buena para mí. Yo te
elegí. Me elegiste. Nadie es perfecto. Pero encajamos juntos. Nunca te
pedí ser perfecta.

Asiento.

—No tenías que hacerlo. Lo quería para mí. Quiero ser digna de ti.

Él se ríe e inclina la barbilla, así que estoy mirando a sus ojos oscuros.

—Lo eres. Eres la chica más digna que conozco. ¿Crees que he
perdido todo mi verano por alguien que no vale la pena? Pero tienes
que creer en ti también. Dejar de lado todas esas otras cosas. No me
preocupo por ellas. Estamos empezando de nuevo. Y cada vez que
intentes ponerme en un pedestal, voy a hacer algo para saltar fuera de
él.

Sonrío.

—¿Cómo qué?

Sus dedos trazan mi mandíbula y se enrollan en mis oídos.

—No lo sé. Tal vez me volveré muy obsesivo y tomaré como quince
duchas al día.

Me muerdo el labio.

—Tal vez me una a ti para eso.

—Eso espero. Ahora, ven a bailar conmigo. —Extiende su mano y la


tomo—. Aquí es donde empezamos y aquí es donde empezaremos de
nuevo. ¿De acuerdo?

—¿Vas a avergonzarme bailando aquí sin música? —Me pongo de pie


y espero que sostenga los brazos para darme paso.

Sus familiares manos se deslizan alrededor de mi cintura, poniendo


nuestras caderas juntas.
–Puedo tararear si te gusta —bromea.

—Oh. —Empieza a mover sus caderas y sin un pensamiento


consciente, coincido con sus pasos—. ¿Estamos empezando de
nuevo y comenzamos con la salsa? —pregunto.

—Por supuesto.

—¿No es eso un poco sexy? —bromeo aunque me siento débil y un


poco incrédula hacia donde me estoy moviendo.

—Espero que sí.

—¿Vas a tratar de tener sexo conmigo en nuestra primera cita? —


susurro.

—Probablemente.

—Así que ahora estamos yendo a algún lugar.

Dejo que mi cuerpo se mueva con el suyo.

—A algún lugar muy, muy bueno.

Su mano se desliza por mi brazo hasta que nuestros dedos se


entrelazan y continuamos con la salsa en el medio del bosque, solos,
en el día que me di cuenta de lo locamente enamorada que estoy de
este hombre.

Fin
Sobre las
autoras
Jolene Perry frecuentemente está más
detrás de su computadora portátil, los
dedos volando sobre el teclado con un
abandono imprudente.

Ella sobrevivió a crecer en zonas


rurales de Alaska, conduciendo como
una loca y la carrera de su marido en el
ejército, como estudiante de derecho y
ahora como Fiscal del Estado de
Alaska. También sobrevivió a ser una
profesora de matemáticas de la
escuela media con sus títulos en
ciencias políticas, relaciones
internacionales y francés.

Comenzó a escribir cuando se quedó sin dinero para libros y no ha


parado desde entonces.

Puedes encontrar a Jolene en los siguientes lugares:

www.jolenebperry.com o su blog
www.jolenesbeenwriting.blogspot.com en Twitter

http://twitter.com/jolenebperry

Janna Watts es el seudónimo de uno de las socias colaboradora de


Jolene Perry. O, posiblemente, es una de las amigas imaginarias de
Jolene que envía misteriosos tweets y textos en el medio de la noche.
De cualquier manera, ella es generalmente inofensiva, excepto cuando
se trata de su feroz lealtad a sus amigos y familiares. La puede
encontrar en Twitter en: http://twitter.com/Janna_Watts
Traducido, Corregido,
Revisado y Diseñado en:

Disclimer
Realizado sin fines de lucro, solo para promover la lectura.
Apoyemos a los autores y editoriales comprando en original.

You might also like