You are on page 1of 7

América : Cahiers du CRICCAL

Las lenguas del exilio


Gerardo Mario Goloboff

Citer ce document / Cite this document :

Goloboff Gerardo Mario. Las lenguas del exilio. In: América : Cahiers du CRICCAL, n°7, 1990. L'exil et le roman hispano-
américain actuel. pp. 11-16;

doi : https://doi.org/10.3406/ameri.1990.1010

https://www.persee.fr/doc/ameri_0982-9237_1990_num_7_1_1010

Fichier pdf généré le 16/04/2018


Las lenguas del exilio

« Alejarse ! Qucdarse ! Volver !


Partir ! Todala mecânica social
cabe en estas palabras ».

César Vallejo

De las innumerables vicisitudes que a un escritor, como a toda persona,


pueden ocurrirle en la vida (nacer, crecer, enamorarse, ganar y perder seres
queridos, participar o no en la vida social y polftica, viajar, padecer, amar, vivir,
morir), desde el punto de vista de su relation con el oficio no debe haber hecho
mâs trastornador y transform ador que el de encontrarse en un âmbito lingufstico
diferente a aquél que es y fue siempre su medio natural.

Perder el contacto con el sitio donde su lengua se habla y se escribe, se estudia,


se renueva, se rehace, vive, constituye sin duda para él una fuente de conflictos
que no puede dejarse de lado cuando pensamos el exilio de un escritor, sus
vivencias fuera del suelo natal.

Es cierto que las literaturas occidentales nacen bajo este signo y lo nutren con
generosidad a lo largo de los tiempos. Protagonistas o autores deben pasar por
la prueba del alejamiento, casi siempre como castigo, como condena mayor.
Desde que uno de los primeros heroes tuvo que vagar veinte afios exclufdo de su
patria por haber desafîado los designios y las iras de un dios, atentar contra el
cfclope totalitario bajo cualquiera de sus formas supone el peligro de perder el
espacio primordial por muchfsimo tiempo.

Si solo se tratara de seres de fiction, el hecho no séria de por si tan grave,


puesto que, vivan del modo que vivan y bien o mal, todos, irremediablemente,
como afirmaba Macedonio Fernandez, mueren al acabar la ûltima pagina. En
taies casos, quizâs, el motivo multiplique los incidentes y el interés del lector.

AMERICA 11
GERARDO MARIO GOLOBOFF

Bien escribfa con impecable e indiscutible simplicidad Roberto Arlt en una de


sus « Aguafuertes » (titulada justamente « Au revoir ») que « si Martin Fierro no
se hubiera apartado del rincôn donde naciô, no tendrfamos hoy el relato de sus
aventuras ».

Y, en efecto, hazaflas del gaucho Fierro o del divinal Odiseo ; correrfas de


Thyl Ulenspiegel, de Huckleberry Finn, de Lasik Roitchwantz o de Eneas ;
incursiones del Cid, del Quijote, de Kravelic Marko o del Capitân Achab ;
transcurso interior del personaje kafkiano o proustiano... : una muy buena parte
de la literature imiginativa no parece tener otro objeto que el de dar cuenta
siempre de traslaciohes, movimientos voluntarios o involuntarios,
desplazamientos. (En nuestra lite ratura, la bùsqueda de los « lados » por parte del
personaje cortaziano parece ilustrar este periplo del héroe moderno,
neurôticamente detenido en la indecision, en su propio abismo).

Pero, lamentablemente, los autores podemos aprender poco de nuestros


personajes, y no siempre sus experiencias nos sirven para resolverproblemâticas
personales, estados de ânimo, situaciones incômodas u opresivas mâs o menos
durables. Y la época contemporânea ha sido excesivamente prôdiga en
acontecimientos que implicaron expulsiones masivas fuera de las fronteras
nacionales. Masas con las cuales, naturalmente incluidos, se marcharon muchos
escritores.

El millôn de expatriados que râpidamente produjo la Revolution rusa llevô


consigo no solo a miembros de la antigua nobleza, beneficiarios del zarismo y
guardias blancos, sino también a numerosos hombres como Ivan Bunin o
Vladimir Nabokov. La derrota republicana en la Guerra Civil espafiola y la
entronizaciôn del franquismo significaron, cuando no la muerte, el cuantioso y
calificado exilio de intelectuales y escritores. El nazismo, en Alemania y en
muchos de los paises ocupados, contô por miles los casos similares, y aûn hoy
se discute la excepcionalidad de retires interiores o de vacilaciones como los de
Heidegger o Gottfried Benn. Y, mâs prôximamente, las dictaduras militares de
la década del 70 en America latina arrojaron centenares de artistas y de escritores
al mundo, en medio de un éxodo jamâs visto de obreros calificados, profesionales,
téenicos, docentes, cientffïcos.

Son éstos los ejemplos mâs conocidos y ma's comentados por su magnitud.
Puede agregarse que, por di versas razones, hoy en dfa hay comunidades o grupos
de escritores albaneses en Yugoslavia, yugoslavos en Italia, hispanoamericanos
en Estados Unidos o en Israel, marroqufes, tunecinos y argelinos en Francia (o

12 AMERICA
LAS LENGUAS DEL EXIUO

maghrebinos escribiendo en la lengua de sus antiguos colonizadores), Portugueses,


turcos, polacos, aislados aquf y alla (sin que la lista, como suele decirse, sea
exhaustiva...)

Las dificultades que estos grupos o personas encuentran en la vida diaria son,
conocidas o imaginables, las comunes a todas las minorfas. Las que deben
enfrentar especfficamente como escritores son menos visibles.

El trasterramiento impide y complica la perception cotidiana de la vida


nacional ; mediatiza el contacto con la realidad y con las vivencias de los
compatriotas ; oculta innumerables asuntos que podrfan ser suscitadores (Je
textos ; déforma la vision sobre uno mismo aquf y sobre los demâs alla ; aleja,
en suma, de las fuentes, y del mismo modo impide saber cômo llegarâ la obra (si
es que ella llega), cômo sera lefda, quién sera ese lector.

A pesar de todo, conozco pocos casos en los que esta situaciôn haya
conducido a la afasia. Antes bien, como otras experiencias profundas, la misma
debe haber arrojado beneficios literarios considerables y, sin caeren el consabido
recuento de obras maestras de la literature del siglo escritas en el exilio, creo que
ciertos textos (y hablo aquf muy fntimamente) no hubieran sido jam as posibles
de no mediar la distancia geogrâfica, corporal.
Desde esa reducida experiencia personal, puedo concebir que en algunos
escritores la recuperaciôn imaginaria del entomo perdido motive e impulse
muchas paginas, y que el contacto cotidiano llegue a ser (dependiendo de cada
uno el grado) un obstâculo mâs que una ventaja, una traba o un espejismo.

Sin establecer ni remotamente recetas al respecto, pienso que el recuerdo y


la decantaciôn de los hechos, a veces necesitan de otras fuerzas de atracciôn. Hay
una buena parte de una buena literatura que se nutre de la pérdida y de la ausencia,
y esome hallevado a pensar, extremando quizâs las cosas, que la propia literatura
es exilio, pérdida, ausencia. Que no escribimos por estar en un sitio sino por
carecer de él, y que la literatura es ese movimiento (también, por que no, ese
« desplazamiento ») que persigue un suelo donde habitar, una patria donde
guarecerse, probablemente sin encontrarlos jamâs. Tal vez, en definitiva, los que
asf escribimos lo hacemos porque hemos perdido una tierra primordial, a la que
nunca podremos recuperar, y nuestros textos son la bûsqueda y el testimonio de
esa falta.

Queda entonces, como ûnico albergue la memoria : un âmbito donde las


sombras crecen exageradamente y en el cual, mediante esfuerzos casi

AMERICA 13
GERARDO MARIO GOLOBOFF

sobrehumanos, se intenta conservar, redecir, reelaborar, las palabras cada vez


mâs lejanas de la tribu.

Porque desde el dfa que comenzamos a vivir en medio de una realidad que se
nombraba de otro modo, emprendimos una tarea de recuperation, como si
hubiéramos sido designados depositarios ante nosotros mismos de un tesoro. Las
lenguas del exilio fueron imponiéndonos esa disciplina, ese destino. Frente a
elJ as, debimos veneer innumerables resistencias, nombrar de otra manera las
cosas y a nosotros mismos, traducirnos. Aceptar otra historia nominal, y dejar
también que ese lenguaje nos ocupara y nos colonizara. Comenzamos por el
« i cômo se dice ? » y al mismo tiempo nos encontramos pensando « i cômo se
decfa alia ? » o, lo que es aûn peor, mezclando inadvertidamente las lenguas en
un « fragnol », en un « spanglish », en un hispano argentino, en un « sabir », con
el sentimiento de haber perdido casi todo sin ganar casi nada.

Lo que primero debiô ser el proceso de aprendizaje y de traslaciôn hacia la


nueva lengua, al incorporarla o adherirse al menos con mayor comodidad, se
revirtiô cual peligrosa moneda, y nos obligé a traducir de nuevo hacia la nuestra.
A volver de lenguas segundas, de aquellas adquiridas, a la de las vivencias
Intimas, a nuestra lengua « natural ».

Como si con esa actividad casi hipnôtica se hubiera estado acompaftando


otros esfuerzos, otras resistencias contra la oscuridad, tal trabajo representaba un
modo de estar mâs interiormente con nosotros mismos, con nuestras rafees y, a
la vez, con los que en nuestro pafs vivfan, pensaban, escribfan. Con nuestro
pueblo, donde el Poder se exhibfa en su facultad de nombrarlo todo, de manejar
cada palabra segtin sus propios cometidos.

Era, en defînitiva una misiôn que nadie, obviamente, nos habfa encomendado,
y en cumplimiento de la cual velâbamos por eso que era nuestra naturaleza,
nuestra primera y ûltima cultura : una lengua natal, congénita, no interrogada
antes porque no necesitaba ser cuestionada, porque habfa sido la de todas las
emociones, porque nunca tuvo que ser examinada y vigilada como otras. Sus
palabras eran atributos de las cosas ; les perteneefan en una relation évidente,
necesaria.

Tiempo después, hall a m os un texto de Canetti en el cual él comentaba


(justamente, ante la Academia Bavara de Bellas Artes), cômo defendiô su
alemân en el exilio, y nos pareciô estar leyendo otra vez nuestra experiencia.
Entre todas esas gentes que dicen sus cosas cotidianas en inglés, uno tiene para

14 AMERICA
LAS LENGUAS DEL EXILJO

si una lengua secreta, que ya no sirve mâs con fines exteriores, de la cual uno se
vale casi solo, y por la que cuida con una obstination creciente, como personas
que mantendrfan una creencia proscripta para el resto del mundo (Elias Canetti,
« Crises de mots » en Laconscience des mots, Paris,Albin Michel, 1984, p. 198)

Es esa intimidad cada vez mâs consciente y desnuda con mi lengua la que
puedo reconocer al exilio. i Cômo no habrfan de potenciarse entonces otros
reconocimientos, otras deudas, la observation de otros destinos cuyas huellas se
repetfan y se renovaban en estas vivencias ? i Hasta que punto no debfa también
a mis orfgenes judfos esa veneration por el lenguaje, por las lenguas y,
seguramente, el respeto por la escritura y por el libro ?

La fuerza del pasado actuaba, como memoria colectiva, en el encuentro con


un pueblo que fue de los primeros en pensar la lengua y en hablar tempranamente
mâs de una ; como recuerdo personal, en la mûsica de un idish (tfpica lengua de
la diaspora) que escuché en la infancia. Y a aquella fuerza se sumaba todavfa la
presencia de una condition, histôricamente vivida como sino o como estado :
ensefi an Angelo Ara y Claudio Magris al analizar el fenômeno de Trieste, ciudad
de tantos y tan eminentes destierros, que « esa culture diversa es sobre todo judfa,
porque el judfo resume en sf ya sea la dispersion de la totalidad social y la crisis
de la identidad, ya la concentration de la individualidad sobre sf misma, la
irréductible resistencia del fugitivo y del nâufrago ». (Angelo Ara y Claudio
Magris, Trieste. Un identita difrontiera, Turin, Einaudi, 1982, p. 82).

Es asf como, de los muchos caminos que al principio se me ofrecfan, fui


eligiendo, consciente e inconscientemente, aquel que por motivos biogrâficos
au"
conocidos, y por otros n hoy ocultos, me impulsaba a querer guardar y protéger
mi lengua primeriza. Un camino que, en su transcurso, fue, paradôjica y
sobrecogedoramente, demostrândome que toda lengua, incluso aquella que se
considéra la initial, es al fin de cuentas extranjera.

Porque en impuesta y amorosa soledad he debido ir acuflando las palabras de


un poema o de una narration, presumo ahora que lo nice con un lenguaje que es
y que no es el que crefa. Tratar de recobrar, después de afios de distancia, la lengua
de mi comunidad (y, mâs, la de mi pequefta aldea natal), fue como ir
recuperândome. Pero, a semejanza del amor, ese absoluto se logra y se pierde en
el instante. Quizâs en esa pagina donde se lee un transparente diâlogo pampeano
no haya sino lengua construfda con fragmentos y astillas de lo que en realidad se
hablô ; quizâs ese lenguaje no haya existido nunca... i Cômo saberlo y a ?

AMERICA 15
GERARDO MARIO GOLOBOFF

La pérdida creô un vacfo, y la récupération imaginaria mil soipresas. Repetir


a veces una palabra cualquiera entre las mâs comunes, produce en el escritor que
la habfa olvidado o sumergido bajo otras lenguas, un estallido ûnico donde el
deseo parece hallar al fin su objeto. El nuevo peso que adquieren entonces ciertas
voces, su nuevo volumen, su nueva dimension, van tejiendo invisiblemente la
mâs profunda malla de los textos.

Es, acaso, una de las pocas revanchas que el mfnimo hombre, el mlhimo
escritor, puede permitirse contra los totabtansmos que lo expulsan : resemantizar
el vocabulario que ellos usaron y gastaron ; encontrar, descubrir o inventar
nuevos sentidos a las palabras de su lcngua.

Gerardo Mario Goloboff.

Ecrivain - Université Paris X - Nanterre.

(Trabajo lefdo en el Encuentro sobre « Literatura Argentina Hoy. De la dictadura a la democracia »,


celebrado en la Universidad Catôiica de Eichstat entre el 27 y el 3 1 de octobre de 1987).

16 AMERICA

You might also like