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Yo tengo fe

En la misión suicida caen políticos y eslóganes de pacotilla.

por Martín Kohan

“Hay una sola cosa en la que yo creo: creo en la recuperación de


la Argentina. Y esa no es una expresión de deseos pueril. Creo
que la Argentina se está recuperando (…). Sí, creo en la
recuperación económica hoy, creo que estos hombres
impertérritos que la manejan, y hacia los cuales se dirigen los
epítetos más espantosos, tienen una idea muy definida de lo que
quieren hacer. Yo no te voy a decir que a mí me gusta. No. Yo
quisiera que fuera una política más suave. Pero en fin, yo quise
muchas cosas en mi vida, y no logré nada (…). La Argentina,
evidentemente, necesitaba pasar antes por este cuello de botella
terrible que está pasando. Yo creo que va a salir adelante.”
“Seamos sinceros: este gobierno heredó una carga, entre
muchas otras, que otros gobiernos propiciaron, incubaron o
desconocieron. La heredó y la ha manejado con solvencia, y en
su resolución ‘debe’ ser apoyado.” Doy con estas expresiones
mientras leo La señora Lynch, la formidable biografía de Marta
Lynch que Cristina Mucci escribió hace casi veinte años. La
primera cita proviene de un artículo que Marta Lynch publicó en
la revista Gente en marzo de 1978. La segunda, de un artículo
que publicó en el diario Clarín en febrero de ese mismo año. No
comparo épocas, no. Mucho menos comparo gobiernos. Sé que
existe una fuerte equiparación al respecto, pero no la comparto
para nada. Solo que hay algo por demás significativo en las
posturas asumidas por esa escritora tan fascinante y
contradictoria que fue Marta Lynch, y es la manera en que el
discurso de la fe suple al discurso político. La fe es lo que
prevalece. Y con la fe, sus consecuencias: la moral del sacrificio
(hay que pasar por esto) y el deber de adhesión (hay que apoyar,
pese a todo). La religión de por sí es perfecta: promete un
paraíso certero, y entonces el asunto cierra. Pero no sucede lo
mismo en el reino de este mundo.

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