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DE LA FÁBULA LITERARIA A LOS DIBUJOS

ANIMADOS: UN PASO MÁS HACIA LA CULTURA


DE MASAS.

Carlos Ernesto Rodríguez Nieves.


308148651.
La fábula, como subgénero literario, ha conseguido reconectar al ser humano
tanto con su infancia como con su entidad de aprendiz a lo largo de la existencia de
la cultura. En el primer caso, dado su carácter dogmático, resulta de lo más común
asociarla con la literatura infantil, pues la trama es desarrollada por animales con
carácter humano, cuyos problemas resaltan; ya sean las virtudes o defectos
inherentes a la esencia humana, que así mismo fungen como objeto de aprendizaje.
Esto abre camino al segundo caso, si bien, los niños aprenden con mayor facilidad,
los adultos no están vetados de dicha actividad, la muestra está en que la mayoría
de las fábulas literarias, desde Esopo hasta Tomás de Iriarte, están dirigidas a un
público ideal, que abarca a una sociedad, ya sea como polis cerrada o con
tendencias hacia lo universal, como se puede atisbar en la intencionalidad
propuesta por Tomás de Iriarte.

Hemos partido de la idea de que es a través de la tematización y la simbología como


las fábulas literarias subsistieron en la etapa neoclásica con la recuperación de
aquellas pertenecientes a la tradición griega del siglo VII a. C., aproximadamente,
además de dar un paso hacia su evolución con los dibujos animados del siglo XX.
De esta forma, la literatura adquiere una opción para transmutar de las estructuras
clásicas hasta las formas mediáticas, que así mismo abren paso hacia una cultura
de masas. Para ello, hemos seguido dos rutas: La primera, trata acerca de los
enlaces temáticos, trazados a partir de la intertextualidad. La segunda, atañe al
análisis simbólico de algunos animales que tienden a figurar en todas las fábulas.
Esto con el objetivo de acercarnos hacia un paso evolutivo entre la fábula y los
dibujos animados. Para cumplir con éste, hemos tomado una muestra de las fábulas
dispuestas en el volumen de las Obras completas de Félix María de Samaniego
editado por la Fundación Antonio de Castro, (Madrid, 2001), para establecer una
línea de continuidad temática entre el autor, Esopo, Jean de Lafontaine y los dibujos
animados. La razón por la que hemos tomado como punto de partida las fábulas de
Samaniego, se encuentra en que tanto este autor como Esopo y Lafontaine fungen
como un referente principal en el mundo de este género textual. Por último, cabe
mencionar que, dada la extensión demandada en esta breve reflexión, no habremos
de incluir un análisis para las fábulas escritas por Tomás de Iriarte, no obstante,
dejamos al espectador una invitación abierta al espectador para completar esta
madeja de ideas.

[#1]: REFLEXIONES PREVIAS AL ANÁLISIS.

Resulta necesario aclarar algunos puntos antes de deambular por las sendas
antes propuestas. En primer lugar, es imperativo, explicar la diferencia existente
entre “símbolo”, “signo” y “alegoría”, esto, si partimos de la idea convencional que
la fábula se vale de la alegoría como recurso literario para aludir sígnicamente una
acción cuyo propósito es enseñar mientras se deleita. Para ello nos hemos ceñido
a la explicación expuesta por Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos,
quien nos dice, a través de Carl Jung, que la alegoría, es un símbolo reducido a la
función de signo. Mientras que el símbolo va hacia el inconsciente común, resulta
pues, una conexión que puentea el vacío entre lo existente y el interior de la
abstracción humana, por lo tanto, mientras que el símbolo tiene una estructura
expansiva, el signo posee una estructura fija. Otra explicación que nos permite
ampliar la perspectiva acerca de esta diferencia, es la expuesta por Pascual Buxó
en su volumen intitulado Las figuraciones del sentido. Ensayos sobre poética
semiológica, donde el autor atribuye al término semiótico el fenómeno de la
denotación y la connotación; el primer caso lo esquematiza con el esquema [A
implica a B], y el segundo con el esquema [A no implica a B], cuya significación
requiere de un contexto para poder ser comprendida. En otras palabras, el signo
como tal posee una implicación arbitraria y convencional entre el plano de la forma
y el plano del contenido, mientras que el signo connotado se da una relación a partir
de un rasgo significativo que a partir de un contexto es posible entender. Por otro
lado, el autor, atribuye al término semiológico una red que conecta el inconsciente
humano, por ende, resulta claro que en este lugar yace el símbolo. Por tanto, hemos
considerado las acciones sígnicas efectuadas por los animales como una alegoría
que representa un defecto a corregir en el comportamiento humano, bajo la
revelación de una moraleja. Por otro lado, estas acciones pueden mantener una
correlación con la simbología perteneciente a un animal en especial. Dado este
problema, diferenciaremos, cuando sea necesario, la presencia de lo simbólico de
la presencia sígnica ya sea denotada o connotada bajo los conceptos de “Eje
temático” y “Eje simbólico”.

En segundo lugar, es necesario mencionar que nos hemos ceñido a la convención


propuesta por Tzvetan Todorov, quien ubicó la fábula dentro del género de lo
maravilloso, donde el fenómeno que transgrede las leyes establecidas por el
conocimiento lógico del mundo, en este caso que los animales hablen y posean
características humanas, transcurre sin requerir explicación alguna, pues es parte
natural de la diégesis. Aclarados estos puntos, estamos listos para exponer nuestro
análisis.

[#2]: BREVE LÍNEA VITAL DE LA FÁBULA: DESDE SUS ANCESTROS HASTA


LA ACTUALIDAD.

Existe un número considerable de fuentes que tratan acerca de la historicidad


de la fábula y convienen en su origen griego, atribuyéndole a Esopo tal invención
en el siglo VII a. C. aproximadamente. Antes de aceptar tal convención, debemos
detenernos para reflexionar acerca los ancestros de este subgénero literario. En
primer lugar, debemos tomar en cuenta un primer punto, la narración es casi tan
antigua como el ser humano, de hecho, es una capacidad intrínseca de nuestra
especie, tal y como lo afirmó Alberto Paredes en su manual Las voces del relato.
Por tanto, los vestigios de la fábula se disolvieron en el viento junto con el soporte
oral que alguna vez los sostuvo, imaginemos al hombre de las cavernas, cuya
observación hacia los animales comenzó a construir nuestro imaginario ¿De dónde
nace la conocida astucia del zorro o el carácter traicionero de la culebra? De
ninguna parte sino de la observación, nos atrevemos a afirmar. La cultura obtuvo un
catalizador cuando el humano se hizo sedentario, justamente allí es donde se
encuentran los primeros vestigios concretos de este género textual, pues en el
oriente, se han encontrado tablillas donde ya los animales tienen un carácter
humanoide, con el objetivo de fungir como ejemplo. Por otro lado, en la tradición
hindú, podemos encontrar el “Panchatantra” cuya antigüedad nos transporta al siglo
III a. C, si bien, ninguno de estas narraciones son fábulas como tal, sí comparten
cierta genética, que permitió la evolución de ésta, tal cual la conocemos. Un ejemplo
lo podemos encontrar en el “Cuento V” del Panchatantra, donde un labrador se
encuentra una piel de tigre y decide disfrazar a su jumento, para que éste pueda
alimentarse libremente en el sembradío de sus vecinos, los cuales no osaban
dañarlo por miedo a su apariencia, el burro se termina delatando cuando entra en
celo y rebuzna en busca de una burra, viendo esto, los vecinos deciden matarlo.
Esta relación entre el disfraz y el autodelatamiento que alegoriza la desventaja
implícita en la vana apariencia, la podemos encontrar en la fábula esopiana “El asno
con piel de león” donde un burro se encuentra con la salea de un león, al cubrirse
con ella va asustando a todos, pero cuando éste asoma la oreja, su amo conoce la
treta y lo muele a palos, otra versión de esta misma fábula nos dice que el asno va
asustando a todos los animales en el monto, cosa que lo hace echar una carcajada,
viendo esto la zorra lo termina aniquilando. Esta continuidad en los ejes temáticos
y simbólicos se ha conservado desde Esopo hasta nuestros días, en este sentido,
la fábula es cercana a la lírica popular, cuyo dominio general hace que existan
diversas versiones de una sola canción. Esto lo podemos observar en el paso
histórico, estos ejes pasaron a la cultura latina con Horacio, el medievo y en el
renacimiento se retomaron los clásicos, donde las fábulas fueron ilustradas, esto
quizá facilitó su evolución mediática, por otro lado, a mediados del siglo XVII Jean
de la Fontaine también recuperó la tradición esopiana, dicho autor llegó a ser faro
para los fabulistas españoles. Por tanto, Félix María de Samaniego, autor del siglo
XVIII se ocupó de rescatar no sólo las fábulas lafontianas, pues de igual forma puso
énfasis en recuperar las esopianas. Si bien, las fábulas desde su origen han tenido
un carácter didáctico, las del siglo XVIII se caracterizan por enfatizar la moraleja
bajo el objetivo de corregir al espectador para el bien común de la ciudad. Esto
destaca aún más si tomamos en cuenta la distribución espacial de la sentencia en
las fábulas de Tomás de Iriarte, pues al ser colocada debajo del título resalta aún
más. Por último, en la actualidad, las fábulas han tomado varias vías de subsistencia
a través de un cambio estructural: a) La vereda clásica, en las que los autores siguen
esta línea evolutiva, mas ahora se han decantado por la prosa, bajo la
predisposición de que ésta es más sencilla de entender. Al igual que Iriarte, han
buscado la originalidad, además de involucrar nuevos elementos inanimados como
lo son las máquinas; b) La vereda mediática, donde lo único que se ha hecho es
animar las fábulas y subirlas a la red, es necesario aclarar que éstas retoman
principalmente a Esopo y a Samaniego, a diferencia de la primera vereda, no
poseen un rasgo de originalidad más que en el arte de la animación; c) La vereda
de los dibujos animados, aunque parezca contradictorio, este tipo de evolución se
dio antes que la segunda vereda, pues los dibujos animados datan desde el siglo
XX. Esta se caracteriza por rescatar los temas clásicos y reinventarlos bajo la
originalidad de una nueva trama, esto a través de la intertextualidad ya sea por la
vía del eje temático o por el eje simbólico.

[#3]: EJES TEMÁTICOS Y SIMBÓLICOS QUE ESBOZAN UNA LÍNEA ENTRE LA


FÁBULA LITERARIA DEL S.VIII, SUS ORÍGENES Y TRANSMUTACIÓN
MEDIÁTICA:

a) RELACIONES INTRATEXTUALES:
En la fábula I “El asno y el cerdo” es posible observar una relación intertextual
con “El asno y el caballo” pues prevalecen los tres elementos: 1) El ente
envidiado, el cerdo o el caballo, quienes permanecen ociosos y reciben
múltiples regalos; 2) El ser que envidia, en ambos casos el burro, quien
anhela ser como ellos, al contrastar su situación de trabajo excesivo y
maltratos; y 3) Causa mortal que establece la misma moraleja, valorar más
el arduo trabajo que la vida ociosa.
Por otro lado, si atendemos el símbolo del burro, podemos atisbar las
acepciones: ‘Tonto’, ‘Trabajo’ y ‘humildad'. Si bien, tanto la primera acepción
como la tercera, dejan una inferencia a la infravaloración de este animal, es
la segunda que contrasta con la ‘estulticia’ del cerdo, quien es tomado como
ser bajo y de muy poca sapiencia. En la segunda fábula es posible observar
el contraste de la ‘humildad’ propia del asno con la ‘nobleza y gallardía’ del
caballo, elementos que lo hacen marchar a la guerra.
Como pudimos ver, esta relación se dio a través de los dos ejes. Mientras
que el eje temático ancla las dos fábulas escritas por el mismo autor a través
del uso de la misma alegoría, construida por dos variantes, el eje simbólico
da continuidad al conocimiento del mundo.
b) RELACIONES INTERTEXTUALES E INTERMEDIALES:
Para este caso, tenemos una fábula que evolucionó de tal forma que pasó
de la tematización intertextual a la intermedialidad, pues la línea enlaza a
varios autores hasta llegar a la construcción de una nueva entidad mediática.
La primera es la fábula de “La cigarra y la hormiga” donde podemos atisbar
con claridad los puntos tocados por esta línea evolutiva: en primer lugar, pasa
por Esopo con “La hormiga y el escarabajo”, en segundo pasa por
“Lafontaine” quien decide cambiar al escarabajo por la cigarra, hecho que
abre paso al tercero por Samaniego, quien conserva tanto el tema como los
entes constitutivos, por último, esta línea temática intertextual se transforma
en intermedial, pues pasa del soporte escrito u oral al audiovisual por medio
del entramado de imágenes secuenciales y la voz con la película Bichos: Una
aventura en miniatura, de Disney Pixar estrenada en 1998. Reflexionemos
un poco más acerca de este punto, ¿Cómo es que la fábula pasó de un
soporte a otro? Bueno, ya habíamos mencionado en líneas anteriores que ya
desde el Renacimiento estos textos eran ilustrados, hecho que continuó
hasta la actualidad, por otro lado, a mediados del S.XX la animación se hizo
posible y adquirió popularidad. Un ejemplo claro lo podemos encontrar en la
animación “Tortoise beats hare” de Warner Brothers realizada en 1943,
donde Bugs Bunny compite en una carrera con Cecil la tortuga, de esta
manera se reproduce la clásica fábula esopiana “La liebre y la tortuga”. Cabe
mencionar que Cecil es el único personaje que ha vencido al Bugs, en sus
otras apariciones, estos dos personajes compiten por alguna cosa y la tortuga
resulta ser vencedora, esto último demuestra cómo un tema es reinventado
en la cultura para las masas.
De vuelta a nuestro análisis podemos observar cómo uno de los elementos,
en este caso el escarabajo, varió desde Esopo a Lafontaine, misma que se
conservó en las fábulas de Samaniego, para el paso hacia la película de
Dinsey Pixar, observamos un cambio más, la cigarra cambia a saltamontes.
Por otra parte, también el sistema alegórico cambia en la película, pues esta
marca el rumbo a la enseñanza de la dignidad y no tanto el enaltecimiento
del trabajo como lo enunciaron las fábulas desde Esopo. De esta forma, es
posible observar la reinvención que habíamos mencionado. Como se puede
observar en esta fábula prevalecen tanto los símbolos como la tematización.
En el primero, la hormiga como ‘trabajo’ y el escarabajo, bajo la acepción de
‘procrastinación’, en el filme, los saltamontes también conservaron dicha
acepción, no obstante, se le suma una más ‘el abuso’. Y en el segundo, la
tematización muta algunos matices en cuanto a la intencionalidad alegórica.

CONCLUSIONES:
Como se pudo observar a lo largo del presente ensayo, la línea evolutiva de
la fábula se mantuvo más o menos continua desde su origen esopiano hasta
su reconfiguración para la cultura de masas. Esto a través de la trayectoria
marcada por sus dos ejes: el temático y el simbólico. Por último, nos gustaría
dejar abierta una última pregunta ¿Este paso también pudo haber tenido otra
vía? Nos referimos al eje comparativo entre la comedia como elemento
dogmático con el carácter propio de la fábula, si fuera así, entonces no sería
extraño que la caricatura cuya intencionalidad va más hacia la comedia y la
fábula hacia lo dogmático, se hayan encontrado en algún punto hasta derivar
en lo que ahora conocemos como dibujo animado.

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