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Mímesis de Auerbach.

La cicatriz de Ulises / Adán y Eva

Los capítulos I y VII de la obra del filólogo y crítico alemán Erich Auerbach corresponden
respectivamente al análisis del estilo homérico en la Odisea, por lo que se titula La cicatriz de
Ulises; y al análisis de una parte del diálogo de un auto sacramental navideño francés del siglo
XII, el Mystère d’Adan, por lo que se titula Adán y Eva. Lo más interesante de estas piezas
recae en las diferentes maneras con las que el autor desentraña los aspectos más relevantes
de cada obra. En el caso del capítulo Ulises, Auerbach compone un contraste bien guiado entre
este “estilo homérico” en una de las obras mayores del poeta griego y la historia de Abraham y
su hijo Isaac en el libro Génesis del Antiguo Testamento.

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A través de la comparación, van saltando a la vista detalles de cada estilo. Debo acotar algunos
de los más relevantes y es que este proceso va revelando que la travesía de mano de Homero,
si bien es rica en acontecimientos y sobre todo en detalle, llega ser plana en comparación a la
bíblica, el concepto de “trasfondo” es tocado por Auerbach como uno ausente en Homero,
pero más bien de enorme importancia en el Antiguo Testamento. Homero no trabaja en
proyecciones tampoco, aun cuando la historia requiere un regreso al pasado como en la
escena narrada inicialmente entre Ulises y Euriclea, quien nota la identidad del mismo por la
cicatriz de la pierna, este pasado es retratado como presente, en un solo plano, dejando de
lado al anterior presente. En esto, la historia bíblica difiere ampliamente, en ella es necesario
la construcción de planos y de personajes que se trasladen a través de ellos mientras
evolucionan, algo que en los personajes homéricos es casi nulo.

Hay aquí una conexión con el objetivo de cada texto y es que en un pasaje Auerbach habla de
cómo la historia bíblica quiere ser la que promulgue una verdad única y absoluta, no se trata,
como en la tragedia griega, de contar una historia conmovedora que entretendrá o hará sufrir
por un par de horas; sino de relatar hechos a los que la audiencia debe someterse como si
fuesen los únicos reales. Auerbach menciona en alguna parte que mientras los asuntos
concernientes a Homero se acercan a lo legendario, los bíblicos más bien a lo histórico. No hay
una jerarquía resultante de estas diferencias, pues ambos textos siguen cursos diferentes, de
ahí que otras diferencias lo evidencien: lo realista vs lo sublime o el efecto retardador
homérico a base de vividas descripciones vs el ocultamiento bíblico. Pero creo que la
diferencia que mejor sintetiza todas las demás es la que se resume en la siguiente línea: “Se
puede analizar a Homero (…), pero no se lo puede interpretar”, esto me lleva a pensar si
entonces la Biblia está más abierta a la interpretación que muchos otros textos literarios, y de
ser así, ¿Cómo aseguramos que el discurso interpretativo tradicional es el correcto? ¿Es el
único?

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