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Nuevas precisiones
sobre la Biblia
Latinoamericana
Tomado de http://feyrazon.org/
Entre los intentos científicos – pastoral – culturales de este tipo, a los que se pasa revista,
se publica una reseña de R. García Monge titulada: “La Bibbia Pastorale Latinoamericana”.
Dado que las apreciaciones vertidas por el autor parecen pecar por demasiado simplismo
y adhesión entusiasta, a una edición tan exitosa[2] como problemática, y, para no dejar un
trabajo a medias[3], hemos sentido la urgencia de ofrecer a los lectores algunas aclaraciones,
en el orden histórico de los acontecimientos, a que se refiere García Monge, a la traducción y
comentarios de esta singular propuesta bíblico – pastoral.
García Monge da cuenta de que esta versión de la Biblia, si bien es “la más usada”, ha sido
también “objeto de un largo debate”[4]. Observa igualmente que se ha ido realizando un
trabajo permanente de corrección y actualización al respecto, “de modo que podemos decir que
las últimas versiones no pueden ser objeto de las mismas críticas, sea de las bienintencionadas,
sea de las malintencionadas, a que fue sometida acto seguido de su primera edición”[5].
Si esto es así, no se puede comprender la actitud del autor, que sin matiz alguno
descalificará las serias llamadas de atención que hiciera el episcopado argentino[6] con ocasión
de múltiples errores, ambigüedades y contradicciones internas, que ostentaban las primeras
ediciones, no, ciertamente a causa de los que lleva consigo todo intento primerizo, sino por el
apresuramiento y poca coordinación que se puede apreciar en el equipo de editores.
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La caída del muro de Berlín, con la consiguiente disolución de los bloques marxistas más en
vista, trajo consigo, en esta presentación “latinoamericana” la desaparición de más de un
coqueteo con la ideología marxista, imperante por aquellas décadas (60 – 70) en más de un
ámbito eclesial. Pero, el hecho es que ya entonces era posible percibir el espejismo colosal con
que masas de sacerdotes y enfervorecidas juventudes juraban, tan resuelta como
equivocadamente, por el “Che Guevara” y sostenían con enorme aplomo que, quien no estaba
con Marx, “había perdido el tren de la historia”.
Por lo mismo, no podemos admitir el primero de los apartados con que García Monge
articula su enfoque: “Bajo la inspiración del Concilio”[7].
Así fue cómo, en la Parroquia Universitaria de Montevideo (hoy desaparecida), con toda
naturalidad y durante la celebración de la Eucaristía, se llegó a leer el periódico del día junto con
las lecturas bíblicas, bajo el especioso argumento de que “Dios habla también a través de los
hechos”.
Claro que sí, es factible aclarar, pero...¿de la misma manera? ¿bajo igual influjo inspirador
del Espíritu Santo? Y...¿cuando esos “acontecimientos” iban derechamente contra explícitas
indicaciones del magisterio auténtico del Papa?
Así, por ejemplo, ilustres jesuitas uruguayos indujeron a los estudiantes de sus selectísimos
colegios a enrolarse en las filas tupamaras, contraviniendo el expreso aviso de Pablo VI en
Medellín contra la violencia.
En oposición a toda interpretación sensata del Vaticano II, son conocidos los malabarismos
de G. Gutiérrez, por nivelar la historia de la salvación con la historia común de la humanidad[10].
Allí, se opone abiertamente a GS 39, que distingue “cuidadosamente progreso temporal y
crecimiento del reino”[11].
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Como explicaba acertadamente H. De Lubac: una concepción tan amplia, que coloca “en el
mismo plano” al que se prepara y aquello a lo se prepara, corre el riesgo de “confundir la
búsqueda del hombre con el don de Dios, las preparaciones lejanas con la llamada directa, la
influencia difusa y la intervención decisiva, etc.; en breve, de anegar el gran eje de la revelación
histórica en un evolucionismo amorfo”[12].
Entre las características propias de esta “edición pastoral” de los libros sagrados, resaltadas
por García Monge, se encuentra: “una simplificación del lenguaje”.
Así, San Pablo reconoce que se vio obligado a “dar leche y no alimento sólido” a sus
corintios “carnales como niños en Cristo” ( I Cor 3, 1 – 2). Pero no menos justamente se queja el
autor de Hebreos: “el que se alimenta de leche no puede entender la doctrina de la justicia,
porque no es más que un niño. El alimento sólido es propio de los adultos, de aquellos que por
la práctica tienen la sensibilidad adiestrada para discernir entre el bien y el mal. Por eso, dejando
a un lado la enseñanza elemental sobre Cristo, vayamos a lo más perfecto, sin volver otra vez
sobre verdades fundamentales...” (Hebr 5, 13 – 6, 1).
Jesús, con sus parábolas, se acomodó al ambiente rural y pastoril de su región, pero no
quiso dar “pan comido”. Dejaba lugar para indagar y seguir preguntando. “A Ustedes (que piden
explicaciones) se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera,
todo es parábola” (Mc 4, 11). ”No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos,
en privado, les explicaba todo” (ibid. v. 34)
A causa de este simplismo en una sola dirección (adaptar, unificar por lo bajo), surgieron justas
críticas, sobre todo de L. Alonso Schökel, experto y eximio traductor de la Biblia al castellano[13].
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Con enorme sentido común, reflexionaba el exegeta español de la siguiente manera: “El
problema es la idea que nos hacemos del pueblo como destinatario, oyente o lector. Para que
el pueblo entienda debemos reducir el vocabulario, debemos simplificar el estilo, debemos
desvigorizar las imágenes, debemos desdoblar lo conciso...¿Son legítimos sin más estos
postulados? ¿Hacen justicia al sentir popular? “[14].
Sería necesario reproducir todo su apartado “Lo popular: reflexiones y ejemplos”, para
alejarnos de simplismos mil, que corren sobre el particular. Elegimos algunas luminosas pistas:
”No hemos de hacer ofensa al pueblo rebajando su capacidad de comprensión. Wonderly
distingue correctamente entre el vocabulario activo, que uno utiliza, y el pasivo, que uno
entiende, aunque no emplee; la misma distinción se podría extender a muchos recursos de
estilo”[15].
“Por otra parte, la posibilidad de ser entendido a la primera y sin esfuerzo, con ser muy
valiosa, quizá no lo sea todo; también tienen sus derechos la expresividad, el vigor, la fuerza de
sugestión, el ritmo, el aliento poético. Valores que no son puramente formales y que la
traducción «a nivel original» quiere recrear con los recursos disponibles de la propia lengua”[16].
El incisivo estudio de Alonso Schökel tiene muy en cuenta, justamente y para cribar sus
deficiencias, la primera edición de la Biblia Latinoamericana.
Posteriores presentaciones han aceptado las observaciones, pero no del todo en algunos
casos.
Por ejemplo: el Sal. 127 (126) 4 es traducido así por la Biblia Latinoamericana: “Feliz el
hombre que con tales flechas ha llenado su caja”.
Por evitar el vocablo “culto”: “aljaba” o “carcaj”, se cae en el término ramplón: “caja”,
sacrificando un rasgo descriptivo con el fin de volver inmediatamente asequible el texto[17].
5
Fuera de muchas torpezas, anotadas por Alonso Schökel, en las que no nos
detendremos[18], hay un detalle, que cambia bastante el sentido[19]. En efecto, el texto hebreo
expresa que los falsos profetas; qiddeshu ‘alaw milhama, que significa: “Le declaran la guerra
santa”. En la traducción “popular”: “anuncian la guerra”, puede entenderse de la natural inquina
que cualquier adversario experimenta hacia su contrincante. En cambio, la situación encarada
por Miqueas es más grave: “El falso profeta invoca la guerra santa, fulminando en nombre de
Dios el que no paga”[20]. “El pueblo – anota Alonso Schökel – no entiende hoy lo que es la guerra
santa; por eso una traducción (la “latinoamericana”) sacrifica ese dato del texto original”[21].
Sólo que, justamente para tales casos, está el aparato de notas aclaratorias, evitado aquí por el
equipo editor de esta Biblia.
IV – La traducción
García Monge se muestra aquí más ecuánime, temperando sus entusiasmos con la cruda
realidad, cuestionada aún por los más resueltos apologistas de esta Biblia “popular y pastoral”.
Avisa, en efecto, que “no es una obra de «primera mano» ni corresponde a un proyecto
definitivo de traducción en el que los criterios hayan sido discutidos y asimilados por un grupo
de expertos”[22].
El propio Beltrán Villegas (de quien toma sus datos al respecto García Monge)[23] se
muestra muy renuente frente a numerosos pasajes traducidos con muy poco cuidado.
“La calidad lingüística de esta traducción – afirma – es dispar, como tenía que resultar de
un trabajo colectivo llevado adelante con criterios puramente pragmáticos. En efecto, detrás del
esfuerzo por llegar a una lengua inteligible para el pueblo de A. L., no hay en esta versión un
estudio teórico comparable al que sustenta la versión «Dios llega al hombre», basada en última
instancia en los trabajos importantes de E. Nida. La versión que nos ocupa está hecha «a ojo de
buen cubero»”[24].
Villegas notifica que se ha tratado de evitar palabras poco usuales como “monte” o
“montaña”, acudiendo en su lugar a “cerro”, “loma”. [25]
Pero, el mismo autor avisa que “pronto aparecen palabras poco usuales como “mancillar”,
“condonar”, “faz”. Dato que, una vez más, comprueba la poquísima coordinación y revisión final
que ha existido en el equipo responsable[26] .
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El mismo crítico llama la atención sobre “construcciones bastante violentas y forzadas”,
sobre todo en los Salmos[27].
En cuanto a la “fidelidad” al texto original, sostiene Villegas que no la hay con demasiada
frecuencia. “Lo primero que llama la atención es que no ha habido un esfuerzo por homologar
la manera de traducir una misma palabra o una misma expresión en diferentes lugares. Un caso,
sin duda extremo, lo tenemos en el Salmo 42 – 43 (41 – 42), donde el estribillo es traducido,
cuando aparece por tercera vez, de un modo diferente que en los dos primeros casos”[28].
Concluye el biblista chileno: “Es tan grande el «amateurismo» con que está preparada esta
traducción, que no se la puede considerar como un instrumento fiable para la comprensión del
sentido genuino de la Palabra de Dios”[30]. ¡NADA MENOS! Y, conste que semejante cañonazo
proviene de un “defensor” convencido de esta faena “pastoral”. Da casi la impresión de que los
propulsores de la empresa podrían pedirle a su “panegirista”: “¡Por favor! ¡No nos quieras
tanto!”
Lo expuesto nos ahorrará mayores réplicas respecto a los ligeros comentarios de García
Monge: “Un castellano mejor habría contribuido a promover la alfabetización del continente. En
primer lugar conviene decir que ni siquiera la lengua originaria de la Biblia es siempre elevada
(el evangelio de Marcos, por ejemplo, no habría sido admitido en ninguna antología de textos
griegos), y además ella apunta al crecimiento de la fe y no simplemente a la instrucción y al
aprendizaje del lenguaje”[31].
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Simplemente, es posible hacer notar que el argumento no justifica el que se rebaje a todos
los autores al mismo nivel. Por lo cual, no se ha de echar en saco roto, la justa advertencia de L.
Alonso Schökel: “La mayoría de los textos bíblicos fueron compuestos y declamados para el
pueblo o rezados por él...No faltan mensajes proféticos dirigidos al rey, a los ministros o a un
personaje en particular: es decir, a personas de mayor cultura. En un mismo profeta, pongamos
por caso Jeremías, no apreciamos diferencia de estilo entre los oráculos dirigidos a los reyes y
los dirigidos al pueblo. Es probable que algunos dirigidos a personas influyentes o de gobierno
corriesen pronto entre el pueblo. Las diferencias de estilo se aprecian más bien entre diversos
autores.
Por consiguiente, nada que objetar al talante llano y poco culto de Marcos, pero
respetemos igualmente otros tonos más sublimes, igualmente orientados al pueblo.
V – Tipos de letra
B. Villegas apunta a una razón, que, bajo cierto punto de vista, podría
Por ejemplo, se ha optado por unos tipos para indicar el origen de lo que se lee en distintas
tradiciones, situadas en tiempos y con teologías diferentes (no contradictorias: yahwista,
elohista, etc.). Pero en el uso, según Villegas, “no hay suficiente claridad de razones ni
coherencia. Por ejemplo, la letra cursiva se usa en Génesis y Exodo para imprimir los textos
sacerdotales, mientras que en Números se la usa para imprimir los textos antiguos pre-
sacerdotales....en otros libros en que también hay estratos más o menos antiguos, como Lev,
Jos, y Jue, no se hace ninguna distinción de tipos, sino que todo se imprime en escritura
recta...En resumen, hay en esto una anarquía que, lejos de contribuir a la claridad, engendra
confusión y descontento”[33].
Pero, además de estas, posiblemente aceptables razones (aunque ejecutadas con tales
desprolijidades), se dan otras motivaciones para justificar la diferencia de tipografía, que,
sinceramente, no convencen para nada:
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“Estas añadiduras, que imprimimos en letra cursiva, muchas veces no tienen interés para
nosotros”[34].
Hay otros muchos “justificativos “ para el diferente tipo de letra (esto parece “irreal y
aburrido”[35]. “Los capítulos presentes nos cansan”[36]).
VI – La acogida
Pese a los gravísimos reparos que dirigió Villegas a la traducción (espina dorsal y primigenia
de toda adaptación de la Palabra de Dios a diferentes épocas y culturas), encontraremos en su
apreciación loas no pequeñas a otros aspectos.
Así, por ejemplo: “Es evidente que una edición bíblica como la que comentamos, con un
programa explícitamente actualizante, tiene por definición un plazo de «vida hábil» bastante
limitado: el reloj de la historia no se detiene jamás y trae siempre nuevas situaciones que
constituyen nuevos desafíos que la fe tiene que asumir de maneras también nuevas. Pero si sólo
debieran hacerse en la Iglesia obras que desafían el tiempo – «monumentum aere prennius (sic:
en lugar de: perennius) - , sería bien poco lo que podría hacerse...los exegetas de profesión,
dedicados a la exposición rigurosamente histórica del texto bíblico, sabemos que la validez de
nuestras contribuciones se mide en pocos decenios: «si autem in potentatibus, octoginta
anni»”[38].
Además, ya en la época en que empezó a circular esta peculiar propuesta bíblica, muchos
se percataron de sus serias lagunas, cuando no venenos, que iban enlazados con su buena
intención de “abajarse al pueblo”. Más de uno alertó que “latet anguis in herba” (= se esconde
una víbora en la hierba)[39].
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Por otra parte, a nadie se le oculta la selva de posturas exegéticas, que se disputan el
mercado. De modo que hay que ser muy cauto a la hora de proponer una interpretación. Los
criterios nunca podrán ser: lo que cause mayor impresión, aquello que esté de moda, acentuar
sólo un aspecto, para congraciarse con una ideología, que podrá ser multitudinaria, aunque
también profundamente errónea.
Así fue cómo muchos obispos argentinos y los consultores de que se valieron se creyeron
en la obligación, no menos “pastoral” de ofrecer un cuadernillo correctivo a más de una nota
confusa, cuando no equivocada, de las primeras publicaciones de la Biblia Latinoamericana.
De modo que no podemos estar de acuerdo con la apreciación de Villegas, que acabamos
de copiar ni en los juicios que ofrece hacia el final de su exposición: “En esto (aparataje de notas
y comentarios) el balance es decididamente positivo”[40].
Por otro lado, el “exegeta católico”, jamás tendrá que olvidar su teología y la “analogía
fidei” en el ejercicio de su sublime oficio. Ahora bien, escribiendo Villegas su conferencia en 1977
(y publicándola en el 79 en italiano), tenía la oportunidad de haber leído en la edición del 76,
estas gruesas desviaciones dogmáticas en los cometarios de esta Biblia:
“No cabe lugar para dos padres (respecto a Jesús), porque Jesús, que nace de María como
persona humana, es el Hijo Único del Padre, nacido de Dios desde la eternidad”[41].
“El día en que (Jesús) resucite de entre los muertos, su persona humana será renovada,
ampliada, llena de energías diversas”[42].
En modo alguno nos parece que se pueda ser tan optimista, y abstracto, sin entrar a mayores
análisis, como se muestra Villegas en este apartado, que parece no profundizó tanto como lo
hizo en sus lúcidas advertencias en el orden d e la traducción.
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En cuanto a García Monge, opinamos que pinta el panorama con demasiados colores “róseos”,
cuando sentencia: “Acercando el lenguaje bíblico a la gran masa creyente, la palabra de Dios
dejó de ser un «ladrillo» sacro – pero incomprensible – para transformarse en un interlocutor
de personas y comunidades que buscaban a Dios en la vida”[44].
El hecho es que,...si “acercaron el lenguaje bíblico” con las serias carencias que en la traducción
encontraron Villegas y Alonso Schökel y si las notas y comentarios adolecen de serios
inconvenientes, como ya se ha adelantado y se seguirá comprobando en adelante, no ha sido
un muy buen servicio allanarlo todo, sin respetar legítimas alturas y peculiaridades propias de
la divina revelación.
Llegando a la evaluación de los rechazos que despertó la adaptación de la Biblia que nos ocupa,
se empeña García Monge en desacreditar sobre todo y exclusivamente las preocupaciones del
Episcopado argentino.
Notifica García Monge, que en 1976, por medio de una intensa campaña de prensa, apoyada
por algunos obispos, fue definida «Biblia apócrifa». «satánica», sacrílega y mortífera», que
«exalta el comunismo»”[45].
Dado que (como aclaramos en la nota anterior) no acertamos a ubicar la fuente de datos, de
que dispone García Monge, fuimos a preguntar al Card. Raúl F. Primatesta, que, por aquellas
épocas, era el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.
Nos respondió que nunca había escuchado que se hubieran aplicado semejantes epítetos a la
Biblia Latinoamericana por parte de algún obispo y que incumbía al autor que los esgrimía
sustentar más concretamente (obra, autor, fecha, página) acusaciones tan enormes, por lo
demás demasiado genéricas[46].
El Sr. Cardenal no tiene noción de presión alguna por parte de las fuerzas armadas en este
asunto, que fue de carácter intraeclesial, con repercusión, claro está, en el ámbito público.
García Monge, sin el más mínimo esfuerzo por interiorizarse de las serias advertencias (la
mayoría aceptadas en ulteriores ediciones de la misma “Latinoamericana”), formuladas por el
Episcopado argentino, limitándose a indicar en nota[47], otro sitio web, de este modo: “Es
posible encontrar el texto de la Declaración y de la introducción al suplemento en...(sigue la
sigla)”.
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Pero, para nada advierte a los lectores, que no se encuentran allí las numerosas notas y
correctivos, que abarcan 66 páginas.
García Monge, como queda dicho, no se tomó el trabajo de confrontar las más que serias
advertencias, contenidas en el “Suplemento obligatorio”, aconsejado por la Conferencia
Episcopal Argentina.
Seleccionamos algunos ejemplos (que han sido eliminados o leve pero certeramente corregidos
en últimas publicaciones de esta Biblia).
En la Introducción a Ezequiel[48], proponían: “Tal vez deberíamos juzgar con el mismo criterio
(defendiendo las críticas de Ezequiel contra Israel) a los que ahora denuncian la cobardía o la
falsedad o la corrupción a cualquier nivel de la sociedad eclesiástica”.
En 1995 suavizarán: “Una palabra que nos obliga a ser muy exigentes con la iglesia, en la misma
medida en que la queremos y nos sentimos parte de ella”[49].
En la Introducción a Isaías[50], sugerían: “En realidad, como Isaías se lo echará en cara, «todo
esto no es más que mandatos de hombres, religión aprendida que no brota del corazón». Hay
iglesias llenas, procesiones concurridas, estatuas doradas y un clero poderoso, pero detrás de
esa fachada, ninguna vida, y bastaría un empujón para echar abajo la religión oficial”.
Muy atinadamente había observado el “Suplemento”: se trata de una frase confusa. “No se sabe
si está hablando de la religión de Israel o de la Iglesia. Parece que el autor quiere hablar de la
Iglesia, ya que los judíos no tenían estatuas doradas. En ese caso, no se puede decir que «basta
un empujón para echar abajo la religión oficial», ya que Jesús prometió para su Iglesia que «las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 18)”[51].
“Las procesiones son concurridas, y el clero, poderoso, pero detrás de esa fachada, ninguna vida,
y bastaría con la hostilidad del poder para echar abajo la religión oficial (2 R 21)”.
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El lector avisado podrá comparar las dos propuestas y comprobará hasta qué punto los cambios
(bienvenidos) han obedecido a las más que justas observaciones del “Suplemento”. La añadidura
de la cita “(2 R 21)” delimita la situación (sin vaguedades extensibles a la Iglesia de Cristo) al
antiguo pueblo de Israel.
Pero, además, como anotaba también el “Suplemento”[52], “no se puede decir que «las Iglesias
llenas, procesiones concurridas y estatuas doradas» sean una fachada solamente y que detrás
de ellas no hay «ninguna vida». Esto es un prejuicio gratuito. En la Iglesia hay pecados que deben
ser corregidos. Y el culto, los actos litúrgicos y religiosos deben permanentemente purificarse
de las exageraciones en las que los hombres caen... Pero no podemos olvidar que la fe necesita
expresarse a través de símbolos y manifestaciones exteriores, públicas y privadas. Ni olvidar que
«las procesiones y estatuas» han ayudado y ayudan a mucha gente a vivir su fe, a expresarla y a
alimentarla en la oración”.
La Introd. al Cantar de los Cantares[53] traía esta postura: “En el Cantar, ni siquiera se nombra
a Dios, siendo que, en los demás libros de la Biblia se habla de él a cada momento, tanto para
bendecir como para maldecir. Pero el Cantar es un canto de amor apasionado. ¿No será ésta
una manera de hablar de Dios? Los enamorados, ¿no consideran el amor como algo
divino?...También habla para cualquiera que descubre y busca el amor. Que al entregarse a su
novia o a su esposa, experimente junto a ella un «amor divino» que sólo es capaz de llenar una
vida”.
Con total sentido “pastoral” reclamó el “Suplemento”: “El resumen de toda la Ley es el amor
(Rom 13, 10). Pero como por desgracia el concepto de lo que significa el amor ha sido muy
manoseado en los últimos tiempos, es necesario ser claro cuando se habla de él. Y no prestarse
a equívocos”[54].
A Gén 17, 9 – 27 adosaban esta pregunta: “¿De qué nos sirve haber sido bautizados, si no
tenemos el espíritu de Cristo?”[55].
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Comentando Gal 5, 1 – 12[57] exponen lo que sigue: “...lo importante es que nos acerquemos a
él (Cristo muerto y resucitado); así, pues, al dar primacía a un rito, ya sea la circuncisión de los
judíos, u otros ritos y ceremonias del tiempo actual, se desvirtuaría la única fuente de nuestra
salvación”.
Sanamente acotaba el “Suplemento”: “La Iglesia enseña que no es la fe sola la que nos salva,
sino que los sacramentos son necesarios para darnos la fe y alimentarla constantemente. Por
tanto no podemos oponer la fe y los sacramentos. Ambos se relacionan y condicionan
mutuamente”[58].
En igual sentido, respecto a Col 2, 11 - 15[59] aventuran esta consideración: “Hoy tenemos en
América un 90 por 100 de bautizados; pero, de hecho, el bautismo no cambia cosa alguna en su
vida. El cristiano, por regla general, no pertenece a ninguna comunidad renovadora. Le hace
falta todavía despertar, el cambio profundo: fue bautizado, pero no resucitó”
El “Suplemento” equilibra estas demasías: “Aun admitiendo que muchos cristianos no viven
plenamente como verdaderos discípulos de Cristo, es exagerado decir que no han resucitado,
véase Rom 6, 2 – 14: por el Bautismo morimos al pecado para resucitar a la vida nueva. Por ello,
más que negar la vida nueva que tienen los bautizados, es importante insistir en que los
cristianos no desmientan con sus actitudes la Vida que han recibido con dicho sacramento”[60].
Acotaba con mayor adecuación a textos y contextos el “Suplemento”: “Si leemos I Reyes 16, 29
– 17, 1 y 18, 17 – 18, vemos que Yavé envía una gran sequía a Samaría porque Ajab abandonó a
Yavé y se puso a servir al dios Baal. O sea, que no es verdad que «Yavé no condenó a Ajab cuando
servía a los falsos dioses». Dios condena a Ajab por su idolatría y también por su falta de justicia.
No podemos oponer ambas condenas”[62].
Otro apunte, que acentúa desmedidamente lo temporal, puede leerse en esta interpretación de
Ex 16[63]: “En el desierto, Dios da el pan antes de comunicar sus leyes, Lo mismo ahora, no se
puede hablar de honor, dignidad y moral a poblaciones que no saben cómo solucionar el
problema de la comida. Por lo tanto, Dios está comprometido a ayudar a los que por su actuación
valiente y atrevida procuran crear y distribuir entre todos los bienes materiales que necesitan”.
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“Suplemento”: “Si se matizara un poco más la frase, diría una gran verdad. No es cierto que «no
se puede hablar de honor, dignidad y moral a poblaciones que no saben cómo solucionar el
problema de la comida». Pero es cierto que las condiciones inhumanas de vida obstaculizan
seriamente en general, el acceso a niveles superiores de dignidad moral.
Sin embargo, hay casos en que pasar por una gran penuria o dificultad ha ayudado a un
crecimiento humano o a un crecimiento en la fe. Así le ocurrió al pueblo de Israel; el destierro
en Babilonia o la persecución desatada por los helenistas, sirvieron para que el pueblo judío
profundizara y perfeccionada su fe ( ver Daniel 9, 4 . 19 o Nehemías 1, 5 – 7). Y en una época de
martirio, como fue la de los Macabeos, es cuando se le revela al pueblo la verdad sobre la
resurrección de los muertos (ver 2 Mac 7, 9; Dan 12, 1 – 3).
Y la simple abundancia de «bienes materiales» no trae una mejoría en la moral del pueblo. Por
el contrario, en épocas de abundancia suele reinar la inmoralidad. En la Biblia encontramos
muchos ejemplos al respecto. Por eso es que la verdadera promoción humana no se queda en
una simple promoción material”[64].
A 25 años de aquellas más que justas llamadas al orden, se puede comprobar lo afirmado desde
la Biblia en la Europa opulenta del presente. España e Italia, que enviaban oleadas y oleadas de
obreros y familias a la potente Alemania, no envidian ahora los adelantos que veían en el
extranjero. Nadan en la abundancia, comparando con aquellas décadas del 60 – 70. Pero...la fe,
que de ellos recibimos en Iberoamérica, va menguando en forma alarmante. Están dudando si
colocar o no entre los fundamentos de Europa el innegable legado cristiano.
Por otro lado, el Evangelio mismo comprueba que es falso de toda falsedad el engañoso slogan:
“No se puede hablar de Dios a estómagos vacíos”. El mismo Jesús llenó las ansias estomacales
de la turba, que lo seguía en el desierto, pero se quejó de que lo siguieran sólo porque “habían
comido hasta saciarse” (Jn 6, 26). Lo cual los cerró a la revelación sublime que les presentaría en
el Discurso sobre el “pan de vida”.
La Int. al Eclesiastés[65] ofrece este panorama: “En aquel tiempo la gente piadosa afirmaba que
Dios recompensa al bueno y castiga al malo en la vida presente. Esto lo niega el Eclesiastés,
apoyándose en los hechos. Lo mismo ahora, pensemos en algunas afirmaciones satisfactorias y
tranquilizadoras para el creyente, pero que no son evidentes para quien examina con honradez
la realidad: por ejemplo, se dice que los que creen y reciben los sacramentos son mejores que
los demás, o que la Iglesia tiene la solución de los problemas sociales, o que todos los hombres
sinceros deben reconocer la verdad del cristianismo... El Eclesiastés piensa que el hombre
religioso debe reconocer las dificultades inherentes a su misión del mundo (sic) y creer sin ver”.
Ponía los puntos sobre la íes el “Suplemento”: “Conviene aclarar que en el Antiguo testamento
Dios va mostrando progresivamente cuáles son las respuestas a los grandes interrogantes que
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el hombre se formula. Y en esa progresiva revelación, el Eclesiastés es un libro en el que no se
encuentra solución a muchas de las preguntas formuladas. Recién en los últimos libros del
Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento habrá respuestas más plenas. Así, por ejemplo,
en el tema de la recompensa del bueno y del castigo al malo, sólo en los últimos libros del
Antiguo Testamento aparecerá la idea de una «vida eterna». Y Jesús explicará, en múltiples
ocasiones, cómo será el juicio final en el que Dios va a separar a los buenos de los malos: ver Mt
25, 32 – 46.
Con respecto a la adaptación que el autor hace del Eclesiastés a la actualidad debemos
aclarar algunas afirmaciones. Parece querer decir que el creyente no “examina con honradez la
realidad” y que sólo quien no cree lo hace. Esta afirmación es inaceptable. El que tiene fe y
examina con honradez la realidad, ve las cosas desde un ángulo distinto del no creyente. La fe
le da la luz para ver la mano de Dios obrando en nuestro mundo, aun cuando sigamos«sufriendo
dolores de parto» (ver Rom 8, 22 – 39).
Además, aunque la fe no sea evidente para todos, aunque la Iglesia no tenga la solución de
los problemas sociales, aunque muchos cristianos no sean mejores que otros hombres, sin
embargo la Iglesia sigue siendo el signo de la salvación de Cristo ofrecida a todos los hombres,
no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que lo
confesará en verdad y le sirviera, santamente...Dios formó una congregación de quienes,
creyendo, ven en Jesús al autor de la salvación y el principio de la unidad y de la paz, y la
constituyó Iglesia a fin de que fuera para todos y cada uno el sacramento visible de esta unidad
salutífera...Caminando, pues, la Iglesia en medio de tentaciones y tribulaciones, se ve confortada
con el poder de la gracia de Dios, que le ha sido prometida para que no desfallezca de la fidelidad
perfecta por la debilidad de la carne; antes bien, persevere como esposa digna de su Señor y,
bajo la acción del Espíritu Santo, no cese de renovarse hasta que por la cruz llegue a aquella luz
que no conoce ocaso” (Lumen Gentium n° 9) “.
Con fuerte dejo “chauvinista” nos enteramos de que “Este trozo (Is 18 – 25) podría titularse:
América Latina explotada”[66].
Muy sensatamente acotaba el “Suplemento”: “En este comentario conviene aclarar que,
por una parte, la situación denunciada por Isaías también podría aplicarse a muchas otras
regiones y países: en Africa, Asia, Oceanía, sur de Italia, Irlanda, etc., donde también se dan
realidades de injusticia, opresión y violencia.
Y, por otra parte, no podría aplicarse a ninguna de esas regiones o países, no por tanto
tampoco a América Latina, ya que el pueblo de Israel era el pueblo «elegido» por Dios, con quien
había hecho la Alianza. Y ese privilegio no lo tiene ningún otro pueblo, sino que se aplica hoy día
en la Iglesia, superando de ese modo las fronteras de nación, continente o raza. Por tanto, las
promesas hechas por Yavé a Israel no podrían aplicarse hoy a América Latina, ni a ningún otro
continente o nación”[67].
16
En posteriores publicaciones no se atendió a la totalidad de esta advertencia, pero, con
mayor modestia, apuntaron:”Este trozo podría titularse:«Pueblos explotados»”[68].
Por una parte, los judíos no han dejado de querer volver a su tierra de Palestina para que
renazca Israel.
Por otra parte, recordemos que Carlos Marx era judío. Aunque no creía en la religión de sus
padres, se inspiró en el ideal del pueblo que salvaría a los demás y en la esperanza del Mesías.
Estos elementos se encuentran, transformados, en su doctrina. Para el comunismo, el
proletariado es el pueblo elegido para salvar a la humanidad, y que, al hacer la revolución
definitiva, nos llevará al paraíso terrenal, en que los hombres ya no tendrán malos deseos”.
Muy oportunamente, pues, (y es extraño que semejante glosa no llamara la atención del
episcopado de Puerto Rico, de B. Villegas, ni de García Monge), somos aleccionados por el
“Suplemento”: “En primer término, no es verdadero afirmar que «los judíos modernos se han
alejado de su fe antigua». Muchos judíos conservan y aprecian su «fe antigua», aún hoy en día.
En segundo lugar, las consideraciones sobre Carlos Marx y su doctrina merecen varias
observaciones. No se ve por qué los autores presentan esta reflexión que no tiene nada que ver
con el contexto comentado. Y es probable que el daño que esta nota pueda hacer sea mucho
mayor que el provecho que se pueda sacar de ella.
Así la lucha de clases, que es el camino que el marxismo propone para lograrla revolución
definitiva, no es compatible con la enseñanza de Cristo y de la Iglesia sobre el respeto a la
persona humana y el amor al prójimo. Y el «paraíso terrenal» esperado por los comunistas. No
es posible realizarlo. El cristiano trabaja por mejorar el mundo, pero sabe que el descanso y la
17
felicidad competa sólo se dan en Dios en el Reino de los cielos. El comunismo, por ser ateo y
materialista, pone todas sus esperanzas sólo en este mundo.
Sería largo de enumerar la cantidad de puntos irreconciliables con la fe cristiana que están
presentes en la doctrina de Carlos Marx, y no corresponde hacerlo en este Suplemento
aclaratorio a la Biblia Latinoamericana. Hay profundos estudios que se han encargado de ello, a
los cuales deber remitirse el cristiano interesado en dicho tema. Las observaciones arriba
mencionadas han sido puestas a modo de ejemplo de lo que puede ser objetado en el
comentario original”[70].
No hemos sido completos, respecto a muchas otras reservas, formuladas por el “Suplemento”,
que venimos empleando y totalmente dejado a la sombra por parte de García Monge.
Insinuaciones engañosas como la que acabamos de comentar, carecen hoy de peso, visto
el ruidoso fracaso del comunismo. Pero causaron por aquella época confusiones y desvíos
catastróficos en muchos cristianos, comunidades y sacerdotes.
En la misma onda, no habría que pasar por alto la foto de una manifestación comunista en
la plaza socialista de La Habana ni la leyenda al pie que reza: “El creyente participa en la vida
política y busca, bajo cualquier régimen, la sociedad que dignifique a todos”[71].
No podía menos que alertar el “Suplemento”: ”Esta foto...puede llevar a pensar que el
prototipo de la «sociedad que dignifique a todos» es la que se da actualmente en la República
Socialista Cubana. Y también, que el modelo de participación del creyente en la vida política es
el que se da en Cuba. Y ambas afirmaciones son incorrectas”[72].
Lo expuesto nos sirve para juzgar estos párrafos del episcopado portorriqueño, aducidos
por García Monge: “Respecto al presunto marxismo de los comentarios, sostengo que no se
promueven ni el ateismo ni la lucha de clases, etc. y que, al contrario «la gran inspiración de
estos comentarios es su compasión totalmente evangélica por el prójimo que sufre: el anciano,
el desnudo, el niño, el pobre, el desheredado, el enfermo, etc. Concluyen (los obispos de Puerto
Rico) afirmando que «condenar esto como ‘marxismo’ significa condenar a Cristo y su
Evangelio»”.
18
Se nos ocurre demasiado ingenua semejante apreciación, para lo cual remitimos a todo lo
que se ha puesto de relieve sobre la acentuación demasiado unilateral en lo “socioeconómico”,
en estas ambiguas loas dirigidas a Marx y una de las más lamentables concreciones de su
doctrina y praxis en América Latina.
IX – Concluyendo
El lector que haya tenido la paciencia de llegar hasta aquí, habrá podido comprobar la total
liviandad con que García Monge ha presentado un problema intrincadísimo, donde se combinan
disciplinas demasiado importantes, como para desconocerlas totalmente, en una empresa tan
ardua como una presentación asequible al pueblo de Iberoamérica de la secular revelación del
Dios único y verdadero por medio de su Hijo Jesucristo.
Es indudable que todo intento de esta índole está marcado por el tiempo. Pero no demos
tal primacía a “Jrónos”, que le permitamos devorar casi instantáneamente a los hijos que
engendra.
También está la “plenitud de los tiempos” (Gal 4, 4), que suministra un acervo “aere
perennius” y que en los ya lejanos “60 – 70” era perceptible, con tal que se hubiera leído y
meditado la Biblia a la luz de los Padres y del Magisterio eclesiástico.
Pero, se prefirió la “vigencia del marxismo”, su urgencia por el orden socio – económico,
que nadie niega en la Iglesia de siempre y del Vaticano II, pero que jamás puede tomar la
delantera , para absorber todo el campo de la atención.
Por lo mismo, estamos convencidos que fue un exquisito gesto de caridad pastoral el que
ofrecieron los obispos de la Argentina, por más que hayan sido criticados, con mucha frecuencia
genéricamente (como hemos intentado demostrar) y sin bajar a sopesar los serios motivos que
los sostenían, paso por paso, en sus más que necesarias aclaraciones.
19
La “Biblia Latinoamericana” se ha ido transformando y mejorando. Como suponemos que
quedó claro, mucho se debió a la intervención doctrinal dela conferencia Episcopal Argentina.
Todavía queda más de un punto discutible. Tal como se confirmó, uno no menor es su
traducción, que mucho deja que dudar si realmente se la ha ido haciendo a la luz de los textos
originales.
Lo mismo dígase respecto a las notas exegéticas, sobre todo en lo que mira a la Iglesia y la
religiosidad popular.
Abrigamos la confianza de que el trabajo prosiga, con una mayor humildad y teniendo
presentes las orientaciones del magisterio de la Iglesia y no sólo haciendo guiñadas a las
teologías o corrientes ideológicas de turno.
Marzo - 2004
20
NOTAS
[1] Promovida por la CIMI (Conferenza degli Istituti esclusivamente Misssionari presenti
in Italia), 7 (2003) 2, 185 – 192.
[2] Va ya por su 98 tirada. No hemos podido compulsar esta última presentación, de modo
que, al valorar los vaivenes por los que ha pasado esta discutida obra, nos remitiremos a las que
fueron publicadas en 1974 y 1995 (91ª. ed.).
[4] R. García Monge, ibid. , 185. El articulista, más adelante (p.189), dará cuenta con lealtad
de la apreciación de C. Buzzetti: ”Es, algo así como una Biblia de avanzada. Como es natural,
viene siendo muy discutida” (La Biblia y sus transformaciones , Estella – 1986 – 121).
[5] Ibid.
[10] G. Gutiérrez, “Una sola historia” en su obra: Teología de la Liberación, Salamanca (1984:
10ª. ed.) 199 ss. Mantiene la misma perspectiva en la 14ª. ed., “revisada y aumentada” (a la
verdad: muy insuficientemente).
[12] H. De Lubac, “Commentaire du préambule et du chapitre Ier.” en: AA. VV. , Vatican II
– La révélation divine , Paris (1968 ) I, 190.
21
E. Käsemann, exégeta protestante, en su célebre conferencia de Marburg, en 1953, verdadero
hito en la historia de la exégesis del N.T., donde se opone a las exageraciones de su maestro R.
Bultmann, expresa que ”las afirmaciones radicales de Bultmann están exigiendo precisamente
una reacción” (Ensayos exegéticos, Salamanca – 1978 – 160). Entre las saludables reconquistas
que enumera, enuncia: “En tercer lugar, se ha llegado a la concepción sistemática de una historia
de la salvación paralela a la historia del mundo, inserta en ella, pero que sin embargo puede
considerarse aparte y posee sus propias leyes y su propia continuidad, y que está representada
en la historia de la fe y de la iglesia como el mundo nuevo de Dios” (ibid. , 161). Para mayores
datos nos permitimos remitir a: M. A. Barriola, “A vueltas con la historia” en la obra: Fieles al
Papa desde América Latina – Otra respuesta al Cardenal Ratzinger , Montevideo (1987) 124 –
136)
[14] L. Alonso Schökel y E. Zurro, La Traducción Bíblica: lingüística y estilística , Madrid (1977)
378.
[15] L. Alonso Schökel, ibid. , 385. En igual sentido se expresa otro especialista en
traducciones bíblicas: C. Buzzetti: “Y el hecho de que uno sea pobre de cultura, no significa que
no sepa asumir comportamientos también lingüísticamente diversos en las diversas situaciones”
(La Parola tradotta – Aspetti linguistici, ermeneutici e teologici della traduzione della Sacra
Scrittura , Brescia – 1973 - 186). Comprueba igualmente: “Es difícil que una persona se
encuentre ligada de tal manera a un ambiente o a un nivel, que se encuentre totalmente sin
accesos hacia otros “ (ibid. , 195). Finalmente: “No se debe olvidar que, según parece, también
las personas poco cultas no siempre son proclives a ver con simpatía un texto escrito e
importante (especialmente la Biblia) que no mantenga cierta dignidad, distinta y superior
respecto a textos menos serios o respecto a las formas propias del lenguaje oral” (ibid. , 196).
22
Esta tosca expresión de la primera edición, fue corregida después, acudiendo los responsables,
sin miedo a ser tildados de “exquisitos”, a la palabra “aljaba”.
[18] Consultar: L. Alonso Schökel, ibid. , 380. Más de una incorrección fue subsanada en
ediciones sucesivas, pero no la que consideramos en el texto.
[20] L. Alonso Schökel, Biblia del Peregrino – Antiguo Testamento – Poesía – Edición de
Estudio, Bilbao, Estella (1997) 446.
De ello da cuenta honestamente García Monge: “Se trató entonces de una obra colectiva,
realizada sobre todo por «pastoralistas», movidos por la urgencia de responder al desafío del
momento...no todos conocían las lenguas originales. Así una buena parte del trabajo fue
realizada parangonando las traducciones existentes, en diversas lenguas modernas,
conservando las expresiones más felices y / o reformando en ellas otras...
En tal sentido, esta traducción está expuesta a la crítica que, en general, Carlo Buzzetti dirige a
ciertas traducciones italianas: «Las recientes traducciones, por lo común, no han sido precedidas
por una reflexión lingüística profunda y adecuada. Ha prevalecido siempre una suerte de
compromiso, a veces aproximativo, en diversas convicciones poco claras y por eso difícilmente
conciliables entre ellas” (cita a C. Buzzetti, La Biblia y sus transformaciones , Estella – 1986 - 119
– 120. R. García Monge, ibid. , 187).
23
Interecclesiale , Verona 20 – 23 febbraio, Martina Franca (TA) 25 – 28 febbraio 1979, Quaderno
Missioni Oggi 1 / 2. Editrice Missionaria Italiana. Bologna 1979, 98 – 103.
García Monge da fe de que B. Villegas “afirma que esta traducción no puede ser considerada
«un instrumento digno de fe para la comprensión de la palabra de Dios», o sea, no es una Biblia
idónea para un estudio científico. Y añade de todos modos que no puede ser acusada de ser una
traducción tendenciosa y que ninguno de los errores encontrados puede ser definido «una
corrupción del mensaje de la fe” (103).
Tal vez es aceptable tal juicio global en lo referente a la traducción, chata y simplista,
pero no traicionera, por lo general (aunque habría que ver también esto en muchos casos). En
cambio, respecto a las notas, será otro cantar, como intentamos demostrar.
Con lo dicho y lo que se aportará, se comprueba cómo una “pastoral «pastoril»”, que desdeñe
un trabajo serio de confrontación con expertos, desemboca en resultados baratos y de muy
corto alcance. No en vano las “cartas pastorales” son las que más insisten en la “sana doctrina”.
[25] Tales términos se adaptan, por cierto, a las suaves ondulaciones de las tierras bíblicas.
Con todo, nos preguntamos si los pobladores de Chile y los países latinoamericanos recostados
al Océano Pacífico o cercanos a la imponente cordillera de los Andes (aún aldeanos y
aborígenes), manejarán tan reducido vocabulario, como para calificar de "cerros" y "lomas" a
las masas colosales de su paisaje.
[26] El mismo descuido se puede ver en las notas, algunas de las cuales son confusas y hasta
inadmisibles, pero, en otro lugar, se encuentran explicaciones que las contradicen o
contrabalancean. La preocupación de avisar sobre tales contrastes y correctivos ha sido
señalada por el “Suplemento”, editado en 1979 por la Conferencia Episcopal Argentina .Ya nos
ocuparemos de este documento
24
[27] “Los prodigios de Dios vengan a ver, que la tierra ha llenado de estupor” . Un
“hipérbaton”, ciertamente muy poco popular. Como éste abundan los ejemplos, seleccionados
por Villegas, sobre los cuales no podemos ser exhaustivos.
[31] R. García Monge, ibid. , 188. Tampoco es el caso de olvidar todo lo que contribuyó la
traducción alemana de Lutero, para unificar la lengua de dicha nación, al igual que la “King James
Version”, respecto a la lengua inglesa.
25
[37] Conferencia Episcopal Argentina, ibid. , 20.
[40] B. Villegas, ibid. , 7. En la p. siguiente escribirá: “En resumen, el espíritu de estas notas
es eminentemente católico y hecho para afianzar en los usuarios una adhesión madura y lúcida
a la iglesia Católica”.
Francamente, nos parece todo lo contrario, porque arrecian las críticas a la Iglesia con poco o
inexistente relieve concedido a sus mejores hijos. Los Padres de la Iglesia se encuentran casi
ausentes y el recurso al magisterio de la misma es nulo. La referencia a “los pobres” casi siempre
reviste un tinte “proletario”. Poco o nada se tiene en cuenta a aquellos que nunca podrán
responder a la convocatoria del filósofo de Tréveris: “Proletarios del mundo uníos”, por el simple
hecho que carecen de toda fuerza en sus músculos y lo único que anhelan es el jergón que les
brindó una Sta. Teresa de Calcuta o la caridad de un Cottolengo.
26
Iglesia católica y las fuerzas armadas argentinas ante la «Biblia Latinoamericana»”. (Siguen datos
de un sitio “web”, donde se encontraría el artículo citado. Pero parece que son incorrectos, ya
que de mil modos intentamos dar con ellos, pero no nos ha sido posible encontrar esas noticias).
[46] En efecto, no basta con aludir a un artículo de M. A. Vitale, sin especificar qué, de todo
lo que se le endilga, se encuentra realmente en su aporte y en qué paginación.
Avisa igualmente que “también en la Argentina hubo obispos que la elogiaron, la defendieron y
difundieron” (ibid). Naturalmente, por el mismo hecho de que todo el asunto comenzó por
diferentes puntos de vista entre “obispos”.
Ello no quita, como nos confirmó el Card. Primatesta, que el Suplemento fue aceptado por todos
los miembros de la Conferencia episcopal.
Asimismo aporta García Monge la postura de los obispos de Puerto Rico, que habría
“neutralizado” las críticas que se levantaban también allí. Son genéricas y equivocadas las
superficiales alusiones de estos obispos a la pésima “traducción” y por demás elásticas las
indicaciones sobre los comentarios que habrían sido confeccionados “en modo por lo común
acertado” (García Monge, ibid. , 190). Por lo demás, no es suficiente comprobar que dos obispos
o conferencias episcopales difieren en sus apreciaciones sobre un problema determinado. Resta,
además, la obligación de confrontar las razones en que se apoyan las posturas de unos y otros.
Cosa que no ha realizado en lo más mínimo García Monge.
Al respecto, se deberían rememorar las tristes posturas de episcopados enteros, que tuvieron
que ser llamados al orden por la Sta. Sede. Por ejemplo, la triste y nefasta aventura del
“Catecismo holandés”, en la que se embarcó todo el episcopado católico de los Países Bajos.
Si los obispos portorriqueños no cayeron en la cuenta de las serias objeciones señaladas por los
argentinos (algunas de las cuales detallaremos después), se ha de afirmar, a la verdad, que
leyeron con anteojeras y apriorismo simpatizante en demasía. Lo mismo reiteramos, respecto a
la falta de enmiendas (en este aspecto) y al espaldarazo, exageradamente caluroso, que
brindaron a esta Biblia los elogios de B. Villegas.
[48] P. 680 de la publicación de 1974. De ahora en adelante siempre nos referiremos a esta
edición.
27
[49] P. 576. Ya se subraya también una vinculación del “profeta denunciante” con la Iglesia.
Tampoco habría que olvidar cómo más de un “acusador iracundo” ha mancillado a la misma
iglesia, dividiéndola.
[50] P. 521.
[52] Ibid.
[56] Suplemento, 47. La pregunta cuestionada fue suprimida en la ed. del 95.
[58] Suplemento, 48. También este poco feliz comentario desapareció con posterioridad.
28
[64] Suplemento, 70 – 71.
Habría que ver, asimismo, cómo les caería a los judíos de todos los tiempos que se llame a su
tierra “Palestina”, denominación proveniente de sus acérrimos enemigos primitivos “in situ”: los
“Pelishtím” (= filisteos), y que enarbolan ahora otros no menores adversarios “los palestinos –
fedayím”. En la misma Biblia nunca se llama así a la “ ‘eretz Israel”.
[72] Suplemento,83 – 84. R. García Monge parece ignorar el hecho que el Cardenal Villot,
Prefecto del Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia, con Oficio N° 1031 / 77, remitió a
la Conferencia Episcopal Argentina las conclusiones a las que había llegado la Congregación para
la Doctrina de la fe sobre esta Biblia Latinoamericana. Entre otras, consideraba tendenciosa: ”La
(foto) de la plaza de La Habana con la correspondiente descripción” (Suplemento, 16).
29
ÍNDICE
IV – La traducción .................................................................................... 6
VI – La acogida ........................................................................................ 9
IX – Concluyendo................................................................................... 19
NOTAS ...................................................................................................... 21
30
31