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¡YO, SÍ QUIERO LLEVARME BIEN…!

Guía para alcanzar satisfacción


personal al relacionarnos

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Colección DYNAMIS

1. Mente sana, cuerpo sano. Ramiro J. Álvarez.


2. La relación de ayuda. Luciano Cian.
3. Comunicarse para ser feliz. Fernando Moreno Muguruza.
4. El chamán urbano. Ramiro J. Álvarez.
5. El enfoque interno. Ramiro J. Álvarez.
6. El jardín interior. Fernando Moreno Muguruza.
7. El arte de comunicarse en familia. Rosina y Gino Costa.
8. Sólo este momento. Helena Soler y Carmelo Lezana Les.
9. Soy tierra que camina. Chamalú.
10. Ser yo mismo. Serafín Ruiz.
11. ¿Cómo hablas tú conmigo? Joachim Engl y Franz Thurmaier.
12. Guía práctica de salud mental. Alfonso López Caballero.
13. Curso práctico de autoestima. Alfonso Barreto.
14. Los desafíos del Centauro. Adrián Kertesz.
15. ¡Yo, sí quiero llevarme bien…! Mª P. Berzosa y Mª P. Rinconada.

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Colección DYNAMIS

Mª PILAR BERZOSA GRANDE


Mª PAZ RINCONADA LORENZO

¡YO, SÍ QUIERO LLEVARME BIEN…!

Guía para alcanzar satisfacción


personal al relacionarnos

EDITORIAL CCS

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Página web de EDITORIAL CCS: www.editorialccs.com

© 2008. Mª Pilar Berzosa/Mª Paz Rinconada

© 2008. EDITORIAL CCS, Alcalá, 166/28028 MADRID

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o


transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus
titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de
Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún

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fragmento de esta obra.

Diagramación editorial: Juan Manuel Redondo


Portada: Olga R. Gambarte
ISBN (pdf): 978-84-9842-503-1
Fotocomposición: M&A, Becerril de la Sierra (Madrid)

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Índice

Presentación

1. LA RELACIÓN CON UNO MISMO


– Sugerencias prácticas para mejorar la relación con uno mismo

2. LA RELACIÓN CON LA PAREJA


– Interferencias para poder establecer una relación de pareja consolidada
– Sugerencias prácticas para mejorar la relación con la pareja

3. LAS RELACIONES CON LA FAMILIA


– La relación entre los progenitores y sus hijos
– Decálogo para una relación sana entre padres e hijos
– La relación entre los hermanos

4. LA RELACIÓN CON LOS AMIGOS


– Las relaciones en el contexto laboral

5. LA PERSONA SIN RELACIONES


– Sugerencias prácticas para fomentar las relaciones

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Conclusión

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Presentación

El mundo de las relaciones es apasionante. Somos seres sociales y nuestra vida se


enmarca dentro de los «juegos» que se producen con las personas. Esto nos influye de tal
manera, que puede provocarnos el mayor estado de felicidad o desembocar en un intenso
pesar y, entre ambos extremos, es posible que exista una escala de matices que nos haga
sentirnos más o menos felices.

Mª Paz y yo nos encontramos laboralmente y a medida que hemos profundizado en


nuestra relación, nuestro interés por este tema se hizo evidente. En múltiples ocasiones
hemos comentado nuestras vivencias con otras personas (hasta donde se puede comentar,
por supuesto) y hemos analizado los hechos desde nuestro punto de vista. Desde las
sensaciones que nos producían los comentarios, que a veces eran tristes, otras de enfado,
muchas de satisfacción y otras de incomprensión, pensamos que podía ser interesante
reflejar ciertos aspectos de interés desde la práctica, desde la actualidad de lo que las
personas y nosotras mismas íbamos teniendo.
Así surgió este libro, que se ha ido dilatando unos meses más de la cuenta por
múltiples motivos personales, que en muchos casos han tenido que ver con el mundo del
que vamos a hablar.
Para mí, el acto de escribir es altamente rico. Supone una experiencia personal que
me ayuda a hacer consciente mis emociones, y compartirlas con Mª Paz ha sido
estupendo. Hemos tenido un buen nivel de empatía, por lo que nos hemos ayudado y
comprendido en todo este tiempo. Es una relación rica y, por tanto, una labor que ha
merecido la pena.
Como bien ha dicho Pilar, el mundo de las relaciones es apasionante, pero además
yo le daría una vuelta a la frase, porque las relaciones personales mueven el mundo.

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Allá donde vamos y donde en principio existen relaciones solo de conocidos o
superficiales, empiezan a establecerse lazos entre las personas que son inevitables y
profundos y que hacen más o menos agradable nuestra posición en esas situaciones.
Esas relaciones y las que mantenemos con nosotros mismos modifican nuestros
estados de ánimo, por lo que creo importante utilizar las estrategias necesarias para que
este estado de ánimo sea, en la medida de lo posible, positivo.
Es por esto y por lo que expone Pilar, por lo que entendemos que abordar las
relaciones personales es necesario, y desde nuestra experiencia profesional y personal
hemos querido compartir aquello que creemos puede ser de ayuda.
Este libro está dividido en una serie de capítulos, en los que se comienza tratando el
tema de la relación con uno mismo por considerarlo el motor que mueve el resto de las
interacciones. A este capítulo y al segundo (las relaciones con la pareja) se les da una
especial importancia. La vida de pareja es uno de los intereses por excelencia de las
personas en nuestra sociedad y marca, en muchos casos, la manera de vivir y de afrontar
los retos.
Los capítulos restantes tienen como temas la relación en la familia y la relación con
los demás (trabajo, amigos…). Pensamos que tal y como uno se relacione consigo
mismo, así lo va a hacer con los otros, y tal y como uno maneje su vida de pareja, así va
a crear el espacio de la familia. No nos hemos querido olvidar de las personas que en
distintos tramos de su vida se encuentran solas, entendiendo que éste es un momento en
el que la relación con uno mismo se vuelve de vital importancia.
Hemos decidido comunicarnos con los lectores de diferentes maneras: a veces nos
dirigiremos en masculino y otras en femenino. Cuando queramos invitar a una estrategia,
lo haremos en singular para que la persona que nos lea lo sienta más cercano y
posiblemente hablaremos como si fuéramos una sola autora porque ambas suscribimos
lo que decimos. Formamos parte del mismo equipo, tenemos la misma sintonía técnica y
si no hemos estructurado juntas todas las estrategias, las acogemos por interesantes y
prácticas.
Es un mundo complejo sin duda y somos conscientes de que no habremos recogido
todo lo que se podría decir, pero aquello que se dice forma parte de testimonios de
personas con las que hemos tenido el honor de trabajar, a la vez que hemos podido
reflejar las pautas, sugerencias y estrategias con las que abordamos los casos para que
esos individuos puedan sentirse mejor.
Dedicamos este libro a todas las personas que por diferentes motivos sufren por no
tener relaciones sanas o positivas, bien en momentos muy puntuales pero intensos o bien
porque mantienen durante demasiado tiempo esas relaciones que son dañinas y no saben
cómo salir de ellas. A todas estas personas y a las que quieran prevenir con el fin de que
esto no pase, les animamos a que nos lean y a que prueben algunas de las estrategias; es

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la mejor manera de comprobar si son válidas o no. Sin duda, si hemos conseguido lo que
pretendíamos, lo dirán los lectores.

M ª Pilar Berzosa Grande


M ª Paz Rinconada Lorenzo

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La relación con uno mismo

«Cuando me quiero a mí misma, me siento más fuerte,


más segura, soy más tolerante con mis errores
y tengo más capacidad de amar a los demás»

(Conclusión de una mujer de 40 años tras su psicoterapia)

Un día escuchaba el discurso de una joven empresaria acerca de su capacidad emocional


para solucionar sus problemas personales. Mientras narraba su alto grado de
competencia cuando se trataba de afrontar temas laborales, afirmaba con rotundidad lo
bien que lo hacía y las buenas relaciones que tenía con sus compañeros (que a su vez
eran sus empleados). Era una persona muy expresiva y se la veía disfrutar de sus
experiencias y de su habilidad en el trabajo.
Esta señora acudía a la consulta por ser incapaz de afrontar sus relaciones íntimas.
No podía decidir si seguir con su ex marido, con el que la relación había fracasado
(quedando una hija como legado de la misma) o con su pareja actual, con la que se sentía
bastante complacida. Esta persona llevaba así cerca de dos años.
Cuando le pregunté que si en el trabajo era decidida, también con bastante
espontaneidad respondió que sí, añadiendo que era segura y resolutiva.
Cuando le interrogué sobre cómo se sentía con ella misma en el terreno personal,
contestó que era incapaz de solucionar nada, que era torpe, egoísta y un cúmulo de
calificativos nada saludables para ella.
Entonces le dije:
—«¿Cómo es posible que se pueda uno relacionar con uno mismo en un sitio de
manera tan satisfactoria y en otro sitio tan destructiva?».
No entendió mi pregunta y con sus ojos llenos de expresividad se me quedó mirando
expectante.

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—«¿Qué quieres decir?», dijo al fin.
—«¿Por qué te tratas tan bien cuando estás en el terreno laboral, donde sin duda
hay bastantes complicaciones, y tan mal en el terreno personal?».
Me miraba fijamente y casi sin moverse, y de forma tímida dijo:
—«No tengo ni idea».
Al igual que puede pasar con esta joven mujer, dinámica y aparentemente habilidosa
en cuanto a las relaciones en general, puede ocurrirle a muchas personas que, ante
diferentes situaciones, mantienen consigo mismas un formato de relación también
distinto y desconocen los motivos de su comportamiento. Simplemente se dejan llevar
por lo que han aprendido a hacer durante tanto tiempo en un contexto como en otro y, a
lo largo de la experiencia, se han dado cuenta de que en unos terrenos les sale bien y se
sienten satisfechos, por lo que a veces se pueden premiar o, simplemente, disfrutar de su
éxito. Otras veces, cuando les sale mal, se hunden y critican.

Lo que estamos acostumbrados a hacer es una inercia para nosotros, tanto si es


positivo como si es negativo.

Para tener resultados diferentes tenemos que ser capaces de hacer algo diferente y
para eso, ha de aumentar la conciencia de la necesidad de un cambio.

Siguiendo con la historia de esta señora, se le planteó si era consciente de lo que


pensaba sobre sí misma de manera global, si alguna vez había hecho este ejercicio para
poder analizar los aspectos que pueden ser sus aliados o sus verdaderas zancadillas a la
hora de solucionar sus problemas. La respuesta era la esperada, por lo que continuamos
el trabajo de varias sesiones analizando estos aspectos.

Tener en cuenta nuestra historia personal es muy importante para averiguar por
qué nos relacionamos con nosotros mismos de la manera que lo hacemos.

Cierra los ojos por un momento e imagina que dentro de tu ser, justo por debajo de
la piel de la espalda, existe una cámara de aire que se va hinchando y deshinchando en
función del tipo de contenido que tenga. Es como una mochila y dentro de ella se van
metiendo las experiencias positivas y negativas que vamos teniendo en la vida desde que
nacemos. Experiencias que nos enriquecen, que nos hacen sentirnos felices y aquellas
que nos hacen sentir dolor, frustración y desesperanza.
La forma en que se van introduciendo estas experiencias será vital. En aquellos
casos en los que se haga de forma cariñosa, tierna y respetuosa, aunque constituya un
aprendizaje para mejorar, la mochila se cargará de algo positivo. Sin embargo, aquellos

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casos en los que se meta con una crítica negativa, a través de la desvalorización, el
insulto y la agresividad, entre otras, el aprendizaje que suponga esa experiencia cargará
de energía negativa la mochila, porque, además de aprender el caso concreto que sea, lo
estaremos haciendo de manera dolorosa.
Evidentemente, todas las personas metemos experiencias de los dos tipos y con los
dos formatos. La diferencia está en la cantidad de veces que se introduzca una u otra y
desde cuándo se haga. Esto será un condicionante clave que, unido al propio carácter que
la persona tiene, va a conformar un estilo personal a la hora de afrontar situaciones
emocionales en las que, de manera inexorable, nos tenemos que relacionar con nosotros
mismos.

Relacionarnos con nosotros mismos de manera saludable es fundamental para


nuestra autoestima.

La armonía emocional aumenta en la medida en que hay coherencia entre lo que me


digo a mí misma (lenguaje interior) y lo que verbalizo a los demás (lenguaje exterior).
Esto trae consecuencias muy sanas si el lenguaje interior es positivo porque provocará,

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en ese flujo de movimiento, un aumento de la probabilidad de que lo que reciba del
exterior vaya en esa dirección.
El lenguaje interno positivo constituye una base imprescindible para una relación
sana de la persona consigo misma y, por tanto, para una AUTOESTIMA potente, porque
estimarnos, querernos y apreciarnos es algo imprescindible. Resulta curioso que muchas
personas no tengan la conciencia de que lo estén haciendo realmente.
Una persona puede pasar por determinados momentos en su vida en los que sienta
una «bajada de defensas» en cuanto a la autoestima se refiere. Esto puede estar
producido por un cambio brusco en algún aspecto vital (separaciones familiares,
divorcio, cambio de domicilio, pérdidas por fallecimiento, cambio de amistades, etc.). Se
produce un movimiento que desencaja las piezas del puzle que hasta ese momento se
estaba construyendo. Uno comienza a sentir que lo que podría ser válido, ya no produce
el efecto deseado. Se cuestionan entonces aspectos fundamentales de la persona, los
valores y, por ende, las propias realidades internas, el propio yo…. Se cuestiona todo y
en muchos casos se tambalea y se llega a una vivencia más vulnerable. La persona deja
de creer en sí misma y su autoestima empieza a hacerse más fina, más endeble.
Si se tiene una respuesta de reacción rápida, más rápido puede reconstruir su
autoestima. Estimarse y quererse, implica creer en uno mismo y esto es un soporte para
afrontar las relaciones con los demás con más eficacia en cualquier contexto.
A su vez, esta forma de funcionar nos proporciona algo esencial para estar
preparados en las relaciones con los otros. Me refiero al amor y, por supuesto, al respeto
que nace de él.
No son pocos los estudios que analizan los efectos beneficiosos de quererse
sanamente para poder establecer relaciones sanas con los demás y claro, si esto se puede
lograr, la otra cara de la moneda es ver las consecuencias tan nefastas en las relaciones
con los otros, si no existe un amor interno. Puede provocar relaciones patológicas con la
pareja, con los hijos, con los amigos, en el trabajo y aunque no tiene por qué darse en
todos los contextos mencionados, es posible que donde se produzca, el malestar sea
elevado.
El cuidarnos, el relacionarnos con nosotros mismos con respeto y amor nos hace
sensibles a esta necesidad. Si por cualquier motivo tenemos que estar solos, podremos
afrontar con más solidez esta circunstancia, como veremos más adelante.
Al sentimiento amoroso sano suelen acompañarle actos que finalizan con una
sensación de felicidad y no es necesario que esto sea por vivir algo muy especial.
Imagina la siguiente secuencia de una persona inventada a la que vamos a llamar
Alegre. Da igual que sea hombre o mujer. Es una persona que puede ser adolescente,
joven o adulta. Es indiferente:

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Alegre se levanta por la mañana. Le ha sonado el despertador. Independientemente
del tiempo que le cueste desperezarse, cuando lo hace se va al baño para asearse. Se
mira al espejo y se detiene unos segundos para hacerlo con atención. Se lava la cara y
cuando se la está secando, se mira de nuevo y se sonríe. Puede que piense «hoy tengo un
día importante», (esta importancia puede ser porque tiene que solucionar ciertos
problemas no gratos o porque se va a ver con una persona especial o porque en su
trabajo tiene que rendir para sentirse bien….).
Todo esto ocurre deprisa. Alegre se arregla con atención y dentro de su estilo
personal. Pero como su día es importante, Alegre lo hace con cuidado.
Llega a la cocina y ve el móvil. Lo enciende y ahí está su saludo, el saludo que ha
puesto para sí mismo. Algo cariñoso y positivo como «qué buen día vas a tener hoy»;
«estás estupendo»; «disfruta». Diariamente, Alegre ve este saludo nada más empezar la
mañana y aunque no lo crea, lo está interiorizando.
Desayuna según su costumbre, algo que le gusta, y se va al trabajo escuchando su
programa favorito de radio. Quizá vaya andando, entonces Alegre sueña con imágenes
que le hacen sentir bien. Pueden ser recuerdos de situaciones que ya han pasado o
pueden ser elucubraciones de vivencias que le gustaría disfrutar. Sueña para alimentar
su fantasía y para que esta fantasía pueda alimentar su emoción positiva. A veces,
Alegre se da cuenta de que va sonriendo por la calle cuando va caminando.
Cuando llega el momento en que se tiene que encontrar con los otros, generalmente
tiene una sonrisa en los labios. Dice un «Hola» entusiasta y en muchas ocasiones tiene
una frase agradable para las personas con las que se encuentra, como «¡Qué bien te veo
hoy!».
Algunas personas le preguntan: «¿Por qué estás tan contento?». Y Alegre tiene que
pararse y pensar, llegando a decir: «En realidad no lo sé».
Quizá a algunas personas que estén leyendo esto les pueda parecer exagerado, otras
puede que se vean identificadas bien porque hagan algo similar o porque les gustaría
hacerlo. A todas en general, les invito a que hagan el experimento de probar. Puedes
probar 15 días seguidos a vivir una realidad cargada de otra actitud, promocionada por el
deseo de tener una emoción positiva. Vive, independientemente de si tienes una
situación problemática o no. Piensa: cuando tenemos problemas, debemos adoptar una
posición fuerte y siendo aliados de nosotros mismos, sintiéndonos en un bando amoroso,
¿no crees que los problemas pueden encararse de una manera más eficaz? A esto se le
suele llamar optimismo.

Generar actitudes positivas es un primer paso para que se pueda probabilizar un


resultado más satisfactorio.

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A veces las personas dicen que prefieren planear las experiencias desde lo negativo:
«Si pienso que no es posible, así no me decepciono».
Lo negativo probabiliza resultados negativos y lo positivo, resultados positivos. Es
el efecto de la expectativa y la creencia del logro al que muchos expertos han dedicado
su tiempo en demostrarlo desde hace años. Así son las cosas. Así funcionamos. Es una
evidencia.
Cuando muchas de esas personas me comentan que son negativas y que no pueden
cambiar, les suelo preguntar: «¿Por qué das por sentado que eres de una manera
determinada si siempre estamos en constante evolución?». Sólo añaden: «Yo soy así».

Tenemos una influencia genética que es menor de la que vamos formando por la
asimilación de experiencias personales, familiares y sociales, es decir, por el
ambiente.

Las etiquetas que nos ponemos nos las creemos. ¿No crees que es mejor no
marcarnos ninguna? ¿Qué sentido tiene? Porque, como decíamos antes, si esa etiqueta es
negativa, arrastraremos una marca de identidad toda la vida y, como nos la creeremos,
no podremos borrarla, al menos, hasta que nos lo propongamos.
De todo esto podríamos sacar dos objetivos para relacionarnos con nosotros
mismos:
1. Prevenir que nos pongamos esa etiqueta negativa. Esto es algo complicado
porque cuando nos podemos plantear si nos hemos etiquetado de alguna
manera, tenemos que tener conciencia de la situación y seguramente ya
seremos al menos adolescentes.
2. Una vez que tenemos una etiqueta impresa y ésta es negativa, hacernos
conscientes de cuál es, cómo es nuestro lenguaje interior, en qué nos afecta y
lo que queremos modificar. Este segundo objetivo es igualmente difícil, pero
puede dar pie a que las personas adultas que tengan hijos a su cargo, puedan
prevenir en ellos la adquisición de dichas marcas. Es decir, con este segundo
objetivo podemos conseguir un beneficio personal más la influencia que se
deposite en nuestros hijos.

La transformación personal, el cambio de lo negativo a lo positivo, de relacionarnos


mal a bien, es una decisión importante. El querer que esto suceda es la antesala
para que se produzca.

Una de las ideas más importantes con las que me gusta trabajar este tema, tanto para
mis pacientes como para mí, es que siempre se gana. El hecho de analizar dónde me

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sitúo yo en el mundo, darme la importancia que merezco, buscar la forma de ser amorosa
y respetuosa conmigo misma, utilizando un lenguaje acorde a esa relación cordial,
siempre es un acto beneficioso que no caduca y que no tiene efectos secundarios.
Algunas personas pueden pensar que si se cuidan más, si se centran más en sí
mismas, les cataloguen de egoístas (ya estamos de nuevo con otra etiqueta). Este es un
punto interesante, especialmente en nuestra cultura. Pero resulta que, sentirme bien
conmigo misma, respetarme y saber lo que es beneficioso para mí, me va a sensibilizar
para poder tratar bien a los demás y creará un modelo para los que me rodean
(especialmente en mis hijos, si los tengo).
Se podrían poner muchos ejemplos; te invito a que compruebes los efectos de un
cambio en este sentido. Ten paciencia y sé constante. No te desesperes si al principio
no te sale correctamente, pero inténtalo y verás lo que se produce.
Cuando se tiene mucha resistencia al cambio, ésta suele estar promovida por el
miedo. Recuerdo en este sentido uno de los casos más representativos para ilustrar este
tema. Una persona se sentía muy mal por tener un problema familiar con un hijo. Estaba
tan frustrada, que lo único que quería era desaparecer de la escena familiar. Se sentía tan
hundida y bloqueada, que se pasaba el día castigándose a sí misma y, por supuesto, a su
hijo. Esta persona sufría mucho. Quería por todos los medios que tratara a su hijo (lo que
hice durante una temporada), pero se llegó a un punto en el que era necesario tratarla a
ella. Se lo pensó y acudió a terapia. Un día tuvimos una conversación clave:
—Si tuvieras que elegir entre las letras del abecedario, ¿qué letra serías tú?
Se me quedó mirando, pensó y dijo:
—No lo sé.
—Haz un esfuerzo.
—¿Por qué me lo preguntas?
—Es que me cuentas tu vida y no te veo en ningún lugar y me gustaría que me
dijeras en qué posición estarías.
Tras varios segundos de reflexión contestó:
—En la z… estoy en la z.
—Claro, por eso no te veo (le dije con asentimiento). ¿Y cuándo te vas a decidir a
pasar a las primeras letras del abecedario? ¿Cuándo vas a pasar a la a?
En la siguiente sesión volvió bastante más contenta y me dijo:
—Me ha hecho reflexionar mucho lo que me dijiste del abecedario.

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—¡Qué bien! ¿Y qué has hecho al respecto?
—Un poco… He salido a pasear por la noche con la luna llena. Esto me gusta. He
podido dejar todo en ese momento, lo he delegado en mi pareja y me fui…
—¡Eso es estupendo! (le animé sinceramente porque en realidad me parecía
fabuloso dada la situación tan triste que presentaba).
—Y hay algo más… He cantado en la ducha y me he acordado de lo mucho que me
gusta hacerlo.
Hace seis años de esta historia. Fue el inicio del cambio, pero de un cambio en este
caso, que sólo se mantuvo durante unos meses porque esta persona no se decidió a seguir
avanzando. Llegó a un tope en el que afirmó que no podía continuar y abandonó su
crecimiento personal. Hubo cambios interesantes en la vivencia familiar, en su hijo, pero
recayó en determinadas ocasiones, por lo que tuvo que ser atendida, llegando siempre a
las mismas conclusiones, aunque la situación nunca estuvo igual que al principio.
La relación con uno mismo se engrandece en la medida que uno es capaz de
descubrir lo que no le hace sentir bien y atajarlo, intentar cambiarlo y así comprobar lo
que sí le sienta bien y luchar por ello. Hacerlo además desde el presente es una garantía
para tener éxito. En este momento habría que plantearse qué significa posicionarse en el
presente. Algunas personas creen que vivir el momento es plantarse en una situación sin
complicaciones, basada en las actitudes frívolas con mayor peso y no analizando la
vivencia que tienen. Aunque respetamos cada decisión, por supuesto, vivir el momento,
el presente, de manera sana incluye:
1. Dejar el pasado en su sitio y no traerlo emocionalmente para dañar a la persona.
Esto se consigue cuando los recuerdos son escenas sin implicación emocional.
2. Plantearse el hoy desde como soy ahora, con los recursos que tengo, ubicado en
una realidad clara y preguntándome: ¿Qué quiero? ¿Dónde quiero estar? Y por
supuesto, siendo honesto cuando se respondan a estas cuestiones para alcanzar
la armonía que antes se ha explicado.
3. Generar un porvenir día a día, en el que haya esa satisfacción y equilibrio, pero
no en teoría, sino con la práctica. «Andando se hace el camino» y así se
construye el futuro inmediato. Sin darnos cuenta habremos acumulado muchos
«ahoras» y el porvenir se hace realidad mientras caminamos.
La ventaja es que la meta pierde relevancia porque se ha disfrutado el camino y así
la meta formará parte de él, con lo que se garantiza la continuidad de la senda que
queremos seguir andando.
Puede que haya personas a nuestro lado que piensen de otra manera, que lo
compartan o no, que lo disfruten o no… Pero lo que los otros nos dicen es otra

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historia y es preferible que esté en un orden posterior a lo que nosotros pensamos o
sentimos.

SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA MEJORAR LA RELACIÓN CON


UNO MISMO

Algunas veces es necesario hacer un alto en el camino y plantearnos la necesidad de


empezar desde cero en la relación con nosotros mismos. Precisamente en ese momento
en el que te cuesta concentrarte, no tienes ganas de hacer cosas que antes te encantaban,
no tienes ganas de salir, te sientes cansado y no sólo físicamente sino también
emocionalmente, es cuando tienes la posibilidad de plantearte un «Km 0». Pero, ¿qué es
eso de empezar de cero?

Es la certeza de que todos disponemos en cualquier momento, siempre que


queramos, de un nuevo punto de partida.

La aceptación de que tenemos un pasado y un presente y que contamos con la


posibilidad de construir un futuro.

Cuando algo empieza a no gustarnos, cuando entendemos que si seguimos igual nos
vamos a seguir sintiendo igual, es el momento de plantearnos en qué dirección queremos
cambiar. Imagínalo con precisión y claridad. Aprovecha cada vez que quieras para
disfrutar de esa otra manera de comportarte, aunque sólo sea con la imaginación. Ese es
el primer paso para probabilizar un cambio en la dirección deseada.
No cabe duda de que las creencias que tenemos sobre uno mismo son la base de los
pensamientos y de los actos que realizamos tal y como se ha explicado antes. Nuestra
historia personal, con sus lastres y sus aspectos positivos, van a condicionar nuestro
presente, pero no deben ser los dueños de ese presente ni del futuro. La persona en el
ahora maneja sus circunstancias y puede aprender a modular su historia personal y
utilizarla en beneficio suyo.
Para vivir desde ese «Km 0» debemos despojarnos de nuestros lastres y para ello, te
propongo que durante cinco días seguidos y en períodos de 15 minutos como máximo,
escribas en un papel los peores momentos de tu vida pasada. Tras esos cinco días, lee lo
escrito y tíralo a continuación a la papelera.
Una vez que iniciamos nuestro camino desde ese punto de partida que hemos
denominado «Km 0», es importante que pensemos y actuemos de una forma distinta a la
que nos hacía sentir mal y es necesario que identifiquemos cuál es la conducta y los

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pensamientos asociados. Para ello, en un período de 15 días anotaremos en un registro
las siguientes cuestiones en el momento en el que nos sintamos mal. Por ejemplo:
Fecha: ….….….….….….….….….….….….….….….….….….….
Situación: ….….….….….….….….….….….….….….….….….…
Qué estoy pensando: ….….….….….….….…………….……
Qué hago: ….….….….….….….….….….….….…….….………
Qué consecuencias tiene en mi alrededor: …….….….
Cuánto dura: ….….….….….….….….….….….….….….……

En la mayoría de las ocasiones, nos damos cuenta de que estamos teniendo ideas
anticipatorias negativas con respecto a una situación y, al igual que cuando imaginamos
un limón (y sólo estamos pensando en él) nos saliva la boca, cuando imaginamos algo en
negativo, nuestro cuerpo reacciona como si eso mismo estuviera ocurriendo. Así, es
probable que si pensamos en lo nerviosos que nos vamos a poner ante alguien, nuestro
cuerpo reaccione como si realmente estuviera nervioso y aumentaremos la probabilidad
de que ocurra aquello que en realidad queremos evitar.
Y puedes preguntarte «qué hago entonces». Es necesario una vez que hemos
identificado este tipo de pensamientos, generar alternativas a él que sean creíbles y que
proporcionen un sentimiento más placentero. Parar de pensar es prácticamente
imposible, pero sustituir unos pensamientos por otros se convierte con la práctica en algo
mucho menos complicado.
En algunos momentos, identificar una situación problemática es difícil. De hecho,
normalmente se cometen errores que hacen que sea más complicado analizarla.
Pondremos un ejemplo:
No sé cómo convencer a algunos de mis amigos para que me escuchen. No paran de
hablar y nunca puedo meter baza; me gustaría poder participar más en la conversación.
Me siento como si me atropellaran.
Observa que la descripción no especifica quién es el amigo implicado, cuándo es
más probable que se desarrolle la situación descrita, cómo actúa la persona asertiva, qué
teme que ocurra en caso de serlo y cuál es su objetivo al querer aumentar la
participación en la conversación. La misma escena podría escribirse, de nuevo, del
siguiente modo:
Mi amiga María (quién), cuando nos encontramos después del trabajo para tomar
una copa juntos (cuándo), generalmente no para de hablar de sus problemas en el
matrimonio (qué). Todo lo que hago yo es estar sentada a su lado e intentar interesarme
por el tema (cómo). Si la interrumpo, temo que piense que no me preocupo (sensación
de). Me gustaría poder cambiar el tema de la conversación y hablar a veces de mis
cosas (objetivo).

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Cuando describimos un problema de esta última forma, es más fácil analizar la
situación y probablemente, al no cometer errores de generalización, no nos sintamos tan
mal. No es lo mismo pensar que todos los amigos nos impiden hablar, que identificar a
aquel con quien nos cuesta más trabajo comunicarnos.

Hemos hablado de la persona asertiva, que es aquella que se siente libre para
manifestarse. Mediante palabras y actos hace la siguiente declaración: «Este soy yo.
Esto es lo que yo siento, pienso y quiero».

Tu postura: María, entiendo que te sientas mal con tu marido y que me lo quieras
contar otra vez para desahogarte.
Mi postura: Pero hoy me gustaría contarte qué tal ha ido mi ponencia en la
Universidad, ya que me he sentido muy bien después y quiero compartirlo contigo.
Plan de acción: Así que podemos hablar de ello ahora y luego me cuentas qué tal ha
ido la semana en casa.
La persona asertiva puede comunicarse con personas de todos los niveles: amigos,
extraños y familiares, y esta comunicación es siempre abierta, directa, franca y adecuada.
Va tras lo que quiere, teniendo una orientación activa en la vida. Actúa de un modo que
juzga respetable. Al comprender que no siempre puede ganar, acepta sus limitaciones.
Sin embargo, siempre lo intenta con todas sus fuerzas de modo que gane, pierda o
empate, conserve su respeto propio.
No cabe duda de que el individuo se encuentra inmerso en una gran variedad de
circunstancias y en un mundo que está lleno de buenos y malos momentos.

Pero no es el mundo el que dicta nuestra felicidad o frustración, sino la visión


personal que mantenemos de él. Cada uno de nosotros responde a la interpretación
de su realidad y no a los acontecimientos objetivos mismos.

Ahora vamos a trabajar sobre la interpretación del pensamiento. Ya sabemos que


elaboras «mapas lingüísticos» en los que etiquetas y codificas la realidad externa
mediante términos verbales, como si estuvieras traduciendo imágenes, sonidos y
sensaciones del exterior a rótulos. De alguna manera estás manteniendo un diálogo
interno constante contigo mismo para ir describiéndote la realidad. Es decir, interpretas.
También podemos interpretar el pensamiento de los que nos rodean y cuando esto
ocurre, haces juicios repentinos sobre los demás: «Es lógico que actúe así porque está
celoso….».
No son una prueba, pero casi parecen verdad. En la mayoría de los ejemplos,
quienes interpretan el pensamiento, hacen suposiciones sobre cómo se sienten los demás.

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En la medida que tu pensamiento interpreta, también se hacen presunciones sobre
cómo está reaccionando la gente a las cosas que le rodean, particularmente cómo están
reaccionando los demás ante ti: «Piensa que soy una inmadura….»; «Esto hace que me
vea poco atractivo…». Estos prejuicios son normalmente imposibles de ser sometidos a
prueba. Si lo piensas, nacen de la intuición, las sospechas, una o dos experiencias
pasadas, pero siempre son, sin embargo, creídas.

Es posible actuar sobre el autodiálogo interno para propiciar los cambios de


comportamiento deseados y evitar sentimientos de malestar, al creer como
verdaderas, interpretaciones sin fundamento.

Fíjate en las siguientes interpretaciones; son los llamados pensamientos


distorsionados, ideas que creemos y que nos condicionan nuestra manera de sentir.
Algunos de estos pensamientos son:

«Para un adulto existe una necesidad absoluta de cariño y aprobación de sus


semejantes, familia y amigos»

Es imposible gustar a todas las personas que nos rodean. Incluso aquellas personas a
las que gustamos básicamente y nos aprueban y quieren, discreparán en algunas de
nuestras conductas y cualidades. Esta creencia irracional es una de las mayores causas de
infelicidad.

«Hay que ser indefectiblemente competente y casi perfecto en todo lo que se


emprende»

Si creemos que debemos ser perfectos es inevitable que nos reprochemos los fallos
que son la esencia misma de nuestros actos. Además de ser exigentes con nosotros
mismos, lo seremos con los demás, teniendo visiones extremas de las cosas que no salen
según nuestra expectativa. La autoestima se daña mucho en estos casos.

«Es horrible cuando las personas y las cosas no son como uno quisiera que fueran»

Ante dificultades, la persona se lamenta profundamente sin buscar una salida o


ponerse manos a la obra para encontrar una solución. El lamento puede servir de
desahogo, pero es realmente inútil si tras él no existe el propósito de aceptar lo ocurrido,
adaptarse a los cambios y, si es posible, buscar una solución.

«Si no te esfuerzas mucho por agradar a los demás, éstos te abandonarán y


rechazarán»

23
Este pensamiento es consecuencia de la baja creencia en uno mismo. Es mejor si
uno se muestra a los demás tal como es, de esta forma ellos pueden decidir estar o no
con nosotros, pero si lo que deciden es estar a nuestro lado, tendremos la certeza de que
lo hacen porque les agrada cómo somos, sin hacer esfuerzos innecesarios y sin bajar
nuestra autoestima.

Se pueden añadir a esta lista otras ideas irracionales. La mejor manera de


descubrir sus propias ideas es pensando en situaciones en las que se siente con
ansiedad, depresión, mal humor, furia o sensación de tener poco valor. Detrás de
cada una de estas emociones, especialmente si las siente de forma crónica, hay un
diálogo irracional interno.

Cuando nuestro autodiálogo tiene como elementos casi exclusivos los «debes» o las
ideas irracionales, se produce en nosotros la sensación de frustración al no ser nunca
capaces de cubrir las expectativas debido a la alta exigencia que nos ponemos. Analizar
estos «debes» puede darte la pista.
Cuando estamos mal, es decir, cuando nuestro sentimiento es de malestar, solemos
esperar espontáneamente sentirnos bien para empezar a hacer cosas y pensar de una
manera distinta, sin saber que podemos acortar la espera actuando en la siguiente
dirección.

Plantéate cuántas veces has hecho algo sin ganas por los demás, por tu trabajo…
Pues bien, te propongo que empieces a hacer cosas por ti mismo/a, aunque en principio
no tengas ganas. Te aseguro que si empiezas a hacer cosas que te generen satisfacción, te
rodeas de personas positivas y cambias tu autodiálogo interno, tus sentimientos serán
más positivos.
Recuerda que estas estrategias son la base para funcionar con satisfacción con los
demás, ya que la forma en la que tú te relacionas contigo mismo/a va a ser el modelo que
muestres al entorno para que éste te lo devuelva como un espejo:
«Si tú te respetas, los demás te respetan.
Si tú te hablas bien, los demás te hablan bien.

24
Si tú te amas, los demás te aman».
En los demás no tienen por qué estar todos, por supuesto. Estarán aquellos que
formen parte de tu círculo y que quizá sea tu pareja. A este tipo de relación nos vamos a
dedicar en el próximo capítulo.

25
2
La relación con la pareja

«Si intento solucionar mis problemas con mi mujer y lo hago poniendo el cien por cien de mis energías, podré
comprobar si lo que he perdido son mis sentimientos o si éstos se han desgastado por la convivencia»

(Hombre de 37 años al inicio de la terapia de pareja)

Dos personas se habían visto muchas veces y hasta se habían saludado, pero nunca
habían intercambiado unas palabras entre ellos. Uno de los dos, tras tres años de
saludos, al cruzarse en su camino al trabajo se paró y le preguntó la hora. Esa pregunta
se convirtió en la excusa para hablar 5 minutos un día, después 10, el siguiente 20… y
así iniciar una amistad que acabó siendo una relación.
No todas las relaciones comienzan igual. Si piensas cómo se inició alguna relación
de las que has tenido o la que tienes en la actualidad, quizá puedas reconocer la
sensación interior que tuvo esa persona cuando se paró a preguntarle la hora.
Un cosquilleo interior, un deseo de hablar y hablar con la persona que te atrae, una
sensación de felicidad que tapa todo lo que pueda estar ocurriendo a tu alrededor. ¿Es
esto enamoramiento?
No cabe duda de que los primeros momentos que vivimos con una pareja están
llenos de un sinfín de sensaciones que en algunos casos nos dejan exhaustos.
Párate a pensar en esos primeros momentos. ¿Qué sentías, qué te atrajo de esa
persona, qué normas te saltaste para poder estar junto a ella?
Cada historia se inicia de distinta manera, pero todas tienen algo en común: el deseo
de permanecer todo el tiempo posible al lado de quien nos ha «robado el corazón».

La relación con la pareja empieza en esos primeros momentos en los que uno
establece cuál va a ser el soporte básico de lo que luego será un proyecto de futuro.

26
¿Qué queremos decir con soporte básico?
Haz un ejercicio de visualización y, si tienes pareja, vuelve a tus principios,
visualiza aquellos límites que pusiste a tu pareja o aquellas normas no escritas que
aceptasteis los dos. Si no tienes pareja, imagina cuáles serían las normas no escritas de
una posible relación de pareja.
Cada relación que se construye escribe en su «cuaderno invisible» sus normas no
explícitas que se van a convertir en los mandamientos que cumplir posteriormente; la
«traición» a estas normas puede convertirse en situaciones de conflicto. Es por ello que
aunque hemos hablado antes de ciertas «leyes», cuando éstas no se hablan (sobre todo si
uno no las acepta) pueden llevar a la confusión.
La pareja va creando una historia que se forja día a día y que en determinados
momentos necesita cambios. El cambio fundamental que se realiza tiene que ver con la
decisión de vivir juntos.
En cualquier caso, estamos hablando de la formación de la pareja, del inicio de la
relación. Es necesario que pensemos que antes que pareja somos personas, y de hecho,
una persona con una mala relación consigo misma tendrá más dificultades para
establecer relaciones de pareja.
Tal como dijimos en el capítulo anterior, la persona tiene que sentirse a gusto y bien
consigo misma, cuidarse, mimarse, quererse… y esto se volcará posteriormente en la
pareja y, por supuesto, en la familia en caso de haberla.
No nos resulta difícil pensar en alguien de nuestro alrededor que se expresa con
frases como: «yo sin esta persona no soy nadie», y no en el sentido romántico de la idea,
sino como una manifestación del pánico a no tener al lado alguien que le devuelva algo
que la propia persona no sabe darse.

Es importante decidir dentro de nuestra independencia como individuo, con quién


queremos estar y vivir porque eso nos haga feliz, no porque nos retire de la soledad
o porque cumplimente nuestras carencias.

Siempre andamos buscando nuestra «media naranja», aquella persona que complete
lo que no tenemos, que nos dé seguridad si carecemos de ella, que nos dé alegría si eso
nos falta… En algún lugar leí, y estoy totalmente de acuerdo, que es mejor buscar
«naranjas enteras». Es mejor crecer como individuos en nuestra seguridad, en nuestra
alegría, en nuestra fortaleza… y así juntar dos naranjas enteras.
Cuando esta situación se da, la continuidad de la pareja está basada en el amor, la
confianza, la atracción, la admiración, pero en ningún caso en la dependencia
emocional, entendida como la sensación de adicción amorosa que incapacita la vida

27
incluso con sólo imaginar la pérdida de esa persona, aunque lo que se reciba de ella sean
malos tratos.
En los últimos tiempos el tema de la relación de pareja ha ido en aumento, en busca
de la reconstrucción de la vivencia de la relación, porque, mantener los ingredientes
anteriormente mencionados cuesta trabajo y caer en la dependencia o en el hastío o en
otras distracciones que no van en pro de la pareja puede ser más fácil de lo que parece.
Basta con mirar las librerías de nuestro país para que podamos acceder a infinidad
de textos (de diversas nacionalidades y estilos) de autoayuda para las parejas. Este
interés ha avanzado en paralelo con la demanda que las parejas hacen de los servicios
psicológicos. Por nuestra experiencia de hace 18 años, podemos comprobar cómo ha
evolucionado esta área. Durante una primera temporada quien demandaba el tratamiento
era la mujer casi en el 100% de los casos. Una demanda a veces individual en la que
«cargaba» con ciertas culpas emocionales y manifestaba un síntoma depresivo, ansioso o
de angustia, cuyo trasfondo era la relación con su pareja. En muchos de esos casos,
cuando se le proponía a esta señora que acudiese su marido (porque en la mayoría de los
casos se trataba de personas casadas), éste no sólo no acudía, sino que cuestionaba la
fiabilidad del trabajo que pudiéramos hacer.
Venimos comprobando una evolución lenta pero clara en diferentes sentidos, que se
ha acrecentado en los últimos cinco años y va en aumento:
— La demanda comienza a surgir por parte de los varones, aunque siguen siendo
las mujeres quienes más solicitan aún el servicio.
— Las demandas que hacen las mujeres, incluso en aquellas que superan los 50
años, suelen ser escuchadas por las parejas de tal manera, que por lo generan
aceptan acudir a las sesiones de terapia, existiendo un menor número de
abandono en los casos en los que no estén del todo de acuerdo con la
intervención.
— Los motivos por los que acuden las parejas han cambiado. En principio podía
haber más causas relacionadas con la infidelidad (masculina) e insatisfacción
específica de la mujer. La evolución indica que el hombre también manifiesta
su nivel de insatisfacción. Aumentan los casos de infidelidad por parte de la
mujer.
— La forma en que se unen las parejas se ha modificado, aumentando las de
hecho, que acuden para analizar, estudiar y cerciorarse de si tienen una
decisión acertada o para decidir si deben casarse o no.
— Hay un aumento significativo de las parejas que están a punto de romperse y
que acuden desesperadamente, bien para intentar «quemar el último cartucho»
o para darse cuenta de que no son compatibles y procurar una ruptura amistosa,

28
que en muchos casos es propuesta por el equipo terapéutico. Esto conlleva el
aumento de mediaciones familiares en los últimos tres años.
— Los motivos por los que acuden individualmente ciertos miembros de las
parejas están relacionados con su identidad sexual. Personas que descubren
tener una tendencia homosexual, que ya lo sabían y se han cansado de tener
una doble vida… y que en ambos casos necesitan solucionarlo con la actual
pareja que tienen.
De manera menos frecuente, pero no por ello menos significativo, es el caso de
personas que inician una terapia individual porque tienen un amante (en proporción algo
inferior en mujeres que en hombres) y esperan que desde la terapia, se les escuche y se
les aconseje a… seguir con esta doble situación. Recuerdo especialmente el caso de una
joven atractiva e independiente económicamente de unos 29 años a la que le quedaban
tres meses para contraer matrimonio con un hombre que decía gustarle en parte. Esta
joven llevaba varios años con diferentes relaciones paralelas y en los últimos meses
estaba bastante implicada con un compañero del trabajo, del que decía estar enamorada.
Cuando le pregunté por qué se casaba, me contestó que tenía todo comprometido y
bueno, que cómo «deshacía la madeja ahora». Le pregunté si quería realmente casarse
con su novio por él mismo o por la familia, la boda y demás circunstancias que nada
tenían que ver con el amor y un proyecto común de pareja. Esta joven se sentía
verdaderamente angustiada por llevar su doble vida y atrapada porque no se atrevía a
cambiarla.
Mi intención, como en el resto de los casos en que intuyo que el tratamiento debe
ser conjunto, me hizo plantearle sesiones de pareja para que pudieran abordar
conjuntamente esta situación y para que así pudiera darse cuenta de si su decisión era
acertada o no. Tras pensárselo, me dijo que sí.
Evidentemente el novio no sabía nada de sus infidelidades. Cuando me encontré con
él, pude ver a una persona triste, decepcionada y frustrada porque sin conocer la realidad
de la situación, no hallaba el amor en su pareja.
Fue inevitable preguntarle por qué se casaba con ella. Él la quería. Así, tal cual. La
quería independientemente de lo que obtenía. Este joven lloró durante una hora y media
que duró la sesión, mientras que su futura mujer destacaba todas las cosas que le
molestaban de él y que le encantaría que cambiara, quizá para así convertirse en uno de
esos «mitos» con los que compartía sus múltiples momentos.
La pregunta siguiente era obvia: ¿Realmente queréis casaros? No hubo respuesta.
Así que les planteé que se pensaran este hecho, que lo hicieran por separado y que si
realmente decidían que sí, entonces podríamos iniciar un trabajo conjunto asentando
unas bases de confianza, seguridad, amistad, amor, atracción, pasión…
¿Te puedes imaginar qué pasó? Seguro que sí. No volvieron más a terapia. Ella

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llamó un día para exponer que tenía que pensarse si continuar. De él nunca más supe
nada y de ambos, me enteré por otra persona que se casaron en la fecha prevista. De esto
ha pasado más de dos años y no sé cómo les irá como pareja, pero han ampliado su vida
familiar con un bebé.

Es necesario que exista una coherencia entre lo que se siente por la pareja y lo que
se hace en relación a ese sentimiento. Llevar una «doble vida» emocional es
incompatible con una relación de pareja profunda, estable y verdadera.

Esto no significa que haya personas que sean pareja y que aparentemente lleven una
vida «perfecta», que se hayan acoplado a una rutina, seguridad, a un formato que les
aporte beneficios. No vamos a enjuiciar ningún caso, por supuesto, pero vamos a
centrarnos en la construcción de una vida de pareja auténtica emocionalmente.
La vida de pareja es un camino. Puede ser lo largo o corto que las personas que
paseen por él quieran. Es como un trayecto mágico porque tienen que ir construyéndolo
poco a poco y tienen que ir viendo, como si de un mecano se tratara, qué piezas ponen,
qué curvas, si hay piedras, cuál es el paisaje, etc.
Se requiere creatividad, constancia, paciencia, flexibilidad, capacidad de
adaptación… (puedes poner otras muchas cualidades que seguramente hayas
vivenciado).
Cuando se inicia la andadura hay una revolución en el organismo, el cual se pone a
funcionar de manera muy apasionada para conseguir a la persona amada. A esta fase se
le llama técnicamente enamoramiento. Supone una situación muy intensa, la conquista
merece la pena y cuerpo y mente se ponen juntos a conseguir el objetivo.
Afortunadamente dura poco, porque tal y como dicen algunos expertos: «No habría
cuerpo que lo aguantara». En esta fase, la pareja no suele preocuparse de establecer
nada en el camino porque surge de manera espontánea. La atracción es tan fuerte, que
aumenta los niveles de pasión y la parte emocional domina totalmente a la razón.
Cuando se va pasando esta intensa etapa, la pareja va observando otras cualidades,
va teniendo más conciencia de los defectos, va aumentando su racionalidad sobre la
relación. Ahí es donde se tiene que añadir adornos tan claves como:

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En un principio existía una base fuerte de ATRACCIÓN Y PASIÓN fruto de ese
enamoramiento. Ahora se trata de que las piedras de ese camino puedan integrarse con
estos aspectos para poder andar juntos con satisfacción.
Cuando la pareja se estabiliza y aumenta el tiempo de convivencia, aparece un tramo
muy tedioso. En algunos textos se puede leer que «la convivencia mata la pasión»
porque la rutina va provocando una habituación, una previsión tan clara, tan evidente,
que se pierde esa creatividad espontánea de los primeros momentos de la relación.
La convivencia tiene su función, como es lógico y no creo que «mate» nada ni a
nadie, simplemente que la pareja, al pasar a otra fase, se da cuenta de que no puede dejar
atrás la pasión y todo lo que conlleva. Que sea diferente es lo esperable, pero que se
sustituya y digamos tan convencidos que la rutina la ha destruido es una creencia falsa
que si se apodera de las parejas será más difícil reconstruir.
De lo que se trata es de sumar, no de restar o dividir. No te olvides, partiendo del
AMOR, siempre sumar.
AMOR + ATRACCIÓN + CONFIANZA = CAMINO DE LA PAREJA
La comunicación en la pareja es fundamental como en el resto de las relaciones. Se
tiene que priorizar en la vida común, buscar los momentos que la faciliten, bien sea para
analizar discrepancias, para expresarse el afecto, para avisarse de ciertos errores, para
escuchar la vida personal de la persona con la que se convive, para respetar los
límites….
La comunicación es un eje central y un indicio de la salud de esa pareja. La mayor
parte de las terapias que se realizan en nuestro centro tienen como motivo central las
dificultades de comunicación. Una vez resueltas, la pareja percibe de forma diferente la
propia relación, ganando en satisfacción personal. Es el soporte para que la confianza
pueda vivenciarse.
La confianza supone otro ingrediente de suma importancia para la vida de las
parejas. Es la base de una buena amistad (esa otra piedra del camino) y tras la cual
puede sentirse tranquilidad en el día a día.

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Una pareja que duda del otro bien sea porque lo considere demasiado atractivo para
los demás, demasiado incompetente en la gestión doméstica (incluido el uso del dinero),
demasiado afectuoso con la familia extensiva, con otros amigos, demasiado trabajador…
o bien no observe ninguna de estas cualidades, será una pareja que vivirá con
incertidumbre ciertas reacciones, ciertos momentos del otro y que, además, puede tender
a exagerarlos.

La confianza se gesta con la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Entre
lo que se transmite por la comunicación verbal y la no verbal.

La pareja tiene además que confiar en el otro porque sienta que es AMADO. Es
decir, sienta una relación PLACENTERA, sin dolor.
Digamos que el otro le muestra su amor y la pareja lo coge, lo recibe, lo analiza
(todo esto rápido e inconscientemente en muchos casos) y lo devuelve. En todo este
proceso, si los dos están en armonía y no hay duda de los motivos que puede haber para
que le quieran, si existe esta claridad a la hora de exponer el cariño, si hay sinceridad
cuando se realiza, hay confianza.
Imagínate un caso de una pareja que lleva unida 20 años. Ambos acuden a la
consulta de manera muy afectada porque sus últimos siete años han sido dolorosos y han
estado cargados de resentimiento, falta de aprecio en general y con una gran dosis de
insatisfacción y desamor.
Al hilo de la terapia, en la tercera sesión la señora descubre que le ha amado mucho,
que ha dejado en el camino muchas cosas por él, que no se siente recompensada
afectivamente y que le quiere pero no a costa de todo.
Esta señora descubre que el amor sirve para sentirse bien y que no es suficiente con
amar.
Se crea un cisma mayor en la pareja porque él expone con claridad los puntos que
modificaría para sentirse feliz de nuevo en su matrimonio (dos o tres) y ella comenta que
no hay posibilidad, que no CONFÍA en él, no confía en que la relación se pueda
reconstruir haciendo ciertos cambios.
Al verlo y verbalizarlo por primera vez va asumiendo este sentimiento y llega a la
conclusión, tras varias sesiones después, de que prefiere separarse de él. Ya no confía
definitivamente en esta relación, no tiene expectativas de que pueda mejorarse.
Inician un proceso de mediación familiar por el que llegarían al divorcio.

Si no hay confianza en la otra persona o en que la relación puede seguir existiendo y


no hay manera de modificar este sentimiento, ¿cómo seguir con la relación de

32
manera creíble?

A los cuatro meses, él estaba saliendo con otra mujer, de la que ella dudaba, pero
ella antes de finalizar la relación comienza una nueva, con un hombre que seguro le pudo
facilitar la decisión de su ruptura. Si no hay honestidad, no hay confianza y esto suele
ocurrir por la falta de coherencia, por la desconexión en la relación.
La atracción en principio es fuerte y global (física y psíquica) como hemos
explicado. A medida que la relación va evolucionando, también la atracción cambia. No
importa en qué dirección sea, siempre que pueda la pareja admirarse en diferentes
sentidos. Cuando las personas se admiran (no ciegamente), se contemplan los aspectos
positivos de ellas y esto hace conducir las relaciones hacia el éxito con mayor facilidad.
Evidentemente, todo está conectado: admiro, me atrae la otra persona porque
además confío en ella. Si dejara de confiar, ¿la seguiría admirando? A lo mejor en ciertos
casos, en una primera etapa sí, pero seguramente que eso no se sostendría a la larga.
Si se compagina la atracción y confianza con una adecuada comunicación, el día a
día (la convivencia) es más amable, más fácil, más satisfactorio. ¿Podría atraernos una
persona con la que no hay manera de ponernos de acuerdo en las cosas cotidianas y que
nos lo transmite de forma crítica y de manera constante?
Si sentimos el amor hacia esa persona y tenemos ciertas dosis de todo lo hablado,
enmarcaremos la relación dentro de la pareja. Pero, ¿qué pasa si dejamos de sentir ese
amor?
El amor es como una exquisita planta, como un bonsái delicado que tiene que
cuidarse, regarse, acariciarse, ponerle abono, tener en cuenta su temperatura, saber
cuánto sol es adecuado para que no se queme pero el suficiente como para que esté bien
nutrido…. Puede tener malos momentos y caérsele una hoja, por lo que habrá que ir a un
vivero, hablar con algún experto, dedicarle más horas, quizá cambiarle de sitio o ponerle
algún remedio.

Para tener una relación adulta no es suficiente con amar. Es necesario poner en
juego las variables que se han expuesto y tener conciencia de lo que se está
sintiendo mientras se vive. Confianza, atracción, pasión, lealtad, amor, etc., forman
parte de un todo.

El amor es finito y está vivo. Un día aparece, se introduce en nuestras vidas con
fuerza y apasionamiento pero si no se cuida, puede desaparecer e incluso cuidándolo,
puede dedicarse a mirar por la ventana para buscar otro amor.
El amor es cambiante, como las personas y, por supuesto, evoluciona. Esto es sano,
¿se imaginan que siempre se estuviera igual, con los mismos esquemas, valores y

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expresiones?

Las creencias que se tienen del amor pueden suponer un lastre a la hora de amar.

Cuando hablamos de la relación con la pareja, como es lógico nos estamos


refiriendo a la globalidad de esa relación. Un lector puede estar pensando mientras que
lo lee, en momentos de la relación cuando está haciendo la comida o cuando está
compartiendo paseo o cuando está durmiendo al lado de la otra persona o cuando está
preparando un baño romántico… Da lo mismo. Cojamos las palabras que estamos
subrayando y pongámoslas a las órdenes de la vivencia con la otra persona y veremos
que lo que nos suele servir para un momento, también es válido para otros.
Reflexionemos, por ejemplo, sobre la sexualidad. Muchas mujeres suelen dejar de tener
relaciones sexuales frecuentes con sus parejas porque indican que no tienen el clima
adecuado como para que se produzcan. Muchos hombres, por su parte, exponen que no
tienen el clima adecuado porque no tienen relaciones sexuales con sus parejas. Así que
Para ellas, la sexualidad puede ser una consecuencia.
Para ellos, la sexualidad puede ser una causa.
Y mientras se insertan en una disputa con tintes sexistas no solucionan un problema
en el que es indiferente qué es antes «¿el huevo o la gallina?».
La relación sexual es un momento de intimidad, algo especial que suele unir a las
parejas, que puede provocar un aumento de la complicidad, que aumenta la percepción
del otro, acorta distancias, aumenta la confianza…. Es una situación que puede generar
expectación, juego y, además, tiene múltiples efectos físicos beneficiosos.
Claro que para tener una relación placentera tiene que sentirse el deseo de querer
iniciarla, tiene que haber una comunicación afectiva y la confianza para «desnudarse» y
dejarse llevar.
En el capítulo anterior hablábamos de la importancia que tiene cuidarse, quererse,
respetarse. Esto también se incluye en el momento de la sexualidad. Uno debe conocer
su cuerpo, saber lo que le gusta, lo que le viene bien, lo que desea hacer y lo que rechaza
y tener la tranquilidad de decirlo como un aval de vivir una relación libre, sin presiones.
Si alguna persona tiene problemas en su relación íntima, lo primero que ha de hacer
es transmitirle a su pareja lo que le pasa. Claro, que si la pareja no lo quiere escuchar o
no lo reconoce como tal, la persona puede acudir a un especialista en psicoterapia y ya le
irán diciendo los pasos que debe seguir.

Las parejas que tienen una relación íntima de confianza, pueden aumentar la
calidad en su relación.

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Es evidente que la relación sexual como cualquier otra área de la vida de la pareja
está sujeta a cambios, modificaciones y etapas que le harán, a veces, estancarse y, otras,
evolucionar. Eso mismo pasa hasta con el concepto del amor y en ambos casos, tendré
que buscar armas para seguir percibiendo esa calidad de la que antes hablábamos, porque
si creo que el amor se sostiene sólo como en el primer momento, estaré probabilizando
que la convivencia haga «de las suyas» y entorpezca la relación. Esto me llevará a la
frustración cuando perciba que no siento lo mismo o que mi pareja ya no transmite lo
mismo que al principio, y puede que lo viva con un exceso de tragedia.
Si comparo constantemente lo que pasaba antes y lo que sucede ahora en vez de
centrarme en hacer del ahora un momento especial tal y como somos, no sabré
adaptarme a las circunstancias y seré una persona injusta esperando que mi pareja me
atienda como antes. ¿Acaso él es igual ahora que antes? Y es más, ¿acaso a mí me va a
gustar hacer ahora lo mismo que antes?

INTERFERENCIAS PARA PODER ESTABLECER UNA RELACIÓN


DE PAREJA CONSOLIDADA

Pensar en estas cuestiones y ponerlas en práctica puede ser el primer paso para facilitar
la relación de pareja en un momento social en el que precisamente hay bastantes
interferencias para mantener una vida de pareja duradera y satisfactoria. ¿A qué nos
estamos refiriendo? En un estudio realizado por el IPF (Instituto de Política Familiar) en
el año 20061, se expone que cada 33 segundos se separa un matrimonio y que el número
de divorcios producidos en la UE (Unión Europea) es de 10 millones en los últimos 15
años. Si nos atenemos a España, los datos no son contradictorios con este «movimiento
social», pues las rupturas han aumentado un 59% desde 1980.
A su vez, los matrimonios duran bastante menos (unos 10 años en la actualidad) y se
producen, por tanto, un aumento de segundas relaciones en condiciones en muchos casos
complejos porque de la primera experiencia se ha formalizado una familia con unos
hijos, que tienen que adaptarse a un segundo núcleo familiar y compartir con «otros
extraños» un nuevo entorno.
La pareja va acumulando presiones derivadas del propio duelo de la separación, de
los desacuerdos con respecto a la convivencia anterior, de las situaciones de perjuicio
económico que se producen en muchos casos al romper, al separarse o divorciarse, etc.
¿Qué está pasando con la vida de pareja? ¿Por qué dura menos que antes? No es éste
un tema sencillo con una única causa y dar aquí una explicación excesivamente teórica,
nos desmarcaría de nuestro objetivo en este libro, que es eminentemente práctico; pero sí
queremos hacer algunas consideraciones que a nuestro parecer pueden ayudar a

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comprender e incluso a frenar ciertas decisiones precipitadas y quizá algo irreflexivas.
El momento social en el que nos encontramos nos hace vivir la vida de manera más
rápida, con menos profundidad. El tiempo corre en nuestra contra y nos hace distorsionar
las prioridades en muchos casos, motivo por el que en vez de «sembrar» una relación de
pareja sólida, y con fuertes raíces, aun a pesar de haber pasado el tiempo del
enamoramiento (como hemos explicado), las personas se dedican a convertir en rutina
una vida ajetreada y en muchos casos cargada de estrés y de decisiones marcadas por el
exterior del propio nido familiar. Esto se puede sobrellevar e incluso podría incentivar la
relación si durase un tiempo limitado, pero un sistema tan delicado como la pareja, no
puede soportar una vivencia tan poco comunicativa porque empezará a crear
insatisfacción en uno o en los dos miembros de la pareja. Por poner un ejemplo, ¿cómo
se hace un buen encuentro amoroso si uno llega agotado al dormitorio? ¿Cómo se puede
idear un lance erótico en otro sitio diferente de la alcoba si se tiene la cabeza llena de
cosas prácticas o cotidianas? (hablamos de la creatividad). ¿Cómo frenar las iniciativas
de hacer con mucha frecuencia cosas fuera de la pareja por motivos laborales o sociales
si uno no dice NO, prefiero tener otra opción?
La rutina de este momento social provoca que la persona no piense en gran medida
y nos abogue a actuar una mayor parte del día bien trabajando, bien consumiendo o bien
comprando (tanto en el propio centro comercial, como a través del cómodo teléfono o de
Internet).
Hablando de los medios técnicos, podemos ver en nuestra consulta cómo son
utilizados cuando un miembro de la pareja que está hastiado de esa rutina y en vez de
centrar sus energías para salir de ella con su pareja, se aísla y busca el ordenador,
fundamentalmente, para dar cabida a una fantasía virtual que en muchos casos sólo llega
a eso y en otros muchos es un «pistoletazo de salida» para encontrar ese estímulo que ya
no tiene en su pareja. De este modo, la persona se va fuera del núcleo aunque su cuerpo
permanezca en él. Empieza a diluirse y a sentir que fuera de la familia hay atracciones,
pasiones, diversiones, excitaciones… otras experiencias en definitiva, que cree haber
perdido con su pareja y que necesita recuperar.
¡Claro que lo entendemos! La persona suele buscar una solución a sus malestares y
en esos momentos quizá no pueda calibrar el resultado o consecuencias de ciertos actos.
Quizá se parta de una intención y el desarrollo de los acontecimientos provoque un
movimiento que pueda distorsionar o dar un giro radical a los hechos… Además, el ser
humano necesita sentir cuando esto deja de producirse. En muchos casos, se ve envuelto
una inercia que le lleva a sentir a «cualquier precio» y esto hacer perder la perspectiva.
Si nos declaramos defensores de una relación de pareja sana y satisfactoria, piensen
que si en vez de volcar esas energías en algo externo a su vida de pareja y familiar, lo
hicieran para mejorar, incentivar la pasión y salir de la monotonía, se sorprenderían del
cambio tan importante que tendrían. Claro que todo esto supone querer; es un acto de

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voluntad.
Lo curioso es que cuando se le pregunta a estas personas por qué se salen fuera de la
escena o cuando les pillan (porque a todos y todas se les pilla tarde o temprano) alegan
que quieren mucho a su pareja (cuando el negar los hechos ya no se sostiene en modo
alguno).
¿Sí? ¿Les quieren? Pero, ¿cómo les quieren? ¿Es un amor fraternal? ¿Es como se
quiere a una madre o a un padre? ¿Es «cariño»? ¡Qué confuso parece todo!
El maestro Erich Fromm dice que si quieres algo o a alguien debes de cuidarlo de tal
manera como cuando dices querer a una planta, que lo lógico es que la riegues. Es un
ejemplo muy gráfico porque ¿se imaginan que yo tuviera un naranjo bonsái precioso, del
que yo pueda presumir, y se me olvidara atenderlo hasta tal punto que enfermara e
incluso se muriera? ¿Qué cara pondría cuando me preguntaran… qué tal va tu bonito
bonsái? Y yo le diría: ¡Se ha muerto porque no le he cuidado!
Una relación de pareja puede morir, previa enfermedad o de manera súbita como
cuando se tiene un cáncer inesperado o un accidente de tráfico y, en general, esto se
produce si se le descuida, si no se le atiende. Evidentemente también puede morir porque
uno sienta que ya no quiere nada a esa persona de la que se enamoró, algo lógico porque
las cosas suelen ser finitas, aunque a veces nos cueste aceptarlo.
Claro que uno puede creer ingenuamente que todo va a ser igual como cuando me
enamoro o como cuando tengo esas inquietudes viscerales con otras personas vía
cibernética o en directo a través de ciertos coqueteos en los que traspasar el límite puede
ser muy fácil.

La noticia real es que no, no se sostiene una relación de pareja si no se cuida, se


concentra uno en esa relación, se le presta atención y se actúa en consecuencia,
convirtiendo en prioridad ese proyecto.

Particularmente pienso que merece la pena y que el esfuerzo de llevar una doble
vida en muchos casos no es comparable con la intencionalidad de cuidar la relación. Es
mucho más relajante y más tranquilo, a la par que satisfactorio intentar lo segundo.
Así que, tenemos que el estilo de vida actual puede ser una interferencia grande para
mantener una relación consolidada. Seguramente en este momento hay alguien que
piensa que uno no tiene que aguantar por aguantar si no es feliz. Cierto. De hecho,
intentamos exponer a las personas con las que trabajamos que antes de nada, tenemos
que garantizarnos esa felicidad (tal y como vimos en el capítulo anterior al querernos y
atendernos a uno mismo). Esto está muy bien, pero ¿no tienen la sensación de que la
gente cada vez aguanta menos? Y no sólo me refiero ahora a la relación, sino a la cola de
un banco, a la de un supermercado, por no hablar de la eterna crispación en los atascos

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de los coches. Los niños no aguantan una regañina y chantajean con demasiada
frecuencia, los adultos no aguantamos que otros adultos nos digan lo que tenemos que
hacer… es como si cada vez nos frustráramos antes. Piénsenlo por un momento y seguro
que pueden recordar escenas cotidianas de falta de aguante. Quizá se repitan con
demasiada frecuencia y sean muchas. Es como si nuestra capacidad de frustración
hubiera mermado. Lo queremos todo y cuanto antes (como dicen algunos: «mejor para
ayer»).
Si este estilo de actuación está invadiendo en nuestra sociedad a las personas, como
es lógico la pareja y, posteriormente, la familia no se van a quedar al margen de sus
influencias. Así que es posible que cuando uno tenga una racha un poco más larga de lo
que espera, de disputas y desacuerdos, se plantee «esto no funciona», «para esto, mejor
separado», «total, la vida hay que vivirla y no voy a estar amargado». ¿Lo han pensado
alguna vez?
De esto puede surgir una duda: ¿cuál es el tiempo razonable de aguante?
Buena pregunta, les diría si me la hicieran. La respuesta quizá les decepcione:
«depende». Depende de lo que motive la discrepancia, depende del tiempo que dure,
depende de lo que hayan hecho para intentar solucionarla, de la edad que tengan, de los
años que lleven juntos, de las motivaciones que posean, de los recursos hasta
económicos de los que dispongan, de si tienen hijos o no… Pero si estás en una situación
en la que con demasiada frecuencia te ronda la idea de seguir o no con tu pareja puede
pasar que:
1. Lo tengas claro porque los motivos para ti sean demasiado poderosos como
para continuar. En tal caso, deberías acudir a un abogado que concilie una
separación de mutuo acuerdo para garantizaros una mayor estabilidad en ese
estado y en el futuro.
2. Dudes, estés acongojado, muy preocupado, confundido, etc. Acude entonces a
un psicoterapeuta familiar con tu pareja y decidid entre los dos, de la manera
más consensuada, lo que queréis hacer.
Hay profesionales que, en vista del número creciente de reconciliaciones tras
los divorcios que comienzan a darse, optan por aconsejar primero el paso 2,
para evitarse el 1 y porque si se separan finalmente, lo harán con mayor nivel
de eficacia.
3. Si te ronda la idea a ti solo y no lo has hablado con tu pareja, puedes plantearte
pedir ayuda para que te faciliten salir del bucle de la duda. Poner en orden
todas las cuestiones que mueven tu vida, te ayudará a calibrar el camino que
has de coger.
Quizá haya más opciones, pero ya con estas tres, marcas una diferencia: acabas de

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dejar de aguantar, para actuar. Ya no te plantearás hasta cuándo, sino que irás paso a
paso hacia una solución que se encajará cuando estés preparado para dar el paso del
cambio.
Hasta el momento, da la sensación de que la manera de vivir hoy en día, el estilo en
el que estamos inmersos nos marca mucho y no podemos olvidar las interferencias
laborales. El número de familias en las que trabajan los dos ha aumentado
considerablemente y eso supone otra organización y una distribución de tareas y un
tiempo distinto para que la pareja y el resto de la unidad familiar vivan sin estrés y
medianamente satisfechos. Realmente es complicado. El cansancio y las prisas vuelven a
aparecer. En fin, sería repetir lo que ya se ha comentado arriba.
Unamos al trabajo, la existencia de hijos (dos como media) a los que hay que llevar
a la guardería o colegio y, por supuesto, recogerles, hacerles la comida, atenderles en el
aseo y desde los 6 años hasta que sean suficientemente independientes, ejercer una doble
ocupación laboral: la de chófer. A partir de las cinco de la tarde, un miembro de la pareja
se pone la gorra y…. ¡hala!, a repartir chicos en las múltiples actividades extraescolares.
También puede suceder que al trabajar los dos y quizá tener un turno de tarde, no
puedan hacerlo en persona, por lo que mandan a abuelos, cuidadores, etc. De tal forma
que se trabaja con la tensión añadida de cómo estarán los niños, si todo irá bien…
En definitiva, seguimos hablando del estilo de vivir que va en contra, que va
poniendo zancadillas para sentir la satisfacción diaria. Cuando la pareja se desploma
literalmente en el sofá, suele quedarse abducida por la televisión hasta que se hace un
ovillo para posteriormente intentar dormir y reponer las fuerzas.
El panorama parece un poco desalentador, no lo discuto, pero es que ahora estamos
hablando de las interferencias y esto es lo que nuestros pacientes nos comentan;
pacientes que en su mayoría constituyen una media poblacional.
Ahora bien, hay parejas que se organizan y que son capaces de priorizar como
decíamos antes, paliando las etapas con una satisfacción suficiente como para avanzar a
la siguiente. Son parejas que aceptan lo que el ciclo vital de ese momento requiere y, por
tanto, no se frustran por lo que pudieran tener. Cumplen con bastantes requisitos de los
expuestos al principio de este capítulo y, si unos pueden, muchos más podrían, no lo
duden.
Con este estado social quizá sea más fácil ser permisivo con uno mismo. Se
dispensa con más rapidez los deslices que se puedan cometer en contra de la lealtad o
confianza y se va viviendo como «normal» que uno oculte, no sea sincero, digamos no
cuente todo, en especial si el otro, tranquilo, no cree que tenga que preguntar, etc.
Así que por un lado, podemos tener que una actitud permisiva con uno mismo le da
concesiones a la persona para salirse fuera de la escena familiar, mientras que compagina

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su vida normalizada con su pareja para que ésta no se dé cuenta y así no tenga que
plantearse una separación. Por otro lado, una vivencia tan rápida, con las connotaciones
que hemos explicado, dificulta la relación de pareja y hace exasperar a los miembros con
más probabilidad, ante situaciones que quizá de otra manera se vivieran menos
transcendentes. Aguantarían más.
Existen interferencias que tienen lugar por la familia del otro. Este tema es delicado
porque la familia de cada uno suele ser vivida como algo transcendente,
independientemente de la relación real que (una vez adultos) se mantenga con ellos. Por
ejemplo, uno puede tener una escasa o dificultosa relación con un hermano y pensar mal
de él o criticar su conducta, pero no aceptar que el otro le diga nada o le enjuicie, en
especial si es la pareja.
Observemos el gráfico que aparece a continuación: cada círculo corresponde a la
familia de una parte de la pareja. En este caso, observamos que los círculos son
independientes, cada uno está demarcado y mantienen una distancia entre los tres, que es
mayor entre las dos familias. Esto supone que la persona sale del nido de su familia y
forma otro nuevo. La distancia y los límites son fundamentales para que haya un respeto
a la relación, a la diferencia que existirá con claridad en cada núcleo familiar. Este
respeto ha de ser mutuo, es decir, la persona ha de entender que la familia de su pareja es
importante, es vital, y por ello no se involucrará de manera que su pareja se sienta
herida. Digamos que hay que aceptar a la pareja que tienes, con todo el «lote» que le
acompaña.

Esto, que es bastante lógico y entendible, muchas veces no sucede así y las parejas
se ven envueltas en esquemas del tipo:

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En este caso, la familia de un miembro de la pareja se involucra de manera excesiva
en este núcleo, creando unas alianzas que no son las convenientes y que a la postre
provocarán con mayor probabilidad conflictos entre la propia pareja.
Puede, incluso, que las dos familias se acerquen demasiado y se aglutinen los tres
sistemas de relación. Todo se va complicando, como se puede comprender.
La responsabilidad de recomponer esta situación, si es causa de insatisfacción para
la pareja, es de la propia persona, dándose cuenta de cómo ha de establecer esos límites
con su familia extensiva que, por supuesto, serán muy importantes, pero que tendrán que
estar a otro nivel.

Las discusiones por la familia del otro son complejas y se tienen que tratar con
sutileza para que no perpetúen interferencias en la relación.

Tendríamos pues:
a) Interferencias causadas por el clima social, el estilo de vida y el trabajo.
b) Interferencias causadas por la «necesidad» de desmarcarse de la pareja para
volver a sentirse… ¿enamorado?
c) Interferencias por la familia extensiva.
¿Qué es antes? ¿Una es consecuencia de la otra? Hay casos en que las primeras
interferencias provocan salirse del nido y en otras ocasiones, la permisividad facilita no
estar en la vida de pareja al cien por cien y sería causa de un aumento de las
interferencias primeras.
No importa en realidad qué es antes, sino cómo solucionarlo y hasta cuándo
aguantar. En este sentido, ha llegado el momento de ser tajante.

Una relación de pareja verdadera tiene que ayudar a crecer a sus miembros, tiene
que alimentar la autoestima, provocar un estilo de vida en el que las personas, aun

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cuando tengan dificultades, como es lógico, sientan que merece la pena y que estar
con esa otra persona le permite más ventajas que si estuviera sola.

Por último, no podemos olvidar la existencia de interferencias específicas


provocadas por algún acontecimiento vital, como puede ser un cambio de trabajo, de
ciudad, un fallecimiento, un accidente, una enfermedad, etc. Esto, como es lógico, afecta
a la persona, a sus relaciones durante un tiempo determinado hasta que se va superando
lo que se haya producido como consecuencia de ese hecho. Hay parejas que se unen ante
el infortunio, sacando a relucir una generosidad y cariño que les ayuda a vencer las
adversidades con mucha más firmeza y genera un cambio en las vivencias que hasta ese
momento venían viviendo. Otras relaciones, quizá más debilitadas, no soportan la
interferencia tan vital y terminan por hundirse. Hay situaciones en las que las parejas
abordan las problemáticas de manera estoica, pero una vez solucionadas, se hunden.
El amor entre la pareja es fuente de inspiración como comentábamos al principio de
este capítulo. El hombre necesita de ese amor y todo lo que le acompaña, aun cuando
esto no sea agradable. No podemos decir que ahora sea más difícil amar que antes. Cada
etapa de la historia ha tenido sus características, las cuales le hacen únicas y han
provocado grandes pasiones, delirios, amores de conveniencia, infidelidades y faltas
supremas a la lealtad, muertes por no tener a la persona amada… Pienso que nada
diferencia en su esencia la vivencia. Lo que cambia es el formato, el contexto.

Quien se empeña en amar a su pareja dedica sus energías a ello y vence con mucha
más facilidad las interferencias del tipo que sea. No se trata de mantener una
relación por mantenerla, sino de vivir una opción elegida libremente en la que hay
aspectos positivos y negativos. La persona ha de sentir si le compensa desde una
perspectiva madura, mantenerse en esa relación por el bienestar que le produce,
por lo que le aporta.

SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA MEJORAR LA RELACIÓN CON


LA PAREJA

Ten presente lo expuesto en este capítulo. Si observas un cambio evidente en tu relación


no dejes pasar el tiempo, háblalo con tu pareja, y si descubrís alguna diferencia
importante y no encontráis las herramientas para abordarla, no dudéis en acudir a un
psicoterapeuta de familia-pareja. Esto constituiría pasar una primera ITP (Inspección
Técnica de Pareja). Sí, seguro que alguno esboza una sonrisa, pero ¿acaso no somos más
importantes que un vehículo?
Aprovechando el punto anterior, sería aconsejable que no se esperara a tener una

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crisis grande, sino simplemente hacer una ITP para ver cómo va el funcionamiento de la
relación. Puede que se esté desengrasando o perdiendo fuerza. Puede que la dirección no
funcione correctamente o que los frenos estén desgastados. Puede… claro, ¿cómo no?
¿Acaso no se estropea todo con el paso del tiempo bien porque se usa mucho o bien
porque no se usa nada? (Ahora, otros lectores esbozarán otra sonrisa.)
¿Cuándo acudir a una ITP? Es difícil saberlo, dependerá de cada pareja pero no
estaría mal hacer la primera a los cuatrocinco años de iniciar la convivencia y a partir de
ahí, según se desarrollen los acontecimientos, hacer revisiones cada tres años
aproximadamente. Claro, que siempre se puede acudir a arreglar lo que se haya
estropeado en un momento determinado.
Las psicoterapias de pareja son un espacio muy especial. Se crea un microclima
entre los clientes y los terapeutas de confianza y complicidad porque la pareja es algo
transcendental en la vida de las personas. Basta con escuchar las canciones que suelen
versar en cosas del estilo «… cuando te tengo canto porque no me gustas…, me has
dejado…, te has ido con otra persona…, no me tratas bien… cuando no te tengo porque
deseo volver a tenerte…, anhelo el amor de alguien…, siento que la soledad me hunde,
etc.». Eso, por no hablar de las películas y los libros (en todos sus géneros).

¡Pues claro que el mundo de la pareja es transcendental…! Ahora sólo falta


cuidarla como ese tesoro que si lo perdemos o nos lo roban nos va a doler tanto…
Ese tesoro que va a ocupar un lugar muy especial en nuestras vidas.

A continuación te sugiero una serie de estrategias que pueden ayudarte a mejorar la


relación con tu pareja.
«La caja de sorpresas». Tener las cosas siempre claras o saber lo que va a
suceder quita un poco la magia. Esta técnica ayuda a las parejas a darse cuenta de que
tienen que poner un poquito de fantasía en su relación. La pareja puede comprar o hacer
una caja y ponerla en el espacio que decidan de la casa. En ella, cada miembro puede
meter peticiones, deseos que le gustaría que le hicieran o concesiones que quiere realizar.
Por ejemplo, piensa lo agradable que sería que al llegar a casa tu pareja te hubiera
puesto: «Arréglate que te voy a llevar esta noche a un sitio encantador… ¡Ah!, y no te
preocupes de los niños, que ya lo tengo solucionado» o «He encontrado el disco que
tanto deseabas y espero que disfrutes con él».
Se trata de estar pendiente de esos detalles que puedan gustar a la pareja, al menos
de la misma manera que estamos pendientes de lo que nos puede llegar a molestar. De
esta forma podemos minimizar lo segundo para darle más relevancia a lo primero.
Cuando las parejas se someten a las presiones diarias, puede suceder que aumente el
nivel de crispación y entonces se metan en una dinámica de discusión que les va a ir
asfixiando. En ese caso, puede venir bien lo expongo a continuación.

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Hacer una observación lo más objetiva posible de la situación, especificando
qué pasa, cómo se actúa, los motivos, etc. Lo puedes hacer solo en un cuaderno
privado o junto con tu pareja. Es válida la opción que se decida, siempre que se intente
ser objetivo. La observación, igual que poníamos en el capítulo anterior al referirnos a
uno mismo, es el primer punto de partida para iniciar un cambio real y sustancial en
nuestras vidas. Puedes observar durante 15 días y después hacer un balance con tu
pareja. Entre los dos podéis intentar equilibrar la situación.
Si la relación está en un proceso de cambio importante, puede ser que tenga que
llegarse a redefinir la relación. Puede ayudar para esto el realizar un contrato relacional,
en el que se establezcan los términos de esta nueva relación que ambos queréis
establecer, con un formato parecido al siguiente:

CONTRATO RELACIONAL

— Nombre de los integrantes de la pareja que realizan el contrato con el fin de


redefinir su relación y así buscar la forma de convivir de manera más
satisfactoria. Para ello se van a atener a las siguientes cláusulas:
• Se especificarían todos los puntos que rodean a la pareja bajo los criterios
que cada uno tenga en los contenidos relacionados con la comunicación,
la sexualidad, el respeto, las tareas domésticas, la educación de los hijos,
la relación con la familia extensiva, la relación con los amigos, el espacio
personal de cada uno, la organización monetaria del núcleo familiar, etc.
• Se terminaría con la fecha de revisión del contrato (máximo dos años) y
con el contenido de cumplimiento de cada una de las partes y de lo que
sucedería de no cumplirse.
Firma y fecha.

Es decir, se especifican las cuestiones que importan en esa relación, siendo más
generales en las situaciones que así lo requieran. Habrá otras, como por ejemplo las
tareas domésticas o el propio tema económico, que pueden ser más concretas; así, «se
establece que todas las noches uno hará la cena y otro fregará…», «se establece que va a
ver una cantidad x de dinero para tal cosa y otra para ahorro…» y así sucesivamente. Es
importante que la pareja sea consciente del nivel de libertad que tiene para afrontar su
vida en la relación. Esto se incluye en todos los apartados, en los que también está la
sexualidad, por supuesto.

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Establecer un contrato relacional es algo exclusivo y privado de cada pareja. Es
necesario dejar un tiempo para que los cambios se produzcan, pero establecer
seguimientos puntuales, por ejemplo a los meses, puede ser interesante. Aunque la
realidad cotidiana irá diciendo cómo está la situación y eso es lo verdaderamente
importante.
Cuando las parejas notan que la motivación ha decrecido de manera considerable,
pueden iniciar un proyecto juntos, simbólico, que les recuerde lo que son capaces de
compartir. En este sentido aconsejamos una técnica que suele dar muy buen resultado y
que comentamos seguidamente.
«Cuidemos el bonsái». Está dedicado a las parejas que se sienten sin proyecto
común y no saben por qué lo han perdido ni cómo sucedió. El objetivo es que se sienten,
hablen de cómo se encuentran y que hagan una actividad juntos para que les sirva de
ejemplo.
Cuidar un bonsái no es fácil, como tampoco lo es cuidar la pareja. Así que esta
bonita y delicada planta se convierte en el símbolo de nuestra relación.
La pareja tiene que hacer junta todo el proceso: ir al vivero, informarse de las
especies, el cuidado, la elección (se recomienda una especie autóctona para que haya
más éxito, de entrada).
El bonsái es únicamente responsabilidad de la pareja. Nadie más puede atenderle. Ni
siquiera de manera excepcional. Nadie puede inmiscuirse en este cuidado, ni los hijos, ni
los abuelos, ni personal doméstico… nadie, insistimos. Si sale bien o no, será
responsabilidad de la propia pareja, al igual que su relación.
Hay parejas que observan la belleza de esta planta y se apuntan a algún curso de
cuidados, con lo que ya se han dado cuenta de lo que sacan juntas cuidando el bonsái.
A medida que lo cuidéis os daréis cuenta de que va muy bien, pero en determinados
momentos parece necesitar más agua, pues se le caen las hojas, parece que estuviera un
poco triste… no os confiéis, lo mismo que en la relación. Todo ser vivo evoluciona y hay
que estar pendiente y expectante de estos cambios para poder dar la respuesta adecuada.
Incluso, puede que el bonsái se ponga enfermo. Tenéis que cuidarlo juntos y tenéis que
aceptar que puede no salvarse. Cuando la pareja está haciendo esto de manera implicada,
se da cuenta de muchas cosas y es posible que decida que ya no necesita más símbolos,
aunque sí desear querer otra planta.
Cada una de las estrategias mencionadas tiene que adaptarse a las diferentes
personas. Las estamos poniendo en práctica desde hace años y comprobamos que son
muy eficaces y fáciles de realizar. Si tienes una pareja y quieres que todavía te funcione
mejor, sigue poniendo ilusión y fantasía para que la convivencia no se convierta en una
realidad desidiosa. Si lo que te ocurre es que llevas un tiempo en crisis, habla con tu

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pareja, no lo dudes y buscar entre los dos la estrategia más adecuada. Si por último, te
encuentras en medio de una crisis aguda con tu pareja o crónica porque dura mucho
tiempo, no lo pienses más, acude a un especialista en terapia de familia y de pareja.
Para vivir una relación sexual más satisfactoria sugerimos:
1. Si tienes niños pequeños, no permitas que os separen por la noche durmiendo
con vosotros siempre. Esto tendrá además otras consecuencias que ahora no
vienen al caso, pero en el tema íntimo, no deja opciones.
2. Piensa en la relación que quieres tener y alimenta tu fantasía mediante algunos
gestos hacia tu pareja. Puedes regalarle algún detalle, pedirle que se ponga algo
que te guste, mandarle un mensajito erótico mientras trabaja, etc. La sorpresa
en ese momento hará subir la libido, así como el reconocimiento de que estás
pensando en el otro. Cuando os encontréis, comprobaréis el efecto que esto
tiene.
3. Puedes ir con tu pareja a alguna tienda que tenga productos eróticos que a
ambos os gusten. Introducir algo de juego suele gustar a algunas personas y le
da variación a la relación.
4. Plantéate que la relación no se tiene por qué limitar sólo a tener un coito. ¿Qué
sucedería si le das un masaje en la espalda, con algún aceite de esencia,
planteando un ambiente cálido y sensual? Hay parejas que se hacen expertas en
tener unos lances amorosos lentos, se informan incluso de técnicas como las
ayurvédicas2, en las que, de manera simple, hacen el amor a base de masajear
y sentir despacio, pudiendo alargar el orgasmo mucho más tiempo.
5. Si puedes, ten relaciones en diferentes sitios. No importa que lleves mucho
tiempo con tu pareja. Ponerle un poco de creatividad suele generar excitación y
complicidad. Sólo tenéis que estar de acuerdo.
6. Habla, comunica lo que quieres, cómo lo quieres y lo que no deseas y por qué.
Disfruta de tu sexualidad, no la coartes. Si estás en una etapa muy cansada,
plantea unos encuentros sexuales acordes con la situación, pero no es necesario
eliminarlos.
7. Cuídate. Si la relación tiene poco tiempo o si llevas 20 años con esa persona,
cuídate para verte tú, para sentirte una persona atractiva, para que tu
autoestima, tu deseo y tu satisfacción sean altas. Esta imagen de ti es para tu
disfrute y tendrá, sin duda, repercusiones positivas en los encuentros amorosos.
Sentirás que la otra persona te sigue deseando y tú sentirás también el deseo
hacia tu pareja.

Como decíamos en páginas anteriores, da igual que hablemos de la relación sexual

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o la relación en las tareas domésticas o cuando discutimos por la familia. Los
pilares y los conceptos que se aplican en cada área son comunes. Así, si te cuidas la
imagen cuando estés en una disputa será más eficaz, no cabe duda. Si te cuidas y no
te abandonas, indicará que tampoco abandonas la relación. Lo haces por ti y las
consecuencias son múltiples, como seguiremos viendo más adelante.

47
3
Las relaciones con la familia

«La familia constituye el entorno especial donde se producen las cosas más transcendentales del ser humano,
entre ellas es donde se modelan todas las relaciones con los demás»

(Conclusión sacada del I Congreso de la Asociación Nacional para la Investigación y desarrollo [I+D] de la
Terapia Familiar [1998])

Siguiendo las ideas de los capítulos anteriores, queremos hacer hincapié en que es
necesario tener un orden de prioridad para mantener relaciones sanas. Es decir, primero
somos personas, si lo decidimos, somos pareja y, posteriormente, somos familia.

Cuando uno se ama a sí mismo puede establecer relaciones maduras con la pareja y
con la familia.

Alrededor de esta pirámide están muchas otras pirámides que conforman el


ambiente social. Según se gestiona tu pirámide, así se elaboran las relaciones con los
demás.

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Es evidente que la familia ha cambiado mucho en relativamente poco tiempo. La
evolución social en la sociedad occidental ha conllevado que se diversifique la estructura
de la familia, es decir, se ha pasado de tener un modelo tradicional, formado por madre-
padre-hijos y en muchos casos abuelos, todos ellos dentro del núcleo familiar, a:
1. Familias monoparentales (las formadas sólo por un hombre o una mujer) fruto,
en especial, del aumento de las separaciones o divorcios. Otras causas, como la
decisión voluntaria de tener un hijo sin pareja y la viudedad, ayudan a engrosar
este tipo de estructura familiar.
2. Familias homoparentales (las formadas por dos hombres o dos mujeres), cada
vez en aumento, aunque en la actualidad no haya un reconocimiento claro de la
legalidad de que tengan hijos a su cargo.
En el capítulo anterior se esbozaba la idea de que una de las interferencias para la
relación de pareja era encontrarse, precisamente, con nuevas parejas o núcleos familiares
ya constituidos, en los que se integra uno o más miembros provenientes de otros núcleos
existentes. Es complejo para la pareja y para la familia, pero es una realidad que hay que
afrontar porque en función de los datos, la media de duración actual de los matrimonios
en España es de 13 años y ocho meses, siendo el país de la UE donde más duran. En
Austria son cuatro años menos y en Chipre (país que tiene el récord de menor duración)
seis años menos que en nuestro país3.
Estudiar, por tanto, las relaciones familiares hoy en día es una labor intensa y
complicada, a la que multitud de psicólogos dedican buena parte de sus intereses porque
la familia es un lugar vital para las personas. Es el sitio donde uno nace y se crea la
imagen del mundo. El niño está en «blanco» y lo que los padres hagan será fundamental
para su salud física, mental y emocional. En muchas ocasiones decimos que la familia es
como un laboratorio en el que los niños van a aprender a frustrarse, a decir no, a saber
expresar sus emociones, a controlarse, a sentir el afecto y el amor, a generar
autodisciplina, etc. Con todo ese bagaje interior, la persona se debe enfrentar al mundo
desde bien temprano y según se haga dentro, así será fuera. Lo que hace en el exterior le
repercutirá de nuevo como persona y así sucesivamente hasta que el paso de los años le
haga tener la autonomía suficiente como para elegir un camino que le haga sentir que es
el correcto o el que desea o necesita.
Por ello, en la familia, lo más fácil es educar en cosas prácticas. Al final los niños
sabrán comer, vestirse, coger el lápiz, ir a la compra… Sí, unos lo harán antes que otros
y seguro que unos serán más eficaces y tendrán más destrezas que otros. Lo
transcendental en la familia es la transmisión de los valores, de lo que no se ve, del
autocontrol sano, de la autodisciplina, del afecto, etc. Un progenitor no puede explicar a
su niño pequeño «los beneficios de darle besitos»; un progenitor tiene que darlos sin
más. Cuando un adulto se enfada con su hijo y le impone un castigo, luego no le sienta
para darle «un master sobre los beneficios en los hijos si se cumplen los castigos», ¿te

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imaginas la cara del niño? Sólo se impone el castigo y se cumple y en ese proceso, el
valor de la forma es lo que te va a marcar la diferencia de lo competente o no al
hacerlo. Es ahí donde radica la dificultad, sin duda.
No es fácil aplicar estos criterios en ninguno de los modelos familiares
mencionados, pero si comentamos que la diversidad de situaciones aumenta las
dificultades, piensa que, por ejemplo, un niño (no preparado para lidiar con estos temas)
vive que sus padres se han separado y ahora tiene que irse con su padre, que está con
otra señora, la cual está embarazada de otro bebé (un hermanito le han dicho) y a su vez
vive con su mamá y su otro hermano mayor. La madre ha encontrado otra pareja, que a
su vez es divorciado y tiene dos hijos más que de vez en cuando están con ellos…
¿Seguimos? ¡Para qué! Muchos de los que están leyendo el libro ahora, saben muy bien
de lo que hablo y reconocen la sensación de tensión, ansiedad, miedo y frustración.
Es normal que sea más difícil relacionarse en estas circunstancias si además les
sumamos las interferencias comentadas en el capítulo de la pareja. Por eso se estudia
tanto el tema. Hay que intentar buscar maneras de ayudar a los niños de hoy en día y a
sus familias a gestionar las relaciones para que al llegar a la adolescencia puedan vivir
con más salud emocional.
En este espacio queremos exponer de forma práctica (en la línea de lo que venimos
haciendo) algunos de los intereses y situaciones que, en nuestra experiencia, afectan más
a las personas, tanto en la relación entre los hermanos, como entre los progenitores y sus
hijos.

LA RELACIÓN ENTRE LOS PROGENITORES Y SUS HIJOS

Al darle la noticia de su primer embarazo la mujer comenzó a llorar de alegría. Llevaba


poco tiempo buscando un bebé. Ella y su pareja decidieron tenerlo y tuvieron la fortuna
de que pudiera ser.
¡Su primer hijo! Los días fueron pasando con la intriga y la emoción de algo
desconocido. A medida que el bebé iba creciendo, notaban cómo la vida se enriquecía;
la madre porque sentía su ser con más fuerza, más energía…. Un nuevo corazón latía en
su interior. El padre se engrandecía cuando se acercaba a la barriga de la mujer que
amaba y se hacía partícipe de lo que ambos habían creado.
Esperaban a su hijo con gran deseo.
Cuando la pareja quiere tener un hijo, con una decisión clara, llena de amor y con la
conciencia de lo que eso pueda suponer (aunque en ocasiones la realidad pueda dar
algunas sorpresas), se anticipa una expectativa positiva que facilita la entrada de ese

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nuevo ser en el entorno familiar.
¡Qué bonito sería si siempre que aparece un nuevo bebé en nuestra vida fuera de
esta manera!
Cuando recibió la noticia de su primer embarazo, la mujer se quedó paralizada. No
tenía contemplado que esto realmente le pudiera estar pasando. No en ese momento.
Por fin, tras mucho esfuerzo, había conseguido un trabajo que le abriría las puertas de
su vida profesional. Tenía una jornada larga (de 9 a 14 h y de 16 a 21 h). Al salir, iba
andando como un autómata y notaba cómo se le caían las lágrimas. ¿Qué podría hacer?
Siempre quiso tener un hijo, pero ahora…. ¿qué había fallado?
En la comida, le dio la noticia a su marido. Apenas si se lo creía. Ambos comieron
en silencio, pensando cómo iban a afrontar esta nueva situación. No lo tenían previsto.
La noticia de un embarazo se produce en un momento concreto, con unas
circunstancias determinadas, que condicionan la relación de pareja.

La voluntariedad de decidir tener un hijo va a favorecer unas mejores condiciones


psicológicas que influirán en su cuidado y educación.

Las relaciones que se establecen con nuestros hijos no parten desde que los podemos
tocar físicamente, sino desde mucho antes. Mucho se ha hablado de la diferencia en la
relación de los hijos que son deseados de los que no lo son (de hecho, este dato siempre
se pregunta en una primera consulta de unos padres cuando quieren que su hijo mejore
algún aspecto).
No podemos establecer aquí, ni es objeto de este capítulo, las consecuencias de las
mejores condiciones para tener un hijo. Partamos de la realidad de que en la mayoría de
los casos hay dificultades de diferente índole que pueden complicar la llegada de un
nuevo miembro familiar (dificultades de trabajo, de relaciones con la familia extensiva,
de relaciones con la pareja, de problemas con otros hijos, de crecimiento personal, etc.).
Teniendo en cuenta estos hechos, vamos a plantearnos cómo se pueden potenciar las
relaciones entre los progenitores y sus hijos.
Sin sorprender a nadie, seguro, afirmamos que tenemos que construirlas con la base
del AMOR. Ese amor incondicional que caracteriza y hace única la relación padres e
hijos (exclusivamente en la dirección en que lo ponemos). Los hijos darán ese amor
cuando sean a su vez padres y madres, así que en esa cadena, unos y otros formamos los
eslabones.
Cuando tenemos en cuenta la incondicionalidad del amor, hay que plantearse lo que
significa esto: hablamos de incondicionalidad porque no exigimos que nos devuelvan el
amor que nosotros les estamos dando. Los hijos nos dan SU amor. No es medible en una

51
balanza. Esto no significa que deba confundirse con que los hijos interpreten que les
amamos tanto que les dejamos que hagan lo que quieran cuando quieran y como quieran.
No.
Hay que tener en cuenta que al tener el rol de padres y madres, tenemos una gran
responsabilidad porque esto supone que les vamos a EDUCAR para que puedan ser
AUTÓNOMOS en un futuro y puedan SALIR AL MUNDO con VALENTÍA y
CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN. Para que esto pueda ser sólido, fuerte y creíble, lo
tenemos que hacer de una forma RESPETUOSA y AMOROSA.
Digamos que en el trato con nuestros hijos tenemos que plantearnos equilibrar la
relación emocional (RE) con la función educativa (FE):

En un anuncio reciente para la disminución del consumo de los tóxicos, se puede


observar a un chico en el que los padres le enseñan y educan en el orden, los buenos
hábitos a la hora de sentarse a comer y la educación ante los demás. El chico es tan
educado que, cuando le pasan la droga, sabe decir con mucha corrección «gracias». Es
un spot gráfico que nos hace plantearnos dónde está la transmisión emocional. ¿Cómo
puede un joven hacer esto aun sabiendo intelectualmente que no es sano y que puede
estar su vida en peligro? ¿Cómo se entrena aún niño a saber tomar decisiones con
plenitud?
Es una cuestión compleja. Todos, en un momento determinado de nuestra vida,
podemos pasar por una carencia o una falta de armonía. No tener estrategias personales
puede llevarnos a consecuencias muy lamentables. La prevención y el afrontamiento de
estas situaciones, muchas veces no tiene que ver con los niveles culturales ni el éxito
profesional ni los títulos que podamos tener colgados en la pared. Las cosas son bastante
más complejas que todo esto, porque van por la vía de la transmisión de las emociones,

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de lo que nuestros progenitores hicieron con nosotros y de lo que sus antecesores
hicieron con ellos. Así, somos un eslabón de una larguísima cadena compuesta por un
porcentaje de genética y un mayor nivel de influencia socio-familiar.
Al igual que la transmisión de los hábitos y la disciplina ha de hacerse de manera
consciente desde el inicio de la vida de los niños, la transmisión de las emociones
también tiene que trabajarse precozmente, es decir, hay que fomentar la inteligencia
centrada en las aptitudes a la par que la inteligencia emocional.
Los padres tienen que promover actitudes positivas ofertando un modelo de acción
coherente. La forma (respetuosa) en que se transmite la comunicación tiene que
corresponderse con el contenido que se quiere expresar.
Hay muchas situaciones que nos podrían servir como ejemplo, pero permite que te
ponga una de las que más se repite últimamente y que puede que lo hayas vivido u
observado a tu alrededor: imaginemos el caso de un niño pequeño (5 años). Su madre y
su padre están bastante tiempo fuera de la casa por motivos laborales. El niño es cuidado
entre el colegio y los abuelos. Cuando el niño ve a sus padres tiene tendencia a hacerse
notar. Está bastante privado de esta relación, por lo que necesita asegurarse de que sus
padres se enteren de que él está ahí. Suele llorar por casi todo, pone pegas para comer, es
desobediente, etc.
En este caso bastante común hoy en día, nos encontramos con dos actitudes
diferentes: una está enmarcada en el cargo de conciencia que les embarga a los
progenitores y que moviliza una conducta excesivamente complaciente y permisiva. Esto
conlleva un comportamiento autoritario e incluso tirano por parte del niño, aumentando
sus demandas de atención porque simplemente le dan resultado. Otra actitud suele
encuadrarse dentro del estrés y el cansancio. Como consecuencia, la resistencia ante las
demandas de sus hijos es muy baja y se producen escenas de autoridad con un formato
negativo (frecuentes peleas, castigos, etc.). En este caso, aunque parezca contradictorio,
el niño tampoco mejora sus síntomas porque sabe que con su conducta ha provocado una
atención negativa y al menos, así, consigue que sus padres estén más cerca de él.

CONSECUENCIAS

— En la primera situación, el resultado será la tiranía.


— En la segunda situación, el resultado será la autoestima baja.
— En ninguna de las dos, el hijo ha conseguido solucionar su problema: sigue sin
verles.

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Ahora cabe preguntarse: ¿cómo conseguir que los niños y niñas se adapten, acepten
que sus progenitores, por ejemplo, estén más tiempo fuera de la casa de lo que realmente
ellos desean? ¿Cómo tiene que ser esa relación familiar para favorecer este aspecto?
Cualquier menor tiene mayor capacidad de adaptación que muchos adultos en
general, pero necesitan una base firme, de seguridad que les deje muy claro que están
siendo queridos.
Para paliar los resultados del ejemplo real con el que nos encontramos
frecuentemente, solemos hacer conscientes a los padres de lo que el hijo puede sentir al
no verles; no para aumentar su sentimiento de culpabilidad (si lo tuvieran) sino para que
conozcan con realismo por dónde van las emociones de su hijo.
Es necesario que la pareja (de haberla) esté coordinada e implicada en esta situación,
porque ambos tienen que hacer el plan de fomento de seguridad de su hijo. Esto significa
que la pareja tiene que hablar, expresar lo que siente, las ideas que tiene, las
frustraciones, lo que más le molesta, lo que no puede controlar, los momentos más
fáciles para relacionarse con su hijo, etc.
Disponer de un cuaderno es una herramienta asequible y muy eficaz para hacer los
planes y comprobar cómo van evolucionando (tal y como dijimos en el capítulo
anterior). En función de la situación de los menores, así tendrán que reunirse. Se
aconseja una frecuencia semanal.
Si al pequeño se le informa de la situación, a su nivel, con su lenguaje, va a entender
mucho mejor por qué tiene que pasar tanto tiempo fuera de la casa o con otras personas
que no son sus padres. Hacer un cartel de la organización de manera gráfica y que el
niño pueda entender y ponerlo, por ejemplo, pegado en la nevera, puede ser un referente
claro para él y para toda la familia.

Es evidente que hay que dedicar tiempo en la educación. La calidad es


fundamental, pero si no hay una suficiente cantidad, no tenemos opción de que sea
un tiempo óptimo.

El padre y la madre tienen que turnarse para ofertar tiempo diario, exclusivo, de
juego, de comunicación tanto verbal como no verbal (abrazos, caricias, besos). Si los
padres disponen de un horario común, el tiempo ha ser compartido.
Entendemos el cansancio de los padres y las madres cuando llegan a casa después de
un día de trabajo y tienen que seguir trabajando dentro de ella. Compaginar esto con la
educación es complicado y puede llegar a ser agotador. También entendemos que los
hijos tengan deseos de estar con sus padres.
Si les dedican un tiempo de comunicación afectiva de forma cotidiana, los hijos irán

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sintiéndose satisfechos y disminuirá la necesidad de llamar la atención. Si se habla con
ellos y se les hace partícipes de la realidad que están viviendo para que, dentro de sus
posibilidades, puedan colaborar, podrán aceptar con más facilidad la situación.
Esta base emocional facilitará a los progenitores poner una DISCIPLINA clara,
firme, que se cumpla, y esta firmeza hará que los hijos ASUMAN las normas primero en
la casa y posteriormente en el colegio.
Es importante que en las diferentes realidades que se puedan tener, la familia
«viaje» junta, siendo los padres los que dirijan «el barco». Entonces se podrá llegar a
buen puerto, no lo dudéis.
Como puede verse en el ejemplo y como muchas veces escuchamos, los abuelos y
abuelas están teniendo en los últimos tiempos una función muy importante en la vida de
sus hijos y, por tanto, de los nietos. Abuelos canguros a tiempo completo son los que
tienen que bregar con los chiquillos y saber estar en medio de ellos y de sus padres. Es
una tarea muy complicada, motivo por lo que cada vez con más frecuencia atendemos
las demandas de ellos y organizamos sesiones de grupo para que los abuelos puedan
coordinarse con mayor eficacia con sus hijos y puedan, a su vez, exponer sus vivencias.
Por ello, si tienes una situación similar a la que estamos narrando, acude a tu escuela
infantil o colegio. Hazlo a través de las Asociaciones de Padres y Madres y propón que
se organicen charlas para los abuelos y para vosotros. Los niños se verán finalmente
beneficiados.
La realidad de una familia varía en función del ciclo vital en el que se encuentre
(lactantes, primera infancia, segunda infancia, preadolescencia, adolescencia y juventud).
Cambiará el formato de la relación y la propia evolución de todo el sistema familiar,
incluido el de los individuos que lo conforman, hará cambiar la manera de encarar la
vida que les toque en ese momento. Pero hay grandes pilares en la familia que no tienen
que modificarse para que pueda seguir funcionando de manera sana. Nos referimos a:

EL RESPETO LA COMUNICACIÓN EL AFECTO

Estos pilares básicos irán guiando la forma, el estilo de la familia y los cambios que
se vayan produciendo.

Bajo la base del respeto, con una comunicación profunda y con una dosis
abundante de afecto, la familia funcionará sabiendo poner las normas, porque los
hijos las respetarán mejor y tendrán claro que, aun a pesar de reprenderles en
muchas ocasiones, les siguen queriendo.

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Este mundo es muy complejo porque cada familia se organiza según una serie de
variables que pueden dar lugar a múltiples combinaciones, por ello, es difícil y utópico
dar recetas para ayudar a la familia. Cuidado con esto. Hemos querido transmitir los
puntos en los que se establece una relación sana. A partir de ahí, no olvidándolos, se
puede hacer todo lo que la familia quiera. Se puede jugar y reírse, dedicar a contar un
cuento, a hacer cosquillas a diario, a chatear con los hijos por Internet o una buena
partida a la consola, leer juntos, una partida de cartas, cocinar a medias, limpiar la casa y
luego irse a comer juntos, etc. Compartir espacios en definitiva, sin olvidar que somos
los padres y que estamos en un nivel de autoridad y que los hijos tienen que responder
con claridad a ella.
Reunirse con otros padres y compartir experiencias ayuda mucho. Se suele hacer a
través de las AMPA de los colegios. Es un tiempo muy bien invertido y en realidad es
poco en relación con lo que hacemos en general, porque suelen ser sesiones mensuales o
bimensuales.
Educar a nuestros hijos es una tarea apasionante que requiere tiempo y motivación.
El resultado merece la pena, ¿verdad?
Dentro de las múltiples alternativas que seguro habrás leído u oído, te sugerimos un
decálogo construido desde la propia experiencia de lo que solemos trabajar con las
familias y que a su vez nos ayuda a nutrirnos como padres y madres, porque no
olvidemos que aun a pesar de tener teoría, dedicarnos a este mundo, día a día hemos de
pasar por circunstancias emocionales que nos ponen en alerta, nos frustran, nos hacen
cuestionarnos, nos recuerdan que a veces hacemos bien las cosas y otras no tanto, etc.
Como terapeuta familiar agradezco la experiencia porque puedo nutrirme de los otros
igual que ellos.

DECÁLOGO PARA UNA RELACIÓN SANA ENTRE PADRES E HIJOS

1. Busca el equilibrio personal, cuídate en este sentido para que puedas ser un buen
transmisor de este difícil objetivo. Tus hijos lo irán absorbiendo poco a poco.
2. Conciénciate de que la familia ya estaba antes de tener los hijos. Has creado un
núcleo. Si te quedas embarazada, prepararás un nido. Desde dentro ya el bebé sentirá la
emoción e irá percibiendo el clima. Una vez que salga al mundo exterior estará en
«blanco» a merced de las influencias de ese nido, fundamentalmente. No lo olvides. Si el
nido es cálido, el bebé tendrá más posibilidades de ser tranquilo.
3. Da mucho AMOR a tus hijos y deja que vean cómo os dais afecto entre vosotros.
No vale con decir «yo le quiero, soy su padre». Hay que demostrar con gestos

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coherentes. Los niños entienden muy bien las sonrisas, caricias, tono de la voz, abrazos,
besos, etc.
4. No sólo de amor se construye una relación madura y sana ni entre la pareja ni en
la familia. Para que el sentimiento se canalice y funcione se necesita disciplina que lo
guíe. Con respecto a los hijos esto es vital. Así que mezcla amor con criterios educativos.
5. DI NO y SÉ CONVINCENTE. Los progenitores tenemos que asumir que nuestra
función es EDUCAR tanto en aspectos prácticos como en valores, ética y emociones.
Tenemos que saber decir NO para ayudar a nuestros hijos a adaptarse y frustrarse.
Tienen que crecer con realismo y saber que no todo se puede conseguir. No importa si
lloran o patalean.
6. SÉ FIRME, COHERENTE Y CONSTANTE en tus decisiones de disciplina y
educación. Elabora con tu pareja una lista de prioridades, en función de la edad y
circunstancias del momento y cúmplelas. Intenta ir objetivo por objetivo para que te sea
más fácil. No siempre conseguirás lo que te propones, porque no eres perfecto, no lo
olvides. Aprende a frustrarte y esto también ayudará a tus hijos.
7. COMUNÍCATE Y DIALOGA con tus hijos siempre que puedas. Esto no está
reñido con tener el rol de padres ni cumplir con la disciplina. Hay tiempo para todo.
Propón a tus hijos actividades lúdicas y disfruta. La infancia pasa rápido y si le sacas
partido crearás una base de memoria que nunca olvidarán.
8. LA CALIDAD DE LA RELACIÓN NO ES POSIBLE SI NO HAY UN
MÍNIMO DE CANTIDAD. Has creado una familia y esa decisión conlleva la
responsabilidad de tus actos. Tienes en tus manos unos hijos a los que ayudar para que
sean personas adultas sanas e independientes y tú eres su principal guía. Así son las
cosas. Busca la manera de darles prioridad. No pueden pasar demasiado tiempo solos
porque buscarán las influencias en sitios (Internet, televisión, otros iguales, modelos
negativos, etc.) que les pueden dañar en el momento y a largo plazo.
9. Cuando haya algo que solucionar, no te conformes diciendo: «Ya madurará;
total, todavía es pequeño». Puede que sí o puede que no, pero no te arriesgues. Una
consulta temprana y breve puede ser definitiva para la solución de algunos problemas de
forma rápida. Dejarlo a su inercia, puede conllevar una problemática más grande.
10. Tú eres el padre o la madre. Llevas por delante una gran ventaja: la madurez de
los años y capacidad intelectual. Siempre podrás ayudar a tu hijo a solucionar sus
problemas. Cuando algunos padres sienten que «no pueden con su hijo de 3 años» no
están utilizando todo su potencial. Este pensamiento es falso. Sí puedes y debes buscar
remedio a lo que acontece. Tu hijo te lo agradecerá. La jerarquía sana de una familia es
que los padres tienen más poder que los hijos. Lo importante es la forma en que se
muestra ese poder: DISCIPLINA + AFECTO + COMUNICACIÓN4.

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LA RELACIÓN ENTRE LOS HERMANOS

¡Vas a tener un hermanito!


Y me lo dicen tan tranquilos, sin entender lo que eso supone para mí, sin entender
que ahora seré el último, que ya papá no jugará conmigo como antes y que mamá no
estará pendiente de mí nada más. Y encima se llevará mis juguetes…
Este podría ser, si estuviera en nuestras manos descifrarlo, el pensamiento de algún
niño o niña de corta edad, al que le dan la noticia de la llegada de un nuevo miembro a la
familia. Su sentimiento es de pérdida, de desplazamiento, y tendrá que pasar un tiempo
para que la llegada del bebé sea aceptada y valorada como algo positivo.
Dentro de cada familia los niños encontrarán la primera ocasión para relacionarse,
para resolver situaciones conflictivas y para ubicarse en un núcleo social, con la llegada
de un hermano o hermana. Considerando la importancia de esto, es necesario que
podamos valorar el lugar que el niño o niña ocupa en la familia. No imagines que hay
posiciones más o menos favorables. Cualquier lugar que se haya ocupado entre los
hermanos tiene ventajas e inconvenientes; todo depende, como hemos visto en capítulos
anteriores, de la interpretación y valoración que hagamos de lo que vamos viviendo.
Las características generales y típicas de estas posiciones son:
Primogénito. En estas personas se depositan todas las expectativas e ilusiones de los
padres. También se agolpan las inseguridades y temores. Ha sido la única por un tiempo,
por lo que la llegada de un nuevo individuo a su lado es un duro golpe a su «poder».
Suele ser identificado como modelo y se le atribuye cierta autoridad, aunque también
una gran sensación de responsabilidad.
Si es tu posición, imagínate por un momento en esa etapa de tu vida. Plantéate qué
supuso para ti la llegada de un nuevo miembro a la familia. Ahora viaja de nuevo al
presente y descubre con qué te has quedado de aquella época.
Mediano. Puede ser una posición difícil. De ahí lo que se ha denominado el «efecto
sándwich». A veces no se siente bien con los hermanos mayores o es demasiado mayor
para estar con los pequeños. A veces es mayor y a veces es pequeño y se le va midiendo
en madurez cada vez de una forma. Suele gozar de cierto éxito social, que en algún
momento puede ser fruto de diferencias con el hermano mayor. Haz el mismo ejercicio
que en el apartado anterior, si esta es tu posición respecto a tus hermanos.
Pequeño. Suele tener dependencia con respecto a sus hermanos y con ello será más
difícil que consiga su independencia y autonomía. Puede que se achaque a esta posición
la inseguridad, testarudez e infantilismo. ¿Eres el pequeño/a de tu familia? ¿Qué
repercusión tuvo para ti?

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Ocurre que no siempre cumplimos con las características generales que se achacan
en un determinado momento. Puede ocurrir que cualquier circunstancia vital, por
ejemplo el divorcio o fallecimiento del padre o la madre, haga que las posiciones
cambien, que se fortalezcan las características atribuidas, que los hermanos o hermanas
se unan o se distancien.
¿Cómo influye el ser hijo único o hija única? Si has tenido esta experiencia
seguramente puedes tener un matiz diferente en relación a las otras posiciones. Aunque
pudiéramos pensar que estas personas no pierden en ningún momento su «soberanía»,
parece que sí tienen miedo a perder el amor de sus padres, a fallarles, en definitiva. En
ocasiones se le suelen otorgar características como la de ser personas caprichosas y
egoístas.

Las posiciones de los hijos están supeditadas a la vivencia de cada familia, al estilo
de disciplina que los progenitores estén imponiendo, a la transmisión de los valores
(tanto en el fondo como en la forma), al carácter de los miembros de la familia y a
las circunstancias puntuales que se tengan porque pueden provocar movimientos en
las actitudes y roles que se puedan ejercer.

Por eso hay personas en esta posición con una capacidad de responsabilidad y
actitudes desde el principio que se salen de la etiqueta que suelen otorgarles. Eso mismo
puede suceder en los otros casos. De nuevo, los padres tendrán mucha responsabilidad
en estas tareas para equilibrar las vivencias de sus hijos y poder guiarles de la manera
más armónica dentro de la posición que tienen.
Esto, que ya lo hemos expuesto, no es fácil y quizá no se llegue a conseguir. Es
común en las personas adultas tener ciertas «deudas pendientes» en relación a aspectos
que tienen que ver con nuestros hermanos. Recuerdo el caso de una mujer de 45 años.
Era la segunda de una familia de cuatro hijos. El primogénito tenía una enfermedad
congénita. Era un varón muy deseado y el padre se sintió muy mal cuando se vio ante
esta situación. Nació ella. Tras ella, otra hermana y, por último, una más, que también
vino con una deficiencia leve.
Esta señora se encargó, seguramente por influencia de su padre, de adquirir un rol
muy responsable y participativo. En poco tiempo fue la confidente de su padre y la
cuidadora de sus hermanos. Su madre trabajaba fuera de casa, por lo que la ayuda de esta
señora era de vital importancia; tanto es así, que ella se casó y tuvo sus propios hijos. Se
fue de la ciudad, pero no pudo establecer un núcleo independiente. Siguió siendo el
referente al que el resto de los hermanos acudían para que les solucionase los problemas.
Esta situación le sobrecargaba porque le impedía vivir en gran medida, su propia vida.
Le era muy difícil eliminar ese rol que le había sido impuesto.
En muchos casos, las deudas pendientes están relacionadas con los celos y los

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sentimientos de ser menos queridos que el resto de los hermanos. En la mayor parte de
las ocasiones, los hermanos van racionalizando estas vivencias y las dejan dentro del
marco de la infancia, pero en otras, traspasan las barreras de la adolescencia y se
convierten en actuaciones bastante patológicas, con manifestaciones de odio y envidia,
que generan sentimientos muy negativos, con los que es imprescindible trabajar.
¿Te consideras una persona celosa? ¿Crees que alguno de tus hermanos lo ha sido
contigo? Si no lo has hablado aún, intenta hacerlo ahora y da un paso en la madurez. Si
tienes otras deudas pendientes, ¿realmente te merece la pena perder la oportunidad de
reencontrarte con otro adulto de tu familia? Si la situación es irreconciliable, al menos
siente la tranquilidad de que has decidido lo correcto y libérate de las emociones
negativas, que nada ayudan.
Trabajando con un señor de 39 años, casado y con dos hijos, me comentaba que
siempre había sentido que su madre había querido más a su otro hermano varón que a él
y que esto le dolía mucho. Esta persona seguía manteniendo relación con su hermano y
le quería mucho. Era con su madre con quien sentía el malestar. ¿Por qué esta persona no
deja las experiencias de la infancia donde le corresponden y se dedica a vivir el presente
desde otra posición? Parte del daño emocional está fundamentado en su infancia, en el
marco de su familia y por sentir, precisamente, esta diferencia entre su hermano y él.
Esta persona sigue viviendo, creciendo, haciendo su vida independiente, pero no ha
avanzado en las vivencias internas que tienen que ver con sus vínculos familiares,
especialmente con su madre. Este problema es muy profundo y bastante recurrente en
general. Descubrirlo, afrontarlo y buscar la manera en el presente de «limpiar» la
emoción negativa es lo que posibilitará que recoloque la relación con su familia. ¿Son a
veces los hermanos la excusa para volcar sobre ellos las frustraciones que se tienen con
los progenitores? Muchas veces las relaciones entre filiales están marcadas por aquello
que los padres hayan enseñado consciente o inconscientemente de la relación con su
familia o de lo que hayan sembrado entre los hermanos y/o hermanas. En ocasiones los
hermanos son utilizados, repetimos consciente o inconscientemente, como aliados en los
conflictos familiares o de pareja.
Si eres padre o madre es importante que entiendas tu responsabilidad en la relación
que van a establecer tus hijos entre ellos.
Te recomiendo ahora que hagas un ejercicio de imaginación: Viaja lo más lejos
posible en tu vida. Observa cómo era la relación con tus hermanos en ese momento.
Recuerda o imagina la relación de tus padres con sus propios hermanos y/o hermanas.
¿En que se puede parecer a la situación que vives actualmente con respecto a los tuyos?
Un hermano o hermana puede llegar a ser el único testigo de tu infancia. No es sólo
un compañero de juegos y diversión, sino también de los momentos familiares intensos,
la preocupación, la vivencia sentimental…. Si los niveles comunicacionales han sido
buenos, se convierte en una persona necesaria en nuestra vida.

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La relación entre los hermanos puede llegar a convertirse en el ensayo de las
relaciones con los iguales. Cuando los hermanos son mayores esta relación tiene que
enmarcarse en el respeto de la vida adulta, de las diferencias y las decisiones que se
hayan tomado. El afecto hará que se tenga la seguridad de la presencia del otro.

Hay errores que los padres pueden cometer cuando sus hijos son pequeños. Uno de
los más comunes es realizar comparaciones entre ellos: «mira qué bien lo ha hecho él»,
«a ver si aprendes de ella»…. Esto puede convertirse en afilados cuchillos verbales que
más tarde pueden utilizarse en contra.
A veces la responsabilidad asumida hace que la relación, en lugar de proporcionar
sensaciones positivas, genere cargas tensionales que son difíciles de controlar y se
expresan con pe leas o malas relaciones. En ciertos momentos del ciclo vital, los
hermanos discuten más que en otros. También depende de los meses que se lleven, de las
circunstancias por las que pase esa familia.
Coge un papel y un bolígrafo y apunta aquellas responsabilidades que hacen que tu
sensación no sea buena con respecto a tu relación fraternal. Tú puedes advertir que
sientes la obligación de llamar todos los días a un hermano o hermana,
independientemente de qué haga, porque si no lo haces te sientes extremadamente
culpable. Estamos hablando de un malestar que puede convertirse en reproche a la otra
parte si no responde de la misma forma. Al final, uno se siente mal haciendo la llamada
diaria y no recibiendo la respuesta de la otra parte. Pero… puede ser que no estemos
dejando espacio a la otra parte para responder. ¿Qué pasa si no llamamos un día, si
olvidamos los «debes» y dejamos que nuestro hermano se percate de que nuestra
llamada no se ha producido? Puede ser que tarde unos días en hacerlo, ya que seguirá
esperando que seas tú quien la realice. Puedes llevar mucho tiempo haciéndolo. Puede
que su necesidad no sea la de hablar todos los días, que sus «debes» sean otros. En
cualquier caso, haz la llamada porque te apetezca hablar con él y no porque debas
hacerla para evitar culpabilidad, tendrás la sensación de bienestar y una comunicación
fluida, sin reproches.
Cuando estamos enfadados con un familiar tan cercano como un hermano, sentimos
dentro un vacío que es difícil de rellenar con otra relación. Un hermano es parte de
nuestra vida, aunque no lo elegimos y aquí volvemos a mencionar la importancia de que
los padres hayan transmitido un vínculo intenso para prevenir una ruptura fraternal.
Se viven muchas tensiones cuyas causas son materiales en su mayor parte. Siempre
surgen discrepancias en temas económicos cuando los padres fallecen: herencias, pisos
que repartir, aquel cuadro que la madre otorgó a algún hermano o hermana…. Si has
estado o estás en esta situación, plantéate cómo era la relación anterior con tu hermano.
Se podría decir que en estos momentos salen a la luz conflictos anteriores disfrazados de
reproches por lo que se quiera obtener económicamente («siempre has sido un egoísta»),

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reproches por no haber estado pendiente de los padres («ahora vienes y nunca te has
preocupado de cómo estaban»), y reproches con respecto a la relación anterior («ahora
llamas todos los días y te has llevado meses sin saber de mí»).
Es necesario que los conflictos y necesidades que tenemos en el interior puedan
solucionarse antes de que surjan estas situaciones. Para ello, recomendamos, como
siempre, comunicarse sinceramente. Habla de cómo te sientes sin generalizar. Podemos
ofrecerte una fórmula que te servirá con cualquier persona, incluido alguno de tus
hermanos, a la hora de solucionar situaciones conflictivas:
María me siento muy mal, cuando no me preguntas por mis hijos, cuando vienes a
casa.
Esta persona ha utilizado la fórmula:

Me siento x
Cuando haces y
En la situación z

María, por poner un nombre, puede optar por darte su explicación, y así iniciar un
diálogo sincero y fluido que clarifique la situación. Siempre será mucho más rico que
seguir insistiendo internamente, porque puede aumentar la sensación de malestar interno
si por ejemplo nos decimos algo así como:
¡Hay que ver mi hermana María, que no se preocupa por mis hijos, con lo que yo
pregunto por los suyos, siempre ha sido igual… pues ya no pregunto más, y además no
la vuelvo a llamar, porque soy yo la que está siempre encima de ella… y luego no me lo
agradece, se acabó.
Este discurso interno, ineludiblemente, llevaría a un enfado cada vez mayor.
Vamos a retroceder unos párrafos y vamos a imaginar la contestación de María:
Sí, ya se que parece que no me preocupo, pero no te pregunto porque llamo a tu
hija al móvil y hablo con ella en la semana al menos una vez.
El discurso anterior que nos ha hecho sentir tan mal, pierde toda su carga negativa y
su significado.

Insistimos en la necesidad de hablar y preguntar claramente por qué ocurre aquello


que nos está molestando. Puede ser que ocurra realmente y entonces llega la
segunda parte y ahí es donde nosotros tenemos que decidir qué vamos a hacer. Pero
siempre antes intentando aclarar la situación.

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No cabe la menor duda de que nuestro estado emocional va a condicionar todo
aquello que esté ocurriendo alrededor nuestro. La relación con los hermanos también.
Reunirse los hermanos, a solas, hablar sin intentar defender a uno u otro, expresando
cómo os sentís, proponiendo soluciones y llegando a acuerdos con los que todos os
sintáis bien. Sin «debes», sin «culpa», sin «reproches».
Si tu relación con tus hermanos o hermanos es satisfactoria, no olvides alimentarla
cada día. Quedar para salir a tomar un café, preguntaros cómo os sentís, qué os
preocupa. Daros al menos un día al mes para hablar de vosotros, como hermanos, de
vuestras vivencias, os daréis cuenta de que tenéis percepciones distintas de un mismo
momento, que tenéis mucho que contaros y que el dar por supuesto que «él ya sabe que
estoy ahí para cuando me necesite» adquiere mucho más sentido si realmente lo
expresáis con el lenguaje no verbal. Decir te quiero también es necesario entre hermanos.

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4
La relación con los amigos

«A veces mis amigos me han supuesto más alegrías y penas que mi propia familia. Son elegidos por mí y eso me
hace consciente de mis errores o mis aciertos».

(Mujer de 30 años)

Era una chica de unos 35 años, lloraba y lloraba desconsoladamente, sin ser capaz de
explicar cuál era el sentimiento que la llevaba a ese estado. Fueron varias las sesiones
que le llevaron a descubrir que necesitaba a alguien a su lado, pero no una pareja ni un
familiar, necesitaba tener amigos. No le faltaba una gran familia que la adoraba, un
buen trabajo en el que se sentía realizada, pero sí había perdido a los amigos que desde
que era adolescente la habían acompañado en sus vivencias. Su sentimiento de soledad
era tan grande, que se dispuso a acudir a una agencia de amistad.
¿Por qué necesitamos a los amigos? Desde pequeñitos, ya en la guardería,
identificamos al niño o niña que es nuestro «mejor amigo». No es raro encontrar a dos
pequeñines de la mano y adivinar en sus caras que se sienten muy bien estando juntos. Si
pasamos a la adolescencia, es un período vital para las relaciones de amistad. Aquí los
amigos pasan a un primer puesto, me atrevería a decir incluso que no hay más puestos.
Sólo existen los amigos, y la diversión pasa por estar con ellos, hacer lo que ellos hacen,
contarles aquellas preocupaciones que tenemos y recibir un apoyo que muchas veces
sólo es un «pasa de todo». Sea lo que sea, es en este momento donde la relación que
hemos tenido con nosotros mismos y con la familia, va a condicionar la influencia de los
amigos. Es un momento tan vital en la vida de las personas, que algunos de esos amigos
lo serán para siempre.
Es difícil poder responder en general a la pregunta que hemos lanzado
anteriormente, ya que existen muchos tipos de amigos y con cada uno establecemos una
relación distinta. Pero, piensa en un amigo o amiga de esos que consideramos verdadero.
¿Por qué te apetece estar con esa persona?
Probablemente pases buenos ratos, te diviertas, te apoye en los momentos difíciles,

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puedas contar con ella para todo, esté ahí incondicionalmente y te guarde aquellos
secretos inconfesables. Realmente es complicado encontrar a alguien que cumpla todas
estas características juntas y en todo momento, así que si la has encontrado, cuídala.
Entre las personas que vamos conociendo a lo largo de la vida se van produciendo
relaciones distintas, pero la amistad, tiene ciertas características que la hacen singular.
Imagínate que mañana una persona que acabas de conocer te dice que quiere ser tu
mejor amigo o amiga. Empieza a portarse muy bien contigo, te invita a comer, ofrece su
hombro…. Pero tú no sientes ningún tipo de «atracción» para ser amigo de esa persona.
Podría llevarse así mucho tiempo y si no existe esa «química», esa sensación de que la
persona que está con nosotros puede llegar a ser nuestro amigo, todo será en vano.
Este ejemplo nos lleva a pensar en la primera característica que va a tener una
relación de amistad. Esa persona, ese amigo o amiga, tiene algo que nos «atrae», algo
que nos complementa, algo que hace que nos sintamos bien a su lado y esa sensación no
se puede forzar. Puede tardar más o menos tiempo en sentirse, puede descubrirse con el
tiempo, pero si no ocurre, esa relación no será íntima (y nos referimos con esta palabra a
una amistad profunda).
La segunda característica importante es la confianza. Tú te sientes muy a gusto con
la persona, pero no confías en ella. No llegarás a una relación de amistad jamás. La
confianza en alguien no sólo es tener la certeza de que no va a contar algo que le has
contado, la confianza va más allá. Implica no dudar de la palabra de ese amigo o amiga,
no dudar de sus sentimientos, no dudar de que lo que hace, lo hace pensando en tu
bienestar. En definitiva, confiar en la sinceridad de esa amistad. Esta característica hace
que no exista el miedo a los malos entendidos, que ambas personas sean libres para tener
otras relaciones de amistad, porque eso no significa que se suplanten.
La tercera característica es la más importante y la que en momentos de dificultad
nos va a empujar a aclarar la situación. Nos referimos al amor. No cabe duda de que una
relación de amistad íntima, nos lleva a querer a esa persona. El tiempo que pasáis juntos
o juntas, los momentos vividos tanto positivos como negativos, la complicidad, la
sensación de compañía aunque no estés con él o ella…. En definitiva, es normal que
queramos a nuestros amigos o amigas, aquellos con los que mantenemos esa relación
más profunda.
La confianza, la atracción y el amor son tres variables que hemos trabajado en el
capítulo de la pareja. Es evidente que para mantener una relación auténtica con alguien
son necesarios estos ingredientes. En la amistad no hay enamoramiento y por tanto no
entran en juego otros factores que se derivan de él. Esa es la diferencia.
Si seguimos haciendo un ejercicio de imaginación y traemos a nuestra mente la
imagen de una persona con la que tengamos una relación de amistad con las
características que hemos mencionado, podremos entender que si esa atracción,

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confianza y amor sólo ocurriera en nuestra persona, es decir, fuera unidireccional, la
relación se acabaría. Cuántas relaciones de amistad se acaban porque una de las partes se
cansa de dar y dar y no recibir, o no recibir aquello que piensa que debe recibir.
Entendiendo que la relación con uno mismo es positiva y que no vamos a depender de
los demás haciendo al amigo un «esclavo» de nuestros lastres, es decir, que nuestra
relación de amistad es sana, la amistad es una transacción, yo doy y tú das.
A veces, un amigo o amiga puede pedirnos más de lo que estamos dispuestos o
capacitados a dar. Nos lo puede pedir de forma explícita o implícita. Esto normalmente
nos hace sentir presionados y baja los niveles de satisfacción con la relación, por lo que
si no se hace uso de la confianza mencionada anteriormente y se expone claramente a la
otra persona los sentimientos que tenemos, es difícil que no se rompa la relación. Una
parte se sentirá presionada y la otra se sentirá no respondida. En estos casos, un diálogo
sincero en el que se aclare qué queremos y en el que entendamos lo que la otra persona
nos ofrece, puede reconducir y hacer evolucionar la relación.
En otras ocasiones son nuestros miedos los que nos hacen depender de alguien. En
esos casos podemos plantearnos varias preguntas que nos hagan reflexionar y entender lo
que sentimos: ¿Por qué me siento mal si no me responde? ¿Por qué todo lo que hace me
sabe a poco? ¿Por qué siento celos de otra persona? ¿Es que no estamos seguros de la
relación de amistad que tenemos? Son muchas y variadas las repuestas que podemos dar
a estas preguntas y a partir de ellas podemos darnos cuenta de cuáles son nuestros
miedos con respecto a una relación. Cuando descubras cuál es tu miedo, afróntalo,
acéptalo y si tu relación de amistad es profunda, coméntalo con tu amigo o amiga. Es
otra de las situaciones que hará evolucionar vuestra relación.

Evolucionar. ¡Qué importante palabra!

Todas las personas evolucionan, crecen y, por tanto, las relaciones también.

Esta evolución no siempre es hacia el mismo lugar, a veces andamos en paralelo,


otras cruzamos nuestros caminos y nos alejamos sin que nada se pueda hacer. En una
relación hay momentos en los que uno evoluciona y otro no, se queda parado. Esta
situación también puede provocar que la interacción se extinga. La amistad no puede
desarrollarse sin estabilidad. Por eso cuando dejamos de ver durante muchos años a
nuestros amigos, a veces nos enfrentamos a que parecen personas totalmente diferentes,
o simplemente no se pasa de un diálogo superficial que deja un mal sabor de boca y la
sensación de que algo ha cambiado. La amistad es algo que requiere estabilidad en el
trato, continuidad y cierto esfuerzo.
Conocer bien al amigo es saber de su historia pasada, de sus proyectos actuales y de
sus planes futuros; y del sentido que da a su vida, de sus convicciones; y de sus gustos y

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aficiones, y de sus defectos y virtudes. Es saber de su vida, de su forma de ser, de
comprenderse; es… comprenderle. Y para todo esto se necesita tiempo y contacto.
Nos parece interesante al entender la amistad, pensar que las personas no somos
perfectas y cambiamos poco a poco, es decir, que no siempre encontraremos un «solo
mejor amigo». Habrá quien comparta con nosotros nuestras aficiones, otro quizá
nuestros problemas, otro nuestros sueños. Querer buscar que una sola persona llene todas
nuestras necesidades de amistad es algo que podría llegar a ser una utopía y además
cargaría a esta persona de muchas responsabilidades que probablemente no podría
atender y nos sentiríamos frustrados. Además, ¿quién dijo que no se pueden tener varios
amigos?
Las amistades se cultivan y maduran. Las amistades sanas son un valor fundamental
para nuestras vidas y un factor importante para el desarrollo humano. Por ello, es
fundamental cuidarla y fomentarlas.
Todas las personas hemos pasado por distintas amistades que han cumplido un papel
fundamental en nuestras vidas en períodos concretos (instituto, universidad, trabajo…);
éstas evolucionaron pasando a ser un recuerdo bonito, una persona con la que vivimos
momentos intensos, por ejemplo. Sin embargo, nuestro cambio de contexto y, por su
puesto, el de ellas, seguramente fue la causa de que nos alejásemos mutuamente. Eso no
significa que la relación se termine (aunque pueda ocurrir), pero sí que deja de ser tan
íntima como entonces. Esta separación puede llegar a producir cierto dolor, por eso es
importante analizar por qué ha desaparecido mi relación con tal o cual persona y qué
siento al respecto.
Ciertas personas se empeñan en recuperar las relaciones que por evolución han
desaparecido. Esto es un trabajo no sólo difícil, sino a veces muy frustrante, ya que
puedes idealizar la relación comparándola con la que tenías anteriormente y por tanto,
sólo conformarte y sentirte a gusto si se llega a ese nivel de intimidad. Si llegamos
aceptar la evolución de la interacción y de la propia amistad y, por tanto, somos capaces
de asumir que no va a ser igual que antes, podemos relajarnos y crear una bonita
relación, aunque no la podamos denominar amistad intensa. Existen ese tipo de
relaciones que no son íntimas pero sí necesarias.
¿Por qué se sufre en la amistad? ¿A qué tenemos miedo?
Los seres humanos somos sociales y eso es una condición que viene en nosotros
desde que nacemos. Por ello el miedo a que darnos solos, sin amigos, es intenso en la
adolescencia y se va transformando a medida que nos hacemos adultos en el miedo a
estar sin pareja. Diferenciar los dos aspectos es algo fundamental para entender por qué
necesitamos amigos.
Parece, y muchas personas así lo piensan, que si encontramos una pareja, podemos
prescindir de las demás relaciones; pero esto es una trampa. Todas las relaciones te van a

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enriquecer como persona y afrontar las dificultades y beneficiarse del enriquecimiento
que implica relacionarnos con los demás, nos va a hacer fuertes también en nuestra
pareja.
En mi experiencia clínica el apoyo social se convierte en una de las características
fundamentales de las personas que superan situaciones vitales importantes como duelos
o divorcios.
Plantéate que tienes un problema importante con un buen amigo o amiga. Te sientes
mal, no correspondido, pero los días pasan y no tenéis oportunidad de veros. Según va
pasando el tiempo ese malestar aumenta, porque parece que la distancia es mayor y tu
pensamiento se hace cada vez más fuerte y repetitivo con respecto a la idea de que algo
está pasando.
¿Qué harías?
Hay personas que prefieren pasar el tiempo y esperar que la situación mejore de
forma espontánea, no haciendo nunca alusión al tema porque «es mejor no remover».
Esto es peligroso. Seguramente tú o algún conocido ha utilizado esa cena, o esas copas,
para expresar, sin el control adecuado, la tristeza que le produjo aquella situación. El
interlocutor puede que ni recuerde a qué se refiere esa conversación porque ya haya
pasado tiempo, por lo que al final la situación lúdica se ha estropeado y se ha conseguido
poco.
Nuestro consejo es que cuando algo nos haga sentir mal no se deje pasar mucho
tiempo antes de preguntarle a nuestro amigo o amiga qué está pasando. Las estrategias
de comunicación que hemos comentado en otros capítulos pueden ser útiles.

La forma de vida actual hace que la falta de tiempo sea la excusa más utilizada
para retrasar un encuentro con un amigo o amiga con quien tenemos algo que
solucionar. Pero por suerte, la situación actual también pone a nuestro alcance
tecnologías que podemos utilizar en nuestro beneficio y que nos van a facilitar abrir
nuestro corazón. Mándale un e-mail o una carta expresando cómo te sientes y como
podéis solucionar la situación.

LAS RELACIONES EN EL CONTEXTO LABORAL

A lo largo de la vida, pasamos por momentos en los que tendremos que convivir y
relacionarnos con personas de nuestro trabajo: compañeros, subordinados, jefes… y
tenemos que procurar establecer unas relaciones cordiales y fluidas para sentirnos
satisfechos y que nuestra actividad laboral no se vea afectada. Hay que tener en cuenta

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que la mayor parte del tiempo estamos en nuestro trabajo, por lo que crear un buen
ambiente laboral será fundamental para que la mayor parte de nuestro día sea agradable.
De las relaciones laborales pueden surgir posteriores relaciones personales más íntimas o
no, pero lo que está claro es la necesidad de que no sean relaciones que nos afecten.
En el trabajo es necesario que utilices la sonrisa, cualquiera que sea la actividad que
desempeñes; la sonrisa te facilitará la interacción con los compañeros. A veces existen
problemas personales que puede que nos impidan sonreír, es cierto, pero es necesario en
la medida de lo posible que estas circunstancias se queden en la puerta de nuestro
trabajo; si eso no es posible, puedes confiar en la persona más cercana y hablarle de lo
que te ocurre. Saber que alguien de tu ambiente laboral conoce la situación por la que
estás pasando, calma y da sosiego.
Tanto si somos empleados como si somos jefes hay dos ideas fundamentales. Es
necesario que usemos la cortesía y la educación que utilizamos fuera del ámbito laboral.
Ante pequeñas discrepancias, la asertividad, es decir, la capacidad de defender nuestros
derechos sin atacar a los demás y sin atacarnos a nosotros mismos, es una habilidad
fundamental.
En este contexto, si hacemos nuestro el refrán «el roce hace el cariño», se
establecerán relaciones más intimas de amistad e incluso en alguna ocasión surgirán
atracciones de tipo amoroso.
Si la atracción se ha dado entre compañeros de trabajo y se ha llegado a la decisión
de llevar una relación íntima, es necesario establecer algunas ideas importantes para que
la situación laboral no afecte a la pareja. Es necesario ser honestos con nosotros mismos
y con los demás. Si puede ser, no inmiscuirse en el área laboral de nuestro compañero
sentimental, respetando su espacio dentro de su ambiente. No pedirle que cambie su trato
con los compañeros con los que antes se relacionaba. Cuando existan problemas
laborales, deben solucionarse en el contexto laboral y los personales, en el contexto
personal. No mezclarlos. Una buena comunicación es fundamental, y delimitar la
comunicación a los diferentes ámbitos, es decir, aprovechar cuando estéis fuera del
ambiente laboral para hablar de otras cosas que no sean de trabajo.
Recuerdo el caso de una chica que acudió a consulta sintiéndose realmente mal
debido a problemas laborales. Esa era su demanda, pero el análisis que realizó de su
situación la llevo a ciertas conclusiones respecto a las relaciones que establecía con sus
compañeros y compañeras de trabajo. No entendía por qué cuando cambiaba de trabajo,
las estrechas relaciones que había establecido se «esfumaban» y siempre bajo el
pensamiento de que ella no era persona de mantener amistades. Se escudaba en que no
necesitaba a nadie y por ello no realizaba ningún esfuerzo por seguir el contacto.
Sitúate en tu trabajo, y probablemente te vendrá a la cabeza alguna persona con la
que tienes una relación de amistad. Si esta amistad no es trabajada en otros ámbitos

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distintos al laboral, puede que la desaparición del contexto (por ejemplo, un cambio de
trabajo) haga que la relación vaya marchitándose, o se transforme, pero que no continúe
siendo lo que era. Aceptar esta situación es a veces difícil por alguna de las partes, que
se empeña en mantener un contacto con pocas cosas en común. Tras quedar varias veces
para hablar del trabajo o de los antiguos compañeros, estos encuentros tienden a
desaparecer.
Ya hemos hablado de lo importante de relacionarnos bien independientemente del
contexto en el que estemos. Sin embargo, en un ambiente en el que pasamos tanto
tiempo como es el laboral, se considera imprescindible que las relaciones que podamos
mantener sean lo más satisfactorias posibles. No queremos decir que todas sean íntimas,
sino que sean sanas, aunque no sean cercanas.
No en todas las situaciones podemos hacer que las relaciones sean satisfactorias.
Nosotros podemos modular nuestras respuestas frente a los demás, podemos analizar
nuestra interpretación de las situaciones, pero lo que nunca podremos hacer es controlar
la conducta de los otros. Es decir, hay veces que por mucho esfuerzo que se haga para
que las relaciones sean satisfactorias, no se consigue y entonces es nuestra decisión el
mantenernos o no dentro de esas interacciones que nos hacen daño.

El amor propio implica necesariamente decidir alejarnos en algunos momentos de


personas o situaciones que nos hacen daño.

En definitiva, los seres humanos somos constructores de redes sociales que a priori
son satisfactorias para nuestro desarrollo. Las relaciones de amistad o laborales son un
entramado más dentro de esas redes que van evolucionando y devolviéndonos una
imagen de nosotros mismos. Seamos constructores de un buen proyecto social. Seamos
conscientes de lo bueno que nos puede aportar.

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5
La persona sin relaciones

«Antes la soledad la sentía por no tener pareja, porque todo el mundo la tiene y tú acabas de terminar una
relación. Pero a medida que pasa el tiempo, el motivo de sentirme sola puedo ser yo misma, mis sentimientos y las
ideas que yo me voy creando. Ahora le busco el lado positivo a las cosas. Si no puedo salir pienso que voy a
descansar un poco o voy a llamar a alguien.
Antes me hundía…»

(Mujer de 31 años)

Llegan algunos momentos en la vida en los que miramos a un lado y a otro y nos
encontramos solos. Quizá estamos rodeados de personas pero nos sentimos sin
compañía, sin la voz, la mirada, la risa que podría acompañarnos. Quizá no hay nadie a
nuestro lado y entonces lloramos hablando de nuestra desgraciada soledad.
Pero hay que diferenciar la soledad del aislamiento. La soledad puede ser buena si
estando en ella, la persona no niega la capacidad de relacionarse, si estando en ella, nos
sentimos bien con nosotros mismos y nos llenamos de personas que aun no estando
presentes físicamente a nuestro lado en la convivencia nos transmiten la compañía. En
esta situación, la soledad se convierte en un aliado para encontrarnos con nosotros
mismos y con los demás, ya que vivir la soledad como un momento positivo y poder
disfrutar del silencio nos va a favorecer la relación con los otros. Es verdad que existen
ciertos momentos en los que nos parece vivir una soledad impuesta. Es en estos instantes
donde no debemos presionarnos a nosotros mismos, es necesario relajarse sin dejar de
hacer intentos activos por entrar en grupos donde las personas tengan las mismas
inquietudes o gustos que nosotros.

Hay veces que la prisa por relacionarnos nos hace vivir de forma más negativa
nuestra soledad.

Como decía antes, esta situación hay que diferenciarla del aislamiento; es decir, la
negación de las relaciones. Me encierro en mí mismo y no dejo entrar a nadie. En esta

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situación si además no mantenemos una buena relación con nosotros mismos, las
consecuencias emocionales van a ser más negativas.
Cuando las circunstancias sociales y personales nos hacen difícil la relación con los
demás, cuando sentimos que los grupos están hechos y no entramos, cuando no nos
sentimos queridos, podemos probar «darnos a los demás». En alguna ocasión en mi
experiencia como psicóloga he notado que cuando alguien se ha sentido útil y necesaria
para otras personas, se ha sentido llena, y la soledad que la presionaba ha dejado paso al
intercambio de experiencias y de ayudas, por lo que ha iniciado un camino de relación
dando antes de recibir.

Es muy importante salir del círculo de la soledad en el que los pensamientos


negativos sobre uno mismo nos llevan a no tener habilidades sociales, a sentirnos
mal y, por tanto, a encerrarnos en la soledad negativa.

Cuando la soledad se busca es satisfactoria, no sólo para nuestra vivencia con


nosotros mismos, sino también para nuestras relaciones con los demás. Estar solos
sosiega, calma, nos facilita ese viaje al interior donde nos conocemos, nos
encontramos a nosotros mismos y reflexionamos sobre nuestros encuentros con los
demás y la posibilidad de mejorarlos.
La soledad deseada puede convertirse en una fuente de inspiración, como ha
ocurrido con algunos escritores y artistas; puede posibilitar un carácter reflexivo,
profundo, pero sólo será así cuando ésta sea deseada, elegida y aceptada.
Hay veces en los que esta sensación no se busca, cae encima de nosotros
mostrándonos su crudeza. Aparece esa soledad amarga que hemos de aguantar a la
fuerza por motivos múltiples que veremos más adelante. Son momentos en los que
nuestro cuerpo se siente cansado, sin ganas de esforzarse, nuestra cabeza da vueltas y
vueltas pensando en lo mismo, parece que nuestra energía se acaba y no tenemos de
dónde recargarla. Cada persona vivencia esta situación de forma singular, pero en
definitiva entramos en un círculo del que nos es difícil salir, donde la frustración y el
estado de ánimo deprimido juegan un papel fundamental.
Podemos sentirnos solos por varios motivos y es importante diferenciarlos. Uno de
ellos es por limitaciones en nuestro carácter. Nuestra forma de ser entra en un círculo
vicioso del que puede ser difícil salir. Desde la adolescencia estamos formando nuestra
red social y en ella se producen situaciones más o menos favorables. A veces, cuando
somos adultos, traemos a nuestra cabeza nuestros problemas pasados y creemos que en
nuestros futuros encuentros sociales también vamos a fracasar. Esto lleva a que se acabe
saliendo mal por la falta de confianza. Esta sensación puede hacer que estar en público
se vaya convirtiendo en una situación evitativa, por lo que el repertorio de habilidades
sociales se va perdiendo por su falta de uso. Esta retirada, que es lo único que en algunos

72
momentos da seguridad a este tipo de personas, se convierte en una solución a corto
plazo. El volver al «hogar» da la seguridad de no tener que afrontar situaciones sociales
para las que se «sabe» que uno no está preparado. Pero como decimos, es una solución a
corto plazo. A largo plazo, sí se aumenta el aislamiento y lo más importante y negativo,
impide el afrontamiento y, por tanto, la percepción de uno mismo de que es capaz de
estar y disfrutar de una relación social.

En definitiva, es importante aceptar nuestras características personales y con ellas


afrontar las situaciones sociales que pueden modular nuestras creencias sobre
nosotros mismos.

La timidez no es una enfermedad, es un rasgo más en nuestra forma de ser, por lo


que es posible modular nuestra manera de actuar. Si consideras que esta timidez es
excesiva y no te permite afrontar las situaciones sociales, limitando tu vida laboral y
social, pide ayuda. Tal vez se pueda solucionar. Hay personas que sin ser tímidas entran
en el círculo de la soledad por la creencia de que no hay relación que le funcione.
Identifican soledad con no tener pareja y eso les impide la relación con amigos. Hay que
tener cuidado porque aquí también entramos en un círculo de pesimismo y negatividad
que no es satisfactorio. «Todo me ha ido mal, para qué salgo, si ya los tengo a todos
muy vistos.» No son más que piedras que nos ponemos en nuestro camino y que nos
frenan en nuestra búsqueda de relaciones satisfactorias. Ser un ser social no implica
necesariamente tener pareja.
Otro de los motivos por los que podemos encontrarnos solos es por lo que hemos
venido a llamar en capítulos anteriores, los cambios, las transformaciones, la evolución
de la vida. De 30 a 50 años puede aparecer una situación que tiene dos protagonistas: el
divorcio o la separación de una pareja. Solemos mirar hacia el que es «dejado» y
escuchamos frases del tipo «pobre, se queda solo». Y no es porque no tenga ahora a su
pareja, sino porque se rompe la rutina en la que venían moviéndose como pareja y ahora
hay que hacer cambios. En una situación de separación, a no ser que uno de los dos
tenga otra pareja que acelere la adaptación a la nueva situación, ambos protagonistas se
van a sentir solos, aunque de distinta forma.
La persona que decide dejar la relación sin un motivo «suficiente» (creemos que el
simple hecho de dejar de sentirse bien y decidir libremente es un motivo suficiente),
siente la soledad de «no ser entendido»; todos sus familiares, amigos… pasan a consolar
a la pareja. Es una sensación múltiple: superar el cambio, que si bien es deseado, es un
cambio, superar el sentimiento de culpa por haber hecho el cambio y superar la
sensación de soledad que en los primeros momentos produce cambiar el estatus de
casado a separado. La soledad de la persona «dejada» es un tanto más amarga, sobre
todo por algo que hemos comentado antes: no es una situación elegida. Es un cambio en
algunos casos inesperado y desequilibrante. Te encuentras en una situación no deseada,

73
teniendo que afrontar un duelo por la pérdida de la pareja y además esas personas que en
un primer momento aparecen para consolarte, te das cuenta de que en unos meses tienen
que continuar con su ritmo de vida y no pueden estar todo el día a tu lado.
¿Qué pasa en estas situaciones? Bueno, es necesario que nos permitamos estar de
duelo o sentirnos tristes en algunos momentos en los que la soledad nos acompaña sin
nosotros querer que lo haga. Permítete llorar de vez en cuando y desahógate y después
mírate al espejo, fíjate en tu cara y reflexiona. ¿Quieres seguir en esa situación? Sólo
teniendo una intención de cambio se pueden provocar situaciones distintas. Pero todo
esto es una transformación; ya hemos comentado que las relaciones evolucionan, la
persona cambia y, por tanto, estas modificaciones necesitan de la adaptación y eso sólo
ocurre si nos damos tiempo.
En ese tiempo, hasta que la transformación se ha producido, aparecen a nuestro lado
personas o relaciones que podemos llamar «situacionales», «pasajeras», «calmantes», de
todo menos intranscendentes. Son relaciones que llegan en el momento oportuno, y que
te proporcionan el bienestar necesario entonces sin que suponga una amistad de por vida
o una relación emocional duradera. Son como un antiinflamatorio o un calmante: bajan
la inflamación y calman el dolor momentáneamente, y son muy necesarios. Estas
personas van pasando por nuestra vida dejando una huella imborrable, subiendo nuestra
autoestima en momentos en los que está muy baja, y preparándonos el camino para
nuestra transformación. No es cuestión de buscar amigos desesperadamente. Es ir
relacionándote con las personas que aparecen por tu vida disfrutando de lo que esas
relaciones te dan y sin plantearte la intensidad de la amistad. Sólo así aparecerán
personas que calen hondo y que seguro que permanecerán a tu lado durante toda la
transformación y después.
En estas situaciones hemos escuchado «no tenía amigos», «todos han seguido con
su vida»… Cuando vamos pasando tramos en nuestras vidas, no podemos agarrarnos a lo
que nos era válido en el pasado. Quizá hace 10 años te era válido estar con amigos que
eran pareja y disfrutabais de las salidas al campo. Pasado ese tiempo, obsérvate, tú has
cambiado de tramo, y sin olvidar que en aquel tiempo eso te agradaba, hay que
plantearse qué es lo que te favorece ahora. Quizá descubras que, por ejemplo, te gusta la
fotografía, y te metas en actividad social dirigida a fomentar esta afición, y conozcas a
un grupo de gente con el que salgas a hacer fotos los fines de semana y te encuentres
bien… Y eso sólo significa que en este tramo de tu vida, estas personas son importantes.
Otra de las situaciones por las que nos sentimos solos es por la pérdida por
fallecimiento de nuestra pareja. Esta situación no es buscada, aparece tras enfermedad o
de forma repentina y acompañada del duelo necesario. Cuando existe una separación o
un fallecimiento, las fases por las que pasa la persona son muy similares, viviéndose en
ambos casos un duelo, una pérdida. En el caso de la separación, encontramos una
dificultad en la primera fase, la de aceptación. Esto ocurre porque a diferencia del
fallecimiento, tras una separación, sobre todo si se tienen hijos o se vive en la misma

74
ciudad, se puede o se debe seguir teniendo contacto con la persona de la que nos hemos
separado.
Al hablar del fallecimiento, hay una serie de ritos sociales que nos van a favorecer la
aceptación de la pérdida. En un primer momento la soledad no existe, estamos rodeados
de personas que vienen a vernos, a darnos el pésame y a acompañarnos en esos
momentos tan duros; sin embargo, pasados unos meses esas atenciones tan necesarias, se
van diluyendo. Y son esos amigos y familiares que te han acompañado los que empiezan
a animarte para que «hagas algo», no te «quedes sola» y en esta situación es cierto que
no es fácil la movilización. Tenemos que dejar pasar un tiempo prudente en el que
favorezcamos el duelo necesario en estas pérdidas. Necesitamos tener rabia, aceptar,
llorar, y después reorganizar nuestra vida, adaptarnos al cambio. Y es aquí donde
empieza nuestro trabajo.
Cuantas más relaciones sociales se hayan tenido antes de la pérdida, más fácilmente
nos adaptaremos al cambio. Eso no significa que tengamos que mantener a toda costa las
relaciones de antes. Significa que nos iremos quedando con aquellas personas que se
adapten a nuestra transformación sin dejar a las otras, pero sí modificando la forma o el
tiempo como nos relacionábamos cuando vivía nuestra pareja.
Y cuando aun estando con gente nos sentimos solos, estamos ante una situación que
es común en las personas que no se sienten satisfechas con la vida que llevan. Están
rodeadas de personas pero centran su atención en la insatisfacción. Puede ser una
insatisfacción personal, laboral o de pareja. La cuestión es que hace que no nos fijemos
en las relaciones sociales ni las fomentemos y sólo centremos nuestras miradas a lo que
nos falta, a lo que no nos gusta. En estos casos es importante solucionar la situación que
nos ocupa, y hablamos de solucionar, de hacer algo práctico por cambiar aquello que no
nos gusta, no de dar vueltas a la cabeza y perder nuestro tiempo fijándonos
obsesivamente en lo mal que estamos. Sólo si tenemos la intención de mejorar y dirigir
bien nuestra atención, podremos valorar aquello que nos rodea y, en el caso de que no
nos guste, intentar cambiarlo.
¿Cómo harías para decidir despedirte de ese sentimiento? Te recomiendo escribir
una carta de despedida a tu soledad. Exprésale lo que te ha hecho pasar y por qué no
quieres que sea más tu compañera de viaje. Léela en voz alta, escúchate y piensa qué
puedes hacer para que nunca más se instale a tu lado sin tú llamarla.
Esta es una bonita carta que alguien anónimo escribió a la soledad.
«Soledad:
No sé si decirte querida, no sé… Creo que siempre te he apreciado como una
amiga, porque siempre me fuiste muy útil y estuviste presente en los momometos más
difíciles de mi vida, en los que necesité pensar, reflexionar, en los momentos en los que
necesité silencio… Pero también siento que te has enamorado de mí, has pasado quizá

75
más tiempo de lo debido conmigo. Quizá otras personas te necesiten más que yo.
Aunque no lo voy a negar: eres imprescindible… Otros habrán requerido tu presencia,
otros te habrán llamado con locura, otros te habrán deseado desesperadamente, pero tú
te has quedado conmigo la mayor parte de mi tiempo.
En muchas ocasiones he sentido miedo a tu lado, en muchas ocasiones he llorado
porque no me dejabas en paz, en muchas ocasiones me has roto el corazón… Pero sé,
Soledad, que me has ayudado siempre, sé que cada momento que estuviste conmigo no
ha sido en vano, sé que he madurado gracias a ti, entendiendo que no siempre estaré
rodeado de gente, sé que me he ahogado en mis pensamientos muchísimas veces, sé que
me has hecho filosofar más de lo debido. Sé, Soledad, que en momentos quizá
inoportunos, has aparecido… A pesar de todo, sé Soledad, que te he sido fiel; he sido un
leal compañero y tú me has demostrado lo mismo, sé que has estado también cuando te
necesité, sé que te he tratado mal, sé que me has tratado mal tú también, pero sé que he
aprendido a quererte después de todo…
Muchos han gritado tu nombre enojados, muchos han repetido tu nombre una y otra
vez necesitando tu presencia, muchos han estado esperándote, muchos de verdad, quizá
te echen de menos, pero también muchos te han maldecido. No todos te quieren, no
todos tienen ganas de compartir su tiempo contigo.
Por eso, Soledad, como amigo te doy mi consejo: tienes que estar siempre presente
en donde te necesiten, pero no abrumes, no asustes, eso no hace falta.
Saludos».

(Anónimo)

SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA FOMENTAR LAS RELACIONES

Cuando hablamos de sugerencias prácticas, queremos hacer hincapié en esa palabra:


«prácticas». El estado de inercia o la quietud, no van a favorecer una transformación en
nuestro estado ni en las relaciones que tengamos. Por tanto, hay que desear ponerse en
marcha, ser «practico» y actuar.
• Es importante hacer una lista de aquellas actividades que te gustan o te han
gustado, aquello que siempre quisiste hacer y nunca te atreviste. Todo ello
siendo realista, es decir, valorando la capacidad física, los recursos económicos
y las posibilidades con las que cuentas en tu pueblo o ciudad. Una vez que la
tengas, empieza por informarte de horarios, grupos, materiales necesarios, etc.
El objetivo es que hagas algo que te guste y a la vez que te rodees de personas

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que tienen la misma inquietud que tú.
• Ayudar a los demás, como hemos dicho antes, puede ser un buen recurso para
salir de uno mismo y empezar a contactar con otras personas con intereses
similares.
• Cuando uno empieza a hacer una actividad, probablemente no le encuentre el
gusto en los primeros momentos, incluso puede ocurrir que la gente que está
no sea al principio de los que tú quisieras que estuvieran. Date tiempo, no
tomes decisiones precipitadas, no abandones. Todas las personas necesitamos
un período para acoger a los nuevos integrantes de los grupos, y todos
necesitamos también de un proceso de adaptación. Hay personas que deciden ir
al gimnasio, y lo hacen con alguien que los acompaña. Esto tiene un riesgo, si
esa persona deja de ir, puede ser que tú también lo hagas. Es en esos momentos
cuando uno tiene que ser constante y seguir. Y un día tras otro empezarás a
saludar a ese chico o a esa chica que coincide contigo en horario. Día tras día,
saludos, conversaciones intrascendentes y luego la fiesta de Navidad o una
cerveza a la salida. Los seres humanos solemos ser sociales, nos gusta la
reunión, pero para ello hay que ser paciente.
• Aprovecha los recursos que nos brindan las tecnologías. Internet es otra vía de
relación. Cuando me preguntan qué opino de esta opción, entiendo que como
cualquier otra, siempre que no sea exclusiva o extrema, es una opción más. He
conocido a personas que hoy están con sus parejas felizmente unidos y se
conocieron vía Messenger, otras, se han metido en un mundo virtual y no son
capaces de salir de casa. La relación virtual no puede sustituir a la relación
personal. Un abrazo es mejor que un e-mail mandando un abrazo. Pero cuando
la distancia hace que esto no se pueda dar, un e-mail es mejor que nada. Por
tanto, nuestra sugerencia es que si utilizas Internet para relacionarte
socialmente, que no sea en exclusiva, que sea en algo más dentro de tu puesta
en práctica para sentirte mejor.
En general, piensa que no importa la edad que tengas, ni por qué se ha producido
que estés en solitario. Si tienes autonomía suficiente como para salir de casa y caminar
en alguna dirección de las que hemos propuesto, quizá ese sentimiento de malestar se
pueda disminuir. No lo pienses, actúa, que a veces es una buena manera de comenzar a
sentirnos mejor.

Somos seres sociales y, como hemos dicho anteriormente, lo que nos aportan los
demás nutre nuestro interior, siempre que se desee.

77
Conclusión

Nuestra sociedad, la occidental, la industrializada… ésta que lucha por alcanzar un alto
estado de bienestar, parece tener ciertas fisuras que provocan un efecto contrario a estos
deseos e intenciones.
La sensación de felicidad y de satisfacción no se puede aislar del momento
sociocultural en que las personas nos encontramos. En este sentido, sólo con hacer un
recorrido a los 20 últimos años, podemos encontrar muchos cambios. Por mencionar
unos pocos, basta con hacernos eco de la velocidad en que percibimos que los días se
pasan. Todo se anticipa cada vez más. Cuando estamos en una estación del año, se
plantea lo que vamos a comprar en la próxima, hasta tal punto que en 2006 se
anticiparon las ventas de ropa de invierno, antes de terminar el verano; la Navidad
empieza a venderse a primeros de noviembre (en muchos centros comerciales, de hecho,
no quedan juguetes en la primera semana de diciembre). Por supuesto, la oferta de
alimentación variada, decoración y otros artilugios más o menos prescindibles es tal…
que a medida que van pasando los días y abren todos los centros comerciales todos los
fines de semana de diciembre, la inercia une a la masa y toda a una… invade el
comercio.
La felicidad es un estado subjetivo que, sustentado en su mayoría en aspectos
externos (los materiales, tengan la forma que tengan), provoca una falsa sensación de
bienestar, de satisfacción. Esto tiene que ver con la capacidad del ser humano de no
saciarse, de querer más. En los niños este hecho es muy evidente. ¿Cuántos padres hoy
en día sustituyen el tiempo de estar con sus hijos por regalos más o menos necesarios e
incluso poco solicitados? Los progenitores suelen comentar: «Tiene de todo, pero no es
suficiente». Esto suelen decirlo cuando el hijo, harto de tanto «cachivache», sigue
manifestando su tiranía, su insolencia o su indisciplina.
Ni a los chavales les va a hacer más felices el cúmulo de cosas, ni a los padres

78
tampoco. Es por ello, que en la inmersión de la cultura que nos toca vivir,
paradójicamente a ese «estado de bienestar» hay un aumento de depresiones infantiles,
suicidios, estrés, enfermedades psicosomáticas, violencia, etc.

Tiempo y enfoque de calidad de vida son los aspectos básicos para poder iniciar un
cambio en relación a lo expuesto en este libro.

Me refiero a que para aumentar la calidad de la relación con uno mismo, la pareja, la
familia y las amistades, es necesario tener claras las prioridades y saber que hay que
dedicar un tiempo para que el grado de satisfacción sea más elevado, para que la
sensación de felicidad sea más consistente y duradera.
Cuando una persona tiene un conflicto emocional más o menos intenso, pero que le
repercute en su sensación de bienestar, no puede hacer lo mismo a lo que está
acostumbrada en todo momento. Tiene que salirse de cierta rutina; ese será el aval que le
indicará que al hacer algo diferente, obtendrá algo distinto. De otra manera no es posible.
Para ello, hay que pararse, pensar, dejarse sentir, analizar, darse un tiempo para tomar
decisiones y, por último, propiciar un cambio. Como puede verse, es un proceso interno,
intimista, que nada tiene que ver con la búsqueda de la satisfacción por actos evasivos o
distractores, exclusivamente.

Un verdadero cambio necesita de un trabajo personal, de una dedicación, porque al


final se llegará a algún descubrimiento, gracias al cual aumentará la calidad de
vida.

¡Qué diferente es pensar en la calidad de vida por la cantidad de objetos de consumo


que se dispongan, cosas que se hagan o por los recursos que se tengan a la hora de
afrontar la existencia! ¿Con qué te quedas si te dan a elegir? Bueno, lo tienes fácil
porque es una decisión personal y siempre puedes iniciar un cambio, siempre, en el
momento que quieras, en el sector que quieras. Siempre que hagas un movimiento para
mejorar una relación, alcanzarás algo diferente. En ocasiones incluso, la mejoría está en
romper la relación con alguien que es causa de ese malestar (una amistad o la pareja).
Hay otras, que es necesario aceptar que no se pueden romper lazos de relación con
alguien vital (uno mismo, los progenitores, los hijos) y, por tanto, es necesario buscar,
analizar, aprender una nueva manera de interacción que sea sana y satisfactoria.
Todo esto requiere la inversión de tiempo, que no es tanto en realidad, pero que ha
de existir. No se puede mejorar las relaciones con prisas, con estrés. Hay personas que
son muy eficaces porque rentabilizan bien las energías, porque se priorizan bien los
objetivos y tardan la mitad de tiempo en solucionar un conflicto. Esa es una buena
estrategia para avanzar con más prontitud.

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El tiempo es una medida subjetiva, no todo el mundo lo utiliza de la misma manera,
ni le cunde por igual. Así que te planteo que reflexiones sobre lo siguiente que un colega
psicoterapeuta me dijo en una ocasión y que me pareció vital y, sobre todo, muy útil:
«No importa el tiempo que pase cuando tienes que solucionar algo. El tiempo es una
medida subjetiva. Lo que importa es el camino que recorres desde que inicias tu
cambio. Así no perderás la perspectiva de cómo estabas y tendrás un referente para
compararte y valorar cómo estás ahora».
Interesante, ¿verdad? Si tienes que solucionar un problema con tu hija, con tu pareja,
con tu madre o con otras personas, enfócalo como un proyecto, dale su prioridad, métete
en el camino de la solución y mientras que vas andando, analiza los cambios que pueden
ser de utilidad. Céntrate en las mejoras y así no perderás esa perspectiva,
independientemente del tiempo que haya pasado, y, por supuesto, dedícale lo necesario
para aumentar esa calidad de vida porque, si realmente sientes que algo no va bien, es
necesario modificarlo.
Si me llevo bien o mal… si no tengo relaciones suficientes… si me siento sola… si
los amigos me dejan de lado… si suelo discutir con demasiada frecuencia en el trabajo y
no me tienen en cuenta… si mis hijos no quieren hablar conmigo… si mi hermana me
insulta casi siempre… si…
¿Cuál es el hilo conductor de este libro?
El amor.
¿Qué hemos querido expresar sobre el amor?
Que está en la base de las relaciones, pero que no es suficiente con que los seres se
quieran, sino que una relación madura ha de estar fundamentada en un formato, con unos
criterios y unas premisas que hagan coherente lo que digo que siento con lo que
realmente demuestro.
Yo me siento mucho mejor cuando me quieren, cuando me lo dicen, cuando me
hacen un gesto y me lo demuestran de alguna manera. Me sonrío, me ablando, me relajo,
me dan ganas de dar gracias de palabra, con gestos, con un beso o un abrazo.
Yo no soy diferente a los demás y observo que cuando hago un acto amoroso
provoco esa reacción en el otro.
Le estoy demostrando que le quiero, que es importante para mí, que deseo algo
bueno para él, que formamos «algo».
Yo me siento más confiada y segura. Sé que podré contar con esa persona si lo
necesito.
Así que cuando lo doy, eso es lo que sentirá el otro.

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Estoy sembrando con semillas del amor.
¿Cursi para los momentos en los que vivimos?
Quizá. Pero es mejor vivir con un talante amoroso, fomentando o (al menos
intentando) que existan momentos de relación agradables, positivos y satisfactorios, que
combatir la existencia a base de otras actitudes contrarias a estas que aquí se elogian.
Fíjate en las siguientes columnas de palabras:
Cariño
Calma
Alegría
Optimismo
Confianza
Lealtad
Seguridad
Afecto
Besos
Abrazos
Satisfacción
Comunicación
Coherencia
Sinceridad
Creatividad
Constancia
Paciencia
Flexibilidad
Adaptación
Amistad
Atracción
Pasión
Placer
Positivo
Compartir
Tranquilidad
Respeto
Firmeza
Proyecto
Amor
Todas estas palabras, y quizá alguna más, se han utilizado a la hora de elaborar el
presente texto para exponer cualidades cuando nos relacionamos con uno mismo y con
los otros.

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¿Quién dudaría en pensar que poner en práctica relaciones con estas características
le haría sentirse más dichoso durante el período en que se establezcan; incluso que esas
relaciones pudieran ser más duraderas? Puedes cogerlas en solitario o por grupos y
siempre te saldrá un buen encaje. Fíjate: «Es necesario tener constancia para alcanzar mi
proyecto»; «En mi relación de pareja, además de amor quiero que haya amistad y así
compartiremos como compañeros una vida más agradable»; «Si soy firme con mis hijos
llevaré a cabo una disciplina satisfactoria y si además me comunico con ellos, mi
proyecto será más positivo»; «Estoy sola y me tengo que adaptar a esta situación, con
alegría será mejor y podré hacer más amistades»…
Elige si quieres las palabras que te sean más cercanas y deja que su significado te
acompañe durante un tiempo, es muy probable que el efecto que se produzca a tu
alrededor te convenza para que no las deseches ya y puedas seguir incluyendo otras
muchas. Como en otras ocasiones te hemos dicho, no te lo creas; mejor, pruébalo.
Pues eso es lo que hemos pretendido exponer. El ser humano vive una vida finita y
como tal todo va en concordancia. Si a ella, a su vida, se le acompaña con ingredientes
de este tipo, ¿quién puede negar que vivirá mejor y que afrontará de excelente manera
sus visicitudes?
Nosotras lo tenemos claro, ¿y tú?
Finalmente, nos gustaría terminar haciendo hincapié en varios puntos importantes
que consideramos necesarios para saber vivir desde la perspectiva expuesta a lo largo de
este libro.
Empieza a pensar en ti. Cuando uno se relaciona bien consigo mismo y se quiere,
se relaja. Está claro que no siempre ese es el estado de nuestro cuerpo y nuestras
emociones, por eso es importante que te des cuenta de que las angustias emocionales te
están diciendo algo, te están llamando la atención de que algo no va bien, de que vas en
contra de tus verdades.
Empieza a ser auténtico. Deja de desear que tu vida cambie de forma espontánea y
empieza a caminar por tu proyecto. Mira las cosas que hay a tu alrededor desde el prisma
optimista. Aprovecha todo lo que ocurre para crecer y despójate de lo que te hace daño.
¡Cuidado! Pueden llamarnos la atención por ser egoístas, pero hay que diferenciar
egoísmo de amor propio.
Vive en el presente con esos proyectos que no tienen que ser grandes y muy
lejanos, sino pequeños objetivos que conseguir en períodos cortos de tiempo. Disfruta de
lo que te gusta, simplificando la felicidad.
Se podría pensar que tu mente, a veces, te puede jugar malas pasadas, y aburrirse, y
hacerte sentir mal, y es verdad; pero si la hacemos nuestra aliada, también puede
proporcionarnos una vida plena y saludable, que dentro del realismo que a cada uno le

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toca vivir, nos haga sentir optimistas por lo que podemos conseguir con respecto a la
relación con nosotros mismos y con los demás. Estamos convencidas de ello.

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Colección TÉCNICAS Y HABILIDADES

Libros prácticos para utilidad de estudiantes, educadores y familias.

1. Técnicas de estudio para adolescentes.


Antonio González.
Técnicas de estudio sencillas, fáciles de entender y practicar por los
adolescentes

2. El estudiante eficaz.
Antonio Valle y otros.
Texto dirigido a estudiantes mayores y profesionales que deseen asesorar en
este campo

3. Argumentar y razonar.
Félix García Moriyón.
Un medio para que los estudiantes aprendan de manera coherente y
significatica lo que han aprendido

4. Consigue una excelente memoria.


Luis Sabastián Pascual.
Técnicas mnemotécnicas para aprender a memorizar y recordar con facilidad

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1 http://www.ipfe.org/Informe_Evolucion_Familia_Europa_2006_Espanol.pdf>.
2 El masaje ayurveda proviene de la filosofía hindú. Tiene efectos terapéuticos y es utilizado como técnica
en los encuentros sexuales. Se dispone de una bibliografía amplia para quien le interese profundizar en ella.
3 Fuente: Red Europea de Política Familiar a partir de datos de Eurostat.
4 Todas las personas interesadas en profundizar en estos temas y que quieran acudir a talleres de padres,
pueden encontrar la información en <www.centrointelecto.com>.

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Índice
Portada 2
Créditos 5
Índice 7
Presentación 9
1. LA RELACIÓN CON UNO MISMO 12
– Sugerencias prácticas para mejorar la relación con uno mismo 20
2. LA RELACIÓN CON LA PAREJA 26
– Interferencias para poder establecer una relación de pareja consolidada 35
– Sugerencias prácticas para mejorar la relación con la pareja 42
3. LAS RELACIONES CON LA FAMILIA 48
– La relación entre los progenitores y sus hijos 50
– Decálogo para una relación sana entre padres e hijos 56
– La relación entre los hermanos 58
4. LA RELACIÓN CON LOS AMIGOS 64
– Las relaciones en el contexto laboral 68
5. LA PERSONA SIN RELACIONES 71
– Sugerencias prácticas para fomentar las relaciones 76
Conclusión 78

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