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Nathalia Andrea Jaramillo Bello

Vivienda Social – enero de 2019

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“Evaluación social de políticas y programas de vivienda: Un análisis de la


contribución de la vivienda a la reducción de la pobreza”.
Ronaldo Ramírez, 2002

Este artículo escrito por el arquitecto Ronaldo Ramírez, es un documento que establece como propuesta
diferencial entender y comprender las políticas de viviendas incluido todo el campo relacional que las
acompaña bajo el paradigma de la complejidad. Es decir que además de exponer componentes empírico-
analíticos y positivistas (cuantitativo), se complementa con desarrollos menospreciados del modelo
comprensivo etnográfico y socio crítico, con el fin de profundizar y abordar las problemáticas desde una
visión más completa y compleja.

El texto está estructurado en dos partes fundamentales. La primera hace un recuento de la evolución de
las políticas de vivienda a nivel global para después definir y explorar las terminologías correlacionadas con
estas prácticas, como la pobreza, la pobreza urbana, los indicadores, entre otros, para establecer
brevemente los orígenes del estado en el cual nos encontramos actualmente. Además, hace una reflexión
acerca de las deficiencias y problemáticas del sistema actual y en base a esto establece ocho parámetros
que para el autor deberían ser tenidos en cuenta y permitirían complementar la visión clásica de la
problemática de vivienda llevándola a un nivel más efectivo de acción. La segunda parte, busca mediante
la ilustración de tres proyectos localizados en tres países de cultura y contextos diferentes mostrar políticas
de vivienda que han integrado varios de los ocho criterios enunciados en la primera parte y que han
mostrado tener mayor impacto y ser más eficaces al momento de afrontar la problemática.

En efecto Ramírez, enfatiza en el hecho de entender que la evolución de las políticas de viviendas
no es ni lineal ni uniforme y que su comportamiento y efectividad varía entre países desarrollados y países
en vía de desarrollo. Es en los años 60 y 70 donde el modelo de vivienda global capitalista entra en crisis y
Estado acoge la responsabilidad de redistribuir y manejar la desigualdad de los ingresos. No obstante, en la
década de los 80 se inicia una búsqueda por re estructurar el papel del Estado, los agentes que intervienen,
la distribución del gasto público y nuevas políticas sociales que permitan superar la problemática de
pobreza. Esta concepción se acoge a premisas del neoliberalismo donde la vivienda se rige bajo las leyes
del mercado, la intervención del Estado se reduce considerablemente al punto de mantenerlo como un
actor pasivo y el sector privado entra a ser protagonista de la organización y desarrollo social. Aun cuando
el propósito de esta reestructuración pretendía mitigar la pobreza o en el mejor de los casos erradicarla,
esta tuvo un proceso en el cual no solo no se redujo la pobreza sino que el sector más vulnerable quedo
fuera del campo de acción incrementando su situación y sumando acentuadamente a la desigualdad.
Paralelamente, las políticas de vivienda se han clasificadas en dos, las convencionales y las no-
convencionales, que desde la década de los 70 han coexistido pero que su utilización se ha transformado
en la medida en que el Estado pierde acción. La primera, son aquellas políticas que se implementan
sistemáticamente y cuyo objetivo es explícito y se concentra en reducir la pobreza como por ejemplo: la
liberación de tierras o la impulsión de grandes obras públicas. Sin embargo con el pasar de los años, se ha
demostrado que estas políticas no son realmente eficaces y en general terminan no atendiendo las
necesidades de la población para la cual se destinó esta. La segunda, las políticas de vivienda no-
convencionales, se caracterizan por ser de implementación progresiva, parcial y esencialmente de largo
plazo y su utilización se enfoca en aspectos que tratan el mejoramiento de asentamientos ilegales y lotes
con servicios. Inicialmente, esta modalidad tuvo contribuciones a la disminución de la pobreza urbana,
pero, con las transformaciones que acarreo el pensamiento neo-liberal, estas fueron utilizadas con mayor
frecuencia y los Estados adoptaron el rol de observadores, lo cual termino por reversar los avances de estas
políticas.

Para Ronaldo Ramírez, la evolución de estas políticas está directamente relacionado con la relación entre
la pobreza urbana, especificando que:

“la erradicación de la pobreza (…), un objetivo que legitima la inversión de la ayuda internacional
y de grandes recursos públicos en su ejecución”.

Es decir que, esta noción pone en evidencia la eficiencia y la necesidad de incorporar cambios en las
políticas existente de la problemática ante la mirada de una diversidad de agentes no solo de índole
nacional sino internacional, por ende el autor afirma la importancia de entender y definir el concepto de
pobreza. De hecho, Ramírez, explica que la pobreza se mide y se ha medido desde sus inicios bajo el
paradigma positivista reduciéndolo a una relación entre ingresos y consumo (valor económico). Es decir,
que esta noción caracterizado por ser de corte cuantitativo, se establece en una condición unidimensional
en la cual aspectos de diferenciación, tamaños de familias, ingresos no-monetarios, entre otros no tiene
cabida, por lo que las políticas terminan siendo reduccionistas por lo que no es evidente que este corte
logre atender y erradicar ni el déficit habitacional ni la pobreza urbana.

Las críticas al paradigma cuantitativo se han intensificado y los indicadores sociales reflejan la ineficiencia
y las consecuencias del reduccionismo de lo cuantitativo. Como propuesta, el autor propone una nueva
versión del concepto de pobreza, entendida ya no únicamente en términos unidimensionales sino
multidimensionales, incluyendo factores culturales, locales y sociales. Otro aspecto fundamental es
entender la importancia del origen y las causas de las problemáticas que son abordadas por las políticas.
Es decir que, al no ser definida y entendida la esencia y la raíz de la pobreza no es posible establecer
intervenciones convencionales o no -convencionales adecuados, que contrarresten este fenómeno; por
ende, toda acción generada sin esta comprensión no confronta el problema sino que resulta inútil. De igual
manera, el autor aclara que existe una distinción entre pobreza y pobreza urbana, donde la segunda se
convierte en un tema específico de la primera pero que se enfoca en visualizar la pobreza como una
totalidad indivisible en un territorio o espacio urbano compuesto por una serie de ausencias urbanas y
problemáticas sociales.
Teniendo en cuenta el análisis anterior, Ramírez propone cuatro criterios fundamentales que no son tenidos
en cuenta y que valdría la pena complementar a la visión cuantitativa para mejorar la asertividad de las
políticas de vivienda a nivel global. El primer aspecto, la multidimensionalidad establece la necesidad de
entender que los agentes de intervención deben ser variados tanto en escalas
(municipal/nacional/internacional), como en sectores (privado/publico), como en actividades y funciones
(capacitación, dinero, supervisión, etc…). El segundo criterio es la heterogeneidad, el cual funda la idea de
que generalizar la condición de pobreza solo incrementa el problema por lo tanto entender la diversidad,
realizar distinciones e identificar grados de vulnerabilidad permite ser más puntual y eficiente.

El tercero, la participación, abre la puerta a la comunicación y relaciona las partes (quien diseña y quien
vive la política), permitiéndole a las políticas ser más asertivas y efectivas. Este principio se divide en dos
aspectos, por un lado en participación de asociación la cual se limita a hacer partícipe de las políticas a
los involucrados (acción participativa), algunas con continuidad y otras exclusivamente puntuales. Por otro
lado, la participación de devolución en la cual no solo se les involucra en el proceso sino que se les transfiere
facultades, competencias y recursos para tomar decisiones e iniciar procesos. El cuarto, la integración se
divide en dos categorías: integración municipal en la cual se busca que las municipalidades en las cuales
se agrupan mayorías en condiciones de pobreza intercambien actividades y acciones con otras menos
afectadas para consolidar una red de apoyo y mejoramiento constante. La otra, la integración urbana,
postula la necesidad de generar integración a nivel ciudad a modo de equilibrador.

Adicionalmente, Ronaldo Ramírez menciona que un factor no contemplado pero que influye en este
campo relacional, es la comprensión de los pobres como una categoría social aislada y no como una parte
de un colectivo. De hecho, esta distincion peyorativa solo “debilita los lazos entre los pobres y los otros
grupos sociales”, reforzando la problemática existente. Su invitación es a ver esta categoría social
heterogénea dentro de un sistema o una red social en la cual las interacciones y las relaciones de unos con
otros son fundamentales para un desarrollo en comunidad. A este postulado, se le suma la idea de
entender la condición económica de los pobres, donde su progreso se ve limitada y no es suficiente con su
esfuerzo individual para superar esta condición. Por ende, el autor apela a adicionar otra categoría
adicional, la transferencia de recursos en el conjunto de la sociedad.

Como producto, Ramírez, realiza una tabla en la cual dispone los ocho criterios anteriormente
mencionados y le asigna el número 1 a aquella política que lo integre y el 0 de no tenerla. Esta tabla es
aplicada por el autor en tres ciudades con condiciones deficitarias importantes: Rio de Janeiro, Brasil, Dakar,
Senegal y Hyderabad, India. La tabla 1 adjunta recopila que puntuación obtuvo cada política y cuál fue
la acción mediante la cual se dio esta.

Finalmente, es evidente que la necesidad de una reestructuración en las políticas de viviendas es necesario
y urgente. Y aunque esta se han regido principalmente por el modelo reduccionista, positivista -
cuantitativo, ya existen desarrollos paradigmáticos diferentes que podrían integrarse y conectarse con el fin
de establecer un campo relacional y una red estable y completa que permite tomar decisiones más
puntuales y acertadas y de este mitigar la pobreza urbana. De una u otra manera el autor propone realizar
alianzas entre paradigmas para llegar a la complejidad y desde este punto empezar a construir nuevas
políticas de vivienda que tengan mayor impacto.

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