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Historia de la ciencia

Antonio Diéguez
Departamento de Filosofía
Universidad de Málaga

Tema 1
La ciencia en la Antigüedad

1. INTRODUCCIÓN: ORIGEN GRIEGO DEL ENFOQUE CIENTÍFICO

Es bien conocido que el enfoque puramente racional o científico en el estudio de la naturaleza surgió en
la Grecia clásica, en torno a los siglos VI y V a. C., en lo que ha dado en denominarse “el milagro
griego”. En esa época, se desarrolló en Grecia la primera cultura alfabetizada ampliamente difundida (cf.
Lindberg (2002), p. 36). Ahora bien, la ciencia o filosofía natural griega no surgió en el vacío. De
tiempos más antiguos aún y de varias civilizaciones heredó material que en parte sería desarrollado y en
parte no: los mitos precientíficos, las cosmogonías de la propia Grecia y los tesoros acumulados en dos
mil años de observación de la naturaleza y, especialmente, de los astros en Babilonia y Egipto.

Los egipcios y babilonios consiguieron sus principales éxitos en astronomía y matemáticas, justo
los campos en que también los griegos hicieron, a continuación, sus mayores avances. En el curso de
dos mil años, la observación astronómica dio lugar a un conocimiento empírico de los movimientos
estelares con el que los egipcios y babilonios fueron capaces de determinar aproximadamente los ciclos
de los eclipses solares y lunares, y de confeccionar un calendario que sería después adoptado por los
astrónomos griegos, con correcciones basadas en sus propias observaciones. No menos importantes
fueron los logros en matemáticas. Los egipcios desarrollaron un sistema numérico decimal hacia el año
3000 a. C. y en Mesopotamia se desarrolló un sistema más avanzado, decimal y sexagesimal, muy
superior para la resolución de problemas complejos, hacia el 2000 a. C. (cf. Lindberg (2002), p. 36-8).

“En Mesopotamia la observación astronómica sistemática empezó a practicarse en los templos


con finalidades religiosas, astrológicas, relativas al calendario. Los sacerdotes del templo no sólo trazaron
un mapa de las estrellas fijas, sino que también identificaron las “estrellas errantes” o los planetas, los
ahora denominados Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. (El Sol y la Luna también se
consideraban planetas porque también ellos se movían respecto a las estrellas fijas). Se observó que estos
siete planetas se movían a través de los cielos dentro de la estrecha banda del zodiaco. Hacia el 500 a. C.
los sacerdotes babilonios habían definido esta banda e identificado las constelaciones que la distinguen
con doce segmentos de treinta grados cada uno, dándonos así los signos del zodiaco. Una vez definido,
el zodiaco podía funcionar como un práctico sistema de medida para trazar con exactitud los
movimientos del Sol, la Luna y los demás planetas, y como fuente de predicciones astrológicas.” (cf.
Lindberg (2002), p. 40). Esto se hizo, no a través de métodos geométricos, como hicieron después los
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

griegos, sino a través de métodos numéricos que extrapolaban las observaciones pasadas al futuro. (p.
41).

Aun así, sin teorías físicas del cosmos, solo promediando datos no muy exactos recogidos
durante siglos […] lograron resultados notables [algunos de ellos sólo mejorados en el siglo XIX]. Con
sus procedimientos, lograron predecir las oposiciones, estacionamientos y retrogradaciones de los
planetas (cuando por efecto de la perspectiva, parecen detenerse y retroceder por el Zodíaco). Con todo,
que sepamos, eso no llevó al desarrollo de doctrinas naturalistas sobre un cosmos de carácter divino.
[…].

Retrogradación de Marte

Aunque no nos han llegado textos, sin duda existió una práctica quirúrgica desde el tercer
milenio, dado que en el siglo XVIII a.C. se regula en el Código de Hammurabi y otros anteriores. […]
Lo que parece claro es que sus conocimientos anatómicos eran burdos, y los fisiológicos imaginarios.
(cf. Solís y Sellés 2005, pp. 41 y 27-29).

El elevado nivel alcanzado por la tecnología egipcia en metalurgia, minería y construcción,


proporciona evidencia adicional de la riqueza de su conocimiento científico. Sin un amplio conocimiento
de mecánica y estática, y sin una desarrollada técnica en ingeniería, habría sido imposible construir las
pirámides, transportar los enormes obeliscos desde las canteras hasta los lugares donde se erigieron, o
llevar a cabo el trabajo ulterior de alzarlos. Cada nuevo descubrimiento en arqueología egipcia y
babilónica aumenta nuestra admiración hacia esos logros científicos y técnicos que alcanzaron su zénit
cientos de años antes del nacimiento de la ciencia griega. Pero de todos ellos no surge una imagen
uniforme, ni los detalles separados coagulan para formar un cuerpo único de pensamiento científico
fundamentado en una doctrina filosófica omnicomprensiva, sino que para ello hubo de aguardarse a
aquel enfoque científico del estudio de la naturaleza que sería creación de los griegos en el siglo VI.

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Tal enfoque adquirió la forma de un intento por racionalizar los fenómenos y explicarlos dentro
del marco de hipótesis generales. El objetivo que se pretendía era dar validez general a la experiencia
obtenida de la contemplación del mundo como una sola unidad ordenada, un cosmos cuyas leyes
pueden ser descubiertas y expresadas en términos científicos. (Sambursky (1990), p. 24). Las causas de
los fenómenos naturales debían buscarse en la naturaleza de las cosas (Lindberg 2002, p. 51).

Los griegos […] eran conscientes de la antigüedad del saber de los babilonios y sobre todo de los
egipcios, a los que atribuían el origen de la cultura, la escritura, las drogas, las matemáticas y la
astronomía. De los primeros sabios, Tales y Pitágoras, así como de Demócrito y Eudoxo, se dijo que
había viajado a Egipto, Mesopotamia e incluso la India, donde aprendieron sus saberes. La novedad
griega sería más bien de carácter metodológico o filosófico, consistente en no tomar esa
tradición como algo revelado a repetir y conservar, sino como propuestas que se pueden
defender y justificar, sean mitos religiosos, terapias médicas o proposiciones geométricas. […]

La gran novedad griega es la filosofía de la naturaleza, que abordó como cosa propia todo tipo
de problemas, particularmente los cosmológicos anteriormente tratados por la mitología y la religión.
Una clave de este cambio es la desconexión entre la política y la religión del Estado, que en los imperios
fluviales envolvía la totalidad de la cultura. Los sabios griegos no eran escribas del Estado, sacerdotes del
Templo o consejeros del rey, sino ciudadanos libres que ejercían a título particular en función de sus
intereses y valores, en unas ciudades en las que los sectores más dinámicos se dedican a la industria y el
comercio, especialmente con la expansión colonial a Asia Menor y la Magna Grecia en el siglo VI o con
la Atenas del V. […]

En este contexto, el contacto colonial con culturas exóticas produjo la conciencia de la


incompatibilidad de diversas doctrinas y una cierta dosis de escepticismo hacia las propias. (Solís y Sellés
2005, pp. 63-4).

[En el lenguaje alfabético griego bastaban] un par de docenas de signos para codificar el lenguaje
natural. Consiguientemente los niños griegos tardaban en aprender a leer o a escribir lo mismo que los
nuestros [frente a los más de seis años que requería el aprendizaje en los sistemas de escritura jeroglífica
o logográfica de Egipto, Mesopotamia y China, que usaban signos para palabras completas]. Esta
peculiaridad del sistema griego de escritura tuvo consecuencias importantes sobre la extensión de la
alfabetización y la cultura escrita que no estaban ligadas de modo indisoluble a una casta administrativa y
sacerdotal. Cualquier ciudadano del margen de la sociedad podía acceder al saber acumulado y poner por
escrito sus dudas escépticas y sus ideas innovadoras.

Mas estas potencialidades del alfabeto no hubieran ejercido su efecto pluralista si no se hubiesen
combinado con condiciones sociales y políticas muy peculiares de las poleis. Frente a los vastos imperios
fluviales, las pequeñas ciudades griegas poseían una mayor distribución del poder político. […] Desde las
reformas democráticas de Solón (siglo VI a.C.), los hombres libres aumentaron su autonomía merced al

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

derecho al desagravio, a la apelación a un jurado y a decidir sobre la constitución. De este modo, se


indujo a una concepción de la libertad individual y de la autonomía según la cual los ciudadanos no
conocían más autoridad que la que ellos mismos negociaban y eran conscientes de que ello los
diferenciaba de los bárbaros. […]

En el ágora se ejercitaba, pues, una actividad agónica, polémica, sin una autoridad ajena a los
litigantes. Eso indujo el desarrollo de técnicas de debate, refutación y persuasión enseñadas desde el
siglo V por un cuerpo de profesionales liberales, los sofistas, que vendían sus servicios no al Estado,
sino a clientes individuales. Estas técnicas políticas y jurídicas se extendieron a todos los campos de la
cultura y fueron la base y el modelo de los análisis metodológicos y lógicos, pues términos como
“prueba”, “testimonio”, “evidencia” o “refutación” provienen del vocabulario político y jurídico. Se
produjo así en el campo del saber la proliferación de doctrinas de los presocráticos, incluyendo el
escepticismo y el ateismo, cuya elaboración estaba presidida por una rivalidad y deseo de innovación
desconocidos en los escritos de sus vecinos los bárbaros. Frente a la utilización milenaria de los mismos
textos, tan frecuente en Egipto y Mesopotamia, las doctrinas presocráticas duran lo que sus inventores.
En este sentido, aunque la ciencia griega del período sea inferior en sus contenidos a la de sus
vecinos, su filosofía de la ciencia, al adoptar el estilo agónico, provocó aquella insistencia en los
procedimientos de crítica y argumentación, de refutación y prueba, que condujo a la lógica, a
las demostraciones matemáticas y a la reflexión de segundo grado sobre el método y las
relaciones entre los distintos saberes. (Solís y Sellés 2005, pp. 22-3).

Tales, y después de él Anaximandro y Anaxímenes, [siglo VI a.C.] [los tres de la ciudad de


Mileto, una colonia griega en Jonia, en la costa oeste de Asia Menor], fueron los primeros filósofos cuyas
preguntas y respuestas manifestaron un enfoque verdaderamente científico [...]. Los tres se preguntaron
por la sustancia física que subyace a todos los fenómenos, por la naturaleza de esa “materia primordial”

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

de la que estaban hechas todas las manifestaciones físicas. [...]. Tales y Anaxímenes señalaron una
sustancia específica: el primero escogió el “agua” como substrato, mientras que el segundo consideraba
al “aire” materia primordial. Anaximandro, por el contrario, dijo que era imposible dar a dicho elemento
un nombre. [...]

Tenemos aquí, ante nosotros, una aplicación del principio científico por el que un máximo
número de fenómenos debe ser explicado mediante un mínimo número de hipótesis, o lo que
puede ser considerado un criterio de simplicidad para una teoría, si ésta lograra asentar el mayor número
posible de hechos, mediante el menos número posible de supuestos. (Sambursky (1990), pp. 26-7).

Las respuestas de los milesios a la pregunta por el origen de todo es materialista y monista y,
sobre todo, deja fuera elementos sobrenaturales.

Debemos a Empédocles (siglo V a.C.) un añadido teórico vital para los cimientos de la ciencia,
el concepto de que todos los fenómenos dependen de fuerzas universales que actúan en el cosmos.
Los filósofos milesios nunca tuvieron en consideración el problema de la causa en general; para ellos las
transformaciones que acontecen y las formas constantemente cambiantes de la materia primordial y sus
movimientos eran datos últimos y atributos del primer elemento. Empédocles fue el primero que
distinguió la materia de la fuerza y es en la distinción misma donde radica su originalidad. [...] En lo
tocante a la materia en sentido estricto, propuso explícitamente la existencia de cuatro elementos –fuego,
aire, agua y tierra– y, al hacerlo, volvió la espalda a la tendencia monística de la escuela milesia dando
forma a un nuevo concepto de materia que, con pocas excepciones, permanecería en vigor hasta el
desarrollo de la química moderna. [...] Los cuatro elementos se combinan y se separan y son esas
combinaciones y separaciones las que constituyen los procesos del mundo físico.

De acuerdo con Empédocles, esa creatividad es el resultado de la acción de dos fuerzas que
llama “Amor” y “Discordia”. (Sambursky (1990), pp. 37-8).

En la segunda mitad del siglo V, el materialismo del siglo VI fue adoptado y extendido por los
atomistas Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera. Los atomistas sostuvieron que el mundo consiste
en una infinidad de pequeños átomos que se mueven al azar en un infinito vacío. Los átomos,
corpúsculos sólidos demasiado pequeños para ser vistos, incluyen una infinidad de formas; y explican la
gran diversidad de sustancias y los complejos fenómenos que observamos por sus movimientos,
colisiones y configuraciones transitorias. Leucipo y Demócrito incluso intentaron explicar la formación
de mundos a partir de los vórtices o remolinos de los átomos.

[...] Lo importante respecto a los atomistas es su visión de la realidad como una maquinaria sin
vida, en la que todo lo que ocurre es el resultado necesario de los átomos materiales, inertes, moviéndose
según su naturaleza. Ninguna mente o divinidad se inmiscuye en este mundo. No hay lugar para la
finalidad o la libertad, sólo gobierna la férrea necesidad. Esta visión mecanicista del mundo caería en

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

desgracia con Platón y Aristóteles, pero reapareció con fuerza en el siglo XVII, y desde entonces ha
constituido una poderosa fuerza en las discusiones científicas. (Lindberg 2002, pp. 55-56).

Además de la escuela milesia, durante el siglo VI a.C. hubo otra gran escuela, la pitagórica,
originada en el otro extremo del mundo griego (Italia) y que tuvo muchos seguidores durante un par de
siglos y pasó a la historia bajo el manto del platonismo y del neoplatonismo. No se conserva nada de
Pitágoras, si es que escribió algo, lo que unido a la exigencia de silencio dentro de la secta pitagórica
hace que la información sobre ella sea muy escasa. La escuela unía elementos místico-religiosos y
científicos. [...]

Por lo que atañe a la física, sustituían el principio único y sustancial de los milesios por la
pluralidad de los números. Aceptaban el vacío para delimitar los números, por lo que el suyo era una
especie de atomismo matemático. Concebían los números de manera corpórea, y a partir de ellos
componían el mundo por el juego de contrarios, como par e impar, ilimitado y limitado, uno y múltiple,
masculino y femenino, etc. [...] El 1 no era un número, sino la unidad que los genera; el 2 es lo femenino
y la línea; el 3, lo masculino y el plano; el 4 el sólido; el 5, el matrimonio (suma de lo femenino y lo
masculino), etc. [...] La idea pitagórica de reducir la aparente diversidad y opacidad de los fenómenos
físicos a unas relaciones matemáticas subyacentes, simples y transparentes, ha sido desde entonces una
tendencia poderosa y fértil, acompañada muchas veces de elementos místicos.

En el campo de la astronomía, los pitagóricos rompieron con una de las ideas más sólidas de la
cosmología: la centralidad e inmovilidad de la Tierra. Hicetas sostuvo que la Tierra rotaba, dando así
cuenta del movimiento diario de los astros y Filolao (siglo V a.C.) le atribuyó un movimiento de
revolución en torno a un fuego central. [...].

No sabemos cuándo ni cómo se demostró la irracionalidad de √2. La prueba se retrotrae a


mediados del siglo V a.C., y la noticia que da Aristóteles revela su carácter pitagórico. Lo absolutamente
novedoso aquí es que lo demostrado es inseparable de la prueba, mientras que en los demás casos, como
en el teorema de Pitágoras o las reglas algebraicas babilonias, las proposiciones fueron conocidas
muchos siglos antes de su demostración. Los babilonios calcularon √2 sin saber que se trataba de una
aproximación a algo inalcanzable mediante un número fraccionario. Eso lo averiguaron los pitagóricos
mediante una prueba abstracta y general.

Según la leyenda, el descubrimiento le costó a Hipaso de Metaponto ser arrojado al mar y


produjo una crisis en el pitagorismo. En cualquier caso, el descubrimiento de que hay inconmensurables,
números inexpresables o sin razón, condujo a privilegiar la geometría, donde se pueden comparar y
expresar magnitudes inconmensurables sin usar razones numéricas. La identificación pitagórica entre
número, geometría y física quedó seriamente dañada. (Solís y Sellés 2005, pp. 66-68 y 74).

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2. EL PROBLEMA DEL MOVIMIENTO

Uno de los problemas centrales de la filosofía natural griega fue el problema del cambio, del movimiento
en un sentido muy amplio.

Si la realidad última debe ser algo fijo e inmutable ¿es posible explicar, o incluso aceptar, la
realidad del cambio? ¿Es la estabilidad en el nivel de la realidad última compatible con el cambio genuino
en algún otro nivel? […].

Uno de los primeros filósofos en plantear este tema fue Heráclito, que ofreció una
grandilocuente proclamación de la realidad del cambio. Se atribuye a Heráclito el haber afirmado que
nadie puede bañarse dos veces en el mismo río […]. Todo se encuentra en estado de flujo. Heráclito
también defendió que una condición de equilibrio o estabilidad general puede ocultar el cambio
subyacente en forma de fuerzas en contrapesos o de lucha de opuestos. […].

Parménides, que procedía de la ciudad griega de Elea, en el sur de Italia, negó lo que afirmaba
Heráclito. Parménides escribió un largo poema filosófico […] del que han sobrevivido largas secciones.
En éste, Parménides adopta la posición radical de que el cambio –todo cambio– es una imposibilidad
lógica. […] También negó la existencia del tiempo y de la pluralidad. Lo que existe es uno y ahora.

Zenón, pupilo de Parménides, extendió y defendió la doctrina parmenídea con un conjunto de


pruebas sobre la posibilidad de una clase de cambio: el movimiento, o cambio de lugar [paradoja del
estadio]. […].

Sin duda, Parménides y Zenón sabían perfectamente lo que la experiencia enseña, pero la
cuestión era si la experiencia era fiable. ¿Qué hace uno si la experiencia sugiere la realidad del cambio,
mientras que la pulcra argumentación (con la debida atención a las reglas de la lógica) enseña sin
ambigüedad su imposibilidad? Para Parménides y Zenón, la respuesta era clara: el proceso racional debe
prevalecer. […] Si los sentidos revelan la existencia del cambio, queda demostrado que no son fiables.
[…]

La negación por parte de Parménides de la posibilidad del cambio fue enormemente influyente y
planteó un desafío que generaciones de filósofos se sintieron obligados a aceptar. Empédocles
respondió con su teoría de las cuatro “raíces” o elementos materiales, más el amor y la discordia. Los
elementos no nacen ni perecen, y de este modo la exigencia parmenídea fundamental queda satisfecha;
pero éstos se unen, separan y mezclan en distintas proporciones, y así el cambio es genuino. […]
Empédocles defendía los sentidos contra el ataque de Parménides. Puede que los sentidos no sean
perfectos, decía, pero son guías útiles si se emplean con buen criterio. […] Los atomistas Leucipo y
Demócrito dieron por sentado que el átomo individual es absolutamente inmutable, de modo que en el
nivel atómico no hay generación, corrupción a alteración de ninguna clase. Sin embargo, los átomos
están en perpetuo movimiento, colisionando y juntándose; y a través del movimiento y de las

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

configuraciones de los átomos se produce la variedad sin fin del mundo de la experiencia sensible. Por
eso, según los atomistas, la estabilidad fundamental subyace al cambio superficial; ambos están
presentes, y ambos son reales. (Lindberg 2002, pp. 58-61)

3. LA ASTRONOMÍA GRIEGA

3.1. Platón

En el Fedro, Platón (427-347 a.C.) describe el universo como una esfera. En el Fedón, la Tierra se sitúa
en el centro de los cielos. Como no tiene mayor razón para caer hacia un lado que para caer hacia
otro, consiguientemente permanece fija en el medio. El universo gira diariamente en torno a una
esfera sin soporte, nuestra Tierra. Las esferas de las estrellas fijas y de los siete ‘planetas’ están todas
montadas sobre un eje celeste. Sin embargo, Platón nunca señala que los planetas no se mueven en
líneas paralelas o que sus órbitas mantienen distintas inclinaciones con respecto a la eclíptica. Ni siquiera
se da cuenta de que sus órbitas no son paralelas al ecuador celeste, ni pone en tela de juicio si los
planetas se mueven o no con velocidad uniforme. […].

En el Timeo dice que el universo posee la figura perfecta, la figura de una esfera. Rota
uniformemente sobre su eje, sin ningún otro movimiento. (Hanson 1985, pp. 47-48).

Platón representó al mundo como la obra de un artesano divino, el Demiurgo. El Demiurgo es


un artesano benevolente, un dios racional (de hecho, la personificación de la razón) que lucha contra las
limitaciones inherentes a los materiales con los que tiene que trabajar con el fin de producir un cosmos
tan bueno, bello e intelectualmente satisfactorio como sea posible. El Demiurgo toma el caos primitivo,
lleno de material informe a partir del que será construido el cosmos, e impone orden siguiendo un plan
racional. No se trata de la creación a partir de la nada, como en el relato judeo-cristiano de la creación,
pues los materiales brutos ya están presentes y poseen propiedades sobre las que el Demiurgo no tiene
control. El Demiurgo tampoco es omnipotente, pues se ve constreñido y limitado por los materiales con
los que se enfrenta. […] Si Platón pretendió que sus lectores tomaran literalmente la figura del
Demiurgo es otra cuestión, muy debatida, y quizás imposible de resolver. Lo que no es discutible es que
Platón quería afirmar que el cosmos es el producto de la razón y de la planificación, que el orden del
cosmos es un orden racional, impuesto desde fuera a los recalcitrantes materiales.

El Demiurgo no es únicamente un artesano racional, sino también un matemático, pues


construye el cosmos sobre principios geométricos. Platón asumió las cuatro raíces de Empédocles:
tierra, agua, aire y fuego. Pero, bajo influencia pitagórica, las redujo a algo más fundamental: triángulos.
De este modo, postuló un “atomismo geométrico”. […] En tiempos de Platón ya se conocía que había
cinco y sólo cinco sólidos regulares (figuras geométricas sólidas formadas por superficies planas, todas
idénticas). […]

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Platón asociaba cada uno de los elementos con una de estas figuras –el fuego con el tetraedro, el
aire con el octaedro, el agua con el icosaedro y la tierra con el cubo. Finalmente, Platón halló una
función al dodecaedro (el sólido regular más próximo a la esfera) al identificarlo con el cosmos como un
todo.

[…][Platón] explica el cambio y la diversidad del mismo modo que lo hacía la teoría de
Empédocles: los elementos pueden mezclarse en distintas proporciones para producir la variedad en el
mundo material. [Además, esta teoría] permite la transmutación de un elemento en otro.

[…] Los elementos de Platón no son sustancia material empaquetada como sólidos regulares.
[…] Para Platón, la figura es todo lo que hay: loa corpúsculos son enteramente reducibles (sin
residuo) a los sólidos regulares, que son reducibles a figuras geométricas planas. Agua, aire y
fuego no son triangulares; son simplemente triángulos. El programa pitagórico de reducirlo todo a
los primeros principios matemáticos se ha realizado. (Lindberg 2002, pp. 67-69).

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El universo platónico

Platón rara vez va más allá de enunciados generales acerca de los aspectos más burdos del
movimiento planetario. Aún así, el Timeo indica que las implicaciones [del movimiento de retrogradación
de los planetas] estaban haciéndose sentir. […] Ninguna subordinación simple del movimiento
planetario al de las estrellas, como el de Platón, iba a ser capaz de domeñar semejantes vagabundeos. Al
menos, no sin ideas mecánicas radicalmente nuevas relativas a las relaciones del planeta con la esfera
estelar. Aún cuando Platón liga todos los movimientos celestes a la rotación de un poderoso eje celeste,
no nos ayuda lo más mínimo a visualizar cómo se explica, con esta hipótesis, que los planetas se pueden
mover a velocidades distintas (adelante y hacia atrás). […] Aunque anteriormente a Platón era de sobra
conocido [este hecho], [el problema de su explicación] no se plantea seriamente hasta el Timeo.
Anteriormente, los cosmólogos podían especular con absoluta libertad acerca de la arquitectura del
universo. Ahora, los matemáticos y filósofos estaban obligados a buscar un único explanans capaz de
armonizar las observaciones de los planetas y las estrellas, estableciendo sus relaciones mecánicas en un
orden inteligible. (Hanson 1985, pp. 51-52).

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

[Platón, al igual que los pitagóricos, por los que estuvo muy influido, otorgó también un
papel preeminente a las matemáticas]. Dado que [según Platón] únicamente hay verdadero
conocimiento de lo que no cambia, sólo es posible captar racionalmente lo que permanece
invariante en todo cambio, la ley. Pero lo que la ley expresa son determinadas relaciones
invariantes. Son precisamente esas relaciones invariantes presentes en la Naturaleza, lo que el
científico ha de aprender y conocer.

Si los movimientos de los astros son susceptibles de ser conocidos racionalmente y la astronomía
como ciencia es posible, entonces quiere decirse que sus movimientos son ordenados, aunque la
observación directamente no lo ponga de manifiesto. Luego, bajo los movimientos irregulares aparentes
ha de ser posible encontrar los verdaderos movimientos regulares. En el Cielo no hay ni puede haber
astros errantes, que recorran cada vez un camino distinto. El Sol, la Luna y los planetas, aunque
en apariencia describan trayectorias sin figura precisa, en realidad se hallan sometidos a la
necesidad de una ley inalterable, como inalterables son las propiedades de las figuras
geométricas.

La astronomía está estrechamente emparentada con la geometría. El problema que se plantea es


cuál será la figura más adecuada [a los cuerpos celestes y los movimientos que realizan]. La respuesta no
puede ser otra que la figura más simétrica, es decir, la más capaz de no verse alterada cuando es sometida
a ciertas transformaciones como, por ejemplo, el giro. Y esa figura es desde luego la esfera (en tres
dimensiones) y el círculo (en dos). En definitiva, la figura perfecta es la esfera y el movimiento
perfecto es el circular. Estos criterios de tipo matemático-estético van a traer consigo la adopción de
compromisos muy precisos, que influirán decisivamente en el desarrollo de la astronomía desde el siglo
IV a.C. hasta el siglo XVII. Resumidamente pueden ser expresados como sigue:

1. Tanto los cuerpos celestes como la Tierra tienen forma de esfera […].
2. El cosmos tiene forma esférica y, por tanto, es finito.
3. La esfera de la Tierra se halla en el centro de la esfera cósmica.
4. Todos los movimientos celestes son circulares.
5. La velocidad angular (el término es moderno) de los cuerpos celestes es invariable
(algunos autores niegan en la actualidad que Platón formulara explícitamente este requisito).
6. El sentido de los movimientos circulares planetarios es siempre el mismo; no hay
inversiones de sentido.
[…]

La contribución de Platón a la astronomía es exclusivamente teórica. Su concepción del papel


que debe jugar la geometría en el conocimiento del verdadero Cielo le conduce a plantear el ideal de una
astronomía geométrica capaz de imponer un orden racional al conjunto de observaciones acumuladas
por los antiguos. Pero este filósofo no construye una teoría concreta en la que se traten de salvar las

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

apariencias celestes, esto es, en la que se muestre cómo los complejos movimientos de los astros pueden
reducirse a movimientos más amplios e inteligibles.

[…]

A simple vista las estrellas se desplazan conjuntamente, siempre de este a oeste, describiendo
círculos con velocidad constante.

Una manera fácil de interpretar estos datos ha sido disponer que se hallan adheridas a una esfera,
la cual gira constantemente sobre su eje, arrastrándolas. Ahora bien, la aplicación de un principio de
analogía puede llevar a suponer que, al igual que las estrellas son trasladadas por una esfera en rotación,
lo mismo sucede con los demás cuerpos celestes. Así, cada uno de ellos estará situado en la cara interna
de una esfera transparente que gira en torno a la Tierra. Puesto que son siete los cuerpos celestes a alojar
(cinco planetas, más el Sol y la Luna), siete serán las esferas que los contengan. […].

Esta representación del mundo gozó de enorme popularidad, primero en Grecia y después en la
Europa de la Baja Edad Media y del Renacimiento. […]. Pero, en todo caso, no puede sino tratarse de
una representación esquemática, exageradamente simplificada. La razón es clara. Si los planetas, el
Sol y la Luna viajaran cada uno en su correspondiente esfera lo mismo que hacen las estrellas en la suya,
su movimiento aparente debería ser el mismo que el de estas últimas. […] Visto desde la Tierra el
movimiento planetario, por tanto aparecería como uniforme, circular y siempre en el mismo
sentido. Pero sabemos que no es así.

Se presenta, en consecuencia, una ardua tarea que según la tradición habría sido encomendada
por Platón a los geómetras. No parece, sin embargo, que fuera formulada por él mismo sino por un
discípulo suyo, Eudoxo de Cnido (408-355 a.C.). […]

El problema planetario habría quedado fijado en los siguientes términos: “Cuáles son los
movimientos circulares, uniformes y perfectamente regulares que conviene tomar como
hipótesis a fin de salvar las apariencias presentadas por los planetas” [Simplicio, Comentario al De

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Caelo de Aristóteles]. [Esto] se conoce como el problema de Platón. En todo caso, quien ofreció primero
una respuesta concreta fue Eudoxo [perfeccionada por su discípulo Calipo]. A él debemos la primera
teoría planetaria propiamente dicha, la teoría de las esferas homocéntricas. (Rioja y Ordóñez 1999, I, pp.
34-38).

3.2. Eudoxo de Cnido

El filósofo e historiador de la ciencia Pierre Duhem deslindó ya a principios del siglo XX dos
tradiciones alternativas en el seno de la astronomía antígua. 1 Duhem distinguió en una tradición de
raíz platónica y otra de raíz aristotélica. La primera partía de la convicción metafísica pitagórico-
platónica de que los cuerpos celestes se mueven según movimientos circulares uniformes y
regulares. La misión del astrónomo sería elaborar hipótesis matemáticas (construcciones
geométricas especialmente) que respetaran ese principio y permitieran encajar las posiciones
aparentes de dichos cuerpos. Los modelos cosmológicos de esferas homocéntricas de Eudoxo y
Calipo (siglo IV a. C.) fueron las primeras concreciones de este programa. No pretendían que el
universo conocido estuviera formado realmente por esas esferas, bastaba con que su movimiento fuera
del tipo metafísicamente permitido y con que las posiciones relativas de los cuerpos celestes
concordaran en un grado suficiente con las posiciones observadas. El modelo era una herramienta
matemática, no una representación de la realidad física. 2 Utilizaba tres esferas para reproducir los
movimientos de la Luna y el Sol –ya que no tenían movimientos de retrogradación– (una esfera para el
movimiento diario; otra, en sentido contrario, para el movimiento anual del Sol y cada mes de la Luna a
lo largo de la eclíptica, y una tercera para la desviación del Sol y de la Luna con respecto a la línea de la
eclíptica (en el caso del Sol esta desviación es despreciable) y cuatro esferas para cada uno de los otros
cinco planetas (además de las dos primeras, la de revolución diaria y la que gira con la duración del
“año” de cada planeta –la vuelta completa al zodíaco– dos esferas más girando en sentido contrario para
reproducir el movimiento de retrogradación dando lugar a una curva llamada hipopeda). En total, 27
esferas, contando la de las estrellas. El modelo de Eudoxo permitía explicar los movimientos aparentes
de los planetas, incluido el de retrogradación, pero sus principales problemas eran que no explicaba las

1. P. Duhem, . Essai sur la notion de théorie physique de Platon à Galilée. Paris: J.
Vrin, 1990, (1ª ed. 1908).
2. C. f. P. Duhem, Le Système du Monde, 10 vols. (1913-1959), Paris: Herman, 1974, vol. I, p. 126., y S.
Sambursky, El mundo físico de los griegos, (trad. M. J. Pascual Pueyo), Madrid: Alianza, 1990, pp. 83-84. N. R.
Hanson corrobora esta opinión sobre Eudoxo en el detallado análisis que hace de su modelo de esferas. "El
esquema de Eudoxo –afirma– no es sistemático en absoluto, [...]. Puede tratar los movimientos de los planetas uno
cada vez, pero nunca todos juntos. Esto no constituye ni un sistema cosmológico ni un sistema astronómico
siquiera. Esa maquinaria se considera como un producto imaginario que puede dar cuenta de los movimientos de
los planetas, pero que no permite una representación cosmológica integrada de todos los cuerpos celestes a la vez
ni de sus relaciones espaciales compuestas con la tierra. Los cálculos de Eudoxo relativos a un planeta tampoco
dependen ni están conectados con los relativos a cualquier otro cuerpo celeste. El esquema en su conjunto no es
fundamentalmente más que un expediente calculístico para Eudoxo". Hanson, Constelaciones y conjeturas, (trad.
Carlos Solís), Madrid: Alianza, 1985, p. 62.

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

diferencias observables en el brillo de los planetas (Mercurio y Venus brillan más cuando
retrogradan) ni de la variación en el tamaño aparente de la Luna, ya que todos ellos permanecían
siempre a la misma distancia de la Tierra; no era sistemático (no integraba todos los planetas en un
solo sistema); no explicaba la variación de la velocidad en el giro de los planetas; y no era capaz
de predecir con exactitud la posición de los planetas (la curva descrita por cada planeta según el
modelo de Eudoxo era sólo una aproximación al tipo de curva que los planetas realmente describen).

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Esferas homocéntricas de Eudoxo

Para la segunda tradición, sin embargo, este método matemático era insuficiente y necesitaba ser
completado con el método físico. En efecto, cuando de lo que se trata es de encontrar hipótesis
empíricamente adecuadas para ciertos fenómenos, hipótesis que sirvan para calcularlos y predecirlos sin
más, el elenco de posibilidades es muy variado, por no decir infinito. Los movimientos aparentes de los
astros, por ejemplo, se pueden salvar mediante diversas combinaciones de movimientos circulares y
uniformes.

Hubo, pues, quienes vieron necesario utilizar algún criterio para seleccionar las hipótesis, y qué
mejor criterio que la propia realidad de las cosas. Una hipótesis matemática capaz de salvar los
movimientos aparentes de los cuerpos celestes no debería ser aceptada en atención a ese mérito sólo.
Los cuerpos celestes tendrían además que poseer las propiedades, y moverse realmente según
los mecanismos, que la hipótesis postulaba. Calcular correctamente la posición de un planeta
sería sólo una parte de la tarea del astrónomo, la otra consistiría en averiguar los procesos
físicos que determinan esa posición y que sirven para explicar por qué el planeta está en ella.

La física de Aristóteles había estableció que el único movimiento natural de los cuerpos celestes
era la rotación uniforme en torno al centro del universo, como se afirmaba en el modelo de las esferas.
Toda la doctrina aristotélica del movimiento, incluido el de los astros, iba encaminada a proporcionar
una explicación del mismo basándose en la naturaleza de las cosas. Por ello, para Aristóteles las
esferas de las que hablaban Eudoxo y Calipo, que portan en su ecuador a los cuerpos celestes, eran
reales y no meras ficciones geométricas. A diferencia de ambos predecesores, Aristóteles “andaba

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

detrás de una cosmología sistemática y no de una astronomía precisa”.3 Eso le llevó a ofrecer un sistema
unificado de esferas, aunque hubiera de aumentar su número, y asignarles propiedades materiales.
(Diéguez).

3.3. El cosmos de Aristóteles

En manos de Aritóteles (384-322 a.C.) el sistema de las esferas concéntricas experimentó un desarrollo
adicional. Aristóteles asumió el modelo de Eudoxo tal como había sido modificado por Calipo, pero con
una importante diferencia: mientras que Eudoxo parece haber considerado que sus esferas concéntricas
eran meras construcciones geométricas, Aristóteles parece haber pensado que el sistema era físicamente
real y, por ello, se veía llevado a pensar seriamente acerca de la transmisión del movimiento de una
esfera a la siguiente. Esto le obligó a pensar en las interconexiones entre las esferas y a darse cuenta de
que si los siete planetas, cada uno con su conjunto de esferas, estaban encajados
concéntricamente, la esfera más interna de un planeta (digamos Saturno) inevitablemente
transmitiría su intrincado movimiento a la esfera superior del planeta inmediatamente inferior
en la serie (Júpiter). Cuando el efecto adicional de las propias esferas de Júpiter fuera tomado en
cuenta, la complejidad sería ya intolerable, y además, entraría en conflicto con los datos observacionales.
Aristóteles respondió a este problema insertando un conjunto de esferas neutralizadoras [o
compensadoras] entre la más inferior de las esferas de Saturno y la más exterior de Júpiter y un conjunto
similar de esferas neutralizadoras entre las esferas primarias pertenecientes a cada par de planetas
adyacentes. Estas esferas neutralizadoras, una menos en número que las esferas planetarias primarias que
están por encima de ellas, estaban destinadas a “antigirar” el sistema, como dice Aristóteles, y restablecer
el simple movimiento diurno a la esfera exterior del siguiente planeta de la serie. […]. Aristóteles legó a
sus sucesores una maquinaria celestial enormemente complicada […]. (Lindberg 2002, pp. 133-4).

A diferencia de lo que ocurrirá a partir de Kepler, el motor de los movimientos celestes no está
localizado en el centro (o en el centro de una elipse poco excéntrica); tampoco se identifica con el Sol,
que aquí carece de todo papel mecánico. Por el contrario, el movimiento surge en la periferia del mundo,
o sea, en la esfera de las estrellas fijas, y se transfiere a las restantes por frotamiento hasta llegar a la
Luna. Ahora bien, al estar las esferas en contacto (no hay intervalos vacíos entre unas y otras), el
movimiento de la primera (la de las estrellas) arrastrará al conjunto de las esferas de Saturno, y éste a las
de Júpiter y así sucesivamente. […]

La pretensión fundamental de este filósofo es salvar la viabilidad física de unos movimientos, los
celestes, que los astrónomos han estudiado en términos exclusivamente geométricos. No basta con
salvar las apariencias racionalizando el movimiento de los planetas uno a uno, como si todos ellos no
formaran parte del mismo mundo. Comprender el cosmos significa conocer la manera como las partes

3. Hanson, Op. cit., p. 99. Cf. Sambursky, Op. cit., pp. 83-85.

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

están organizadas en un todo. Calcular y predecir no es la única finalidad de la ciencia del Cielo; además
es imprescindible lograr una visión global que integre los diversos subsistemas en un sistema único.
(Rioja y Ordóñez 1999, p. 56).

Como es de suponer, el modelo de Aristóteles adolecía de las mismas deficiencias que el de


Eudoxo, a excepción de la sistematicidad (Diéguez).

3.4. La astronomía alejandrina

Pero el modelo de las esferas, en su formulación aristotélica, tuvo que rivalizar pronto con una nueva
respuesta al problema platónico, otro modo de salvar las apariencias con movimientos circulares. No se
puede situar con exactitud el origen del modelo de los epiciclos. Ptolomeo atribuye su invención a
Apolonio de Perga (siglo III a. C.), si bien probablemente es anterior. En cualquier caso, Hiparco de
Nicea (siglo II a.C.) fue quien lo perfeccionó y difundió. Dicho modelo tropezó con el peso de la
opinión aristotélica y con la simplicidad del modelo de las esferas, pero la exactitud en la
correspondencia con las observaciones jugaba de su lado y le propició una favorable acogida y una
amplia utilización, convirtiéndose más tarde con la obra de Ptolomeo en un instrumento de predicción
bastante satisfactorio. Tal como explica Duhem, ya “al final de la vida de Aristóteles, en tiempos del
reinado de Alejandro, se conocían las variaciones que experimentan los diámetros aparentes de diversos
astros errantes; se sabía que en su movimiento ninguno de estos astros permanece a una distancia
invariable de la Tierra; se había concluido de esto que la hipótesis de las esferas homocéntricas estaba
condenada y que hacía falta recurrir a otras hipótesis para salvar las apariencias”.4 Una de esas hipótesis
fue justamente el modelo de los epiciclos de Apolonio e Hiparco; otras fueron el modelo
heliocéntrico de Heráclides y, en el siglo siguiente, el de Aristarco de Samos (siglo III a. C.),
rechazados éstos por las dificultades metafísicas y empíricas que presentaban, así como por sus
consecuencias impías. Apolunio, Hiparco y Aristarco, junto con Claudio Ptolomeo (siglo II d.C.), el
más importante de los astrónomos de la época, pertenecieron a lo que se conoce como ‘Escuela de
Alejandría’ (Heráclides fue un miembro de la Academia en tiempos de Platón) (Diéguez).

La característica más inmediata de la astronomía [de esta escuela], a diferencia de la producida en


Atenas bajo la influencia directa de la Academia platónica, es la sustitución de las esferas concéntricas
por combinaciones de círculos con diferentes centros: círculos excéntricos, círculos epicíclicos o
simplemente epiciclos, círculos deferentes y círculos ecuantes.

4. Duhem, Le Système du Monde, vol. I, p. 404. Las apariencias conocidas que el modelo de las esferas
homocéntricas no salvaba eran esencialmente la variación en el brillo de Venus y Marte, la variación del diámetro
aparente de la Luna y la existencia de eclipses solares unas veces totales y otras sólo anulares. Todo ello resultaba
inexplicable si se suponía que los astros permanecen fijos en sus esferas a una distancia constante de la Tierra.
Fue, por tanto, el entronque del modelo de las esferas con la física aristotélica, y la posibilidad de ser construido
como un modelo real, lo que permitió su supervivencia más o menos marginal.

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

[Un primer hecho que se intentó explicar mediante estos recursos fue el de la anomalía zodiacal
del Sol, es decir, la desigual duración de las estaciones (el Sol tarda seis días más en pasar del equinoccio
de primavera al de otoño que del de otoño al de primavera)]. [Esto] puede resolverse [de la forma más
simple, es decir, apelando a menos movimientos] postulando […] que la órbita circular de este astro no
es concéntrica sino excéntrica a la Tierra y a la esfera de las estrellas.

Consideremos ahora el movimiento [de retrogradación] de los planetas. […] Una manera de
[explicarlo] es combinar la rotación de dos círculos. [El planeta] se mueve describiendo un círculo,
denominado epiciclo, [(cuyo centro coincide con el del Sol en los planetas inferiores o es un mero
punto geométrico en los superiores)]. A su vez dicho centro gira en torno a la Tierra dibujando un
círculo de mayor tamaño denominado deferente. […]

El modelo de las esferas homocéntricas, falto de precisión cuantitativa y, por tanto, de capacidad
predictiva, tenía la ventaja, no obstante, de ofrecer una explicación unitaria de las apariencias celestes. En
efecto, una sola figura, la esfera, bastaba para dar cuenta del comportamiento de todos y cada uno de los
cuerpos celestes. El nuevo modelo geométrico, en cambio, parece quebrar esa armonía desde el
momento en que se sirve de supuestos distintos: excéntricas y epiciclos. Su restablecimiento únicamente
puede venir por vía matemática, lo cual no permite la unificación del cosmos desde el punto de vista

18
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

físico. El hecho es que [Apolonio e Hiparco], en efecto, establecerán la equivalencia formal entre la
hipótesis de los círculos epiciclo-deferente de rotación distinta y la hipótesis del círculo excéntrico. […]

Aproximadamente un siglo después de que Hiparco hubiera vivido en Alejandría, esta ciudad
egipcia, lo mismo que el resto del país, cayó bajo dominio de los romanos (año 31 a. C.). Si
permanecemos en ese lugar, pero nos trasladamos al siglo II d.C. nos encontramos en la época de pleno
esplendor del Imperio romano que conoció el gran astrónomo Ptolomeo (ca. 100 d.C.-170 d.C.). […]

A la obra (escrita en griego) en la que se recoge todo el saber astronómico acumulado a lo largo
de cinco siglos, así como sus propias innovaciones, Ptolomeo le dio el nombre de Gran Composición
Matemática de la Astronomía. La primera edición que llegó a occidente fue la versión árabe bajo el título de
Al-Majesti (“El más Grande”); de ahí el modo como es conocida normalmente, Almagesto.

La teoría astronómica de Ptolomeo parte de los sistemas de círculos ya empleados por Apolonio,
Hiparco y otros astrónomos desconocidos. […] Donde realmente se aprecia la originalidad de este
astrónomo es en su teoría de la Luna, que corrige y perfecciona la de Hiparco, y sobre todo en su teoría
de los planetas. […]

Resulta que los “bucles” o “lazos” que como consecuencia [del movimiento de retrogradación]
describen [los planetas] en el Cielo no son todos iguales en forma o tamaño, ni se distribuyen
uniformemente a lo largo de la eclíptica, lo que quiere decir que el movimiento de los planetas sufre
serias variaciones. La introducción de la excentricidad del círculo deferente resuelve parte del problema,
pero no explica por qué unos lazos son más anchos que otros. En definitiva, hay una asignatura
pendiente referida a la no-uniformidad del movimiento aparente de los planetas en su recorrido zodiacal,
que Ptolomeo tratará de resolver. Para ello se servirá de un procedimiento nuevo, creado por él, tan
fecundo como polémico, el ecuante.

[…] La cuestión es si la velocidad angular con que el centro del epiciclo describe el deferente es
constante con respecto a su centro de rotación, tal como exige el inviolable principio de uniformidad de
los movimientos. Afirmar que el planeta se mueve uniformemente en su epiciclo quiere decir que el
radio vector que une el centro de dicho epiciclo con el propio planeta barre ángulos iguales en tiempos
iguales. De modo análogo, el radio vector que une el centro del deferente con el centro del epiciclo

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

debiera barrer ángulos iguales en tiempos iguales, tal como se suponía desde hacía cinco siglos.
Ptolomeo, sin embargo, estipula algo distinto.

El movimiento del centro del epiciclo que traza el deferente no es uniforme con respecto
al centro de su movimiento circular, sino con respecto a un tercer punto (distinto del deferente
y del centro de la Tierra). Dicho punto ha de estar en la recta que une el centro del deferente
excéntrico con el de la Tierra y a una distancia de dicho centro del deferente igual a la que está
la Tierra. Resulta así que el radio vector que une el nuevo punto con el centro del epiciclo es el que
barre ángulos iguales en tiempos iguales. O lo que es lo mismo, la velocidad angular del centro del
epiciclo no es uniforme en relación al deferente sino a otro círculo imaginario del que el tercer punto
introducido sería el centro. La velocidad del epiciclo se iguala o se hace uniforme con respecto a ese
círculo imaginario, al que los medievales denominaron círculo ecuante, y a su punto central punto ecuante.

Excéntrica, epiciclo y ecuante

[La conclusión de todo esto únicamente puede ser que] el sistema de círculos epiciclo-deferente-
ecuante viola un principio astronómico básico como es el de la uniformidad de los movimientos
alrededor de sus centros de rotación. […] Esta cuestión alcanzará una enorme relevancia cuando, trece
siglos después, Copérnico aduzca como razón fundamental de la reforma astronómica la necesidad de

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

eliminar el ecuante a fin de restablecer la validez del principio de uniformidad. (Rioja y Ordóñez 1999,
pp. 60-75).

El modelo de Ptolomeo

Las cosas se complican cuando hay que aclarar la posición de Ptolomeo (siglo II d. C.) entre las
tradiciones instrumentalista y realista de las que hemos hablado antes. Para Duhem, el sistema
ptolemaico es sin ambages heredero de la primera tradición. El movimiento de los planetas siguiendo la
trayectoria de epiciclos, tal como es descrito en el Almagesto, tenía el carácter de una hipótesis matemática
que permitía calcular con bastante precisión sus posiciones y ciertamente salvaba las apariencias mejor
que el modelo de las esferas homocéntricas. Pero los mecanismos internos que daban ese resultado, esto
es, los propios epiciclos, carecían de realidad física. Eran adoptados únicamente por la simplicidad que
suponía reducir todos los movimientos a combinaciones de movimientos circulares.5 Así lo dice
Duhem:

Las diversas rotaciones sobre círculos concéntricos o excéntricos, sobre epiciclos, que es necesario
componer para obtener la trayectoria de un astro errante son artificios combinados para salvar los
fenómenos con la ayuda de las hipótesis más simples que se puedan encontrar. Pero hay que guardarse
mucho de creer que estas construcciones mecánicas tengan la más mínima realidad en el cielo. 6

5. Esa simplicidad era sólo relativa. En realidad el sistema ptolemaico era bastante complejo. La leyenda recoge que,
al conocerlo por primera vez, Alfonso X el sabio comentó: "Si el Todopoderoso me hubiera consultado antes de
embarcarse en la Creación, le hubiera recomendado algo más sencillo". Por otro lado, el éxito del sistema de
epiciclos para encajar los movimientos aparentes de los planetas se torna menos sorprendente si se tiene en cuenta
que con las combinaciones adecuadas de epiciclos y velocidades de giro se puede obtener una variedad infinita de
curvas de simetría bilateral (elipses, ovoides, cicloides, etc.), y hasta trayectorias rectilíneas, triangulares y
cuadradas. Cf. Hanson, Op. cit., pp. 117-130.
6. Duhem, ., p. 19.

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Alexander Koyré fue uno de los primeros en contradecir la rígida dicotomización duhemiana de
la astronomía griega. Para él, ‘salvar los fenómenos’ significaba “explicar los fenómenos, superarlos, es
decir, revelar la realidad subyacente [...]. No se trata sólo como nos enseña una mala interpretación
positivista muy corriente, de unirlos por medio de un cálculo a fin de obtener una previsión”. Sin
embargo, se muestra básicamente de acuerdo con Duhem en lo que a Ptolomeo se refiere. De hecho
sitúa en Ptolomeo el punto de ruptura entre la astronomía matemática y la astronomía física.
Según su opinión, al tener como consecuencia el sistema de epiciclos el abandono del principio del
movimiento circular uniforme –la solución del ecuante–, los astrónomos terminaron por desentenderse
de los problemas físicos y se dedicaron a calcular trayectorias. Koyré atribuye este instrumentalismo de
Ptolomeo a sus creencias astrológicas. Para la astrología lo importante es saber dónde están los astros en
cada momento, no saber por qué están ahí.7

Desde entonces han sido muchos los historiadores que han cuestionado las tesis de Duhem
sobre las dos tradiciones en la astronomía griega. Se arguye contra ellas, entre otras cosas, que es un
anacronismo aplicar el concepto de instrumentalismo a las doctrinas antiguas, que ningún astrónomo
dejó jamás completamente de lado en sus análisis los aspectos físicos, que el programa astronómico de
“salvar los fenómenos” se formuló en realidad bastante después de Platón y Eudoxo (probablemente se
debe a Posidonio), cuando los conflictos entre las distintas hipótesis comenzaron a cobrar fuerza. Sin
embargo, lo que más se ha discutido ha sido la interpretación duhemiana de Ptolomeo como campeón
del instrumentalismo. A. C. Crombie8, por ejemplo, ha sostenido que la intención de Ptolomeo era la de
proporcionar una imagen del universo que se adecuara no sólo a las apariencias sino también a ciertos
principios físicos y metafísicos. Como confirmación de esa actitud recuerda que Ptolomeo rechazó por
razones físicas basadas en Aristóteles, muy parecidas a las que después se esgrimirían contra Copérnico,
la teoría heliocéntrica de Aristarco, aún cuando era de mayor simplicidad. No obstante, Crombie admite
que Ptolomeo subordinó la cuestión de las trayectorias físicas reales y los principios metafísicos
aristotélicos a la exactitud del cálculo. Eso favoreció una interpretación instrumentalista de su sistema
que hizo que, hasta el siglo XIII, en que quedó como vencedor tras su recepción en el mundo cristiano a
través de los árabes, compartiera honores con el sistema menos exacto matemáticamente pero más
“real” de las esferas homocéntricas de Aristóteles, al que nunca hizo desaparecer totalmente.

El reciente descubrimiento y publicación en 1967 de una parte perdida del libro I de Las hipótesis
de los planetas ha servido para apoyar la tesis de un Ptolomeo interesado por la estructura real del
universo. Si en el Almagesto la preocupación es básicamente matemática, en Las hipótesis de los planetas,
sobre todo en la parte mencionada, Ptolomeo intenta compaginar las hipótesis geométricas con las

7. Cf. A. Koyré, Estudios de historia del pensamiento científico, (trad. E. Pérez Sedeño y E. Bustos), Madrid: Siglo
XXI, 1983, pp. 78 y 81-82.
8. A. C. Crombie, Historia de la ciencia. De San Agustín a Galileo, (trad. José Bernia), Madrid: Alianza, 1985, vol. 1,
pp. 82 y ss.

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

teorías físicas vigentes acerca de los movimientos celestes, e incluso presenta un modelo mecánico
basado en tres esferas completas y en diversas esferas cortadas en forma de tambor.9

En todo caso, resulta claro que la astronomía ptolemaica, de carácter matemático, y la


astronomía aristotélica, de carácter físico, no podían ser armonizadas en un solo sistema que fuera a la
vez tan explicativo como el aristotélico y tan exacto como el modelo ptolemaico, capaz de salvar de
forma tan completa las apariencias, incluida la variación del brillo de los planetas. El conflicto entre la
cosmología aristotélica y la astronomía ptolemaica se producía, en efecto, en cuestiones fundamentales.

Para empezar, el movimiento en epiciclos es incompatible con le existencia de esferas sólidas, ya


que los planetas tendrían que atravesar en su giro dichas esferas y éstas tendrían que cortarse unas a
otras. (Diéguez)

[Por otra parte,] en la teoría de Eudoxo-Aristóteles todas las esferas tienen como único centro
común el del universo ocupado por la Tierra. Giran, por tanto, en torno al cuerpo que, debido a su
naturaleza pesada, le corresponde la posición central. En cambio en la astronomía ptolemaica ningún
cuerpo gira alrededor de la Tierra sino que todos lo hacen alrededor de un punto geométrico, que, en
cuanto tal, carece de entidad física. […] No hay criterio físico que permita comprender qué es lo que
pueda llevar a un cuerpo celeste a mantenerse eternamente equidistante de un lugar vacío cualquiera.

[Finalmente, el punto ecuante y la excentricidad, el mayor o menor acercamiento a la Tierra,


significa abandonar la idea aristotélica de que los planetas se mueven siguiendo un movimiento natural,
que en la esfera supralunar es el movimiento circular uniforme en torno a la Tierra]. […]

9. Cf. Ptolomeo, Las hipótesis de los planetas, (trad. J. García Blanco y A. Cano Ledesma), Madrid: Alianza, 1987.
Es una traducción del texto completo con una útil introducción de E. Pérez Sedeño que pone el énfasis en la
cuestión que tratamos. Para una crítica de la dicotomía duhemiana y de la interpretación instrumentalista de
Ptolomeo véanse las obras de A. Elena, Las quimeras de los cielos, Madrid: Siglo XXI, 1985, esp. pp. 21-31, y A
hombros de gigantes, Madrid: Alianza, 1989, cap. 3. Recogiendo la opinión de algunos filósofos e historiadores
recientes, Elena desarrolla la tesis de que la distinción astronomía matemática/astronomía física "no era una simple
expresión del conflicto entre dos formas contrapuestas de considerar las teorías científicas
(instrumentalismo/realismo)", sino "una disputa gremial", es decir, una disputa entre disciplinas diferentes, entre
dos enfoques distintos del estudio de la naturaleza: el matemático y el físico natural, los cuales nunca estuvieron
disociados por completo. Hay que decir, no obstante, para ser justos con Duhem que, como no podía ser de otro
modo en un historiador de su talla, él era perfectamente consciente de las pretensiones físicas y cosmológicas de
Ptolomeo en Las hipótesis de los planetas. Su comentario sobre esta obra no puede ser más claro: "[Ptolomeo] va
a combinar y disponer los cuerpos sólidos cuyos movimientos reproducen las excéntricas y los epiciclos descritos
por los astros. Pero no ofrecerá este mecanismo como una simple imagen, como un puro modelo de las hipótesis
concebidas para salvar las apariencias; lo considerará como la expresión de la constitución real de las esferas
celestes; e intentará demostrar la exactitud de esta opinión deduciéndola de la naturaleza de la sustancia que forma
el cielo. Por tanto, las teorías astronómicas que la Sintaxis [el Almagesto] había presentado se encontrarán
comprendidas en una doctrina física análoga a la que Aristóteles había formulado en el tratado Sobre el cielo y en
la Metafísica, en una doctrina destinada a reemplazar al sistema peripatético, condenado a partir de entonces." (Le
Système du Monde, vol. II, p. 88). Bien es verdad que, a continuación, Duhem atribuye este hecho a un cambio de
opinión de Ptolomeo, que se dejó así arrastrar por la corriente que desde el origen de la astronomía intentaba
someter la razón a la imaginación.

23
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Hay sobrados motivos para poner en duda que Ptolomeo lograra restablecer la unidad de la
imagen física del cosmos que Aristóteles persiguió con tanto afán. Lo que sí consiguió es sistematizar y
perfeccionar la más exacta teoría astronómica que se formuló en muchos siglos. Durante la Baja Edad
Media y el Renacimiento, Aristóteles y Ptolomeo simbolizarán dos modos distintos e incompatibles de
enfocar el estudio del Cielo. El filósofo estagirita proporciona una concepción sistemática del cosmos en
su totalidad, fundamentada en criterios físicos y cosmológicos. No arroja, en cambio, ninguna luz acerca
de cómo calcular y predecir las posiciones de los astros. (Rioja y Ordóñez 1999, pp. 78-79 y 83).

Se puede afirmar que a partir de Proclo (siglo V d. C.) y durante toda la Edad Media el sistema
ptolemaico fue tenido en general como un artificio geométrico y un instrumento de cálculo, función que
cumplió razonablemente bien, aunque cada vez con mayor dificultad y complejidad. La tensión entre la
astronomía ptolemaica y la cosmología aristotélica fue evidente para muchos, y en especial para los
astrónomos árabes, como veremos en el próximo tema. Sólo gracias a la interpretación instrumentalista
de la astronomía ptolemaica pudo ésta ir de la mano de la cosmología aristotélica como si no existieran
incompatibilidades entre ellas.10 (Diéguez).

4. LA FÍSICA Y LA BIOLOGÍA DE ARISTÓTELES

4.1. La física aristotélica

Pese al contacto con la filosofía de Platón, la reflexión de Aristóteles con respecto a la naturaleza sigue
un camino original y propio. Quizás la diferencia más fundamental sea la contraposición entre un
cosmos (el platónico) regido por un principio de ordenación geométrico y un cosmos (el aristotélico)
gobernado por un principio de carácter físico.

[Para Platón,] el universo se halla dividido en dos partes por completo heterogéneas: el mundo
supralunar o Cielo y el mundo sublunar o Tierra. La línea divisoria está en la esfera de la Luna,
perteneciendo ella misma a la región superior. […] Aristóteles mantendrá la partición del cosmos en dos
regiones bien diferenciadas y separadas por la esfera de la Luna, pero no asumirá la tesis según la cual
sólo es posible el conocimiento de los inmutables seres supralunares. Por el contrario, defenderá la
posibilidad de una ciencia del Cielo y de una ciencia de la Tierra, lo cual quiere decir que aspira a
conocer en el ámbito de lo sensible algo distinto de lo que pretende Platón. (Rioja y Ordóñez 1999, pp.
46-47).

10. Cf. A. Elena, Las quimeras de los cielos, pp. 51 y ss., M. Sellés y C. Solís, Revolución científica, Madrid:
Síntesis, 1991, pp. 74-75 y 85-86, Hanson, Op. cit., pp. 178-186 y T.F. Glick, Tecnología, ciencia y cultura en la
España medieval, Madrid: Alianza, 1992, pp. 106-107. Este conflicto entre la astronomía ptolemaica y la
cosmología aristotélica no fue jamás resuelto. Como escribe Hanson (Op. cit., p 182) "para el de Aquino, Bacon,
Chaucer, Cusa, Dante y Oresme (entre muchos otros) en cuestiones celestes se podía tener o bien una descripción
y predicción matemática o una comprensión y explicación cosmológica; pero no ambas cosas a la vez".

24
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Se le atribuyen [a Aristóteles] más de 150 tratados, de los cuales unos 30 han llegado hasta
nosotros. Las obras que se han conservado parecen consistir básicamente en notas para las clases o
tratados inacabados que no estaban pensados para una amplia difusión. […] Estaban dirigidos a
estudiantes avanzados. […]/[…].

El punto de partida de Aristóteles fue la asunción del sentido común de que el cambio es
auténtico. […] [Para explicarlo filosóficamente] Aristóteles tenía en su arsenal varias armas […]. La
primera era su doctrina de la forma y la materia. Si cada objeto está constituido por forma y materia
[las propiedades y lo que sirve de sustrato o sujeto a esas propiedades], entonces Aristóteles podía dar
cabida al cambio y a la estabilidad argumentando que cuando un objeto sufre un cambio, su forma
cambia (por un proceso de sustitución, en el que la nueva forma reemplaza a la vieja) mientras que su
materia permanece. Aristóteles seguía argumentando que el cambio en la forma tiene lugar entre un par
de contrarios, uno de los cuales es la forma que ha de alcanzarse y el otro es su privación o ausencia.
[…].

Un seguidor convencido de Parménides podría protestar aduciendo que hasta este punto el
análisis no ha hecho nada para escapar de la objeción parmenídea a todo cambio, basada en que
inevitablemente exige la emergencia de algo a partir de la nada. La respuesta de Aristóteles se encuentra
en su doctrina de la potencia y el acto. Aristóteles indudablemente habría concedido que si las dos
únicas posibilidades son ser y no ser, es decir, si las cosas existen o no existen, entonces la transición de
lo no caliente a lo caliente implicaría el paso del no ser al ser […] y de este modo sería vulnerable a la
objeción de Parménides. Pero Aristóteles creyó que la objeción podía ser sorteada con éxito suponiendo
que hay tres categorías asociadas con el ser: 1) el no ser, 2) el ser potencial y 3) el ser actual. Si esto es así,
entonces el cambio puede tener lugar entre el ser potencial y el ser actual sin que el no ser entre en
escena. […] De este modo, el cambio implica el paso de la potencia al acto, no del no ser al ser, sino de
una clase de ser a otra. […].

El mundo que habitamos es un mundo ordenado, en el que las cosas generalmente se


comportan de modo predecible, dice Aristóteles, debido a que cada objeto natural tiene una
“naturaleza”, un atributo (asociado primariamente con la forma) que hace que el objeto se comporte
del modo que acostumbra, a no ser que intervengan obstáculos insuperables. Para Aristóteles, un
brillante zoólogo, el crecimiento y el desarrollo de los organismos biológicos eran fácilmente explicables
por la actividad de tal fuerza impulsora interna. […] En última instancia, todo cambio y movimiento
en el universo puede retrotraerse a las naturalezas de las cosas. […].

Con esta teoría de la naturaleza en mente, podemos entender una característica de la práctica
científica de Aristóteles que ha confundido y afligido a los comentadores y críticos modernos, a saber, la
ausencia en su trabajo de algo parecido a la experimentación controlada. […] Si como Aristóteles
creía, la naturaleza de una cosa tiene que descubrirse a través del comportamiento de dicha

25
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

cosa en su estado natural, sin trabas, entonces las imposiciones artificiales meramente serían
una interferencia. […].

Para completar nuestro análisis de la teoría del cambio de Aristóteles, debemos considerar
brevemente las famosas cuatro causas. […] Hemos dicho lo suficiente sobre la distinción forma-
materia para que resulte claro lo que significaban las causas formal y material, y la causa eficiente está
suficientemente próxima a las nociones modernas de causalidad para requerir mayor comentario. Pero la
causa final requiere unas pocas palabras de explicación. […] Quizás el punto más importante a destacar
acerca de la causa final es su clara ilustración del papel del propósito (el término más técnico es
‘teleología’) en el universo aristotélico. El de Aristóteles no es el mundo inerte, mecánico de los
atomistas, en el que el átomo individual sigue su propio camino haciendo caso omiso de todos los
demás. El mundo de Aristóteles no es un mundo de azar y coincidencia, sino un mundo
ordenado, organizado, un mundo de propósitos, en el que las cosas se desarrollan hacia fines
determinados por sus naturalezas. […] El énfasis en la explicación funcional […] acabaría teniendo
una profunda repercusión en todas las ciencias, y […] sigue siendo un modo dominante de explicación
en las ciencias biológicas. […]

[En cuanto a su cosmología,] Aristóteles niega firmemente la posibilidad de un comienzo,


insistiendo en que el universo debe ser eterno. [La posibilidad de un universo que surge de la nada le
parecía inconcebible].

[Como hemos dicho,] Aristóteles consideró que este universo eterno era una gran esfera dividida
en una región superior y otra inferior por el caparazón esférico en el que está situada la Luna. Por
encima de la Luna está la región celestial; por debajo la región terrestre. La Luna, espacialmente
intermedia, también es de naturaleza intermedia [para Platón pertenece a la región superior]. La región
terrestre o sublunar se caracteriza por el nacimiento, la muerte y los cambios transitorios de
todas clases [cambios de sustancia (generación y corrupción) cambios de cantidad o tamaño, cambios
de cualidad y cambios de lugar]. La región celeste o supralunar, en cambio, es una región de ciclos
eternamente inmutables. […] Si en los cielos observamos movimiento circular eternamente invariable,
continuo, podemos inferir que los cielos no están hechos de los elementos terrestres, cuya naturaleza (la
observación lo pone de manifiesto) es subir o caer con movimientos rectilíneos transitorios. Los cielos
tienen que estar hechos de un quinto elemento incorruptible (hay cuatro elementos terrestres): la
quintaesencia (literalmente, la quinta esencia) o éter. La región celestial está completamente llena
de éter (no espacio vacío) [Aristóteles rechaza la existencia del vacío] […]. Para Aristóteles, tenía un
estatus superior, cuasi divino.

La región sublunar es el ámbito de la generación, la corrupción y la caducidad. […] Aceptó los


cuatro elementos originariamente propuestos por Empédocles y subsecuentemente adoptados por
Platón […]. Aceptó, con Platón, que estos elementos en realidad son reducibles a algo todavía más
fundamental. Pero no compartió la inclinación matemática de Platón, y por ello se negó a aceptar los

26
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

sólidos regulares de Platón y sus triángulos constituyentes. En lugar de ello, expresó su propio
compromiso con la realidad del mundo de la experiencia sensible eligiendo las cualidades sensibles
como los últimos bloques de la construcción. Dos pares de cualidades son cruciales: caliente-frío y
húmedo-seco. Éstas se combinan en cuatro pares, cada uno de los cuales da lugar a uno de los
elementos. […]

Además de ser caliente o frío y húmedo o seco, cada uno de los elementos es también pesado o
ligero. La tierra y el agua son pesados, pero la tierra es el más pesado de los dos. El aire y el fuego son
ligeros, siendo el fuego el más ligero de ambos. Al atribuir levedad a dos de los elementos, Aristóteles no
estaba diciendo […] simplemente que son menos pesados, sino que son ligeros en un sentido absoluto.
La levedad no es una versión debilitada de la gravedad, sino su contrario. Debido a que la tierra y el agua
son pesados, está en su naturaleza descender hacia el centro del universo; debido a que el aire y el fuego
son ligeros, está en su naturaleza ascender hacia la periferia [de la región terrestre]. […] En el caso ideal
(en que no hubiera cuerpos mezclados y nada impidiera que las naturalezas de los cuatro elementos se
realizaran), los elementos formarían un conjunto de esferas concéntricas: el fuego en la parte exterior,
seguido por el aire y el agua, y finalmente la tierra en el centro. [Cada uno de estos lugares sería el lugar
natural de los elementos]. […]

El espacio, en lugar de ser telón de fondo (análogo a nuestra concepción moderna del espacio
geométrico) neutral, homogéneo, sobre el que ocurren los acontecimientos, tiene propiedades. O para
expresarlo de modo más preciso, el nuestro es un mundo de espacio, mientras que el de Aristóteles es
un mundo de lugar. Los cuerpos pesados se mueven hacia su lugar natural en el centro del universo no
a causa de una tendencia a unirse con otros cuerpos pesados ubicados allí, sino simplemente debido a
que está en su naturaleza buscar ese punto central. […]

El mejor modo de aproximarse a la teoría del movimiento de Aristóteles es a través de sus dos
principios más básicos. El primero es que el movimiento nunca es espontáneo: no hay
movimiento sin motor. Es segundo es la distinción entre dos tipos de movimiento: el movimiento
hacia el lugar natural del cuerpo móvil es el “movimiento natural”; el movimiento en cualquier
otra dirección es el “movimiento forzado o violento”.

En el caso del movimiento natural, el motor es la naturaleza del cuerpo, que es responsable
de su tendencia hacia su lugar natural […]. Los cuerpos compuestos tienen una tendencia direccional
que depende de la proporción de los distintos elementos de su composición. Cuando un cuerpo que
tiene un movimiento natural alcanza su lugar natural, su movimiento cesa. El motor en el caso
del movimiento forzado es una fuerza externa, que obliga al cuerpo a violar su tendencia natural y
moverse en alguna dirección que no es su lugar natural. Tal movimiento cesa cuando la fuerza es
retirada.

27
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Hasta aquí, esto parece sensato. Sin embargo, una dificultad obvia consiste en explicar por qué
un proyectil lanzado horizontalmente, y por tanto, que tiene un movimiento forzado, no se
detiene inmediatamente cuando pierde contacto con lo que lo ha impulsado. La respuesta de
Aristóteles fue que el medio actúa como motor. Cuando proyectamos un objeto también actuamos
sobre el medio circundante (el aire, por ejemplo) impartiéndole el poder de mover objetos. Este poder
se comunica de una parte a otra, de tal modo que el proyectil está siempre en contacto con una porción
del medio capaz de mantenerlo en movimiento. […]

¿Cuál es la causa del movimiento en los cielos? […] Las esferas celestes están compuestas de la
quintaesencia. Su movimiento, siendo eterno, debe ser natural, no forzado. La causa de este movimiento
eterno debe ser ella misma inmóvil, pues si no postulamos un motor inmóvil, rápidamente nos veremos
atrapados en un regreso al infinito […]. Aristóteles identificó el motor inmóvil para las esferas
planetarias con el “primer motor”, una deidad viviente que representa el mayor bien, totalmente
actualizada, totalmente absorbida en la autocontemplación, no espacial, separada de las esferas que
mueve, y en absoluto parecida a los dioses tradicionales griegos antropomórficos. ¿Cómo puede, pues, el
primer motor o motor inmóvil causar el movimiento en los cielos? No como causa eficiente, pues esto
requeriría contacto entre el motor y lo movido, sino como causa final. Es decir, el primer motor es
objeto de deseo para las esferas celestiales, que se esfuerzan por imitar su perfección inmutable
adoptando movimientos circulares, uniformes, eternos. […] Por eso llega la sorpresa cuando Aristóteles
anuncia que, de hecho, cada una de las esferas celestes tiene su propio motor inmóvil, el objeto de su
amor y causa final de su movimiento. (Lindberg 2002, pp. 80-94).

4.2. La biología aristotélica

El estudio de los seres vivos ocupó un papel fundamental en el proyecto filosófico de Aristóteles. En
sus trabajos hay descritos del orden de 500 especies distintas, alcanzando con ello un conocimiento más
detallado y preciso que el de cualquier otro investigador hasta la época moderna. (Diéguez).

Con ello, Aristóteles proporciona el primer estudio sistemático y comprehensiva de los animales.
(Stanford Enciclopedia).

[Aristóteles escribió] una serie de grandes tratados zoológicos y de obras breves sobre la
fisiología y psicología humanas que ocupan más de 400 páginas en la traducción moderna. Estas obras
sentaron los fundamentos de la zoología sistemática y determinaron profundamente el pensamiento
sobre biología humana a lo largo de unos dos mil años. [Los tratados extensos son: Historia Animalium,
De Partibus Animalium, De Generatione Animalium y De Anima].

[La gran contribución de Aristóteles fue en el área de] la zoología descriptiva. […] Aunque
recorrió todo el reino animal, es indudable que Aristóteles se encontró más a gusto cuando llegó a la

28
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

vida marina, de la que exhibió un íntimo conocimiento de primera mano. Por ejemplo, se ha destacado a
menudo que describió la placenta de los cazones (Mustelus laevis) en términos que no fueron confirmados
hasta el siglo XIX. Pero Aristóteles también demostró una impresionante pericia en otras partes del
reino animal. Su descripción de la incubación de los huevos de ave es un ejemplo excelente de
observación meticulosa. […]

Aristóteles aplicó a la comprensión de la fisiología los mismos principios que funcionaban en


otros ámbitos de su filosofía natural. […] Así, forma y materia, acto y potencia, las cuatro causas, y
especialmente el elemento del propósito o función asociado a la causa final son centrales en su
biología. […]

Todo organismo está constituido por materia y forma: la materia consiste en los varios órganos
que forman el cuerpo; la forma es el principio organizador que moldea estos órganos en un todo
orgánico unificado. Aristóteles identificó la forma con el alma y le asignó la responsabilidad de las
características vitales de los seres vivos: la nutrición, el crecimiento, la sensación, el movimiento, etc.
Efectivamente, Aristóteles organizó los seres vivos en una jerarquía sobre la base de su participación en
varias clases de alma, cada una de las cuales lleva a cabo ciertas funciones. Las plantas poseen un alma
nutritiva que las capacita para obtener alimento, crecer y reproducirse. Los animales poseen,
además, un alma sensible, que explica la sensación e (indirectamente) el movimiento.
Finalmente, los humanos añadimos a éstas un alma racional, que proporciona las capacidades
más elevadas de la razón. Si como sostiene Aristóteles, el alma no es más que la forma del organismo,
entonces está claro que esta alma (incluida el alma humana) no es inmortal; al morir el organismo
se desintegra, y su forma se diluye en la nada. [En cuanto forma del cuerpo, el alma no es separable de
él, sino que es su programa de desarrollo (Solís y Sellés 2005, p. 126)].

¿Cómo se transmite el alma, la forma de los organismos vivos, de los padres a la descendencia?
Esto nos lleva a una de las cuestiones centrales de la psicología de Aristóteles, el problema de la
generación orgánica. En primer lugar, Aristóteles afirmó que la existencia de dos géneros –macho y
hembra– refleja la distinción entre la causa formal o eficiente (aquí fundidas) y la materia sobre la que
trabaja dicha causa. En los humanos y los animales superiores la hembra proporciona la materia como
sangre menstrual. El semen del macho aporta la forma y la imprime en la sangre menstrual para producir
un nuevo organismo. (Lindberg 2002, pp. 94-98).

En cuanto al desarrollo del animal a partir del germen […], el punto de vista de Aristóteles está
claramente expuesto en sus obras. Dos escuelas se enfrentan en esta cuestión: los preformacionistas,
basados en la autoridad de Hipócrates, y los epigenistas, a cuya cabeza figura Aristóteles. Los
preformacionistas suponen que en el esperma se encuentran partículas que proceden de todas las partes
del cuerpo, y que la presencia de dichas partículas diferenciadas explica la formación de los miembros
que les corresponden. Según esta teoría, un hombre mutilado de un miembro debería engendrar un hijo
igualmente mutilado. […] Pero esto es contrario a los datos de la experiencia. Según los epigenistas, la

29
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

herencia de los caracteres adquiridos, sin llegar a ser negada, se concibe de modo distinto: el esperma
aportado por el macho (pues la hembra suministra la materia) no se compone de partículas
heterogéneas, sino que contiene en potencia todas las formas cuya actualización llevará
primero al embrión y luego al organismo evolucionado. (Taton 1988, I, p. 302).

[Una] idea básica de Aristóteles es que la “naturaleza” no hace nada en vano, sino que es un
principio de actividad propio de cada ser, así como que los principios o planes de acción de todos los
seres están coordinados. El mundo vivo muestra la existencia de programas de desarrollo y
actividad bien adaptados unos a otros y al medio físico, por lo que nada relevante ocurre al azar
o por necesidad puramente mecánica como querían los atomistas. […] Para Aristóteles, la
indagación de las funciones que cumplen diferentes órganos u organismos nos ponen en la pista de
cuáles son las causas finales que explican su existencia y propiedades. La zoología es así una ciencia
causal. […]

Ahora bien, la teleología aristotélica no depende de un demiurgo o una entidad externa a las
propias sustancias, sino de su propia naturaleza o esencia, de la forma constitutiva, que no es material
pero dirige el desarrollo de la materia (un a modo de programa genético sin nucleótidos). El mundo
eterno está compuesto por sustancias programadas armónicamente entre sí y, por lo tanto, adaptadas al
conjunto, por lo que es comprensible el interés aristotélico en indagar las funciones adaptativas
mostradas por los organismos para hallar el plan inmanente en el cosmos. […]

[Por otra parte, para Aristóteles,] los tipos animales, más que especies discretas, son puntos en
un continuo: la escala de la naturaleza que va desde la materia al primer motor, ascendiendo sin solución
de continuidad por las plantas, las zoofitas (animales-planta, como la esponja), los “insectos” [y demás
animales sin sangre roja (moluscos, crustáceos, cefalópodos –por utilizar terminología actual)], [y,
pasando después por los de sangre roja, como los peces, los pájaros] los cuadrúpedos ovíparos [reptiles y
anfibios], los [cuadrúpedos] vivíparos y el hombre. (Solís y Sellés 2005, pp. 124-125).

[Concluyendo, la abrumadora influencia de Aristóteles] en la antigüedad tardía y su supremacía


desde el siglo XIII hasta el Renacimiento no fueron el resultado del servilismo por parte de los
estudiosos durante aquellos periodos, o de la interferencia por parte de la Iglesia, sino del abrumador
poder explicativo de su sistema filosófico y científico. Aristóteles prevaleció mediante la persuasión, no
debido a la coerción. (Lindberg 2002, p. 101).

5. LA CIENCIA HELENÍSTICA

[Hemos hablado anteriormente de la astronomía que se desarrolla en Alejandría durante la época


helenística (es decir, del periodo que comprende desde la muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C.
hasta la conquista de Grecia por Roma, a mediados del siglo II a.C. –‘helenístico’ significa ‘helenizante’)

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

y a fines de la Antigüedad (con Ptolomeo). A continuación mencionaremos algunos otros avances


científicos realizados en ese periodo en Alejandría].

Tras la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.), acaecida un año antes de la de su preceptor
Aristóteles, el inmenso imperio creado por aquél fue dividido entre sus generales. […] El hecho es que
en el año 331, tras anexionarse Egipto, Alejandro había fundado allí la ciudad que llevaría su nombre,
Alejandría. Cuando el general Ptolomeo Sotero heredó este país y se convirtió en el primer rey de la
dinastía de los Ptolomeo (305 a.C.), gradualmente el foco de importancia cultural se fue desplazando
desde Atenas a esta ciudad greco-egipcia. A ello contribuyó notablemente la creación de dos
instituciones, el Museo y la Biblioteca.

El Museo fue un gran centro de investigación y docencia construido, lo mismo que su


homónimo ateniense, en honor de las Musas. De enorme tamaño, esta institución llegó a albergar a más
de cien miembros, entre filósofos, matemáticos, geógrafos, médicos y astrónomos. Por ella pasaron
hombres tan ilustres como el gran geómetra Euclides (siglo IV-III a.C.), […] el geógrafo Eratóstenes de
Cirene (siglo III a.C.), famoso por haber calculado la dimensión de la Tierra, el heliocentrista Aristarco
de Samos (siglo III a.C.) y los matemáticos y astrónomos Apolonio de Perga (siglo III a.C.), Hiparco
(siglo II a.C.) y Ptolomeo de Alejandría (siglo II d.C.).

La Biblioteca por su parte, con más de 700.000 volúmenes, permitió recopilar, copiar y guardar
(hasta que fuera destruida en el siglo IV d.C. por albergar “ciencia pagana”,) 11 las obras de éstos y otros

11 La vida de la biblioteca original terminó trágicamente en el año 48 adC, durante la guerra entre Roma y
Egipto. Se dio una batalla terrible en el mar, entre la flota egipcia y la romana y la consecuencia fue un
espantoso incendio en la ciudad que afectó a casi toda el área urbana y por supuesto al gran edificio del
Museo donde estaba ubicada la gran biblioteca. Después del desastroso incendio de Alejandría, cuando
pelearon las naves de Julio César y las naves egipcias, Cleopatra VII se refugió en la ciudad de Tarso (en
la actual Turquía) junto con Marco Antonio. Fue entonces cuando le ofreció los 200.000 manuscritos
traídos desde la biblioteca de Pérgamo (en Asia Menor) pertenecientes a la Biblioteca del rey Attalo.
Cleopatra los entregó a la nueva biblioteca. Fue una especie de recompensa por las pérdidas ocasionadas
en el incendio. Pero la nueva biblioteca corrió el mismo designio de tragedia y destrucción. En el siglo III
después de Cristo, el emperador Diocleciano quien —según cuentan los historiadores— era muy
supersticioso, ordenó la destrucción de todos los libros relacionados con la alquimia. Más tarde, en el año
391, el patriarca de Alejandría Teófilo atacó la biblioteca al frente de una muchedumbre enfurecida con
ardores religiosos. El Serapeo fue entonces demolido piedra a piedra y sobre sus restos se edificó un
templo cristiano. Seguramente se salvaría una buena parte de los libros de la biblioteca y seguramente
pusieran también a salvo el sepulcro de Alejandro Magno. Los arqueólogos no pierden la esperanza de
encontrar ambas cosas enterradas quizás en el desierto de Libia. En el siglo VI hubo en Alejandría luchas
violentas entre los cristianos monofisitas y los melquitas y más tarde aún, en el 619 los persas acabaron de
destruir lo poco que quedaba en esta ciudad. La historia que se cuenta de la destrucción ocasionada por el
emir musulmán Amir ibn al-Ass no cuadra con las fechas de la destrucción. Los historiadores aseguran
que cuando este caudillo entró en Alejandría no encontró más que desolación y ruinas. Sin embargo la
leyenda dice que cuando el comandante musulmán Amir ibn al-Ass terminó la conquista de Egipto,
comunicó a su jefe el califa Omar I todo lo que había encontrado en la mítica ciudad de Alejandría, y le
habló de la biblioteca para pedirle las instrucciones sobre qué hacer con esa cantidad de libros. A lo que el
califa, según cuentan, respondió: “Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para
nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo a la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos”.
Lo cierto según los hechos históricos es que no existía entonces ya tal biblioteca. (Tomado de Wikipedia).

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

grandes estudiosos, cuyos originales siempre se habían escrito allí. En conjunto, Alejandría jugó un papel
fundamental en la promoción y conservación del saber generado en lengua griega. (Rioja y Ordóñez
1999, pp. 59).

Para dar una muestra de la ciencia durante este periodo, nos concentraremos en cuatro figuras
relevantes: Euclides, Arquímedes, Eratóstenes y Herón (éste fuera ya del periodo helenístico, pero
perteneciente también a la tradición alejandrina).

5.1. Euclides

Sabemos poco sobre los orígenes de las matemáticas griegas. No hay duda de que los matemáticos de la
Grecia primitiva tuvieron acceso a los logros matemáticos egipcios y especialmente a los babilonios.
Pero la matemática griega fue diferente desde el inicio, y la diferencia radicaba sobre todo en la
geometría griega, con su orientación hacia el conocimiento geométrico abstracto y sus métodos formales
de inferencia y prueba. […]

Poseemos únicamente datos fragmentarios de desarrollos matemáticos específicos en el periodo


anterior a Euclides (que floreció [en Alejandría] hacia el 300 a.C.), pero está unánimemente aceptado que
esos desarrollos fueron codificados en el propio libro de testo de Euclides, Elementos. En éste
encontramos una matemática altamente desarrollada como un sistema axiomático, deductivo.
Los Elementos empiezan con un conjunto de definiciones [punto, línea, superficie, ángulo…]. Las
definiciones van seguidas de cinco postulados:

1) Una recta puede trazarse desde un punto a cualquier otro punto.

2) La línea recta puede extenderse continuamente desde cualquier extremo.

3) Alrededor de un punto puede trazarse un círculo de cualquier radio.

4) Todos los ángulos rectos son iguales.

5) [“Si una recta al incidir sobre otras dos hace que los ángulos del mismo lado sean menores que
dos rectos, prolongadas indefinidamente se encontraran por ese lado”. Esto es lo mismo que decir que
por un punto exterior a una recta sólo se puede trazar una línea paralela a dicha recta.]

Los postulados son seguidos por cinco “nociones comunes” o “axiomas”, verdades
autoevidentes necesarias para la práctica del pensamiento correcto […][como que el todo es mayor que
la parte]. […] Lo importante a destacar es que la conclusión de una demostración propiamente euclídea
se sigue necesariamente de las definiciones, postulados, axiomas y proposiciones previamente probadas.
Euclides manejó este método de modo tan impresionante que, a través de su influencia –y la de

32
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Aristóteles, cuyo método se parece al de Euclides en varios aspectos cruciales–, se convirtió en el


estándar de la demostración científica hasta finales del siglo XVII. (Lindberg 2002, pp. 123-124).

5.2. Arquímedes

Nació en Siracusa (287 a.C.-212 a.C.), donde pasó casi toda su vida. Estudió en la escuela de Alejandría
con los discípulos de Euclides. Al caer Siracusa en manos de los romanos, murió asesinado por un
soldado que venía a prenderlo, cuando Arquímedes, que estaba trazando figuras en la arena de una playa,
le dijo que se apartara mientras terminaba una demostración. Destacó sobre todo como matemático.
Escribió estudios sobre geometría, hidrostática, mecánica y astronomía, entre otros temas. Sus
demostraciones eran sumamente elegantes, y mejoró el valor del número pi.

Algunos de sus descubrimientos son el tornillo sin fin (o de Arquímedes) utilizado para elevar
agua, la polea compuesta, el torno, la rueda dentada, el principio de la hidrostática y la ley de la palanca.
Durante el asedio de los romanos a la ciudad de Siracusa, construyó máquinas de guerra basadas en
palancas, catapultas y un sistema de espejos con el que incendió las naves romanas. (Tomado de
Internet)

La ciencia de los pesos, o de la balanza, fue un […] tema que cedió al análisis matemático
durante el periodo helenístico. En realidad, lo hizo de un modo mucho más completo que [la
astronomía y la óptica]. […] En la ciencia del brazo de la balanza […] la física parecía casi
completamente reducible a lo matemático.

El problema central era explicar la conducta del brazo de la balanza o palanca, el hecho de que el
brazo esté en equilibrio cuando los pesos suspendidos en sus extremos son inversamente proporcionales
a sus distancias (sólo cuenta la distancia horizontal) al punto de soporte o rotación. Así, un peso de 10
en un extremo del brazo equilibrará un peso de 20 en el otro extremo si el primero está dos veces más
lejos del fulcro que el último. […]

Arquímedes [en su obra Sobre el equilibrio de los planos] consiguió reducir el problema a términos
geométricos. […] Dos premisas proporcionan la base para la prueba: que pesos iguales a iguales
distancias del fulcro (y en lados opuestos de éste) están en equilibrio; y que pesos iguales situados en
cualquier punto del brazo de una palanca pueden ser reemplazados por un peso doble en un punto a
medio camino entre ambos (esto es, en su centro de gravedad). Ambas premisas se establecen apelando
a la simetría geométrica y a la intuición. (Lindberg 2002, pp. 149-150).

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Prueba estática de Arquímedes de la ley de la palanca


(Dibujo mío tomado de Lindberg 2002)

En su obra Sobre los cuerpos flotantes estableció y demostró también con ayuda de la geometría lo
que se conoce como Principio de Arquímedes: “Todo cuerpo sumergido en un líquido
experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del líquido que desaloja”. O dicho de
otro modo, el cuerpo será menos pesado en una cantidad igual al peso del fluido desplazado.

Con este principio descubrió que el rey Hierón había sido objeto de una estafa al encargar una
corona de oro. Cuenta la leyenda que descubrió la solución mientras se estaba bañando y salió corriendo
desnudo de su casa gritando "eureka" (¡lo he descubierto!). (Tomado de Internet).

[Para resolver este problema el procedimiento más simple es el siguiente:] Se pesan en agua
pesos unidad de oro y plata, observando la diferencia. Así, la diferencia entre el peso de la corona y uno
igual de plata (pesados en agua) dividida por la diferencia anterior, dará el contenido de oro puro de la
corona. (Solís y Sellés 2005, p. 156).

Muchos problemas científicos continuaron resistiéndose a la solución mediante métodos


matemáticos, pero Arquímedes permaneció como un símbolo del poder del análisis matemático y fuente
de inspiración para aquellos que creían que las matemáticas eran capaces de triunfos cada vez mayores.
Sus obras tuvieron una influencia limitada durante la Edad Media, pero en el Renacimiento se
convirtieron en la base de una poderosa tradición de la ciencia matemática. (Lindberg 2002, p. 151).

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

5.3. Eratóstenes

Eratóstenes (Cirene, 276 a.C - Alejandría, 194 a.C), fue un célebre matemático, astrónomo y
geógrafo, de origen probablemente caldeo.

Nacido en Cirene. Estudió en Alejandría y, durante algún tiempo, en Atenas y fue discípulo de
Aristón de Chíos, de Lisanias de Cirene y del poeta Calímaco y gran amigo de Arquímedes. En 236 a.C
Ptolomeo III Evergetes le llamó a Egipto para que se hiciera cargo de la Biblioteca de Alejandría, puesto
que ocupó hasta el fin de sus días, ocurrido durante el gobierno de Ptolomeo Epífanes. Suidas afirma
que, desesperado tras perder la vista, se dejó morir de hambre a la edad de ochenta años.

Fue importante su contribución a la geografía, palabra de su invención, que antes de Dicearco,


Eudoxio y el propio Eratóstenes constituía una amalgama de conocimientos dispersos en numerosas
obras de viajeros y cronistas. Eratóstenes supo recoger todos estos tesoros que se encontraban en la
Biblioteca de Alejandría, conocimientos procedentes en su mayoría de las conquistas de Alejandro
Magno, para componer una obra sistemática titulada Geographika, dividida en tres volúmenes: el primero
pasaba revista crítica a sus predecesores y exponía las investigaciones acerca de la forma de la Tierra, que
él creía una esfera inmóvil; el segundo contenía lo que hoy se llama geografía física, incluyendo el ensayo
acerca del tamaño de la Tierra que ahora comentaremos; y el último libro versaba sobre geografía
política y en el se incluían las descripciones de las comarcas conocidas tomadas de los relatos de viajeros
y geógrafos precedentes.

Tal como hiciera Dicearco antes, para situar las ciudades tiró una línea paralela al ecuador desde
las columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar) hasta el extremo oriental de Asia, dividiendo las tierras
habitadas en dos partes, y trazó el meridiano por Alejandría y Siena. La obra, según parece, contenía un
mapa en el que se indicaban las ciudades y accidentes geográficos, ríos, montañas, lagos, etc. Esta obra
no está exenta de polémica ya que Marciano acusó a Eratóstenes de haber plagiado el tratado de
Timóstenes Sobre los puertos, lo que desmiente Estrabón cuando afirma que si bien Eratóstenes
concedía gran valor a la obra de Timóstenes, en no pocas ocasiones no compartía sus opiniones. Los
fragmentos entonces disponibles fueron recopilados y publicados con el título Eratosthenica por
Gottfried Bernhardy (Berlín, 1822) junto con otras obras de Eratóstenes.

El principal motivo de su celebridad, es sin duda la determinación del tamaño de la Tierra. Para
ello inventó y empleó un método trigonométrico además de las nociones de latitud y longitud ya
introducidas, al parecer por Dicearco, por lo que bien merece el título de padre de la geodesia. Por
referencias obtenidas de un papiro de su biblioteca, sabía que en Siena (hoy Asuán, en Egipto) el día del
solsticio de verano los objetos no proyectaban sombra alguna y la luz alumbraba el fondo de los pozos;
esto significaba que la ciudad estaba situada justamente sobre la línea del trópico, y su latitud era igual a
la de la eclíptica que ya conocía. Eratóstenes, suponiendo que Siena y Alejandría tenían la misma
longitud (realmente distan 3º) y que el Sol se encontraba tan alejado de la Tierra que sus rayos podían

35
Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

suponerse paralelos, midió la sombra en Alejandría el mismo día del solsticio de verano al mediodía,
demostrando que el cenit de la ciudad distaba 1/50 parte de la circunferencia, es decir, 7º 12' del de
Alejandría; según Cleomedes, para el cálculo de dicha cantidad Eratóstenes se sirvió del scaphium o
gnomon (un proto-cuadrante solar). Posteriormente, tomó la distancia estimada por las caravanas que
comerciaban entre ambas ciudades, aunque bien pudo obtener el dato en la propia Biblioteca de
Alejandría, fijándola en 5000 estadios, de donde dedujo que la circunferencia de la Tierra era de 250.000
estadios, resultado que posteriormente elevó hasta 252.000 estadios, de modo que a cada grado
correspondieran 700 estadios. También se afirma que Eratóstenes para calcular la distancia entre las dos
ciudades, se valió de un regimiento de soldados que diera pasos de tamaño uniforme y los contara.

Admitiendo que Eratóstenes usó el estadio de 185 m, el error cometido fue de 6.616 kilómetros
(alrededor del 17%), sin embargo hay quien defiende que usó el estadio egipcio (300 codos de 52,4 cm),
en cuyo caso la circunferencia polar calculada hubiera sido de 39.614,4 km, frente a los 40.008 km
considerados en la actualidad, es decir, un error menor del 1%. [Sellés y Solís (2005, p. 170) dicen que el
estadio utilizado por Eratóstenes era de 150 m, lo cual da un resultado de 37.500 km, un 94% del valor
actual. Taton (1988, I, p. 406) es más preciso. Da una circunferencia de la Tierra de 252.000 estadios, lo
cual, con estadios griegos de 177,6 m y de 185 m., da un resultado de 44.755 y 46.620 km
respectivamente].

Acerca de la exactitud de los cálculos realizados por Eratóstenes se han escrito varios trabajos; en
uno de ellos, Dennis Rawlins argumenta que el único dato que Eratóstenes obtuvo directamente fue la
inclinación del cenit de Alejandría, con un error de 7' (7 minutos de arco), mientras que el resto, de
fuentes desconocidas, resultan ser de una exactitud notablemente superior. 150 años más tarde,
Posidonio rehizo el cálculo de Eratóstenes obteniendo una circunferencia sensiblemente menor, valor
que adoptaría Ptolomeo y en el que se basaría Cristóbal Colón para justificar la viabilidad del viaje a las
Indias por occidente; quizá con las mediciones de Eratóstenes el viaje no se hubiera llegado a realizar, al
menos en aquella época y con aquellos medios, y seguramente sea ése el error que más ha influido en la
historia de la humanidad.

El geómetra no se limitó a hacer este cálculo, sino que también llegó a calcular la distancia
Tierra-Sol en 804 millones de estadios (139.996.500 km) y la distancia Tierra-Luna en 708.000 estadios
(123.280,500 km). Estos errores son admisibles, debido a la carencia de tecnología adecuada y precisa.
(Wikipedia, en español).

5.4. Herón

Herón de Alejandría (aproximadamente año 10-70 d.C.) fue un ingeniero griego, floreció en
Alejandría, posiblemente en el siglo primero.

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Después de que desapareció el Imperio Alejandrino y con él la ciencia griega, todavía existieron
algunos destellos de genialidad. Uno de estos genios fue Herón, que desplegó una actitud casi moderna
para la mecánica. Describió un gran número de máquinas sencillas y generalizó el principio de la palanca
de Arquímedes.

En matemáticas pasó a la historia sobre todo por la fórmula que lleva su nombre y que permite
calcular el área de un triángulo conocidos sus tres lados, aparecida por primera vez en su obra "La
Métrica". En esta obra también encontramos ejemplos numéricos de medida de longitudes, áreas y
volúmenes, así como alguna demostración. (Obtenido de
http://es.wikipedia.org/wiki/Her%C3%B3n_de_Alejandr%C3%ADa).

[Herón escribió] algunos tratados de matemáticas para ingenieros en los que simplifica los
teoremas de Arquímedes para el uso de los técnicos.

Las principales máquinas diseñadas por Herón fueron las siguientes:

La eolipila o Puerta de Eolo: La primera máquina de vapor de que se tenga noticias, creada casi
dos mil años antes de la Revolución Industria. Al parecer, fue tomada como poco más que un juguete, y
su potencial se desperdició durante siglos.

Un molino de viento que hacía funcionar un órgano.

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

Una máquina expendedora que dispensaba agua bendita cuando se le introducía una moneda por
la parte superior. Cuando se depositaba la moneda, ésta caía sobre un cazo que accionaba una palanca, la
cual abría una válvula que, a su vez, dejaba fluir un poco de agua. El cazo continuaba moviéndose con el
peso de la moneda hasta que ésta caía. Entonces un contrapeso volvía la palanca a su sitio y la válvula se
cerraba.

Inventó asimismo muchos mecanismos para el teatro.

En óptica, Herón formuló el principio del ‘camino más corto de la luz’: Si un rayo de luz se
propaga de un punto A a un punto B en el mismo medio, incluyendo cualquier cantidad de superficies
reflectantes, el camino seguido es el más corto posible. Este principio fue generalizado por Fermat
quince siglos más tarde para incluir el caso de la refracción en la superficie de contacto entre dos medios
distintos. (Wikipedia en inglés).

Desde hace más de medio siglo se viene diciendo que la existencia de abundante mano de obra
barata impidió el desarrollo de estas tendencias, pues habría restringido el interés por desarrollar
mecanismos ahorradores de trabajo. Pero habría que probar que los esclavos salían más baratos. De
hecho, los mayores esfuerzos de mecanización se dieron en la guerra, desarrollada por hombres libres, y
en la minería de metales preciosos, a pesar del recurso a mano de obra esclava. Da la impresión de que
los griegos mecanizaron los sectores estratégicos, como la minería o la guerra, independientemente del
uso o no de mano de obra esclava. Si el recurso a la tecnología mecánica no se imbricó con la
producción y la organización social, se debe más bien a esta última. Aunque las conquistas de Alejandro
pusieron en circulación los tesoros orientales y quintuplicaron el comercio, es dudoso que los mercados
pudiesen absorber el posible aumento de la productividad generado por las máquinas. En cualquier caso,
no fue así, y no por ausencia de teorías, técnicas y visiones mecánicas. Tampoco ocurrió tal cosa en
Roma o Bizancio, sino en la Europa renacentista, que disponía de los recursos de ciudadanos privados
(mientras que en la Antigüedad los principales clientes eran las monarquías) y estaba decidida a
apropiarse del viejo y del nuevo mundo con barcos y cañones que demandaban instrumentos
matemáticos para la artillería y la navegación. (Sellés y Solís 2005, p. 158).

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Tema 1. La ciencia en la Antigüedad

BIBLIOGRAFÍA

BUTTERFIELD, H. (1982), Los orígenes de la ciencia moderna, Madrid: Taurus.


ELENA, A. (1985), Las quimeras de los cielos, Madrid: Siglo XXI.
HANSON, N. R. (1985), Constelaciones y conjeturas, Madrid: Alianza.
LINDBERG, D. C. (2002), Los inicios de la ciencia occidental, Barcelona: Paidós.
REDONDI, P. (1990), Galileo herético, Madrid: Alianza.
RIOJA, A. y J. ORDÓÑEZ (1999), Teorías del universo, volumen I. De los pitagóricos a Galileo, Madrid:
Síntesis.
SAMBURSKY, S. (1990), El mundo físico de los griegos, Madrid: Alianza.
SHEA, W. R. (1983), La revolución intelectual de Galileo, Barcelona: Ariel.
SOLÍS, C. y M. SELLÉS (2005), Historia de la ciencia, Madrid: Espasa.
TATON, R. (1988), Historia general de la ciencia, Barcelona: Orbis.
VON WRIGHT, G. H. (1996), El espacio de la razón, Madrid: Verbum.

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