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Historia de la ciencia

Antonio Diéguez
Departamento de Filosofía
Universidad de Málaga

Tema 2
La ciencia en la Edad Media

1. INTRODUCCIÓN

Los humanistas del Renacimiento, que deseaban recuperar […] el espíritu clásico de autonomía
intelectual y moral, inventaron la expresión “edad media” para referirse al milenio que los separaba de su
modelo [es decir, desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta
mediados del siglo XV]. El nombre creó la ilusión de una unidad inexistente, pues esos mil años
incluyen épocas y áreas culturales muy diversas. […]1

Hay estereotipos que presentan el conjunto de la Edad Media como una época de
pobreza y represión, de coerción intelectual y moral que no añadió nada digno de mención al
saber de los clásicos. Son una verdad a medias. La represión física y la intransigencia de teólogos o
aristotélicos se aplican más a la Edad Moderna que a la Media […]. Giordano Bruno fue quemado en
1600 y Galileo fue encarcelado [arrestado en su domicilio] a perpetuidad en 1633. Si bien es cierto que
en el París del siglo XIII se censuraron algunas opiniones filosóficas de Tomás de Aquino, éste no fue
procesado ni mucho menos encarcelado, sino honrado con la santidad. (Solís y Sellés 2005, pp. 191).

[Como escribe Lindberg,] dentro de este sistema educativo [la universidad], el maestro medieval
tenía un gran margen de libertad. El estereotipo de la Edad Media pinta al profesor como débil y
servil, un seguidor esclavizado de Aristóteles y de los padres de la Iglesia (cómo podría uno ser
esclavo de ambos, es algo que el estereotipo no explica) temeroso de apartarse siquiera un ápice de las
exigencias de la autoridad. Había límites teológicos generales, desde luego, pero dentro de éstos el
maestro medieval tenía una notable libertad de pensamiento y expresión. Casi no había doctrina,
filosófica o teológica, que no fuera sometida a la crítica y escrutinio minuciosos por los estudiosos de la
universidad medieval. Ciertamente, el maestro medieval, particularmente el maestro especializado en

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Ningún evento concreto determina el fin de la antigüedad y el inicio de la edad media: ni el saqueo de
Roma por los godos dirigidos por Alarico I en el 410, ni el derrocamiento de Rómulo Augústulo (último
emperador romano de Occidente) fueron sucesos que sus contemporáneos consideraran iniciadores de una
nueva época.
La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave
dislocación económica y las invasiones y asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio romano,
hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300 años Europa occidental mantuvo una cultura
primitiva aunque instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que nunca llegó a
perderse u olvidarse por completo. (Enciclopedia Encarta).
Tema 2. La ciencia en la Edad Media

ciencias naturales, no se habría considerado a sí mismo como limitado u oprimido por la autoridad
antigua o religiosa. (Lindberg 2002, p. 271).

Pero aunque esos estereotipos sean falsos, son también una falsedad a medias, pues en toda la
Edad Media latina no hay un mal Arquímedes que echarse a la cara (otra cosa son los musulmanes). Con
todo, aunque la ciencia no fuese demasiado importante para la Edad Media latina, esta fue muy
importante para la ciencia. Por un lado, se crearon por vez primera instituciones de enseñanza e
indagación autónomas e independientes del capricho de las cortes y mecenas. En ellas la lógica y la
filosofía natural se cultivaban para resolver problemas muy prácticos de organización social […]. De este
modo, el saber racional […] se convirtió en un elemento imprescindible del orden social, algo
que jamás había ocurrido con la Academia o el Museo de Alejandría, dependientes de aficiones
particulares o de adornos suntuarios reales y, por tanto, efímeros y prescindibles. Pero, también desde
una perspectiva interna, las disciplinas matemáticas y físicas se modificaron de manera creadora con las
ciencias medias que incorporaban a la vez ambas perspectivas. Ello llevó a tolerar mal el divorcio clásico
entre ellas, exigiendo, por ejemplo, que las teorías astronómicas obtuviesen resultados precisos partiendo
de supuestos física y cosmológicamente verdaderos (exigencia que está a la base de la revolución de
Copérnico) […].

Tras las conquistas de Alejandro, languidecieron las ciudades griegas […]. En algunas ciudades,
como Alejandría, el saber encontró el apoyo de los reyes, pero tres siglos más tarde las conquistas
romanas no fueron de gran ayuda. Como recomendaba Virgilio, los romanos dedicaron sus mejores
cabezas y esfuerzos al ejército, la política y el imperio sobre otros pueblos. Puesto que los
romanos cultos eran bilingües, recurrían a los griegos cuando necesitaban que les reparasen una clavícula
rota o un calendario desfasado. Muchos médicos de Roma eran griegos, como Galeno; y griego era
Sosígenes de Alejandría, que diseñó el calendario juliano por encargo de Julio Cesar. Pero, exceptuando
algunos aspectos morales del estoicismo y del platonismo, los romanos no necesitaban la vieja filosofía
natural, que se convirtió en un adorno suntuario, en un toque de clase, de las personas ociosas. (Solís y
Sellés 2005, pp. 191-192).

Siempre debemos recordar que la aristocracia romana consideraba el conocimiento, excepto en


materias claramente utilitarias, como una actividad para pasar el tiempo de ocio. Así, los romanos
hicieron lo obvio: tomar prestado lo que les parecía interesante o útil. (Lindberg 2002, p. 184).

La figura central de este periodo, aún de esplendor, del Imperio Romano fue un divulgador y
enciclopedista, Plinio el Viejo (23-79 d.C.), autor de una obra titulada Historia natural, en la que
recopilaba información obtenida en la lectura de más de cien autores anteriores. (Diéguez).

Tras la época amable de los Antoninos (en el siglo II d.C.), el imperio se vio minado por guerras
externas y problemas económicos que enturbiaron el ambiente. En el siglo III, Diocleciano, primero, y
luego Constantino combatieron el abandono de tierras sujetando a las personas a la gleba y haciendo

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

forzosos ciertos oficios clave, como el de panadero […]. En medio de esta sociedad de siervos, durante
el siglo IV triunfó la religión de los esclavos, el cristianismo, abrazado por Constantino en el año
337 y proclamado por Teodosio como religión del Estado en el 391, no sin serias resistencias de los
paganos. (Solís y Sellés 2005, pp. 194-195).

Durante el proceso de desestructuración del Imperio Romano de Occidente, el Occidente


europeo fue perdiendo contacto con Oriente y el griego acabó por ser olvidado. De ese modo, Europa
Occidental perdió el acceso a los tratados originales de los filósofos clásicos, quedándose sólo
con las versiones truncadas de ese conocimiento que habían sido traducidas anteriormente. Es como si
hoy en día perdiéramos casi todos los trabajos científicos y sólo nos quedásemos con textos de revistas
destinadas al consumo popular. (Wikipedia, en español).

Las invasiones bárbaras no hicieron sino precipitar la degradación del saber en el Imperio de
Occidente desde finales del siglo V. Por más que los bárbaros acabasen convirtiéndose al cristianismo en
los siglos siguientes, eran conquistadores y trajeron consigo sus costumbres y nuevas tensiones con los
esquemas omniabarcantes del cristianismo. La figura más importante de este periodo fue la de
Boecio (siglo VI), funcionario del bárbaro Teodorico, pues es el último intelectual bilingüe con
acceso a fuentes griegas. Entre otras obras, tradujo al latín algunos tratados de lógica de Aristóteles
[Categorías y Peri hermeneias] y de Porfirio [Isagogé]. Expuso también los rudimentos de aritmética,
geometría, música y astronomía, gracias a lo cual no se perdieron los nombres de Euclides, Ptolomeo y
otros clásicos. (Solís y Selles 2005, p. 196).

Durante los meses que pasó en prisión, Boecio escribió la que sería su obra más famosa, De
Consolatione Philosophiae, una de las obras más leídas durante la Edad Media. En ella Boecio dialogaba con
la Filosofía, personificada en una mujer, abordando temas tales como el bien y el mal, el destino, el
sentido, del conocimiento que Dios tiene de nuestros actos y la libertad humana.

Gilson afirma que Boecio fue “el profesor de Lógica de la Edad Media hasta el momento en que,
en el siglo XIII, fue traducido al latín y comentado directamente el Organon completo de Aristóteles”.
Puede afirmarse también que él fue el medio por el que llegaron a Occidente, antes del siglo XIII, una
serie de conceptos de la lógica y la metafísica aristotélicas (acto, potencia, accidente, universal,
substancia, especie, etc.). (Tomado de Internet).

La gran lumbrera bárbara fue Isidoro de Sevilla, quien en el 633 presidió el Concilio de Toledo,
que decretó la unión de la Iglesia y el Estado, y apartó a los visigodos del arrianismo […]. Además
escribió Las etimologías, una enciclopedia que habla de todo a cuento de las etimologías de las palabras,
en ocasiones inventadas. La obra tuvo mucho éxito durante seiscientos años […] y, sin desmerecer el
mérito del autor, revela la miseria intelectual del Occidente cristiano, pues el repaso que hace de las artes
liberales es pobre y proclive a detenerse en lo maravilloso. Por ejemplo, las cinco páginas dedicadas a la

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

astronomía no van mucho más allá de hablar de los Polos, la banda zodiacal y el camino del Sol, sin
estudiar las teóricas de Ptolomeo.

Un siglo más tarde, vivió en el monasterio de Jarrow (Inglaterra) Beda el Venerable, entregado
a los estudios históricos y escriturísticos. (Solís y Sellés 2005, pp. 198-199).

La cosmología de Beda es interesante porque nos muestra cómo una persona culta del siglo VIII
se representaba el universo. Expuso sus ideas en su De Rerum Natura, basado en gran parte sobre la obra
de Isidoro y de Plinio. Debido en gran parte a ese conocimiento de Plinio, a la vez que a su espíritu más
crítico, la obra de Beda es muy superior a la de Isidoro. El universo de Beda está ordenado por causas y
efectos identificables. Mientras que Isidoro creía que la Tierra tenía forma de rueda, Beda defendió que
era una esfera estática […]. (Crombie 1985, I, p. 32).

Ni Isidoro ni Beda fueron creadores de nuevo conocimiento científico, pero ambos reafirmaron
el conocimiento científico existente en una edad en que el estudio de la naturaleza era una actividad
marginal. Proporcionaron continuidad en un periodo peligroso y difícil. (Lindberg 2002, p. 210).

A partir del año 800, hubo una primera tentativa de resurgimiento de la cultura occidental.
Carlomagno había conseguido reunir gran parte de Europa bajo su dominio. Para unificar y fortalecer su
imperio [que necesitaba de administradores civiles y eclesiásticos], decidió ejecutar una reforma en la
educación. El monje inglés Alcuino elaboró un proyecto de desarrollo escolar que buscó revivir el saber
clásico estableciendo los programas de estudio a partir de las siete artes liberales [definidas por Varrón,
en el siglo I a.C. y compendiadas por Marciano Capella en el siglo IV]: el trivium, o enseñanza literaria
(gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium, o enseñanza científica (aritmética, geometría,
astronomía y música). A partir del año 787, se promulgaron decretos que recomendaban, en todo el
imperio, la restauración de las antiguas escuelas y la fundación de otras nuevas. Institucionalmente, esas
nuevas escuelas podían ser monacales, bajo la responsabilidad de los monasterios; catedralicias, junto a la
sede de los obispados; y palatinas, junto a las cortes.

Sin embargo, la década del 840 contempló un desorden renovado, con la ruptura del Imperio
Franco y el comienzo de un nuevo ciclo de invasiones bárbaras. Con lo cual, esas medidas tendrían sus
efectos más significativos sólo algunos siglos más tarde. La enseñanza de la dialéctica (o lógica) fue
haciendo renacer el interés por la indagación especulativa; de esa semilla surgiría la filosofía cristiana de
la Escolástica. Además de eso, en los siglos XII y XIII, muchas de las escuelas que habían sido
estructuradas por Carlomagno, especialmente las escuelas catedralicias, pasaron a ser Universidades.
(Wikipedia, en español).

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

2. LA CIENCIA EN EL ISLAM

2.1. La recepción musulmana de la ciencia griega

[Hay que comenzar por decir que] la ciencia islámica no constituye un capítulo aparte en la
historia general de las ciencias, sino que –por el contrario– fue durante varios siglos su columna
vertebral y sus contribuciones desbordaron muy pronto el ámbito geográfico y cultural en el que habían
germinado para pasar a ser patrimonio de toda la humanidad. (Elena 1985, p. 44).

[Mahoma nació en la Meca, en la península arábiga, a finales del siglo VI]. Tuvo una serie
de revelaciones en las que el Corán (o Qur’ān [literalmente ‘la recitación’], el libro sagrado del islam
[recopilado de memoria por sus seguidores]) le fue dictado por el ángel Gabriel. El tema central de estas
revelaciones era la existencia de un único Dios, omnipotente y omnisciente, Alá, creador del universo, al
que los fieles (llamados “musulmanes”) deben someterse [‘islam’ significa ‘sumisión’]. Este libro llegó a
definir los aspectos de la fe y la práctica islámicas. Era la fuente de la teología, la moral, el derecho y la
cosmología islámicas, y por tanto la piedra angular de la educación islámica. Sirvió para codificar el árabe
como una lengua escrita, y sigue siendo el principal modelo para el estilo literario arábigo. (Lindberg
2002, p. 217).

Ello entraña una unión de lo temporal y lo religioso no muy distinta de aquella a la que aspiraban
los cristianos, aunque en el caso de estos dicho esquema se vio entorpecido porque hubieron de
acomodarse a un Imperio complejo preexistente.

[Con este libro y con la predicación de la guerra santa, que proporcionaba un enemigo
externo a convertir, Mahoma dotó a su pueblo del sentimiento de pertenencia a una gran
comunidad.]

El éxodo hacia Oriente de los grupos helenizados por mor de la hostilidad cristiana hizo que,
cuando a mediados del siglo VII los musulmanes conquistaron el Oriente Medio, Mesopotamia
y Persia, se encontraron allí con los restos vivos de la cultura helenísitca.

[La tradición oral musulmana, al proporcionar al islam la cohesión de una gran hermandad,
cerró] las puertas a toda reforma racional y explícita del núcleo de ese saber tradicional teñido de
oralidad. […]

Otra cosa fueron las ciencias extranjeras […], la filosofía, las matemáticas y la medicina, que
constituían el saber antiguo, sobre las que escribieron copiosa y originalmente porque estaban al margen
de las tradicionales. Pero, precisamente por ello, nunca entraron a formar parte del núcleo de la política
y la religión, como ocurrió entre los cristianos, obligados a hincar los codos primero sobre Platón y
luego sobre Aristóteles. Desde una perspectiva religiosa, fue buena cosa, pero desde un punto de vista
terrenal resultó un inconveniente […].

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

Al conquistar Egipto, entraron en contacto con los restos del saber alejandrino que, en
sus aspectos matemáticos, se había hurtado un tanto a las persecuciones. […] Asimismo,
aprendieron la numeración de los hindúes y diversas técnicas chinas, como la pólvora y la
brújula, además del papel y los tipos móviles.

Lejos de rechazar la ciencia, los musulmanes se sintieron fascinados por ella y se lanzaron a su
estudio, y casi sin solución de continuidad produjeron entre los siglos IX y XI un progreso desconocido
desde los viejos tiempos de los Ptolomeos, mil años antes. […]

[Aunque ya los omeyas fundaron un observatorio astronómico en Damasco, capital del primer
califato, en el año 700,] el centro inicial de la recepción del saber fue el Bagdad abasí. Durante el
reinado de al-Ma’mūn (809-833) se creó la Casa de la Sabiduría, donde se coleccionaban y traducían
manuscritos en siríaco y griego [y se fundó un observatorio astronómico en el que trabajaron al-Fargānī
(Alfargano) y al-Batānī (Albategno)]. [Hacia el año 1000 ya estuvo disponible en árabe casi todo el
corpus de la filosofía natural griega]. […]

Así pues, para entonces los musulmanes podían leer en árabe la mayor parte de la bibliografía
filosófica y científica, y produjeron novedades notables. Frente a la pobreza de Rábano Mauro y aun
Erígena en el siglo IX, los musulmanes contaban con personalidades del calibre del matemático al-
Khwārizmī2, el filósofo al-Kindī, y los astrónomos al-Fargānī (Alfargano) y al-Batānī (Albategno). En el
siglo XI, frente a los no despreciables san Anselmo, Pedro Abelardo o Berengario de Tours, contaron
con sabios muy superiores como Ibn al-Haytham (Alhazén), Ibn Sīnā (Avicena), […] al-Bīrūnī, al-
Zarqālī (Azarquiel), por no citar a al-Ghazzālī (Algacel) o el español judeo-árabe Ibn Gabirol
(Avicebrón). […]3

En el siglo X, la Córdoba de los omeyas [supervivientes del primer califato de Damasco]


competía con los abasíes por la adquisición de los manuscritos, de los que llegó a atesorar unos cuarenta
mil [la biblioteca de la Sorbona tenía dos mil obras en el siglo XIV y algo más la del Vaticano en el siglo
XV], disponiendo también de equipos de copistas. Junto con los manuscritos, llegaron también médicos
y eruditos que hicieron de al-Andalus el principal foco de irradiación al resto de Europa.

Pero las organizaciones que acogían el saber extranjero no dependían del Estado, sino
del mecenazgo, por lo que resultaron efímeras. Incluso las madrazas dependían de fundaciones
particulares, y aunque estaban firmemente enraizadas en la sociedad islámica, su objetivo eran las
ciencias islámicas y sólo tangencialmente se ocupaban de las matemáticas o la medicina, según las

2
Al-Khwarizmi was one of the learned men who worked in the House of Wisdom. His interests lied in
the fields of algebra, geometry, astronomy and geography. His now most famous work is that from which
we got the name for algebra itself - Hisab al-jabr w'al-muqabala. From al-Khwarizmi's name, as a
consequence of his arithmetic book, comes the word "algorithm". (Tomado de Internet).
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Según el Holton, (vo. I, p. 500), los dos mayores genios de la civilización musulmana fueron Avicena y
al- Bīrūnī.

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

aficiones particulares de sus miembros. La cumbre de las organizaciones científicas musulmanas,


los observatorios astronómicos, obedecía a proyectos concretos, como la elaboración de tablas
(con motivaciones astrológicas), por lo que no tenían continuidad. (Solís y Sellés 2005, pp. 200-
202).

Para ser más concreto, en el islam el saber griego nunca encontró un hogar institucional
seguro, como lo hallaría posteriormente en las universidades del cristianismo medieval. Una
razón de por qué esto fue así es que las escuelas islámicas carecían de la estructura y la uniformidad de
las de Occidente, especialmente en los niveles más altos. […] En resumen, la educación islámica no hizo
nada para prohibir las ciencias foráneas, pero tampoco hizo mucho para apoyarlas. Este hecho puede
ayudar a entender el declive de la ciencia islámica en los siglos XIII y XIV.

[No obstante,] los musulmanes cultivados estaban deseosos de invertir en la ciencia griega
porque (acertada o erróneamente) creían que tenía valor, que contribuía a la consecución de un fin
deseable. El cultivo del conocimiento por sí mismo nunca fue aprobado por la ideología religiosa
islámica, ni por ningún otro elemento del tejido cultural. Como en el cristianismo medieval, la
ciencia se justificaba en virtud de su utilidad. (Lindberg 2002, pp. 226-227 y 223).

2.2. Los logros principales

[Pierre Duhem afirmó que los científicos musulmanes fueron meros discípulos de los griegos y
carecieron de toda originalidad. Pero esto no es cierto, y pueden señalarse diversas aportaciones
originales de la ciencia musulmana.]

De una manera general, la ciencia islámica se construyó sobre cimientos griegos y se


desarrolló según los principios arquitectónicos griegos. Los musulmanes no intentaron derribar el
edificio griego y empezar desde cero, sino que se dedicaron a completar el proyecto griego. Eso no
significa que la originalidad y la innovación no existieran. Significa que los científicos musulmanes
expresaron la originalidad y la innovación a través de la corrección, extensión, articulación y
aplicación del marco existente, más que por medio de la creación de uno nuevo. (Lindberg 2002,
p. 228).

A principios del siglo IX los científicos de Bagdad adoptaron el sistema de numeración


decimal y posicional, introducido poco antes en la India. La propagación y el perfeccionamiento de
la aritmética decimal basada en el principio de posición es uno de los grandes logros de la ciencia árabe.
Los hindúes, por lo que sabemos, no han dejado ninguna exposición escrita de su cálculo, de modo que
el primer manual de Aritmética basado en el principio posicional es el compuesto por al-
Khwārizmī hacia el 830. […] El manual de al-Khwārizmī, cuyo título exacto desconocemos, empieza
con una descripción detallada del sistema de numeración hindú por medio de nueve “figuras”, símbolos

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

de los números 1, 2, …, 9, y del “círculo pequeño”, cero, sistema que permite expresar cómodamente
números tan grandes como se quiera. Luego pasa a las operaciones aritméticas, [incluyendo raíces
cuadradas]. (Taton 1988, I, p. 509).

[Al-Khwārizmī fue también autor de un Compendio del cálculo de al-jabr, lo que hoy
conocemos como álgebra. La invención del álgebra como extensión y generalización de la aritmética
es lo más original de las matemáticas árabes. Esta obra se dedica, entre otros asuntos, como el da
calcular herencias, a la resolución de ecuaciones de primer y segundo grado, aunque lo hace sin recurrir a
la simbología. (Tomado en lo fundamental de Solís y Sellés 2005, p. 237)].

[En la astronomía, al igual que ocurría entre los cristianos, el interés principal por dicha ciencia
venía de sus aplicaciones prácticas], como la regulación del tiempo y del calendario, y entre los
musulmanes, la determinación de la dirección de La Meca. A ello hay que añadir el interés por las
promesas de la astrología, una motivación sin la que no se hubiese puesto tanto empeño en la
confección de tablas, el desarrollo de instrumentos y la fundación de observatorios entre los
musulmanes. (Solís y Sellés 2005, p. 241).

Desde comienzos del siglo IX estaba traducido al árabe el Almagesto. Los astrónomos
musulmanes pudieron, pues, conocer pronto la teoría ptolemaica de los planetas y disponer del catálogo
de estrellas realizado por el gran astrónomo alejandrino [los cristianos no llegaron a dominar la teoría de
Ptolomeo hasta el siglo XV]. A lo largo de todo su periodo creador la astronomía árabe se
dedicará, ya a comentar la obra ptolemaica, intentando mejorarla […], ya a conmover los
principios básicos de la teoría […] con objeto de intentar obtener una concordancia mejor entre
la teoría y los resultados de la observación. Estas dos tendencias divergentes se desarrollan
juntas desde el siglo IX hasta el siglo XIII, sin que una de ellas parezca dominar sobre la otra.
(Taton 1988, I, p. 532).

[Entre los favorables a Ptolomeo, Al-Batānī (siglo IX) elaboró tablas más precisas y] obtuvo
valores para la inclinación de la eclíptica y para la precesión de los equinoccios más precisos que los de
Ptolomeo, descubriendo además que la excentricidad del Sol estaba cambiando (en términos actuales,
que la órbita terrestre es una elipse variable). (Mason 1984, I, p. 122).

Pero más relevante desde un punto de vista teórico fue, como dijimos en el tema anterior, el
modo crítico en que algunos astrónomos recibieron a Ptolomeo y cómo percibieron la tensión entre la
astronomía ptolemaica y la cosmología aristotélica. Así, Ibn al-Haythan (Alhazén) escribió en el
siglo XI una obra titulada Dudas sobre Ptolomeo en la que sostenía que éste no había conseguido una
explicación verdadera de la auténtica constitución del mundo ya que su sistema era excesivamente
complejo y no respetaba el principio de uniformidad del movimiento con respecto a la Tierra (roto por
la suposición del ecuante). Ibn al-Haythan proporcionó una interpretación realista de los epiciclos de
Ptolomeo, encajándolos dentro de la esfera de un planeta, aumentada en su grosor a tal efecto. Pese a

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

este intento, una cierta interpretación instrumentalista de la astronomía ptolemaica –o al menos su


relegación al campo de la astronomía matemática, frente a la astronomía física o a la filosofía natural en
general– permitió, no obstante, asumirla junto a la cosmología aristotélica como si no existieran
incompatibilidades entre ellas. Sin embargo, algunos aristotélicos andalusíes del siglo XII, como el
zaragozano Ibn Bayya (Avempace) (siglo XII), el cordobés Ibn Rushd (Averroes) (siglo XII) o, en el
siglo siguiente, el sevillano al-Bitrūgī (Alpetragius) (siglo XIII), no estuvieron dispuestos a tal
componenda y defendieron una cosmología aristotélica consecuente, renunciando por ello a la
mayor exactitud de las excéntricas y epiciclos de Ptolomeo en favor de las esferas
homocéntricas de Eudoxo y Aristóteles. Estos astrónomos aspiraban a un sistema astronómico que
pudiera ser considerado como real, pero su intentó fracasó, ya que no podía igualar al sistema
ptolemaico a la hora de explicar ciertos fenómenos observables. (Diéguez).

[Al oeste, la invasión mongólica y el saqueo de Bagdad en 1258 por parte del Hūlāgū Jān, nieto
de Gengis Jān, dando fin al califato abasí,] produjo paradójicamente un nuevo florecimiento de la
Astronomía. En 1259, en efecto, Hūlāgū mandó edificar cerca de su nueva capital, Marāgha, ciudad
situada en el Azerbaidján persa, un observatorio que superó por sus dimensiones y sus instalaciones
todas las anteriores realizaciones. (Taton 1988, I, pp. 529-530). Reunióse allí una biblioteca de unos
400.000 volúmenes, viniendo astrónomos de lugares tan distantes como China y España. […] Tras doce
años de observación [los astrónomos de Marāgha] sacaron las tablas de Ilján, [que tuvieron un éxito
prolongado]. (Mason 1984, I, p. 129).

[Los árabes también contribuyeron a poner los cimientos de la química, al menos desde un
punto de vista metodológico, gracias a sus trabajos en alquimia]. [En efecto,] una esfera en la que los
árabes hicieron una de las contribuciones más importantes y originales a la historia de la
ciencia europea fue la de la alquimia, la magia y la astrología, y ello fe en parte debido a la manera
particular de abordar los problemas del mundo de la naturaleza que es característica de la arraigada
tradición del pensamiento árabe. El problema principal en esta tradición no era qué aspectos de la
naturaleza ilustraban más vivamente las intenciones morales de Dios ni cuáles eran las causas naturales
que podían proporcionar una explicación racional de los hechos descritos por la Biblia u observados en
el mundo de la experiencia cotidiana, sino qué tipo de conocimiento podría dar dominio sobre la
naturaleza. (Crombie 1985, I, p. 57).

En la Antigüedad clásica no hubo una perspectiva genuinamente química, sino que este
tipo de procesos se perdían en la perspectiva general del cambio que incluía la transmutación de unas
sustancias en otras (la “generación” y la “corrupción”). La idea moderna de la existencia de unidades
específicas que se conservan en los compuestos, pudiendo recuperarse por análisis y recomponerse por
síntesis, sólo se aceptaba para las mezclas mecánicas. […].

[Aunque el origen de la alquimia está quizás en el Egipto helenístico,] los musulmanes,


espoleados por la promesa de la fabricación de oro, se lanzaron a la exploración de este terreno

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

acumulando hallazgos experimentales y aportando algunas clarificaciones sobre procesos y sustancias.


Aunque algunos sabios, como Ibn Sīnā (Avicena, del siglo XI), descreían de la transmutación real y
declaraban que todo era una falsificación, otros practicaron el arte. Las dos figuras más destacadas
fueron Jābir ibn Hayyān (Geber [o Geberus en latín]) y al-Rāzī (Rhazes). El primero, que gozó de
gran predicamento entre los latinos, puede no haber sido más que un nombre bajo el que se reunió una
colección de textos de los siglos VIII y IX […]. El segundo fue un médico persa (854-935), atomista y
descreído, instalado en Bagdad. [Este último] elaboró una clasificación de las sustancias por sus
características químicas, mucho más útil que la teoría clásica de los elementos para estudiar las
reacciones entre ellas. […].

No obstante, la oposición religiosa hizo que […] la alquimia pasase a la clandestinidad, lo que no
contribuyó a clarificar las teorías y las dotó de un aura secreta que explicaba la incomprensibilidad de los
textos para los no iniciados. El arte se refugió entonces en los márgenes del islam, España y Persia. (Solís
y Sellés 2005, pp.218-221).

Los alquimistas musulmanes realizaron avances muy importantes, como la técnica de


destilación (las palabras ‘elixir’, ‘alambique’ y ‘alcohol’ son de origen árabe). Descubrieron el
ácido muriático (hidroclórico), el ácido sulfúrico y el ácido nítrico. Descubrieron que el agua
regia, una mezcla de ácido nítrico (agua fuerte) y ácido hidroclórico, podía disolver el oro, pero
no la plata. La obtención de oro se convertiría en la motivación principal de los alquimistas a partir de
entonces.

Jābir ibn Hayyān (Geber) analizó cada elemento aristotélico en términos de sus cualidades
básicas de calor, frío, sequedad y humedad. Según Geber, en cada metal dos de estas cualidades
eran interiores y dos exteriores. Por ejemplo, el plomo era externamente frío y seco, mientras
que el oro era caliente y húmedo. De este modo, según Geber, podría obtenerse un metal
diferente a partir de la redisposición de las cualidades de un metal cualquiera. Mediante este
razonamiento se introdujo en la alquimia occidental la búsqueda de la piedra filosofal. No
obstante, la teoría de la transmutación fue criticada por al-Kindi, por al-Bīrūnī y por Ibn Sīnā (Avicena).
(Wikipedia, “Islamic science”).

En la práctica, el alquimista se proponía reducir un metal innoble a materia prima para quitar las
formas accidental y sustancial; y a continuación añadir las formas siguiendo recetas alquímicas
apropiadas, de manera que el metal se reconstituyera como uno de los metales preciosos. De modo
alternativo, los alquimistas trataban de descubrir la receta para el “elixir” o “piedra filosofal”, una
sustancia que se creía que tenía el poder de penetrar los metales innobles y transformarse en oro. […]
En el curso de su larga historia, la alquimia se fue afiliando con otras artes técnicas (metalurgia y
tintorería, por ejemplo) y sistemas de pensamiento. Adquirió connotaciones teológicas, mágicas y
alegóricas y se fue transformando gradualmente en una filosofía mística omniabarcante. A finales de la
Edad Media, por ejemplo, la transformación química era frecuentemente ligada a la transformación

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

espiritual del experimentador alquimista, y algunos creían que el elixir no sólo transformaba los metales
innobles, sino que también confería la inmortalidad. (Lindberg 2002, pp. 364-365).

[Las aportaciones de los científicos musulmanes a la medicina también fueron notables]. En el


siglo IX, el médico persa al-Rāzī (Rhazes) escribió, entre otras cosas, un buen compendio de medicina y
una excelente monografía (Sobre la viruela y el sarampión), en la que caracterizaba adecuadamente ambos
males. Pero el médico más famoso fue el también persa Ibn Sīnā (Avicena), autor en el siglo XI de El
canon de medicina, el mejor tratado medieval, usado durante mucho tiempo en las universidades
cristianas; en el caso de Montpellier y Lovaina, incluso hasta mediados del siglo XVII. [...]

Córdoba fue otro centro de estudios médicos asociados a hospitales. Abū-l-Qāsis al-Zahrāwī
(Abulcasis), natural de Medina Zahara, en el siglo X, elevó al nivel culto la cirugía, usualmente tenida
por un oficio manual de iletrados [...], al componer un manual de cirugía con ilustraciones que tuvo
mucho éxito. [La parte más importante comprende tres libros de cirugía, en la cual se describen
detalladamente tratamientos quirúrgicos basados en operaciones realizadas por él, que incluyen temas
como cauterización, rotura de cálculos de la vejiga, procedimientos ginecológicos, cirugía de ojo, oído y
garganta, e intervenciones para la eliminación de fetos muertos, amputaciones y disecciones de animales.
Además, este volumen ofrece un gran número de esquemas de más de doscientos instrumentos
quirúrgicos, muchos de ellos desarrollados por él. (Tomado de Internet)]

También salió de Córdoba el judío Maimónides, médico de Saladino, amén de [...] Ibn Rushd.

Pero además de la teoría médica, los musulmanes desarrollaron la farmacia inorgánica.


Pusieron a punto el instrumental químico, controlaron los procedimientos, como los de destilación y
sublimación, y dieron con nuevas drogas de utilidad continuada hasta hoy, sin que este trabajo eficaz se
viese seriamente impedido por las creencias místicas, mágicas y astrológicas que frecuentemente
acompañan al alquimista. (Solís y Sellés 2005, p. 227-228).

2.3. El declive

[A partir del siglo XII, la ciencia islámica y el número de científicos musulmanes


comenzó a declinar,] justamente cuando los latinos empezaron a levantar cabeza. Un factor importante
en el auge de los latinos fue la institucionalización de la filosofía y de la ciencia clásicas en los centros del
saber cristianos, las universidades, frente a su recepción particular en el islam. […] Los cristianos no
podían ir muy lejos con la sola Biblia en un Imperio complejo acostumbrado al refinamiento
filosófico, por lo que tuvieron que insuflar platonismo y lógica aristotélica a su teología. De ese
modo, el racionalismo pagano entró a formar parte sustancial de la teología y de la educación
de las autoridades eclesiásticas y civiles. Por el contrario, en el islam, ciencia y religión
permanecieron separadas. […]

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

[Así pues,] la ciencia musulmana estuvo en auge mientras fue relativamente débil la
fundamentación islámica de la vida. Al principio, los grupos conquistados fueron tratados con
tolerancia y reclutados para el islam, entre otras cosas porque los conquistadores musulmanes eran
minoría frente a los pueblos sometidos […]. Por ello, hasta el siglo XI los filósofos y científicos eran
más bien librepensadores que estimaban a la razón tanto o más que a la revelación […]. Pero, a partir de
entonces, se terminaron por islamizar las poblaciones y se unificó la sociedad. Entonces, la dogmática
islámica generalizó una cierta desconfianza hacia las ciencias extranjeras, que se tornó en
hostilidad con el auge del misticismo como movimiento social, siendo incluso sospechoso en
ocasiones poseer una biblioteca particular y entregarse a la filosofía.

[…] Entre los musulmanes hubo esforzados racionalistas (mu’tazilīes) [una corriente teológica]
para quien Dios, siendo bueno y poderoso, actuaba de manera constante y fiable, por lo que podemos
entender el mundo natural y moral. Sin embargo, se impuso la visión de Ash'ari, quien en el siglo X
forjó la ortodoxia según la cual fuera de la Sharī’a no hay modo de saber nada, por lo que no
caben innovaciones morales o legales que no estén en el Corán y la Sunna, o se alcancen a partir de ahí
por analogía y consenso de la comunidad islámica. Esta perspectiva representó un obstáculo a la
innovación y el desarrollo de las nuevas instituciones sociales para el saber con autonomía y entidad
jurídica propia. […][En Córdoba, a finales del siglo X, hubo una quema masiva de libros].

[Por otro lado, los musulmanes] no incorporaron el espíritu científico e inquisitivo del
saber helenístico, sino unos cuantos resultados prácticos que, una vez obtenidos, no exigían
ulterior indagación. Por el contrario, los cristianos empezaron dando cabida al saber racional como
esclavo de la teología y aquél terminó suplantándola. Desde un punto de vista religioso, los ulemas
hicieron bien en dejar fuera a las ciencias extranjeras, aunque desde la perspectiva del librepensador
habría que dar gracias al Cielo porque los primeros cristianos tuvieran que leer el Timeo: nunca tantos
debieron tanto a uno.

[Como dijimos antes, exceptuando fundaciones ocasionales, como el observatorio de Marāga,] la


ciencia de los musulmanes careció de instituciones estables donde se transmitiera el saber y se
acumularan los progresos realizados.

Se ha señalado el tradicionalismo de la Sharī’a como causa de esta ausencia de instituciones.


Según la tradición, la fuente de las normas y la ley está en la revelación pasada, por lo que ni la
conciencia moral del individuo ni el estado temporal pueden ser fuente de derecho, de modo que, al
margen de la familia ampliada preislámica, no hay instituciones sociales intermedias entre el
individuo y la comunidad de creyentes. No hay lugar para corporaciones con estatutos y una
jurisdicción propia, con representación y derechos de propiedad colectiva, con personalidad jurídica al
margen de los miembros […]. No hay, como habrá en la Europa cristiana, instituciones como los
gremios, municipios, comunas, burgos, compañías comerciales y universidades con garantías
legales y un ámbito normativo propio. De hecho, en el mundo islámico, los códigos occidentales no

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

entraron hasta el siglo XIX en el Oriente Próximo por presión europea. A nuestros efectos, lo que eso
significa es que los científicos musulmanes dependieron del apoyo de gobernantes poderosos pero
mortales, mientras que los centros religiosos, madrazas y mezquitas, no tenían fines científicos. […]

Por consiguiente, el estancamiento de la actividad investigadora en el islam después de tres siglos


muy brillantes no se debe a la falta de ingenio y dedicación de sus sabios, sino a que la sociedad
islámica no se vio constreñida, como la cristiana, a amoldar sus creencias y valores al formato
filosófico o racional, creando instituciones duraderas y autónomas para la enseñanza y la
investigación. (Solís y Sellés 2005, pp. 203-206).

Fueran cuales fueran las causas del declive (y la investigación en este terreno todavía está por
desarrollar), lo cierto es que su diferencia con Occidente no hizo sino aumentar a pasos agigantados. En
la cronología de las aportaciones tecnológicas y científicas del mundo islámico publicada en Wikipedia,
en el siglo XIX, en la misma época en la que Dalton publicaba su teoría atómica, dando origen a la
química actual, aparece sólo este descubrimiento: “1814 - [cosmética, higiene] - Sake Dean
Mahomet, un viajero y empresario Bengalí inventó el champú”. Esto lo dice todo. (Diéguez).

3. LA REVITALIZACIÓN DEL SABER EN OCCIDENTE

3.1. La recepción de la ciencia griega e islámica.

Todavía en el año 1000, Europa era una región predominantemente agrícola y subdesarrollada
en comparación con el islam, Bizancio o China. Pero en los siglos XI y XII la población [aumentó
drásticamente] y se produjo un crecimiento de las ciudades, los mercados y las manufacturas. (Solís y
Sellés 2005, p. 206).

[En el año 1000] la Europa occidental estaba en vísperas de una renovación política,
social y económica. Las causas de esta renovación fueron numerosas y complejas. Una de ellas fue la
emergencia de monarquías más fuertes, capaces de administrar justicia y reducir el nivel de desorden
y violencia internos. Al mismo tiempo, después de las invasiones de los vikingos y magiares, se
restablecieron las fronteras seguras. En realidad, los europeos, después de ser objeto de agresión
durante muchos siglos, empezaron a invertir la situación y se convirtieron en agresores, empujando a los
musulmanes fuera de España y enviando ejércitos de cruzados a recuperar Tierra Santa.

La estabilidad política llevó al crecimiento económico y aumentó la riqueza. […] Los


desarrollos tecnológicos desempeñaron un papel decisivo en la satisfacción de artículos de primera
necesidad y en la producción de fuentes de riqueza. El perfeccionamiento y difusión del molino de
agua, por ejemplo, dio nacimiento a una pequeña revolución industria. Y las innovaciones en la
agricultura, como el cultivo rotatorio y la invención del arnés del caballo y el arado de ruedas

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

(combinado, posiblemente, con la mejora de las condiciones climáticas), llevaron a un importante


crecimiento en la producción de alimentos. Uno de los resultados más dramáticos de estos cambios fue
una explosión demográfica. No disponemos de cifras exactas, pero entre los años 1000 y 1200, la
población de Europa pudo haberse duplicado, triplicado e incluso cuadruplicado, mientras que la
porción de habitantes de las ciudades de esta población creció incluso más rápidamente. A su vez, la
urbanización proporcionó oportunidades económicas, permitió la concentración de la riqueza y
estimuló el crecimiento de las escuelas y de la cultura intelectual. […]

Con el desplazamiento de la población a las ciudades en los siglos XI y XII, escuelas urbanas
de varios tipos, que hasta ese momento habían sido participantes menores en la empresa educativa,
salieron de la sombra de las escuelas monásticas y se convirtieron en la principal fuerza
educativa. […]

La escuela más famosa del siglo XII es la de la catedral de Chartres, aunque, recientemente, el
grado y duración de su preeminencia han sido cuestionados. […] Fuera de Francia, las escuelas pioneras
fueron menos propensas a tener alguna conexión con las escuelas episcopales: a principios del siglo XII,
Bolonia adquirió renombre por ser su instrucción avanzada en derecho (por parte de profesores
particulares), y a finales de siglo, Oxford (que no tenía catedral) se ganó una reputación en los estudios
de derecho, teología y artes liberales. (Lindberg 2002, pp. 243-245).

Así pues, se fue creando una nueva sociedad interesada por la técnica, el estudio y el trabajo, de
modo que la importación del saber islámico y griego se insertó en una sociedad que era muy distinta de
la helenística, de la china o de la islámica tanto en aspectos económicos y técnicos como jurídicos y
políticos. La transmisión de esos saberes se produjo en dos grandes oleadas. La primera, entre
los siglos X y XI, fue una irradiación desde los enclaves islámicos en Europa, especialmente la
península Ibérica y el sur de Italia [Sicilia, Salerno, Monte Cassino]. La selección de obras fue
un tanto errática y las traducciones más bien mediocres […].

La segunda oleada de los siglos XII y XIII fue más sistemática y de mayor calidad.
España fue el centro más importante por lo que respecta a las fuentes árabes, mientras que
Italia lo fue de las griegas. En el siglo XII se dio en la reconquistada Toledo la confluencia de
manuscritos y grupos bilingües y cultos de mozárabes, mudéjares, judíos y latinos que vertían en
colaboración del árabe al latín pasando por el romance. [Entre los latinos destacó Gerardo de
Cremona,] que hizo más de la mitad de las traducciones de fuentes árabes [entre ellas el Almagesto].
[Entre los reyes que promocionaron estas traducciones destaca Alfonso X el sabio,] quien, a mediados
del XIII, recuperó la astronomía con los Libros del saber de astronomía (más de una docena de tratados o
adaptaciones de tratados árabes) y las Tablas alfonsíes, también de origen árabe, que mejoraron las de
Azarquiel. (Solís y Sellés 2005, pp. 210-211).

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

En el año 1000, la escuela urbana típica era pequeña. Se componía de un maestro o profesor y
quizá diez o veinte pupilos. En 1200 las escuelas habían crecido espectacularmente en número y
en tamaño. […] En los centros educativos punteros, como París, Bolonia y Oxford es indudable
que los estudiantes se contaban por cientos. […] Estaba en marcha una revolución educativa
impulsada por la opulencia europea, las grandes oportunidades profesionales para las personas cultas y el
entusiasmo intelectual provocado por profesores como Pedro Abelardo. Debido a esta revolución
emergió una nueva institución, la universidad europea, que desempeñó un papel vital en la
promoción de las ciencias naturales. […]

Ciertas ciudades, como Bolonia, París y Oxford, se ganaron una buena reputación en estudios
avanzados de artes liberales, medicina, teología o derecho, y estudiantes y maestros se sintieron atraídos
en gran número hacia ellas. Una vez allí, un maestro se establecía bajo los auspicios de una escuela
existente o como maestro independiente, por cuenta propia, anunciándose a los estudiantes y
enseñándoles individualmente o en grupos por unos honorarios […]. La enseñanza generalmente tenía
lugar en dependencias proporcionadas por el maestro.

Al crecer en número surgió la necesidad de organización: garantizar los derechos, privilegios y


protección legal […], conseguir el control de la iniciativa educativa y en general promover su mutuo
bienestar. […] Por tanto era natural que los maestros y estudiantes se organizaran a sí mismos de modo
similar a las asociaciones voluntarias o gremios. Un gremio de este tipo se llamaba “universidad”, un
término que originalmente no tenía connotaciones eruditas o educativas sino que simplemente denotaba
una asociación de personas que perseguían un fin común. […] Una universidad no era un trozo de tierra
o un conjunto de edificios o incluso unos estatutos, sino una asociación o corporación de profesores
(llamados “maestros”) y estudiantes. […].

Se suele considerar que los maestros de Bolonia consiguieron su estatus de universidad en 1150,
los de París hacia 1200 y los de Oxford en 1220 [en España la primera es la de Palencia, en 1208, y las de
Salamanca y Valladolid, en 1230]. Las universidades posteriores normalmente tomaron como modelo
una u otra de estas tres. (Lindberg 2002, pp. 262-265).

Los mayores esfuerzos [en las universidades] se orientaron a adaptar el cristianismo a


Aristóteles puro o comentado por Averroes. Las obras de Aristóteles fueron censuradas por obispos
y papas a comienzos del siglo XIII en París, que era el centro más importante en teología. La razón
estriba en que defendía la eternidad del mundo, frente al creacionismo bíblico, y un dios inmanente a
la naturaleza, lo que entrañaba panteísmo. […] Asimismo, el alma es para Aristóteles la forma
inseparable del cuerpo y no una entidad autónoma a la que le queda una eternidad por delante tras
desprenderse de la carcasa temporal. Por lo tanto, había mucho que pulir en Aristóteles, pues no era fácil
eliminarlo, dado que para mediados de siglo la filosofía aristotélica había penetrado en la estructura
académica y el estudio de sus obras estaba prescrito en los estatutos.

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

El trabajo de acomodación fue obra principalmente de dos sólidos pensadores dominicos,


Alberto Magno [ca. 1200-1280] y [su discípulo] Tomás de Aquino [ca. 1224-1274], quienes mitigaron
lo que había que mitigar e introdujeron un toque platónico y creacionista con su mundo celeste separado
del normal. […]. [Alberto Magno comentó todos los libros disponibles de Aristóteles. Sus observaciones
sobre las plantas y los animales fueron muy cuidadosas (descubre el sistema nervioso central de los
artrópodos) y corrigieron en algunos puntos a Aristóteles y a Avicena. Escribió también sobre física,
astronomía, alquimia, medicina, etc. Tomás de Aquino ofrecerá la interpretación más acabada de
Aristóteles desde la perspectiva cristiana. Para él, la razón y la fe no pueden contradecirse, por lo que,
aunque por métodos distintos, tienen siempre que conducir a resultados compatibles, aunque no
necesariamente a las mismas verdades.]

Del proceso de asimilación salió un aristotelismo escolástico organizado y acabado, con


respuestas a todo, muy distinto del verdadero Aristóteles titubeante, por momentos contradictorio,
buscando incansablemente la verdad. […].

En resumidas cuentas, aunque los cristianos no hiciesen grandes aportaciones a las


ciencias, crearon unas racionalizaciones de la religión y unas instituciones que aseguraron el
estudio continuado del saber y tornaron irreversibles su prosecución. (Solís y Sellés 2005, pp. 214-
216).

3.2. Algunos logros científicos en la Europa cristiana

Como consecuencia de la fundación de las universidades y de la traducción del árabe de la


ciencia antigua, se produjo en Europa durante el siglo XIII una breve eclosión de experimentación,
proseguida hasta cierto punto por los alquimistas hasta la época actual. La figura más notable de este
movimiento fue Roger Bacon, c. 1214-94, un franciscano de la universidad de Oxford. [Según Bacon,]
el verdadero estudioso debería conocer la ciencia natural experimentalmente. […] El propio Bacon hizo
experimentos de óptica, siguiendo las obras de Ibn al-Haytham (Alhazén). […]

Otro notable experimentador fue el noble Pierre de Maricourt, que era probablemente amigo
de Bacon. Hacia el 1269 escribió un librito en el que exponía sus experimentos magnéticos. (Mason
1984, I, pp. 148-9).

El problema de los proyectiles fue abordado con originalidad por los escolásticos de París, Juan
Buridán y Nicolás de Oresme, partiendo de la vieja idea del impetus [cuyo origen se remonta a Juan
Filopón de Alejandría, en el siglo VI]. Para el siglo XIV, las críticas a la teoría aristotélica de las partes
del medio como móviles y motores eran un lugar común. Por ejemplo, Guillermo de Ockham señalaba
que cuando dos flechas se cruzan en el aire no alteran su movimiento, como sería de esperar si hubiesen
de atravesar motores de aire contrarios. […] Por otro lado, en el siglo XIII, los escolásticos habían

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

desarrollado doctrinas para explicar la eficacia de los sacramentos merced a que en ellos se imprime una
virtud sobrenatural, por lo que no resultaba forzado pensar que el motor imprimía en el proyectil una
fuerza inmaterial causante de su eficacia. […] Buridán deja claro que el impetus se trata de una
cualidad motora ajena impresa en el móvil y no del movimiento mismo que se conserva […].
Según se desprende de las palabras de Buridán, el ímpetus se conservaría indefinidamente de no mediar
resistencia alguna (razón por la cual se ha visto en él algo que, hasta cierto punto, cumple las funciones
de la inercia), aunque luego Oresme (seguido en ello por el joven Galileo) prefirió suponer que se
agotaba espontáneamente. (Solís y Sellés 2005, pp. 271-272).

Buridán expuso dos importantes argumentos contra la tesis aristotélica de que los cuerpos en
movimiento eran propulsados por el aire desplazado que se precipitaba a la parte posterior para evitar la
formación de un vacío. En primer lugar, decía, una peonza rota sin cambiar de posición, por lo que no
puede ser movida por el aire desplazado. En segundo lugar, una jabalina con el extremo posterior plano
no se mueve más aprisa que una jabalina afilada por ambos extremos, contra lo que sería de esperar si el
aire fuera el propulsor. (Mason 1984, I, p. 155).

Un poco antes de 1335 [se descubrió] en Oxford que un movimiento uniformemente


acelerado o retardado es equivalente, por lo que respecta al espacio recorrido en un tiempo
determinado, a un movimiento uniforme cuya velocidad es igual absolutamente a la velocidad
instantánea poseída por el movimiento uniformemente acelerado o retardado en el instante
medio del tiempo. Esto fue demostrado geométricamente por [los llamados ‘calculatores’ 4] Heytesbury,
Ricardo Swineshead y Dumbleton, y puede ser denominado la Regla de la Velocidad Media del Merton
College.

4
Los Calculatores de Merton College fueron un grupo de matemáticos que actuaron en el Merton College
de la Universidad de Oxford. Trabajaron durante la primera mitad del siglo XIV, antes de la Peste Negra.
Este grupo, compuesto por Thomas Bradwardine, William Heytesbury, Richard Swineshead y John
Dumbleton, tiene como principal éxito la elaboración del Teorema de la velocidad media. Usando un
lenguaje cinemático y simplificado, este teorema establece que un cuerpo en movimiento uniformemente
acelerado recorre, en un determinado intervalo de tiempo, el mismo espacio que sería recorrido por un
cuerpo que se desplazara con velocidad constante e igual a la velocidad media del primero. Más tarde,
este teorema compondría la base de la "ley de la caída de los cuerpos", de Galileo. (Wikipedia)

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

The distance an object moves under uniform acceleration is equal to the width of the time interval multiplied by its
velocity at the midpoint of the interval (its mean speed). The figure shows Nicholas Oresme's graphical proof (c. 1361) that
the area under the plotted line for motion (in blue) is equal to the area of the rectangle with width and height equal to the
time interval and the mean speed, respectively.

En París [en el siglo XIV] el contexto físico y dinámico del estudio dirigió el interés hacia la
cinemática del movimiento natural real, pero éste fue estudiado extensamente sin referencia a la
observación o al experimento. Un buen ejemplo de ello es el estudio de la cinemática de los cuerpos que
caen libremente realizado por Alberto de Sajonia […]. Después de tratar varios modos posibles por los
que la velocidad natural de un cuerpo que cae libremente podía ser aumentada en el tiempo y en el
espacio recorrido, concluyó que la velocidad de caída aumentaba en proporción directa a la
distancia de caída. Esta opinión errónea iba también a seducir a Galileo antes de que se decidiera por
la solución correcta, a saber, que la velocidad aumentaba en proporción directa al tiempo de la caída, o
con otras palabras, que un cuerpo que cae libremente se movía [con] una velocidad uniformemente
acelerada. […] La ley correcta de la aceleración en caída libre fue dada […] de forma inequívoca por el
dominico español Domingo de Soto [1494-1570], y finalmente, con las deducciones matemáticas, por
Galileo. […] Resolviendo las dudas de Alberto de Sajonia, Domingo de Soto consideró la velocidad de
caída libre como proporcional al tiempo y declaró que ella era “uniformemente disforme”, esto es,
uniformemente acelerada. (Crombie 1985, II, pp. 90-92).

El siglo XIII constituye la cumbre de la Edad media […]. [Pero] el siglo XIV es un siglo crítico
en el doble sentido de la expresión: la burguesía llega al poder; un espíritu laico, aunque sujeto a la fe,
impregna la literatura y el derecho. La autoridad deja de inspirar respeto, incluyendo la del mismo Papa.
Las cosechas son deficientes en la segunda década del siglo, empieza la Guerra de los Cien Años, se
produce la primera quiebra bancaria de importancia en 1345, la horrenda peste de 1347-48 diezma a
Europa, y el mal ataca sin piedad a las órdenes monásticas. Y esa coyuntura tiene sus consecuencia
paradójicas: crítica desenfrenada de las élites intelectuales contra el clasicismo del siglo anterior, adhesión
de las masas al misticismo más desordenado y a las supersticiones más absurdas. (Taton 1988, I, p. 625).

Hacia finales del siglo XIV llegó a su término el brillante periodo de la originalidad escolástica.
Durante el siglo y medio siguiente, todo lo que París y Oxford produjeron sobre astronomía, física,
medicina o lógica fueron monótonos epítomes de obras anteriores. En el siglo XV aparecieron en
Alemania uno o dos autores originales, Nicolás de Cusa y Regiomontano. En Italia, las cosas fueron
mejor, pero más con el nuevo grupo de “artistas-ingenieros”, como Leonardo da Vinci, que en las
universidades. El interés y la originalidad intelectual estaban orientados hacia la literatura y las artes
plásticas más que hacia la ciencia de la naturaleza. (Crombie 1985, II, p. 104).

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

4. CARACTERÍSTICAS DE LA CIENCIA ANTIGUA Y MEDIEVAL

– Concepción no progresiva del conocimiento:

Antes del siglo XVI, el hombre no esperaba un carácter progresivo del conocimiento humano.
Por supuesto, conocía ciertos desarrollos históricos de la ciencia; pero creía que estos desarrollos
tenían cierto punto máximo fijo. Había un tope para el logro humano, y se había alcanzado con la
ciencia griega. [...] La convicción prevaleciente de la época era que o no se podían resolver los
problemas por estar más allá de la comprensión humana, o ya se habían resuelto; y que las
respuestas, al menos a grandes rasgos, se encontraban en los grandes trabajos del pasado. Esto explica
por qué el aspecto deductivo de la ciencia desempeñó una parte tan importante en el pensamiento
medieval. Explica también por qué Aristóteles alcanzó gran autoridad en la Edad Media y por qué el
Renacimiento pudo ser un retorno a la edad de oro de la cultura griega en general. Los hombres
discutían a veces qué autoridad constituía el tribunal supremo de apelación; pero no cuestionaban la
existencia de esa autoridad. Tanto el escolasticismo como el humanismo [...] estaban de acuerdo en que
el primer objetivo de la investigación académica era sacar conclusiones de los principios establecidos por
sus predecesores. Se podía extender o ignorar el conocimiento, pero nunca revisarlo
drásticamente. (Shea (1983), pp. 50-51).

[Es a este aumento puntual, con exclusión de progresos revolucionarios, al que se refiere
Bernardo de Chartres (siglo XII) cuando afirma que “somos como enanos sentados sobre los hombros
de gigantes para ver más cosas que ellos y ver más lejos, no porque nuestra visión sea más aguda o
nuestra estatura mayor, sino porque podemos elevarnos más alto gracias a su estatura de gigantes” (Cita
tomada de Crombie 1985, I, p. 39)]

– Antropocentrismo:

Hoy aspiramos a proyectar las leyes matemáticas y físicas del universo material sobre el hombre,
con el objeto de explicar los fenómenos de la vida mediante la física y las matemáticas, mientras que los
griegos buscaban extrapolar lo humano a las dimensiones del cosmos y consideraban a éste un
organismo vivo. Sus metáforas biológicas –como el aliento del cosmos– no son simplemente alegorías,
significan realmente que el cosmos posee su propio ritmo vital, que sus leyes son básicamente orgánicas.
(Sambursky (1990), p. 62).

La Edad Media redescubrió y entregó a sus sucesores una visión [del mundo] heredada de los
griegos, cuya principal preocupación no era buscar hechos nuevos sino hallar una justificación
completa del orden [en el mundo]. No les interesaba la predicción ni las explicaciones detalladas, sino
estudiar la forma en que las cosas se integraban en un todo conectado, racional y estéticamente
satisfactorio. Posteriormente, bajo la influencia de la teología judeocristiana, esto condujo a la creencia

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

de que todo el reino de la naturaleza estaba teleológicamente subordinado al hombre y a su destino


eterno. [...] La imaginación dispone de una imagen ordenada del mundo en que cada cosa tiene su lugar
adecuado. El hombre [...] no dudaba de que [el universo] había sido creado para su uso y beneficio.
(Shea (1983), p. 193).

[Lugar privilegiado del hombre en la naturaleza. Lugar privilegiado de la Tierra en el Cosmos.]

– Carácter cualitativo:

La naturaleza, para un aristotélico, está escrita en términos de cualidades sensibles. Todas estas
cualidades, el calor, la dureza, el color o el olor, eran inherentes a una sustancia, eran cualidades reales, o
formas sustanciales. Sólo un milagro habría podido hacer subsistir una cualidad separada de la propia
sustancia.

Incluso cuando los elementos se combinan para formar sustancias más complejas, las cualidades
que los acompañan se combinan entre sí para formar las cualidades de los compuestos resultantes.

La materia era concebida como un modo de ser y la gramática del lenguaje científico que la
describía era una compleja combinación de nombres de cualidades reales.

Las reglas de esta gramática eran las de la lógica de Aristóteles: un lenguaje únicamente de
nombres ligados a variables conceptuales. Formular una demostración científica en el lenguaje
aristotélico consistía en buscar una proposición con un sujeto asociado a un predicado. Puesto que el
mundo estaba escrito en caracteres cualitativos, cada uno de estos signos era reducible a un
concepto cualitativo. Así, un cuerpo en movimiento veloz se calentaba porque, al moverse recibía del
aire, caliente y húmedo, la cualidad de ser caliente.

Ya de por sí esta gramática de las formas sustanciales y de las cualidades reales era muy compleja.
En el siglo XVII vinieron a añadírsele además una serie de nuevas cualidades ocultas, como la atracción
magnética, la viscosidad, la afinidad química, que las investigaciones de alquimia y de física habían
introducido en el lenguaje científico.

La materia, leída a través de esta gramática de nombres, o lógica de nombres, no era nunca algo
distinto respecto a sus propiedades. Era siempre un modo de ser: ser caliente o fría, ser olorosa o
coloreada. A su vez, también el calor, los olores o los colores resultaban modos reales de ser.

No resulta difícil ver que este lenguaje de cualidades reales era un juego de acrobacias
conceptuales que no obstante quedaba siempre ligado a la experiencia sensible. La ventaja consistía
en la posibilidad de evitar recurrir a imaginar estructuras invisibles para explicar los fenómenos y las
propiedades de los cuerpos. Por lo demás, la idea de Demócrito de que existieran elementos invisibles

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

de materia era absurda, para un aristotélico, porque los cuerpos, como el tiempo, el espacio y el
movimiento eran formas de la continuidad, potencialmente susceptibles de una división al infinito.

Igualmente absurdo era pretender estudiar los cambios naturales con un método cuantitativo,
puesto que si la matemática podía servir para describir abstractamente algunos datos de la experiencia,
como en la geometría (y los griegos fueron pioneros en su aplicación, por ejemplo, en la astronomía) o
en la armonía musical, sin embargo no conseguía aprehender las causas de los fenómenos
observables.

Como Campanella, como Cesi, también Galileo adoptaba, contra la gramática de Aristóteles, el
slogan del libro de la naturaleza abierto ante nuestros ojos. (Redondi (1990), pp. 69-70).

No obstante, algunos historiadores han subrayado la existencia de ciertos pioneros en la defensa


de la aplicación de las matemáticas al estudio de la física, y especialmente del movimiento, entre los
escolásticos de finales de la Edad Media (a partir del siglo XIII), como Roger Bacon, y sobre todo entre
los maestros de Oxford en el siglo XIV con su utilización en el estudio del movimiento. (Diéguez).

Una razón principal de este cambio fue el influjo de la concepción neoplatónica de la naturaleza
como siendo en último término matemática. (Crombie 1984, II, p. 101).

– Generalización de la experiencia como método:

Con muy pocas excepciones, los griegos antiguos no hicieron ningún intento de
experimentación sistemática a lo largo de ocho siglos. Su consecuencia fue que la inducción se vio
limitada a la observación sistemática y a la colección de material experimental tal como se ofrecía
en el estudio de los fenómenos naturales. Tal inducción era, naturalmente, primitiva en términos de la
concepción moderna de la ciencia; más tampoco era mejor la deducción de los griegos si se tiene en
cuenta que carecía de lo que Kant consideró la característica par excellence de cualquier ciencia verdadera:
la matematización de sus conceptos fundamentales y la deducción de hechos a partir de leyes expresadas
en términos de fórmulas matemáticas. Entre los griegos, la aplicación de las matemáticas a los problemas
científicos se restringía a la descripción de ciertos fenómenos, en su mayoría astronómicos, junto a unos
pocos del campo de la estática o la óptica. [...] También en su objetivo la ciencia antigua es muy diferente
de la nuestras; no aspira a la conquista y control de la naturaleza, sino que viene motivada por una
curiosidad puramente intelectual. Por esta razón la tecnología no encuentra un lugar en ella y adolece
de una carencia del tipo de síntesis de conocimiento puro y aplicación práctica que da fuerza a la ciencia
moderna. (Sambursky (1990), p. 23). Los antiguos griegos creían fundamentalmente que el mundo tenía
que ser entendido, pero que no había ninguna necesidad de cambiarlo. (p. 260).

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

Aunque hubo quien, a fines de la Edad Media, comenzaba a observar la Naturaleza con
meticulosidad y empeño, mejorando cada vez más sus métodos de observación, se propendía a compilar
enciclopedias meramente descriptivas. Cuando se presentaba algo que requiriese una explicación, nunca
la deducían de los hechos observados, sino que seguían aprovechándose del sistema de explicaciones
que les había sido legado por la filosofía clásica. Sir Francis Bacon, a principios del siglo XVII, se
quejaba de aquel divorcio entre la observación y la explicación. (Butterfield (1982), p. 83).

Cabe, sin embargo, señalar que algunos científicos árabes realizaron rudimentarios experimentos
en óptica (al-Kindi y Alhazén, por ejemplo) y en química (Rhazes y Avicena). También hicieron
experimentos sencillos y esporádicos, como ya dijimos, autores cristianos de finales de la Edad Media,
como Roger Bacon (en óptica) y Pierre de Maricourt (en magnetismo). Por otra parte, Roberto
Grosseteste y Roger Bacon (siglo XIII) alabaron las virtudes de la experimentación en la ciencia (cf.
Crombie 1985, II, p. 18 y ss.). Pero, como veremos en el próximo tema, con la ciencia moderna no sólo
aumenta el número de experimentos, sino que éstos tienen un carácter muy distinto y un significado
mucho más importante en el desarrollo de la investigación. Con la ciencia moderna, el experimento
comienza a ser la pieza clave para dirimir el destino de las teorías.

Como señala Lindberg, en la ciencia medieval “los elementos aristotélicos fundamentales jamás
fueron abandonados. Los filósofos medievales continuaron creyendo que le método apropiado
para conocer implicaba la demostración silogística, la deducción a partir de primeros principios
o premisas que se consideraba que tenían el estatus de autoevidentes”. (Lindberg 2002, p. 453).

– Carencia de aplicación técnica:

La ciencia griega buscaba lo que era normal, esto es, conforme a la naturaleza, y la técnica guarda
relación con lo artificial. La parte de la física que se llama mecánica, de la que cabe decir que es la base
misma de la ciencia exacta, nacida con Descartes y Galileo y los contemporáneos de éstos, no fue
considerada por Aristóteles, el gran sistematizador de la ciencia antigua, como una ciencia de la
naturaleza [sino como una ciencia matemática]. Las palancas, los planos inclinados, las cuerdas con las
que se sujetan bloques, son instrumentos gracias a los cuales podemos mover objetos pesados en
direcciones que a éstos son “antinaturales”. La palabra misma ‘mecánica’ procede de mechane que
significa precisamente ‘artificio’ o ‘truco’. Levantar una teoría científica sobre tales trucos no se
consideraba una ocupación digna de una persona educada que en el orden natural sólo buscaba una guía
o faro de vida recta. (Von Wright (1996), pp. 23-4).

Los desarrollos técnicos de la Edad Media (nuevas técnicas de cultivo, nuevos tipos de arado,
uso del caballo, introducción del estribo, extensión en el uso de máquinas, como molinos de viento y de

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Tema 2. La ciencia en la Edad Media

agua, nuevas técnicas en la construcción de barcos) se llevaron a cabo sin intervención de la ciencia.
(Diéguez).

El hombre de la Edad Media construyó las catedrales sin saber calcular la resistencia de los
materiales, y utilizó el cañón sin haber estudiado balística. (Taton 1985, I, p. 683).

Bibliografía

BUTTERFIELD, H. (1982), Los orígenes de la ciencia moderna, Madrid: Taurus.


CROMBIE, A. C. (1985), Historia de la ciencia: De San Agustín a Galileo, 2 vols. Madrid: Alianza.
ELENA, A. (1985), Las quimeras de los cielos, Madrid: Siglo XXI.
LINDBERG, D. C. (2002), Los inicios de la ciencia occidental, Barcelona: Paidós.
MASON, S. F. (1984), Historia de las ciencias, vol. I. La ciencia antigua, la ciencia en Oriente y en la
Europa medieval, Madrid: Alianza
REDONDI, P. (1990), Galileo herético, Madrid: Alianza.
SAMBURSKY, S. (1990), El mundo físico de los griegos, Madrid: Alianza.
SOLÍS, C. y M. SELLÉS (2005), Historia de la ciencia, Madrid: Espasa.
SHEA, W. R. (1983), La revolución intelectual de Galileo, Barcelona: Ariel.
TATON, R. (1988), Historia general de las ciencias, Barcelona: Orbis.
VON WRIGHT, G. H. (1996), El espacio de la razón, Madrid: Verbum.

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