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Pero… ¡Cuán diferente fuera la vida si la verdadera exaltación y alabanza fueran sólo para nuestro
Dios!
Dar alabanza se define como “el acto de glorificar, enaltecer, reconocer y proclamar la grandeza de
Dios usando palabras; en frases, escritos o cánticos”
Te comparto lo que escribió el apóstol Pablo sobre Jesús, en la carta a los Filipenses, capítulo dos,
verso siete, que dice “que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz”. (RVC)
El resultado final fue que el Padre celestial “lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre
todo nombre”; porque en la sincera humildad hay poder.
La arrogancia destruye y hace que se vea a los demás como seres inferiores.
La humildad construye y hace que se pueda ver a los demás con sus fortalezas y capacidades, y nos
lleva a reconocer que no somos más que los demás.
Rescato lo que el apóstol Pablo dice en el verso cinco, de la misma carta; “Que haya en ustedes el
mismo sentir que hubo en Cristo Jesús”; es decir, que seamos como Jesús, humildes de corazón;
pero que también seamos fuertes para alabar y reconocer que todo le pertenece a Dios, y que
gracias a Jesús tenemos salvación y vida eterna.
Démosle toda la alabanza, porque toda la “gloria y la majestad, y el dominio y el poder, desde antes
de todos los siglos y siempre” solo le pertenecen a Él. ¿Puedes decir Amén?
Versículo “…la gloria y la majestad, y el dominio y el poder, desde antes de todos los siglos y
siempre...” Judas 1:25 (RVC)