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GÉNERO Y CANON LITERARIO

Subconjunto considerable de escritores y escritos del pasado.


El canon literario varía de época en época. Los cambios se pueden referir, a menudo, a
la revalorización o devaluación de los géneros que representan las obras canónicas.
La idea de canon implica una colección de obras que sean consideradas en exclusiva
como el completo (durante un tiempo).

- CANON OFICIAL: se institucionaliza mediante la educación, el patrocinio y el


periodismo.
- CANON PERSONAL: formado por obras que el individuo ha tenido ocasión de
conocer y valorar.

El cambio genérico se ramifica en formas con extensas implicaciones en la crítica


imparcial. No es solo cuestión de establecer una tabla de relaciones dentro de cada
género. Más bien debemos pensar en cambios de gran escala, en la interrelación de
géneros completos y en la distribución de la literatura entre ellos.
Cada época cuenta con un repertorio relativamente reducido de géneros en donde los
lectores y críticos, responden con entusiasmo.
Cada época supone nuevas emisiones en el repertorio potencial.
el repertorio real de géneros o consecuencias de sus limitaciones y cambios, influye de
manera decisiva en el canon critico.
Cuando un género desaparece del repertorio en su conjunto las valoraciones pueden
verse seriamente afectadas.

EL CANON OCCIDENTAL

Prefacio y Preludio

SHAKESPEARE figura central del Canon Occidental.

Lo que convierte al autor y alas obras en canónicas es la extrañeza como forma de


originalidad.
La extrañeza canónica puede existir sin la conmoción de tal audacia, pero el aroma de la
originalidad debe flotar sobre cualquier obra que de modo inapelable gane el agón con
la tradición y entre a formar parte del canon.
La crítica estética nos devuelve a la autonomía de la literatura de imaginación y a la
soberanía del alma solitaria, al lector no como un ser social sino como el
Yo profundo: nuestra más recóndita interioridad.
En un gran escritor, lo profundo de la interioridad constituye la fuerza que consigue
sacudirse al abrumador peso de los logros del pasado, para que la originalidad no sea
aplastada antes de que se manifieste.
la angustia de las influencias cercena a los talentos mas débiles, pero estimula al genero
canónico.

YO ELEGI EL CANON

El canon se ha convertido en una elección entre textos que compiten para sobrevivir.
En cada periodo histórico, no todos los géneros gozan de la misma popularidad, algunos
quedan prácticamente relegados al olvido.
Cada época posee un repertorio de géneros bastante escaso al que los lectores y críticos
reaccionan con entusiasmo, y el repertorio del que pueden disponer sus escritores es
también mas pequeño: el canon provisional queda fijado en su talidad por los escritores
mas importantes, de mayor personalidad..
Las defensas ideológicas del canon occidental son tan perniciosas en relación con los
valores estéticos como las virulentas críticas de quienes, atacándolo, pretenden
descubrir el canon o abrirlo. Aquellos que se oponen al canon insisten en que la
formación del canon siempre hay una ideología de por medio; de hecho, vas mas allá y
hablan de la ideología de la formación del canon, sugiriendo que construir un canon es
un acto ideológico en sí mismo.
La prueba mas difícil para incorporarse al canon es superar y subsumir la tradición.
En contra de ciertos parisinos , el texto no esta ahí para proporciona placer, sino el
supremo displacer o el mas dificultoso placer que un texto menor no proporcionara
El canon occidental a pesar del idealismo de aquellos que querrían abrirlo, existe
precisamente con el fin de imponer límites, de establecer un patrón de medida que no es
en absoluto político o moral. El canon verdadero es el arte de la memoria, la verdadera
base del pensamiento cultural.
La muerte del autor es sino otro mito anticanónico, similar al grito de guerra del
resentimiento, que rechazaría a todos los varones europeos y blancos.

Lectura feminista

El proceso de canonización obedece a circunstancias históricas, culturales y geográficas


precisas y por ello la necesidad de su adecuación. En el medio literario el concepto de
canon se refiere a la existencia de un modelo para calificar una obra literaria y si ésta se
considera relevante por la crítica especializada, se presenta como merecedora de ser
estudiada o comentada. Las obras catalogadas como canónicas sirven de referente a las
diversas categorías literarias. Se trata de criterios que determinan la inclusión o la
exclusión en el canon literario.
El canon es producto de la imposición de los criterios de un determinado grupo a toda la
sociedad, y que corresponde a un contexto histórico determinado. Ni siquiera cuando se
habla de canon latinoamericano se está considerando un criterio único sino de una
fragmentación de subsistemas canónicos, susceptibles de variaciones temporales,
geográficas y de género.

Las investigadoras feministas han señalado el desplante persistente acerca de la


experiencia de las mujeres en el canon literario. Se va formando entonces un “contra-
canon” femenino, como alternativa la tradición masculina hegemónica, y que vendría a
desmentir la idea de que no ha habido mucha literatura seria escrita por mujeres.
Durante siglos los valores fueron predominantemente masculinos y las características
femeninas consideradas de menor valor porque representaban la parte emocional y no
razonada de la humanidad.
De ahí la necesidad de subsanar el fruto inequitativo de una sociedad patriarcal y de
construir una manera incluyente, respetuosa de las diferencias y por tanto valoradas en
relación a un canon literario mucho mas complejo que no imponga una visión unilateral
del mundo y de su interpretación.
El canon a pasado al plural, en consonancia de la pluralidad de poderes. Es decir que lo
modelos sugeridos debe transmitir una herencia intelectual plural no colonialista, donde
predominen marcos de referencia heterogéneos en su composición, aunque
necesariamente representativos de la comunidad con la que se identifica. En este caso el
feminismo plantea una visión multicultural para superar la concepción pedagógica que
privilegia la forma de cultura occidental, blanca y masculina, sin que ello deje de lado la
valoración estética y calidad literaria en general.
Aunque, al fin, el “autentico canon” está determinado no por la discusión docta, sino
por las estrategias mercadotécnicas que venden libros.

El canon argentino

Cada lector, después de todo, va elaborando su propio canon a lo largo de la vida,


teniéndolo con los libros que relee por pasión o por deseo, a sabiendas de que
otros libros canónicos se le irán quedando en el camino.
la mayoría empieza acercándose a ellos por obligación, porque en toda lectura hay
un principio de placer pero también de necesidad y de urgencia.
Un libro canónico no es sólo el que se busca para releer sino el que provoca la
relectura. Lejos de someterse al lector, lo estimula, excita su inteligencia, lo llena
de preguntas.
El canon -sobre todo en la inestable Argentina- es una pregunta perpetua, algo que
cada lector hace y rehace día tras día. Tiene un tronco estable, en el que están
Sarmiento, Hernández, Lugones y Borges, pero las ramas caen y se levantan al
compás de cualquier viento. No hay que lamentarse por esas incertidumbres,
puesto que son un signo de libertad.

Canon Y mercado
“la serie de siglo y medio”. La intención de la colección dedicada a la literatura y
cultura argentina era unir la función de los textos a la del conocimiento de la
plástica contemporánea y de los archivos de materiales semejantes del pasado.
En la constitución de esas obras nunca sostuvieron la muerte del autor.
La relevancia de estas articulaciones de la literatura argentina se enmarcaron en
una etapa de fuertes crisis políticas y de grandes cambios en el campo intelectual
y artístico, en el que se volvía cada vez mas notable la presencia de los nuevos
medios de comunicación masiva y el avance de la censura, primero a partir de
1966 y luego con la dictadura de 1976-1983.
El Estado, la escuela, los medios de difusión son los responsables de la
inestabilidad de las fronteras de lo que se valora como literatura y como tradición
cultural, y del rol social que se les atribuye. Nunca los cánones son fijos: muchas
obras nacen como “literarias” y a otras se les imponen ese carácter, las
sociedades “reescriben”, así sea inconcientemente, todas las obras literarias que
leen.
Volver al mercado reforzando las bases amplias que Eudeba había dado al canon
nacional era visto como muy apto para actuar en un campo de lucha
reestableciendo una pluralidad que creíamos liberadora y eficaz también para
analizar los conflictos del presente, en momentos en que aumentaba e
autoritarismo y la exclusión.
Todas las operaciones no obedecían a reflexiones bien sospesadas acerca de un
canon o sobre la necesidad de su impugnación, eran más complejas y mas lábiles,
Respondían a valoraciones del tratado de los herederos. “Los cánones importan
cuando están hecho de esta materia, de derivadas donde se discuten en el fondo
otras cosas”

Barthes
De la obra al texto
El texto puede hallarse en una obra muy antigua, y muchos productos d ela
literatura contemporánea no son textos en absoluto. La obra es un fragmento
sustancial, ocupa una porción del espacio de los libros. El texto es un campo
metodológico. La obra se sostiene en la mano, el texto se sostiene en el lenguaje:
solo existe extraído del discurso. El texto no se experimenta mas que en un
trabajo, en una producción.
El texto es lo que llega a los límites de las reglas de enunciacion.
la obra esta inserta en un proceso de filiación. Se considera al autor como padre y
propietario de la obra. El texto en cambio se lee sin inscripción del Padre.
El texto intenta situarse detrás de los límites de la doxa, e siempre paradójico.
Al texto uno se acerca, lo experimenta, en relación al signo. La obra se cierra
sobre un significado.
La obra funciona toda ella como un signo general, el texto practica un retroceso
infinito del significado, es dilatorio, su campo es el significante.
El texto es plural. Lo cual no se limita a querer decir que tiene varios sentidos, sino
que realiza la misma pluralidad del sentido: una pluralidad irreducible.
El texto en si mismo juega, y el lector juega, por su parte dos veces: juega al texto
(sentido lúdico), busca una practica que le re-produzca; pero ara uqe esta práctica
no se reduzca a una mimesis pasiva, interior ejecuta el Texto.
El texto esta asociado al disfrute, al placer sin separación. Al pertenecer al orden
del significante, el texto participa a su manera de una autopia social.

La muerte del autor


Cuando un hecho pasa a ser relatado, con fines intransitivos y no con la finalidad
de actuar directamente sobre lo real, sin mas funcion que el propio ejercicio del
simbolo, se produce esa ruptura, la voz pierde su orígen, el autor entra en su
propia muerte, comienza la escritura.
Es el lenguaje y no el autor el que habla.
El texto moderno se produce y se lee de tal manera que el autor se ausenta de él e
todos los niveles.
El escritor moderno nace a la vez que su texto, no existe otro tiempo que el de la
enunciación, y todo texto esta escrito enteramente aquí y ahora. Escribir en un
preformativo, no tiene mas contenido que el acto por el cual se profiere.
Un texto esta constituido por un espacio de múltiples dimensiones en el que se
conjuran y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original: el
texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura..
El escritor se limita a imitar un gesto siempre anterior, nunca original; el único
poder que tiene es el de mezclar las escrituras, llevar la contraria a unas con otras,
de manera que nunca se pueda uno apoyar en una de ellas.
Una vez alejado el autor, de vuelve útil al pretensión de descifrar un texto. Darle a
un texto un Autor es imponerle un seguro, proveerlo de un significado último, cerrar
la escritura.
En la escritura múltiple, todo esta por desenredar pero nada por descifrar.. La
escritura instaura un sentido sin cesar, pero siempre acaba por evaporarlo:
procede a una exención sistemática del sentido.
Un texto esta formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas y
que, unas con otras, establecen un diálogo, una parodia, una contestación. El lugar
donde se recoge toda esa multidisciplinad es el lector no el autor, como hasta hoy
se ha dicho: el lector es el espacio mismo en que se inscriben todas las citas que
constituyen una escritura; la unidad del texto no esta en su origen, sino en su
destino, pero este destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un
hombre sin historia, sin biografía. El nacimiento del lector se paga con la muerte
del autor.

Escritores y escribientes
Para esta comparación utiliza solo una referencia, la del material que tienen en
común, la palabra.
El escritor realiza una función, el escribiente una actividad. El escritor actúa, pero
su acción es inmanente a su objeto, se ejerce paradójicamente sobre su propio
instrumento: el lenguaje. Su actividad comporta dos tipos de normas: técnicas (de
composición, género, estilo) y artesanas (de labor, paciencia, corrccion,
perfección). La paradoja es que como el material se convierte en cierto modo en su
propio fin, la literatura es en el fondo una cierta actividad tautógena. Concibe la
literatura como propio fin, el mundo se la devuelve como medio: y en esta
decepción infinita, el escritor reencuentra el mundo, un mundo por otra parte
extraño, puesto que la literatura le presta como una pregunta, nunca, como una
respuesta.
La palabra no es ni un instrumento ni un vehiculo: es una materia trabajada. La
consecuencia es que ella nunca puede explicar el mundo Para el escritor escribir
es un verbo intransitivo.
Los escribientes son transitivos, plantean un fin (dar testimonio, explicar, enseñar),
cuya palabra no es mas que un medio; para ellos la palabra soporta un hacer, no lo
constituye.
Su proyecto de comunicación es ingenuo, no admite que su lenguaje se devuelva y
cierre sobre si mismo, y que en él pueda leerse, de un modo diacrítico, algo
distinto de lo que él quiere decir. Considera que su palabra pone fin a la
ambigüedad del mundo. Por el contrario, el escritor sabe bien que su palabra,
intransitiva por elección y por labor, inaugura una ambigüedad, incluso si se
presenta como perentoria, que se ofrece paradójicamente como un silencio
monumental que hay que descifrar.
La palabra del escritor es un acto intransitivo, y la del escribiente una actividad.
La función del escribiente es decir en toda ocasión lo que piensa, y sin demora.
La función social de la palabra literaria, del escritor, es transformar el pensamiento
en mercancía.
Actualmente cada participante de la inteligencia tiene en él los dos papeles.
Nuestra época parece haber dado luz a un bastardo: el escritor-escribiente. Su
función es paradójica. Formalmente su palabra es libre, sustraída a la institución
del leguaje literario, y sin embargo encerrada en esta misma libertad, secreta sus
propias reglas, bajo la forma de un escribir común, tras salir del club de los
hombres de letras, el escritor-escribiente encuentra otro club, el de la inteligencia.
A escala de la sociedad entera, tiene una función complementaria: el escribir del
intelectual funciona como el signo paradójico de un rol no-lenguaje, permite a la
sociedad vivir del sueño de una comunicación sin sistema (institución): escribir sin
escribir, comunicar pensamiento puro sin que esta comunicación desarrolle ningún
mensaje parásito. La sociedad lo reconoce comprando sus obras, admitiendo su
carácter público, y al mismo tiempo le mantiene distancia, obligándole a apoyarse
en instituciones ajenas que ella controla ( universidad), acusándole sin cesar del
intelectualismo. Es un excluido integrado por su exclusión misma.

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