Professional Documents
Culture Documents
EL CANON OCCIDENTAL
Prefacio y Preludio
YO ELEGI EL CANON
El canon se ha convertido en una elección entre textos que compiten para sobrevivir.
En cada periodo histórico, no todos los géneros gozan de la misma popularidad, algunos
quedan prácticamente relegados al olvido.
Cada época posee un repertorio de géneros bastante escaso al que los lectores y críticos
reaccionan con entusiasmo, y el repertorio del que pueden disponer sus escritores es
también mas pequeño: el canon provisional queda fijado en su talidad por los escritores
mas importantes, de mayor personalidad..
Las defensas ideológicas del canon occidental son tan perniciosas en relación con los
valores estéticos como las virulentas críticas de quienes, atacándolo, pretenden
descubrir el canon o abrirlo. Aquellos que se oponen al canon insisten en que la
formación del canon siempre hay una ideología de por medio; de hecho, vas mas allá y
hablan de la ideología de la formación del canon, sugiriendo que construir un canon es
un acto ideológico en sí mismo.
La prueba mas difícil para incorporarse al canon es superar y subsumir la tradición.
En contra de ciertos parisinos , el texto no esta ahí para proporciona placer, sino el
supremo displacer o el mas dificultoso placer que un texto menor no proporcionara
El canon occidental a pesar del idealismo de aquellos que querrían abrirlo, existe
precisamente con el fin de imponer límites, de establecer un patrón de medida que no es
en absoluto político o moral. El canon verdadero es el arte de la memoria, la verdadera
base del pensamiento cultural.
La muerte del autor es sino otro mito anticanónico, similar al grito de guerra del
resentimiento, que rechazaría a todos los varones europeos y blancos.
Lectura feminista
El canon argentino
Canon Y mercado
“la serie de siglo y medio”. La intención de la colección dedicada a la literatura y
cultura argentina era unir la función de los textos a la del conocimiento de la
plástica contemporánea y de los archivos de materiales semejantes del pasado.
En la constitución de esas obras nunca sostuvieron la muerte del autor.
La relevancia de estas articulaciones de la literatura argentina se enmarcaron en
una etapa de fuertes crisis políticas y de grandes cambios en el campo intelectual
y artístico, en el que se volvía cada vez mas notable la presencia de los nuevos
medios de comunicación masiva y el avance de la censura, primero a partir de
1966 y luego con la dictadura de 1976-1983.
El Estado, la escuela, los medios de difusión son los responsables de la
inestabilidad de las fronteras de lo que se valora como literatura y como tradición
cultural, y del rol social que se les atribuye. Nunca los cánones son fijos: muchas
obras nacen como “literarias” y a otras se les imponen ese carácter, las
sociedades “reescriben”, así sea inconcientemente, todas las obras literarias que
leen.
Volver al mercado reforzando las bases amplias que Eudeba había dado al canon
nacional era visto como muy apto para actuar en un campo de lucha
reestableciendo una pluralidad que creíamos liberadora y eficaz también para
analizar los conflictos del presente, en momentos en que aumentaba e
autoritarismo y la exclusión.
Todas las operaciones no obedecían a reflexiones bien sospesadas acerca de un
canon o sobre la necesidad de su impugnación, eran más complejas y mas lábiles,
Respondían a valoraciones del tratado de los herederos. “Los cánones importan
cuando están hecho de esta materia, de derivadas donde se discuten en el fondo
otras cosas”
Barthes
De la obra al texto
El texto puede hallarse en una obra muy antigua, y muchos productos d ela
literatura contemporánea no son textos en absoluto. La obra es un fragmento
sustancial, ocupa una porción del espacio de los libros. El texto es un campo
metodológico. La obra se sostiene en la mano, el texto se sostiene en el lenguaje:
solo existe extraído del discurso. El texto no se experimenta mas que en un
trabajo, en una producción.
El texto es lo que llega a los límites de las reglas de enunciacion.
la obra esta inserta en un proceso de filiación. Se considera al autor como padre y
propietario de la obra. El texto en cambio se lee sin inscripción del Padre.
El texto intenta situarse detrás de los límites de la doxa, e siempre paradójico.
Al texto uno se acerca, lo experimenta, en relación al signo. La obra se cierra
sobre un significado.
La obra funciona toda ella como un signo general, el texto practica un retroceso
infinito del significado, es dilatorio, su campo es el significante.
El texto es plural. Lo cual no se limita a querer decir que tiene varios sentidos, sino
que realiza la misma pluralidad del sentido: una pluralidad irreducible.
El texto en si mismo juega, y el lector juega, por su parte dos veces: juega al texto
(sentido lúdico), busca una practica que le re-produzca; pero ara uqe esta práctica
no se reduzca a una mimesis pasiva, interior ejecuta el Texto.
El texto esta asociado al disfrute, al placer sin separación. Al pertenecer al orden
del significante, el texto participa a su manera de una autopia social.
Escritores y escribientes
Para esta comparación utiliza solo una referencia, la del material que tienen en
común, la palabra.
El escritor realiza una función, el escribiente una actividad. El escritor actúa, pero
su acción es inmanente a su objeto, se ejerce paradójicamente sobre su propio
instrumento: el lenguaje. Su actividad comporta dos tipos de normas: técnicas (de
composición, género, estilo) y artesanas (de labor, paciencia, corrccion,
perfección). La paradoja es que como el material se convierte en cierto modo en su
propio fin, la literatura es en el fondo una cierta actividad tautógena. Concibe la
literatura como propio fin, el mundo se la devuelve como medio: y en esta
decepción infinita, el escritor reencuentra el mundo, un mundo por otra parte
extraño, puesto que la literatura le presta como una pregunta, nunca, como una
respuesta.
La palabra no es ni un instrumento ni un vehiculo: es una materia trabajada. La
consecuencia es que ella nunca puede explicar el mundo Para el escritor escribir
es un verbo intransitivo.
Los escribientes son transitivos, plantean un fin (dar testimonio, explicar, enseñar),
cuya palabra no es mas que un medio; para ellos la palabra soporta un hacer, no lo
constituye.
Su proyecto de comunicación es ingenuo, no admite que su lenguaje se devuelva y
cierre sobre si mismo, y que en él pueda leerse, de un modo diacrítico, algo
distinto de lo que él quiere decir. Considera que su palabra pone fin a la
ambigüedad del mundo. Por el contrario, el escritor sabe bien que su palabra,
intransitiva por elección y por labor, inaugura una ambigüedad, incluso si se
presenta como perentoria, que se ofrece paradójicamente como un silencio
monumental que hay que descifrar.
La palabra del escritor es un acto intransitivo, y la del escribiente una actividad.
La función del escribiente es decir en toda ocasión lo que piensa, y sin demora.
La función social de la palabra literaria, del escritor, es transformar el pensamiento
en mercancía.
Actualmente cada participante de la inteligencia tiene en él los dos papeles.
Nuestra época parece haber dado luz a un bastardo: el escritor-escribiente. Su
función es paradójica. Formalmente su palabra es libre, sustraída a la institución
del leguaje literario, y sin embargo encerrada en esta misma libertad, secreta sus
propias reglas, bajo la forma de un escribir común, tras salir del club de los
hombres de letras, el escritor-escribiente encuentra otro club, el de la inteligencia.
A escala de la sociedad entera, tiene una función complementaria: el escribir del
intelectual funciona como el signo paradójico de un rol no-lenguaje, permite a la
sociedad vivir del sueño de una comunicación sin sistema (institución): escribir sin
escribir, comunicar pensamiento puro sin que esta comunicación desarrolle ningún
mensaje parásito. La sociedad lo reconoce comprando sus obras, admitiendo su
carácter público, y al mismo tiempo le mantiene distancia, obligándole a apoyarse
en instituciones ajenas que ella controla ( universidad), acusándole sin cesar del
intelectualismo. Es un excluido integrado por su exclusión misma.