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Tarea 7

Licenciatura en lengua y literatura modernas, Universidad Modelo.


Curso: La ética en el mundo contemporáneo
¿Qué es lo que está mal? – Marc D. Hauser
Alumno: David Mayoral Bonilla
Profesor: Julián Zárate

Fecha de entrega: 22 de marzo, 2019


El Bien y el Mal, amigos míos, son conceptos que la fábula degusta con singular alegría. Ella
dice: el bien es manjar, y el mal es derrota; es liebre, es zorro, es el campesino infeliz.
Cualquiera nota la moraleja de la fábula al final, cuando los hechos terminan su
concatenación.
Los personajes de las fábulas descubren la patética dicotomía al final de sus actos. Su
mundo es el de los animales parlantes que andan a cuatro patas. En el plano de los animales
parlantes bípedos, caso contrario, la moraleja parece anteceder a la acción. Así al menos en
el pensamiento deontológico, y así aún con los barbados de la Academia griega. Bien y Mal,
en una criatura kantiana, libre en la medida en que escoge su constricción, afirma los valores
y, de acuerdo a ellos, evalúa su proceder. Son éstos seres de la fábula prescriptiva. La garza
coloca la sopa en un jarrón de cuello alto en una reunión donde todos los invitados son zorros.
La trompa corta de los rojizos animales requieres platos soperos. ¿Desearía la garza tener el
caldo servido en un recipiente imposible de picotear? Imposible. Los anfitriones padecerían
siempre de inconformidad. Zorro y garza no tendrían reuniones con sopa, al menos, si seres
kantianos fueran.
La criatura humeiana, una liebre adepta a Hume, por ejemplo, habría ganado su
carrera no por cruzar la meta, sino por el reconfortante descanso. En la criatura humeiana hay
una nueva posibilidad para la fábula, la que quizá de hecho llega a efectuarse: el acto se
orienta por la sensación, y después llega el intelectual intruso, esa razón que otorga
finalmente el juicio. Si la decisión de descansar durante la carrera otorgó una competencia
honrada al contrincante es cosa que devendrá. Más vale pedir perdón que pedir permiso, o
que tener una justificación trascendental orientadora de los actos. De todas formas, una regla
de oro no sobreviviría a un recorrido con múltiples curvas. Hay que romperse a veces –o
doblegarse al menos.
Pero si la liebre humiana concediera a su somnolencia todas las victorias, las pruebas
de atletismo la escupirían fuera. Para las pruebas atléticas se quiere disciplina, rigor, y
conservarse despierto. Hasta hoy se ha visto ninguna vez un corredor que pueda dormir
mientras hace el sprint. La cesión a la inclinación espontánea es condenatoria; los actos como
ticks nos tendrían con la voluntad arrumbada en un estante.
Tal parece que en la fábula encontraremos poco de nosotros, los animales bípedos
parlantes. Desprovistos de plumas, garras, estómagos resistentes y músculos veloces, nos
queda algo. Palabra problemática: algo. Algo que, sin embargo, no es cualquier cosa. Un
‘algo’ que no aparece en la fábula, pero que la configura; esa cosa que hace parlar a los
animales, y que hace ‘perder’ a los ‘malos’ y enaltecer a los honrados, los previsores, los
solidarios. El carácter universal de las moralejas en las fábulas son ese ‘algo’ fantasmal, una
puerta al pensamiento humano que nos difiere de otros zorros y grullas charladores. ¿Qué
por qué no hay fábulas donde los vítores no sean para la cigarra o el lobo? Preguntemos al
Esopo de nuestras mentes. No esperemos respuesta con palabras claras; sí una fábula de
animales bípedos y parlantes, pero animales, al fin y al cabo.

REFERENCIA

Hauser, M. (2008). La mente moral (1ª ed., pp. 25-84). Barcelona: Paidós.

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