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EL COMBATE A LA CORRUPCIÓN EJERCIDA POR EL CONSEJO DE

PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y CONTROL CONSTITUCIONAL

Problema: El abuso del poder ejecutivo y falta de mecanismos de control

Solución: EVITAR QUE LA POLITA SE INMISCUYA . . Mantener la individualidad

del Consejo de Participación Ciudadana sin influencia del poder ejecutivo a través de la

politiquería.

Metodología: LÓGICO INDUCTIVO

Conocimiento general: La principal función del Poder ciudadano representado por el

Consejo de Participación Ciudadana y Control Social es Luchar contra la corrupción y

fomento de la transparencia. Para lo cual recepta e investiga las denuncias de la

ciudadanía sobre actos que generen corrupción o que afecten los derechos de

participación ciudadana, empleando para ello diversos mecanismos para presentar

denuncias como Buzones de denuncias, oficinas móviles, portal web, correo electrónico,

y diversas oficinas CPCCS en todo el país.

Conocimiento Jurídico: de conformidad a las atribuciones art. 13 del LEY

ORGANICA DEL CONSEJO DE PARTICIPACION CIUDADANA Y CONTROL

SOCIAL

Actividades de investigación

REDACCION

Definición de corrupción.- Constituye un doble menoscabo del crecimiento y la

prosperidad, en lo que se refiere no solo al desvío de recursos de sus fines previstos

sino también a los efectos a largo plazo de los servicios que no se prestan: falta de

vacunación, falta de suministro de útiles escolares, falta de construcción de caminos

CORRUPCIÓN EN EL MUNDO
Según revela el informe de Transparencia Internacional sobre la corrupción en el mundo,

África, América Latina y Asia (en ese orden) son los continentes con peor reputación. En

más de las dos terceras partes de los 159 países cubiertos por el estudio, se registran

índices inferiores a 5, de un máximo de 10 posibles, reflejando graves niveles de

corrupción en gran parte del mundo. En Colombia se han presentado algunas

particularidades que terminaron agravando la situación, una larga convivencia con el

narcotráfico y el afán por el enriquecimiento fácil se convirtieron en la medida y en la

forma de ascenso social; el narcotráfico permeó a la sociedad en su conjunto, a la política,

a la economía, a la agricultura, al deporte. En la Cuba actual no se manifiesta el fenómeno

de la corrupción en la magnitud y complejidad que preocupa y ocupa a la mayor parte de

los países. Gran parte de los países desarrollados de Europa, Norteamérica, Australia y

Asia tienen puntuaciones relativamente altas. Los países que se perciben como de menor

corrupción en el mundo son Islandia, Finlandia, Nueva Zelanda y Dinamarca, en China

se han dado fuertes casos de corrupción a pesar de estar sancionada con pena de muerte.

MEDIDAS PARA ACABAR CON LA CORRUPCIÓN

1.- Modificar la Ley de Contratos del Estado / Sector Público

La reforma debe ir dirigida a:


 La transparencia y publicidad digital de pliegos y concursos públicos no
restrictivos que se presenten en Sesiones abiertas.
 Control de calidad de obras y servicios a través de empresas y/o funcionarios
con la mayor cualificación.
 Posibilidad de que los ciudadanos presenten fácilmente denuncias en caso de
que no se hayan cumplido las pliegos de licitación.
2. Transparencia radical, total y digital de la información pública
 Todos los contratos. licitaciones, normativas, resoluciones, etc. de las
Administraciones Públicas deberían ser públicos y accesibles a todo el público
vía Internet
3.- . Incentivos a las denuncias judiciales serias, sin juicios mediáticos paralelos
Se debe incentivar y respaldar todavía mucho más la denuncia fundamentada de un indicio
de corrupción. No sólo protección y anonimato. Se deben facilitar garantías, procedimientos
claros y publicitados para que los ciudadanos puedan hacer uso de ello. Son interesantes las
propuestas de una Ley de protección jurídica a todos aquellos ciudadanos denunciantes de
posibles casos de corrupción Con el objetivo de que los ciudadanos valoren y
premien las buenas prácticas
4.- Independencia y potenciación de la auditoría publica

Despolitización y profesionalización. Total independencia para el Tribunal de


Cuentas no sujeto a las influencias de los partidos políticos; se le debería conferir
responsabilidad jurídica a la hora de no identificar hechos punibles que
estuvieran presentes en la documentación auditada. Mismo estatus y
responsabilidad para organismos similares autonómicos. Responsabilidades
relevantes para auditorias privadas que no identifiquen fraude y corrupción las
cuentas auditadas cuando en las mismas se identifiquen delitos de esta
naturaleza. Difusión digital y pública de los informes y auditorias. Incentivar las
mejores prácticas auditoras profesionales y de control tipo due dilligence.

5.- Guerra total a los paraísos fiscales


Y muy especialmente a su opacidad. España debe encontrar aliados
internacionales para luchar de forma verídica, vehemente y real contra estos
paraísos a través de todos los órganos internacionales en los que tiene
representación (Unión Europea

Ausencia de indultos o tratos de favor a condenados por casos de corrupción.


Modificar la legislación existente con el fin de que los delitos económicos
relacionados con la corrupción no tengan fecha de prescripción

Lucha contra la corrupción en otros países

Pese a la falta de mediciones para estos cambios en la región, el FMI señaló que es
necesario también tener en cuenta la experiencia de países como Brasil que con la
“Operación Lava Jato” llegó incluso a destituir a la entonces presidente Dilma
Rousseff; Guatemala con su Comisión Internacional contra la Impunidad, que ha revelado
casos de evasión de impuestos y lavado de dinero; así como Perú, República Dominicana
y otros países que han revelado información y tomado acciones tras el escándalo
de Odebrecht.

Consejo de participación ciudadana y control constitucional en Ecuador

FMI propone combatir la corrupción eliminando normas


innecesarias
La entidad multilateral sugirió que América Latina debe eliminar normas
innecesarias, priorizar la lucha contra este fenómeno y crear una comisión,
entre otras acciones.

En primer lugar, y para ayudarle al Gobierno a evitar los intereses creados que se
oponen a las acciones anticorrupción, el FMI sugirió crear una comisión
independiente contra la corrupción similar a los modelos que aplican Guatemala y
Ecuador.

Países en los que ha funcionado la lucha contra la corrupción

El caso de Georgia

Georgia, ubicada entre Rusia y Turquía, solía ser parte de la Unión Soviética y, luego de
su independencia en 1991, heredó un sistema que funcionaba en base a la
corrupción. Todo, desde los policías a la recaudación de impuestos; comenzar una
empresa era prácticamente imposible sin algún tipo de soborno. Mientras que el gobierno
tenía déficit monetario, la élite política se hacía rica con fondos malversados. ¡Se podía
pagar sobornos hasta para entrar a la universidad! Esto duró hasta el año 2003 cuando,
tras la famosa Revolución de las Rosas, que colocó a un nuevo gobierno a la cabeza,
se decidió declararle la guerra a las malas prácticas que llevaban décadas aquejando
al país.

En el año 2010, la organización Transparencia Internacional puso a Georgia en el primer


lugar de países que han reducido el nivel relativo de corrupción, y en el segundo lugar
en cuanto a la percepción pública de la efectividad del gobierno para luchar contra este
problema.

Las principales medidas tomadas a partir del 2003 fueron las siguientes:

1) Reformar el cuerpo policial: se cortó la estrecha relación que había entre la


policía y el mundo de crimen organizado; se aprobó legislación y medidas anti-mafia, se
atacó y arrestó a las cabezas y mandamases de las bandas criminales más grandes en
operativos relámpago, se despidió a 16 mil policías y se contrató gente nueva recién
graduada de la universidad, con mejores salarios (a $400-$500 dólares, diez veces más
que los salarios antiguos). Se instauró un sistema de tolerancia cero contra los sobornos,
con inspectores encubiertos que vigilaban que los oficiales cumplieran su deber.

2) Reforzar Impuestos Internos: se anunció una política detolerancia cero contra la


corrupción entre las fuerzas de funcionarios públicos de las instituciones usadas para
recaudar impuestos, y lo mismo contra privados. Se comenzó a arrestar a toda persona
que se comprobase que estaba siendo corrupta, incluso autoridades: notablemente
los ministros de energía y el de transportes y comunicaciones, el jefe de la compañía de
ferrocarriles y hasta el presidente de la federación de fútbol, entre otros personajes de
importancia. Se aprobó una reforma tributaria que bajaba los impuestos para promover el
crecimiento económico y mejorar la eficiencia del sistema de recolección de impuestos.

3) Desregulación de negocios: redujeron las regulaciones para los negocios,


eliminaron el requerimiento de licencias y permisos en un 84% para hacer el medio más
atractivo para inversionistas locales y extranjeros, y se modernizó y automatizó el
sistema para procesar permisos y creación de nuevos negocios para hacer más rápido y
menos engorroso el proceso. Resultado de todo esto, Georgia subió en el ranking de
facilidad para hacer negocios, desde 112 en 2005, a 8 en 2014 (Chile está en el puesto
22).

4) Reformar los registros civiles y públicos: se modernizó, automatizó,


transparentó y expeditó el sistema, y se le subió el salario a los funcionarios luego de
reemplazar el 80% del personal, además de implementar la regla de tolerancia cero. Los
procesos se hicieron eficientes y transparentes. En el año 2004, 97% de los
georgianos decía que el registro civil era una de las agencias más corruptas del país. Dos
años más tarde, se revirtió la opinión: un 97% de la población afirmó creer que no había
corrupción en la agencia.

Cabe mencionar que uno de los principales factores que influyó para que todo esto fuera
posible, fue la voluntad política de lograr este cambio. El gobierno que entró a
gobernar en el año 2003 estaba completamente comprometido con eliminar la corrupción,
y por ello contó con 90% de apoyo durante los comicios. El público estaba simplemente
aburrido de tener que convivir con un sistema corrupto. Puedes leer el informe completo de
las medidas georgianas en este link.

El caso de Singapur

Este tigre asiático tenía altísimos índices de corrupción en los años sesenta, pero a través
de diversas medidas y campañas se ha logrado ubicar actualmente en el puesto número 5
de 177 países en el índice de transparencia mundial.

El caso de Singapur tiene varias similitudes con el de Georgia: se optimizaron procesos,


se modernizaron las instalaciones y agencias y se implementó una política de
tolerancia cero para la corrupción. Sin embargo, la piedra angular de las reformas
fue cambiar la legislación y aprobar varias leyes anticorrupción, medida que fue
combinada con una debida ejecución de dichas leyes. Para lograr esto, se instauró una
entidad independiente, el Buró de Investigación para Prácticas Corruptas (CPIB, en
inglés), para descubrir prácticas ilegales e implementar duras sanciones contra quienes
estuvieran vulnerando la ley.

Además, se transparentaron y regularon las funciones de los empleados públicos: se


definió que no podían pedir prestado dinero a personas con las que estuvieran
relacionados, se puso un límite de deuda en relación a los bienes propios (la deuda no
podía ser más de tres veces el valor del patrimonio de la persona), se hizo ilegal el uso de
información oficial para perseguir ganancia personal, se exigió que se hiciera una
declaración anual de bienes y se prohibió recibir regalos o compensaciones del público.

Esto fue acompañado de medidas para recortar enormemente la burocracia y


optimizar procesos gubernamentales como obtención de documentos, permisos y
creación de negocios. De hecho, a estas alturas Singapur rankea tercero en el índice
mundial de facilidad de hacer negocios.

Se pueden aplicar estas medidas a otros países?

Sí, aunque tendrían que ser acomodadas y combinadas con otras para calzar en las
distintas realidades culturales y organizacionales del país en cuestión. Los principios en
común que muestran estos dos éxitos fueron esenciales para lograr el cambio: voluntad
política –tanto Georgia como Singapur tenían una directiva comprometida a acabar con
las prácticas corruptas- y enfrentar el problema directamente, sin contemplaciones, a
como diera lugar.

Ambos países tomaron ejemplos de otras naciones antes de decidir qué sectores había
que reformar y cómo, y fueron consistentes e implacables en la persecución de las
prácticas corruptas. Sin embargo, esto no habría sido posible sin la manifestación del
público, que tanto en Georgia como en Singapur estaban hastiados de las prácticas “poco
cristianas” de parte del gobierno e instituciones previas. Una vez más, la primera palabra la
tienen los ciudadanos.

Conclusión:

Hay que tomar conciencia de la importancia de crear una cultura de tolerancia


cero con la corrupción y de su complejidad, de sus raíces sociales…

se deben reforzar la transparencia y rendición de cuentas por ejemplo mediante las leyes
sobre libertad de información, declaraciones de ingresos y bienes, auditorías aleatorias,
fortalecimiento de la transparencia en la gestión pública y el ámbito fiscal, en especial en
países exportadores de recursos naturales, y la mejora de la gestión de gobierno en
empresas del Estado.
No hay ningún país que se salve de la corrupción, pero hay varios en que los
ciudadanos deben convivir con ella como una realidad en el día a día. Imagina ser un
peatón y que te pare un policía para que le des dinero y, si no lo haces, te vas a la cárcel.
O tener que desembolsar miles de dólares extra en sobornos al comenzar tu propia
empresa, para poder cortar a través de la burocracia. O tener que dar dinero o “regalos” a
los guardias en inmigración para que te dejen entrar a tu propio país.

6 Incrementar la cooperación judicial internacional

Desde los años ochenta abundan los tratados internacionales para luchar contra la
corrupción y el lavado de activos. Las convenciones de Viena, Palermo y Mérida son
solo algunos ejemplos. Sin embargo, la cooperación entre órganos homólogos se ha
quedado corta y a veces no sucede en doble vía a causa de la reserva contable, tributaria
y comercial de algunos países. Deben sobrepasarse esos obstáculos y dejar de
subutilizar herramientas como el Grupo Egmont, que une las unidades de inteligencia
financiera en el mundo para combatir las redes transnacionales de corrupción.

LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LOS PAÍSES NÓRDICOS:


EXPERIENCIAS DE SUECIA.
ANÁLISIS Y CONCLUSIONES PARA EL FUTURO

José Luis Ramírez González

La participación ciudadana en los países nórdicos Experiencias de Suecia.


Análisis y conclusiones con miras al futuro. Conferencia Europea sobre
Participación Ciudadana en los Municipios, Córdoba 4-7 de noviembre de
1992. Madrid: Comunidad de Madrid, 1992

Presentación del ponente

Entre 1970 y 1980 fue miembro de la Junta de Gobierno y Consejero


(Teniente de Alcalde) Director del Plan Municipal de Haninge, un
Ayuntamiento de más de 50.000 hab. de la región de Estocolmo (el nº 28 en
de los ayuntamientos por población). De 1980 a 1983 fue Jefe del Servicio de
Actividades Culturales del Ayuntamiento de Ludvika (Dalecarlia). El motivo
de su dedicación municipal fue precisamente el interés por el tema de la
participación cívica en el régimen local de autogobierno. Colabora desde 1984
en el Instituto NORDPLAN, una escuela superior de postgrado para
funcionarios de la administración pública, especialmente municipales,
patrocinada por el Consejo Nórdico. En la actualidad dirige un proyecto de
investigación financiado por el Consejo de Investigaciones sobre el
Urbanismo cuyo tema es "Urbanismo, significado y democracia", un proyecto
centrado sobre los aspectos éticos y retóricos de la gestión urbana.
Planteamiento del tema

La idea de una participación cívica en los municipios y su promoción como


tema de investigación y de debate, encierra una especie de paradoja. En un
estado antidemocrático toda participación ciudadana es imposible por
definición; pero en un estado constitucionalmente democrático la
participación ciudadana es, también por definición, algo presupuesto en el
mismo concepto de democracia. Una de dos: o hay participación cívica o no
hay democracia. Es lo que Kant llamaría un juicio analítico, semejante a decir,
por ejemplo, que el caballo es un animal, cosa evidente pero apenas
informativa o digna de estudio. El que una Federación de Ayuntamientos
democráticos crea oportuno plantearse el tema de la participación cívica en la
gestión municipal resulta así, a primera vista, tan escandalizante como dudar
de la paternidad de alguien. Exigir la participación cívica en un ayuntamiento
democrático es como confesar que ese ayuntamiento sólo es democrático de
nombre.

La aparente paradoja no tiene su fundamento, sin embargo, tanto en la


democracia como hecho cuanto en el concepto de democracia que manejamos.
Los antiguos solían personificar las acciones e intenciones humanas mediante
sustantivos míticos: el Saber, la Guerra, el Amor, el Comercio.

Nuestra sociedad, declaradamente monoteista y solapadamente laica, no sólo


ha conservado el viejo Olimpo, sino que ha aumentado el número de sus
dioses. Para explicar lo que sucede o lo que nos preocupa, aludimos a una
serie de metáforas o sustantivos (que todo sustantivo es metáfora) en forma
determinada y género singular. El Progreso explicó durante más de un siglo el
motivo de la política y las instituciones europeas. En nuestra época, un hijo
del Progreso, llamado el Desarrollo, ha servido también para explicar y
justificar muchas conductas. Echamos a menudo la culpa de nuestros males a
la Carestía de la Vida, a la Crisis Económica, a la Inflación, al Paro, etc. y nos
quedamos tan satisfechos, como si la mera evocación de esos nombres fuera
una explicación. Ahora se dice que el Comunismo ha muerto y el Mercado es
quien va a orientar la vida económica de la Europa oriental. Se discute en
estos días la Unidad Europea y algunos andan preguntándose qué quiere decir
esa "Europa" futura de la que los políticos hablan. En vez de un sustantivo
aparentemente unívoco, quisieran muchos que les explicaran cómo se
desarrollará la vida del ciudadano corriente cuando esa idea platonizante que
llamamos " Nueva Europa" se convierta en realidad. El uso y el abuso del
sustantivo en el lenguaje oficial de occidente como explicación última u
origen de los acontecimientos históricos y aun cotidianos, fenómeno que
parece afectar a todas las lenguas indoeuropeas, nos ha hecho reducir sistemas
abigarrados de acción a conceptos sustantivados aparentemente palpables, que
funcionan como conjuros, pues ocultan más que manifiestan y urgen una
explicación en vez de facilitarla.

El pensamiento occidental vive de la creencia en una objetividad que nos


impide reflexionar a fondo sobre los usos lingüísticos que condicionan nuestra
imagen de la sociedad. La creencia en la objetividad es así uno de los
elementos subjetivos de Occidente. Si reflexionamos sobre nuestros usos
lingüísticos advertimos una tendencia a reducir a categoría nominal y adjetiva
todo aquello que, en realidad, debería expresarse con formas verbales y
adverbiales. Esto significa que reducimos todo a estructura, incluso procesos y
hábitos de acción humana como la democracia. Aunque debemos a los
griegos ésta y otras herencias en nuestro modo de pensar (siendo el
platonismo su expresión más clara) sin embargo, entre los griegos, la
hegemonía de lo estructural no había logrado obnubilar totalmente la
comprensión de las acciones en la medida en que lo hacemos los modernos.
Cuando los griegos hablaban de la POLIS entendían ésta como la reunión de
ciudadanos y su actuación como tales. Al traducir la palabra griega "polis"
como equivalente a "ciudad", no advertimos que para nosotros la ciudad es
primordialmente lo físico. No excluían, ciertamente, los griegos lo físico del
concepto de polis; pero para ellos el aspecto material de la ciudad era sólo la
acepción secundaria del concepto, mientras que para nosotros lo humano es lo
secundario y lo físico lo primario. Traducir polis como "ciudad" es pues
correcto sólo dentro de ciertos límites, ya que el juego de aspectos del
concepto ha cambiado.

La propensión a sustantivar, congelar y materializar todo lo que nuestros


conceptos tocan, nos lleva a confundir el juego con sus reglas y la democracia
con el parlamentarismo. El sistema parlamentario y las leyes o instituciones
establecidas son un marco fijo dentro del cual vivimos y actuamos
democráticamente, pero no son ese vivir o ese actuar. Un parlamento influye
en ellos, pro no garantiza sin más los hábitos y convicciones democráticas de
sus miembros. Esos hábitos y esas convicciones hay que cultivarlos y son más
bien ellos los que crean las instituciones democráticas que al contrario. "Por
aquí ya no hay camino, pues para el justo no hay ley", que diría San Juan de la
Cruz. Es mejor contar con personas respetuosas de una ética democrática, aun
en ausencia de reglas establecidas, que un sistema de reglas democráticas en
manos de personas sin respeto a ellas. En Suecia, durante muchos años, no se
supo distinguir entre democracia y parlamentarismo y toda discusión sobre el
concepto de democracia era un tabú. Hoy día están cambiando las cosas.

Nuestra ceguera para comprender la acción, siempre confundida con el


resultado o la con la estructura, nos ha hecho también perder de vista la
distinción griega entre el hacer y el obrar. Aunque designemos la democracia
con un sustantivo, no es una cosa ni un producto acabado y permanente. La
democracia es un proceso y un hábito de actuación humana que pervive
mientras esa actuación y esos hábitos persisten pero desaparece cuando las
intenciones y las obras se corrompen. La democracia - afirman algunos - debe
ganarse día a día. Una manera de hablar, al fin y al cabo, pues la democracia
no es algo que se gane. No hay un camino hacia la democracia, la democracia
es el camino, aquel camino que se hace al andar, como decía el poeta
sevillano, distinguiendo así, en la palabra "camino", entre el aspecto verbal y
el aspecto sustantivo y entre el hacer y lo hecho.

La discusión acerca de la participación cívica adquiere así un cariz


radicalmente diferente. Participación es actuación participativa y participación
cívica es la manera de obrar en que consiste la democracia, considerada como
forma de actuar y no como estructura. Ni siquiera puede ser la democracia un
mero hacer, pues el hacer es un medio supeditado a su producto o resultado.
Pero la democracia es un obrar que tiene su fin y su valor en sí misma.
Mientras el hacer termina una vez logrado el resultado que lo justifica y da
sentido, el obrar es al mismo tiempo acción y sentido, pues no busca otro
resultado que la propia actuación. Mientras que el hacer una cosa y la cosa
hecha se excluyen y se condicionan mutuamente en el tiempo, el obrar es sólo
el obrar. La acción de edificar, por ejemplo, termina cuando el edificio, que le
da sentido, ya está en pie. La casa accede a la existencia una vez que la acción
de edificar ha terminado, no antes; pero la democracia es un obrar que no
recibe su sentido de nada externo, sino que tiene sentido por el mero hecho de
su actualización, existiendo mientras el actuar democrático prosigue y
desapareciendo totalmente cuando ese actuar termina. Estas sutiles
distinciones están recogidas en la obra de Aristóteles, el primer teórico de la
sociedad del bienestar, aunque hayan pasado desapercibidas a muchos de sus
comentaristas.

Quizá se pregunten ustedes qué tiene que ver esta disquisición conceptual con
el tema de nuestra conferencia. Sí que lo tiene. Pues la mayor parte de los
problemas sociales y de las llamadas crisis no tienen sólo sus raíces en la
realidad objetiva, sino sobre todo en nuestra forma de concebir y de hablar de
la realidad. A lo largo de diez años de dedicación al desarrollo de una
participación cívica organizada en la gestión municipal sueca, fui
apercibiéndome de que estábamos tratando de fundar esa participación en
nuevos sistemas de reglas de juego cada vez más minuciosas. Lo cual
ciertamente no entorpecía la solución de la tarea, pero era incapaz de darle una
solución radical, quedándose a menudo en cosmética. Lo que se está haciendo
cada vez más cuestionable es el concepto maquiavélico de la política y la
democracia y lo más necesario hoy es su consideración como una forma ética
de vida colectiva.

El debate en torno a la participación cívica en Escandinavia y sus etapas


El debate de la participación cívica en el régimen local en Suecia y en
Escandinavia no se inicia hasta 1967. De 1967 a 1979 aproximadamente, se
desarrolla el debate participativo siguiendo dos vías diferentes: el del
activismo contestatario y el de los experimentos de formas de diálogo
legitimador del parlamentarismo, organizado por iniciativa de los
responsables municipales.

Hacia 1980 comienzan a caer en desuso esos métodos de actuación y


participación cívicas y los ayuntamientos intentan reformar su estructura
política y burocrática, a base de descentralizar geográficamente sus funciones
o de diferenciar su normativa y sus formas de gestión, adaptándolas a las
condiciones de cada municipio, en lugar de obedecer a un modelo único para
todas, como se había venido haciendo.

En estos momentos, una vez derrumbado tanto el muro visible alemán como
el muro invisible sueco, se hallan los ayuntamientos suecos empeñados en
tratar de privatizar la mayor parte de las empresas y servicios que hasta ahora
habían funcionado en régimen público. Se pretende en lo sucesivo canalizar
(los detractores dirían "canallizar") la participación ciudadana por la vía del
mercado. El ayuntamiento se limitará a encargar, financiándolos en parte, los
servicios que entidades privadas, elegidas en régimen de competencia, tendrán
el encargo de organizar y facturar al ayuntamiento. En esta nueva etapa recién
iniciada se cree optimistamente que la participación cívica va a brotar como
por generación espontánea, por el simple hecho de convertir a los usuarios en
consumidores y compradores.

Paralelamente a este proceso radical de transformación de la ideología


municipal, se ha desarrollado en algunos ayuntamientos, a partir de los
últimos años de la década de los 80, una forma de planificación negociada que
no es otra cosa que un consenso entre partes poderosas, conscientes de lo que
quieren, para obtener un resultado beneficioso para ambas en términos
económicos. Estas formas de trabajo ofrecen un carácter marcadamente
corporativista.

Por razones de tiempo he de limitarme aquí a los ensayos participacionistas de


1967 a 1979. La etapa siguiente de descentralización resulta interesante como
un ejemplo de la diferencia entre el decir y el hacer en la gestión pública y de
cómo se puede fortalecer el poder central predicando todo lo contrario.
También sería interesante hacer algunas reflexiones sobre lo que está
sucediendo con los ayuntamientos en estos días de ideología de mercado.
Quédese todo esto para otra ocasión. Lo que se advierte después de 1980 es el
reconocimiento tácito de un fracaso en el logro de formas de participación
complementarias del sistema parlamentario. La cuestión que se plantea hoy es
si no habrá que enterrar el antiguo concepto de ayuntamiento. Al mismo
tiempo que la perspectiva de la fusión europea hace más urgente la tarea de
revitalizar la democracia a nivel local, esa tarea es quizá hoy más difícil que
nunca. A mi juicio se está imponiendo toda una reinvención del municipio,
planteándoselo desde una perspectiva radicalmente diferente de competencia
ciudadana, sin anteojeras estructurales ni paternalismos.

Activismo y legitimación parlamentaria

Hasta fines de los años 60 no se había advertido en los países nórdicos ningún
movimiento de participación cívica que se saliera del modelo tradicional
establecido, sobre todo en Suecia, de los movimientos sociales. El consenso
social era hasta entonces casi absoluto, una verdadera balsa de aceite. De
súbito en 1967 va surgiendo un movimiento reivindicativo extraparlamentario
e incluso antiparlamentario, de formas un tanto ruidosas que crean una nueva
atmósfera social. Son los años de la guerra del Vietnam y de la invasión de
Checoslovaquia. La tradicional y controlada manifestación del 1 de mayo,
único símbolo reivindicativo heredado de decenios lejanos más convulsivos,
se ve desbordada por nuevos movimientos espontáneos de protesta que usan la
democracia directa, el mítin callejero y la pancarta. Dejaré para más adelante
el esbozo de motivos históricos y sociales que originaron esta situación.

Los objetivos principales del activismo contestatario local de esos años es la


lucha por un ambiente físico más sano y más humano y la oposición a una
política de ingeniería social que utiliza un lenguaje económico y científico
desatendiendo aspectos cualitativos que afectan a la vida cotidiana de los
individuos. Frente a una gestión pública a favor de El Hombre, ese hombre
medio y abstracto de la estadística que es todos y nadie, se aboga por una
gestión en pro de los hombres concretos. Este activismo, cuyo episodio más
simbólico fue el motín estocolmiense de defensa de los olmos en 1971, logra
sus resultados más palpables en la discusión de la implantación de nuevas vías
de comunicación, de la preservación del ambiente natural, de la organización
y financiación del transporte colectivo y del combate contra la degradación
atmosférica de las ciudades. Ese activismo va creando también una poderosa
opinión antinuclear que obligará a los políticos a convocar el manipulado,
pero al fin y al cabo referéndum sobre las centrales nucleares.

El activismo organiza, a comienzos de los años 70, un gran número de grupos


a nivel de ayuntamiento y vecindario, e incluso partidos políticos locales, con
miras a la vigilancia de los planes municipales de fuerte impacto en el medio
urbano y natural. Los ayuntamientos responden a estas exigencias
organizando proyectos que abran nuevos cauces de participación cívica en la
elaboración de los planes concretos, no solamente en el momento
inmediatamente precedente a su aprobación por los órganos políticos.

El cuadro de especialistas y funcionarios a sueldo ha aumentado enormemente


durante estos años y su papel en la reivindicación participativa es fundamental
y algo doble. Ciertos estudios sobre la composición de los grupos activistas
han demostrado que destacados participantes de estos grupos son personas
que, durante su horario laboral, se dedican a tareas públicas (urbanismo,
ordenación del territorio, planes regionales, salubridad pública, ambiente,
tráfico, etc) en organismos municipales, regionales o estatales. Hay pues una
cierta infiltración del papel privado de activista en el papel público. Otros
especialistas municipales, sin estar implicados en actividades contestatarias
durante sus horas de asueto, consideran que la participación ciudadana les
servirá de apoyo en la tarea de elaborar planes que luego han de ser aprobados
por los políticos, eliminando así posibles conflictos con los usuarios.

Los políticos más inteligentes, deseosos de curarse en salud, apoyan el


establecimiento de cauces de participación cívica y de diálogo, mientras que
los más obcecados ven en ese diálogo un peligro contra su libertad de
decisión. La actitud de éstos últimos podría calificarse de "exhibicionismo del
poder" consistente en que lo importante para ellos es quién manda, no la
calidad de lo mandado. Les es difícil comprender que el escuchar opiniones
ajenas no mengua el poder del que toma la decisión, pero le ayuda a tomar una
decisión más adecuada que además aumenta su credibilidad.

Al analizar las experiencias de las actividades participativas oficiales, la


crítica investigadora (muy influída en esos años por los modelos marxistas de
análisis) tiende a interpretar conspirativamente las intenciones de los
responsables municipales, acusándoles de querer legitimar el sistema
parlamentario, que el activismo trata como algo corrupto. Es cierto que un
sistema de consulta otorga credibilidad al parlamentarismo, pero sería quizá
pedir demasiado que los representantes elegidos no defendieran el
parlamentarismo de la única manera que cabe hacerlo: fortaleciendo su
conexión con la opinión de los ciudadanos. ¿No es ésta acaso la misión de los
políticos? Es un tanto inconsecuente criticarlos cuando no nos escuchan y
acusarlos de oportunistas y legitimistas cuando se prestan a hacerlo.

Tengo cierta experiencia personal de la actuación de algunos grupos de


activistas frente a los proyectos de participación y diálogo organizados por el
ayuntamiento. Si es lícito acusar al sistema parlamentario de actuar a veces en
forma poco democrática, no se libran de esa acusación los dirigentes de
algunos grupos de activistas. La actividad municipal en pro de la participación
cívica ha conducido, sin embargo, en no pocos casos a la desaparición de los
grupos activistas locales, cuyo poder de atracción disminuye cuando un
ayuntamiento accede a dialogar con grupos de participación cívica. En
algunos casos surge una competencia de poder entre dos élites políticas: los
políticos oficiales y los políticos inoficiales dirigentes de grupos activistas. Es
lógico que algunos de estos grupos acaben por presentarse a las elecciones
municipales como partido local, pasando así a integrar el parlamentarismo que
tanto decían aborrecer.
La polémica entre activistas y políticos desvela dos concepciones diferentes
del proceso democrático. Los activistas quieren utilizar sus formas de protesta
y manifestación para sustituir al parlamentarismo y socavarlo. Los políticos
que apoyan el establecimiento de formas de participación pretenden fortalecer
el parlamentarismo haciendo sus decisiones más aceptables y evitando los
conflictos. Hay aquí una diferencia entre dos formas de trabajo que no
siempre estuvieron claras en los proyectos de consulta cívica organizados
durante esos años. Algunos se imaginaban que el participar en las tareas de los
grupos de consulta pública suponía dictar a los políticos lo que habían de
decidir. No siempre se dejaba claro, al comienzo de una consulta, que de lo
que se trataba era de reunir datos, conocimientos y valoraciones que
mejoraran el proceso de decisión y su resultado.

Desde comienzos de los 70 aparecen, principalmente en Suecia y Dinamarca,


toda una serie de modelos participativos, unas veces ceñidos a un proyecto o
plan concreto, pero en algunos casos como una forma de trabajo extensiva a
toda gestión municipal que implique un diseño del futuro de la comunidad. La
mayor parte de los proyectos se refieren a la planificación física de nuevas
zonas de viviendas, a la preservación de zonas extraurbanas, siendo la
discusión en torno a las nuevas vías de comunicación un tema muy
frecuentado. Cuestiones que afectan a tráfico y carreteras parecen ser más
apropiadas para el debate público que otras cuestiones más intrincadas.

Como miembro de la Junta de Gobierno y Teniente de Alcalde del


Ayuntamiento de Haninge me correspondió la tarea de organizar formas de
participación que no se limitaban a planes parciales físicos, sino eran
extensivas a planes globales, tanto físicos como sociales. El plan general del
municipio, así como el de los diferentes distritos del ayuntamiento, fueron
objeto de discusión en grupos de estudio integrados por vecinos, especialistas
municipales y políticos.

La participación ciudadana no se conforma con la elaboración de una


información unidireccional, ni con la mera exhibición de planes ya elaborados
y a punto de aprobarse (eso ya era costumbre desde la legislación urbanística
anterior a 1960). Se trata de abrir un diálogo en dos direcciones: una que dé
posibilidad a los ciudadanos de comprender más a fondo las intenciones
inspiradoras de la gestión municipal y sus planes, los detalles de la situación y
los problemas que plantea la realización del plan; la otra consistente en
organizar la recogida de opiniones enraizadas en la vida y los lugares
cotidianos y de datos concretos de la situación afectada por el plan, que
normalmente son ignorados o desatendidos por los expertos.

No es difícil imaginar cuáles son las formas de trabajo empleadas. Se trata en


primer lugar de elaborar una información detallada y accesible de los planes
municipales (periódicos especiales, folletos, etc), como punto de partida para
un diálogo. La consulta dialogada propiamente dicha se organiza luego de
diferentes formas, según el tema: asambleas abiertas de vecinos, grupos de
trabajo que se reúnen cierto número de veces para analizar un asunto, dar su
opinión y elaborar propuestas, encuestas y buzones de recogida de opinión.

Toda consulta cívica está sin embargo llena de problemas que raramente se
han afrontado y que amenazan su resultado: ¿Quién determina lo que es una
información adecuada y suficiente? ¿Cómo se seleccionan los participantes
para que la elección sea justa y no manipulada? ¿Cómo se establecen las
reglas del diálogo? ¿En qué medida deben participar los políticos y los
expertos para no influir excesivamente en el resultado de la consulta? ¿Qué
hacemos con los vecinos que no tienen tiempo o no quieren participar? ¿Qué
valor tiene la opinión de personas poco informadas pero a las cuales también
afecta el asunto? ¿Qué propuestas son relevantes y cómo interpretarlas e
integrarlas en los planes previstos? El problema de la evaluación de las
propuestas, con miras a una decisión política, es peliagudo.

Preguntas como las antedichas dificultan la organización de una consulta que


quiera obtener resultados aprovechables. Pocos ayuntamientos se plantearon
cuestiones de esta índole al organizar sus proyectos de consulta cívica. El
Ayuntamiento de Haninge sí lo hizo. Entre otras cosas partíamos de la base de
que la información oral es superior a la escrita para el establecimiento del
diálogo. Estudiamos a fondo el proceso participativo y tratamos de crear
técnicas lo más objetivas posible. Después de casi 10 años de experiencia, sin
embargo, podíamos constatar que la participación ciudadana en una
comunidad local sueca se ve obstaculizada por elementos que no se suprimen
con nuevas formas organizadas de consulta.

A finales de los 70 se me encomendó la tarea de dirigir la elaboración del plan


de urbanización del centro cultural y de equipamientos comerciales de
Haninge, una tarea llevada a cabo en diálogo abierto, consciente y
minuciosamente organizado. Este proceso dialógico me hizo ver que no basta
con analizar todos los problemas planteados y buscar respuestas racionales a
todas las preguntas que surgen. Los detentores de grandes intereses pueden
enturbiar el diálogo con desinformación, distrayendo la atención de la gente
hacia terrenos dudosos y oportunistas. Habría hecho falta una tarea, imposible
de desarrollar paralelamente, de formación básica de la opinión pública que
aumentara su capacidad de analizar lenguaje y argumentos.

En un breve esbozo histórico voy a aludir a continuación a algunos obstáculos


estructurales que dificultan la tarea a que nos estamos refiriendo. Dos cosas
han ido quedando claras. En primer lugar: la participación ciudadana en un
ayuntamiento sueco moderno ha de comenzar a fomentarse en los programas
de enseñanza primaria y secundaria, introduciendo como asignatura la
geografía e historia local y los problemas actuales de gestión planteados en el
municipio en que se halle establecida cada escuela. En segundo lugar: la
participación ciudadana a nivel local no debe buscar el diálogo como
instrumento de un resultado, sino fomentar el diálogo por el diálogo, dejando
que el resultado se dé por añadidura. Una preocupación exagerada por obtener
un resultado tangible de las consultas hace que se desatiendan otros elementos
más profundos e importantes. En una palabra, la participación cívica debe
estar orientada al desarrollo de una competencia cívica y de una ética
democrática, más bien que a la efectividad en la elaboración de propuestas.
Esa efectividad se dará por añadidura si se le concede al proceso el tiempo de
incubación suficiente.

El fracaso de los experimentos de los años 70 está orientando el interés de los


investigadores por otras vías que hacen relación a la esencia del diálogo y de
su racionalidad y a la concepción del fenómeno lingüístico como tal. Algunos
investigadores han visto en la teoría de la acción comunicativa de Habermas
un camino de comprensión y solución. Yo y otros pocos estamos
redescubriendo la vía aristotélica. Una lectura de la filosofía práctica de
Aristóteles, compilada en los tres libros de la Ética a Nicómaco, la Política y
la Retórica ofrece una teoría de la sociedad local del bienestar y una
concepción del lenguaje y de la lógica de la participación democrática, que
arrojan luz sobre algunos de los problemas que nos aquejan. Se trata
naturalmente de reasimilar la herencia aristotélica adaptándola a las
condiciones de la sociedad moderna.

Los motivos del debate participativo. Un esbozo histórico.

Me he detenido hasta ahora en una visión sincrónica de las experiencias de


participación ciudadana. La interpretación de esas experiencias no es completa
si no se tiene en cuenta su diacronía, el contexto histórico en que aparecen y el
motivo de que las reivindicaciones participativas surjan repentinamente en
1967 y no antes. Me limitaré no obstante a un breve esquema.

Con excepción de Suiza, no existe seguramente un sistema de autonomía


municipal comparable al de los países nórdicos en general y al de Suecia en
particular. La ordenanza municipal de 1862, que compila costumbres de
origen medieval, prescribe el establecimiento de Comunas o ayuntamientos
con el fin de gestionar todos los asuntos que afectan a una comunidad local,
con total independencia del Estado y de otras corporaciones y con aportación
económica solidaria de todos los ciudadanos en forma de impuestos directos.
La palabra sueca "kommun" ("comuna") designadora de la entidad de régimen
local, alude justamente a esa participación activa de los ciudadanos o vecinos
en los asuntos municipales. Con el tiempo la palabra Comuna ha perdido su
vitalidad semántica para designar una entidad jurídica concebida como algo
ajeno al ciudadano, a la que éste se halla sometido. Esa transformación se
realiza históricamente en etapas. En un aportación reciente a un libro de
homenaje al profesor Aranguren (véase bibliografía) he hecho un análisis más
detallado de la transformación histórica del sistema sueco de autogobierno
municipal. He aquí algunos rasgos generales.

Durante 86 años, desde la promulgación de la mencionada ordenanza


municipal, la gestión local de autogobierno estuvo expresamente orientada por
el principio del interés común que imponía el consenso total y concedía el
derecho de veto a cada vecino del ayuntamiento. En 1948 se sustituye ese
principio por el llamado de interés general, lo cual supone una expansión de
las actividades municipales a asuntos de interés público local de decisión
mayoritaria. El interés colectivo y el mayoritarismo se imponen,
desapareciendo al mismo tiempo las asambleas municipales abiertas de la
época anterior, creándose en su lugar los Concejos Municipales de base
representativa.

Otra transformación paulatina de importancia es el proceso de fusiones


municipales que se inicia en 1952 y termina en 1974, reduciendo los 2498
ayuntamientos, primero a 1037, después a 848 y finalmente a 277. Una
jurisdicción municipal se extiende hoy a lo que en España (sobre todo en
Cataluña) equivaldría a la comarca. La participación ciudadana pasa
totalmente a manos del sistema representativo y la única decisión política del
ciudadano corriente es la elección entre varias listas de partidos (sin opción
real a elegir ni siquiera personas) cada tres años. La disminución participativa
se hace tan evidente que la comisión preparatoria de la nueva ley municipal de
1977 se ve en la necesidad de introducir la posibilidad del referendum local
por iniciativa del Concejo.

El ciudadano sueco de a pie no cuenta hoy más que con dos vías de influencia,
ambas indirectas, en cuestiones políticas: una a través de la elección de lista
de partido a que acabo de aludir y otra a través de las organizaciones de
intereses (sindicatos y asociaciones de diversa índole) a que el individuo
pertenece. En Suecia hay asociaciones para todo y parece que nadie pudiera
opinar sino por mediación de un representante. El uso del pronombre "yo"
está reprimido en el lenguaje público, siendo el "nosotros" la forma normal. El
sistema sueco de los años 70 es un sistema que puede calificarse de
corporativo. La única manera de ejercer presión e influencia en cuestiones
políticas concretas es a través de las organizaciones y sus representantes
(asociaciones de inquilinos, de propietarios, de jubilados, de minusválidos, de
empleados, deportivas, de actividades culturales, etc. etc). Presentan estas
organizaciones un alto nivel de burocratización y su democracia interna es
puramente formal. También los partidos funcionan como una especie de
corporaciones. Entre las organizaciones políticas y las de otra índole existe
toda una maraña de alianzas ideológicas y personales. El texto hoy vigente de
la ley municipal sin embargo, siguiendo la tradición, desconoce todavía los
partidos, considerados como organizaciones puramente preelectorales de los
grupos de opinión. En 1969, en contradicción con la ley municipal, legalizó el
parlamento, sin embargo, el apoyo económico a las actividades de los
partidos, con cargo al presupuesto municipal.

El ciudadano directo hace tiempo que murió, quedando la sociedad local (no
digamos a nivel regional y nacional) dividida en dos clases: una clase de
profesionales de la decisión pública y política, derecho que detentan
totalmente, y una clase mayoritaria de ciudadanos desprovistos del derecho a
decidir en las cuestiones que afectan a la comunidad, excepto la elección de la
papeleta de voto cada tres años. Mientras tanto, las resoluciones municipales
son cada vez más importantes al afectar más profundamente que nunca a un
número cada vez mayor de ciudadanos. Este desigual reparto en la
participación política, en definitiva destructor de una democracia auténtica,
será catastrófico si la unidad europea se lleva a cabo sin una reforma previa, o
por lo menos simultánea, del régimen local de gobierno. Este problema es el
que está a la base del resultado del reciente referéndum realizado en
Dinamarca. La llamada subsidiaridad no es suficiente y el fomento de los
regionalismos tampoco. Es necesaria una mejora del diálogo y de la
participación ciudadana a nivel de ayuntamientos.

La diferenciación absoluta cuasi profesional de una clase política a nivel


municipal crea un abismo entre ésta y los ciudadanos. Paradójicamente:
cuanto más parlamentarismo menos democracia.

Los obstáculos socioculturales de la participación cívica

A los impedimentos formales que han ido empobreciendo lo que podríamos


llamar competencia social y política del ciudadano, dificultando su
participación activa, hay que añadir factores de índole sociocultural. La
política laboral y empresarial de los años posteriores a la segunda guerra
mundial origina un movimiento migratorio interno que culmina a finales de
los años 60 en las actuales concentraciones urbanas. La movilidad total de la
mano de obra, conscientemente prevista por la política establecida, unida a
una gran cuota de inmigración del exterior, originan una ruptura de contextos
físicos y lazos humanos que aseguraban la homogeneidad cultural y la
continuidad histórica y con ello la estabilidad social. En un sólo ayuntamiento
del suburbio de Estocolmo con una población de 50.000 habitantes, confluirán
personas procedentes de toda Suecia y además de 50 nacionalidades
diferentes. A la falta de cohesión cultural producida por la disgregación social,
se añade la ruptura de continuidad histórica originada por la desaparición del
medio físico heredado, tanto urbano como natural. Un racionalismo
desenfrenado destruye gran parte de los núcleos urbanos tradicionales para dar
paso a complejos comerciales o de oficinas. En zonas naturales no
urbanizadas se construyen barriadas de nueva planta con casas idénticas, de
material prefabricado. Se produce así una segregación de funciones urbanas
que engendra ciudades dormitorio y zonas aburridas de equipamientos
incitadoras al vandalismo. Una operación que despertó grandes críticas en los
años 60 fue, por ejemplo, el llamado "saneamiento del casco urbano" del
centro de Estocolmo, un plan que convirtió en zona estéril barrios antes
populares y llenos de vida e historia.

Hago esta exposición de factores socioculturales, porque la participación


democrática no solamente exige cauces formales en el sistema parlamentario,
sino además una base ambiental y social. Participación democrática es ante
todo contraste de ideas, diálogo, y sólo puede arraigar en una sociedad local
en la que los individuos no se desconozcan mutuamente y en un ambiente
físico que no esté muerto o exento de connotaciones históricas con las
generaciones anteriores.

En la sociedad nórdica moderna los contactos sociales no se desarrollan ya en


la localidad donde se habita, donde cada uno paga sus impuestos y están
emplazados todos los servicios básicos. El marco de contacto social más
importante son hoy los lugares de trabajo, donde los individuos (ya tanto
hombres como mujeres) permanecen la mayor parte de su tiempo activo;
personas de ayuntamientos diferentes conviven en el trabajo, lo cual no
favorece el debate espontáneo activo acerca de los temas del respectivo
régimen local.

Lo esporádico y discontinuo de los encuentros entre vecinos de una


comunidad local (de no ser los militantes de las organizaciones políticas
locales) dificulta un diálogo espontáneo basado en un conocimiento mutuo y
en el desarrollo de valoraciones comunes. Para lograr un diálogo que
fortalezca la competencia ciudadana y participativa de la comunidad local se
hace hoy necesaria una organización muy insegura y difícil. Solamente las
generaciones infantiles y juveniles serían capaces de crear una nueva red de
contacto social, si los ayuntamientos hubieran sabido desarrollar planes
adecuados para la atención a esas generaciones, cosa que, a menudo, con la
siempre engañosa excusa de la economía, no se ha hecho. A este tema habría
que dedicar toda una conferencia aparte. El hecho es que cuanto más cerca
viven unos de otros los vecinos suecos de los nuevos barrios y de las ciudades
dormitorio, más mutuamente extraños se sienten. Estas condiciones no son
campo abonado para la participación cívica.

Elementos de avance técnico degradadores de la participación cívica. El


auto y la Teve.

A los factores que obstaculizan, si no impiden, en Escandinavia el desarrollo y


éxito de la participación ciudadana en la gestión local, quiero añadir el factor
de la evolución técnica, cuyo impacto en las formas de vida y en los hábitos
de contacto social dificulta el desarrollo de una democracia local, que hoy es
más necesaria que nunca.

Voy a limitarme a dos elementos técnicos: el automóvil privado,


transformador y perturbador total de la vida urbana, pero también de la
estabilidad de los lazos sociales, y los massmedia, especialmente el televisor,
que ha afectado enormemente a los hábitos de diálogo y a la formación de
libre opinión.

El automovilismo privado es una de las causas principales de la perturbación


del ambiente en la sociedad moderna y uno de los tópicos principales del
activismo nórdico de los años 70 a esta parte. El pueblo nórdico, ha sido,
desde hace años, más consciente que otros países europeos de los efectos
negativos del fenómeno atomovilístico. Los sistemas de transporte colectivo
urbano funcionan aquí por eso más satisfactoriamente que en otros países. Sin
embargo, sin llegar a la medida de desmesurada irresponsabilidad de España,
también aquí el automovilismo ha condicionado la transformación del
urbanismo, violando zonas naturales, degradando el casco urbano antiguo y
convirtiéndose injustamente en el elemento eje de la ordenación del territorio.
Los temas de planificación de redes viarias, de medio ambiente y de
transporte colectivo, son los que más han figurado en las operaciones
reivindicativas de participación cívica, logrando ciertos éxitos, sobre todo en
lo que afecta a la creación de una opinión general, que ya es imposible ignorar
en el momento de tomar decisiones urbanísticas.

El automovilismo ha influído en el diseño urbano empobreciendo las


funciones terciarias, al hacer necesarios núcleos mucho más grandes de
población para sostener el mantenimiento de equipamientos y servicios
exigidos por una vida normal. Hoy día hay ayuntamientos que no gozan de un
sistema completo de funciones de servicio. La interdependencia municipal es
ya irreversible y miles de personas tienen que desplazarse varios kilómetros
para resolver sus necesidades más elementales (el correo, el banco, los
artículos domésticos, el médico, etc). Sin automovilismo no existirían las
ciudades dormitorio.

Aparte del innegable impacto ambiental del automovilismo y de su influencia


en la distribución de funciones urbanas, ha contribuído a dificultar el el
mantenimiento de lazos sociales a nivel local, más necesarios que nunca en
una sociedad tan nómada, de viviendas dormitorio y lugares de trabajo
alejados. A diferencia de una época anterior en que las comunidades humanas
locales gozaban de relaciones humanas más estables, en la actualidad el
ciudadano mantiene una multiplicidad de contactos sociales con personas de
lugares diferentes y a grandes distancias, pudiendo desplazarse libremente
entre ellas en poco tiempo. Esto enriquecería supuestamente la vida del
individuo, pero el aumento meramente cuantitativo de contactos humanos
distanciados no asegura su valor cualitativo, arruinando en cambio la solidez
de los contactos sociales próximos, que son los más importantes para una
participación cívica municipal. Entre las incesantes transformaciones de
sentido que experimenta la sociedad moderna, una muy importante es la
confusión de la comunicación con el transporte.

La expansión de la televisión, por su parte, ofrece también un aumento


cuantitativo de información, debido a la multiplicación de situaciones y
lugares lejanos con que conecta, pero precisamente por ello distrae al ser
humano del interés por su entorno más cercano. El uso del televisor
empobrece los hábitos del diálogo activo entre los miembros de la familia y
del grupo social próximo.

La televisión y otros medios técnicos han desarrollado, es cierto, la realidad


lingüística que envuelve al individuo, y, con la irrupción de las computadoras,
puede decirse ya que todo quehacer humano está siendo lenguaje. Sin
embargo la información televisada o la programación de datos suponen una
manipulación que ata más que nunca al individuo a esquemas de pensamiento
y acción que están en manos de sus diseñadores. Paradójicamente, cuanto más
posibilidades se nos ofrecen de elegir formas de vida diferentes, más se
asemejan unas a otras las instituciones, las ciudades, los grupos humanos y los
individuos. De la Coca-Cola al Hara Krishna, todos los escenarios de las
ciudades modernas son gemelos.

La hegemonía de lo lingüístico exige del individuo antídotos de los que hoy


carece. Jamás ha habido un desacuerdo mayor entre lo que se dice y lo que se
hace. Y se dice mucho, sobre todo por parte de los políticos. La credibilidad
está, sin embargo, muy en baja, ya que todo el mundo sabe que es fácil
ponerse de acuerdo en las palabras, pero sólo la praxis puede poner de
manifiesto si verdaderamente sabemos lo que decimos y si apoyamos lo que
decimos preferir. ¿Queremos decir algo y sabemos lo que queremos decir
siempre que hablamos de democracia? ¿Quién convence más el que dice saber
lo que es una silla o el que sin decirlo lo demuestra sentándose en ella? Para
algunos parece que la democracia sigue siendo griego. Todos sabemos lo que
es oportuno decir, pero la confianza del ciudadano exige, sin decirlo, que el
político diga menos, haga menos cosas y obre mejor.

La colonización pública del mundo de la vida

Los municipios suecos gozan del monopolio de la responsabilidad de la


ordenación de su territorio. El Estado ratifica los planes ya elaborados y puede
inhibirlos, pero no imponerlos. La fusión de municipios y el aumento de sus
tareas y de sus ingresos ha venido creando un aparato municipal de políticos
profesionales y de especialistas cada vez más numerosos. El sector público
nórdico, especialmente en Suecia, ha experimentado una expansión fabulosa
los últimos 20 años. Las funciones tradicionales de defensa, policía, justicia,
telégrafos, correos y ferrocarriles están en manos del Estado. El sector
municipal, además de la ordenación del territorio y de los planes anuales de
vivienda, gestiona la totalidad de los servicios sanitarios y sociales, los de
infancia, juventud y tercera edad, la enseñanza, los transportes colectivos, las
bibliotecas públicas, las casas de cultura, las instalaciones deportivas, una
parte considerable del sector de vivienda, el suministro de agua potable, las
centrales térmico-energéticas, la recogida de basuras y, por supuesto, la
limpieza y cuidado de las calles y parques. Todas estas tareas suponen un
creciente aparato burocrático y un porcentaje elevadísimo de impuestos sobre
la renta. Las actividades deportivas y culturales no organizadas directamente
por los ayuntamientos, lo son por asociaciones económicamente
subvencionadas por ellos. En Suecia (y de manera semejante en los otros
países nórdicos) tan sólo son estrictamente privados los comercios, la
hostelería, las agencias de viaje, las empresas, los bancos y las compañías de
seguros. El resto ha sido hasta ahora, desde hace tiempo, público, y en gran
parte municipal.

La expansión del sector público y la profesionalización de sus gestores ha ido


acompañada de la aplicación de una mentalidad racionalista que exagera el
valor de la identidad sobre el de la diferencia y los elementos mensurables y
cuantitativos sobre los cualitativos. Se desarrolla así una ingeniería social que
tiende a crear soluciones globales perfectas a todos los problemas utilizando
instrumentos (sean instituciones, instalaciones o artefactos) que se
caracterizan por su aparatosidad y complejidad, exigiendo una coordinación
de elementos humanamente inabarcable. El ingeniero social quiere matar, no
dos, sino todos los pájaros de un tiro. La tecnología se apodera de todo
creando esa "radical inseguridad del más seguro de los mundos" de que habla
Salvador Giner. La vulnerabilidad de la sociedad tecnológica del bienestar es
hoy incuestionable. Jamás han afectado las decisiones políticas tan
profundamente a tantos individuos. Estos hechos, unidos al desajuste entre las
intenciones y los resultados obtenidos, encienden, a partir de 1967, la llama
del activismo cívico y la exigencia de una mayor participación.

La aparición de la ingeniería social crea un municipalismo cientificista que


hará un tanto utópicos los esfuerzos por abrir unos canales de diálogo cuya
condición imprescindible es una cierta comunidad de lenguaje. Hay quien ha
interpretado las reivindicaciones participativas como un resultado de la
evolución del sistema representativo y de la aparición de una clase política y
profesional separada del pueblo. Esta es ciertamente una de las causas, pero
no la única. La investigación moderna de influencia habermasiana ha
denunciado la invasión de la vida cotidiana, de esa vida cuyo sentido está
basado en las valoraciones de los sujetos humanos, por una racionalidad
instrumental y objetivizante que trata de ver el mundo bajo categorías
abstractas y cuantitativas.
El valor de la ciencia y la teoría, conceptos creados por los griegos, reside en
la descripción de una realidad existente, objetiva y causalmente determinada.
Lo que ha sucedido en la época moderna es que la racionalidad teórica y
científica, tras de atribuirse a sí misma el nombre de Racionalidad con
mayúscula, ha impuesto al conocimiento práctico sus métodos, su lógica y su
concepción del lenguaje. Pero mientras el mundo de la ciencia es un mundo de
hechos, es el mundo de la práctica un mundo del hacer y del obrar. El mundo
de los hechos es aprehensible en una lógica inductivo/ deductiva cuyo criterio
es la verdad. El mundo de la práctica requiere en cambio una lógica de lo
opinable, esto es de lo conveniente, de lo justo y razonable, de lo digno de
crédito.

Aristóteles, que contribuyó a la elaboración del pensamiento científico, dijo


también que una cosa es la lógica de los hechos y otra la lógica del hacer y del
obrar y que sería tan absurdo exigir a un matemático el uso de razonamientos
persuasivos como aplicar las reglas deductivas para actuar en la sociedad. En
la resolución de problemas de la vida práctica hay que sustituir la razón
teórica y científica, es decir la razón analítica, por la razón retórica y el
lenguaje formal por el lenguaje discursivo, que no trata de abarcar el mundo
en una descripción objetiva, sino de hilvanar los quehaceres colectivos en un
logos que, por ser logos, es social. El lenguaje científico habla DEL mundo,
mientras que el lenguaje de la acción habla EN el mundo, que es como hablar
haciendo y hacer hablando.

Una alternativa ética para la sociedad moderna

Una observación atenta de la forma de razonar y actuar en la gestión pública


de la sociedad nórdica moderna descubre dos éticas íntimamente entrelazadas.
Una es la ética del resultado, una filosofía de la acción que mide el valor de la
actuación por la bondad de los productos obtenidos. Las intenciones cuentan
aquí poco. Es una ética íntimamente ligada a la moderna economía política.
No hay que olvidar que Adam Smith era profesor de ética y que Bentham es el
formulador de la teoría del homo oeconomicus. La otra ética subyacente a la
sociedad del bienestar, es una ética ligada a la concepción del Estado social
hoy en crisis. Es la ética kantiana, paternalista y fundamentalista de la
burocracia, una ética regida por principios de actuación objetivos a priori.

Lo que une a esas dos éticas es su subordinación a una estructura externa a la


acción, especie de punto arquimédico de apoyo. Ambas éticas son formales,
abstractas y producto de una razón científica. Frente a estas dos formas de
pensar y actuar se está reactualizando el interés por la competencia cívica y
democrática del individuo humano, un individuo concebido como ser social,
sin dejar de ser individuo histórico y concreto. Esa ética comunicativa basada
en una prudencia adquirida en el obrar, no en el cálculo de los resultados ni en
la deducción a partir de principios a priori, es comunicativa pero diferente de
la de Habermas. No una ética de la acción comunicativa, sino una ética de la
comunicación activa y operante: la vieja ética aristotélica. Inspirados por ella
estamos algunos trabajando por el establecimiento de una concepción
dialógica de la gestión pública local.

Textos del ponente de interés para el tema tratado:

Individuo y sociedad en la Suecia actual. Un estudio de la transformación


histórica del sistema local de autogobierno. En "Ética día tras día -
Homenaje al profesor Aranguren", Trotta, Madrid, 1991

Categorías de vida urbana pública y privada. Jornadas de Sociología y


vida urbana, Barcelona, 1989.

El significado del silencio y el silencio del significado. En "El Silencio",


comp. por C. Castilla del Pino, Universidad de verano de San Roque, Alianza
Editorial, 1992.

La retórica como lógica de la evaluación. Revista Bordón, Vol. 43/4, 1992.

Kommunalplaneringen i Haninge (Byggforskningsrådet 1982, obra


conjunta con A. Alvarsson och B. Westman)

Medborgarinflytande i kommunalplanering (Byggforskningsrådet 1980,


red. av Örjan Wikforss).

Kommunplaneringen i Haninge - en modell för kommunal


planeringsverksamhet (Övergr. planering i Haninge 1979:17)

Haninge centrum - beskrivning av ett politiskt problem (id. 1977:6)

Haninge centrum - återblick och slutsatser (id. 1978:4)

Planering för kultur i kommunen. Tidskr. Plan 3-4/1981

Individens ställning i det kommunala självstyret (Nordplan Med. 1985:11)

Om frihet (Nordplan Meddelande 1986:4)

Handlingsfrihetens villkor (Nordplan Med. 1987:1)

Arbete och ekonomi (Nordplan Meddelande 1988:5)

Positivism eller Hermeneutik (Nordplans Meddelande 1992:2)


https://cnnespanol.cnn.com/2017/12/09/4-claves-para-combatir-la-corrupcion/

(Expansión) – “México no está condenado a ser corrupto” y “la


corrupción no es un problema exclusivo de México” fueron dos frases
que se escucharon esta semana en un diálogo sobre experiencias
internacionales para combatir este problema, en el que autoridades y
expertos de países como Estados Unidos, Reino Unido, Guatemala y
México hablaron de cuáles son las claves para avanzar en esta tarea.

Durante el encuentro, los oradores coincidieron en que la cooperación


y la participación de los ciudadanos son dos pilares fundamentales, y
en que a ellos se suman otros elementos como un buen andamiaje
legal, la transparencia y el uso de herramientas digitales.

“La corrupción y los costos que impone en la sociedad y en la


economía son un fenómeno mundial. La corrupción retrasa el
crecimiento económico, impide que los ciudadanos reciban la
estructura que se merecen. La corrupción absorbe dinero de escuelas,
hospitales y otros fines, e incrementa la desigualdad”, dijo la
embajadora de Estados Unidos en México, Roberta Jacobson.

“Las acciones de corrupción deberían ser catalogadas como delitos de


lesa humanidad, porque permiten que haya un enriquecimiento ilícito a
través o a costa del dolor, de la salud, de la muerte, de la educación y
del desarrollo de un país”, aseguró por su parte Mayra Veliz,
subsecretaria general del Ministerio Público de Guatemala.

Más allá de las condenas, estas son las rutas que los especialistas
señalan para avanzar en la lucha contra los actos corruptos.
1. Cooperación interinstitucional
La presidenta del Comité de Participación Ciudadana (CPC) del
Sistema Nacional Anticorrupción de México (SNA), Jacqueline
Peschard, aseguró que, cuando se tiene un objetivo en común, la
colaboración entre las instituciones es una situación casi natural.

En eso coincidió María Amparo Casar, de la agrupación Mexicanos


Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI). “No hay un esfuerzo en
el mundo que haya sido exitoso en donde no hayan concurrido el
gobierno, los empresarios y la sociedad civil. No he encontrado
ninguno que no haya involucrado a estos tres sectores”, dijo.

Candice Welsh, jefa de la Unidad de Prevención y Combate a la


Corrupción y Delitos Financieros de la Oficina de las Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), señaló
también que, para lograr una cooperación más eficiente, se debe
acortar la brecha tecnológica y reducir las disparidades entre los
países.

“Hace falta fortalecer las técnicas de investigación especial


relacionadas con delitos contra la corrupción”, comentó Welsh, quien
también llamó a usar “los instrumentos más modernos e innovadores”.

2. Participación ciudadana
Los expertos además coincidieron en que la colaboración entre las
instituciones no es suficiente sin la participación de las organizaciones
civiles.

Casar dijo que, así como las ONG ayudaron a construir el SNA, tienen
que asumir una responsabilidad y seguir colaborando con el gobierno
para construir instituciones fuertes.
“No podemos vivir en eterno golpeteo con instituciones públicas, hay
que trabajar con quienes están dispuestos a hacerlo. La sociedad civil
no es el enemigo a vencer; las organizaciones, al igual que la
academia, podemos ser incómodas, nos podemos equivocar, pero
somos tan indispensables como útiles para sentar las bases para
fortalecer las instituciones. Tenemos que vigilarlos, tenemos que
exigirles y para eso estamos, esto no quiere decir que seamos
antigobiernistas”, afirmó.

La fiscal de Guatemala insistió que la participación social debe ser


vista como un derecho humano que permite a los ciudadanos
intervenir en asuntos públicos.

3. Transparencia y herramientas digitales


Para Duncan Taylor, embajador de Reino Unido en México, la
transparencia y la rendición de cuentas son dos elementos necesarios
para combatir la corrupción.

“Nosotros pensamos que cuanto más transparencia haya en la vida


diaria, en el negocio, cuanto más difícil es que haya corrupción”,
expuso el diplomático, quien señaló que en su país hablar de
“accountability” (responsabilidad) es hablar de corresponsabilidad de
todos los actores.

Ana Laura Arratia, subsecretaria de Control y Auditoría de la Gestión


Pública de la Secretaría de la Función Pública de México (SFP),
comentó que, para enfrentar las redes de corrupción, se debe ampliar
el uso de tecnologías de la información, la interoperatividad entre los
sistemas informáticos disponibles, y reforzar las áreas de investigación
y su comunicación permanente con las áreas auditoras.
“(Se debe) desarrollar una estrategia eficaz de intercambio de
información que permita contar con un sistema electrónico eficiente
para mejorar la planeación de las auditorías, y así ampliar la cobertura
y el impacto de la fiscalización”, aseguró.

4. Andamiaje legal efectivo


La última clave es la construcción de una eficaz estructura jurídica.

“Ningún país en el mundo ha logrado combatir la corrupción sin un


buen andamiaje legal”, afirmó Max Kaiser, director de Anticorrupción
del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco).

El experto recordó que, en este terreno, las organizaciones civiles


actualmente impulsan cambios al artículo 102 constitucional para crear
una Fiscalía General de la República eficaz y autónoma, y reformar
aquellas leyes que han provocado “los peores escándalos de
corrupción”, en referencia a la legislación en materia de adquisiciones
y obras públicas.

Pero no sólo se trata de crear nuevas y mejores leyes, sino de hacer


ejercer las existentes.

Al respecto, la embajadora Jacobson explicó que, en 2016, el FBI


abrió 914 casos relacionados con corrupción, se efectuaron 866
arrestos y se condenó a 944 individuos, incluyendo diputados,
gobernadores, senadores y funcionarios.

“Un marco legal no es suficiente por sí solo para crear un cambio en la


sociedad. La indignación de los ciudadanos y el compromiso de la
organizaciones de la sociedad civil llevaron a la creación de este
sistema, y será necesaria una vigilancia constante para asegurar la
instrumentación y aplicación de estas nuevas leyes”, afirmó.
Pocos están dispuestos a luchar realmente contra ella de forma efectiva.

BIBLIOGRAFIA

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