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Al igual que las profundidades del mar permanecen siempre tranquilas por mucho que ruja y se
agite la superficie, del mismo modo en las figuras de los griegos, la expresión, sean cuales fueren
las pasiones que representan, revela un alma grande y serena.
Johann Joachim Winckelmann
El Orden y la Mesura
El Rapto es un tema común en el arte griego, desde la Kore-Perséfone hasta
Helena de Troya. Observemos ahora una representación griega del Rapto de
Helena, un escifo ático adjudicado a Macrón (del 500-485 a.C.). En el centro de la
escena vemos a Paris armado y a Helena, él sujeta la muñeca de ella en un gesto
posesivo, hasta violento; sus miradas se dirigen hacia ese contacto; talvez Helena
expresa vergüenza al mirar hacia abajo. Pero entre ellos está Eros coronando la
unión, y detrás de Helena está Afrodita sosteniendo el velo, y más atrás Péito (la
persuasión). A la izquierda, detrás de Paris hay un soldado armado, sosteniendo un
escudo con la imagen de un león.
Toda la violencia que las armas pueden suscitar a la vista, se difumina por la
presencia de los dioses que mueven la escena y por la alcurnia del escudo. La
escena está en equilibrio. El rapto se vuelve destino. La belleza es raptada dentro
de la belleza de la representación religiosa griega: el equilibrio, de nuevo.
Podemos ver cómo el arte griego se resguarda en la idea de límite, cómo “Lo
ha repartido todo, equilibrando la sombra con la luz” (Camus 64).
La vergüenza
Jacopo Robusti pintó su Rapto de Helena en 1580, y su perspectiva es
radicalmente distinta. La batalla es primordial, la muerte y la tragedia del alma son
protagonistas. Helena se halla a un lado, cayendo literalmente sobre la barca,
cargada por un soldado y por Paris (quien tira de su manto). Sus ojos llorosos
miran al suelo, desconsolados. Su vestido se ha bajado y su pecho izquierdo quedó
al descubierto, ese mismo pecho que luego mostrará a Menelao y le salvará la vida
al terminar la Guerra (Homerica 519). Durante las primeras etapas de confección
del cuadro, Helena estaba desnuda: su modelo era masculino, que también usó en
el Martirio de San Lorenzo.
En este cuadro, la ciudad y el paisaje han desaparecido detrás de los mástiles
y velas de los barcos. De hecho, Tintoretto los pintó y luego los cubrió. Podemos
ver un edificio a la derecha, pero el remolino de cuerpos en lucha ocupa toda
nuestra atención, los cuerpos muertos en el agua, las lanzas y las flechas asesinas.
El rapto se ha convertido en masacre.
Tintoretto traslada la historia griega a una batalla de turcos y cristianos,
siguiendo la tradición de otros cuadros de la Batalla de Lepanto (1571). Pero la
desaparición del paisaje contrasta con éstos y con otras escenas de batalla del
mismo Taller del pintor. La tragedia del alma tiene lugar en la Historia, ya no en el
mito sino en Lepanto.
La guerra es la protagonista de la representación. Y me recuerda las palabras
de Camus: “Nuestra época (…) ha alimentado su desesperación en la fealdad y en
las convulsiones” (64).
Descombrando la historia
En el Exilio de Helena, en 1948, Albert Camus vuelve la mirada hacia la
Grecia clásica con los pies plantados sobre escombros, tras las dos grandes guerras.
Recela de su época, de la bárbara teocracia de la Historia y la Conciencia moderna
de sí mismo, del materialismo histórico y sus frutos políticos. Recela también de
las pueriles naciones que gobiernan el mundo. Denuncia un destierro, un abandono
de la naturaleza a favor de la ciudad. Camus está rodeado de brumas (de
bombardeos e incendios, de amenaza nuclear y guerra fría, cabe decir) y vislumbra
una bahía antigua y dorada del Mediterráneo. Entre los despojos de Europa, anhela
(la gesta por) la belleza, los límites, el equilibrio y la ignorancia reconocida, de los
griegos. Se ancla en una antigua virtud, la Amistad. Y prevé una lucha distinta (no
de clases): entre creación e inquisición.
Para mí, se trata de un viaje entre dos culturas, y un anhelo, que quizás no se
pueda complacer. Intuyo, que el contexto mítico y el contexto histórico, de los
cuales sólo hemos dado ejemplos escuetos, son las caras de esas dos culturas.
Bibliografía: