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La Vía del Corazón, parte 1

En la oscuridad más profunda, bajo los velos más espesos, la Esencia está
siempre allí, realidad fundamental de toda cosa, nuestra naturaleza misma.

Residiendo en nuestro corazón, ella ilumina toda nuestra vida; sin ella seríamos
insensibles, ciegos, y ninguna experiencia nos sería posible.

Para los hinduistas la luz del corazón permanece siempre presente - como un
jarabe que al cristalizarse guarda su sabor azucarado - ella conserva su dulzura
a pesar de la fragmentación o de la solidificación de la Consciencia a través de
las diferentes etapas de la manifestación.

Del mismo modo, para Ruysbroeck, todo hombre está suspendido de la unidad
divina, y si se soltara, caería en la nada, pero por la desemejanza o el pecado
está privado de la beatitud o de la fecundidad que ella engendra. Sin embargo,
esta beatitud está siempre disponible, como lo expresa Denys:

"En su bondad, la Luz divina no cesa jamás de ofrecerse a los ojos de la


inteligencia, es a ellos que corresponde cogerla porque está ahí y siempre divinamente dispuesta al don de sí
misma".

No es la menor de nuestras paradojas vivir privados o separados de lo que está allá, de aquello que somos o de
aquello que vemos sin saber que lo vemos. Poseedores de un tesoro olvidado, vivimos en la miseria.

“Shiva, Luz pura, evidencia misma, consciente de sí y por sí ¿ acaso no brilla como sujeto percibiente en el
corazón de todos los seres ? Sí -dice Abhinavagupta - pero aunque brille allí, no es verdaderamente
aprehendido, asimilado de manera íntima por el corazón, y lo que no es asimilado por el corazón, aunque exista
es como si no existiera, tal como las hojas y las hierbas del camino para alguien que pasa en un carro".

Es porque acoge en su corazón lo que perpetuamente está allí, que el místico puede gozar de ello; por esta sola
comprensión última él difiere del hombre común. Y la entrada en el corazón no es otra cosa que el
bienaventurado estupor de aquel que advierte lo que ha sido evidente desde siempre.

Es necesario precisar que no se trata aquí del corazón sensible o afectivo, sino de aquel lugar que en lo más
íntimo de nosotros mismos escapa a toda forma de pensamiento o de sentimiento, punto central que conoce y
que siente a la vez, y que los sufies definieron como el lugar de coincidencia del ser y del conocimiento.
Abhinavagupta lo expresa así:

"Siempre nuevo y secreto,


antigua y universalmente conocido,
este corazón incomparable fulgura
de sí mismo en supremas irradiaciones."

Y Rumi canta:

"He buscado un alma en el mar


y he encontrado un coral,
bajo la espuma ante mis ojos
un océano se despliega.

En la noche de mi corazón
a lo largo de un camino estrecho
he cavado, y la luz ha brotado:
una tierra infinita iluminada.

En este lugar brota, es verdad, la experiencia del que toca o saborea lo que llama el Ser o lo Divino. Porque se
trata, en efecto, de un conocimiento concreto que no puede ser asimilado a un descubrimiento intelectual o a
una banal introspección. Se le reconoce porque apacigua el corazón, como lo hace notar Henry Corbin, quien
distingue dos maneras de conocer lo divino: "Una por la criatura", aquella de los filósofos y de los teólogos, la
otra por la "criatura en lo divino". Esta última de orden contemplativo, "explora el fondo de los atributos del
alma".

Toma de consciencia inmediata de la presencia divina, este conocimiento puede abolir todas las dudas. Es
experimentado en un encuentro donde el secreto de la criatura y el de la divinidad son simultáneamente vividos
en una experiencia única. "Por cierto, se puede conocer una Esencia eterna pero no se sabe que ella es Dios,
hasta que la reconoce alguien que la experimenta como su Dios... El Ser necesario que la filosofía aísla con sus
atributos de donde resulta el concepto de divinidad, ese no es Dios".
Este encuentro trastorna el conocimiento común: "Cuando has entrado en mi paraíso, entonces has entrado en
ti mismo... y te conoces con otro conocimiento diferente del que tenías cuando tú conocías a tu Señor por el
conocimiento que tenías de ti mismo", dice lbn 'Arabi.

Y cambia la orientación de todo el ser, pone en suspenso la dispersión en el tiempo y el espacio, toca el velo
más íntimo, revelando "el Amado... más próximo del amante que su vena yugular". “Proximidad tan excesiva -
glosa Henry Corbin - que comienza justamente por ser un velo. Es por ello que el novicio, todavía sin
experiencia espiritual, dominado por la imagen que toma posesión de todo su ser interior, se va a buscarla
fuera de sí mismo, en una búsqueda desesperada de forma en forma del mundo sensible, hasta que regresa al
santuario de su alma, percibiendo que el Amado real es tan interior a su ser que ya no busca al Amado más que
a través del Amado".

En una palabra, este camino por el corazón hace evidente al corazón del místico la realidad de Dios.

"¿ Sobre qué descansa la verdadera posesión de Dios ?", pregunta el Maestro Eckhart y se responde él mismo:
"Descansa sobre el sentimiento del corazón y no sobre una idea, porque se debe tener un Dios real que esté
por encima del pensamiento del hombre y de todo lo creado. Este Dios no desaparece, a menos que uno se
desvíe voluntariamente de él".

"Quien tiene a Dios así, esencialmente, sólo aquel toma a Dios divinamente y Dios resplandece ante él a través
de todas las cosas: todas le dan el sabor de Dios, en todas Dios se refleja para él..."

Pero, añade Eckhart más lejos: "para eso es necesario una consciencia despierta, verdadera, activa, sobre la
cual el alma debe tocar fondo a pesar de las cosas y de la gente".

La Gracia

Si las imágenes, las doctrinas, varían con las tradiciones evocadas para describir esta experiencia simple pero
fundamental, todas, sin embargo, la relacionan a lo que ellos llaman la gracia, sobre cuyas características son
unánimes.

Para todos, en efecto es la gracia y ella sola quien confiere al despertar del alma su carácter libre, gratuito y
espontáneo, porque este despertar escapa a todo aquello que es determinación, esfuerzo, intención o mérito.

Bajo la forma de impulso, incitación, toque, atracción o irradiación, ella opera en lo íntimo del corazón.

Según Ruysbroeck: "La irradiación de la gracia de Dios toca y mueve prontamente desde dentro del hombre
interior, y esta rápida moción es la primera cosa que nos hace videntes".

Es ella la que revela o hace perceptible la orientación íntima del corazón a la cual se asocia estrechamente su
acción. De esta intimidad nace el fuego del amor o del conocimiento cuya fuerza no deja de crecer.

A propósito de esto, Ruysbroeck habla del encuentro del esposo, él lo asocia a lo que él llama la "conversión
amorosa" y a los ejercicios interiores que de ahí emanan. “La gracia o la luz sobrenatural constituye - dice él -
un primer punto, y de ahí resulta el segundo, el cual tiene relación con lo que viene del alma. Se trata de una
libre conversión de la voluntad hacia Dios, la cual se efectúa en un momento del tiempo; es entonces que nace
la caridad en la unión de Dios y el alma. Estos dos puntos dependen tan estrechamente el uno del otro que el
uno no se puede efectuar sin el otro. Cuando Dios y el alma se unen en la unidad del amor, entonces Dios da su
luz de gracia por encima del tiempo; y el alma se vuelve libremente hacia Él, fortificada por la gracia en un
breve instante; es entonces que nace la caridad en el alma, venida de Dios y del alma misma".

De igual manera, los sufíes describen la interacción sutil de la irradiación divina y de eso que ellos designan
como “la predisposición del corazón". T. Burckhardt, exponiendo la doctrina de Ibn ‘Arabi explica así uno de sus
aspectos: "La predisposición del corazón no puede ser reconocida fuera de la irradiación divina . Es la
irradiación que actualiza la predisposición, la que, como tal, permanece la cosa más escondida..." "No hay
entonces nada en la receptividad del corazón que no sea la respuesta a la irradiación o revelación divina, cuyas
fulguraciones ha recibido una y otra vez. Estas varían siguiendo los diversos "aspectos" o "nombres" de Dios, y
este proceso no se agota jamás ni del lado de la irradiación divina, que es esencialmente inagotable, ni del lado
de la plasticidad primordial del corazón".

En esta colaboración íntima de la gracia y del corazón, todos los místicos proclaman unánimemente que es
siempre la gracia quien tiene la iniciativa. Ahí reside en efecto un aspecto esencial de la experiencia descrita.

Shiva toma la iniciativa concediendo su gracia, él inspira el amor y el amor se despierta, pues gracia y amor
forman un ciclo sin fin, el amor llamando a la gracia y la gracia al amor. "Tú no estás satisfecho, Señor, si no es
por el amor y no hay amor si tú no estás satisfecho. Sólo tú sabes como llevar remedio a este círculo vicioso",
dijo Utpaladeva.

En el Sermón sobre el nacimiento eterno, el Maestro Eckhart dice: "Tú querrías estar bien preparado en parte
por ti y en parte por Él, esto, sin embargo, no es posible. Antes que tú puedas pensar o concebir la
preparación, Dios siempre va adelante".

"Dios – prosigue - está siempre a la puerta del corazón, esperando que se le abra. Ahora podrías decir: ¿ Cómo
es esto posible ? Yo, sin embargo, no lo encuentro. ¡ Escucha ! Encontrarlo no está en tu poder. Más bien está
en el Suyo. Si le place, entonces Él se muestra, y puede también esconderse si lo desea".
Por esa misma razón un sufí, Ibn 'Ata'Allah de Alejandría, dice: "Oh, Dios, búscame en nombre de tu
Misericordia para que yo venga a Ti. Atráeme con tu Gracia para que yo retorne hacia Ti".

De esta gran libertad divina, no nos quejemos; es nuestra única oportunidad de escapar a las limitaciones de
nuestra razón, de nuestro esfuerzo y de nuestra debilidad, como lo sugiere la oración de Dhou´l-Noun el
Egipcio:

"Oh, Dios, nuestro Dios... Eres tú quien envía a tus criaturas una provisión de fuerza y de poder. Tú haces
actuar a los seres según tu voluntad; ni la debilidad ni la tonta ignorancia pueden poner obstáculo a tu acción,
ni la privación ni la sobreabundancia de una cualidad cualquiera pueden modificarla".

Vida Sobrenatural

Con la gracia nace la doble consciencia de la luz y de la pantalla, pero también el deseo único de la pura luz en
adelante presentida o entrevista. Dice Rumi: "Esta luz compasiva que está en el origen de todo nacimiento".

Así cuando ella se manifiesta, también comienza una vida nueva llamada vida sobrenatural o vida de la gracia.
Según Ruysbroeck: "vida intermediaria entre el sentimiento de ser en nosotros mismos y el de ser en Dios"
hasta que el movimiento de amor que ella no cesa de alimentar y de intensificar nos haya traído de vuelta "a la
unidad de la cual hemos salido en tanto que criaturas y al seno en el cual permanecemos esencialmente".

En realidad no existe más que la Esencia, pero hablamos de la gracia cuando, en medio del velo, percibimos su
irradiación, o cuando, después de haberla tocado, recaemos en la oscuridad del velo, pero beneficiándonos de
los efectos del develamiento.

Cuando no hay más juego de sombras y de luces, no hay más gracia, no permanece más que la Pura Luz, la
única Luz en la que nos hemos transformado. La gracia se ha desvanecido en la Gloria.

Continúa en "La Vía del Corazón, parte 2".

Este artículo fué publicado en el Nº 6 de la Revista ALCIONE

La Vía del Corazón, parte 2

Continuación de "La Vía del Corazón, parte 1".

El Agua y el Hielo

Lo propio de la gracia es desaparecer sin dejar trazas puesto que no tiene por efecto más que llevar las cosas a
su verdadera naturaleza, a su origen, disolviendo los velos o las condiciones limitantes, ignorancia o pecado,
que de hecho se desvanecen desde que aparece la Realidad.

"En un corazón contraído, la iluminación se ha transformado en ignorancia. Cuando cesa la contracción, la


naturaleza propia resplandece", se puede leer en el décimo tercer capítulo del Tantraloka.

Es precisamente el modo por el cual cesa la contracción lo que caracteriza la acción de la gracia y conduce a
distinguir los diferentes caminos místicos.

Para Abhinavagupta un doble modo pone fin a las condiciones limitantes, según sea apacible y progresivo o
violento, instantáneo y ligado "a un apetito por devorarlo todo como un fuego ardiente e ininterrumpido".

Por su lado, Jili hace notar que estas condiciones desaparecen ya sea por una visión que alcanza a la Esencia o
por lo que brota espontáneamente de ella. Y los sufíes distinguen dos maneras de acercamiento hacia Dios: el
primero es un proceso gradual de un estado espiritual a otro, por la asimilación de cualidades divinas que
llegan a ser objeto de contemplación. Atributos, nombres, cualidades ofrecen un acceso al conocimiento de
Dios, pero, en razón de su multiplicidad, no pueden conducir a la Esencia. La segunda manera de acercarse es
inmediata, sin progresión, más allá de todo estado. Se refiere "al Ser del hombre, a su esencia íntima que se
identifica misteriosamente con la esencia divina". La sola manifestación del Esplendor es liberación.

Los dos primeros caminos corresponden a la desaparición apacible, progresiva, y son caminos de
perfeccionamiento, mientras que la maduración violenta, esa que brota espontáneamente de la Esencia,
corresponde al camino de instantaneidad, la vía divina o de la voluntad. En cuanto a la no-vía, siendo
intemporal, transciende camino y gracia.

Hinduistas y sufíes recurren a una misma imagen para mostrar que el mundo objetivo no es más que una
partícula congelada de la Consciencia o de la Realidad:

"Oh, Bien-Amado, aquel que de los libros sagrados o de la boca de un Maestro aprende lo que son el agua y el
hielo, no tiene más deber que cumplir. Este presente nacimiento será para él el último".

Aquel que ha penetrado el misterio del agua y del hielo ha comprendido, en efecto, cómo el agua de la
Consciencia indiferenciada se solidifica, y cómo el hielo de la consciencia empírica se licua nuevamente; es
libre, sabe que el agua y el hielo no hacen más que uno.

Se encuentra una igual comparación en Jili: "En la parábola, la creación es semejante al hielo. Y eres Tú quien
es el agua borboteante. El hielo, si nos damos cuenta, no es otro que su agua... Pero el hielo se fundirá y su
condición sólida se disolverá. La condición líquida se establecerá de hecho. Los contrastes se unificarán en una
sola belleza. Es en ella donde ellos se aniquilan y es de ellos que ella resplandece".

A la luz de esta parábola la gracia aparece como el fuego que hace fundir el hielo de la consciencia contraída
para volverla a su naturaleza indiferenciada. Al momento de su entrada en el corazón se enciende el fuego en
la Consciencia, fundiendo el hielo de la consciencia empírica. La forma y la rapidez del deshielo determinan y
caracterizan la vía seguida.

Para los hinduistas, la energía divina indiferenciada, a causa de su libertad, se divierte en cristalizarse tal como
un agua viviente y límpida solidificada por el frío. El Todo agrietado no es más que témpanos congelados yendo
a la deriva y en constante colisión. Estos fragmentos, seres impotentes, han perdido el sentimiento del Todo y
no pueden reencontrarlo por ellos mismos.

Es el fuego de la Energía divina, el fuego de la gracia, el único que se revela apto para hacer fundir los
témpanos.

Si la gracia es débil, el fuego arde lentamente; hace desprenderse del corazón delgados hilos de agua que van
cavando poco a poco los canales, el individuo lo atiza constantemente ayudando al deshielo por su aplicación.
Los canales desembarazados de sus limitaciones se van ensanchando poco a poco y el agua corre hasta el río
de la energía. Es el camino de la actividad.

Con una gracia más fuerte, la rapidez del deshielo hace confluir todas las corrientes hacia el centro del hielo
que se comunica con el agua que lo rodea; los témpanos -representaciones o imágenes - subsisten en las
profundidades, pero basta que se hundan y se pierdan en la fuerza del río que los lleva para que desaparezcan.
Es el camino del conocimiento.

Si la gracia es sobreabundante, todo el glaciar cae de un golpe como por la erupción de un poderoso volcán
submarino que aflora a la superficie y cuyas llamas fulguran. Es el camino de la voluntad.

En el No-Camino, no hay más que una sola y misma agua…

Los Tres Caminos

No es necesario aquí tomar lo que es llamado camino por un itinerario determinado en el que se seguirá
metódicamente las etapas hasta llegar a término. Rendir cuenta de los diferentes caminos no consiste tampoco
en elaborar una suerte de marcha a seguir o prescribir una receta para quien quiera acceder al camino místico
o a la iluminación. Por una parte, nada puede conducir a la Esencia puesto que nada le es exterior, y por otra
parte, nadie decide su camino, se le descubre a medida que se avanza.

Se podría decir que el camino es la manera por la cual el espíritu de Dios nos mueve y la manera en la que
respondemos a eso o, según Madame Guyón, la manera y la rapidez con la cual seguimos la pendiente natural
o el instinto que nos reintegra a Dios una vez que Él se ha mostrado a nosotros, o también el modo por el cual
se es llevado por el reflujo divino hacia la Esencia que no se ha dejado jamás.

Conocer las modalidades de este reflujo, es ya poder discriminar lo que no es él, y si no se puede decidir el
camino, se puede al menos evitar tomar por místico aquello que no lo es.

Los caminos varían para cada uno según la intensidad de la gracia, el fin perseguido y el esfuerzo realizado.

"Este esplendor sin fondo ha sido dado en común a todos los espíritus gozantes en gracia y gloria. Así, circula
por todos como el esplendor del sol y, sin embargo, aquellos que lo reciben no son todos igualmente
iluminados. El sol traspasa con su luz más nítidamente el vidrio que la piedra, y el cristal más que el vidrio, y
cada piedra preciosa brilla y muestra su nobleza, su potencia y su color a la claridad del sol. Del mismo modo,
cada uno es iluminado a la vez en gracia y en gloria según su aptitud para lo sublime."

Sobre un mismo camino los grados son múltiples y se progresa hasta lo infinito. "En la casa de mi Padre hay
muchas moradas", recuerda Madame Guyón.

A través de esta gran flexibilidad y esta extrema variedad, el hinduismo, Ruysbroeck, Madame Guyón,
distinguen netamente tres caminos o advenimientos en términos diferentes, pero cuya aproximación subraya
estrechas correspondencias.

Cuando los hinduistas caracterizan los caminos por tres principales energías: la actividad, el conocimiento y la
voluntad; cuando Ruysbroeck distingue tres unidades u opone semejanza, unión y unidad; cuando Madame
Guyón evoca el camino de la actividad, el de las luces y el de la Fe desnuda, parece que todos diferencian tres
niveles interiores a partir de los cuales la orientación hacia Dios se vuelve perceptible por la gracia.

Que ellos hablen de energía, de facultades o de potencias, es para incluirlas en un movimiento que las hace
reabsorberse las unas en las otras hasta el fondo indiferenciado de donde emanan en cascada. Los caminos son
en alguna forma tres momentos o tres peldaños de esa reabsorción.
Es necesario precisar que los caminos en cuestión son puramente místicos, se sitúan a un nivel elevado de la
vida contemplativa y no corresponden a las llamadas vías purgativa, iluminativa y contemplativa o unitiva
(según San Ignacio) ni a los tres tipos de yoga – karma yoga, jnana yoga, bhakti yoga - que constituyen etapas
preliminares a la vida mística profunda descrita por los autores citados.

Con el término camino (o vía) nosotros designamos a la corriente de gracia que conduce las energías o las
facultades hacia la unificación. Esta corriente dinámica encierra procedimientos, medios, intermediarios y
modos de todo orden cuyo conjunto varía según el nivel tocado por la gracia. A cada camino corresponde así un
dominio, un modo de unificación, que determina la nueva vida en la cual se es precipitado desde que se ha sido
"tocado por Dios".

“Dios es un imán, mi corazón es el acero: se vuelve siempre hacia él si ha sido tocado una vez", declara
Angelus Silesius.

Lilian Silburn

Traducido y extractado por Eduardo Cucurella de


Lilian Silburn.- Les Voies de la Mystique.- Hermes

Este artículo fué publicado en el Nº 6 de la Revista ALCIONE


Extraído y almacenado por instituto de expansión de la consciencia humana desde el
sitio web: www.alcione.cl el 23 de febrero de 2007

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