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9 El mito del pueblo perfecto


Por qué es siempre más apetitosa la fruta en el siglo ajeno

i
Hace m ucho, m ucho tiem po, en u n a época muy, muy lejana vivían
unas perso n as q u e coexistían con la n a tu ra le z a e n equilibrio y
arm onía, de la M adre T ierra cogían sólo lo que necesitaban y, u n a
vez cogido, le devolvían cuanto de provecho quedaba. l a s m ujeres
y los hom bres convivían en igualdad y no había guerras ni conflic­
tos. Todos vivían felices y su vida era próspera y larga. Los hom bres
eran apuestos y m usculosos, o rg anizaban ex p ediciones de caza
bien coordinadas y volvían a casa con el alim ento necesario p ara
m antener a la familia. Las m ujeres, de piel b ro n cead a y desnudos
senos, llevaban a sus hijos en brazos y recolectaban bayas y frutos
secos que com plem entaban con las piezas obtenidas en la caza. Los
niños ju g a b a n en los riachuelos cercanos y soñaban con el d ía en
que tam bién ellos serían mayores y cum plirían su destino, el desti­
no del pueblo perfecto.
Mas luego llegó el malvado im perio, el de los varones europeos
blancos aquejados de diversas enferm edades: im perialism o, indus­
trialismo, capitalismo, cientificismo y otros «ismos» derivados de la
codicia, la despreocupación y el cortoplacism o propios de-la espe­
cie hum ana. Esos h o m b res em p ezaro n a ex p lo tar el e n to rn o , los
ríos se c o n ta m in a ro n , la p o lución corro m p ió él aire y, expulsada
de sus tierras, la gente guapa fue esclavizada o, sim plem ente, asesi­
nada.
' 2 o ^ O . A esta tragedia, sin em bargo, se le po d ría dar la vuelta si volviéra­
mos a vivir de la tierra y cultivásemos únicam ente los alimentos nece­
sarios, consum iendo sólo lo suficiente para sobrevivir. Si tal cosa ocu­
rriera, todos nos am aríam os los unos a los otros y am aríam os
también a nuestra M adre Tierra, que cuida de nosotros, com o suce­
día hace m ucho, m ucho tiempo, en u n a época muy, m uy lejana.
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l a creación de m itos m edioam bientales antes del capitalism o). Tras su estudio an tropológico de los p u e ­
Son varios los m itos q u e se acum ulan e n este cu en to de hadas blos indígenas de Sudam érica, Taussig declara:
que no h a contado nadie en particular p ero que se h a elaborado a
p artir de m uchas fuentes hasta constituir u n o de los m itos (litera­ La obra de Marx contrapone estratégicamente las categorías objeti­
rios) de nuestro tiem po. Estos mitos beben de la abundante fuente vas y la autoaceptación, culturalmente ingenua, del mundo cosifica-
de las sagas de la ed ad de oro y tienen u n a larga y honorable histo­ do que propone el capitalismo, un mundo en que los bienes, es
ria. Los griegos creían qué vivían e n la E dad de H ierro, p ero qi:e decir, las mercancías, y los propios objetos no son sólo cosas en sí
antes h a b ía existido u n a E dad de O ro. Los ju d ío s y los cristianos, mismas, sino determinantes de las relaciones humanas recíprocas
p o r supuesto, creen en la existencia de esa edad de oro previa a la que los forman. Leído de esta manera, la mercancía tiempo-trabajo
caída del J a rd ín del E dén. Los eruditos m edievales contem plaban y el propio valor se convierten en categorías no sólo históricamente
con nostalgia los bíblicos días de M oisés y los profetas, mientras relativas, sino en construcciones (y engaños) sociales de la realidad.
que los hum anistas del R enacim iento se esforzaban en recuperar La crítica de la economía política exige la de construcción de esa
el saber clásico y c o m p letar el círculo q u e los u n iría con los grie­ realidad y la crítica de ese engaño.2
gos. Incluso Newt G ingrich, ex presidente de la C ám ara de Repre­
sentantes de Estados U nidos, elaboró su p ro p ia versión del miTo: H Algo tan claro p ara m í com o las aguas del río Negro. Del com enta­
20 de mayo de 1995 declaró al Boston Globe que h a habido «largi * rio que mis profesores h icieron del libro (no p u d e term inarlo, así
períodos e n la historia de Estados U nidos en los q u e no eran ñv- ' de simple) colegí que los pueblos indígenas vivían en u n a arm onía
cuentes ni las violaciones, ni los asesinatos, ni los atracos». relativa con el en to rn o hasta que llegó ya-sabes-quién. Por suerte y
C onocí lo que yo llam o el m ito del pueblo perfecto en un mjhv- pura equilibrar el debate, el sem inario sugería algún q u e otro libro
naxio p ara estudiantes de posgrado q u e im partían u n antropóiu^ > como Changes in the Land: Indians, Colonists, and theEcology ofNew
y u n historiador a finales de la década de 1980, época en que uuv.. Iviigland [C am bios en la tierra: indios, colonos y la ecología de
la antropología com o la historia e ra n «deconstruidas» p o r crino - Nueva Inglaterra], e n el que William C ronon reform ula el m ito del
literarios a u to d e n o m in a d o s p o sm o d ern o s y p o r teóricos tic io pueblo perfecto y nos d a algunas razones p ara resistir la tentación:
social. E sp eran d o la m o d alid ad de an tro p o lo g ía que estaba m
boga en la década de 1970, m o m en to en que yo estudié .esta-■.disci­ Resulta tentador creer que cuando los europeos llegaron al Nuevo
p lin a -co stu m b re s, ritos y creencias de los pueblos in d íg e n a ti;- Mundo se encontraron con la Tierra Virgen* y el Rosque Primigenio,
todo el m u n d o antes de la e ra industrial—, m e q u e d é prim ero un entorno natural que llevaba eones existiendo sin la influencia de
p ied ra y al poco co n ste rn ad o co n la lec tu ra de libros como la mano del hombre. [...] Los indios llevaban miles de años viviendo
Devil and Commodily Fetishism in South America [El diablo y el fificiÍí&:;L en el continente y habían modificado considerablemente el entor­
m o d el com ercio e n S u d a m érica ], de M ichael Taussíg, que; no para sus fines. No se trataba de elegir entre dos paisajes, uno
capítulos com o «Fetichismo y deconstrucción dialéctica» y modificado por el hombre y otro inmaculado, sino entre dos formas
blo en la cosmogénesis del capitalism o»1. N o en ten d í el te x to b a g jg humanas de vivir, entre dos formas de pertenecer a un ecosistema.
que el antropólogo declaró que ten ía u n a interpretación [...] Todos los grupos humanos modifican conscientemente su
de la historia, que veía el pasado desde el pu n to de vista de M urió entorno de un modo u otro -casi podría decirse que, junto con el
de clases y la explotación económ ica (los pueblos h erm o so s ri lenguaje, esta circunstancia constituye el rasgo esencial que distin-

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El mito del pueblo perfecto 285

gue a los humanos de otros animales- y la mejor medida de la esta­


bilidad ecológica de una cultura bien podría ser con qué éxito los hubo en la tierra «un largo período de paz y prosperidad en el que
cambios operados sobre el entorno le permiten conservar su capaci­ se p ro d u jo u n a g ran evolución social, tecnológica y cultural;
dad de reproducción.3 m uchos miles de años en que las tecnologías básicas sobre las que
está c o n stru id a la civilización c re a ro n sociedades q u e n o eran
A p rincipios de la d é c a d a de 1990, sien d o p a rte del equipo del jerárquicas n i estaban dom inadas p o r varones autoritarios y violen­
O ccidental C ollege q u e im p a rtía cursos de estudios culturales, tos»7. A m edida que la caza, la pesca y la recolección del Paleolítico
conocí otras dos versiones del m ito del pueblo perfecto, en ellas la d iero n reem plazadas p o r las granjas del N eolítico, este «m odelo
culpa del cam bio se re m o n ta b a todavía m ás en el tiem p o y en el asociativo» d e igu ald ad de sexos fue c e d ie n d o al «m odelo del
espacio y recaía e n otro s factores. E n The Death o f Nature: Women, dom inador» con el q u e lle g a ro n las guerras, la explotación, la
Ecology and the Scieniijic Revoluiion [La m u e rte de la naturaleza:. . esclavitud y otras catástrofes parecidas. La solución, afirm a Eisler,
mujer, ecología y revolución científica], Carolyn M erchant apunta^ consiste en volver al m o d elo asociativo igualitario, en el que «no
ba con su dedo acusador a la ciencia: «Entre los siglos x v i y xvti, la sólo se pro d u cirá u n reparto más equitativo de la riqueza m aterial,
im agen de u n cosm os orgánico con u n a T ie rra viva de género sino q u e este re p a rto co n stitu irá la base de u n o rd e n económ ico
fem en in o dio paso a u n a visión m ecanicista del m u n d o que donde am asar propiedades com o form a de protección frenté a los
reconstruyó la n a tu ra le z a com o e n te m u e rto y pasivo que los demás y de control, se verá com o lo que es: u n a form a de enferm e­
h u m an o s ten ía n q u e d o m in a r y controlar»4. El m odelo orgánico \ ; dad o aberración»8. El m ito del-pueblo perfecto en todo su esplen­
p re científico de la natu raleza, afirm a M erchant, e ra com o uny dor. Pero ¿por qué?
m adre nu trien te, «una h em b ra benéfica y am able q u e satisface .las La fru ta p are c e m ás apetitosa e n el siglo del vecino p o r la
necesidades de la h u m an id a d en u n universo o rd en ad o y planear : misma razón de siem pre: la tendencia del h o m b re a desear lo que
do»5. Pero los m alditos varones e u ro p e o s blancos destruyen <e no tiene, que en este caso se ve reforzada p o r u ñ a com paración dis-
tam año organicism o y con él destruyeron tam bién el igual! taxis o:-.-. , torsionada e injusta d e l pasado con la realid ad (con todas sus
P ronto se instauraron las jerarquías, el patriarcado, el comercie.! - imperfecciones) en que ah o ra vivimos. El m ito del p u eb lo perfec­
m o, el im perialism o, la explotación y la degradación del medíoam- to no es más que u n a m anifestación de la psicología de la fiu ta más
biente. Para evitar el desastre, concluye Carolyn M erchant, habrá* apetitosa d el h u e rto ajeno, pero nos resulta especialm ente atracti­
que ad o p tar u n a nueva form a de vida: «Descentralización, forncu. vo debido a l a conjunción de dos circunstancias históricas: 1) sabe­
de organización n o je rá rq u ic a s, reciclado de residuos, estilos iít: mos más de nuestro pasado que ninguna otra sociedad de la histo­
vida más simples c o n tecnologías “blandas” m enos c o n ta m in a n a -' ria y, gracias a los m edios de co m u n icació n d e m asas y a las
y u n sistem a económ ico basado e n la m ano de obra intensivas u» tecnologías visuales, podem os im aginar ese pasado - o , al m enos,
en el capitalismo intensivo, posibilidades que sólo ahora empavar, , fantasear sobre é l- com o el h o m b re no había podido h a c er nunca;
a ser explotadas»6. 2} esta fo rm a de fantasear sobre la historia h a sido exagerada p o r
E n E l cáliz y la espada, R iane Eisler se re m o n ta trece mil ais<:> dos circunstancias: la superpoblación y la polución del m edioam -
p a ra e n c o n tra r o tro h o m b re del saco y en lu g ar de al maldno biente que im p e ra n e n n u e stra época. D icho de o tra m an e ra, la
varón e u ro p eo blanco descubre al m aldito varón de todos los mia­ ;presión q u e sufre el e n to rn o n a tu ra l es a h o ra m ayor q u e en el
res. A ntes de la ap arició n del m aldito v aró n de todos los calm o pasado, pero el pasado no fue u n idílico Edén.
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L a fro n tera m edioam biental y el m ito d el pueblo perfecto M uestra E stándar Intercuitural (recopilación de datos de 186 cul­
Valorar las reivindicaciones m edioam bientales no es fácil: según turas del m u n d o elaborada en la U niversidad de Yale p o r G eorge
m i m éto d o de clasificación, algunas p e rte n e c e n al firm e terreno M urdock y D ouglas W híte; constituye u n a refe re n c ia esencial de
de la ciencia o b ien al p a n ta n o so territo rio de la pseudociencia, los estudios intercu ltu rales) p a ra c o m p ro b a r em p íric a m e n te la
pero tam bién hay otras en u n a zona fronteriza interm edia. Esto se propuesta de resolver los problem as ecológicos volviendo a respe­
debe a que, si b ien tenem os a nuestra disposición m uchos y varia­ tar (en lugar de explotar) la naturaleza (que es el m ensaje del m ito
dos datos precisos, las interpretaciones y conclusiones que se pue­ del p u eblo perfecto) y o p tan d o p o r los valores de grupo, que son
d en deducir de tales datos suelen estar cargadas con u n gran baga­ más a largo plazo (en lu g ar de los valores individuales, q u e so n a
j e ideológico y político, especialm ente c u an d o de lo que se corto plazo)9. Su estudio de 186 sociedades de cazadores-pescado­
descubra d e p e n d e n decisiones políticas q u e potencialm ente pue­ res-recolectores en todo el m u n d o d e m u e stra q u e la relación de
d en afectar a industrias m ultim illonarias. Es necesario resolver el esas sociedades con el e n to rn o se caracteriza p o r lim itaciones eco­
problem a de los lím ites, e n c o n trar u n equilibrio en tre las diversas lógicas y n o p o r actitudes (com o prohibiciones sagradas) y que el
opiniones de los expertos. Los científicos de izquierdas sostienen im pacto relativam ente escaso q u e tie n e n sobre el e n to rn o es el
que los datos in dican la existencia de calentam iento global causa­ resultado de u n a densidad de población m uy baja, u n a tecnología
do p o r el h o m b re y reco m ien d an severas restricciones a la indus­ ineficiente y la falta de m ercados ventajosos, y n o de u n esfuerzo
tria. Los científicos de derech as a p o rta n sus pro p io s datos (que consciente de conservación del entorno. Tam bién d em uestra que
suelen coincidir co n los de los científicos de izquierdas) y de ellos el 32 p o r ciento de las sociedades dedicadas a la pesca, la caza y la
extraen conclusiones totalm ente opuestas y las consecuentes reco­ recolección no sólo no preservaba su en to rn o , sino q u e incidían
m en d acio n es políticas. ¿Q ué vamos a p e n sa r quienes no somos de form a grave en su degradación.
expertos e n la m ateria? A falta de científicos sin inclinaciones polí­ En su libro de 1996, War Befare Civilization: The Myíh ofthePeaceful
ticas, necesitam os u n d eb ate público y a b ierto del q u e extraer L Smiage [G uerra previa a la civilización: el m ito del b uen salvaje], el
conclusión m ás razonable o q u e nos sirva p ara a rrastrar a amh* ■> antropólogo de la Universidad de Illinois Lawrence Keeley exam ina
extrem os hasta u n a posición interm edia. ano de los elem entos del m ito del pueblo perfecto: que en la prehis­
Si a los dem agogos y los defensores dé ciertos intereses conier- toria las guerras eran poco frecuentes, incruentas y poco más que u n
cíales tal vez Ies interese desacreditar el m ito del pueblo, perfecto deporte ritualizado.10 Tras analizar u n b u e n n úm ero de sociedades
p a ra z an jar to d a discusión acerca d e las presiones que sobre ei primitivas y otras civilizadas, Keeley revela que la guerra prehistórica
m edioam biente ejerce la m o d ern a sociedad industrial y su impar­ era, en virtud de las densidades de población y de la tecnología béli­
to en las culturas y los püeblos indígenas, ciertam ente debo decir ca de la época, al m enos tan frecuente (com parando los años de paz
que ése no es m i p ropósito. Al co n trario , p re te n d o exam inar kis y los años de g u erra), m ortífera (com parando el po rcen taje de
pruebas antropológicas e históricas que desacreditan el mito para muertos en cada conflicto) y cruel (com parando la m atanza y m uti­
d em ostrar a continuación q u e aferrarse al él a la vista de bis pi ce­ lación de m ujeres y niños no combatientes) com o la guerra m oder­
bas que existen en su contra es u n obstáculo p ara la solución cíe ln> na En u n a fosa com ún de Dakota del Sur, p o r ejemplo, se encontra­
dilemas m edioam bientales y sociales a los que nos en fren tam o s. ron los restos m utilados de quinientos hom bres, m ujeres y niños a
E n su fascinante estudio d el a ñ o 1996, B obbi Low, experto en quienes habían arrancado el cabello, y eso cincuenta años antes de
ecología de la U niversidad de M ichigan, se basó en los datos di: h que Colón saliera de puerto.
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E n su libro Sick Soáeties: ChaÜenging the M yth ofPrimitive Harmony de hecho, quienes se e n c o n traro n en esa p articular coyuntura de
[Sociedades enferm as: el m ito de la a rm o n ía prim itiva puesto a elem entos lo hicieron.
prueba], R obert E dgerton, antropólogo de la U niversidad de Cali­ E n otras palabras, siglos a n te s y en c o n tin e n te s libres de las
fo rn ia en Los A ngeles, exam ina vestigios antropológicos dejados m odernas econom ías y tecnologías, y m u ch o antes de la llegada
p o r pueblos preindustriales y encu en tra pruebas claras de adicción del m ald ito v a ró n e u ro p e o blanco, los h u m an o s m o d ificaro n su
a plantas alucinógenas, m alos tratos a m ujeres y niños, m utilacio­ m edio am biente. Com o verem os m ás adelante, el pueblo perfecto
nes, explotación económ ica del grupo por parte de los líderes polí­ transform ó ricos ecosistemas e n desiertos (en el sudoeste de Am é­
ticos, suicidios y enferm edades m entales.11 rica) , p rec ip itó la ex tin ció n de decenas de especies im p o rta n tes
E n Demonio Males: Apes and the Origine o f H um an Violence [Varo­ (en A m érica del N o rte y N ueva Z elanda) e incluso com etió suici­
nes dem oníacos: los simios y el origen de la violencia hum ana], el dios en m asa (en la isla de Pascua y p ro b ab le m e n te e n el M achu
an tro p ó lo g o R ich ard W ran g h am (co a u to r de la o b ra ju n to con Picchu).
Dale P e terso n ), traza el origen del p atriarcad o y de la violencia a" El p u e b lo p e rfe c to sólo existe en el m ito. Los h u m an o s n o
través de las culturas y de la historia y se rem onta m illones de años>: somos ni perfectos n i im perfectos. Los humanos nos limitamos a hacer
hasta nuestros ancestros hom ínidos previos a la Revolución neolíti­ lo que hacen todas las especies para sobrevivir, sólo que lo hacemos con una
ca.12 pequeña modificación: no es el entorno el que nos configura por medio de la
P o r últim o, el especialista en biología evolutiva Ja re d Diamond; selección natural, somos nosotros los que configuramos nuestro entorno por
reconstruye las p au tas históricas m ás im p o rta n tes de los últimos medio de la selección hum ana. C om o es algo que llevamos h acien d o
trece mil años en Armas, gérmenes y acero, obra q u e obtuvo el premio millones de años, la solución n o consiste en seleccio n ar m enos,
Pulitzer en 1997, y dem uestra que las diferencias relativas en la evo­ sino en h a c e r u n a selección de m ayor calidad b asán d o n o s en la
lución de tecnologías y actitudes dañinas para la naturaleza depen­ ciencia m ás co m p leta y en la m ejo r tecn o lo g ía de q u e disponga­
d ían de las divergencias bioge ográficas e n tre los distintos entor­ mos. Desmitificar el m ito del pueblo perfecto es u n b u e n p u n to de
nos.13 Los pueblos q u e vivían e n tre plantas y anim ales doméstico! partida.
fu e ro n capaces de d esarro llar nuevas técnicas de producción de;
alim entos c u an d o su población excedió la capacidad de su entupí La supervivencia ecológica
no y de los m étodos de caza y recolección tradicionales. La caza, la La historia em pieza hace dos o tres m illones de años cuando los
pesca y la reco lecció n a lte ra n el e n to rn o , p e ro n o tan to como eí antiguos hom ínidos de la garganta de Olduvai, en Africa oriental,
pastoreo, la cría de anim ales y la agricultura; y los pequeños grupos em pezaron a sacar esquirlas a las piedras p a ra convertirlas e n
de p o b lac ió n d el P leistoceno ex p lo tab an su e n to rn o , pero no herram ientas. Los restos arqueológicos revelan u n revoltijo de
tan to co m o los g ran d e s g ru p o s de agricultores d el Neolítico. huesos de g ran d es m am íferos esparcidos e n tre cientos de h e rra ­
D esde el p u n to de vista de la explotación y la destrucción m edi^: mientas de p ie d ra q u e p ro b ab le m e n te fu e ro n ab a n d o n ad a s des­
am biental, la ú n ica diferencia e n tre nosotros y nuestros a n t e p a ­ pués de ser utilizadas (en otras palabras, nuestros ancestros hom í­
tios es n u estra e n o rm e población y la eficacia de nuestras tecnolo­ nidos tiraban la basura en cualquier sitio). No p o r o tra razón Mary
gías. El «buen salvaje» de R ousseau no tiene n a d a de bueno. S 'r^ j '■Louis Leaky, sus descubridores, bautizaron a este h o m ín id o con
le d an las plantas, los anim ales y los m edios (y la necesidad a cnugjjj d nombre de homo habilis, «hom bre hábil»14.
de la presión dem ográfica) p ara explotar su entorno, lo expío Cira: Hace a lre d e d o r de u n m illón d e años, el homo erectus su m ó el
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290 Las fronteras de la ciencia

sión n o p u e d e ser la causa del cam bio. El cultivo de cereales y la


fuego a las técnicas d e q u e ya d isp o n ía el h o m b re y h ace entre
dom esticación de m am íferos de g ran tam año ap o rta ro n las calo­
m edio m illón y cien mil años el homo neanderthalensisy el homo hei-
rías necesarias p ara el sustento de poblaciones más num erosas. Es
delhergensis fabricaban arm as arrojadizas con afiladas puntas de fie-
decir, la sobrepoblación im pulsó otro salto cualitativo en la historia
cha, vivían en cavernas y c o n ta b a n con ju e g o s de herram ientas
de la selección natural y la m odificación del e n to rn o .16
m uy elaboradas. Al parecer, m uchas especies de hom ín id o s vivie­
Se consolidó un bucle de retroalim entación autocatalítico (que
ron sim ultáneam ente, p ero el grado de incidencia de los cambios
se g e n e ra a sí m ism o ): u n a com pleja interacción e n tre los h u m a­
tecnológicos en la especiación es algo que sólo podem os suponer.
nos y la naturaleza que d u ra ya trece mil años y que aceleró espec­
Es posible q u e la selección natural ya estuviera en m archa dentro
tacularm ente el ritm o del cam bio, m uy p o r encim a del que podía
de u n a especie de bucle de retroalim entación autocatalítico.
derivarse de las herram ien tas de piedra, el em pleo del fuego o la
E n algún m o m en to hace trein ta y cinco mil o tre in ta mil años,
obtención del alim ento p o r m edio de la caza, la pesca y la recolec­
los neandertales se extinguieron (por motivos que los paleoantro-
ción. E n todas partes, pueblos de todos los colores, razas y culturas
pólogos h a n debatido hasta la saciedad) y pro sp eró el hom bre de
m odificaron el m edio am biente a fin de satisfacer sus necesidades.
crom añón. Para entonces, los utensilios eran complejos y variados,
Y, a su vez, el m edio am biente, m odificado, cam bió las form as de
ya h a b ía p re n d a s de vestir, el arte a d o rn a b a las cavernas, había
supervivencia de los hum anos: algunos con tin u aro n destruyendo
viviendas co n estru ctu ra de hueso y m adera, el lenguaje permitía
su ecosistema, otros em igraron, algunos se extinguieron.17 H acia el
u n a com unicación sofisticada y hum anos anatóm icam ente moder­
prim er añ o de la E ra C om ún (hace dos mil años) la tierra estaba
nos em pezaban a rodearse de u n a tosca pero eficaz tecnología.15El
llena de seres hum anos que vivían en u n a de las cinco condiciones
ritm o del cam bio tecnológico, u n id o a la selección h u m an a y la
descritas en la Figura 2 7:1) agricultura estratificada com pleja; 2)
alteración del m edio am biente, supuso u n nuevo salto cualitativo,,
agricultura de cam pesinos sencilla; 3) pastoreo nóm ada; 4) caza,
u n salto q u e , d e h e c h o , p o d ría explicar la desaparición dedos
pesca y recolección no especializadas; y 5) caza, pesca y recolección
neandertales y el triunfó de los crom añones.
especializadas.
E ntre trein ta y cinco mil y trece mil años antes de nuestra eraíó$
Desde las prim eras civilizaciones de B abilonia, Ur, M esopota-
hum anos se habían disem inado p o r casi todas las regiones de la, tus y
mía y el valle del Indo, hasta las de Egipto, Grecia y R om a y el con­
rra y vivían de la caza, la pesca y la recolección. U nos eran nóm atlai;
junto de la época m o d ern a, la m ayor p arte de la población tenía
y otros sedentarios. P eq u eñ o s grupos se co n virtieran e n grandes :
una form a de vida similar: más del noventa p o r ciento era campesi-
tribus, u n cam bio q u e o to rg ó valor a la p ro p ie d a d , acrecentó b-'í:
: na. E m pleaban el tru e q u e o form as de d in ero m uy básicas. U n a
com plejidad de las norm as de conducta y dio pie a u n aum ent ¡ ib-
pequeña élite tenía acceso a bienes y servicios,’ pero la gran mayo-
población. E n tonces, hacia finales de la últim a glaciación, li.n.r
ña no.18
trece mil años m ás o m enos, e n diversos lugares del planeta la pn -
A un nivel elem ental, esos granjeros neolíticos se enfrentaban al
sión dem o g ráfica a u m e n tó de tal m o d o q u e la caza, la pesca y la ;;
. mismo p ro b le m a q u e sus ancestros paleolíticos y, p a ra el caso, al
recolección d e ja ro n de ser suficientes p a ra a lim en tar a la pobla­
mismo q u e a h o ra n u e stra civilización tien e q u e resolver. Yo lo
ción. E ntonces surgió el N eolítico, la revolución agrícola. El
Hamo problem a de ecosupervivencia: puesto que los humanos necesita­
sim ultáneo a la agricultura no fue u n accidente y, al parecer, tira-
mosproductos del entorno para sobrevivir, ¿cómo podemos satisfacer nues­
poco fue la invención de u n solo pueblo que luego otros imita1'-11'1
tras necesidades sin destruir el entorno y 'precipitar nuestra propia extin­
La agricultura surgió en tantos y tan distantes lugares que la cn¡va
292 Las fronteras de la ciencia

ción ?E n otras palabras, ¿cómo p u ed e proseguir la selección huma­


na sin que seleccionem os nuestra pro p ia destrucción?

El trueque

recolección y el ritmo del cambio medioambiental se aceleró. También están indicados los
U no de los in co n v en ien tes de d e sm o n ta r el m ito del pueblo
p e rfe c to es q u e la alternativa p a re c e im plicar q u e la civilización

primeros centros de producción de alimentos. (Adaptado de Roberts, 1989, p. 121.)


su p o n e u n pro g reso universal en la evolución cultural. Si ellos no
e ra n el pueblo perfecto, entonces debem os serlo nosotros. Pero m.
tien e p o r q u é ser n ecesariam en te así. U n o de los m isterios qut;
todavía tienen que resolver arqueólogos e historiadores del entor­
n o es p o r q u é n u estro s ancestros p a saro n de la caza y la recolec­
ción a la agricultura. En la década de 1960, científicos com o Jacob
Bronow ski c o n sid e rab a n q u e en ese m o m e n to se dio el primer
gran paso en el «ascenso del hom bre»19. En realidad, si nos remiti­
m os únicam ente a la salud y longevidad, los habitantes del Paleolí-
tico eran más altos y de constitución más fuerte, estaban m ejor ali­
m en tad o s, vivían m ás y ten ía n m ás tiem po lib re q u e cualqnú i
h u m a n o q u e haya vivido e n el p e río d o c o m p re n d id o entre lian-
trece m il años y com ienzos del siglo x x . H ace trece m il añ< s. [i
h o m b res ten ía n u n a estatu ra m ed ia d e 1,75 m y las mujeres <w
1,65. H ace seis mil años, la estatura m edia había descendido eiptri -
tac u larm en te y los h o m b res m ed ía n u n a m ed ia de 1,57 m \ bs
m ujeres 1,52. H asta el siglo x x no volvió el ser h u m an o a acoiraw
a la estatura de aquellos tiem pos rem otos, y lo cierto es que tnrhub_
no la h a alcanzado.20 Los estudios de las sociedades de cazaduv-
recolectores m odernas dem uestran tam bién q u e tienen mas tiem­
po libre que los granjeros neolíticos (o que n in g ú n gran jen ><>cam­
p e sin o hasta la R evolución in d u strial). Los bosquim ano- <L:
Kalahari, p o r ejem plo, dedican en tre doce y diecinueve horas a h
sem ana a recoger alim ento y a producirlo, con u n consumo ¿iimm
m edio de 2.140 calorías y 93 gram os de proteínas, que es su pn i>«r
la dieta diaria reco m en d ad a p o r el D epartam ento de A lira e n ri||
y M edicam entos de Estados U nidos.21
Así pues, si la caza, la pesca y la recolección e ra n tan estupg
das, ¿por qué em pezaron los hum anos a cultivar la tierra? ReqjüJ.
294 Las fronteras de la ciencia El mito del pueblo perfecto 2S5

m ás horas de trabajo, p ro d u c e d e p e n d e n c ia de u n a zona más que se p o d ía h a c e r p a ra sobrevivir. Y hoy nos en frentam os a la


p e q u e ñ a d o n d e se e n c u en tra u n sum inistro de alim entos más fía- misma situación.
ble y conduce a poblaciones m ucho m ayores e n las que las enfer­
m edades se e x tie n d e n m ás rá p id a m e n te .22 P ara em pezar, en Ecocidio
m uchas partes del m u n d o la Revolución neolítica fue en realidad La historia del m edioam biente es el estudio de los efectos de las
u n a evolución. Según E sther Boserup, «al parecer, la antigua Meso- grandes fuerzas natu rales y de sucesos ecológicos c o n tin g en tes
potam ia tardó m ás de cuatro mil años e n pasar de la primitiva pro­ sobre la historia hum ana, de la form a en que las acciones del hom ­
d u cció n de alim entos a la a g ricu ltu ra intensiva y de regadío, y bre h a n a lte ra d o el e n to rn o y de cóm o in te ra c tú a n am bas fu er­
E u ro p a tard ó todavía m ás e n pasar de la in tro d u c ció n del barbe­ zas.27 No es u n a historia de clarines y trom petas -g u erras y política,
cho al com ienzo del cultivo anual, q u e n o se p ro d u jo hasta hace reyes y generales-, de las causas próximas de la historia, sino el estu­
pocos siglos»23. A un así, en el largo p eríodo histórico de los últim o dio de las corrientes y m areas donde flotamos, com o pecios, sobre
cien m il años algo ocu rrió a principios del N eolítico que merece el m ar del cam bio histórico, el relato de las causas últimas de la his­
u n a explicación. toria (véase la Figura 30).
El arqueólogo R ent Flannery concluye a p artir de sus excavacio­ La reconstrucción de la historia del en to rn o del hom bre revela
nes en u n a aldea d e M esopotam ia de diez mil años de antigüedad que el ascenso y la caída de las civilizaciones, que antes se atribuían
que los hum anos inventaron la agricultura no para m ejorar la dieta 1■ . ti «grandes hom bres» o a «luchas de clases», fueron más a m enudo
la estabilidad de sus fuentes de alimentación (algo que en realidad no el producto de la explotación o destrucción del h á b ita t h u m an o .
sucedió), sino para increm entar la producción del entorno d e b id . .< En cada u n o de los cuatro ejem plos geográficos q u e a c o n tin u a ­
la necesidad de alim entar a poblaciones más numerosas. Los peque­ ción voy a e x p o n e r encontram os u n a form a de suicidio ecológico
ños núcleos de población habían crecido y el ecosistema en que esta­ -.i ecocidio- e n que no se supo resolver el Problem a de Ecosupervi-
b an integrados ya no tenía capacidad p ara alim entarlos, así qiu - se vrncia: los hum anos fueron incapaces de satisfacer las necesidades
hizo necesario cultivar la tierra a fin de producir las caloría', sufiiv;-.- demográficas sin d e stru ir el e n to rn o y fu ero n , p o r tanto, los res­
tes para la supervivencia.24 E n su libro La crisis alimentaria d: la jm fcy ponsables de su p ro p ia extinción. Las cuatro situaciones no sólo
tenia: la superpoblación y los orígenes de la agiicaliura, M ark Cohén sí demuestran q u e el m ito del p u e b lo p e rfe c to no se c o rre sp o n d e
ne que en aquel m o m en to el planeta había alcanzado mi límite d- con la realidad, sino que tam bién son u n indicio de lo que po d ría
población según la capacidad de producción de la tecnología pale­ aguardamos si n o atajam os el crecim iento de la po b lació n m u n ­
olítica.25 Pero se p u ed e decir esto m ism o con distintas palabra*: t i dial y si no encontram os u n a solución a la selección hum ana.
pu eb lo p erfecto su p e rp o b ló y explotó su e n to rn o hasta el pni¡'" /. Nueva Zelanda. No hay .pueblo que p u e d a e n c a m a r m ejor el
de verse obligado a re c u rrir a la tecnología p a ra salvarse. O mito del p u e b lo p e rfe c to q u e el polinesio, al m enos tal com o lo
Alfred Crosby ha expresado con tanto acierto: «No p o r primera uv hemos visto en el cine, en u n E dén de veranos in term in ab les y
en la historia de la especie, el homo sapiens se vio en la tesitura t Ir *<•: ¡mor eterno. Los h isto riadores, sin em bargo, p in ta n un retrato
célibe o astuto. Com o e ra de esperar, la especie optó por lo segun­ muy distinto. C uando, los europeos llegaron a Nueva Z elanda en
do»26. L a evolución neolítica fue, sencillam ente, la respuesta (le b '■l: siglo x ix , el ú n ico m am ífero nativo e ra el m urciélago. P ero
selección h u m a n a a u n p ro b le m a de ecosupervivencia. Qllt l’! encontraron huesos y cáscaras de huevo de las grandes aves m oa,
tru e q u e m ereciese la p e n a o no resulta irrelevante. Era lo rntr-.r ' 4 extinguidas. P o r las plum as y los esqueletos q u e a ú n q u e d a n
296 Las fronteras de ía ciencia I
El mito dei pueblo perfecto 297
I|
sabem os que las aves m oa eran parecidas a los avestruces y se divi- . íí •
recién llegados, ni siquiera a los hum anos. Da la im presión de que
dían en u n a decena de especies distintas: tenían com o m ínim o un
las aves m oa fu e ro n p a ra los m aoríes lo q u e los búfalos p a ra los
m etro d e a ltu ra y veinte kilos de peso p e ro p o d ía n alcanzar tres
cazadores arm ados am ericanos: blancos fáciles. El pueblo perfecto
m etros y p e sar m ás de doscientos kilos. Se conservan algunas
de los m aoríes exterm inó, pues, u n o de sus mayores recursos.
m ollejas de aves m o a q u e c o n tie n en p o le n y hojas de docenas de
2. L a América nativa. C uando hace unos veinte mil años (las esti­
especies vegetales, lo cual nos d a u n a p ista de cuál e ra el medio
m aciones varían co n sid erab lem en te) u n o s h u m an o s anatóm ica­
am biente de N ueva Zelanda. P o r si esto fu era poco, las excavacio­
m ente m o d ern o s cruzaron el estrecho de B ering desde Asia p ara
nes arqueológicas realizadas en la Polinesia revelan que el ecoddir.
introducirse en Am érica, e n c o n traro n u n a tierra llena de grandes
había em pezado antes de la llegada del m aldito h om bre blanco.-'
m am íferos: m am uts y m astodontes, osos perezosos de hasta tres
Se cree q u e las aves m oa evolucionaron hasta p e rd e r la capaci­
toneladas, gliptodontes (bestia parecida al arm adillo) de u n a tone-
d ad de volar gracias a u n e n to rn o en el que, d u ran te millones de
leda, castores com o osos de grandes y carnosos felinos de afilados
años, n o existieron predadores. Su súbita extinción en el m omen­
dientes, p o r n o m en cio n ar a leones, guepardos, camellos, caballos
to en que llegaron los prim eros polinesios -lo s maoríes-- nos ofrece:
v otros g randes m am íferos nativos de A m érica. Y a h o ra , todos se
ciertos indicios. A u n q u e m uchos biólogos h a n sugerido queda i
) han extinguido, ¿por qué?
causa de la extinción fue u n cam bio e n el clim a o que la caza por
I: C. A. R eed h a sugerido que esas especies fu ero n incapaces de
parte de los m aoríes fue la gota que colm ó el vaso en un entorno
í adaptarse al período de rápido cambio climático de finales de la últi-
que ya experim entaba u n cambio drástico, ja r e d D iam ond da en .*]
[ ma glaciación.31 Pero la tem p eratu ra del p laneta ascendía, no des­
clavo cuando nos revela que la extinción se produjo en u n perínd,
cendía, lo cual significa que, a m edida que los glaciares retrocedían,
e n que Nueva Zelanda disfrutaba del m ejo r clim a de su histori;:.-
había m ás nichos q u e lle n a r y no m enos; adem ás, los procesos de
H a b ría sido m u ch o m ás lógico p e n sa r com o d e to n a n te la e\iIli­
extinción de especies com parables,que se produjeron al térm ino de
ción en la glaciación preced en te. P o r otro lado, los huesos di: .r.r
■iridaciones previas n o h a b ía n alcanzado esas dim ensiones. Paul
de los yacim ientos m aoríes q u e h a n sido datados co n carbón■>i i
dartin y Richard Klein h an apuntado a los enorm es yacimientos de
in d ican q u e todas las especies d e aves m o a ab u n d ab an todini.:
matanza» d o n d e e n tre u n n ú m ero ingente de huesos se han
cuando d esem b arcaro n los m aoríes a lre d e d o r del año 1000 ti. C.
(iicontrado puntas de lanza clavadas en la caja torácica de m am uts,
En el añ o 1200 d. C., es decir, seis siglos antes de la llegada tic ln-
bisontes, m astodontes, tapires, camellos, caballos, osos y otros ani­
europeos, n o quedaba ninguna. ¿Qué pasó?
males, restos, evidentem ente, de múltiples espedes que los hum anos
Los arqueólogos h a n descubierto yacim ientos m aoríes o n un
habían cazado hasta hacerlas desaparecer.32 Com o eran m am íferos
n ú m ero de en tre cien mil y quinientos mil esqueletos de aves miu
pe se habían adaptado tan bien al calor como al frío, es im probable
u n a cifra diez veces su p e rio r a la de anim ales de esa especie
1pe el clima fuera la causa de su extindón. Con u n juicio muy equili­
en un m om ento determ inado. En otras palabras, los maoríes nuu-
brado, G, S. Krantz sostiene que el clima y la caza pud iero n interve­
ron aves m oa a lo largo de varias generaciones hasta que acalwrní;
nir conjuntam ente e n la extinción com pleta de m uchas especies y
con todas.30 ¿Cóm o c o n sig u ie ro n h acerlo c o n tanta facilidad.'
aplica que los cazadores h u m an o s tam bién p u d ie ro n o c u p a r el
C om o D arw in y los h am b rien to s m arin ero s q u e pasaron p»»r
!»rho dejado p o r los carnívoros que m ataban, y e n el proceso ame-
G alápagos d escu b riero n , los anim ales q u e evolucionan en ¡a-
•rpnban el nicho de herbívoros como el ahora extinto oso perezoso
e n to rn o sin grandes pred ad o res n o suelen tem er a los predatii.xcs
' monte Shasta de Estados Unidos.33 De u n m odo u otro -d e b id o
El mito del pueblo perfecto 299
298 Las fronteras de la ciencia

ú n icam en te a la caza o tam bién con la intervención d e l,


pueblo perfecto nativo am ericano fue la causa última: ■7"'
de estos astutos cazadores es muy probable que la extino-v- ^7 ^
de algunas especies nunca se hubiera producido.
Los arqueólogos están descubriendo tam bién que li..* ¡
am ericanos no fu ero n m enos destructivos con sus recun. i,',. ^
eos. C uando los varones europeos blancos llegaron al !'
A m érica e n c o n tra ro n gigantescas viviendas de varias p;-.: , /
llam ados «pueblos», en m itad de desiertos deshabitúen,.,. (
m uchos viajeros, cuando visité p o r prim era vez esos «piu-ó],
A rizona, C olorado y N uevo M éxico, no p u d e dejar de p!V'„;;;>f 1;.
m e cóm o se las hab ían arreglado los anasazi (térm ino luuai,,
significa «los antiguos») p ara sobrevivir en tan deso lad a ¡
Pueblo Bonito, en el cañón del Chaco, Nuevo México (Fi« i;r.- ^ .
es u n o de los ejem plos más im presionantes. En él se puede i
trar un entram ado de viviendas en form a de «D» que j.ií-::í-n.
te tenía cinco plantas de altura, 220 m etros de largo, 10:1 nn-un,
a n c h o y c o n ta b a con n o m enos de 650 habitáculos dondi’ ■¡’ ; ...
m illares de perso n as e n m edio de u n desierto seco, liritii-
árboles. ¿De q u é vivía aquella ge nte en sem ejante lugar?
La co n stru ccio n es d e Pueblo B onito em pezaron a i-ilnV.;:-.,-
hacia el añ o 900 de n u e stra era, p e ro su ocupación sv ¡u. -i- v,-
figura 28. Pueblo Bonito, en el cañón del Chaco, en Nuevo México, es una mues-
apenas doscientos años. ¿Por qué? Los b ie n in te n c io n a d a
■„i 'le la magnífica y monumental arquitectura de los anasazi, «los antiguos», de
afirm an q u e p o rq u e u n a sequía expulsó a los anasa/i. 1W . '..¡¡¡erica del Norte. Hoy, estos vestigios urbanos se erigen en medio de un desier-
M u ench concluye d ram á tic am e n te su o b ra asegurando qm- L- -eco y árido. ¿Qué les pasó a «los antiguos»? AI parecer cometieron un ecoci-
anasazi «eran u n p u e b lo q u e h u í a - n o sabem os exactamente ■>> ::■>vfueron incapaces de resolver su problema dé ecosupervivencia.

q u é -y que aban d o n ó aquellas tierras com o los gitanos, con i v>.;-


posesiones sobre sus* espaldas y u n a heren cia cultural de un ¡:n!ix
de años e n la cabeza»34. Hoy, sin em bargo, tenem os ya una t<im­
precisa del motivo de su huida: de u n ecocicüo impulsado pn¡ ein -
mismos. Los arqueólogos calculan que los anasazi n e c e sita n ’e m,¡>
de doscientas mil vigas de m adera de más de cinco metros pan
ten e r los tejados de las viviendas de Pueblo Bonito. Los palo «N -
nicos Ju lio B eta n co u rt y T hom as Van D evender, a partir uc !<■'
depósitos fecales del cañón del Chaco, identificaron la ituina «ir
300 Las fronteras de la ciencia El mito del pueblo perfecto 301

región antes, du ran te y después de la ocupación anas azi .35 p r. ¿ r.


ción con carbono 14 de p o len y restos de plantas revela que cL -
do los anasazi lleg aro n al c a ñ ó n del C haco existía allí u n
bosque de e n e b ro s y, cerca, u n bosque de pinos ponderosa. r-\-
explica de d ó n d e salió la m adera p ara edificar la ciudad. A na-(;V
que la p o b lac ió n iba creciendo, los anasazi iban deforesta.nrio
zona y destruyendo el entorno, con lo que diero n origen -ú ri,
to q u e hoy conocem os. D espués de a cab ar con su entorm . p
próxim o, construyeron u n a extensa re d de cam inos para .
zonas boscosas m ás lejanas. H asta que n o q u e d a ro n más úrb.
q u e c o rta r A dem ás, construyeron elab o rad o s sistemas de ii rriv
ción p a ra canalizar el agua h acia el fo n d o de los valles. per-> h
deforestación erosionó tanto el terreno que el nivel freático quc-ir
p o r debajo del nivel de los cam pos de cultivo, de m odo que la nu­
gación se hizo im posible. Entonces llegó la sequía, los anasa/i Ar­
ro n incapaces d e h a c e r fre n te a sus efectos y su civilizan-ir, v
d errum bó. El ecocidio fríe la consecuencia directa de su i ra. a-tl
la hora de resolver su problem a de ecosupervivencia.
3. M achuPicchu. Lo más cerca que he estado en mi vida di a
u n a ex p erien cia m ística fríe en el viaje q u e en, 1986 hipe a \ A, ,;i.
Picchu, la llam ada «ciudad p erd id a de los incas» de los Ai xa -
la región central de Perú. Está situada a tres mil m etros de .ib
en un estrecho valle encajonado en tre dos picos, a ochem a fifi mu-
tros al n o rd este de Cuzco, q u e es, a c u a tro m il m etros, la mu huí
más alta del m undo. En llegar de la segunda a la prim era se lanl.u;
cuatro horas y m edia en tren (o varios días a pie) y luego k u ■.fe-
subir p o r u n sinuoso cam ino de fierra hasta u n a pequeña un --v:
que cuelga del bo rd e de u n acantilado. Las nubes se acumulan n: l-'igura 29. Machu Picchu, la «ciudad perdida» de ios incas. ¿Qué Ies ocurrió a los
to m o a las cum bres cercanas y, c u an d o el an o c h ec e r desum»:.- i'iiis de mil habitantes de esta remota ciudad de los Andes? Nadie lo sabe. Es uno
sobre las inhóspitas m inas y surge la niebla, casi es posible st.-iu:¡ h ■le los grandes misterios de la historia. Es posible que la población superase la
*apandad de sustento de tan reducido ecosistema y los incas, incapaces de resol-
presencia de las personas q u e e n otro tiem po labraron su \ ifia n.
problema de ecosupervivencia, se vieran obligados a abandonarla. Adviér-
ese m agnífico p ero du ro entorno. >-nse las extraordinarias limitaciones de las terrazas de cultivo que se acumulan
(La experiencia fue más intensa aú n p o rq u e el grupo ten ■»>':‘¡ <n los abruptos riscos que rodean la ciudad. (Adviértanse también los fieles de la
'«eva Era que, vestidos de blanco y entonando man tras, celebran la «convergen-
S endero L um inoso h a b ía organizado e n aquellos días un A :
!:1armónica» de las energías de la Tierra que, según ellos, se producía ese día.)
m otín carcelario p ara liberar a los camaradas presos. El coiiíli-1>'
302 Las fronteras de la ciencia SI mito dei pueblo perfecto 303

saldó con u n a gran cantidad de muertos. El com andante de ir-., n0 p r ° te4nas*Los incas, p o r tanto, d ep en d ían sobre todo de
tares peruanos convenció a los terroristas de que se rindieran \ ¡¡. ' trricultura, p ero n o cultivaban trigo ni otros cereales, ni olivos,
m ató a m ás de cincuenta. Sendero Lum inoso reaccionó voland,*: o vides, y apenas unas pocas verduras. El m aíz y las patatas
tren que iba a M achu Picchu u n día después de que yo lo huh;—* '■rail su M ente principal de calorías, y probablem ente el principal
tom ado. El ejército patrulló p o r Cuzco y rodeó el aeropuerto. y .,/ Ailtivo de las terrazas.37 C uriosam ente, de los 173 esqueletos
que so b o rn a r a u n funcionario p a ra que perm itiera subir a! .r. i, ..centrados en la ciudad, 150 son de m ujer (otras M entes afirm an
para el que ya tenía billete. A esta experiencia se sumó que _ ,lje son 135 esqueletos e n total y 102 de m ujer) .38 E n todo caso,
res de la Nueva Era creían que aquel verano se produciría un-i ^ p e n d ie n te m e n te del n ú m ero exacto, es m uy im probable que
vergencia armónica» y, p o r tanto, se ju n ta ro n en M achu Puvh¡, 6 pobladores de M achu Picchu M eran víctimas de u n a g u e rra a
m aró n círculos y can taro n m an tras. Yo descubrí con gran pc>u¡. ¡. losa de las defensas orográficas. Los españoles no tuvieron noti-
demasiado tarde que no tenía reserva en el agradable Machu Pi,v¡v ::1(le la ciudad y el arqueólogo Paul Fejos cree que no era necesa-
Hotel, situado en la cima de las m ontaña, sino en el corrugad, |;i ,ÍP. .a defensa alguna, puesto q u e es m uy probable que se tra tara de
M achu Picchu, con tejado de alum inio, ju n to al río Urubncih;-. i(Wciudad sagrada y no de un enclave militar.39
lado de la estación. Mi m ujer y yo Mimos rescatados p o ru ñ a Según j . H em m ing, M achu Picchu no fue u n últim o reM gio,
de escuela con retinitis pigm entosa que nos ofreció una cania n -Vl .■no-nna ciudad antigua que floreció en el m o m en to cu m b re del
casa a cam bio de la ayudáramos a llegar a la cima del abrup¡, ?\ :;¡perio inca.40 Si es así, a u n q u e éste es u n ex trem o q u e suscita
cionero pico H uayna Picchu, situado ju n to a M achu Picchu. rU ^ii i:; .-¡n polémica, ¿qué les ocurrió a sus habitantes? A la luz de lo que
cual hicimos la fotografía de la Figura 25.) fietníw visto q u e ocu rrió en to d o el p laneta y p articu larm en te en
N o es de e x tra ñ ar que H iram Bingham , arqueólogo d< L i V;. .jijares con recursos agrícolas y anim ales limitados, parece razóna­
versidad deYale, tardara tanto en localizar las ruinas en H)i i. P-.. le considerar la posibilidad de que las extraordinarias lim itado-
décadas in te n ta n d o d e te rm in a r si se tratab a de la fam .¿s de la ciudad p ara ofrecer sustento se vieron superadas p o r las
cindadela d o n d e se refugiaron los jefes incas en el siglo w ; aciones dem ográficas y del e n to rn o y que la población se viera
b a m b a -y , co n la oposición de u n b u e n n ú m e ro de arqui.-i ijn^.», Vihiigada a abandonarla.
llegó a la conclusión de que e n efecto lo era. Al parecer, sin m;M i­ ...4. Isla de Pascua. En 1722 el navegante h o lan d és Jak o b ’Rogge-
go, no lo es. E ntonces ¿qué era M achu Picchu y qué les <>■i:nri ■smllegó a la tierra más aislada del planeta, u n a isla situada a casi
las personas que allí vivían? ■riatro mil kilóm etros de Chile, a seis mil quinientos kilóm etros al
Lo que H iram Bingham descubrió fue u n a ciudad de m n - v-.u- iU.vdc Nueva Zelanda y a dos mil de la isla m ás cercana (Pitcairn,
m etros cuadrados con u n tem plo, u n a ciudadela, unas cien i irt<- ñu-solado islote d o n d e se reM giaron los'm arinos am otinados de
das y terrazas de cultivo unidas p o r más de tres mil escalone* ^ -'• '. Ihuniy). Al p o n e r pie en tierra el dom ingo de Pascua del citado
elaborado sistema de riego excavado en el granito para lo qne iü -i (de ahí el nom bre del lugar), Roggeveen encontró cientos de
im presión de ser u n a form a de a g ricu ltu ra extraordinaria iiu-nr* jíanias de hasta 85 toneladas de peso y hasta doce m etros de altu-
lim itada.36 Los incas no tenían anim ales: n i caballos, m trinn-. x Ai parecer, esas estatuas habían sido talladas en canteras de pie-
gallinas, ni ovejas, y la mayoría de la carne que com ían pm'.en:;;i!i ■p. volcánica, transportadas a lo largo de varios kilóm etros y colo-
anim ales de p e q u e ñ o tam año com o cobayas, conejos y paloma'. ■l<Ls en su posición erecta sin ayuda de m etal, ruedas o animales.
Las llam as e ra n sobre todo bestias de carga y suministraban ■ariosamente, m uchas se hallaban todavía inacabadas e n el lugar
304 Las fronteras de la ciencia El mito del pueblo perfecto 305

d o n d e las tallaban: p are c e com o si los can tero s hubieran * , ¿jetados a ese punto, la clase guerrera se hizo con el poder, empezó
corriendo en m itad de su trabajo, rtí , ¿brícar puntas de lanza en grandes cantidades y la basura empezó
¿Cómo y p o r qué tallaron y em plazaron los antiguos polines ,s i. - proliferar. Los isleños derrotados fueron esclavizados o masacrados
estatuas y, lo que es m ás im p o rtan te, q u é fue de ellos? Loá ¡q .. ¿prunos incluso devorados. A falta de troncos y sogas no tenía sentí-
actuales explicaron a T h o r H eyerdahl que sus ancestros •a ^ a r m ás estatuas n i term in a r las que estaban em pezadas. El
transportado con troncos las estatuas y utilizado palancas pam en.,;" ■alto estatuario perdió su atractivo, los clanes derribaron las estatuas
las.41 La reconstrucción de la historia de los antiguos habitante-, r.'. \i;i :e jus rivales y la población descendió brutalm ente, al p unto de que
isla de Pascua a p a rtir de restos botánicos y arqueológico*: -x';¡v . ¿ t 1/22 la isla sólo tenía u n p u ñado de habitantes.44
indicar que allá p o r el año 400 de nuestra era, es decir, poco ant^ tif. La lección es evidente y especialm ente pertu rb ad o ra si tenem os
la caída de Rom a, unos polinesios llegados del oeste descubriera; ca cuenta que en u n a isla de 16 p o r 18 p o r 21 kilómetros era imposi­
u n a isla cubierta d e u n denso bosque de palm eras que p au tan ^ ble que los nativos no fueran conscientes de que, con la destrucción
sistem áticam ente p ro ce d iero n a talar con el fin de adecuar h ,je fas últimas, las palm eras desaparecerían para siempre. Los nativos
para el cultivo y tam bién para hacer canoas con los troncos y aprove­ reñían que saber q u e talar esos últim os árboles significaba acabar
char éstos para transportar las estatuas desde la cantera hasta su , |,:v ron su recurso más im portante, pero no hicieron nada para evitarlo.
tino definitivo. -2 E ntre los años 1100 y 1650 de nuestra era, la polu­ Los isleños de Pascua no eran el pueblo perfecto, pero tam poco
ción llegó a ser d e siete m il habitantes, que vivían en los eran peores q u e los m alditos varones blancos. Da la im presión de
doscientos c in cu en ta M ióme tros cuadrados de la isla. Los islniu. fine lo que sucedió en Pascua es u n problem a muy hum ano. ¿Fue la
habían llegado a tallar más de u n millar de estatuas, 324 de las emir* l-Ia-.de Pascua un microcosmos de la isla de la Tierra?
habían pod id o tra n sp o rta r y em plazar en su sitio. Cuando
veen desem barcó en Pascua, los bosques estaban arrasados y m:. ¡i Lt-- ;Oué vamos a hacer?
daba u n solo árbol e n pie. ¿Qué había ocurrido? En los sistemas físicos, biológicos y hum anos, el cam bio es inevi­
En su libro, q u e tenía el provocativo título de EasterIslam!. table, y la h isto ria lo d o c u m e n ta. Los seres h u m an o s llevam os
Island [Isla de Pascua, isla de la Tierra], el arqueólogo Paul Balín v d millones de años m odificando n u estro e n to rn o . La p rim e ra talla
ecologista J o h n Flenley concluyen que los isleños cometieron m; de un utensilio de piedra o u n a lanza de m adera fue el p rim er paso
ecocidio. «En nuestra opinión, la isla de Pascua es un microeoMTscv al cambio ecológico p o r selección h u m an a. Vivir de la caza, la
que ofrece u n m odelo de lo ocurrido en el conjunto del planeta. : í; pesca y la reco lecció n c u an d o la po b lació n a u m e n ta b a n o hacía
La deforestación inicial condujo a u n aum ento de población. [kt>- ■: sino in c re m e n ta r la p resió n sobre el e n to rn o y la alte ra c ió n de
éste causó u n a erosión masiva que em pobreció las cosechas. Es puni­ éste. A lo largo de decenas de m illones de años, los hum anos h a n
ble que los hum anos y las ratas (introducidas inicialm ente conu ¡;¡lí­ sido responsables de la extinción de u n gran núm ero de especies y
m enlo) com ieran los frutos de las palmeras, lo cual impidió !a r e y la civilización ha acelerado más aún el ritmo del cambio. En los úiti-
neración de los bosques. Sin palm eras y sin frutos, las ratas asaltaron : mos diez mil años, pueblos de todas las razas y lugares h a n m odifi­
los nidos m ientras los hum anos se alim entaban tanto de los hui'u»» cado su m edio am biente de form a significativa.
com o de las aves. La falta d e troncos p ara construir embarcación o Los hum anos h a n conseguido cam biar su en to rn o con propósi­
se tradujo e n u n a dism inución de la pesca, y de ahí, ju n to con b. tos productivos q u e h a n c o n d u c id o a u n m ayor nivel de vida y a .
escasez de terreno, el ham bre, las luchas intestinas y el canibalismo- ; una form a de vivir más rica y diversa. Tam bién lo hem os cam biado
306 Las fronteras de la ciencia El mito del pueblo perfecto 307

con el afán de destruir, lo cual h a propiciado la extinción no „-¡


de especies com pletas, sino de pueblos enteros. No se puede "
n e r el cam bio sin d e te n e r la historia, p o rq u e el cambio es la
Y, com o h a n d e m o stra d o las teorías del caos y la compleja-,
^ u sa sü u im a s i§ |l|£ E il€ iA L £ 5
pequeños cam bios en u n p rim er m om ento de la secuencia
ca p u e d e n im p u lsar cam bibs en o rm es al cabo d e los siglos. De
0
acum ulación de contingencias peculiares surgen n e c e s id a d ^ - ,.
hacen que el cam bio sea irreversible45. En cuanto se excava el t
del cambio, resulta casi imposible saltarse el talud p ara saltar a rfrn
canal. La cuestión es: ¿qué tipo de cam bio resultará de las acciones
hum anas? ¿En qué dirección se producirá? (Véase la Figura 3o.-
En cuanto a nuestro futuro, es m uy difícil legislar el cambio hb
tónico a causa de la im posibilidad de d eterm in ar las acciones It.-^s.
lativas. ¿Qué cam bio perm itim os y cuál prohibim os? Teniendo er.
cu e n ta q u e todos ios actos del h o m b re m odifican el entorno. o:i
cuanto em pezam os a p ro h ib ir los cambios, ¿dónde parar? Eviden­
tem ente, la m ayoría n o deseam os que la h u m an id ad regrese a
tiem pos de la caza, la pesca y la recolección, y adem ás niu-nr-,
e n to rn o n o p o d ría o frecer sustento a la población en esas comí-,
dones. Somos anim ales, es cierto, pero somos anim ales quepñ-ns,:!'.
Todo artilugio de la tecnología m odifica el e n to rn o , desde it ¡s te­
les de piedra a las centrales nucleares. En cuanto nos lanzanii * ¡mi
la p e n d ie n te de los cam bios tecnológicos, no hay vuelta at ras. Si::
em bargo, podem os avanzar con un nuevo rum bo.
U na solución a los problem as m edioam bientales sería recurrir
más a la ciencia y la tecnología y aplicarlas a resolver las dificultado
creadas p o r ciencias y tecnologías más antiguas. Dadas mis indi ra­
ciones liberales, m e resisto a apoyar la intervención de los gobirr- figiira 30. Veintidós mil años de cambios en el medio ambiente. El tiempo corre
nos. El m ercado libre h a sido causa de m uchos desaguisados, pern ■!carriba abajo; se destacan dos grandes saltos: el Neolítico y la Era Común. Las
.-Iteraciones medioambientales a raíz del clima forman parte de la historia del
tam bién p u ed e ofrecer soluciones, bastaría con que se le permitir­ '««lio ambiente y constituyen la causa más profunda del cambio. Las modifíca-
se actuar de u n a form a v erdaderam ente libre. Sin embargo, ifcuLi oíines inducidas por el hombre forman parte de la historia del medio ambiente y
mi form ación histórica y científica, m e tem o q u e u n mercado libre ■'éla historia humana. Ésta, en un bucle de retroaiimentación con las transfor-
.«naciones culturales, es la causa superficial del cambio. (Adaptado de Roberts,
y sin restricciones p o d ría desem bocar en u n ecocidio plañe mu v :m P.íes.)
en u n a isla de Pascua a gran escala. Es posible que confiar plena­
m ente en el m ercado libre sea dem asiado arriesgado.
mm:

308 Las fronteras de la ciencia

¿Correm os el riesgo de im itar a nuestros ancestros y su inc&p-


d ad para resolver su ecosupervivencia? Existen pruebas fehaciép- ■
de que la superpoblación, la polución, el calentam iento glcb?i x
agujero de la capa de ozono, la contam inación quím ica y much,
m ás factores am en azan n u e stra supervivencia. P ero también hv .
pruebas de sobra de que podem os ad ap tarn o s y resolver nue*:n ■
dificultades. Todavía n o estam os c o n d e n ad o s irrem isiblerr.tra­
p e ro tenem os que estar prevenidos. Si hay que legislar el camh¡.,
hay que basarse en los conocim ientos científicos más completu< <\-
que dispongam os. Pero en el terreno de la ecología, que es la mis
política de todas las disciplinas científicas, la política lo ha contami­
nado todo. Necesitam os más datos. Y es m uy posible que un autén­
tico «buen uso» d e los fondos estatales sería destinarlos a ur¡;,
m ejor ciencia del m edioam biente, p a ra p o d e r determ inar con un
elevado nivel de fiabilidad qué, d ó n d e y cuándo es necesario I^jv
lar. ¿Nos va a ocurrir com o alo s últim os habitantes de la isla de l i ­
cúa? ¿Nos vamos a q u e d a r m irando la últim a palm era de la Tii-na
lim itándonos a decir: «Vamos a cortar esa m aldita cosa, a la mierda,
con el futuro»? ¿O vamos a a p ren d er las lecciones de la historia v a
en co n trar u n a solución a nuestro propio problem a de ecos upe re­
venda? E ntre nosotros y aquellos que n o p u d iero n encontrar m ;,;
solución hay u n a diferencia: nosotros som os los prim eros t-n m:¡
conscientes d e las consecuencias de n u estro s actos y esianim
tiem po de h acer algo p ara cambiarlas. La preg u n ta es: ¿qué vnmi¡'
a hacer?

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