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Actitudes

Psicología Social

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Actitudes
Las actitudes son parte fundamental de la psicología humana. Las personas
no son indiferentes a aquello que ocurre en el mundo, toman posición frente
a todo lo sucedido a su alrededor, adhieren o rechazan ideas, conductas e
individuos, simpatizan con un equipo de futbol, se afilian a un partido
político con el que comparten ideales, etcétera.

Figura 1: El fanatismo religioso, el racismo y el sexismo son actitudes de


intensidad extrema

Fuente: [Imagen sin título sobre sexismo]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/x15jRY

Cuando se habla de actitudes se hace referencia al grado positivo o negativo


con el que se juzga a una persona, un objeto, una situación, etcétera,
Morales Domínguez, Moya, Gaviria y Cuadrado (2007) definen a las
actitudes como “evaluaciones globales y relativamente estables que las
personas hacen sobre otras personas, ideas o cosas que, técnicamente,
reciben la denominación de objetos de actitud” (p. 459).

Un objeto de actitud puede ser algo concreto (por ejemplo, las armas de
fuego, los autos de carrera, etc.), algo abstracto (por ejemplo, la igualdad de
género, la política, etc.), ideas y opiniones (por ejemplo, la pena de muerte,
la tala de bosques, etc.), conductas (reciclado de desechos, consumo de
productos orgánicos, etc.), personas (el papa Francisco, el presidente de
Estados Unidos, etc.) o grupos (por ejemplo, los extranjeros, los políticos,
etc.).

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Las actitudes tienen tres componentes: cognitivo, afectivo y conductual. El
componente cognitivo hace referencia a pensamientos y creencias que se
posee respecto de un objeto de actitud, mientras que el componente
afectivo alude a los sentimientos y las emociones respecto de un objeto de
actitud y el componente conductual hace referencia a los comportamientos
o las intenciones de acción hacia el objeto de actitud o las experiencias en
comportamientos anteriores (Morales Domínguez et al., 2007).

Estos componentes no necesariamente deben coincidir entre sí ni deben


estar los tres siempre presentes. Por ejemplo, podemos creer que adquirir
productos biodegradables ayuda a la conservación del medioambiente
(cognitivo), pero ir al súper y comprar bolsas de nailon para cargar la
mercadería que compramos (conductual).

La magnitud de una actitud depende de la valencia y la intensidad de esta


(Gaviria Stewart, Cuadrado Guirado y López Sáez, 2010). La valencia puede
ser positiva, negativa o neutra y la intensidad hace referencia al grado o la
extremosidad de dicha valencia, qué tan positiva es la actitud hacia un
objeto o qué tan negativa es la actitud hacia un objeto. “Cuanto más intensa
es una actitud más persistente es en el tiempo, más resistente es al cambio
y más influye en la conducta” (Gaviria Stewart et al., 2010, p. 170).

Respecto de las funciones de las actitudes, Morales Domínguez et al. (2007)


destacan tres: organización del conocimiento, instrumental o utilitaria y
función de identidad y expresión de valores.

En primer lugar, la formación de actitudes permite organizar el


conocimiento y controlarlo. En la actualidad, el ser humano está expuesto a
diario a mucha información y muchos estímulos y esto provoca la necesidad
de organizar, clasificar y dar coherencia a toda esa información. La formación
de actitudes permite organizar y clasificar toda la información disponible en
términos de positivo y negativo. Frente a información nueva, es posible
clasificarla rápidamente y actuar en consecuencia o ignorarla
selectivamente. Esto permite sostener la sensación de que se controla
aquello que se recibe.

En segundo lugar, la formación de actitudes permite a las personas alcanzar


los objetivos propuestos, ya que se valora en términos positivos a aquellos
objetos o personas que permiten adquirir mayores y mejores recompensas
y en términos negativos, a aquellos que provocan castigos o minimizan las
posibilidades de obtener recompensas.

En tercer lugar, la formación de actitudes permite a las personas formar su


propia identidad y expresar sus valores. Cuando informamos sobre nuestras
actitudes personales hacia algo, hablamos, además, de nuestros valores.

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Esto permite que los demás puedan identificar quiénes somos y cuáles son
nuestros principios, además de formar y fortalecer nuestra identidad.
Consecuentemente, podemos identificarnos con grupos que comparten
nuestros intereses, valores, etcétera, y esto permite satisfacer la necesidad
de pertenencia que tienen los seres humanos.

Se puede considerar una cuarta función de la formación de actitudes para


los seres humanos, que es la defensa del yo (Gaviria Stewart et al., 2010).
Las actitudes pueden mantener y fortalecer la autoestima de las personas.
Cuando compartimos una valoración o una actitud determinada con un
grupo, satisfacemos la necesidad de pertenencia –como explicamos
anteriormente–y fortalecemos la autoestima de la persona. Las actitudes
xenófobas o discriminatorias permiten al individuo proyectar frustraciones
propias en grupos minoritarios. En este caso, se trata de un mecanismo de
defensa primitivo del ser humano.

Cambio de actitudes
El ser humano en interacción con otros individuos está vinculado con
procesos de influencia social. Cuando elegimos vestirnos de acuerdo con lo
que indica la moda, cuando pedimos ayuda a un compañero en el trabajo
para terminar una tarea, cuando reprendemos a nuestros hijos por alguna
travesura, cuando nos apetece comer una hamburguesa luego de ver un
comercial en la televisión, etcétera, son acciones de la vida cotidiana en las
que se ejerce una influencia social. A veces somos nosotros quienes
ejercemos influencia sobre otros y, en otros casos, somos objeto de la
influencia de otros. Los procesos de influencia permiten mantener o
modificar la estructura y los valores de una sociedad. Por eso, el estudio de
las actitudes y la influencia social son temas de gran importancia para la
psicología social.

Según Robert Cialdini (como se cita en Gaviria Stewartet al., 2010), existen
seis principios psicológicos básicos que podemos encontrar en los procesos
de influencia social: compromiso/coherencia, reciprocidad, validación
social, escasez, simpatía y autoridad:

 El principio de coherencia hace referencia a aquellas personas que


muestran una personalidad fuerte y estable y se muestran racionales. La
coherencia es una característica valorada socialmente, además de tener
un carácter funcional, ya que permite desarrollar eficazmente una línea
de acción para el logro de los objetivos de la persona.
 El principio de reciprocidad responde a un valor social que, a lo largo de
la historia, construyó uno de los pilares de funcionamiento de los grupos
humanos, según el cual aprendimos cómo tratar a los demás a partir de

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cómo nos tratan. De esta manera, por ejemplo, colaboramos con
alguien que colaboró con nosotros antes, confiamos más fácilmente en
aquellos que confiaron primero en nosotros.
 El principio de validación social hace referencia a lo postulado por la
teoría de la comparación social de Festinger (como se cita en Gaviria
Stewartet al., 2010). Los seres humanos buscan compararse con sus
pares para estar seguros de que aquello que hacen puede considerarse
la conducta más correcta. Hay dos situaciones en las que esta conducta
comparativa se maximiza: cuando el individuo duda sobre qué debe
hacer o qué no y ante la presencia de personas similares, ya que
tendemos a imitarlas.
 El principio de escasez hace referencia a la tendencia a una mayor
valoración de aquello que está fuera de nuestro alcance o es difícil de
adquirir. Por ejemplo, cuando nos enteramos que un curso que nos
interesa tiene cupo limitado, queremos asegurarnos el lugar lo más
rápido posible y cuando una publicidad nos muestra un producto con la
leyenda edición limitada, nuestro deseo de adquirirlo es mayor.
 El principio de la simpatía consiste en “provocar un estado de ánimo
positivo y asociarlo a un producto que se desea vender o a una persona
a la que se desea promover, como en el caso de un candidato político”
(Gaviria Stewart et al., 2010, p. 226).
 El principio psicológico basado en la autoridad hace referencia a cuando
un individuo siente la obligación de obedecer a una autoridad y se
considera a sí mismo un mero instrumento al servicio de un poder
(Gaviria Stewart et al., 2010). Este tipo de influencia social es eficaz, ya
que desde pequeños se enseña a los individuos que obedecer a la
autoridad es una conducta considerada correcta.

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Referencias
Gaviria Stewart, E., Cuadrado Guirado, I. y López Sáez, M. (2010).
Introduccion a la psciología social (Teoría). Madrid: Sanz y Torres.

[Imagen sin título sobre sexismo]. (s. f.). Recuperado de


http://www.mujeresdeempresa.com/wp-
content/uploads/2008/11/infanciahoy.com_8114_tapa.jpg

Morales Domínguez, F., Moya, M., Gaviria E. y Cuadrado I. (Coords.).


(2007). Psicología social(3.ra ed.). España: McGraw-Hill.

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