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EL CANARIO
(Originalmente publicado en Nation, 1923)
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nuestra vida. Hace tiempo quise a la estrella del atardecer. ¿Te
parece una tontería? Solía sentarme en el jardín, detrás de la casa,
cuando se había puesto el sol, y esperar a que la estrella saliera y
brillara sobre las ramas oscuras del árbol de la goma. Entonces le
murmuraba: «¿Ya estás aquí, amor mío?». Y en aquel instante
parecía brillar sólo para mí. Parecía que lo comprendiera...; algo que
es nostalgia y sin embargo no lo es. O quizá el dolor de lo que uno
echa de menos, sí, era este dolor. Pero ¿qué era lo que echaba de
menos? He de agradecer lo mucho que he recibido.
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Y al momento se metía en él. Primero sacudía un ala, luego la otra,
después zambullía la cabeza y se remojaba las plumas del pecho.
Toda la cocina se iba salpicando de gotas de agua, pero él no quería
salir del baño. Yo solía decirle: «Es más que suficiente. Lo que
quieres ahora es que te miren». Y por fin, de un salto, salía del
agua, y sosteniéndose con una pata se secaba con el pico, y al
terminar se sacudía, movía las alas, ensayaba un gorjeo y
levantando la cabeza... ¡Oh! No puedo ni siquiera recordarlo. Yo
acostumbraba limpiar los cuchillos mientras tanto, me parecía que
también los cuchillos cantaban a medida que se volvían relucientes.
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Supongo que aún estaba medio dormida: pero, a través de la
ventana sin postigo, me parecía que la oscuridad me miraba, me
espiaba. Y de pronto sentí que era insoportable no tener a nadie a
quien poder decir: «He soñado un sueño horrible» o «Protégeme de
la oscuridad». Estaba tan asustada, que incluso me tapé un
momento la cara con las manos. Y luego oí un débil «¡Tui-tuí!». La
jaula estaba en la mesa, y el paño que la cubría había resbalado de
forma que le entraba una rayita de luz. «¡Tui-tuí!», volvía a llamar
mi pequeño y querido compañero, como si dijera dulcemente: «Aquí
estoy, señora mía: aquí estoy». Aquello fue tan consolador que casi
me eché a llorar.
...Pero ahora se ha ido. Nunca más tendré otro pájaro, otro ser
querido. ¿Cómo podría tenerlo? Cuando lo encontré tendido en la
jaula, con los ojos empañados y las patitas retorcidas, cuando
comprendí que nunca más lo oiría cantar, me pareció que algo
moría en mí. Me sentí un vacío en el corazón como si fuera la jaula
de mi canario. Me iré resignando, seguramente: tengo que
acostumbrarme. Con el tiempo todo pasa, y la gente dice que yo
tengo un carácter jovial. Tienen razón. Doy gracias a Dios por
habérmelo dado.
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Té de manzanilla (2012)
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POR QUÉ EL AMOR ES CIEGO
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FUEGO DE INVIERNO
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una mujer está sentada – las manos rodeando las rodillas
inclinada hacia adelante... Sobre su pelo suelto
la luz del fuego teje una trama de oro brillante
quema su boca pálida con apasionados besos
envuelve su cuerpo cansado en caliente abrazo...
Apoyadas contra el guardafuego sus botas empapadas
humean, y colgadas de la cama de hierro
su chaqueta y su falda – su sombrero marchito y desastrado.
Pero ella es feliz. Acurrucada junto al fuego
todos los recuerdos del día gris y penumbroso
se reducen a nada, y ella olvida
que afuera en la calle la lluvia que cae
embarra la vereda hasta un grasoso pardo.
Que, en la mañana debe empezar de nuevo
y otra vez buscar lo que no vendrá –
No siente esa desesperación insana
que se filtra en sus huesos durante el día.
En sus grandes ojos – Cristo querido – la luz de los sueños
se demoró y brilló. Y ella, otra vez una niña,
vio imágenes en el fuego. Aquellos otros días
la casa amplia, los cuartos frescos dulcemente perfumados
los retratos en las paredes, y cuencos chinos
llenos de “pot pourri”. En su mecedora
el almohadón bordado con su nombre –
Vio otra vez su dormitorio, muy desnudo
la colcha azul trabajada con margaritas blancas y doradas
donde dormía, sin sueños...
... Abriendo la ventana, desde el jardín recién segado
el aroma fragante, fragante del pasto perfumado
las lilas lanzando al aire brillante
Sus penachos de púrpura. El saúco
sus capullos como manos pálidas entre las hojas
temblando y oscilando. Y, oh, el sol
que con su beso vuelve a darle calor y vida
así que es joven, y extiende los brazos...
La mujer, acurrucada junto al fuego, se mueve inquieta
suspira un poco, como una niña con sueño
mientras las rojas brasas se deshacen en gris...
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SOLEDAD
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Ahora es la Soledad quien viene de noche
en vez del Sueño, a sentarse junto a mi cama.
Como una niña cansada espero oír sus pasos,
y la miro mientras sopla la vela suavemente.
Se sienta sin moverse, ni a la izquierda ni a la derecha
gira, y rendida, rendida deja caer la cabeza.
También ella es vieja; también ella ha peleado la pelea.
Así, con laureles está adornada.
EL ENCUENTRO
Empezamos a hablar -
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Nos miramos; dejamos de mirarnos -
Las lágrimas subían a mis ojos
pero no podía llorar
deseaba tomar tu mano
pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días que faltaban
para nuestro próximo encuentro
pero las dos sentíamos en el corazón
que nos separábamos para siempre.
El tictac del relojito llenaba la habitación en calma -
Escucha, dije, es tan fuerte
como el galope de un caballo en un camino solitario.
Escucha, dije, es tan fuerte
como el galope de un caballo en un camino solitario.
Así de fuerte - un caballo galopando en la noche.
Me hiciste callar en tus brazos -
pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones.
Dijiste 'No puedo irme: todo lo que vive de mí
está aquí para siempre'.
Después te fuiste.
El mundo cambió. El ruido del reloj se hizo más débil
se fue perdiendo - se tornó minúsculo -
Susurré en la oscuridad: 'Moriré si se detiene'.
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TÉ DE MANZANILLA
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MARIPOSAS
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CUANDO FUI PÁJARO
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EL ABISMO
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AHORA SOY UNA PLANTA, UNA HIERBA
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Katherine Mansfield (1922) “The Canary”. En The Dove's Nest and
Other Stories. Londres: Constable, 1923.
Club de lectura
CAE LA NOCHE LITORAL
Biblioteca Esos Otros Mundos
Asociación Civil Barriletes
Octubre, 2018
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