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Liceo 1 Javiera Carrera/ Dpto. de Historia, Geografía y Cs.

Sociales / 2 medio K/ Profesora: Melissa Mondaca

MATERIAL COMPLEMENTARIO DE LECTURA


EL ROL DE LA MUJER DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y LA REVOLUCION RUSA

Nombre: Fecha:
Tema:
OA 7 (1° Medio): Analizar el impacto de la Primera Guerra Mundial en la sociedad civil, considerando la
movilización general, el cambio en la forma y la percepción de la guerra y la entrada masiva de la mujer al mundo
laboral y al espacio público, y evaluar sus consecuencias en el orden geopolítico mundial (por ejemplo, en el rediseño
del mapa de Europa, en el surgimiento de la URSS, en la creciente influencia de Estados Unidos y en la crisis de la
idea de progreso del siglo XIX).
Aprendizajes claves: Identificar y comprende información y procesos sociales. Valora. Evalúa

CONOCIMIENTOS PREVIOS

Explica con tus palabras los siguientes conceptos y/o ideas:

ROL DE LA MUJER

ESTEREOTIPOS

MUJER MODERNA

I. LA HISTORIA DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL IGNORÓ A LA MUJER

Dos investigadores de las universidades Complutense de


Madrid y Castilla-La Mancha han indagado en la
documentación sobre la historia de las mujeres en la Primera
Gran Guerra. Según el trabajo, publicado en la
revista Historia y Comunicación Social, el conflicto bélico
paralizó algunos adelantos conseguidos hasta entonces,
sobre todo en materia de sufragio universal, pero
también desafió el concepto de feminidad existente.
“Las consecuencias sociales y políticas de la guerra
modificaron los estereotipos tradicionales de género y
dieron paso a una nueva mujer moderna, que no se limitaba
Operarias trabajando en una fábrica de a vivir en el ámbito privado del hogar. Pero, cuando se
munición durante la Primera Guerra volvieron a rehacer las ciudades, al finalizar el conflicto fue
Mundial. /Imperial War Museum, Londres. como si esto nunca hubiera pasado”, explica a Sinc Graciela
Inglaterra Padilla Castillo, coautora del trabajo y miembro del Instituto
de Investigaciones Feministas en la Universidad
Complutense de Madrid.

(Como se adelantaba) la contienda paralizó adelantos conseguidos, sobre todo en materia de sufragio
universal, pero también desafió el concepto de feminidad existente. Según los investigadores, la mayoría de
los tratados obviaron la figura y las tareas de la mujer durante la Primera Guerra Mundial, que quedó en la
retaguardia, “pero ni mucho menos en segundo plano”, añade Javier Rodríguez Torres, de la Universidad de
Castilla-La Mancha y coautor también del estudio. El paso decisivo para los derechos de las mujeres no
llegaría hasta 1947, cuando la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer de Naciones Unidas
creó un borrador que pretendía ser instrumento legal para articular los derechos de hombres y mujeres.
“Muchas mujeres quedaron oscurecidas por sus parejas en este período, porque incluso les tenían que regalar
sus obras y sus avances para que los publicaran ellos en vez de ellas”, apunta Rodríguez.
La investigación se centra en los países de la contienda: Alemania, Gran Bretaña y Francia, por ser los que
más sufrieron la guerra.

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“Hasta el momento de la guerra se había avanzado hacia nuevos derechos la mujer, como el sufragio universal
y la educación. Con la contienda todo se paraliza. Curiosamente, se rompen las costumbres patriarcales pero,
al acabar, lo primordial fue reconstruir las ciudades, atender a los heridos y a los mutilados, y esto supuso un
freno para muchas cosas, también para la situación de la mujer”, subraya Padilla.

Las mujeres en las trincheras

Los datos del Instituto Henry Dunant indican que durante 5.000 años de historia, se han producido más de
14.000 guerras, que han causado la muerte de 5.000 millones de seres humanos.
“La mujer, como parte de la población civil y obviada en cualquier toma de decisión, resulta ser, sobre todo,
víctima y, por lo general, son ellas las que calladamente, en periodos de guerra, han garantizado la
supervivencia de su familia e incluso, de su comunidad”, explican en el estudio. Esta guerra movilizó a unos
65 millones de soldados entre todos los contendientes, provocó que la retaguardia quedara huérfana de mano
de obra y hubo que recurrir a la mujer para mantener la producción. Como ejemplo, la investigación recalca
que 430.000 francesas y 800.000 británicas pasaron de ser amas de casa a obreras asalariadas e incluso, muchas
de ellas forman parte de la propia guerra. “En Alemania, sin participar directamente en las unidades de
combate, contribuyeron en las actividades de la guerra, trabajando en las fábricas de armamentos y
desarrollando diversas tareas cerca del frente de batalla: avituallamiento, depósito de municiones, etc. Poco
antes de terminar la guerra, casi 68.000 mujeres reemplazaron a los hombres que estaban en el frente”,
aseguran.
La guerra movilizó a unos 65 millones de soldados y hubo que recurrir a la mano de obra femenina para
mantener la producción. Según Padilla, “las mujeres demostraron que podían tener roles totalmente nuevos.
Antes de esta gran guerra se hablaba de que las mujeres no podían desenvolver los mismos trabajos por
diferencias físicas y psicológicas, y eso afortunadamente se rompió”.
En Inglaterra, las mujeres también participaron en el conflicto bélico como civiles, con o sin remuneración.
De hecho, 80.000 mujeres se enrolaron como auxiliares en las unidades femeninas de las fuerzas armadas.
Otras tantas prestaron servicio como enfermeras. En Rusia se formó la primera unidad de combate
exclusivamente femenina, el Batallón de la Muerte de Mujeres, compuesto por 2.000 voluntarias que fueron
entrenadas por Maria Leontievna Bochkareva, más conocida por su apodo, Yashka. En España hubo también
avances, pero muy alejados de los países de la contienda. “Si quisiéramos compararlo con nuestra guerra civil
–comenta la experta– no existe prácticamente relación. Se produjeron casos semejantes únicamente en
educación, pero en la I Guerra Mundial estábamos bastante por detrás de otros países. Tampoco hubo
comandos o unidades de soldados mujeres. O, si existieron, no le han dado visibilidad hasta donde hemos
averiguado”. Los españoles habían perdido ya en este momento los últimos territorios del Imperio colonial
y, por tanto, estaban al margen de los asuntos continentales que ocupaban las claves diplomáticas de esta
época. “Era una pequeña potencia con intereses reducidos al norte de África, a la sombra de los intereses
coloniales de las potencias europeas”, exponen.

Cambio del estereotipo femenino


La Primera Guerra Mundial trajo consigo los primeros conceptos modernos sobre la mujer y la sociedad: la
aparición, por primera vez en la historia de Europa, de una sociedad mixta. Las féminas ocuparon los sillones
de los varones y pudieron mantener una vida pública y privada que favoreció su desarrollo personal y
profesional. Asimismo, rompió con las costumbres de la época, provocó cambios sustanciales en las
relaciones familiares y maritales, y hasta cambios estéticos que siguieron impulsando su emancipación. “El
mejor ejemplo de este cambio político es Gran Bretaña. Allí, las sufragistas perdieron, catorce veces, pugnas
parlamentarias para conseguir el derecho al voto. Sin embargo, su empoderamiento como consecuencia de
su contribución a la Gran Guerra fue decisivo para su obtención”, señalan los investigadores. Lo
consiguieron, finalmente, en 1928.
España seguiría el ejemplo con la Constitución de 1931, durante la Segunda República. Las mujeres españolas
ejercieron su derecho al voto, por vez primera, en las elecciones de 1933. Esto también sustenta la idea de
que el país no participó en la Gran Guerra directamente pero se vio involucrado ideológicamente, con sus
consecuencias negativas y positivas, como en el caso del sufragio femenino. La dictadura de Franco lo
anularía de nuevo hasta 1975.

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Referencia bibliográfica:
Graciela Padilla Castillo y Javier Rodríguez Torres. “La I Guerra Mundial en la retaguardia: la mujer
protagonista”, Historia y Comunicación Social 18: 191-206, 2013.

FUENTE: SINC, 28 de Julio de 2014. Disponible en http://www.agenciasinc.es/Noticias/La-historia-de-


la-Primera-Guerra-Mundial-ignoro-a-la-mujer

Actividad 1: A partir de la lectura del documento anterior, responde las preguntas en tu cuaderno

1. ¿Por qué el proceso de lucha por los derechos de la mujer (sufragio y educación) sufrió un retroceso
una vez finalizada la primera guerra mundial?
2. ¿Por qué se debe valorar el rol de la mujer en la primera guerra mundial?
3. ¿Qué significó ser una mujer moderna? ¿Cuáles fueron los cambios que conllevó esta transformación
del estereotipo femenino?

LAS MUJERES 'PODEROSAS' QUE DEJÓ LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Los países beligerantes enviaron a millones de hombres al frente, por lo que las mujeres mantuvieron la
sociedad en funcionamiento

Hace unos 100 años, una mujer de Pittsburgh,


Estados Unidos —o de St. Denis, en Francia, o
de Petrogrado, Rusia— despertaba al amanecer;
sus hijitos estaban dormidos y ella se preparaba
para su primer turno en una fábrica de
municiones cercana.
Su esposo luchaba en la Primera Guerra Mundial
y la había dejado para que pusiera a prueba los
límites de su capacidad física ya que ella proveía
alimentos, refugio, calidez para su familia y a
veces se enfrentaba a grandes peligros físicos en
Mujeres trabajadoras primera guerra mundial mujeres
su trabajo, como por ejemplo, permanecer
trabajadoras primera guerra mundial
colgada para colocar una poderosa carga de
explosivos en el proyectil que otra mujer había
fabricado.

Al terminar la jornada, iba a buscar comida y a menudo hacía fila durante horas para conseguir artículos
básicos escasos y combustible para encender la estufa y cocinar. Bañaba a los niños, los acostaba, limpiaba y
le escribía una carta a su esposo procurando dejar sus preocupaciones fuera; luego dormía unas horas. Luego
se levantaba y hacía todo una vez más.
Hace un siglo, mientras los países y los imperios empezaban a movilizarse y a enviar a 65 millones de hombres
a la guerra, millones de mujeres de todo el mundo llenaron los vacíos que quedaron en la sociedad civil. En
Gran Bretaña, Bosnia, Bagdad, en todo Estados Unidos, Europa, India y África, las mujeres se volverían
jefas de familia en proporciones sin precedentes.
Servían directamente en el campo de batalla como enfermeras, conductoras de ambulancias y cocineras. Sin
embargo, también tenían que mantener en funcionamiento el frente doméstico de sus países y asumieron
trabajos de hombres en las fundiciones de hierro, conducían tranvías, araban campos y trabajaban en la
administración de las nuevas organizaciones públicas y privadas de apoyo a la guerra. La guerra cambió la
vida de las mujeres y a las mujeres mismas. Cuando los hombres regresaron, inevitablemente trataron de
recuperar su dominio en la familia y en la sociedad. No obstante, sus propias circunstancias y su condición
precaria obstaculizaron estos intentos.
Una vez más, las mujeres tuvieron que cruzar el terreno peligroso que crearon los hombres. Sin embargo, las
mujeres habían demostrado al mundo y a sí mismas que eran competentes en una guerra total. De hecho, la
guerra provocó que las mujeres dejaran un legado duradero, marcado con nuevos derechos políticos en
muchos países y marcado también con una ansiedad generalizada y duradera sobre el creciente poder
femenino.

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En 1914, las mujeres no eran ajenas a la fuerza laboral. Los trabajos industriales individuales a menudo se
consideraban específicos para hombres o para mujeres; sectores completos, como la industria textil,
eran industrias para mujeres, mientras que los hombres dominaban en la forja de metales y en las fábricas de
máquinas. Aunque las mujeres más acomodadas seguían rechazando las labores remuneradas, a principios
del siglo las mujeres de la clase media baja habían empezado a ocupar puestos como oficinistas y secretarias
y aunque seguían siendo esenciales para las labores agrícolas.
Pero tras la declaración de guerra, los cambios económicos y la presión de las autoridades las obligaron a
intervenir cada vez en la producción para la guerra y a tomar trabajos de hombres (aunque en Francia, las
autoridades se contradijeron y confundieron a las mujeres al urgirlas a quedarse en casa a tener más hijos). Si
en los albores de la guerra solo 170,000 mujeres en Gran Bretaña trabajaban en las fábricas de metales, para
cuando terminó, en 1918, eran casi 600,000. En Estados Unidos y Gran Bretaña, las mujeres se enfrentaron
a la escasez de vivienda y alimentos. Conforme tomaban empleos fuera de casa, muchas dependían de
guarderías irregulares o se veían obligadas a dejar a los niños desatendidos. Al igual que las mujeres de otros
países combatientes, las estadounidenses usualmente buscaban "hacer su parte" en el esfuerzo bélico y
aceptaban trabajos oficiales relacionados con la guerra —desde trabajos fabriles hasta la distribución de
alimentos—, aunque algunas dudaban al tener que registrarse con las autoridades. Los carteles británicos de
propaganda que proclamaban que los soldados dependían de las mujeres que fabricaban las municiones
daban a las mujeres la sensación de que su contribución laboral sería importante y reconocida.
Sin embargo, mientras las mujeres que trabajaban en las fábricas de municiones se enfrentaban a trabajos
arduos y a condiciones adversas —además de los peligros como la explosión de la Fábrica Nacional de
Barnbow de 1916, una fábrica cercana a Leeds, Inglaterra, en la que murieron 35 personas—algunas personas
las criticaban por los salarios relativamente altos que percibían. Eso reflejaba las tensiones de clase que
provocaba la restructuración de la economía durante la guerra y el rol que asumieron las mujeres. Las
autoridades británicas ofrecieron pequeñas "asignaciones por separación" (subsidios para la familia de los
soldados basadas en la pérdida del ingreso), a cambio de las cuales asumieron el derecho de vigilar a las
esposas de los soldados para asegurarse de que no estuvieran bebiendo ni durmiendo con otros hombres.
Una mujer que tras su turno en una fábrica se fuera a bailar o a tomar un trago a un pub se enfrentaba a que
la acusaran públicamente de ser prostituta y a que sus compañeros de trabajo o los soldados que estaban de
permiso se le insinuaran y la acosaran. Algunas mujeres sintieron una nueva libertad durante la guerra; para
otras fue una época de cambios en los estándares morales luego de que las mujeres fueran testigos de "esa
creciente oleada de muerte que se había tragado" a sus hombres.
En la Europa continental, en donde se libraba materialmente la guerra, las condiciones en casa eran aún más
desafiantes. Muchas mujeres asumieron labores de hombres para respaldar los esfuerzos bélicos y para
garantizar la supervivencia de su familia, pero también se encontraron sujetas a las políticas gubernamentales
más controladoras que llegaron junto con la guerra total.
Las mujeres que vivían en los territorios capturados sufrían más miserias: debían alojar y servir a los soldados
y a menudo sufrían abusos de los soldados extranjeros. En Italia reclutaron a las citadinas para que hicieran
labores agrícolas. No obstante, las agricultoras no se sentían más tranquilas con esta fuerza laboral dispar que
tenía como objetivo sustituir a los hombres y a las bestias de tiro perdidos. En las ciudades europeas, las
mujeres hacían fila durante horas para poder comprar papas podridas; junto con sus hijos descalzos buscaban
comida y combustible en los parques públicos, labor que se volvió un trabajo de tiempo completo. En
Alemania, por medio de una disposición de 1916 se reservaron los escasos suministros de alimentos para las
mujeres que trabajaban en las fábricas de municiones y las autoridades anunciaron que "toda la población
civil restante, incluidas las mujeres, tendrían que militarizarse por medio de este plan". En el invierno
extraordinariamente crudo de 1916 a 1917, las escuelas cerraron por falta de calefacción y la disposición
provocó que quedaran pocos adultos disponibles para cuidar de los niños. Cuando las hostilidades
terminaron, la guerra había transformado la vida de las mujeres.
En muchos de los países beligerantes, se volvió esencial reconocer la contribución de las mujeres para que
los políticos pudieran sortearan los desafíos a su propio poder en la tumultuosa situación de la posguerra,
especialmente en toda Europa. Las mujeres obtuvieron el derecho al voto durante las hostilidades o poco
después en Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña; en la República Alemana y en las nuevas repúblicas
Soviéticas, y en los nuevos Estados como Austria, Hungría y Checoslovaquia.
Los derechos económicos fueron un asunto diferente. Los soldados y los grupos que decían que los
representaban presionaron a las autoridades y a los dueños de las fábricas para que despidieran a las mujeres
para hacer un sitio en la fuerza laboral para los hombres que regresaban, aunque las mujeres frecuentemente
seguían siendo las únicas proveedoras potenciales en sus casas.
Esta fue una manifestación de las poderosas y difíciles guerras culturales que se libraron por el deseo e incluso
por la posibilidad de retornar a un pasado idílico, pasado que —al igual que hoy— era parcialmente

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imaginario. Las sociedades de Europa y de Norteamérica se enfrascaron en una guerra por reconocer la labor
de las mujeres durante la guerra. ¿Las mujeres súbitamente empobrecidas debían recibir asistencia del
gobierno con base en su contribución en tiempos de guerra o solo por ser dependientes de los soldados
heridos o caídos? ¿Debían recibir asistencia alguna?
En Gran Bretaña, las autoridades ignoraron los argumentos de los grupos femeniles y atendieron a la
proclamada necesidad de devolver a los hombres a su rol apropiado de poder económico, aferrándose a la
noción de que los beneficios debían derivar exclusivamente del esposo. En Alemania y Rusia, por el contrario,
las mujeres adquirieron en principio un estatus igual, aunque en la práctica no siempre se respetaba el
principio. Las actitudes divididas acerca del valor de la labor femenina que alimentaron esos debates siguen
vivas hoy.
El regreso a casa de unos 50 millones de hombres al final de la guerra, entre 1918 y 1919, también trajo
consigo nuevas tensiones en la vida familiar. Los soldados imaginaban que su casa sería un refugio de
normalidad tras la pesadilla de la guerra. Sin embargo, las heridas físicas y psicológicas de los hombres,
además del trastorno social y económico de esos años, a menudo cancelaron cualquier retorno a su existencia
anterior a la guerra. Desde luego que la normalidad cambió para las mujeres que se quedaron. A causa de sus
nuevos roles y su autonomía, a menudo las culparon de que el mundo estuviera de cabeza. Esos conflictos
de género duraron todo el siglo XX y más allá, al igual que muchos de los legados de la Primera Guerra
Mundial.

FUENTE: Belinda Davis, 25 de Julio 2014. Expansión CNN. Disponible en:


https://expansion.mx/mundo/2014/07/25/las-mujeres-poderosas-que-dejo-la-primera-guerra-mundial

Actividad 2: A partir de la lectura del documento anterior, responde las preguntas en tu cuaderno

1. ¿Cuáles fueron las mayores dificultades de las mujeres para sostener la economía del país durante el
periodo descrito?
2. ¿Cuáles fueron las dificultades de las mujeres después de haber finalizado la guerra?
3. ¿Cuál fue la postura de los hombres hacia las mujeres una vez regresados de la guerra?
4. ¿Cuál fue la postura de los gobiernos frente a las mujeres finalizada la guerra? Destaca dos casos
opuestos
5. ¿Cuál fue el gran impacto del rol de las mujeres en las familias tras finalizada la guerra?
6. ¿Crees que fue positivo el nuevo rol de género una vez finalizada la guerra?

CENTENARIO REVOLUCION RUSA Y LA LUCHA DE LAS MUJERES


LENIN: “SIN ELLAS NO HABRÍAMOS GANADO”

El papel de las mujeres, que ocupaban un alto


porcentaje de la clase trabajadora, fue
imprescindible para el triunfo de la Revolución rusa
y la caída del zarismo. Los líderes bolcheviques
se enorgullecían de ser pioneros en políticas de
género.

Marzo da el pistoletazo de salida a los actos del centenario de la Revolución rusa. En la revolución de marzo
(febrero, según el calendario juliano ruso), el hastío por la guerra y la carestía condujo a una revuelta social
marcada por manifestaciones, motines y tumultos que finalmente forzaron la abdicación del zar Nicolás II y
el establecimiento de un gobierno provisional, cuyo poder, sin embargo, compartía de facto con el Consejo
de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, más conocido como Soviet de Petrogrado.

“En febrero de 1917, el 47% de la clase obrera de Petrogrado eran mujeres”


En un reciente artículo para Sin Permiso, el sindicalista Miguel Salas ha destacado el papel de las mujeres en
estos hechos. Entre las exposiciones que se celebrarán este año con motivo del centenario, el

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diario Kommersant listaba el pasado 13 de febrero la de “Las mujeres y la revolución”. Su comisaria, Aleksandra
Smirnova, se ha propuesto mostrar el papel de las mujeres “más destacadas” en aquellos sucesos. “La historia
de la revolución ha sido escrita sobre todo por hombres, pero en 1917 las mujeres recibieron la igualdad de
derechos y el derecho a voto”, recordaba.

La revolución de febrero y las mujeres


La Revolución de febrero arrancó como un eco de la Comuna de París. Rusia se encontraba en un estado de
caos. Como ha afirmado el historiador británico A.J.P. Taylor, “un sistema anticuado sucumbió bajo el
esfuerzo bélico de librar una guerra moderna”. La necesidad de abastecer a un ejército mal pertrechado en el
frente, el funcionamiento irregular de las vías ferroviarias y la corrupción y las estructuras ineficaces del viejo
régimen dieron el peor resultado posible: los alimentos no llegaban ni a los soldados ni a los civiles. Como
sucedió en París décadas atrás, a las protestas contra la carestía del pan y el sistema de racionamiento en
marzo de 1917, al frente de las cuales se encontraban las mujeres de Petrogado, se sumaron los reservistas y
los soldados y marinos destacados en la ciudad.

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, las mujeres


de Petrogrado salieron a las calles a demandar igualdad de derechos,
el sufragio universal y el fin de la autocracia. “En febrero de 1917, el
47% de la clase obrera de Petrogrado eran mujeres. Muchos hombres
estaban en el frente”, recuerda Miguel Salas. “Las obreras eran
mayoría en la industria textil, del cuero y del caucho, y numerosas en
oficios que antes habían tenido vedados: los tranvías, las imprentas o
la industria metalúrgica, donde había unas 20.000. Las obreras eran
también madres: debían garantizar el pan de sus hijos. Y, antes de ir a
la fábrica, hacían interminables colas (unas 40 horas semanales) para
conseguir algo de comida, acampando durante la noche, en pleno
invierno ruso”.

“Mujeres, acudid a las


cooperativas”, cartel, I. Nivinskiy
(1918)

Unos 50.000 trabajadores respondieron a sus llamadas a manifestarse y declarar la huelga. Las protestas se
sucedieron durante semanas, sin que la represión lograse aplacarlas. Antes que disparar a los manifestantes,
algunos de los soldados prefirieron fusilar a sus oficiales y unirse a los motines. “A la exigencia de ‘Pan’ se le
unen las consignas de ‘Abajo el zar’ y ‘Abajo la guerra’. Grandes manifestaciones se dirigen hacia el centro
de la ciudad”, explica Salas al indicar que “la policía ha levantado los puentes que separan los barrios obreros
del centro, pero el río Neva todavía está helado y miles de huelguistas se atreven a cruzarlo”.
Según el testimonio de un obrero llamado Iliá Mitrofánovich Gordienko, al aparecer los temidos cosacos
“las obreras tomaron la iniciativa, rodearon a los cosacos con una compacta cadena humana. Gritaban:
“Nuestros esposos, padres y hermanos están en el frente”. “Y aquí soportamos el hambre, la carga de trabajo,
los insultos, las humillaciones y los abusos. Ustedes también tienen madres, esposas, hermanas e hijos,
¡exigimos pan y el fin de la guerra!”. “Las obreras tomaron la iniciativa, rodearon a los cosacos con una
compacta cadena humana. Gritaban: “Nuestros esposos, padres y hermanos están en el frente”
Los oficiales, temiendo la influencia de la agitación sobre los cosacos, dieron una orden. Los cosacos se
prepararon. Todos corrieron a cubrirse, agarrando piedras o piezas de metal, listos para lanzarlos. Sin
embargo, los cosacos cabalgaron, pasaron sin atacarnos; luego dieron media vuelta y regresaron. Las masas
los saludaron con gritos de “¡Viva!”, pese a que el corazón no podía creerlo y la mente dictaba precaución”.

El 12 de marzo, los manifestantes, sin una aparente dirección política, habían logrado incendiar varios
edificios administrativos y arrancar los símbolos del zarismo, controlar los depósitos de municiones y liberar
a los prisioneros capturados. Ante la gravedad de la situación, el Consejo de Ministros, reunido en pleno,
presentó su dimisión. Mientras diputados progresistas de la Duma organizaban un comité provisional, los
partidos socialistas, siguiendo la tradición revolucionaria de 1905, creaban un consejo de diputados obreros
y soldados. El poder, sea como fuere, ya no estaba en el trono, y el 15 de marzo, el zar Nicolás II, por consejo
del jefe del ejército y dos diputados de la Duma, abdicó. En una frágil alianza con el Soviet de Petrogrado, el

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comité provisional creó un gobierno provisional cuyo fin era convocar una asamblea constituyente y decidir
el futuro sistema de Rusia. Nunca llegó a cumplir su cometido.

Clara Zetkin, primera por la izquierda. III Congreso del Komintern, Moscú, 1921.

Los bolcheviques y las mujeres


Según el testimonio de Clara Zetkin, los bolcheviques concedían mucha importancia a lo que entonces se
denominaba “la cuestión de la mujer”, aunque en los años anteriores a la revolución se negaron a crear
organizaciones específicas dentro de su partido por temor a alentar divisiones en la unidad de la clase
trabajadora. Los hechos de 1917 corrigieron definitivamente ese error. “En Petrogrado, aquí en Moscú, en
otras ciudades y centros industriales las mujeres actuaron espléndidamente durante la revolución. Sin ellas
no habríamos salido victoriosos. Apenas. Ésa es mi opinión. ¡Qué valientes fueron y qué valientes son!”,
comentaba Lenin durante una conversación con Zetkin.

Trotsky: “La mujer obrera representa un gran papel en el acercamiento entre los obreros y los soldados”,
“La mujer obrera representa un gran papel en el acercamiento entre los obreros y los soldados”, señalaba por
su parte Trotsky, para quien la mujer, “más audazmente que el hombre, penetra en las filas de los soldados,
coge con sus manos los fusiles, implora, casi ordena: ‘Desviad las bayonetas y venid con nosotros’.” Ante
esto, seguía, “los soldados se conmueven, se avergüenzan, se miran inquietos, vacilan; uno de ellos se decide:
las bayonetas desaparecen, las filas se abren, estremece el aire un hurra entusiasta y agradecido; los soldados
se ven rodeados de gente que discute, increpa e incita: la revolución ha dado otro paso hacia adelante.”

En su entrevista con Zetkin, Lenin destacaba la importancia de crear


organizaciones propias dentro del movimiento obrero así como de
facilitar la incorporación de la mujer al mundo del trabajo y la
política. “Es importante para las mujeres y el mundo: demuestra la
capacidad de las mujeres, el enorme valor que su trabajo tiene en la
sociedad”, aseguraba. “Muy pocos hombres, incluso en el proletariado,
se dan cuenta de cuántos esfuerzos y problemas podrían ahorrar a las
mujeres, e incluso eliminar, si prestasen ayuda en el ‘trabajo femenino’
[doméstico]”.

Mujeres, acudid a las


cooperativas, cartel, I. Nivinskiy
(1918).
Estas organizaciones, a juicio de Lenin, no habían de ser “un intento de apaciguar a las mujeres con reformas
y desviarlas del camino de la lucha revolucionaria […] Nuestras demandas son conclusiones prácticas que
hemos deducido de las necesidades urgentes, de la vergonzosa humillación de las mujeres en la sociedad
burguesa, indefensas y sin derechos.”
(…) El patriarcado también era considerado un problema por parte de los bolcheviques: “Debemos erradicar
la vieja idea del viejo ‘dueño y señor’ hasta su última raíz, por pequeña que sea, en el partido y entre las masas.
Ésa es una nuestras tareas políticas, así como la urgentemente necesaria tarea de formar una plantilla de
camaradas, hombres y mujeres, entrenados en la teoría y en la práctica, para desarrollar la actividad del partido
entre las mujeres trabajadoras”.

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“Las leyes más avanzadas del mundo”


El programa bolchevique, en palabras de Lenin, consistía en abolir “todo lo que tortura y oprime a la mujer
trabajadora, al ama de casa, a la campesina, a la esposa del tendero, sí, y en muchos casos a la mujer de las
clases propietarias”. El poder soviético, aseguraba el dirigente bolchevique en su entrevista a Zetkin, era
pionero en políticas de género. “Estamos llevando a las mujeres a la economía social, la legislación y el
gobierno”, afirmaba. “Todas las instituciones educativas les están abiertas para que puedan incrementar sus
capacidades profesionales y sociales. Estamos estableciendo cocinas comunales y comedores públicos,
lavanderías y tiendas de reparaciones, guarderías, hogares para niños, instituciones educativas de todo tipo.
En suma, estamos haciendo seriamente efectiva la demanda de nuestro programa de la transferencia de las
funciones económicas y educativas del hogar a la sociedad”.
Lenin se enorgullecía de tener las leyes “para mujeres trabajadoras más avanzadas del mundo”. En octubre
de 1918 la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) legalizó el divorcio y el aborto,
despenalizó el adulterio y la homosexualidad con la abolición del código penal zarista y reconoció a las
mujeres igualdad de derechos en la esfera política y laboral, así como en el matrimonio, y también el permiso
de maternidad, la gratuidad del cuidado de los niños y medidas para la protección en el trabajo para las
mujeres embarazadas. Según la legislación zarista, como recuerda Miguel Salas, “la mujer debía ‘obedecer a
su marido como cabeza de familia, ser amante y respetuosa…‘; no podía tener pasaporte o trabajar sin el
consentimiento del marido; el divorcio estaba en manos de la Iglesia, o sea, prácticamente no existía; el
marido se convertía incluso en dueño de cualquier herencia que recibiera la mujer; en las fábricas, las mujeres
debían soportar jornadas agotadoras cobrando menos que los hombres y sin ninguna protección por la
maternidad. En el campo, la situación aún era peor, la mujer campesina era casi una esclava, del trabajo y del
hogar”.

En la región de Asia Central, de mayoría


musulmana, se llevó a cabo una campaña llamada
‘judzhum’ (“ofensiva”, en árabe) para la
escolarización y alfabetización de las mujeres y en
contra del velo islámico, de la que se conservan
algunas fotografías de quemas públicas. En 1921
las autoridades soviéticas de Turkmenistán, por
ejemplo, elevaron la edad de matrimonio a 16 y 18
años para mujeres y hombres respectivamente, y
prohibieron los matrimonios infantiles, los
Cartel para la liberación de la mujer en Asia Central, matrimonios forzados y la poligamia. La campaña
RSFSR, años 20.
encontró una fuerte oposición local: según cifras
oficiales, unas 300 delegadas de Zhenotdel ─el
departamento de mujeres del Secretariado del
Comité Central del partido─ fueron asesinadas en
la región de Asia Central sólo en el año 1929.

“Es imposible tener éxito en la lucha entre grupos sociales y clases sin la cooperación de las mujeres”
Según Aleksandra Kolontái, los cambios experimentados en la Rusia soviética iban más allá de sus fronteras.
“Ahora podemos encontrar a la nueva mujer en todas partes, en cualquier rincón del mundo”, escribía en un
artículo titulado ¿Qué ha hecho la Revolución de Octubre por las mujeres en Occidente?‘. “La nueva mujer es un
fenómeno de masas, con la excepción, quizá, de las mujeres en los países semicoloniales y coloniales, donde
el desarrollo de las fuerzas productivas está impedido por el dominio depredador de los imperialistas”,
escribía. Sin embargo, añadía Kolontái, “incluso allí, dada la lucha por la autodeterminación nacional y contra
el imperialismo, la nueva mujer está siendo moldeada en el proceso mismo de lucha”. Y apostillaba: “Es
imposible tener éxito en la lucha entre grupos sociales y clases sin la cooperación de las mujeres.”
“En todas partes, en todo país la actividad política de las mujeres ha mostrado un crecimiento sin precedentes
en la última década”, proseguía. “Las mujeres están convirtiéndose en miembros del gobierno (Bang en
Dinamarca, ministra de Educación; Margaret Bondfield, en el gabinete de Ramsay McDonald en el Reino
Unido), están entrando en el cuerpo diplomático y convirtiéndose en la fuerza que inspira grandes
movimientos revolucionarios (como, por ejemplo, Sun Tsin-lin, la esposa de Sun Yat-sen). Las mujeres están
aprendiendo a dirigir departamentos, a estar al cargo de organizaciones económicas, a guiar la política”.

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Liceo 1 Javiera Carrera/ Dpto. de Historia, Geografía y Cs. Sociales / 2 medio K/ Profesora: Melissa Mondaca

“¿Hubiera sido esto posible sin la Gran Revolución de Octubre?”, se preguntaba Kolontái. Retóricamente,
claro.

Fuente: Angel Ferrero, en Resumen Latinoamericano, Público. Es. Publicado 14 de Marzo 2017.- MOSCÚ
Disponible en: http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/03/14/centenario-revolucion-rusa-y-la-
lucha-de-las-mujeres-lenin-sin-ellas-no-habriamos-ganado/

Actividad 3: A partir de la lectura del documento anterior, responde las preguntas en tu cuaderno

1. Desde la perspectiva soviética y de las organizaciones femeninas ¿Cuáles eran las principales
problemáticas de las mujeres durante la Rusia Zarista?
2. ¿Por qué los bolcheviques valoran el rol de la mujer en la nueva sociedad de la URSS?
3. ¿Por qué es importante para los soviéticos seguir incorporando a las mujeres en la sociedad?
4. ¿Por qué el programa bolchevique es innovador en temáticas de género?
5. Destaca 3 obras del programa bolchevique que fueron en beneficio de la mujer. Justifica tu elección
tomando en cuenta la realidad actual que viven las mujeres en nuestro país.

1. Explica 2 grandes consecuencias dejadas por el periodo histórico estudiado, y que


tengan en común entre los 3 documentos presentados
2. Explica al menos una diferencia entre las consecuencias dejadas por la Primera
Guerra Mundial y La Revolución Rusa

“El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino
encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de
vida y no un peligro mortal”. – Simone de Beauvoir

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