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SIGLO DE ORO.

SIGLO XVI – Alborg


Apogeo del Renacimiento. División y corrientes principales:

La Época de Oro de la literatura española y su división

Con el final de la Edad Media se inicia rápidamente para España la ascensión hacia su
época de plenitud. La serie de causas de tipo político y social que desde el advenimiento
de los Reyes Católicos habían hacho de España la primera potencia indiscutible de
Europa, empujan en el orden de la literatura, del pensamiento y de las artes del
movimiento ascensional que bajo el influjo del Renacimiento italiano había comenzado
con los albores del siglo XV. Los Reyes Católicos son el pórtico del gran momento de
España, y, al sucederles en el trono su nieto Carlos V, comienza el período de esplendor
de nuestras letras que se conoce con el nombre de “Siglo de Oro”.

Las centurias anteriores pueden considerarse como una época de formación y de tanteos.
Si bien aparecen obras de gran valor, lo hacen de manera esporádica.

Siglo XVI – floración que alcanza todos los géneros y se produce de manera orgánica,
coherente, initerrumpida, como manifestación de una pujante plenitud nacional.

Tradicionalmente se ha llamado a este período “Siglo de Oro”. Hoy se tiende a considerar


incluidos en esta etapa de esplendor los dos siglos prácticamente completos: desde el
advenimiento de Carlos V hasta la muerte de Calderón, en 1681; por lo que la
denominación de “Siglo” debería ser sustituida por la de “Época áurea”.

Estos dos siglos, a su vez, ofrecen, aunque dentro de una unidad esencial, caracteres
bien distintos que obligan a una diferenciación: el siglo XVI corresponde a la plenitud del
Renacimiento: el XVII a la época barroca, que puede denominarse “nacional”. Durante el
primero, España sigue las corrientes universalistas del Renacimiento. En el segundo, se
dan los caracteres más típicos y personales de nuestras letras y nuestras artes.

El Renacimiento debe ser subdividido a su vez en dos mitades correspondientes


exactamente a los dos monarcas entre quienes se reparte el siglo: período de Carlos V y
período de Felipe II. Durante el primero nuestro renacimiento sigue la directriz
paganizante que predomina en toda Europa, es el momento de “recepción” de los influjos
extranjeros, llega a su plenitud con Garcilaso y sus seguidores. Bajo Felipe II, período de
“asimilación”, las tendencias renacentistas se cristianizan, y aunque en el aspecto
puramente artístico y formal siguen las normas precedentes, España encierra dentro de sí
misma preparando la época “nacional” que ha de venir en seguida: es el momento de la
Contrarreforma, de la ascética y de la mística, de los grandes poetas religiosos.

No deben olviderase las porciones menores que tienen su propio carácter dentro de cada
etapa.

El hombre del Renacimiento

Renacimiento – se gestan las grandes directrices que forjan el mundo moderno.

Este “renacer” de aquel mundo pretérito, no se limita a la admiración por unas


determinadas formas de arte, sino que tiene un alcance de mucha mayor profundidad; de
no ser así, no podría imaginarse una transformación tan radical de todo el cuerpo de
Europa. Lo que el hombre del renacimiento busca en el antiguo es un nuevo concepto de
la vida, una distinta estimación del hombre que le hace contemplarse a sí mismo de
acuerdo con una nueva escala de valores.

El hombre del Renacimiento trastueca los valores y se coloca en el centro de un mundo


que considera digno de ser vivido por sí mismo. La tierra ya no es el valle de lágrimas del
hombre cristiano-medieval, sino un lugar de goce; la inteligencia no es una débil lucecilla
que nada vale sin la Revelación, sino un faro potente que puede descubrir todos los
arcanos; el cuerpo no es el mal, sino la fuente del placer que justifica y hace hermoso el
vivir. El descubrimiento de la Antigüedad entreñaba la plena relación del hombre con sus
instintos y su razón omnipotente y de la vida material con sus placeres y bellezas.

Concepción antropocéntrica y materialista, sin dogmas ni vida de ultratumba.

De esta nueva valoración del hombre nació la palabra “humanismo”. Y aunque esta
denominación se da corrientemente a los meros estudiosos del latín o del griego,
interesados en problemas de filología o erudición, su significado tiene un alcance mucho
mayor.

Hombre – centro y finalidad de todas las cosas.

Una serie de causas materiales impulsó este orgullo humanista: la invención de la


imprenta que facilitó la difusión del saber; el aumento de la riqueza nacida de la creciente
pujanza del comercio; el descubrimiento de América que abrió horizontes insospechados
de la actividad humana, duplicó el mundo y ofreció la posibilidad de recursos
inconmensurables.

El hombre del Renacimiento investigó la naturaleza, realizó portentosos descubrimientos


científicos, creó maravillosas obras de arte, trató de hacer el mundo confortable y bello y
se lanzó a vivir. El renacentista busca la plenitud en un desarrollo armónico de todas las
facultades, tanto espirituales como físicas.

La literatura

La llegada del Renacimiento produjo una cierta uniformidad en los distintos países
europeos puesto que todos se inspiraban en los mismos ideales y modelos clásicos,
originándose así ese universalismo o europeísmo a que hemos aludido como
característico de la época de Carlos V. Lo que no impide, la manifestación de los
caracteres nacionales, producidos, en el caso concreto de España, por la pervivencia y
fusión de poderosas corrientes medievales.

El Renacimiento, se recrea en las exquisitas delicadezas formales, y dentro de una


comedida elegancia, aprendida también en la clásicas serenidad de los antiguos, cultiva
un arte selecto para minorías, artificioso y auténticamente literario. Diríase que busca, en
la cuidada excelencia de la forma, la justificación de su quehacer y la diferencia que ha de
separarle del poeta popular.

Renacen los principales temas de la antigüedad pagana: los relatos mitológicos, que se
convierten en fuente imprescindible de poéticas comparaciones; el bucolismo pastoril,
predilecto escenario de artificiosos y refinados mundos poéticos; y las preceptivas de
Aristóteles y Horacio considerados como maestros imprescindibles.

Al lado de los autores antiguos, los literatos italianos fueron los modelos indiscutibles con
tanta o mayor influencia que aquellos. Petrarca – de él adoptan el cultivo del
endecasílabo, la alambicada artificiosidad de los conceptos amorosos, la preocupación
formal, el gusto por el paisaje, las sutiles introspecciones de la pasión amorosa, y el tono
delicado y sentimental, no siempre exento de cierta afectación.

El idioma

La preocupación por el Imperio Romano y el estudio profundo del latín habían traído de
rechazo el cultivo del castellano y la estima creciente por la lengua vulgar. Sin embargo, la
gran ascensión del castellano no había hecho sino comenzar. Todavía Garcilaso se
lamenta del escaso cultivo del idioma de Castilla. Pero a partir de entonces la gran legión
de poetas y prosistas procedentes de todas las tierras de España que llena el primer
período áureo hace perder al idioma su rudeza y lastre medieval y lo levanta a la
perfección, poniéndole a la par de los idiomas clásicos.

Alcanza entonces nuestra lengua una extraordinaria difusión por todos los países de
Europa y salta al Nuevo Mundo en la boca de nuestros conquistadores. Papel
importantísimo tuvo en esta difusión el propio Carlos V, que vino a España sin conocer
nuestra lengua y fue luego tan apasionado de ella. El castellano se convierte en el idioma
de las cancillerías, se imprimen libros españoles en toda Italia, Francia, Bélgica e
Inglaterra...

la tendencia del Renacimiento por seguir en todo a la naturaleza según las sentencias de
Platón y de Cicerón, favorecía el cultivo del lenguaje en su forma más llana y natural.

Con el avance del siglo disminuye, sin embargo, rápidamente el gusto por la sencillez y
naturalidad, y comienza a “afirmarse – según dice Menéndez Pidal – el valor artístico de la
afectación”, dirigido por “una norma literaria de grandes individualidades”. Así,
concretamente, la artificiosidad inherente a las formas italianas y petrarquistas de
Garcilaso conduce a una intensificación del idioma culto.

El Renacimiento español. Luis Vives

El Renacimiento español no solo estuvo a la altura de sus más brillantes manifestaciones


en otros países, sino que todavía los sobrepujó en muchos aspectos. Más aún: consiguió
resultados de manifiesta originalidad precisamente por la fusión de la tradición medieval
con las nuevas aportaciones europeas.

Ya sabemos que mientras el resto de las naciones europeas rompe con su pasado,
España lo recoge y renueva consiguiendo una síntesis peculiarísima en que se funde lo
mejor y más duradero de ambas vertientes.

Podría definirse como una cristianización de la Antigüedad, es también la coexistencia de


lo popular y típicamente local e hispánico con la cultura universal, recibida de la herencia
clásica.

Dámaso Alonso: “Lo esencialmente español, lo diferenciadamente español en literatura es


esto: que nuestro Renacimiento y nuestro Post-renacimiento barroco son una conjunción
de lo medieval hispánico y de lo renacentista y barroco europeo. España no se vuelve de
espaldas a lo medieval al llegar al siglo XVI (como lo hace Francia), sino que , sin cerrarse
a los influjos del momento, continúa la tradición de la Edad Media. Esta es la gran
originalidad de España y de la literatura española, su gran secreto y la clave de su fuerza
y de su desasosiego íntimo. Hay como una veta de literatura medieval (romancero y
cancionero popular, etc.), que entra en el siglo XVI, pasa, adelgazándose, al siglo XVII, y
llega soterrañamente hasta nuestros días”.

Resumiendo las más importantes características de nuestro Renacimiento: unidad política


y religiosa, armonización de tendencias contrapuestas, nacionalización de temas
extranjeros, universalismo, finalidad ética y didáctica junto a la más exigente preocupación
estética, espíritu constructor y realista.

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