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EL ÓBOLO DE SAN PEDRO

HISTORIA DEL ÓBOLO DE SAN PEDRO


La colecta del óbolo de San Pedro se originó en Inglaterra en el siglo VIII, se inició una recolección de dinero
entre los terratenientes con destino al PAPA. Existen dos tradiciones: la 1º afirma que el Rey OFFA de MERCIA,
confirmó el regalo a los legados papales en el SINODO DE CHELSEA (787). Y la otra tradición cuenta que el óbolo
de San Pedro se originó con el Rey Alfredo el Grande de WESSEX, que impuso el impuesto en todo el imperio
inglés en el 889.
El óbolo fue decayendo hasta ser abolido por el Rey Enrique VIII en el 1534. La colecta comenzó de nuevo en el
siglo XIX para ayudar al Papa Pío IX que se encontraba exilado en Gaeta desde el 1848.
Al perder la Iglesia los Estados Papales en el 1870, el óbolo de San Pedro se convirtió en una de las fuentes más
importantes de ingreso de la Santa Sede. Esta costumbre fue regulada de manera orgánica por el Papa Pío IX en
la Encíclica “Saepe Venerabilis” (5 de agosto de 1871).

¿QUÉ ES EL ÓBOLO DE SAN PEDRO”?


El Óbolo de San Pedro (en latín denarius Sancti Petrio o Limosna a San Pedro) son las donaciones de las diócesis
y cristianos católicos del mundo entero al Papa de Roma. Es una colecta efectuada todo los años en todas las
comunidades católicas, en la “Jornada mundial de la caridad del Papa”, el 29 de junio o el domingo más próximo
a la solemnidad de San Pedro y San Pablo.
¿ADÓNDE SE DESTINA EL DINERO RECAUDADO?
Los donativos de los fieles al Santo Padre se emplean en obras misioneras, iniciativas humanitarias y de
promoción social, así como también en sostener las actividades de la Santa Sede. El Papa, como Pastor de toda
la Iglesia, se preocupa también de las necesidades materiales de diócesis pobres, institutos religiosos y fieles en
dificultad (pobres, niños, ancianos, marginados, víctimas de guerra y desastres naturales; ayudas particulares a
Obispos o Diócesis necesitadas, para la educación católica, a prófugos y emigrantes, etc.)
¿QUIÉNES PUEDEN PARTICIPAR?
No solo hacen parte de esta colecta los católicos sino mucha gente que tiene confianza en el papa, que cree en
él, que sabe que lo que se entrega va para todos. Son personas de buena voluntad que quieren ayudar a sus
hermanos en dificultad y confían en el papa para que él pueda entregar ese apoyo a las personas del mundo.
¿ES OBLIGATORIO COLABORAR?
Jesús enseña a cumplir con el requisito del tributo, sea para el Templo o sea el impuesto del gobierno. Al mismo
tiempo enseña un ideal para sus discípulos. Los miembros de la Iglesia son hijos y no súbditos. A los hijos no se
les requiere una cuota porque son de la casa. Pero eso no significa que los hijos no, al contrario. En la casa todos
dan de corazón según la necesidad y las posibilidades de cada uno. Es la medida de Jesús: el amor. Él mismo se
dio hasta morir en la cruz (mateo 17, 24-27)
Los buenos católicos dan a la Iglesia de corazón porque son miembros de la familia de fe. Contribuyen según sus
posibilidades y la grandeza de su amor. Por eso en la Iglesia Católica no se exige un pago específico.

LA CARIDAD DE LA IGLESIA
En la constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II leemos: “El pueblo santo de Dios participa
también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad”
(LG7). Es un tema de suma importancia, pues, como dice san Pablo, de estas tres virtudes: la fe, la esperanza y la
caridad “la mayor es la caridad” Jesús puso de relieve el carácter central del mandamiento de la caridad cuando
lo llamó su mandamiento: “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como Yo os he
amado” (Juan 15,12). Y, más en particular, es el amor de Cristo en su manifestación suprema, la del sacrificio:
“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por los amigos” (Juan 15,13).

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