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PAGINA 26 | RESCATES HISTÓRICOS

La muerte de la pintura
Primera Plana N° 333 - 13 de mayo de 1969

Sin firma de autor (probablemente ejército de Rubbers es todavía mas vetusto: allí
escrito por Alberto Cousté) estarán Presas, Pettoruti, Supisiche, Forte.
Grela, el inevitable Soldi, el fenecido Battle Pla-
n arte venerable -el más antiguo entre nas, Pierri, Stapinato. Diez años atrás, los hom-

U los hombres, después del arte de la gue-


rra- ha comenzado a morir. La pintura,
que floreció hace cien siglos en las cuevas de
bres de la constelación hubieran podido ser los
mismos.
La agonía empezó ya en la primera década del
Altamira y se erigió desde entonces, en el vo- siglo, cuando “Las señoritas de Avignon”, de
cero de la Historia y de la vida, ha perdido los Pablo Picasso, asestaron un golpe mortal a las
antiguos atributos de su reino y se ha converti- artes representativas, tal como se las había
do en otra cosa, quizá más fértil pero a la vez practicado desde el Renacimiento. La imáge-
menos identificable. En vez de ser testigo de la nes de las señoritas era casi un augurio: tenían
vida, amenaza (paradójicamente) con ser la Vida cuerpos improbables y caras de gárgolas.
en persona. En 1917, Marcel Duchamp, que venía de expo-
“Si yo supiera que la pintura ha muerto, me sui- ner en Nueva York su famoso orinal (al que
cidaría ahora mismo”, proclama Raquel Forner, bautizó “Fuente”), sentó las bases del cambio
una de las grandes sobrevivientes de los años que se avecinaba: “Tomar un objeto ordinario y
de euforia. Tal vez tenga que incurrir en el ho- presentarlo de una manera que su significación
locausto, si se atiene a los indicios que pueden utilitaria desaparezca a través de una nueva
recogerse en Buenos Aires y en los mayores designación y un nuevo punto de vista: así se
centres plásticos del mundo. Basta cotejar al- crea una nuevo significación para el objeto”. El
gunas cifras: en el Instituto Di Tella, de 10 ex- postulado de Duchamp no era una profecía: en
posiciones en 1967, 8 fueron de pintores, dibu- rigor, la guerra del 14 había desatado una fie-
jantes y grabadores; en 1968, la proporción fue bre de búsquedas: los procedimientos, los ma-
de un pintor y dos escultores sobre una doce- teriales, las técnicas, fueron devorados por un
na de muestras; en 1969 irrumpirán dos pinto- torbellino de invenciones. La plástica trataba,
res (el surrealista Roberto Aizenberg y el ex- encarnizadamente, de convertirse en “otra cosa”.
presionista noruego Edvard Munch) en medio El terremoto se desató del todo en 1955, cuan-
de siete exposiciones. “Pero el Di Tella es el do el informalismo vivía sus años de gloria. Ro-
baluarte de las vanguardias”, refutan los es- bert Rauschemberg exhibió entonces una ca-
cépticos. Sin embargo. los contrastes no se ma bañado en pintura; tres meses después,
dan solo allí: Bonino exhibió en 1988 diez pin- Jasper Johns reprodujo en una tira, (que pre-
tores sobre un total de doce muestras; en tendía ser infinita) los objetos mas vulgares y
1969, la pintura cubrirá menos del 60 por cien- de tradición menos “artística”: banderas norte-
to de las exposiciones (4 sobre 7). Rubbers, en americanas y centros de tiro al blanco. Ambos
cambio, se mantiene incólume en la vieja bre- eran admiradores de Duchamp. El gesto intro-
cha: el año pasado albergó a 8 pintores y un dujo una violenta ruptura con el concepto de
escultor sobre 10 exhibiciones: en 1989. serán unidad frontal a que se habían atenido los cua-
14 pintores sobre 17 muestras. dros: ya no aludían a la realidad; la realidad es-
Algunos datos laterales aclaran todavía mas la taba dentro de ellos. La brecha qua había se-
gravedad del panorama. “El arte y el misterio”, parado durante siglos al arte de la vida comen-
uno de los platos fuertes que prepara Bonino, zaba a cerrarse. El creador seleccionaba cual-
es un festival colectivo con artistas cuya edad quier objeto (cotidiano, trivial, absurdo) y le
promedio supera los 45 años; en la lista apare- confería validez artística. También el especta-
ce también el patriarcal Héctor Basaldúa. El dor formaba parte del proceso: se mezclaba
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con la obra. que las estaciones, disconformes consigo mis-


En la Argentina, quien intuyó primero ese cami- mos. Era una zarabanda alegre y despreocu-
no fue Alberto Greco: hacia el fin de los años pada hacia la tumba. La defunción del arte se
'50 tuvo la ocurrencia de estampar su firma so- formalizó, por fin, a mediados de 1968, cuando
bre transeúntes y amigos, como si completara la muestra “Experiencias”, organizada por el Di
una tela. Publicaba avisos en los diarios infor- Tella, culminó en un funeral prodigioso. Los jó-
mando que a la tarde (por ejemplo) visitaría una venes creadores admitieron entonces que el
plaza, el Zoológico, una galería comercial; la di- poder aparentemente revulsivo de sus obras
versión consistía entonces en exponerse a sí sólo servia como “estimulo para que la cultura
mismo, o en mostrar las evoluciones de algu- burguesa se mantuviera viva”.
nas ratas en sus jaulas. El vivo-dito que conci- Al cuarto día de las exequias, la Policía clausu-
bió en diciembre de 1964 como un monstruoso ró el baño público, pergeñado por Roberto Pla-
homenaje a Buenos Aires, fue sólo una fiesta te: el público había escrito allí una antología de
pública, un recurso para transformar a los se- obscenidades y un par de denuncias contra el
res humanos en objetos artísticos. Nunca pudo Gobierno. Los artistas no podían esperar mejor
(o nunca quiso) completar una obra, salvo la de suerte que esa: retiraron sus experiencias y las
su vida: hace dos años se suicidó en Barcelo- quemaron en la calle Florida. Si la cultura revo-
na, luego de escribir en las palmas de sus ma- lucionaria tiene algún porvenir en la Argentina,
nos la palabra Fin. habrá que señalar esa epifanía del Di Tella co-
Cuando Greco inició su cruzada, el auriga de la mo el Día Cero. Pero los verdaderos creadores
vanguardia argentina Jorge Romero Brest de- no fueron Plate y sus huestes, sino las fuerzas
dicaba sus encomios a Fernandez Muro, Kazu- del orden.
ya Sakai y Miguel Ocampo, quienes estaban a Pablo Suárez, uno de los participantes de la
leguas de la huella abierta por Rauschemberg. muestra, definió así el viraje, en una carta a Ro-
Un primer conato de transformación gregaria mero Brest: “La obra va desapareciendo mate-
despuntó en 1962 cuando Rafael Squirru, di- rialmente del escenario [...] Hay que inventar
rector del Museo de Arte Moderno, unió en la una lengua viva y no un código para elites [...]
muestra colectiva “El hombre antes del hom- el público del Di Tella esta compuesto por gen-
bre” a Marta Minujín, Dalilia Puzzovio, Zulema te que no tiene la más mínima preocupación
Ciordia y Rubén Santantonin. El manifiesto que por estas cosas, por lo cual la legibilidad del
distribuyeron entonces era un mero acto de mensaje que yo pudiera plantear en mi obra
agitación: “Hay que hacer algo -decía-. Hay carece totalmente de sentido”. Junto a Rober-
que sacudir un poco o un mucho a este am- to Jacoby, Ricardo Carreira, Eduardo Ruano,
biente antes de que nos trague a todos en la Margarita Paksa y León Ferrari, Suárez adhirió
grisalla de su indiferencia”. Santantonin ensayó a una declaración del Congreso de La Habana
una descripción de lo que ofrecían. Bautizó a la de 1968 que resume todos esos postulados:
muestra “Arte de las cosas”. “La obra cultural por excelencia de un país co-
Pero fue preciso que Romero Brest, abjurando mo el nuestro es la Revolución”,
del informalismo, les abriera los brazos afectuo- La temporada plástica de 1969 es como una
sos del Instituto Di Tella para que el movimien- viuda quo no se acostumbra a la pérdida de la
to se consolidara: desde 1964 se concentraron persona amada. Almacena los fetiches del
allí todos los fervores de la vanguardia. La pin- muerto, los exhibe, los recompone, trata de con-
tura pop, la pintura op, las estructuras prima- tagiarles su aliento para que resuciten. Quizás
rias, los happenings, el arte cinético y las ex- el lente con que los mira sea falso, y en vez de
periencias visuales nacían y morían más rápido funerales se haya producido un nacimiento. Es
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que la pintura, al desintegrarse, transfirió su nobiliario que porta hace más de un lustre el de
prestigio (y su poder de comunicación) a los mandarín de la Revolución, Jorge Romero
objetos, vivos o inmóviles; del mismo modo, al Brest, 64, sigue, impertérrito, atrayendo hacia
volatizarse los artistas, sus despojos han des- su cabeza una fronda de vituperios y alaban-
cendido hacia la mirada de cada espectador. zas. Sólo de vez en cuando se le filtra entre los
Es la mirada la que crea. Y el fenómeno tiene la resquicios de su conversación espumosa, ina-
magia de una ceremonia de Pentecostés. cabable, algún suspiro melancólico: “La gente
Los plásticos o los artistas visuales, como pre- me quiere tan poco, y he hecho tanto por ella:”
fiere llamarlos Romero Brest, han enfilado ya Recibe en un escritorio pequeño, detrás de un
por caminos heterodoxos. Algunos producen arsenal de pipas y dando la espalda a un cua-
teorías, como Luis Felipe Noé, autor de una dro de Macció. Su voracidad por la vida le so-
Antiestética y de una segunda predicación, to- bresale de los labios apenas ensaya su prime-
davía inédita, “El arte entre la tecnología y la ra historia: “Una tarde soleada de setiembre, el
rebelión”; otros, como Luis Fernando Benedit, año pasado -narra-, entré a la National Gallery,
se proponen cambiar el hábitat y hasta el pai- en Londres. Iba como simple turista, sin libreta
saje del espectador mediante obras que esta- de apuntes, con el placer visual como única
blecen una relación íntima con la tecnología y compañía. Contemplé los Arnolfini, las Venus
la naturaleza. Un sector más vasto engendra de Velázquez, algún Turner, durante dos horas
artículos de consumo. Jorge de la Vega, can- cortísimas. Salí, y en Trafalgar Square estaban
ciones; Pablo Mesejean, Edgardo Giménez, los hippies y el sol. Allí brotaba la vida. Percibí,
Delia Cancela, Dalila Puzzovio y Carlos Squirru, en una suerte de revelación, que el siglo pasado
ropa, adornos, zapatos, monogramas de papel. entendía al museo como algo más rico e inten-
Pretenden convertir a cada espectador en un so que la vida. Eso se acabó ya. La tortilla no
consumidor, multiplicando, la audiencia hasta se he dado vuelta, pero empieza a doblarse”.
el infinito. Casi todos ellos vieron derrumbarse Desde su trono en el Centro de Artes Visuales
su castillo de naipes tropezaron con la indife- del Instituto Di Tella, Romero Brest puede dar-
rencia del comprador masivo y tuvieron que re- se el lujo de proponer religiones. Supone que
cluirse en capillas que eran simples sustitutos “el arte del futuro elegirá estos rumbos: 1) Ar-
de las antiguas galerías de arte (discos de tira- tesanía tecnológica: objetos funcionales. 2) Ar-
je mínimo, recitales en el Di Tella, boutiques en tículos de consumo: ropa, adornos, papel, dan-
los aledaños de las calles Florida y Charcas). za, música. 3) Poetas, incógnitas de toda épo-
Sólo de la Vega acaba de alcanzar, hace un par ca, impredecibles. Pero, seguramente -aclara-,
de semanas, una audiencia considerable: sus condensarán su testimonio en situaciones, no
canciones sirven de apertura y estribillo en el en objetos”.
ciclo “Tato siempre en domingo” (Canal 11). Un libro se ha infiltrado ahora en todos sus
Nadie puede predecir dónde desembocarán pensamientos: “Las palabras y las cosas”, de
los esqueletos de la pintura tradicional o los Michel Foucault, “que me proporcionó el edificio
pañales del recién nacido que la reemplaza. teórico para mis intuiciones”. Supone que la
Las explicaciones suman centenares, y hay pintura, que fue un medio insustituible para co-
tantas profecías como personas en el juego. nocer la realidad, “está perdiendo terreno ace-
Pero es difícil oír una sola respuesta que suene leradamente”. Decide que “en el siglo XIX, la
a verdadera. representación (esto es, la atribución a un obje-
to de sentidos que lo trascienden y lo superan)
Las voces de los oráculos consiste en obtener verdades, en saber. Hoy,
Pendiente de si mismo, hábil jardinero del titulo saber es penetrar en la secreta intimidad de los
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fenómenos”, De cada diez visitantes del Di Tella, ocho son


La otra cara de la medalla es el crítico Ernesto meros curiosos a quienes los despliegues lúdi-
A. Rodríguez, 84. La diferencia empieza ya en cos de los salones dejan indiferentes, o sólo di-
las paredes de cada casa: las de Rodríguez en vertidos.
Villa Lugano. están poblados por óleos de Pre- Si la revolución introdujo transformaciones o
sas, de Forte, de Ideal Sánchez. El tono del crí- conversiones en la vida de alguien, fue sólo en
tico es conciliador: “El arte individualista al que la de los artistas. Ellos se sienten en el lomo de
estamos acostumbrados -dice- da paso a una la espuma, imaginan que el ombligo del mundo
nueva forma de expresión, que aspira a trans- pasa por sus cuerpos.
formar el mundo. Pero esos dos canales no se Dalila Puzzovio, Edgardo Giménez, 25, y Carlos
contradicen y a los dos se puede llegar por la Squirru, 30, descubrieron hace ya cuatro años
pintura”. que el arte (o los aledaños del arte) es uno de
Vuelve los ojos hacia un cuadro de Luis Barra- los vehículos más afilados para promoverse a
gán (con quien fundó el grupo Orión, hace 30 sí mismos: “Somos los primeros que usamos
años) y desliza una tesis majestuosa: “Esta medios de comunicación masiva -se vanaglo-
obra, por ejemplo, equivale a una ventana para rian-. El póster panel que instalamos en Florida
mí, me permite salir de la realidad. Pero si ade- y Viamonte, data de 1965 [Allí asomaban los
más de mirarla, la veo, puede transformarme, tres, con la cara radiante, preguntándoles a los
enriquecerme”. Retrocede todavía algunos pa- que pasaban: ¿Por qué son tan geniales]?. En
sos más para imaginar que quienes abandonan el 64, organizamos en Lirolay un recorrido que
la pintura es porque no la aman, o “porque no se llamó “La Muerte”, con música de Miguel
pueden soportar la competición con los héroes Angel Rondano, enanos que repartían catálo-
del pasado. La herencia de Rembrandt, del gos y un murciélago rojo que golpeaba al públi-
Greco, de Picasso, se les vuelve abrumadora, co. Fue el primer happening de Buenos Aires”.
insuperable”. Luego, desvía la flecha: “No hay La casa de los Squirru (Dalila y Carlos) se les
que confundir creación con experimentación; la parece: cielo raso de leopardo, paredes de al-
experimentación no es un sustituto del arte”. gas verdes, sofá de víbora, gramófono de már-
mol, caracoles retocados con Cutex transpa-
Los desnudos y los muertos rente, café a la turca.
Ya en el 65 la idea de meter sus obras en una
Sería necesario revisar si toda esta marea de galería empezó a aburrirlos, “McLuhan no ha-
palabras tiene algún sentido preciso, si apun- bía aparecido todavía y Romero Brest no en-
ta hacia algún blanco, supuesto que los blan- tendía nada, se avivó sólo un año después”, ar-
cos y los sentidos importen en esta fronda ca- gumentan. “La que sí estaba en la onda era
ótica. Son los espectadores quienes debieran Marta Minujín, que al ver el póster de Viamonte
contestar, pero sus respuestas son magras, se pegó un grito que ni Aquiles al pie de Troya, y
reducen a un “me gusta”, un “no me gusta”, un tiró los colchones por la ventana de la galería
encogimiento de hombros. Los fosos entre el donde exponía para poder, ella también, estar
arte y la vida están lejos de ser salvados, porque en la calles.”
hasta los zapatos de doble suela y colores de Desde entonces, les ha sucedido casi todo: re-
helado que pergeñó Dalila Puzzovio en 1967 o partieron flores el Día de la Primavera (1966),
los maravillosos animales vivos que Luis Fernan- Puzzovio ganó el premio nacional Di Tella (1966)
do Benedit expuso en su Microzoo de acrílico y una de las dos menciones internacionales
(Rubbers, 1968) están impregnados de ese pres- (1967); la casa Grimoldi fabricó los zapatos pre-
tigio ancestral que la palabra arte trae consigo. miados de Dalila, para venderlos en las sucur-
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sales de barrio, con resultados catastróficos. Acaban de invitarlo a la Bienal de San Pablo y
Giménez concibió la escenografía del film es posible que vaya: “Tal vez pinte figuritas en
“Psexoanálisis” (1988), y Puzzovio, el vestuario papel, para que la gente las haga un bollo y las
de Libertad Leblanc. La linea “Dalila” de vesti- tire, o a lo mejor presento un show, con las chi-
dos se vendía, mientras tanto, en 84 boutiques. cas del Maipo y yo entre ellas, vestido de mí
“Nos interesa vivir en nuestras propias esferas mismo”.
brillantes -deciden- como “Lucy in the sky with La destrucción es el amor, creen muchos de
diamonds.” ellos, pero también hay quienes conciben que
O como Héctor Basaldúa, que también está en el amor es salvación. Roberto Jacoby, 24, uno
una esfera, aunque algo más penumbrosa. El de los adalides de “Experiencias 68”, defiende
piso de su casa brilla, el silencio es anormal, la el viraje de las artes plásticas hacia lo concep-
luz es débil, y hay pirámides de libros bien or- tual. Supone que la primera oleada de invaso-
denados que se yerguen hasta el techo. De en- res del Di Tella (Minujín, Puzzovio, Stoppani,
trada, coincide con Rodríguez. “Si los jóvenes Rodríguez Arias) vivían “la contradicción de es-
ya no pintan será porque no aman la pintura” (a tar contra de la sociedad y de querer, al mismo
sus espaldas, lo custodia un caballete). “Senti- tiempo, ser aceptados por ella. Otros, como
ría que alguien como Noé no siguiera trabajan- Ruano, Margarita Paksa o yo mismo, pretendí-
do, es un joven talentoso. ¿Jorge de la Vega ya amos que la sociedad cambie. Los primeros
no pinta? Bueno, cantar es también una forma matan el arte, no para destruir el engranaje si-
de expresarse. ¿Pero no le parece que tiene no para confirmarlo. Ese es el camino que Ro-
más valor el esfuerzo por expresarse, los años mero Brest ha llevado hasta sus últimas conse-
y años entregados a una misma tela, como ha- cuencias: legalizar y estetizar el sistema capi-
cemos los pintores de mi época?” talista”.
No, de la Vega no está de acuerdo. Tendido en También Pablo Suárez, 31, un ex estudiante de
una reposera de vinilo transparente, con las Agronomía, ha dibujado un sendero parecido.
manos sobre una planta de ocelote falso, cree El primer cuadro que pintó en su vida (1960)
que al hombre “se le he cambiado de súbito el fue ensalzado por al oficio que revelaba; el últi-
alrededor, porque la tecnología le trae a su ca- mo (abril de 1968) implicó una ruptura. “Ese
sa el mundo entero. También por eso se re- trabajo era un callejón sin salida -explica-.
conquistan los medios expresivos inherentes al Nuestros espectadores eran sólo los críticos,
hombre esencial: el vestido, la danza, el can- los intermediarios. algunos necrófilos. Hacía ra-
to”. En algún lugar del cuadro donde habla hay, to que la vida se había quedado afuera, y la
con certeza, una varita de incienso echando única aventura real consistía en salir del calle-
humo o una tercera persona agitando cisnes jón”. A partir de entonces, se lanzó a la acción
de polvo perfumado. “Ya no hay tiempo pare política: contribuyó a organizar, junto a Jacoby,
hacer, colgar o mirar un cuadro -dice de la Vega- la muestra “Tucumán arde”, en la CGT de Pa-
. En Estados Unidos, un chico de nueve años seo Colón, y concibió un slogan al que piensa
se quejó de que lo mandaran al colegio. “Yo no aludir en todos sus actos: “Usaré toda mi crea-
se para qué pierdo cinco horas por día”, alegó tividad paraacabar con el sistema. La eficacia
el chico. “De ese modo interrumpo mi educa- es la forma”.
ción”. Él también se declara adolescente, mu- O el instante es la forma, como parece haber
chacho de 14 años, con la educación incom- querido decir Benedit en la mejor exposición
pleta. Le dan “ganas de vomitar al lado de un individual de 1988, “Microzoo de acrílico”. Allí
cuadro”, porque “para sobrevivir, el artista creó un ambiente por el que evolucionaban
plástico tuvo que echar mano a la sorpresa”. animales libres y prisioneros. Las abejas salí-
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an volando de las salas asépticas de Rubbers, afrontaba duelos a muerte contra la esclerosis,
las hormigas excavaban galerías y cementerios el cine crecía alegremente. Ningún genio pro-
en esplendorosos hormigueros de plástico. Eso visto de pomos y caballetes podría ahora lu-
es lo que quiere Benedit, cambiar a cada ins- char sin desventaja contra las explosiones li-
tante el hábitat del hombre. Piensa organizar bres de “2001: Odisea del espacio” o de “EI
en 1969 una exposición de “prototipos fantás- submarino amarillo”, que se sirven de la pintu-
ticos” o “muebles de vida”. No es un teórico ra como si fuera un animal inferior, superándo-
como Noé o un autobiógrafo como los Squirru. la y esclavizándola.
Su estilo es el del narrador, el del inventor de Sin embargo, todavía quedan en Buenos Aires
mundos. “Me enloquecería transformar una algunos templos donde se venera al difunto
plaza -se exalta-, las barrancas de la San Mar- como si gozara de una salud perfecta. En “Bo-
tín, por ejemplo: colocar allí 600 metros de ma- nino”, Guillermo Whitelow (uno de los encarga-
terial reflejante para que se duplique la imagen dos) suspira desdeñosamente: “¿La muerte de
del Kavanagh, o tapizar los senderos para ver la pintura? ¡Ay, qué tema tan aburrido!”, y refu-
los zapatos y los árboles al mismo tiempo, o ta, con un mohín, la presunción de que la gale-
cubrir las plantas de polietileno e instalar cale- ría -pavo real de las artes plásticas en la déca-
facción.” Y no son esos los únicos delirios que da del 60- ya no consigue pintores para expo-
le ocurren. ner: “¡Qué mentira! No tenemos ni un huequito
Luis Felipe Noe elige el estilo del ensayista, libre”. Otro de los ángeles custodios, Enzo Me-
quiere “suscitar conciencia, montar un espec- nichini, proclama que “eI cansancio o el capri-
táculo con frases sobre la Argentina”. Aunque cho individuales no son razones suficientes pa-
por ahora sus pretensiones son más módicas: ra decretar la muerte de la pintura”, y qua la
instalará un bar, en Reconquista y Córdoba, empresa sigue vendiendo triunfalmente a “in-
“para congregar gente, organizar happenings, dustriales, profesionales, hombres de nego-
para principalmente para ganarme la vida”. cios, bancos, museos y fundaciones”.
Margarita Paksa se imagina a sí misma como La letanía fluye idéntica, y casi en al mismo or-
una caudilla política. “Preferiría ser una buena den, cuando la pregunta se endereza hacia Na-
organizadora antes que una artista”. Su instru- talio Jorge Povarché, el dueño de Rubbers. Ha-
mento fue siempre el sonido: en 1968 grabó un bilísimo marchand, parece menos dotado pa-
disco que procuraba hipnotizar primero y eroti- ra las especulaciones teóricas. Por cierto, él no
zar después al oyente. “Yo no quiero hacer ob- cree eso: sostiene que la improvisación verbal,
jetos únicos”, se defiende. el ajetreo de la galería, el teléfono que llama in-
cesantemente, son vidrios que le perturban la
El misil y las armaduras claridad del lenguaje. “Podría contestar a sus
preguntas con la misma facilidad con que tomo
Quizás el asesino de la pintura (o de todo el ar- el desayuno -arguye-. Yo escribo cosas de
te tradicional) se llama cine, porque la heca- profundidad filosófica. Pero hoy no me siento
tombe empezó cuando llegaron Mack Sennett bien.” De todas maneras, arremete: “No hay tal
y David W. Griffith, y porque las maravillas de muerte de la pintura, sino deserciones. Pienso
la técnica (que las artes plásticas incorporaron que hay dos formas de deserción: aquella que
a sus juegos hace apenas una década) fueron implica abandono por no poder afrontar el he-
las parteras de “Intolerancia” (1918) o de la se- cho plástico con un contenido lo bastante hondo
rie “Fantomas” (que Louis Feuillade inició en como para que tenga vigencia, la de quienes
1912), dos obras precursoras del pop, del tientan todas las posibilidades técnicas y cientí-
camp, de las historietas. Mientras la pintura ficas, lanzándose hacia la aventura absoluta”.
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Por fin, respira y entona su jaculatoria definiti- quiem pare la pintura: allí se narraba la histo-
va: “Creo en el primer pintor de caballete. Creo ria de un mediodía de verano, en Biarritz. Al
en el arte, que es decir creación, que es decir borde del mar, un hombrecito bajo, cuadrado
fe, que es decir religión”. de hombros y con la cabeza teñida de caoba
Si la pintura no he muerto, por lo menos en- por los lanzazos del sol, dibujaba con su dedo,
frenta un estado de catalepsia: no se le oyen sobre la arena, figuras de leones griegos y chi-
los latidos, su aliento no empaña ningún espejo. vos mediterráneos, unicornios que danzaban
Y si ha muerto, en verdad, el acta de defunción tañendo sus largos cuernos tallados, templos
no puede escribirse con palabras, porque las en ruinas y volcanes distantes. El hombrecito
consecuencias de esa muerte son -como pre- dibujaba sólo para que la marea se llevara sus
tenden los desertores- una sumersión en la vi- delirios, esperaba ávidamente el avance de las
da, un acto revolucionario, un acoplamiento aguas y sonreía cuando el mar le arrebataba
amoroso de la realidad con el arte, o mejor to- sus criaturas. Aquel personaje pudo llamarse
davía, la explosión de un nuevo panteísmo se- de cualquier modo, pero en el cuento de Brad-
gún el cual el Arte es Todo. bury estaba prolijamente identificado. Era Pa-
En “Una estación de buen tiempo”, un cuento blo Picasso.
de Ray Bradbury, entonó quizás el mayor ré-

Carola Wilde tendría que renovar su Luis Triolo Ignacio, donde quiera que
suscripción a ramona estés, tenés que renovar.

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