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Steve J.

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Oí:- RECORDANDO EL CHILE DE PINOCHET


L-r., L l;
EN VÍSPERAS DE LONDRES 1998
IN STITU TO [-ÜSTORIA
B í B ! ...! O T E v: a
Libro Uno de la trilogía La caja de la memoria del Chile de Pinochet

RECORDANDO EL CHILE DE PINOCHET: EN VÍSPERAS DE LONDRES 1998


(LIBR O U N O DE LA TRILO G ÍA LA CAJA DE LA MEMORIA DEL CH ILE DE PIN O CH E T')

© Steve J. Stern, 2009


© Ediciones Universidad Diego Portales, 2009

Título original:
Remembering Pinochet' Chile: On the Eve o f London 1998 Q f9
(Book One o f the trilogy The Memory Box o f Pinochet’s Chile) S 6 /
Duke University Press
Durham, 2004

Primera edición en castellano: marzo de 2009


Traducción: Jacqueline Garreaud
Inscripción n" 177.615 en el Registro de Propiedad Intelectual
ISBN 978-956-314-062-0

Universidad Diego Portales


Dirección de Extensión y Publicaciones
Av. Manuel Rodríguez Sur 415
Teléfono: (56 2) 676 2000
Santiago - Chile
www.udp.cl (Ediciones UDP)

Diseño: Felicidad
Fotografía de portada: Alvaro Hoppe

Impreso en Chile por Salesianos Impresores S. A.

Este libro es un proyecto de la Facultad de Ciencias Sociales


EDICIONES
e Historia de la Universidad Diego Portales UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES
Indice

Agradecimientos ............................................... 13
M apas....................................................................................................................................... 18

LA CAJA DE LA M EM O RIA DEL C H IL E DE P IN O C H E T


Introducción a la trilogía................................................................................................ 21

L IB R O U N O
R E C O R D A N D O EL C H IL E DE P IN O C H E T : EN VÍSPERAS DE L O N D R E S 1998
Introducción ......................................................................................................................................................... 37

Capítulo 1
La memoria heroica: de la ruina a la salvación........................................................... 43
Epílogo. Los ojos de la niñez: los feriados y la salvación............................................ 73

Capítulo 2
La memoria disidente: ruptura, persecución, despertar.......................... 77
Epílogo. El saber popular de la bondad y el remordimiento........................ ............ 106

Capítulo 3
La memoria indiferente: cerrando la caja del p asado.................................................127
Epílogo. El accidente: las tentaciones del silencio......................................................... 142

Capítulo 4
De la memoria suelta a la memoria emblemática: los nudos en el cuerpo social......145
Epílogo. La tumba en memoria del soldado desconocido.......................................... 178

Conclusión
Memorias y silencios del corazón................................................................................... 187

Abreviaturas utilizadas en las notas y el ensayo sobre las fuentes..........................................199


N otas......... ................................................................................................................................ 201
Ensayo sobre las. fuentes.............................................................................................................261
Para mi tan querida Florencia,
mi chilenita de corazón,
corazón sin fronteras...
Santuario en memoria de un desaparecido, en el Cementerio General de Santiago.
Agradecimientos

Si midiéramos la riqueza por los recursos humanos -por la ayuda y la amis­


tad que alguien recibe de otros-, yo sería una de las personas más ricas en
el mundo. Hay demasiadas personas a las cuales agradecer, por haber hecho
factible este proyecto y por haberlo mejorado.
En Chile fueron tantos quienes me ayudaron que no puedo nombrarlos a
todos. Estoy muy agradecido con cada persona que colaboró a través de una
entrevista, una conversación o un debate; con cada persona que prestó docu­
mentos de su archivo personal; con los que cuidaron los archivos, centros de
documentación y bibliotecas; con los activistas de derechos humanos y con
los sobrevivientes-víctimas que me inspiraron y desafiaron. Mis colegas en
Flacso-Chile (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) me facilitaron
una oficina, el intercambio intelectual y los contactos humanos; también me
dieron acceso a una biblioteca, a una red de personas expertas en la desgraba­
ción de cintas de entrevistas y a un ambiente humano de apoyo. En particular
estoy agradecido con Claudio Fuentes, José Olavarría y Marisa Weinstein, por
su apoyo, por su consejo intelectual, por compartir información de investiga­
ciones en marcha, y, en el caso de Marisa, por colaborar como investigadora.
También tengo que decir gracias a Magaly Ortiz por organizar toda una red
de personas, incluyendo a ella misma, para ayudar con las desgrabaciones; a
María Inés Bravo, por el acceso a la estupenda biblioteca de la Flacso y por su
capacidad para encontrar los materiales; a Enrique Correa y Francisco Rojas,
por el apoyo institucional, y muy especialmente a Alicia Frohmann y Teresa
Valdés, por sus sugerencias e intercambio intelectual, y también por la amistad
y el afecto personales. La ayuda de Alicia abarcaba un poco de todo, desde
las discusiones intelectuales cotidianas en su oficina en la Flacso hasta sus
comentarios agudos y sugerencias críticas después de leer un primer borrador
de los libros Uno y Tres de la trilogía. Teresa me ayudó a trabajar y a pensar
las ideas en distintas etapas de la investigación, compartió generosamente su
archivo personal sobre Mujeres por la Vida y también ofreció una crítica muy
útil a una formulación temprana de algunas ideas. En la Fundación de Docu­
mentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad, el archivo y la biblioteca
más importantes sobre la memoria y los derechos humanos en Chile, les debo
un agradecimiento muy especial a tres mujeres formidables, que mezclaron

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el conocimiento intelectual, el afecto humano y el acceso al tesoro documen­ también surgieron durante y después del período de guerra e insurgencia de
tal: Carmen Garretón, María Paz Vergara y Mariana Cáceres. De la misma Sendero Luminoso en Perú. Colaborar en ese proyecto enriqueció mi proce­
manera debo expresar mi gratitud a Teresa Rubio, una amiga muy querida y so de pensamiento y mis redes de intercambio intelectual. Quisiera decirles
una profesional dedicada y experta en cuidar y organizar la bibliografía y la gracias a Elizabeth Jelin, la profesora directora argentina del proyecto; a Eric
documentación en la Fundación Salvador Allende, y a Helen Hughes, foto- Hershberg, el organizador y codirector desde el SSRC; a Carlos Iván Degre-
grafa extraordinaria, por compartir su colección de periodismo gráfico y por gori, que era codirector de la dimensión peruana del proyecto; y a los becarios
la reproducción de muchas fotos que aparecen en el Libro Dos y el Libro Tres y los otros profesores colaboradores, especialmente Susana Kaufman, que tra­
de la trilogía. bajaron en una u otra etapa del proyecto.
Entre otros colegas y amigos en Chile, cuya orientación intelectual y apoyo También quisiera agradecer a mis colegas de la red de estudios Legacies of
personal me significaron más de lo que ellos imaginan, les doy las gracias a Authoritarianism, de la Universidad de Wisconsin, especialmente Leigh Pay-
Roberta Bacic, Mario Garcés, mi primo Gastón Gómez Bernales, Elizabeth ne, Louis Bickford, Ksenija Bilbija, Al McCoy, Cynthia Milton y Thongchai
Lira, Pedro Matta, Juan O ’Brien, Anne Perotin y Alex Wilde, Julio Pinto y Winichakul, por las oportunidades de pensar comparativa e interdisciplina­
Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, Alfredo Riquelme, Claudio Rolle, Gonzalo riamente sobre los temas de la memoria. Otros colegas de la Universidad de
Rovira, Sol Serrano, María Elena Valenzuela, Augusto Varas, Pilar Videla y su Wisconsin que ofrecieron conocimientos, apoyos, críticas y sugerencias útiles
familia, y José Zalaquett. Sol Serrano fue un modelo ejemplar y también una fueron, entre otros, Florence Bernault, Alda Blanco, Stanley Kutler, Gerda
amiga querida. Compartió su intelecto y su sensibilidad histórica tan agudos, Lerner, el ya fallecido George Mosse, Francisco Scarano, Thomas Skidmore y
sus experiencias y contactos sociales, algunos materiales de su biblioteca, y sus Joseph Thome. También quisiera agradecer a varios colegas y estudiantes que
interpretaciones y desacuerdos. Sol y Pepe Zalaquett también mostraron una escucharon ideas y ofrecieron las suyas en reuniones y talleres internaciona­
generosidad fuera de lo común al leer y criticar todo el primer borrador de la les en Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Londres, Lucila del Mar (Argentina),
trilogía. Montevideo, Piriápolis (Uruguay) y Santiago; y también en congresos de la
Entre las personas públicas bien ocupadas que se hicieron tiempo para las LASA (Latín American Studies Association) y en varias universidades en Esta­
entrevistas y la discusión, debo agradecer especialmente a la ya fallecida Sola dos Unidos. Finalmente, les debo agradecer a dos intelectuales e historiadores
Sierra, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desapareci­ especialistas en Chile, Paul Drake y Peter Winn, por su gran apoyo y sus ideas
dos, y a Patricio Aylwin Azocar, el ex presidente de Chile. No estuve de acuer­ valiosas durante varias etapas del proyecto; y a los estudiantes de posgrado en
do con uno ni con el otro en todos los puntos, y ellos tampoco estuvieron la Universidad de Wisconsin, por la energía y la perceptividad que siempre
de acuerdo entre sí en cada punto. Pero, precisamente por eso, cada uno me entregaron a nuestra comunidad intelectual y nuestros seminarios sobre la
enseñó mucho y resultó ser generoso, directo e inspirador. violencia y la memoria.
Varias personas, de distintos países y de distintas perspectivas disciplina­ Recibí ayuda material imprescindible, por lo que doy las gracias a varios
rias, enriquecieron mi camino de aprendizaje. Después de la etapa inicial de programas que ofrecieron becas y apoyo: el Fulbright-Hays Faculty Research
la investigación, me tocó el privilegio de colaborar como miembro de la fa­ Abroad Program, el Social Science Research Council y la Universidad de
cultad en un proyecto del Social Science Research Council (SSRC), hacien­ Wisconsin, y, para el Libro Tres de la trilogía, el American Council o f Lear-
do de profesor guía de jóvenes intelectuales latinoamericanos -de Argentina, ned Societies. En distintos momentos recibí ayuda en la investigación de
Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay- en temas de memoria, represión y varios estudiantes e investigadores: Nancy Appelbaum, Claudio Barrientos,
democratización. La idea inspiradora fue construir la masa crítica de una red Gavin Sacks y Marisa Weinstein; y también ayuda en los mapas de Onno
transnacional de intelectuales jóvenes, capaces de investigar y reflexionar con Brouwer y Marieka Brouwer, del laboratorio cartográfico de la Universidad
rigor sobre la ola de dictaduras militares violentas y las luchas de memoria que de Wisconsin.
dejaron secuelas impactantes en Brasil y el Cono Sur en los tiempos recientes, En Duke University Press recibí consejos sabios de mi editora, Valerie
y sobre los temas de memoria de alguna manera relacionados o paralelos, que Millholland, quien aclaró muchas cuestiones intelectuales, prácticas y esté­

14 is
ticas. Su astuta asesoría profesional, su comprensión de los aspectos huma­ esto encendió un fuego. Algún día tendría yo que enfrentar y escribir sobre
nos que estuvieron en juego y su entusiasmo han constituido para mí una los aspectos más desafiantes y paradójicos de la historia del siglo XX -sobre
experiencia extraordinaria, y también una amistad de mucho valor. Estoy cómo los tiempos modernos pusieron de manifiesto una terrorífica capacidad
igualmente agradecido con los otros colegas en la Duke University Press, humana de organizar e implementar sistemáticamente proyectos políticos de
y con Sonya Manes, la editora cuyo trabajo paciente, cuidadoso y sensible tanto absolutismo, violencia, destrucción y odio que superan nuestra capa­
mejoró el texto. cidad de imaginar; y, a la vez, cómo la modernidad también produjo una
También tengo que agradecer a Claudio Barrientos, director de la Escuela capacidad humana extraordinaria de construir y reafirmar valores universales
de Historia de la Universidad Diego Portales, a todos sus colegas en la edito­ de solidaridad, de cuidar al otro y defender la dignidad y los derechos, aun en
rial de la Universidad Diego Portales, y a Jacqueline Garreaud, la traductora, los difíciles tiempos de horror.
cuya dedicación, entrega e inteligencia han sido toda una experiencia y han Quisiera dedicar esta trilogía a mi brillante colega y querida compañera
permitido publicar la edición en castellano para el público chileno y latino­ de vida, Florencia E. Mallon. Las ideas, la información y el apoyo intelectual
americano. que aportaste a este trabajo fueron fundamentales, pero son sólo la menor
Dos lectores anónimos de Duke University Press ofrecieron consejos y cri­ parte de los muchos motivos para agradecerte y dedicarte a ti este trabajo.
ticas que ayudaron mucho al leer el primer borrador de la trilogía, y también Nuestro viaje en esta vida juntos ha sido un maravilloso regalo. Ojalá que
recibí consejos importantes de tres gran lectores en Chile: Alicia Frohmann, nunca termine.
Sol Serrano y José Zalaquett. A todos ellos, muchas gracias por su generosi­
dad con su tiempo y sus intelectos. No he logrado responder con éxito a cada
desafío, pero ellos me han salvado de varios errores y han mejorado la calidad
del análisis. Yo asumo mi responsabilidad por los defectos que todavía son
demasiado evidentes, a pesar de sus mejores esfuerzos.
Finalmente, debo agradecer a mi familia. La gran familia chilena que here­
de por mi matrimonio con Florencia Mallon compartió el cariño, la amistad,
los contactos y las experiencias. Gracias a mis tías y tíos Tenca y Roberto (ya
fallecido), Celina y Gastón, Alfredo y Smyrna (ya fallecidos), y Nieves; a mis
primos Polencho y Gabriela, Diego, Gastón y Tita, Pablo y Sol, Ignacio y
Alejandra, Chimina y Gonzalo; a mis suegros, Nacha y Dick, con quienes
tuvimos un gran reencuentro familiar en Chile; a las sobrinas y los sobrinos
chilenos que jugaron durante las reuniones familiares; y a mis propios hijos,
Ramón y Rafa, por navegar con sus padres en una vida internacional y sus
desafíos, por apoyar el proyecto y por recordarme lo que vale e importa a largo
plazo. Mi propia familia de Estados Unidos —mis hermanos y mis padres—
también han ofrecido un apoyo muy importante, y debo agradecer especial­
mente a mi mamá, Adel Weisz Rosenzweig Stern. Mamá, de cierta manera
me criaste para escribir esta trilogía. Las historias tan preciadas de la vida en
Hungría con mis abuelos, tías y tíos, los miedos y las pesadillas de Auschwitz
y Buchenwald que compartiste a pesar de no querer hacerlo, las memorias y
angustias habladas y no habladas pero siempre presentes en nuestras vidas, ese
amor y esa cercanía tan feroces que vivíamos y sentíamos como familia, todo

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17
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VIII Región
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Capital Ciudad Pueblo,
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Límite regional
o 200 600 kilómetros

Chile en la era de Pinochet Chile centraly sur en la era de Pinochet


Este mapa muestra las principales ciudades, pueblos y Este mapa muestra ciudades, pueblos y lugares de la
lugares en los que se produjeron conflictos de memoria zona central y sur de Chile en los que se produjeron
mencionados en la trilogía. Para una descripción conflictos de memoria mencionados en la trilogía.
geográfica más detallada de los sitios de la zona central
y sur, ver el mapa de la página de enfrente.
Introducción a la trilogía

La caja de la memoria del Chile


de Pinochet

Esta trilogía, La caja de la memoria del Chile de Pinochet, estudia cómo


han luchado los chilenos para definir el significado del trauma colectivo que
significó la acción militar del 11 de septiembre de 1973, cuando una junta
formada por Augusto Pinochet y otros tres generales derrocó al electo gobier­
no socialista de Salvador Allende y desató una violencia política masiva contra
quienes eran considerados enemigos y críticos del nuevo régimen.
El arco del tiempo que cubre este análisis corresponde al período en que
Pinochet destaca como la principal figura de la vida pública chilena, es decir
desde 1973, cuando pasó a gobernar -como comandante en jefe del Ejército-
la nueva junta militar, hasta el año 2001, cuando una corte de justicia chilena
emitió un fallo que lo liberó (aparentemente) del riesgo de procedimientos
criminales por razones de salud, pero que terminó por completar su margi-
nalización de la vida pública. Sin embargo, muchas de las tensiones y dilemas
analizados para el período de posdictadura de 1990 a 2001 continuaron con­
figurando la vida de las personas y el poder político a nivel nacional. Precisa­
mente por eso, el tercer tomo de la trilogía sigue adelante, hasta 2006. Toma
así en cuenta un nuevo e importante ciclo que cambió la manera de enfrentar
la memoria a partir de 2002. Este ciclo influyó en las respuestas ante la muerte
de Pinochet, ocurrida en 2006, y también contribuyó a dar forma a la parado­
ja posterior de la política de la memoria —por un lado, avances sin precedentes;
por otro, un riesgo mayor de marginalidad- en la administración de Michelle
Bachelet. En suma, “el Chile de Pinochet” y sus consecuentes luchas por la
memoria han permanecido como un poderoso legado, aun cuando la persona
de Pinochet se haya desvanecido. La trilogía abarca, pues, un tiempo suficien­
te -de 1973 a 2006- para considerar los modos de enfrentar la memoria, más
allá del período en que Pinochet fue personalmente poderoso al momento de perturbador de la historia mundial del siglo XX, planteada fuertemente por
definir la vida y la cultura públicas. reflexiones sobre el Holocausto y reforzada por los regímenes de terror y las
La crisis de 1973 y la violencia del nuevo orden generaron una conflictiva atrocidades masivas que surgieron en varias regiones del mundo después de la
cuestión de memoria en la vida chilena. El tema de la memoria demostró ser segunda guerra mundial.1
esencial en el proceso de recomposición de la cultura y la política chilenas, La historia de “la memoria” nos permite ver un aspecto adicional de la vida
primero bajo el régimen militar que gobernó hasta 1990 y, subsecuentemente, chilena que es sutil pero central: el hacer y deshacer de la legitimidad política
bajo una democracia ensombrecida por los legados de la dictadura y por la y cultural, aun cuando reine un violento gobierno del terror. En la lucha por
presencia aún poderosa de los militares. Por lo tanto, el estudio de la memoria las mentes y corazones de Chile, la cuestión de la memoria se volvió estraté­
no puede estar desconectado de un relato de contextos políticos, económicos gica —política, moral y existencialmente—tanto durante como después de la
y culturales más amplios. En realidad, el análisis de la construcción de la me­ dictadura. Así, “la memoria”, que en los años 80 se cristalizaba como una idea
moria ofrece un nuevo y útil lente para mirar el curso general de la historia cultural clave, una nueva palabra importante y un campo de batalla, arroja
de Chile en el último cuarto del siglo XX y los primeros años del actual. A mi una nueva luz sobre la era total de la dictadura y de la democracia restrictiva,
juicio, aunque algunos excelentes estudios han establecido una crónica confia­ desde los años 1970 hasta principios de la década de 2000. El estudio de la
ble de acontecimientos políticos y económicos básicos durante el gobierno de memoria en la historia complementa de esta manera los excelente^ anáfisis
Pinochet (algunos de ellos relacionados con temas de memoria colectiva), no académicos que han puesto más atención a los hechos de Fuerza e imposición
existe todavía una historia que trace sistemáticamente, a través de los períodos que a los de la construcción de la subjetividad y legitimidad al interior de un
de la dictadura y de la transición democrática, el largo proceso de formar y período de fuerza. En realidad, el lente de la lucha de la memoria nos invita
disputar la memoria por parte de diferentes actores sociales aí interior de una a movernos más allá de la rígida dicotomía conceptual entre una perspectiva
sociedad profundamente dividida. d,earribarhada abajo, orientada a la ingeniería social elitista, y una perspectiva
La cuestión de la memoria no sólo es un tema esencial en sí mismo; su his­ desde abajo, que ve lo opuesto: la represión, interrumpida por las erupciones
toria abre el aspecto poco explorado de “mentes y corazones” de la experiencia de^írotesta. En este esquema, los momentos de protesta hacen visibles la frus- '
dictatorial. A menudo vemos la historia y el legado de las recientes dictaduras tración, la desesperación, la organización y la resistencia, que a menudo tienen
en Sudamérica, especialmente en Chile, en términos de varios aspectos que un aspecto subterráneo o marginado en condiciones de dictadura represiva 9'
son ahora obvios y bien analizados: los hechos de la fuerza bruta, la represión de democracia restringida.
y la consecuente difusión del miedo; la imposición de la política económica Trazar las luchas de la memoria nos invita a considerar no solamente la
neoliberal y el correspondiente desmantelamiento de los enfoques estatistas verdadera distancia y las tensiones entre las perspectivas de arriba hacia abajo
hacia el bienestar social y el desarrollo económico; el surgimiento de una cul­ y desde abajo, sino también las dinámicas interactivas más sutiles al interior de
tura tecnócrata despolitizada, dentro y más allá del Estado, y sus consecuen­ una historia de violencia y represión. Vemos los esfuerzos de persuasión desde
cias para los movimientos sociales y el activismo político; y los pactos políticos arriba para reforzar o expandir una base social desde abajo, y no simplemente
y el continuo poder de los militares que condicionaron las transiciones y la ca­ para solidificar el apoyo y concentrar poder entre los de arriba; vemos los es­
lidad de las democracias en Sudamérica en las décadas de 1980 y 1990. Éstos fuerzos desde las bases para influir, presionar o dividir las elites del Estado, de
son temas cruciales (y muchos no fueron obvios al principio). Una estupenda la Iglesia y de los partidos políticos, y no simplemente para organizar las redes
literatura en ciencias sociales ha emergido a través de estos años para anali­ de apoyo, de influencia y de protesta entre los grupos subalternos y los más
zarlos: una primera e importante oleada de publicaciones sobre “autoritaris­ desposeídos; vemos las colaboraciones específicas, en proyectos de medios de
mo burocrático liderada por Guillermo O ’Donnell, entre otros, seguida por comunicación, culturales, de derechos humanos y políticos, que produjeron
otras publicaciones más recientes sobre transiciones y democratización. Esta a la vez tensión y sinergia entre los actores sociales en distintas “ubicaciones”
literatura ha iluminado también las relaciones entre modernidad, tecnocracia en la jerarquía social, desde las poderosas y respetables posiciones en las insti­
y terror de Estado; es decir, la versión sudamericana de un tema tan central y tuciones profesionales, del Estado y de la Iglesia, hasta los actores precarios o

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estigmatizados, como los activistas de la calle, las víctimas sobrevivientes, los de “guerras sucias” en Sudamérica. Durante los años 60 y 70, en plena gue­
pobres y desempleados, y los supuestamente subversivos. El proyecto de hacer rra fría, las ideas de revolución y justicia social encendieron una importante
y trabajar la memoria —recordar y definir la realidad del período de Allende y simpatía y movilización social. Las poblaciones marginales urbanas estaban
su crisis culminante en 1973, recordar y definir la realidad del gobierno mili­ llenas de trabajadores pobres, vendedores callejeros e inmigrantes del campo
tar y su drama de derechos humanos- terminó volviéndose central en la lógica o de provincia en busca de una vida mejor. Muchas regiones rurales tenían
por la cual la gente buscó y ganó legitimidad en una sociedad heterogénea y sistemas de propiedad de la tierra, aparatos tecnológicos y prácticas sociales
políticamente dividida, que experimentó un fuerte viraje y un gran trauma.2 abusivas que parecían anacrónicos, violentos e injustos. Muchos jóvenes edu­
cados y sectores progresistas de la clase media vieron en la naciente revolución
La represión en el Chile de Pinochet fue a gran escala y su implementación cubana un ejemplo inspirador o un llamado a despertar que argumentaba a
tuvo distintos niveles. En un país de sólo diez millones de personas en 1973, favor de reformas profundas. Presidentes de países influyentes, como Brasil y
los casos probados de muerte o desaparición por agentes del Estado (o por Chile, impulsaron la reforma agraria, idea cuya hora política finalmente había
personas bajo su mando) ascienden a unos 3.000, las víctimas de la tortura llegado. En las zonas fronterizas de la política establecida, algunos jóvenes de
llegan a decenas de miles, los arrestos políticos documentados exceden los la clase media comenzaron a formar grupos guerrilleros, esperando producir
82.000 y el flujo de exiliados alcanza unos 200.000. Se trata de las estimacio­ una revolución a punta de audacia.
nes más bajas posibles. Aun utilizando una metodología conservadora, una Como es lógico, los partidarios del cambio profundo -así se consideraran
cifra razonable para los muertos y desaparecidos por los agentes del Estado “reformistas” o “revolucionarios”— tropezaron con una atrincherada oposi­
oscila entre 3.500 y 4.500, y para las detenciones políticas, entre 150.000 y ción, el miedo y la polarización. Los antagonistas obvios eran los sectores
200.000. Algunos cálculos creíbles sobre torturas sobrepasan los 100.000 y socialmente privilegiados bajo el statu quo, es decir, las familias y los círculos
sobre exiliados alcanzan los 400.000.3 sociales adinerados y bajo riesgo de “perder” en la nueva era de reformas, los
La experiencia de un Estado que se vuelca violentamente en contra de una sectores de clase media que se identificaban con valores sociales conservado­
porción de su propia ciudadanía siempre es dramática. En una sociedad del ta­ res o se mostraban temerosos ante la posible agitación social, y las familias
maño de Chile, esos datos estadísticos significan la omnipresencia. La mayoría terratenientes destacadas y sus intermediarios locales en regiones rurales que
de las familias, incluyendo las partidarias y simpatizantes del régimen militar, enfrentaban una reforma agraria. También había antagonistas inesperados, in­
tenían un pariente, un amigo o una persona conocida afectada por una u otra cluyendo personas de medios y orígenes modestos. Algunas personas pobres
forma de represión. Con igual importancia desde un punto político y cultural, y gente de clase media baja que vivía en poblaciones urbanas, por ejemplo, se
el Chile de Pinochet fue pionero en una nueva técnica de represión en Amé­ mostraban nerviosas e interesadas en el orden en la medida en que se extendía
rica Latina: la sistemática “desaparición” de gente. Después del secuestro, la la polarización, dudaban sobre la viabilidad de las grandes reformas, o se ha­
persona se desvanecía en una nube de secreto, negación y desinformación por bían alineado a uno u otro lado de las luchas políticas en las disputas entre los
parte del Estado. Relevante también fue el impacto cultural. Muchos chilenos reformistas y los revolucionarios.5
creían que ese tipo de violencia del Estado -al otro lado de la frontera estable­ r~ Más importante para el futuro político y cultural, sin embargo, era que
cida por el procedimiento legal y la decencia humana- era un imposible. Fun­ ¡ entre los antagonistas había militares cuyas doctrinas de seguridad nacional,
damentalmente, su sociedad era demasiado civilizada, demasiado obediente | consistentes con la ideología de la guerra fría, llegaron a definir al enemigo
de la ley, demasiado democrática para eso. En 1973, muchas de las víctimas \ interno como el enemigo fundamental de la nación. En esta línea de pensa-
se entregaron voluntariamente cuando aparecieron en las listas de personas .miento, toda la manera de entender la política que había surgido en América
buscadas por el nuevo gobierno.4 Latina era un cáncer maligno. El problema iba mucho más allá de lograr el
alivio transitorio que significaba derrocar un gobierno si éste iba demasiado
La historia chilena de la lucha de la memoria sobre los significados y las lejos en perturbar el statu quo, movilizar a los oprimidos, tolerar a supuestos
verdades de un violento shock colectivo es parte de la historia de las dictaduras revolucionarios o guerrillas, o desatar la crisis económica o el desorden social.

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La “clase política” de las elites que trabajaban el cuerpo político se había vuelto La versión chilena de. la cuestión de la memoria vale la pena, ..también na­
adicta a la demagogia, y en la sociedad civil había demasiada gente partidaria rrarla por su significación internacional. Para bien o para mal, la larga y angos­
de la idea de organizarse políticamente para terminar con la injusticia. El re­ ta franja occidental de Sudamérica que llamamos Chile ha sido un influyente
sultado era ju i terreno fértil para la difusión del marxismo y la subversión^ que símbolo en la cultura mundial en la última mitad del siglo pasado. Como
destruirían la sociedad desde dentro. el páís modelo de ía Alianza para el Progreso en los 60, constituyó para las
Cuando los regímenes militares desplazaron a los civiles, definieron una administraciones de Kennedy y Johnson el mejor ejemplo de una sociedad
misión más ambiciosa que el alivio transitorio de una administración insoste­ latinoamericana que podía frenar que se repitiera “otra Cuba”, a través de las
nible. Ellos crearían un nuevo orden. Los nuevos regímenes militares condu­ reformas sociales democráticas con ayuda de Estados Unidos. Cuando Salva­
cirían una “guerra sucia” para eliminar a los subversivos y a sus simpatizantes dor Allende fue elegido presidente en 1970, su proyecto -una vía electoral al
de una vez por todas, para atemorizar y despolitizar a toda la sociedad, para socialismo y a la justicia en una sociedad del Tercer Mundo- ejerció un sim­
cimentar los fundamentos para una vida pública tecnócrata. En mayor o me­ bolismo casi irresistible. La combinación de una cultura política electoral tipo
nor grado, estos regímenes se repartieron en la mayor parte de Sudamérica: en occidental, por un lado, con el idealismo y las políticas económicas socialistas,
Brasil en 1964 (con un notable “endurecimiento” en 1968), Bolivia en 1971, por otro, tuvo una resonancia obvia en Europa occidental y en sus partidos
Chile y Uruguay en 1973, y Argentina en 1976. Paraguay, gobernado por el políticos de tendencia laborista, y provocó una hostilidad extrema por parte
general Alfredo Stroessner desde 1954, siguió una dinámica política particular de la administración Nixon. El aspecto de David-versus-Goliat en las relacio­
pero se alineó con el aspecto transnacional del nuevo esquema, la Operación nes entre Chile y Estados Unidos llamó la atención -tuvo algo cautivante y
Cóndor, un programa de cooperación de las varias policías secretas superando provocador de simpatía- más allá de las fronteras convencionales de la política
las fronteras nacionales sudamericanas. En mayor o menor grado. mdos estos internacional. El Chile de Allende atrajo las simpatías no solamente de los
regímenes. generaron luchas conflictivas sobre “ía memoria”, la verdad, la jus­ radicales, los socialdemócratas y los activistas solidarios del mundo europeo
ticia y el significado.6 occidental, sino también de los países del bloque socialista y del Movimiento
Vale la pena contar en sí misma la versión chilena de las luchas sobre la memo­ de los No Aineados, que tenía influencia en el Tercer Mundo y en las Nacio­
ria colectivá. Es una historia dramática, llena de heroísmo y decepción sobre te­ nes Unidas. Chile, un país pequeño determinado a lograr la justicia social por
mas de vida y muerte. Es una historia de la conciencia moral, en cuanto los seres medios democráticos, contra toda la adversidad desplegada por un monstruo­
humanos intentaron entender y convencer a sus compatriotas del significado de so poder que difundía la muerte y la destrucción en Vietnam, se levantó como
un enorme trauma sin término, y de sus implicaciones éticas y políticas. Es una un símbolo asediado pero digno de un amplio anhelo.
historia que se presta para una seria investigación histórica, porque ha ido desen­ Después de 1973, Chile continuó ocupando un enorme lugar simbólico
volviéndose en un largo período de tiempo, porque los sobrevivientes y los tes­ en la cultura mundial. Tanto para críticos como para admiradores, el nuevo
tigos todavía viven, y porque generó sustanciales y diversas pistas documentales. régimen se convirtió en una especie de laboratorio, un ejemplo temprano del
En realidad, esta trilogía se basa en tres tipos de fuentes: los documentos escritos neoliberalismo y su poder para transformar la vida económica en América
-los archivos, las publicaciones y, más recientemente, los medios electrónicos-, Latina. Sobre todo, y más controvertidamente, Pinochet y el Chile que él creó
que constituyen el corazón tradicional de la investigación histórica; las huellas llegaron a ser iconos de la “guerra sucia” de las dictaduras que estaban expan­
audiovisuales del pasado, como los archivos de televisión y los videos, la fotografía diéndose en Sudamérica. Para muchos, Pinochet fue también el icono de la
periodística, las transcripciones de radio y las grabaciones de sonido; y la historia complicidad del gobierno de Estados Unidos (o de Nixon-Kissinger) con la
oral, incluyendo las entrevistas formales semiestructuradas, las entrevistas y los in­ maldad en nombre del anticomunismo.
tercambios menos formales, y las notas de trabajo de campo basado en la técnica En suma, el poder simbólico del Chile de Augusto Pinochet cruzó las fron­
participación-observante’ o en los encuentros con focusgroups. El “Ensayo sobre teras nacionales. Para el movimiento mundial de derechos humanos, como ha
las fuentes , al final del volumen, ofrece una guía más técnica de estas fuentes, así mostrado Kathryn Sikkink, la crisis y la violencia en Chile en 1973 constitu­
como una reflexión sobre el método y los debates de la historia oral. yeron un momento decisivo. Marcaron un “antes” y un “después” al impulsar

27
nuevas membresías en las organizaciones de derechos humanos como Amnistía En el caso de Chile, sin embargo, tanto chilenos como observadores ex­
Internacional; al encender nuevas organizaciones, como la Washington Office ternos creían en el mito del excepcionalismo. Chile estaba, como las otras
on Latin America; al difundir los “derechos humanos” como un vocabulario y sociedades de América Latina, afligido por grandes necesidades y grandes con­
un sentido común internacional -una preocupación pública expresada en las flictos sociales, Pero era también una tierra de sofisticación política y cultural.
redes sociales, desde las Naciones Unidas, las iglesias y las organizaciones no Sus poetas (Gabriela Mistral, Pablo Neruda) ganaron el Premio Nobel. Sus
gubernamentales, como los grupos de solidaridad, hasta influyentes medios de líderes marxistas y no marxistas eran veteranos de una tradición parlamenta­
comunicación y líderes políticos, incluyendo al Congreso de Estados Unidos-. ria concordante con Europa occidental. Sus intelectuales elaboraron nuevos
El simbolismo de Pinochet y la crisis de 1973 en Chile resultaron ser más que y respetados enfoques de la economía internacional, en colaboración con la
un eco efímero. Para muchos (incluyendo los boomers nacidos en la época de Comisión Económica para América Latina, de las Naciones Unidas. Sus sol­
posguerra en Europa y Estados Unidos, que llegaron a ser política y cultural- dados entendían que no debían intervenir en los arreglos políticos de los civi­
mente influyentes en los 90) había sido un momento formativo, de toma de les. En Chile, la movilización y las.turbulencias- sociales podían ser conciliadas
conciencia moral. El simbolismo fue reactivado en octubre de 1998, cuando con el estado de derecho y las elecciones competitivas. El sistema político era
la policía detuvo a Pinochet en Londres a petición de un juez español que in­ democrático y resistente. Con el tiempo había incorporado a sectores sociales
vestigaba crímenes contra la humanidad, y ha sido reforzado por el precedente que habían sido antes marginales: la clase media urbana, los trabajadores, las
sentado por su arresto por la ley internacional de derechos humanos.7 mujeres, los campesinos y los grupos pobres urbanos. Sus líderes y polemistas
¿Qué le ha dado a la memoria de la crisis de 1973 en Chile -y de la violen­ sabían cómo comportarse en el mundo conservador de los políticos caballero­
cia que desencadenó- un valor tan fuerte y asombroso? ¿Qué la ha convertido sos, en donde el refinamiento cultural podía ser apreciado, en donde se podía
en una historia no sólo importante en sí y para su gente, sino también en un compartir un trago o una broma, en donde la vehemencia del exceso verbal y
símbolo más allá de sus fronteras? Las respuestas son muchas, eTñcIüyen el la batalla polémica podía ser dejada de lado para retomarla otro día. En esta
valor del trabajo llevado a cabo por muchos chilenos en el exilio para movi­ atmósfera de club y sociabilidad, las confianzas personales eran restablecidas
lizar la solidaridad internacional, para trabajar profesionalmente en temas de para navegar mejor en la próxima ronda de conflicto y negociación. En com­
derechos humanos y para construir circuitos de diálogo político -con euro­ paración con otros países latinoamericanos, la intervención militar era rara y
peos y norteamericanos, así como entre ellos mismos- sobre el significado de no había sucedido desde comienzos de los 30. El logro asombroso de Chile,
, Ia experiencia chilena. Entre muchas razones válidas, sin embargo, uno llega en el contexto latinoamericano, era precisamente su resistente constitucional
a lo esencial: Chile es el ejemplo latinoamericano del “problema alemán”. El lismo democrático.
Holocausto y la experiencia nazi legaron a la cultura contemporánea pregun­ No fue solamente el mito de la resistencia democrática (en el sentido de
tas profundamente perturbadoras: ¿cómo un país capaz de realizaciones asom­ resiliencé) lo que finalmente se rompió en pedazos bajo las tensiones de los 60
brosas en el dominio de las ciencias o de la cultura puede también albergar y comienzos de los 70. El país descendió también a un mundo de brutalidad
una capacidad asombrosa para la barbarie?, ¿puede uno reconciliar -o, mejor, más allá de lo imaginable, al menos en el contexto chileno de clase media y
desmadejar- esa Alemania que produjo y apreció a Beethoven y a Wagner de mundo urbano. La supuesta esencia de Chile, civilizado y democrático, e in­
la Alemania que produjo y apreció a Hitler y a Goebbels? capaz de destrozar la ley o la decencia humana básica, no volvería a aparecer
En el caso de América Latina, los trágicos patrones históricos y los prejuicios por un largo tiempo. Lo que pasó después del golpe militar del 11 de septiem­
culturales internacionales podrían inclinar al ciudadano-observador extranjero bre de 1973 fue un shock mucho más increíble que el golpe mismo.8
a ver la represión y el derrocamiento de gobiernos civiles elegidos como algo de
alguna manera esperado , como una parte del curso “normal” de la historia de Más allá del argumento de que una historia de la memoria ofrece una visión
America Latina. Después de todo, América Latina no se ha destacado histórica­ del drama interior -de “mentes y corazones”, y todavía presente e inacabado-
mente por la resistencia de las instituciones democráticas, como tampoco por del Chile de Pinochet, una breve presentación de mi acercamiento específico al
vacilar en usar métodos de gobierno político de mano dura. tema de la memoria -en contra del cual y a favor del cual estoy argumentando-

28 29
puede ser útil. Dos idea^influyentes se ciernen sobre las discusiones al respecto distinguido académico de la memoria Pierre Nora. Se trata de la distinción
en Chile. La primera invoca la dicotomía de la memoria contra el olvido. En entre la “historia” como una profesión o ciencia, que pretende preservar o
esencia, las luchas de la memoria sonTuchas contra el olvido. Esta dicotomía, reconstituir el pasado no recordado o mal recordado, y la “memoria” como
por supuesto, es dominante en muchos estudios de la memoria colectiva en una conciencia subjetiva, y a menudo emocionalmente cargada y defectuo­
muchas partes del mundo y no sin razón. La dialéctica de la memoria versus el sa, de un pasado todavía vivo y presente. Esta conciencia emerge dentro de
olvido es una dinámica innegable, percibida como tal por los actores sociales en un ambiénte social, de identidad y experiencia de comunidades. En la medi­
el calor de las luchas. En regímenes de secreto y desinformación, el sentido de da en que el historiador debe recoger las luchas y los marcos significativos de
pelear en contra del olvido, especialmente en la comunidad de derechos huma­ la memoria como un tema de investigación en sí mismo -com o un conjunto
nos, es poderoso y legítimo. En años recientes, la crítica influyente de la socie­ de relaciones, conflictos, motivaciones e ideas que moldean la historia-, la
dad posdictadura de los 90 ha invocado la dicotomía de la memoria contra el distinción comienza a romperse. El objetivo de la investigación de la histo- ¡
olvido para caracterizar a Chile como una cultura de olvido, marcada por una ria oral reside no sólo en establecer de.la verdad factual o la falsedad de los
tremenda compulsión de olvidar el pasado y lo desagradable. Una segunda idea acontecimientos en un relato de memoria contado por un informante, sino/
influyente, relacionada con la primera, es aquella del pacto de Fausto. En esta también en comprender qué verdades o procesos sociales llevan a la gente/
idea, la amnesia ocurre porque los sectores muy adinerados y la clase media, a contar sus historias de la manera como lo hacen, en pautas reconocibles.
como beneficiarios de la prosperidad económica creada por el régimen militar, Además, cuando se examina la historia de “experiencias límites” violentas, el
desarroílardtfar^'ito de lanegación, o de. hacer la vista, gorda sobmmaterias historiador no puede escapar a los controvertidos problemas de la represen­
de violencia de Estado. Ellos aceptan la complacencia moral como el precio del tación, la interpretación y la limitada “capacidad de conocer” que siempre
bienestar o la comodidad económica: el pacto faustiano que sella el “olvidar”.9 rodean el tema de las grandes atrocidades. Las estrategias narrativas y los
, La interpretación, en esta trilogía, argumenta en contra de esas ideas. La lenguajes analíticos convencionales, o de costumbre, parecen inadecuados;
y discrepancia es parcial, no completa; no quiero mezclar las frutas frescas con la historia profesional misma parece inadecuada -com o un relato de memo­
las podridas. En varios momentos del análisis yo también invoco la dialéctica ria más, entre muchos otros.10
de la memoria versus el olvido y pongo atención a la influencia de lo económi­ La metáfora que encontré útil -para imaginar la memoria como remem­
co en la inclinación política y cultural a olvidar. El problema de la dicotomía branzas selectivas compitiendo para darle significado a una devastadora expe­
memoria-olvido, y la idea relacionada del pacto de Fausto, no es que ellos sean riencia comunitaria, y a la vez construir una legitimidad desde ella- es la de
“verdaderos” o “falsos” en un sentido simple. El problema es que sonjnsufi- una gigantesca, y colectivamente construida, caja de la memoria. Ese cofre
cientes, profundamente incompletos y en algunos aspectos engañosos. o baúl de la memoria es fundacional para la comunidad, no es marginal; se
Lo que estoy haciendo es argumentar a favor del estudio de la memoria instala en la sala, no en el ático. Contiene muchos álbumes, cada uno con su
como un proceso de remembranzas selectivas y en pugna, como maneras de guión de fotos y comentarios enfrentados entre sí. Cada álbum es un trabajo
darle significado a la experiencia humana y construir la legitimidad desde en proceso que busca definir un viraje crucial en la vida y darle forma. Es algo
ella. La dicotomía memoria-olyido es demasiado estrecha y restrictiva; tiende parecido a cómo un álbum de fotos de familia puede describir una boda o
a alinear a un grupo de actores con la memoria y a otro con el olvido. En el un nacimiento, una enfermedad o una muerte, una crisis o un logro exitoso.
enfoque que he tomado, los4ctores sociales que hay detrás de los distintos La caja también contiene el “saber” de recuerdos y conocimientos sueltos, es
modos de cómo recordar buscan definir lo que es verdadero y significativo decir, las fotos y los miniálbumes que salen del camino, que parecen impor­
sobre un gran trauma colectivo. Ellos son necesariamente selectivos al darle tantes de recordar pero que no necesariamente encajan de manera fácil en
forma á la memoria, y todos pueden verse a sí mismos, en algunos momentos, las descripciones más grandes. El cofre de la memoria es una caja preciada o
como luchando en contra del olvido propagado por sus antagonistas. sagrada que atrae a la gente, en donde ésta agrega o reordena escritos y fotos,
Historizar la memoria de esta manera vuelve borrosa una distinción con­ y sobre la cual discute e incluso pelea. Esta trilogía se pregunta cómo los chi­
ceptual tradicional, que ha recibido un nuevo giro original de manos del lenos construyeron “la caja de la memoria del Chile de Pinochet” y lucharon

30
por ella, entendiendo la caja como la poseedora de las verdades sobre un viraje ser tan perseverante y debilitadora que finalmente cederá paso, para las nuevas
traumático en su vida colectiva. generaciones del siglo XXI, a una cultura del olvido. Si fuera así, ¿tendrán di­
Al considerar las consecuencias de estas luchas de la memoria para la políti­ ficultad para entender por qué la cuestión de la memoria fue un fuego cultural /
ca, la cultura y la democratización, yo argumento que Chile llegó -a mediados tan ardiente entre los 70 y los primeros años del nuevo siglo?
y fines de los 90—a una cultura de “impasse de la memoria”, más compleja
que una cultura del olvido. La idea de una cultura de olvido, facilitada por la Una breve guía de la organización de este trabajo puede resultar útil. He
complacencia faustiana, es útil hasta cierto punto, pero simplifica el recorrido diseñado la trilogía para que funcione en dos niveles. Por una parte, puede
de las luchas de la memoria en Chile y distorsiona las dinámicas culturales en ser considerada como un trabajo integrado de tres volúmenes. Cada libro va
juego. El problema resultó ser más sutil y, de cierta manera, más aterrador. Por creando una secuencia que construye una historia acumulativa y multifacética
una parte, el olvidar mismo incluyó un componente consciente: las decisiones -y un argumento- sobre la era de Pinochet, las luchas de la memoria que
políticas y culturales de cerrar la caja de la memoria, ya sea para salvar el pe­ desencadenó y su legado para la democracia chilena desde 1990. Por otra
llejo político de los implicados en la memoria “sucia”, ya sea por la frustración parte, cada tomo se sostiene por sí mismo y tiene un enfoque y un propósito
que causó una política de la memoria que resultó demasiado inmanejable y distintivo. Cada uno tiene su propia introducción corta (la que incorpora en
debilitadora. forma esquemática la información indispensable de los volúmenes preceden­
Es este componente consciente de recordar-olvidar el que es invocado a tes) y tiene sus propias conclusiones. Cada uno reproduce, como una cortesía
menudo cuando los activistas de derechos humanos citan una famosa frase de a los lectores de cualquiera de los volúmenes que desea comprender su lugar
Mario Benedetti, “el olvido está Heno de memoria”. Por otra parte, la memoria dentro del conjunto del proyecto y sus premisas, esta “Introducción general”
de horror y ruptura resultó tamEieíTsér tan inolvidable u “obstinada”, y tan y el “Ensayo sobre las fuentes”.
importante para los actores sociales y la política de la parcial redemocratiza­ El Libro Uno1, Recordando el Chile de Pinochet: en vísperas de Londres 1998,
ción en los 90, que no pudo realmente ser enterrada en el olvido.11 es un corto volumen de introducción, escrito especialmente para lectores en
Lo que emergió en cambio fue la impasse. La creencia cultural de una ma­ general y para los estudiantes. Usa historias personales escogidas para presen­
yoría en la verdad de la ruptura cruel de lo humano y en la verdad de la per­ tar los temas y las estructuras de la memoria claves, el trasfondo histórico que
secución bajo la dictadura, y en la urgencia moral de justicia, se fue desenvol­ cruza la fecha 1973 (el punto de división entre “antes” y “después”), y las he­
viendo, pero paralelamente a la creencia política de que Pinochet, los militares rramientas conceptuales que ayudan a analizar la memoria como un proceso
y su base social de partidarios y simpatizantes continuaban siendo demasiado histórico. Su propósito principal, sin embargo, es poner rostros humanos en
fuertes como para que Chile pudiera tomar los lógicos “pasos siguientes” en el los principales marcos significativos de la memoria -incluyendo los simpati­
camino hacia la verdad y la justicia. El resultado no fije tanto una cultura del zantes al régimen militar- que llegaron a ser influyentes en Chile, entregando
olvido, sino más bien una cultura que oscilaba —como atrapada en una esqui­ también una sensibilidad sobre los conocimientos o experiencias que son si­
zofrenia moral—éntre la prudencia y la convulsión. Hasta cierto punto, ésta lenciadas o marginadas de estos marcos principales. El “presente etnográfico”
fue una “impasse en movimiento”. Los puntos específicos de fricción en las del libro, el más “literario” y experimental de los tres, es el Chile profunda­
políticas de verdad, justicia y memoria cambiaron; el balance inmovilizante de mente dividido de 1996-1997, cuando el punto muerto de la memoria pare­
poder no permaneció simplemente congelado. Pero el avance hacia los lógicos cía poderoso y a la vez insuperable. El arresto de Pinochet en Londres en 1998i
pasos siguientes en el trabajo de la memoria demostró ser tremendamente y la parcial solución de la impasse de la memoria y de la inmunidad frente a la
arduo y lento, y el proceso a menudo volvía, como en un círculo, a reencon­ justicia en 1998-2001 habrían parecido en ese presente fantasías más allá de
trarse con el punto muerto entre el deseo mayoritario y el poder minoritario. lo posible.
Como veremos en el tercer tomo de la trilogía, la impasse se desenredó par­ Los volúmenes subsiguientes emprenden el análisis histórico mismo de
cialmente desde 1998. Permanece, sin embargo, la pregunta abierta —un posi­ cómo se desenvolvieron en el tiempo las luchas de la memoria. El Libro Dos,
ble punto focal de las luchas futuras—de si la impasse de la memoria volverá a Luchando por mentes y corazones: las batallas de la memoria en el Chile de Pi-

í NIVERSIDAD CATO: A qf C H Ííi


INSTITUTO ¡i ' - r r ,R :A

I B i B L , IO 7 ' E'.C A 33
nochet, 1973-1988, traza el drama de la memoria bajo la dictadura. Muestra bien apropiada para el tema de la memoria. Por otra parte, el método de
cómo las estructuras significativas de la memoria oficial y contraoficial emer­ los epílogos permite plantear algunos útiles y sustantivos puntos. En algunos
gieron en los años 70, y expresaron no solamente la fuerza bruta sino también momentos agudiza nuestra percepción de la contradicción y la fisura, al crear
una valiente lucha moral -notable precisamente porque el poder estaba tan un contrapunto, por ejemplo, entre un lente focalizado sobre los cambios en
concentrado—cuyo centro fue la cuestión de los derechos humanos. Procede el mundo adulto de política y su cultura de la memoria, y otro que se enfoca
a mostrar cómo la memoria disidente —al principio, las asediadas “voces cla­ sobre el mundo de memoria de la juventud.
mando en el desierto”- se convirtió en experiencias y símbolos de masa que Por sobre todo, estoy consciente de que en libros sobre la memoria -un
energizaron la protesta en los 80 y crearon el escenario para la derrota de Pi- fenómeno ubicuo en la conciencia humana y que nos pertenece a todos- algo
nochet en el plebiscito para ratificar su gobierno, en octubre de 1988. importante se pierde en la selectividad analítica que gobierna necesariamente
La derrota de Pinochet en 1988 no condujo a una reorganización unilateral los capítulos sobre los principales patrones o tendencias nacionales. Los epí­
del poder, sino más bien a un volátil ambiente transicional -tensas combi­ logos permiten que otros aspectos iluminadores -el relato poco convencional,
naciones de deseo, iniciativa, restricción e imposición—. El combustible más el rumor o la broma que circula subterráneamente; el incidente o trozo de fol­
explosivo en esta mezcla fue precisamente la política de memoria, verdad y clor de la memoria que es pertinente, pero que encaja mal en un marco colec­
justicia. El Libro Tres, Enfrentándose con Pinochet: la cuestión de la memoria en tivo mayor; o un escenario de provincia sofocado por una narrativa nacional
el Chile democrático, 1989-2006, explora cómo el tema de la memoria produjo centrada en Santiago- puedan ser más visibles e influir más poderosamente la
las iniciativas y retiradas, las tensiones y las bravuconerías militares, y la impasse textura e interpretación en su conjunto. Son una manera de decir que, en Jas
del poder versus el deseo que dieron forma a la nueva democracia y su camino culturas de represión e impasse, es lo aparentemente marginal o insignificante
de enfrentarse con el legado del “Chile de Pinochet”. Para los lectores de toda lo que capta a veces el significado más profundo de una experiencia espeluz­
la trilogía, el Libro Tres completa el círculo al devolvernos al punto de la frus­ nante, de shock.
trante impasse, ahora trazada como un proceso histórico, que sirvió como un Una historia de las luchas de la memoria es una búsqueda, siempre explo­
“presente etnográfico” en el Libro Uno. Pero el Libro Tres también se lanza des­ ratoria e inacabada, para comprender la subjetividad de una sociedad a través
de allí en espiral hacia fuera, trasladándolos al tiempo posterior a 1998, cuan­ del tiempo. En el fondo, esta trilogía es una búsqueda para encontrar el Chile
do se empiezan a despejar acelerada e inesperadamente la impasse y el tabú, y profundo o, mejor, los varios Chiles profundos que experimentaron una do-
llevándonos hacia conclusiones históricas sobre la memoria y ios tiempos de la lorosa y violenta convulsión. A veces encontramos el Chile profundo en un
maldad radical que son a la vez esperanzadoras y aleccionadoras. capítulo narrando una historia principal, desde la nación. A veces, el Chile
profundo existe en otra parte, en los márgenes de la narración principal.
Una característica inusual en la organización de estos tres libros requiere un
comentario. Cada capítulo principal de cada libro es seguido por un epílogo,
conceptualizado como un complemento que enriquece, extiende o inquieta el
análisis del capítulo principal. En el punto extremo, el epílogo puede terminar
“inquietando” —señalando los límites de la validez del argumento—el capí­
tulo principal. El sistema de numeración de cada libro vincula los capítulos
principales y los correspondientes epílogos explícitamente (la secuencia de los
capítulos no es 1, 2, 3..., sino más bien 1, epílogo, 2, epílogo, 3, epílogo...).
En la era de la lectura por internet, estos vínculos laterales podrían parecer
usuales. Pero mi propósito aquí tiene muy poco que ver con internet o con
los gustos posmodernos. Por una parte, he buscado uña estética -avanzando
en el argumento mientras se echan algunas miradas hacia atrás- que parece

34 35
Introducción al Libro Uno

Recordando el Chile de Pinochet:


en vísperas de Londres 1998

En la víspera de 1998¿ el año en que se produce el impactante arresto del


&general Augusto Pinochet en Londres, a petición de un juez español y bajo
los cargos de crímenes de lesa humanidad, los chilenos vivían íntimamente en
un punto muerto respecto a la memoria. La cuestión de la memoria -cómo
recordar los orígenes, la violencia y el legado del régimen de Pinochet- no
solamente había resultado ser estratégica en la política y la cultura chilena
desde los años 70. La división sobre la memoria se había trasladado a menudo
a una sensación de impasse -el deseo de la mayoría frustrado por el poder de
la minoría y por la continuidad del rol de Pinochet como comandante en
jefe del Ejército- cuando los chilenos pensaron tomar los siguientes pasos
lógicos en el camino de la verdad, la justicia y los derechos humanos en la
democracia de los años 90 (Pinochet fue comandante en jefe hasta marzo de
1998, año en que se retiró de los deberes de la vida militar activa y comenzó
su período como senador vitalicio bajo las reglas de la Constitución escrita
bajo su dictadura. Como comandante en jefe proyectó una sombra -ocho
años de advertencia y restricción, estructurando la cultura de la transición a la
democracia—como el máximo defensor potencial de su propio legado). Ade­
más, para muchos ciudadanos y actores sociales, la memoria tenía también un
aspecto íntimo. Tenía que ver con el corazón, la identidad, la lealtad. Le daba
significado a una experiencia o a una ruptura de vida formativa. Reactivaba
momentos claves de despertar moral o de crecimiento político. La memoria
también podía exponer a la crítica los colosales errores políticos y los fracasos
humanos, especialmente la indiferencia ante la atrocidad.
Ocurrió que muchos chilenos, de todos los bandos políticos, habían vivido
la experiencia “nacional” del Chile de Pinochet como un momento que los

37
marcó personal y profundamente. Establecieron diálogos entre las memorias democrático, incluye la continuidad sustancial en el poder no sólo de los ex
“sueltas”, o pérsónáles, y las estructuras emblemáticas que impartían significa­ perpetradores directos de la atrocidad, sino también de una base social que se
do e integraban la remembranza personal dentro de la remembranza colectiva. identifica o simpatiza con el régimen derrotado o saliente.
El aspecto íntimo de las luchas de la memoria y de la mencionada impasse Este libro utiliza historias humanas escogidas -las experiencias de vida y
tenía varias fuentes: la intensa politización y movilización de la sociedad chi­ memorias de individuos de distintos sectores sociales- para introducir las es­
lena en los años que culminaron en la crisis de 1973; la masiva escala de la tructuras que llegaron a ser más influyentes en la cultura y el debate de la
represión y el reordenamiento de la vida que sobrevinieron después del 11 de memoria chilena, y que permitieron a la gente construir los puentes entre la
septiembre de 1973; la duración tan larga de la dictadura, y las luchas a favor experiencia personal y la colectiva. También usa algunos relatos de individuos
y en contra de ella. Los diecisiete largos años de dictadura, desde 1973 a 1990, que dan cuenta de un saber popular que va más allá de los principales marcos
habían convertido la crisis de 1973 y la violenta era de Pinochet en una expe­ de significado y no calzan bien con ellos. Se trata de memorias y experiencias
riencia repetidamente personal, formativa y polémica. No fueron solamente personalmente conocidas, que son poderosas e importantes y que en cierta
los adultos jóvenes y la juventud que llegó a la mayoría de edad durante los medida circulan socialmente, pero que resultan ser marginales o silenciadas
años de 1960 y 1970 —la tumultuosa era de “reforma versus revolución”— por las principales estructuras de la memoria.
quienes experimentaron los sucesos de 1973 como un tiempo de crisis, rup­ Mi propósito central es ofrecer un retrato humano de la división y el drama
tura o liberación personal. No fueron solamente los mayores —los adultos que de la memoria en Chile en vísperas del arresto de Londres, de una manera res­
condujeron sus vidas durante el auge de la migración del campo a la ciudad, petuosa de la paradoja de la humanidad incrustada dentro de una experiencia
de la movilización social y la política laboral, de la expansión del electorado inhumana (el arresto de Pinochet aceleró y simbolizó una transición en la cul­
y la intensificación de competencia multipartidista en los años de 1950 y tura de la impasse de la memoria, pero ésa es otra historia, para otro volumen).
1960- quienes vivieron también el vuelco hacia el régimen militar como una Por esta razón, he recurrido en este tomo a un enfoque algo experimental. Por
experiencia personal y decisiva. Fueron también los jóvenes que maduraron una parte, he buscado ofrecer el material analítico esencial que el lector ne­
durante o justo antes de los comienzos y mediados de los 80, cuando Chile cesitará para entender mejor un retrato humano de la controvertida cuestión
se volcó a protestas masivas contra la dictadura y el resurgimiento de la re­ de la memoria de Chile: el trasfondo histórico que ilumina la crisis de 1973,
presión, para quienes la cuestión de la memoria fue a la vez personalmente la violencia de la dictadura y las distintas reacciones hacia ella; las principales
dolorosa y colectivamente urgente.1 estructuras de la memoria construidas por los chilenos para darles significado
Este libro lleva a los lectores a la impasse íntima de la memoria en el mundo a los trastornos en sus vidas y en la nación, para luchar en defensa de la vida
chileno en vísperas del arresto en Londres. Se desarrolla en el “presente etnor y la integridad humana, y para legitimar o deslegitimar el régimen militar; y
gráfico” de 1996-1997, cuando Chile estaba profundamente dividido sobre las herramientas conceptuales o teóricas útiles para comprender el proceso de
la cuestión de la memoria y el punto muerto parecía sin fin —poderoso, per­ crear estructuras de la memoria enfrentadas, alimentadas por diálogos entre lo
manente, inextricable—. ¡:Nos pone frente a frente con el drama de vivir con personal y lo público. Por otra parte, en lugar de ofrecer “trasfondo histórico”
la memoria dividida respecto de las atrocidades violentas organizadas desde o “teoría” de manera convencional, en un capítulo inicial segregado, y antes
el Estado, una condición de vida demasiado conocida en el mundo del siglo de explorar los relatos específicos de memorias, conocimientos y experiencias
XX y comienzos del siglo XXI. También nos pone frente a frente con uno de humanas, he buscado aprovechar la fuerza y la percepción que surgen de en­
los grandes dilemas recurrentes de nuestros tiempos: ¿cómo forjar una manera tender las historias individuales como un camino hacia el contexto histórico
verdadera y justa de enfrentar el traumático y reciente pasado, cuando la fuer­ y teórico útil. De este modo, en varios capítulos los aspectos importantes del
za bruta y la violencia políticamente organizada desbarataron los supuestos so­ trasfondo histórico están entretejidos con los relatos de vidas individuales,
bre los límites sociales y la normalidad humana, que pueda de alguna manera en capas que construyen poco a poco una manera de entender el contexto
reafirmar nuestra fe en la humanidad, la sociedad y en la coexistencia pacífica? relevante, lo que permite apreciar cómo cambia justamente la definición de
La tarea no se hace más fácil cuando la realidad de la transición, o el renacer “lo relevante” según los antecedentes sociales o de clase social del individuo,
según las experiencias políticas, familiares o regionales de la persona, según sus OÚ
! del siglo XXI. Pero el lenguaje teórico de Nora y su dicotomía algo rígida entre
estructuras de memoria. La teoría, por su parte, no se presenta aquí como un
punto de partida abstracto, sino como una culminación (capítulo 4). Al cons-s
t el ambiente de memoria viva (milieux de mémoiré) y los sitios de preservación
de memoria {lieux de mémoire) no son útiles para Chile en el primer cuarto
i-
truir la teoría sobre los fundamentos establecidos por las historias humanas, la de siglo después de 1973. Su energía teórica e intelectual se enfoca principal­
discusión conceptual tendrá más sentido y parecerá menos abstracta. mente sobre los Lieux de mémoire y sus funciones después de la muerte de la
Dos notas adicionales sobre ese capítulo teórico y su epílogo son necesarias. memoria viva. Pero, aun si uno aceptara completamente su dicotomía y su
Primero, el lenguaje teórico es una invención del autor, aunque mi deuda con argumentación, el caso chileno examinado aquí sería, en sus términos, más
el floreciente trabajo académico sobre la memoria es enorme (y reconocida un estudio de milieux de mémoire viviente, es decir, un caso problemático que
en las notas). En lugar de aplicar mecánicamente lenguajes o conceptos en­ no calza bien.3
raizados en otras experiencias históricas, he encontrado que es más útil usar , 3 - Bajo estas circunstancias, he encontrado más práctico forjar mi propio len­
estas fuentes académicas como inspiración —como una fuente de preguntas, guaje conceptual, como una especie de construcción teórica basada en la in­
entendimientos y enfoques básicos- y a la vez permanecer libre para adaptar y vestigación en Chile, en diálogo con el espléndido trabajo académico sobre la
5 ¿ memoria en otras regiones y experiencias, incluyendo el estimulante trabajo
construir un lenguaje apropiado al caso chileno. Forjar este equilibro ha sido 3 ¿o
crucial para mí. De otro modo, uno puede caer en el uso demasiado poco crí­ académico que ha emergido recientemente en América Latina.4 Mi principal
tico e incluso engañoso de conceptos que, aunque sean esclarecedores y útiles, propósito en el capítulo conceptual es delinear los procesos que generan diá­
provienen de contextos históricos y culturales significativamente distintos. logo entre la memoria personal y los marcos de la memoria colectiva, sobre
Por ejemplo, del excelente trabajo académico de James Yourig sobre Europa los tiempos de dolorosa y violenta convulsión —y que originan luchas—en la
y el Holocausto he aprendido que los monumentos pueden dar, y dan lugar, a cultura y la política, a través de la construcción de estructuras de memoria
múltiples memorias-verdades en competencia entre sí, y, con el tiempo, a mo­ “emblemáticas” que puedan resonar e influir ampliamente en la sociedad.
numentos antimemoria o contramonumentos. Pero, mientras me inspiraba La segunda nota especial tiene que ver con el epílogo al capítulo 4 y con la
el análisis perspicaz de Young sobre el poder de los lugares de memoria y los función de los epílogos de cada uno de los capítulos en su conjunto. Precisa­
monumentos específicos para convocar o concentrar luchas, necesité también mente porque mi capítulo de “construir teoría” se enfoca en la formación de
forjar mi propio lenguaje flexible respecto los “nudos de la memoria”, por va­ las estructuras de memoria emblemáticas, surge una pregunta crucial: ¿qué
rias razones: el aspecto de los monumentos físicos en el trabajo de la memoria e^do que se deja caer de las principales estructuras de la memoria? Dicho de
no era un fenómeno tan desarrollado en el caso chileno, durante el período otra manera, ¿qué aspectos resultan silenciados por los conceptos o enfoques
bajo consideración, en comparación con el casó de Europa en la última parte analíticos que se usan para comprender la construcción de las principales es­
del siglo XX. También, los acontecimientos y los aniversarios en el tiempo tructuras de memoria?, ¿cuán importante, en términos humanos, políticos y
resultaron ser mucho más importantes que los lugares fijos o los monumen­ culturales, es lo que no está presente en las principales estructuras y luchas por
tos en impulsar el trabajo y las luchas de la memoria en Chile, por lo menos hegemonizar la memoria colectiva? En suma, la culminación conceptual del
durante quince años después de 1973. Finalmente, la “antimemoria”, como retrato humano de la memoria dividida de este libro parece exigir una mirada
un proyecto de memoria o sensibilidad expresiva de una nueva generación, y hacia el lado oculto, es decir, traer a primer plano lo que permanece silenciado
que desafía los primeros modos de memorizar, no pudo “llegar” o cristalizarse por el curso de las luchas de la memoria acerca de los devastadores tiempos de
todavía, como un planteamiento artístico-cultural serio, en el primer cuarto atrocidad. El último epílogo trata de reparar el desequilibrio de la manera más
de siglo de las luchas de la memoria sobre la era de Pinochet.2 ---- poderosa posible; no con las abstracciones, que son útiles y tienen su lugar
De igual manera, me he beneficiado de la estimulante visión dé Pierre Nora pero que están de alguna manera lejos de las experiencias humanas específicas,
acerca de la conexión entre la muerte cultural de la memoria viva y el congela­ sino contando una dramática historia individual. Esto culmina el argumento
miento o depósito de la memoria en los lugares de preservación. En realidad, implícito que recorre todos los epílogos. Todos se enfocan, en una especie de
con el tiempo su teoría podría resultar apropiada para Chile, en el transcurso contrapunto con los capítulos principales, en las tentaciones y las dinámicas

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del silencio: la sabiduría popular cuyo “encaje” con las principales estructuras
de la memoria es problemático, las personas que tienen razones para alejarse Capítulo i
de la memoria, las voces marginadas o sofocadas dentro de una cultura de
luchas y de puntos muertos de la memoria.
La conclusión del Libro Uno integra los retratos humanos y la discusión La memoria heroica:
conceptual, así como los capítulos principales y los epílogos, dentro de una
reflexión más amplia sobre la memoria, la lucha y el silencio. Durante y des­
de la ruina a la salvación
pués de los tiempos de atrocidad, la formación de estos tres factores ocurre
simultáneamente. Los actores sociales crean un entramado tejido de memoria,
conflicto y tabú. ...-

Para algunos, un criminal; para otros, un héroe. Apreciar la cuestión de la


memoria en Chile, en vísperas de la detención del general Augusto Pinochet
en Londres en octubre de 1998, requiere que comprendamos, a los chilenos
que veían a Pinochet como un héroe tanto como a aquellos que lo condena­
ban como a un criminal. La detención de Pinochet respondió a una petición
de extradición formulada por un juez español que perseguía crímenes de lesa
humanidad cubiertos por la ley internacional. Parajlgunos chilenos, el arresto
demostraba una culminación apropiada del cuarto de siglo previo. Para otros,
violaba la historia.
Después de ocho años de gobierno democrático, años en que tanto la Co­
misión Rettig sobre la verdad como los medios de comunicación habían ex­
puesto revelaciones creíbles sobre las violaciones de los derechos humanos,
una sustancial minoría de chilenos -casi dos de cada cinco—continuaba re­
cordando el derrocamiento del gobierno electo de Salvador Allende por los
militares como una misión de rescate.1 La intervención militar de 1973 había
salvado a sus familias y a su nación de un desastre, y había puesto a Chile en el
camino de la recuperación. Este sentido de salvación también contextualizó el
significado de la violencia política bajo el régimen militar entre 1973 y 1990.
La experiencia de doña Elena F.,? como me la contó en 1996, revela una de
las formas más habituales de cómo la gente recordaba sus historias personales
y las vinculaba a un sentido de memoria colectiva. Su historia se conecta a uno
de los muchos guiones atesorados, o álbumes, en la caja de la memoria del
Chile de Pinochet. Su experiencia sirve también como vehículo inicial para
presentar el trasfondo histórico de las crisis sociales y políticas que convulsio­
naron Chile hacia 1973.

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Veintitrés años más tarde, doña Elena todavía pensaba en el 11 de septiem­ la guerra fría, impusieron tensiones insuperables. En 1948, la administración
bre de 1973 como el mejor día de su vida.2 Esa mañana temprano, “pusimos radical del presidente Gabriel González Videla implemento una purga en con­
la radio, los aviones pasaban por aquí encima [y] cuando supimos que esta­ tra del Partido Comunista. Legalmente disuelto, se prohibió la participación
ban unidas todas las fuerzas armadas... Creo que ha sido el día más feliz de legal de sus miembros en el movimiento laboral, y sus líderes fueron enviados
mi vida”. Doña Elena y su esposo, Hugo, vivían en un departamento cerca a un exilio interno —distritos de “relegación”—en las provincias.
del cerro Santa Lucía, el cerro histórico (allí acamparon los conquistadores El fracaso de la estrategia de coalición de la centroizquierda no desvió a la
españoles guiados por Pedro de Valdivia) que mira al centro de Santiago. Más izquierda de las estrategias que canalizaban la necesidad social y la moviliza­
tarde esa misma mañana, cuando la Fuerza Aérea cumplía con su amenaza de ción hacia las vías electorales. Por el contrario, la izquierda -especialmente su
bombardear el Palacio de la Moneda, los aviones Hawker Hunter descendie­ líder emergente, el socialista Salvador Allende Gossens- buscó construir una
ron en picada cerca del cerro y del edificio de doña Elena. Ella y Hugo habían coalición electoral dirigida desde la izquierda que promoviera un reformismo
subido a la azotea, desde donde festejaron el paso de los aviones con vítores y social más agresivo, sensible al descontento social y a un electorado en expan­
champaña. sión. Aguirre Cerda había nombrado a Allende, entonces un médico joven y
¿Y por qué no? Para doña Elena, el bombardeo puso fin a un período de dinámico, congresista socialista, como su ministro de Salud. La lección que
trauma y marcaba el comienzo de la salvación. La vida en Chile había empeza­ sacaría Allende de sus experiencias como parlamentario y como ministro del
do su vuelco hacia el desastre con la elección del democratacristiano Eduardo Frente Popular, en las décadas de 1930 y 1940, fue que la reforma social re­
Frei Montalva, en 1964. Los democratacristíanos habían prometido una “re­ queriría de una alianza entre las clases trabajadoras explotadas y los sectores
volución en libertad”, inspirada en la doctrina social católica. Un progresivo progresistas de la clase media, pero bajo condiciones políticas diferentes. La
comunitarismo removería de la sociedad chilena los males materialistas del ca­ política de coalición sólo llegaría a ser un instrumento de cambio efectivo si
pitalismo y del comunismo, además de fomentar la justicia social y la armonía era dirigida desde la izquierda y no desde el centro, y si los partidos Socialista
de clase, sin violar la libertad democrática y el pluralismo político.3 y Comunista acallaban su rivalidad en beneficio de los intereses de una iz­
Frei ganó la presidencia porque el antiguo régimen chileno se había vuelto quierda unida.
insostenible a comienzos de los años 60, y porque el descontento social había En la década de 1950, Allende y la izquierda comenzaron a probar este
encontrado una auténtica expresión electoral en la vibrante política multi- nuevo enfoque. Allende amplió el espectro de las ideas radicales de izquierda
partidista de esa época. En 1938, el Partido Comunista y el Partido Socialista al plantear la nacionalización de las minas de cobre de propiedad estadouni­
participaron en la victoriosa coalición del Frente Popular, dirigida por el cen­ dense, que constituían el corazón estratégico de la economía chilena. Políti­
trista Partido Radical y el presidente Pedro Aguirre Cerda. La experiencia del camente, las miserables condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores
Frente Popular canalizó a la izquierda y a la política militante de la clase obrera chilenos eran a la vez una cuestión de justicia social y de soberanía nacional.
en un marco de organización electoral y populismo de Estado. En este con­ Allende sería el candidato único de socialistas y comunistas -a pesar de que
texto, el intervencionismo del Estado aceleraría la industrialización, a través estos últimos estaban proscritos en 1952- en las elecciones presidenciales de
de impuestos que promovían la sustitución de importaciones, y de políticas 1952 y 1958. Los partidos de izquierda trataron de extender su base política
de precios y de crédito que subsidiaban las manufacturas chilenas. El Estado desde sus centros de influencia ya establecidos, en los campamentos mineros
redistribuiría también los recursos en programas de salud, vivienda, trabajo y y las comunidades obreras urbanas, hasta nuevas fronteras de acción, como
pensiones, para mejorar el estándar de vida de las clases trabajadoras y de los el campo y los nuevos campamentos urbanos o poblaciones callampas, que
pobres. Dentro de diez años, sin embargo, la estrategia de buscar reformas brotaron cuando los pobres invadieron terrenos y buscaron ayuda para cons­
a través de la participación en coaliciones lideradas desde el centro se había truir viviendas decentes y conseguir infraestructura básica de agua potable,
desmoronado. La oposición del centro y de la derecha a la militancia laboral y transporte, electricidad y servicios de salud.4
la organización agraria promovidas por la izquierda, junto con la rivalidad po­ La estrategia casi le da a Allende la presidencia en 1958. A medida que se
lítica entre socialistas y comunistas y el cargado abismo ideológico abierto por acercaban las elecciones, dos reformas legales incentivaron la competencia y

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expandieron el electorado. El saliente Carlos Ibáñez del Campo, quien en se sumó para poner al antiguo régimen a la defensiva. En 1946, sólo una de
1952, con una campaña antipolítica, había prometido limpiar el desastre cau­ cada diez personas (11,2 por ciento) se registraba para sufragar, mientras que
sado por los partidos y las intrigas del período de González Videla, cumplió hacia 1964 un tercio (34,3 por ciento) de la población nacional estaba regis­
con su promesa de suspender la ley de defensa permanente de la democracia, trada para votar. También hacia 1964, las varias décadas de industrialización
que había declarado ilegal al Partido Comunista. También en 1958, una refor­ inducida por el Estado y el creciente sector de servicios que surgía asociado a
ma electoral reemplazó el sistema de papeletas de votos separadas por partidos la modernización de la economía y a la migración rural hacia las áreas urbanas
políticos -un mecanismo que permitía a los propietarios de haciendas rurales habían creado una expansiva población de votantes más receptivos a las po­
controlar el voto de sus inquilinos- por un voto secreto y unificado, institu­ líticas de asistencia populista y reforma social. En realidad, Chile dio un giro
yendo además el sufragio obligatorio (la extensión del voto a las mujeres, en hacia una mayoría urbana más rápido que la mayoría de los países de América
1949, había traído menos beneficios a la izquierda, ya que a Allende le iba Latina. Casi un 60 por ciento de la población vivía en localidades urbanas
mejor entre los hombres que entre las mujeres). Los resultados de la elección de más de 20 mil habitantes, alrededor de un 40 por ciento en ciudades por
cambiaron dramáticamente el escenario político. Allende, candidato de la coa­ sobre 100 mil, y cerca de un 30 por ciento en el Santiago metropolitano. La
lición de izquierda conocida como Frente de Acción Popular (FRAP), perdió población del Gran Santiago se dobló a casi dos millones entre 1940 y 1960,
ante Jorge Alessandri, líder de la coalición de los partidos Liberal y Conserva­ aproximándose a los tres millones en 1970. Hacia 1964, la tasa de alfabetiza­
dor, de derecha. En una competencia entre cinco candidatos, Alessandri ob­ ción para los chilenos mayores de 15 años de edad había subido a más del 85
tuvo cerca de un tercio de los votos, pero Allende, sorprendentemente, perdió por ciento. La fuerza laboral chilena había desarrollado significativos sectores
por un mínimo margen en el recuento total de los sufragios: menos de 34.000 industriales y de servicios. Aproximadamente 771.000 trabajadores (30,3 por
(2,7 por ciento) de un total de más de 1,2 millones de votos emitidos.5 ciento de la mano de obra nacional) trabajaba en la minería, la industria, la
De igual importancia, la nueva competitividad política generó en el centro construcción o los servicios públicos (energía, agua,' etcétera); dentro de esta
un polo más vital y más inclinado a las reformas. Las elecciones de 1958 ha­ masa proletaria, el sector industrial (478.000) era el más grande. El comercio
bían marcado la aparición de los democratacristianos, liderados por Eduardo y los servicios en conjunto representaban 942.000 empleos (37 por ciento), y
Frei Montalva, como un partido de centro que menospreciaba ál antiguo ré­ el transporte agregaba casi 144.000 trabajadores más (5,6 por ciento). Si bien
gimen por su tolerancia de la miseria social, al Partido Radical por sus mani­ la fuerza laboral empleada en. la agricultura todavía era grande (681.000), su
pulaciones y su falta de visión, y a la izquierda por sus lazos con el ateísmo y declinación en la distribución nacional (26,7 por ciento) reflejaba la transi­
con el comunismo materialista. Inspirados por la doctrina social de la Iglesia ción hacia una configuración más moderna del trabajo, de la vivienda y de la
Católica y por el activismo laboral en el campo, los democratacristianos pro­ participación política; la membresía sindical -casi inexistente en la agricul­
movieron una visión de reforma alternativa y emergieron como la fuerza do­ tura—había llegado a más de 270 mil trabajadores.6 Sin embargo, incluso el
minante en el centro político al conseguir un 20 por ciento del voto presiden­ campo se movió hacia una nueva era de efervescencia política. Allí estaba el
cial (los radicales obtuvieron el 15 por ciento). Después de las elecciones, los corazón de la cultura aristocrática y de la derecha política, organizada en un
democratacristianos compitieron intensamente con la izquierda para ganarse coherente grupo de intereses, la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA),
la lealtad de los trabajadores rurales, de los pobladores de los campamentos que había establecido una importante estación de radio de alcance nacional,
urbanos y de los sindicalistas obreros. Agricultura.
El buen resultado de la izquierda en las elecciones presidenciales de 1958, En el antiguo sistema electoral, el campo no estaba considerado como te­
las movilizaciones sociales y la demanda por reformas apoyada tanto por el rritorio de una competencia política seria. Esta situación fue reforzada por la
centro como por la izquierda, la declinación de la derecha hasta convertirse constante represión gubernamental y de los terratenientes contra los esfuerzos
en una minoría de menos de un tercio en el Congreso —insuficiente para vetar por favorecer la sindicalización laboral desde los años 30. El trabajo rural, de
las leyes- después de las elecciones parlamentarias de 1961 y la aprobación hecho, había soportado el peso del esfuerzo por reconciliar, por un lado, los
de una reforma electoral adicional que expandía el electorado en 1962, todo subsidios del Estado chileno a los intereses agrícolas e industriales, y, por otro,

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las medidas que buscaban limitar la inflación de los precios para el consumi­ una herencia de propiedad importante y redes de conexión social, porque eran
dor urbano. Durante las décadas de 1940 y 1950, el efecto acumulativo recor­ descendientes de una familia de ascendencia aristocrática, o por matrimonios
tó los salarios reales de los trabajadores rurales en cerca del 50 por ciento. Para que les proporcionaban redes de descendencia, propiedad y amistad. Tales fa­
quienes no lograron emigrar a las ciudades, o no consiguieron personalmente milias construyeron su sentido de orden social y de posición tanto en las áreas
un trato favorable de parte de sus patrones, el severo deterioro de las condi­ rurales como en las ciudades. Doña Elena y algunos primos habían heredado
ciones de vida coincidió con los discursos emergentes sobre la responsabilidad un fundo poco rentable en la zona centro-sur del país. Su hermano Andrés ha­
moral católica, la justicia política y el-retroceso económico del sector rural. bía sido educado como agrónomo y administraba haciendas más al sur, cerca
Junto con las nuevas disposiciones electorales, este nuevo lenguaje de la vida deTemuco, y otros primos eran propietarios de un fundo en una provincia del
pública redefinió el panorama político. Incluso la administración de Alessan- valle central, cerca de Santiago. Aunque doña Elena y Hugo hicieron su vida
dri -dependiente de una alianza parlamentaria con los radicales para detener en la ciudad —él como abogado en el sector financiero, ella trabajando durante
al FRAP, y bajo presión de implementar la moderada reforma anticomunista un tiempo en una tienda de ropa-, sus rituales de estatus y pertenencia social
ideada por la Alianza para el Progreso de John F. Kennedy- no pudo bloquear incluían viajes a los fundos rurales. Allí, los inquilinos trabajaban las tierras de
la aprobación de una modesta reforma agraria en 1962/ trigo y ganado, mantenían las casas, y servían a los patrones y a sus invitados
A medida que se aproximaban las elecciones presidenciales de 1964, Frei durante relajadas comidas que eran seguidas de largas conversaciones sociales
y los democratacristianos parecían ser la única alternativa a la reforma socia­ y familiares. Ocasionalmente, los inquilinos podían también pedirles consejo
lista. Para detener a Salvador Allende, nuevamente candidato de la coalición o ayuda sobre asuntos personales.9
de izquierda FRAP, la derecha respingó la nariz, disolvió su propia coalición Lo que separaba a las familias de alta posición social de sus contrapartes
electoral y volcó sus partidarios hacia Frei. Impulsado en las elecciones por más oportunistas -ya fueran los estratos económicamente más precarios de
esta base electoral expandida, así como por los fondos canalizados subrep­ las familias de clase media o las versiones culturalmente torpes de los nuevos
ticiamente por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos ríeos—era precisamente su conexión con el medio rural y con los rituales que
-para la campaña política y para los medios de comunicación-, Frei ganó una tradicionalmente apuntalaban el estatus de la eíite. El acceso a este medio, o el
absoluta mayoría (55,5 por ciento) de los votos.8 deseo de llegar a formar parte de él, proveía una base social significativa para
Para doña Elena y su familia, la elección de Frei marcó el giro hacia un trau­ el conservadurismo cultural en Chile.
ma. Su ordenado mundo comenzaba a desmoronarse. Al igual que muchas Para doña Elena y Hugo, el presidente Alessandri representó todo lo que era
familias de linaje y buenos modales, doña Elena había construido una vida correcto del antiguo régimen. Como repetidamente me recordaron, durante
marcada por un firme sentido de posición social y buen gusto, sin pretensio­ los seis años de su mandato (1958-1964) Alessandri combinó una política
nes ostentosas. El buen amoblado de madera, los platos decorativos de plata, conservadora con un estilo personal sin pretensiones. No necesitaba aparentar
las pinturas de personajes importantes y de paisajes naturales, y los objetos nada. Saludaba a la gente en las calles mientras paseaba a su perro o caminaba
históricos y de familia que llenan el departamento de doña Elena, no están a su trabajo en La Moneda. Desde allí trataba de disminuir el intervencionis­
arreglados como una muestra vistosa de prosperidad de nuevo rico diseñada mo económico del gobierno y esquivar o neutralizar la organización política
para impresionar al visitante, sino como una expresión mesurada de un buen en el campo.
gusto que expresa de manera natural la pertenencia a una esfera social digni­ La elección sacó a la luz el conservadurismo fundamental de la democracia
ficada. Doña Elena y su marido, Hugo, pertenecían a la llamada “aristocracia chilena. Cualquiera que haya sido su postura anticomunista, los democrata­
venida a menos”, un sector social bien conocido e influyente en Chile -y en cristianos se habían forjado su propia visión militante de la reforma social y
muchas partes de América Latina- a mediados del siglo XX. Aun cuando sus de la democratización. Por mucho que Frei no buscara el socialismo sino un
ingresos bajaran a un nivel de clase media acomodada o media alta, sus valores capitalismo modernizado y más humano, equilibrado por una ética católica
y sus círculos sociales seguirían vinculándolos con las familias de clase alta y comunitaria y apoyado por empresarios visionarios y sectores de la clase me­
clase media alta que podían reclamar una situación social superior, ya sea por dia, los democratacristianos se habían lanzado a una competencia política con

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la izquierda por nuevas bases de apoyo entre los sectores socialmente oprimi­ necesidad de modernización, y que promovía conflictos que socavaban las que
dos en el campo y en las poblaciones urbanas. En consecuencia, el gobierno habían sido, alguna vez, buenas relaciones entre los inquilinos y sus patrones
de Freí no sólo promovió un programa de “chilenización” de la industria del y administradores.
cobre de propiedad norteamericana, ni se limitó a impulsar programas de
asistencia social, vivienda y salud pública en las comunidades de pobladores Doña Elena: -Bueno, en la época de Freí se produjo la toma, por así decirlo, la

urbanos y obreros. En 1967, el gobierno y el Congreso echaron a andar una expropiación de los campos que ellos querían. Naturalmente, a los que eran par­
tidarios de ellos no les expropiaron nada. Decían que expropiaban los fundos mal
reforma agraria más profunda, que buscaba expropiar las haciendas explo­
trabajados, cosa que era absolutamente fuera de la verdad. Esta hacienda donde
tadas ineficientemente en las provincias del centro y el sur y reorganizarlas
trabajó [mi hermano] Andrés tuvo premio, un año, a la mejor cosecha de [lo que
en cooperativas agrícolas —asentamientos—que transformarían a los serviles
es ahora] la Novena Región. Sin embargo, fue expropiada.
peones e inquilinos en propietarios. En ese tiempo, el sistema latifundista en
Autor: -¿Era un fundo que producía trigo?
Chile, especialmente en las provincias del valle central y en los territorios del Doña Elena: -Trigo y ganado; no tenían lechería. Bueno, las tierras pasaron a la
sur en donde los mapuches habían sido finalmente conquistados en la década gente que las trabajaba, y le pidieron a mi hermano que fuera a administrarlas
de 1880, estaba orientado principalmente a la producción de trigo y ganado. un tiempo. Fue Andrés y se les trabajó por un tiempo. Pero a lo que voy es a esta
Esencialmente, el sistema laboral se basaba todavía en el inquilinaje, en el cual forma tan arbitraria en que se hizo la reforma agraria en este país, sembrando odio
los campesinos residentes trabajaban la tierra de sus patrones a cambio de en los campos en contra de los patrones.
derechos de uso, suplementados por modestos pagos en dinero o en especies.
Tecnológicamente, muchos fundos continuaban con métodos de producción La arbitrariedad también había primado en el caso del fundo que doña
heredados del siglo XIX y comienzos del XX, en vez de adoptar recursos inten­ Elena y algunos primos habían heredado de su abuela. Precisamente porque
sivos, técnicas de administración científicas, y la capitalización asociada con el fundo era ineficiente -teóricamente, por lo tanto, un buen candidato pa^a
una agricultura y ganadería más moderna.10 la reforma—, los democratacristianos decidieron no expropiarlo. Pero primero
La agitación social más gráfica ocurrió en el campo, ese entorno tan fun­ alteraron las reglas del orden y las buenas costumbres. “Llegaban allá los de­
damental para el sentido de bienestar y situación social que definía las vidas mocratacristianos, entraban al fundo, recorrían, dejaban las puertas abiertas,
tanto de los adinerados como de aquellas familias de clase media que se se iban, hacían lo que querían. No lo expropiaron porque era un fundo de
identificaban con la respetabilidad del régimen rural, ya sea porque venían rulo [es decir, sólo servía como adorno o prestigio social], poco atractivo en el
de buenas familias o se habían emparentado por matrimonio con alguna de sentido de producción. Esto fue en la época del señor Frei, como te digo, muy
ellas, porque habían heredado o comprado propiedades, o porque tenían pa­ nefasto en muchos sentidos”.
rientes trabajando en posiciones de supervisores rurales. Para tales personas, Por otra parte, cuando los fundos eran lo suficientemente modernos y bien
el campo antes de la reforma podía parecer un lugar casi idílico. “Andrés, administrados como para ser codiciados por los activistas agrarios, la compen­
mi hermano mayor, fue un agrónomo vinculado a la Universidad Católica y sación tenía poca relación con la realidad económica. “Mira, yo tengo aquí,
trabajó toda su vida en el sur, en grandes haciendas donde él era administra­ muy cerca de Santiago, unas primas que tenían un fundo muy lindo, de su
dor: zonas muy lindas, agrícolas, muy bonitas, cerca de Temuco, de donde se madre pero trabajado por su padre, con buenas casas de inquilinos, con muy
tuvo que ir porque vino la famosa reforma agraria del señor Freí”, recuerda bonitas casas suyas, y les quitaron mucho. Les quitaron gran parte del fundo y
doña Elena. les pagaron con bonos de la reforma agraria a equis años, algo absurdo, nada
Lo que más molestaba a ella y a su familia era la arbitrariedad que veían en que ver con la verdadera remuneración”.
la reforma agraria, la cual recordaban en una conversación social.11 La creencia En algunas circunstancias, el desorden destruyó hasta el deseo de vivir. El
familiar hablaba de una reforma dirigida contra los enemigos políticos y que folclor de doña Elena incluye la historia de un pariente, patriarca de una gran
exceptuaba a partidarios y simpatizantes, que se aplicaba sin considerar el in­ familia en la que había tres niños inválidos, quien fue forzado a abandonar
terés declarado por el gobierno de expropiar haciendas ineficientes que tenían su fundo y mudarse a Santiago de un día para otro. El hombre murió poco

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tiempo después, no de hambre sino de depresión. “Tenía otros medios, no se profunda en un statu quo injusto, incluso contra los deseos de Estados Uni­
iba a morir de hambre, pero esa era su vida, su trabajo, todo”. dos, y que su revolución podía abrir las puertas a un futuro brillante. En esta
visión, los trabajadores, los campesinos, los pobres de la ciudad, los sectores
Para doña Elena, sin embargo, fue la elección de Allende en 1970 la que racial o étnicamente oprimidos, y los sectores progresistas de la juventud y de
generalizó el desorden social y llevó a Chile al borde de una violencia catas­ las clases media y profesional constituían la gran mayoría social, el “pueblo”
trófica.. La presidencia de Frei no sólo destruyó la tranquilidad y el orden de constantemente marginado y frustrado por la historia trágica y explotadora de
su mundo: fracasó también en detener la marcha política hacia la izquierda. América Latina, pero que ahora estaba al borde de la redención. La mística
El nuevo gobierno legitimó y desencadenó expectativas de justicia social y de la revolución era a la vez complemento y rival de la revitalizada doctrina
crecimiento económico que fueron irregularmente cumplidas. Para finales del social católica de las décadas de 1950 y 1960, un período de experimentación
período de Frei, en 1970, su gobierno había alcanzado sólo un modesto au­ teológica y política de sacerdotes, activistas laicos y autoridades de la Iglesia
mento (5 por ciento) del producto doméstico bruto per cápita real. Había que culminaría en la teología de la liberación y en el activismo sobre derechos
expropiado cerca de 1.300 fundos rurales y había convertido a los sindicatos humanos en sectores de la Iglesia en los años 70. Las nueyas corrientes polí­
rurales en una realidad política. La membresía sindical se había elevado de ticas y religiosas dieron legitimidad a la idea de que América Latina requería
menos de 2.000 personas en 1964 a más de 114.000 en 1970. Pero la buro­ mucho más que un tibio reformismo. Tanto para el centro político como para
cracia de la reforma agraria no pudo mantener el ritmo de las tomas de propie­ la izquierda, el camino de América Latina hacia un futuro político brillante
dades legales y extralegales, que creaban necesidades de inversiones, consejería requería de una profunda transformación, fuera a través de la reforma o de
técnica y protección política, ni satisfacer a los campesinos excluidos de las la revolución misma. Los términos de este debate, y de cómo éste expuso
redistribuciones. Más aun, los éxitos de Frei evidenciaron el tema del prover­ las aplastantes injusticias y necesidades sociales, empujaron al centro hacia
bio del vaso medio lleno. El gobierno construyó 260 mil nuevas viviendas, las ideas de izquierda. El llamado de “reforma versus revolución” definió las
una cifra impresionante, pero bastante menos que el objetivo anunciado de sensibilidades tanto del centro como de la juventud de izquierda que alcanzó
360 mil unidades. Cortó notablemente la terrible tasa de mortalidad infantil la mayoría de edad y se transformó en una generación de líderes y activistas
(102,9 por mil nacimientos en 1964), pero de todas maneras en 1970 ésta políticos de base en los años 60.!2
seguía siendo una aplastante carga de salud (79 por mil nacimientos). Chile participó y contribuyó plenamente en este amplío panorama de la
En retrospectiva, uno podría argumentar que esos y otros logros parciales política latinoamericana. Lo que distinguía la vida política y cultural chilena
—como los programas de educación y de “promoción popular”—eran lo máxi­ no era la ausencia de la idea de que el antiguo régimen era insostenible y que
mo que se podía esperar en sólo seis años, especialmente dada la escala del una transformación fundamental, por medio de la reforma profunda o de la
programa de reforma agraria, una economía pequeña e internacionalmente revolución, era necesaria y posible. Lo distintivo de Chile se derivaba de la
dependiente del cobre, y un sistema político que mezclaba reglas de juego conjunción de tales ideas y una historia de lucha social, por una parte, con una
democráticas con una feroz rivalidad política entre la derecha, el centro y la cultura de democracia política duradera que incluía a la izquierda, por otra.
izquierda. En ese momento histórico, sin embargo, estos resultados poco cla­ Desde 1932, la elite política chilena había logrado dejar de lado casi una dé­
ros generaban una frustración que hacía eco a la crítica de la izquierda, la que cada de crisis constitucionales, gobiernos inestables y golpes militares. Había
interpretaba las necesidades y expectativas insatisfechas como consecuencia logrado atenerse al sistema electoral presidencial y parlamentario ideado por
del fracaso de Frei en empujar una reforma verdaderamente radical. la Constitución de 1925, y atraer a la izquierda hacia estrategias y coalicio­
Después de todo, en Chile, como en otras partes de América Latina, los nes electorales. Como hemos visto, esta democracia resistente y conservadora
años de mediados y fines de los 60 fueron una época en que el agotamiento tenía un aspecto negativo. El otro lado de la moneda fueron la represión de
político del antiguo régimen coincidió con la idea de que la revolución era a la la organización agraria y las purgas de comunistas que estuvieron en primer
vez necesaria y posible. La mística de la revolución cubana dio ímpetu a la idea plano en las décadas de 1940 y 1950. Sin embargo, Chile había destacado
de que jóvenes rebeldes y activistas en realidad podían producir una ruptura en América Latina por una historia de vigorosa política multipartidista y por

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campañas electorales no interrumpidas por golpes militares. La izquierda chi­ agraria muy similar a la del programa de la izquierda. El Partido Socialista ha­
lena sobresalía por su experiencia y efectividad a la hora de unir la lucha y bía atraído a su sector revolucionario declarando, como lo hizo en el congreso
la movilización política con la participación en una competitiva democracia del partido en 1967, que consideraba la vía electoral sólo como un instrumen­
multipartidista. to y que con el tiempo la lucha política llegaría a ser una lucha armada. Sin
Así, la crítica que interpretaba los dispares resultados del gobierno de Frei embargo, el líder socialista más importante a nivel nacional, Salvador Allende,
y la frustración en Chile como evidencia de que el país necesitaba mucho había construido su carrera en las décadas de 1930 y 1960 como arquitecto de
más que un reformismo moderado tomó muchos canales políticos. Algunos una izquierda comprometida con el proceso político electoral, y los socialistas
de ellos eran conocidos en otras partes de América Latina, pero otros fueron se unieron a la coalición de Allende, la Unidad Popular (UP), en la campaña
únicos de Chile. Por una parte, a fines del gobierno de Frei, Chile había expe­ de 1970. Allende, por su parte, había logrado ampliar el antiguo FRAP y
rimentado el surgimiento de brechas al interior de los partidos de centro y los realizar su sueño de una coalición de centroizquierda que fuera liderada desde
de izquierda, los coqueteos con íá política de guerrillas y con las utopías revo­ la izquierda y no desde el centro. La UP incluía no sólo los partidos Socialista
lucionarias armadas, y las acciones directas de base conocidas en otras partes. y Comunista, sino también a los democratacristianos que se habían separado
Los activistas cristianos más radicales desarrollaron simpatías por la izquierda, para formar el MAPU, a un Partido Radical reorganizado (las fracciones más
y una fracción de jóvenes disidentes de la Democracia Cristiana se salió del conservadoras se habían separado) y a otros dos partidos pequeños.
partido y organizó el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), de­ Además, Allende hizo una campaña que proclamaba como objetivo el so­
dicado a la acción de base directa para avanzar la transformación social. En cialismo, pero que aseguraba que la transición revolucionaria podía desenvol­
las culturas universitarias de Concepción y Santiago, y en la zona agrícola verse a través de medios electorales y constitucionales. La singular herencia
ubicada entre Concepción y Temuco, algunos jóvenes admiradores del Che política de Chile permitiría a un gobierno popular —apoyado por una alianza
Guevara y de la revolución cubana despreciaron la trayectoria electoral y re­ de trabajadores, campesinos, habitantes pobres urbanos, y una juventud y cla­
formista de los partidos Socialista y Comunista y organizaron el Movimiento se media con conciencia social—utilizar medios pacíficos, para alcanzar grandes
de Izquierda Revolucionaria (MIR) como un partido comprometido con la objetivos. El nuevo gobierno trabajaría para terminar con la dependencia de
acción directa y la organización guerrillera. Hacia 1969 y 1970, las acciones los poderes imperialistas dentro de un concepto de economía mixta, que in­
directas de los miristas incluyeron la invasión de tierras y el robo a bancos, cluía la nacionalización del cobre, de la banca y de otros sectores estratégicos,
bastante publicitados. pero mantendría a la vez los derechos de propiedad para los pequeños empre­
Significativamente, las políticas al margen de la legalidad no se limitaron sarios. Mejoraría la vida y la dignidad de los trabajadores y de la gente pobre
sólo a la izquierda. Tanto los democratacristianos como los dirigentes de iz­ a través de una profunda reforma agraria, de los servicios sociales (vivienda,
quierda, ansiosos por atraer partidarios y responder a las necesidades sociales, salud, educación, subsidio de alimentos) y de la redistribución del ingreso
apoyaron las invasiones de tierras rurales y urbanas (en 1969-1970, las to­ hacia la mano de obra. Democratizaría la sociedad movilizando a los trabaja­
mas de terrenos urbanos sumaban 293 y las ocupaciones agrarias 419). Estas dores y al pueblo como personas con dignidad y derechos, cuyos anhelos, que
acciones de base presumiblemente aliviarían la injusticia y presionarían a la primarían en las políticas públicas, habían llegado a ser también los anhelos
administración de Frei a dar más respuestas a las demandas sociales. de un nuevo presidente.
Allende aterraba a la derecha, pero los conservadores como doña Elena no
La singular vitalidad y capacidad de inclusión de la vida política y el sistema estaban dispuestos a repetir lo ocurrido en 1964, cuando habían apoyado a los
electoral chilenos también se hicieron evidentes. Los partidos de centro y de democratacristianos para detenerlo. Los mismos democratacristianos habían
izquierda reforzaron sus flancos de izquierda y se prepararon para las eleccio­ provocado el trauma, trastocando la vida agraria y destruyendo el respeto por
nes presidenciales de 1970. Los democratacristianos nominaron a Radomiro el orden y la propiedad. Y ahora habían nombrado a Tomic, un candidato tan
Tomic, líder del ala más izquierdista del partido y que hizo campaña sobre la subversivo para el correcto orden como lo era Allende. Organizada para las
plataforma de una reforma radical, muy profunda, que incluía una reforma elecciones como Partido Nacional, la derecha trajo de vuelta como candidato

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al favorito de doña Elena, el ex presidente Alessándri, y esperaba que éste como presidente de una coalición, dentro de un sistema de múltiples partidos
ganara. Entonces la pesadilla sorprendió. La polarización y la marcha hacia la y elecciones competitivas al estilo europeo, sería un factor de importancia
izquierda que habían remodelado a la sociedad y la política chilena limitaron en las discusiones que culminaron en la proclamación del heterodoxo euro-
a la derecha sólo a su votación de base medular, en una sociedad dividida en comunismo que surgió algunos años más tarde en Europa occidental. Este
partes más o menos iguales entre centro, derecha e izquierda. Las elecciones enfoque emergente, con una nueva aproximación a las políticas marxistas y de
del 4 de septiembre de 1970 invirtieron el margen por el que Allende había izquierda, y profundamente distinto a las ortodoxias ancladas en las políticas
perdido en 1958. Esta vez fue Alessándri el que quedó corto, con el 34,9 por y en la historia de la Unión Soviética y la guerra fría, había encontrado en un
ciento de los votos, comparado con el 36,3 por ciento de Allende y el 27,8 laboratorio en el Tercer Mundo llamado Chile un ejemplo histórico en vivo.
por ciento de Tomic. Dos meses de intrigas políticas para bloquear la práctica La revolución de David versus Goliat, por lo tanto, adquirió un cierto pres­
constitucional normal -la certificación como presidente que el Congreso de­ tigio internacional. Esto se derivaba, en parte, de las cualidades personales de
bía hacer del candidato con mayor número de votos—terminaron en un cha­ Allende. Este hablaba de las necesidades de la gente común, y de la posibilidad
pucero intento de secuestro contra el comandante en jefe del Ejército, general de su propia muerte, de un modo tal que proyectaba la lealtad a su causa, es
René Schneider, firmemente constitucionalista. Los secuestradores mataron a decir, la autenticidad de su compromiso con una revolución política y social
Schneider. La indignación producida por un asesinato que buscaba frustrar el que favorecería a los trabajadores y a los pobres. En conversaciones cara a cara
resultado de una elección democrática abrió espacios para un pacto con los rebosaba de un sentido del humor y de un encanto que desarmaba, lo que le
democratacristianos. Allende acordó firmar una carta de garantías constitu­ permitía establecer relaciones con diversos interlocutores que de pronto se en­
cionales, y el Congreso, como estaba previsto, declaró a Allende presidente contraban a sí mismos inmersos en la magia de la actuación, y cuando emer­
electo. gían no sabían realmente si habían sido manipulados o convencidos.13 En sus
Allende formuló el proyecto de una revolución pacífica, a través de elec­ discursos para una audiencia internacional, en tanto, demostraba una astuta
ciones y constitucionalismo, como una expresión de la singularidad de Chile. capacidad para interpretar los anhelos por un camino viable para la revolución
El gobierno de la Unidad Popular, como lo expresaba, llevaría adelante una y para la postura de los no alineados en el Tercer Mundo, y generaba así una
revolución “con empanadas y vino tinto”. Precisamente porque era tan audaz, solidaridad internacional que necesitaba urgentemente.
y porque no tenía precedentes dentro del contexto de la América Latina y de la Allende desplegó todas estas cualidades, y movilizó el poder de la idea de
guerra fría, el proyecto de Allende adquirió una poderosa mística internacio­ David versus Goliat, durante su famoso discurso ante la Asamblea General
nal. Hay que considerar la potente yuxtaposición de símbolos: una vibrante dé las Naciones Unidas del 4 de diciembre de 1972. “Vengo de Chile, un
democracia política al estilo occidental, que elige un presidente que se declara país pequeño”, comenzó, “pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de
marxista; un proyecto de revolución socialista, con un programa que utilizaría expresarse como mejor prefiera, de una irrestricta tolerancia cultural, religiosa
tanto las leyes heredadas como una nueva legislación propuesta para superar e ideológica”.14 Desde esta premisa, Allende construyó una poderosa expli­
los problemas clásicos de la pobreza, el atraso agrario, la dominación social y la cación de un país que necesitaba una revolución y que había comenzado a
débil soberanía nacional del Tercer Mundo; una cultura de juvenil idealismo forjarla democrática y pacíficamente; que se mantenía aferrado a su propósito
y alegría —manifestada en la música de la “nueva canción” y en gigantescas soberano a pesar del imperialismo y del estrangulamiento financiero lidera­
marchas en las calles—proclamando lealtad a una revolución de justicia social do por las corporaciones transnacionales (especialmente la International Te-
a pesar de todo lo que estuviera en contra; y la dura oposición que implicaba lephone and Telegraph, o ITT, y la Kennecott Copper Corporation, actores
la hostilidad implacable de la administración del presidente Richard Nixon claves en Chile); que se alineaba con aspiraciones de liberación similares en
en Estados Unidos. La combinación condujo a un simbolismo casi irresis­ otras partes del mundo subdesarrollado; y que renovaba su fuerza y confianza
tible. En términos bíblicos, el drama de Allende era un repetición jie David a través de la solidaridad que recibía alrededor del mundo. Para los europeos
versus Goliat. En términos políticos, el experimento de Allende parecía un llevados hacia la experimentación o la renovación socialista, para los europeos
laboratorio para nuevas posibilidades. En realidad, la elección de un marxista y los norteamericanos horrorizados por la guerra de Vietnam y ansiosos por

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apoyar el derecho de ios países del Tercer Mundo de plantearse caminos libres bienes esenciales. Recurrir a los resquicios legales o a los mecanismos técnicos
de la intervención imperialista, para los nacionalistas, izquierdistas, reformis­ no es una práctica inusual entre los presidentes minoritarios en democracia. Sin
tas y jóvenes del Tercer Mundo que encontraban intolerables sus antiguos embargo, en el contexto de hacer una revolución que incluía la transferencia de
regímenes y que buscaban alternativas, el experimento chileno era más que propiedad, estos atajos legales generaron enormes controversias: las acusaciones
intrigante. Era todo un símbolo. de ilegalidad contra el ejecutivo, el endurecimiento de las batallas políticas y,
finalmente, la emisión de un conjunto de disposiciones desfavorables de parte
.. En Chile, sin embargo, el proyecto de Allende era una aventura conflicti­ del conservador sistema judicial chileno.
va y controversial. Muchos académicos talentosos han analizado y debatido En un terreno práctico, estos mecanismos legales incentivaron de hecho las
acerca de las múltiples fuerzas que profundizaron los obstáculos en contra el invasiones de propiedad y las crisis laborales que culminaron con las inter­
experimento de Allende y que convirtieron sus tres años como presidente en venciones del Estado. Hacia diciembre de 1972, el gobierno de Allende había
una saga trágica, una especie de “crónica de un golpe anunciado5. Compren­ recurrido a más de trescientos intervenciones o requisiciones permanentes, y
siblemente, hay un debate académico sobre muchos aspectos de la historia: poseía o administraba más de doscientas industrias. Para la derecha, el proce­
desde la asignación de las responsabilidades relativas por el desastre de 1973, so implicaba que la revolución era real, no una retórica vacía. Para el centro,
y por los hitos específicos que llevaron a Chile al borde del abismo entre 1970 implicaba que Allende empujaría adelante su revolución aun cuando no pu­
y 1973, hasta cómo analizar el peso relativo entre las fuerzas internas chilenas diera lograr una gran alianza legislativa para establecer reglas del juego claras
y el intervencionismo externo de Estados Unidos como causas del desastre; respecto a la futura división del sistema de propiedad chileno entre las áreas
desde la naturaleza misma del proyecto de Allende y su viabilidad hasta los pública, mixta y privada.
debates sobre lo inevitable que rodean a menudo las narrativas sobre las gran­ Tales circunstancias significaban que, tarde o temprano, las facciones domi­
des rupturas históricas.15 nantes en cada campo —por un lado la coalición de izquierda de Allende y por
Para ios propósitos de este libro no necesitamos reproducir los detalles de otro las oposiciones de derecha y de centro- terminarían más interesadas en
tales análisis y debates. Pero sí necesitamos hacer una pausa para considerar ios aplastar al sector opositor que en negociar con él. Como veremos, en abril de
muchos frentes en los cuales el proyecto de Allende se enfrentaba con batallas 1973 el endurecimiento de la impasse parecía dar crédito a los partidarios de
lo suficientemente serias como para poner en riesgo todo el experimento y la línea dura, tanto en el centro como la derecha y la izquierda, que otorgaban
para generar una sensación, hacia fines de 1972 y en 1973, de un país en una prioridad a la organización de la sociedad civil y a los militares para enfrentar­
espiral de descontrol. se en una batalla tan profunda e insoluble que no podría ser resuelta a través
Consideré seis fuerzas que pusieron la gobernabilidad en riesgo. Primero, de instituciones normales y negociaciones políticas, ni tampoco a través de
Allende era un presidente en minoría comprometido a lograr un cambio radical estrategias legales.
a través de canales democráticos y legales. Enfrentaba la hostilidad implacable La condición de Allende como presidente minoritario pero comprometido
de la derecha y la sospecha enorme del centro, pese a lo cual asumió seriamente a una revolución a través de medios constitucionales representaba el proble­
su promesa de darle vida a una revolución socialista. Al no poder construir ma fundamental (“estructural”) de su capacidad para gobernar. Sin embar­
una alianza legislativa que funcionara con los democratacristianos, Allende re­ go, cinco fuerzas adicionales, muchas de ellas relacionadas con este problema
currió a mecanismos técnico-legales para llevar adelante la mayor parte de su principal, lesionaban su capacidad de gobernar mientras desencadenaba una
programa. Invocó una disposición de la propia ley de reforma agraria democra- revolución. La primera, el aparato de política exterior de Estados Unidos,
tacristiana que permitía a los interventores del Estado tomar bajo su cargo la liderado por el presidente Richard Nixon y su consejero Henry Kissinger,
administración de propiedades rurales que sufrieran un paro laboral. También que se propuso hacer impracticable el gobierno de Allende e ingobernable a
invocó una ley inactiva de 1932 para la requisición e intervención de industrias la sociedad chilena. Los instrumentos claves: reducciones drásticas de ayuda
que no cumplieran con los requisitos técnicos sobre precios, abastecimiento o económica; obstáculos comerciales que impidieran la adquisición de máqui­
acaparamiento de provisiones, o que no producían en toda su capacidad ciertos nas, repuestos y créditos, o que los hicieran más caros; financiamiento encu-

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bierto para la prensa de oposición y las acciones de huelga (especialmente la Tercero, Allende era un presidente envuelto en conflictos dentro de su pro­
paralizante huelga de los camioneros de octubre de 1972); y apoyo político a pio sector, especialmente a partir de 1972. La Unidad Popular era todo me­
los opositores de Allende, incluyendo a los actores pro golpistas o inclinados nos una coalición unificada. Allende había emergido como su candidato más
a simpatizar con ellos. por su visibilidad y su apoyo popular que por el respaldo de los líderes de su
Por supuesto que el miedo ligado a la guerra fría que evocaba Allende propio Partido Socialista. La alianza mezclaba por un lado facciones y líderes
era anterior al período Nixon-Kissinger. Después de que Allende estuvo “moderados” y comprometidos con la visión de Allende de una revolución
cerca de vencer en 1958, y de la revolución cubana en 1959-1961, Esta­ democrática por medios constitucionales, y por otro lado facciones “ultra”
dos Unidos se había comprometido con estrategias de ayuda económica (maximalistas), para las que la batalla política sobre el futuro de Chile inexo­
y propaganda política -incluyendo los fondos para beneficiar a Frei en las rablemente sobrepasaría los canales legales. Para asegurarles a sus aliados en
elecciones de 1964- para construir en Chile una alternativa a la revolución la coalición que él negociaría los temas controversiales en lugar de resolverlos
comunista. Pero Nixon y Kissinger insistieron terminantemente que una por decreto y que distribuiría los beneficios equitativamente, Allende prome­
vía electoral hacia una revolución de liderazgo marxista debía ser bloqueada tió discutir las principales decisiones políticas con un comité de los partidos
o debía terminar en ruinas. Como dijo Kissinger antes de la elección de de la Unidad Popular. Con las manos parcialmente atadas, se apoyó en su
1970, “no veo por qué tenemos que mantenernos al margen observando magia personal y en su experiencia parlamentaria para servir de puente a las
cómo un país se hace comunista debido a la irresponsabilidad de su propio divisiones internas de la coalición, en vez de olvidarse de su compromiso de
pueblo”. Once días después de la elección del 4 de septiembre, Nixon fue consultar al comité o de disciplinar y sacar del camino a quienes no estaban
igualmente categórico cuando se entrevistó con Richard Helms, director de dispuestos a cooperar. En la medida en que la crisis política se volvía más
la CIA, para evaluar cómo bloquear la ascensión de Allende a la presidencia. difícil de controlar, en agosto y septiembre de 1973, la situación de Allende
Las notas de Helms recordaron los puntos claves: cuente por lo menos con como líder de una coalición dividida -con más respaldo de la línea mode­
diez millones de dólares para la acción encubierta, use los “mejores hombres rada del Partido Comunista que de su propio Partido Socialista, conducido
que tenemos”, mantenga a la embajada de Estados Unidos desinformada y por el maximalista Carlos Altamirano- complicó los esfuerzos para encontrar
“haga chillar la economía”. Cuando Allende asumió la presidencia, la Unión una solución política. Un esfuerzo para lograr un acuerdo con los democrata-
Soviética, dirigida por Leonid Brezhnev, proporcionó solamente un modes­ cristianos fracasó (para ser justo, a esa altura el liderazgo democratacristiano
to contrapeso material. La distensión con Estados Unidos era prioritaria. también había sucumbido a una postura de oposición extrema), y la decisión
Especialmente cuando más lo necesitaba, después de la crisis económica de Allende de anunciar un plebiscito para resolver la crisis fue pospuesta para
y política que se agudizó a fines de 1972, Allende recibió una solidaridad el 11 de septiembre.18
retórica, sin gran complemento material.16 Cuarto, el proyecto de Allende desató una revolución desde abajo que com­
Segundo, el populismo económico del gobierno de Allende produjo un plicaba la organización política desde arriba. Como lo ha demostrado de ma­
traje offclásico: una ganancia a corto plazo, en la medida en que las alzas de nera brillante Peter Winn en el caso de los trabajadores textiles, la victoria de
los salarios reales y la redistribución de los ingresos incrementaban el poder de Allende abrió paso a una profunda experimentación política y cultural en las
compra y movilizaban el exceso de capacidad productiva, versus una crisis de bases. Entre algunos trabajadores, la revolución abrió la puerta a una concien­
mediano plazo, en la medida en que los embotellamientos de la producción y cia trastocada de lo deseable y de lo posible, promoviendo asimismo una orga­
el gasto deficitario -agravados por el acaparamiento y el sabotaje de los opo­ nización política destinada a acelerar y profundizar el ritmo de las transforma­
sitores, y por la mala administración de los funcionarios del gobierno- daban ciones. Además, la conocida reticencia de Allende a usar la fuerza represiva -ni
paso a la escasez, la inflación, el racionamiento y el mercado negro. Hacia siquiera en contra de sus opositores políticos, y mucho menos en contra de los
1973, la escasez obligaba a hacer largas colas para obtener los productos racio­ trabajadores, campesinos o pobladores que lo apoyaban pero que excedían los
nados, la tasa de inflación se lanzó a una espiral de tres dígitos y el producto límites de la ingeniería política- quizás incentivó el proceso defacto en el que
doméstico bruto real había comenzado a caer.17 las invasiones de tierras y la paralizaciones de fábricas llamaban a las interven-

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dones técnicas y requisiciones que transferían la propiedad a la administración En 1972, en la medida en que la polarización se endurecía, la sensación de
o posesión estatal. Confrontado con crisis tras crisis causadas por la revolución estar luchando con el problema de una oposición desleal se tradujo en que una
desde abajo -con la que él simpatizaba a pesar de los estragos que causaba-, negociación exitosa de la crisis por parte de los actores moderados se hiciera
Allende recurrió más al teatro político, las reprimendas verbales, la negociación más difícil, aun cuando la violencia misma no fuera el principal problema.
y las tácticas esquivas que a las negativas terminantes o a la represión.19 Cuando los camioneros fueron a la huelga en octubre de 1972, en contra de la
La misma simpatía ambivalente y la reticencia para reprimir marcaron la expansión de la empresa estatal de transporte, gozaron del apoyo entusiasta de
postura de Allende hacia los jóvenes “ultras” del MIR. El MIR incentivó la la línea dura del Partido Nacional y del movimiento “gremialista” (los profe­
acción directa para acelerar la revolución entre las bases, permaneció fuera de sionales, estudiantes y asociaciones sindicales que se identificaban a sí mismos
la coalición de la Unidad Popular y condenó a los reformistas por no organizar como “gremios”, es decir, como grupos corporativos comprometidos ideológi­
al pueblo para la violenta confrontación que seguramente vendría. Allende camente con una sociedad no politizada de profesionales y grupos de interés,
rechazó y condenó el ultrismo político, especialmente cuando éste equivalía a en oposición a la politización de la vida asociativa bajo la Unidad Popular).
deslealtad de parte de facciones de su propia coalición. Pero también desplegó También resultó que tenían poder financiero para mantenerse (asistidos por
una cierta comprensión y tolerancia paternalista hacia muchos jóvenes miris- el apoyo encubierto de la CLA) y lograron sumar a los pequeños empresarios
tas y maximalistas. En esta perspectiva, los jóvenes radicalizados eran los hijos y a los democratacristianos en el apoyo a una huelga general. En suma, los ca­
y sobrinos de la revolución, equivocados, que compartían las metas de Allende mioneros eran más que un grupo de pequeños empresarios que buscaban un
aunque no entendieran las posibilidades y las realidades políticas de Chile. El mejor trato económico. Las preguntas claves —y las ambigüedades—se habían
paternalismo generacional tenía cierto sentido, ya que algunos miristas y otros tornado políticas y se habían entremezclado con el problema de la oposición
jóvenes radicalizados eran en realidad parientes jóvenes —hijos, sobrinos—de desleal. En una sociedad que experimentaba una severa lucha de clases, ¿eran
prominentes figuras de la UP. La zona de tolerancia abierta por la reticencia los camioneros de octubre de 1972 un grupo de interés que encabezaba una
de Allende a reprimir y su simpatía por el idealismo juvenil significaron que el coalición que luchaba por un cambio político dentro de la democracia? ¿O
gobierno de la Unidad Popular debió enfrentar una revolución de base desde eran instrumentos de una conspiración política para paralizar Chile y aplastar
abajo, desde fuera y desde dentro del proyecto de la UP.20 el gobierno de cualquier manera posible? ¿Era el fenómeno de la oposición
Quinto, el espectro de la violencia y de la “oposición desleal” acechaba desleal ya incontenible hacia fines de 1972? ¿Era todavía fruto exclusivo del
los esfuerzos para lograr acuerdos políticos duraderos. Como hemos visto, la trabajo de sectores de la derecha y de los grupos empresariales y de terrate­
violencia y la oposición desleal —es decir, los desafíos directos al constituciona­ nientes, cuyos sabotajes y cierres de fábricas, propaganda en la prensa, patru­
lismo democrático como reglas del juego político—se habían asentado por sí llas paramilitares y recuperación de predios, conversaciones con los oficiales
mismas en forma dramática, incluso al comienzo del proceso. El asesinato del militares y funcionarios extranjeros, y discreta incitación a la violencia adicio­
general Schneider en 1970 dejó en claro que algunos sectores de la oposición nal por los grupos extremistas de derecha, iban fomentando el caos y la idea
organizarían acciones violentas directas para detener la revolución de Allende. de una posible solución por medios militares? ¿O el fenómeno de la oposición
El sentido de una conspiración en las sombras no se desvaneció, y no era una desleal había llegado a ser dinámico y expansivo, incrementando su capacidad
mera fantasía. Ya por septiembre de 1971, la Sociedad de Fomento Fabril de atraer a actores más moderados del centro —e incluso a los trabajadores—a
(Sofofa), asociación empresarial clave, comenzó a organizar una “estructura de abandonar las reglas del juego y las soluciones democráticas?
guerra” —en las palabras de su presidente, Orlando Sáenz—en un seminario en Estas preguntas acosaban una y otra vez. Su naturaleza misma socavaba las
Viña del Mar. El grupo reunió a los industriales más importantes y a los líde­ suposiciones -o las ficciones- de buena fe necesarias para mediar o resolver el
res de la derecha. Recaudaron fondos en el país y en el exterior para financiar conflicto con el adversario político.
la lucha; organizaron discretos canales de conversaciones con oficiales milita­ Desde la perspectiva de la oposición política, por supuesto, el “gobierno
res; establecieron un grupo de inteligencia y campañas de prensa, propaganda desleal” era el problema principal. El gobierno favorecía o toleraba el des-
y acción en las calles; y desarrollaron programas para un nuevo gobierno. mantelamiento de las reglas de propiedad y de política democrática tal como

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la oposición las había vivido y entendido. El punto que Sáenz señalaba a sus colapso democrático. Dado que conocemos el desastroso resultado, podemos
colegas en el seminario de la Sofofa en 1971 era que él ya había llegado a “la caer en un determinismo fatalista exagerado, pasando por alto, por lo tanto,
conclusión de que el gobierno de Allende era incompatible con la libertad de la resistencia de la habilidad política de Allende y proyectando hacia atrás el
Chile y la existencia de la empresa privada. La única forma de evitar el fin era descontrol que definió los últimos meses de su presidencia. A finales de 1972,
derrocarlo”. No necesitaron mucho más convencimiento.21 aun cuando las encuestas indicaban que los chilenos percibían un clima de
A final de cuentas, lo que hacía que el problema de la oposición desleal violencia, también mostraban que las dificultades económicas, y no la violen­
7 ) fuese tan controvertido era que no podía ser desligado de otro gran temor: la cia, eran consideradas como el problema político fundamental. Incluso el 11
violencia organizada para lograr o imponer los resultados políticos. Una vez de septiembre de 1973, la habilidad de Allende para manejar una discusión
que Allende asumió la presidencia, rápidamente emergieron símbolos de los y manipular los escenarios políticos en la dirección que escogiera —su famosa
grupos -de derecha y de izquierda- que preveían una batalla para decidir el muñeca, es decir, su capacidad de maniobrar, encantar y manipular- inspiró
futuro de Chile. La retórica de violencia y las acciones directas organizadas, miedo a los militares de la junta. Cuando Allende sugirió una reunión para
incluyendo los enfrentamientos en las calles entre grupos como Patria y Li­ resolver la crisis, ellos decidieron de manera terminante evitar una discusión
bertad (derecha) y el M IR (izquierda), costó pocas vidas, especialmente en cara a cara que pudiera socavar su ultimátum. Probablemente, el mismo mie­
comparación con las muertes que ocurrieron más tarde durante el régimen do a la muñeca de Allende fue considerado cuando se determinó dar el golpe
militar. Pero el espectro de la violencia, avivado por una prensa tan plural antes de que el presidente pudiera anunciar un plebiscito para resolver la crisis
como sensacionalista, llegó a ser parte de la ecuación política. En 1973, en la política nacional.23
medida en que se agudizaba la crisis (pese a que la economía se tambaleaba No obstante, hacia 1973 Chile era un país gobernado por un presidente
fuera de control, en las elecciones parlamentarias de marzo la coalición de que no podía mantener su propia revolución en orden, y menos aun podía
Allende logró el 43 por ciento de los votos, suficiente para impedir su destitu­ mantener a raya a sus opositores. Para mejor o peor, una revolución había sido
ción por vía legal), todos los sectores desplegaron una retórica que sugería la desencadenada. Y con ella vino un torrente de acciones directas que redistri­
posibilidad de que estallase una guerra civil. En este tipo de atmósfera política, buyeron propiedad y poder, y de luchas y reorganizaciones económicas que
lograr acuerdos entre los democratacristianos y la Unidad Popular, y entre generaron una seria escasez, inflación y atascos en la producción. También
los militares constitucionalistas y los intervencionistas, resultaría excepcional­ vino un cierto ambiente de violencia, más orientado hacia la actuación dis­
mente difícil.22 cursiva y al autoengaño que a una organización seria, expresado en acaloradas
En suma, la revolución de Allende se enfrentó con una ardua batalla en confrontaciones callejeras, discursos políticos y reportajes de prensa.24Al final,
muchos frentes. Era un presidente minoritario intentando un cambio radical Allende había perdido el control y el país parecía al borde de una catástrofe.
dentro de una democracia parlamentaria, un líder del Tercer Mundo sitiado
por Estados Unidos, un populista económico bajo una intensa presión, un Es esa sensación de catástrofe inminente, expresada en experiencias fami­
líder político tensionado por una coalición dividida internamente, un revolu­ liares específicas, lo que define la memoria de doña Elena del 11 de septiem­
cionario que enfrentaba una acelerada revolución desde abajo, un demócrata bre.25 Doña Elena recuerda la transición de Frei a Allende como el período
que no pudo refrenar el espectro de la violencia y de la oposición desleal. en que la violencia política se salió de control y amenazó con destruir a la
La visión retrospectiva de los obstáculos es en cierto sentido engañosa. Es familia y los amigos. No sólo las tomas de terreno se aceleraron. Los activistas
demasiado unilateral. Pasa por encima de los dones políticos y la confian­ revolucionarios, gracias a la rienda suelta que les dio el gobierno, se apode­
za en sí mismo que permitieron a Allende superar complicadas divisiones y raron de las propiedades por fuerza y se prepararon a tomar el poder en una
manipular aquellos deseos profundamente sentidos de dignidad social y de violenta guerra civil: “Bueno, vino después el señor Allende y ya la cosa fue
inclusión que definían la imaginación política de su tiempo También ignora mucho peor, porque empezaron lo que se llamaron las tomas. La gente se
ese aspecto de la cultura política chilena que valoraba la búsqueda de algún tomaba los campos, se tomaban las industrias, todo esto impunemente. Pero,
tipo de salida constitucional negociada frente a la crisis, en vez de aceptar un más allá de todo eso, empezaron en Chile las escuelas de guerrillas; había no

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sé qué cantidad de escuelas de guerrillas, de guerrilleros, organizados por el volo e irresponsable para controlar a esos militantes de la izquierda que sí
gobierno. ¿Para qué?”. defendían y organizaban la violencia. Le pregunté cómo veía ella a Allende
Guando doña Elena hablaba, yo sabía que los medios de prensa de la opo­ personalmente. ¿Era alguien que fingía creer en las instituciones democráticas
sición —durante el gobierno de Allende—y la prensa oficialista —en el régimen pero que en realidad favorecía la violencia revolucionaria y el asesinato? ¿O era
militar- habían dado una extensa cobertura a las presuntas amenazas de vio­ un auténtico demócrata que no pudo controlar a los extremistas de línea dura
lencia inminente y de almacenamiento de armas de parte de la izquierda. dentro y fuera de su coalición? Su respuesta no le vino fácilmente. “Es muy
Cuando le pregunté si esta violencia política era la que denunciaba la prensa, difícil realmente, yo no lo conocí”, reconoció al empezar a contestar.
ella dijo que sí, pero rápidamente volvió a su conocimiento personal, al fol­
clor testimonial de familia que daba significado específico y credibilidad a su Dicen que tenía mucho trato, muy simpático, pero era un hombre muy aficio­
recuerdo sobre la violencia. nado a la buena vida, así que todo eso del amor al prójimo, todo eso, era hasta
por ahí no más. Era un político que quería a toda costa llegar al poder y me da
Autor: -¿Y eso denunciaban los periódicos? la idea de que por él, tal vez, no estaría de acuerdo en muchas cosas, pienso, pero
Doña Elena: -E so denunciaban, pero ellos [los partidarios de la UP] decían cual­ no fue capaz de detener la ola. Era un hombre bastante sibarita, muy aficionado
quier otra cosa. Bueno. Pero yo te voy a hablar de cosas que yo he conocido. Este a las cosas buenas...
hermano mío [Andrés] del sur tenía un amigo íntimo, con un fundo formado
entero por él, al que hace cincuenta años tenían que llegar de Temuco en auto
En esta visión, la decisión de los militares de derrocar a Allende y gobernar
hasta cierta parte del camino, se alojaban en casa de mi hermano y tenían que
Chile salvó a la familia de doña Elena y al país de un horrendo y violento des­
seguir en carreta y a caballo a su campo. [Era] gente de inmenso esfuerzo; este
tino. Cuando le pregunté qué pensaba ella sobre el problema de los derechos
dueño se hizo la casa, hizo todas las casas de los inquilinos nuevas. Bueno, levantó
esas tierras que estaban lejos un poco abandonadas... humanos bajo el régimen militar -los miles de muertos y desaparecidos por
los militares y sus agentes, cuyo recuerdo en otros círculos destruye el plantea­
En la memoria de doña Elena, el amigo de Andrés -una versión en la vida miento de que el 11 de septiembre haya sido un día de salvación nacional—,
real del joven Esteban Trueba en la novela La casa de Los espíritus, de Isabel no le costó mucho responder.
Allende—terminó desmoronándose ante la tensión de la violencia inminente.
“En la época de Allende tenían que andar armados en la noche por el miedo Lo he visto siempre de la siguiente manera: en un país en que hubo prácticamente
una guerra civil, porque el pronunciamiento fue justo a tiempo pero murieron
a la toma del fundo. Y llegó un momento [probablemente en 1972] en que
militares, quedó gente herida..., esa gente no entra en los derechos humanos.
un hombre de mucho trabajo, muy inteligente, le dijo a mi hermano: ‘Flaco’,
Ahora los derechos humanos de gente que está al borde de una guerra preparada
le dijo, ‘te vendo el fundo en lo que tú me puedas pagar, yo me voy’”. Andrés
por esta gente, ¿para qué? Para matarse entre sí. Habiendo sido elegido demo­
rechazó la oferta argumentando que estaba demasiado viejo para tomar esos cráticamente, un presidente empieza a aceptar que haya estas guerrillas... Eso no
riesgos, pero le dijo que pasaría la oferta a sus hijos. Y dos hijos de mi her­ les importa a los que se preocupan ahora de los derechos humanos. Nada de eso
mano le compraron el fundo, porque ellos estaban dispuestos a andar con la les importa, cuántas muertes habría habido, cómo habría sido el país si llega esta
carabina al hombro”. gente a seguir en poder.
Doña Elena relaciona estos recuerdos con otras historias personales de gen­
te que huyó para escapar de las amenazas y de la intimidación. En su mente, En la mente de doña Elena, lo que se debe recordar es que el número de
esas historias corroboraban las noticias de la prensa durante el gobierno mi­ muertes habría sido mucho mayor si los militares se hubiesen abstenido de in­
litar respecto de que “aquí pasaba mucha gente extranjera. Había quince mil tervenir. Situaciones sociales terribles requieren a menudo de severas acciones
extremistas en Chile”.
para remediarlas. Desde este punto de vista, las muertes fueron lamentables,
Para doña Elena, no importaba mucho si el mismo Allende favorecía la pero constituyeron el costo social de enderezar al país. En Chile, decía ella, el
revolución violenta. Cualesquiera hayan sido sus ideas, él era demasiado frí­ costo social fue modesto.

es 67
Yo no conozco ningún país en el mundo que salga de un caos y de un estado de Verdad y Reconciliación, o Comisión Rettig, seguida y complementada por la
guerra sin que haya muertos y sin que haya, desgraciadamente, algunas injusti­ Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación) documentó minucio­
cias, porque no son ángeles las personas que hacen esto [y] naturalmente cometen samente cómo el Estado militar organizó y encubrió varios miles de muertes
errores. Pero creo que en Chile ha sido lo menos dentro del horror que uno ve que y de desapariciones permanentes, que los defensores de la memoria como
pasa en los distintos países. No sé, yo estoy muy convencida de que el país habría
salvación reconocieron a regañadientes la realidad de estos acontecimientos (la
caído en un horror de muertos, de mayores privaciones, de encarcelamientos, que
tortura seguiría siendo un tópico delicado, fuera de la esfera de tales concesio­
no los hubo más que en un grado menor, con bastante dureza naturalmente.
nes). Bajo las nuevas circunstancias, los defensores de la memoria como salva­
ción, quizás expresando lo que muchos de ellos pensaban más discretamente
Respecto a las críticas desde el extranjero sobre el historial de los derechos
antes de los 90, comenzaron a admitir la realidad de las muertes y desapari­
humanos en Chile, doña Elena pregunta retóricamente si acaso otros países
ciones, al tiempo que las conceptualizaban como un modesto costo social. Un
no han tomado también decisiones brutales cuando, en un momento de gue­
costo que tenía que pagarse para reparar la ruina y dar vuelta la catástrofe de
rra, se han visto enfrentados a escoger entre la ruina o la salvación. “Mira”,
la inminente guerra civil causada por la izquierda y los políticos.
recuerda que le dijo a un amigo que era uno de estos críticos, “cuando Estados
Finalmente, y quizás lo más importante, los perpetradores directos del “mal
Unidos lanzó la bomba atómica, ¿supo cuántos muertos [habría], cómo que­
radical” (para usar la formulación kantiana adaptada por Hannah Arendt y,
daron y qué pasó? Nadie. Bueno, son cosas que tienen que hacerse. Es muy
más recientemente, por Carlos Santiago Niño) usaron la memoria como sal­
duro, es terrible, pero esto se produjo no por voluntad de los militares. Los
vación, y las negaciones de las violaciones a los derechos humanos enclavadas
militares no querían en un comienzo hacer nada, pero los presionaron y se
en las tempranas versiones de estas memorias salvadoras, para encubrir la vio­
dieron cuenta; el mismo Frei...”.
lencia del Estado y legitimar su proyecto político.26 Resultó que ese proyecto
En la mente de doña Elena, todo el país -incluso Frei- entró en razón en
incluía el “policidio”, es decir, un esfuerzo para destruir del todo —y perma­
septiembre de 1973 y pidió a los militares salvar a Chile. Solamente la izquier­
nentemente—las maneras de hacer y de pensar la política que habían llegado a
da, que estaba involucrada con organizaciones y guerrillas internacionales,
caracterizar a Chile hacia la década de los 60.27
permaneció fuera de este consenso. Fue este sentimiento nacional, y la presión
El policidio significaba construir un régimen de miedo y de violencia sis­
que impuso sobre los militares, lo que hizo que la acción del 11 de septiembre
temática, de modo que las maneras en que se acostumbraba a comprender,
no fuera un golpe de Estado sino un “pronunciamiento”, es decir, una decla­
organizar y practicar la política pudieran ser aniquiladas y reemplazadas por
ración en nombre de la sociedad.
una forma de gobierno tecnócrático y autoritario. En Chile, las formas demo­
cráticas establecidas habían construido la vida política sobre una fundación de
Reconozcamos lo obvio. Recuerdos como éstos pueden hacer hervir la san­ movilización social organizada, con competencia y conflicto. Esa fundación
gre. Cuando consideremos las memorias presentadas en el capítulo 2 y su social y de base estaba acompañada por una cultura de competencia feroz en­
epílogo, y los usos políticos y culturales de la memoria, apreciaremos las mu­ tre los partidos políticos, por una rivalidad endémica entre las ramas ejecutiva
chas razones que hay para esta reacción. La memoria como salvación llegó a y legislativa del gobierno, por promesas y llamados retóricos de los políticos
ser parte de un proceso de intensa lucha sobre la verdad y la desinformación. profesionales a sus bases electorales, y por programas populistas de redistribu­
Además, la memoria como salvación cambió con el tiempo. En los años 70, ción y subsidios que aseguraran la lealtad de los grupos claves. Para los prota­
muchos simplemente negaban la realidad de las ejecuciones secretas, de los se­ gonistas y defensores del policidio, las antiguas formas bloquearon el avance
cuestros que llevaron a desapariciones permanentes y de las sesiones de tortura económico y finalmente condujeron a una política irresponsable de promover
perpetradas por los agentes del Estado. Según los parientes de doña Elena, una revolución (ya fuera la “revolución en libertad” de los democratacristianos
ella también negaba la realidad de estas denuncias en los años 70. No sería o la revolución socialista de la Unidad Popular) que trajo desorden y ruina a
sino hasta la década de 1990, cuando la política chilena dio un giro hacia la Chile. Con el tiempo, el nuevo régimen militar iría más allá de su fase ad hoc
democracia y cuando una comisión sobre la verdad (la Comisión Nacional de y puramente reactiva, y la dimensión “fundacional” de su proyecto se mos­

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traría más claramente. El nuevo proyecto preveía un futuro modelado por el veremos en el caso específico de doña Elena, la memoria como salvación no
neoliberalismo económico, el autoritarismo político y la toma de decisiones excluye la preocupación por la moralidad o la responsabilidad ética.
tecnocrática. Se buscó construir la durabilidad del nuevo esquema institu­ El sentido de orden moral de doña Elena no se limita a la convicción del
cionalizándolo en una nueva constitución y garantizándolo en el gobierno buen gobierno y los buenos modales, mucho de lo cual está fundado en la
personal de Augusto Pinochet.28 sociedad rural tradicional, como describimos antes. Profundamente católica,
No es necesario que nos detengamos aquí en los detalles de este proyecto ella había construido también una parte de su vida y un sentido de sí misma
transformacional. Para nuestro propósito, lo importante es que el policidio alrededor de la idea de la responsabilidad religiosa de ayudar a los menos afor­
sirvió como la precondición para construir el nuevo orden e implicaba una tunados. En el tiempo en que doña Elena y yo hablamos, en 1996 y 1997,
“guerra” para destruir el antiguo sistema. A través de la nueva policía secreta, su familia la conocía como una persona que, desde siempre, había estado
así como de las fuerzas armadas y la policía ya establecidas, el Estado podría yendo fielmente a las poblaciones callampas una vez por semana. Doña Ele­
identificar y localizar a líderes políticos y a activistas disidentes, matarlos o na comenzó estas visitas en la década de 1950, cuando era una mujer joven
exiliarlos (algunos serían también asesinados en el exilio), usar la tortura para -de unos veintitantos años-, bajo los auspicios de sacerdotes que organizaban
convertir algunos disidentes en informantes o colaboracionistas, penetrar y grupos de fieles para acercarse a los barrios pobres, determinar cuáles eran sus
desmantelar cualquier capacidad naciente para organizar la crítica o la pro­ necesidades y distribuir alimentos. Durante el tiempo del presidente Alessan-
testa, e implementar una cultura de miedo y violencia. Esta cultura estaba dri trabajó en un centro de madres que reunía a las mujeres para ofrecerles
encarnada en los secuestros individualizados, en las “limpiezas” políticas de charlas e instrucción en costura, e instaló una cooperativa con máquinas de
instituciones claves, como escuelas y universidades, y en los allanamientos coser donadas. Con el correr de ios años, doña Elena mantuvo esta especie de
masivos a vecindarios específicos para invadir las casas y buscar “sospechosos”. trabajo social. Por un tiempo durante el régimen militar, cuando la Secretaría
El peligro y la violencia serían tan omnipresentes e intimidatorios que los crí­ de la Mujer revigorizó el tutelaje del voluntariado femenino y el trabajo de
ticos potenciales presumiblemente pasarían del terror a la apatía, una especie caridad y lo vinculó a la instrucción patriótica y a las exhortaciones a las mu­
de rechazo activo del conocimiento y la preocupación por la política como jeres pobres, doña Elena llegó a ser una trabajadora social pagada. Pero, con
actividad legítima.29 o sin sueldo, por sí misma o en conjunto con el Estado o la Iglesia, mantuvo
En suma, los usos históricos de la memoria como salvación, especialmente sus contactos en las poblaciones. Una vez por semana, en la época en que
el que le dieron los perpetradores del mal radical para esconder la represión hablamos, doña Elena continuaba recogiendo objetos y ropas todavía útiles
-y para aterrorizar a los ciudadanos, impidiendo que la cuestionaran-, hacen de la gente que conocía -ropa vieja de amigos, saldos de fábrica, fuesen ropa,
que estos recuerdos sean profundamente ofensivos e intolerables para cual­ frazadas o colchones, o pequeños artefactos domésticos que aún podían usar­
quiera que se identifique con los perseguidos. Dado que mis propios valores se- e iba a una población para distribuir los bienes entre los necesitados o para
políticos se inclinan hacia la izquierda, y dadas mis sensibilidades como hijo ayudar a alguien a encontrar un trabajo o a resolver un problema.
de sobrevivientes del Holocausto, la identificación con los perseguidos viene Las buenas obras de doña Elena encajaban dentro de un concepto tradicio-
fácilmente. Confieso que no me preocupa mucho comprender demasiado bien nalista, paternal y conservador de la caridad católica. Reafirmaban su sentido
a los perpetradores directos de la maldad radical y que, a un cierto nivel, éstos de posición social honorable en una sociedad ordenada verticalmente. A pesar
superan mi capacidad de entender. Sin embargo, como un historiador que de su inspiración católica, de vez en cuando su trabajo en las poblaciones se
realiza un estudio sobre los modos en que se han manifestado los temas de entremezcló con la asistencia social conservadora y los programas de adoc­
la memoria a través del tiempo en Chile, tengo la responsabilidad de incluir, trinamiento político organizados por el Estado. El trabajo se enfocó en el
en mi búsqueda de un análisis crítico, la base social de la gente que apoyó al mejoramiento de la suerte individual del pobre, en lugar de cuestionar, como
régimen militar y que lo recuerda como un período de salvación personal y era común en sectores más progresistas de la Iglesia Católica en las décadas de
nacional. Esa base social no estuvo limitada sólo a personas de ascendencia 1950 y 1960, las condiciones sociales que producían la pobreza. En este sen­
social privilegiada en las clases media y alta de la sociedad chilena.30 Y, como tido, ratifica el statu quo -la estructura de relaciones sociales y sus jerarquías-

70 71
mientras hace buenas obras para ios individuos. Cualesquiera hayan sido esas Epílogo
limitaciones, sin embargo, el trabajo de doña Elena -un récord de asistencia
social que sobrevive a las vicisitudes políticas y sobre el cual ella no pone una Los ojos de la niñez: los feriados y la salvación
atención especial- contribuye al sentido de constancia moral que ella trae a la
conversación y a los recuerdos. Es como si sus actividades de vida afirmaran
calmadamente, casi entre líneas, a cualquier crítico que quisiera escucharla:
“No nos confundan, a nosotros los pinochetistas, con monstruos. Los crí­
ticos extranjeros y los activistas de derechos humanos están equivocados al Doña Elena llegó a la mayoría de edad, como una persona que pasa al es­
pintarnos así. Nosotros, quienes hemos apoyado la salvación del país por los tatus de adulto con una conciencia cívica y moral conservadora, en la década
militares, somos gente responsable. Somos buenos católicos que trabajamos de los 50. En la discusión sobre la conmoción política durante el período
para mejorar la situación de las personas menos afortunadas”.31 Frei-Allende, su experiencia es la de una persona mayor, igual que la manera
El mundo moral de la clase media católica y conservadora, así como la como enmarca el significado del 11 de septiembre de 1973. Aunque no tiene
estructura de propiedad conservadora, se desmoronaron en los años 60 y co­ demasiadas ganas de discutir sobre política, no vacila en explicar y defender el
mienzos de los 70. Para doña Elena, el trauma ocurrió en los años de Frei y rol del régimen militar en la historia reciente de Chile. No todas las personas
Allende. Antes del 11 de septiembre de 1973, no después. Cuando hablába­ que consideran el régimen militar como un tiempo de salvación presentan, sin
mos, doña Elena sacó un artefacto histórico de aquella época, un álbum de embargo, una narrativa desde la experiencia adulta. Como tampoco no todas
dos discos publicado por Radio Agricultura en 1973 para documentar ese las personas explican la memoria como salvación con tanto gusto.
día histórico de la salvación de Chile. Decidimos escuchar el disco, Werner
Arias Aeschlimann, conocido corresponsal militar y comentarista de Radío Inmediatamente me agradó Gabriela, una joven profesora de rostro sin­
Agricultura, proporcionaba algo de narración retrospectiva. No obstante, la cero, cara redonda, pecosa y amistosa. Mostraba un estilo afectuoso con los
mayor parte del disco reproducía la emisión de Radio Agricultura del históri­ niños, sonriente y sensible. Parecía una profesora muy apropiada para un
co 11: los reportes desde las calles del centro, los bandos y decretos militares, colegio que se autodefinía como educacionalmente ilustrado y progresista.
la música marcial, el drama del ultimátum a Allende para rendirse o enfrentar Este colegio se veía a sí mismo como excepcionalmente sintonizado con el
el bombardeo del Palacio de la Moneda. Como trasfondo se oyen las ráfagas desarrollo personal total del niño -estético, social, intelectual y físico-, con
esporádicas de disparos y, más dramático, el estruendo rechinante de los avio­ el objetivo de formar un ciudadano del mundo con capacidad autónoma de
nes de combate Hawker Hunter, a los que doña Elena y Hugo habían avivado pensar. Esta era una escuela comprometida de una manera bastante inusual
cuando pasaban rasantes a bombardear La Moneda. Doña Elena acomodó su con una aceptación religiosa no sectaria, con la tolerancia y con el contacto
alto cuerpo en una silla mecedora para escuchar. A medida que se ensimisma­ con la diversidad cultural que se necesita para vivir sabia y exitosamente en el
ba y reactivaba la emoción y el drama de “el día más feliz de mi vida”, parecía mundo de hoy. A esa filosofía pedagógica ilustrada Gabriela agregaba calidez
vagar en otra dimensión. Finalmente, de sus ojos brotaban algunas lágrimas y atención humanas.
de alegría que rodaban por sus mejillas. Después vino el momento difícil. Como sucede a menudo en las conversa­
Después, cuando había pasado el clímax y Hugo había llegado para un tar­ ciones con los chilenos, Gabriela me preguntó por qué había venido a su país.
dío almuerzo, ella nos anunciaría —jovial y casi traviesamente—que partes del Cuando le hablé acerca de mi investigación sobre los recuerdos de la crisis de
disco eran pura propaganda. No, protestó él, todo era verdad. 1973 y la violencia política bajo el régimen militar, la conversación se volvió
hacia su niñez.1
Gabriela tenía apenas ocho años en 1973. Sólo pudo recordar algunos po­
cos fragmentos de su memoria en 1996. A diferencia de doña Elena, no podía
expresar un relato coherente basado en lo personal y a la vez conectado con
una visión sobre la vida chilena durante el período Freí-Alíende. Así como

72 73
doña Elena, sin embargo, el miedo a la violencia y la idea de salvación le daban quedaría para defender la casa de la invasión y de la violencia. La separación
significado a los fragmentos de su memoria personal. de la familia y el miedo de Gabriela por su papá tendrían que continuar inde­
Por una parte, Gabriela recordaba los días feriados extra en la escuela. Las finidamente, hasta que se lograra alguna suerte de resolución.
abundantes huelgas y los paros del transporte público provocaban suspensio­ Para Gabriela, la intervención militar del 11 de septiembre fue esa reso­
nes de clases no programadas. Este aspecto del período de Allende le agregaba lución. El miedo se disolvió y la familia pudo reunirse. El orden volvió. De
un poco de diversión e incluso un elemento de aventura a la vida. ¡Gabriela y hecho, en los 80 el gobierno militar implementaría un plan de remoción y
sus amigas gozaron en esos años de momentos de entretención y vacaciones reasentamiento que erradicaría a la gente pobre, molestosa y dispuesta a las
inesperadas! ocupaciones ilegales de terrenos, sacándola de varias zonas del barrio alto de
Pero poco a poco el desorden de los años de Allende llegó a inyectar un Santiago y reubicándola en poblaciones en las periferias norte y sur de la ciu­
miedo profundo en su niñez. La familia de Gabriela vivía en Las Condes, un dad. La nueva geografía humana de Santiago instaló una clara segregación por
sector del barrio alto del Santiago metropolitano dominado en los años 90 clases sociales.2
por los chilenos adinerados, de las clases media alta y alta. Los atractivos que Por supuesto, los miedos y la sensación de alivio de la niñez de Gabriela
sostienen los altos valores de las propiedades en Las Condes son evidentes para no pueden ser separados de la respetable posición de clase de su familia ni de
cualquier visitante. Su locación cerca de los faldeos de las montañas nevadas sus inclinaciones políticas conservadoras. Su memoria personal del miedo es
del noreste de Santiago ofrece vistas espectaculares durante el invierno, brisas también una memoria colectiva, modelada por las explicaciones y la narrativa
por la tarde y noches frescas que rompen el calor durante el verano. En las de acontecimientos aterradores que los padres y adultos de la familia contaron
décadas de 1960 y 1970, sin embargo, la caracterización de clases sociales a una niña a través de los años. En este sentido, su recolección encaja bien con
en Las Condes estaba más mezclada. Si bien las familias prósperas de la elite la observación de Maurice Halbwachs, el pionero del pensamiento académico
y de la clase media dominaban el área, era una zona de expansión urbana sobre la memoria colectiva, respecto a que incluso la memoria personal más
relativamente reciente. Entre su gente había inmigrantes de orígenes sociales íntima toma su forma dentro de un proceso social que moldea la identidad y
modestos, y el patrón de uso de la tierra todavía incluía el desarrollo de la la manera de recordar.3 ^ ? ,
pequeña agricultura, de “jardín”, para proveer el mercado urbano. Los valores De igual importancia, desde un punto de vista social, es el obvio contraste
de la tierra eran desiguales. Los barrios incluían áreas en las que vivían obreros con las víctimas del régimen militar. Bajo el gobierno militar, ios hijos de los
y migrantes populares que trabajaban en los jardines y en el servicio domés­ perseguidos -de las familias cuyos padres, otros adultos o jóvenes adolescentes
tico, en proyectos de construcción, almacenes o tiendas, o en otros empleos experimentaron los allanamientos y, aun más, la detención, la tortura, el exi­
cercanos. En la era Frei-Allende, esto significaba que en algunos sectores de lio, la clandestinidad, la ejecución o la desaparición—sufrieron una pesadilla
Las Condes vivía el tipo de gente y de comunidades modestas que buscaban mucho más tangible y extrema.
invadir tierras marginales o subutilizadas, redistribuir el poder y la propiedad,
y presionar al Estado por los servicios sociales. Gabriela reconocía lo obvio, pero prefería no pensar demasiado en ello. A
Gabriela era demasiado joven para entender el aspecto político de estas diferencia de doña Elena, se resistió a discutir sobre la violación de los dere­
tensiones. No puede asegurar hasta qué punto los miedos que sentían sus chos humanos y la violencia política después del 11 de septiembre. Amable
padres estaban basados en rumores y exageraciones o en el conocimiento real con quienes la rodeaban, no quería justificar la violación de los derechos hu­
de una amenaza verdadera. Simplemente recuerda que en algún momento manos, ni siquiera como un costo social lamentable para lograr la salvación
el miedo se apoderó de su vida: una toma del vecindario parecía inminente. de Chile. No quería ser arrastrada a una discusión potencialmente tensa sobre
Sus padres pensaron que ésta podría conducir a una violenta confrontación problemas políticos. El tema de los derechos humanos parecía sin solución
callejera con el propósito de desalojarlos a ellos y a sus vecinos de sus casas. Su (“no hay solución”) y la política parecía estar fuera de los límites de las con­
padre decidió enviar a Gabriela, a su hermana menor y a su madre a la casa de versaciones interesantes significativas. Los derechos humanos eran un tema
su suegra, ubicada en un barrio más central y seguro de Santiago. Su padre se molesto y doloroso que era mejor dejar de lado, quizás relegado a una amnesia

74
voluntaria. Más agradable para ella era su papel como una profesora afectuosa,
interesada en el desarrollo intelectual y humano de los niños. Capítulo 2
Gabriela se resistió a quedar atrapada en discusiones políticas sobre la me­
moria y desplazó los temas desagradables a los márgenes de la..conciencia.
Cuando describió su propio pasado evitó utilizar un tono provocativo y me­ La memoria disidente:
lodramático. Sin embargo, ninguna de estas adaptaciones a una cultura de
memorias conflictivas disminuyó su claridad sobre el significado del 11 de
ruptura, persecución, despertar
septiembre en su propia vida. Así como doña Elena, Gabriela recordaba la
fecha como una salvación personal y familiar. En su microcosmos, ella com­
prendió la urgencia de una misión de rescate nacional. Una niña que había
comenzado a gozar de los días festivos extra en un periodo turbulento terminó
aterrorizada de perder a su padre. Para bien o para mal, los acontecimientos
del 11 de septiembre le trajeron un profundo alivio.

Doña Elena recuerda la intervención militar en 1973, y la violencia política


subsiguiente, como una historia de rescate, un relato personal y colectivo de
salvación de un terrible desastre. La memoria como salvación, sin embargo,
es sólo una de las principales formas en que la gente recuerda sus vivencias y
construye un puente hacia la historia colectiva de Chile.
Este capítulo presenta dos maneras adicionales de recordar: la memoria
j como ruptura, profundamente brutal y hasta ahora no resuelta, y la memoria
! como persecución y despertar. Estas formas de recordar son recuentos aliados,
complementarios entre sí y asociados con las sensibilidades “disidentes” du­
rante el régimen militar (la ironía, consistente con la mentalidad de cruzada
contra el comunismo de la guerra fría y la realidad política de la dictadura,
fue que la memoria crítica era “disidente”, incluso aunque estuviera anclada
en una amplia base social y, finalmente, en el apoyo mayoritario). Los marcos
de la memoria disidente compiten con los relatos heroicos de la salvación na­
cional por la primacía dentro de la caja de la memoria del Chile de Pinochet.
Aportan también un trasfondo adicional sobre la histórica crisis social y polí­
tica que sacudía a Chile a comienzos de la década de 1970.

La memoria como ruptura


La señora Herminda Morales vive en La Legua, una población situada al
sur de Santiago que comenzó a organizarse como comunidad entre fines de los
años 40 y los 50, adquiriendo una cierta fama de militancia de clase obrera y
organización del Partido Comunista.’ En 1952, la señora Herminia y su ma­
rido, Ernesto, emigrantes venidos del sur, comenzaron a construir una vida de
familia y una vida política en La Legua. Ernesto, trabajador de la construcción

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y miembro de las Juventudes Comunistas, se lanzó muy pronto a las luchas por Socialista. Como muchos otros de su comunidad y de la subcultura del sindi­
conseguir alumbrado eléctrico, provisión de agua potable y la pavimentación calismo, Gerardo había crecido siendo comunista. Después de su matrimonio
de calles y aceras, es decir, los servicios esenciales para una comunidad pobla- en 1952, la señora Herminia y Ernesto tendrían ocho hijos más, “porque en
cional joven. Ernesto también fue muy activo en la labor de sindicalización ese tiempo no había control de la natalidad”.
política. Durante las décadas de 1950 y 1960, la señora Herminia distribuyó El primer hijo de ambos, nacido en 1953, fue Ernesto o, como prefiere
su actividad entre el cuidado de sus hijos, su trabajo ocasional como operaría llamarlo la señora Herminda, Ernestito. El pequeño Ernesto era especial. Su
textil y dirigente sindical, y su participación en las marchas, manifestaciones y madre tenía que dejarlo en la guardería de la fábrica textil donde ella trabajaba
concentraciones de la campaña presidencial de Salvador Allende que definie­ en el turno de las siete de la mañana. La experiencia sugería una vida en la cual
ron la cultura pública emergente de La Legua. Ernesto usó las habilidades que los niños crecerían desde su nacimiento destinados a ser peones de fábrica.
había aprendido en los oficios de la construcción para construir su casa poco Esto motivó a la señora Herminda “a luchar para educar a mi hijo, para que
a poco, de la misma forma en que se hacía —y se hace todavía—en las comuni­ no ande acarreando cajones y siendo dirigido”. Ernestito estudió electromecá­
dades poblacionales en toda América Latina. Hasta hoy, las casas en su barrio nica en una escuela industrial y trabajó en la compañía de teléfonos, pero en
van desde las pequeñas y deterioradas mediaguas de madera, testamento de 1973 se matriculó en la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad
la precariedad de la vida y de los ingresos en las poblaciones, hasta casas más de Chile. Buen deportista, fue miembro del equipo de fútbol de la universi­
grandes, cuyo tamaño, construcción y firmeza estructural son herederas de un dad. Como su hermano, Ernestito había crecido en una subcultura de lucha
arduo trabajo, de la persistencia, del aporte de múltiples ingresos familiares política y social. Se hizo miembro de las Juventudes Comunistas, sirvió en los
y de las luchas por los servicios sociales que proporcionarían —al menos para comités locales de la población y asistió al Congreso de las Juventudes Comu­
algunas antiguas familias de las décadas de 1950 y 1960- una vida digna para nistas en 1972.
la clase trabajadora y un estándar de vida de ingreso medio-bajo. La señora Herminda recuerda a Ernestito como alguien que solía actuar
La señora Herminda y Ernesto viven con sus hijos y nietos en una de las ca­ como pacificador en situaciones difíciles. Durante los últimos meses del go­
sas grandes y sólidas de la población. Una gran sala domina el espacio público bierno de Allende, cuando los grupos de extrema derecha, como Patria y Li­
de su hogar. Un refrigerador descansa en la esquina de la sección que se usa bertad, trataban de socavar a la Unidad Popular provocando violentos en­
como comedor, y un viejo sofá delimita la sala de estar. El constante correteo frentamientos en las calles, y cuando los airados jóvenes de izquierda o de
de los nietos pequeños, a los que repetida y firmemente se les pide bajar la voz ultraizquierda mordían el anzuelo y le hacían el favor a la derecha, Ernestito
para que la conversación de los adultos pueda continuar, le añade un toque de era de los buscaban calmar los ánimos. “A él no le gustaba que pelearan cuan­
informal vitalidad y caos al ambiente. do Patria y Libertad iba a busca pelea a la universidad”, recordaba la señora
De un matrimonio anterior, que la dejó viuda a los 22 años, la señora Herminda. Destacó otro ejemplo: “Una vez venía con unos discos. Dice que
Herminia aportó dos hijos, incluyendo a Gerardo, a su vida con Ernesto. los dejó en un pasto verde y fue a separar a unos jóvenes de Patria y Libertad
Nacido en 1948, Gerardo ganó una beca para estudiar contabilidad después y del Partido Comunista que estaban peleando... Ahí estaban peleando [y él
de terminar la escuela primaria, pero los problemas que le causaba la epilepsia dijo] no, porque le están haciendo problemas al gobierno; no hay que pelear
le impidieron continuar sus estudios. Encontró trabajo como empleado en la ni hacer esos escándalos’ ”. Cuando volvió a la casa, de repente se acordó —“ay,
construcción y se hizo conocido como un joven y dinámico delegado sindical. los discos”- y volvió a buscarlos. En aquellos tiempos tan tensos, Ernestito
Durante el período de la Unidad Popular, Gerardo organizó el abastecimiento estaba con la línea moderada del Partido Comunista y la lealtad a Allende.
de alimentos para las comunidades de vacaciones o balnearios populares de “No hay que pelear, hay que gritar [participar en manifestaciones], no hacerle
la dase obrera, que se organizaban en la costa del Pacífico cercana a Santiago. problemas al gobierno”, le explicaría a su madre.
En 1973 fue elegido para el Congreso Nacional de la Central Única de Tra­ La señora Herminda piensa que sus dos hijos, Gerardo y Ernestito, eran
bajadores (CUT), la federación sindical unificada que désde su creación, en la bastante maduros para la edad que tenían. “Era gente que quería una sociedad
década de los 50, estuvo relativamente alineada con los partidos Comunista y mejor para nuestro país, para los niños. Yo digo que eran unos viejos chicos,

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porque pensaban y actuaban para el futuro”. En realidad, Ernestito les había queda, el 13 de septiembre, la señora Herminda huyó con sus hijos más pe­
confiado a sus padres su intención de ayudar a financiar la educación de sus queños a otra casa. Gerardo, Ernestito y un hermano más joven, Vladimir, de
hermanos y hermanas menores. sólo 15 años, se quedaron en La Legua con su padre. El sábado 15, Ernesto
Más allá de sus palabras, el rostro de la señora Herminia expresaba la re­ fue a reunirse con su esposa, pero Gerardo y Vladimir fueron detenidos en los
memoración como un quiebre profundo y no resuelto. Mientras hablábamos, allanamientos del día siguiente.
la parte superior de su cara iba llenándose de lágrimas, y sus ojos húmedos se En una declaración tomada bajo juramento seis años más tarde, Vladimir
movían como si recordara la presencia ausente de Gerardo y Ernestito. Pero recordó que fue golpeado y que perdió brevemente la conciencia durante su
la parte inferior era toda sonrisas, como si el acto de recordar fuese un cálido arresto inicial, que fue transportado en un bus de la Fuerza Aérea al gimnasio
abrazo. de la Escuela de Aviación de El Bosque el día 16, y que finalmente fue envia­
La contradicción expresada en aquel rostro transmitía el significado de la do al Estadio Nacional el 17. Las golpizas y las amenazas de ejecución eran
memoria como una ruptura —los chilenos usan la metáfora cultural de una parte de la rutina. Un interrogatorio sobre los acontecimientos en La Legua el
herida abierta, una herida horrible que no sana—más poderosamente que las día 11 no ocurrió hasta el 5 de octubre. Una de las palizas sobresalía en el re­
palabras que aparecen en la desgrabación de la entrevista. El significado de la cuerdo de Vladimir: los golpes propinados por carabineros al llegar al Estadio
memoria como ruptura también era evidente en la manera de hablar y sentir Nacional, incluido un culatazo en la cara que le rompió los dientes delanteros.
de la señora Herminia, quien tenía la inclinación de saltar de un evento a otro Pero al menos los jóvenes sobrevivieron. Vladimir y Gerardo fueron liberados
prestando escasa atención a las preguntas del entrevistador, como si estuviera el 8 de octubre.4
reentrando en el estado de shock causado por un tiempo más allá del tiem­ Lo peor vino después. La familia dejó Santiago y el 28 de octubre se esta­
po. Un tiempo en que los eventos cronológicamente distantes parecían haber bleció en el pequeño pueblo de San Juan de Lo Gallardo, sobre el río Maipo,
ocurrido recién. Como la señora Herminda lo hizo notar en algún momento, cerca del puerto de San Antonio y de la Escuela de Ingenieros Militares de Tejas
“han pasado veinte años y parece que fue ayer no más”. Verdes. Ernesto padre encontró trabajo poniendo cañerías de desagüe en una
compañía petroquímica y complementaba sus ingresos trabajando el mes de
Gerardo y Ernestito están entre las personas desaparecidas permanentemen­ enero en la cosecha de trigo de un vecino. Vladimir se reunió allí con la familia
te por el Estado. Los detalles básicos de la historia, investigados y confirmados y trabajó en los campos de trigo con su padre. Pero los hijos mayores, Gerar­
en 1990 por la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Comisión do y Ernestito, decidieron quedarse en Santiago, pensando que allí podrían
Rettig), bajo un gobierno democrático, son bastante claros.2 El domingo 16 colaborar con las necesidades de solidaridad con los perseguidos y, probable­
de septiembre de 1973, fuerzas militares y policiales realizaron un operativo mente, podrían ayudar a mantener vivo el partido hasta el momento en que
de redadas y allanamientos en La Legua. Mientras los tanques, camiones, jeeps las condiciones permitieran la resistencia. La señora Herminda recuerda que
y helicópteros acordonaban y vigilaban el vecindario de la señora Herminda, trataba de convencerlos para que huyeran de Santiago. “No se puede mentir en
las patrullas armadas iban casa por casa arrestando a los jóvenes, la mayoría la historia”, dijo. “Los niños siguieron [en La Legua], no nos hicieron caso. Yo
de los cuales terminaron, junto con miles de otros prisioneros, en el Estadio lloraba y les decía que se fueran con nosotros”. No pudo convencerlos. “Ellos
Nacional. Estas redadas con allanamientos y detenciones ocurrieron en varias dijeron no, mamá, nosotros vamos a ayudar en lo que se pueda, porque, así
poblaciones humildes y de clase obrera en Santiago, pero los prisioneros de como usted está urgida y dolida, hay muchas madres que están iguales y vamos
La Legua debieron haber sufrido un tratamiento más violento porque su po­ a ayudar’. Y Ernestito me dijo si hay que pelear vamos a pelear, hay que hacer
blación fue una de las pocas zonas en las que hubo algo de resistencia armada algo’ ”. Ernesto padre les envió dinero para ayudarlos y los hijos fueron a visitar
el día 11. Seis carabineros murieron en los enfrentamientos, y los jóvenes a la familia durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo.
católicos organizados por el padre Luis Borremans para cuidar de los civiles La idea de poder ayudar en Santiago, y de esperar un tiempo para cuando
heridos fueron arrestados y acusados de mantener una clínica clandestina para la resistencia fuera posible, era consistente con la visión política que Gerardo
los subversivos.3 Cuando la junta levantó durante algunas horas el toque de y Ernestito habían aprendido en el Partido Comunista. Durante agosto y

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septiembre de 1973, mientras la crisis chilena escalaba hasta salirse de con­ La noche del 24 ó 25 de enero de 1974, muy tarde, Gerardo y Ernestito
trol, el Partido Comunista había tomado una línea de izquierda moderada. visitaron inesperadamente a sus padres.7 El relato elaborado por la Comisión
Entregaba el apoyo más consistente al esfuerzo de Allende para lograr una so­ de Verdad y Reconciliación resume lo que pasó después.8
lución política a través de un acuerdo con los democratacristianos y a su idea
Llegaron a la casa de sus padres en [San Juan de] Lo Gallardo los dos hermanos
de convocar a ün plebiscito para resolver la crisis, pese al riesgo de dividir a
junto con aproximadamente 12 personas fuertemente armadas. Estas manifesta­
la Unidad Popular así como de perder la elección. En septiembre, el Partido
ron que venían a tratar de liberar a los detenidos de Tejas Verdes. Los hermanos se
Comunista también indicó su disposición, en vista de la emergencia política, veían nerviosos. A la mañana siguiente se fueron. Sin embargo, algunos de los que
de liberar a Allende de su obligación de discutir las principales decisiones habían traído a los hermanos volvieron y detuvieron al padre y a un hermano me­
políticas con los partidos de la Unidad Popular. La moderación política, sin nor [Vladimir], los que fueron llevados a Tejas Verdes, donde fueron fuertemente
embargo, no implicaba necesariamente que no se reflexionara sobre la resis­ torturados y sólo fueron liberados después de estar 42 días desaparecidos.
tencia frente a un intento de golpe militar. Por el contrario, muchos allen-
distas y activistas de izquierda, incluyendo a los comunistas, creían que, si Mientras se llevaban a Vladimir y a su padre, el grupo armado continua­
Allende no podía encontrar una solución política, la última y mejor esperan­ ba hablando y promoviendo la idea de “liberar” Tejas Verdes, al tiempo que
za para la defensa del gobierno constitucional ante un intento de golpe yacía preguntaban sobre la gente de La Legua. Pero el ardid era obvio y duró sólo
en la resistencia civil. Presumían que la resistencia daría tiempo y fortalecería un breve momento. Rápidamente, Vladimir y su padre fueron vendados y
la voluntad y determinación antigolpista de las facciones constitucionalistas llevados a Tejas Verdes.9
en el Ejército. Las divisiones entre los militares podrían entonces frustrar la Tejas Verdes, bajo la autoridad del coronel del Ejército Manuel Contreras,
toma de poder. ya había sido transformado en un campo de concentración de la policía se­
De acuerdo con esta idea, el 11 de septiembre Gerardo y Ernestito se unie­ creta, proveniente en gran parte del Ejército, que llegaría a ser conocida como
ron a una marcha de pobladores de La Legua que urgían a la gente a defender­ la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional). La DINA no sería creada ofi­
se en el caso de una redada en el vecindario. Cuando la marcha avanzaba, el cialmente sino hasta junio de 1974, pero la investigación de la Comisión de
grupo se encontró con una columna de trabajadores armados que se dirigían Verdad y Reconciliación demostró la existencia de un activo y bien organizado
a la planta textil Sumar Poliéster para ver si podía organizarse alguna forma de “grupo DINA”, anclado en la Escuela Militar en Santiago y en Tejas Verdes,
resistencia. De acuerdo a testigos, de pronto apareció un bus de carabineros desde el 11 de septiembre, y posiblemente desde antes en el caso de Tejas Ver­
y disparó contra la marcha. Hubo disparos de respuesta -probablemente de des y del coronel Contreras.10
parte de la columna de trabajadores armados-, un carabinero fue herido, y En diciembre y en enero, la DINA elaboró un plan para cercar a los mili­
luego ocurrió una escena surrealista: los carabineros en el bus ondearon una tantes comunistas y socialistas de La Legua. Agentes de la policía secreta “re­
bandera blanca, los disparos se detuvieron y el vehículo partió hacia el Hos­ clutarían” a determinadas personas para un proyecto de “liberar” prisioneros
pital Barros Luco.5 políticos en Tejas Verdes, muchos de los cuales eran de La Legua. Es imposible
Aunque la “resistencia” el 11 resultó ser ingenua e impracticable, la magni­ saber con certeza si Gerardo y Ernestito -desesperados por “hacer algo”- fue­
tud y severidad de la violencia durante y después de ese día creó un sinfín de ron engañados por la estratagema. Generalmente los agentes de la DINA usa­
emergencias. Sólo en el primer mes el nuevo régimen arrestó a cerca de 45 mil ban burdas explicaciones oficiales para desinformar y encubrir cuando toma­
personas.6 Había que ayudar a las familias de los prisioneros, esconder a perso­ ban por primera vez a un prisionero y lo llevaban desde su casa al vehículo. En
nas y buscar embajadas de refugio para aquellos que podrían ser perseguidos, todo caso, la coerción era muy obvia desde el comienzo u ocurría muy pronto.
para mantener vivas las identidades políticas, y para esperar un momento en Un joven de La Legua, Jorge Poblete, fue “reclutado” en enero con la amenaza
que la resistencia o la protesta pudieran ser viables. Todo ello creó cierta men­ de que lo matarían si se negaba a colaborar.
talidad de desesperación, la idea de que “hay que hacer algo”. Como veremos, Sin embargo, sí se pueden hacer tres aclaraciones con gran certeza. Prime­
los servicios de inteligencia militar se aprovecharon de esta idea en La Legua. ro, los presos políticos de La Legua a menudo fueron torturados primero en

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Londres 38, una casa de la DINA ubicada en el centro de Santiago, antes de Además, la búsqueda que emprendió la familia de Gerardo y Ernestito, con
ser transferidos a Tejas Verdes. Segundo, Jorge Poblete testificó más tarde que ayuda de la Vicaría de la Solidaridad de la Iglesia Católica, llevó a Ernesto
él habló con Gerardo y Ernestito el 28 ó 29 de enero, en la sala común de padre y a Vladimir a volver a contar, bajo juramento, sus propias angustiosas
prisioneros del primer piso de Londres 38, pero que después ya no estaban allí experiencias. La tortura inicial de Ernesto incluyó golpes y descargas eléctri­
cuando Poblete volvió de su sesión de torturas desde el segundo piso. Tercero, cas, acompañadas por preguntas sobre la gente y la política de La Legua, sobre
Margarita Durán, también prisionera en Londres 38, testificó que durante su su hijo Gerardo y sobre un supuesto escondite de armas cerca de Tejas Verdes.
sesión de tortura, el 30 de enero o poco después, uno de los tres agentes que Después hubo infructuosas sesiones de excavación, cerca de la desembocadura
dirigían el grupo la amenazó con que si se rehusaba a cooperar la matarían del río Maipo, para desenterrar las supuestas armas, acompañadas al menos
igual como mataron a Gerardo y Ernestito. Debido a que sufría una fuerte una vez de amenazas de ejecución en las orillas del río. Vladimir recordó se­
taquicardia, le removieron temporalmente la capucha, y así ella pudo ver a siones similares y, además, una golpiza que recibió mientras estaba colgado
los agentes que dirigían la sesión de tortura sentados detrás de un escritorio. en una celda. Hasta hoy camina con alguna dificultad y tiene un movimien­
Recordó que'el que había hablado, a quien llamaban Esteban, tenía un acento to limitado en su brazo izquierdo. También recordó sesiones para afectar y
argentino, pero eludió una identificación más específica. A los otros dos los atormentar su mente, “ya que se alteraba el maltrato verbal y la aplicación de
reconoció como Marcelo Moren Brito y el coronel (más tarde general) Ma­ corriente con palabras reconfortantes y el ofrecimiento de bebida para calmar
nuel Contreras.11 la intensa sed que sufría”.14
La Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación concluyó por unani­ De acuerdo a los testimonios de los sobrevivientes en relación a Londres 38
midad que la DINA “desapareció” permanentemente a Gerardo y Ernestito, y Tejas Verdes durante el verano de 1974, es difícil no concluir que Gerardo y
y que su última locación conocida fue el campo de concentración de Tejas Ernestito fueron cruelmente torturados antes de su final.
Verdes.12 Su metodología fue meticulosa: un análisis cuidadoso de los múl­
tiples relatos de testigos, así como las circunstancias del seguimiento que les Los expedientes sobre Gerardo y Ernestito en los archivos de la Comisión
hicieron los agentes del Estado, y la detención y tortura que recayó sobre otros Rettig, las fichas de sus casos en el centro de documentación de la Vicaría de
miembros de la familia y sobre la novia de Gerardo, también detenida en Tejas la Solidaridad y el registro mental de la señora Herminia recogen -todos—una
Verdes. Todo ello estableció como incuestionable no sólo que los agentes de experiencia de desesperada e interminable ruptura. Una búsqueda sin fin —sin
la DINA hicieron desaparecer a Gerardo y Ernestito, sino también que debía resolución—llevó a la señora Herminda y a su familia a cada institución que
“rechazarse la versión entregada por la autoridad política de la época, la cual pudiera ayudarles a encontrar o liberar a sus hijos: el Comité Pro Paz, formado
sostuvo que los hermanos no se encontraban detenidos”. rápidamente por líderes religiosos de varios credos para tratar con las emer­
La falta de información específica sobre el destino de Gerardo y Ernestito gencias de derechos humanos en Chile durante 1973-1975; la Vicaría de la
hace imposible determinar con precisión lo que les ocurrió en Londres 38 y Solidaridad, formada por el Arzobispo de Santiago en 1976 para continuar la
en Tejas Verdes. Pero sí sabemos, por el espeluznante diario de Hernán Valdés, labor del disuelto Comité Pro Paz; la Cruz Roja Internacional; el Ministerio
prisionero en Tejas Verdes en febrero y marzo de 1974, que las condiciones de del Interior; la Secretaría Ejecutiva Nacional de Detenidos (Sendet); la policía
vida eran primitivas y crueles, y que el trato hacia los prisioneros incluía, ade­ de emigración; varios hospitales, clínicas y cárceles; el Instituto Médico Le­
más de las golpizas iniciales y en algunos casos la simulación de ejecuciones, gal, la oficina médica a cargo de los cadáveres, y las cortes de justicia civiles y
el terror de preguntarse y finalmente llegar a saber si uno estaba en la lista del militares. El número de indagaciones es asombroso. Y la constante respuesta
día de los seleccionados para el “interrogatorio”. A juzgar por el testimonio de oficial era que el Estado no sabía nada del paradero de Gerardo y Ernestito, y
Valdés, las sesiones incluían golpes, aplicación de corriente eléctrica en varias que, aparte de la detención temporal de Gerardo en el Estadio Nacional, las
partes del cuerpo -incluyendo los genitales- y abuso verbal, junto con la pre­ autoridades ni siquiera los habían arrestado.15
sión para satisfacer a los torturadores entregando información real o inventada Dada esta experiencia, el establecimiento por parte del Estado de una comi­
sobre “subversivos”.13 sión de verdad creíble y rigurosa marcó un momento tremendamente impor­

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tante para la señora Hermánela. En 1990, a dieciséis años de la desaparición dentro de su propia familia. Una vez le comentó a Vladimir que ella tenía que
de sus hijos y después de una cadena de negaciones, Chile finalmente tenía un levantarse “porque yo voy por los niños, y si su papá se enoja no importa”.
gobierno democrático. El presidente Patricio Aylwin Azocar designó la Co­ La señora Herminda pertenece a una generación, a una clase social y a una
misión Nacional de Verdad y Reconciliación, conocida informalmente como subcultura urbana que veían la lucha y la solidaridad colectiva como legítimas
Comisión Rettig en virtud del nombre de su presidente, Raúl Rettig Guissen. y necesarias para superar la injusticia y lograr objetivos que valieran la pena.
Este organismo se dedicó a investigar cada caso de supuesta violación a los Como Elizabeth Jelin y Susana Kaufman han expresado en un brillante ensa­
derechos humanos que hubiese llevado a la muerte o a la desaparición de yo sobre las muchas “capas” de la memoria, el curso de la vida de algunas gene­
una persona. El recuerdo de la señora Herminda de sus primeros pasos en el raciones puede incluir momentos formativos de rememoración que preceden
proceso de la Comisión de Verdad y Reconciliación subraya su experiencia del a los grandes traumas colectivos y personales, los que generan nuevas luchas
régimen militar como una ruptura profundamente destructiva e irresuelta: de memoria.16 Esos momentos fundacionales pueden ejercer una decisiva in­
la lucha de seguir creyendo que podría encontrar a sus hijos y la conciencia fluencia en la forma como la gente organiza sus memorias del gran trauma.
nublada de que había llegado el momento de tomar en serio y reconocer ofi­ En nuestra entrevista, la señora Herminda enfatizaba no solamente la rup­
cialmente la verdad de su experiencia. tura de su vida, sino también la importancia de la lealtad y de la organización
al servicio de un bien mayor. Así como la narrativa de desastre seguido por la
Autor: -Usted dio un testimonio, me imagino, a la Comisión. salvación de doña Elena se basa en sus experiencias formativas en los años 50
Señora Herminda: -Sí, teníamos que dar testimonio. Claro que fueron muy du­ para establecer la verdadera dimensión del orden correcto y de la naturaleza
ros los testimonios, porque uno recuerda todo, vuelve a vivir lo que se vivió. Un del desastre que casi rebasó a Chile, la experiencia de la señora Herminda sobre
día fui yo, sola, porque había que ir a conversar para que le dieran hora y todo eso su población y las luchas sindicales en los 50 y 60 enmarca el significado de la
[es decir, había que acordar una cita para dar los testimonios de los familiares a la tragedia posterior y los valores positivos que ella extrae de su historia familiar.
Comisión]. Y cuando entré, me acuerdo, había unas mesas grandes, en unas salas
“El hombre tiene el derecho a pensar, a luchar, a luchar por una sociedad más
grandes, y entré y a un señor le pasaron unos papeles [la señora Herminda hace el
justa”, observa ella. Es sobre estas bases que recuerda a Gerardo y Ernestito
gesto de recibir los papeles], y se me nubló todo y me tembló el piso, porque pen­
como gente buena: “No eran terroristas, no eran gente mala; eran personas
sé yo que un día me iban a entregar también unos papeles así por mis hijos y no
me iban a devolver a los niños. Y me fui para el lado, así, y vino una señorita que
que quería una sociedad mejor”. Es sobre estas bases, también, que la señora
me dijo, "¿qué le pasó, señora?” . Me llevó para adentro y después ya se me pasó y Herminda a menudo buscaba levantar el espíritu deprimido de su marido.
me empezaron a atender y me dijeron la hora del día en que teníamos que ir.
Yo le digo a mi marido que le tendrían que haber hecho un monumento en vida,
porque él siempre fue papá; a su madre la atendió hasta que se murió, a unos so­
Sería ir demasiado lejos afirmar que la memoria como ruptura siempre e
brinos que tenía la abuelita él los crió... Un hombre súper bueno, que luchó por
inexorablemente reduce a las personas a ser puramente víctimas, seres frágiles la población. El tiene eso de ayudar, es luchador social, dio todo su tiempo libre
incapaces de funcionar en la vida cotidiana O de movilizar una poderosa reso­ a su sindicato, al sindicato de la construcción.
lución interna. Por el contrario. La búsqueda de respuestas de la señora Her­
minda la condujo a nuevas formas de lucha, de relaciones y de determinación La señora Herminda se puso muy contenta cuando, después de diecisiete
interna. Se encontró con otra gente, en su mayoría mujeres, en la búsqueda años de relativo silencio y retraimiento, su marido finalmente volvió a hablar
de parientes desaparecidos. Halló comprensión y estrategias colectivas de lu­ en público y empezó a hacer una vida política más comprometida, comenzan­
cha en la Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (AFDD; de do en una ceremonia pública de conmemoración en honor a sus hijos y a los
aquí en adelante, Agrupación). Con otros miembros de la Agrupación y con desaparecidos: “Le hace bien porque estaba muy arruinado; ahora está rejuve­
activistas de derechos humanos participó en dramáticas acciones de desobe­ neciendo”. Denunciar, luchar y conversar le daban más resistencia, incluso le
diencia civil, teniendo el cuidado, sí, de evitar los arrestos, para poder seguir ayudaban, al final de un día de trabajo, a llegar a la casa “contando chistes y
ocupándose de sus hijos menores. Desafió también la ambivalencia y el miedo cosas buenas para la convivencia”.

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La señora Herminda no sólo recuerda el período militar como un tiempo rostro de la señora Herminda, expresa el significado de la memoria como una
que trajo a su vida una profunda y continua ruptura, una cruel herida que no ruptura profunda y no resuelta.
sana. También ha reorganizado mucho de su vida en torno a la idea de la me­ Antes de terminar nuestra entrevista, la señora Herminda me dio un regalo:
moria y de la ruptura: la lucha por honrar y mantener la memoria de sus hijos dos fotos de gran tamaño de Gerardo y Ernestito [véanse las páginas 90 y 91].
desaparecidos. Como gente a la que alguien recordaba, deben ser encontrados, Son las fotos que ella ha llevado en alto, sujetas en un palo o prendidas en su
aunque sea para darles un entierro decente. Esta lucha y la participación social pecho, en las marchas y manifestaciones a través de los años.
que implica pueden ser vistas como una fuente de resistencia, significado y
energía, especialmente cuando se compara su vida con la de aquéllos cuya 7 '¡La memoria como persecución y despertar
experiencia de la memoria como ruptura es más solitaria.17 Como doña Elena y la señora Herminda, Violeta E. es parte de una genera­
Pero la lucha también tiene sus costos y puede producir ambigüedades con­ ción de edad mediana o un poco mayor (cuya edad iba entre finales de los 40
tradictorias. El día que hablamos, el 11 de septiembre de 1996, la señora y los 65 años en 1996-1997) que experimentó el período Frei-Allende como
Herminda, ahora de 66 años de edad, casi sucumbió a la enorme fatiga acu­ adultos jóvenes.18 Pero ahí termina la semejanza. Si bien el trasfondo de clase
mulada. Temprano por la mañana, había decidido no ir a la marcha que se y de las experiencias sociales de doña Elena y la señora Herminda son polos
hacía anualmente, desde el centro de Santiago hasta el Cementerio General, opuestos dentro de los caminos de la vida chilena, la trayectoria de Violeta
para protestar por el régimen militar, demandar verdad y justicia, y honrar a fluye más bien de una experiencia y de una capa social de cíase media. A dife­
los muertos y desaparecidos. Pero en el último minuto prevaleció el sentido de rencia de doña Elena, Violeta no desciende de un grupo social alto. Su casa y
lealtad hacia sus hijos, hacia las familias de los otros muertos y desaparecidos, su estándar de vida son demasiado modestos como para ubicarla en los niveles
y hacia sus camaradas y amigas de la Agrupación. Caminó la larga marcha y de consumo urbano y los circuitos vacacionales, y mucho menos en los círcu­
tuvo que soportar el gas lacrimógeno lanzado a la multitud en el Memorial a los sociales de los profesionales prósperos de clase media alta y las elites adi­
los Muertos y Desaparecidos en el cementerio. El mismo sentido de lealtad ex­ neradas. Tampoco su linaje político viene de la derecha o de la centroderecha.
plica probablemente la energía que encontró para nuestra entrevista esa tarde, Pero, a diferencia de la señora Herminda, Violeta no desciende de la tradición
al final de un día largo y agotador. de los emigrantes rurales y los trabajadores que construyeron una comunidad
El peso de la memoria como ruptura, sin embargo, va más allá de la fatiga poblacional de clase obrera, anclada en una cultura electoral orientada hacia la
y de la tensión de un rostro atrapado perpetuamente entre lágrimas y sonrisas. izquierda y en un poderoso movimiento sindical y del Partido Comunista.
A pesar de su lealtad hacia Gerardo y Ernestito, la señora Herminda también Violeta y sus hermanos —ocho mujeres y un hombre—construyeron su vida
ha experimentado contradicciones como madre. Para honrarlos, suele colgar adulta como parte de la creciente clase media y media baja que surgió en Chi­
fotos de ambos en la sala de estar de su casa. Pero cuando hablamos las fotos le entre fines de los 50 y comienzos de los 70. Mientras hacían la transición
no estaban en la muralla. Tuvo que sacarlas porque uno de sus hijos, exilado hacia la etapa de adultos jóvenes, trabajaron como empleados, secretarias y
en Argentina por muchos años, se había enfermado y las fotos lo ponían más funcionarios, en puestos respetables, en organismos del Estado, organizacio­
nervioso. Le afectaba todavía el hecho de no haber sido capaz de ayudar a sus nes de la Iglesia Católica, partidos políticos, universidades, colegios y otros
hermanos. Como madre de hijos vivos y presentes, de vez en cuando la señora lugares semejantes. La tendencia política de la familia reflejaba dos procesos
Herminda tiene que descolgar las fotos de la pared. Como madre de hijos históricos paradigmáticos de ese período: el surgimiento del Partido Demó­
desaparecidos, de vez en cuando tiene que ponerlas de vuelta. En los primeros crata Cristiano como una nueva y dinámica fuerza política de centro y, a la
años, “cuando estaban las niñas más chicas, yo sacaba las fotos porque las pa­ vez, los debates sobre política y reforma dentro de un concepto cristiano y
saban mirando y llorando, porque eran muy regalonas de ellos”. Al crecer, las de transformación social que movieron a algunos democratacristianos hacia
hijas de la señora Herminda se acostumbraron a vivir con el recuerdo de sus la izquierda. La mayoría de los hermanos de Violeta se identificó con la De­
hermanos Gerardo y Ernestito destacado en la pared de la sala de estar. El ir mocracia Cristiana durante del período Frei-Allende. Tita, la hermana que
y venir de las fotos, como el contraste entre la parte superior y la inferior del a través de los años ejerció como una especie de ancla moral y social de la

. 88 89
ER N ES T O G U ILLE R M O SALAM AN CA M O R A LES
22 años.
Estudiante Filosofía Pedagógico U . de Chile G E R A R D O ISM A EL R U B ILA R M O R A LES
Detenido y Desaparecido el 25 de enero de 1974 por la DINA. 26 años.
Consejero nacional Departamento Juvenil C.U .T.
Detenido y Desaparecido el 25 de enero de 1974 por la DINA.

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familia —fue quien organizó el cuidado de los padres ancianos y heredó la casa La misma suerte de tensiones se manifestaba en el trabajo y en el vecindario.
que continúa sirviendo como punto de encuentro para las visitas y las comi­ “Por ejemplo, cuando yo trabajé en el ministerio, había personal de carrera
das familiares-, estaba firmemente alineada con los democratacristianos. En que no era en absoluto pro allendista, al contrario; entonces eso provocó mo­
realidad, el esposo de Tita trabajó en la reforma agraria de Frei en el sur y veía mentos de confrontación” .
el proceso de reforma agraria bajo el gobierno de Allende, en contraste, como Después del golpe militar del 11 de septiembre, sin embargo, fue el efec­
caótico e irresponsable. to acumulativo de las tensiones en la vida del barrio lo que causó la mayor
Violeta y tres de sus hermanas, sin embargo, se sintieron atraídas por la preocupación. La gente que se opuso a Alende ¿actuaría -por miedo o por
izquierda. Hacia 1970, ella y una hermana se afiliaron al MAPU, el nuevo resentimiento- en contra de los activistas de izquierda del vecindario? ¿Iden­
partido político que se había separado de los democratacristianos y unido a la tificarían a sus vecinos como subversivos para que fueran arrestados por el
coalición de la Unidad Popular de Allende. Violeta y su marido, Ricardo, vi­ nuevo gobierno? Después del golpe inicial, del arresto de altos funcionarios
vían en una población en la zona oeste de Santiago, cuya composición de clase y líderes políticos y de las primeras redadas a poblaciones como La Legua, las
media baja y de clase obrera, y cuya ubicación cerca de la militante población autoridades anunciaron por radio y televisión, y en diarios y afiches en las
de izquierda conocida como Villa Francia, la hacían un terreno de conside­ calles, que los ciudadanos podían ayudar a salvar el país de los izquierdistas
rable competencia política entre la izquierda y los partidos de centro. Para la violentistas y de sus escondites de armas denunciando a los sospechosos.20
elección de Allende, Violeta y Ricardo tenían cuatro hijos pequeños, a los que “Hubo un llamado a la delación y había una cosa muy fuerte contra la iz­
criaban con dos ingresos familiares, y, como muchas familias chilenas de clase quierda; todos eran acusados de comunistas sin que se supiera mucho qué era
media, tenían una empleada doméstica que les ayudaba en el cuidado de los ser comunista” . En particular, se pidió a los ciudadanos patriotas “denunciar
niños. Violeta trabajaba como secretaria en la Escuela de Servicio Social de la cualquier movimiento raro, cualquier cosa sospechosa en los barrios, que hu­
Universidad Católica, mientras que Ricardo lo hacía en el servicio de correos y biera conocimiento de armas”.
telégrafos. Ambos se identificaban con las políticas de la izquierda cristiana.19 Debido a la campaña del nuevo gobierno para fomentar el miedo, al efecto
Violeta, más verbal e intelectual, participaba más activamente en el partido acumulativo de un período anterior caracterizado por el conflicto político y
que Ricardo, y en 1971 dejó la universidad para trabajar como secretaria en el al estatus de Violeta como militante del MAPU y participante activa en una
Ministerio de Economía. En Villa Francia, Violeta y Ricardo participaron en comunidad laica cristiana, ella y Ricardo se preguntaban si Violeta podría ser el
una comunidad cristiana laica que discutía la bullente política del período. blanco de vecinos antiallendistas en la población, fuera por miedo o por odio.
Violeta recuerda vividamente la conflictiva calidad de la vida, es decir, cómo
las personas discutían acerca de si era posible -y de qué modo—llevar a cabo La pesadilla golpeó en octubre, pero no de la manera en que Violeta y Ri­
una revolución socialista para beneficiar a los desposeídos, y acerca de los giros cardo lo habían imaginado. En realidad, al menos un vecino había denuncia­
y vueltas específicas de la agonía política que iba imponiéndose cada vez con do a la pareja como “sospechosos”. Pero fue a Ricardo -no a Violeta- a quien
más fuerza en 1972-1973. Los conflictos parecían invadir casi todas las esfe­ se llevarían los soldados por tres días. Además del estigma general que se les
ras: el trabajo, el vecindario, el partido político (en 1973, el MAPU se dividió endilgaba a ambos como izquierdistas, un aspecto adicional fue surrealista,
entre una facción “moderada” y otra “ultra”) y la familia. En la medida en que casi cómico. En 1973, la pareja y otros activistas de izquierda habían formado
se profundizaba la tensión en la familia entre las ramas democratacristiana y un grupo de discusión política, cuyos miembros también crearon una coope­
de izquierda, compartir tiempo y espacio juntos se hizo más difícil. “Empe­ rativa y una red de distribución para adquirir productos alimenticios básicos
zamos a vivir [como] juntos-separados: prácticamente no se podían tocar los y eludir así las largas colas causadas por el sistema de racionamiento, los altos
temas controvertidos, porque en realidad todo lo que se hablara atravesaba lo precios del mercado negro y la hostilidad política de los vendedores de alimen­
político. En lo social implicaba desencuentros, confrontaciones, discusiones. tos. Los productos mismos eran modestos (“fideos negros, de esos que ahora
Y además estábamos en un momento en que éramos todos muy poco toleran­ yo creo se los dan a los perros, o porotos, aunque de lo peor”), pero servían. El
tes, porque yo creo que ambos bandos nos sentíamos que teníamos la razón”. 11 de septiembre era el día en que Ricardo y Violeta debían recoger su porción

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de los alimentos comunes, pero los acontecimientos de ese día y el toque de rT ftt hicieron durante las noches: fusilamiento simulado. Eso fue muy dramático,
queda les impidieron salir a la calle. Al final de la semana, cuando se permitió * - muy tremendo. Durante años no se pudo..., no se pudo recuperar, y durante
que la gente saliera de sus casas durante unas pocas horas, Ricardo y Violeta [ - años estuvo pensando que iban a llegar a detenerlo, que le podían hacer lo
fueron a “retirar nuestros alimentos, porque teníamos niños, y como traíamos ? mismo”. Las noches eran duras. “No dormía en la noche, siempre pensaba que
bultos -que no eran grandes cosas- la gente juraba que estábamos trasladando ‘ lo iban a buscar, cualquier ruido lo despertaba” .
armas”. Por supuesto, los soldados de todas maneras podrían haber ido a de­
tenerlos, y la gente podría haberlos “denunciado”, aun en la ausencia de una En muchas formas, el drama real de la memoria de Violeta comienza des­
afirmación específica respecto de una supuesta observación de armas. pués de la persecución que sufre su marido. Porque en la medida en que
¿Buscaban los enemigos políticos del barrio cualquier pretexto para desaho­ Violeta y Ricardo abren los ojos a la naturaleza verdaderamente brutal de la
gar el resentimiento o el odio al denunciar a gente como Violeta y Ricardo? O, dictadura —para ellos y para otros—tendrán que enfrentarse no sólo con la
pregunté yo, ¿era una acusación hecha de buena fe? Violeta no podía saberlo brutalidad específica y el miedo infligido a su familia: también tendrán que
con seguridad en su propio caso, pero su inclinación fue no asumir lo peor. decidir qué hacer ante el llamado de su conciencia, a la vez cristiana y política.
Algunos pobladores, pensaba ella, creían en realidad que los militares los ha­ El supervisor de Ricardo en el servicio de correos tomó una actitud compren­
bían salvado de un terrible destino. “Yo creo que mucha gente actuó no de siva y, ante la ausencia de papeles que lo acusaran de parte de las autoridades,
mala fe, fíjate, no actuó de mala fe sino porque creía que realmente [los de la aprobó su regreso al trabajo después de una breve “enfermedad” . Dada la ago­
izquierda] teníamos armas”. Dadas las dificultades económicas, incluyendo nía interior de Ricardo, estaba claro que no podría involucrarse en un trabajo
la ansiedad por los alimentos, y dado el sentido de caos que hubo en agosto directo en apoyo de los derechos humanos.
y septiembre de 1973 (“tú no sabías que iba a pasar de un momento a otro, Pero ¿qué pasaría en el caso de Violeta? Ella no tenía trabajo, y las emer­
era un país realmente en convulsión”), alguna gente en la población quería gencias en el país debido a las atrocidades en contra de los derechos humanos
creer que lo peor había terminado. Esta actitud, pensaba Violeta, influenció eran tremendas. Varios líderes religiosos de distintos credos, incluyendo a los
especialmente a personas que no tenían mucha experiencia política. Esa gente obispos Ariztía y Silva Henríquez, habían formado una organización ecumé­
supuso que el nuevo gobierno actuaba de buena fe y tenía soluciones, y “creía nica, el antes mencionado Comité Pro Paz (cuyo nombre formal era Comité
en la propaganda” sobre los peligrosos izquierdistas que debían ser identifica­ de Cooperación para la Paz en Chile), para atender los casos más urgentes. El
dos y denunciados. trabajo ad hoc se multiplicó: había que hacer el seguimiento de los prisione­
Ricardo y otros prisioneros fueron llevados durante tres días a un terreno ros. Debían hacerse las apelaciones a las autoridades. Había que escribir los
con corrales para animales conocido como FISA, en Cerrillos, al sur de Santia­ documentos y las peticiones legales. Las familias requerían de apoyo pasto­
go, que servía normalmente como una feria comercial para ganado y caballos. ral y psicológico, de orientación legal e institucional, y de ayuda económica.
En la mente de Violeta, la ayuda de la Iglesia Católica quizás salvó la vida de Las personas en peligro inminente necesitaban vías discretas para encontrar
Ricardo. Violeta buscó la ayuda de monseñor Fernando Ariztía, un obispo refugio en el recinto de alguna embajada extranjera y dejar el país. Debían
auxiliar de la Arquidiócesis de Santiago que había conocido y atendido a la organizarse las comunicaciones y los archivos de documentos. Además, el Co­
familia y que simpatizaba con las corrientes de cambio social. Además, uno mité Pro Paz volvió a ser un punto natural de confluencia para personas del
de los prisioneros era un ex sacerdote, una circunstancia que tal vez le daría a MAPU y de otras trayectorias de la izquierda cristiana, y el obispo Ariztía era
la Iglesia, especialmente al cardenal Raúl Silva Henríquez, de la Arquidiócesis su copresidente.21
de Santiago, un argumento institucional adicional en sus discusiones con las Cuando en diciembre en el Comité Pro Paz le preguntaron a Violeta si
autoridades. Los esfuerzos de Ariztía, Silva Henríquez y otros condujeron a tenía trabajo y si quería trabajar ahí, ella y Ricardo enfrentaron un dilema.
una liberación bastante rápida. Los miedos de Ricardo de sufrir una nueva pesadilla y su necesidad de apoyo
Pero Ricardo volvió a casa “destruido”. No fueron los golpes físicos los que personal eran reales. Y el trabajo podía exponer a Violeta a una experiencia
dejaron las peores marcas. Fue la tortura mental. “Lo peor de todo es lo que les conflictiva con autoridades militares que habían probado que no se deten-

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drían ante nada. Perder a Violeta en un arresto o algo peor sería devastador enterrar los restos, sino además por lo que había sucedido antes del descubri­
para él. “Ricardo estaba realmente aterrorizado, no quería que yo trabajara miento. El estremecimiento era evidente no sólo en su lenguaje corporal, sino
[allí]. Me decía tú saliste del fuego para caer a las llamas’ ”. La pareja no era in­ también en su dificultad para encontrar las palabras correctas para explicar.
genua sobre las posibles consecuencias de un trabajo de ese tipo. “Ya sabíamos “Bueno, el tiempo de Lonquén fue un tiempo terrible, porque, bueno..., no­
la existencia del Comité de la Paz, que estaba ayudando a toda la gente que sotros veíamos el peregrinar continuo de los familiares que iban a... Mira, los
tenía problemas. Y fíjate que yo, aparte de los bandos, aparte de las noticias y familiares que venían de estos pueblos cercanos a Santiago, que eran familias
de ver que tenían todo aquí [bajo su control] los militares, bueno, en toda la campesinas, vivían en la Vicaría de la Solidaridad. Se lo pasaban días enteros
reflexión política sabíamos lo que podría significar”. Al final, Violeta aceptó viendo qué se podía encontrar”.
el trabajo. Para Ricardo fue una decisión difícil, aunque entendió las razones Especialmente en la temprana fase ad hoc del Comité Pro Paz en 1974, an­
que su mujer tenía para hacerlo y recibió cierto alivio por el hecho de que el tes de que se tuviera total conciencia de la larga duración del nuevo régimen y
obispo Ariztía trabajaba con Violeta y el grupo. de la continua renovación de los seis meses de estado de excepción legal, y an­
La memoria de Violeta se asemeja a un viaje en el cual la persecución de tes de que la experiencia e institucionalización de la Vicaría creara un enfoque
otros pone a prueba constantemente sus propios valores y su fuerza. Es un tra­ más sistematizado, una consecuencia de este trabajo era el peligro de alcanzar
yecto de continuos encuentros: con la verdad, con la gente y consigo misma. “un momento de saturación”. Simplemente uno podía llegar a ser sobrepasa­
Los primeros años de su trabajo con el Comité Pro Paz y con la organización do por el drama y la magnitud de las persecuciones. Un caso extremo fue el
que lo sucedió, la Vicaría de la Solidaridad, la expusieron a los dramas de la de una monja extranjera “que atendía a la gente que había que asilar”, y que
persecución, pero también despertaron su propia identidad y sus valores per­ perdió su equilibrio emocional y tuvo que dejar el país para recobrar la salud.
sonales. En casos menos dramáticos, la persecución llegó a ser una especie de obsesión.
Por una parte, era posible confrontar la brutal realidad, enmascarada por “Hubo un momento en que todos nos tornamos absolutamente repetitivos, o
la apariencia de orden y de noticias oficiales. El escudo protector de la Iglesia sea, ya no podíamos dejar de hablar del tema” .
Católica y la bienvenida ofrecida a los perseguidos inspiraban confianza, “y Otra consecuencia adicional fue la constatación de que la protección reli­
de alguna manera se fue corriendo la voz, porque uno decía al otro dónde giosa tenía sus límites. La defensa insistente o exitosa de los derechos humanos
podía ir”. Esto significó una exposición continua y directa a la verdad de la podía provocar una reacción. Y en verdad, hacia fines de 1975, las tensiones
persecución sistemática y generalizada, especialmente la perpetua búsqueda entre el Comité Pro Paz y el gobierno llegaron a su límite. El obispo lutera­
que los familiares hacían de sus parientes detenidos y desaparecidos por los no Helmut Frenz, copresidente del Comité Pro Paz, fue expulsado del país,
militares o carabineros. La intensidad de este trabajo se volvió especialmente y un grupo de integrantes del equipo fueron arrestados, incluyendo a José
clara cuando Violeta recordó el descubrimiento de restos humanos, gracias a Zalaquett, director de la sección jurídica. Más tarde, Zalaquett también sería
información que fue pasada discretamente a la Iglesia y a la Vicaría, en unos expulsado.23
hornos de cal abandonados de Lonquén, en diciembre de 1978. Los cadáveres Pero hubo otro lado de la moneda. Los tiempos de persecución también
correspondían a campesinos cuyos casos habían sido recogidos por el Comité fueron tiempos de un despertar más positivo: un fortalecimiento de los com­
Pro Paz y la Vicaría. Ellos constituían la primera prueba “dura” acerca de las promisos sociales, una revitalización y validación de la identidad y de los va­
desapariciones permanentes que aparecía en el dominio público y una devas­ lores. Violeta recuerda algunas maneras de enfrentar y afirmar la vida -que
tadora confrontación con el hecho de que a lo menos algunos de los desapare­ algunas veces incluían tanto al personal como a las víctimas de la persecución—
cidos, en realidad, habían sido asesinados.22 que iban incluso más allá de la necesidad de aliviar un poco lo chocante del
Cuando entramos al tema de Lonquén, Violeta casi se estremeció y su len­ trabajo de solidaridad. En los primeros días del Comité Pro Paz,
guaje corporal se tornó inquieto. Una y otra vez apretaba fuertemente las ma­
nos y tiraba de sus uñas. Probablemente esto sucedía no sólo porque recordaba por sanidad mental tuvimos la posibilidad de hacer un tipo de terapia. A la hora
de colación cantábamos. Todo el personal se agrupaba y de alguna manera man­
el impacto de las noticias y las subsiguientes dificultades para identificar y
teníamos un poco la historia, la historia pasada. Porque ¿qué cantábamos? Can-

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tábamos las canciones [de] la Unidad Popular, no las canciones combativas, pero mas. “Yo creo que eso nos salvó de enfermarnos. Fue esta cadena solidaria lo
sí las canciones folclóricas, que nos decían mucho, las canciones de Víctor Jara o que permitió ir buscando alternativas de solución junto con la gente, porque
las de la Violeta Parra o qué se yo. Pero fíjate que nos sirvió como para limpiarnos las ideas no eran sólo nuestras, eran la misma gente. Fue una etapa de mucha
de todo el trauma que escuchábamos todo el día, y eso también le ayudaba a la
creatividad”.
gente [que eran víctimas]. De alguna manera la gente se sentía como relajada,
sentía que no era tan duro.
Vivir entre el dolor y la esperanza, la persecución y la afirmación es un
En la mente de Violeta, el aspecto terapéutico de las canciones iba más allá compromiso agotador que puede provocar frustración e inquietud. La tortura
de limpiar el ritmo de trabajo y reforzar el sentido de comunidad. El canto mental que se había infligido a Ricardo, el trabajo en el Comité Pro Paz y la
discreto de las melodías más líricas de la Nueva Canción de los 60 y comien­ Vicaría, una amistad cercana con una familia en la población que había perdi­
zos de los 70 recapturaba el idealismo de un tiempo anterior y su juventud, do hijos en la persecución de los 80, todo ello inscribió la violencia de la vida
reafirmando la esperanza que no todo estaba perdido. “O sea, dentro de todo colectiva de Chile en la vida personal e íntima de Violeta. La permanencia
lo que se estaba sufriendo, de alguna manera algo se conservaba. Cantábamos del poder de la dictadura también hizo difícil la autocomplacencia de supo­
discretamente y esa era una forma de mantener también a la gente, como ner que Violeta había encontrado un camino que expresara sus valores y que
‘mire, algo queda, algo queda de lo nuestro, no nos pueden quitar todo’, una fuera también adecuado para los problemas de derechos humanos que tenía
cosa así”. en sus manos. Después de un tiempo se hizo obvio que sólo el reemplazo de
Violeta recuerda esos episodios con una mezcla de afecto y sensatez. Yo la la dictadura por una democracia podría resolver tales problemas. Violeta no
había motivado a responder al preguntarle cómo se las arreglaba la gente con encontró un refugio cómodo en su trayectoria de crecimiento y compromiso.
el drama de atender continuamente la persecución. Ella era lo suficientemente Las únicas anclas que tenía eran su profundo sentido de los valores cristianos,
sofisticada como para comprender el peligro de la idealización nostálgica, y en mezclado con los ideales de justicia social de la izquierda; una reafirmación
realidad, agregó, “no creo idealizarlo, fíjate, porque uno con el tiempo idealiza también cada vez más profunda del valor de la vida humana y de la asistencia
un poco las cosas”. Ella tenía también la suficiente experiencia para saber que al sufrimiento de otros; y un fuerte compromiso con su familia y sus hijos.
el improvisado aprender sobre la marcha que caracterizó los primeros años del Violeta no se considera una heroína que encontró o creó una solución,
Comité Pro Paz tenía que dar paso a procedimientos profesionales más insti­ sino como una persona para quien el trabajo de solidaridad fue un camino
tucionalizados, en vista de la magnitud y la urgencia del trabajo. de encuentros humanos. La Vicaría había sido “un espacio importante de
No obstante, aun cuando Violeta recuerda la crisis de 1973 y la violencia encuentro, de encuentro en todo sentido, porque tú realmente te sentías con
subsiguiente como un período en que la persecución puso una dura prueba a confianza, perdías el temor al estar ahí”. Pero las circunstancias cambiaron.
los valores de cada uno, e incluso cuando mantiene distancia de la idealización Hacia fines de los 70, la consolidación institucional de la dictadura se volvió
nostálgica, también rememora esa época como un tiempo de inspiración. El evidente y la Vicaría experimentó un período complejo, de cambiantes estilos
mismo trabajo de solidaridad creó un espacio de encuentro humano, de es­ de liderazgo y autocuestionamientos internos.25
peranza y de afirmación. Algunos de esos momentos ocurrieron cuando los Violeta fue parte de este proceso. Su memoria de la década de los 80 se
activistas de derechos humanos trabajaron con los habitantes de varias pobla­ enfoca en la inquietante y continua búsqueda de caminos efectivos para ter­
ciones para inventar algunas soluciones a las graves necesidades de entonces: minar con el período de dictadura y persecución, y en las maneras en que esta
las ollas comunes, los proyectos de trabajo microempresarial, las clínicas de búsqueda generó nuevas angustias en la familia. A comienzos de los 80 dejó
salud, los grupos de mujeres tejedoras -cuyas arpilleras folclóricas comenta­ la Vicaría durante unos pocos años para trabajar más “políticamente” en el
ban la vida cotidiana y sus problemas-, los campos de recreación para niños mundo del video alternativo y en proyectos de educación organizados por el
pequeños.24 Esos proyectos no sólo lo removían a uno temporalmente del ago­ Ictus -un importante grupo de teatro que establecía foros- a través de una red
biante trabajo de atender los casos más extremos de violencia directa. También de iglesias y organizaciones de derechos humanos, para mirar y comentar vi­
forjaban la fe en la gente, en la creatividad popular y en la solución de proble­ deos sobre la vida chilena. Violeta trabajó en una clínica médica atendida por

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voluntarios y albergó a algunos doctores franceses de Médicos del Mundo que podría ser viable o si simplemente legitimaría la continuación del gobierno
servían las necesidades de salud de la población y trataban a los heridos en las militar—estaba la cuestión de la reconciliación política entre el centro y la
protestas callejeras y la represión que convulsionó a Chile entre 1983 y 1986. izquierda en torno a las ideas de democracia, derechos humanos y equidad
Por un tiempo, Violeta participó también en un audaz grupo de desobediencia social.26
civil, el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo. Los sacerdotes mili­ La separación entre el centro y la izquierda en la sociedad chilena era fami­
tantes de los derechos humanos y otros miembros de la organización utilizaron liar y emocional, así como también política e intelectual. Era la división que
repentinas acciones callejeras -brindando muy poca información previa a los había separado a la familia de Violeta en una rama democratacristiana y una
miembros del grupo, por razones de seguridad—para llamar la atención y des­ rama de izquierda. Era una división de múltiples capas arqueológicas: desde la
pertar la conciencia y la indignación contra la tortura. Sentándose en la calle, brecha y las recriminaciones durante los años de Frei y Allende y la inmediata
con cantos y gritos enérgicos identificaban los recintos de tortura, frenaban el secuela de septiembre de 1973, hasta las controversias de mediados y fines de
tráfico y la rutina de los transeúntes, y se dispersaban rápidamente o enfrenta­ los 80 sobre la posición del Partido Comunista, que se había movido hacia un
ban la llegada de la policía y sus camiones lanzaagua o guanacos. Después de concepto de lucha armada para derrocar al régimen militar; y también hasta
un tiempo, Violeta volvió a trabajar con la Vicaría. las políticas de alianzas electorales y la transición democrática. En realidad, el
La trayectoria de Violeta en los 80 reactivó el miedo y provocó en ella un líder emergente de la coalición de centroizquierda que ganaría el plebiscito no
nuevo despertar. Uno fue el conocimiento de sí misma, incluida la honestidad era otro que Patricio Aylwin Azocar, una figura con un pasado controversial.
acerca de sus propias limitaciones. Después de dos o tres acciones de desobe­ Presidente de la Democracia Cristiana en los meses de la crisis final de 1973,
diencia civil con el grupo contra la tortura, se dio cuenta que no podía conti­ se le percibía entonces, por la mayor parte de la izquierda y de los democra-
nuar. Admitió a sí misma -y a sus compañeros- que la tensión y el miedo eran tacristianos, como un partidario de la línea dura de Frei; en otras palabras,
demasiado agobiantes. Otro despertar se enfocó en los miedos relacionados en la visión de la izquierda, como un líder que había bloqueado una solución
con sus hijos, ahora en el final de la adolescencia y el comienzo de la juventud. política a la mencionada crisis.27
Como muchos miembros de la generación juvenil de la década de 1980, los En los años 80, Violeta y Ricardo, junto con otras familias de la población
hijos de Violeta participaban en la ola de protestas callejeras que desafiaban la cuyo pasado los había vinculado a la Unidad Popular, habían iniciado un gru­
represión, y algunas veces criticaban a sus mayores por tímidos o ineficaces. Ri­ po de discusión política que rotaba de casa en casa. En este período la natura­
cardo y Violeta se sentían orgullosos de los valores y de la audacia de sus hijos. leza del miedo había ido cambiando sutilmente, desde el temor generalizado
Violeta encontró también gratificantes espacios de colaboración con algunos de los años 70, vinculado a los asesinatos y desapariciones masivas —lo cual
de ellos en acciones de servicio voluntario, como los foros de educación popu­ hacía muy difícil reconocer lo que pasaba y más aun conversar con amigos
lar, las clínicas de salud y los campos de recreación para los niños pequeños. que eran disidentes—, hacia miedos más específicos o puntuales, enfocados en
Pero Violeta y Ricardo también descubrieron una irónica ambivalencia sobre momentos particulares como las manifestaciones callejeras, las jornadas de
el sendero de sus hijos, seres autónomos que estaban viviendo su propia ver­ protesta nacional organizada o las acciones de desobediencia civil que se en­
sión de una vida entre la persecución y el despertar, y por lo tanto susceptibles frentaban con la represión.28 La discusión en este tipo de grupos de base —por
de ser arrestados o heridos en las protestas callejeras. supuesto, las elites políticas también estaban teniendo estos debates—comenzó
La inquietante experimentación de los 80 produjo también un proceso de a brotar en varias poblaciones y vecindarios.29 Violeta comentaba que, mien­
reflexión política y de encuentro. El ciclo de protestas en las calles y represión tras se acercaba el plebiscito, “empezamos a llevar líderes a los lugares en los
violenta se debilitó después de 1986. La atención giró hacia el inminente ple­ que debatíamos los grandes problemas nacionales y eso fue muy interesante.
biscito de 1988, que era mandato de la Constitución de 1980, como una vía Nos permitía a nosotros estar muy en el debate. Dábamos un espacio de re­
que podría proveer una posible salida de la dictadura y, con ello, una medida flexión” . Algunos de los invitados eran personas “de mucha credibilidad”, que
de la realidad de los derechos humanos y de las necesidades sociales del país. terminaron participando en el gobierno de transición democrática de Patricio
Entre los aspectos difíciles y controversiales de esta estrategia -incluyendo si Aylwin (1990-1994).

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En la mente de Violeta, estas discusiones de base ayudaron a nutrir el rena­ existiera un pacto tácito de respetar a la generación de los padres y evitar una
cer de la cultura cívica de Chile, “toda esa cultura cívica que de alguna manera potencial división.30 Cuando llegaron las discusiones sobre el período de Pino-
el país tenía”. Promovieron, no sin dificultad, importantes fundamentos de chet, el lenguaje fue duro y directo, y encontró la aprobación de la generación
apreciación, encuentro y debate políticos, y crearon una serie de grupos de de los padres, a pesar de que en un comienzo los democratacristianos de la
voluntarios que creían y trabajaban en la campaña del plebiscito. El proceso familia habían celebrado la llegada del régimen militar con champaña.
no fue fácil, y no sólo por las diferencias entre el centro y la izquierda, sino Sin embargo, lo más significativo fue algo que no se dijo. Se rumoreaba
también por las divergencias en el interior de la misma izquierda. en la familia que uno de los primos, el hijo mayor de Tita y Víctor, había
pasado por un período de tal frustración y radicalización durante los 80 que
El debate que muchas veces se formó era bastante fuerte y de mucho ardor, ¿te
cooperó con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, un grupo comprometido
fijas?, incluso con posiciones muy encontradas. De unos que estaban a favor de
con la resistencia a través de la lucha armada.31 Cada vez que él hablaba, aun
la democracia, de una apertura, de un encuentro, de un consenso, y de otros
cuando recurría a un fuerte lenguaje político, su padre -democratacristiano
que estaban por una línea muy dura, muy de izquierda, cuando en realidad no
se daban las posibilidades. Pero de alguna manera eso nos permitía mirarnos y
que había trabajado por Frei y enconado opositor a Allende- lo miraba con
decirnos “mira, a lo mejor tú estás equivocado, yo estoy hablando de esto y tú me ojos de asombrosa ternura, protección y admiración. Él era, como se dice en
estás interpretando de otra manera”. Había un debate riquísimo. Chile, “un papá chocho” . En el silencio de una mirada que decía tanto, supe
que también aquí había golpeado el miedo a que la persecución pudiera haber
Además, algunas personas encontraban difícil, dada su memoria política, llegado a los hijos de la familia. Una consecuencia fue que la generación de los
aceptar a Aylwin como líder y candidato presidencial de la Concertación padres se apartó de las posturas rígidas que tenía durante su juventud política,
(como fue llamada la coalición de centroizquierda), y no lo apoyaron com­ y se vio arrastrada hacia la necesidad de aceptar la realidad de la discrepancia
pletamente hasta que lo vieron en el gobierno. “Durante el gobierno él le política y privilegiar las cosas importantes. La preservación de la vida, la crea­
demostró a mucha gente que estaba en otra posición: Nosotros encontramos ción de una sociedad de protección y tolerancia democrática, el repudio de la
que lo hizo con mucha honestidad. Fue positivo” . tiranía que podía empujar a un joven furioso hacia un desastre, eso importaba
más que todo lo demás.
Los procesos del despertar, personal y político, ocurrieron también en el Experiencias como éstas facilitaban el acercamiento familiar, así como tam­
centro político. En el caso de la familia extendida de Violeta, facilitaron el bién el acercamiento político entre el centro y la izquierda. Uno no necesita
acercamiento. En efecto, el sentido de “haberse equivocado” en 1973 acerca exagerar el punto ni sentimentalizario como una gran reunión de familia. Una
de las consecuencias del gobierno militar convenció a muchos democratacris- de las hermanas de izquierda de la familia, el alma gemela de Violeta, tuvo que
tianos de no prestar mayor atención a esas memorias del período Frei-Allende reconstruir su vida en el exilio y carecía de recursos para visitar con frecuencia
que causaban animosidad entre el centro y la izquierda. Se enfocaron, en cam­ a sus parientes. Otra hermana estaba relativamente alejada; el distanciamiento
bio, en las memorias de la persecución, que destacaban el valor de la tolerancia es un legado permanente de los amargos tiempos políticos. La familia de Ri­
mutua y de preservar la democracia como un fin en sí. Las personas de centro cardo había sido muy poco solidaria respecto de su grave situación en 1973;
también habían forjado sus propias versiones de la memoria como persecución Violeta pensaba que habían atribuido su detención a las creencias políticas de
y despertar. Las complejas dimensiones personales de este proceso salieron a la ella, casi como si la detención y la tortura hubiesen estado de algún modo jus­
luz en un día de comida y discusión auspiciado por Tita -la hermana demo- tificadas. Hasta donde entiendo, esa ruptura no ha sido subsanada. A pesar de
cratacristiana mencionada anteriormente y que juega un rol vital en el seno estas advertencias, sin embargo, algunos de los parientes de Violeta ubicados
de la familia extendida—y su esposo, Víctor. La mesa estaba llena de parientes en el centro político pueden entender y respetar la memoria como la perse­
y primos, la generación joven de la familia. Cuando las discusiones derivaron cución y el despertar, y no sólo porque les preocupaba la situación de Violeta
hacia la política y los temas de la memoria (sin duda un giro incentivado por y Ricardo en 1973, pues ellos y sus hijos también habían experimentado sus
mi presencia), saltamos ligeramente sobre el período Frei-Allende, como si propias versiones de persecución y despertar.

102 103
Violeta no se considera una persona especialmente comprometida con los dote. Un joven comentó sobre las habilidades excepcionalmente limitadas para
rituales formales de la fe católica. No obstante, un profundo sentido de los el baile del padre Bolton. ¿Qué se podía esperar realmente de una persona así?
valores cristianos le proveyó un ancla durante todo este proceso. La versión de Una mujer hizo notar lo incómodos que fueron los primeros tiempos del padre
Violeta del cristianismo produjo poderosos momentos en nuestro diálogo, en Bolton en Villa Francia. Ella pensaba al principio que no era más que otro
parte porque ella sabía que yo soy un judío hijo de sobrevivientes del Holo­ “cura pituco” . Pero hubo también momentos más serios, que demostraron la
causto. Más que un puente entre ambos, mi pasado agregó una cierta inten­ importancia de una Iglesia amante y comprometida con la solidaridad durante
sidad - a veces un intercambio de creencias familiares, a veces una conexión la saga de persecución y despertar en Chile. La esposa de una persona desapare­
espiritual casi de ternura—a algunos de nuestros encuentros. La conversación cida recordó cuán importante fue que el padre Bolton le enseñara a declarar sin
con Violeta me conmovía y ella lo sabía, en parte porque me exponía a un tipo vergüenza o temor a ser estigmatizada su nombre y el de su marido desapare­
de cristianismo que da vida, y que había parecido sumamente marginal en la cido. El padre Bolton y otros sacerdotes reafirmaron la fe en el Dios que ama a
Europa de 1940. Quizás por esta razón, Violeta me invitó a una reunión en los pobres y a los oprimidos, y promovieron el recuerdo de las jóvenes víctimas
una plaza de Villa Francia para honrar y celebrar al sacerdote local, el padre de la violencia política en la Villa Francia durante los años 80 -especialmente
Roberto Bolton, que recién se había jubilado (en septiembre de 1996) después el joven Rafael Vergara, muerto en 1985—como “regalos de Dios”.33
de cincuenta años de servicio. Esta clase de catolicismo -la conmemoración incluyó enérgicos cantos re­
Un agradable domingo de mediados de octubre, al menos mil personas ligiosos y una misa final- era un mundo aparte del catolicismo que inspiraba
entraron a raudales a la Plaza del Faro de Villa Francia. Detrás del escenario a doña Elena a trabajar en las poblaciones. En un país en donde el catolicis­
construido al aire libre habían pintado un enorme mural, de colores festivos y mo era tan importante, las memorias contrastantes pueden significar también
brillantes, con la figura de Jesucristo dominando el centro. A la derecha de Je­ contrastantes tipos de catolicismo.
sús estaba el retrato del padre Bolton con su Biblia. A la izquierda, las figuras de La multitud en Villa Francia era demasiado grande para que yo viera a Vio­
mujeres como la señora Herminda, con los característicos afiches y el eslogan leta. De alguna manera, este acto —o, más precisamente, esta performance- de la
(“¿Dónde están?”) que llevaban los parientes que protestaban por los desapa­ memoria viviente era artificial. Sería demasiado unidimensional si se lo utilizara
recidos. Hacia arriba habían pintado otras escenas de protesta, incluyendo un como significado de la vida y la memoria en Villa Francia en los 90. Algunos de
retrato del grupo de desobediencia civil contra la tortura que el padre Bolton los que habían venido a celebrar al padre Bolton ya no vivían en la Villa Francia
había apoyado y en el cual Violeta participó durante un tiempo. Sobre Jesús y ni cerca de ahí. Los autos y las ropas, así como el conocimiento personal de
el padre Bolton aparecía el lema de la celebración: “Todo es regalo de Dios”. Violeta, clarificaban este punto. Cuando más tarde conocí y entrevisté al padre
La reunión sacó a la luz las profundas conexiones que se habían desarrolla­ Bolton en su pequeña mediagua en la población, fue muy franco sobre cómo
do durante los tiempos difíciles entre un catolicismo de conciencia social y las una parte de la comunidad local se distanció de él y quiso cerrar la caja de la
experiencias de persecución y despertar. Esta era una versión del catolicismo memoria de la persecución. Algunas personas querían específicamente sacar las
popular que logró juntar la idea de “testimonio” como una tradición de fe fotos de los muertos y los desaparecidos de Villa Francia, incluyendo la de Ra­
que probaba el plan y la gloria de Dios con la idea de “testimonio” como el fael Vergara, que estaba en una capilla local.34 Más aun, como Ricardo y Violeta
recuento de una experiencia que certificaba las verdades de la vida chilena que lo sabían demasiado bien, la vida política de las poblaciones en el centro-oeste
habían sido negadas o evadidas bajo el régimen militar.32 de Santiago era mucho más heterogénea, incluso en los años de Frei y Allende,
El vehículo era el padre Bolton, en tanto una serie de sacerdotes, mujeres y que el estereotipo de comunidades de izquierda “heroicas” o combativas.
jóvenes de las poblaciones daban testimonio de sus experiencias personales jun­ No obstante, la realidad de los recuerdos -y la experiencia vivida- de Vio­
to con él, activando así los recuerdos de las dificultades, de las luchas y de la fe. leta acerca de la memoria como persecución y despertar había sido resucitada.
Como sucede a menudo en ceremonias de este tipo, los recuerdos se entrelazan Cuando la vi unos días más tarde, ella planteó bien el punto. En el día del
con humor, especialmente en este caso, debido a la existencia de relaciones más padre Bolton en Villa Francia, me dijo, pudo revivir “en algo la atmósfera de
informales y democráticas que la tradicional deferencia que se debe a un sacer­ solidaridad” .

104 105
Epílogo rápidamente a la memoria emblemática y de allí construyen los fundamentos
de la credibilidad. Como hemos visto, doña Elena podía contar con un co­
El saber popular de la bondad y el remordimiento nocimiento abundante —basado no solamente en las anécdotas o las noticias
de los medios de comunicación, sino también en el conocimiento personal
y familiar—para reforzar su entendimiento de la memoria como la salvación
personal y colectiva. Por otro lado, no todas esas historias o esos hechos cono­
cidos a través del saber popular personal encajan fácilmente dentro del marco
El trasfondo o conocimiento popular de la memoria -los hechos, las histo­ narrativo de memorias emblemáticas importantes o que han logrado una pro­
rias, los rumores y los significados que la gente experimentó personalmente o . yección exitosa en el dominio cultural público. Dentro de la caja de la me­
escuchó de otros, y que consideró lo suficientemente significativos o curiosos moria del Chile de Pinochet, algunos conocimientos circulan de manera más
para pasarlos a otros- constituye una especie de materia prima para la cons­ dispersa, como experiencias que tienen una profunda importancia pero que se
trucción de “memorias emblemáticas”. extravían de lo emblemático. Tales experiencias son expresiones de algo fun­
Las maneras de organizar los recuerdos y el olvido que hemos explorado damental y poderoso, pero no funcionan necesariamente como una anécdota
hasta ahora —la memoria como salvación, la memoria como ruptura, la me­ útil en una estructura que organice la memoria emblemática. En realidad, la
moria como persecución y despertar- son emblemáticas en un doble sentido. expresión pública de algunos de estos conocimientos —más allá de que circu­
Por una parte, porque pretenden captar una verdad esencial sobre la experien­ len como un rumor o sean compartidos en reserva por círculos de confianza
cia colectiva de la sociedad. La memoria emblemática cuenta no sólo lo que personal o política—podría volverse en sí problemática.
le pasó a mi familia, a mis amigos o a mis camaradas: habla de lo que les pasó Las historias de bondad y remordimiento constituyen ese tipo de trasfondo
a Chile y a los chilenos. Es decir, mi historia puede servir como emblema de o saber popular personal, especialmente para quienes se alinean a sí mismos
una historia más amplia. Por otra parte, tales marcos de la memoria son em­ con la memoria como ruptura y como persecución y despertar. Esas historias
blemáticos porque mucha gente cree en ellos. La gente encuentra allí un ancla expresan poderosamente por qué la rememoración es importante. AI mismo
que organiza y enriquece el significado de la experiencia y el conocimiento tiempo, algunas veces desestabilizan las categorías sociales de las memorias
personales, los que de otra manera flotarían o circularían como experiencias emblemáticas ya establecidas. Pueden introducir complicaciones y acercarse
individuales más bien desconectadas de la experiencia colectiva. La gente en­ a áreas que son tabúes. Nosotros vislumbramos la importancia de historias
cuentra creíble su ancla en parte porque está validada a través de ecos de me­ de bondad en el recuerdo de la señora Herminda de sus hijos desaparecidos,
morias similares que son de dominio cultural público, ya sea en los medios de Gerardo y Ernestito, y observamos un intento de imponer la culpa y el remor­
comunicación, en las manifestaciones o las pequeñas reuniones, en las conme­ dimiento cuando los suegros de Violeta expresan que ella, como una izquier­
moraciones y los discursos públicos, en los libros o informes de la verdad, en dista muy verbal y declarada, era de alguna manera responsable por la tortura
la música o en los festivales culturales. El proceso confirma que muchos otros de su esposo, Ricardo.
están encontrando un ancla similar para fijar la memoria colectiva. Más ade­ Incluso estos ejemplos sugieren algunas de las complicaciones planteadas
lante tendremos la ocasión (en el capítulo 4) de explorar más profundamente por el trasfondo de la bondad y el remordimiento. Enfatizar la bondad de la
los aspectos teóricos o conceptuales de la memoria emblemática y su relación víctima de la represión es fundamental para los familiares y para otras personas
con las memorias sueltas que flotan como una especie de sabiduría popular. a quienes la víctima les importaba. Es parte del proceso por el cual los fami­
Por ahora, lo importante es observar la interacción recíproca pero selectiva liares reafirman a la víctima más como un ser humano que como una estadís­
entre el trasfondo de la memoria y las memorias emblemáticas. Por un lado, tica, más como una persona con cualidades atractivas trágicamente destruidas
en la medida en que la memoria popular basada en experiencias personalmen­ que como una simple categoría legal llamada “víctima”. Proclamar la bondad
te conocidas o escuchadas va circulando, puede proveer una cierta autentici­ transforma la pérdida de los miembros de la familia en una pérdida social más
dad testimonial a la memoria emblemática. Algunos conocimientos se apegan amplia, y contradice la retórica deshumanizante y de criminalidad que había

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sido desplegada para hacer que la represión brutal fuese más aceptable. Pero nombre de una víctima injustamente estigmatizada;1los blancos deshumani­
convertir la bondad en una categoría emblemática de rememoración, más allá zados de la represión son restaurados en el círculo de la potencial bondad hu­
de un nivel familiar o subcultural de confianza dentro de un determinado mana y en su presunción de inocencia. Las historias de bondad, especialmente
círculo social, partido político, comunidad o vecindario local, también con­ aquellas que se refieren a eventos ocurridos durante el período de la dictadura,
lleva riesgos. Desde el punto de vista de defender los derechos humanos, uno también son poderosas por una razón mayor. Como veremos, éstas afirman
debe evitar sugerir, aunque sea indirectamente, que la tortura, desaparición y la posibilidad de humanidad, incluso en medio de la locura y la maldad que
ejecución serían de alguna manera aceptables si es que la víctima no era tan destruyen a la humanidad.
santa. Uno debe cuidar la distinción legal y cultural entre preservar el buen Las historias de remordimiento y autocuestionamiento son más escasas y
nombre de la víctima —la presunción de inocencia, a menos que se pruebe más invisibles en el dominio público más nacional u oficial. Pero, como vere­
otra cosa por ley y con el debido proceso—y afirmar que todas las víctimas mos, pueden circular de maneras más oblicuas y sutiles en las comunidades,
son necesariamente “buenas” en un sentido moral, personal o político. En un los vecindarios o las redes de trabajo social, es decir, en contextos más restrin­
examen más detenido, incluso las víctimas más admirables demuestran que gidos o subnacionales. Cuando ellas surgen dan cuenta -más que las estadís­
han sido humanas y complicadas, es decir, defectuosas por errores y menos ticas de muertes y desapariciones- de la profundidad de la tragedia humana.
que santas. Más aun, dadas las rivalidades y pasiones políticas de los actores A través de los sobrevivientes es posible observar el legado inacabado de los
sociales durante el período Frei-Allende, las historias de la bondad —si fuerán tiempos de locura. Las historias de remordimiento son poderosas también por
llevadas a la arena cultural nacional como contiendas para definir lo emble­ su masiva ironía: tienden a referirse a los sentimientos de quienes sufrieron la
mático- invitarían a un debate cruel, debilitador y divisorio sobre la “bondad” pérdida y la persecución bajo el régimen militar. Es decir, pocos arquitectos y
de los variados caminos políticos escogidos por muchas de las víctimas de la perpetradores de la violencia militar expresan un sentido de remordimiento
represión. o de responsabilidad. Para ellos, la memoria como remordimiento constituye
Las historias de remordimiento y de autocuestionamiento de quienes es­ una especie de tabú máximo.
taban relacionados con la víctima ábren un terreno aun más peligroso y po­ Las historias de bondad y remordimiento concentran algunos de los signi­
tencialmente autodestructivo. En efecto, los gobernantes militares habían ficados más profundos que se recuerden de la violencia política del régimen
planteado que los chilenos “inocentes” no tenían nada que temer. Con esta militar, aun cuando complican y a la vez complementan las memorias em­
lógica, sólo aquellos que eran “culpables” de haber llevado a Chile al estado de blemáticas de los mismos narradores. Especialmente en los pueblos pequeños
desastre de 1973, o aquellos que mantenían ideas políticas que podían hacer y las provincias agrarias, donde el anonimato se desvanece y la gente y sus
volver a Chile a aquel desastre, tenían algo que temer para ellos mismos o para historias se refrescan unas contra otras, el conocimiento de la bondad y el
sus seres queridos. Bajo esas circunstancias, discutir acerca del sentido del re­ remordimiento encuentra un lugar bastante prominente dentro de la caja de
mordimiento y de la responsabilidad parcial es muy difícil más allá de un nivel la memoria. Esta situación se me hizo evidente cuando visité la mítica Región
familiar o de subgrupo, es decir, un ambiente marcado por una gran confianza de los Lagos, en 1997.
mutua o por una gran necesidad de contar íntimamente la verdad. El peligro
de que el remordimiento —la condena de pensar y sentir los errores y responsa­ La Región de los Lagos, conocida administrativamente como Décima Re­
bilidades personales, una condición que no está tan lejos de sentir cierta “cul­ gión, se encuentra en el sur de Chile. Su corazón es el territorio enmarcado
pa” personal—pueda ser confundido con una “culpa” más profunda, que quite por las ciudades-puerto de Valdivia, en el noroeste, y Puerto Montt, en el
de los hombros de los perpetradores reales la responsabilidad legal y moral por sur, y por la cadena de montañas andinas en el este. [Nota de la edición: En el
la masiva violación de los derechos humanos, es demasiado grande. año 2005, una reforma constitucional permitió la creación de la Región de
Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, las historias de bondad y los Ríos —escisión de la Región de los Lagos—, estableciéndose Valdivia como
remordimiento que circulan como trasfondo de la memoria son poderosas y su capital]. Es un territorio de clima relativamente frío, de lagos escénicos y
conmovedoras. Las historias de bondad importan en parte porque limpian el volcanes de conos nevados, de bosques escabrosos y parques nacionales, de te-

108 109
rrenos para acampar y pueblos pequeños. La espectacular belleza natural hace Región, ubicada al noroeste de la Región Metropolitana y que alberga tanto a
de la Región de los Lagos un importante atractivo para los turistas en verano y Valparaíso como a algunas fértiles provincias del valle central que habían sido
para los aventureros en invierno. Además, la región goza de una cierta mística escenario de una considerable movilización de reforma agraria. Los otros tres
histórica como un puesto de avanzada europeo cerca “del fin del mundo”. distritos fueron la Octava, la Novena y la Décima regiones, que en conjunto
En los tiempos coloniales, Valdivia -fundada en 1552, abandonada en 1599 contaban con 680 casos confirmados, el 21,3 por ciento del total nacional.2
y refundada en 1645-1646- emergió como centro del poder y de la cultura Significativamente, en varias provincias agrarias la represión incluyó una re­
española “detrás de las líneas enemigas”, es decir, dentro de una geografía levante participación de miembros de la sociedad civil. Los latifundistas y otros
humana de frontera y lucha entre indígenas y españoles. En el área ubicada al civiles proporcionaron camionetas y trabajaron con carabineros para identificar
norte de Valdivia y la Región de los Lagos y al sur del Biobío —es decir, en las y localizar a gente problemática, es decir, para tomar venganza. Más que en el
actuales Octava y Novena regiones, cuyas capitales regionales son Concepción Santiago urbano, el legado de invasiones de tierras, transferencias oficiales de
y Temuco, respectivamente-, estuvo el territorio de frontera, donde los pue­ propiedad y conflictividad política había generado grupos de gente airada, lista
blos mapuches controlaron la tierra y resistieron la conquista española duran­ y deseosa de trabajar junto a los militares y carabineros para castigar o ejecutar
te siglos. La república chilena no conquistaría ni incorporaría completamente a individuos a los que consideraban subversivos y problemáticos.3
la frontera sur sino hasta la década de 1880. Valdivia y la Región de los Lagos En suma, las características sociales, económicas y étnicas del sur, y de las
también vinieron a representar la cultura europea “detrás de la frontera” en provincias agrarias en general, habían generado una intensa movilización po­
otro sentido. Allí se concentró el famoso asentamiento de colonización alema­ lítica durante el período Frei-Allende. Fue en el sur donde el MIR, nutrido
na en el sur —la versión chilena del esfuerzo de las repúblicas latinoamericanas por jóvenes y estudiantes universitarios radicales de Concepción, desarrolló
para atraer el “progreso” poblando la sociedad con inmigrantes europeos- a algunos de sus más importantes trabajos de base agraria. Fue en el sur don­
fines del siglo XIX y comienzos del XX. La economía de la Décima Región, de los idealistas de variadas afiliaciones políticas encontraron algunos de los
como la de las dos regiones colindantes al norte, conserva hasta hoy un con­ ejemplos más gráficos de pobreza, atraso e injusticia social mantenidos por
siderable aspecto rural. La agricultura de cereales y papas, la ganadería bovina el poder de la oligarquía terrateniente. Fue en el sur y en el campo donde se
y las lecherías, los criaderos de peces y salmones, la producción de frutas y desarrolló una base social agraviada personalmente y que más tarde se volvió
jaleas, los aserraderos y la explotación forestal: estos estilos de vida, junto con activa en la represión. Fue en el Parral rural —en la Séptima Región, la más
el turismo aventura, juegan roles significativos en el sur.1 sureña de las regiones del centro del país—donde la comunidad de inmigrantes
Los aspectos rurales de la vida hicieron del sur, al igual que las provincias alemanes conocida como Colonia Dignidad, fundada en 1961, construyó un
del fértil valle central de Chile, un área importante para la organización de la tejido de tierras, armas y alianzas políticas que le permitió crear una especie
reforma agraria durante el período Frei-Aliende y para la subsiguiente vengan­ de Estado dentro del Estado. Después de 1973, la Colonia Dignidad llegó a
za durante el régimen militar. El ajuste de cuentas no sólo apuntó a los mili­ ser un espeluznante eco de los tiempos nazis llevado a otro tiempo: un enclave
tantes de partidos políticos de izquierda, sino también a campesinos y otras alemán de tortura, desapariciones y colaboración con la DINA.4
personas consideradas líderes de la reforma agraria o, de una u otra manera, Debido a la movilización de la sociedad civil antes y después de septiem­
problemáticas. De los cerca de 3.200 muertos o desaparecidos documentados bre de 1973, el sur agrario está lleno de gente que se aferra fuertemente a los
oficialmente por las dos comisiones de verdad (la original de 1990-1991, Co­ marcos de sus memorias emblemáticas, y cuyas historias y saberes personales
misión de Verdad y Reconciliación, y la Corporación Nacional de Reparación corroboran y a la vez complican la memoria emblemática. Ese conocimiento
y Reconciliación, establecida en 1992 para proseguir con los casos restantes), incluye historias de bondad y remordimiento.
la Región Metropolitana -que incluye el Santiago metropolitano y algunas
provincias rurales adyacentes- concentró poco más del 60 por ciento de las Ramiro I., y su esposa, Claudia de I., viven en la provincia de Osorno, en
víctimas. Sólo otras cuatro regiones contaban con al menos el cinco por ciento la Región de los Lagos.5 Ramiro, hijo de un trabajador que hacía ruedas para
(160 casos) cada una. No es sorprendente que una de éstas fuera la Quinta las carretas de madera, recibió su educación superior en Valdivia y en los años

no m
60 llegó a trabajar como un joven maestro rural. Debido a la pobreza y Jas -oyectos educacionales. Ramiro y Claudia mostraron una cierta voluntad
necesidades sociales extremas de la región, Ramiro y Claudia llegaron a ver la a trabajar con cualquiera que ayudara a las familias de la comunidad. Aun-
enseñanza como un servicio que combinaba la pedagogía con el trabajo social, e sus simpatías políticas se inclinaban hacia la izquierda, y Ramiro había
y atendieron muchas de las obligaciones conjuntamente. Con mucha sorpresa sido invitado a unirse al Partido Socialista, la pareja desconfiaba de algunos de
inicial, teñida quizás por un paternalismo de clase medía, aprendieron que los socialistas locales y decidieron que podían ser más útiles para la escuela si
tenían que despiojar periódicamente a los niños, que tenían que trabajar con evitaban afiliarse a algún partido político. Además, valoraban la cooperación
las familias para promover la salud y la higiene al mismo tiempo que la educa­ de algunos hacendados que prestaban camiones para transportar a los profeso­
ción, y que había que adecuarse a la realidad social de la pobreza campesina. res y ayudaban a establecer programas de aprendizaje y de capacitación, como
Rememoran el impacto de los encuentros directos con la explotación extrema, los talleres sobre elaboración de productos lácteos.
que Claudia recuerda, en términos algo estereotipados, como “la explotación Ramiro y Claudia desarrollaron una relación de colaboración con el sindi­
del indio por el alemán”. Los padres de muchos de los niños tenían parcelas cato campesino El Libertador, de Puerto Octay, y con los trabajadores rurales
de tierra pequeñísimas y estaban obligados a trabajar por una miseria en las ■■ÚUtL' que lo lideraban: Lucio Angulo, presidente, y René Burdiles, secretario. La co­
grandes haciendas y en las lecherías. ■UVgU-

Uno de los momentos en que Ramiro se dio cuenta del significado de la


explotación fue durante una conversación con el papá de uno de los alumnos.
m:
LASA:
operación comenzó de un modo práctico: ayudándose mutuamente a utilizar
una máquina de escribir. Así lo recuerda Claudia.
N os fuimos involucrando y ayudando a la gente. La escuela necesitaba una má­
“Estábamos conversando el problema de su niño”, recuerda Ramiro, “y se le
quina de escribir que no la tenía, pero el sindicato de trabajadores agrícolas sí te­
cae el pan, andaba con un poncho, y se le cae el pan al suelo. Y yo le digo
nía una que no ocupaban, porque no sabían cómo redactar los papeles. Entonces
mira, se te cayó el almuerzo o la once’. Una cosa así le dije, porque era en
hicimos, digamos, un cambalache: ellos nos facilitaban la máquina y nosotros les
la tarde. Entonces él me dice no, si es el sueldo de mi trabajo por el día, es ayudábamos a redactar sus papeles. Ése era el trabajo mío, yo era la secretaria y
el sueldo’ ”. Sin creer que un pedazo de pan pudiera constituir el salario de
trabajábamos en conjunto.
un día, Ramiro le pidió detalles. ¿Para quién había trabajado ese día? ¿Cómo
podía suceder algo así? El campesino le explicó que había trabajado para un Con el tiempo, la colaboración con el sindicato El Libertador se profun­
hacendado que lo necesitaba: “Le fui a amansar una bestia, un caballo, un po­ dizó. Claudia se convirtió en la secretaria voluntaria que preparaba los docu­
trillo que estoy amansando”. Ramiro no pudo creer lo que estaba escuchando. mentos; Ramiro era el contador, también voluntario, que vigilaba que no se
“ ‘Oye, pero no puede ser’, le dije. ‘Sí, me dijo, por andar haciendo ese trabajo hiciera trampa ert los salarios de los trabajadores rurales y que los beneficiarios
durante todo el día me pagaron en pan’ ”. de la reforma agraria no fueran engañados en las ventas de sus productos o
La idea de que un pan fuera el pago por el peligroso trabajo de amansar un en los contratos con los hacendados. La pareja algunas veces aconsejaba al
potrillo dejó a Ramiro aun más sorprendido.
sindicato sobre sus planes y proyectos. Ramiro y Claudia permanecieron sin
Ramiro y Claudia aprendieron a tomar ese tipo de experiencias como una afiliarse a algún partido político, pero esto no parecía ser un obstáculo en su
oportunidad de canalizar sus ideales sociales hacia la acción práctica. El se for­ trabajo. Como miembros del MAPU Obrero-Campesino, el ala relativamente
jó en la zona una reputación como un maestro de escuela dinámico y participó moderada del MAPU que se había alineado con las esperanzas de Allende y el
activamente en el sindicato de profesores. Durante el gobierno de Allende fue Partido Comunista de encontrar una resolución negociada de la crisis política
contratado como director de una escuela nueva en un distrito rural, no muy de 1973, Angulo y Burdiles, los líderes del sindicato, no eran rígidos sobre
lejos de Puerto Octay, cuyas familias trabajaban en las haciendas cercanas y en quién estaba calificado para cooperar con su organización. Pero esa colabora­
las tierras repartidas por la reforma agraria. El proyecto resultó exitoso. Las fa­ ción se volvió una tragedia después del 11 de septiembre de 1973.
milias de la comunidad agradecieron tener una escuela en las cercanías que les
facilitara el traslado. Ramiro reclutó profesores dinámicos y comprometidos Ramiro y Claudia sitúan su recuerdo del colapso de 1973 y de la vlole" ™
socialmente, y la Organización de las Naciones Unidas entregó fondos para política subsiguiente en el marco de lo que he llamado la memorra como per-

112 113
secución y despertar. En su versión de esta memoria emblemática el énfasis mantener las cortinas abiertas durante la noche. Ocasionalmente, además, los
está puesto casi exclusivamente sobre la persecución. Su experiencia de la re­ iluminaban con focos que interrumpían su sueño, para recordarles que esta­
presión rural fue tan profundamente aisladora que las nociones de crecimien­ ban bajo custodia. Se permitió que Ramiro siguiera enseñando por el resto del
to o despertar, vinculadas a un proceso de superación de la cultura y la política año escolar, pero los documentos de la escuela y los cuadernos de los alumnos
de la dictadura, tienen poco lugar. eran inspeccionados para verificar si había comentarios políticos u otras in­
Como lo entienden Ramiro y Claudia, “los ricos” -los hacendados y sus fracciones. No se les permitió alejarse de su departamento en la escuela sin un
aliados—hicieron todo lo posible para agudizar la crisis política emergente en permiso específico. Afortunadamente, los campesinos de la zona les ayudaban
Chile, incluyendo el sabotaje económico y, como parte de él, el acaparamiento. llevándoles verduras, leche, madera y, algunas veces, carne. En febrero, sin
Desde su punto de vista, además, los ricos también esperaron el momento en embargo, un carabinero vio a Ramiro mientras cortaba madera para prepa­
que podrían vengarse. Esa oportunidad llegó el 11 de septiembre. Esa maña­ rarse para el invierno venidero. “¡Al fin te pillé!”, le gritó el policía. Antes de
na, René Burdiles, secretario del sindicato El Libertador, fue a la escuela para que comenzara el nuevo año escolar en marzo, Ramiro fue transferido a otra
avisarles a Ramiro y Claudia (que vivían en un departamento al interior de escuela rural.
una de las alas del edificio) que de verdad estaba ocurriendo un golpe de Esta­ Este traslado marca el comienzo de una existencia social mucho más ais­
do. Más tarde, un joven activista del MAPU que trabajaba en un instituto de lada, la de un maestro rural que trabajaba como una especie de inquilino
educación rural -el hijo de una familia de latifundistas que se había alejado de invitado por los propietarios de las haciendas. Con el tiempo, Ramiro llegó
la política y los intereses de clase de sus padres- apareció en la escuela porque a transformarse en mitad maestro y mitad campesino. Junto a Claudia com­
necesitaba protección. Las autoridades lo estaban buscando, y él y su esposa plementaban sus esporádicos ingresos como profesor cultivando su propio
habían acordado esconderse en lugares diferentes. Con la ayuda de otros pro­ alimento, criando animales, usando los pastizales de la hacienda y, en ocasio­
fesores, Ramiro y Claudia lo ocultaron durante tres días. El joven sobrevivió y nes, robando algunos cerdos del patrón. Ramiro y Claudia comenzaron a vivir
finalmente se reinstaló en el área de Temuco, en la Novena Región. una versión extrema de la autorreclusión que suele producirse en culturas de
Los problemas empeoraron el 15 de septiembre. Esa mañana, los carabine­ dictadura. “Me encerré en mi burbuja”, comentó Ramiro, quien durante un
ros fueron a arrestar a Lucio Angulo en su casa, cuando él estaba allí con sus tiempo comenzó a beber en exceso. El acceso a una estación de radio demo-
niños y suegros. Su mujer, Clara Pinto, estaba en el hospital de Puerto Octay cratacristiana y una conexión de onda corta a Radio Moscú les entregaban al­
dando a luz a su quinto hijo. Los carabineros golpearon a Angulo y se lo guna noción del mundo externo. Pero no fue sino hasta tarde en la década de
llevaron a la Tercera Comisaría de Rahue, en Osorno. Más de diecisiete años 1980 que la pareja pudo encontrar otra vez un puesto en una escuela rural y
después, la Comisión Rettig identificó la comisaría de Rahue como un sitio un ambiente social y político menos aislado. Y no sería sino hasta la transición
de tortura y desapariciones permanentes. Angulo no volvería a aparecer nunca a la democracia que ambos perderían la sensación de vivir bajo vigilancia.
más. Un rato después, los mismos carabineros fueron en busca de Ramiro. Ramiro y Claudia pueden incorporar fácilmente su experiencia, y las de
Lo trasladaron primero a un camino cercano, pero luego, en vez de llevárselo, otros, dentro de las memorias emblemáticas que nosotros ya conocemos. Su
decidieron ponerlo bajo arresto domiciliario. Más tarde, pero ese mismo día, historia personal encuentra sin problemas un lugar en la memoria colectiva
fueron en busca de René Burdiles. Soltero y de sólo 21 años de edad, Burdi­ como un relato de persecución y puede también confirmar la narrativa de rup­
les vivía con sus padres, pero no estaba con ellos cuando inspeccionaron la tura asociada con quienes murieron o desaparecieron bajo la dictadura. Sin
casa. Le dejaron el recado que debía presentarse. Al día siguiente, Burdiles embargo, como veremos, su experiencia incluye también unos encuentros con
se entregó voluntariamente a los carabineros en Puerto Octay. Transferido a la bondad y el remordimiento que complican la rememoración, especialmente
la Tercera Comisaría de Rahue, también se transformó en un desaparecido en el terreno público.
permanente.6
Después del 15 de septiembre, Ramiro y Claudia aprenderían a vivir bajo Una pregunta llega a la médula emocional de la familia: ¿por qué sobrevivió
la sensación de estar vigilados. Durante una semana y media los obligaron a Ramiro? Cuando los carabineros fueron a buscarlo el 15 de septiembre de

114 115
1973, ¿por qué decidieron ponerlo bajo arresto domiciliario en lugar de llevár­ La solidaridad de Lucio Angulo fue un acto reconfortante de singular im­
selo a la Tercera Comisaría de Rahue? La primera vez que Ramiro me contó la portancia. Pero no fue el único acto de bondad significativo que recuerdan
historia de aquel encuentro con los carabineros, sus dos hijos se le acercaron Ramiro y Claudia. Como vimos anteriormente, los campesinos y otros miem­
para darle apoyo y el mayor lo abrazó con fuerza. El accidente de sobrevivir y bros de la comunidad rural les llevaron alimento a Claudia y a Ramiro cuando
la historia de bondad que acompaña ese accidente son fundacionales para su estaban bajo arresto domiciliario. También les ofrecieron compañía, alimento
familia. y ayuda laboral cuando llegó el momento de partir. Aquí y allá, en medio de
Los carabineros no llegaron a buscarlo en un furgón policial sino en una la memoria organizada en el marco de una narrativa de persecución, surge
camioneta particular conducida por un sacerdote conservador de la localidad. también un trasfondo de bondad, entendido a menudo como la solidaridad
Traían con ellos a Lucio Angulo, para que identificara a la gente que trabajaba con quienes la necesitaban.
con su sindicato. La apariencia de Angulo estremeció a Ramiro y a Claudia. Algunas veces, sin embargo, el trasfondo de solidaridad no se alinea níti­
Pero no eran las marcas de las golpizas que había recibido lo que más les llamó damente con la forma como la narrativa general define a los actores sociales
la atención. “buenos” versus los “malos”. El hijo menor de Ramiro y Claudia, de sólo dos
años de edad en 1973, sufría de asma, y en los últimos meses de ese año tuvo
Claudia: -L a camioneta atrás llevaba piedras, bolones de piedras, no piedras chi­
que ser llevado varias veces al hospital de Puerto Octay para recibir asistencia
cas, piedras grandes, y ahí lo llevaban.
médica. El arresto domiciliario de Ramiro hacía complicado el transporte y
Ramiro: -E n cada esquina de la camioneta, detrás de la carrocería, había cuatro
reaccionar ante alguna emergencia. En la narrativa emblemática de persecu­
bloques de cemento, y de esos nacían cadenas, y entonces... [hay una pausa mien­
ción de la pareja, los ricos y privilegiados de una región agraria son —al igual
tras Ramiro va recobrando la compostura] Lucio iba de rodillas sobre esa carga de
bolones... con grilletes amarrados a las cadenas, grilletes aquí, en cada mano, en que algunos líderes irresponsables de todos los lados del espectro político- los
cada tobillo y en el cuello, atado en las cadenas como un verdadero animal. “malos de la película”, que agudizaron una crisis política y tomaron ventaja,
en beneficio personal y de clase, de la supuesta salvación nacional. Ramiro y
Luego vino el esfuerzo para provocar el reconocimiento que identificaría a Claudia conocen casos específicos consistentes con esta descripción.
Ramiro como camarada o colaborador. Claudia y Ramiro luchaban para re­ Dentro de los términos de sus valores políticos y de su conocimiento per­
cordar exactamente cómo describir la escena. Vale la pena contar ese esfuerzo sonal, el enmarque narrativo es correcto. Pero no por completo. En el caso
en su totalidad. de su hijo asmático, hubo un joven terrateniente -don Ramón, uno de los
codueños de una hacienda cercana que había cooperado con ellos en los pro­
Ramiro: —Me llevaron para que el hombre me identificara y dijera “sí”. No sé qué yectos educacionales y de capacitación- que continuó viéndolos como seres
le habrían preguntado a él, si yo era líder o compañero de él, no sé qué pregun­ humanos, incluso desde el otro lado de la frontera que los definía como el
tas... El asunto era que bastaba que con la mirada me identificara, que diera seña­ enemigo social. Después del arresto domiciliario de Ramiro, don Ramón si­
les, pero no sé cómo los pacos no se dieron cuenta, porque cuando me llevaron
guió visitándolos de vez en cuando para saber cómo estaban. Cuando el niño
para afuera él me hizo gestos, sí, me dio a entender que yo no lo identificara.
Autor: -¿Era con la cabeza?
necesitaba tratamiento para el asma, don Ramón usaba un vehículo del fundo
para llevarlo al hospital de Puerto Octay. En una emergencia, incluso, con­
Ramiro: —Era con la cabeza [Ramiro sabe que esto no es correcto, y se corrige].
Más bien fue con la vista. siguió una ambulancia. Pero llegó el momento en que don Ramón tuvo que
Claudia: —Con la pura vista. No fue ni con un movimiento de cabeza. terminar con sus actos de bondad. Un día llegó en una motocicleta —ya no era
Ramiro: -S í, claro, fue solamente con la mirada que me dio a entender que no, lo suficientemente confiable como para que lo dejaran manejar un camión-
y de ahí a él lo pincharon, y ahí yo me di cuenta, ya cuando a él lo pinchan, para para explicarles que su libertad se había desintegrado: “Mira, nos prohibieron
que me mire, y nunca me miró a la cara. Nunca me miró a la cara, ni dijo ni que hiciéramos algo por ustedes”.
siquiera mi nombre. Entonces, esa actitud de Lucio... [Ramiro hace una pausa, y Se podría decir que la memoria de bondad puede ser tan poderosa cuando
luego habla suavemente] me salvó. confirma los roles estándares como cuando los invierte. En realidad, algunas de

116 117
las historias más impactantes en la caja de la memoria del Chile de Pinochet se precisamente porque estaban fuera de lugar en el mundo organizado por la
refieren a personas reclutadas por la policía secreta que buscaron preservar su policía secreta. Estas conductas inexorablemente pasaban a formar parte del
propia humanidad, y aquella de los prisioneros, a través de pequeños actos de saber popular de los prisioneros. Una mujer que había sido prisionera política
apoyo humano: actuando como vía de comunicación entre los prisioneros y en Cuatro Alamos testificó que Mauro parecía alguien exótico y digno de
subfamilias; entregándoles a las víctimas un poco de alimento o un cigarrillo; recordar porque era “dulce y suave”. , ,, ;
hablándoles como a seres humanos en vez de a demonios. Pero esos ejemplos
fueron escasos; sus actos imponían riesgos, tanto físicos como psicológicos. El saber popular del remordimiento, más escaso que el de la bondad, pue­
El caso más conocido es el de Carlos Alberto Carrasco Matus, un conscripto de también ser perturbador. La Comisión Nacional de Verdad y Reconcilia­
del Ejército que había sido militante de izquierda y fue reclutado por la DINA. ción asignó una clara responsabilidad en las desapariciones de Lucio Angulo
Entre los prisioneros, Carrasco fue conocido como Mauro: un guardia que y René Burdiles. Fueron agentes del Estado —carabineros vinculados a la Ter­
algunas veces transmitía mensajes entre los prisioneros y sus familias, les daba a cera Comisaría de Rahue, en Osorno—quienes los detuvieron y los hicieron
aquéllos alimento extra y se relacionaba con ellos con una cierta disposición de desaparecer. Sin embargo, en el caso de René Burdiles hay una historia de
dulzura. Los testimonios registrados por la Comisión de Verdad y Reconcilia­ remordimiento y de cuestionamiento personal que de alguna manera circula
ción muestran que, en la vida real, Mauro era un individuo complejo, con una y cuya ironía da cuenta de la profundidad de la tragedia familiar. Antes hici­
trayectoria más complicada. Cuando la DINA lo reclutó había sido presionado mos notar que el 15 de septiembre, cuando los carabineros llegaron al hogar
para que identificara a ciertas personas para que fueran detenidas y torturadas, de sus padres para allanar la casa y arrestar a su hijo, René Burdiles no estaba
y algunas veces tuvo que observar y participar en la tortura. Mauro experimen­ allí. Cuando volvió, más tarde en ese mismo día, sus padres le contaron el
tó una tremenda crisis personal y buscó ayuda en un antiguo compañero de incidente y la instrucción que habían dejado los carabineros -bajo la amenaza
escuela para desahogarse. Temía que, si se escapaba a una embajada para pedir de repetir la visita—de que René se entregara voluntariamente. La madre de
asilo, la DINA tomaría venganza contra sus familiares. René, la señora María Verónica, acompañó a su hijo al recinto de carabineros
Cuando Mauro fue asignado a Cuatro Alamos —una especie de cárcel de en Puerto Octay a la mañana siguiente. Al llegar, un teniente exclamó sarcás­
detención, no un centro de tortura permanente- pudo finalmente actuar de ticamente: “¡Oh, aquí viene otro comunista! Que pase para adentro, no más”.
acuerdo con sus mejores instintos. Pero su crisis personal no terminó allí. El Luego le dijo a la señora María Verónica que se fuera. La familia nunca vio
14 de marzo de 1975, Mauro —es decir, Carlos Carrasco—fue empujado a par­ de nuevo a René. A pesar de los repetidos esfuerzos para encontrarlo y de la
ticipar en una operación ¡para arrestar al amigo con el que había desahogado insistencia con que trataron de averiguar su paradero con la policía, los padres
su alma! Ambos tuvieron un momento de pánico y los dos terminaron como se toparon con repetidas negaciones de responsabilidad y conocimiento.8
prisioneros en la Villa Grimaldi, un recinto de tortura de la DINA. Allí, los El rumor local decía —correcta o equivocadamente—que había sido la madre
agentes golpearon a Carrasco con cadenas y lo mataron. de René, la señora María Verónica, la que había convencido a su hijo de entre­
El amigo de Carlos Carrasco soportó un período de cárcel y finalmente garse voluntariamente a la mañana siguiente. El saber popular decía también
fue liberado y salió exilado hacia Estocolmo. En el testimonio que dio a la que el remordimiento la había destruido. Según Claudia, “la mamá murió
Comisión de Verdad y Reconciliación en 1990, no manifestó rencor hacia de pura pena, la pobre mujer, dicen”. La gente recordaba que durante varios
Carrasco. Lo consideraba un prisionero de la DINA que había sido obligado años, prácticamente hasta que murió, ella fue a cualquier sitio donde imaginó
a transformarse en una persona distinta y había quedado horrorizado en di­ que podía encontrar a su hijo, y que fue aplastada, en las palabras de Ramiro,
cho proceso. El Carrasco de quien alguna vez fue amigo había sido “un joven por “el gran remordimiento que empezó a sentir más tarde, al saber que su
idealista y lleno de amor”. Y cuando fue asignado a trabajar como gendarme hijo pudo haber muerto”. Las autoridades locales encontraron una manera de
en Cuatro Alamos quizás pensó que podría volver a encontrar su verdadero comunicarle informalmente que su búsqueda era inútil. Claudia recuerda que
ser a través de ciertos actos de bondad. Como una historia de interés huma­ la señora María Verónica le dijo un día “que el obispo le había dicho señora,
no en un periódico, esos actos eran curiosidades impactantes e iluminadoras, su hijo... No, no gaste sus últimos recursos, porque no va a sacar nada’ ”.

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En muchas comunidades desde sur hasta el norte de Chile, las personas que contactos se extendieron ampliamente, desde la secretaria del general Augusto
fueron individualizadas para ser arrestadas en septiembre de 1973 tuvieron Pinochet, Rebeca Valdebenito, al comandante de Carabineros en el pueblo de
que escoger entre huir o entregarse. Muchos se escondieron o se exilaron, por Talagante, quien llamó a su contraparte en Curacaví para confirmar que no
supuesto, pero el número de muertos o de gente desaparecida que se entregó había cargos criminales pendientes contra Barrera. Después de tomar todas las
voluntariamente en las ciudades de provincia es también asombroso. ¿Cuántas medidas preventivas y conseguir las confirmaciones oficiales que garantizaban
angustiosas conversaciones con parientes o amigos habrán tenido lugar antes su seguridad y que todo estaba bien, José Barrera volvió a su casa en Curacaví
de llegar a esas decisiones? Aun cuando los agentes del Estado negaran su la tarde del 13 de marzo de 1974. Pero, a pesar de que había hecho el mejor
responsabilidad, ¿cuántas personas envueltas en esas conversaciones se encon­ esfuerzo y del juicio ponderado de la familia, todos habían llegado a la conclu­
traron a sí mismas perseguidas por el remordimiento? ¿Dieron ellos un mal sión equivocada. Al amanecer, oficiales del Ejército, guiados por carabineros
consejo? ¿Fracasaron al tratar de disuadir a alguien de una decisión desastrosa? locales, irrumpieron en la casa e hicieron desaparecer a José Barrera.10
¿Subestimaron la severidad de la represión? En las comunidades agrícolas y los
pueblos de provincia, donde los carabineros eran una pieza familiar en el pai­ El remordimiento es un tema sensible e irónico, y no sólo porque casi todos
saje de la clase media baja y en las redes de parentesco local, ¿cuántas personas quienes perpetraron la violencia política lo hayan evitado tan asiduamente. El
se equivocaron acerca del Chile que creían conocer?9 tema, a menos que sea tratado con cuidado, puede deslizarse sutilmente hacia
Que esos errores terribles podían cometerse, aun cuando hubiese una evi­ un perverso desplazamiento de responsabilidades, desde los perpetradores de
dencia considerable que advirtiera de una decisión equivocada, quedó demos­ la violencia hacia las familias perseguidas por ella. Quizás por estas razones,
trado en el caso de José Guillermo Barrera Barrera, de Curacaví, un pequeño cuando vivía, en 1996-1997, dentro de la caja de la memoria del Chile de
pueblo a unos cuarenta kilómetros al oeste de Santiago, cerca del límite con Pinochet, encontré que el conocimiento popular sobre el remordimiento era
la Quinta Región. Barrera, un camionero que participaba activamente en un más escaso que el de la bondad. En las entrevistas personales, la gente podía
sindicato que apoyaba a Allende (a diferencia de la mayoría de los sindicatos recordar y hablar más fácil y abiertamente acerca de lo que ella denominaba
de camioneros), se metió en problemas con un teniente de Carabineros el 12 los “errores” del pasado, tanto personales como colectivos, que de las sensacio­
de septiembre de 1973, cuando se negó a cerrar un salón de pool. El 16 de nes de remordimiento. El trasfondo del remordimiento es, comprensiblemen­
septiembre, unos carabineros se lo llevaron, junto a otros seis prisioneros, a te, más escaso y más resguardado que el de la bondad.
la cima del cerro conocido como Cuesta Barriga. Los policías alinearon a los Sin embargo, el sentimiento y el conocimiento del remordimiento han sido
prisioneros contra el muro de una vieja casa abandonada y dispararon una rá­ poderosos. Un estudio de la historia oral sobre las familias de los obreros
faga de metralla para matarlos. Barrera se salvó milagrosamente de la muerte, textiles en Tomé (cerca de Concepción) a mediados de los 80 encontró que
al igual que otro prisionero, Enrique Venegas, que fue herido en las piernas. las memorias de orgullo en el trabajo y en la calidad de las telas producidas
El enorme y pesado cuerpo de Nicolás Gárate había caído encima de ambos. eran centrales para los trabajadores. El contexto era retrospectivo y quizás
Cuando inspeccionaron a los prisioneros para comprobar si estaban muertos, nostálgico a causa de la crisis de la industria textil chilena que condujo al cie­
los carabineros no se fijaron en Barrera y Venegas. Se enfocaron en Gárate, rre de la planta. Pero los testimonios manifiestan también “el sentimiento de
que agonizaba todavía, y terminaron de ejecutarlo con un tiro de pistola en culpabilidad, como trabajadores, ante el golpe de Estado de 1973. Unánime
la cabeza. Cuando los carabineros se fueron, Barrera y Venegas consiguieron en todos aquellos que estaban en ese momento en actividad, este sentimiento,
arrancar y buscaron ayuda de campesinos locales hasta que lograron reunirse casi colectivo, es atribuido a la falta de responsabilidad, al desorden laboral, al
con sus respectivas familias. exceso de exigencias, al no ponerle el hombro’, etcétera, que habían conduci­
Tras recibir tratamiento de un doctor en Santiago, José Barrera se mudó a la do, prácticamente, a ‘hacerle la cama’ al gobierno de la Unidad Popular, y que
casa de sus suegros, en el norte del país. Pero después de varios meses quiso vol­ a su vez remarcan el sentimiento de una pérdida enorme”.11
ver a su casa y dejar atrás la vida clandestina. La familia, especialmente Víctor, Una década más tarde, en mi propia experiencia de entrevistas, escuché
el hermano de José, hizo los trámites para conseguirle un salvoconducto. Los a veces ecos de esos sentimientos, más abiertamente entre gente de las po­

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blaciones o de clase obrera que entre líderes o figuras políticas. Sin excusar Así como sucede con la señora María Verónica, la gente no limita el sentido
o justificar el golpe de 1973, como tampoco la violencia subsiguiente, y sin de pena o responsabilidad a la memoria de la crisis que ocurrió antes de sep­
disminuir el sentido de que los tiempos de Frei y Allende fueron tiempo de tiembre de 1973. Tampoco limita el enfoque a un lamento que se dirige hacia
“alegría”, la memoria de algunas personas incluye una idea de que el pueblo y fuera, a los defectos de otros. Las dudas propias más dolorosas y conmovedo­
muchos de sus líderes políticos no habían medido realmente la abrumadora ras se refieren a las decisiones de vida o muerte que se tuvieron que tomar bajo
responsabilidad de llevar adelante una revolución efectiva. la dictadura. Cuando en 1990 los miembros de las familias de los muertos
Considérese, por ejemplo, a Marisa T. Ella recuerda la vida en las pobla­ o desaparecidos llegaron ante los funcionarios de la Comisión de Verdad y
ciones, durante el tiempo de Frei y Allende, como un período en el que uno Reconciliación para dar sus testimonios, compartir las historias de la bondad
podía aspirar a un futuro mejor y experimentar avances sociales tangibles, en resultó ser muy importante. Los familiares, además de pedir la investigación y
parte a través de acciones directas con las que presionaban al gobierno. Mari­ confirmación de la verdad de su pérdida por agentes de un Estado que por fin
sa T. encontró una vivienda más adecuada, se movilizó exitosamente junto a estaba dispuesto a escucharlos, a menudo anteponían su visión sobre la bon­
otros para obtener un consultorio de salud comunitario y percibió una cierta dad y las atractivas cualidades de los seres queridos que ellos habían perdido.
dignidad al poder comprar un par de pantalones nuevos para uno de sus hijos De vez en cuando, sin embargo, los familiares también se encontraron a sí
(antes sus opciones estaban limitadas a comprar ropa usada o recibir los regalos mismos inclinados a confesar unos a otros, mutuamente, algunas emociones
donados por mujeres como doña Elena, que venían de los barrios privilegiados más bien complicadas, incluyendo las propias dudas.
a visitar las poblaciones). Durante el período de Frei ella descubrió una forma Una sesión impactante, por ejemplo, fue la de una madre que se había
de cristianismo más acogedor -una Biblia en la que “me sentí invitada”-, y en visto forzada a escoger entre buscar a su marido desaparecido o criar a sus
el gobierno de Allende experimentó “el poder soñar con una sociedad en donde hijos pequeños. Ella decidió enviar a los niños con sus abuelos, para que fue­
los seres humanos éramos importantes, donde teníamos participación”. Marisa ran educados por ellos. Pero la interminable búsqueda del marido-padre no
T. valora esas memorias en sí mismas, pero esto no implica que sea una persona fructificó, y el contacto de la madre con los hijos durante aquella búsqueda se
quebrada o nostálgica, condenada a una vida y a una subjetividad organizada volvió esporádico. Cuando llegó el momento de entregar su testimonio en el
en torno al pasado perdido. Por el contrario, es una líder de base que se expresa caso del marido-padre, el sentido de remordimiento de la madre se desbordó.
bien, de manera fuerte y coherente; trabaja en proyectos de mejoramiento per­ Se volvió hacia los niños y les pidió perdón por abandonarlos. En este caso
sonal y colectivo para mujeres en su población; apoya el trabajo de los derechos la escena terminó en lágrimas y abrazos. En otros, cuando se hizo evidente el
humanos, y no cae en la trampa de aquel tipo de remordimiento que culpa a las costo afectivo de la adaptación de la familia a la tragedia, el desenlace pudo
víctimas de su propia persecución. Pero Marisa T. es también una persona que ser más complicado y ambiguo. Situaciones como éstas nos permiten enten­
ha realizado una aleccionadora reflexión respecto de los errores, deficiencias y der por qué, por razones personales y políticas, el remordimiento es un tema
responsabilidades. Incluso en el tiempo de Allende, “uno sentía que muchos delicado y de cuidado, pero también —cuando aparece y circula en el trasfondo
querían también que [el socialismo] surgiera sin mayor esfuerzo, sin mayor de la memoria- es conmovedor y poderoso.13
compromiso tampoco”. Algunas personas resultaron ser dedicadas, de entrega Un aspecto político que complica el remordimiento es su relación con la
generosa, pero otras adoptaron una actitud de sólo recibir: “Qué bueno que responsabilidad histórica. Precisamente porque el Estado militar había negado
está, lo vamos a recibir, pero sin mayores compromisos”. consistentemente su responsabilidad, los familiares de los muertos y desapa­
Después de reflexionar, Marisa T. concluyó que el proyecto de Allende no recidos y de los otros perseguidos tuvieron que enfrentar una perversa trans­
había sido viable, en parte, porque demasiada gente en la sociedad civil no ferencia de responsabilidad desde el Estado hacia las víctimas-familiares. El
estaba dispuesta y no era capaz de asumir la responsabilidad de llevarlo a cabo. problema era su problema, no un problema del Estado. Una consecuencia fue
Hoy día entiendo lo que proponía Allende y creo que era una utopía. Creo que, incluso cuando los familiares de los perseguidos habían entendido bien
que lo que el proponía nunca iba a hacerse efectivo, porque era un pueblo que que el Estado había sido el perpetrador, e incluso cuando habían recibido
tampoco estaba preparado [para ello]”.12 ayuda y apoyo de la Vicaría y de otros grupos solidarios, el sentimiento de

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que ellos cargaban con la responsabilidad de sus seres queridos se cernía y se rido, ¿he descuidado o herido a otro? Preguntas como éstas dan paso al tipo
entrometía en la conciencia. de incidente o historia que deposita la sensación de remordimiento en actores
Un lapsus verbal en mi entrevista con Ménica V. da un ejemplo revelador. inesperados. El saber popular, las historias de remordimiento, se desvían de las
Le pregunté cuándo ella llegó a aceptar, en su propia mente, que su mari­ líneas que guían las memorias emblemáticas, pero a veces, como el descarrila­
do desaparecido estaba muerto. Mónica expresó las dificultades de alcanzar y miento de un tren, atraen la atención y la fascinación. Las múltiples capas de
aceptar esa conclusión. dolor de la señora María Verónica, a causa de la desaparición de un hijo que
se entregó voluntariamente debido a su consejo, eran uno de estos casos. En el
Mónica: —No. A [él] lo he dado por muerto y lo he vuelto a resucitar, y lo he fondo, fue la pura crueldad de la transferencia de responsabilidad creada por
vuelto a dar por muerto y lo he vuelto a resucitar [sigue una larga pausa]... Tanto el Estado la que dio al conocimiento del remordimiento tal ironía y poder.
racionalmente como no racionalmente, este proceso de matarlo y volverlo a...,
no, no matarlo, pero de darlo por muerto..., que es casi como matarlo, porque si El último acto de bondad de Lucio Angulo fue un acto de solidaridad bajo
tú no lo sabes...
la más extrema presión. Fue una expresión de aquella consistencia con los va­
Autor (reconociendo el lapsus verbal): -Entiendo, sí, por eso lo dijiste así.
lores que uno profesa, ejecutada en la práctica y a pesar de una gran dificultad,
Mónica: -Claro, eh, entonces ha sido un..., ha sido hasta ahora y no quiero [su
que en español es conocida como “consecuencia”. Comprendí el poder de las
voz se nota emocionada], no quiero [aceptarlo]. Entonces, ¿te fijas?, he estado
entre que muere y que no muere... Me muevo entre que sí, que no. Hoy, racional­
historias de bondad en el contexto de la memoria de los tiempos de atrocidad
mente y científicamente [riéndose, como si se burlara de su lado “racional” con el y destrucción porque lo he experimentado en mi propia familia. Shlomo Ro-
que hizo la investigación sobre el caso de su marido], con todos los elementos de senzweig, mi abuelo polaco, murió en Auschwitz. Durante el proceso de selec­
investigadora, yo digo “lo mataron”... Pero hay otra parte de mí [que dice] “¿qué ción que dividía a la gente entre la fila que llevaba a la muerte y la fila de los
sé yo? ¿[Quizás en] Colonia Dignidad? ¿Qué sé yo?”.14 trabajadores potenciales que podrían vivir un poco más, los niños pequeños
solían sufrir miedo y confusión, especialmente cuando eran separados de uno
Otro ejemplo viene de Tonya R., una mujer cuyo marido, un líder estu­ de los padres o de un familiar que era enviado a una fila diferente. Cuando
diantil, fue enviado en 1985 a un exilio interno o “relegación” en un pequeño Shlomo marchaba hacia la selección y la muerte, y mientras mi padre Sam lo
poblado cerca de Calama, en las montañas del desierto al norte de Chile. observaba espantado, el último acto de Shlomo fue pensar en otros. Había
El ciclo de represión y protesta que irrumpió en 1983 se había vuelto muy visto a un niño aterrorizado, lo levantó en sus brazos y le entregó la compañía
intenso, y Tonya R. estaba muy afectada por el caso de tres profesionales que y el abrazo que necesitaba. También tuvo la entereza de impedir que mi padre,
habían sido asesinados, degollados, en marzo de 1985. Después de notables que era lo suficientemente joven para tener una oportunidad de entrar la fila
dificultades y de tener que ir de aquí para allá -las autoridades continuaban de los que vivirían, se expusiera al peligro al levantar y confortar al niño.16
moviendo a su marido-, Tonya R. consiguió localizar a su esposo. “Me instalé Los marcos generales que dan un significado emblemático a la memoria
ahí [en el pueblo xj con él, y dije ‘de aquí no me voy’, porque sabía que si yo del Holocausto -en la medida en que podamos encontrar significados- se
estaba ahí no lo iban a hacer desaparecer. Eso es lo que sentía”. Ella se quedó enfocan necesariamente en la capacidad de la perversión política y humana,
en el aislado pueblo con su hija pequeña durante más de un mes, hasta que su en las especificidades de la historia europea y alemana que culminaron en un
marido fue liberado.15 desastre político y moral, y en la resultante transformación de millones de
Desde un sentido de responsabilidad tan enorme, transferido a sus porta­ seres humanos multidimensionales en “víctimas”. Las víctimas, incluyendo a
dores por el Estado, hay sólo un corto paso hasta la rabia absoluta hacia las mi abuelo Shlomo, sin duda tenían tantos defectos y tantas variaciones en su
autoridades. Pero también hay sólo uno o dos pasos extras para llegar a la pro­ “bondad” como cualquier otro grupo de seres humanos. Se pueden encontrar
pia duda. ¿Hice lo suficiente para proteger o encontrar a mis seres queridos? faltas en ellos si uno mira lo suficientemente cerca, y los testimonios de los so­
¿Acaso, involuntariamente, tendí una trampa o caí en una? ¿Me he permitido brevivientes muestran que algunos de ellos fueron arrastrados a una especie de
volverme demasiado agotado o desalentado? Al permanecer fiel a un ser que­ desintegración moral, al menos algunas veces, por la presión de sobrevivir en

124 125
tiempos de una maldad radical.17 Pero, a pesar de las memorias emblemáticas Capítulo 3
que se enfocan en la perversión y la victimízación, y a pesar de los defectos y
las complicaciones humanos de las víctimas, el conocimiento del momento
de la bondad nos conmueve. Encuentra un lugar en nuestro baúl de la me­ La memoria indiferente:
moria. Nos sentimos obligados a recordarlo como muy preciado y -e n algún
momento- compartirlo. cerrando la caja del pasado
En su propia mente, Ramiro afirma que no puede explicar completamente
por qué sobrevivió. Pero sabe que el último acto de bondad de Lucio Angulo
le dio una oportunidad de hacerlo. También sabe que la solidaridad de Angulo
y su entereza en el último momento expresaban cualidades que lo hacían, en
primer lugar, un ser humano especial. Además, la memoria del regalo de vida
que dio Angulo, y de la solidaridad que ellos recibieron de otros vecinos del
campo cuando vivían bajo arresto domiciliario, se convirtió en un ejemplo
moral fundacional para Ramiro y Claudia. Les recuerda que deben incorporar El coronel de Ejército Juan F. me enseñó algo nuevo acerca de la memoria
una ética social, aun en los momentos de desánimo, a su manera de entender como una caja cerrada. Pero, ya antes de mi entrevista con él, yo había estado
la enseñanza rural. En el clima político de finales de los 90, esta ética social expuesto a su omnipresencia. La había notado, primero, en el lenguaje corpo­
comprendía modestos gestos individuales, de vocación social o de afecto, que ral de un agrónomo con el que hablé durante una fiesta. Cuando la conversa­
podrían abrir la imaginación de algunos niños o desviar el desaliento: una ción se enfocó en mi investigación sobre las memorias de la crisis de 1973 y
salida a terreno para introducir a los niños al asombroso poder del océano; de la violencia política posterior, él cruzó los brazos frente a sí, como haciendo
un par de zapatillas de tenis para disipar la vergüenza de una alumna brillante una gran X, y luego los apartó rápidamente. Quizás sorprendido de su propio
que no tenía zapatos (su madre ganaba un salario miserable cosechando fruta gesto, me explicó que se habían dicho muchas mentiras sobre Chile, tras lo
para la exportación); o una visita a una familia para reforzar la instrucción y la cual la conversación cambió a un tema menos sensible. También me topé con
esperanza y, a la vez, para participar en esa cultura de hospitalidad y pequeñas
la caja cerrada en la indiferencia de un taxista. Admirador de Pinochet y de
reciprocidades que es común entre la gente pobre.18
los beneficios que su mandato había tenido para Chile, utilizó un lenguaje
No hay aquí una narrativa heroica, ni tampoco un final feliz a lo Hollywo­ pintoresco para admitir que el trabajo del general había tenido algunas aristas
od, para mitigar el horror de la desaparición de Lucio Angulo. No hay una
duras. Lo que Pinochet había hecho, dijo, era “una obra maestra de un huaso” .
redención clara a través de la cual el conocimiento del mal sea de algún modo Cuando le comenté que mucha gente pensaba que el problema de los derechos
neutralizado o cancelado por el conocimiento de la bondad. Un par de zapati­ humanos había arruinado el trabajo del gobierno militar y había hecho daño
llas de tenis, o un gesto de aliento hacia las personas cuyas oportunidades para
al país, él contestó con indiferencia. “A mí no me afectó”, dijo, acentuando el
derrotar la adversidad son improbables, no pueden alcanzar ni mediar los ex­
“mí”. No había nada más que agregar.
tremos de la maldad radical. Pero quizás es este mismo desequilibrio, cuando Yo había escuchado también, de boca del historiador conservador Gonzalo
una sociedad hace un vuelco desastroso hacia la maldad radical, lo que le da Vial, sobre la forma en que la memoria como caja cerrada se traduce en buenos
al conocimiento de la bondad tanto poder de conmover. Mientras nos despe­
modales. Alineado políticamente con la centroderecha, pero bastante comuni­
díamos y hablábamos educadamente sobre el libro que yo escribiría, Ramiro
cativo respecto del problema de la violación masiva de los derechos humanos,
se detuvo un momento para mirarme fijamente y darme una recomendación:
Vial ha recorrido el camino de aquellos conservadores que se fueron alienando
“Es importante recordar a Lucio Angulo”.
por la continua violencia y la conflictividad asociadas con el gobierno militar
en la década de 1980. Durante la mayor parte de la década de los 70 respaldó
al régimen militar y procuró ayudar en su trabajo. Durante 1970-1973 se ha­

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bía opuesto al gobierno de Allende y también fue cofundador de la influyente entre el hábito de no pensar y el entierro consciente de lo peligroso -como el
revista de oposición Qué Pasa. En 1973 ayudó a escribir el oficialista Libro esfuerzo de una sociedad por guardar y olvidar la acumulación de desechos
blanco del cambio de gobierno en Chile, publicado por la recién instalada jun­ radioactivos de las plantas de energía nuclear, sólo para redescubrir una y otra
ta militar para justificar el golpe. También sirvió brevemente como ministro vez que tenía que seguir poniéndole atención.
de Educación del régimen militar después del decreto de amnistía de 1978, Dos factores adicionales agravan la complejidad de esta cierta voluntad de
cuando pensó -equivocadamente, según su propia mirada retrospectiva- que olvidar, y lo hacen de maneras que a primera vista son contrarias a lo que uno
los tiempos de la barbarie habían pasado. Hacia los 80 su trayectoria política y podría imaginar. Primero, cualesquiera hayan sido las visiones de memoria
moral lo había llevado a una posición de derecha ilustrada: los valores sociales versus olvido en el dominio público, algunas víctimas de la persecución, como
y económicos conservadores no necesariamente implican negarse a enfrentar un asunto personal y privado, buscaron cerrar la caja del pasado. Para recons­
la realidad del problema de los derechos humanos. En 1990 aceptó partici­ truir sus vidas, o para evitar el estigma o el dolor paralizante, no estaban dis­
par en la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, que documentó puestas a transformarse en actores sociales que presionaran por reabrir la caja
sistemáticamente la memoria como ruptura y persecución. Vial se unió a la de la memoria o por contribuir con su testimonio a la lucha por la memoria
Comisión por un sentido de deber cívico y escribió el primer borrador del en el dominio público. Segundo, la voluntad de olvidar no se limitó a ningún
relato que provee el trasfondo y el contexto histórico para los acontecimientos sector en particular del espectro político. Aunque la centroderecha estaba ali­
de violación de derechos humanos documentados en el informe. neada más consistentemente con esta posición hacia los temas de la memoria,
Después de nuestra entrevista formal, Vial —que además de su trabajo como hacia mediados de los 90 la coalición de centroizquierda gobernante también
historiador escribe una columna en un periódico—quería asegurarse de que yo encontró que la política de la memoria era divisiva y difícil, y algunos de sus
entendiera que él no era representativo de su círculo político y social. Hablar líderes sugirieron que el momento para insistir sobre los temas de la memoria
y escribir sobre las violaciones a los derechos humanos en sus columnas en el había pasado. Podían expresar simpatía con las víctimas como un tema moral
diario lo hacía aparecer casi como un disidente. Usted debe saber, observó, o apoyar el derecho de las víctimas a proseguir acciones legales, pero también
que “en mis círculos” hablar de esos temas es considerado de “mal gusto”.1 querían olvidarse de la memoria como un tema político y cultural. La divi­
En 1996 y 1997 yo me había encontrado una y otra vez con la memoria sión y la impasse político-cultural sobre las cuestiones de la memoria habían
como una caja cerrada. Había llegado a aprender también que la polémica resultado ser demasiado duras e intratables; el futuro político y cultural se
entre “memoria” y “olvido” puede ser engañosa si uno cree que significa que la encontraba en otra parte.3
amnesia se ha apoderado de la cultura chilena.2 La memoria como una caja ce­ Por lo tanto, cuando hablé con el coronel Juan, en mayo de 1997, yo ya
rrada era más sutil: una cierta “voluntad de olvidar”, un acuerdo social de que había sido expuesto a la omnipresencia y complejidad de la memoria como
algunos temas y algunas memorias eran tan explosivas —conflictivas e insolu­ una caja cerrada. Pero fue el coronel Juan quien me reveló una paradoja: la
bles- que poco se ganaba con airear y abrir públicamente el contenido. Uno pasión de la indiferencia.
podía visitar la caja de la memoria, sí quería, pero discreta y privadamente, ya
fuera solo o en compañía de amigos de confianza o de familiares que tuvieran Ya jubilado del servicio activo y ahora administrador de una pequeña em­
los mismos recuerdos. En el dominio público, una indiferencia que empujara presa, el coronel Juan empezó la entrevista fijando algunas reglas de juego y
la caja de la memoria hacia los márgenes y la mantuviera cerrada permitiría a palabras que denotaban precaución.4 La regla esencial: yo tenía que tomar notas
Chile progresar y mirar hacia el futuro. y no grabar la conversación en una cinta. La historia, observó, la escriben los
También me había vuelto consciente de la complejidad de esta “voluntad ganadores, y él comprendía quién había ganado en los 90. Los civiles, aun aque­
de olvidar”. Para algunos se había convertido en un mero hábito de la mente llos denominados expertos en materia militar cuyos trabajos inspiraban un poco
y del buen gusto. Para otros se mantuvo un deseo más consciente, basado iró­ de risa, tenían a menudo una impresión equivocada de la gente y la vida de los
nicamente en el recuerdo, de evadir una cuestión formativa que siempre lle­ militares. ¿Sabía usted —él parecía gozar planteándole la ironía a un civil—que
vaba a problemas. Para otros incluso se había transformado en una oscilación la mentalidad del Ejército de Chile la hace la institución más socialista del país?

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El sistema decide todo y lo da todo; los soldados son tratados igualitariamente; trucción del futuro lo requirió así. El coronel Juan usó una metáfora comer­
el soldado vive para servir al sistema. Es importante que los civiles entiendan cial para explicar su razonamiento. Cuando una empresa ha sido llevada a la
que la mayoría de los soldados son gente simple con intereses simples, no seres bancarrota, si los administradores quieren preparar el camino para un futuro
humanos locos o enfermos. “No somos monstruos”, observó más tarde, cuando sano, tienen que aceptar el costo humano de despedir trabajadores. La Comi­
se quejaba sobre los estereotipos que los civiles adjudicaban a los soldados. sión Nacional de Verdad y Reconciliación había sido una válvula de escape
Mientras el coronel Juan hacía un recuento de sus experiencias y de los para la pequeña minoría de personas que habían sufrido y en ese sentido su
significados que éstas les daban a la crisis de 1973 y al problema de la violen­ función fue útil. Pero su documentación sobre las violaciones de los derechos
cia política, alternaba entre la memoria como salvación y la memoria como humanos debería haber cubierto también el período anterior al 11 de septiem­
una caja cerrada. Su experiencia militar era larga y variada: sus estudios en bre de 1973 y debería haberse enfocado en la conexión causa-efecto. Debería
la Escuela Militar en Santiago durante el período de Allende, su destinación haber reconocido la severidad de la enfermedad que requirió de la interven­
como joven oficial de Ejército en provincia en los años 70, y su ascenso y las ción militar y debería haberse preguntado por qué, hacia 1973, la sociedad
funciones de seguridad que debió cumplir en Santiago durante los 80. El había llegado a producir tantos “enfermos mentales”.
pensaba, en general, que el régimen militar fue un período de sacrificio, para Mientras iba asumiendo el tema del costo social, el coronel Juan se concen­
servir y salvar a la nación. Recordaba los patrullajes para proteger los edificios tró en la idea del sacrificio patriótico. Además del necesario costo que debió
públicos de la violencia callejera después de la huelga de los camíoneros en oc­ pagar la sociedad civil, observaba, era importante entender que había habido
tubre de 1972 y el creciente malestar que se sentía en el Ejército en 1973. Era un sacrificio pagado por las mismas fuerzas armadas. Sus “mejores hombres”
difícil de entender por qué Allende no había puesto límite al caos. Por cierto, —los mejores cerebros, los más talentosos—tuvieron que ponerse al servicio del
la distribución de armas entre la población civil había creado un problema. A gobierno, una situación que debilitó la capacidad profesional militar de las
fines de septiembre él estaba en provincia y fue llamado a servir en Santiago
fuerzas armadas.
durante dos semanas. Recordó que cuando los soldados drenaron el canal San Pero ¿qué pasaba con el problema de la violencia política? ¿Cómo recor­
Carlos, que atraviesa la capital, descubrieron que mucha gente había arrojado daba él este tema y cómo lo relacionaba con sus propias experiencias? Sobre
discretamente sus armas al canal.
este punto, el coronel Juan hizo notar que él era “indiferente” y que así lo era
Lo que hizo tan importante al gobierno militar, sin embargo, no fue sim­ también la vasta mayoría de la población chilena. El punto era que no ocurrió
plemente poner término a la subversión armada y al caos, una tarea que de­ mucho y que lo que ocurrió afectó a muy poca gente, tanto entre los militares
mostró no ser tan difícil. El mayor logro fue la voluntad de los militares de como en la sociedad civil. La gran masa de la población era indiferente al tema
llegar “al fondo” de los problemas que sufría la sociedad chilena. Al llegar a la de los derechos humanos. La propia experiencia del coronel Juan había sido
raíz -llevado por la necesidad de reorganizar completamente la economía y la más bien tranquila. Claro que en la provincia donde él sirvió por varios meses
sociedad—, el gobierno militar había pensado en el bienestar de las futuras ge­ después del 11, durante el allanamiento de una fábrica, encontró un clóset
neraciones. Había transformado una economía estatista (organizada desde el con armas escondidas. Pero incluso este hecho no había sido muy dramático.
Estado), y su sistema de bienestar social también ineficiente, en una economía En general, los allanamientos en busca de armas, o para detener a sospechosos
eficiente, impulsada por el mercado. Había cambiado una sociedad excesiva­ e interrogarlos, eran bastante de rutina, asuntos ordinarios. Uno golpeaba la
mente politizada por otra en la que prevalecían la pericia técnica y el talento puerta y hacía lo que tenía que hacer. Incluso cuando fue llamado a servir
individual. En suma, los militares habían sanado a un país enfermo y en los temporalmente por dos semanas en Santiago, el 17 de septiembre, la capital
90 habían devuelto a los civiles una sociedad sana, fundada en bases sólidas. estaba en calma. Era verdad que los soldados no habían sido entrenados para
La mayor marca negativa fue en el área de “las comunicaciones sociales”. Ahí, cumplir funciones de policía. Uno tenía que aprender “en el camino”. En
el gobierno militar no había sido muy efectivo o eficiente. algunas ocasiones, la falta de preparación llevó a “excesos” de parte de los jó­
Por supuesto, remarcó él, sanar a la nación y construir un futuro sólido venes soldados que no estaban entrenados. Pero, para el coronel Juan, como
tuvo un costo social. Las pérdidas humanas fueron lamentables, pero la cons­ para la mayoría de los militares, su tarea no fue muy dramática.

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En breve, el tema de la violencia política no fue importante y afectó a muy alguna idea acerca de la mezcla de emociones que podía haber producido ese
poca gente. Era cierto que, cuando fue transferido al sur del país, había habido repentino aumento de la energía. Yo sabía que el coronel Juan estaba tratando
dos o tres, quizás cuatro, pequeñas células activas del MIR. Pero la violencia de cerrar la caja de memorias de violencia política un tanto más complicadas.
que tuvo lugar involucró solamente al MIR y a la DINA. En ambos bandos Un conocido mutuo había hecho amistad con el coronel Juan en los años
los protagonistas eran jóvenes que casi habían perseguido su guerra como si 90, cuando ambos eran alumnos de un curso sobre relaciones cívico-militares
se tratase de un “juego”, incluyendo ocasionales gestos de respeto o aprecio abierto tanto para estudiantes civiles como militares. En una tarde de cama­
por el adversario. Para todos los demás -tanto los militares como la sociedad radería y de barreras sociales reducidas, el coronel Juan abrió la caja de la
civil- esta guerra había sido algo irrelevante. El tema de la violencia y de los memoria. Cuando era un joven oficial y dirigía pequeños grupos de soldados
derechos humanos, repitió él, era algo que lo dejaba “indiferente”, y en esto él en los allanamientos habituales durante los meses que siguieron al 11 de sep­
era como la mayoría de los soldados y la mayoría de los civiles.5 tiembre, buscó hacerlo de una manera pacífica y amable. Por lo general había
tenido éxito. Pero algunos soldados, al irrumpir en las casas, sacaban a relucir
El coronel Juan había cerrado la caja de la memoria sobre la violencia que una mentalidad propia de un violento “Rambo”, lo que produjo desagrada­
había sido fundamental para el proyecto de policidio -para sanar a la nación bles episodios para un joven oficial que se esforzaba por mantener la calma y
de los “enfermos mentales”. el orden.
Durante nuestra conversación, el único signo de emoción que noté en él En nuestra conversación, el coronel Juan había mantenido la tapa de esos
fue que se le aclaraba la voz, carraspeando, cuando explicaba que no había pa­ recuerdos firmemente cerrada. Cuando estuvo más cerca de reconocerlos fue
sado mucho y que las memorias de la violencia política no eran importantes. al comentar que, pese a que nada dramático había ocurrido en su propia ex­
En general, el coronel Juan había estado tranquilo, coherente y eficaz mientras periencia, era verdad que los soldados no habían sido entrenados para desem­
tomaba distancia del drama de la violencia política y declaraba que a poca peñar las funciones de policía que tuvieron que asumir para servir al país. Para
gente le importaba. Pero cuando llegó el momento de despedirnos, el coro­ algunos, esta falta de preparación fue un problema.
nel Juan cambió. Como una persona que cuando sale de la casa se devuelve Meses más tarde descubrí algunos contenidos adicionales en la caja de la
obsesivamente para asegurarse que la puerta está cerrada, no me dejaba irme. memoria del coronel Juan. Desde septiembre de 1973 hasta enero de 1974
Quería estar seguro de que yo realmente entendía que a nadie le importaban -con la excepción del período de dos semanas en Santiago, en la segunda
esas memorias. Insistió sobre este punto y, una y otra vez, volvió a hablarme de mitad de septiembre—él había estado en Quillota, un pueblo de provincia
su propia indiferencia, de la indiferencia de los chilenos, de la vaciedad y mar- ubicado a unos 50 kilómetros al noreste de Valparaíso, en el fértil valle del
ginalidad del tema. No lo hizo en forma desenfrenada o abusiva, pero sí con la Aconcagua, conocido hoy por su floreciente industria frutícola.6 Posterior­
pasión de alguien que quiere estar absolutamente seguro de que el punto está mente, el coronel Juan fue transferido a una región muy al sur.
claro y que ha sido convincente. Nuestra conversación se había vuelto un mo­ En algunos aspectos, la historia de la Quinta Región -dividida entre el
nólogo, y el monólogo se había vuelto circular, pero él seguía sin parar. Con­ control de la Marina en la ciudad-puerto de Valparaíso y el control del Ejér­
tinuó así por más de media hora. La mayor parte de esta última conversación cito en las provincias del interior, como Quillota—coincide con la plácida
no tuvo lugar en las sillas en que nos habíamos sentado durante la entrevista, memoria del régimen militar que tiene el coronel Juan. En la sección del in­
sino en el umbral de la puerta de su oficina. Para entonces ya era de noche y la forme dedicada a lo ocurrido en la Quinta Región en los meses después del 11
secretaria de la antesala se había ido. Estuve de pie en el umbral escuchando, de septiembre, la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Comisión
un poco anonadado y desconcertado, mientras seguíamos fingiendo que yo Rettig) observó una completa ausencia de resistencia armada. Vale la pena
me iba y él seguía asegurándose de que yo entendía el punto. citar directamente el resultado de dicha investigación.7
Es un antecedente relevante para la adecuada comprensión de los hechos ocurri­
Mientras intentábamos infructuosamente despedirnos, me encontré a mí
dos en la Quinta Región que las fuerzas armadas hayan asumido su control sin
mismo sorprendido por el vuelco en los acontecimientos, aunque yo tenía
que se produjeran enfrentamientos armados ni actos de violencia por parte de los

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partidarios del régimen depuesto. Así, ni en Valparaíso, capital de la región, ni les, y él obedecía. Cuando fue llevado por última vez, el 17 de enero de 1974,
en el puerto de San Antonio ni en la zona interior (Quillota, La Calera, Petorca, el joven vestido de civil que se bajó del jeep le indicó a Gac que tenía que ir
San Felipe y Los Andes) ocurrieron hechos de violencia contra efectivos militares
para una sesión a la unidad local del Ejército, el Regimiento de Ingenieros N °
o unidades policiales; como tampoco tomas o cualquier otra forma de resistencia
2 de Quillota. Era muy temprano -alrededor de las 2.45 de la madrugada- y
ante el pronunciamiento militar En ninguna de esas localidades resultaron
Gac pidió un momento para cambiarse de ropa. El hombre del jeep aceptó
muertos, como consecuencia de ataques de individuos particulares, funcionarios
de las fuerzas armadas.
y le dijo que iba y volvía. Gac tomó un baño, se afeitó y se vistió. No le dijo
a su esposa nada que le hiciera pensar que esta sesión sería diferente a otros
A pesar de lo fácil que resultó la toma de poder por parte del Ejército en interrogatorios. Trató de calmarla diciéndole que el joven de civil parecía ser
Quillota, y de la tranquilidad que siguió, en enero de 1974 las fuerzas militares “un buen muchacho”.9
en la provincia organizaron una masacre de izquierdistas y campesinos escogi­ Cuando el jeep volvió traía otros detenidos, y Gac quizás supuso que esta
dos.8 La historia oficial dijo que el 18 de enero extremistas armados atacaron vez sería diferente. Le pidió a su mujer que, si no volvía al día siguiente, fuera
una patrulla militar mientras transportaba a ocho prisioneros desde la Escuela a buscarlo al regimiento.
de Caballería hacia el Regimiento de Ingenieros de Quillota. La historia oficial La Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación concluyó que el pre­
sostuvo también que seis de ellos fueron muertos tratando de escapar, pero sunto ataque a la patrulla fue una ficción. Lo que había ocurrido fue una
que los otros dos lograron huir. Todos eran líderes políticos o activistas muy masacre política de prisioneros desarmados y muy bien controlados en un
conocidos en la zona durante el período de Allende. Pero en otros sentidos convoy militar. A los seis a los que les habían disparado en la confusión de un
eran sumamente heterogéneos. Políticamente, tres eran comunistas, dos eran presunto intento de emboscada y fuga simplemente los habían ejecutado. Los
socialistas, uno era mirista y los otros dos no tenían militancia conocida pero dos prisioneros que supuestamente habían escapado, el alcalde Gac y el pro­
habían sido líderes sindicales en la fábrica textil y en la comunidad de reforma minente abogado y funcionario de la reforma agraria Rubén Guillermo Cabe­
agraria en las que trabajaban, respectivamente. Las trayectorias ocupacionales zas Pares, en realidad habían sido ejecutados y hechos desaparecer por agentes
y profesionales también eran diversas. Dos de los ocho, incluyendo el ex al­ del Estado. La Comisión señaló que los prisioneros estaban desarmados y eran
calde de Quillota, el socialista Pablo Gac Espinoza, trabajaban en el antiguo transportados bajo estricta vigilancia militar, y que algunos se habían presen­
gobierno municipal. Dos habían sido funcionarios de la reforma agraria local. tado voluntariamente e incluso habían contactado abogados para ayudarles a
Tres eran obreros de una fábrica textil y el restante era un trabajador rural. Seis preparar una defensa legal. También destacó que el presunto ataque ocurrió
habían sido prisioneros políticos desde septiembre de 1973. durante las horas del toque de queda y en un sitio estratégico, bajo continua
Irónicamente, y en contraste con la historia oficial de la fuga, tres de los seis vigilancia militar; y que ninguno de los presuntos asaltantes había sido muerto
prisioneros arrestados desde septiembre -Víctor Enrique Fuenzalida Fuenza- o capturado, como tampoco que ningún soldado había muerto, aun cuando
lida, funcionario de la reforma agraria; Manuel Hernán Hurtado Martínez, seis de los prisioneros sí lo fueron; y no daba ningún crédito de veracidad al
obrero municipal y secretario del Partido Socialista local, y Julio Arturo Loo hecho de que el alcalde Gac y el abogado Cabezas, quienes eran las figuras
Prado, obrero textil y secretario del comité de producción de su fábrica- se públicas más conocidas y prestigiosas en la zona —y por lo tanto más recono­
habían presentado voluntariamente a las autoridades durante el tranquilo cibles—, y que habían sido totalmente cooperadores cuando los detuvieron el
cambio de régimen que tuvo lugar en Quillota. El ex alcalde Gac, uno de los día anterior al presunto ataque, hubiesen sido los únicos sobrevivientes que
presuntos fugados, también había obedecido al nuevo régimen de Una manera lograron escaparon exitosamente y refugiarse en el anonimato.10
ordenada. En realidad, el había rechazado incluso una oferta de asilo de la Los registros de la Vicaría de la Solidaridad contienen información adicio­
Embajada de Rumania. Arrestado en la tercera semana de septiembre, fue nal que hace el caso aun más escalofriante. La masacre comprendió a un grupo
liberado con la condición de que permaneciera en la ciudad y se presentara de prisioneros más grande, muchos de ellos campesinos y ex funcionarios de
en el reten de Carabineros una vez por semana. De vez en cuando aparecían la reforma agraria de los pueblos rurales de la provincia. En la segunda se­
civiles que lo llevaban a interrogatorios con las autoridades militares o policia­ mana de enero, las fuerzas militares emitieron citaciones llamando a algunos

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campesinos escogidos y a antiguos funcionarios a presentarse en ei regimiento por primera vez en 1989, estableció definitivamente que, en sus visitas relám­
de Quillota. La redada había comenzado el 11 de enero, cuando Levy Segun­ pago a varias provincias, el grupo de Arellano había sobrepasado la cadena de
do Arraño Sancho cumplió con la citación y se presentó voluntariamente. mando y la jurisdicción regular del Ejército y había ordenado la ejecución de
Arraño, quien había estado afiliado al MAPU-Obrero Campesino (la facción 72 prisioneros políticos. También en esas provincias había prevalecido una
“moderada” después de la división del MAPU en 1973), era un trabajador represión calmada y casi caballerosa, y una de sus consecuencias había sido el
rural y ex presidente de la comunidad de reforma agraria de San Isidro. Un arresto públicamente conocido de antiguos dignatarios y funcionarios locales
soldado conscripto entregó anónimamente una importante información. Le de la Unidad Popular. También en esas provincias los secuestros y ejecucio­
había llamado la atención el convoy. Su tamaño -un jeep y tres camiones mili­ nes de prisioneros fueron explicados con historias oficiales de encubrimiento
tares—excedía lo que se requería para transportar a un pequeño grupo de ocho -meticulosamente analizadas y expuestas como relatos falsos por Verdugo y la
prisioneros. De hecho, el último camión llevaba a ocho soldados para vigilar Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación- que vinculaban las muertes
a su grupo de prisioneros. El tenía información que indicaba que el número a presuntos intentos de fuga.13
total de prisioneros era realmente de 33, que una gran mayoría de ellos eran Uno de los propósitos de las masacres de la Caravana de la Muerte fue pre­
campesinos y que todo el grupo fue ejecutado.11 cisamente imponer un “endurecimiento” de la represión que diera la impre­
Lo que implica la información que contienen los documentos de la Vicaría sión, tanto a oficiales y soldados del Ejército como a la población local, de que
es que el reconocimiento explícito de que algo les ocurrió a los individuos que la idea de una calma aparente era superficial y engañosa. En realidad existía un
habían sido ejecutados o desaparecidos —aunque fuese un relato falso o fabrica­ estado de guerra, que requería de duras medidas y no de una represión caba­
do- sólo se aplicaba en aquellos casos en los cuales no se podía evitar algún tipo llerosa. También requería la subordinación de la jerarquía y el mando normal
de reconocimiento. Para ocho individuos, seis conocidos prisioneros políticos del Ejército a los equipos especiales de inteligencia, en este caso un grupo de
y dos dignatarios locales extremadamente prominentes, el presunto ataque a la oficiales y agentes de la policía secreta que reportaban directamente al general
patrulla militar fue una ficción necesaria. Para las otras 25 o más víctimas de Pinochet en Santiago. Todos los oficiales que acompañaban a Arellano forma­
la masacre bastó una negación absoluta. Regirían el secreto y el anonimato; ni ban parte de la DINA, grupo que ya había emergido en septiembre de 1973,
siquiera sería necesaria una historia oficial como encubrimiento. antes de la constitución formal de la DINA en 1974. En el caso de la masacre
La única excepción de la regla del anonimato para este grupo fue Arraño; en Quillota, los agentes que irrumpieron en la escena local del Ejército para
como ex presidente de una comunidad de la reforma agraria, era una figura coordinar la redada y los asesinatos parecen no haber sido de la DINA sino del
prominente. El Ejército reconoció haber detenido a Arraño, pero afirmó que SIM, el Servicio Inteligencia Militar.14
lo había puesto en libertad el 17 de enero. Basada en la evidencia (que incluía Las repentinas masacres de grupos de prisioneros que estaban bajo el control
información confidencial entregada a la familia por un segundo conscripto), teórico de las unidades del Ejército regular fueron acontecimientos traumáti­
la Comisión de Verdad y Reconciliación y la Vicaría concluó que Arraño ha­ cos. No solamente alteraban las jerarquías y los procedimientos institucionales
bía sido detenido y hecho desparecer por los agentes del Estado.12 habituales. También rompían con los eufemismos y las convenciones sociales
que facilitaban la adaptación al nuevo orden. Para los soldados regulares, la
Había un precedente para la masacre de prisioneros políticos en localidades distancia mental -o la compartimentación- era relativamente fácil cuando los
de provincia, donde el tranquilo orden y el casi caballeroso cambio de régimen “subversivos” eran detenidos y hechos desaparecer en otros lugares por otros
parecían haberse mantenido. En octubre de 1973, el general Sergio Arellano actores, es decir, por las bandas especializadas de la policía secreta, como las
Stark, con una autorización como interventor otorgada por el general Pinochet de la DINA. Incluso era posible obtener una distancia mental de la ejecución
como comandante en jefe del Ejército y presidente de la junta, condujo una de civiles indefensos cuando los prisioneros inicialmente eran detenidos por
expedición en helicóptero hasta los regimientos ubicados en varias provincias. una unidad regular militar o de la policía, pero después eran entregados a los
El operativo llegó a ser conocido como Caravana de la Muerte. La periodista especialistas en la guerra contra la subversión. Una vez que los especialistas to­
de investigación Patricia Verdugo, en un famoso libro best-seller publicado maban control del tratamiento y disposición de los prisioneros en sus propios

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centros de detención, casas de tortura y regimientos, quienes los habían arres­ un oficial. Rivera trató de “proteger la moral” de sus soldados restableciendo
tado se sentían mentalmente liberados de su conexión y responsabilidad. su distancia mental, y les aseguró que él no necesitaba investigar irregularida­
Incluso al interior de las redes de tortura la gente podía tratar de lograr una des de tropas que se habían visto forzadas a cumplir las órdenes emitidas por
distancia mental basada en la división del trabajo. Una entrevista con Carlos el grupo de Arellano. “Señores”, les dijo, “aquí no hay ninguna preocupación
G., un carabinero reclutado para la red de la “comunidad de inteligencia” en de ninguno de ustedes, porque la responsabilidad total es del general Arella­
Valparaíso, aclaró este punto de una manera escalofriante. Carlos G. admitió no”. En el caso de Rivera, la cadena de acontecimientos desencadenada por
que había participado en algunas detenciones. Al principio se identificaba los sucesos de Calama finalmente lo transformaría en un crítico del régimen
con este rol como una suerte de joven “James Bond”. Pero él no se veía a sí militar. Para él, la masacre significó la creación de un nuevo mundo. Este
mismo como un torturador. Trabajaba principalmente como secretario de un nuevo mundo militar violaba la jurisdicción normal, las lealtades y el com­
oficial. Escuchar los gritos de los prisioneros que eran torturados en el piso pañerismo. Deshonraba a los oficiales sin motivo y corrompía el proceso de
superior lo perturbaba. Pero fue sólo cuando Carlos G. personalmente llevó promoción. En Calama había habido una “total tranquilidad” en las semanas
a un prisionero al “infierno” que le esperaba arriba que se vio forzado a con­ que siguieron al 11 de septiembre. El objetivo de la intervención no tenía
frontar su propio papel. Cuando entregó al prisionero en el piso superior, un nada que ver con la competencia y el profesionalismo. “La lealtad se quebró
funcionario de la Marina, de mayor edad pero de rango inferior, le advirtió con el golpe de Estado; ahí se perdieron todos los conceptos fundamentales
burlándose: “Cabrito, fondéate porque cuando se dé vuelta la tortilla te van a de nuestra profesión”.'6
reconocer la cara”.15 En el caso del padre Alejandro P., capellán militar en unos de los sitios en
Los eufemismos e invenciones que permitían a los soldados regulares com- que ocurrieron las masacres de la Caravana de la Muerte en octubre de 1973,
partimentar la responsabilidad y establecer cierta distancia mental se desmo­ la conmoción no causó un cuestionamiento acerca de la legitimidad de los mi­
ronaban si de repente eran arrastrados —sin reclutamiento ni socialización en litares como salvadores de la nación. En su opinión, el comunismo era ateísta
el trabajo especializado de la “guerra sucia”- como testigos o participantes en y buscaba imponer una cultura de materialismo y agresividad; el pueblo chi­
el drama de la detención y ejecución de prisioneros. Esto ocurría, sobre todo, leno era católico y tenía que rechazar la ideología foránea, el odio y la falta de
cuando el drama se desarrollaba en su propia zona “tranquila” en provincia, fe de los comunistas. Sin embargo, la masacre provocó en cierta medida una
y si implicaba una masacre sin una ceremonia que la legitimara. Una ejecu­ crisis y el estrés terminó arruinando su salud y su presión sanguínea. El deber
ción al margen del procedimiento formal era diferente de una ejecución que del padre Alejandro, como él lo entendía, era asistir y entender de alguna ma­
ocurría como cumplimiento solemne de una sentencia al final de un juicio nera las necesidades, tanto religiosas como humanas, de todos quienes estaban
militar. “bajo el techo militar”. Esa clientela era diversa: los prisioneros políticos y sus
La conmoción que desataban estos acontecimientos en los recintos del familias, los soldados y sus familias, los civiles que trabajaban con los milita­
Ejército en provincias imponía importantes responsabilidades sobre los ofi­ res, los oficiales que necesitaban consejo e información cuando las cosas no
ciales y el personal especializado, como médicos y capellanes militares. El marchaban bien. En una provincia que había experimentado una masacre de
coronel Eugenio Rivera era el comandante del Ejército en Calama cuando prisioneros políticos, ese trabajo incluía recibir confesiones de soldados con­
el grupo de Arellano llegó a esa ciudad en octubre de 1973 y masacró a 26 fundidos y asustados en busca de orientación y responder con palabras que les
prisioneros. Cuando hablamos, el tenso lenguaje de su cuerpo, su insisten­ permitieran entender lo que había pasado y continuar con sus deberes milita­
cia de que Arellano y su grupo habían socavado los códigos de honor y la res. El trabajo también incluía las medidas que limitaban la comunicación de
jurisdicción normal militar, su recuerdo de las reuniones con sus oficiales y lo que se conocía. El padre Alejandro revisaba y aprobaba personalmente las
sargentos para reparar la moral de la tropa, y su aprecio por la asistencia y cartas que los soldados enviaban a sus familias.17
los consejos que había recibido de un capellán militar mientras luchaba por Los archivos de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación inclu­
encontrar la manera cómo orientar a sus tropas, evidenciaban la magnitud de yen escasas huellas documentales sobre la tensión y la orientación que brin­
un acontecimiento como éste desde el punto de vista de la responsabilidad de daban los mandos superiores cuando los soldados regulares eran enviados

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directamente a matar o a disponer de prisioneros. Entre los documentos re­ La dimensión real de la redada y la masacre en Quillota; el hecho de que al
cibidos por la Comisión estuvo el testimonio de un ex soldado conscripto menos dos conscriptos estuvieran tan profundamente afectados que se arries­
-quien requirió anonimato para entregar la información- que sirvió en el garan a entregar información confidencial que contradecía la versión oficial;
Batallón Logístico N ° 6 de Pisagua, en la región desértica al norte de Iqui- la evidencia de que las masacres orquestadas desde arriba en las “tranquilas”
que.18 El soldado estuvo en un grupo de 25 conscriptos, la mayoría de ellos provincias, todo ello requirió una atención especial a la moral dé parte de ofi­
provenientes de las regiones del sur de Chile, que fueron llevados a una mi­ ciales y consejeros militares especializados: todos estos factores hacen difícil de
sión especial durante la noche por dos tenientes y un capitán “boina negra” creer que el coronel Juan no estuviera al corriente de la masacre de Quillota
de Rancagua. La misión comenzó en Iquique en la noche, alrededor de las o que inicialmente la haya considerado un evento menor. Como oficial en
2.10 de la madrugada del 23 de febrero de 1974. Después de que el grupo, una avanzada de provincia antes tranquila y ordenada, él tenía una responsa­
a bordo de un jeep y un camión militar, llegó a un sitio cerca de Pisagua, se bilidad que dejaba atrás cualquier reacción personal -que bien puede haber
dividió en dos. Un parte salió con el capitán hacia las montañas, mientras los sido perturbada—sobre los acontecimientos. Tenía que considerar los asuntos
conscriptos comenzaban a cavar una profunda fosa. “Comenzamos a cavar morales, es decir, crear un proceso de rememoración entre sus subordinados
hasta una profundidad grande; a mí me llegaba al cuello, a mis compañeros que convirtiera una conmoción sobrecogedora en algo menos dramático y
de más lejos los tapaba. Nos topamos con unos sacos y el capitán nos dio la más en regla. Este “algo menos dramático” ¿tomó la forma de un relato sobre
orden de que al terminar levantáramos los sacos y los trasladáramos; en ese la disciplina y el cumplimiento del deber? ¿Tomó la forma de un relato que
momento él ya no estaba”. asignaba la responsabilidad a la unidad de inteligencia que intervino? A juzgar
El teniente que comandaba a los conscriptos organizó el acarreo de los sa­ por lo que se puede vislumbrar en otros casos de conmoción y confusión para
cos a otro sitio, donde comenzaron a cavar un segundo hoyo, “más profundo, la tropa, la disciplina, el cumplimiento del deber con la patria y la comparti-
como de unos dos o dos metros veinte centímetros. Tuve que apoyarme y mentación mental que se buscó al dirigir la responsabilidad hacia otra parte
saltar para salir de ahí. Luego cubrimos todo”. sirvieron como narrativas que restauraron la moral y el orden.
Cuando el grupo volvió al regimiento, los soldados comieron, conversaron El coronel Juan cerró la caja de la memoria sobre el drama y el legado del
sobre la extraña y perturbadora misión, y buscaron alcanzar una distancia policidio, salvo, quizás, en las más privadas o discretas circunstancias. La cerró
mental (viéndose a sí mismos como “dopados”). Finalmente, recibieron ayuda con una pasión que al principio me dejó perplejo, mientras estaba de pie en el
y orientación de parte un médico o psicólogo del Ejército. umbral de la puerta tratando de salir de su oficina. Con el tiempo he llegado
a entenderlo mejor. La cerró no solamente para enterrar el recuerdo de los
Conversamos entre todos y meditamos sobre lo hecho. Tuvimos la impresión de “Rambo” que de vez en cuando conducían los allanamientos con demasiada
haber sido dopados, pues trabajamos muy rápido y casi no sentimos el frío. El tra­ violencia. La cerró, también, para no recordar la masacre que destruyó la fa­
bajo fue muy rápido; mi impresión es que la tierra no estaba fresca. Nosotros no chada de una represión caballerosa y apacible. El coronel Juan me enseñó que
sabíamos qué estábamos trasladando hasta que hablamos con el psicólogo -com o es el contenido explosivo de la caja de la memoria lo que produce la paradoja:
a los tres días después de los hechos, aproximadamente- que preguntó qué pen­
la indiferencia apasionada.
sábamos que habíamos trasladado. Sólo sacos, pensamos... Entonces dijo que lo
que habíamos hecho era por el bien del país, que era el deber de un soldado y que
deberíamos conversar con él tres veces por semana; así fue durante dos semanas.
Entonces me di cuenta que eran cuerpos humanos.

Cuando los soldados regulares se involucraron activamente en la acción de


matar a prisioneros o disponer de los cuerpos, requirieron consejo del mando
superior sobre cómo recordar, interpretar y demarcar los límites de la expe­
riencia.19

140 141
Epílogo los tribunales de justicia. Como testigo y sobreviviente pudo ayudar a esta­
blecer las identidades específicas de prisioneros y las fechas, los lugares y las
El accidente: las tentaciones del silencio circunstancias específicas relacionadas con sus detenciones. Con el retorno de
la democracia, Mónica dividió sus energías entre dos vidas: la vida cotidiana
ordinaria, dedicada a criar y a educar a su hija, encontrar un trabajo y un
ingreso estable, y atender a las relaciones con sus amigos; y la vida profunda,
dedicada a enfrentar, asumir y trabajar el trauma violento que ella y otros
Las personas como doña Elena, la señora Herminda, Violeta y el coronel habían experimentado durante el régimen militar. Trabajar su vida profunda
Juan coexistían en el Chile de mediados y fines de la década de 1990. A su era por una parte un proceso íntimo, a través de sus amigos, de un psicólogo
propio modo, todos ellos reconocían que el derrocamiento de Allende por terapeuta y de la introspección personal, y por otra parte un proceso social
un gobierno militar en 1973 constituyó un vuelco fundamental en la vida más público, a través de la participación en organizaciones, en procedimien­
chilena. Todos reconocían también que vivir bajo el gobierno militar había tos judiciales y en simposios relacionados con los temas de la verdad y la
transformado la cuestión de la memoria en un problema muy controversial. memoria.
Pero no necesariamente estas ideas en común permiten construir una conver­ La entrevista de trabajo pertenecía a la vida cotidiana ordinaria. Cuando
sación cultural sobre el pasado que vaya más allá de un argumento sobre los Mónica V., acompañada de una amiga cercana, se aproximaba al ministerio
puntos de partida, ni son suficientes para establecer una mínima línea de base para la entrevista, un hombre pasó por su lado caminando por la acera. Se­
ética para el futuro. gundos después que el hombre pasó, la mente de Mónica empezó a moles­
El gobierno militar legó un dilema a la transición a la democracia en los tarle. ¿Conocía ella a ese hombre? Se dio vuelta para mirarlo de nuevo y de
90. ¿Cómo se puede construir una coexistencia pacífica y ética cuando la so­ repente se dio cuenta de que a él le había pasado lo mismo. También se había
ciedad está poblada por tan diferentes -y punzantes- memorias? Más allá del dado vuelta para mirarla a ella. Entonces vino el instante del reconocimiento.
objetivo de la coexistencia, después de un período de gobierno por la fuerza, El hombre era uno de los agentes de la DINA que había ido a su casa diciendo
¿cómo se construye un orden normativo éticamente justificable y socialmente que llevarían a Mónica a ver a su marido detenido. En realidad, había sido
sostenible? ¿Qué papel juega la justicia a la hora de enfrentar el pasado y sus él mismo quien condujo el vehículo y habló con ella en la primera fase de su
verdades? Por razones que exploraremos más adelante en este libro y en la detención, antes de que le pusieran la venda. Mónica V. recuerda que, quizás
trilogía, hacia 1996-1997 Chile había llegado a una profunda impasse sobre fortalecida por la presencia de su amiga, caminó directamente hacia él y le
estas preguntas. El accidente descrito a continuación capta las dificultades preguntó: “¿Usted es un ex DINA?”. Los ojos del hombre se pusieron vidrio­
impuestas por la impasse de la memoria y las tentaciones que resultaron del si­ sos y se alejó rápidamente.
lencio cultural. Para algunos, el silencio parecía ofrecer una manera de evadir Al interior de la caja de la memoria del Chile de Pinochet es difícil hablar
la impasse, e incluso de fingir que no existía. > * ■ a través de los distintos campos de la memoria. Dentro de cada campo hay
diferencias en las experiencias sociales y personales, en los enfoques políticos
Un día en 1996, Mónica V. se preparó para una entrevista de trabajo en el y en las posturas generacionales, que surgen e imponen desafíos a la conversa­
Ministerio de Salud en Santiago.1 Seis años antes, Chile había retornado a la ción. Pero, de vez en cuando, uno también puede incorporar estas diferencias
democracia después del prolongado período del gobierno militar del general y problemas en la misma construcción cultural, y ampliar el campo de memo­
Augusto Pinochet (1973-1990). En 1974, Mónica V. había sido detenida, ria. La señora Herminda, Violeta y sus hermanas, el padre Bolton, y Ramiro
encarcelada y torturada por la DINA, y su marido era un desaparecido per­ y Claudia pueden, a pesar de sus perspectivas distintas, encontrar puntos en
manente. Cuando Chile comenzó su transición a la democracia, Mónica V., común al recordar memorias de ruptura, persecución y despertar. Del mismo
como otros sobrevivientes de los centros de tortura de la DINA, cooperó con modo, doña Elena y Gabriela pueden unirse al padre Alejandro y al coronel
la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación y también con un caso en Juan en la conversación cultural que recuerda el desastre anterior a septiembre

142 143
de 1973 que requirió la salvación del país y que recuerda que hay que evitar
Capítulo 4
hablar sobre los aspectos polémicos y sucios del rescate. Pero encontrar puntos
en común para una conversación entre estos campos de la memoria es mucho
más elusivo. Los ojos se tornan vidriosos. Un interlocutor cierra la caja, arran­
ca rápido y recuerda que no debe mirar atrás. De la memoria suelta
a la memoria emblemática:
los nudos en el cuerpo social

Todo el mundo tiene recuerdos. Pero ¿son los recuerdos de cada uno social­
mente significativos para una historia de la memoria? La memoria es poten­
cialmente un tema sin límites. Y la controversia, la selectividad y las ambiva­
lencias que rodean a la memoria y el olvido del pasado chileno reciente sólo
añaden más dificultades conceptuales y metodológicas.1
Por estas razones, vale la pena considerar herramientas conceptuales que
nos permitan delimitar las fronteras potencialmente ilimitadas del tema, y
trazar en forma más precisa las maneras en que las memorias emocionalmente
cargadas -personal y colectivamente- de un gran trauma y un viraje decisivo
pueden proyectarse —o no proyectarse—en el espacio o la imaginación públi­
cos. En mi investigación he encontrado dos herramientas que son metodoló­
gicamente útiles, porque nos ayudan a enfocarnos en la formación de la me­
moria personal y colectiva como un proceso, y porque evitan una rigidez que
deja afuera los aspectos desordenados e incontenibles de la memoria cuando
ésta se enfoca en temas que son a la vez socialmente conflictivos y psicológi­
camente dolorosos. En el fondo, estas herramientas me ayudaron a entender
mejor a los individuos retratados en este libro -cómo llegaron ellos a enmar­
car e interpretar la carga emocional del pasado reciente de la forma como lo
hicieron; cómo las narrativas individuales de rememoración se conectaban
con los moldes sociales o divergían de éstos; y cómo en 1996-1997 las luchas
político-culturales habían dado paso a una impasse que frustraba un diálogo
que pudiese atravesar los campos de memoria.

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Estas útiles herramientas conceptuales son la idea de la “memoria emble­ una serie de matices más complejos de calificaciones y juicios históricos. En
mática” como parte de un proceso continuo de interacción y su contrapunto realidad, el efecto de estos matices incluso podría contradecir parcialmente el
con la “memoria suelta” -es decir, el trasfondo del saber popular personal-; marco original. Un ejemplo: al principio, la junta militar y Pinochet salvaron
y los “nudos de la memoria” en el cuerpo social, los que demandan atención al país, pero Pinochet permaneció demasiados años en el poder y finalmente
y llaman a la publicidad y á una-controversia que interrumpe el flujo más terminó como un dictador corrompido por su afición al poder, y obligado a
inconsciente de lo habitual de la vida cotidiana. Consideremos cada una de cargar el descontento y el deterioro de su credibilidad.3
ellas en particular.2 Como un marco de significación para la rememoración colectiva, más que
su contenido específico, la memoria emblemática proporciona un amplio sig­
Cuatro memorias emblemáticas nificado interpretativo y un criterio de selección para la memoria personal
La memoria no es sólo el recuerdo de los acontecimientos y las emociones —basada en experiencias vividas directamente por el individuo—o para el co­
de una experiencia: es también el significado que nosotros asociamos a esa nocimiento relatado por familiares, amigos, camaradas u otras relaciones. Los
experiencia. Este aspecto de la rememoración, especialmente crucial para el contenidos y los relatos específicos que energizan y proveen la materia prima
estudio de la memoria colectiva, clarifica la distinción entre el contenido de la para la memoria emblemática, y la específica sucesión de capas o matices con
memoria (como en los acontecimientos específicos narrados) y el marco orga­ advertencias y calificaciones, varían de una persona a otra. En la ausencia de
nizativo que les imparte significado. La memoria emblemática no se refiere a un puente entre la memoria personal y la memoria emblemática de los grupos
un recuerdo particular con un contenido específico, ni tampoco a una “cosa” sociales, sin embargo, los recuerdos individuales permanecen de alguna mane­
concreta o sustantiva, sino a un marco o contexto que organiza el significado, ra “sueltos”. Desarticulados de los significados o marcos de grupo, el saber o
la selectividad y la contramemoria. las experiencias personales no pueden validarse como símbolos o emblemas de
Considérese, por ejemplo, aquella memoria que ve el 11 de septiembre una gran experiencia colectiva. En el mejor de los casos pueden circular como
de 1973 como la salvación de un Chile en ruinas, un país cuya gente había anécdotas personales o curiosidades por los márgenes del imaginario social, en
pasado por un enorme trauma destructivo antes de que los militares se toma­ muy pequeños o fragmentados círculos personales.
ran el poder. Para algunos, los relatos y las memorias personales específicos La memoria emblemática, en cambio, circula en alguna especie de esfera
que encuentran significado dentro de este marco se enfocan en la escasez de pública o semipública: en los reportajes o espectáculos de los medios de comu­
bienes y en las largas colas para comprar alimentos racionados, aspectos que nicación; en las ceremonias de gobierno, los discursos y los eventos oficiales;
redefinieron la vida diaria en una gran ciudad como Santiago. Para otros, los en las manifestaciones, conmemoraciones y protestas callejeras; en las redes
contenidos específicos de los recuerdos se enfocan en incidentes de violencia sociales y los boletines de la Iglesia u otras instituciones no gubernamentales;
o en las amenazas físicas que sufrieron en una hacienda afectada por la mo­ en las universidades y los foros de oposición, incluyendo las reuniones y pu­
vilización de la reforma agraria. Para otros más, el conocimiento personal no blicaciones clandestinas y semiclandestinas; en la música, los libros, los pro­
tiene un lugar tan prominente como contenido y emblema de la experiencia gramas de televisión o las películas que atraen un público masivo. La memoria
personal; prefieren enfatizar un contenido y unos símbolos proyectados fuer­ emblemática funciona como un espectáculo moderadamente interactivo que
temente por los medios de comunicación y el oficialismo; por ejemplo, el Plan tiene lugar bajo una gran carpa abierta. La presentación del espectáculo va
Z, una supuesta conspiración de la izquierda para asesinar a oficiales militares incorporando e impartiendo significado a los variados recuerdos específicos
y prominentes lideres de oposición e instalar una dictadura en septiembre de que la gente lleva a la carpa, articulándolos en un significado más amplio. Este
1973. También pueden adaptar y personalizar los símbolos mediáticos: por significado más amplio define cuáles de estas memorias -que de otra manera
ejemplo, recuerdo cómo reaccioné a la revelación del Plan Z o cómo yo “sabía” estarían sueltas—importan, y por ello son bienvenidas a avanzar y a unirse al
que ésa era la horrorosa verdad. Para algunos, la estructura de la salvación se espectáculo, y, por el contrario, qué tipo de memorias es mejor olvidar o em­
muestra simple y directa: Pinochet salvó al país y luego lo devolvió en buenas pujar hacia los márgenes exteriores. Al mismo tiempo, la memoria emblemá­
condiciones a los civiles en 1990. Para otros, la misma estructura ha adquirido tica proporciona significado e incentiva la identificación personal con algunos

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hechos o testimonios escogidos que encuentran un gran eco, en una especie de más esencial ganan una cierta primacía en la caja de la memoria de la socie­
happening, en la esfera pública o en los medios de comunicación.4 dad. En este sentido, las voces y los portadores de una memoria emblemática
Hasta cierto punto, la memoria emblemática crea también un marco para no logran encerrar el debate pertinente dentro de los términos establecidos
organizar la contramemoria y el debate. Por ejemplo, la memoria como salva­ desde sus propios puntos de partida. La memoria como salvación de una de­
ción encuentra una contramemoria lógica en la idea de la traición. En discu­ leznable traición de Chile antes de 1973 se enfrenta a una contramemoria que
siones con algunos ex militares que tuvieron problemas con el nuevo régimen convierte a los salvadores en traidores. Pero su más profundo desafío viene de
-oficiales exonerados después del golpe porque se sospechaba de sus lealtades marcos totalmente diferentes: la memoria como ruptura, y la memoria como
políticas, un marinero encarcelado y torturado por supuesta sedición justo en persecución y despertar.7
el período previo al golpe, un oficial cuyo mando fue menoscabado cuando
la Caravana de la Muerte llegó a ejecutar prisioneros que estaban bajo su res­ Durante el cuarto de siglo que sigue a 1973, los chilenos han construi­
ponsabilidad en octubre de 1973—, la idea de que los miembros de la junta do cuatro memorias emblemáticas principales para recordar y dar significa­
eran traidores en vez de salvadores nunca estuvo lejos de la superficie y algunas do tanto a la crisis de 1973 como a la toma del poder de los militares y a
veces se expresaba explícitamente. Desde este punto de vista, los comandantes la subsiguiente violencia política masiva organizada por el Estado. Hemos
habían traicionado la Constitución y por lo tanto habían destruido Chile y so­ descubierto estas memorias emblemáticas a través de las remembranzas y ex­
metido a su gente. En el proceso habían destruido también el profesionalismo periencias personales presentadas en los capítulos anteriores. Para propósitos
de las fuerzas armadas, la doctrina de obediencia al control civil y la camara­ conceptuales, necesitamos basarnos ahora en un lenguaje más formal y analí­
dería.5 Por supuesto, las historias específicas y los contenidos de la contrame­ tico, en abstracciones y compuestos derivados de puntos recurrentes, más que
moria varían. Los críticos civiles del régimen militar, por ejemplo, recordaban en detalles específicos de cualquier memoria o experiencia individual.
cuán rápidamente reaparecieron los bienes y los alimentos después del 11 de v\ La memoria como salvación recuerda el gobierno de la Unidad Popular de
septiembre de 1973. En esta forma de contramemoria, la repentina reapari­ Allende como una pesadilla traumática que condujo a la sociedad hasta el bor­
ción de una enorme cantidad de productos ponía en evidencia que los ricos de de un desastre final, y considera la toma de poder militar de 1973 como un
los habían acaparado para crear una crisis de gobernabilidad que sirviera para nuevo comienzo que rescató a la comunidad nacional. Los siguientes son sus
derrocar al gobierno y justificar la intervención militar; La crisis de escasez fue elementos claves: el trauma fundamental de Chile ocurrió antes, y no después,
un artificio y la “salvación” se basaba en una falsedad, en un encubrimiento del 11 de septiembre; la economía había sido llevada a un camino de tomas y
político para justificar la traición a la democracia.6 decisiones arbitrarias que envolvieron a Chile en un caos legal y económico, y,
La memoria emblemática, en suma, es un marco o contexto de significa­ a fines de 1973, en un catastrófico descenso de la producción y una distribu­
ción y, a la vez, una manera de organizar los argumentos culturales en torno al ción ineficiente; la violencia y el odio descontrolados se habían salido de con­
significado. Enmarcar la memoria como una narrativa de salvación es también trol, llevando a Chile al borde de una guerra civil que incluiría una masacre
enmarcar la memoria como un debate sobre salvación versus traición. Formas sistemática, por parte de la ultraizquierda organizada, de sus opositores reales
similares de este enfrentamiento de memoria versus contramemoria se en­ y potenciales. En este contexto, lo que hay que recordar es cuán verdadera­
cuentran en las otras formas emblemáticas de remembranza. mente aterrador y catastrófico era el camino que el país había atravesado entre
No obstante, es importante subrayar que la memoria emblemática puede 1970 y 1973, o quizás, más precisamente, en todo el período Frei-Allende, de
moldear el marco cultural y el debate sólo hasta cierto punto. Las formas más 1964 a 1973. Además, uno debe recordar que después de 1973 el país encon­
dinámicas de debate político y cultural sobre la memoria a menudo ocurren tró una solución a sus profundos problemas: reorganizó exitosamente su vida
como una lucha sobre la primacía o la “verdad” de memorias emblemáticas económica y política, y recuperó su capacidad de convivencia pacífica.
rivales, en un proceso competitivo para establecer qué marcos significativos Pero ¿qué decir sobre la violencia del Estado, sin duda el aspecto más con-
desplazarán a otros y tenderán a conseguir una influencia cultural hegemóni- troversial del régimen militar? O bien esa violencia no ocurrió, o bien las
ca. Las memorias emblemáticas que parecen haber captado la verdad colectiva violaciones a los derechos humanos sí ocurrieron, pero sólo como excesos

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ocasionales e individuales de militares o policías -a veces respondiendo a la dar y lo que puede ser relegado a un lugar secundario de la conciencia históri­
provocación- y no como una política sistemática del Estado, o como un costo ca. La crueldad sistemática de la represión después de 1973; la ausencia de un
social necesario -lamentable, pero necesario- para salvar al país. verdadero estado de guerra a pesar de los decretos de la junta que establecían
Como vimos en el caso de doña Elena (capítulo 1), quienes encuentran sig­ lo contrario; las doctrinas internacionales morales y legales que declaran injus­
nificado en la memoria como salvación construyen un puente entre esas ideas tificable la tortura, la desaparición y la ejecución de prisioneros al margen de
generales y los acontecimientos que vivieron directamente o escucharon de procedimientos legales, incluso en un estado de guerra; la humanidad de las
familiares o amigos cercanos. Como se puede inferir de los casos de la señora víctimas y de las familias de la víctimas: todo esto es lo fundamental para re­
Herminda, Violeta y el coronel Juan (capítulos 2 y 3), un proceso paralelo cordar. Debatir acerca de las opciones políticas de las víctimas antes de 1973,
ocurre con otras memorias emblemáticas principales. o las razones por las que Chile había alcanzado un punto de crisis, no viene al
Una segunda memoria emblemática se levanta en antagonismo diametral caso o se trata de una perversa maniobra de engaño.
a la primera. La memoria como una ruptura irresuelta persigue a aquéllos para . N La memoria como persecución y despertar marca a quienes recuerdan el go-
quienes el régimen militar significó experimentar personalmente la violencia y bierno militar como un período en que tanto la sociedad como ellos mismos
del Estado, especialmente a través de la pérdida de familiares o compañeros, soportaron un largo invierno de represión y autodescubrimiento. La violenta
tan lacerante y vivida como si hubiese ocurrido hoy mismo. El trauma de la persecución de los disidentes, el colapso de los derechos democráticos y la
pena, el miedo, la incertidumbre y la rabia destruyó la continuidad de la vida permanencia de la dictadura en el poder pusieron a prueba los más profundos
y sus relaciones. Define lo más profundo del ser y de las memorias de la per­ valores del individuo y de los compromisos sociales, provocando entonces
sona. La idea central: el gobierno militar llevó al país a un infierno de muerte —para algunos más temprano que para otros—un proceso de despertar. Los
y de tortura, tanto física como mental, sin precedente histórico o justificación individuos y la sociedad descubrieron no sólo una disconformidad que se pro­
moral, y ese infierno continúa. La dictadura no sólo destruyó las vidas. Al fundizaba, o una lucha para encontrar la salida, sino también el autoconoci-
negar por años la verdad de la tortura, las desapariciones y las ejecuciones; al miento, los valores y la consecuencia moral vinculados al hecho de enfrentarse
retener aspectos claves de esta verdad -especialmente el destino específico y con el miedo, con la persecución y, algunas veces, con la rabia.9 Se vivió una
detallado de las víctimas- cuando la total negación ya no fue una opción, y al especie de vida a dos bandas, atrapado entre el dolor y la esperanza, entre la
ingeniar una amnistía que impedía la búsqueda de la verdad completa y ligada persecución y la reivindicación, entre el estigma y la solidaridad.
a la justicia, el general Pinochet y los otros gobernantes militares bloquearon La memoria como persecución y despertar conlleva una cierta semejanza
la posibilidad de la paz interior o la trascendencia para las familias de las víc­ con la memoria como ruptura, pero más como una prima que como una
timas, e impusieron, como consecuencia, una continua bancarrota moral de hermana gemela. Incluye a más gente que sólo a quienes experimentaron di­
la nación. rectamente la pérdida de un ser querido. Su base política y social llegó a ser
Esta herida profunda y abierta casi transforma a las víctimas en dobles per­ bastante más amplia y diversa. En los años 90, su heterogeneidad política
sonas. Por una parte está la persona normal de la vida cotidiana: ella (o él) or­ corría casi paralela a la de la coalición de centroizquierda conocida como la
ganiza eficazmente su vida, atiende a su familia y sus trámites, hace su trabajo Concertación, que guió a Chile durante su transición democrática. Vimos
y saluda a sus conocidos, y mantiene lo mejor que puede los rituales normales algo de su flexibilidad y heterogeneidad en los recuerdos de Violeta y Ramiro.
de la vida cotidiana. Pero por otra parte está también la persona profunda: un El activismo cristiano y moral de Violeta durante la dictadura, y el hecho de
ser humano cuyo ser mas fundamental está anclado en un infierno viviente, que ella viviera en Santiago, ciudad que vivió grandes movilizaciones y luchas
una memoria que reactiva la experiencia de una herida insoportable. Este do­ políticas durante los 80, le permitieron recordar la persecución y el despertar
lor es tan aplastante que elimina mucho del significado de lo “normal” de la con un énfasis casi equivalente. De muchas formas, su recuerdo personal y
vida cotidiana y sus apariencias superficiales.8 colectivo está enmarcado por una tensión constante entre estos dos aspectos
Al igual que la memoria como salvación, la memoria como una ruptura sin de la vida bajo una dictadura. Por otra parte, el exilio interno de Ramiro y
resolver provee un marco de significado que define lo que es importante recor- el prolongado aislamiento rural lo condujeron a una especie de extrema au-

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torreclusión. En su memoria, ei mero peso de la persecución agobia y sofoca permite que ese pasado malentendido y controversial se ventile, envenenará
cualquier sentido de despertar social, aun cuando su ser interno se aferra a los el presente y el futuro. Destruirá las posibilidades de la reconciliación social,
ideales de izquierda y aun cuando valora la solidaridad que él y Claudia reci­ la aceptación mutua y el progreso nacional. El tema del 11 de septiembre y
bieron en momentos cruciales.10 la subsiguiente violencia militar puede ser muy importante, y privadamente
Si volvemos a la metáfora de un espectáculo bajo una carpa al aire libre, la uno puede interpretarlo como quiera, pero esas memorias son tan polémicas
memoria como persecución y despertar funciona como el show que invita a y volátiles que ponen en peligro la vida personal, familiar y colectiva. Dado
más y más gente a encontrar su lugar dentro de la carpa, y a unir su conoci­ que el tema de la memoria no tiene solución, y dado que provoca conflicto
miento y experiencia personales a un significado más amplio y emblemático. y peligro, simplemente es mejor cerrar la caja de la memoria. Mantener la
Algunos ponen el acento más en la persecución; otros vinculan sus experien­ caja cerrada es una precondición para la tranquilidad y la reconciliación, sea
cias a una dialéctica de persecución y despertar social. Algunos ven el desper­ entre los familiares divididos que se reconcilian entre ellos y renuevan un
tar como un desenlace positivo durante los 90, traducido en una transición espíritu familiar, entre los ciudadanos divididos en la familia nacional imagi­
democrática práctica y estable, respetuosa de la verdad y de los derechos ciu­ nada, o incluso dentro del propio individuo en conflicto que busca una paz
dadanos, y que permitió construir bases realistas para una sociedad más equi­ psicológica con -o a distancia de- su propio pasado. Las memorias de cada
tativa en el futuro. Otros ven el despertar como un potencial futuro que llegó uno pertenecen a un pasado que debe ser superado por la pura voluntad de
a existir, pero que luego fue frustrado. Desde este punto de vista, la ola de superarlo.13
movimientos sociales de los 80 —por la democracia y los derechos humanos, La memoria como caja cerrada, así como la memoria de persecución y des­
por los derechos indígenas y de las mujeres, por la equidad económica y labo­ pertar, es como una prima de otra memoria emblemática: en este caso, aquélla
ral- fue la promesa de un despertar que fue socavada o traicionada en los 90 de la salvación. La semejanza reside en la manera en que muchos de sus defen­
por una transición democrática demasiado débil para enfrentarse a las reglas sores, cuando están dispuestos a abrir discretamente el cofre de la memoria,
del juego negociadas e implementadas por el general Pinochet y el saliente ré­ encuentran significado en la narrativa de salvación. El efecto práctico de la
gimen militar. Algunos se alinean muy cerca, casi poniéndose en su lugar, con memoria como una caja cerrada suele ser también más amigable para los ad-
el espíritu de la remembranza como una ruptura irresuelta, y con sus símbolos herentes incondicionales de esta memoria como salvación. Cerrar la caja hace
y voces humanas; otros manifiestan una simpatía más ambivalente, respetuosa más fácil -más por silencio y omisión que por una postura explícita- colocar
de quienes sufrieron una ruptura permanente pero que también tiende a ver un barniz benigno sobre el pasado militar. En particular, acepta sin objeciones
sus demandas o necesidades como un “problema” molesto para una transición el decreto de autoamnistía de la junta de 1978.
democrática estable.11 La semejanza amistosa entre distintos marcos de organizar la memoria no
La gran fortaleza y a la vez debilidad de la memoria como persecución y des­ implica, sin embargo, una similitud completa o exacta. La remembranza como
pertar es precisamente esta flexibilidad y heterogeneidad. A través de grupos una caja cerrada puede convocar también a pragmatistas o “realistas”, que dis­
sociales y sensibilidades políticas distintas, a través de experiencias regionales crepan de la memoria del periodo militar como salvación pero que piensan
específicas, a través del tiempo histórico, desde los 70 a los 90, la flexibilidad que la necesidad de justicia y de ventilar culturalmente las persecuciones y
facilita la construcción de coaliciones políticas y culturales, e incluso puede rupturas del pasado, si bien es comprensible, está sobrepasada por considera­
potenciar una especie de hegemonía cultural. Pero también deja espacio para ciones políticas prácticas. La fuerza de los militares y del núcleo base de sus
una gran cantidad de malentendidos y fricciones entre aquellos que están en partidarios, y de los inversionistas que quieren la tranquilidad y la estabilidad
el mismo campo de la memoria y que, presumiblemente, comparten un en­ social casi a cualquier costo, convierten la búsqueda de justicia y su expresión
tendimiento básico sobre el pasado militar.12 cultural en demasiado desestabilizadoras y contraproductivas. Al igual que la
Una cuarta memoria emblemática, la memoria como una caja cerrada, ve memoria como persecución y despertar, la memoria como una caja cerrada
el colapso de 1973 y la subsiguiente violencia como asuntos profundamen­ puede articular a un conjunto de personas y perspectivas más heterogéneo que
te perturbadores, divisorios e incluso peligrosos que es mejor olvidar. Si se el marco de significación de su memoria “prima”.

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En el fondo, la memoria como caja cerrada es la rememoración como Recordemos, en este contexto, tres puntos presentados anteriormente (en el
olvido. Muy lejos de la amnesia involuntaria de alguien que ha sufrido una epílogo del capítulo 2). Primero, la memoria es emblemática porque pretende
mala caída, sin embargo, el olvido está lleno de memoria y significado. Ba­ captar una verdad esencial sobre la experiencia colectiva de la sociedad. Dice
sándose en el recuerdo es como uno define la utilidad del olvido. Basado en no sólo lo que les pasó a una persona o a la familia, amigos o camaradas de esa
el recuerdo es como uno define lo que debe ser relegado a un segundo plano persona, sino que además sugiere que esta experiencia revela algo fundamental
o bien olvidado. Algunas memorias sueltas o de trasfondo son útiles porque acerca de un círculo social más amplio: un partido político y sus simpati­
le recuerdan a uno los peligros que justifican cerrar la caja. Otras memorias zantes, un barrio o comunidad, una clase social o grupo étnico, o, a final de
provocan problemas. La prudencia le permite deslizarías a los márgenes de cuentas, la familia o comunidad nacional imaginada.17
la conciencia.14 Segundo, un marco de remembranza es también emblemático porque mu­
En este contexto, por ejemplo, recordar las violaciones de los derechos hu­ cha gente ha llegado a compartir la idea de que éste representa la verdad.
manos que diseñó y ejecutó Manuel Contreras como comandante de Tejas Gente que no sólo encuentra en él un ancla que organiza el significado de los
Verdes y jefe de la DINA, entre 1973 y 1977, se vuelve menos importante que conocimientos y las experiencias personales que de otro modo podrían flotar
recordar lo que ocurrió en el país cuando Contreras y su segundo, Pedro Es- sueltos, sino que también logra una cierta validación de estas experiencias a
pinoza Bravo, fueron condenados por la justicia en 1995. Los procedimientos través de los acontecimientos, las relaciones y los discursos que circulan en
judiciales finales y la sentencia a prisión de Contreras y Espinoza provocaron un dominio público o semipúblico —en los medios de comunicación o en los
una crisis nacional que resultó profundamente peligrosa, pues generó temores boletines informativos alternativos; en las reuniones, manifestaciones y pro­
de una intervención militar para detener los juicios sobre derechos humanos, testas callejeras; en las celebraciones, discursos y controversias oficiales; o en
expuso al gobierno democrático como demasiado débil para encargarse de los informes sobre la verdad, los libros, la música, y los foros y performances
la custodia física de Contreras durante meses, tensó las relaciones políticas culturales—. Al encontrar un espejo o un “efecto eco” en un dominio cultural
entre los demócratas en la coalición de centro izquierda e incentivó el cinismo público, uno se da cuenta de que otros han llegado a un entendimiento simi­
acerca del sistema político civil. Los acontecimientos de aquella crisis de 1995 lar de la memoria, la experiencia y la verdad colectivas.18
son recordados como una advertencia de que el olvido acerca de los años 70 Tercero, estas condiciones implican que la formación de la memoria emble­
puede ser necesario y que la justicia puede tener consecuencias negativas. La mática emerge de un proceso de interacción, recíproca pero selectiva, entre la
democracia chilena sobrevivió esa crisis particular y Contreras terminó en la memoria como emblema y la memoria como saber o conocimiento personal.
prisión (aunque en una construida especialmente para el caso), pero ¿cuántas Los hechos, las historias, los rumores y los significados que la gente recuerda
otras crisis podría sobrevivir el país? Precisamente por esa razón, uno puede como cosas que vivió personalmente o escuchó de otros -y que considera lo
apreciar una memoria discreta que cierra la caja sobre el tema de 1973 y la suficientemente significativos, urgentes o curiosos como para traspasarlos a
violencia política.15 otros—constituyen un rico saber cultural que sirve como materia prima para
la construcción de la memoria emblemática. Como hemos visto (epílogo
Proceso 1: la formación de las memorias emblemáticas del capítulo 2), no todo el saber cultural se vincula fácilmente a un marco
Estas cuatro memorias emblemáticas -la salvación, la ruptura, la persecu­ de significado emblemático. Algunas historias corroboran con facilidad un
ción y el despertar, y la caja cerrada- han competido en el dominio público y marco emblemático principal y encuentran un significado más amplio den­
en las mentes de las personas en la medida en que se recuerda la crisis de 1973 tro del mismo. Otras memorias, como el conocimiento de la bondad y del
y sus violentas secuelas. Sin embargo, aun cuando observemos que la memo­ remordimiento, parecen captar una verdad poderosa, pero no encajan con
ria emblemática es construida socialmente y es selectiva, y que constituye un comodidad dentro de marcos emblemáticos importantes. Y, más aun, hay
marco de significado más que un contenido específico o “cosa”, no hay que otras historias que flotan libremente, desprovistas de una circulación o de un
caer en la trampa de suponer que la memoria emblemática es una invención o significado social más amplios y condenadas a una especie de de marginali-
una manipulación arbitraria.16
dad cultural.

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En suma, el proceso de formación de las memorias emblemáticas, aunque les” o a “hechos duros” vinculados a éstas. Por ejemplo, para la gente política­
incluye esfuerzos de persuasión y manipulación, es más complejo e histórica­ mente de centro, la memoria como ruptura era algo difícil de desechar como
mente fundado que la simple idea de una invención. Las memorias emblemá­ un invento cuando aludía al avistamiento de cuerpos en el río Mapocho, que
ticas son invenciones humanas, pero no son invenciones arbitrarias. Por ello es muchos habían visto y que había generado comentarios y rumores en San­
necesario considerar los criterios y procesos históricos que dan credibilidad e tiago, o cuando aludía a conmovedores testimonios de experiencias “reales”
influencia a la rememoración emblemática como entendimientos de experien­ recogidas y ratificadas por la Iglesia Católica chilena. La autenticidad de la
cias que encuentran un “eco” en la sociedad y en la cultura. Es este complejo memoria como ruptura y persecución se volvió más difícil de desechar —in­
efecto eco lo que permite a una memoria emblemática tomar vuelo cultural y cluso en algunos sectores políticos conservadores—cuando la Iglesia Católica,
“convencer” a la gente y a los grupos sociales, entregando así significados más los medios de comunicación y una investigación judicial confirmaron que los
amplios a varias memorias sueltas. restos de seres humanos asesinados descubiertos en 1978 en los hornos de cal
de Lonquén coincidían precisamente con los campesinos “desaparecidos” que
Considérense seis criterios interrelacionados, algunos más obyÍQs_que otros, habían sido buscados durante años por sus familiares, el Comité Pro Paz y la
que influyen en esta capacidad de “convencer”. Primero, historicidad. Las me­ Vicaría de la Solidaridad. Las alusiones a la experiencia real, ratificadas por el
morias emblemáticas ganan influencia cuando se refieren a un momento o un conocimiento personal, el testimonio confiable o los hechos concretos, fueron
tiempo de ruptura, percibido como decisivo y fundacional por lo que viene especialmente importantes para otorgar autenticidad a las formas de memoria
después para al menos una o dos generaciones. Cuando los símbolos y las disidente.21
consecuencias de una ruptura son ampliamente experimentados por adultos ; Tercero, amplitud y flexibilidad. Como mencionamos anteriormente, la
y jóvenes “como un gran momento de redefinición”, la necesidad de elaborar memoria emblemática funciona como la presentación de un espectáculo bajo
memoria colectiva y significado se vuelve más poderosa, y la posibilidad de una gran carpa que invita a diversas personas a unirse al proceso y encontrar
que surjan dinámicas intergeneracionales y de transmisión significativas tam­ en él un significado más amplio para sus memorias específicas. Mientras más
bién emerge con más fuerza. Como reconocerán los historiadores de Alemania amplio y flexible sea el marco de significación, más efectivamente se puede
y de las familias sobrevivientes del Holocausto, una especie de transmisión construir, desde una multitud de diversas experiencias específicas traídas a la
intergeneracional puede ocurrir incluso a través de un silencio o tabú que carpa, un imaginario colectivo que parezca también una experiencia “real”
significa que algo terrible y decisivo sucedió, pero que los mayores desean compartida. Ya hemos visto, en la memoria como persecución y despertar, el
enterrar en una caja de la memoria cerrada.19 ejemplo de un marco que probó ser lo suficientemente flexible para acomodar
En el caso chileno, el sentido de que la sociedad había llegado a una en­ una considerable heterogeneidad. Por otra parte, si uno reduce rígidamente
crucijada decisiva era universal por agosto y septiembre de 1973. Además, el el marco de significación o lo vincula demasiado estrechamente a la memoria
poderoso simbolismo de los acontecimientos del 11 de septiembre subrayó como un “contenido” o “cosa” específica, enfrenta riesgos. Muy pocas personas
esta sensibilidad. El bombardeo del Palacio de la Moneda el 11 de septiembre se sentirían invitadan a la carpa como codueñas potenciales de la remembran­
simbolizó dramáticamente la historicidad de la intervención de las fuerzas ar­ za. Además, se correría el riesgo de que los partidarios de las memorias emble­
madas. El tradicional centro físico de la vida política y la democracia chilena máticas rivales expongan conclusiones que podrían convertir en una mentira
había sido destruido y luego demolido; Chile tendría que construirse de nue­ algún contenido o “cosa” crucial de la memoria. Por ejemplo, las primeras
vo. El elocuente y dramático discurso final del presidente Allende por la radio versiones de la memoria como salvación simplemente negaron los hechos —la
también otorgó una poderosa historicidad al 11. Como muchos chilenos re­ veracidad—de los asesinatos, los secuestros y las desapariciones permanentes.
currieron a la radio para seguir los acontecimientos de la mañana, Allende no Presumiblemente, el nuevo gobierno era demasiado benevolente en instinto y
sólo dijo adiós a quienes estaban vivos: también habló para la posteridad.20 motivación para actuar de esa manera. Cuando la negación total se tornó una
Segundo, autenticidad. Las memorias que pretenden captar una verdad em­ mentira obvia, los defensores de la memoria como salvación buscaron acer­
blemática son más convincentes cuando aluden a experiencias concretas “rea­ camientos más flexibles, ya fuese una versión de la salvación que incluyera las

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ideas de que los “excesos” fueron esporádicos y los costos sociales necesarios, o En el caso de la memoria como salvación, la mujer chilena digna y respeta­
un marco de remembranza alternativo que argumentara que había llegado el ble, una persona de clase media o clase media alta que pedía una solución al
momento de cerrar la caja de la memoria y dejar el pasado en el pasado.22 problema de la escasez, el caos y el temor a la violencia, sirvió como símbolo
Cuarto, {proyección en los^espacios públicos y semipúblicos. En la medida en catalizador de todo lo que había salido mal antes de la salvación del día 11.
que la remembranza esté confinada a un ambiente muy pequeño y encerrado Doña Elena, una mujer con un fuerte sentido de dignidad, modales y orden,
-algo compartido por un diminuto círculo de amigos y familiares, o que cir­ pero que antes de que los militares intervinieran para enderezar a Chile había
cula en el mejor de los casos como un rumor no confirmado y clandestino- sentido que su mundo se destrozaba, es un ejemplo viviente de este simbolis­
resulta extremadamente difícil construir puentes entre la memoria personal mo. Para los defensores de la memoria como salvación, la intervención militar
suelta y la memoria emblemática. El único puente que es a la vez seguro y del 11 fue un “pronunciamiento” y no un “golpe”, precisamente porque la so­
que conduce a un efecto eco confirmante es el puente a la memoria oficial ciedad chilena —especialmente las mujeres respetables, en nombre de la socie­
propagada por el nuevo régimen. Para los disidentes potenciales, la cultura del dad- había pedido una solución enérgica y efectiva a la inminente catástrofe.
miedo implica fragmentación y una censura autoimpuesta que imparte una Las mujeres se habían manifestado contra Allende y habían golpeado sus ollas
cierta clandestinidad a la experiencia profunda (incluso en los grupos que no vacías para reflejar la urgencia de sus problemas para encontrar alimentos y su
están comprometidos con la organización política o social clandestina). Para miedo a que el desorden expusiera a sus familias a la violencia. El pronuncia­
que lleguen a ser culturalmente influyentes, las memorias emblemáticas disi­ miento militar respondió al llamado de las mujeres y volvió a colocar a Chile
dentes deben de alguna manera traspasar esos límites y conseguir elaboración en un camino en el cual las mujeres chilenas respetables y sus familias podían
y circulación en espacios más o menos públicos: medios de comunicación de recobrar su mundo de orden, dignidad y progreso.26
circulación amplia; foros culturales e intelectuales, como los eventos y la vida Para la memoria como la ruptura no resuelta, las mujeres también encarna­
universitaria; redes sociales semipúblicas de información, como clubes de lec­ ron el sufrimiento de la sociedad. En este caso, sin embargo, el referente social
tura, comunidades laicas cristianas y boletines de solidaridad; o actos públicos fueron mujeres como la señora Herminda: madres y esposas que sufrieron el
como las acciones y manifestaciones callejeras, que provocan publicidad y peor dolor imaginable, aquél de perder a un familiar por la acción de un Esta­
reacción. Sin esta proyección, los marcos de rememoración potencialmente do que no sólo secuestraba o mataba a sus seres queridos, sino que además se
emblemáticos permanecen culturalmente arrinconados y aislados, y las me­ rehusaba cruelmente a responder al amor y al dolor de las mujeres entregando
morias sueltas que podrían sustentarlos sobreviven fragmentadas, en el mejor una información honesta y confiable.
de los casos como una especie saber alternativo flotante.23 Las mujeres en busca de sus seres queridos desaparecidos se convirtieron
Quinto, encamación en un referente social convincente. Un referente social, en un poderoso referente social, proyectado en el dominio público tanto
a la vez concreto y simbólico, no solamente provee una encarnación viviente por la propia acción de las mujeres como por una publicidad comprensiva y
para la remembranza emblemática. En la medida en que el referente social solidaria articulada alrededor de la Iglesia. El simbolismo era tan poderoso
provoca respeto cultural e incluso simpatía, invita a la gente a identificarse con que no sólo provocaba simpatía y solidaridad, sino también una hostilidad
el símbolo humano, o al menos a otorgarle una cierta autenticidad y legitimi­ feroz. Aquellos que no querían escucharlas o creerles, o que deseaban soca­
dad a la remembranza que encarna.24 var su credibilidad, tendrían que estigmatizarlas. En ese espectro, el extremo
El surgimiento de referentes sociales convincentes es crucial para la cons­ más odioso podría tildarlas de “fanáticas”; a sus seres queridos catalagarlos
trucción de una memoria emblemática efectiva. Cuando los chilenos constru­ como “subversivos” que se habían visto envueltos en desenfrenadas acciones
yeron las primeras versiones de las cuatro memorias emblemáticas planteadas armadas y que se merecían lo que les hubiera ocurrido, y a los “presuntos”
aquí, encarnaron la “verdad” de los recuerdos en referentes humanos claves. desaparecidos como gente irresponsable que abandonaba a sus familias por
En realidad, las personas presentadas en los capítulos precedentes no sólo eran amantes o por una nueva vida. Una forma de estigma más suave y paterna­
“gente real”. Tienen también una cercana conexión con los referentes simbó­ lista reconocía que perder a un familiar ocasionaba, por supuesto, un dolor
licos claves que emergieron en los años 70.25 personal enorme, pero sugería que esta pena podía, comprensiblemente, lié­

is©
var a las mujeres a expectativas distorsionadas del Estado y a obsesiones con Para la memoria como una caja cerrada, que llegó a ser especialmente im­
el pasado.27 portante después de la promulgación del decreto de amnistía en 1978, un
Dada la heterogeneidad -la copropiedad- que llegó a caracterizar la memo­ referente social culturalmente convincente no surgió en forma tan clara o
ria como persecución y despertar, y su flexibilidad como marco significativo, su coherente como en los otros casos. Los chilenos que simbólicamente han jus­
evolución histórica después de 1973 fue compleja y sus referentes simbólicos tificado el cierre de la caja varían desde lo específico —los combatientes de
claves cambiaron y se multiplicaron con el tiempo. En los años 80, cuando todos los bandos que habían caído en supuestas confrontaciones armadas, en
irrumpieron las protestas en las calles y los espacios políticos públicos se volvie­ una fase triste de la historia que ahora podía ser dejada atrás- hasta un sentido
ron concurridos y turbulentos, varios referentes claves emergieron: los jóvenes más general de que los ciudadanos y familias chilenos estaban cansados de
de las poblaciones, atrapados entre la rabia inducida por la violenta persecución conflictos y ahora querían alejarse del odio y de los excesos del pasado. En
a manos de una dictadura aparentemente sin fin y sus anhelos de democracia y este contexto simbólico más opaco, el coronel Juan parece conectarse con el
futuro; las mujeres pobladoras, que sufrieron la miseria económica y la repre­ simbolismo humano. Eran los oficiales y soldados que habían sido llamados a
sión pero que también despertaron, a través del trabajo por los derechos huma­ servir al país en una coyuntura sumamente difícil los que, presumiblemente,
nos y la movilización política, para descubrir su propia fuerza como mujeres y tenían la necesidad más apremiante de dejar el pasado en el pasado.30
sus derechos como ciudadanas; los líderes políticos de la centroizquierda, que
descubrieron, a través de su proceso de fracaso político y la verdad devastadora Un sexto elemento en la capacidad de convencer y crear efectos de eco re­
de la persecución, tanto un renovado compromiso con la democracia y los sulta tan imprescindible como obvio: portavoces efectivos. Las voces humanas
derechos humanos como la necesidad de colaborar en la construcción de una comprometidas y organizadas para compartir experiencias y verdades, para
democracia que fuera sostenible por encima de las ideologías.28 proyectarlas más allá de los círculos personales de confianza mutua y para
En los años 70, sin embargo, cuando la verdad oficial y el gobierno man­ insistir sobre ellas incluso frente a aquellos que podrían no querer escuchar
tenían mayor control del espacio público, la gente como Violeta simbolizó la son fundamentales para la formación de las memorias emblemáticas. Sin esos
memoria como persecución y despertar. Personas de una profunda conciencia actores humanos que hacen, interpretan e insisten en una u otra forma de
moral -especialmente sacerdotes y líderes religiosos, pero también hombres y rememoración colectiva -y que empujan y se involucran en una insistente
mujeres laicos que sintieron el llamado de la fe o de la conciencia- no pudieron performance político-cultural de la memoria-, ninguno de los otros elementos
cerrar ios ojos ante la realidad de una emergencia en derechos humanos. La fe mencionados anteriormente puede realmente “suceder”.
y la moralidad cristiana obligaron a reconocer las necesidades y la persecución, Más adelante en este capítulo ampliaremos este tema cuando analicemos
y a trabajar con organizaciones como el Comité Pro Paz o la Vicaría de la Soli­ los nudos de la memoria. Nuestro propósito principal aquí ha sido sugerir las
daridad para entregar una voz testimonial a la “gente sin voz”. En una sociedad maneras en que los marcos de significación que hemos llamado memoria em­
católica, cuyos gobernantes militares proclamaban su fidelidad al cristianismo blemática, aunque son una creación humana inherentemente selectiva, no son
como un principio básico y donde la polarización política y la amargura habían en absoluto arbitrarios. Sencillamente, resumir la variada lista de elementos
calado profundamente, un referente social que cuestionara la verdad oficial que influyen en la resonancia o el efecto eco cultural de la memoria emble­
sobre las bases de la conciencia religiosa era lo más factible, cultural y práctica­ mática -la historicidad de la ruptura recordada, la autenticidad y alusión a la
mente hablando. La conciencia religiosa enmarcaba la cuestión de la violencia autenticidad, la amplitud y flexibilidad, la proyección en el espacio público o
y los derechos humanos como asuntos trascendentes. Eran temas que estaban semipúblico, la encamación en un referente social convincente, y su respaldo
más allá de los cálculos, reglas y discrepancias políticas mundanas. Aquellos y proyección por portavoces humanos organizados—expone las maneras en
que insistieron en defender los derechos humanos fundamentales tenían el de­ que las memorias emblemáticas no son capaces de emerger por obra el mero
recho de hacerlo porque actuaban no como una oposición política, sino como azar o la mera manipulación.
chilenos de conciencia. La suya era una insistencia moral, legitimada y organi­ Las memorias emblemáticas son maneras de organizar y pensar acerca de
zada -y parcialmente protegida- por la Iglesia Católica chilena.29 la experiencia, y en este sentido son por definición una invención humana.

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Pero, para lograr un peso cultural, deben conectarse a los acontecimientos y Los nudos de la memoria en el cuerpo social también interrumpen el flujo
experiencias “reales” de al menos una o dos generaciones. Y deben relacionarse normal de los reflejos y hábitos “inconscientes”, y empujan con fuerza para
con las necesidades y sensibilidades generadas por tales experiencias en grupos que los temas de memoria y olvido tengan presencia y peso en el dominio
sociales importantes o en amplias franjas de la sociedad en su conjunto. público. Reclaman o causan problemas que atraen la atención y la conciencia,
perturbando así los hábitos reflexivos cotidianos y los eufemismos que propi­
Proceso 2: los nudos de la memoria en el cuerpo social cian la insensibilidad. Uno termina respondiendo aun cuando el propósito sea
El necesario efecto eco entre la memoria personal individual, por una parte, sencillamente encontrar un poco de “alivio” y volver a la normalidad. Expre­
y el significado emblemático, por otra, nos coloca frente a frente con la forma­ sado teóricamente: los nudos de la memoria son sitios —en la sociedad, en los
ción de la memoria emblemática como una actividad humana. La memoria lugares o en el tiempo- tan molestos, insistentes o conflictivos que mueven a
emblemática emerge de múltiples esfuerzos humanos, conflictivos y compe­ los seres humanos, al menos temporalmente, más allá del homo habitus pos­
titivos, para dar significado a una gran ruptura colectiva, trauma o viraje de­ tulado por el antropólogo Pierre Bourdieu.34 Expresado coloquialmente: los
cisivo -una experiencia percibida como decisiva o transformadora y, por lo nudos de la memoria son aquellos sitios en los cuales el cuerpo social grita.
tanto, “histórica”. - Estos sitios son multidimensionales. Los nudos de la memoria, de la mane­
Estos esfuerzos constituyen un proceso de aprendizaje. Los portavoces y ra en la que estoy usando el término, se refieren tanto a sitios de humanidad
sus públicos potenciales descubren cómo construir puentes hacia la memoria como a sitios en el tiempo o de materia física o geográfica. Grupos y líderes
emblemática y así encontrar su verdad colectiva. El proceso es más práctico humanos específicos, fechas y acontecimientos específicos, sitios físicos espe­
que teórico, una especie de aprender a fuerza de ensayos, errores e improvi­ cíficos, todos ellos remueven, recolectan y concentran memorias, “proyectan­
sación ante los marcos significativos rivales y, para aquellos que organizan la do” de este modo la memoria —y las polémicas sobre la memoria—en el espacio
memoria disidente, enfrentando la hostilidad y la represión del Estado. En y la imaginación públicos.35
efecto, los organizadores humanos de la memoria aprenden sobre la marcha, Revisemos brevemente estas tres dimensiones.36
con variados grados de éxito, cómo tratar problemas como la autenticidad, la Sitios de humanidad. Algunos grupos humanos específicos —hayan sido al­
flexibilidad, la proyección en el dominio público y la encarnación simbólica tos oficiales y colaboradores civiles de un gobierno militar y sus oficinas de
en referentes humanos atractivos.31 relaciones públicas, miembros y defensores de las redes de los familiares de
Los grupos sociales y líderes específicos suficientemente motivados como los desaparecidos, líderes y activistas de derechos humanos u organizaciones
para organizar e insistir en la memoria constituyen “nudos” molestos en el religiosas, miembros y personal de una comisión de verdad del gobierno ci­
cuerpo social. Interrumpen la vida más inconsciente y habitual, y exigen que vil, periodistas dispuestos a exponer la verdad escondida o a legitimar una
la gente construya puentes entre su imaginario personal y sus experiencias oficial, o simplemente personas que se sentían de alguna manera convocadas
personales sueltas, por una parte, y el imaginario emblemático más colectivo, a participar en una conmemoración o una protesta callejera- desarrollaron
por otra.32 intensas motivaciones para organizar y proyectar particulares tipos de memo­
La idea de un nudo de la memoria es una metáfora inspirada en. encuerpo rias emblemáticas en el dominio público. Estos actores crearon información,
humano.33 Pensemos en un nudo en el estómago que se produce cuando uno acontecimientos, conmemoraciones, publicidad y escándalos que atrajeron y
está nervioso, un nudo en la garganta cuando se está conmovido, una masa de reunieron a la gente en la remembranza, o al menos obligaron a alguna forma
nervios y músculos que se tensa y grita por alivio. Estos momentos corporales (sea aprobando o desaprobando, justa o tendenciosamente, ingenua o escépti­
rompen el “flujo” normal de la vida cotidiana y del hábito, es decir, la existen­ camente) de cobertura por parte de los medios de comunicación.
cia mental y física que descansa en los reflejos (sean aprendidos o instintivos) En mayor o menor grado, todas las personas que hemos encontrado en los
para disminuir la necesidad del pensamiento consciente y la memoria. De capítulos anteriores participaron o fueron influenciadas por los nudos de la
pronto experimentamos una conciencia alertada, una exigencia para que aten­ memoria humanos que se formaron después del 11 de septiembre de 1973.
damos, pensemos, sintamos o respondamos. Doña Elena participó intermitentemente en la formación de la memoria he­

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roica. Ella se unió a las gigantescas manifestaciones que se celebraron en las Sitios en el tiempo. Los acontecimientos particulares y las fechas, ya fuesen
calles los primeros aniversarios del 11 de septiembre como la salvación de Chi­ escándalos como los asesinatos con autos-bombas en suelo extranjero de anti­
le. Se basó en los informes oficialistas del El Mercurio y de Radio Agricultura guos dignatarios chilenos, o conmemoraciones con una profunda carga cultu­
para distinguir la verdad del rumor y enmarcar el significado de los aconteci­ ral, como el 11 de septiembre o el 1 de mayo, concentraron el poder simbólico
mientos. Por un tiempo trabajó con la Secretaría Nacional de la Mujer, cuyas de “convocar” o proyectar memoria. En realidad, los tres primeros aniversarios
actividades de extensión y publicaciones promovían la idea de una salvación del golpe como un momento especial para la memoria -celebraciones oficiales
nacional de la ruina, conducida por los militares pero ayudada por las mujeres impulsadas por discursos, desfiles, concentraciones masivas y retrospectivas de
voluntarias auxiliares. La señora Herminda y Violeta fueron activistas más los medios de comunicación en torno a la acción “de rescate” de 1973, el rol
consistentes en el forjamiento de la memoria. Ellas participaron por largos del Ejército y los militares en la historia nacional y el día de la independen­
períodos en nudos de memoria disidentes, particularmente en la organización cia—también fueron acompañados por convincentes homicidios más allá de
de familiares de los desaparecidos y la Vicaría de la Solidaridad. Se basaban las fronteras. La DINA organizó el asesinato con un auto-bomba del general
tanto en los boletines de información alternativos -como los de la Vicaría y su Carlos Prats —el comandante en jefe del Ejército que había sido desplazado
revista Solidaridad—como en sus informes confidenciales sobre derechos hu­ en agosto de 1973 para despejar el camino del golpe- y de su esposa, Sofía
manos para vincular las experiencias y testimonios personales con las verdades Cuthbert, en Buenos Aires, en 1974; el tiroteo que hirió gravemente al líder
colectivas. Se unieron a valientes acciones que provocaron escándalo, inclu­ democratacristiano Bernardo Leighton y a su esposa, Anita Fresno, en Roma,
yendo una dramática huelga de hambre de familiares que exigían el retorno en 1975; y el auto-bomba que asesinó al líder socialista Orlando Letelier y a
de los desaparecidos y un informe verdadero sobre su destino, y participaron su colega Ronni Moffitt en Washington D. C., en 1976. El poder simbólico
también en ruidosas manifestaciones, en prominentes espacios cívicos que del 1 de mayo derivaba del hecho de que el movimiento laboral había desarro­
buscaban exponer la tortura y aunar la conciencia moral. llado una fuerte presencia política y cultural en Chile antes de septiembre de
Comparado con aquellas tres mujeres, el coronel Juan fue el “activista” me­ 1973. Difíciles de ignorar o de suprimir, estos acontecimientos y aniversarios
nos organizador de memoria pública. No tuvo una conexión oficial directa exigieron esfuerzos humanos de interpretación, control y proyección, y am­
con el trabajo de comunicaciones o de relaciones públicas del Ejército. Tam­ pliaron el círculo de atención a la memoria.
poco gozó de un rango de responsabilidad lo suficientemente alto como para Además, la magia cultural de las fechas cargadas de memoria abrió opor­
forjar memoria oficial pública a través de sus propios dichos o acciones. Pero, tunidades para la organización y la publicidad de parte de grupos humanos
como oficial, participó en las ceremonias internas de conmemoración y trans­ que buscaron magnificar el “llamado” de la remembranza colectiva. Éste fue
misión de memoria del Ejército y en sus códigos de silencio y eufemismos. el caso del Día Internacional de la Mujer. Hacia los 80, la celebración del 8
Como oficial también tuvo un lugar en la cadena de responsabilidad para de marzo se volvió una fecha tan relevante como el 11 de septiembre o el 1 de
mantener la moral y la disciplina —para enmarcar adecuadamente los hechos mayo, días en los cuales la gente se sentía estimulada a responder y que esta­
y eludir o neutralizar cualquier duda- entre los soldados bajo su mando. A ban cargados con las luchas por la memoria. Éste fue también el caso de ani­
su vez, siguió la dirección de sus superiores y de las comunicaciones oficiales versarios de escándalos de derechos humanos especialmente notorios, como la
cuando desestimó el problema de las violaciones de los derechos humanos, fracasada tentativa de la DINA, en julio de 1975, de explicar la desaparición
definiéndolas como una consecuencia lateral y menor de una “guerra” que de 119 personas como el resultado de una lucha fraticida que llevaban a cabo
afectó a poca gente, que naturalmente produjo algunos pocos excesos de parte militantes de izquierda en Argentina.37
de combatientes individuales y que en cualquier caso pertenecían a una era ya Sitios de materia física o geografía. Los lugares o artefactos físicos pudieron
superada. En suma, el coronel Juan fue en parte audiencia y en parte correa adquirir el poder de una conexión casi sagrada con el pasado y, consecuen­
de transmisión de la memoria del Ejército chileno, aunque sería ir demasiado temente, incentivar y proyectar polémicas sobre la memoria y la amnesia.
lejos considerarlo un actor directo o un líder al interior de los nudos militares Cuando los restos de varios campesinos desaparecidos fueron descubiertos
que hacían la memoria oficial e insistían en ella. en los hornos de cal abandonados de Lonquén en 1978 (véase el capítulo 2),

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el hallazgo llevó el problema de los desaparecidos hacia un escenario públi­ las actividades y relaciones humanas organizadas ya sea para crear o para res­
co más amplio. Lonquén y sus cadáveres se volvieron objetos de procesiones ponder a los nudos de la memoria nos permiten trazar el hacer y el deshacer
memoriales, procedimientos judiciales, reportajes de noticias y luchas por el de las memorias emblemáticas -los polémicos procesos que proyectan algunas
control. Teóricamente hablando, los lugares físicos o materiales ejercen una maneras poderosas de organizar la memoria en el dominio cultural público
cierta magia cultural, en parte porque están conectados directamente con un como “verdades” esenciales a través de las cuales la gente construye puentes
gran trauma o viraje histórico -como en el caso de úna casa de tortura, el sitio entre el conocimiento o la experiencia personal y una imaginada comunidad
de una masacre o asesinato o unos cadáveres descubiertos en forma sorpresi­ nacional de experiencias, mientras empuja hacia los márgenes a otros conoci­
va- y en parte porque se ven imbuidos de una cierta conexión íntima con la mientos y narrativas.
historia sagrada a través de una invención humana “después del hecho”, como
ocurre con un museo, un monumento, una película o un libro testimonial. Es Política y cronología
la interacción entre la ascendencia física directa y la invención cultural lo que La formación de la memoria colectiva es un proceso intensamente políti­
cuenta -enciende la imaginación y hace recordar un trabajo estimulante y ab­ co, de manera obvia y no tan obvia. Después de todo, son los aterradores y
sorbente, una cosa de peso que cautiva-, aunque el balance o “juego” entre las a menudo divisorios períodos del trauma, de la ruptura y del viraje histórico
variables difiera de un sitio físico a otro. Un sitio que desciende directamente decisivo los que generan los esfuerzos más intensos para forjar memoria. Las
del trauma debe llegar a ser reconocido como tal a través de la interpretación luchas por la memoria juegan un rol importante en la ganancia o pérdida de
cultural o la lucha. Un museo, un memorial o una película creados después de las “mentes y corazones” políticos. Es decir, amplían o estrechan la legitimi­
los hechos establecen una conexión más sagrada o “auténtica” con el pasado si dad, tanto la de un nuevo régimen que toma el poder en medio de crisis y con­
incluyen artefactos como instrumentos físicos, restos humanos, fotos o soni­ troversias como la de los disidentes que desafían al régimen o sus políticas, o la
dos conectados directamente con el gran trauma. de un gobierno de transición que se basa en la premisa de lograr una aparente
Cualquiera sea el proceso y su mezcla de descendencia física y creación reconciliación nacional. Especialmente en los casos de una dictadura militar
cultural, una vez que el sitio está dotado de una conexión sagrada con un violenta, de una transición democrática frágil y de una propiedad de los me­
pasado traumático y todavía polémico puede desencadenar luchas por la dios de comunicación concentrada económicamente, también la estructura de
memoria feroces y permanentes. Como con aquellos aniversarios y aconte­ poder y las restricciones organizadas desde arriba determinan poderosamente
cimientos cargados de emotividad, los grupos humanos motivados pueden las vías disponibles para una efectiva lucha por la memoria desde abajo.39
sentirse “llamados” a reconocer o crear sitios físicos conectados con su sentido La memoria y la política, en suma, tienen una relación recíproca. La con­
de remembranza colectiva, o, alternativamente, a rechazar o volver cultural­ vulsión política y las atrocidades relacionadas generan luchas de la memoria;
mente invisibles aquellos sitios que otorgan credibilidad y energía organizativa el poder y la política, a su vez, moldean el campo de juego de la memoria. En
a memorias rivales. En el caso de Lonquén, por ejemplo, el gobierno militar una dictadura determinada a rehacer drásticamente la sociedad y a proyectar
consideró necesario organizar una transferencia políticamente amistosa de la su versión de la verdad, y dispuesta a reprimir violentamente la disidencia, el
propiedad, un proceso de toma de control que culminó en marzo de 1980 poder y el miedo ejercen una influencia obvia en la capacidad de los actores
con la destrucción con dinamita de las sacralizadas minas. Su propia existencia humanos para persuadir, es decir, para movilizar a la gente a reunirse, a desafiar
como lugar físico catalizaba demasiada gente, demasiadas romerías, demasia­ la propaganda y la información errónea, y a proyectar versiones disidentes de
das conciencias, demasiadas luchas.38 la memoria emblemática en el dominio público y semipúblico. Más sutilmen­
te, las consideraciones de política y poder pueden canalizar el propio lenguaje
Los grupos humanos fuertemente motivados, los aniversarios o fechas de de la lucha de la memoria. A mediados de la década de 1970, por ejemplo, la
conmemoración simbólicamente poderosas, los restos y lugares evocadores e extrema violencia -extrema no sólo por su efecto en las víctimas, sino también
inquietantes, son nudos de la memoria” en la sociedad, el tiempo y el espacio porque no tenía límites legales o reglas conocidas- de la represión de Estado,
que entregan un enfoque metodológico útil para los historiadores de la me­ el régimen de control formal e informal de los medios de comunicación, la
moria colectiva. Para expresar este punto de una manera más formal y teórica:

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denuncia de los políticos y de la política como ilegítima, la aniquilación de despertar- no pudieron entrar con fuerza y coherencia en el dominio público
las directivas políticas de los partidos de izquierda y la represión contra los de- sino hasta el período 1975-1979. Fue durante esos años cuando los organi­
mocratacristianos, y el cierre forzado del Comité Pro Paz como red ecuménica zadores de la memoria disidente comenzaron a lograr respaldo permanente
para defender los derechos humanos, sirvieron para canalizar el trabajo de la de la Iglesia Católica, una experiencia ligada a la formación de redes sociales
memoria orientado a los derechos humanos hacia un compromiso moral más prácticas de trabajo e intercambio, y la publicación de boletines y una cierta
que político y hacia la Iglesia Católica chilena como vehículo de presión y de presencia en los medios de comunicación que proyectaba lecturas alternativas
disidencia. No es sorprendente entonces que la responsabilidad cristiana y la de la realidad en los dominios públicos y semipúblicos. Estos logros pusieron
conciencia moral pesaran fuertemente en el lenguaje emergente de la memoria bajo una presión más abierta la legitimidad del régimen y su marco de me­
como ruptura, persecución y despertar.40 moria favorable. En esos años, los familiares de los detenidos-desaparecidos
El aspecto político de la formación de la memoria es particularmente evi­ se organizaron y encontraron aliados; forjaron su propia “lectura” de la vida
dente si se considera la cronología de las luchas de la memoria y su influencia chilena y su propia voz pública, cada vez más coherente; realizaron dramáticas
cultural. Los cuatro marcos de memorias emblemáticas -la salvación, la rup­ acciones callejeras, como huelgas de hambre y encadenamientos en los edifi­
tura, la persecución y el despertar, y la caja cerrada—no emergieron todos a la cios, y fortalecieron sus conexiones de solidaridad internacional. Los abogados
vez, como tampoco influyeron de igual manera en todos los momentos. de derechos humanos y los activistas que habían trabajado con el ecuménico
Una sucinta cronología demuestra este punto.41 La primera década del Comité Pro Paz, obligado a cerrar bajo la presión de Pinochet a fines de 1975,
régimen militar, aproximadamente de 1973 a 1982, fue una era “fundacio­ encontraron en la Vicaría de la Solidaridad, de la Iglesia Católica chilena,
nal” en la formación de la memoria. Así como en muchos otros aspectos de una protección institucional más resistente y una plataforma para lanzar una
la vida chilena -económicos, políticos, educacionales, institucionales-, esos revista popular alternativa. Los abogados y periodistas chilenos aprendieron el
años implicaron una verdadera remodelación de la sociedad impuesta por la arte de la sinergia internacional, es decir, a usar las relaciones transnacionales
fuerza bruta. Dentro de esta fase inicial, sin embargo, los marcos significativos con sus contrapartes profesionales para generar en el exterior noticias sobre
surgieron más o menos en sucesión, como parte de una lucha al interior de derechos humanos, política, conflictos legales y controversias que no pudieran
una sociedad cuyas líneas de poder sufrieron una realineación radical. Entre ser totalmente silenciadas en Chile.
1973 y 1976, la junta militar desencadenó una intensa violencia en contra de En suma, los actores humanos que cuajaron en los nudos de memoria disi­
la izquierda, de los disidentes y de gente considerada alborotadora o social­ dentes aprendieron cómo trabajar con las reglas prácticas, las fisuras y los des­
mente indeseable; clausuró los medios de comunicación adversos y purgó los fases del poder doméstico e internacional, aun cuando estuvieran viviendo bajo
ministerios, las escuelas, las universidades y las fuerzas armadas; y definió la una dictadura que formalmente había prohibido la “política”. Aprendieron a
guerra psicológica como una de las misiones de la policía secreta. La potente empujar hacia el interior del dominio público y semipúblico las realidades de
mezcla de represión, autocensura y propaganda en el dominio público lanzó la la ruptura, la persecución y el despertar moral de personas con conciencia, y
memoria como salvación. El poder y el terror del Estado hicieron muy difícil ejercieron mayor presión sobre la verdad-memoria oficial. Significativamente,
que los críticos pudieran abrirse paso en medio de la ola de informaciones, hacia 1978-1979 estas luchas de la memoria incrementaron su fuerza no sólo
noticias falsas, conmemoraciones y reportajes que impulsaban la idea de que gracias al aprendizaje y la experiencia acumulados por los líderes de la memoria
septiembre de 1973 fue un rescate, “justo a tiempo”, de una guerra civil y disidente, sino también a las divisiones -que se habían vuelto más intensas- en
de una violenta toma de poder planeada por la izquierda, y que también los las altas esferas políticas. Estas divisiones fueron en aumento entre los jefes mili­
nuevos gobernantes traían la idea de una reconstrucción en buena fe de una tares y las ramas de las fuerzas armadas, principalmente entre los generales de la
sociedad mejor para Chile. Fuerza Aérea -liderados por Gustavo Leigh- versus el Ejército y los pinochetis-
El lanzamiento de la memoria como salvación no ocurrió sin cuestionamien- tas; entre las elites que favorecían un retorno a las políticas económicas basadas
tos, pero los marcos disidentes significativos -las hirientes y crueles rupturas en un desarrollo conducido por el Estado -proveyendo ayuda y protegiendo de
que nunca terminaban, las persecuciones que también producían testimonio y las presiones del mercado a empresarios y trabajadores- y quienes eran devotos

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de las reformas de los Chicago boys, un desmantelamiento neoliberal de la pre­ las experiencias recientes y en curso generó un nuevo lenguaje, o al menos le
sencia y las protecciones del Estado en la economía; y entre los Estados, como inyectó a antiguas palabras un nuevo giro o electricidad cultural. Al igual que
las tensiones limítrofes que casi desembocaron en una guerra con Argentina y desaparecerse había transformado en un siniestro verbo transitivo —secuestrar
como la presión de la administración de Jimmy Cárter respecto de los derechos a alguien para siempre, sin dejar una huella de memoria-, así fue también
humanos y de los asesinatos de Leteíier y Moffitt. como memoria cambió. Para el Chile contraoficial, la memoria había llegado a
La memoria como una caja cerrada no emergió como un marco significati­ ser una cuestión estratégica, dado que se había hecho evidente que las políticas
vo para “leer” el traumático pasado reciente sino hasta el período 1978-1982. de gobierno y la legitimidad del régimen estaban basadas en su eliminación.
Fue la intensificación de las crisis de 1978-1979 -agudizadas por las intensas La memoria también había llegado a ser una cosa sagrada, un compromiso de
luchas públicas sobre las maneras de definir tanto el verdadero significado lealtad moral con la realidad de las personas cuyas desapariciones, muertes,
y propósito del golpe de 1973 como la realidad de los derechos humanos torturas u otras persecuciones de otra manera se desvanecerían, como si no
bajo el régimen militar- lo que generó una nueva política de memoria desde fueran sujetos reales o humanos.42
arriba. Liderada por un cercano consejero político de Pinochet, el ministro Se podría continuar el análisis del tema después de la primera década del
del Interior Sergio Fernández, el vuelco comenzó en 1978, año que fue una régimen militar. La cronología de la memoria subraya su interacción con el
verdadera olla a presión. El punto era ahora definir la salvación de Chile contexto político y el poder social. Durante 1983-1988, los conflictos de la
como una etapa de la historia -la guerra contra los subversivos—triste y ne­ memoria se volvieron cada vez más una experiencia masiva, guerras cultura­
cesaria, pero que había concluido en forma exitosa y felizmente podía ser les cuyo objetivo era determinar cuál memoria prevalecería y agregar nuevos
dejada atrás. Ahora los chilenos podían mirar hacia delante, mientras el país símbolos y capas de significado a los antiguos marcos emblemáticos. El vuelco
transitaba desde los años de emergencia y de soluciones ad hoc hacia una coincidió con el quiebre de la fachada de que el control del poder político
nueva institucionalidad y una nueva constitución. Las nuevas instituciones, estaba en manos de la dictadura, lo que ocurrió por la presión de las masivas
modernizadas y protegidas constitucionalmente de los excesos democráti­ protestas callejeras, en 1983-1986, y del inminente plebiscito sobre la conti­
cos, permitirían construir un futuro brillante. Reexaminar los aspectos de la nuidad de Pinochet en el poder, en 1988. La política de la memoria también
“guerra sucia” del pasado no le haría ningún bien a la unidad chilena, a los se hará evidente en la década de 1990. Documentar y enfrentar la violación
ex “combatientes” de cualquier lado o a ese futuro que estaba al alcance de de los derechos humanos bajo el régimen militar jugó un rol importante en
la mano. Una amnistía que excusaba a ios combatientes de la guerra sucia, la legitimidad política de la coalición de centroizquierda que condujo la tran­
válida hasta el 10 de marzo de 1978, proveería el cierre legal que dejaba for­ sición democrática de Chile en el período 1989-1991. Al mismo tiempo, la
malmente el pasado atrás. continuidad del poder de Pinochet, de los militares y del sector empresarial
Significativamente, fue también durante 1978-1982 que la idea cultural en los 90 impuso intensas restricciones sobre las estrategias de la memoria de
de la “memoria” como tal y la idea relacionada de una lucha entre “memoria” la centroizquierda, lo que con el tiempo produjo un desalentador sentido de
y “olvido” cuajaron como un lenguaje cultural y un grito de denuncia y mo­ impasse. La mayoría creía en la verdad de las masivas e injustificables violacio­
vilización. Antes, en los 70, el lenguaje de los conflictos de la memoria rara nes a los derechos humanos —la memoria como ruptura y persecución—y en
vez invocaba esta “memoria” como una idea sagrada o estratégica. Cuando las el consecuente imperativo de justicia criminal, pero tenía que enfrentarse con
voces disidentes comenzaron a disputar las versiones oficiales sobre el Chile la ambivalencia. Correcta o incorrectamente, muchos creían también que la
reciente y la realidad en curso, el lenguaje se enfocó sobre los acontecimientos minoría —bastante grande—de partidarios y simpatizantes del pinochetismo
de violencia y persecución, la necesidad de justicia y respuestas, los imperati­ incluía sectores demasiado poderosos como para desafiarlos con mucha fuer­
vos del despertar moral a los derechos humanos y similares. Fue la lucha con­ za. El desenredo parcial de la impasse de la memoria después de 1998, a su vez,
tra la memoria como caja cerrada lo que agregó a las palabras claves —verdad, está conectado estrechamente con una realineación del poder, lo que incluyó
justicia, derechos humanos- un vocablo cultural adicional: memoria. La polí­ el retiro de Pinochet como comandante en jefe del Ejército, en marzo, y su
tica de la lucha sobre cómo documentar, encontrar significado y responder a arresto criminal en Londres, en octubre de ese mismo año.

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Sin embargo, si la formación de la memoria emblemática y la organización sí mismos, a sus seres queridos o a los amigos y compañeros. Fue este aspecto
de “nudos” en el cuerpo social están profundamente influenciadas por la polí­ existencial lo que inspiró a la gente como la señora Herminda y Violeta a dar
tica y el poder, reducir la memoria a un problema exclusivamente de política el salto y tomar riesgos extraordinarios -una huelga de hambre para exigir
sería ir demasiado lejos. Paradójicamente, lo que les da fuerza a las luchas de la responsabilidad por los desaparecidos, un audaz acto callejero para denunciar
memoria en tiempos de ruptura y trauma humanos -y potencial para influir la la tortura- bajo una violenta dictadura. Fue también este aspecto existencial
legitimidad y los alineamientos políticos- es precisamente la imposibilidad de lo que inspiró los logros más silenciosos -la voluntad de seguir reuniendo, de
reducir la memoria a un mero instrumento o estrategia política. alguna manera, energía para insistir sobre la memoria, a pesar del agotamien­
La memoria era moral y existencial, no solamente política. El lenguaje de to, el desaliento y el envejecimiento que se instalaban mientras uno llevaba
persuasión moral que emergió en el campo de la memoria orientado a reafir­ adelante un trabajo duro que entregaba pocos resultados.43
mar los derechos humanos, por ejemplo, reflejaba los estrechos límites de lo
posible bajo las condiciones de la dictadura, y el prominente rol de la Iglesia Concluyendo con ambigüedad: emblema, conocimiento y silencio
Católica chilena durante el período formativo de los años 70. Con el tiempo, Los nudos de la memoria en el cuerpo social organizan y exigen atención
sin embargo, ese lenguaje atrajo adherentes y “despertó” a personas de diferen­ cultural para un trauma o viraje histórico, una experiencia profundamente
tes inclinaciones políticas, precisamente porque la memoria de los derechos importante para al menos una o dos generaciones aún vivas y reconocida de
humanos sí trascendió la política en su sentido estrecho o habitual. La idea de alguna manera como decisiva por las personas que vienen después. Estos nu­
que los derechos humanos debían trascender el mero cálculo de la ventaja ver­ dos ayudan a entender el proceso de interacción selectiva entre los principales
sus la desventaja política, o de simpatía versus oposición al régimen, llegó a ser marcos de significación, a los que hemos llamado memoria emblemática, y
un nuevo argumento cultural en la vida chilena. En una cultura con una larga las experiencias y los conocimientos personales, a los que hemos denominado
tradición de partidos políticos, en la que la gente rápidamente podía detectar memoria suelta. También nos ayudan a entender la conflictividad social, la
y rechazar una manipulación, la idea de la memoria de los derechos humanos multiplicidad de las experiencias y los reclamos enfrentados de “propiedad” de
como algo trascendente ganó terreno. La gente se encontró a sí misma con­ la remembranza que se encuentran incrustados en estas interacciones.44
movida e incluso destrozada al confrontarse con la atrocidad moral. Algunos Aunque conceptos como la memoria emblemática y los nudos de la memo­
se dieron cuenta de que la urgencia moral de la memoria de los derechos ria ofrecen cierto control en la infinitud de la memoria como aspecto de análi­
humanos los llevaba a actuaciones que pasaban por encima de las antiguas sis, y ofrecen también un vehículo metodológico para estudiar la formación de
divisiones políticas. Más allá de las vidas salvadas o parcialmente reparadas la memoria colectiva como un proceso histórico, necesitamos, además, tomar
por las actividades a favor de los derechos humanos, incluyendo el trabajo de conciencia de las ambigüedades. Estas precisan los límites de cualquier esque­
la memoria, fue este crecimiento de la sensibilización cultural en torno a los ma conceptual y nos recuerdan que debemos tolerar algún grado de “desor­
derechos humanos como un valor fundamental en sí -demasiado importante den” necesario. Especialmente para el tema de una remembranza colectiva de
para ser enterrado por los caprichos de la política o de la conveniencia—el mucha carga, imponer demasiado orden conceptual podría ser tan contrapro­
logro más importante de quienes estaban alineados con la memoria como ducente como imponer demasiado poco.
ruptura, persecución y despertar. Tres ambigüedades o calificaciones requieren un comentario especial. Pri­
Igualmente significativo fue el aspecto existencial de la memoria lo que mero, la distinción entre la memoria emblemática y la memoria suelta debe
generó pasión y persistencia ante el miedo y la adversidad. ¿Qué hago yo si he ser entendida no tanto como una dicotomía sino como un espectro o, mejor,
experimentado una atrocidad más allá de lo imaginable o he sido testigo de como una especie de puente sobre el cual la gente encuentra conexiones -re­
ella? La maldad radical y la ruptura de la vida pueden traer como consecuencia lativamente fuertes o relativamente atenuadas—entre la experiencia personal y
un poderoso llamado al testimonio. Para algunos sobrevivientes, familiares de la experiencia social. En un extremo del puente o espectro, un marcó dé signi­
las víctimas y testigos, la memoria se volvió una obligación y una condición ficado emblemático moldea la remembranza personal tan poderosamente que
de su existencia en el mundo si pretendían permanecer consecuentes y leales a la experiencia de una persona parece casi una versión clásica de la experiencia

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de un grupo. Vale la pena recordar, sin embargo, que la remembranza emble­ hemos visto, el conocimiento de bondad, si se vincula demasiado firmemente
mática puede conseguir este poder cultural precisamente porque usa como au­ a la memoria como ruptura, puede parecer que implica que sólo la víctima
téntica materia prima el conocimiento y las historias testimoniales que vienen “buena” (llevándolo al extremo, la víctima inocente y despolitizada) merece
de la experiencia personal. En el extremo opuesto del puente, las experiencias ser protegida de la tortura y de otras violaciones a los derechos humanos.
personales vinculadas a un gran trauma o asunto social podrían parecer dema­ Puede invitar también a un debate cruel y distractivo sobre la bondad relativa
siado idiosincrásicas para resonar sustancialmeñte en los principales marcos de las opciones políticas de la víctima. En suma, aun cuando consideremos
emblemáticos. No obstante, como lo demostró Maurice Halbwachs muchos la formación de la memoria emblemática como un concepto metodológica­
años atrás, incluso los recuerdos más individualizados o “personales” provie­ mente útil para trazar los principales contornos de la lucha y los significados
nen de un proceso social de remembranza: hay algún círculo social o familiar relacionados con la remembranza, también tenemos que estar atentos al saber
que verbaliza y hace circular una experiencia que considera significativa. En personal popular que se aleja de los moldes y las luchas emblemáticas, pero
este sentido, incluso una remembranza tan idiosincrásica que se conecta suel­ que circula y que se torna socialmente significativo como una verdad en sí.
ta o débilmente con los principales marcos emblemáticos lleva a menudo las Tercero, los marcos de significación emblemáticos se desarrollan no sólo
huellas de alguna especie de proceso social de memoria y olvido, y las disputas al nivel del imaginario nacional, sino también al nivel de regiones, ámbitos
culturales y políticas que dan lugar a marcos de significación emblemática locales y grupos sociales específicos. Esta pluralidad de los procesos de la me­
enfrentados bien pueden haber ejercido una influencia indirecta.45 moria complica y relativiza la interacción entre la memoria emblemática y la
La gente construye el sentido de su experiencia en diferentes lugares de memoria más suelta o el saber personal popular. Más allá del hecho obvio de
los puentes que conectan lo emblemático y lo suelto. Entre los defensores de que los grupos humanos específicos que constituyen “nudos de la memoria”
la memoria como salvación, por ejemplo, doña Elena está más cerca de una y que buscan influir en el imaginario social son en sí mismos redes sociales
expresión clásica de los elementos claves del marco emblemático, mientras “subnacionales” —incluso los personeros oficiales que dicen hablar en nombre
que Gabriela (presentada en el epílogo del capítulo 1) evidencia una conexión de la comunidad nacional y su experiencia están específicamente situados en
más atenuada o fragmentaria. Pero en varios puntos a lo largo del puente lo regiones, instituciones o subculturas incapaces de abarcar a la “nación ente­
que uno puede ver no es una dicotomía mutuamente excluyente entre la me­ ra”-, también aquí se levanta un problema más sutil. Un marco de significa­
moria emblemática de grupo y la experiencia personal suelta, sino distintos ción emblemático de la experiencia de una agrupación local o subnacional
intervalos que se balancean de distinta forma entre el recuerdo colectivo y el específica podría no coincidir exactamente con el marco adaptado a la lucha
personal. para influir en el imaginario nacional. Bajo esas circunstancias, una cierta
Segundo, como observamos en los casos del conocimiento de la bondad y relatividad matiza la línea de análisis desarrollada hasta ese momento. Por
el del remordimiento (epílogo del capítulo 2), algunos tipos de remembranza, ejemplo, al nivel del imaginario nacional notamos que, en la década de 1990,
aunque son socialmente importantes, incorporan una relación problemática las historias de bondad presentan riesgos si se vinculan demasiado firmemente
a los marcos de significación emblemáticos. Esas historias circulan como una —como elementos definitorios esenciales—a la memoria como ruptura irresuel­
especie de saber cultural que relata una verdad poderosa, pero que no enca­ ta. Un resultado es que las historias de bondad circulan de alguna manera más
ja fácilmente con los marcos de significación nacionalmente influyentes. El suelta y flexible, como un conocimiento personal poderoso. Pero también es
saber puede desviarse de las líneas emblemáticas del relato, como cuando las verdad que a un nivel subnacional —por ejemplo, en la conmemoración de los
historias de remordimiento parecen invertir -perversa y trágicamente- el sen­ jóvenes desaparecidos en La Legua; en un partido político como el Comunis­
tido subjetivo de responsabilidad por las violaciones a los derechos humanos, ta, que sufrió persecución; en una organización de derechos humanos como
o como cuando el conocimiento de bondad altera la clase social o la identi­ la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos- la bondad que la
dad política de quienes muestran una admirable solidaridad humana con los señora Herminda recordaba de Ernestito y Gerardo, sus hijos desaparecidos,
perseguidos. O como cuando el conocimiento parece encajar con las líneas de puede llegar a convertirse, al interior del grupo, en la piedra angular de la me­
la historia emblemática, pero introduce un doble filo amenazante. Así, como moria como ruptura irresuelta: define de manera más completa el sentido y la

174 175
lucha para modelar su significado, son todas herramientas conceptuales útiles.
injusticia de la pérdida, e inspira al grupo a entrar en la batalla para construir
Lo son, en parte, porque nos ayudan a discernir la formación del silencio. El
el imaginario nacional.46
mismo proceso que trae al frente ciertos significados, recuerdos y voces tam­
Así, mientras trazamos el hacer y el deshacer de la memoria colectiva, in­
bién entierra otros. Porque, como ya veremos, algunos portadores humanos y
cluyendo la remembranza emblemática a nivel nacional, debemos también
algunas experiencias son empujados al fondo de la caja de la memoria. Allí, el
tener en cuenta que esos procesos están conducidos por actores enraizados en
piso se abre y ellos caen, perdiéndose en la tumba del olvido.
subculturas, redes sociales y localidades específicas. Un resultado es que los
actores relativizan el significado de los marcos, adaptándolos al escenario so­
cial en el cual desean promover una memoria emblemática. E incluso pueden
moverse (de manera ambivalente en algunos casos) entre un marco de signi­
ficación y un marco amigable, primo del principal, dependiendo del escena­
rio social y las circunstancias. Por ejemplo, el coronel Juan y otros antiguos
oficiales del Ejército pueden, en el contexto de una conmemoración militar
privada del 11 de septiembre en la Escuela Militar, reafirmar sus necesidades
e identidades grupales celebrando la memoria como una salvación nacional
llevada a cabo por sacrificados y patrióticos soldados. Allí están libres para
energizarse recordando o reactivando lo que otros no pueden o no quieren
entender. Sin embargo, cuando los temas de la memoria son discutidos en un
terreno nacional, cuyos líderes aceptan la verdad de una documentación defi­
nitiva sobre las violaciones a los derechos humanos bajo el régimen militar, el
coronel Juan y sus colegas pueden adaptarse promoviendo la memoria como
una caja cerrada. Lo que es importante en este escenario no es ni celebrar ni
condenar, sino recordar que el país puede moverse hacia delante sólo si cultiva
una cierta indiferencia hacia su volátil pasado.
Estos matices —la interacción constante más que la dicotomía entre la me­
moria suelta y la emblemática; el conocimiento o saber que importa pero que
escapa a los límites de los principales marcos significativos; las adaptaciones
y la relatividad que definen simultáneamente la formación de la memoria en
los imaginarios nacional y subnacional- nos advierten sobre una dependencia
demasiado rígida en los conceptos presentados en este capítulo. La teorización
es una herramienta, no una fórmula. Los temas acerca de las memorias cuí-
turalmente explosivas inducen cierto desorden y ambigüedad, precisamente
porque muchas personas y grupos reclaman una cierta propiedad y perspec­
tiva válida sobre la experiencia. El procesamiento humano de una experien­
cia definitoria y controversia! no puede ser contenido dentro de categorías o
límites ordenados.
No obstante, el hacer y el deshacer de las memorias emblemáticas que van
basándose selectivamente en las memorias sueltas, así como los nudos de gen­
te, tiempos y lugares incómodos que concentran la remembranza colectiva y la

177

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Epílogo orgullo que su padre fallecido era “de tendencia socialista”. Aunque con muy
poca educación, el padre de Cristián se había convertido en un buen mecáni­
La tumba en memoria del soldado desconocido co observando y practicando el oficio. Además, era de carácter consecuente y
fuerte —“era muy del pueblo, un hombre de mucha lucha y muy honesto por
lo demás”—, lo que impresionó a sus compañeros de trabajo, que lo eligieron
como delegado sindical.
Cuando los hijos entraban en la adolescencia, comenzaron a trazar sus futu­
La cinta de nuestra entrevista registra sus peculiares circunstancias. Allí está­ ros laborales y a contribuir al ingreso familiar. El hermano mayor de Cristián
bamos, estacionados en la berma de una autopista en las afueras de Santiago. El completó la escuela técnica, encontró trabajo como electricista en la RCA y
sonido rítmico de los autos pasando por el lado, el rugido ocasional de un gran daba una parte de su salario a su madre. Su hermana mayor encontró trabajo
camión, el alegre piar de los pájaros en un brillante día de primavera, la voz y en una fábrica de zapatos y también destinó su salario al fondo familiar. Estos
las lágrimas de Cristián U. Todo encontró su lugar en la cinta auditiva.1 momentos coincidieron con la emergente crisis política de Chile. Cristián,
Habíamos terminado en una autopista porque Cristián casi cancela la entre­ como su hermano, fue a lá escuela técnica. Terminó en 1972 y comenzó a
vista. Esa mañana de octubre, cuando estábamos a punto de comenzar nuestra hacer su práctica como mecánico en la compañía de buses. Pero ese camino se
conversación, me dijo que no podía seguir adelante con la reunión. De pronto vio truncado en marzo de 1973, cuando Cristián fue llamado a cumplir con
el miedo se había apoderado de él. El general Pinochet era todavía comandan­ su servicio militar obligatorio.
te en jefe del Ejército, me explicó, y los servicios de inteligencia militar todavía
operaban. Si hablo de mi vida como soldado podría pasarme algo a mí o a mi La vida como soldado conscripto en Santiago cambió todo. Incluso antes
familia, dijo. Todavía no vivimos en una absoluta democracia. de septiembre, el regimiento de Cristián había sido movilizado algunas veces,
Continuamos hablando. Le aseguré a Cristián que usaríamos un seudóni­ pero generalmente como un ensayo o una muestra de fuerza para restaurar la
mo y él mismo ayudó a escogerlo. Acordamos salir de Santiago y conversar al apariencia de orden en lugares de Santiago que habían experimentado proble­
costado de una autopista, donde nadie podría escuchar parte de la conversa­ mas callejeros. Cristián y los otros jóvenes de su unidad habían crecido en un
ción. Como precaución adicional, evitaríamos mencionar su nombre verdade­ período de agitación política y veían esas misiones como algo normal. Aun
ro en la cinta. Pero la verdad es que una vez que él abrió la puerta para hablar cuando eran convocados para restaurar el orden, ninguno de ellos comprendía
de sus recuerdos, no pudo dejar de hacerlo. Se sentía impulsado a hablar aun realmente cuán serio era el viraje que estaba sufriendo Chile en 1973. “Era­
cuando tenía miedo de hacerlo. mos muchachos, 18, 19 años, tú sabes; para nosotros llegaba a ser hasta un
poco divertido salir a la calle... No veíamos la gravedad de los acontecimientos
Nacido en 1956, Cristián creció en una familia de clase trabajadora. Su pa­ en ese momento... Piense en esto: a los 17, 18 años de edad uno no es alguien
dre era mecánico de motores diesel en una empresa estatal de buses (Empresa muy maduro, ¿no es cierto?” .
de Transportes Colectivos del Estado), primero en la ciudad de Concepción, Después del 11 de septiembre de 1973, Cristián y sus camaradas tendrían
luego en Santiago tras la Copa del Mundo de Fútbol de 1962. Su madre edu­ que crecer de golpe. En las semanas siguientes, el regimiento de Cristián partici­
có a los hijos —Cristián era el tercero de cinco—y hacía trabajos de bordado pó en las redadas y allanamientos que cayeron sobre “poblaciones bien conflic­
para contribuir con un ingreso adicional al presupuesto familiar. Cristián re­ tivas”. Como hemos visto en el caso de La Legua (capítulo 2), algunos de esos
cuerda sus primeros años como una vida de aprender a arreglárselas con muy allanamientos y redadas estaban destinados a intimidar a la población de un ba­
poco dinero, pero sin sufrir hambre ni alguna negligencia moral o educacional rrio o vecindario, mediante la inspección violenta de todas las casas en busca de
de parte de sus padres. Era una vida de “una pobreza bien digna”, y los servi­ materiales subversivos y presuntas armas ocultas, y a buscar a todos los hombres
cios médicos y de pensión de la compañía estatal también ayudaron cuando jóvenes para su identificación y arresto. Algunos allanamientos, sin embargo, se
se descubrió que su padre sufría de diabetes. Además, Cristián recuerda con enfocaban también en encontrar y arrestar a individuos específicos.

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Cuando le pedí a Cristián que contara que pasó en uno de los allanamientos El sargento del grupo tomó el control. Golpeó al teniente en la espalda lo
que él había dicho que nunca olvidaría, su compostura se quebró. Después de suficientemente fuerte como para tirarlo al suelo, y luego ordenó a los otros
sus disculpas (“perdona que me quiebre”), y de ofrecerle un pañuelo de papel tres conscriptos que lo desarmaran. Furioso, el teniente “gritaba como loco
Kleenex y comentarle que todo el mundo tenía derecho a llorar, Cristián trató ‘los voy a matar a todos, los voy a matar a todos’ ”. Al final, otros oficiales
de explicar por qué se había emocionado tanto. “No sé, yo..., yo me acuerdo llegaron para restaurar el orden. El teniente, que obviamente había perdido
de eso y me da mucha tristeza, porque yo, bueno, yo soy padre ahora [su voz control sobre sus subalternos, fue transferido, y Cristián no lo volvería a ver
empieza a quebrarse de nuevo], y a mí no me gustaría que hicieran una cosa de nuevo (más tarde escuchó rumores de que había muerto en un presunto
así con mis hijos [ya está llorando]. ¡Nunca!”. tiroteo con izquierdistas). El conscripto que se había negado a dispararle a la
A fines de septiembre o comienzos de octubre, Cristián y un pequeño gru­ madre -apodado Larita por sus compañeros, que habían agregado un dimi­
po de soldados, comandados por un teniente con la ayuda de un sargento, nutivo a su apellido formal- había muerto rápidamente con un tiro de pistola
recibieron órdenes de arrestar a un líder sindical local y allanar su casa, en en la cabeza.2
un vecindario de una población del sur de Santiago. “Llegamos a esa casa
con orden de destruir todo: colchones, muebles, techos..., para ubicar armas, Cristián era un sobreviviente. Mientras hablábamos, se hizo evidente que
eh, material subversivo”. Como era habitual en esas operaciones, el pequeño Larita simbolizaba para él la postura ética que Cristián debería haber tomado,
grupo de soldados a cargo del arresto (seis en este caso) era respaldado por así como el extremo peligro que implicaba pensar éticamente. Cristián, como
una gran fuerza de soldados y vehículos militares destinados a cercar el área el sobreviviente que era, aprendió la lección. Cuestionar una orden lo ponía
e intimidar a los pobladores. El líder sindical que buscaban no estaba en la a uno bajo sospecha de traición y las consecuencias podían ser severas: “obe­
casa, pero se le ordenó a su mujer y a sus tres hijos tenderse de cara al suelo deces o mueres” .
mientras procedían a la búsqueda y el saqueo. Ver y oír a los hombres armados También se hizo evidente, mientras hablábamos, que Larita hizo que Cris­
irrumpiendo y destruyendo el interior de la casa aterrorizó a los niños. El más tián pensara que no había vivido a la altura de los valores de su padre socia­
pequeño, quizás de cuatro o cinco años de edad, comenzó a llorar. lista, a quien amaba y admiraba. Durante una visita que recibió de su familia
Los acontecimientos que Cristián jamás podrá olvidar se sucedieron rápida­ cuando todavía estaba en servicio, su padre, entristecido por la persecución
mente. El teniente le gritó al niño que se callara, pero fue en vano. El pequeño que veía en Chile, le recordó que respetara la vida humana, “porque mi padre
continuó llorando. Entre los gritos y el llanto, el teniente se fue enfureciendo: (él es un hombre muy sano) me pedía que yo no fuera a matar a alguien”.
“No sé, como el niño no le obedecía, él entró en un estado de furia”. Final­ Pero el miedo y las realidades de la vida, para un soldado conscripto some­
mente, el teniente aplastó la mandíbula del niño con la culata del fusil. La tido a un mando vertical y a una mentalidad de guerra, lo llevaron lejos de los
madre saltó del suelo. valores de su padre. Uno preguntaba o escuchaba ocasionalmente algún ru­
mor sobre lo que le había sucedido a un oficial o a un conscripto considerado
Cristián: —Se tira contra el teniente. “Asesino maldito, maldito desgraciado”, le
demasiado vacilante, poco confiable o insubordinado. Uno se preocupaba de
gritó, y él le pega un golpe con el fusil, y la mujer cae al suelo... [Cristián hace una
cómo los nuevos tenientes, asignados según un reciente sistema de rotación,
pausa y trata de recobrar la compostura.]. Y él le da orden a un conscripto de que
mate a la mujer. Entonces este soldado [Cristián empieza a llorar], el conscripto
podrían reaccionar frente a sus subalternos. Uno temía caer a manos de un
no..., no obedece, coge el arma, el fusil, y se lo tira a los pies al teniente. Le dice francotirador de izquierda, si pensaba demasiado durante las patrullas noctur­
que él no es un asesino y el teniente saca un revólver y le dice: “Si no la matas nas bajo el toque de queda. “Mucho soldado, mucha gente de tropa que no
tú, te mato yo a ti”. Son momentos muy terribles, imagínese... Entonces viene el tenía la intención de hacer daño, lo hizo protegiendo su propio pellejo” . Para
teniente y le dispara ai conscripto [ya está llorando completamente]. ¡Mató a un Cristián era difícil eludir la idea de que el miedo y el deseo de sobrevivir lo
compañero nuestro! habían hundido en un mundo imposible.
Autor: -¿El teniente mató al conscripto? Aún después de terminar el servicio militar en 1975, los recuerdos seguirían
Cristián, con voz fuerte y llorando: -¡Al conscripto, delante de nosotros! allí. Sufría de pesadillas en las que recreaba el asesinato de su compañero y

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volvía a ver cómo salpicaba el cerebro de Larita. Sentía que, incluso de día, en Chile como una democracia, única en América Latina por su tolerancia hacia
alguna parte de su mente, estaba pensando sobre “lo que vi, lo que hice, lo que la discrepancia política y su respeto por los derechos individuales, era dura de
no hice, lo que pude haber hecho y no lo hice. Entonces [son unas] cosas que matar. En algunos sectores civiles y militares la noción de la democracia mutó,
a uno lo empiezan a carcomer poco a poco, es una cuestión que está ahí. No se después del 11 de septiembre, hacia la idea de que sería una represión suave
lo puede sacar, uno quiere olvidarlo, pero no puede...”. Como otros chilenos, —transitoria, civilizada y, fundamentalmente, tolerante con quienes habían to­
Cristián enfrentó la depresión económica de mediados de los 70 trabajando mado el camino equivocado—lo que definiría el cambio de régimen. Como
por un tiempo como peón agrícola en Argentina. Esperaba también que la vimos en Quillota y en otros lugares, una consecuencia, especialmente en
distancia física le ayudara a superar el pasado, pero no fue así. provincias, fue que muchas personas ligadas al régimen depuesto, incluyendo
Una vez, antes de que su padre muriera en 1982, Cristián le habló abier­ las autoridades políticas locales, se entregaron voluntariamente a los nuevos
tamente de sus experiencias y lloraron juntos. Con su madre él no fue tan jefes militares. No esperaban, en tanto que se comportaran razonablemente
honesto. “Con él compartí, con mi madre no; a mi madre no le conté nunca bajo el nuevo régimen, que su derrota política o sus errores se traducirían en
nada. A ella le hice entender que todo fue fácil, que no hubo maldad, que lo torturas, ejecuciones y desapariciones. ¿Qué podría suceder si los soldados
que se hablaba y se especulaba era pura mentira. Yo creo que mi madre murió de diversa extracción política y social también suponían que la experiencia
en paz por eso”. respecto de la discrepancia política implicaba que ellos gozaban de ciertos
derechos y protecciones?
Los miedos de Cristián no eran exagerados. En 1973, casi la mitad de los Michel Selim Nash Sáez, un soldado conscripto que en septiembre estaba en
soldados del Ejército chileno, que sumaban unos 32.000, eran conscriptos.3 servicio en la provincia nortina de Iquique, debe haber pensado algo así. De sólo
Como señaló el coronel Juan (capítulo 3) al hablar de los problemas que de diecinueve años de edad, Nash había sido miembro de las Juventudes Comu­
vez en cuando enfrentaban los soldados durante los allanamientos de fines de nistas y no quería participar en la represión. El 11 de septiembre se le ordenó a
septiembre y comienzos de octubre, el Ejército había entrenado a su personal su unidad ejecutar unos allanamientos, pero él, en las palabras de su madre, “no
para la guerra, no para hacer de policías. Sin embargo, un tema adicional que era persona hecha para tanta brutalidad. Eso no era para él”. Nash habló de su
no mencionó complicó aun más el trabajo represivo de esos meses. Los reclu­ dilema con un soldado amigo y decidió expresar sus dudas a sus superiores, con
tas, en su mayoría, eran de un origen social humilde, es decir, de sectores im­ una petición para ser excusado del deber. Como se enteró su madre más tarde,
portantes de la base política de Allende y la Unidad Popular. En realidad, en “explicó que él no podía seguir allí, que no estaba con su manera de pensar”. Los
un Chile en donde la política había llegado a ser una lucha entre convicciones oficiales parecieron entender y aceptaron la petición. El permiso, consistente
apasionadas, las fuerzas armadas estaban conformadas por gente de todas las con la idea en mutación de un Chile tradicionalmente pluralista y democrático,
tendencias políticas. Bajo estas circunstancias, la toma del poder por parte de resultó ser una mentira. Arrestado al momento de salir de la base militar, Nash
los militares no sólo requirió acciones para controlar, aislar o disciplinar a los sería transportado al campo de concentración para prisioneros políticos de Pisa-
oficiales constitucionalistas, y, como la Caravana de la Muerte, para endurecer gua y allí se transformó en un desaparecido permanente.5
la represión y subordinar bajo el mando de Santiago a oficiales y a provincias Incidentes como éste probablemente no fueron frecuentes, especialmente a
aparentemente “tranquilas”. nivel de los conscriptos. Precisamente porque ellos mismos alimentaban una
La toma de poder requirió también que hasta el soldado de más bajo rango corriente de historias y rumores atemorizantes sobre lo que les “sucedió” a los
-incluso si tenía simpatías o familiares de izquierda, o simplemente se sentía soldados a los que se juzgaba como vacilantes o desleales, no tenían por qué
repugnado por la represión- entendiera que el deber y el mando vertical te­ ocurrir muy seguido. Los sobrevivientes sacaban las lecciones apropiadas del
nían prioridad sobre todo lo demás. Especialmente en la Marina, el escenario miedo con el que vivían. Hicieron lo que se íes dijo.
para esta intimidación ya se había instalado a partir de las polémicas de agosto
y comienzos de septiembre sobre marineros sediciosos y su tortura, y sobre Aunque el allanamiento que llevó al asesinato de Larita perseguía a Cristián
la infiltración de la izquierda en las fuerzas armadas.4 No obstante, la idea de -simbólicamente, encarnaba una intolerable ética de sobrevivencia y lo puso

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en contra de su padre-, yo sentí en nuestra conversación que algo más había detalles de su propia experiencia. Pero la conversación nos llevó de todos mo­
estado carcomiendo a Cristián. dos a una pregunta obligatoria. Mientras estuvo en una patrulla, le pregunté:
En las semanas que siguieron al 11 de septiembre, la mayoría de los deberes “¿Encontró a una persona en toque de queda y no supo qué hacer?”. Aquí está
que tuvo que cumplir no incluyeron participar en allanamientos con objetivos cómo Cristián luchó por encontrar las palabras.7
específicos, sino patrullajes durante el toque de queda, una actividad más vaga
e incierta. Él recordaba los patrullajes nocturnos como tensos y atemorizan­ Yo... No sé, yo le doy gracias a Dios y le digo honestamente: pucha, no sé, yo le
tes. Se sembraba el miedo en las poblaciones disparando al aire, para simular digo... Mire, yo creo que hay un Dios, hay un ser supremo, y yo a ese Dios le
tiroteos o fuego de francotiradores. Pero, al mismo tiempo, uno temía que pido muchas cosas [con cierta emoción]... Yo disparé contra otras personas [la voz
empieza a bajar], disparé. Disparé cuando, en momentos en que estuvo en peligro
allí en la noche, en alguna parte, hubiese un verdadero francotirador. Uno
mi vida, estar atrincherado en una parte y ver que allí te están disparando a ti...,
temía también que un oficial agresivo o un soldado exaltado pudiera volverse
yo disparé..., herí a personas también. ¿Maté? N o sé... [una pausa] Quizás lo hice,
peligroso o acusador.
no lo sé [empieza a llorar], no lo quiero saber tampoco. Pero [ya llorando más]
Además, estaba el problema de comprender el estado mental de uno mismo eso es el..., eso,.., eso es el remordimiento y la pena que la llevo adentro, la voy
cuando estaba patrullando. Como vimos anteriormente (capítulo 3), la idea a llevar hasta que me muera, quizás. ¿Me entiende? Entonces... [ya está llorando
de que los soldados conscriptos habían sido drogados para darles una agresivi­ profundamente y no puede seguir hablando].
dad no natural estaba entre las historias que ellos contaban de sí mismos.
Cristián y yo habíamos tocado fondo. Preguntarle detalles adicionales no
No sé a ciencia cierta si a nosotros, pero algo hay, yo creo. Después, más tarde,
tenía sentido. ¿Qué importaba más: saber exactamente a quién le disparó,
escuché muchas versiones, se especuló mucho, y pienso que algo había, porque a
bajo qué circunstancias exactas, o por cuáles detalles olvidados o retorcidos
nosotros nos daban el rancho [la comida para las tropas]. Y algo le echaban a la
comida, porque uno salía como con ganas de destruir, de actuar brutalmente, de
él recordaba y sentía remordimiento? ¿O saber que un soldado conscripto de
disparar. Rogábamos que hubiese un enfrentamiento, ¿me entiende? bajo rango, reclutado para hacer el trabajo sucio de una represión terrible,
podría también experimentar una ruptura devastadora, una herida sin sanar?
Quizás porque los porotos eran de tan mala calidad, quizás porque en reali­ En alguna parte de lo más profundo de sí mismo, Cristián había llegado a la
dad se les había agregado algo - “sería mentirle si yo le dijera [a ciencia cierta] ruinosa conclusión de que él tenía demasiadas ganas de vivir.
que algo le colocaban”-, pero tenían un gusto raro. “Nos daban unos porotos
que tenían un gusto ácido y nos obligaban a comer”. El resultado era la espe­ En la caja de la memoria del Chile de Pinochet, durante 1996-1997, no
culación entre los soldados sobre qué podían haberle agregado a la comida.6 había lugar para la voz o el remordimiento de Cristián. Las voces de la memo­
Cualquiera haya sido la explicación de la agresividad, y más de allá de lo va­ ria militar estaban controladas desde arriba. Demasiados factores socialmente
riadas que hayan sido las motivaciones individuales -Cristián mencionó una determinantes sofocaban la posibilidad de que la memoria de un conscripto
arrogante ansia de poder y un miedo extremo-, los procedimientos formales se transformara en una expresión cultural legítima de la memoria militar: los
a seguir en los patrullajes nocturnos no parecían realistas. Si encontraban a valores que privilegiaban el mando vertical, en un momento en que Pinochet
un civil durante las horas del toque de queda, teóricamente primero debían aún era el gran líder militar activo; los temores de los ex soldados sobre las
gritarle que se detuviera y después disparar al aire. Si eso fallaba, entonces consecuencias de romper el silencio o hablar con una voz crítica; el elitismo
podían dispararle a la persona. Dada la tensión, sin embargo, “las cosas se cultural y de ios medios de comunicación, que marginaban la expresión disi­
dieron al revés”. El estado de agresividad y miedo, exacerbado por las perso­ dente de los sectores más bajos de la sociedad; las tentaciones, muy compren­
nalidades diferentes de quienes patrullaban, podía confundirlos aí momento sibles, de sumarse a la memoria como una caja cerrada y así vivir sin mayores
de reaccionar. problemas. Los antiguos conscriptos no eran ni podían llegar a cuajar su pro­
Cristián se había dado vueltas con cierta cautela sobre el tema de los pa­ pio “nudo de la memoria”. Las únicas voces de memoria militar disidente con
trullajes nocturnos. Prefería hablar de las experiencias en general y no de los cierto peso cultural eran las de un puñado de antiguos oficiales importantes.

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Además, en las luchas a través de las cuales los chilenos construyeron su Conclusión
caja de memoria colectiva, los soldados conscriptos no habían llegado a ser un
referente simbólico clave para ninguno de los campos de memoria en disputa.
Por razones que son completamente legítimas, desde la perspectiva del sufri­ Memorias y silencios del corazón
miento humano así como de la eficacia cultural, la afligida mujer familiar de
un desaparecido o de una víctima ejecutada se tornó un referente social clave
de la memoria como ruptura irresuelta.
Bajo las circunstancias, el tipo de remembranza de Cristián -un potencial
alineamiento con la memoria como ruptura desde la experiencia militar- no
podía “irrumpir” en el dominio público como una expresión socialmente sig­
nificativa.8 Más sueltas que emblemáticas, las memorias de Cristián flotan en
su mente y quizás entre unos pocos confidentes, pero no pueden conectarse
a la formación social de la memoria. Sus memorias y su inquietud son un En la víspera de 1998, la cuestión de la memoria -cómo recordar el golpe
problema personal. Desde los puntos de vista cultural y político, permanecen militar de 1973 y la furiosa violencia en contra de los supuestos enemigos y
enterradas junto con las experiencias de otros soldados desconocidos. disidentes del régimen militar- permanecía divisoria y potente. No podía ser
No obstante, la identidad y la memoria de Cristián se dividen en dos ca­ de otra manera. La memoria había resultado un asunto central en las luchas
pas, la superficial y la profunda, muy reconocibles por quienes están afligidos por la legitimidad política y cultural durante un cuarto de siglo. El poder de
por la memoria como una ruptura devastadora y todavía activa. En la vida y la memoria para conmover y apasionar a la gente -su papel como una ver­
en la memoria cotidiana normal, Cristián se comporta como la mayoría de dad vivida y como significado de los tiempos estremecedores—trascendía la
la gente. Parece ser un trabajador bastante capaz en el taller de su hermano, simple manipulación, aun cuando atrajera esfuerzos para instrumentalizarla.
un agradable conversador en las redes de sociabilidad masculina, y un padre Su conexión con las luchas de vida y muerte para salvar gente y permanecer
y esposo razonablemente dedicado. En su interior, sin embargo, la lacerante leal a ella inspiró energía y persistencia, o las renovó cuando el espíritu de los
herida se niega a sanar. El hermano de Cristián lo entiende intuitivamente. activistas de derechos humanos y el de las víctimas sobrevivientes decaía. En el
De vez en cuando, en una reunión o celebración familiar donde el objetivo es campo opuesto de la memoria, la idea del rescate militar “justo a tiempo” de
pasarlo bien, Cristián no puede dejar de lado su memoria profunda. Se coloca un baño de sangre, en un mundo que se había vuelto loco, también inspiraba
en un rincón y comienza a quebrarse y a llorar. Su hermano mayor se acerca, una lealtad feroz. Por todos lados, las luchas de la memoria eran fundamenta­
le da una palmada afectuosa en la cabeza, y simplemente le dice: “Tranquilo, les para establecer las reglas del juego claves en la década de 1990: los precep­
hermano, tranquilo”. tos legales que gobernarían la verdad, la justicia y la rendición de cuentas; el
valor político-cultural de los derechos humanos como el sine qua non de una
sociedad civilizada y democrática; la legitimidad social de la nueva democracia
y de sus aspectos no democráticos, es decir, el poder desmedido de las fuerzas
militares y de la minoría política; y la influencia relativa de los actores sociales
y sus voces. La memoria como algo todavía vivo y presente, durante los años
formativos de la transición del régimen militar, significó que las luchas sobre
el pasado militar fueron también luchas para trazar el presente y el futuro. Lo
que estaba en juego: la calidad y la estabilidad de una democracia emergente.
Por encima de todo, la cuestión de la memoria inundó fronteras que de
otra manera pudieron haber compartimentado la vida y a los actores sociales.

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La memoria conectaba lo político, lo moral y lo existencial. Algunas veces Más allá de estos propósitos centrales, y de las narrativas y argumentos para
desafiaba las alianzas y las lealtades habituales de los partidos políticos. En­ desarrollarlos en capítulos específicos, si uno da un paso atrás para tomar cierta
trelazaba lo personal y lo público. La política en los años 90 había dado paso distancia y reconsiderar el conjunto, aparecen tres conclusiones principales.
a una cierta impasse de la memoria: los tensos choques no resueltos -entre el Primera, la formación de la memoria en Chile fue un proceso profundamen­
deseo de la mayoría y el poder de la minoría- sobre temas de verdad y jus­ te simbólico. Precisamente por esta razón, la línea entre la memoria social y la
ticia; las frustraciones que se presentaban al buscar un diálogo cultural que memoria personal pudo confundirse rápidamente. Más que una recolección
atravesara los distintos campos de la memoria; el retorno a una sensación de con un sesgo interpretativo, la memoria de los tiempos históricamente funda­
empate o de “impasse móvil” que sobrevenía después de romper la impasse cionales —y traumáticos o demoledores como experiencia—emergió desde una
sobre un tema en particular. La Comisión de Verdad y Reconciliación logró interacción selectiva entre el conocimiento y las experiencias personales, por
establecer en su informe de 1991 la verdad de los hechos de represión siste­ una parte, y los marcos de significación y la experiencia colectiva, por otra.
mática por parte del Estado. Pero cómo ese fundamento documental podría Estos marcos condujeron la remembranza hacia lo “emblemático”. Mi histo­
materializarse en la acción de los tribunales de justicia, o cómo podría afectar ria —la historia que yo experimenté o escuché de mis familiares y amigos- es
la ley de autoamnistía militar de 1978, era otro problema —otra impasse o la historia de Chile. Es un emblema de algo más grande que tú puedes ver y
frustración que había que aceptar, tratar de erosionar o de alguna manera escuchar repetido en el dominio público. Asimismo, el campo de la memoria
romper-. El gobierno civil pudo finalmente, en 1995 y después de meses de colectiva en el cual me apoyo presenta una memoria-verdad, no una invención
jugar a las escondidas, hacer cumplir una orden judicial para encarcelar al arbitraria ni una remembranza de lo insignificante. Sus emblemas y narrati­
ex jefe de la policía secreta Manuel Contreras. Pero que ese acontecimiento vas preferidas —movilizadas en el dominio público a través de los discursos y
terminara siendo un precedente o sólo una excepción era otro problema, los reportajes de los medios de comunicación, los casos judiciales y los foros
todavía por resolver.1 culturales, las conmemoraciones y manifestaciones callejeras, el testimonio en
No obstante, aun si lo político siempre parecía producir la impasse o la vivo y la expresión cultural en los libros, las películas, la música, el arte y la
vuelta a la impasse entre los distintos campos de la memoria, la experiencia fotografía- son auténticos. Sus emblemas y narrativas captan un significado
hizo que esta impasse fuera “íntima”. Los temas en juego eran más quemantes, y una realidad que transcurren profundos. Evocan y apoyan experiencias que
personales y significativos que la lucha o la manipulación política de rutina. yo sé que son verdad.
Para más de una generación, la crisis de 1973 y vivir un mundo que se había Claro que hay variación en los grados de interacción y encaje entre la me­
transformado bajo el régimen militar habían hecho de la memoria un tema moria personal y la social. La memoria como salvación que recuerda doña
tanto de corazón como de mente. Ese aspecto afectó a todos los sectores. Elena era más coherente con la formación de la memoria colectiva -y estaba
Como lo dijo doña Elena, el 11 de septiembre de 1973 había sido “el día más más profundamente anudada a ella- que la de Gabriela. Algunas memorias
feliz de mi vida”. permanecieron más “desligadas” del anclaje social y del significado que otras.
El caso de Cristián, el conscripto cuya devastación interior no pudo encontrar
El propósito principal de este libro ha sido ofrecer retratos humanos de una expresión social, era un ejemplo extremo. Para los actores sociales que
este mundo de impasse íntima de memoria. Sobre las bases de estos relatos de construían la memoria colectiva, sin embargo, una cierta amplitud -la flexi­
vida y sus contextos históricos, he buscado también hacer más real y asequible bilidad para incluir muchas historias y variaciones individuales- fue esencial
-y así construir fundamentos—para el entendimiento teórico y analítico de para conseguir influencia y autenticidad cultural. La gran “carpa” de la me­
las luchas de la memoria como un proceso histórico. En el caso chileno, el moria como persecución y despertar pudo incluir a Violeta, que enfatizaba la
proceso de la formación y de las luchas de la memoria se desarrolló durante y represión y el despertar moral como aspectos esenciales de su camino de vida
después del período de las atrocidades. En el ensayo teórico final (capítulo 4), y del camino de Chile. Pero también pudo incluir a Ramiro, que enfatizaba
he buscado un lenguaje apropiado para el caso chileno, aunque influido por el aislamiento y el efecto sofocante de la persecución rural. La memoria em­
-y útil para- otros estudios de la memoria en la historia. blemática fue más efectiva como un marco de dar significado, no como un

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“contenido” prescrito de hechos para recordar. A pesar de estos matices, el militar y minimizaban la importancia de los derechos humanos. El conoci­
simbolismo impregnó el proceso de construcción de la memoria y pudo fusio­ miento o saber personal de la familia de doña Elena confirmaba la verdad de
nar lo público y lo íntimo, lo emblemático y lo idiosincrásico. una narrativa de memoria heroica. Las buenas personas y las buenas familias
El aspecto simbólico estuvo muy presente en los casos de las cuatro personas a lo largo de Chile habían sido realmente llevadas a la ruina económica y la
cuyas historias de vida presentaron los principales marcos de memoria influ­ inseguridad durante la era de Frei-Allende. De verdad habían vivido la vio­
yentes en Chile en la víspera de 1998: la salvación, la ruptura, la persecución lencia y la intimidación, y de verdad necesitaban ser rescatadas de los ejércitos
y el despertar, y la caja cerrada. Cada persona fue asociada con un referente guerrilleros que tramaban la guerra civil y una dictadura comunista. Y de ver­
social clave, un símbolo culturalmente convincente que encarnaba la memoria dad habían sido salvadas por militares que construyeron un país exitoso desde
emblemática e invitaba a la identificación, la empatia o, al menos, al respeto las ruinas. El coronel Juan insistió repetidamente en que su indiferencia sobre
por parte de amplios sectores de la sociedad. Doña Elena no solamente era ella la cuestión de derechos humanos —la guerra sucia afectó a tan poca gente de
misma, con sus propias idiosincrasias; conectaba también con un símbolo: la ambos lados- era la indiferencia de casi todos los chilenos. Los soldados eran
mujer chilena digna y respetable que exigía salvación de la escasez, del caos personas normales como todas las demás. Casi todos en Chile eran impasibles
y del miedo a la violencia que afligían a las familias chilenas en 1973. Como frente a la cuestión de los derechos humanos. Casi nadie veía una buena razón
madre de hijos desaparecidos, la señora Herminda era un símbolo vivo de la para continuar volviendo atrás y peleando sobre esos duros tiempos de guerra
ruptura sin límites -de las madres y esposas que habían soportado una cruel­ que habían exigido un modesto costo social.
dad sin precedentes e interminable contra la vida y las familias- que abrió Considérense, también, las narrativas de memoria disidente que la gente
heridas a lo largo de todo Chile después del 11 de septiembre de 1973. Violeta construyó para disputar la historia oficial del régimen militar. Las fotos que la
ejemplificaba el drama de la solidaridad en los años 70. Varios chilenos de señora Herminda conservaba de sus hijos desaparecidos, Gerardo y Ernestito,
profunda conciencia moral se sintieron obligados a ver y no ignorar la perse­ no eran sólo insignias de sufrimiento para llevar en su chaleco en una reunión
cución feroz, y vivieron también un despertar al llamado del deber cristiano, o una manifestación. La inquietante pregunta que acompañaba cada foto se­
de la reafirmación de la vida y del auxilio a quienes lo necesitaban. El coronel llaba la fusión de lo personal y lo emblemático. Cada foto, como aquellas que
Juan simbolizaba uno de los tipos de persona que podría hacer un llamado llevaban otros familiares de otros desaparecidos, corresponde a una persona
cultural a un cierre de la caja de la memoria. Era un soldado que no había sido desaparecida, a la tragedia de una familia. La pregunta que acompaña a la foto
un monstruo sino una persona común, que había servido a su país en tiempos —“¿dónde están?”—convierte a la persona y a la familia en ejemplos de algo
de desesperación, y que ahora necesitaba que se le permitiera seguir adelante. mucho más grande: la desaparición generalizada como instrumento del terror
¿La conexión con estos símbolos culturalmente poderosos -identidades so­ de Estado. El referente es colectivo, no sólo un caso personal. La pregunta
cialmente válidas—condicionó las formas en que estos individuos llegaron a no es “¿dónde está él?”. Violeta realizó la conexión de una manera diferente.
comprenderse a sí mismos y a comprender sus memorias? Yo creo que sí, pero Violeta entiende su narrativa de persecución y despertar —una vida de trabajo
uno no puede entregar una respuesta definitiva. solidario- como un viaje o trayectoria de encuentro. A través de la solidaridad
Lo que sí sepuede verificar es el llamado a lo emblemático. Cada persona vio llegué a conocer el verdadero Chile, el verdadero pueblo, mi verdadero ser y
dentro de su propia experiencia un paralelo o una conexión -una especie de mis verdaderos valores.
destilación del microcosmos—con la realidad verdadera, más grande, de Chile.
Este vínculo con lo emblemático no fue inusual en mis entrevistas entre me­ Una segunda conclusión es que la formación histórica de las memorias em­
diados y fines de los 90, incluso entre muchas personas que se consideraban blemáticas no comprendía meramente las diferencias de perspectiva y expe­
a sí mismas como “sin importancia”, como tampoco fue inusual en el rastreo riencia, sino luchas por la legitimidad y la primacía. Estas luchas eran a la vez
histórico-documental de las luchas por la memoria anteriores a ese período. culturales y políticas: argumentos para configurar valores, entendimientos de
También atravesaba los campos de la memoria. Considérense las narrativas la realidad y voces sociales influyentes; y, simultáneamente, esfuerzos para mo­
heroicas y de indiferencia que ponían un barniz benigno sobre el gobierno delar o restringir el ejercicio de poder del Estado. La formación de la memoria

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no fue un proceso que se desarrolló en forma natural o sin contratiempos, sino Mas allá de la cronología, uno puede ver las huellas de las luchas de la me­
a saltos y empujones, en un ritmo moldeado por los acontecimientos que exi­ moria en las historias de vida individuales. A un nivel, la conexión surge en las
gían atención, por las estaciones y los lugares cargados de simbolismo, y, por narrativas orales. Algunas de estas huellas son sutiles. Por ejemplo, doña Elena
encima de todo, por los actores sociales motivados. Los nudos de memoria -la puede reconocer abiertamente -aun con la objeción de su marido- una cierta
gente, los lugares, y las fechas y acontecimientos incómodos- interrumpieron guerra de propaganda de su propio lado, destinada a destrozar los mitos del
el flujo y los reflejos de la vida irreflexiva, insistieron en que el cuerpo social otro bando y definir la verdadera naturaleza del gobierno militar y la salvación.
debía ponerles atención y convirtieron las luchas sobre el pasado en luchas Pero hay huellas más sutiles que también aparecen si uno compara su narrativa
para dar forma al presente. de mediados y fines de los 90 -que admite la realidad de las violaciones de
Podemos ver las huellas de las luchas en el proceso de formación de la los derechos humanos, pero las justifica como un modesto costo social- con
memoria de varias maneras: en la cronología, en las narrativas y en el len­ la negación completa que marcó su discurso anterior. Esa concesión emergió
guaje corporal. Las cronologías traslapadas de los marcos de las memorias bajo la presión de una continua lucha de la memoria. El balance del conflicto
emblemáticas atestiguan la intensa contienda sobre el pasado todavía pre­ cambió como resultado del impacto cultural y político que provocaron las
sente. El poder brutal y la violencia permitieron una fuerte proyección de la conclusiones de la Comisión de Verdad y Reconciliación en 1990-1991.
memoria como salvación en el dominio público en el período 1973-1976, La narrativa oral de la señora Herminda refleja la lucha de la memoria
como parte de una campaña para conseguir carta blanca para rehacer Chile de una manera obvia y también de otra no tan obvia. La experiencia de ha­
en el largo plazo en vez de limitar el régimen militar a un suave interinato. ber tenido que luchar contra la información falsa y las historias oficiales para
Los organizadores de los marcos de memoria disidente -la memoria como descubrir la verdad sobre sus hijos desaparecidos impregna su narrativa de
ruptura sin final visible, o como persecuciones que encendieron el testimo­ remembranza. Más sutilmente, una cierta consistencia aparece en el conjunto
nio y el despertar- tuvieron que aprender a sobrevivir y construir influencia de su historia de vida, a pesar de la profunda ruptura que sufrió y que sufre. La
en medio de la dictadura. Ellos sólo comenzaron a penetrar fuerte y cohe­ vida en una población de clase trabajadora construida desde cero en los años
rentemente en el dominio público durante 1975-1979. Para 1978-1979, 50 y el alineamiento con la subcultura política comunista le enseñaron el valor
cuando los disidentes ganaron experiencia y pusieron mayor presión sobre de luchar por los derechos no sola sino colectivamente. Sin una lucha social y
la verdad-memoria oficial, y cuando sus desafíos coincidieron con las divi­ una combinación de fuerzas que se unen no se puede esperar mucha justicia.
siones y tensiones en la política de alto nivel (tensiones internas de la junta Su experiencia con la dictadura militar coincide con esta lección mayor de su
y tensiones internacionales), una nueva política de la memoria comenzó a vida, aunque la injusticia cometida fuese mucho más cruel y traumática que
emerger desde arriba. Desde la nueva lógica, la salvación de Chile había sido cualquier otra cosa que ella pudo haber imaginado en los 50 o en los 60.
una etapa necesaria y triste, concluida exitosamente. Construir un futuro A otro nivel, la conexión entre las historias de vida y la memoria como un
unido y brillante requería cerrar la caja de la memoria y los conflictos que se proceso de lucha desesperada se vio a través del lenguaje corporal, no simple­
encendieron. El cierre de la caja de la memoria también tuvo sus corolarios mente en las palabras. Recordemos el desasosiego de Violeta cuando nuestra
legales claves: una amnistía para los “combatientes” en 1978, una nueva entrevista se inclinó hacia los hornos de cal abandonados de Lonquén, donde
Constitución en 1980. los restos de los desaparecidos fueron descubiertos por primera vez en di­
En suma, la cronología básica de la creación de memoria e influencia no ciembre de 1978. Lonquén no sólo llegó a ser un importante emblema del
puede ser comprendida sin considerar las luchas sobre la legitimidad y el po­ campo de la memoria disidente; constituyó también un hito fundamental
der. No sorprende, pues, que durante 1978-1982, cuando la memoria como dentro de una experiencia conflictiva y devastadora. Lonquén fue la primera
una caja cerrada emergió como una nueva narrativa oficial que abogaba por prueba forense concreta -después de años de desmentidos y cuestionamientos
un olvido consciente de los tiempos de horror, la idea de la “memoria” misma de su credibilidad por parte de las autoridades del Estado y de los medios de
—como una lucha sagrada en contra el “olvido”—empezó a cristalizar como comunicación oficialistas—de que los familiares de los desaparecidos habían
lenguaje y grito cultural.2 dicho la verdad sobre el secuestro permanente, y siempre negado, de sus seres

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queridos. También obligó a una confrontación directa con la realidad de que realzar lo que es significativo y exige atención, y margina lo que es irrelevante
la desaparición significaba que el ser querido probablemente había sufrido o lo que juega a favor de otro campo de memoria. Los partidarios de la me­
la crueldad física y la muerte. El lenguaje corporal de Violeta -apretarse las moria como salvación tenían bastantes motivos, desde su lógica, para enfocar
manos, tirarse las uñas- expresaba la inmensidad de la lucha de la memoria la atención en los años de Frei-Allende como la causa y justificación de fondo
mucho mejor que sus palabras. de la “guerra” contra los subversivos violentos y del poder extraordinario del
Considérese, también, el momento en que el lenguaje corporal y las pala­ Estado para limpiar y transformar la sociedad y la política chilena. Por otra
bras divergen. Al comienzo, la tranquila narrativa de indiferencia del coronel parte, y con razón, los activistas que construyeron las memorias contraoficia­
Juan se desviaba muy ligeramente o quizás nada. De vez en cuando necesitaba les bajo el régimen militar vieron el enfoque pre 1973 como una táctica para
aclarar su garganta, como cuando explicó que no había pasado mucho, que desviar la atención —como una manera de silenciar y finalmente borrar la rea­
la gente dramatizaba en exceso el régimen militar y que la violencia política lidad de las atrocidades masivas injustificables por parte del Estado en contra
había sido más bien algo sin importancia. El lenguaje corporal que sugería una porción de su propia ciudadanía, cometidas a pesar de la ausencia de una
algo más complejo y conflictivo vino después, cuando no me dejaba salir de la insurgencia armada—. El enfoque de la memoria necesario para un grupo llega
puerta de su oficina y cuando se mantuvo de pie allí conmigo para asegurarse, a ser el silencio necesario para otro.
apasionadamente y una y otra vez, que yo realmente había entendido que Un segundo vínculo evidente entre la memoria y el silencio ocurre cuando
prácticamente todo el mundo en Chile era indiferente al tema de los derechos consideramos la memoria como una caja cerrada. Su premisa entera es una
humanos, que ése era un problema marginal. cierta “voluntad de olvidar”, es decir, de silenciar aquello que se recuerda pero
Fue su lenguaje corporal, una sorpresa que se convirtió en un puzzle, lo que que es demasiado explosivo o inmanejable para airearlo públicamente.
me inspiró a continuar investigando y preguntándome, y lo que finalmente De cierta manera, los epílogos que siguen a cada capítulo de este libro han
me condujo a la masacre de Quillota. La memoria como una caja cerrada y construido consistentemente un argumento sobre el silencio, en sus aspectos
tranquilizadora tenía huellas de una lucha por domesticar lo explosivo. obvios y no tan obvios. Por una parte, han expuesto la diversidad de motivos
para el silencio como una adaptación cultural ligada integralmente a la me­
El enfoque analítico e interpretativo tomado aquí sobre la cuestión de la moria. Gabriela, la niña que temía por la vida de su padre en el período de
memoria plantea un proceso de remembranzas selectivas en disputa. En tiem­ las tomas de terrenos urbanos, en el fondo cree en la memoria como salva­
pos de un gran viraje traumático, cuando un sentido de crisis y violencia sin ción, pero es atraída hacia el silencio. El problema de los derechos humanos
precedentes tiene lugar y esparce trauma y convulsión, la gente comienza a lu­ es inmanejable; las discusiones sobre el régimen militar terminan en peleas
char sobre las maneras de definir el significado y construir alguna legitimidad y hacen aparecer a Gabriela como una persona menos generosa, afectuosa y
desde la experiencia. Los actores sociales buscan definir lo que es verdadero y comprensiva de lo que ella quisiera ser. En público, y en la mayoría de las si­
lo que es importante en esa experiencia, y desde allí resolver los problemas que tuaciones sociales, la memoria como caja cerrada tiene sus virtudes. El agente
consideran urgentes. Durante los tiempos de atrocidad, así como en la transi­ de la DINA que fue confrontado por Mónica en una calle del centro de San­
ción posterior, oponen un marco de memoria contra otro, testimonio contra tiago tiene una razón más profunda para mantener un código de silencio. La
testimonio. La selectividad necesaria de este proceso de formar memoria hace impasse de la memoria puede erosionarse si se olvida el peligro de involucrarse
que la dicotomía de memoria contra olvido sea demasiado estrecha y restricti­ en una conversación real que incorpore y atraviese los distintos campos de la
va para los propósitos de análisis. Pero también sugiere una consecuencia clave memoria. Los activistas y las víctimas sobrevivientes podrían lograr difamar la
y una tercera conclusión importante: la formación de la memoria es también reputación, o incluso poner en riesgo de acusación criminal, a quienes alguna
la formación del silencio? vez se definieron como servidores del país.
Dos aspectos de la formación del silencio —como un proceso intrínsica- Los epílogos también hacen visibles los aspectos más sutiles del lazo entre
mente vinculado a la formación de la memoria- resultan obvios. Primero, memoria y silencio: las delicadas áreas tabúes y la cuestión de la voz social.
considérese la selectividad. La formación de la memoria emblemática requiere Como hemos visto, el saber personal popular sirve como una especie de ma-

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teria prima para la formación de la memoria emblemática. Pero dentro de este Podría parecer que se pone en manos de los perpetradores la posibilidad de ha­
saber —que de alguna manera circula y parece captar verdades experimentadas cer su propio reconocimiento -y sentir su propio remordimiento- frente a su
por la gente—hay rumores e historias que no encajan fácilmente con los prin­ responsabilidad por las atrocidades. No es de extrañar que el remordimiento
cipales marcos de significación de la memoria. Estos se desvían de las líneas generalmente sea una especie de conocimiento subterráneo que circula entre
estándares de las narrativas emblemáticas, destacan temas que podrían menos­ unos pocos, permaneciendo reservado y protegido de las mayorías. Las áreas
cabar su atractivo cultural, y podrían perturbar una comprensión verdadera de tabúes son a la vez algo que cautiva e inquieta; tienden a fomentar un ajustado
la responsabilidad y la victimización. Es decir, algunos conocimientos pueden tejido de memoria con silencio.
pisar sensibilidades muy delicadas. Finalmente, la agitación y el aislamiento de Cristián, el conscripto que te­
El resultado paradójico, como vimos en los casos del conocimiento sobre la nía demasiadas ganas de vivir, nos colocan frente a frente con otro vínculo
bondad y especialmente sobre el remordimiento (epílogo del capítulo 2), es un sutil de la memoria con el silencio: la formación de las voces sociales efectivas.
tejido de memoria y silencio. Por una parte, el conocimiento se cuela porque En el fondo, son los actores humanos quienes hacen y disputan las memorias
es demasiado significativo para la gente. Los familiares desean recordar la bon­ emblemáticas. Se organizan en “nudos” que exigen atención a su memoria-
dad y el idealismo de sus seres queridos; los amigos desean recordar la bondad verdad y a su experiencia, y que empujan su versión en la imaginación co­
y la solidaridad de sus compañeros perdidos. Las cualidades de Lucio Angulo, lectiva. Algunos de estos actores son políticamente más poderosos que otros.
reducido a un animal encadenado pero que de alguna manera fue capaz de Algunos aprenden a organizarse más efectivamente que otros. Algunos gozan
salvar a Ramiro al resistir la presión para identificarlo, hablan de la magnitud de mayor respetabilidad cultural, o de mayor ventaja o conexión social, que
de lo que ha sido destruido. La gente también recuerda una curiosa excepción otros. La lucha para construir una memoria emblemática influyente —mi ex­
que le llamó la atención: el guardia de la prisión que se preocupaba por los periencia, la memoria-verdad de mi grupo, es la verdad de Chile—es también
prisioneros, el soldado que se disculpó por tener que efectuar un allanamien­ una lucha para definir cuál es la voz social que cuenta. La elevación de algu­
to. La excepción prueba la regla de crueldad, pero de alguna manera también nas voces sociales a una posición de influencia es también el silencio de otras
reafirma la posibilidad de humanidad. En las manos de un artista creativo voces potenciales. En el mundo de la impasse de la memoria íntima de Chile,
como Ariel Dorfman, puede inspirar un conmovedor poema de posibilidad.4 Cristián es un duro recordatorio de que el proceso de las luchas de la memoria
Tampoco pueden olvidar, ni Ramiro ni Claudia ni otros, el remordimiento de deja muy poco espacio efectivo para una voz potencial: los conscriptos y las
la señora María Verónica mientras buscaba a Rene Burdiles, su hijo desapare­ tropas de bajo rango que experimentaron el miedo, la coerción, la ruptura y
cido que —a sus instancias, según el rumor—se entregó voluntariamente a los el remordimiento.
carabineros de Puerto Octay. ¡Qué ejemplo más abrumador de la ingenuidad
y las confusiones, del descenso al infierno y a la tragedia, que se propagó en las El mundo de la impasse de la memoria fue en realidad un mundo en movi­
provincias de Chile después del 11 de septiembre de 1973! miento, no un mundo congelado. En el transcurso del cuarto de siglo poste­
Por otra parte, el saber personal es peligroso y puede, por tanto, inspirar rior a 1973, las luchas por los derechos humanos y por la memoria produjeron
también el silencio. Incluso el conocimiento de la bondad puede llegar a ser frustración tras frustración. Sin embargo, la sensación de frustración puede
delicado si se lleva demasiado lejos. Por ejemplo, si se lo lleva a una arena pú­ ser engañosa. Más allá de las vidas específicas salvadas, y más allá de los in­
blica hostil que pueda cuestionar la bondad de las opciones políticas de una dividuos y familias que recibieron algo de consuelo o de reparación, la gente
víctima antes de 1973, o si se lo lleva al punto de descartar algo más esencial: que construyó el campo de la memoria como la ruptura, la persecución y el
que los seres humanos tienen derecho a la vida, a la integridad corporal y al despertar también logró algo más grande: la sensibilización cultural acerca de
debido proceso independientemente de su “bondad”. Más sensible aun es los derechos humanos y la democracia como valores en sí.5
la cuestión del remordimiento. Erróneamente interpretadas, las historias de Hacia mediados y finales de los 90, un cuarto de siglo de debate cultural ha­
remordimiento y de autocuestionamiento de quienes los sufrieron podrían bía transformado especialmente las formas en que la gente entendía y valoraba
cambiar perversamente el mapa de quién es responsable y quién es víctima. la expresión derechos humanos, que fue un asunto menor en el vocabulario cul­

196 197
tural de los 60. Lo que cualquier actor político podía expresar legítimamente
en público sobre el uso de la violencia de Estado en contra los ciudadanos
Abreviaturas utilizadas en las notas
-incluyendo a quienes habían apoyado al régimen militar- había cambiado y el ensayo sobre las fuentes
dramáticamente desde los años 70. La violencia de Estado al margen de un
debido proceso que respetara los derechos humanos fundamentales no podía
ser justificada o tratada como un tema que era posible ignorar, ni siquiera en
tiempos de tensión o de emergencia. Archivo Audiovisual de la Vicaría de la Pastoral Social.
AAVPS
Incluso en los tiempos de impasse en los 90, cuando el deseo de la mayoría ACNVR Archivo de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación
sobre los temas de verdad y justicia continuaba tropezando contra los poderes (incorporado como parte del Archivo de la Corporación Nacio­
de facto de una minoría política y de un Ejército todavía bajo el mandato del nal de Reparación y Reconciliación).
general Pinochet, el tiempo en realidad no se paralizó. Los chilenos erosiona­ ACPVG Archivo de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi.
ron o rompieron impasses sobre temas específicos -la verdad de la sistemática AFDD Agrupación de Familiares de Detenidos-Desparecidos.
violación de los derechos humanos por parte del Estado y la responsabilidad A FD D C D AFD D , Centro de Documentación.
criminal del ex jefe de la policía secreta, entre otros- mientras se volvía a unos AGAS Archivo Gráfico del Arzobispado de Santiago.
tensos puntos muertos en relación a otros temas específicos. Ésta era la impasse AGPHH Archivo Gráfico Personal de Helen Hughes.
AGPMAL Archivo Gráfico Personal de Miguel Angel Larrea.
en marcha de una sociedad en movimiento (lento), no la impasse única y para
AICT Archivo de la Intendencia de Cautín, Temuco (después incorpo
siempre. En 1998, cuando Pinochet se retiró de su cargo de comandante en
rado como parte del Archivo Regional de la Araucanía).
jefe del Ejército y más tarde fue arrestado en Londres, las circunstancias polí­
APAF Archivo Personal de Alicia Frohmann.
ticas y culturales cambiaron. El movimiento sobre la cuestión de la memoria
APDPC Archivo Personal de Diego Portales Cifuentes.
se aceleró, y pronto se haría evidente el inicio de un desenredo más decisivo Archivo Personal de Eugenia Rodríguez.
APER
(aunque todavía parcial) de la impasse. Pero ésa es otra historia para otro libro. APJCC Archivo Personal de Juan Campos Cifuentes.
APMEH Archivo Personal de María Eugenia Hirmas.
APMM Archivo Personal de “M M ” .
APSS Archivo Personal de Sol Serrano.
APTV Archivo Personal de Teresa Valdés.
ASVS Arzobispado de Santiago, Vicaría de la Solidaridad.
ASXX Archivo Siglo X X del Archivo Nacional.
BF Biblioteca de Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales-Chile).
BF, AEH BF, Archivo Eduardo Hamuy.
BN Biblioteca Nacional.
COD EPU Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo.
CODEPUCD C O D EPU , Centro de Documentación.
D ETD ES ASVS, Detenidos desaparecidos: documento de trabajo, Santiago:
ASVS, 1993.
ECO Educación y Comunicación.
EC O C D EC O , Centro de Documentación.
FASIC Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas.
FAV Fundación de Documentación y Archivo de la Vicaría de la
Solidaridad, Arzobispado de Santiago.

198 199
FSA
FSA, ASI
Fundación Salvador Allende, Centro de Documentación.
FSA, Archivo Sergio Insunza.
Notas
IC N P PT Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, Informe de
Introducción a la trilogía. L a caja de la m em oria del Chile de Pinochet
la Comisión N acion al sobre Prisión Política y Tortura, Santiago:
1 La obra pionera de Guillermo O ’Donnell es una excelente guía hacia el trabajo aca­
L a N ación, Ministerio del Interior, 2004.
démico de ciencias sociales sobre el autoritarismo burocrático, y (en menor medi­
ICNVR Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Informe de la
da) a la literatura posterior sobre transiciones y democratización. Ver especialmente
Comisión N acion al de Verdady Reconciliación, Santiago: Ministe­
M odem ization an d Bureaucratic-Authoritarianism , 1973; Berkeley: University of Ca­
rio Secretaría General del Gobierno, 1991.
lifornia Press, 1979; Bureaucratic A uthoritarianism : Argentina, 1966-1973, in Com-
IC T U S C D Ictus, Centro de Documentación.
parative Perspective, Berkeley: University o f California Press, 1988; y los ensayos en
LHORM Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Óscar Sepúlveda, L a historia
Counterpoints: SelectedEssays on A uthoritarianism an d Dem ocratization, Notre Dame:
oculta del régimen m ilitar: Chile, 1973-1988, 1988; Santiago:
University o f Notre Dame Press, 1999. Cf. David Collier (ed.), The New Authori­
Antártica, 1990.
tarianism in Latín Am erica, Princeton: Princeton University Press, 1979; Manuel
LH O T Ascanio Cavallo, L a historia oculta de la transición: memoria de
Antonio Garretón, E l proceso político chileno, Santiago: Flacso, 1983; Guillermo
una época, 1990-1998, Santiago: Grijalbo, 1998.
O ’Donnell, Phillippe Schmitter y Laurence Whitehead (eds.), Transitions from Au-
PIDEE Fundación para la Protección de la Infancia Dañada por los
thoritarian Rule: Prospectsfo r Democracy, Baltimore: Johns Hopkins University Press,
Estados de Emergencia.
1986; y Scott Mainwaring, Guillermo O ’Donnell y J. Samuel Valenzuela (eds.),
PIDEECD PIDEE, Centro de Documentación.
Issues in Dem ocratic Consolidation: The New South American Democracies in Com-
PUC Princeton University Library Pamphlet Collection, Chile
parative Perspective, Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1992. Conviene
(colecciones Main y Supplement, microfilmadas por Scholarly
destacar el espíritu comparativo que caracteriza a esta literatura de ciencias sociales,
Resources Inc., por acuerdo con Princeton University Library).
lo que incluye a menudo consideraciones de regímenes autoritarios y de transiciones
SHSWA State Historical Society o f Wisconsin Archives.
democráticas en el sur de Europa.
TV N C D Televisión Nacional, Centro de Documentación.
Para un espléndido trabajo académico que se basa en esta literatura y a la vez
va extendiéndola hacia nuevas direcciones —hacia temas como la cultura del miedo,
el destino y la resistencia del movimiento obrero, y los dilemas de la justicia en la
transición-, ver Juan E. Corradi, Patricia Weiss Faggen y Manuel Antonio Garretón
(eds.), Fear a t the Edge: State Terror an d Resistance in Latín Am erica, Berkeley: Uni­
versity o f California Press, 1992; Paul W. Drake, Labor Movements an d D ictatorships:
The Southern Cone in Com parative Perspective, Baltimore: Johns Hopkins University
Press, 1996; y A. James McAdams (ed.), Transitional Justice an d the Rule o fL aw in
New Democracies, Notre Dame: University of Notre Dame Press, 2000.
Para una estupenda reflexión, anclada en la historia del Holocausto, sobre las
relaciones entre la modernidad, la tecnocracia y el terror del Estado en el siglo XX,
ver Omer Bartov, M irrors o f Destruction: War, Genocide an d M odern Identity, Nueva
York: Oxford University Press, 2000.
2 Para una perspectiva de abajo hacia arriba, en la cual la protesta llega a ser el fenó­
meno social alternativo opuesto -una explosión y realización de un potencial de
resistencia desde abajo, al interior de un sistema del control y represión desde arri­
ba-, ver, por ejemplo, Cathy Lisa Schneider, Shantytown Protest in Pinochet’s Chile,
Filadelfia: Temple University Press, 1995. Para el giro conceptual reciente de his­
toriadores de América Latina que se abstienen de la dicotomía analítica de arriba
hacia abajo versus de abajo hacia arrib a, en beneficio de un enfoque más interactivo,

200 201
mutuamente constitutivo y mediado sobre las dinámicas políticas, ver Steve J. Stern, les del juez Juan Guzmán. Ver su entrevista en E l Siglo, 24.05.02; cf. la conferencia de
“Between Tragedy and Promise: The Politics o f Writing Latin American History in prensa de 1973 y los documentos de testimonio en el Congreso en SHSWA, Adam
the Late Twenty Century”, Reclaim ing the P olitical in L atin American H istory: Essays Schesch Papers, cinta 823A, rollo 3 (conferencia de prensa, 02.10.73), y manuscrito
from the North, Gilbert M. Joseph (ed.), Durham: Duke University Press, 2001, 534. Yo también le agradezco por las numerosas conversaciones que tuvimos sobre
32-77, esp. 41-47. Los historiadores de México han sido muy prominentes en este sus experiencias en Chile y en el Estadio Nacional. El testimonio de Schesch eleva
cambio de giro: por ejemplo, Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent (eds.), Everyday la estimación a 3.500, incluso si uno no supone que, por cada sesión de ejecuciones
Forms o f State Form ation: Revolution an d the Negotiation o f Rule in M odem M éxico, grupales, un número similar de prisioneros era llevados al campo central desde el otro
Durham: Duke University Press, 1994; Florencia E. Mallon, Peasant an d N ation: lado del estadio (en una ocasión, Schesch pudo inferir esta práctica de agrupación de
The M aking o f Postcolonial México an d Perú, Berkeley: University o f California Press, los dos lados al restar el número de personas que él vio sacar desde su lado del total
1995; y Mary Kay Vaughan, C ultural Politics in Revolution: Teachers, Peasants, an d que mencionó un soldado que volvía a su área).
Schools in M éxico, 1930-1940, Tucson: University o f Arizona Press, 1997. Segundo, el miedo inhibió la presentación de los casos (o la adecuada corrobora­
3 Las cifras de muertes y desapariciones han recibido la mayor atención y requieren ción de los mismos), especialmente en lugares en provincia y zonas rurales, y en casos
una explicación detallada. Para el cálculo de las muertes y desapariciones individua­ de personas que no eran prominentes en un partido político u otro activismo. El caso
les documentadas por las dos comisiones oficiales de Chile (la Comisión de Verdad y de la redada de izquierdistas y campesinos en Quillota en enero de 1974 es extrema­
Reconciliación de 1990-1991, más conocida como la Comisión Rettig por el nom­ damente sugerente, ya que ofrece una oportunidad no muy común de documentar el
bre de su director, y el organismo que le sigue, denominado Corporación Nacional anonimato rural y el problema del miedo en términos cuantitativos. La huella docu­
de Reparación y Reconciliación), ver Comisión Chilena de Derechos Humanos (de mental de individuos específicos permitió a la Comisión de Verdad y Reconciliación
aquí en adelante C C H D H ), N unca más en Chile: síntesis corregida y actualizada del demostrar definitivamente la muerte o desaparición de ocho personas en la redada y
Informe Rettig (Santiago: Lom, 1999), esp. 229. Las cifras certificadas por el Estado la masacre de Quillota, pero los registros de la Vicaría de la Solidaridad de la Iglesia
son las siguientes: 2.905 casos documentados como muerte o desaparición por agen­ Católica tenían información interna (dos testimonios anónimos de conscriptos) que
tes del Estado o personas a su servicio, y 139 muertes por violencia política (la mayor indicaba que el grupo masacrado era de 33 personas. En este caso, la proporción de
parte se trata de asesinatos de civiles por agentes del Estado en horas del toque de muertes anónimas respecto de las conocidas es escalofriante: ¡cerca de tres a uno!
queda). Para una discusión y documentación detallada, ver Libro Uno, capítulo 3, de esta
La metodología conservadora que permite llegar a una estimación de 3.500- trilogía.
4.500 muertes y desapariciones está basada en varios factores, más allá del lento Agravaban el problema del anonimato y del miedo las barreras étnico-sociales
crecimiento de la evidencia anecdótica respecto de casos individuales transmitida a -y las interpretaciones culturales indígenas de los lazos entre las relaciones sociales
través de los periódicos, mi investigación en el área y el conocimiento adquirido en y los acontecimientos de muerte y de desgracia- en las áreas sureñas que tenían una
los círculos de abogados y de derechos humanos. Sobre este último punto, ver, por sustancial población mapuche y que estuvieron sometidas a una represión feroz. Para
ejemplo, el testimonio de Raúl Rettig, director de la Comisión de Verdad y Recon­ un estudio en profundidad, ver Roberta Bacic Herzfeld, Teresa Durán Pérez y Pau
ciliación, en el libro de entrevistas de Margarita Serrano L a historia de un "bandido": Pérez Sales, M uerte y desaparición forzad a en la A raucanía: una aproxim ación étnica,
R aú l Rettig, Santiago: Los Andes, 1999, 83 y 89. Temuco y Santiago: Ediciones Universidad Católica deTemuco y Lom, 1998. Si uno
Primero entre los factores que he considerado se encuentra el importante relato de no considera la Región Metropolitana de Santiago y supone que en otros lugares los
Adam Schesch, un estadounidense que sobrevivió a su detención en el Estadio Nacio­ factores del miedo y el anonimato dejaron fuera documentación individual definiti­
nal en septiembre de 1973 y que documenta la probable muerte de unas 400 personas va que hizo el Estado a sólo un tercio de las muertes y desapariciones reales, la cuenta
adicionales en ese recinto. Schesch y su entonces esposa, Pat Garret-Schesch, estaban en las provincias se eleva a 587. Esto sube el estimado total más conservador hacia
detenidos en un sector del estadio que les permitía contar meticulosamente los grupos el rango de 4.000-4.100 muertes y desapariciones (para una desglose de las cifras
de prisioneros que eran llevados para la ejecución y oír las ráfagas de metralla que oficiales por regiones, ver C C H D H , N unca más en Chile, 2 3 \).
los mataban (en algunos casos, los prisioneros cantaban justo antes de la ejecución), Por último, asignando un factor de miedo y anonimato más modesto (15 a
a pesar de que los grandes ventiladores del estadio eran usados para amortiguar los 20 por ciento) a la Región Metropolitana, y dejando de lado las cifras del Estadio
sonidos en las celdas y camarines ubicados lejos del campo de juego. Schesch volvió a Nacional modificadas por el testimonio de Schesch, para evitar un doble conreo, el
Chile en mayo de 2002 para testificar bajo juramento en las investigaciones crimina- estimado crece hacia 4.500.

202 203
Tomando todo esto en cuenta, una apreciación de 3.500-4.500 es bastante con­ from Chile: Voices ofE xile, Albuquerque: University of New México Press, 1998, esp
servadora. La cifra reai puede haber sido más alta. Vale la pena notar que este esti­ 8 (nota). Para una estimación seria, que alcanza la elevada cifra de 400.000, ver Car­
mado cuadra bien con el testimonio ofrecido a la Comisión de Derechos Humanos men Norambuena Carrasco, “Exilio y retorno: Chile 1973-1994”, M em oria p ara un
del Senado chileno por antiguos agentes del gobierno militar, que afirman que las nuevo siglo: Chile, m iradas a la segunda m itad del siglo XX , Mario Garcés et al. (eds.),
desapariciones reales ascendían a más de 2.000 (casi 800 casos más de los documen­ Santiago: Lom, 2000, 178, esp. n. 13.
tados por el Estado). Ver la divulgación formulada por el senador Jorge Lavandero, 4 Las presunciones sobre un golpe “suave” en un Chile fundamentalmente democráti­
presidente del Senado, en L a Tercera: www.tercera.cl, 13.07.2000; ver también C la­ co y respetuoso de la ley, y el tema relacionado de la aceptación voluntaria de las listas
rín, Buenos Aires, 14.07.2000. Esta estimación también coincide con la suposición y órdenes de arresto, están ampliamente documentados en la trilogía. Ver Libro Uno,
de que en al menos la mitad de los 1.289 casos de presunta muerte o desaparición capítulo 3; Libro Dos, capítulos 1-2. Para el patrón de conformidad voluntaria, ver
por violación a los derechos humanos o por violencia política presentados a las dos también el registro de casos reunidos en D E T D E S.
comisiones, y en los cuales las comisiones no pudieron establecer prueba definitiva, 5 El caso brasileño dio origen a un estudio pionero que documentó tempranamente
no se trataba de casos frívolos sino genuinos. Para estadísticas o casos presentados el no radicalismo y el conservadurismo de un sector sustancial de los habitantes de
pero no probados definitivamente, ver Corporación Nacional de Reparación y Re­ poblaciones marginales, resultado que en ese momento parecía ser contraintuitivo.
conciliación, Informe a Su Excelencia el Presidente de la República sobre las actividades Ver Janice E. Perlman, The Myth o f M arginality: Urban Poverty an d Politics in Rio de
desarrolladas a l 15 de mayo de 1996, Santiago: La Nación, 1996, 19 (cuadro I). Janeiro, Berkeley: University o f California Press, 1976, esp. 162-191.
Finalmente, se debe destacar que esta estimación más bien conservadora de 6 Perú, al norte de Chile, también sucumbió a un “nuevo” estilo de gobierno militar en
ninguna manera desacredita el excelente trabajo de la Comisión de Verdad y Re­ 1968. Los militares peruanos, sin embargo, siguieron un camino diferente, aunque
conciliación y de la que le siguió, la Corporación de Reparación y Reconciliación. influido por el clima de movilización y polarización acerca de la injusticia. Bajo la
Basándonos en la estimación de 3.500-4.500, podemos decir que los dos organismos dirección del general Juan Velasco Alvarado, el gobierno se lanzó a una “revolución”
lograron, bajo condiciones adversas, establecer -sobre una base de prueba definitiva de reformas políticas de izquierda, incluyendo la expropiación de las propiedades de
e individualizada- entre el 65 y el 85 por ciento de aquella suma, sin una prueba de petróleo en manos extranjeras, la reforma agraria en las provincias de la sierra y la
refutación subsiguiente de ningún caso. Esto es un logro notable, y también suficien­ costa, y la formación de cooperativas de trabajadores. No obstante, el resultado fue
te para demostrar la calidad sistemática y masiva de la represión. una gigantesca hilera de regímenes militares en Sudamérica a inicios y mediados de
Las otras cifras no requieren aquí de una discusión tan detallada. Para las esti­ la década de 1970. Otro resultado importante fue que la administración Nixon vio
maciones sobre el tema técnicamente complejo de la tortura, se ofrece una discusión a Perú y a Chile, después de la elección de Allende en 1970, como un largo y conti­
completamente documentada en el Libro Tres de esta trilogía. Para los arrestos polí­ guo territorio hostil a los intereses de los Estados Unidos y propicio a la política de
ticos documentados, la cifra de fondo de 82.000 está basada en los 42.386 arrestos izquierda. Los recientes libros de John Dinges, The Condor Years: How Pinochet and
reconocidos por el régimen al 6 de febrero de 1976, y un adicional de 40.043 arres­ H is A llies Brought Terrorism to Three Continents, Nueva York: New Press, 2004, y de
tos registrados por la Vicaría de la Solidaridad de la Iglesia Católica chilena una vez Peter Kornbluh, The Pinochet File: A Declassified Dossier on Atrocity an d Accounta-
que ésta comenzó a funcionar, en 1976, citados en FAV, caja A. T., número 2, casos: bility, Nueva York: New Press, 2003, arrojan una luz refrescante sobre los aspectos
“Algunas cifras sobre atentados a los derechos humanos durante el régimen militar transnacionales del inicio de los regímenes de “guerra sucia”, en gran parte a través
(1990?)”. La estimación -m ás realista, aunque todavía conservadora—de 150.000 de documentos oficiales de Estados Unidos desclasificados y hechos públicos por la
a 200.000 casos se basa en una conversación con José Zalaquett, 27.10.01, quien administración Clinton y a través del uso del Freedom o f Information Act.
está excepcionalmente bien informado y es riguroso en su metodología, y que ha La experiencia del Cono Sur dio origen a una pequeña industria de excelen­
incluido, junto con los casos de detenciones más largas, los arrestos políticos de tes estudios analíticos y comparativos, escritos por cientistas políticos y sociólogos,
corto plazo (a lo menos de un día) originados en medidas represivas y redadas en las primero sobre el autoritarismo y el nuevo estilo de las dictaduras, y posteriormente
poblaciones. Los antecedentes y la experiencia de Zalaquett, junto con su inclinación sobre los problemas de transición democrática. Ver nota 1 en este capítulo.
por la metodología estricta, están documentados en el Libro Dos y el Libro Tres de 7 Ver Kathryn Sikkink, “The Emergence, Evolution, and Effectiveness o f the La-
esta trilogía. Para las estimaciones sobre el exilio, que incluyen tanto la oleada inicial, tin American Human Rights NetWork”, Constructing Democracy: H um an Rights,
impulsada por la persecución política, como las que le siguieron, impulsadas por una Citizenship, an d Society in L atín America, Elizabeth Jelin y Eric Hershberg (eds.),
mezcla de motivos políticos y económicos, ver Thomas Wright y Rody Oñate, Flight Boulder: Westview Press, 1996, 59-84, esp. 63-64. Cf. Margaret E. Keck y Kathryn

205
Sikkink, Activists Beyond Borden: Advocacy Networks in International Politics, Itha- State Violence in Chile: A Historical Ethnography o f Tarapacá, 1890-1995” , tesis
ca: Cornell University Press, 1998. Más sobre la formación de conciencia, redes y de doctorado, University o f Michigan, 1998; y Claudio Barrientos, “Emblems and
esfuerzos transnacionales sobre derechos humanos en Chile, en NACLA Repon on Narratives o f the Past: The Cultural Construcdon o f Memories and Violence in Pea-
the Americas, 36: 3 (noviembre-diciembre 2002); edición sobre el tema en “N ACLA: sant Communities o f Southern Chile, 1970-2000”, tesis de doctorado, University of
A 35 Year Retrospective”; y Libro Dos, capítulo 3, de esta trilogía. Wisconsin, Madison, 2003.
El mito del excepcionalismo chileno es bien conocido entre los académicos. Para un 10 Mi reflexión ampliada sobre el problema de representar lo imposible, un tema que
impactante ejemplo del esfuerzo de Allende por invocarlo en medio de la grave crisis, obsesiona la discusión de las relaciones entre “historia” y “memoria” , se presenta
ver en la trilogía Libro Dos, epílogo al capítulo 1. Cf. Marc Cooper, Pinochet an d en el Libro Tres de esta trilogía, epílogo al capítulo 2. Allí exploro las experiencias
M e: A Chilean Anti-m emoir, London: Verso, 2001, 81. El mito era más influyente humanas traumáticas y los dilemas inherentes de la narración en relación al trabajo
en la sociedad urbana de clase media y en los círculos políticos de elite. El nuevo de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación de Chile. Para el problema de
estudio de Florencia E. Mallon sobre una comunidad indígena mapuche, así como historia versus memoria tal como es conceptualizado por Pierre Nora, ver los múlti­
los trabajos de Claudio Barrientos y Lessie Jo Frazier sobre el sur y el norte, respec­ ples volúmenes sobre su proyecto de memoria, Realms o f Memory: The Construction
tivamente, ayudan a clarificar los parámetros implícitos regionales, de clase social, y o f the French Past, Lawrence C. Kritzman (ed.), Arthur Goldhammer (trad.), Nueva
étnico-raciales de estas creencias. Ver Mallon, Courage Tastes ofB lood: The M apuche York: Columbia University Press, 1996-1998, esp. “General Introduction: Between
Community o f N icolás de A ilío a n d the Chilean State, 1906-2001, Durham: Duke Memory and History”, I: 1-23, cf. xv-xxiv. Para el contexto y una crítica útil, menos
University Press, 2005; Barrientos, ‘“Y las enormes trilladoras vinieron [...] a llevarse vinculada a la dicotomía de historia versus memoria, ver Natalie Zemon Davis y
la calma: Neltume, Liquifie y Chihuío, tres escenarios de la construcción cultural de Ralph Starn, introducción a Representations, 26 (primavera de 1989), número temá­
la memoria y la violencia en el sur de Chile”, Ponciano del Pino y Elizabeth Jelin tico “Memory and Counter-memory”, 1-6; y Tony Judt, “A la Recherche du Temps
(eds.), Luchas locales, comunidades e identidades, Madrid: Siglo XXI, 2003, 107-144; Perdu”, New York Review ofBooks, 03.12.98, 51-58. Cf. el problema de la historia-
Frazier, Salt in the Sand: Memory, Violence, an d the N ation-State in Chile, 1 8 9 0 to the memoria tal como se desarrolla en Yosef Hayim Yerushalmi, Zakhor: Jew ish History
Present, Durham: Duke University Press, 2007. an d Jew ish Memory, Seattle: University o f Washington Press, 1982. Ver también las
Dos excelentes trabajos que argumentan en esta dirección, y de los cuales he apren­ reflexiones relacionadas de Amos Funkenstein, “Collective Memory and Historical
dido mucho, son Tomás Moulian, Chile actual: anatom ía de un mito, Santiago: Lom, Consciousness”, History an d Memory, I, 1, 1989, 5-26; y David Myers, “Remembe-
1997; y Tina Rosenberg, Children o fC ain : Violence an d the Violent in Latín Am erica, ring Zakhor. A Super-Commentary”, History an d Memory, 4, 2, 1992, 129-46, con
1991, Nueva York: Penguin, 1992, 333-387. Cf. Cooper, Pinochet an d M e. Signi­ respuesta de Funkenstein, 147-148. Para una breve reflexión perceptiva y multifacé-
ficativamente, Rosenberg también reflexiona sobre el problema alemán: “La sofisti­ tica, ver Jelin, Los trabajos de la memoria, 63-78. Para una discusión más completa y
cación” , escribe, “no fue la solución. Mientras más cultivados eran los chilenos, más una guía de literatura, y el problema relacionado de la representación, un excelente
deseosos parecían de no querer ver lo que estaba ocurriendo a su alrededor” (380). punto de partida es el reciente trabajo de Dominick LaCapra, H istory an d Memory
Para un trabajo reciente en Chile que demuestra tanto la persistencia de la di­ after Auschwitz, Ithaca: Cornell University Press, 1998; y W riting History, W riting
cotomía de la memoria versus olvido como los esfuerzos intelectuales para romper Traum a, Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2001. Cf. Michael Bernard-
sus límites, ver Mario Garcés et al., M em oria p ara un nuevo siglo. C f. Nelly Richard Donals y Richard Glejzer, Between Witness an d Testimony: The Holocaust an d the
(ed.), Políticas y estéticas de la memoria, Santiago: Cuarto Propio, 2000. Sobre la me­ Lim its o f Representation, Albany: State University o f New York Press, 2001.
moria como un proceso de remembranza selectiva competitiva al interior de luchas 11 La frase de Benedetti (“el olvido está lleno de memoria”) apareció sobre la muralla de
políticas y culturales más amplias de la sociedad, ver, además del capítulo 4 en este rememoración de prisioneros políticos asesinados o desaparecidos en el más grande
libro, el ensayo teórico fundacional de las académicas argentinas Elizabeth Jelin y campo de tortura de la DINA, Villa Grimaldi, inaugurado como Parque de la Paz
Susana G. Kaufman, “Layers of Memories: Twenty Years After in Argentina”, The en 1997. Ver también el aporte de Mireya García Ramírez, activista y líder de la
Politics ofW ar Memory an d Commemoration, T. G. Ashplant, Graham Dawson y Mi- Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (AFDD), en Garcés et al.,
chael Roper (eds.), Nueva York: Routledge, 2000, 89-110; y las reflexiones maduras M em oria p ara un nuevo siglo, 447-450. La noción de la “memoria obstinada” fue
y muy perceptivas en Jelin, Los trabajos de la memoria, Madrid: Siglo XXI, 2002. acuñada por el director Patricio Guzmán en su conmovedor documental Chile: la
Recientes investigaciones doctorales sobre Chile, con un enfoque regional informa­ memoria obstinada, 1997, disponible en video vía First Run Icarus Films.
do y con perspectivas teóricas similares, incluyen Lessie Jo Frazier, “Memory and

207
Introducción al Libro Uno. Recordando el Chile de Pinochet: en vísperas Capítulo 1. La memoria heroica
de Londres 1998 1 Para la evolución de la opinión pública durante los años de transición democrática,
1 Para un acercamiento analítico y teorizado a las intersecciones de memoria y genera­ y los resultados pertinentes de las encuestas y elecciones, ver el Libro Tres de esta
ción, un excelente punto de partida es Harold Marcuse, Legacies ofD achau: The Uses trilogía.
an d Abuses o fa Concentration Camp, 1933-2001, Nueva York: Cambridge University 2 Todas la citas que se dan para el caso de doña Elena F. son de mi entrevista con ella en
Press, 2001. Cf. reflexiones en Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria., Madrid: Santiago, el 29.08.96. La mayoría de la información sobre sus experiencias y recuer­
Siglo XXI, 2002, 117-133; y para un revelador estudio del caso chileno, ver Kathe- dos deriva de esa entrevista. Sin embargo, como es obvio en el texto, he complemen­
rine Hite, When the Romance Ended: Leaders o f the Chilean Left: 1968-1998, Nueva tado dicha entrevista con numerosas conversaciones informales, más en la tradición
York: Columbia University Press, 2000. etnográfica del observador-participante, sostenidas con doña Elena y algunos de sus
2 Ver James E. Young, The Texture o f Memory: H olocaust M em orials an d M eanings, familiares antes y después de la sesión de entrevista.
New Haven: Yale University Press, 1993; y Young, A t Memory’s Edge: After-Images 3 A pesar de las controversias que acompañan los análisis interpretativos sobre estas
o f the H obcaust in Contemporary A rt an d Architecture, New Haven: Yale University materias, la mayoría de la información empírica que presento en este capítulo como
Press, 2000. Vale la pena señalar que en su libro y ciclo de investigación anterior (so­ trasfondo contextual es de conocimiento común para los especialistas chilenos. Para
bre Israel y también sobre Europa), Young ilumina también acerca de la importancia una guía breve y confiable de la historia política general de Chile entre 1920 y 1973,
de los sitios en el tiempo: por ejemplo, “When a Day Remembers: A Performative y cuyos trazos analíticos yo he seguido en gran medida en este capítulo, ver el ex­
History o f Yom ha-Shoah", History an d Memory, 2, 2, 1990: 54-75. Para el contexto celente trabajo de Brian Loveman, Chile: The Legacy o f H íspanle Capitalism , Nueva
más amplio de la memoralización en Alemania, ver también Rudy Koshar, Germanys York: Oxford University Press, 1988, esp. caps. 8-9. Para no confundir al lector sobre
Transient Pasts: Preservation an d N ation al Memory in the Twenty Century, Chapel las fuentes de las estadísticas, especialmente porque las cifras algunas veces varían
Hill: University o f North Carolina Press, 1998. levemente de una fuente a otra, me he basado en los números citados en el texto de
3 Para Nora y críticas útiles, ver notas a la introducción general, n. 10. Para la suge­ Loveman, a menos que no se indique algo diferente.
rencia de que este marco podría ser más apto para Chile en el siglo XXI, ver en esta Los lectores que desean leer otros análisis confiables sobre la historia de Chile
trilogía el Libro Tres, epílogo al capítulo 5. entre las décadas de 1920 y comienzos de 1970 podrían consultar las siguientes
4 M i conocimiento de los nuevos trabajos académicos emergentes sobre América obras importantes, con las cuales yo también estoy considerablemente en deuda (la
Latina deriva no sólo de mi trabajo en este campo en Chile, sino también del lista que sigue debe ser tomada como una muestra implacable y selectiva, dada la
privilegio de participar como colaborador, en calidad de miembro de la facultad, vasta historiografía, y no tiene la intención de tomar a la ligera las contribuciones
en el proyecto de formación de investigadores e intelectuales jóvenes sobre me­ de muchos excelentes académicos que no son mencionados aquí). Sobre la historia
moria, represión política y democratización en Sudamérica (Cono Sur y Perú) de los democratacristianos y de la Iglesia Católica, ver Michael Fleet, The Rise an d
durante 1998-2001, organizado por el Social Science Research Council y dirigido F a ll o f Chilean Christian Democracy, Princeton: Princeton University Press, 1985;
por Elizabeth Jelin y Eric Hershberg con Carlos Iván Degregori. El proyecto de y Brian Smith, The Church an d Politics in Chile: Challenges to Modern Catholicism,
la facultad trabajó con becarios latinoamericanos para construir una masa crítica Princeton: Princeton University Press, 1982. Para una introspección adicional de
de investigaciones y de intelectuales jóvenes bien preparados e interconectados parte de un líder clave de la doctrina democratacristiana, ver Jaime Castillo Velasco,
que trabajaran en temas relacionados con la memoria. M i propia reflexión sobre L as fuentes de la democracia cristiana, Santiago: Editorial del Pacífico, 1963.
la memoria ha sido enriquecida e influenciada por esta colaboración. Una serie de Para las políticas de la izquierda y la clase obrera entre 1930 y comienzos de
volúmenes (hasta doce) que serán publicados por la editorial Siglo XXI diseminará 1960, ver Paul W. Drake, Socialism an d Populism in Chile, 1932-1952, Urbana:
muchos de los resultados de este trabajo bajo el título general “Memorias de la University o f Illinois Press, 1978; Thomas Miller Klubock, Contested Communities:
represión”. Hasta 2002 han aparecido tres: Jelin, Los trabajos de la memoria; Clau­ Class, Gender, an d Politics in Chiles E l Teniente Copper M ine, 1904-1951, Durham:
dia Feld, D el estrado a la p an talla: las imágenes del ju ic io a los ex com andantes en Duke University Press, 1998; Karin A. Rosemblatt, Gendered Compromises: Political
A rgentina, Madrid: Siglo XXI, 2002; y Elizabeth Jelin (ed.), L as conmemoraciones: Cultures an d the State in Chile, 1920-1950, Chapel Hill: University o f North Caro­
las disputas en las fechas “infelices”, Madrid: Siglo XXI, 2002. lina Press, 2000; y el comentario de trasfondo incluido en los primeros capítulos de
Peter Wínn, Weavers o f Revolution: The Yarur Workers an d Chiles R oad to Socialism ,
Nueva York: Oxford University Press, 1986. Para un contexto de los movimientos

208 209
sociales y laborales anteriores a 1930, especialmente en el norte y centro de Chile, Cambridge: Cambridge University Press, 1975. Ver también Jean Borde y Mario
ver Peter D e Shazo, Urban Workers an d Labor Unions in Chile, 1902-1927, Madison: Góngora, Evolución de la propiedad ru ral en el Valle del Puangue, Santiago: Editorial
University o f Wisconsin Press, 1984; Julio Pinto, Trabajos y rebeldías en la pam pa Universitaria, 1956.
salitrera, Santiago: Universidad de Santiago de Chile, 1998; y Elizabeth Quay Hut- Sobre la evolución del sistema de partidos políticos y la formación de una severa
chison, Labors Appropiate to their Sex: Gender, Labor an d Politics in Urban Chile, crisis institucional a comienzos de los 70, dos excelentes puntos de partida son To­
1900-1930, Durham: Duke University Press, 2002. Para retratos adicionales más más Moulian, L a fo rja de ilusiones: el sistema de partidos, 1932-1973, Santiago: Uni­
amplios de la dimensión “ingobernable” de la cultura y política popular chilena, ver versidad Arcis, 1993; y Arturo Valenzuela, The Breackdown ofD em ocratic Regimes:
Lorena Godoy et al. (eds.), D isciplina y desacato: construcción de identidad en Chile, Chile, Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1978. Ver también las visiones y
siglos X IX y XX, Santiago: Sur, 1995; Gabriel Salazar, Labradores, peones y proletarios, los intercambios entre elites políticas chilenas, periodistas y académicos presentados
Santiago: Sur, 1985; y Salazar, Violencia política popular en las “grandes alam edas”: en Matías Tagle D. (ed.), L a crisis de la democracia en Chile: antecedentes y causas, San­
Santiago- de Chile, 1947-1987, Santiago: Sur, 1990. tiago: Editorial Andrés Bello, 1992, que puede ser útilmente complementado por las
El trasfondo de efervescencia política y represión en los sectores rurales está bien siguientes visiones retrospectivas de elites políticas de derecha, centro e izquierda,
presentado en Brian Loveman, Struggle in the Countryside: Politics an d R ural Labor respectivamente: Alberto Cardemil, E l camino de la utopía: Alessandri, Frei, Allende,
in Chile 1919-1973, Bloomington: University o f Indiana Press, 1976, e iluminado pensam iento y obra, Santiago: Editorial Andrés Bello, 1997; Edgardo Boeninger, D e­
y profundizado en los recientes trabajos de Florencia E. Mallon, Courage Tastes o f m ocracia en Chile: lecciones p ara la gobernabilidad, Santiago: Editorial Andrés Bello,
Blood: The M apuche Community o f N icolás A ilío an d the Chilean State, 1906-2001, 1997; y Sergio Bitar, Chile 19 7 0 -1 9 7 3 : asum ir la historia p ara construir elfuturo, San­
Durham: Duke University Press, 2005; Heidi Tinsman, Partners in Conflict: The tiago: Pehuén, 1995. Debemos destacar que el libro de Valenzuela citado anterior­
Politics o f Gender, Sexuality an d Labor in the Chilean A grarian Reform, 1950-1973, mente, The Breakdown ofD em ocratic Regimes, era la tercera parte de un proyecto más
Durham: Duke University Press, 2002; y Claudio Barrientos, “Emblems and Narra- grande de ciencias políticas comparadas, publicado simultáneamente en un tomo en
tives o f the Past: The Cultural Construction o f Memories and Violence in Peasant tela y en cuatro tomos de bolsillo separados, y que incluía un amplio ensayo teórico
Communities o f Southern Chile, 1970-2000”, tesis de doctorado, University of así como el tratamiento de diversos casos en Europa y en América Latina, de Juan J.
Wisconsin, Madison, 2003. Para una espléndida evocación de la mezcla de conser­ Linz y Alfred Stepan (eds.), The Breakdown ofD em ocratic Regimes, Baltimore: Johns
vadurismo cultural y efervescencia política que se desarrolló en las regiones rurales, Hopkins University Press, 1978. Para el contexto de la historia política e institucio­
ver la celebrada novela de Isabel Allende L a casa de los espíritus, Madrid: Plaza y Ja- nal de los militares en Chile antes y después de 1973, ver Frederick M. Nunn, The
nés, 1982. Para observar las maneras en que los fuertes lazos familiares y redes socia­ M ilitary in Chilean History: Essays on C ivil-M ilitary Relations, 1810-1873, Albuquer-
les unen estrechamente a las elites políticas dirigentes en una cultura conservadora, que: University o f New México Press, 1976; Augusto Varas, Los m ilitares en elpoder:
parcialmente anclada en el medio rural descrito en este capítulo y que incentiva el régimen y gobierno m ilitar en Chile, 1973-1986, Santiago: Pehuén, 1987; Varas, Las
“pacto de caballeros” en la política, ver las astutas observaciones de Alicia Frohmann, fu erzas arm adas en la transición y consolidación dem ocrática en Chile, Santiago: Cen­
Chile: External Actors and the Transition to Democracy” , Beyond Sovereignty: Co- tro de Estudios del Desarrollo, 1987; y Claudio Fuentes, “El discurso militar en la
llectively Defending Democracy in the Americas, Tom Farer (ed.), Baltimore: Johns transición chilena”, Nueva Serie Flacso, Santiago: Flacso, 1996.
Hopkins University Press, 1996; y el bien documentado estudio sobre la fusionada Finalmente, para fuentes adicionales que se refieren específicamente a los años
red de latifundistas, capitalistas y familias de la clase dominante de Chile a media­ de la presidencia de Allende, ver también notas 8 y 15 en este capítulo.
dos de los 60, de Maurice Zeitlin y Richard Earl Ratcliff, Landhrds an d C apitalists: 4 A finales de los 50, la migración masiva a las principales ciudades -junto a las ocupa­
The D om inant Class o f Chile, Princeton: Princeton University Press, 1988. Cf. las ciones de terrenos urbanos de zonas que rodeaban el núcleo central de la ciudad, las
reflexiones sobre política y la clase media basadas en una investigación en un marco movilizaciones para desarrollar una infraestructura de servicios urbanos en las nuevas
de tiempo similar, en James Petras, Politics an d Social Torces in Chilean Development, comunidades urbanas, y las oportunidades para populistas y partidos políticos de
Berkeley: University o f California Press, 1969. Para un trasfondo histórico adicional desarrollar nuevas clientelas—había llegado a ser un fenómeno común en la vida de
sobre el sistema de latifundios y la servidumbre campesina (inquilinaje) en Chile, muchos países latinoamericanos. Para un ejemplo iluminador de la identificación
los puntos de partida clasicos son Mario Góngora, Origen de los inquilinos de Chile política de Allende con las nuevas comunidades urbanas —en este caso la conocida
Central, Santiago: Instituto de Capacitación e Investigación en la Reforma Agraria, comunidad poblacional de La Victoria, en el Gran Santiago- y el importante rol
1974; y Arnold Bauer, Chilean R ural Society from the Spanish Conquest to 1930, del Partido Comunista, ver Orlando Millas, M em orias 195 7 -1 9 9 1 : una digresión,

211
Santiago: C ESO C , 1996, 15-27. Para el impacto de largo plazo de la movilización mujeres (63,1 por ciento a 32,1 por ciento). Para las cifras electorales arriba citadas,
política y la organización sobre la cultura y la combatividad de comunidades pobla- ver Germán Urzúa Valenzuela, H istoria política de Chile y su evolución electoral (des­
cionales específicas, ver Cathy Lisa Schneider, Shantytown Protest in Pinochet’s Chile, de 1 8 1 0 a 1 9 92), Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1992, 551-553, 594, 635,
Filadelfia: Temple University Press, 1995- 640-643. Ver también Institute for the Comparative Study o f Political Systems, The
Para análisis adicional perceptivo sobre la historia y la cultura de las poblaciones Chilean Presidential Election ofSeptem ber 4, 1964, informe publicado en dos partes,
(vecindarios de gente humilde y de clase obrera, que a menudo surgieron de ocu­ Washington D. C.: Institute for the Comparative Study o f Political Systems, 1965,
paciones de terrenos y casas endebles), ver Edgard L. Murphy, “Surviving Develop- esp. parte 2: 10-11, 14-16.
ment: Pobladores and Social Identity in Santiago, Chile, 1967-1997”, tesis de ma- La brecha de género no debe ser interpretada en términos de que Allende fracasó
gíster, Georgetown University, 1998; Manuel Castells, The City an d the Grassroots, en atraer el voto femenino en distritos de clase obrera u en otros distritos en donde
Berkeley: University of California Press, 1983; Vicente Espinoza, Para una historia obtuvo un apoyo fuerte. Ver, por ejemplo, las cifras que muestran a Allende consi­
de los pobres de la ciudad, Santiago, Sur, 1988; Rosa Quintanilla (ed.), Yo soy p obla­ guiendo el voto femenino en barrios de clase obrera en Santiago en la elección de
dora, Santiago: PIRET, 1990; Jorge Chateau et al., Espacio y poder: los pobladores, 1970, en Urzúa Valenzuela, H istoria política, 641-643. No obstante, es probable que,
Santiago: Flacso, 1997; Teresa Valdés y Marisa Weinstein, M ujeres que sueñan: las or­ incluso en los distritos regionales y de clase obrera que constituían el fuerte de su
ganizaciones de pobladoras en Chile, 1973-1989, Santiago: Flacso, 1993; y Francisco electorado, a Allende le haya ido algo mejor entre los hombres que entre las mujeres,
Sabatini, Barrio y participación: mujeres pobladoras de Santiago, Santiago: Sur, 1995; y que esta distancia haya disminuido el conjunto de su fuerza electoral. Que yo sepa,
y, más reciente, el destacado libro de Mario Garcés Tomando su sitio: el movimiento todavía no tenemos un estudio riguroso sobre Allende y el voto femenino, contro­
de pobladores de Santiago, 1957-1970, Santiago: Lom, 2002. Vale la pena destacar, lando en su metodología la votación por clase social, por cultura política regional y
en este contexto, que para los 80 el término “poblaciones” había llegado a ser el re­ por el voto rural versus urbano.
ferente dominante para los barrios de gente pobre y de clase trabajadora urbana; la 6 El índice de alfabetización de 1964 se basa en CEPAL (Comisión Económica para
nomenclatura más variada pre 1973, cuyos términos comunes incluían referencia a América Latina), Boletín estadístico de América Latina, 1967, Nueva York: Naciones
callampas y campamentos, así como a poblaciones, había caído en desuso. Unidas, 1967, 203; y Markos J. Mamalakis, H istorical Statistics o f Chile, Westport:
Para ver las maneras en que las respuestas políticas populistas a las nuevas mi­ Greenwood, 1978-1989, 2: 142. Los porcentajes estimados de la población en lu­
graciones urbanas y movilizaciones eran parte de una escena latinoamericana más gares urbanos de variados tamaños y en el área metropolitana de Santiago están
amplia -no restringida a las democracias multipartidistas como Chile ni tampoco adaptados de las cifras de CEPAL, A nuario estadístico de América L atin a y el Caribe,
a países con nuevos gobernantes populistas como Perón en la Argentina-, el caso 1994, Santiago: Naciones Unidas, 1995, 7, 9 (cf. 10, que muestra que el Santiago
de Perú es muy instructivo. Ver Carlos Iván Degregori, Cecilia Blondet y Nicolás metropolitano y Valparaíso representan por sí solos casi el 40 por ciento de la pobla­
Lynch, Conquistadores de un nuevo mundo: de invasores a ciudadanos en San M artín ción nacional). La población del Gran Santiago proviene de Mamalakis, H istorical
de Porres, Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1986; también Steve Stein, Populism Statistics, 2: 413. Como se dijo arriba, todas las cifras que no estén específicamente
in Perú: The Emergence o f the M asses an d the Politics o fSo cial Control, Madison: Uni­ acreditadas a una fuente diferente, son de Loveman, Chile, en este caso de los capí­
versity ofWisconsin Press, 1980. tulos 8-9.
La brecha de género en el voto presidencial por Allende fue significativa en las cam­ 7 Sobre los conflictos políticos en el campo, un espléndido punto de partida es Lo­
pañas electorales de 1958, 1964 y 1970. Los porcentajes comparativos para Allende veman, Struggle in the Countryside; nuevos estudios pioneros son los de Florencia
son los siguientes: en 1958, 22,3 por ciento del voto femenino, 32,4 por ciento del E. Mallon, “Land, Morality, and Exploitation in Southern Chile: Rural Conflict
voto masculino; en 1964, 32,1 por ciento del voto femenino, 45,1 por ciento del voto and the Discourses o f Agrarian Reform in Cautín, 1928-1974”, Political Power an d
masculino; en 1970, 31,0 por ciento del voto femenino, 42,0 por ciento del voto mas­ Social Theory, 14, 2000, 143-195; y Heidi Tinsman, Partners in Conflict; The Politics
culino. Dado que la participación femenina en el total de la votación presidencial se ofGender, Sexuality an d Labor in the Chilean A grarian Reform, 1950-1973, Durham:
elevó bruscamente en aquellos años (de 35,1 por ciento en 1958 a 44,1 por ciento en Duke University Press, 2002. Sobre la Alianza para el Progreso y la cuestión de la
1964 y a 48,8 por ciento en 1970), las consecuencias electorales fueron importantes. reforma agraria bajo Alessandri y Frei, se puede encontrar un análisis comprensivo
Las mujeres, por ejemplo, demostraron ser cruciales para la rotunda mayoría de votos en Paul E. Sigmund, The U nited States an d Democracy in Chile, Baltimore: Johns
que obtuvo Frei en 1964. Frei le ganó a Allende por un leve margen entre los hom­ Hopkins University Press, 1993, cap. 2.
bres (49,6 por ciento a 45,1 por ciento), pero casi dobló el voto de Allende entre las

213
8 El punto más controversia! de este párrafo es la evaluación del impacto práctico 9 Aquí debo expresar mis agradecimientos a muchos parientes chilenos que he ganado
de los fondos proporcionados por Estados Unidos en la vida política chilena. El por mi matrimonio con Florencia E. Mallon; por las visitas al fundo San Pancho, de
impacto neto sobre las elecciones de 1964 es materia de debate, pero los hechos propiedad de la familia, y por las conversaciones con los parientes, amigos, invitados
del financiamiento no lo son. Una fuente pionera fundamental de la participación y trabajadores en medio de caminatas y paseos a caballo, así como en las sobremesas
encubierta de Estados Unidos en la vida política chilena de los años 60 a 1973 es el en San Pancho y en Santiago, durante 1996 y 1997. Las interacciones y conver­
Congreso de Estados Unidos, a través de las audiencias conducidas por el senador saciones sociales sobre las experiencias de la familia, en el pasado y en el presente,
Frank Church en 1975. El contexto político doméstico era la convulsión sobre el ayudaron a iluminar el medio rural de las décadas de 1940 a 1960 de una manera
abuso de poder y la acción encubierta producida por el efecto combinado de la que sería difícil vislumbrar sólo desde los documentos escritos y las novelas.
guerra de Vietnam y la crisis Watergate de la administración de Nixon. Menos de 10 Me di cuenta del potencial para una cierta arqueología de las tecnologías y organiza­
un año después de la renuncia de Nixon, el comité del senador Church dirigió una ción de la producción del sistema de latifundio anterior a la reforma agraria durante
extensa investigación sobre abuso de poder del gobierno y las acciones clandesti­ una caminata con mi primo Gastón Gómez Bernales por las “ruinas” todavía visibles
nas, tanto en el plano doméstico como en el internacional. La acción encubierta del fundo San Pancho, de propiedad de la familia. Sobre el sistema agrario basado en
en Chile se convirtió en un ejemplo emblemático de las acciones clandestinas en el inquilinaje que se consolida a fines del siglo X IX y comienzos del XX, ver Love-
general. Para la acción de Estados Unidos en Chile, ver especialmente U. S. Con- man, Struggle in the Countryside-, Góngora, Origen de los inquilinos', y Bauer, Chilean
gress, Senate Select Committee to Study Governmental Operations Staff Report, R ural Society.
Covert Action in Chile, 1963-1973, 94° Congreso, primera sesión, Washington D. 11 Vale la pena comparar las citas que aparecen más abajo con los lenguajes políticos de
C.: Government Printing Office, 1975; y H earings befare the Select Committee to moralidad, eficiencia y explotación en Mallon, “Land, Morality and Exploitation”,
Study Governm ental Operations with Respect to Intelligence Activities, Ninety-faurth y con el detallado estudio de la reforma agraria y sus tensiones en Tinsman, Partners
Congress, F irst Session, audiencias desde el 16 de septiembre de 1975 hasta el 4 de in Conflict.
diciembre de 1975, Washington D. C.: Government Printing Office, 1976, vol. 12 En los últimos años, han comenzado a emerger serios estudios sobre la izquierda, es­
7 (ver p. 2 para Chile como un ejemplo emblemático). Ver también, del mismo pecialmente acerca de la aparición y subsiguiente trayectoria de la “generación de los
comité, A llegedAssassination Plots InvolvingForeign Leaders: An Interim report... To- 60” en la política de América Latina. Para Chile, la investigación más reveladora es la
gether with A dditional... Views, Nueva York: W. W. Norton, 1976, 5, 225-254, 262, de Katherine Hite, When the Romance Ended: Leaders o f the Chilean Left, 1968-1998,
272, 273. Para los documentos sobre la participación de Estados Unidos en la vida Nueva York: Columbia University Press, 2000. Ver también Norbert Lechner, Los
política chilena divulgados más recientemente, ver el Proyecto Chile del Nacional patios interiores de la democracia, Santiago: Flacso, 1988; Kenneth M. Roberts, Deepe-
Security Archive, en www.nsarchive.org. ning Democracy? The M odern Left an d Social Movements in Chile an d Perú, Stanford:
Para iluminar hechos que no están en discusión, al tiempo que se tienen en Stanford University Press, 1998; y Steve J. Stern (ed.), Shining an d Other Paths: War
mente enfoques divergentes de interpretación, es útil comparar Sigmund, The Unites an d Society in Perú, 1980-1995, Durham: Duke University Press, 1998, esp. parte I.
States andDem ocracy , con James Petras y Morris Morley, The United States an d Chile, Para América Latina en general, el mejor punto de partida es Barry Carr y Steve Ellner
Nueva York: Monthly Review Press, 1975, y con Armando Uribe, The Black Book (eds.), The Latín American Left: From the F all o f Allende to Perestroika, Boulder: Wes-
o f American Intervention in Chile, Boston: Beacon Press, 1975. El libro de Sigmund tview Press, 1993. Para información complementaria útil, ver varios artículos especí­
es útil también por su meticulosa disección de las declaraciones en los informes ficos y números especiales en dos diarios de orientación de izquierda, NACLA (North
presentados por actores estadounidenses claves: Nathaniel Davis (ex embajador de American Congress on Latín America) Report on the Americas y Latín American Pers-
Estados Unidos en Chile), The L ast Two Years o f Salvador Allende, Ithaca: Cornell pectives. Ver también Jorge Castañeda, Utopia Unarmed: The Latín American Left after
University Press, 1985; Henry Kissinger, White House Years, Boston: Little, Brown the Coid War, Nueva York: Random House, 1994. Para la generación de los 60 como
and Co., 1979; y Seymour Hersch (el periodista del New York Times que durante los un fenómeno internacional más allá de América Latina, ver Todd Gitlin, The Sixties:
años 70 y comienzos de los 80 sacó a la luz la posición de incluyentes políticos sobre Years ofH ope, Days ofR age, Nueva York: Bantam, 1993; y Eric Hobsbawm, The Age o f
el tema), The Price o f Power: Kissinger in the N ixon White House, Nueva York: Simón Extremes: A History ofThe World, 1914-1991, Nueva York: Pantheon, 1994, esp. 295-
and Schuster, 1983. Para la visión general y el análisis de Sigmund sobre los años 301, 329-334, 344-357, 443-449. Para la Iglesia Católica y su impulso reformista, el
de Frei-Allende, ver The Overthrow o f Allende an d the Politics o f Chile, 1964-1976, mejor punto de partida para Chile es B. Smith, Church an d Politics-, y para una visión
Pittsburgh: University o f Pittsburgh Press, 1977. más general, Penny Lernoux, Cry o f the People, 1980; Nueva York: Penguin, 1982.

214 215
13 Estoy especialmente agradecido de Ramón Huidobro por la conversación que tuvi­ 1985, desde la perspectiva de un general de Ejército constitucionalista que trabajó
mos el 22 de julio de 1997, la cual esclareció la “magia” personal que Allende trajo a con Allende para estabilizar el país durante 1972-1973 y quien sería asesinado por
su estilo de política y al encuentro frente-a-frente. Huidobro fue un cercano amigo agentes de la junta en Buenos Aires en 1974; y José Toribio Merino C., Bitácora de
personal del presidente, además de su pariente por matrimonio (es el padre adopti­ un alm irante: memorias, Santiago: Editorial Andrés Bello, 1998, del líder de la Mari­
vo de la novelista Isabel Allende), y sirvió como embajador de Chile en Argentina na y miembro de la junta ubicado en la vanguardia de la organización del golpe.
durante su gobierno. También estoy agradecido de la hija de Allende, Isabel Allende Un importante relato interno adicional podría aparecer en el plazo de unos
Bussi, por varias conversaciones que tuvimos en la casa de la familia, en Providencia, años. Patricio Aylwin, líder democratacristiano clave que condujo las negociaciones
entre mayo y julio de 1997, las que iluminaron también las cualidades personales del de su partido con Allende y que más tarde sería presidente de Chile y arquitecto
presidente. Se debe destacar que no fueron simplemente los familiares y los simpati­ maestro de la transición del régimen militar, ha estado trabajando en un proyecto de
zantes de Allende los que notaron sus habilidades para las relaciones humanas y para memorias, de las cuales un volumen revisaría los años de Allende. Hasta 2003 sólo
el arte de la persuasión y manipulación. Periodistas críticos y opositores políticos ha sido publicada la memoria del período militar, y su tratamiento del período de
reconocieron fácilmente esos atributos, que llegaron a formar parte de la imagen Allende y de la crisis es excesivamente breve: Patricio Aylwin Azocar, E l reencuentro
pública de Allende ampliamente diseminada. Obsérvese, al respecto, las impresiones de los demócratas: del golpe a l triunfo del No, Santiago: Ediciones Grupo Zeta, 1998.
acerca de Allende de doña Elena, citadas más adelante en este capítulo, y la reticen­ Entrevista y conversaciones con Patricio Aylwin, 20 de junio y 15 de julio de 1997.
cia de los líderes del golpe a conversar directamente con Allende (ver nota 23 más La cita de Kissinger viene de la investigación del periodista Seymour M. Hersh sobre
adelante). la censura que hizo la CLA de 168 pasajes (entre ellos la cita de Kissinger) de un
14 FSA, “Exposición del presidente de la República de Chile, Dr. Salvador Allende libro de dos ex funcionarios de inteligencia, en New York Times, 11 de septiembre de
Gossens, en el XXVII período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones 1974. Para el libro original (con las secciones censuradas citadas y con comentarios
Unidas, Nueva York, 4 de diciembre de 1972”, texto escrito a máquina de la versión sobre la lucha legal contra la censura), ver Víctor Marchetti y John D. Marks, The
original en la oficina presidencial. CIA an d the C ult o f Intelligence, Nueva York: Knopf, 1974, esp. xi-xxvi. La CLA ori­
15 Mi referencia a un “golpe anunciado” se deriva del título (y de las sensibilidades) ginalmente ordenó suprimir 339 pasajes. Una batalla legal en la corte redujo el nú­
de la novela de Gabriel García Márquez Crónica de una muerte anunciada, Bogotá: mero de supresiones legalmente aprobadas a 168, pero el continuo litigio impidió en
Editorial La Oveja Negra, 1981. Dada la controversia, el simbolismo internacional la práctica la publicación de 140 puntos adicionales en el libro. El artículo de Hersh
y el sentido de tragedia griega que rodea al tópico, la literatura del experimento de le permite a uno inferir que la cita suprimida de Kissinger debía haber aparecido en
Allende y su desastroso desenlace es enorme. Aparte de las fuentes y memorias cita­ la p. 14.
das en las notas 3 y 8 en este capítulo, ver el temprano ensayo de Arturo Valenzuela Hersh incorporó el comentario de Kissinger a su descripción ampliada de las
y J. Samuel Valenzuela que esboza distintas perspectivas sobre los años de Allende y relaciones de Kissinger y Estados Unidos con Chile y Allende, en su libro de 1983,
del golpe y que se mantiene como una guía útil para evaluar esta literatura, “Visions Price o f Power, esp. 258-96. Kissinger no sabía mucho sobre Chile, pero, en su vi­
o f Chile”, L atín American Research Review 10, 3, otoño 1975: 155-176. Ver también sión geopolítica, la influencia de Chile y su situación limítrofe con Perú, Bolivia y
unas primeras evaluaciones por Genaro Arriagada, D e la “vía chilena” a la “vía insu­ Argentina convertían a Allende en un desastre para el interés norteamericano, defi­
rreccional”, Santiago: Editorial del Pacífico, 1974; Stefan de Vylder, Allendes Chile: nido como frenar el radicalismo en América del Sur. Su visión estaba probablemente
The Political Economy o f the Rise an d F all o f the U nidad Popular, Cambridge: Cam­ afectada, también, por su preocupación sobre la base social y política comunista en
bridge University Press, 1976; Edward Boorstein, Allendes Chile: An Inside View, Europa Occidental, especialmente en Italia. Ver Kissinger, White House Years, 653-
Nueva York: Internacional Publishers, 1977; Sergio Bitar, Transición, socialism o y 683, esp. 657, y sobre Italia, 100-104, 920-922. Cf. Hersh, Price o f Power, 270; y la
democracia: la experiencia chilena, México, D. F.: Siglo XXI, 1979; y los artículos en respuesta posterior de Kissinger al eurocomunismo en Years ofRenew al, Nueva York:
Latín American Perspectives, I, verano 1974: edición especial sobre Chile. Para una Touchstone (Simón and Schuster), 1999, 626-632. Para la reunión de Nixon con
buena reflexión más reciente, ver Tomás Moulian, Chile actual: anatom ía de un mito, Helms, y las notas sobre la misma, ver U. S. Congress, Senate Select Committee to
Santiago: Lom, 1997, 151-170. Study Governmental Operations Staff Report, H earings befare the Select Committee,
Dos de las narrativas “internas” más esclarecedoras del período pertenecen a 7: 96; y Alleged Assassination Plots, 227.
líderes militares situados en lados opuestos frente a la cuestión del constitucionalis­ Para más detalle y contexto sobre Nixon-Kissinger y las relaciones de Estados
mo: Carlos Prats González, M em orias: testimonio de un soldado, Santiago: Pehuén, Unidos con Chile, ver Mónica González, L a conjura: los m il y un días del golpe, San-

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tiago: Ediciones B, 2000, 86-95, y nota 8 en este capítulo. La cualidad controversial últimos días de Allende y las dificultades para apresurar el anuncio de una opción
del tema aparece vividamente en los relatos de la participación o complicidad del de plebiscito en septiembre de 1973, en entrevista, 28.11.96; Gonzalo Falabella,
gobierno de Estados Unidos en la ejecución (y sus corolarios relacionados, es decir, conversación, 14.06.97, sobre la determinación de Allende de no romper la Unidad
el encubrimiento, la investigación de la familia y los asuntos judiciales) que hizo el Popular a pesar de las dificultades que esto representaba para su búsqueda de una
ciudadano estadounidense Charles Horman inmediatamente después del golpe. Para solución política a la crisis de 1973. Filippi resumió el tema como sigue: “ [Allende]
los relatos de la familia Horman y sus conocidos, del director de cine Costa-Gavras prefirió continuar siendo leal a la UP, [pero] la UP no fue leal con él”. Para la co­
(Konstantinos Gavras), y del ex embajador de Estados Unidos en Chile Nathaniel nexión de estos temas con el momento y estrategia del anuncio del plebiscito, ver
Davis, respectivamente, ver Thomas Hauser, The Execution o f Charles H orm an: An también González, L a conjura, 313-316.
American Sacrifice, Nueva York: Harcourt Brace Jovanovich, 1978; la película M is- El punto es delicado. No está claro que Allende hubiese podido construir una
sing (1982, dirigida por Costa-Gavras y con las actuaciones de Jack Lemmon y Sissy estrategia alternativa con su coalición, porque buscaba proveer algún contrapeso al
Spacek); y Davis, L ast Two Years o f Salvador Allende, esp. 351-353, 377-382. Ver compromiso al insistir sobre sus prerrogativas como presidente y porque no estaba
también Peter Kornbluh, The Pinochet File: A D eclassified Dossier on Atrocity an d dispuesto a irse al exilio si era socavado políticamente, y porque este punto sitúa
Accountability, Nueva York: New Press, 2003, 267-322. La controversia aparece tam­ alguna responsabilidad del desastre político de 1973 en los líderes maximalistas (“ul­
bién claramente en las respuestas de Kissinger a los críticos en White House Years, tras”), cuya intransigencia obstaculizó las negociaciones con los democratacristianos
653-683. Cf. Years ofU ph eaval, Boston: Little, Brown and Co., 1982, 374-413; y en agosto y retardó el anuncio crucial de un plebiscito que estaba previsto origi­
Years ofRenew al, 310-343 (esp. 314-320, 328-330), 749-760. Para la amargura de nalmente para el 10 de septiembre. Otro aspecto sensible es que las dificultades de
Allende respecto de que la solidaridad soviética podría haberse vuelto más verbal que Allende para disciplinar a su propia coalición se relacionan con algunos de sus más
tangible a fines de 1972, cuando la crisis política y económica se profundizaba (in­ apreciados y atractivos valores propios, como el valor que ponía en la lealtad perso­
cluso Davis, L ast Two Years o f Salvador Allende, 130, estima en sólo 30 a 50 millones nal, y en su opción por la unidad de la izquierda por sobre el sectarismo. Para algunas
de dólares los nuevos créditos a corto y largo plazo prometidos en el viaje de Allende indicaciones de las sensibilidades que rodeaban el tema del parcial amarre de manos
a Moscú en diciembre de 1972), estoy agradecido por la entrevista con el periodista de Allende por su propia coalición, es aconsejable comparar las retrospectivas del
Emilio Filippi, un severo crítico de Allende que lo acompañó en su viaje a Moscú, “moderado” Millas, M emorias, 97-106 , y las del “ultra” Carlos Altamirano, entrevis­
03.04.97. Cf. Elizabeth Subercaseaux, G abriel Valdés: señales de historia, Santiago: tado por Patricia Politzer, A ltam irano, Buenos Aires: Ediciones Grupo Zeta, 1989,
Aguilar, 1998, 163. esp. 51-59, 127-144. Ver también Bitar, Chile, 1970-1973, 365-368; Prats, M emo­
17 Definir una cifra de inflación es complicado por el impacto de la crisis misma del rias, 509-510; y el relato del esfuerzo de Allende para alcanzar un acuerdo con los
golpe en el período de septiembre a diciembre. Las cifras oficiales del Banco Central democratacristianos, y los obstáculos que enfrentó entre sus propios aliados así como
de Chile estimaron la inflación en 1973 en 508,1 por ciento; ver Loveman, Chile, entre aquellos democratacristianos de línea dura, en las memorias del arzobispo de
329. Si uno descuenta el impacto de la crisis del golpe y sus inmediatas secuelas, el Santiago, cardenal Raúl Silva Henríquez, M emorias, Ascanio Cavallo (ed.), Santiago:
cálculo de agosto de 1972 a agosto de 1973 es de un 303,6 por ciento, y el estimado Copygraph, 1991, 2: 249-280, esp. 255-256, 259, 260, 262, 270-271, 275-276,
de septiembre de 1972 a septiembre de 1973 es de 286 por ciento; ver Valenzuela, 278-280.
Breakdown ofD em ocratic Regimes, 55, basado en los informes del Instituto Nacional 19 VerWinn ,W eavers ofRevolution.
de Estadística. El índice de crecimiento negativo del PIB en 1973 (no tan preocu­ 20 Tres de ios casos más conocidos de las dinámicas de familia y generación que compli­
pante como la inflación y la escasez de alimentos en ese tiempo, y una cifra también caban el debate político y la tolerancia mutua entre líderes ultra y moderados envol­
afectada por la crisis del golpe mismo) era de 5,6 por ciento (Loveman, Chile, 329). vían a los líderes del M IR que eran parientes de altos funcionarios del gobierno de la
Boorstein, Allende’s Chile, es un narrativa fascinante de la formación de una política UP. Miguel Enríquez Espinoza y Edgardo Enríquez Espinoza eran hijos del ministro
económica en medio de los desafíos políticos y económicos del período. de Educación Edgardo Enríquez, y Andrés Pascal Allende era sobrino del presidente
18 Tanto críticos como partidarios de Allende están conscientes de las profundas im­ Allende. Los tres se volverían objetivos prioritarios para la DINA. En octubre de
plicaciones que tuvo el compromiso del presidente de someter los temas políticos 1974, la DIN A localizó a Miguel Enríquez y lo mató en el tiroteo que se produjo en
más importantes a la aprobación de un comité que comprendiera a los dirigentes su casa. Pascal Allende apenas escapó de ser asesinado cuando la D IN A lo localizó en
de los principales partidos de la Unidad Popular. Patricio Aylwin Azocar, entrevista, una casa de seguridad en noviembre de 1975. Los agentes del Ejército argentino y
20.06.97; Emilio Filippi, entrevista, 03.04.97; Sergio Insunza, discusión sobre los la D IN A chilena “desaparecieron” permanentemente a Edgardo Enríquez Espinoza

218 219
en Buenos Aires en abril de 1976. Ver LH O R M , 56-59, 101, 136-137; ICN V R, vol. tan divergentes uno podría haber pensado que estaba leyendo acerca de dos países
2, 132. El conocimiento histórico del M IR se enfoca principalmente en sus líderes, diferentes. Para una cronología meticulosa de la era de Allende, lo que ayuda a ubicar
pero hay nuevas investigaciones de Florencia E. Mallon que arrojan luz sobre el ac­ en perspectiva los informes de la prensa, ver Manuel Garretón et al., Chile: cronología
tivismo de base: “Barbudos-, Warriors, and Rotos: The MIR, Masculinity, and Power del período 1970-1973, Santiago: Flacso, 1978.
in the Chilean Agrarian Reform, 1965-1974”, Changing M en an d M asculinities in Para las propias discusiones de Allende con su gabinete, después del torpe y
Latín Am erica, Matthew C. Gutmann (ed.), Durham: Duke University Press, 2003, abortado intento de golpe en junio, sobre el problema de la violencia y la dificultad
179-215; Courage Tastes ofB lood: The M apuche Community ofN icolás A ilío an d the de encontrar una solución política a la crisis en Chile, ver las notas reproducidas en
Chilean State, 1906-2001, Durham: Duke University Press, 2005. Bitar, Chile 1970-1973, 365-367. Cf. las evaluaciones dadas en Prats, M emorias,
21 Para las citas de Sáez y del seminario de la Sofofa, ver González, L a conjura, 119, 312; y Merino, Bitácora, 178-226.
también 137-138. Sobre la complejidad de los momentos en el tiempo y los grados de preocupa­
22 Los cinco párrafos previos sobre el problema de la “oposición desleal”, del espectro de ción sobre la violencia, ver también nota 23.
violencia y del “gobierno desleal” (desde la perspectiva de los opositores de Allende) 23 Para el papel de la violencia como espectro y como acción de determinados grupos,
levantan temas profundamente polémicos: la asignación de la responsabilidad his­ ver, además de la nota 22, González, L a conjura-, Manuel Fuentes W., M em orias se­
tórica por el camino al desastre y la distinción analítica entre la violencia como una cretas de P atria y Libertad, Santiago: Grijalbo, 1999. Sobre la percepción de la atmós­
expresión verbal teatral o como una genuina amenaza. En retrospectiva, la facilidad fera de violencia, incluso antes de la huelga de los camioneros en octubre de 1972,
con que los militares tomaron el control y la escalada de violencia política empren­ ver la encuesta publicada en Ercilla, 13.09.72, p. 11, citada también en Valenzuela,
dida por las fuerzas militares y policiales del Estado después del 11 de septiembre Breakdown o f Dem ocratic Regimes, 69-70. Para el mayor peso relativo dado a los
de 1973 dan un carácter teatral e ingenuo a los discursos de la izquierda previos al problemas económicos que a la violencia, y para las evaluaciones políticas de Allende
11 de septiembre sobre una organización armada capaz de bloquear la guerra civil o más altas que aquéllas de su gobierno, las estadísticas de la encuesta en BF, AEH,
ganar en una confrontación. Pero, a pesar de la controversia sobre puntos de análisis investigaciones 42 (Gran Santiago, diciembre de 1972-enero de 1973) y 45 (Gran
e interpretación, la existencia de una atmósfera de violencia que afectaba la reflexión Santiago, febrero de 1973), son reveladoras. Cuando en la primera encuesta se le
política -y que ganó más ímpetu con los resultados de la elección de marzo de 1973 preguntó a una muestra de 426 personas que identificaran los principales problemas
y con el abortado intento de golpe del 29 de junio- no es un punto de polémica. de los chilenos, éstos se enfocaron de manera abrumadora en las dificultades econó­
Para un estudio muy original y perceptivo sobre la política militar y sus aspectos micas, específicamente la falta de bienes de consumo y la inflación (64,3 por ciento
realistas, ver Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, “ ‘Todos juntos seremos la historia: y 12 por ciento, respectivamente, para un total de 76,3 por ciento). La inestabilidad
venceremos’: Unidad Popular y fuerzas armadas”, en Julio Pinto (ed.), Cuando hici­ política, la oposición intransigente que socavaba la gobernabilidad y la inseguridad
mos historia: la experiencia de la U nidad Popular, Santiago: Lom, 2005, 177-206. física (6,3 por ciento, 2,3 por ciento y 1,9 por ciento, respectivamente, para un total
Para la retórica de una guerra civil potencialmente inminente que se abrió paso de 10,5 por ciento) no tenían un peso semejante. Incluso cuando se permitió una
fuertemente en la prensa durante los últimos meses del gobierno de la UP, ver los segunda respuesta, la mayoría (64,8 por ciento) no nombró un segundo problema, y
principales periódicos nacionales, entre junio y septiembre de 1973: esp. E l M er­ solamente una pequeña minoría (3,7 por ciento) mencionó la inestabilidad política,
curio, L a Tercera, u ltim as N oticias y L a Segunda para la prensa de oposición más la violencia y los hechos relacionados como una preocupación secundaria clave. En
importante; y C larín, E l Siglo, Puro Chile, y L a N ación para los principales perió­ la misma encuesta, un 60,8 por ciento de los entrevistados estuvo de acuerdo en que
dicos pro gobierno. Ver también las revistas Ercilla y Q ué Pasa, para información existía un “clima de inseguridad”, pero cuando se les pidió que especificaran sus ma­
e interpretación de tales discursos por parte del centro y la derecha, y Chile Hoy y nifestaciones más importantes, el 31,5 por ciento apuntó al trabajo, el 16 por ciento
Punto Fin al, para información y perspectiva desde la izquierda. Se podría decir que especificó la dificultad de hacer planes al futuro, el 12,7 por ciento señaló la libertad
los reportajes mismos de la prensa contribuyeron a la atmósfera de violencia, a través personal, el 7 por ciento mencionó la propiedad o la riqueza personal y solamente el
de la escabrosa información de enfrentamientos callejeros específicos y de contras­ 4 por ciento señaló la “integridad física” .
tes irreconciliables en las descripciones básicas del mismo acontecimiento. Ver, por La encuesta de febrero de 1973, basada en 754 entrevistas, apuntaba en una
ejemplo, la cobertura del tiroteo que ocurrió durante una marcha de la oposición dirección similar, pero especificaba también la distinción que la gente hacía entre
cerca del Congreso el 21 de agosto de 1973, en los más importantes periódicos del la figura del presidente Allende y la evaluación de su gobierno. Cuando se les pidió
país: E l M ercurio, L a Tercera y C larín, 22 de agosto de 1973. Al leer descripciones una evaluación del gobierno de Allende, solamente un tercio (33,4 por ciento) de

220 221
los entrevistados entregó una clasificación positiva (excelente, muy bueno o bueno), falsos o equivocados, ver Alessandro Portelli, The D eath o f Luigi Trastulli an d Other
un tercio adicional (30,8 por ciento) entregó un “más o menos” y el tercio que Stories: Form an d M eaning in O ral History, Albany: State University o f New York
queda (33,3 por ciento) respondió una evaluación negativa (malo o muy malo). Sin Press, 1991, esp. 1-26. Cf. Luisa Passerini, Fascism in Popular Memory: The Cultu­
embargo, cuando se les preguntó por el mismo presidente Allende, el puntaje de ral Experience o fth e Turin Working Class, Nueva York: Cambridge University Press,
aprobación positivo subió a casi la mitad (49,6 por ciento) y los índices “regular” 1987; Daniel James, D oña M arías Story: Life History, Memory, an d P olitical Identity,
y “malo” bajaron (22,8 por ciento y 22,1 por ciento, respectivamente). Cuando se Durham: Duke University Press, 2000.
les preguntó el grado de apoyo político que brindaban a Allende, los resultados de 26 El concepto de “mal radical”, como lo estoy usando, se deriva especialmente de
la encuesta de febrero para el Gran Santiago eran cercanos a los resultados de las Hannah Arendt y de Carlos Santiago Niño, y se refiere a violaciones de la integridad
elecciones parlamentarias de marzo e indicaban las dificultades políticas que se aveci­ y la dignidad humanas ejecutadas de una manera tan masiva, organizada y profunda
naban. Dos quintos (39,5 por ciento) indicaron apoyo (“apoyo total” y “considerable que ponen en tela de juicio lo convencional. La evaluación moral y la respuesta -en
apoyo” , con 26,0 por ciento y 13,5 por ciento, respectivamente). Cerca de un quinto una palabra, la normalidad- enfrentan sus límites. Similar al concepto de “crímenes
(17,4 por ciento) respondió con un “regular apoyo”. Los dos quintos restantes (39,8 contra la humanidad”, el mal radical impone una devastación moral tan severa, tan
por ciento) se oponían al gobierno (“poco apoyo” y “no apoyo” el 7,2 por ciento y por encima de los límites de la experiencia normal, que arrastra a la humanidad a
32,6 por ciento, respectivamente). Para discusiones adicionales sobre las encuestas de una lógica y experiencia que desafía incluso el más mínimo sentido de moral u orden
Eduardo Hamuy antes y durante el período de Allende, ver Fleet, Rise an d Fall, caps. ético, o de la capacidad humana para controlar o comprender. En este sentido, el mal
2-4, pássim; cf. su uso en B. Smith, Church an d Politics. se vuelve radicalmente desafiante, paradójico y destructivo.
La conexión entre el momento del golpe y el anuncio de un plebiscito continúa En el contexto del siglo XX, el Holocausto ha sido el acontecimiento fun­
siendo un punto controvertido - y complejo-, porque se puede decir que ese anuncio dacional para las reflexiones sobre el mal radical. Para la incisiva formulación de
no habría “resuelto” la crisis política. Ver, por ejemplo, Prats, M em orias, 509-510. Hannah Arendt del mal radical como crímenes intencionales tan extremos que
Pero la reticencia de los líderes de la junta a conversar con Allende ese 11 de sep­ desafían la esfera normal de lo castigable y lo perdonable, ver The H um an Condi-
tiembre, exponiéndose así a su muñeca, es bastante conocida. Ver Ignacio González tion: A Study o f the C entral D ilem m as FacingM odern M an , 1958; Nueva York: Do-
Camus, E l d ía en que m urió Allende, Santiago: C ESO C, 1990 (segunda edición, ubleday Anchor, 1959, 212-223, esp. 215-216. Cf. la importante y escalofriante
aumentada), 261, 288-289. Cf. Patricia Verdugo, Interferencia secreta: 11 de septiem­ descripción que Arendt hace del mundo social y mental de Eichmann -polémica
bre de 1973, Santiago: Editorial Sudamericana, 1998, 111-112, 116, 120-123, 141- pero profundamente importante-, donde la banalidad llega a ser la paradojal sir­
143, y la grabación en el disco compacto que lo acompaña con el mismo título. vienta de la monstruosidad, en Eichm ann in Jerusalem : A Report on the B an ali-
24 Moulian, Chile actual, 158-170, es la interpretación más perceptiva sobre el autoen- ty o fE v il, Nueva York: Vicking Press, 1964 (edición revisada y aumentada). Los
gaño y el romance que produjo, entre otros efectos, un escenario de violencia y una sobrevivientes del Holocausto han entregado reflexiones convincentes y valiosas
cierta suposición de que el discurso expresivo mismo -declaraciones de lealtad a obje­ sobre la devastación y los cuestionamientos morales causados por el mal radical,
tivos finales o utopías- podría de algún modo dar paso a una mágica solución política. incluyendo la creación de un mundo cuyas normas desafían la lógica habitual de
Uno de los resultados fue que, aunque los activistas y líderes de la Unidad Popular las relaciones humanas, suspendido en un espacio-tiempo que destroza las formas
buscaban escapar a la lógica de la violencia política como una ley férrea de la revolu­ convencionales de remembranza, los límites convencionales de la experiencia fí­
ción y de la historia, desplegaron a la vez discursos que estimulaban miedo y odio, es sica y las medidas convencionales del juicio moral y la redención. Ver esp. Primo
decir, una base social para la violencia que buscaba detener a la Unidad Popular (mi Levi, Su rvival in Auschw itz, Stuart W oolf (trad.), 1958, Nueva York: Touchstone
comprensión de estos temas también ha sido profundizada por numerosas entrevistas (Simón and Schuster), 1996; The D row ned an d the Saved, Raymond Rosenthal
y conversaciones). Para una espléndida versión actualizada y crítica de los usos políti­ (trad.), 1986, Nueva York: Vintage, 1989; Elie Wiesel, The N igh t’s Trilogy, Ste-
cos de la idea de la violencia pre 1973 en el contexto post 1973, ver Verónica Valdivia 11a Rodway (trad.), Nueva York: Hill and Wang, 1987 (publicado originalmente
Ortiz de Zárate, “Terrorism and Political Violence during the Pinochet Years: Chile, como N ight, 1958); Charlóte Delbo, D ays a n d Memory, Rosette Lamont (trad.),
1973-1989”, R adicalH istory Review, 85, invierno 2003, 182-190. 1985, Marlboro: Marlboro Press, 1990; y Lawrence Langer, H olocaust Testimonies:
25 Sobre la historia oral como método para investigar y analizar los significados que The R uins o f M emory, New Haven: Yale University Press, 1991, un espléndido
la gente atribuye a sus experiencias, y de este modo proveer una importante fuente análisis, influenciado por los escritos de Delbo, de los testimonios orales en video
para los historiadores incluso cuando los “hechos” recontados sean empíricamente entregados por sobrevivientes “comunes” .

222 223
Quisiera clarificar que al hablar de una devastación moral extrema con pro­ Ilustración, por reconciliar el racionalismo, la fe y el razonamiento moral. Ver Kant,
fundas implicaciones para las relaciones humanas, incluyendo aquéllas entre los so­ Religión within the Boundaries ofM ere Reason, an d Others Writings, Alien Wood and
brevivientes, no deseo alinearme con la tendencia -evidente en las bien conocidas George Di Giovanni (trad. y ed.), 1786, 1791-1794, Nueva York: Cambridge Uni­
obras de Bruno Bettelheim y en la literatura del “síndrome del sobreviviente” de versity Press, 1998, 45-73, esp. 46, 52-55, 58-61, y la útil introducción de Robert
los años 50 y 6 0 - de interpretar a los sobrevivientes a través de lentes de infantiliza- Merrihew Adams, vii-xxxii. Obviamente, el pensamiento más reciente sobre el mal
ción, complicidad y trauma que en su conjunto producen la patología psicológica. radical y su concepto relacionado -crímenes contra la humanidad- responden a una
Yo veo complejas contracorrientes, y dinámicas humanas contradictorias, entre los preocupación moral y a un contexto histórico diferentes, creado por experiencias
sobrevivientes y los no sobrevivientes en los campos de concentración, en los escri­ colectivas específicas de violencia políticamente organizada tan extremas que parecen
tos de Levi, Wiesel y Delbo, y en mi propia experiencia y memorias como segunda haber llevado a las comunidades humanas más allá de los límites externos de la sen­
generación del Holocausto. La experiencia de mi familia me ha expuesto más bien a sibilidad moral “normal” y de las reglas “normales” de coexistencia o convivencia.
una sorprendente y paradójica resistencia humana en la reconstrucción de las vidas El concepto de “policidio” que planteo aquí tiene por intención enriquecer el voca­
de los sobrevivientes después de la guerra. Esta resistencia hace que la literatura del bulario cuando nos referimos al asesinato de los grupos colectivos, los arreglos socia­
síndrome del sobreviviente sea demasiado limitante y reduccionista, a pesar de sus les o los modos de vivir. Yo veo el policidio como parte de una familia de términos
percepciones válidas y a pesar de las aplastantes consecuencias del Holocausto. Para que han demostrado ser útiles al extender el lenguaje de exterminio más allá de los
una excelente contextualización y crítica que repercute con mi propia experiencia, asesinatos individuales sugeridos por palabras como homicidio, parricidio o tirani­
ver Helen Epstein, Children o fth e Holocaust, 1979, Nueva York: Bantam Books, cidio. La experiencia de la segunda suerra mundial y del Holocausto dio origen a
1980, 85-94, 177-178. genocidio (del latín genus, para “raza” o “estirpe”, y cide, como “asesino” o “asesinar”)
Si bien el Holocausto ha sido un acontecimiento fundacional, casi un arquetipo como un término que denota un proyecto para destruir física y directamente la vida
del mal radical en la conciencia occidental del pasado siglo XX, los períodos subsi­ de grupos raciales, religiosos o minoritarios de la nación. Después, etnocidio (del
guientes de violencia política masiva y violación a los derechos humanos, en distin­ griego etnos, por nación, tribu o gente) demostró ser útil para referirse a la destruc­
tas partes del mundo, incluyendo América Latina, han originado nuevas reflexiones ción sistemática de las condiciones o modos de vida (ya sean sociales, económicos,
esclarecedoras sobre el mal radical. Para un destacado estudio reciente sobre el mal culturales, políticos o ecológicos) que hacían posible la reproducción de las culturas
radical y la justicia retroactiva, anclado en la experiencia argentina de los 70 y 80, de o identidades del grupo, aunque miembros individuales o descendientes de la etnia
dictadura violenta con masivos desaparecimientos” y subsiguiente democratización, victimizada o del grupo cultural continuaran viviendo en número considerable.
ver Carlos Santiago Niño, R adical E v il on Trial, New Haven: Yale University Press, Es en este sentido que considero policidio (del griego polis, para “ciudad-Estado
1996. Para una versión distinta de la tesis sobre la banalidad del mal, basada en la o “cuerpo político”) como un término que denota un proyecto sistemático para des­
vida y muerte de Dan Mitrione, un policía estadounidense que se relacionó como truir por completo la forma de hacer y entender política y gobierno. Aunque un
consejero con las fuerzas de policía represivas en Brasil y en Uruguay durante los 60, proyecto de policidio incluye el asesinato sistemático de grupos determinados especí­
ver A. J. Langguth, H iden Terrors, Nueva York: Pantheon, 1978, y 309-313 de la ficos (es decir, un genocidio político dirigido a los representativos del antiguo orden
edición de bolsillo de Pantheon, 1979, para un inquietante giro al final de la historia. político más peligrosos, “irredimibles” o activistas), el objetivo mayor es la sociedad
Para unas incisivas reflexiones sobre el tristemente actual campo de estudios sobre entera. El policidio, por lo tanto, requiere construir una cultura de miedo y fragmen­
genocidio, y una crítica consciente acerca de los lenguajes adormecedores (tecnicistas tación de tal manera que va mucho más allá de un proyecto de ejecuciones políticas
o eufemistas), sea por los perpetradores históricos o por los académicos, ver Herbert específicas, y el proceso mismo de asesinar incluye actos diseñados para generalizar
Hirsch, Genocide an d the Politics o f Memory: Studying D eath to Preserve Life , Chapel el terror, como los secuestros políticamente extraños o “al azar”, los asesinatos y los
Hill: University o f North Caroline Press, 1995- enfrentamientos, tanto simulados como reales.
Es importante notar que el término radical evil tiene una genealogía que se re­ Deberían considerarse dos advertencias. Primera, el proceso de adoptar térmi­
monta a Immanuel Kant. Igualmente importante, sin embargo, es que Kant desarro­ nos nuevos es necesariamente debatible; sólo con tiempo se esclarecerá si otros en­
lló el concepto en un contexto bastante diferente, como parte de una reflexión sobre cuentran que el policidio es un concepto útil. Para una caracterización influyente y
el conflicto de la bondad y la propensión al mal en la naturaleza humana, y de las res­ perceptiva del régimen militar chileno y de otros regímenes similares en Sudamérica
ponsabilidades del mal radical por revertir los incentivos morales que guían la opción por dentistas políticos y otros académicos, y hacia los cuales estoy profundamente
humana. El contexto histórico fue el esfuerzo de Kant, junto con otros filósofos de la agradecido, ver nota 28. Segunda, la cuestión de incluir los grupos políticos dentro
de la definición de genocidio, o limitar su aplicación a los grupos “involuntarios” chileno (incluyendo sucintos ensayos por varios académicos chilenos, entre ellos Ga­
como las minorías religiosas o raciales, fue en sí mismo un tema de alguna polémica rretón), dos espléndidas antologías son J. Samuel Valenzuela y Arturo Valenzuela
en la década de 1940. Para un relato sucinto de la formulación original de Raphael (eds.), M ilitary Rule in Chile: D ictatorship a n d Oppossitions, Baltimore: Johns Ho­
Lemkin y el debate internacional y la exclusión de los grupos políticos, ver Hirsch, pkins University Press, 1986; y Paul W. Drake e Iván Jaksic (ed.), The Struggle for
Genocide a n d the Politics o f Memory, 197-206. Cf. Lemkin, Axis Rule in Europe, Was­ Democracy in Chile, Lincoln: University o f Nebraska Press, 1995.
hington D. C.: Carnegie Endowment for World Peace, 1944. Para más reflexiones Ver también la celebración y la crítica, respectivamente, de la transformación de
sobre la resonancia -real, aunque imperfecta- entre genocidio y policidio, ver el la vida y la cultura chilena de Joaquín Lavín, Chile: la revolución silenciosa, Santiago:
Libro Tres de esta trilogía, epílogo al capítulo 2. Zig-Zag, 1987; y Moulian, Chile actual. A pesar del contraste de perspectiva y de la
28 Comprensiblemente, cientistas políticos y sociólogos políticos han dedicado un gran brillantez del libro de Moulián, ambos trabajos comparten una cualidad algo cate­
esfuerzo a conceptualizar la naturaleza de los “nuevos” regímenes autoritarios que se górica y exagerada que margina del análisis las contracorrientes contradictorias que
extendieron en Sudamérica a fines de los 60 y 70 como proyectos no sólo para des­ hacen que la ruptura y la transformación sean menos completas y más complejas.
truir de una vez por todas un orden político fracasado, sino también para construir Para una perspectiva crítica adicional, enmarcada como una respuesta a Lavín, ver
un nuevo modelo de gobierno y de desarrollo económico, una modernización guiada también Eugenio Tironi, Los silencios de la revolución. Chile: la otra cara de la mo­
por principios tecnócraticos y fundada en un mandato autoritario con alianzas cla­ dernización, Santiago: La Puerta Abierta, 1988. Para un buen estudio de cómo los
ves entre el Estado y los grupos capitalistas. Para la evolución de una interpretación intelectuales chilenos, especialmente aquellos opositores a la dictadura, evaluaron la
pionera e influyente, ver los escritos sobre “autoritarismo burocrático” de Guiller­ transformación política y cultural de Chile y reconsideraron los valores y las estrate­
mo O ’Donnell, M odem ization an d Bureaucratic-Authoritarianism : Studies in South gias políticas, ver Jeffrey M. Puryear, Thinking Politics: Intelectual!s an d Democracy in
Am erican Politics, Berkeley: University of California Press, 1973; sus “Reflections on Chile, 1973-1988, Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1994.
the Pattern o f Change in the Bureaucratic-State”, L atín American Research Review 29 Para análisis interdisciplinarios sobre la cultura del miedo en Chile y en regímenes
13, I, 1978; y su Bureaucratic-Authoritarianism : A rgentina 1966-1973, in Compa- sudamericanos similares, ver el proyecto colaborativo del Social Science Research
rative Perspective, Berkeley: University o f California Press, 1988. Ver también Juan Council sobre el tema en los 80, publicado por Juan E. Corradi, Patricia Weiss Fagen
Linz, “Totalitarian and Authoritarian Regimes”, Handbook ofP o litical Science, Fred y Manuel Antonio Garretón (eds.), Fear a t the Edge: State Terror an d Resistance in
Greenstein and Nelson Polsby (eds.), Reading: Addison Wesley, 1975, 3: 175-411; Latín Am erica, Berkeley: University o f California Press, 1992. Para el caso chileno,
David Collier (ed.), The New A uthoritarianism in L atín America, Princeton: Prince- ver los ensayos de Garretón, Norbert Lechner, Hugo Fruhling, Javier Martínez, Sofía
ton University Press, 1979; y el tratamiento subsiguiente en obras de cientistas poli- Salamovich, Elizabeth Lira y Eugenia Weinstein en Fear a t the Edge, y las entrevistas
ticos sobre la transición democrática: Guillermo O ’Donnell, Phillippe Schmitter, y en Patricia Politzer, M iedo en Chile, Santiago: C E SO C , 1985. Para los detalles sobre
Laurence Whitehead (eds.), Transitions from A uthoritarian Rule: Prospects fo r Demo- los mecanismos y efectos específicos de la represión, ver Pamela Constable y Arturo
cracy, Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1986, esp. vol. 3, sobre América Valenzuela, A N ation o f Enemies: Chile under Pinochet, Nueva York: W. W: Norton,
Latina; y Scott Mainwaring, Guillermo O ’ Donnell y J. Samuel Valenzuela (eds.), 1991, esp. caps. 4 y 6; Eugenia Ahumada et al., Chile: la memoria prohibida, San­
Issues in Dem ocratic Consolidation: The New South American Democracies in Compa- tiago: Pehuén, 1989; Eugenia Weinstein et al., Trauma, duelo y reparación: una expe­
rative Perspective, Notre Dame: University o f Notre Dame Press, 1992. riencia de trabajo psicosocial en Chile, Santiago: FASIC, 1987; y la “historia interna”
Para un análisis que estudia simultáneamente las facetas “reactiva” y “fundacio­ del régimen militar en LH O RM .
nal” del régimen militar en Chile, y que lleva la literatura comparativa a un diálogo 30 Este punto se desarrolla en varias secciones en los Libros Dos y Tres de esta trilogía,
con las particularidades -entre ellas, un énfasis sobre el neoliberalismo agresivo a pe­ pero ver especialmente el Libro Dos, caps. 2 y 4; ver también nota 31.
sar de sus perjudiciales efectos en los industriales nacionales que previamente habían 31 El conservadurismo personal de doña Elena y su fuerte sentido de moralidad se
sido protegidos, y la concentración de autoridad personalizada en el general Augusto remontan a las décadas de 1940 y 1950, pero estaban fortificados por la amplia
Pinochet- que de algún modo sitúa a la dictadura chilena aparte de los regímenes movilización de las “mujeres de la derecha” durante los años altamente politizados
sudamericanos, ver Manuel Antonio Garretón, E l proceso político chileno, Santiago: de los 60 y comienzos de los 70. Para un estudio pionero reciente sobre este tema,
Flacso, 1983; y la edición en inglés significativamente revisada, The Chilean Political ver Margaret Power, Right-W ing Women in Chile: Fem inine Power an d the Struggle
Process, Sharon Kellum y Gilbert W. Merkx (trad.), Boston: Unwin Hyman, 1989- A gainst Allende, 1964-1973, University Park: Pennsylvania State University Press,
Para otros estudios sobre el proyecto transformacional y la evolución del régimen 2002 .

226 227
Epílogo a l capítulo 1. Los ojos de la niñez 2 Para el resumen oficial, ver ICN V R , vol. I, tomo 2: 539-540, vol. 2: 366, 372. El
1 Mi conversación con Gabriela C. sobre su niñez tuvo lugar el 9 de agosto de 1996. resumen incluye un error menor en la edad de Ernesto Salamanca en el momento
Como no usé una grabadora, estoy resumiendo su historia con mis propias pala­ de su detención; él tenía 20 años y no 24. La documentación archivada está en AC­
bras, basado en mi cuaderno de anotaciones etnográficas. He cambiado unos pocos NVR, carpeta 1842, Ernesto Guillermo Salamanca Morales; carpeta 1814, Gerardo
detalles para proteger su anonimato. Para la información sobre la vida urbana que Ismael Rubilar Morales.
aparece en este capítulo, ver nota 2. 3 Para los sucesos en La Legua el día 11, jornada que se destacó precisamente porque
2 Sobre la geografía de los habitantes pobres de las ciudades y de los campamentos y la resistencia armada en Santiago, fuera del área del Palacio de la Moneda mismo, fue
urbanizaciones del Gran Santiago en los 60 y 70, y la creación por parte del gobierno débil y casi inexistente, ver IC N V R , vol. I, tomo 1: 107-108, 436-437; y Raúl Silva
militar de una geografía de clases más segregada al remover a los pobres desde las zo­ Henríquez, M em orias, Ascanio Cavallo (ed.), Santiago: Copygraph, 1991, 2: 283-
nas del barrio alto hacia los cinturones de miseria de Santiago, ver Eduardo Morales 284. Ver también LH O R M , 34 y 35, y D E T D E S, 3: 722; y especialmente la reciente
y Sergio Rojas, “Relocalización socioespacial de la pobreza: política estatal y presión y meticulosa investigación de Mario Garcés y Sebastián Leiva, E l golpe en L a Legua:
popular, 1979-1985”, Jorge Chateau et al., Espacio y poder: los pobladores, Santiago: los caminos de la historia y la memoria, Santiago: Lom, 2005, que apareció después de
Flacso, 1987, 75-121 (incluyendo los mapas 1 y 2, entre pp. 118 y 119). Para una la publicación de la edición en inglés de este libro en 2004.
visión más amplia de la historia urbana, ver Mario Garcés, Tomando su sitio: el mo­ 4 ACNVR, carpeta 1842, Ernesto Guillermo Salamanca Morales. La declaración fue
vimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970, Santiago: Lom, 2002, y las fuentes tomada en Santiago el 16 de noviembre de 1979. Para el ambiente en el estadio, ver
citadas en capítulo 1, nota 4, de este libro. el testimonio-memoria de Adolfo Cozzi, Estadio N acional, Santiago: Editorial Sud­
3 Maurice Halbwachs, The Collective Memory, Francis J. Ditter jr. y Vida Yazdi Ditter americana, 2000.
(trads.), Nueva York: Harper and Row, 1980. Cf. Les cadres sociaux de la mémoire, 5 Para la posición del Partido Comunista, ver Silva Henríquez, Memorias, 2: 275-280.
París, F. Alean, 1925; y On Collective memory, Lewis A. Coser (trad. y ed.), Chicago: Ver también Sergio Bitar, Chile, 1970-1973: asum ir la historia p ara construir elfuturo,
University o f Chicago Press, 1992. Para una perceptiva reflexión más reciente, que Santiago: Pehuén, 1995, 367-368. Sobre la estrategia de esperar las divisiones de los
construye sobre estos fundamentos y a la vez pone más énfasis en lo individual y militares entre golpistas y constitucionalistas, y el papel de la resistencia civil en este su­
en el investigador histórico, ver Susan A. Crane, “Writing the Individual Back into puesto escenario, estoy agradecido por mi conversación con Raúl S., el 15 de agosto de
Collective Memory”, American H istorical Review, 102, 5, diciembre de 1997: 1372- 1998, quien (como miembro de la facción “moderada” del MAPU, conocido entonces
1385. Un excelente ejemplo, sin embargo, de que el enfoque de Crane no debilita en como MAPU Obrero-Campesino) trabajaba a un nivel intermedio de planificación
absoluto el análisis de la “memoria de grupo” es Harold Marcuse, Legacies ofD achau: de contingencia (incluyendo enlaces militares) al interior de su partido y dentro de la
The Uses an d Abuses o f a Concentration Camp, 1933-2001, Nueva York: Cambridge Unidad Popular. Los comentarios de Raúl son consistentes con los de Jaime Gazmuri
University Press, 2001. en Eugenio Ahumada et al., Chile: la memoria prohibida, Santiago, Pehuén, 1989,
126, n. 1. Ver también la conversación con Allende, 8 de septiembre de 1973, sobre
Capítulo 2. La memoria disidente un plebiscito y las divisiones potenciales en el Ejército, contadas en Carlos Prats Gon­
1 Todas las citas de la señora Herminda Morales vienen de mi entrevista con ella du­ zález, M emorias: testimonio de un soldado, 1985; Santiago: Pehuén, 1996, 509-510; y
rante la tarde del 11 de septiembre de 1996 en su casa en La Legua. Deseo también la retrospectiva de Carlos Altamirano en Patricia Politzer, Altam irano, Buenos Aires:
reconocer y agradecer a la familia de la señora Herminda (especialmente a su hijo Vla- Ediciones Grupo Zeta, 1989, 33-35. Sobre la marcha y confrontaciones con carabi­
dimir y a su hija Rosanna) por las conversaciones informales y por su hospitalidad. neros en La Legua, ver D E T D E S, 3: 722. Cf. ICNVR, vol. I, bk. I: 435-436; y Car­
Como será evidente, además de la entrevista me he basado en estadísticas del men Castillo, Un día de octubre en Santiago, Ciudad de México: Era, 1982, 23-25 (cf.
Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (IC N V R ) y en los Garcés y Leiva, E l golpe en L a Legua). Castillo aclara que la “columna de trabajadores”
archivos de la misma Comisión (ACNVR, incorporados en el archivo de la Corpo­ era un grupo que escapó de un tiroteo en la fábrica metalúrgica Indumet y que tenían
ración Nacional de Reparación y Reconciliación). Las carpetas de casos del A CN V R ametralladoras rescatadas de la casa presidencial de Tomás Moro (por tal razón, ésta fue
incluyen copias de los testimonios jurados ofrecidos en los 70 por la señora Her­ probablemente la columna dé trabajadores que disparó al bus de Carabineros). Con
minda, su marido, Ernesto, y su hijo Vladimir. Finalmente, debo expresar mi deuda anterioridad, en la fábrica Indumet, comunistas, socialistas, miristas y trabajadores se
con el Arzobispado de Santiago, Vicaría de la Solidaridad, por el informe del caso reunieron para decidir cómo responder al golpe. Según Castillo, los comunistas que
registrado en D E T D E S, 3: 722-726. estaban presentes argumentaron en contra de una resistencia armada.

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6 Para una buena descripción de las detenciones que llenaron los estadios de fútbol, ciales publicada por el instituto que Garretón presidía en la Universidad Católica de
las barracas, academias, barcos y bases militares a través del país, y la estimación de Chile durante los años de Allende. Garretón era el “Mágus” del diario, la persona
45.000 detenciones en el primer mes, ver LH O R M , 34-40. nombrada por Valdés, cuando llegó a un punto de total desesperación, como el
7 Hay un margen de confusión en los relatos de los testigos, entre el 24 de enero y el conspirador de un complot contra la junta. Cuando Valdés fue liberado, y encontró
25 de enero de 1974, como la fecha precisa de la inesperada visita. Por esa razón, el refugio en una embajada, él le advirtió a Garretón, quien a su vez trabajó para en­
resumen entregado por la Comisión Rettig (ver nota 2 en este capítulo) da la fecha contrarle a Valdés una red de apoyo en España.
como el 25 de enero o antes. 14 ACNVR, carpeta 1842, Ernesto Guillermo Salamanca Morales, declaraciones jura­
8 IC N V R , vol. I, tomo 2: 539-540, para la cita. das de Ernesto padre y Vladimir en Santiago, el 24 de octubre y el 16 de noviembre
9 ACNVR, carpeta 1842, Ernesto Guillermo Salamanca Morales. de 1979, respectivamente. Debo aclarar aquí que, por un defecto en las notas de la
10 IC N V R , vol. I, tomo 1: 45-46. declaración de Vladimir que yo dicté a una grabadora, no puedo confirmar abso­
11 D E T D E S, 3: 723-725. En la interpretación de un aspecto no estoy de acuerdo con la lutamente que la cita ofrecida es una réplica exacta de la declaración original. Hay
excelente y rigurosa investigación preparada por el personal de la Vicaría. El informe una remota posibilidad que la cita esté basada en mis notas, aunque eran notas que
infiere que Gerardo y Ernestito fueron engañados al comienzo por el ardid de la habrían reproducido el lenguaje original muy cercanamente.
DINA. Mi propia lectura de la evidencia es más ambigua en este aspecto, porque es 15 No he revisado personalmente los ficheros de los casos sobre Gerardo y Ernestito
muy difícil estimar cuán obvia y rápidamente la jugada de desinformación se aclaró en la Fundación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad. Mi investigación en ese
en la mente de los prisioneros, y hasta qué punto su presencia ocasional -mientras el archivo se concentró más en las redes sociales y en los procesos de reunión de infor­
grupo de la D IN A continuó arrestando (“reclutando”) otras personas de La Legua en mación, solidaridad y verdades declaradas que en los ficheros jurídicos específicos.
los días siguientes—ocurrió debido a la coerción o porque realmente creyeron la treta Sin embargo, mi investigación en los archivos de la Comisión de Verdad y Recon­
de la DINA. Alguna evidencia circunstancial, también no concluyente, me sugiere ciliación mostró que, para estos y otros casos, la Comisión se basaba en copias de
que Gerardo podría haber sido forzado al hacerlo sentirse responsable por el destino documentos de los ficheros jurídicos de la Vicaría para construir un fundamento
de Ernestito (el grupo de la DINA le permitió a Gerardo quedarse una noche con inicial de hechos y de hipótesis. Típicamente, los expedientes judiciales de la Vicaría
su familia en San Juan de Lo Gallardo, probablemente porque todavía no podían rastreaban la larga lucha para documentar legal y precisamente las circunstancias de
encontrar al padre de los prisioneros y a Vladimir. Pero mantuvieron a Ernestito con una desaparición, y documentaban, asimismo, el frustrante esfuerzo para encontrar
ellos, convirtiéndole en la práctica en un rehén que mantendría al hermano mayor respuestas del Estado. Sobre esto último, ver esp. ACNVR, carpeta 1814, Gerardo
callado). Para una visión interna de los métodos de detención de la DINA, incluyen­ Ismael Rubilar Morales; y para los ficheros de la Vicaría sobre este mismo punto,
do la colaboración forzada para identificar a otros y el uso de trucos de desinforma­ D E T D E S, 3: 726.
ción demasiado débiles o burdos para ocultar efectivamente la coerción, ver Arce, E l 16 Elizabeth Jelin y Susana G. Kaufman, “Layers o f Memories: Twenty Years After in
infierno.
Argentina”, The Politics ofW ar Memory an d Commemoration, T. G. Ashplant, Gra-
12 ICN V R , vol. I, tomo 2: 540 para la cita. ham Dawson, y Michael Roper (eds.), Nueva York: Routledge, 2000, 89-110. Un
13 Hernán Valdés, Tejas Verdes: diario de un campo de concentración en Chile, 1974; Bar­ caso dramático que ilustra las formas en que un temprano “momento de fundación”
celona: Editorial Laía, 1978, pássim, con relato de una sesión de tortura, 157-178. de la memoria generacional enmarca una vida se muestra en Daniel James, D oña
Ver también el sorprendente descargo del general Óscar Bonilla a Eugenio Velasco M aría’s Story: Life History, Memory an d Political Identity, Durham: Duke University
después de visitar Tejas Verdes en mayo de 1974, como lo relata Hernán Millas, L a Press, 2000. En los 80, el “rescate” desde prisión de Juan Domingo Perón del 17 de
fam ilia m ilitar, Santiago: Planeta, 1999, 52-53. octubre de 1945, debido a manifestaciones masivas, demostró ser fundamental en su
Una nueva edición de Tejas Verdes fue publicada en Chile por la editorial Lom trayectoria de memoria-identidad, aun cuando las políticas contemporáneas de me­
y C E SO C en 1996. La introducción de Manuel Antonio Garretón (“Prólogo: Tejas moria ponían una enorme energía en las muertes y desapariciones bajo la dictadura
Verdes y nuestra memoria cultural”, 5-16) entrega una información adicional sobre militar de 1976-1983.
éste y otros campos de concentración chilenos, y un impactante relato personal (ver 17 Sin embargo, incluso sobre este punto, mi investigación con varias personas subraya
10-13) de la relación de Garretón con Valdés antes y después del 11 de septiembre. una ambivalencia más compleja: vidas de lucha por la esperanza a pesar de una inmi­
Valdes, mas un escritor que un activista afiliado a un partido, trabajaba en el grupo nente desesperación, en las cuales la misma persona podía entrar y salir de ciclos de
editor de Cuadernos de la R ealidad N acional, una importante revista de ciencias so­ activismo capaces de proveer a la vida de solidaridad, energía y resistencia, y ciclos de

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retraimiento marcados por un sentido de completa soledad o desesperación. De gran ediciones tanto del libro de Pacheco como del de Verdugo y Orrego, fechadas en
ayuda a este respecto fueron las conversaciones que tuve con familiares de ejecuta­ 1980, fue prohibida. La primera edición de Pacheco circuló como un texto de un
dos y desaparecidos y con sobrevivientes de la tortura en el seminario internacional club privado legalmente exento de la restricción de la censura; la primera edición del
“Impunidad y sus efectos en los procesos democráticos”, comisión 4, “Métodos de texto de Verdugo y Orrego (ver el prefacio a la segunda edición) entró a un laberinto
lucha y experiencias de superación de la impunidad”, Santiago, 13-15 de diciembre burocrático y terminó siendo declarado “perdida” en marzo de 1983. Más tarde ese
de 1996. mismo año, cuando se levantó la revisión previa de los libros para una potencial cen­
La comparación entre versiones de activistas y versiones solitarias de la memoria sura, se publicaron las segundas ediciones de ambos. Los giros y vueltas de la política
como ruptura es demasiado categórica, y simplista por tanto, si se toma como un de censura son analizados y documentados en detalle en el Libro Dos de la trilogía.
contraste rígido entre diferentes seres humanos con adaptaciones siempre fijas, en 23 Ver Lowden, M oral Opposition, 43, 175-176 n. 87; y Ahumada et al., Chile: la me­
vez de una invitación a considerar las complejas contradicciones, ciclos y rupturas m oria prohibida, 2: 167-209.
que marcan las múltiples respuestas humanas al trauma. 24 Debiera destacarse, sin embargo, que en realidad la experiencia del personal en el
18 La información sobre Violeta E. y su familia se basa en mis entrevistas con Violeta E., Departamento de Zonas de la Vicaría, responsable de los programas en las pobla­
26.08.96, 27.08.96 y 5-09.96; una entrevista con una sobrina, Nieves R., 05.07.96; ciones de Santiago, era compleja, en parte porque las condiciones de vida políticas
y varias conversaciones informales con Violeta E. y otros miembros de su familia, en y económicas a finales de los 70 hicieron que mucha de la población se mostrase
1996 y 1997. Todas las citas de Violeta E., con excepción del último comentario, en reticente a comprometerse en una movilización colectiva y de autoayuda que fuese
Villa Francia, varios párrafos más abajo, son de nuestras entrevistas grabadas. más allá de sus necesidades económicas inmediatas. Por esta misma razón, volver a
19 Me refiero a la “izquierda cristiana” en el amplio sentido, no al partido político co­ tejer el entramado social de una cultura de resistencia se volvió una tarea complicada
nocido como Izquierda Cristiana. e importante hacia comienzos de los 80. Para un resumen breve sobre estas tensiones,
20 El llamado a los ciudadanos a informar sobre izquierdistas sospechosos y sobre los ver Lowden, M oral Opposition, 86-91.
paraderos de dignatarios específicos de la Unidad Popular es ahora objeto de con­ 25 Ver Libro Dos, capítulo 2, de esta trilogía, y Lowden, M oral Opposition, 94-104, esp.
siderable amnesia entre la clase media y los círculos de centroderecha. Al respecto, 94-99.
estoy agradecido a Claudio Rolle por una vivida y esclarecedora conversación (el 26 El libro de memorias de Patricio Aylwin Azocar se organiza precisamente en torno
17-06.97) sobre el olvido, por parte de las familias, de los folletos distribuidos en a este tema: E l reencuentro de los demócratas: del golpe a l triunfo del N o, Santiago:
1973 que ofrecían recompensas en dinero por sospechosos; cf. José Antonio Viera- Ediciones Grupo Zeta, 1998. Ver también nota 27.
Gallo, 11 de septiembre: testimonio, recuerdos y una reflexión actual, Santiago: CE- 27 Se puede obtener un buen sentido de esas controversias al comparar varias memorias
SO C, 1998, 88-89. y relatos diferentes de la Democracia Cristiana: Aylwin, E l reencuentro de los demócra­
21 Para una historia sucinta y bien documentada del Comité Pro Paz y su sucesor, la tas: Jorge Lavandera, E l precio de sostener un sueño, Santiago: Lom, 1997; y Genaro
Vicaría de la Solidaridad, ver Pamela Lowden, M oral Opposition to A uthoritarian Rule Arriagada, Por la razón o la fu erza, Santiago: Editorial Sudamericana, 1998, 169-
in Chile, 1973-1990, Nueva York: St. Martins Press, 1996. Detalles adicionales en 197, 219-264. Para un contexto adicional sobre el “proceso de aprendizaje” político
Ahumada et al., Chile: la memoria prohibida-, y Consuelo Pérez Mendoza, Los prota­ y la trayectoria de los intelectuales y de la izquierda, ver Manuel Antonio Garretón,
gonistas de la prensa alternativa: Vicaría de la Solidaridad y Fundación de Ayuda Social “The Political Opposition and the Party System under the Military Regime , Paul
de las Iglesias Cristianas, Santiago: FAV, 1997. El mejor libro para el contexto de la W. Drake y Iván Jaksic (eds.), The Strugglefor Democracy in Chile, Lincoln: Universi­
Iglesia Católica es el de Brian H. Smith, The Church andPolitics in Chile: Challenges to ty o f Nebraska Press, 1995 (edición revisada), 211-250; Jeffrey M. Puryear, Thinking
M odern Catholicism, Princeton: Princeton University Press, 1982, actualizado en un Politics: Intellectuals an d Democracy in Chile, 1973-1988, Baltimore: Johns Hopkins
contexto comparativo en Michael Fleet y Brian H. Smith, The Catholic Church an d University Press, 1994; Katherine Hite, When the Romance Ended: Leaders o f the
Democracy in Chile an d Perú, Notre Dame: University o f Notre Dame Press, 1997. Chilean Left, 1968-1998, Nueva York: Columbia University Press, 2000; y Kenneth
22 Sobre el caso de Lonquén, ver, además de la discusión en las fuentes en nota 21, los M. Roberts, Deepening Democracy? The M odern L efi an d Social Movements in Chile
documentos y fotos en Máximo Pacheco G., Lonquén, Santiago: Aconcagua, 1983; an d Perú, Stanford: Stanford University Press, 1998. Cf. Clodomiro Almeyda M.,
y Patricia Verdugo y Claudio Orrego V., Detenidos-desaparecidos: una herida abierta, Reencuentro con m i vida, Santiago: Ornitorrinco, 1987; y Politzer, Altam irano.
Santiago: Aconcagua, 1983. Ver también Patricia Verdugo, Tiempo de dias claros: los 28 Este punto emerge de una serie de entrevistas y conversaciones sobre los 70 y 80,
desaparecidos, Santiago: C ESO C , 1990, 151-208. La publicación de las primeras especialmente si uno compara la experiencia del miedo de aquellos que eran adultos

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jóvenes en los 70 y aquellos que llegaron a jóvenes en el ciclo de protestas de co­ Morales Herrera, Cam inando con la Iglesia de los pobres: homenaje a l padre Roberto
mienzos y mediados de los 1980. Este aspecto se me aclaró especialmente en mis en­ Bolton, Santiago: Lom, 1996, 70-72, 91. Sobre las circunstancias de la muerte de
trevistas (13.12.96 y 24.01.97) con Tonya R., una joven madre de clase trabajadora Rafael Vergara, ver ICN V R , vol. I, tomo 2: 640.
cuyo marido fue un líder estudiantil en los 80. Ver Libro Dos de la trilogía, epílogo 34 Entrevista con el padre Roberto Bolton, 21.10.96.
al capítulo 4.
29 Para discusiones comparables en otros barrios y el papel de la gente que participaba Epílogo a l capítulo 2. El saber popular de la bondad y el remordimiento
en organizaciones pastorales de solidaridad y grupos alternativos tales como el Ictus, 1 Una introducción sucinta a la geografía regional chilena y a la Región de los Lagos se
tuve el beneficio de una conversación con Manuel S., 21.03.97. Las discusiones puede encontrar en Brian Loveman, Chile: The Legacy ofH ispan ic C apitalism , Nueva
entre las elites políticas y los intelectuales incluyeron conversaciones semanales, a la York: Oxford University Press, 1988, cap. 1. Una buena introducción fotográfica,
hora del desayuno, entre líderes políticos de derecha, centro e izquierda, auspiciadas organizada por regiones, es P aisaje de Chile, Santiago: Alguero, n. d. Una guía turís­
por el destacado periodista Emilio Filippi. La costumbre empezó en las oficinas de la tica inusual por sus inteligentes comentarios culturales y a menudo por una especta­
revista Hoy ya en 1983, y siguió en L a Época, en 1987-1988. Entrevista con Filippi, cular fotografía es Tony Perrottet, Insight Guides: Chile, Boston: Houghton Mifflin,
03.04.97. Ver también Puryear, Thinking Politics; y Aylwin, E l reencuentro de los 1995.
demócratas. Cuando se acercaba el plebiscito, uno de los grandes temas de discusión 2 Para una conveniente consolidación de cifras de los informes de las dos comisiones,
en la centroizquierda fue establecer la credibilidad del plebiscito como un medio de desagregadas por región, ver C C H D H , N unca m ás en Chile: síntesis corregida y actua­
deponer la dictadura. Entrevista con Ricardo Lagos, 25.07.97. lizada del Informe Rettig, Santiago: Lom, 1999, 231. Los totales y porcentajes dados
30 El pacto tácito de evasión no era inusual en una conversación de familia. Entrevista incluyen las víctimas asesinadas por opositores al régimen militar (152 casos), lo cual
con Nieves R., 05.07.96. eleva el total del conteo de víctimas a 3.196; el punto sustantivo sobre la distribución
31 Entrevista con Nieves R., 05.07.96. El Frente Patriótico y su relación con el giro por regiones no cambiaría si la categoría de muertes por opositores fuera excluida.
del Partido Comunista hacia una línea política que argumentaba el derecho y la Para los informes de la Comisión de Verdad, ver IC N V R y Corporación Nacional
necesidad de la insurrección armada en los 80 son tópicos extremadamente contro­ de Reparación y Reconciliación, Informe a Su Excelencia el Presidente de la República
vertibles. Para una reflexión que sitúa al Frente dentro de una historia más amplia de sobre las actividades desarrolladas a l 15 de mayo de 1996, Santiago: L a N ación, 1996.
conflicto armado y que desafía los puntos de vista convencionales, ver Hernán Vidal, Hay un pequeño margen de discrepancia entre el número total de ¿asos confirmados
Frente Patriótico M anuel Rodríguez: el tabú del conflicto arm ado en Chile, Santiago: de muerte o desaparición atribuibles a violación a los derechos humanos por el Es­
Mosquito Editores, 1995. Para el intento de asesinato de Pinochet por el Frente en tado o por otra violencia política en el último informe (3.197 casos) y en la síntesis
1986, ver LH O R M , 500-508; y Patricia Verdugo y Carmen Hertz, Operación Siglo publicada en 1999 (3.196 casos).
XX, Santiago: Ornitorrinco, 1990. Debe notarse que durante el período de más asesinatos masivos y desapariciones
32 Estoy agradecido al padre José Aldunate por clarificarme la interacción y distinción permanentes, de septiembre de 1973 a agosto de 1977, el número de casos atribui-
entre testimonio como protesta sobre las realidades sociales y testimonio como sig­ ble a agentes del Estado y personas a su servicio alcanza a casi 94 de cada cien casos
nificado teológico y función religiosa (“signos de la acción de Dios en la historia”). (93,6 por ciento, o 2.422 de 2.587 casos). Las muertes en confrontaciones políticas
Entrevista, 10.01.97. causadas por autores no atribuibles específicamente pero que en la mayor parte de
33 El afecto especial que el padre Bolton sentía por Rafael Vergara fue subrayado en los casos fueron civiles muertos a bala durante los toques de queda, probablemente
nuestra entrevista, 21.10.96. Dos semanas antes de que Rafael Vergara fuera herido por agentes del Estado, suman otros cinco de cada cien casos (4,9 por ciento, o 127
en un tiroteo con la policía (el 29 de marzo de 1985) y posteriormente ejecutado, de los 2.587 casos). Las muertes atribuibles a violencia política por parte de quienes
Vergara, de 18 años de edad y militante del M IR comprometido con la resistencia se oponían al régimen militar eran por menos de dos de cada cien casos (1,5 por
armada, visitó secretamente por la noche al padre Bolton en su casucha en la pobla­ ciento, o 38 de 2.587 casos). Sólo en el período entre septiembre de 1977 y marzo
ción. Tomo un baño y compartió su experiencia mística de una figura que lo seguía de 1990, cuando los asesinatos de parte del Estado se volvieron más esporádicos y
constantemente y de la cual parecía no poder sacudirse. Cuando el padre Bolton se cíclicos, y cuando la resistencia armada organizada contra el régimen llegó a ser más
dio cuenta de que la figura era Jesucristo, recordó que le había preguntado al joven: significativa, las proporciones cambiaron notablemente. De los 609 casos de muertes
“Rafael, ¿estás pensando en hacerte sacerdote?”. El joven respondió: “Sí, pero no o desapariciones confirmadas en aquel período, las causadas por agentes del Estado
todavía, tengo otra tarea ahora”. Luego, Bolton y Vergara oraron juntos. Cf. Luis o por aquellos actuando a su servicio representan todavía una contundente mayo­

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ría (79,3 por ciento, 483 casos), pero ahora los causados por grupos de oposición 1978-1979, 7: 1217-1218, 1226-1227. Sobre la Comisaría de Rahue, ver ICN VR,
e individuos representaban una significativa minoría (18,7 por ciento, 114 casos). vol. I, tomo 1: esp. 396, y 395, 408-418 pássim.
C C H D H , N unca más en Chile, 229. 7 ACNVR, carpeta Carlos Alberto Carrasco Matus. Luis Alejandro Fuentes Díaz fue el
3 El mejor punto de partida para examinar la participación directa y activa de civiles amigo personal con quien Carrasco compartió su crisis y que después fue encarcela­
en la represión en el sur y las especificidades históricas que figuran en la represión es do y exilado; dio su declaración en Estocolmo, Suecia, el 05.07.90, y ésta fue ratifica­
leer los informes de septiembre a diciembre de 1973 de las regiones Octava, Novena y da de nuevo con aclaraciones adicionales menores el 19.11.90. El testimonio sobre la
Décima, en ICN V R, vol. I, tomo 1: 325-424. Ver también los informes de casos desde disposición dulce de Mauro fue entregado el 18.10.90. Información adicional sobre
la Octava hasta la Décima regiones en D E T D E S, 7: 2515-2636, y 8: 2637-3041. Mauro, y sobre Rodolfo Valentín González Pérez, un conscripto de la Fuerza Aérea
Estas sumas y los informes de casos pueden ser complementados por varios estudios, reclutado para el trabajo de la policía secreta que se destacó también por mostrar una
desde la Séptima hasta la Décima regiones, de grupos de investigación dirigidos por actitud “buena” hacia los prisioneros y que fue posteriormente torturado y hecho
la doctora Paz Rojas B. y organizados por el C O D EPU (Comité de Defensa de los desaparecer por la DINA, está en ICN V R, vol. I, tomo 2: 589-590; vol. II, 83, 175;
Derechos del Pueblo): Crímenes e im punidad: la experiencia del trabajo médico, psico­ en Arce, E l infierno, 79-81, 227, 379-380; y en el testimonio de Norma Matus de
lógico, socialy jurídico en la violación del derecho a la vida, Santiago: CO D EPU , 1996; Carrasco, la madre de Carlos Carrasco, en M em orias contra el olvido, Santiago: Ame­
Chile: recuerdos de la guerra. Valdivia-Neltume-Chihuío-Liquiñe, Santiago: CODEPU, rinda, 1987, 174-206. Según la tía que crió a Valentín como su hijo, éste insistía en
1994; y Labradores de la esperanza: la región del M aulé: Talca-Linares-San Javier-M elo- ayudar a los prisioneros políticos -con alimentos, ropa y comunicaciones con sus
zal-Parral-Cauquenes-Chanco-Constitución, Santiago: CO D EPU , 1992. Fundamental familias- a pesar de que sus familiares trataron de persuadirlo de que esos actos eran
es un nuevo estudio regional, altamente original y rigurosamente argumentado, que demasiado riesgosos. Copia del testimonio a la Comisión Internacional de Juristas,
documenta y compara sistemáticamente las consecuencias sociales y psicológicas de 02.12.76, en A CN V R, carpeta Rodolfo Valentín González Pérez.
extrema represión para los casos mapuches y no mapuches en la Novena Región. Ver 8 D E T D E S, 8: 2966-2968; y ASVS, ¡D ónde están? 6: 1226-1227 (incluye una versión
Roberta Bacic Herzfeld, Teresa Durán Pérez y Pau Pérez-Sales, M uerte y desaparición más completa de la cita sarcástica de “otro comunista”).
forzad a en laA raucan ía: una aproximación étnica, Santiago: Ediciones Universidad Ca­ 9 El elevado número de personas que se entregó a las autoridades, especialmente en las
tólica deTemuco y Lom, 1998, 53-61, sobre las relaciones entre carabineros y civiles provincias, es evidente si uno lee los informes de casos de desaparecidos en D E T D E S
durante la represión inicial. La investigación de Florencia E. Mallon sobre la Octava y los resúmenes menos detallados de ICN V R. Para la realidad de los sentimientos
Región esclarecerá aun más las especificidades del sur, y le estoy agradecido por las nu­ complejos, incluyendo una idea de responsabilidad no tan lejana a la culpa entre
merosas conversaciones sobre el tema; ver también L a sangre del copihue: la comunidad una significativa minoría de familiares cercanos a los desaparecidos, y para la impor­
mapuche de N icolás A ilío y el Estado chileno, 1906-2001, Santiago: Lom, 2004. tancia de aquellas dudas personales que se enfocan especialmente en si el familiar
4 Además de las fuentes mencionadas en la cita 3, ver, para una buena introducción hizo realmente todo lo posible para prevenir o bien la detención o sus eventuales
a la historia de la Colonia Dignidad, Gero Gemballa, Colonia D ignidad, Santiago: consecuencias, ver Bacic Herzfeld, Durán Pérez y Pérez-Sales, M uerte y desapari­
C ESO C , 1990. ción forzad a en laA raucan ía, 231-247, esp. 235, 237-244. Si bien esos sentimientos
5 Todas las citas, a menos que se especifique de otra manera, son de mis entrevis­ fueron importantes tanto en las poblaciones mapuches como la no mapuche, los
tas con Ramiro I. y Claudia de I., 06.02.97 y 07.02.97. Estas entrevistas fueron autores notan dos factores adicionales que profundizaban esas reacciones entre los
complementadas con conversaciones informales, acompañadas de largas caminatas mapuches. Primero, la idea de que la mala fortuna se deriva de una relación con o
y algunas visitas sociales, durante varios días, mientras fui su huésped en la Décima por la intervención de alguien que es conocido por la víctima; y, segundo, la expe­
Región, y les estoy agradecido por su hospitalidad. El lenguaje con matices raciales riencia de discriminación étnica que facilita una sensación de haber sido tímido (o
que usa Claudia de I. para describir la vida rural y la explotación encaja en un amplio incompetente) cuando los intereses del familiar detenido requerían de una presión
patrón de códigos culturales de relaciones de clase serviles y no necesita ser tomado constante ante las autoridades no-mapuches. Ver ibídem, 76-71, 242-243. Sobre
literalmente, como se muestra en Heidi Tinsman, Partners in Conflict: The Politics o f la vulnerabilidad de las madres de las víctimas a esas sensaciones, ver CODEPU,
Gender, Sexuality an d Labor in the Chilean A grarian Reform, 1950-1973, Durham: Crímenes e im punidad, 95; para el contexto más amplio de la dinámica psicológica
Duke University Press, 2002, 37-41, 48. intrafamiliar y la represión política, ver las fuentes en nota 13 en este capítulo.
6 Sobre los casos de Angulo y Burdiles, ver LCNVR, vol. I, tomo 1: 408-9; vol. II: 25, 10 ACNVR, carpeta 215, José Guillermo Barrera Barrera; IC N V R , vol. I, tomo 2: 583;
63; D E T D E S, 8: 2958-2961, 2966-2968; y ASVS, ¿Dónde están?, Santiago: ASVS, vol. II, 48; y D E T D E S, 3: 729-733. El 16 de enero del 2003, Gerardo Aravena Lon-

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ga, ex teniente de Carabineros en Curacaví, fue arrestado bajo los cargos de asesinato 15 Entrevista con Tonya R., 13.12.96 y 02.01.97.
y secuestro en el caso Barrera-Gárate: www.elmostrador.cl, 17.01.03. 16 Para evitar confusión en los lectores porque mi apellido es diferente del de mi abuelo
11 Leopoldo Benavides, Tomás Moulian e Isabel Torres, “El movimiento sindical textil paterno, debo explicar que tengo dos padres: mi padre original, Sam Rosenzweig,
en Tomé: un proyecto de historia popular”, en EC O C D , Servicio de Documenta­ divorciado de mi madre, y mi padre adoptivo, el fallecido Egon Stern, que se casó
ción ECO : Educación y solidaridad, 16, julio 1987: 25-34, 34 para la cita. con mi madre después de su divorcio y cuyo apellido recibí cuando fui legalmente
12 Entrevista con Marisa T., 08.10.96. adoptado. Para otros ejemplo del poder de las “historias de bondad” en tiempos de
13 Entrevista con Gastón Gómez Bernales, que sirvió como abogado de planta en la destrucción del Holocausto, ver la historia de Lorenzo, un trabajador italiano que
la Comisión Rettig y estuvo presente en la sesión de la familia con la Comisión, proveyó algo de su propia ración de alimentos, un chaleco y un mensaje postal a
20.02.97. También aprendí mucho sobre cómo las revelaciones en las sesiones a ve­ Primo Levi, en Levi, Survival in Auschwitz, Stuart Wolf (trad.), 1958, Nueva York:
ces pudieron provocar o profundizar conflictos intrafamiliares, en mi entrevista con Touchstone (Simón and Schuster), 1996, 119-122; y la viñeta sobre Esther, la joven
Paula Serrano, que sirvió como trabajadora social de planta en la Comisión Rettig, de Belarus que entregó a Charlotte Delbo un cepillo de dientes y un vestido, en
21.01.97. Un caso particularmente triste fue el de una madre que experimentó en Delbo , Auschwitz andA frer, Rosette C. Lamont (trad.), New Haven: Yale University
la vida real la “opción de Sofía”, cuando tuvo que entregar a un hijo para proteger Press, 1995, 139-141.
a los otros. Otro caso era el de una joven madre que decidió que protegería a sus 17 Ver Levi, Survival in Auschwitz', Levi, The Drow ned an d the Saved, Raymond Ro-
hijos del estigma, del peligro y de la inseguridad dejando su hogar y cambiándose senthal (trad.), 1986, Nueva York: Vintage, 1989, esp. “The Gray Zone”, 36-69;
a la casa de familiares, en vez de proseguir agresivamente la búsqueda de su marido Elie Wiesel, The N ight Trilogy, Stella Rodway (trad.), originalmente publicado como
desaparecido, a quien también amaba profundamente. Decidió que para proteger a N ight, 1958, 5-119, esp. las descripciones de padres e hijos; y Lawrence Langer, Ho-
los niños les diría que su padre simplemente los había abandonado. Cuando llegó el locaust Testimonies: The Ruins o f Memory, New Haven: Yale University Press, 1991,
tiempo de investigar las desapariciones, la abuela de los niños -obviamente cómplice esp. caps. 3-5.
de la ficción hasta ese momento- les dijo que había llegado la hora de hacerle justicia 18 Los ejemplos de excursiones a la playa, los zapatos de tenis y las pequeñas reciproci­
al padre desaparecido. Los llevó a la sesión de la Comisión de Verdad, y allí ellos dades e incentivos no son una licencia literaria de mi parte, sino que están basadas
finalmente supieron la verdad sobre la desaparición y probable tortura de un padre a en el conocimiento. Personalmente fui testigo de los dos últimos ejemplos durante
quien habían guardado resentimiento. En ambos casos de revelación, el ya tremendo mi investigación de campo y recibí confirmación independiente del primero.
tormento de las madres fue agravado por las nuevas angustias de sus hijos (y, como
podría esperarse, por difíciles dinámicas intrafamiliares). Una discusión más comple­
Capítulo 3. La memoria indiferente
ta de las dinámicas de familia, incluyendo el sentimiento del remordimiento, aparece 1 La entrevista con Gonzalo Vial tuvo lugar el 10.06.97. Para elaborar el borrador
en el Libro Tres de esta trilogía, capítulo 2 y epílogo.
inicial del informe, los miembros de la Comisión de Verdad y Reconciliación esta­
Para una reflexión inteligente desde la perspectiva terapéutica sobre los niños y blecieron una división del trabajo de acuerdo con sus campos de interés específicos
la verdad en contextos políticamente represivos, ver Eugenia Weistein et al., Trauma, o especialidad. Algunas secciones claves proveían contexto histórico, legal e institu­
duelo y reparación: una experiencia de trabajo psicosocial en Chile, Santiago: FASIC,
cional; otros miembros de la Comisión que entrevisté (especialmente José Zalaquett,
1987; ver también Loreto Alamos et al., Infancia y represión: historias p ara no olvidar. 23.06.97) coincidieron en que Vial había escrito el primer borrador de la sección
Experiencia clínica con niños y fam iliares que han vivido la represión política, Santiago:
de trasfondo histórico. Para los orígenes de Qué Pasa estoy agradecido también al
PIDEE, 1992. Para un contexto adicional sobre salud mental, terapia y política, ver periodista Cristián Zegers, entrevistado el 19.05.97. La revelación de que Vial par­
Elizabeth Lira et al., Psicoterapia y represión política, Ciudad de México: Siglo XXI, ticipó en la redacción del Libro blanco no ocurrió hasta 1999, después de nuestra
1984; y Elizabeth Lira e Isabel Piper (eds.), Reparación, derechos humanos y salud entrevista, en medio de una controversia entre historiadores sobre la memoria y una
mental, Santiago: ILAS, 1996.
carta abierta de Pinochet a los chilenos durante su detención en Londres. Ver Sergio
14 Entrevista con Mónica V., 05.06.97. Cf. los comentarios sobre las conexiones entre Grez y Gabriel Salazar (eds.), M anifiesto de los historiadores chilenos, Santiago: Lom,
el reconocimiento de la muerte de los desparecidos y las ideas de deslealtad hacia
1999; también L a Segunda, 02.02.99 y 12.02.99.
el ser querido y la liberación de responsabilidad de sus ejecutores, en Juan Manuel 2 Al respecto, difiero respetuosamente de algunos aspectos de la descripción en Tina
Pérez Franco y Gloria Duarte Castro, “Procesos de reorganización vital en familiares Rosenberg, Children o f C ain : Violence an d the Violent in L atín America, 1991, Nueva
de detenidos- desaparecidos”, Alamos et al., Infancia y represión, 191-195. York: Penguin, 1992, 333-387. Su interpretación de una transición hacia una gran

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amnesia sellada por un acuerdo faustiano es quizás demasiado nítida y perfecta, aun­ 11 D E T D E S, 7: 2355-2363, esp. 2355-2357. Se debe observar que hay una leve discre­
que incluye poderosas reflexiones y viñetas. pancia entre la fecha indicada para el arresto de Arraño en el informe de la Vicaría
3 Para una crítica devastadora y una revisión histórica de acuerdo con esa postura, ver (11 de enero de 1974) y el de la Comisión de Verdad y Reconciliación (el 15 de
Tomás Moulian, Chile actual: anatom ía de un mito., Santiago: Lom, 1997. Para un enero, en ICN V R , vol. 2, 37).
tratamiento literario con humor sobre la cultura del olvido, ver la obra de Marco 12 D E T D E S, 7: 2355-2357; ICN VR, vol. 2, 37.
Antonio de la Parra L a pequeña historia de Chile, publicada con apreciaciones críticas 13 Ver Patricia Verdugo, Los zarpazos del Pum a, 1989; Santiago: C E SO C , 1994;
en la revista Apuntes (de la Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica de LCN V R, vol. I, tomo 1: 121-123, y los resúmenes de casos en octubre de 1973
Chile), 109, invierno 1995: 3-38. Un completo análisis de las causas de la impasse en Cauquenes, La Serena, Copiapó, Antofagasta y Calama. El largo epílogo
que se produjo en los años 90, y las tentaciones resultantes de una “voluntad de ol­ (289-353) en la edición aumentada del libro de Verdugo da cuenta de su expe­
vidar” , está en el Libro Tres de esta trilogía. riencia sobre los conflictos políticos y legales vinculados al libro hasta diciembre
4 La entrevista con el coronel Juan E tuvo lugar el 07.05.97 y fue complementada con de 1993. Las controversias sobre el episodio de Arellano comenzaron realmente
conversaciones con un amigo mutuo y colega, antes y después de la entrevista. en los 80 y generaron una considerable atención de la prensa, así como un im­
5 Para una orientación sobre la historia de la DINA, el M IR y la represión en el sur, portante relato disidente de parte del hijo del general Arellano: ver, Sergio Are-
ver, además de las relevantes secciones del IN CV R , varias obras coordinadas por llano Iturriaga, M ás a llá del abism o: un testim onio y una perspectiva, Santiago:
C O D EPU : Chile: recuerdos de la guerra. Valdivia-Neltum e-Chiuío-Liquiñe, Santiago: Proyección, 1985. Con el tiempo, el asunto de la Caravana de la Muerte dio los
C O D EPU , 1994; Labradores de la esperanza: la región delM aule-Talca-Linares-San fundamentos legales que atraparon a Pinochet en los procedimientos criminales
Javier-M ebzal-Parral-Cauquenes-Chanco-Constitución, Santiago: C O D EPU , 1992; en Chile y expandió el número de ejecuciones conocidas. Ver Libro Tres de esta
y Crímenes e im punidad: la experiencia del trabajo médico, psicológico, socialy ju rídico trilogía, capítulo 5-
en la violación del derecho a la vida , Santiago: C O D EPU , 1996. Un estudio nuevo 14 Se debe observar que varios objetivos eran evidentes en el endurecimiento de octubre.
y profundamente importante sobre la dimensión étnica es Roberta Bacic Herzfeld, No solamente un endurecimiento de la represión, sino también de la intervención
Teresa Durán Pérez y Pau Pérez-Sales, M uerte y desaparición forzad a en laA raucan ía: para establecer el control desde Santiago y, personalmente, por parte de Pinochet.
una aproxim ación étnica, Temuco y Santiago: Universidad Católica de Temuco y Lo ocurrido en octubre “ensució las manos” de Arellano y probablemente fue parte
Lom, 1998. de un proceso sistemático por el cual Pinochet marginó a generales del Ejército que
6 Para un excelente análisis sobre la política de la reforma agraria y la revolución en el de otro modo podrían haber competido con él por el poder. Ver Pamela Constable
valle de Aconcagua, particularmente en su dinámica de género, ver Heidi Tinsman, y Arturo Valenzuela, A N ation ofEnem ies: Chile under Pinochet, Nueva York: W. W.
Partners in Conflict: The Politics o f Gender, Sexuality, an d Labor in the Chilean Agra- Norton, 1991, 56-57. Cf. Arellano Iturriaga, M ás a llá del abismo-, Arturo Valenzuela,
rian Reform, 1950-1973, Durham: Duke University Press, 2002. “The Military in Power: The Consolidation o f One-Man-Rule”, The Struggle fo r De-
7 ICN V R , vol. I, tomo 1: 291. m ocracyin Chile, 1982-1990, Paul W. Drake y Iván Jaksic (eds.), Lincoln: University
8 Los datos que siguen sobre la masacre están basados en ICN V R, vol. I, tomo 1: 292; o f Nebraska Press, 1995, 21-72.
vol. I, tomo 2:494-496,487; vol. II, 2 8 ,6 7 ,1 2 4 ,1 5 4 ,1 5 5 ,1 9 5 -1 9 6 ,2 2 4 ,2 3 4 -2 3 5 ; 15 Entrevistas con Carlos G., 21.10.96 y 25.10.96, complementadas por numerosas
y D E T D E S, 7: 2355-2363. Esta última fuente, que resume los datos de los ficheros conversaciones (la razón por la que Carlos G. estuvo dispuesto a conversar acerca de
de casos de la Vicaría de la Solidaridad, es un complemento crucial al informe de esas experiencias es que la desaparición de un familiar a quien él amaba y admiraba
la Comisión de Verdad y Reconciliación, porque incluye información de testigos le había causado una doble crisis: una crisis de conciencia, que lo volvió un crítico de
claves, y sobre los blancos más anónimos de la redada y masacre, que no pudo ser in­ las violaciones a los derechos humanos, y también una crisis en su carrera, porque el
cluida en la metodología individualizada de víctimas identificadas de la Comisión. parentesco de Carlos G. con un izquierdista lo contaminaba también a él, volvién­
9 D E T D E S, 7: 2361. dolo una persona poco confiable). Sobre la “comunidad de inteligencia”, ver ICN V R,
10 Ver ICN V R , vol. I, tomo 2: 495-496. Se debe notar, además, que con 43 y 46 años, vol. I, tomo 2: 461. La importancia de la compartimentación de la responsabilidad
respectivamente, Gac y Cabezas eran también los miembros de más edad del gru­ apareció en varias entrevistas y conversaciones con militares. Ver también la esclare-
po de ocho, un dato de que agrega duda adicional, al considerar los problemas de cedora discusión sobre la “insensibilización” y el lenguaje del exterminio, en Herbert
credibilidad de la historia oficial que los identifica como los únicos que lograron Hirsch, Genocide an d the Politics o f Memory: Studying D eath to Preserve Life, Chapel
escaparse. Hill: University o f North Carolina Press, 1995, 97-108.

240 241
16 Entrevista con el coronel Eugenio Rivera, 09.04.97. Ver también las fuentes citadas trar las maneras de coexistir con personas que, aunque no específicamente famosas o
en la nota 13 en este capítulo (el testimonio del coronel Rivera es citado extensamen­ célebres a nivel regional o nacional, son conocidas localmente por haber participado
te en el libro de Verdugo y fue confirmado como acertado en mi entrevista con él). como perpetradores ó cómplices en actos extremos de represión.
17 Entrevista con el padre Alejandro R, 08.05.97.
18 ACNVR, carpeta 1905, Manuel Sanhueza Mellado. El testimonio del soldado fue Capítulo 4. De la memoria suelta a la memoria emblemática
fechado 10.10.90. 1 El argumento de este capítulo es conceptual. Aunque se construye sobre el fun­
19 Pisagua había sido un campo de concentración militar ya durante la represión de damento de las historias humanas presentadas en capítulos previos, es de alguna
González Videla contra el Partido Comunista, en 1948. En los 70 nuevamente vol­ manera más esquemático; el análisis completo, que pone “carne” sobre los “huesos”
vió a ser un centro de detención importante; las actividades incluyeron ejecuciones del argumento conceptual, se desarrolla en los Libros Dos y Tres de esta trilogía. El
y entierros masivos en fosas secretas, las que fueron descubiertas y pubiicitadas du­ capítulo se ha beneficiado de las discusiones de una versión anterior en la conferencia
rante el primer año de gobierno democrático, en 1990. Para un breve resumen, ver “Memoria para un nuevo siglo”, organizada por el Departamento de Historia de la
ICN V R , vol. I, tomo 1: 245-247. Para el lugar de Pisagua en la historia chilena, y Universidad de Santiago de Chile (USACH) y por EC O (Educación y Comunica­
en el saber popular, la poesía y la política, ver el Libro Dos de esta trilogía, epílogo ciones), en Santiago de Chile, 4-6 de noviembre de 1998; del seminario semanal de
al capítulo 6; y durante la transición a la democracia específicamente, el Libro Tres, IDEA (Instituto de Estudios Avanzados), en Santiago, el 7 de noviembre de 1998;
capítulo 1, de la trilogía. La remoción de cuerpos por parte del grupo de conscriptos y del taller Memoria Colectiva de la Represión en el Cono Sur en el contexto de los
en 1974 se debió a la inseguridad del encubrimiento. La locación original y la poca Procesos de Democratización, organizado por el Social Science Research Council,
profundidad de algunas fosas clandestinas cerca de Pisagua las habían vuelto vulne­ en Montevideo, Uruguay, 16-17 de noviembre de 1998. Me he beneficiado también
rables y las dejaron expuestas a la acción erosiva del viento costero y del agua. de los comentarios recibidos en conferencias públicas, simposios y talleres de estudio
sobre temas relacionados con la memoria en Estados Unidos, Sudamérica y Sudáfrica
.
Epílogo a l capítulo 3 El accidente durante 1999-2002. Una temprana versión, ahora significativamente revisada, apa­
1 Conversación y entrevista con Mónica V. el 13.01.97 y el 05.06.97, respectivamente. reció en Mario Garcés et al., M em oria p ara un nuevo siglo: Chile, m iradas a la segunda
En enero, Mónica V. estaba segura de la identidad del hombre que vio (descrito en el m itad del Siglo XX , Santiago: Lom, 2000, 11-33. Estoy especialmente agradecido a
texto del capítulo que sigue), pero en junio una pequeñísima duda había entrado en Teresa Valdés por las comunicaciones que siguieron después de las presentaciones
su mente (aunque el hombre se había dado vuelta también para mirarla, sin percibir de 1998, las que me ayudaron a refinar la idea de la memoria como persecución y
ella ningún aspecto sexual en aquello). Yo confirmé a través de documentos claves despertar (la cual llamé, de una manera no adecuada, “la memoria como prueba”).
los datos básicos del encarcelamiento, tortura y desaparición que les ocurrieron a 2 Al formular la discusión conceptual que sigue he recurrido a la perspicacia de la
Mónica y a su marido, a través de ICN V R , D E T D E S, y Luz Arce, E l infierno. Para vasta literatura artística e interdisciplinaria relacionada con el tema de la memoria
proteger la privacidad de Mónica, sin embargo, me abstengo de citar los números de proveniente de varias regiones del mundo. Como expliqué en la introducción de
las páginas relevantes. este volumen, al final preferí desarrollar un lenguaje conceptual propio (“memoria
Los temas de la coexistencia y los encuentros accidentales han encontrado un emblemática”, “nudos de la memoria”, etcétera) en lugar de aplicar lenguajes o ideas
tratamiento literario brillante en la obra de teatro de Ariel Dorfman D eath an d the que demostraban ser demasiado limitantes o problemáticos para el contexto históri­
M aiden, Nueva York: Penguin, 1994, que también apareció en versión revisada co chileno (ver, por ejemplo, la discusión de Nora en la introducción y también más
como película, bajo el mismo título y dirigida por Román Polanski, en 1994. Las di­ adelante en las notas de este capítulo). Sin embargo, aun desde un conocimiento
ferencias entre la obra de teatro y la película revelan ambigüedades de identificación superficial de la literatura académica sobre la memoria en la historia, será obvia mi
que surgen en algunos momentos. Es importante señalar también dos advertencias. deuda intelectual con los académicos e intérpretes de la memoria en otros tiempos y
Primera, no existen dudas sobre el pequeño grupo de perpetradores principales, bien contextos, y con los estudiosos del tema relacionado de la historia oral.
conocidos como líderes de la tortura y otras violaciones de derechos humanos. Ma­ Aquí, pues, deseo reconocer algunas deudas intelectuales claves y, en el proceso,
nuel Contreras es simplemente el más famoso de ellos. Segunda, mis conversaciones orientar a los lectores que desean una guía académica sobre la memoria que es útil
con víctimas de violaciones a los derechos humanos y con sus familiares en provin­ para los historiadores (los límites de espacio requieren de una selectividad despia­
cias dejan claro que en aquellos lugares disminuye el efecto de anonimato de vida, dada en la siguiente discusión, y pido disculpas a otros autores de obras igualmente
como ocurre en una ciudad grande como Santiago. Las víctimas tuvieron que encon­ espléndidas y perspicaces). El sociólogo francés Maurice Halbwachs fue el académico

242 243
pionero que demostró el contexto social de la remembranza individual y de la colecti­ 03.12.98: 51-58. Ver también la crítica en Steven Englund, “The Ghost of Nation
va. Fue él quien buscó la distinción entre la memoria colectiva como la historia viva, Past” , Jo u rn al ofM odern History, 64, 2, junio 1992: 299-320. Una nota similar de
transmitida por los grupos y generaciones sociales, y la historia como una creación de cautela sobre la brecha entre memoria e historia se pueda aplicar al importante estu­
estudiosos, con una vocación más universal. Fue Halbwachs también quien elaboró la dio de Yosef Yerushalmi, Zakhor: Jew ish History an d Jew ish Memory, Seattle: Univer­
definición de la remembranza de grupo. Ver Maurice Halbwachs, The Collective M e­ sity o f Washington Press, 1982. Para una discusión perceptiva, ver Amos Funkestein,
mory, Francis J. Ditter jr. y Vida Yazdi Ditter (trads.), Nueva York: Harper and Row, “Collective Memory and Historical Consciousness”, History an d Memory, 1 ,1,1989:
1980, esp. 22-87, 128-157; y On Collective Memory, Lewis A. Coser (trad. y ed.), 5-26. Cf. David N. Myers, “Remembering Zakhor. A Super-Commentary”, History
Chicago: University o f Chicago Press, 1992; cf. Les cadres sociaux de la mémoire, París: an d Memory, 4 , 2, 1992: 129-146, con una réplica de Funkenstein, 147-148.
F. Alean, 1925; y L a topographie légendaire des évangiles en terresainte: étude de mémoire La dicotomía de Nora es especialmente problemática para un tema como el de la
collective, París: Presses Universitaires de France, 1941. Para los estudios y comentarios memoria en dictaduras militares violentas y recientes, en países como Chile y Argen­
académicos profesionales recientes, en un contexto interdisciplinario, el mejor punto tina, entre las décadas de 1970 y 1990. Para este tema de memoria específico, un am­
de partida es la excelente revista History an d Memory, que se inclina bastante pero no biente de remembranza viva -m ás precisamente, un ambiente de competencia entre
exclusivamente hacia la historia judía, alemana y del Holocausto, y que plantea temas la memoria y el olvido, y de diálogo entre la remembranza personal (“testimonial”)
conceptuales de amplia significación. Ver también Natalie Zemon Davis y Randolph y la remembranza colectiva- ha definido en gran parte las experiencias políticas y
Starn (eds.), Representations, 26, edición especial “Memory and Counter-Memory”, culturales de al menos dos generaciones vivas. Además, en ese período la contención
primavera 1989; y el foro ‘ History and Memory”, American H istoricalReview 102, 5, y el estancamiento políticos condujeron a una relativa escasez de monumentos físicos
diciembre 1997: 1371-1412. El ensayo de Susan A. Crane, “Writing the Individual -institucionalmente financiados y culturalmente reconocidos- relacionados con la
Back into Collective Memory”, 1372-1385, es especialmente útil por su comparación memoria de las dictaduras militares, si se toman como referencias comparativas a
de tres pioneros importantes -Halbwachs, Pierre Nora y Yosef Yerushalmi- y por su los países europeos más ricos y los traumas vinculados a la era nazi y a la segunda
esfuerzo en integrar los enfoques colectivos e individuales. guerra mundial (sin siquiera considerar los tiempos anteriores). De manera intere­
En años recientes, Pierre Nora y el equipo que reunió para su gigantesco pro­ sante, el mismo Nora desarrolló una visión sutilmente más interactiva de “memoria”
yecto colectivo sobre Les lieux de mémoire, París: Gallimard, 1984-1992, útilmente e “historia” en su ensayo sobre “Generación”, Realms o f Memory, I: 498-531. Queda
racionalizado y publicado en inglés como Realms o f Memory, Lawrence D. Kritzman por verse, por supuesto, si surge en el siglo XXI en Chile el tipo de distanciamiento
(ed.), Arthur Goldhammer (trad.), Nueva York: Columbia University Press, 1996- generacional y semiolvido sobre el tema de la crisis de 1973 y la violencia política de
1998, han tenido una influencia importante sobre los estudios académicos y requie­ la dictadura militar, que al final haga tristemente pertinente y persuasivo el esquema
ren un comentario especial. El proyecto de Nora es un logro magnífico, y su enfoque conceptual de Nora. Ver, por ejemplo, la provocativa reflexión de Yosef H . Yerushal­
conceptual, resumido en “General Introduction: Between Memory and History”, mi, “Reflexiones sobre el olvido”, en Yerushalmi et al., Usos del olvido: comunicaciones
Realms o f Memory, I: 1-20 (cf. Nora, “Between Memory and History: Les lieux de a l coloquio de Royaumont, Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1989, 13-26.
mémoire en Representations, 26, primavera 1989: 7-25) es provocativo como punto Mientras tanto, los enfoques alternativos son saludables, y he encontrado ex­
de partida para pensar en los “sitios” o “dominios” en los cuales depositar la memo- tremadamente útiles los siguientes. Primero, para un análisis basado en eventos de
ria, y por su argumento sobre la muerte de la memoria viviente y su desplazamiento a memoria colectiva de un trauma generacional vivo, ver Henry Rousso, The Vichy
manos de la historia. Aunque Nora y su grupo son iluminadores sobre muchos temas Syndrome: History an d Memory in France since 1944, Arthur Goldhammer (trad.),
específicos y provechosos para una reflexión general, pienso que el marco es profun­ Cambridge: Harvard University Press, 1991. Pese a la desafortunada metáfora de
damente defectuoso. Establece una dicotomía demasiado rígida entre el ambiente enfermedad, Rousso muestra cómo la dinámica basada en eventos y escándalos, así
de la memoria viviente (m ilieux de mémoire) y los sitios que ganan significado como como en ambición política e invención cultural, configuró memorias emblemáticas
un depósito precisamente porque la memoria viviente ha muerto {lieux de mémoire). cambiantes de trauma y complicidad, además de una continua pasión y convulsión
Igualmente, invita a una multiplicación tan tremenda de sitios de memoria que el cultural sobre el tema de la Francia de Vichy. Para complementos perceptivos, ver
proyecto se vuelve más una enciclopedia de la memoria que una guía o metodología los estudios de caso y sitio de Sarah Farmer, M artyred Village: Commemorating the
conceptual útil para rastrear la historia de la memoria colectiva. Para una útil pers­ 1 9 4 4 M assacre a t Oradour-sur-Glane, Berkeley: University o f California Press, 1999;
pectiva sobre el proyecto de Nora en su contexto francés y sobre su evolución con el Harold Marcuse, Legacies ofD ach au : The Uses an d Abuses o f a Concentration Camp,
tiempo, ver Tony Judt, “A la recherche du temps perdu”, New York Review ofBooks, 1933-2001, Nueva York: Cambridge University Press, 2001; y las muy bien pensadas

245
reflexiones sobre las políticas de “memoria contra memoria” en Elizabeth Jelin, Los metodológica sobre la práctica de la historia oral, ver Alejandro Portelli, The D eath
trabajos de la memoria, Madrid: Siglo XXI, 2002. El caso alemán es revelador para o f Luigi Trastulli an d Other Stories: Forrn ap d M eaning in O ral History, Albany: Sta­
una reflexión adicional sobre la dinámica política de la memoria, dado que su divi­ te University o f New York Press, 1991; cf. Daniel James, D oña M arías Story: Life ,
sión en un país doble durante la guerra fría y su pasado nazi convirtieron a Alemania History, Memory an d P olitical Identity, Durham: Duke University Press, 2000. Ver
en una especie de laboratorio para examinar las políticas de la memoria pública. también las perceptivas distinciones que se derivan de la memoria evidente en los
Ver Jeffrey Herf, D ivided Memory: The N azi Past in the Two Germanys, Cambridge: testimonios orales en video de los sobrevivientes del Holocausto, flonde emerge el
Harvard University Press, 1997. Cf. las intersecciones de política y memoria después sentido de un desastre personal sin límite y sin sentido (una sensibilidad que es uno
de las guerras civiles: para España y la memoria como “aprendizaje político”, Paloma de los sellos, pienso, del mal radical), y la memoria evidente en escritos testimoniales
Aguilar, Memory an d Am nesia: The Role o f the Spanish C ivil War in the Transition literarios, donde uno encuentra más de un impulso a situarse a medio camino entre
to Democracy, Mark Oakley (trad.), Nueva York: Berghahn, 2002; y para Estados el desastre fundamental y el completo sinsentido, asociando la narrativa del desastre
Unidos, David W. Blight, Race an d Reunión: The C ivil War in American Memory, a una trascendencia o supervivencia que pudiera ofrecer esperanza de encontrar un
Cambridge: Belknap Press o f Harvard University Press, 2001. significado, en Lawrence Langer, Holocaust Testimonies: The Ruins o f Memory, New
Segundo, para ver las maneras en que los sitios de memoria y los aniversarios Haven: Yale University Press, 1991. Cf. Las pensadas reflexiones sobre el trauma de
agitan y recopilan múltiples recuerdos conflictivos, en un sentido en que actúan más la memoria en Saúl Friedlander, “Trauma, Transference, and ‘Working through’ in
como catalizadores de la memoria viviente que como depósitos de memoria muerta, Writing the History o f the Shoa” , History an d Memory, 4, 1, primavera/verano 1992:
ver el espléndido estudio de James E. Young The Texture o f Memory: Holocaust Me- 39-59; y para las perspectivas interdisciplinarias que se inclinan hacia la psiquiatría y
m orials an d M eaning , New Haven: Yale University Press, 1993. Cf. Elizabeth Jelin a la antropología médica, ver Paul Antze y Michael Lambek (eds.), Tense Past: Cultu­
(ed.), L as conmemoraciones: las disputas en las fechas “in-felices” , Madrid: Siglo XXI, ral Essays in Trauma an d Memory, Nueva York: Routledge, 1996.
2002. Considérense también, sin embargo, las sensibilidades estéticas de contra­ Mientras revisaba mis materiales e iba desarrollando una preferencia conceptual
monumento y postimagen que con el tiempo pueden emerger, como se describe en hacia una historia de la memoria impulsada por los actores y los acontecimientos;
James Young, A t Memorys Edge: After-Lmages o f the H olocaust in Contemporary A rt hacia un lenguaje de “nudos de la memoria” perturbadores y vivos (en lugar de
an d Architecture, New Haven: Yale University Press, 2000. los lieux de mémoire en un mundo ya sin m ilieux de mémoiré), y hacia una idea de
Tercero, para las varias “capas” generacionales y de experiencia que van moldean­ puentes construidos entre lo personal y lo emblemático en el proceso de formación
do la remembranza y el olvido como un proceso a la vez subjetivo e intersubjetivo, y de la memoria colectiva, desarrollé una deuda especial con Rousso, Young, Jelin y
para la importancia de enfocarse en fechas y creaciones ad hoc de sitios de memoria Kaufman, Muñoz, Portelli y Langer.
a través de la acción cívica y la representación, ver el brillante estudio de Elizabeth 3 Como veremos en los Libros Dos y Tres de esta trilogía, los ejemplos de variación de
Jelin y Susana G. Kaufman “Layers o f Memories: Twenty Years After in Argentina”, énfasis específicos y del ejercicio de desarrollar distintas capas de memoria emblemá­
The Politics ofW ar Memory an d Commemoration , T. G. Ashplant, Graham Dawson tica al matizar una versión inicial cruda con calificaciones históricas, no son ejercicios
y Michael Roper (eds.), Nueva York: Routledge, 2000, 89-110. Para una reflexión de pensamiento hipotético, sino que están basados en mis conversaciones en terreno
adicional sobre políticas, propiedad de la memoria y espacio cultural público, ver y en mi investigación histórica. En un extremo, incluso notables defensores de la
Elizabeth Jelin, “La política de la memoria: el movimiento de derechos humanos y memoria como salvación, socialmente ubicados dentro o cercanos a los círculos mi­
la construcción democrática en la Argentina”, Juicio, castigos y memorias: derechos hu­ litares, podían con el tiempo volverse “disidentes” que creían que los militares habían
manos y ju sticia en la política argentina, Carlos H. Acuña et al. (eds.), Buenos Aires: estado demasiado tiempo en el poder y que su misión había sido corrompida por
Ediciones Nueva Visión SAIC, 1995, 101-146, esp. 141-143. Pinochet. Ver, por ejemplo, las entrevistas en Sergio Marras, Confesiones, Santiago:
Cuarto, para referentes humanos simbólicos en la formación de la memoria Ornitorrinco, 1998; cf. Marras, Palabra de soldado, Santiago: Ornitorrinco, 1989.
colectiva, ver el superlativo ensayo escrito por Hortensia Muñoz, “Human Rights 4 Sobre los aspectos de representación de la memoria social, una útil discusión es la de
and Social Referents: The Construction o f New Sensibilities”, Shining an d Other Paul Connerton, Hoto Societies Remember, Nueva York: Cambridge University Press,
Paths\ War an d Society in Perú, 1980-1995, Steve J. Stern (ed.), Durham: Duke 1989, aunque él no analiza las fisuras, las disputas y los múltiples niveles de análisis,
University Press, 1998, 447-469. Quinto, sobre las “verdades” que se encuentran en incluyendo el “espectáculo en los medios de comunicación”, que se necesitarían para
las memorias personales y emblemáticas grabadas por historiadores orales, aun en comprender las conmemoraciones de memorias controversiales en la sociedad de
casos donde las narrativas presenten falsedades empíricas, y para una amplia visión masas contemporánea.

247
5 Notas de trabajo de campo, de la discusión grupal y de las conversaciones informa­ es precisamente que la gente “normal” , que continúa siendo funcional en muchos
les en una reunión organizada por el Comando de Exonerados Militares, Santiago, aspectos de la vida cotidiana, ha sufrido una devastadora herida interior, insostenible
30.10.96; entrevistas con Pepe V. (un pseudónimo para proteger la privacidad del precisamente porque el trauma sigue doliendo, sigue definiendo su más profundo ser
marinero, cuya reclusión y tortura bajo acusación de sedición fue publicada en la individual, sigue superando los límites de un lenguaje adecuado de expresión y sigue
prensa en agosto y septiembre de 1973), 25.02.97 y 27.02.97; y entrevista con el resistiéndose a resolverse e integrarse dentro de la vida normal cotidiana.
coronel Eugenio Rivera, 09.04.97. 9 Para evitar confusión, hago notar que en presentaciones anteriores he usado un len­
6 Esta forma de contramemoria surgió repetidamente en mis conversaciones y entre­ guaje diferente para expresar el fenómeno de la persecución y el despertar como
vistas en terreno e incluso fue evidente en regiones agrarias bastante alejadas de San­ un marco emblemático significativo: “la memoria como una prueba” y después “la
tiago. Ramiro I. y Claudia de I., cuya historia fue presentada en el epílogo al capítulo memoria como una prueba de la consecuencia ética y democrática”. Estas represen­
2, por ejemplo, interpretaban la crisis de escasez en esos términos. taciones eran todavía un poco burdas en términos analíticos y también originaban
7 El análisis histórico completo de este proceso emerge en el Libro Dos de esta trilogía, sutiles problemas lingüísticos. Estoy agradecido de numerosas personas (ver nota 1
especialmente en la parte I. Ver también la reflexión de “memoria contra memoria” en este capítulo), especialmente de Teresa Valdés, por discusiones que me ayudaron a
en Jelin, Los trabajos de la memoria. refinar el análisis y también encontrar un uso lingüístico que pudiera servir tanto en
8 Mi discusión sobre la persona cuya memoria y existencia parecen haberse dividido español como en inglés.
entre la vida “profunda” y la cotidiana “normal” se debe en gran medida a la dis­ 10 La heterogeneidad del campo de la memoria alineado con ideas de persecución y
tinción entre la memoria profunda y la ordinaria desarrollada por Charlotte Delbo despertar será desarrollado en forma más completa en los Libros Dos y Tres de esta
(que usa la muda de piel de las serpientes como una metáfora impresionante para la trilogía.
memoria y la piel de la memoria), D ays an d Memory, Rosette Lamont (trad.), 1985, 11 De nuevo, como en la nota 3 en este capítulo, debo enfatizar que los ejemplos ofre­
Marlboro: Marlboro Press, 1990; y a las brillantes elaboraciones inspiradas por Del­ cidos aquí no son ejercicios de pensamiento hipotético, al azar, sino que se basan
bo, en Langer, Holocaust Testimonies. He aprendido también del sensible tratamiento en mis conversaciones en terreno y en la investigación histórica, y son analizados
de la memoria y la duplicación en un contexto que trasciende las generaciones en en forma más completa en el Libro Tres d'e la trilogía. El más controversial de los
Helen Epstein, Children ofth e Holocaust, 1979, Nueva York: Bantam, 1980; Dina ejemplos dados acá refiere a aquella ambivalente simpatía que, al tiempo que respeta
Wardi, M em orial Candles: Children ofthe Holocaust, Naomi Goldblum (trad.), Lon­ el dolor de aquellos que han sufrido la ruptura, también los ve como un problema
dres y Nueva York: Tavistock, 1992; y de la resonancia entre esos trabajos y mis molesto. Esta ambivalencia ha sido un tema delicado entre los familiares de los des­
propias experiencias como hijo de sobrevivientes del Holocausto. Esas obras y expe­ aparecidos y otras organizaciones de derechos humanos, por una parte, y varias elites
riencias me sensibilizaron a percibir y responder al fenómeno de duplicación, que políticas de la coalición de centroizquierda gobernante (la Concertación), por otra.
de alguna manera divide nuestras experiencias entre una memoria y una identidad Una colega investigadora, Erica Eppinger, que entrevistó a varias elites políticas de
profundas, que nos parecen fundamentales, y una memoria e identidad corrientes, la Concertación sobre temas de derechos humanos, describió el lenguaje corporal de
que pueden parecer superficiales y vacías. esta ambivalencia como el “poner los ojos en blanco” que ocurre cuando un político
Sin embargo, debemos agregar que mis comentarios sobre este punto se basan recibe una llamada telefónica de familiares de las víctimas que “tuvieron su momento
primariamente en el trabajo de investigación. Estoy especialmente agradecido a Xi- de atención” a inicios de los años 90, pero a quienes debe continuar tratando con una
mena L., por responder directamente a una presentación sobre este tópico en la con­ cortesía y simpatía formal (conversación, 22.08.96).
ferencia que di en Santiago el 06 .1 1.98, con una conversación sobre su vida personal Sola Sierra, quien fue dirigente de la Agrupación de Familiares de Detenidos
y familiar (ella tenía cuatro años de edad en 1976, cuando su padre fue secuestrado y Desaparecidos durante muchos años hasta su prematura muerte en 1999, describió
desaparecido por el Estado); y a Susana Kaufman, por una perspectiva psicoanalítica la ambivalencia de aquellos políticos de centroizquierda que parecían tener una gran
extraída de su experiencia clínica, en respuesta a una presentación sobre estas ideas dificultad para decir “no” o para no simpatizar con las posturas de la Agrupación en
en un taller efectuado en Montevideo el 16-17 de noviembre de 1998. encuentros cara a cara, pero que, sin embargo, parecían posponer eternamente las
Debería agregar también que, aunque mi discusión sobre la duplicación podría entrevistas. Su queja hacia esas figuras políticas no era que su “corazón” estuviese en
parecer más una descripción “etnográfica” de personas en vez de una descripción del el lugar equivocado, ni tampoco que su diagnóstico de los obstáculos políticos fuese
marco de memoria significativo como ruptura irresuelta, ésta sería una distinción una ficción, sino que parecían reticentes a entablar batallas políticas complicadas en
limitada. Parte del “mensaje” cultural de la memoria como una ruptura irresuelta defensa de sus ostensibles convicciones acerca de la verdad y la justicia. Conversación

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con Sola Sierra y Viviana Díaz, 03.09.96, y entrevista con Sola Sierra, 26.03.97. Para ria. Por otro lado, una versión extrema de la segunda no pone atención al impor­
el amplio tema del papel de los derechos humanos y los movimientos sociales en las tante trabajo humano que procesa, selecciona e interpreta la experiencia desde una
transiciones a la democracia en América Latina y las desilusiones y obstáculos que perspectiva del presente, y puede de ese modo fomentar una cierta teleología dura
emergieron más allá del momento inicial de la transición, ver Elizabeth Jelin y Eric -grupal o nacional- basada en una presunta continuidad lineal desde el pasado al
Hershberg (eds.), Constructing Democracy: H um an Rights, Citizenshíp an d Society in presente. Para unas reflexiones cuidadosas pero diversas sobre estos temas, ver Ba-
Latín Am erica, Boulder: Westview Press, 1996. rry Schawartz, “The Social Meaning and Context o f Commemoration: A Study in
12 Las fricciones -un a especie de sinergia conflictiva entre actores formal o substancial­ Collective Memory”, Social Forces, 61, 2, diciembre 1982: 374-397; Portelli, D eath
mente alineados con el campo de memoria orientado a apoyar los derechos huma­ o fL u ig i Trastulli. En el contexto de la literatura sobre naciones y nacionalismo, ver
nos- son documentadas específicamente en el Libro Tres de la trilogía. Benedict Anderson, Im agined Communities: Reflections on the O rigin an d Sp read o fN a-
13 Un punto importante, pero del cual no puedo ocuparme en este capítulo, es el hecho tionalism , Nueva York: Verso, 1991; Anthony Smith, “The Nation: Invented, Imagi­
de que la historia de la república chilena ha incluido una serie de rupturas políticas, ned, Reconstructed?”, Reim agining the N ation, Marjorie Ringrose y Adam J. Lerner
masacres y convulsiones. En este contexto, es útil y revelador observar el patrón -a (eds.), Buckingham: Open University Press, 1993, 9-28; Florencia E. Mallon, Pea-
largo plazo- de cierre de la caja y de establecimiento de una política pública que san t an d N ation: The M aking o f Postcolonial M éxico an d Perú, Berkeley: University
interpretó el olvido como un bien positivo. Este punto ha sido adelantado recien­ o f California Press, 1995; y Rudy Koshar, Germany’s Transient Pasts: Preservation an d
temente en estudios pioneros de Brian Loveman y Elizabeth Lira, L as suaves cenizas N ation al Memory in the Twentieth Century, Chapel Hill: University o f North Caroli­
del olvido: vía chilena de reconciliación política, 1814-1932, Santiago: Lom-Dibam, na Press, 1998.
1999; y L as ardientes cenizas del olvido: vía chilena de reconciliación política, Santiago: 17 Ver esp. Anderson, Im agined Communities, y las otras obras en la nota 16.
Lom-Dibam, 2000. Para posibles conexiones con el tema de la tragedia en la cul­ 18 Hay, por supuesto, una destacada literatura sobre la esfera pública cultural, sus aspec­
tura chilena desde los tiempos coloniales, ver el estimulante ensayo de Maximiliano tos comunicativos y sus implicaciones para la ciudadanía. Gran parte de ella ha sido
Salinas C., L a invención de occidente: origen y persistencia del espíritu de la tragedia en inspirada por Jürgen Habermas. Para una buena discusión, ver Craig Calhoun (ed.),
Chile, documento de trabajo, 15, Centro de Investigaciones Sociales, Universidad H aberm as an d the Public Sphere, Cambridge: M IT Press, 1992. Cf. Habermas, The
Arcis, Santiago, septiembre 1997. Tomaré el tema de la continuidad y cambio en el Structural Transformation o f the Public Sphere-, An Inquiry into a Category ofBourgeois
largo plazo al tratar la memoria traumática colectiva, y el significado de la investiga­ Society, Thomas Burger (trad.), con Frederick Lawrence, Cambridge: M IT Press,
ción de Loveman y Lira, en la conclusión del Libro Tres de esta trilogía. 1989.
14 Para esta forma de “olvido consciente”, como lo denominó Andrew Wolpert, en una 19 Un excelente estudio sobre Chile, que muestra claramente la importancia del aspecto
variedad de contextos históricos, ver Wolpert, Remembering D efeat: C ivil War an d generacional de la memoria política y cultural relacionada con la crisis de 1973 y sus
Civic Memory in Ancient Athens, Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2002; secuelas, es Katherine Hite, When the Romance Ended: Leaders o f the Chilean Left:
Aguilar, Memory an d Amnesia-, y Yerushalmi, “Reflexiones sobre el olvido”, 13-26. 1968-1998, Nueva York: Columbia University Press, 2000. Para una discusión teó­
Cf. Jelin and Kaufman, “Layers o f Memory”; y Micheline Enríquez, “La envoltura ricamente informada sobre la memoria, el curso de la vida y lo generacional, anclada
de memoria y sus huecos”, Las envolturas psíquicas, Didier Anzieu (ed.), Buenos en un sitio específico y seguida a través de un largo período, ver Marcuse, Legacies
Aires: Amorrortu, 1990, 102-125. o f D achau. Sobre la transmisión generacional a pesar del silencio en las familias de
15 Como es bastante conocido, el decreto de autoamnistía de 1978 no fue aplicable a sobrevivientes del Holocausto, me baso especialmente en Epstein, Children o f the
esos dos oficiales, debido a su conexión con el asesinato con un auto-bomba del líder Holocaust, y en mi conocimiento personal.
socialista Orlando Letelier y su colega Ronni Moffitt en Washington, D. C „ en 1976. 20 Se debe destacar, asimismo, que la longevidad del régimen militar en Chile (1973-
Uno de los efectos de las tensiones entre el gobierno chileno y la administración de Ji- 1990) y el desarrollo de nuevas oleadas de represión en los 80 hicieron del viraje
mmy Cárter fue una excepción técnica a la amnistía para quienes fueran encontrados histórico de 1973 y el problema de la violencia política una experiencia fundamental
culpables en el caso Letelier-Moffitt. Ver Libro Dos de la trilogía, capítulo 4. para tres generaciones claves: la de los adultos maduros formados antes de los años
16 El problema de la arbitrariedad versus la autenticidad en la memoria de grupo es 60, y la de los jóvenes cuya formación adulta profunda tuvo lugar en los 60 y princi­
teóricamente complejo. Una versión extrema de la primera, una especie de enfoque pios de los 70 -ambas generaciones que experimentaron directa e intensamente el fin
hipercontructivista, no presta atención a los hilos de continuidad que constituyen de la década de 1960 y los comienzos de la de 1970-; y la generación joven que creció
una precondición necesaria para la conciencia de grupo sobre la historia y la memo­ en los 80, una era cuyos ciclos de protesta y movilizaciones políticas fueron insepa-

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rabies de lo contencioso del tema de la memoria y la verdad. Para muchos miembros 27 Por respeto al sufrimiento humano y a la verdad histórica, necesito decir aquí que,
de esas tres generaciones, la cuestión de la memoria es un legado sentimental que no aunque la aflicción de las mujeres familiares de las víctimas ha sido un referente social
puede ser pospuesto fácilmente, aunque se quisiera hacerlo. clave, los hombres también han sufrido enormemente a causa de los asesinatos, las
21 Ver la discusión de la memoria de Violeta E. y Lonquén en el capítulo 2 de este libro. desapariciones o la tortura infligida por el Estado sobre sus familiares. En las aso­
Para una completa discusión de Lonquén y su impacto, ver Libro Dos, capítulo 4 de ciaciones o agrupaciones de familiares de las víctimas que presionaron al Estado y a
esta trilogía. la sociedad para obligarlos a recordar y hacerse responsables por la represión de sus
22 Ver el caso de doña Elena E, en el capítulo 1 de este libro. Ella cambió desde una seres queridos, los hombres también han estado presentes como miembros activos,
postura de absoluta negación de la verdad de las violaciones masivas de los derechos aunque como una minoría. Además, en ocasiones, los hombres llegaron a ser, indivi­
humanos, en los 70, hacia la tesis de un “costo social”, en los 1990. Para la emer­ dualmente, poderosos símbolos de la agonizante preocupación por sus seres queridos.
gencia de un nuevo marco (la memoria como una caja cerrada) bajo presión, ver la Uno de los símbolos más estremecedores y conmovedores de comienzos de los 80 fue
sección “Política y cronología” en este capítulo, y para un análisis completo, el Libro Sebastián Acevedo. Fueron la desesperación por la suerte de sus hijos, arrestados el 8
Dos, capítulo 4, de esta trilogía. de noviembre de 1983 por la policía de inteligencia (conocida entonces como la CNI,
23 El objetivo de la “cultura del miedo” instituida por los regímenes militares en el el organismo que reemplazó a la DINA en 1977), y el temor de que fueran torturados,
Cono Sur de América Latina fue precisamente aplastar la proyección de subje­ los que llevaron a Acevedo a prenderse fuego tres días más tarde, en la plaza ubicada
tividades y memorias alternativas en la esfera pública, incluyendo las memorias frente a la Catedral de Concepción. El grupo contra la tortura al cual Violeta se unió
relacionadas con la política pasada y presente. Ver Juan E. Corradi, Patricia Weiss por un breve tiempo (ver capítulo 2 de este libro) adoptó su nombre en honor a la
Fagen y Manuel Antonio Garretón (eds.), Fear a t the Edge: State Terror an d Resis- memoria de Acevedo, y su inmolación atrajo bastante cobertura en algunos medios
tance in L atín A m erica, Berkeley: University o f California Press, 1992. Cf. Patricia de comunicación. Ver, por ejemplo, L a Tercera, 12, 13 y 14 de noviembre de 1983;
Politzer, M iedo en Chile, Santiago: C E SO C , 1985; y la desgarradora confesión de E l Sur, Concepción, 12.11.83; y las transcripciones de programas de noticias sobre
los padres argentinos de una desaparecida, cuyo miedo les impidió durante años Acevedo en Radio Cooperativa, Radio Chilena y Radio Portales, en FAV, Recortes
asumir una carta de su hija que había desaparecido estando embarazada, en Eric sobre el Caso Acevedo. Una revisión de E l M ercurio y L a Segunda entre el 12 y el 15
Stener Carlson, / Remember Ju lia : Voices ofth e D isappeared, Filadelfia: Temple Uni­ de noviembre de 1983 muestra, como podría esperarse, que otros medios de comuni­
versity Press, 1996, 110. Para más referencias sobre las ramificaciones psicológicas, cación importantes trataron de posponer la publicidad del caso y, cuando las noticias
ver Elizabeth Lira (ed.), Psicología y violencia en Am érica L atin a, Santiago: ILAS, se volvieron inevitables, entregar relatos de bajo perfil, mientras se estigmatizaba a los
1994; Eugenia Weinstein et al., Trauma, duelo y reparación: una experiencia de tra­ hijos o se desviaba la atención del tema de la tortura.
bajo psicosocial en Chile, Santiago: FASIC, 1987; y Roberta Bacic Herzfeld, Teresa No obstante estos matices, el dolor de las mujeres familiares de las víctimas fue
Durán Pérez y Pau Pérez-Sales, M uerte y desaparición fo rzad a en laA rau can ía: una la clave simbólica referente vinculada a la memoria como una ruptura irresuelta. Ver,
aproxim ación étnica, Temuco y Santiago: Ediciones Universidad Católica deTemu- por ejemplo, las fotografías de las huelgas de hambre y las acciones de desobediencia
co y L o m , 1998. civil durante 1977-1979 recogidas en A FDD, Un camino de imágenes: 2 0 años de
24 Deseo enfatizar mi deuda conceptual, en esta discusión, con Muñoz, “Human Rights historia..., Santiago: A FD D , 1997, 26-27, 30-32, 34-35, 39-42 (cf. 90). Resulta de
and Social Referents”. utilidad yuxtaponer dicho simbolismo con estudios de variadas experiencias de las
25 En el texto que sigue presento las conexiones entre individuos específicos y símbolos. mujeres bajo el régimen militar: ver Teresa Valdés y Marisa Weinstein, M ujeres que
Una versión más enriquecida de este argumento y su base documental se presenta en sueñan: las organizaciones de pobladoras en Chile: 1973-1989, Santiago: Flacso, 1993;
el Libro Dos, especialmente parte I, de esta trilogía. Eda Gavióla, Eliana Largo y Sandra Palestro, Una historia necesaria: mujeres en Chile:
26 Para un reciente estudio pionero sobre las mujeres de derecha y la crisis que culminó 1973-1990, Santiago: Akí y Aora, 1994; y María Elena Valenzuela, “The Evolving
en 1973, ver Margaret Power, Right-W ing Women in Chile: Fem inine Power an d the Roles o f Women under Military Rule”, Paul W. Drake e Iván Jaksic (eds.), The Stru­
Struggle A gainst Allende, 1964-1973, University Park: Pennsylvania State University ggle fo r Democracy in Chile, Lincoln: University of Nebraska Press, 1995, 161-187.
Press, 2002; y para género y simbolismo en el discurso oficial después de 1973, 28 Para representaciones y testimonios de la ira de los jóvenes, ver Patricia Politzer, L a
ver Giselle Munizaga, E l discurso público de Pinochet: un an álisis semiológico, Buenos ira de Pedro y los otros, Santiago: Planeta, 1988. Para la conciencia de las mujeres,
Aires: Clacso. Cf. los trabajos sobre la experiencia: y el simbolismo de las mujeres ver Valdés y Weinstein, M ujeres que sueñan ; y Gavióla, Largo y Palestro, Una historia
citados en nota 27. necesaria. Para los líderes políticos y su redescubrimiento mutuo y del valor de la

252 253
democracia, ver Patricio Aylwin Azocar, E l reencuentro de los demócratas: del golpe a l 33 Pienso que una metáfora corporal es especialmente apropiada. El cuerpo humano era
triunfo del N o, Santiago: Ediciones Grupo Zeta, 1998. el blanco material y psicológico de las prácticas de tortura diseñadas para destruir el
29 Para los fundamentos prácticos de este simbolismo, ver Pamela Lowden, M oral mundo subjetivo del torturado e inculcarles a las víctimas que el mundo afuera no
Opposition to A uthoritarian Rule in Chile, 1973-1990, Nueva York: St. Martins Press, podía oír ni responder a su apremiante situación. Para discusión, ver Elaine Scarry, The
1996. El simbolismo de la conciencia religiosa al servicio de la memoria disidente Body in Pain: The M aking an d Unmaking o f the World, Nueva York: Oxford University
encontró bastante resistencia del Estado y de la prensa oficialista, los cuales encasi­ Press, 1985. Además, las funciones corporales básicas se convirtieron en una fuente de
llaron al Comité Pro Paz y a la Vicaría de la Solidaridad como organizaciones “sub­ ansiedad mental y física para los prisioneros; ver Hernán Valdés, Tejas Verdes: diario de
versivas” . Esta caracterización ayudó a justificar la negligencia de la prensa a la hora un campo de concentración en Chile, 1974; Barcelona, Laia, 1978. Finalmente, como se
de buscar información alternativa. Por ejemplo, le pregunté al destacado periodista verá en detalle en los Libros Dos y Tres de esta trilogía, encontrar y enterrar los cuerpos
conservador Cristián Zegers -cofundador de la revista Qué Pasa en la era de Allende, de los desaparecidos resultó ser un aspecto simbólico enorme en las luchas de la memo­
profesional en ascenso y eventual subdirector de E l M ercurio en los primeros años del ria.
régimen militar, y director del periódico L a Segunda en los 80- por qué él y otros re­ 34 Ver Pierre Bourdieu, Outline o f a Theory o f Practice, Richard Nice (trad.), Nueva
porteros del sistema no habían tomado con seriedad las perturbadoras informaciones York: Cambridge University Press, 1977, que teoriza el habitus como un sistema de
recogidas por la Vicaría y la Iglesia de Santiago antes de que el caso de los hornos de disposiciones sociales que va estructurando la improvisación individual y las prácti­
cal de Lonquén se diera a conocer, a fines de 1978. Zegers indicó que en los primeros cas “sin presuponer una intención concierne de sus fines” (72). Para un espléndida
años simplemente no consideraba a la Iglesia y a la Vicaría como fuentes creíbles, discusión crítica que ubica a Bourdieu dentro de una amplia red de intelectuales que
que para él el grupo de la Vicaría se basaba en marxistas derrotados y abogados de reflexionan sobre la conciencia práctica y discursiva, ver Steven Feierman, Peasant
izquierda, y que estimaba las fuentes oficiales como neutrales y creíbles. Ésta es una Intellectuals: Antrophology an d H istory in Tanzania, Madison: University o f Wiscon-
afirmación bastante asombrosa y una confesión de falta de curiosidad fundamental sin Press, 1990, capítulo 1. Para el problema relacionado de la insensibilidad y los
en un periodista cuya razón de ser profesional debió ser, presumiblemente, la curio­ lenguajes eufemísticos que pueden fomentar la práctica “inconsciente” del mal, ver
sidad. Dice mucho acerca del rencor político y los estigmas -com o también del mie­ Herbert Hirsch, Genocide an d the Politics o f Memory: Studying D eath to Preserve Life,
do - de la época, que dieron forma al periodismo en los años 70. Entrevista, Cristián Chapel Hill: University o f North Carolina Press, 1995, esp. 97-108. Para un esca­
Zegers, 19.05.97. lofriante caso de estudio sudamericano, Marguerite Feitlowitz, A Lexicón o f Terror:
30 Ver Libro Dos, capítulo 4, de esta trilogía, para las presiones políticas, los sucesos y Argentina an d the Legacies o f Torture, Nueva York: Oxford University Press, 1998.
los discursos que vincularon como temas asociados el decreto de amnistía, los solda­ 35 Mi pensamiento sobre la forma en que los nudos de la memoria provocan múltiples
dos y la memoria como caja cerrada. recuerdos y representaciones humanas que insisten sobre la memoria ha sido en gran
31 Sobre el proceso de aprendizaje y los derechos humanos, estoy en deuda con la ex­ medida influenciado porYoung, Texture o f Memory. Cf. Jelin and Kaufman, “Layers
plicación particularmente sensible (para el caso de Perú) en Muñoz, “Human Rights ofM emories”.
and Social Referents”. 36 La fundación empírica detallada de los párrafos que siguen se hará evidente en los
32 Es provocativo recordar, al considerar la importancia de interrumpir una vida im­ Libros Dos y Tres de esta trilogía.
pensada o habitual para establecer “memoria” durante y después de tiempos del mal, 37 Los eventos y aniversarios mencionados en los dos párrafos anteriores - y las repre­
que Hannah Arendt llegó a considerar la “inconsciencia” como integral al vínculo sentaciones y respuestas que provocaron—son analizados extensamente en el Libro
paradójico que ella estableció entre el mal radical y la banalidad del mal. Sobre este Dos de la trilogía. Para el aniversario del 11 de septiembre, ver también el importante
punto, y sobre las tensiones irresueltas en el pensamiento de Arendt entre los con­ estudio de Azun Candína Polomer, “El día interminable: memoria e instalación del
ceptos de mal radical y la banalidad del mal, ver History an d Memory, 8, 2, otoño- 11 de septiembre de 1973 en Chile (1974-1999)” , Jelin (ed.), L as conmemoraciones,
invierno 1996, edición temática “Hannah Arendt and Eichm ann in Jerusalem ” , esp. 9-51. Para el surgimiento específico del Día Internacional de la Mujer como unani-
los ensayos de Adi Ophir, “Between Eichmann and Kant: Thinking on Evil After versario y nudo convocante, a la par del 1 de mayo, ver FAV, “Informe confidencial,
Arendt , 81-136; Seyla Benhabib, “Identity, Perspective and Narrative in Hannah marzo 1980” , 13; y Taller de Lavandería, Taller de Acción Cultural, Lavando la espe­
Arendt’s Eichmann in Jerusalem ”, 35-59, esp. 44-48; y José Brunner, “Eichmann, ranza, Santiago: TAC, 1984, 49, 155.
Arendt and Freud in Jerusalem: On the Evils o f Narcissism and the Pleasures o f 38 Ver Libro Dos, capítulo 4, de esta trilogía, para la historia detallada de las luchas
Thoughtlessness”, 61-88. en torno a Lonquén, la preocupación de la junta militar por el efecto convocante y

254 255
provocativo —tanto cultural como político- de Lonquén, y la eventual transferencia lismos comunitarios y desde allí moldear la “nación”, su comunidad de ciudadanos
de la propiedad y la destrucción con dinamita de los hornos de cal. con derechos y sus símbolos y mitologías, ver Mallon, Peasant an d N ation. Para un
39 El aspecto político de la memoria de una gran convulsión traumática se ve en útil complemento y contraste, ver Anderson, Im agined Communities.
una amplia variedad de casos históricos. Alemania en el siglo X X ofrece un ejem­
plo especialmente útil, dado que su división durante la guerra fría en dos países Epílogo a l capítulo 4. La tumba de memoria del soldado desconocido
políticamente contrastantes permite que uno vea claramente cómo los factores 1 Entrevista con Cristián U., 02.10.96, complementada con conversaciones informa­
políticos canalizan las mitologías de la memoria dominante de la era nazi. Ver les antes y después de la entrevista. Todas las citas que siguen son de la entrevista.
Herf, D iv id ed Memory. Para otros casos relacionados durante el mismo período 2 En deferencia a Cristián y sus temores, he cambiado el nombre real del conscripto.
en Europa continental, ver Rousso, Vichy Syndrom e; Farmer, M artyred Village-, y El pseudónimo Lara, sin embargo, funciona en sí mismo como el tipo de diminutivo
Aguilar, M emory an d A m nesia. Para la reformulación de una violenta convulsión usado por los camaradas de armas del conscripto.
y guerra civil en mitologías influenciadas profundamente por la política, ver tam­ 3 Para los números de tropas en Chile en 1973, ver Institute for Strategic Studies, The
bién el caso de la guerra civil de Estados Unidos, como es analizado en Blight, M ilitary Balance 1973-1974, London: Chatto and Windus for ISS, 1974, 61. Los
Race an d Reunión. totales de las fuerzas, excluyendo 200.000 reservistas del Ejército, alcanzaban unas
40 Un excelente punto de partida para comprender las conexiones entre la dinámica 90.000: Ejército, 32.000; Armada, 18.000; Fuerza Aérea, 10.000; y Carabineros,
represiva y el surgimiento de un lenguaje moral cristiano de disensión en los 30.000. El detalle de cantidades para los conscriptos del Ejército no está disponible
70 es Lowden, M o ral O pposition. Para contexto adicional, ver también Patricio hasta 1976, cuando el total del Ejército había aumentado a 45.000 y el de la fuerza
Orellana y Elizabeth Q. Hutchinson, E l m ovim iento de derechos hum anos en C hi­ de conscriptos llegaba a 20.000. Basado en el patrón a través del tiempo -y en la
le, 1 9 7 3 -1 9 9 0 , Santiago: Centro de Estudios Políticos Latinoamericanos Simón dificultad para incrementar el número de conscriptos, que se estancó en 20.000
Bolívar, 1991; y Eugenio Ahumada et al., C hile: la m em oria proh ib ida, Santiago: durante 1976-1979 aun cuando el total del Ejército se elevó a 50.000 hacia 1979-,
Pehuén, 1989. un estimado de “cerca de la mitad” para los conscriptos en 1973 es razonable. Ver
41 La cronología en el texto que sigue se basa en el detallado análisis presentado en los Augusto Varas, Los m ilitares en el poder: régimen y gobierno m ilitar en Chile 1973-
Libros Dos y Tres de la trilogía. 1986, Santiago: Pehuén, 1987, 93-94, cuadro 4.4.
42 Sobre la importancia de rastrear el uso específico de una palabra, ver, para el caso 4 Ver José Toribio Merino C., Bitácora de un alm irante: memorias, Santiago: Andrés
de Argentina, Feitlowitz, Lexicón o f Terror. Sobre la cristalización de la palabra y el Bello, 1998, esp. 209-216, 226-228; Carlos Prats González, M em orias: testimonio
concepto “memoria” como lenguaje explícito y palabra-código en Chile, ver, Libro de un soldado, 1985, Santiago: Pehuén, 1996, esp. 502-504; Chile Hoy, 30.08.73,
Dos de esta trilogía, caps. 4 y 5. 6 (“Torturas en la Armada”); y E l M ercurio, 10.09.73 (“Altamirano reconoció”) y
43 El aspecto existencial de la memoria no está limitado a los familiares de las víctimas 11.09.73 (“Discurso del senador Altamirano”). Cf. E l Siglo, 10.09.73. Estoy agrade­
ejecutadas o desaparecidas, a los sobrevivientes de la prisión política o a los activistas cido también por mi entrevista con Pepe V., uno de los marinos acusado de sedición,
involucrados en el trabajo cotidiano de los derechos humanos. Para un ejemplo vivi­ 25.02.97 y 27.02.97, por su visión sobre este punto.
do de un líder democratacristiano, ver Jorge Lavandero, Elprecio de sostener un sueño, 5 IC N V R , vol. I, tomo 1: 248, vol. II, 277; APJCC, entrevista en video de Juan Ci-
Santiago: Lom, 1997, 19-23 (esp. 21-22), 26-27. fuentes Campos a Ana Sáenz, ca. 5/97 (de una serie de entrevistas en video con
44 Ver notas 19-20 en este capítulo; Jelin y Kaufman, “Layers o f Memories”; y Jelin, miembros de la A FD D ). Ver también Jorge Lavandero, E l precio de sostener un sueño,
Los trabajos de la memoria, 117-133, esp. 125-126. Para una reflexión clásica sobre Santiago: Lom, 1997, 47.
historia, política y la formación de la conciencia generacional, ver Karl Mannheim, 6 Estoy agradecido a Elizabeth Lira, psicóloga, activista y académica de derechos hu­
Ideology an d U topia: An Introduction to the Sociology o f Knowledge, San Diego: Har- manos de mucha experiencia, por una iluminadora conversación que clarificó que
court, Brace, Jovanovich, 1985. no eran inusuales las especulaciones respecto de que se hubiesen agregado aditivos al
45 Ver Halbwachs, Les cadres sociaux, cf. On Collective Memory y su tratamiento de los alimento para manipular el estado de ánimo de los soldados. Observó también que
sueños como un caso limitante al marco general. algunas personas creíbles en la comunidad de derechos humanos habían concluido
46 Para un convincente análisis teórico de las formas en que los grupos subnacionales que esa idea no podía ser descartada.
organizan procesos hegemónicos y contrahegemónicos, a nivel de base popular o 7 La lucha de Cristián por encontrar el lenguaje y las expresiones adecuadas -y su
comunal, y a la vez en diálogo con el Estado nacional, para definir la voz y los simbo­ salto inicial a una discusión de D ios- puede ser comparada provechosamente con la

256 257
esclarecedora discusión acerca de cómo una persona podría luchar para encontrar el música y el arte, ver Adam Jaworsky, (ed.), Silence: Interdisciplinary Perspectives, Ber­
“modo” apropiado para referirse a temas difíciles o traumáticos de la memoria, como lín: Mouton de Gruyter, 1997. Jaworsky y sus colaboradores muestran las ventajas
se describe en Daniel James, D oña M arías Story: Life, History, Memory an d P olitical de analizar el silencio como evento de comunicación o metáfora, en vez de “ausencia
Identity, Durham: Duke University Press, 2000, 186-212. Cf. Alessandro Portelli, de sonido” (3). Para una visión sobre temas relacionados de “mentiras y secretos” del
The D eath o f Luigi Trastulli an d Other Stories: Form an d M eaning in O ral History, punto de vista del análisis histórico, ver History an d Theory, 39, 4, diciembre 2000,
Albany: State University o f New York Press, 1991, esp. 1-26. número especial “NotTelling: Secrecy, Lies, and History”, esp. Luise White, “Telling
8 Para un análisis y reflexión perceptivos de las “irrupciones” como un aspecto de una More: Lies, Secrets, and History”, 11-22. Cf. White, Speaking with Vampires: Rumor
transición negociada a la democracia que ha resultado problemática, ver Alexander an d H istory in C olonial A frica, Berkeley: University o f California Press, 2000. Estoy
Wilde, “Irruptions o f Memory: Expressive Politics in Chiles Transition to Democra- agradecido de mi colega Thongchai Winichakul por orientarme hacia algunas de sus
c y \ Jo u rn al o f Latín American Studies, 3 1 ,2 , mayo 1999: 473-500. Cf. el análisis de investigaciones y hacia la importancia de su nuevo proyecto, “Moments of Silence:
la cultura de prudencia y convulsión en el Libro Tres, capítulo 4. The Ambivalent Memories o f the October 1976 Massacre in Bangkok”.
4 Ariel Dorfman, “Sol de piedra/Sun Stone”, In Case o fF ire in a Foreign Lan d: New
Conclusión. Memorias y silencios del corazón an d Collected Poems from Two Languages, Durham: Duke University Press, 2002,
1 El análisis detallado y la documentación de los acontecimientos aquí mencionados y 72-73. Para la historia del guardia de la prisión, ver epílogo al capítulo 2; para el
de la variedad de situaciones que dieron paso a un cierto “círculo de impasse” apare­ soldado, Marisa T., entrevista, 08.10.96.
cen en el Libro Tres de esta trilogía. 5 El completo análisis y documentación sobre este punto se verá en los Libros Dos y
2 La cronología presentada aquí se ofrece con mayor detalle en el capítulo 4 de este Tres de esta trilogía.
volumen, pero, para una completa documentación y análisis, ver Libro Dos de esta
trilogía, parte I.
3 Aunque el campo académico sobre la historia de la memoria es dinámico y está en
expansión, su contraparte, el de la historia de la formación del silencio, está me­
nos desarrollado. Los problemas del silencio, como en este libro, surgen a menudo
como un aspecto integral -el otro lado de la moneda en la formación del mito y
de la memoria- en los estudios de casos; ver, por ejemplo, Jan T. Gross, Neighbors:
The Destruction o f the Jew ish Community in Jedw abne, Poland, Princeton: Princeton
University Press, 2001; Sarah Farmer, M artyred Village: Commemorating the 1 9 4 4
M assacre a t Oradour-sur-Glane, Berkeley: University o f California Press, 1999. Para
una antología pionera sobre el silencio como un problema en la antropología his­
tórica, analizado en relación con la conmemoración y la formación de la historia
oficial, y algunas tempranas reflexiones sobre la voz y el poder en la producción
del conocimiento histórico, ver Gerald Sider y Gavin Smith (eds.), Between History
an d Histories: The M aking ofSilences an d Commemorations, Toronto: University o f
Toronto Press, 1997; también Michel-Rolph Trouillot, Silencing the Past: Power an d
the Production o f History, Boston: Beacon Press, 1995.
Para una excelente reflexión reciente sobre el silencio, sobre la base de casos
europeos y sudamericanos, ver Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, Madrid:
Siglo XXI, 2002, 29-32, 132-133. Para una lectura sutil de la cultura en Chile, del
miedo y el desencanto en relación a la memoria y al silencio, ver Norbert Lechner,
Las sombras del m añana: la dimensión subjetiva de la p olítica, Santiago: Lom, 2002,
esp. 61-82 (en colaboración con Pedro Güell). Para reveladóres estudios orientados a
la teoría de la comunicación, y que incluyen perspectivas desde la lingüística hasta la

258 259
Ensayo sobre las fuentes

Este ensayo ofrece una guía de las fuentes de investigación que he usado para L a caja
de la memoria del Chile de Pinochet. Dado que conduje una investigación integrada para
la toda la trilogía, y dado que cada libro está influido por los resultados de la investigación
utilizada para los otros, no tiene mucho sentido entregar un ensayo sobre las fuentes dis­
tinto para cada uno. Como una cortesía a los lectores, este ensayo se reproduce en cada
volumen.
La primera fase involucró un año de intensas investigaciones de campo y de archivos
en Chile, desde julio de 1996 hasta agosto de 1997. La segunda fase comprendió la inves­
tigación suplementaria a través de cinco visitas más cortas a Chile, desde 1998 a 2002, y
el trabajo en bibliotecas, microfilms e internet (principalmente siguiendo las noticias de
prensa) en Estados Unidos. Leí los libros publicados hasta 2001, el fin del período estu­
diado, tratando de revisar esa literatura lo más completamente que fuera posible. Después
de 2001 continué leyendo mucho, aunque de manera menos completa, en las publicacio­
nes nuevas, mientras completaba el primer borrador para cada uno de los tres volúmenes.
También seguía lo más importante que salía en la prensa y medios de comunicación. La
tercera fase de investigación, destinada específicamente a completar una versión mejorada
del Libro Tres y a expandir sus parámetros cronológicos hasta 2006, comprendió dos visi­
tas adicionales de investigación en Chile, en 2006 y 2007, y también la lectura de nuevas
publicaciones y lo relevante en los medios de comunicación y la web hasta 2007.
Me he basado en tres corrientes de fuentes: 1) los documentos escritos -de archivo, pu­
blicados y, más recientemente, producidos o reproducidos electrónicamente- que consti­
tuyen el corazón tradicional de la investigación histórica; 2) las huellas de audio, visuales
o audiovisuales del pasado y sus luchas de memoria, los archivos de televisión y de video,
el periodismo gráfico, las transcripciones de radio y grabaciones de sonido; y 3) la historia
oral, incluyendo entrevistas formales semiestructuradas, entrevistas y contactos menos
formales, y notas de trabajo de campo obtenidas en mis experiencias como participante-
observador y en los focus group. Las experiencias de participante-observador incluyeron
también visitas a los sitios de memoria, contando las ruinas físicas.
Más adelante divido las fuentes de investigación de un modo distinto, con el propósito
de considerar las fuentes tradicionales y no tradicionales de los medios de comunicación
de una manera más integrada.
Los lectores notarán que -con la excepción de los medios de comunicación- no ofrez­
co una guía a la vasta literatura publicada. Esta última incluye fuentes primarias, especial­
mente una extensa literatura de testimonio y de memoria; fuentes secundarias, sobre la
historia chilena del siglo XX; y una rica literatura de publicaciones de interés comparativo
y teórico sobre la memoria en la historia. He usado extensamente estas obras iluminado-

261
ras, pero ellas están citadas sistemáticamente en las notas, las cuales a menudo incluyen 1973, publicado en 1989 por la periodista Patricia Verdugo, Los zarpazos del Pum a, 1989
comentarios para el lector interesado. Revisar de nuevo esta literatura aquí alargaría inne­ Santiago: C ESO C , 1994. Para el contexto, ver Libro Tres de la trilogía, especialmente el
cesariamente este ensayo, cuyo enfoque es acerca de las fuentes primarias más allá de los capítulo 1.
libros publicados y disponibles en las principales bibliotecas universitarias -de calidad de Las abreviaturas que se usan más adelante, después de la primera mención de archivos
investigación- en Estados Unidos. centros de documentación y colecciones de biblioteca, corresponden a aquéllas señaladas
Antes de proseguir, sin embargo, debo hacer notar tres aspectos en la literatura publica­ en la lista de abreviaturas que precede a las notas.
da que pueden ser de utilidad para otros investigadores. Primero, como se puede observar
en las notas, el género de testimonio-memoria personal es rico porque abarca actores
sociales de una amplia variedad de estratos sociales. Estos van desde las elites culturales A. Archivos, centros de documentación, colecciones de bibliotecas
y políticas -con variadas ideologías y experiencias- a lo largo del espectro chileno de Los archivos y colecciones que se mencionan en esta sección excluyen los depósitos que
izquierda, centro y derecha, y los nichos institucionales (la Iglesia Católica, las fuerzas mi­ pertenecen exclusivamente a la sección de “Medios”, más adelante.
litares) relacionados más ambiguamente con partidos o identidades políticas específicas,
hasta los actores sociales de base provenientes de distintos mundos sociales y experiencias, A .l. Archivos de la Iglesia y del Estado
es decir, sacerdotes, activistas laicos, mujeres de las poblaciones afectadas indirectamente Dada la historia de las luchas de la memoria y el papel en ellas de la Iglesia Católica,
por la represión, víctimas-sobrevivientes directos y sus familias, ex prisioneros políticos, el punto de partida fundamental e institucional para la investigación es la Fundación de
ex agentes de la agentes de la represión y prisioneros forzados a colaborar. Segundo, dos Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad, Arzobispado de Santiago (FAV).
publicaciones documentales requieren una mención especial, no solamente por la calidad El de la FAV es el archivo más completo y bien organizado sobre derechos humanos y
de sus datos, sino también porque sirven como guías complementarias útiles para la inves­ memoria en Chile (y, podría decirse, de todo el Cono Sur de Sudamérica). Particularmente
tigación en archivos: Arzobispado de Santiago, Vicaría de la Solidaridad (de aquí en ade­ útil para rastrear en el tiempo temas de derechos humanos y de memoria es la serie Informe
lante ASVS), Detenidos desaparecidos: documento de trabajo, Santiago: ASVS, 1993, que Confidencial, cuyo aspecto de información interna tiene a veces el sabor de un servicio de
entrega informes meticulosos de los datos claves (eventos de represión, declaraciones de inteligencia alternativo, al margen del Estado formal. Las series Caja A. I. y Caja A. T. de
testigos, trayectoria judicial) en los expedientes y ficheros sobre casos individualizados de la FAV son de gran valor porque reproducen documentos por tema y por organización.
personas desaparecidas, caso por caso, para todo el país; y Comisión Nacional de Verdad Mucho del trabajo y de los documentos de otros grupos importantes de derechos humanos
y Reconciliación, Inform e de la Comisión N acional de Verdad y Reconciliación , Santiago: -entre ellos la A FD D (Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos), la FASIC
Ministerio Secretaría General de Gobierno, 1991, que comprende el informe de la seña­ (Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas) y la Comisión Chilena de Derechos
lada comisión organizada en 1990 por la recién elegida administración de Patricio Aylwin Humanos—es rastreado y reproducido en estas series de la FAV. También hay documentos
Azocar. El informe de la Comisión en 1991 presentó también un análisis caso por caso de recogidos de la organización predecesora a la Vicaría de la Solidaridad, el Comité Pro Paz
las víctimas individuales, dentro del marco de una narrativa confiable más amplia. Más (COPACHI). Los archivos de Recortes, sorprendentemente, contienen completas colec­
adelante (y en las notas) se cita estas fuentes como D E T D E S e ICN V R , respectivamente. ciones de recortes de prensa, incluyendo transcripciones de radio y televisión, organizadas
Finalmente, se debe subrayar que en la investigación sobre la historia reciente y con­ por temas y que se remontan al año 1973. Así, facilitan bastante el trabajo de investigación
temporánea de la memoria polémica, la línea convencional entre las fuentes primarias y en los medios de comunicación. En los años 90, la función de rastrear los acontecimientos
las secundarias se borra y algunas veces desaparece por completo. Un libro hecho por un relevantes llegó a incluir la creación de un útil banco de datos computarizado sobre temas
periodista acerca de acontecimientos históricos que ocurrieron mucho antes de la fecha de de derechos humanos y judiciales. Las carpetas de casos judiciales son extensas y, aunque
publicación, por ejemplo, puede volverse una fuente primaria o un documento crucial por a menudo no se encuentran abiertas al público, aquéllos están bien resumidos, para los
la respuesta político-cultural que genera. Además, el rol de periodismo de investigación y casos de los desaparecidos, en el D E T D E S. La excelente biblioteca contiene una completa
la importancia del estilo testimonial en la cultura y la política de la persuasión significan colección de Solidaridad, así como de otras revistas y libros.
que libros que a primera vista parecen un informe de fuente secundaria podrían incluir Los archivos del Estado complementan en forma útil la documentación de la FAV. En­
material sustancial de fuentes primarias, como entrevistas, testimonios y documentos. Un tre los más importantes para mí estuvieron los casos contenidos en el Archivo de la Comi­
excelente ejemplo de ambos fenómenos —las fuertes respuestas que transforman un libro sión de Verdad y Reconciliación, ACNVR, 1990-1991. Las carpetas de casos del archivo
en un documento histórico de su era y las narrativas que mezclan características de fuente original no se mantuvieron separadas, sino que fueron incorporadas a las carpetas de casos
primaria y secundaria- es el estudio pionero del episodio de la Caravana de la Muerte de del organismo estatal siguiente, el Archivo de la Corporación Nacional de Reparación y

262 263
Reconciliación. Sin embargo, para mantener la claridad, cito solamente las carpetas de partida es la Fundación Salvador Allende, Centro de Documentación (FSA). Particular­
casos del A CN V R original. Teóricamente, este archivo debería ser incorporado al sistema mente valioso es el Archivo Sergio Insunza (FSA, ASI), un importante archivo construi­
nacional de archivos en Chile y abierto a los investigadores. En los hechos, la realidad es do en el exilio por el último ministro de Justicia de Allende, Sergio Insunza. Como ex
que los materiales han sido considerados de gran sensibilidad y el archivo permanece bajo miembro de la Unidad Popular, y en su trabajo con la Comisión Internacional de Juristas
el control del Ministerio del Interior. Fui muy afortunado al conseguir acceso a ellos por Democráticos, Insunza participó activamente en las redes de solidaridad europea que cru­
un tiempo limitado (unas seis semanas), lo que me permitió analizar y revisar el trabajo de zaron las fronteras convencionales de la guerra fría. Sus papeles incluyen los testimonios
la Comisión a través de una muestra de treinta archivos de casos. La gran mayoría eran ca­ de testigos-sobrevivientes y los juicios simulados a la junta organizados en distintas partes
sos de la Región Metropolitana, seleccionados por dos criterios fundamentales: 1) varios del mundo; las declaraciones públicas y los panfletos; la correspondencia y comunica­
casos para cada uno de los distintos trasfondos políticos en juego (víctimas con militancia ciones confidenciales entre las redes de los Juristas Democráticos y la Unidad Popular, y,
en cada uno de los distintos partidos sometidos a una represión focalizada, y también más generalmente, entre varios activistas, diplomáticos, funcionarios y organismos de las
víctimas sin militancia identificable); y 2) varios casos con alto potencial de vinculación Naciones Unidas; y una extensa colección de recortes de prensa, organizada por temas. La
de registro con otra documentación, dada mi investigación previa. He complementado FSA tiene además documentos de la vida y de la presidencia de Allende, y colecciones de
estos casos con varios otros de interés especial humano o de investigación (por ejemplo, interés para el trabajo de la memoria después de 1973: mensajes y efectos dejados en la
casos de acción de la D IN A en contra de sus propios agentes o colaboradores). El IC N V R tumba de Allende, así como documentos sobre la política de nombrar calles y organizar
fue una crucial guía de orientación para esta investigación. monumentos en honor a la memoria de Allende, dentro y fuera de Chile. Con la ayuda
También hice uso del Archivo Siglo X X del Archivo Nacional (ASXX), que tiene depo­ de Claudio Barrientos, cuando era estudiante de posgrado de la University o f Wisconsin,
sitados tomos de documentos de varios ministerios del Estado. Aunque la purga de pape­ Madison, se cambió y racionalizó el sistema de catalogar de la FSA, ASI después de que
les sensibles por parte del saliente régimen militar ha obstaculizado la colección del ASXX yo hice mi trabajo allí. Mi método de citar corresponde al antiguo sistema, pero el nuevo
sobre temas delicados -no tiene, por ejemplo, los documentos del Ministerio del Interior sistema es lo suficientemente meticuloso como para permitirle a uno encontrar los docu­
en la década de 1970—, el Estado tenía muchos ministerios y la purga estuvo lejos de ser mentos citados.
total. Me he enfocado especialmente en los tomos “reservados” del Ministerio de Educa­ Para la solidaridad transnacional, la fuerza de la colección FSA, ASI es la cobertura
ción desde comienzos hasta mediados de los 70; ellos documentan la presión y los medios de Europa y América Latina. Para la solidaridad desde Estados Unidos, un buen mate­
usados para deshacerse de disidentes y “subversivos” en las instituciones educacionales, y rial complementario está en la State Historical Society of Wisconsin Archives (SHSWA),
también reproducen copias de los documentos originados externamente —como directivas particularmente su colección sobre Community Action on Latín America Records, 1971-
e informes de Pinochet y de la DINA, y las actas de sesiones de la junta, incluyendo las 1991, que documenta actividades de base en Madison, Wisconsin, y se conecta con otras
actas secretas en los primeros años- que podrían haber sido purgados u ocultados más organizaciones de solidaridad de base en Estados Unidos, así como con las actividades
eficazmente de haber sido guardados por otra rama del Estado. del Congreso. También cuenta el testimonio de sobreviviente en los Adam Schesch Papers,
Por cortesía de Florencia Mallon he consultado también material fotocopiado del Ar­ 1965-1974, que incluyen una importante cinta grabada de la conferencia de prensa del
chivo Intendencia de Cautín, en Temuco (AICT). Este archivo fue incorporado después 02.10.73 sobre la prisión de Schesch en el Estadio Nacional en septiembre de 1973. A
al Archivo Regional de la Araucanía, Temuco. El A IC T me dio una inusual ventana a do­ partir de 2004, los investigadores tienen también permiso para utilizar otra colección
cumentos y correspondencia con autoridades regionales, que permiten rastrear el apoyo importante de la SHSWA, los Institute for Policy Studies Records, 1961-1992, de la
de base y también la angustia y la preocupación respecto al entrante régimen militar. relevante O N G de solidaridad y de análisis intelectual en la que trabajó Orlando Letelier
antes de ser asesinado en Washington, D. C., en 1976.
A .2 . Organizaciones no gubernamentales ( O N G ) y actores sociales Varias O N G chilenas tienen centros de documentación cuyos materiales consideran
Los archivos de la FAV documentan una gran cantidad de trabajo relacionado con la una variedad de fuentes publicadas y no publicadas, incluyendo boletines de las O N G
memoria y las luchas sobre ella, por parte de muchas O N G (no simplemente la Vicaría relacionados con el trabajo de la memoria. Me he beneficiado de estos documentos, bo­
de la Solidaridad) y de varios actores sociales dentro y fuera del Estado. No obstante, nu­ letines y publicaciones en los centros de documentación que nombro a continuación.
merosas colecciones de documentos de otras O N G y actores sociales resultaron también Archivo, Corporación Parque Por la Paz Villa Grimaldi (ACPPVG) documenta la exitosa
importantes en la investigación. lucha en los años 90 para detener la destrucción del antiguo centro de tortura y desapa­
Para las actividades de solidaridad transnacional relacionadas con las luchas de la me­ rición Villa Grimaldi y transformarlo en el Parque por la Paz. Agrupación de Familiares
moria en Chile, y las sinergias con las luchas dentro de Chile, un espléndido punto de ^ de Detenidos-Desaparecidos, Centro de Documentación (AFDDCD) se enfoca en las

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luchas por la verdad, la justicia y la memoria de los familiares de los desaparecidos. Co­ me ayudaron también a identificar fechas menos obvias (eventos o aniversarios) que po­
mité de Defensa de los Derechos del Pueblo, Centro de Documentación (CO DEPU- drían necesitar un nuevo examen de los periódicos en la BN, y me sensibilizaron ante las
CD) es la biblioteca de trabajo de una importante O N G de derechos humanos desde dinámicas del tema de la memoria durante los momentos o temporadas de tranquilidad
los años 80, con notable énfasis en la tortura y con una política explícita de defensa de relativa en torno al tema, y los momentos más cargados y conflictivos. La Biblioteca de
los derechos humanos de quienes fueron adversarios armados de la dictadura. Educación Flacso (BF) incluye una excelente colección de libros y revistas relacionados con los temas
y Comunicaciones, Centro de Documentación (ECO C D ) documenta la trayectoria de de la memoria y de los derechos humanos, y tiene también una espléndida colección de
EC O organizando la historia y memoria de base del movimiento laboral, y también fo­ encuestas hechas por varias organizaciones, incluyendo la Flacso (Facultad Latinoamerica­
mentando la recuperación de la memoria y de las historias populares de lucha, en los na de Ciencias Sociales - Chile). Su Archivo Eduardo Hamuy (BF, AEH) ofrece también
contextos de base. Fundación para la Protección de la Infancia Dañada por los Estados un banco de datos que documenta la investigación de encuestas realizada por Eduardo
de Emergencia, Centro de Documentación (PIDEECD) es la biblioteca de trabajo de la Hamuy. La Princeton University Library Pamphlet Collection, Chile (PUC) es un tesoro,
PIDEE, una O N G que hizo un trabajo pionero sobre los temas de salud mental de las en parte porque incluye material impreso efímero relacionado con los movimientos socia­
familias y de la juventud relacionado con la represión. Ictus, Centro de Documentación les y políticos bajo el régimen militar, y también material más estándar, como las series de
(ICTU SCD ) cuenta con una vasta videoteca, con documentos y boletines impresos rela­ periódicos y revistas. Utilicé las copias microfilmadas de la colección PU C (disponibles a
cionados, que tiene que ver con el trabajo cultural del Ictus, originalmente un grupo de través de Scholarly Resources, Inc., por acuerdo con la Princeton University Library) de
teatro experimental cuyo personal y actores llegaron a estar fuertemente comprometidos la colecciones Main y Supplement.
con el mundo de los video-foros alternativos de los años 80. Debo clarificar que, en el caso
de A FD D C D y ACPPVG, no trabajé directamente en los depósitos de materiales, sino
más bien con copias de documentos y boletines custodiados por esas organizaciones que B. Medios de comunicación: impresos, de audio, visuales, audiovisuales
me fueron gentilmente entregados. A partir de 2002 se ha llevado adelante un importante y electrónicos
esfuerzo por reorganizar los materiales de A FD D C D en un nuevo edificio y de establecer La investigación sobre la historia reciente de las luchas de la memoria requiere de una
un catálogo o banco de datos computarizado. considerable atención a los medios de comunicación, no sólo como una fuente básica
Los archivos personales fueron también de gran valor para documentar algunas de para los acontecimientos históricos (el tradicional rol de los periodistas como autores del
las actividades sociales de los grupos de bases: Archivo Personal de Alicia Frohmann “primer borrador de historia”), sino también como un objeto de análisis en su propio
(APAF), para una serie de ítems y recortes relacionados con el trabajo de un boletín derecho. Las fuentes que siguen son enumeradas con ambas funciones en mente y, por
clandestino durante el estado de sitio de 1984-1985, y para iniciativas de historiadores lo tanto, incluyen listas de medios de comunicación como fuentes históricas y archivos o
jóvenes en los 1980; Archivo Personal de Eugenia Rodríguez (APER), para recortes a colecciones orientadas al análisis de los medios.
favor de la junta, revistas e ítems diversos, y publicaciones y actividades de la Secretaría
de la Mujer; Archivo Personal de Juan Carlos Cifuentes (APJCC), para documentos y B .l. M edios de comunicación impresos
videos relacionados con el trabajo de los familiares de los detenidos-desaparecidos, y La lista que sigue combina periódicos y revistas. Un asterisco (*) marca aquellos me­
una serie de documentos relacionados con los militares y carabineros; Archivo Personal dios revisados sistemáticamente, para distinguirlos de otros que se usaron más esporádi­
de Teresa Valdés (APTV), un archivo valiosísimo sobre el trabajo de derechos humanos camente para temas o propósitos específicos; por ejemplo, para documentar la publicidad
del grupo Mujeres por la Vida. dada a la presunta conspiración conocida como Plan Z, o para documentar los eventos y
reacciones relacionadas con el arresto de Pinochet en Londres. Cuando no se nombra una
A.3. Bibliotecas, colecciones y materiales especiales adicionales ciudad o país en paréntesis, el lugar de publicación es Santiago y la publicación es con­
La investigación se benefició de varias bibliotecas y colecciones, además de la vasta bi­ siderada normalmente como un medio “nacional”. Las citas de ciudades entre paréntesis
blioteca de la FAV y de los centros de documentación especializados ya mencionados. La se refieren a periódicos “de provincia” dentro de Chile; las citas de países entre paréntesis
Biblioteca Nacional (BN) tiene una valiosa colección de periódicos chilenos. La he usado marcan medios de comunicación extranjeros. Para algunos medios me baso, en parte, en
con una metodología dirigida a examinar fechas claves (generalmente, un período de dos ediciones electrónicas u online posteriores a 1997. En esos casos doy la locación de la pá­
semanas cuyo punto central era la fecha clave), para complementar los vacíos que per­ gina web que he usado. En ocasiones el medio es exclusivamente online. Hago notar esto
sistían después de usar temáticamente los archivos de recortes organizados en depósitos consignando tales fuentes entre comillas en lugar de hacerlo en letra cursiva (por ejemplo,
como los de la FAV y la FSA. Las revisiones completas de las principales revistas semanales “El Mostrador” en vez de E l M ostrador).

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Debo subrayar mi apreciación por los extensos y bien organizados archivos de recortes “Inter-Press Service” (internacional): Plum a y Pincel
de la FAV. Sin esa fundación documental (y los archivos de recortes complementarios en www.ips.com Prensa
la FSA, ASI), no habría podido revisar tantos medios de comunicación de manera tan L a Bicicleta Prensa Libre (Guatemala)
sistemática, no habría puesto en mi radar los medios de comunicación complementarios L a C uarta “Primera Línea”: www.primeralinea.cl
para casos o eventos específicos, y no habría desarrollado una metodología de selección L a E poca* (también www.laepoca.cl) Proa (San A to n io )
eficiente (ver sección A.3, previamente) para el trabajo de los medios de comunicación en L a Estrella (Valparaíso) Punto F in a l*
la BN y en otras colecciones. L a Estrella de Iquique (Iquique) Puro Chile
Para facilitar la ubicación y hacer compatibles los usos comunes de español e inglés, L a Estrella del N orte (Antofagasta) Qué P asa*
mantuve E l y The en la lista alfabética que sigue. Las únicas excepciones son New York L a Firm e R ealidad
Times, U ltim as N oticias y Washington Post, los cuales se avienen a convenciones contem­ L a Fuña * Revista Carabineros de C hile*
poráneas. L a N ación (también www.lanacion.cl) Rocinante
Cuando un periódico o una revista usa una semana como fecha de publicación, ge­ L a Opinión (Argentina) “Santiago Times”*: www.santiagotimes.cl
neralmente utilizo en las notas el primer día consignado como la “fecha de publicación” . L a P atria (ligado también a
Por ejemplo, una revista fechada del 3 al 10 de septiembre de 1978, sería anotada simple­ L a Prensa (Iquique) www.derechoschile.com)
mente como 03.09.78. L a Prensa (Nicaragua) Solidaridad *
Los lectores advertirán que una serie de publicaciones citadas ya no existen. Algunas L a Prensa (Tocopilla) SurDA
datan de la era de Allende y fueron cerradas por la dictadura, pero eran importantes para L a Prensa (Vallenar) The C lin ic*
investigar el intento por establecer un guión de memoria de “un golpe anunciado”. Otras L a Prensa de Santiago The Economist (Reino Unido)
jugaron roles significativos bajo la dictadura o durante los tiempos de la transición de­ La Segunda* The G uardian (Reino Unido; también
mocrática, pero finalmente sucumbieron a las dificultades del concentrado y cambiante L a Tercera* (también www.tercera.cl; https://reports.guardian.co.uk)
mercado de medios de comunicación en los años 90. antes www.latefcera.cl) The N ation (EE.UU.)
Latín American Weekly R eport* (Reino The New Republic (EE.UU.)
Am iga E l M ercurio* (también www.emol.com; Unido) The New Yorker (EE.UU.)
A nálisis antes www.elmercurio.cl) M ensaje Últim as N oticias
A P S I* E l M ercurio (Antofagasta) M iam i H erald (EE.UU.) Vea
C al y Canto E l M ercurio (Valparaíso) NACLA Report on the Am ericas (EE.UU.) Washington Post (EE.UU.)
Caras El Mercurio de Calama (Calama) New York Tim es* (EE.UU., también
Cauce* “El Mostrador”*: www.elmostrador.cl www.nytimes.cl)
Chile-América (Italia) E l M undo (España; también
Chile Hoy * www.elmundo.es) En la revisión final del Libro Tres, también me beneficié con información adicional
C larín (Argentina; también E l Observador (Quillota) proveniente deAZkintuW e (medio mapuche; también www.nodo30.org/azkintuwe); y en
www.clarin.com) E l P aís (España; BBC World News Service (Reino Unido, en http://news.bbc.co.uk).
C larín (Santiago) www.elpais.es)
Concordia de A rica (Arica) E l Rodriguista B .2 . Fuen tes de a u d io y v isu ales
C osas* E l S iglo* El periodismo gráfico o fotoperiodismo jugó un papel importante en las luchas de
Crónica (Concepción) E l Sur (Concepción) la memoria y es un maravilloso punto de entrada al período 1973-2006. Los medios
E l Correo (Valdivia) E l Tarapacá (Iquique) impresos en la lista previa, por supuesto, hacen un amplio uso del fotoperiodismo. La
E l Cronista E rcilla* lista siguiente (sección B.3) de sitios web también entrega documentación visual. Los
E l D ía (La Serena) Estrategia he complementado con colecciones de fotoperiodismo de fotógrafos profesionales. El
E l D iario Fortín Mapocho A chivo Gráfico Personal de Helen Flughes (AGPHH) contiene el trabajo de la dotada
E l D iario A ustral (Temuco) Hoy * fotógrafa Helen Hughes, quien ha vivido en Chile desde 1977 y trabajó activamente con

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la Vicaría de la Solidaridad y las redes sociales de derechos humanos. Generosamente, ella importante fue Chile: entre el dolor y la esperanza, 1986, dirigida por las periodistas Móni-
me ha permitido usar en esta trilogía selecciones de su colección de fotos. Sus anotaciones ca González y Patricia Verdugo, en las series E l sonido de la historia, copiadas gentilmente
sobre las fotos en su archivo personal agregan una valiosa visión y contexto para trabajar para mí por una persona en el exilio. También aquí me baso en mi colección personal.
en fuentes visuales. El Archivo Gráfico Personal de Miguel Ángel Larrea (AGPMAL) es Mi investigación sobre la televisión y los medios audiovisuales alternativos se deriva
una espléndida colección personal de un periodista y fotógrafo profesional, y entrega un de varias fuentes. Las más importantes fueron Televisión Nacional, Centro de Documen­
excelente sentido de las imágenes importantes del periodismo opositor en los 1980. El Ar­ tación (T V N C D ), Archivo Audiovisual de la Vicaría de Pastoral Social (AAVPS) y el
chivo Gráfico del Arzobispado de Santiago (AGAS) complementa muy bien los AGPH H IC T U SC D . En el T V N C D , el centro de trabajo de video y documentación de Televisión
y AGPMAL, porque incluye imágenes que se remontan a los años 70 y que fueron muy Nacional, pude revisar reportajes de noticias en los 80, así como eventos específicos que
importantes tanto para el trabajo de la Vicaría de la Solidaridad como para las primeras fueron espectáculos mediales en los años 80 y 90, incluyendo las franjas de televisión de
actividades de los familiares de los desaparecidos. ambos bandos en el plebiscito de 1988, y las entrevistas y programas, especialmente Infor­
La radio, la televisión y las redes alternativas audiovisuales (en el último caso, se trata de me especial, que levantaron atención y controversia durante los años 90.
actividades del tipo “película-foro”, en contextos comunales o de base más o menos discre­ La purga de los archivos conducida por el régimen militar saliente redujo la colección
tos) resultaron ser importantes medios de comunicación y puntos focales de las luchas de disponible de programación de los años 70 en T V N C D . Afortunadamente, las transcrip­
la memoria. Para la radio, que fue especialmente significativa en los años 70, el archivo de ciones incluidas en las carpetas de recortes y los informes de los boletines en el archivo de
la FAV tiene transcripciones de noticias y comentarios relevantes en sus carpetas de recortes la FAV incluyen noticias y comentarios de Televisión Nacional y de Universidad Católica
y boletines sobre derechos humanos y controversias sobre la memoria. La cobertura abarca de Chile Televisión (Canal 13).
las radios oficialistas, las orientadas hacia la Iglesia y las disidentes: Radio Agricultura, Tanto el AAVPS como el IC T U SC D fueron cruciales para entender el mundo de los
Radio Balmaceda, Radio Chilena, Radio Cooperativa, Radio Minería, Radio Nacional, medios audiovisuales alternativos. El AAVPS no solamente incluyó copias de video de
Radio Portales. He complementado las transcripciones de la FAV con documentos de co­ eventos públicos claves (como el discurso televisado a la nación de Patricio Aylwin en
lecciones personales: grabaciones de Radio Agricultura, del APER; y las emisiones de radio 1991 sobre el informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación), lo que me permi­
clandestinas hechas por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, del APMM (Archivo Per­ tió concentrarme en otras materias durante mi limitado tiempo de acceso al TV N C D .
sonal de MM, cuyo nombre no se revela para preservar el anonimato). Contenía también 46 programas de noticias altamente profesionales y contraoficiales de
El sonido como medio de comunicación y de luchas de la memoria también circulaba la serie Teleanálisis, de 1984-1989, prohibidos en la televisión pero distribuidos en video­
fuera de la esfera de la radio y fuera del género de comentarios de noticias (por ejemplo, foros alternativos en las poblaciones y centros de base popular, con la ayuda de la Iglesia
informes de noticias, comentarios y entrevistas). Particularmente importante como “so­ y de las O N G . El IC T U SC D me sirvió para obtener una visión más redonda del mundo
nido alternativo” fue la música (ver Libro Dos de la trilogía, epílogos a los capítulos 3 y callejero de medios audiovisuales alternativos, a través de su maravillosa colección de
7). Bajo la dictadura, esta música incluía cintas privadas que hacían circular la reprimida materiales de video (películas, documentales y obras de teatro producidos por el Ictus y
“nueva canción” de los 1960 y 1970, lo que contemplaba el trabajo de Violeta Parra, Víc­ otros grupos alternativos) usados en eventos de películas-foros populares en los 80, y su
tor Jara y Patricio Manns, o de grupos como Inti-Illimani y Quilapayún. Incluía también documentación sobre la distribución y popularidad de las obras específicas.
la nueva música, producida bajo las condiciones de la dictadura, de grupos como Con­ La investigación y observación adicionales de producciones audiovisuales importan­
greso, Illapu, Los Prisioneros y Sol y Lluvia. Desde la transición democrática a comienzos tes, algunas del mundo de programación público y otras del mundo de comunicaciones
de los 1990 esta música se volvió de fácil acceso a los compradores, en nuevas ediciones semiclandestino, provienen de varias fuentes. Para ello tuve asistencia de E C O C D , FSA,
de discos compactos; su circulación fue publicitada y fue nutriendo el continuo trabajo APAF, A PJCC, APTV y Archivo Personal de Sol Serrano (APSS).
o luchas de la memoria. Para la documentación musical me he basado en la colección Finalmente, debo mencionar archivos personales que ofrecieron una importante visión
personal que Florencia Mallon y yo hemos recogido a través de los años, en diálogo con sobre la televisión y las comunicaciones audiovisuales. El Archivo Personal de Diego Por­
datos de entrevistas y documentos. tales Cifuentes (APDPC) me permitió acceder a los informes publicados y no publicados
Una fuente adicional de sonido alternativo eran las cintas de documentos de audio de la O N G sobre medios de comunicación ILET, Instituto Latinoamericano de Estudios
y testimonios que circulaban extensamente a mediados de los 1980 y que transmitían Transnacionales. El ILET fue crucial en el surgimiento de un sofisticado análisis audiovi­
sonidos que entonces se consideraban tabú en la radio; por ejemplo, el último discurso de sual en Chile, justo en los años previos al plebiscito de 1988. De forma similar, el Archivo
Salvador Allende y las intercepciones de comunicaciones entre Pinochet, Gustavo Leigh Personal de María Eugenia Hirmas (APMEH) me facilitó copias de sus extensos y agudos
y otros oficiales militares de alto rango el 11 de septiembre de 1973. La producción más análisis de medios, incluyendo sus perceptivos e influyentes estudios de propaganda y pu­

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blicidad televisiva relacionados con el plebiscito de 1988. Una entrevista con María Elena bcentral.cl (Banco Central de Chile; útil banco de datos estadísticos)
Hermosilla, 14.03.97, me proporcionó también un agudo análisis del mundo de las co­ cerc.cl (Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea; encuestas)
municaciones alternativas, conduciéndome a prometedoras pistas y archivos personales. chipsites.com (Chile Information Project; con enlaces a temas de memoria)
codepu.cl (CO D EPU ; O N G de derechos humanos en Chile)
B.3. Fuentes electrónicas comisiontortura.cl (Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura; ver también los
Internet y la world wide web surgieron como un fenómeno mundial de medios de enlaces en ddhh.gov.cl, abajo)
comunicación durante los últimos nueve años comprendidos en este estudio (1998-2006) ddhh.gov.cl (Ministerio del Interior, Programa de Derechos Humanos; hay muchos enla­
y han tenido implicaciones en el curso de las luchas de la memoria. El tema recibe una ces a documentos y programas claves, desde 1990, en relación al tema de los derechos
atención explícita en el Libro Tres de esta trilogía. Para mis objetivos, la implicancia más humanos y la memoria)
importante en la investigación fue la posibilidad de seguir rastreando desde fuera los derechoschile.com (Derechos Chile; un mapa bastante completo de temas de la memoria
reportajes y eventos de los medios de comunicación en las ediciones online de los perió­ y los derechos humanos y de historia de Chile)
dicos, los cuales también incluían vínculos a documentos o evidencias de interés. Desde derechos.org/nizkor (Equipo Nizkor; derechos humanos, América Latina)
1998, los periódicos líderes entre aquellos que vinculan con archivos y documentos de despiertachile.netfirms.com (Despierta Chile; ex policía secreta)
la memoria han sido “El Mostrador” (www.elmostrador.cl) y L a Tercera (www.tercera.cl), ejercito.cl (Ejército de Chile)
que pueden ser útilmente complementados por “Santiago Times” (www.santiagotimes. foia.state.gov (U. S. State Department; documentos de gobierno accesibles al público a
el). En la etapa previa a la adopción de internet en Chile (ver Libro Tres, capítulo 5), L a base del uso de “Freedom o f Information Act” )
Epoca (www.laepoca.cl), ahora extinta, también jugó un rol pionero. fundacionpinochet.cl (Fundación Presidente Augusto Pinochet Ugarte)
Más allá de los periódicos electrónicos y sus lazos hacia archivos de ediciones anteriores geocities.com/Athens/Delphi/9574/ grimaldi.htm (Parque Por la Paz Villa Grimaldi;
y de documentos organizados temáticamente, otros sitios web han organizado informa­ también http://members.xoom.com/grimaldi; y www.villagrimaldicorp.cl)
ción, documentos, foros y testimonios relacionados con el tema de la memoria. En otras gn.apc.org/warresisters (War Resisters International, R. U.)
palabras, se han vuelto “actores” de memoria de las luchas en curso. Debemos hacer una gobiernodechile.cl (sitio de la presidencia y la administración, es decir, la rama ejecutiva
nota de advertencia. Las direcciones de sitios web cambian y evolucionan. Unos pocos del Estado; también gobiernochile.cl; ver enlace “Discursos” para los discursos y even­
sitios han cerrado —ya sea porque el flujo de los negocios y mercados los han hecho insos­ tos presidenciales)
tenibles, como en el caso de L a Época, o porque cuestiones legales, políticas o de sintonía guillo.cl (Guillo Bastías; brillantes caricaturas políticas)
con los nuevos tiempos los han socavado, como “Despierta Chile”, organizado por ex hrw.org (Human Rights Watch; O N G internacional sobre derechos humanos)
agentes de la policía secreta y sus simpatizantes para publicar supuestas “confesiones” de iglesia.cl (Iglesia Católica chilena; incluye documentos a nivel de obispos)
prisioneros torturados. ine.cl (Instituto Nacional de Estadísticas; investigación y documentación estadísticas del
La lista que sigue está organizada por direcciones web, con notas entre paréntesis para gobierno chileno)
identificar al grupo organizador y para agregar, si fuera necesario, una breve anotación. institutoohigginiano.cl (Instituto Bernardo O ’Higgins; ubicado durante años en la ex
La lista es necesariamente selectiva, refleja solamente los sitios que he consultado y he casa de tortura de Londres 38, como una manera de tapar la memoria del lugar)
encontrado útiles (especialmente para el Libro Tres de esta trilogía), y ofrece una variedad londres38.cl (Colectivo Londres 38; O N G , ex presos sobrevivientes de la casa de tortura
de marcos de memoria y perspectivas políticas. En lugar de entregar largas extensiones en de Londres 38)
las direcciones, generalmente indico sólo el punto de entrada, dado que los vínculos a los manuelcontreras.com (Manuel Contreras; ex jefe de la DINA)
enlaces del sitio relacionados con la memoria en Chile son fáciles de encontrar. memoriaviva.com (Memoria Viva; O N G sobre memoria y derechos humanos, organiza­
A menos que se indique lo contrario, todas las direcciones siguientes comienzan con el da por exilados chilenos en el Reino Unido; relacionado con proyecto internacional de
prefijo convencional www. Doy sencillamente el resto de la dirección. plantar árboles, en ecomemoria.com)
mesadedialogo.cl (Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos; iniciativa de diálogo que
amnesty.org (Amnesty Internacional; O N G internacional, derechos humanos) abarcó a civiles y militares, 1999-2000)
argenpress.info (Argenpress; servicio de recortes de noticias para América Latina, con mideplan.cl (Ministerio de Planificación y Cooperación; investigaciones en base a encues­
énfasis en una visión crítica del estatus e incluyendo perspectivas de izquierda y de tas en hogares chilenos)
derechos humanos) nsarchive.org (Nacional Security Archive; O N G de trabajo sistemático con documentos

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del gobierno de los Estados Unidos y con el Freedom o f Information Act; hay enlaces la memoria colectiva, mientras se mantuvieron lo suficientemente abiertos como para
importantes a los documentos sobre Chile generados por vía del Declassification Pro- dejar que las entrevistas se movieran hacia las experiencias que mis colaboradores creían
ject y el Freedom o f Information Act durante el gobierno de Bill Clinton; también se significativas e importantes.
puede ubicar en gwu.edu/---nsarchiv; ver también foia.state.gov arriba) En el mejor caso, el método de las entrevistas semiestructuradas pero abiertas es un
poco como tocar jazz con un compañero. Uno debe estar atento y sensible a los lugares
donde el compañero quiere ir, y por lo tanto es necesario improvisar. Uno necesita escu­
C. Fuentes de historia oral char y aprender, en vez de aferrarse a un guión rígido. Uno acepta y se ajusta a un flujo o
Además de los documentos escritos y de las huellas visuales y de audio del pasado, he frase inesperados. Pero, al mismo tiempo, uno tiene presente un leitm otiv -las cuestiones
usado fuentes orales. En lo que viene, voy a considerar primero el propósito y los pará­ básicas de la investigación y una secuencia de temas para la discusión-, y por lo tanto
metros básicos de la investigación oral, para después pasar a los aspectos más sutiles de la encuentra el momento en que se puede volver o construir un puente hacia las preguntas o
metodología, las relaciones con los informantes y la representación. temas pertinentes pero que todavía no han sido tocados. Ver también la sección C.2 para
la importancia de la inserción deliberada de momentos “fuera del guión” en el proceso de
C. 1. Propósito y parám etros de la investigación oral la entrevista.
El propósito fundamental de mi investigación oral fue explorar en profundidad las En segundo lugar, para la investigación a través de entrevistas busqué desarrollar un
maneras eñqué tá géñte de diversos ^m p os4© H H ^m oriax© tÍterde^drd ^n ía el signi­ método de múltiples capas, en lugar de uno monodimensional. Dado que buscaba pro­
ficado y la memoria de la crisis de 1973 y 1* violencia del régimen milirár,' tanto para sus fundidad, quería no solamente comparar la investigación oral con resultados de otros
propias vidas como para la sociedad más amplia. Por supuesto, usé también muchas entre­ tipos de fuentes (especialmente documentos escritos, pero también visuales, de audio y
vistas orales para ayudarme a formular hipótesis o para reconstruir hechos históricos em­ audiovisuales), sino que también desarrollar diferentes tipos de experiencias y evidencias
píricos que podían ser corroborados o verificados con otras fuentes, y a su vez para pedir orales. He complementado las historias de vida formales semiestructuradas con entrevis­
a los informantes que reaccionaran ante las hipótesis y resultados de mi trabajo basado en tas e intercambios menos formales, más espontáneos y oportunistas, y registrados en mi
fuentes escaras u otras fuentes. Mi meta principal, sin embargo, era establecer relaciones, cuaderno de notas de campo. He complementado el método uno-a-uno con reuniones
entrevistas y experiencias de participante-observador -en el espíritu de un etnógrafo o de d e focus groups. He valorado las experiencias de participación-observante, sea un taller de
un periodista inmerso en el trabajo de campo—que me permitieran lograr una exploración trabajó, una manifestación o una conmemoración, y he vuelto a escribir lo que observé
humana en profundidad de la memoria y su significado en la sociedad chilena. o aprendí en el cuaderno de anotaciones. Mantuve activas las relaciones sociales con las
Para los propósitos del análisis histórico, la investigación oral sirvió dos objetivos: la personas entrevistadas devolviéndoles las transcripciones, solicitando sus reacciones y, en
comprensión de los rostros humanos de la memoria y el significado desde mediados y algunos casos, efectuando entrevistas adicionales. En casos donde surgieron informan­
fines de 1990, especialmente los chilenos comunes y corrientes, más que los conocidos; y tes claveT-gente que ofrecía posibilidades excepcionalmente ricas para una reflexión en
la integración de lo que aprendí vía investigación oral e inmersión en el trabajó de campo profundidad- complementé mi información no sólo con una investigación transversal
desde mediados y fines de los 1990, con el análisis de la creación y la lucha de la memoria de fuentes escritas, sino también con trabajo etnográfico y conversaciones con amigos o
a través del tiempo —como un proceso trazado a través de registros históricos—desde la familiares del informante, que me ayudaran a diversificar y contextualizar mi compren­
década de los 70 a los primeros años de la década de 2000. sión de la persona y mis entrevistas (estas conversaciones no están incluidas en la cuenta
Varias consecuencias resultaron y definieron la estrategia de la investigación oral. En de entrevistas ofrecida más adelante).
primer lugar, di prioridad a entrevistas acerca de historias de vida semiestructuradas, no En tercer lugar, si bien no tuve la pretensión de construir una sección transversal
al diseño de cuestionarios formales para un análisis válido estadísticamente o a muestras científicamente válida de la sociedad a partir de mi universo de entrevistados, sí busqué
representativas de población modeladas al estilo de encuestas de opinión en ciencias socia­ activamente a personas que representaran juna amplia variedad de campos de la memo­
les. Consulté las estadísticas de los encuestadores y los científicos sociales chilenos —son de ria, de trasfondos sociales y de perspectivas políticas. Después de todo, mi propósito era
buena calidad desde mediados de los años 80 en adelante—para ayudarme a comprender comprender cómo los temas y las luchas de la memoria se jugaron en la sociedad en su
contextos mas amplios de opinión publica y para servir como punto de referencia —y de conjunto, no simplemente en uno u otro campo de memoria de una sociedad dividida.
cotejo contra errores—en el análisis de las otras fuentes de la investigación histórica y oral. Mi objetivo informal de trabajo era asegurarme que había logrado buenas experiencias
Las entrevistas acerca de historias de vida semiestructuradas tocaron tanto el trasfondo de entrevistas en profundidad con al menos varios ejemplos de casi todas las perspectivas
personal del entrevistado como los eventos claves que vivió y los virajes significativos para sociales importantes que pudiera imaginar -de clase social, alineación política, campo

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de memoria, grado de conexión directa con la represión y otras similares—. Así, terminé reuniones con los familiares de las víctimas, que recogieron y analizaron los registros, que
entrevistando a personas de estilos de vida y que habían vivido experiencias del régimen implementaron el marco de enfoque de la Comisión y que prepararon los resúmenes de
militar muy diferentes. Entrevisté a mujeres de clase trabajadora de las poblaciones, de ba­ memos y carpetas para las deliberaciones de los miembros de la Comisión de Verdad y Re­
rrios de clase media y de sectores elegantes y exclusivos. En cuanto a clase y estatus social, conciliación. Incluso cuando me enfocaba en personas que trabajaron con organizaciones
había trabajadores de bajo estatus, como electricistas, carpinteros y guardias de seguridad; de derechos humanos como la Vicaría de la Solidaridad, una fuerte prioridad fue llegar a
de clase media o de clase media-baja, como secretarias, profesoras de escuela y biblioteca- conocer la perspectiva de una secretaria, una trabajadora social o un reportero gráfico.
rias; profesionales, como periodistas, abogados y terapeutas; y personas de notable riqueza Desde mi punto de vista, la mayor debilidad de la investigación oral fue la concentra­
o poder, como financistas, directores de periódicos y líderes políticos. Lo más importante ción del trabajo de entrevistas en el Gran Santiago y en las experiencias urbanas, más que
para mis propósitos fue que entrevisté a personas que habían cruzado las fronteras de en las rurales. Afortunadamente, la investigación de base regional hecha por espléndidos
memoria dividida que históricamente bloquearon en Chile la “conversación acerca de la académicos como Claudio Barrientos, Lessie Jo Frazier, Florencia Mallon y Heidi Tins-
memoria” —más allá del campo de memoria propio; más allá de los roles sociales de vícti­ man ha compensado en mucho esta debilidad.
ma, perpetrador y testigo; y más allá de la identidad como civil o militar. Usé tres métodos para identificar y vincularme a entrevistados potenciales: los contac­
Incluso dentro de ung_categaría social superficialmente homogénea,, busqué la diver­ tos sociales, la ubicación social y el oportunismo proactivo. 1) Para construir una red ini­
sidad. Mis “sacerdotes”, por ejemplo, incluyeron a un intelectual cerebral que ofreció cial de colaboradores (“entrevistados”), movilicé todo el espectro de mis contactos sociales
una inspiradora visión teológica, además de su experiencia en el mundo de los derechos para conectarme con distintos tipos de personas. Mis colegas chilenos y los contactos con
humanos; un sacerdote de la calle, que vivía en una mediagua en una población y cuyas derechos humanos jugaron papeles importantes al ir abriendo el mundo de las redes de
reflexiones de la vida cotidiana agregaron textura a la investigación sobre los aconteci­ derechos humanos, de las organizaciones sociales de base y de profesionales como periodis­
mientos y controversias de la memoria en dicha población; y un ex capellán militar que tas. Mi maravillosa familia extendida chilena de tías, tíos y primos me ayudó a conectarme
llegó a servir en una iglesia de un barrio exclusivo y que me llevó al mundo de las pers­ con los segmentos más conservadores y tradicionales de la sociedad chilena. En la medida
pectivas y experiencias de la Iglesia Católica conservadora. De manera similar, mi “gente en que mi red de contactos se expandía, usé el método de la bola de nieve —pidiéndole a
de la policía y militar” incluyó no sólo a ex oficiales, sino también a ex conscriptos, y la gente que me ayudara a identificar a otras personas interesantes- para ampliar mi mapa
no sólo a defensores y participantes del gobierno militar, sino también a aquellos que de posibilidades y establecer contactos inicialmente elusivos, como ex soldados. 2) Me
fueron purgados o marginados por ser disidentes o poco “confiables”. Entre las víctimas beneficié también de la ubicación social. Precisamente porque ciertos lugares y actividades
sobrevivientes busqué al activista persistente que se mantiene involucrado con un grupo atraen a personas involucradas en una u otra forma de trabajo o lucha de la memoria, mi
organizado -com o el de los familiares de los desaparecidos- en las duras y en las maduras, propia investigación me entregó las posibilidades de expandir las redes y conexiones socia­
pero también a aquella persona que llegó a desanimarse y se retiró, o a aquel que se retiró les. Por ejemplo, la investigación cotidiana en el archivo de la FAV creaba oportunidades
y volvió a participar. para conocer a otra gente, como el ex prisionero político y activista de la memoria Pedro
En cuarto lugar, mi interés por comprender al chileno común y corriente significó Matta, que también venía al archivo FAV día tras día, y que al final se volvió un amigo
que, salvo algunas excepciones, prioricé el acceso a individuos menos conocidos o dere­ cercano y abrió nuevas posibilidades de trabajo de campo e investigación en fuentes orales
chamente desconocidos, en luggr de interesarme en celebridades y figuras públicas cuyas y escritas. De manera similar, asistir a un foro de mujeres pobladoras -organizado por mis
voces y visiones de la memoria estaban disponibles en una gran cantidad de otras fuentes, colegas y amigos de ciencias sociales de Flacso—me ofreció la oportunidad de conocer
y con. poca_disposición de desviarse en. las entrevistas de posturas ya establecidas o de y aprender de las mujeres pobres de un barrio de clase trabajadora. 3) El oportunismo
moverse hacia un aspecto más personal. Las excepciones fueron para organizaciones o proactivo es quizás el método más difícil de explicar a los no iniciados. Representa vivir
grupos específicos que jugaron papeles importantes en las luchas de la memoria o en las en un estado de hiperalerta -com o un periodista que olfatea y persigue obsesivamente un
políticas de la verdad, casos en que sí busqué a líderes y figuras públicas. Por ejemplo, tema-que le permita a uno notar y “agarrar” cualquier apertura que emerja en cualquier
entrevisté a tres miembros (Jaime Castillo, Gonzalo Vial y José Zalaquett) de la Comisión momento, y crear alicientes verbales para observar reacciones y crear activamente nuevas
de Verdad y Reconciliación, y al ex presidente Patricio Aylwin, quien se jugó su presi­ aperturas. Por ejemplo, arrancar corriendo de la explosión de una bomba lacrimógena
dencia y su legitimidad en el trabajo de la Comisión, y también entrevisté a periodistas en una manifestación que conmemoraba el 11 de septiembre de 1973 creó un vínculo y
reconocidos (Emilio Filippi, Patricia Politzer, Patricia Verdugo, Cristián Zegers). Pero aun una oportunidad para preguntar sobre la vida de un exilado chileno que había retornado
en esos casos también busqué las caras menos conocidas: no simplemente a los miembros recientemente de Canadá. Considérese un ejemplo más sutil. Mis idas al Estadio Israelita
votantes de la Comisión, sino también a las personas que prepararon el terreno para las para ejercitarme y participar en actividades familiares disponían a una persona a pregun­

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tar cómo los judíos se relacionan con Israel. Canalicé la conversación hacia la idea de las algunos pequeños cambios (por ejemplo, la ocupación) que no afectaran el análisis. Una
diásporas y dije que los chilenos comprendían perfectamente el concepto de diáspora, excepción de esta convención de identidad es que algunas personas “comunes” tenían
dado que tantos de ellos terminaron deambulando en tantos lugares del mundo. Entonces razón para usar sus verdaderos nombres, sin considerar las implicancias de privacidad. Por
observé el lenguaje corporal, la reacción verbal, el posible compromiso con el tema. ejemplo, para una persona como Herminda Morales, una madre de hijos desaparecidos
De estos métodos resultaron -durante la investigación hasta 2002- 93 entrevistados, que dio una larga lucha en contra de las mentiras oficiales, usar un seudónimo sería caer
a los que prefiero considerar como colaboradores en una conversación. De éstos, 54 par­ en eTj uegodé la cultura de la desinformación y del secreto contra la cual ella había lucha­
ticiparon en entrevistas formales semiestructuradas, casi todas grabadas (sólo unos pocos do. Una excepción adicional ocurre cuando algunas personas comunes se transforman por
rehusaron hablar con una grabadora encendida). En casi todos los casos, las entrevistas un tiempo, por razones que van más allá de su control, en figuras vinculadas a aconteci­
duraron al menos una hora y media; en algunos casos, las conversaciones grabadas du­ mientos públicos, como Paulina Waugh (ver Libro Dos), la propietaria de una galería de
raron más de cuatro horas y en realidad comprendieron varias sesiones. En casi todas las arte que sufrió el ataque de una bomba incendiaria.
circunstancias aprendí también de mis colaboradores mediante intercambios y entrevistas
informales, antes y después de las entrevistas formales. Las 39 colaboraciones restantes C.2. Métodos, relaciones y representación
siguieron formatos de entrevistas más “oportunistas” o intercambios informales. Para ayu­ Algunos aspectos de método, particularmente la naturaleza de las “verdades” orales y la
dar a los lectores a distinguir entre las entrevistas formales semiestructuradas (casi siempre relación de uno con informantes, generan problemas sutiles que han llegado a ser objeto
grabadas) y las más oportunistas o informales (generalmente grabadas o resumidas en mis de discusión y debate académico. Quisiera aquí ofrecer mi aproximación a estos temas
cuadernos de anotaciones), en mis notas señalo las primeras como entrevistas y las últimas en cuestión.
como conversaciones. Para los estándares culturales chilenos, sin embargo, casi todos estos Como observamos anteriormente, he enfatizado el método de entrevista semiestruc-
intercambios serían considerados “entrevistas”. Durante el trabajo de campo complemen­ turada, de discusión abierta, que prioriza la conversación y el acto de escuchar, en una
tario que hice para el Libro Tres de la trilogía en 2006-2007, agregué a cinco nuevos colaboración similar a una presentación de jazz. Mi opción por este enfoque -en vez de,
entrevistados, además de volver a hablar con algunos del grupo original de 93. digamos, la encuesta preescrita con respuestas de selección múltiple que se presta para el
Las discusiones con focus groups, complementando las entrevistas individuales, tuvie­ análisis estadístico, o de la entrevista de “búsqueda de hechos” que prioriza el aislamiento y
ron lugar en cinco foros. En algunos, la memoria fue un tema central y de conversación el descarte de las falacias de la memoria- me alinea con el enfoque sobre las verdades y los
explícita; en otros, la memoria fue un tema que influía en la discusión más indirectamen­ métodos orales desarrollado por historiadores como Alessandro Portelli (ver The D eath o f
te, como un aspecto de la experiencia o la identidad que surgía y condicionaba una discu­ Luigi Trastulli an d Other Stories: Form andM eaning in O ral History, Albany: State Univer-
sión organizada formalmente acerca de un tópico distinto. Los grupos y tópicos recogidos sity of New York Press, 1991). Como Portelli demuestra de una manera brillante, si uno
en los foros, todos en 1996-1997, fueron los siguientes: mujeres de poblaciones hablando “acepta” al colaborador y la idea de qüéTaTmvésfigácipn oral se conecta fundamentalmente
sobre sus necesidades y experiencias como mujeres y como gente pobre; un taller de tes­ con el significado, se pueden descubrir verdades elusivas en otras fuentes. No se necesita
timonios de sobrevivientes y activistas de derechos humanos discutiendo estrategias de tomar la narración de hechos por el entrevistado como una verdad empírica indiscutible.
memoria, verdad y justicia en diálogo con la experiencia personal; mujeres y hombres de Por el contrario, uno tiene que someter todas las fuentes, escritas u orales, a la evaluación
las poblaciones discutiendo necesidades educacionales y económicas; veteranos militares, y corroboración crítica. Pero en la investigación oral, y especialmente para el estudio de
purgados en 1973 por sus inclinaciones constitucionalistas en vez de golpistas, discu­ la memoria en la historia, la brecha entre la verificación histórica empírica del registro de
tiendo la posibilidad de asegurar dignidad y reparación en democracia; y miembros de la acontecimientos y las maneras cómo éstos son recordados e interpretados se torna en sí
organización de familiares de los desaparecidos discutiendo el problema de la impunidad misma un dato empírico, volviéndose una fuente de información o “verdad” para la inves­
legal después de la presentación de un panel inicial de abogados de derechos humanos y tigación. Como señala Portelli, “la diversidad de la historia oral consiste en el hecho que las
figuras políticas invitadas. declaraciones ‘incorrectas’ son todavía psicológicamente ‘verdaderas’ ” (51).
Para preservar la privacidad, y también para aclararles a los no chilenos la distinción Tres problemas sutiles de método y representación surgen dentro de este enfoque y
entre figuras publicas y los chileno comunes y corrientes, he usado la siguiente conven­ requieren un comentario. Primero, construir una colaboración conversacional requiere
ción de identidad en el texto: para las figuras públicas, he utilizado los nombres y ape­ encontrar la base para una aceptación mutua. Desde un punto de vista práctico, usé
llidos auténticos; para las figuras no públicas, he respetado la privacidad empleando un cualquier aspecto de mi propio origen, intereses, personalidad y experiencia social que
seudónimo, un nombre y la inicial de un apellido. Én algunos pocos casos, cuando la pudiera ayudar a conectarme con la gente y construir una relación de credibilidad o con­
persona expresaba una preocupación especial sobre su identificación, introduje también fianza. Por supuesto, con algunos individuos fui más exitoso que con otros, y en algunos

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contextos sociales encontré que el proceso era más fácil que en otros. El hecho de que soy documentos que dicen...”), o en organizar una entrevista o conversación siguiente que
una persona de segunda generación de sobrevivientes del Holocausto, y que este aspecto abriera una nueva línea de discusión. El objetivo aquí no era obstruir al entrevistado o
de mi historia familiar me ha formado hasta lo más profundo de mi alma -m i sentido de impedir que volviéramos, después de una vuelta, a la historia que la persona quería contar,
ser, mis simpatías sociales, mis ansiedades e ideales-, me hace sentirme de cierta manera sino lograr una mayor pro encontrar el balance entre, escuchar y presionar.
más cómodo con gente perseguida y que ha pasado por intensas experiencias de vida Por razones similares (y como lo he mencionado anteriormente), encontré útil hacer
y muerte. No usé mi experiencia del Holocausto crudamente ni agité una bandera de investigación complementaria sobre ciertos informantes claves que ofrecieron posibilida­
horror (la lealtad afectiva hacia mis propios familiares y a su memoria excluyen un instru- des excepcionales para una reflexión en profundidad. He complementado la información
mentalismo tan vulgar), pero también es verdad que en algunas ocasiones mi experiencia oral que ellos entregaron con investigación transversal de fuentes escritas, y con trabajo
del Holocausto entregó un puente de credibilidad, de empatia y de intuiciones que fue­ etnográfico y conversación con amigos o familiares que pudieran ayudarme a diversificar
ron útiles en la conversación. Al final, y aunque esto pueda sonar extraño para otros, me y contextualizar mi comprensión de la persona y las entrevistas.
siento más “en casa” con personas que han vivido o sido testigos de la injusticia social o Un tercer problema difícil cuando se hace uso de fuentes orales es la representación.
de la persecución violenta. Desde finales de los 1980, las controversias académicas sobre la autoridad etnográfica
En otros contextos, otras facetas de mi experiencia personal me ayudaron a encontrar en los escritos antropológicos y sobre los usos y abusos de los escritos testimoniales han
puentes de intuición, conexión o aceptación para una colaboración conversacional. En el atraído una gran atendón.hacia losJsemas de verdad y representacióñreñlrhistoria oral y
mundo de los profesionales de derechos humanos, mis antecedentes como un intelectual la antropología. Un problema principal es cómo representar las relaciones'entre'investi­
inclinado hacia la izquierda y que apoya la solidaridad con los derechos humanos abría gadores e informantes. Ver James Clifford, The Predicam ent o f Culture: Twentieth-Century
un camino para conectarse. Con los mayores, la educación de respeto que aprendí de mis Ethnography, Literature an d A rt, Cambridge: Harvard University Press, 1988; Georg M.
padres ayudó. Con los conservadores, el valor que pongo en la familia, el afecto genuino Gugelberger (ed.), The R eal Thing: Testimonial Discourse an d L atín Am erica, Durham:
y la integración social que vivía con mi familia chilena, y mi inclinación general a inte­ Duke University Press, 1996; y la reciente controversia sobre Rigoberta Menchú, en D a­
resarme y escuchar a individuos que no son como yo, me ayudaron a encontrar caminos vid Stoll, Rigoberta Menchú an d the Story o fA ll Poor G uatem alans, Boulder: Westview
para conectar y aceptar (mi habilidad para gozar de la gente que es muy diferente a mí Press, 1999, y Arturo Arias (ed.), The Rigoberta M enchú Controversy, Minneapolis: Uni­
puede derivar del hecho de que desde hace mucho tiempo he sido un sociable arribista de versity o f Minnesota Press, 2001.
orígenes modestos: hijo de un sastre, estudiante universitario de “primera generación” en La respuesta más satisfactoria al problema de la representación se produce a través del
una universidad Ivy League dominada por familias muy educadas, así como un “extraño” género de escritura de historias de vida. El académico o los compañeros colaboradores
en una familia de refugiados del Holocausto. Hace mucho que estoy acostumbrado a ser pueden perseguir en profundidad la experiencia de vida de una persona, el análisis de
un forastero y un viajero social al que le gusta navegar, conectarse con gente de orígenes las transcripciones de las entrevistas y la dinámica de la relación entre el académico y el
radicalmente diferentes y aprender de ella). Quizás lo más importante, cuando una co­ informante. El género se presta en sí mismo a secciones o ensayos reflexivos, separados de
nexión social resultó elusiva, fue la total curiosidad intelectual. Hace largo tiempo que la háf rativa de historias de vida o transcripciones, analizando explícitamente la relación de
encontré el placer intelectual de descubrir la “lógica” del pensamiento y las experiencias autor y sujeto y su representación, así como la naturaleza de las verdades disponibles en las
de otra gente, y como un extranjerapudeplantearpreguntas inocentes p deiicadas -en el transcripciones de la entrevista. El campo de la historia de América Latina ha atestiguado
espíritu de buscar tutoría cultural- sin necesariamente ofender a las personas. recientemente dos espléndidos ejemplos de esta respuesta: Daniel James, D oña M arías
Un segundo problema sutil involucra el establecimiento de un balance entre escuchar Story: Life History, Memory, an d Political Identity, Durham: Duke University Press, 2000;
con una mente abierta la auténtica verdad incrustada en la historia o memoria de la per­ y Rosa Isolde Reuque Paillalef con Florencia E. Mallon (ed. y trad.), When a Flower is Re-
sona y usar las facultades críticas para presionar por más o “probar y criticar” la narrativa. born: The Life an d Times o fa M apuche Fem inist, Durham: Duke University Press, 2002.
A pesar del aspecto colaborador de la conversación, emerge también, en mayor o menor Como lo ha señalado Mallon, además, el género de las historias de vida tiene una larga
grado, un potencial tira y afloja. Uno quiere escuchar y comprender las historias de la gen­ y distinguida tradición -se remonta a la década de los 50, con el trabajo de campo de
te en su integridad, pero a veces también quiere mover los discursos fuera de la narrativa Oscar Lewis y Sydney M intz-en la antropología latinoamericanista.
preferida, hacia áreas no previstas o tabúes. Tuve cuidado en insertar en mis entrevistas la Los nuevos estudios de historias de vida han sido instructivos y han informado el
pregunta ocasional descentralizadora o incómoda (por ejemplo, “¿cuándo llegó usted a ojo crítico que llevo a mis fuentes de entrevistas. Para mis propósitos, sin embargo, esos
aceptar la muerte de su familiar desaparecido?”); en comprometerme en alguna forma a estupendos estudios no han resuelto el problema de la representación. Surgen varios obs­
cuestionar la lógica de la narrativa ( pero alguna gente podría decir...”, o “he visto algunos tácu lo s. Primero, el objetivo de este proyecto es comprender y trazar sistemáticamente

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la formación de las luchas de la memoria. No es fundamentalmente una historia oral. profesional en Chile. En los tres libros, cuando era relevante para el análisis, dejé que el
Requiere movilizar una cantidad y diversidad tan enorme de fuentes de múltiples géneros escepticismo sobre las memorias o las narrativas de informantes específicos se volviera par­
-escrito, audiovisual y oral-, que un enfoque de historias de vida, invitando a extendidas te de mi propia estrategia de narración. Un ejemplo obvio ocurre en el relato del coronel
y explícitas reflexiones sobre relaciones y representación relacionadas con entrevistas y Juan (Libro Uno, capítulo 3). Un ejemplo más sutil sucede cuando critico las memorias
fuentes orales particulares, no es práctico. Del mismo modo en que algunos tópicos de activistas que trazan una línea demasiado fuerte entre el trabajo de hormiga del activismo
investigación requieren que un historiador social deduzca verdades históricas de miles de anterior a 1983 y la erupción de las importantes protestas callejeras entre 1983-1986
documentos analizados críticamente, en vez de enfocarse especialmente (como podría (Libro Dos, capítulo 5).
hacerlo un académico literario) en un texto excepcionalmente rico, yo encontraría simpli- Asimismo, en los tres libros he usado las notas tanto como un vehículo para comenta­
ficador y engañoso localizarse en “una” única vida para este proyecto. rios como para documentación. Esto deja espacio para una apreciación crítica más exten­
Seguríd'oryó tengo un “problema de Holocausto”. Entrar en profundas y amplias re­ dida sobre problemas metodológicos específicos o sobre fuentes históricas, ya sean escritas
flexiones sobre mí mismo y mis relaciones en el texto —más allá de las reflexiones en este u orales.
ensayo sobre fuentes- arriesgaría violar la integridad de mis colaboradores y la historia
chilena. Mi propia historia familiar es tan dramática y se relaciona tan estrechamente con
uno de los símbolos abrumadores de nuestros tiempos, que insistir sobre ello demasiado,
en un estudio sobre Chile, parece ética y profesionalmente irresponsable. Hacerlo arries­
garía tornar la impactante experiencia chilena como una especie de blanco de contraste
unidimensional, en lugar de una historia humana valiosa y que merece ser analizada en su
propio derecho. La “caja de la memoria del Chile de Pinochet” se deformaría sutilmente
hacia el relato de un “judío del Holocausto en el Chile de Pinochet”. Quizás habrá otro
tiempo y otro lugar para una reflexión personal más extendida, pero no hoy ni en esta
trilogía.
Tercero, precisamente porque el Chile de Pinochet es un ejemplo del mal radical, en­
trega un desafío a la representación mucho más extremo e inextricable que los problemas
que atañen a la historia oral como tal. En este sentido, las dificultades de representación
que aquejan a este libro pertenecen a una corriente de reflexiones académicas y filosóficas
sobre representación provocadas por el Holocausto y otros ejemplos de mal radical en la
historia mundial. El diseño de esta trilogía -el uso de un volumen introductorio enfocado
en historias humanas, el uso de epílogos que extienden y algunas veces perturban los capí­
tulos principales que inmediatamente los preceden, la sobria reflexión sobre la “futilidad
de la historia” en el epílogo que sigue al análisis de la Comisión de Verdad y Reconcilia­
ción (en el capítulo 2 del Libro Tres)- prioriza este enorme problema de la representación.
; El gran problema es éste: ¿cómo representamos, historizamos y analizamos las relaciones
| sociales y las atrocidades extremas que desafian nuestra imaginación, nuestra suposición
j de orden moral y nuestra noción de la humanidad?
t_ En lugar de incluir en el texto extendidas reflexiones sobre fuentes orales y mis rela­
ciones con ellas, he recurrido a un enfoque y compromiso más sutil. En ét Libro Uno,
el volumen introductorio que enfatiza los retratos humanos de una sociedad atrapada en
una impasse de memoria, y que es el libro más “literario” o etnográfico en textura, he per­
mitido que mi rol en las conversaciones y entrevistas surgiera aquí y allá, como una parte
orgánica de la historia. En el capítulo 2 y su epílogo, pern^SmKéft^^«S®artiireves-del
diálogo entre mi experiencia familiar del Holocausto y la experiencia de la investigación

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