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No es la primera vez que veo al público en general aceptar el discurso de los demás.

Los
pensamientos -hoy lo sabemos- son el resultado de haber pergeñado a lo largo del tiempo, y no
siempre en la misma dirección, la primera constatación inicial. No me extraña nada que los
primeros homínidos prefirieran, sin embargo, codearse solo en pequeñas aglomeraciones; casi todos
sus vecinos eran enemigos y tenían tendencia a engañar al resto. El propio idioma, al comienzo,
resultó ser un invento para engañar a los demás. Por eso prevaleció siempre la mirada o la caricia.

Muchas veces cuesta aceptar que las reglas seguidas durante siglos hayan dejado de estar vigentes, o
casi. No asombra a demasiada gente que, por primera vez en la historia, todo debe amoldarse a la
'antigua constitución'. ¿Alguien sabe de veras el detalle de la 'antigua constitución'? He hecho la
prueba, personalmente, de ver lo que la gente entendía por la 'nueva constitución'. En términos
generales, ni idea. A la mayoría de la gente lo que le cuesta admitir es lo nuevo que está
descubriendo: que la memoria es mucho más frágil de lo que creía. Todos los grandes científicos
están hoy de acuerdo en que la realidad puede ser muy distinta de la memoria que habían conservado
de ello.

La catedrática de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid Mónica de la Fuente


explicó en una ocasión que los humanos tenemos, además de la edad cronológica, una edad
biológica; y estas no tienen por qué coincidir. La edad biológica nos indica cuánto envejecemos.
Una persona puede tener 60 años cronológicos, pero, si se cuida, come bien, hace deporte y soporta
poco estrés, su edad biológica puede ser de solo 40 años. Los científicos están descubriendo que uno
de los principales reguladores de nuestro envejecimiento es el conjunto de bacterias que tenemos los
humanos. Somos una comunidad andante de bacterias, ya que nuestro cuerpo alberga hasta
diez veces más bacterias que células propias.

Pues bien, el conjunto de bacterias que viven en nuestros intestinos están compuestas por
microorganismos, de los cuales unos nos benefician y otros nos perjudican. El que predominen unos u
otros depende, sobre todo, del estado de nuestro sistema inmunitario, el cual depende, a su vez, de la
dieta, del deporte y de nuestras emociones. En situaciones de estrés, los humanos liberamos una
hormona que se llama cortisol. Esta hormona cumple su función, pues en situaciones de
peligro o riesgo nos puede alertar para poder reaccionar a tiempo.

Seguramente, nos salvó la vida varias veces cuando aún vivíamos en las cavernas y el oso de turno
nos acechaba. Hoy resulta que el tipo de vida que llevamos es responsable de que mucha gente
sufra estrés y libere cortisol de manera sostenida. Ahora bien, el cortisol en exceso tiene
efectos perjudiciales para la salud. El principal es que causa un desequilibrio del sistema nervioso;
por eso, en situaciones de ansiedad somos más propensos a pillar alguna bacteria, porque nuestro
nivel de cortisol está en baja forma.

Así que no solo hay que cuidar la dieta y la forma física. También debemos esforzarnos en padecer
menos ansiedad. Y esto requiere, sin duda, saber gestionar las emociones de uno mismo. Saber
qué sentimientos se mueven por ahí dentro y aprender a gestionarlos; es lo que se denomina
'aprendizaje social y emocional', algo que todavía no está incorporado en los currículos
escolares de este país, pero que es crucial para que los futuros ciudadanos no sucumban a los
desafíos de la sociedad actual.

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