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EL RECHAZO Y EL ABANDONO, HERIDAS INFANTILES CUANDO LOS

PADRES SE SEPARAN1
José Gabriel Alcalá Farrera
Sobre el divorcio
La separación de los padres, durante la infancia de los hijos, suele ser un suceso
importante, que funciona como un factor que puede ser negativo o positivo para el
desarrollo afectivo y/o psicológico de los hijos. Sin embargo, el divorcio es concebido
generalmente como un factor desorganizador, que genera temor y angustia en la estructura
familiar. Es decir, no es un suceso sencillo de asimilar y manejar tanto para los padres
como para los hijos.
Todos los niños y niñas tienen derecho a mantener una relación con cada uno de sus
progenitores, también tienen derecho a que se garantice su desarrollo integral. Para
facilitar su desarrollo emocional necesitan convivir y recibir el afecto de la madre y del
padre. Sin embargo, en los casos de divorcio, muchas veces pareciera que el padre se
divorcia a la vez de los hijos, cuando esto no es cierto. Los que se separan o divorcian son
los padres, no los hijos.
Para Mendell (1988) “el divorcio significa la pérdida parcial de una relación (por lo
general, con el padre, aunque el niño casi siempre tendrá que soportar la disponibilidad
disminuida de ambos padres, ya que la madre tendrá que trabajar o de alguna manera
estará preocupada, es decir, deprimida). No obstante, la pérdida es permanente. (p. 305)”.
La ausencia (física o emocional) de uno de los progenitores genera en el niño muchas
preguntas, a lo cual el padre o la madre restante, no sabe que o como contestar, hay que
entender que se trata de un duelo, por parte de ambos padres y también para los hijos, es
una situación difícil, en la que el pensamiento y las emociones no son del todo claras. En
la mayoría de los casos, estas preguntas no son respondidas, simplemente quedan
ignoradas o contestadas con mentiras. Los niños son muy hábiles para reconocer cuando
sus padres les mienten y también cuando aluden temas que no desean o que no se deben
hablar.
Dolto (1991) menciona al respecto que “al principio, el divorcio es para
ellos [para los hijos] todo un misterio, pero no debería seguir siéndolo; en
efecto, se trata de una situación legal que también para los hijos aporta una
solución. Lo cual puede ser explicado en el consultorio del psicólogo o del
médico cuando padres mal avenidos acuden con los niños y empiezan
diciendo: “nos vamos a divorciar”. (…) en ocasiones, resuelve una
situación de desavenencia que se agrava a medida que los hijos crecen,

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Conferencia presentada en la Universidad del Valle de México, campus Tuxtla, el 05 de septiembre de
2016.
puesto que ellos mismos intentan restablecer en vano la atmosfera familiar
anterior. También puede ocurrir que, llegados a la pubertad, los
adolescentes entren en guerra abierta con uno de los padres, pretextando
que ven al otro desdichado. Por tanto tomando partido por uno de ellos. En
todos estos casos, el divorcio clarifica la situación para el niño, siempre y
cuando todo sea dicho abiertamente, y de forma oficial, ante el resto de la
familia y de los amigos. (pp. 11-12).”
Hipótesis del rechazo
Pese a esto, cuando el niño sigue con esa duda, de porque su padre (generalmente es el
padre, pero no exclusivamente él, quien se separa de la familia), no está más con ellos,
esta duda lo angustia, y para detener este sentimiento empieza a crear hipótesis o fantasías
acerca de la ausencia de su padre. Tal como lo menciona Loreto (2011) “cuando los niños
no saben pero intuyen y desean saber, lo que hacen es inventar sus propias teorías. Así
que, ante su curiosidad, el niño inventa, porque lo que vive con mayor angustia es que sus
intuiciones queden sin explicación. (p. 23).”
La más habitual de ellas, es la hipótesis del rechazo, sin una explicación o al menos
convincente por parte de los progenitores, el niño interpreta la información de su situación
familiar y la relaciona con el mismo. La hipótesis queda formulada más o menos de esta
forma “no soy lo suficientemente bueno para mi padre/madre por eso me ha rechazado”.
El rechazo genera una herida emocional, y como está herida es provocada por alguien de
suma importancia en la vida del infante, lo desestabiliza, le proyecta un mundo inseguro
en donde hasta las personas más amadas le pueden lastimar, por tanto es necesario
formarse barreras que lo puedan defender de los demás.
Una de estas defensas es el desapego hacia la figura que lo rechazo, este desapego crea
una especie de programación que se activa cada vez que tiene que relacionarse con
personas similares al padre o la madre ausente. El desapego puede desencadenar
dificultades para su identificación sexual y para establecer vínculos emocionales con
personas de su mismo sexo.
Tal como lo menciona Bourbeau (2011) “la herida de rechazo radica en el progenitor del
mismo sexo. (…) es normal y humano no aceptarlo y tenerle resentimiento hasta el punto
de odiarlo. (…) al no aceptar al progenitor que ha contribuido a causar tu herida, también
es habitual tomar la decisión de no utilizarlo como modelo. (p. 36).”
Las figuras parentales del mismo sexo cumplen con funciones específicas como
enseñarnos a amar y amarnos, por este motivo el desapego a ellas, es desencadenante de
conductas desadaptativas, como la evitación social, desconfianza en los demás,
sentimientos de inferioridad, sentimientos de culpa y de rechazo a sí mismo.

La máscara de la huida
Para aclarar el concepto de mascara, desde la psicología analítica, es aquella parte de
nuestra personalidad que exponemos ante los demás y ante ciertas situaciones, su
principal función es la de adaptarnos a la vida social, sin embargo, cuando ocurre una
identificación con la máscara, ésta se presenta como si fuese nuestro verdadero yo, cuando
en realidad, ésta es solo una parte de nosotros. La máscara es la posición que asumimos
frente al otro. En este sentido serian como los roles, (ser hombre, ser madre, ser maestro,
entre otros). Y como bien sabemos, estos roles traen consigo ciertas características que se
esperan para cada uno de ellos. Ante la sociedad “los hombres no deben llorar”, “las
madres son buenas”, por ejemplo, aunque, evidentemente no todas las madres son buenas
y los hombres deben y pueden llorar.
Para Las Heras (2008) la máscara se encuentra “situado en el estrato
consciente, sus raíces se extienden – profundas – en lo Inconsciente
Colectivo. Hay en cada individuo, desde el momento de su nacimiento,
elementos innatos que determinarán – primariamente – el tipo de máscara
a desarrollar para enfrentar los desafíos del mundo exterior. Jung ha sido
el primer investigador en descubrir la condición innata del rostro externo
de la psique.
La persona es configurada por tres circunstancias:
a) Lo innato.
b) Aquello que los demás esperan de uno y que el individuo conoce que
se espera de él a causa de su vida en sociedad.
c) Lo que el individuo desea ser, por un lado. Y lo que quiere mostrar a
los otros que es. No sólo la situación presente, sino también a través
de su proyecto de vida. (p. 29).”
La máscara huidiza, es entonces la posición que asumen las personas con la herida del
rechazo, para huir del mundo social, para no involucrarse con los demás, evitando así
volverse a sentir rechazados. Sin embargo, cuando asumen esta posición, huyen hacia su
mundo interior, aislándose, rechazando a los demás y rechazándose a sí mismos. Su
máscara es al fin y al cabo la armadura con la que intentan proteger su herida pero también
en la que se encierran.
Bourbeau (2011) aplica el término huidizo a la persona que sufre rechazo, menciona que
“la máscara huidiza es la personalidad o el carácter que se desarrolla precisamente para
evitar el sufrimiento de la herida de rechazo. (p. 32).” Más adelante explica que “la
persona huidiza es aquella que duda de su derecho a existir (…) la persona afectada por
esta herida tiene la tendencia a huir de su mundo. (pp. 33-34).”

Hipótesis del abandono


Otra de las hipótesis que el niño crea para detener la angustia, es la del abandono, esta es
formulada no sin la ayuda del contexto en el que se da la separación, influye en gran
manera lo que dice el padre/madre que se queda a cargo del niño sobre su expareja, los
ataques negativos hacia la expareja, alimentan la hipótesis del abandono. El sentirse
abandonados por el padre o la madre, genera una herida emocional diferente a la creada
por el rechazo, en este caso el mundo es percibido igualmente inseguro pero en el sentido
de que las cosas en las que confías pueden desaparecer de un día a otro, en pocas palabras
las personas te pueden abandonar, en cualquier momento.
Como lo expresa Mendell (1988) “el niño puede estar relativamente abandonado por
ambos padres como resultado del divorcio. Uno se ha ido de casa, mientras el otro debe
dirigir su atención más (de lo común), hacia otros asuntos. De este modo, el niño tiene
que confrontar de manera precipitada y forzosa la fragilidad de su mundo. La seguridad
que proporciona una unidad de padres intacta se da por sentada en la mayoría de los niños
de estas familias (afortunadamente); sin embargo, los niños de padres divorciados nunca
más pueden sentir esa seguridad. Siempre existe la posibilidad, aunque no se hable de ella
(¡y en ocasiones si se habla!), de que “si papá puede ser expulsado, también puedo serlo
yo”, y “si papá me puede abandonar, también mi mamá puede hacerlo”. (p. 307)”.
Además es muy probable que él que sufre la herida de rechazo también llegue a sentirse
abandonado, por ejemplo, rechazado por el padre que se separa de la estructura familiar
y abandonado por la madre, quien ahora se encuentra más ocupada por el trabajo, las
actividades del hogar y/o los hermanos menores o que necesitan más atención de su parte.
Como podemos observar, la herida del abandono, se sitúa en la dimensión del hacer y del
tener con respecto al progenitor que queda a cargo (generalmente la madre).
Según Bourbeau (2011) “muchas personas que sufren la herida de abandono
experimentaron de pequeñas una profunda falta de comunicación con el progenitor del
sexo opuesto. Para ellos, este progenitor era demasiado reservado, y aun cuando deseaban
que se hiciera cargo de ellos, estaban convencidos de que no le interesaban. De acuerdo
con mis observaciones, la herida de abandono se vive con el progenitor del sexo opuesto.
He observado que la persona que sufre de abandono también suele sufrir rechazo. Cuando
es joven se siente rechazado por su progenitor del mismo sexo y abandonado por el del
sexo opuesto, de quien cree que debía haberse ocupado de él, y sobre todo, que debió
haber velado para que fuese menos rechazado por el otro progenitor. (pp. 54-55).”
Para hacer frente a este tipo de sentimientos, los niños adquieren conductas que puedan
asegurarles el no ser abandonados por los demás, entre ellas están, la simpatía forzada, el
infantilismo, miedo a la soledad y la dependencia hacia los demás, lo que los lleva
también a sentirse no amados, ni por ellos mismos ni por los demás. La hipótesis del
abandono o la herida del abandono se generan principalmente cuando los padres que
quedan separados de la familia son del sexo opuesto al del hijo.

La máscara de la dependencia
La máscara que se desarrolla como defensa al abandono es la de la dependencia. Estas
personas suelen exigir a los demás: demasiada atención, cuidados, afecto, etcétera. En si
demandan las necesidades que no pudieron obtener en su infancia o al menos no en su
totalidad o que no fueron satisfechas por el progenitor del mismo sexo. Se aferran a los
demás para evitar volver a sentirse abandonadas. Sin embargo, esta tendencia a aferrarse
a los demás, las vuelve en algunos casos intolerables para la otra persona, en el sentido
de que les exigen demasiado, tiempo, afecto, protección, dinero, esta exigencia puede
convertirse en un ataque de celos. Esta tendencia a evitar ser abandonados es impulsada
por el miedo que tienen a la soledad.
Bourbeau (2011) sugiere que los que portan esta máscara suelen asumirse como víctimas,
menciona que “una víctima es una persona que crea todo tipo de problemas en su vida,
pero especialmente problemas de salud para llamar la atención. Esto responde a las
necesidades del dependiente, que cree que nunca recibe suficiente atención. (…) el
dependiente es una persona que dramatiza mucho: el más mínimo incidente adquiere
proporciones gigantescas. (p. 58).”

Algunas consideraciones
Estas heridas parecen ser características en la personalidad de niños de padres separados,
por ser esta situación más favorable para el surgimiento del sentimiento de rechazo y
abandono por parte de alguno de los progenitores, empero no se trata de un asunto de
exclusividad pues estamos hablando de sentirse rechazados o abandonados, que puede ser
muy diferente a verdaderamente estarlo en la realidad. Diferenciando la realidad psíquica
de la propia realidad.
Aunque como toda complejidad humana, estas particularidades no aparecen aisladas de
otras características o de otras heridas emocionales. Tal como lo advierte Bourbeau
(2011) “al profundizar aún más en este estudio de caracteres, podrás comprobar que la
mayoría de las personas tienen varias heridas, aunque no todas expresan el mismo grado
de dolor. (p. 55).”
Lo que cada persona es en la actualidad, es una forma única de ser en el mundo y no
representa solo la suma de vivencias o sucesos. Las heridas infantiles emocionales
permanecen hasta la edad adulta, formando parte de su totalidad, esto no quiere decir que
estén condenadas a sufrir por toda su vida, sino que se trata de integrar estos aspectos al
Self. Tal como lo menciona Jung (1991) “es obvio que semejante destino encierra
innumerables alternativas. Puede que por sus propios esfuerzos –al precio de inhibiciones
y de luchas interiores inadvertibles para los que le rodean e incomprendidas por él mismo-
el individuo llegue a componer “la avería” infantil, a compensar las disposiciones
negativas heredadas de sus padres. (p. 92).”

Referencias
Las Heras, A. (2008). Manual de psicología Junguiana. Trama. Buenos Aires.
Bourbeau, L. (2011). Las cinco heridas del alma que impiden ser uno mismo. Ob stare.
España.
Loreto, E. (2011). Explícame qué ha pasado, guía para ayudar a los adultos a hablar de
la muerte y el duelo con los niños. Fundación Mario Losantos del Campo. España.
Dolto, F. (1991). Cuando los padres se separan. Paidos. España.
Jung, C. (1991). Conflictos del alma infantil. Paidós. España.
Schaefer, C. & O’ connor, K. (1988). Manual de terapia de juego (volumen I). México.
Manual moderno.

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