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FILOSOFÍA

UNIVERSIDAD CÉSAR VALLEJO – LIMA ESTE FILOSOFÍA

La actitud filosófica
Sesión 2

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El Pensador por Auguste Rodin, (1881 y 1882). Encargado en 1880 por el Ministerio de
Instrucción Pública y Bellas Artes de Francia. Museo Rodin en París.

Programa Académico de Formación General

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ACTITUD FILOSÓFICA

La actitud filosófica es una postura frente al mundo, al saber, a la sociedad y a sí mismo. Es la


actitud que asume quien busca «pensar en sí mismo»; es fomentar el gusto por el saber, por la
investigación, fomentar el asombro por todo lo que existe y nos rodea.

La actitud filosófica es la disposición humana superior de aceptación o valoración del


conocimiento. Parte de la propensión natural del hombre por conocer la realidad, con una
particularidad analítica, crítica, problematizadora, buscando el fundamento de los objetos, los
hechos y las circunstancias que le rodean, y asumiendo una posición totalizadora.

La actitud filosófica -como cuestionamiento radical sobre el sentido de la realidad más


allá de las apariencias, de la opinión y las explicaciones convencionales-, se distingue de por la
elaboración sistemática del pensamiento filosófico, que se inició en el círculo de alumnos de
Platón y que ha recibido el nombre de “filosofía académica” en recuerdo de la Escuela fundada
por él.

Adoptar una «actitud filosófica» ayuda al ser humano -cualquiera que sea su situación, y
en cualquier actividad que desarrolle- a examinar críticamente sus más íntimos y arraigados
presupuestos mentales; a poner en relación la propia actividad con las grandes ideas y teorías
dominantes en la cultura; a adquirir una visión más amplia y contextualizada de la propia acción;
a evitar la superficialidad; a dotar al pensamiento de mayor consistencia; y a formarse una visión
del mundo coherente, sinóptica y global, etc. Los beneficios de la actitud filosófica se multiplican
exponencialmente en el caso de las personas que realizan tareas educativas.

La actitud filosófica es importante porque consiste en ese “vivir despierto”, en un


constante inconformismo que nos lleva a plantear preguntas. Quien tiene actitud filosófica no se
habitúa al mundo. No puede vivir dormido sino en alerta, despierto y mirando. La actitud
filosófica se distingue de la “actitud natural”, que es aquella que no se cuestiona y que desarrolla
la vida respondiendo tan solo a la urgencia de la supervivencia. La actitud filosófica plantea
interrogantes radicales y últimos, busca el sentido de la existencia e intenta alcanzar lo que está
más allá.

Características de la actitud filosófica

La filosofía no es una cuestión privada, sino que se constituye en diálogo, en comunidad


y en contexto, por medio del asombro y del cuestionamiento. En palabras de Gómez (2007):

La actitud filosófica puede ser caracterizada por una disposición de la sensibilidad que nos ubica
ante el mundo de modo intuitivo y crítico en tanto que nos permite sorprendernos de la
existencia y cuestionar lo evidente; analítico y reflexivo porque nos impele a buscar el sentido
de nuestra experiencia mediante el examen de las razones propias y de los otros y nos hace
preguntarnos por nosotros mismos; creativo en cuanto demanda la explotación de nuevas
posibilidades de comprensión; y solidario puesto que es en el compromiso con la investigación
comunitaria y dialógica como llegamos a dar cuenta de nosotros mismo y de cómo vivimos. (p.
22)

Al caracterizarse la actitud filosófica como una disposición y una relación con el


conocimiento, es importante crear espacios de indagación, para estimular la actitud filosófica en
los estudiantes, ya que esta permitirá propiciar la duda, la incertidumbre, el asombro y el
cuestionamiento, los cuales se materializan en el pensamiento crítico, creativo y ético. Sus
características son:

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 Es totalizadora. El filósofo estudia la integridad de la realidad y sus planteamientos


son generales.
 Es analítica e interpretativa. El filósofo identifica un problema y analiza su
contenido, y estudia sus elementos.
 Es crítica. El filósofo utiliza el juicio. No admite ninguna afirmación sin haber
reconocido o evaluado su valor o legitimidad.
 Es innovadora e inventiva. El filósofo busca nuevas ideas y busca lo diferente.
 Busca alternativas de solución a los problemas. El filósofo plantea solución a los
problemas que se presentan en la naturaleza y la sociedad

Las actitudes frente a la realidad

El filosofar implica una gran necesidad de estar en la realidad y una gran necesidad de saber
cómo es esa realidad, más allá de sus apariencias puramente empíricas. Quien no tiene esas dos
condiciones, no es apto para filosofar. Hay dos maneras de saber cómo es el mundo: mediante
la observación de nuestros sentidos (actitud natural o prefilosófica) y a través de la razón (actitud
reflexiva o filosófica).

Actitud cotidiana o natural


La actitud natural nos dice: el mundo es tal y como lo vemos. El individuo que tiene una
conciencia o actitud natural (ingenua, objetivista y dogmática) no pregunta ni se pregunta.
Perdido en su mundo cotidiano, concibe el mundo como existiendo, sin atreverse a cuestionar,
sin problematizar la realidad.

En la actitud natural el hombre vive primariamente, en la cual se deja guiar por opiniones
recibidas desde afuera sobre lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo útil y lo inútil. Aquí el sujeto
es enteramente pasivo; no hace más que tomar ciegamente lo que se le ofrece como válido. Por
esto carece de claridad sobre los motivos de su obrar, pues no lo inquietan. El hombre de la
actitud natural vive, por decirlo así, en la irreflexión. Aquí existe el hombre seguro del mundo
circundante, guiado ciegamente por la fe, impasible frente a los enigmas que lo rodean.

Actitud filosófica
Solamente cuando se pasa de la actitud natural a la actitud crítica y reflexiva, el sujeto percibe el
mundo como problema, fuente de múltiples interrogantes profundos que demandan respuestas
para la comprensión del mundo problemático. En la actitud reflexiva se detiene la marcha
ingenua y espontánea del pensamiento para lanzarse sobre las cosas, captarlas, definirlas y
volver el pensamiento sobre el sujeto mismo. De esta manera el mundo de las cosas, la realidad
exterior, se torna problemática, es decir, filosófica.

El hombre aspira a saber y no se da por satisfecho con el saber natural, sino que se siente
acosado por preguntas que lo impulsan hacia un saber fundado y del cual pueda hacerse
responsable. De esta manera, se presenta la actitud reflexiva, crítica, filosófica, surge de la
admiración; «Es vivir despierto», «en alerta», no habituado al mundo, sino en un constante
inconformismo. Plantea interrogantes radicales y últimos. Radicales, pues están en la raíz de la
realidad y de la existencia humana; últimos, pues más allá no se puede preguntar. Busca el
sentido de la existencia y desborda lo pragmático (es desinteresada).

Es un modo de «humanizarse», porque con ella realizamos lo que nos vuelve más
radicalmente humanos: pensar, desvelar la verdad, descubrirla para huir de la ignorancia. La
actitud reflexiva se pone en movimiento cuando el individuo expresa su afán de saber y
comprender, de pensar las cosas en su conjunto, desde la totalidad. Cuando la mente pensante
examina las cosas asume una actitud crítica, y cuando los sistematiza se da la actividad
especulativa. La filosofía es un saber de fundamentación, hecha del pensar de toda la humanidad
sobre sus mayores y más acuciantes preguntas, y de las respuestas que los mayores pensadores
intentaron encontrar.

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Actitud científica
La actitud científica se caracteriza como objetiva, explicativa, fundada, sistemática, metódica y
verificable. La actitud científica es selectiva porque el hombre de ciencia estudia determinadas
áreas de la realidad, así los psicólogos investigan los procesos del comportamiento, los químicos
las transformaciones internas de la materia, etc. La actitud científica es además:

 Metódica, en tanto se basa en el empleo riguroso de las etapas del método científico.
 Sistemática, pues sus conocimientos guardan una relación de coherencia entre ellos.
 Explicativa y selectiva, busca solucionar ciertos hechos constantes y predominantes,
dado que cualquier conclusión está adecuadamente probada o verificada. Los
conocimientos científicos tienen que ser sustentados con hechos, para ser considerados
“verdad”.
 Objetiva, teórica y eficaz, pues sus conocimientos describen la realidad tal como es.
Por ejemplo: se ha demostrado que la el consumo habitual de la marihuana genera
dependencia y, por lo tanto, el adicto va a experimentar el “síndrome de abstinencia”, ya
que organismo reacciona por la falta de la droga.

EL PROBLEMA FILOSÓFICO

Un problema filosófico es, como todo problema, una cuestión que se presenta como mínimo con
una solución sospechosa. A diferencia de las proposiciones ordinarias (descriptivas), los
problemas no son aseveraciones de la realidad o aproximaciones asertóricas, sino un
planteamiento acerca de lo posible, cuya respuesta no puede ser inmediata.

En este sentido, la filosofía es un conocimiento problemático que nos enriquece, amplia


nuestra imaginación intelectual y nos libera de la seguridad dogmática que cierra el espíritu de
todo proceso de investigación, de indagación y búsqueda de la verdad. Los problemas filosóficos
no pretenden una respuesta, la principal ocupación de la filosofía es cuestionar y aclarar algunas
ideas muy comunes que todos nosotros usamos cada día sin pensar sobre ellas. Sin embargo,
existen preguntas que admiten una solución satisfactoria y tales preguntas son las que se hace
la ciencia; otras se cree imposible que lleguen a ser nunca totalmente solucionadas y
responderlas siempre insatisfactoriamente es el empeño de la filosofía.

Características de los problemas filosóficos por su origen

La filosofía se basa en una actitud innata del hombre, en una tendencia que pertenece a su
naturaleza, y por la cual se lanza a la búsqueda de soluciones a los problemas que lo afectan. Esta
tendencia hacia la verdad, ese ímpetu de conquistar lo desconocido, la búsqueda de un más allá
que da sentido a la vida es el origen a priori de la filosofía.

Se puede negar la metafísica como ciencia -tal es la tesis kantiana- pero no se puede negar
la tendencia humana para hacer metafísica. El mismo Kant aceptó dicha tendencia. En
consecuencia, el origen de la Filosofía debe buscarse en algo a priori, en algo que caracteriza al
hombre en su misma esencia: la tendencia a la búsqueda de lo atemático dentro de lo temático,
de lo implícito dentro de lo explicito, del fundamento dentro de las tesis científicas.

Por otro lado, a posteriori, se puede observar que todo sistema filosófico ha tenido su
origen a partir de una intuición general, que sirve como estructura del resto de las tesis de ese
autor. Esa intuición filosófica es donadora de sentido, es universal, es integral, y logra, con su
captación, la síntesis de elementos, a primera vista, dispersos. (Platón, Kant, etc.)

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Características de los problemas filosóficos por su objeto

En primer lugar, la filosofía pretende una fundamentación suprema de todas las tesis que
sustenta. Filosofar consiste en profundizar hasta los cimientos o bases sobre las cuales se edifica
la estructura de las tesis a firma das. Esto es lo mismo que estudiar las causas supremas. En
segundo lugar, la filosofía abarca los temas no solo en profundidad, sino también en extensión,
la filosofía quiere abarcar todo cuanto existe, todo ente. Así es cómo la metafísica, núcleo de la
filosofía, tiene como objeto el ser. Por último, la filosofía es un saber plenamente humano, en el
sentido de que penetra justamente en los temas y cuestiones que afectan íntimamente la vida
personal de cada hombre. Ejemplo, la filosofía es la que trata los temas existenciales, como la
libertad, el amor, la intercomunicación personal, la fidelidad, la obligación, el bien y el mal, el
fin supremo y la felicidad.

Características de los problemas filosóficos en cuanto a su resolución

La filosofía, en cuanto a la resolución de sus problemas, sigue un método eminentemente


racional. Lo cual no significa que se desechen los datos empíricos, pues, al contrario, éstos
constituyen, precisamente, el material sobre el cual la inteligencia profundiza y encuentra su
causa o razón. E l método filosófico es, pues, un uso equilibrado de experiencia sensible y razón,
es experimental-racional.

En este contexto, es importante saber que la filosofía es desinteresada, en cuanto que el propio
conocimiento de sus tesis, problemas y soluciones proporciona, por sí mismo, una plena
satisfacción al intelecto que los contempla. La filosofía constituye, por sí misma un objeto
valioso, al cual tiende la inteligencia como finalidad plena.

LA ACTITUD FILOSÓFICA Y LA ACTITUD CIENTÍFICA: RELACIONES Y


COMPLEMENTARIEDAD

Por Enrique Paz Castillo


Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales, docente del Departamento de Humanidades de la Universidad
Privada Antenor Orrego.

La palabra ciencia, en su significado original, expresa la idea de conocimiento, pero, sobre todo,
de conocimiento verdadero. Por ello, en la antigüedad no existe la distinción entre la ciencia y la
filosofía como existe ahora.

Es por ello que, en rigor, deberíamos hablar de la ciencia en general; y cuando hablemos
de sus grados, decir que existen las ciencias particulares y la ciencia de la totalidad y de los
principios universales. Aquí se puede agregar que, hasta antes del renacimiento, las relaciones
entre la ciencia y la filosofía eran las de una sana complementariedad. Pero esta
complementariedad era, a la vez, jerarquizada; es decir, las ciencias particulares, al estudiar un
tipo específico de entes en sus principios o causas próximas, se subordinaban naturalmente a
aquella ciencia que buscaba las causas primeras o primeros principios, es decir, a la filosofía.
Dicho esto, se tratará de mostrar las diferencias entre la actitud científica y la filosófica.

En primer lugar, en la actitud filosófica hay un anhelo por lo trascendente, por lo


metafísico. Esto se explica en que la filosofía busca lo radical, aquello que es raíz. La realidad
radical que subyace en la manifestación de los entes se oculta (como las raíces de un árbol), y es
por ello que la actitud filosófica inquiere por aquello que no se puede ver, pero que puede intuir
intelectualmente. En esta intuición o penetración de la realidad oculta, el filósofo descubre
principios, propone conceptos y descubre leyes, las mismas que son usadas como presupuestos
necesarios por los científicos.

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El físico francés Louis de Broglie afirmó que “la ciencia, al desarrollarse se ve constreñida
a introducir en sus teorías conceptos que tienen un alcance metafísico, como son los de tiempo,
espacio, objetividad, causalidad, individualidad, etc. La ciencia intenta dar definiciones precisas
de estos conceptos que existen en el marco de los métodos que ella emplea, y procura evitar,
respecto a ellos, toda discusión filosófica: quizá, procediendo así, hace muchas veces metafísica
sin saberlo, lo cual no es la manera menos peligrosa de hacer metafísica”.1

El sabio francés deja evidencia de que hay ciertos conceptos de carácter universal que
estando ocultos, sin embargo, están presentes en el quehacer científico, los mismos que son
abordados propiamente en la actividad filosófica. La actividad filosófica busca las verdades
profundas o la Verdad última, más no verdades exactas, por la razón de que su reino no es el de
la cantidad. Se simboliza a la actividad filosófica como una penetración vertical en la realidad,
pues traspasa diversas capas hasta llegar a lo esencial. Los conocimientos científicos, nos
brindan muchas verdades exactas, pero sólo referidas a ciertas parcelas de la realidad, y por lo
mismo son insuficientes, manteniéndose por ello en el plano de lo horizontal, es decir, en el de
la pura materialidad.

Para Ortega y Gasset, aquí se muestra, “en clara contraposición, dos tipos de verdad: la
científica y la filosófica. Aquella es exacta, pero insuficiente, esta es suficiente pero inexacta”.2
Pero, dado que la verdad filosófica parte de una visión totalizadora, entonces “la verdad inexacta
filosófica es una verdad más verdadera”.3

En segundo lugar, la actitud filosófica incita a mirar lo real, pero en su totalidad, y por
ello mismo, busca principios de carácter universal. Esto ha sido expresado de forma sencilla pero
magnífica por el tomista alemán Josef Pieper: “filosofía significa reflexionar sobre la totalidad
de lo que se nos aparece con vistas a su última razón y significado”.4 En la totalidad no sólo está
el cosmos sino el hombre mismo, y por ello, en el preguntar filosófico, implica la inquietud por
el destino propio, lo que revela lo tremendo de la vida filosófica. Es aquí donde se manifiestan
los límites de las ciencias particulares, límites que muchas veces no son reconocidos por el
cientificismo moderno.

Ahora, si el preguntar propio de la filosofía se dirige a un objeto no circunscrito como la


totalidad, entonces pareciera que la interrogante filosófica careciera de respuesta. Pero la
supuesta vaguedad del objeto de la filosofía se diluye el simple asentimiento de que “la totalidad
de lo que se nos aparece” es con lo que el hombre se topa al mirar el mundo, incluso él mismo.
Pero cuando el hombre ve todo lo que se le aparece, presiente una dimensión desconocida, y
entonces “se pregunta por la última razón y el verdadero sentido, no de esto o aquello, sino de
todo lo que hay”.

El gran físico alemán Max Planck escribió lo siguiente: “El diferente método de trabajo
del científico y del filósofo es, quizá, parangonable a la diferente conducta de dos compañeros
de viaje que escrutan y contemplan juntos una complicada región extranjera que se extiende
ante ellos, pero uno a ojo desnudo, girando la vista de una parte a otra, y el otro en una
determinada dirección, con unos prismáticos bien fijos y preparados. El primero ve menos
distintamente los detalles, pero con una sola mirada puede abarcar toda la múltiple variedad del
paisaje en su complejidad, y comprender mejor muchas cosas; mientras el segundo distingue un
mayor número de detalles, pero en compensación tiene un campo visual restringido y no puede
alcanzar el todo con la mirada. Complementándose entre sí pueden prestarse, recíprocamente,
preciosos servicios”.5

1
Citado por Sanguineti, Juan José. Lógica, EUNSA, Navarra. Página 155.
2
Ortega y Gasset, José. (1961). Qué es Filosofía, en Obras completas, Revista de Occidente, Madrid, tomo VII, página 316.
3
Ortega y Gasset. Obra citada, página 316.
4
Pieper, Josef. (1982). Defensa de la filosofía. Editorial Herder, Barcelona, página 12.
5
Citado por Sanguineti, Juan José, obra citada, página 157.

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Se concluye que como las ciencias poseen objetos particulares, entonces se hace
necesario e imponente la pregunta filosófica, la pregunta por la totalidad, buscando así lo
esencial y no lo particular.

En tercer lugar, la actitud filosófica manifiesta la libertad del espíritu en su más elevada
expresión. Esto se deja entrever en el hecho de que la filosofía no persigue fines utilitarios o
prácticos, sino que apunta “a la verdad y nada más que a la verdad”. La vida práctica y utilitaria
seduce y ahoga, y es, por lo tanto, una forma de esclavitud, y todo lo que sólo sirva para fines
prácticos y utilitarios también sirve para mantener esa esclavitud.

Para Aristóteles la filosofía es un acto libre, pues no está atada a fines subalternos y se
ejerce en vistas a la pura contemplación. El estagirita dice: “Así como llamamos hombre libre al
que se pertenece a sí mismo y no tiene dueño, en igual forma esta ciencia es la única entre todas
las ciencias que puede llevar el nombre de libre. Sólo ella, efectivamente, depende de sí misma.
Y así, con razón, debe mirarse como cosa sobrehumana la posesión de esta ciencia”.6 La libertad,
como una cualidad que indica autodeterminación, se manifiesta, entonces, de modo natural en
la actitud filosófica, y está íntimamente ligada a la vida simple y al rechazo que los filósofos han
mostrado hacia las contingencias de la vida y el entusiasmo por el confort.

Existen ejemplos innumerables de esta libertad fundada en la realización del


conocimiento superior: el desafío de un Sócrates ante sus acusadores mostrando una libertad
interior al esperar serenamente la muerte; a un Diógenes despreciando a Alejandro Magno; a un
Demócrito afirmando que preferiría comprender una sola verdad a ser rey de Persia, etc., etc.

Pero el desprecio que demuestra el filósofo por las preocupaciones mundanas, está quizá
mejor ejemplificado en el episodio narrado por Platón y Aristóteles, en el que se muestra a Tales
de Mileto cayéndose a un pozo por andar contemplando el firmamento, ante la burla de una
criada tracia, pues, a decir de ella “quería saber lo que pasaba en el cielo y no veía lo que estaba
delante de sus pies”. Detengámonos en este relato del Teeteto de Platón que es muy ilustrativo:

“Así es este hombre (el filósofo), amigo mío, en la vida privada; y así es también en la vida
pública. Cuando se ve obligado a hablar ante los tribunales o en algún lugar de las cosas que
están ante él y en sus propios ojos, es el hazmerreír no sólo de las esclavas de Tracia, sino de
todo el pueblo. Su falta de experiencia le hace caer a cada paso en el poso de Tales y en mil
perplejidades, y su torpeza le hace pasar por tonto. Si le profieren insultos no puede devolverlos,
por no saber nada malo de nadie ni haber pensado nunca en ello; y al quedarse cortado, aparece
ridículo. Cuando se oye a los otros alabarse, como lo ven reír no con fingimiento sino de verdad,
lo toman por un extravagante. Si ante él se elogia a un tirano o a un rey, se cree que está oyendo
exaltar la suerte de algún pastor, porquerizo o boyero porque obtiene mucha leche de su rebaño;
tan sólo piensa que los reyes tienen que apacentar y ordeñar un ganado más difícil y más falso;
que por otra parte no son ni menos groseros ni menos ignorantes que los pastores, a causa del
poco tiempo que tienen para instruirse, encerrados en unas murallas como en un cercado en la
cima de una montaña, Si en su presencia se dice que un hombre posee inmensas riquezas porque
tiene mil fanegas de tierra, o más aún, le parece muy poco porque está acostumbrado a
considerar la tierra entera”.7

Aquí se muestra la feliz realización y la libertad que exhibe el filósofo en la búsqueda de


un conocimiento que “no sólo no sirve de hecho para nada, sino que además no puede ni debe
servir absolutamente para nada”.8

6
Aristóteles. (1977). Metafísica, Editorial Universo, Lima. Tomo I, libro primero, capítulo II, página 14.
7
Vernaux, Roger. (1982).Textos de los grandes filósofos. Edad antigua. Editorial Herder, Barcelona, página 43.
8
Pieper, Josef. Obra citada, página 45.

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LA ACTITUD FILOSÓFICA Y LA VIDA AUTÉNTICA: LA FILOSOFÍA COMO


FORMA DE VIDA

Por Enrique Paz Castillo

Hasta aquí se ha tratado de reflexionar sobre la filosofía misma para mostrar y


caracterizar la actitud que le es propia. Pero la filosofía no existe en el aire sino que la encarnan,
los hombres. Los hombres son los que hacen filosofía. Pero, ¿son todos los hombres o una
minoría de ellos los que asumen esta actitud tan peculiar hacia la realidad y hacia sí mismos?
Además, todos los que afirman dedicarse a ella, ¿poseen esa disposición hacia el saber universal
de forma auténtica?

Las características del mundo moderno y su repercusión negativa en el ámbito de las


vocaciones y del equilibrio general de la humanidad, ha sido estudiado y mostrado por diversos
autores desde el siglo pasado. Se ha relacionado al mundo actual con “la falta de una concepción
filosófica del cosmos, el decrecimiento de las fuerzas religiosas, la despoetización del mundo, la
absorción del individuo en la masa, la tecnificación de todos los órdenes de la vida, la
especialización en toda clase de actividades humanas, el apresuramiento y la superficialidad con
que el hombre de hoy se ve forzado a conducirse en todo momento sin encontrar su centro”.9

La vida moderna ahoga ciertas posibilidades superiores como la vida filosófica al


promover una vida inauténtica. Sin embargo, es más importante detenernos en la relación entre
la autenticidad y la actitud filosófica como la forma superior de vida intelectual. En esta parte
vamos a citar el trabajo del psicólogo alemán Philipp Lersch, quien, influenciado por la
fenomenología y la filosofía de Heidegger, ha tratado el tema de la autenticidad y la vida
intelectual en su libro La estructura de la Personalidad. Para él, la correspondencia entre el
pensar y la dimensión íntima o la substancia anímica es un signo inequívoco de la madurez
humana. La necesidad de que haya correspondencia entre las vivencias y el discurso filosófico
se manifiesta como la condición imprescindible para el equilibrio en la vida intelectual de los
seres humanos. Si una filosofía no tiene raíces, si no parte de una vivencia íntima, sino es
existencial, “la doctrina filosófica queda por fuera, es mera ideología”.10 La actitud filosófica
exige autenticidad, por ello, los auténticos filósofos encarnan las verdades que pregonan. Su
pensar se expresa en una forma de vida, aun cuando esta pueda estar en peligro. Lersch afirma
que “la autenticidad de una doctrina filosófica se demuestra en las situaciones críticas de peligro
existencial porque proporcionan, al que la sigue, un sólido asidero”.11

Hasta aquí se puede decir que, en filosofía, todo el mundo es competente con tal que sea
auténtico. Pero a la vez, haciendo eco en las investigaciones psicológicas, se puede decir que la
autenticidad se ve dificultada y aún imposibilitada por los rasgos que hemos seña lados del modo
de vida moderno. El hombre desequilibrado es el tipo más común en el mundo actual, en estos
tiempos que podríamos llamar, consecuentemente, de “antifilosóficos”.

Esto lleva a ver la filosofía como una forma de vida; es decir, no sólo como un conjunto
de pensamientos complejos, disociados de experiencias íntimas, sino como un conjunto de
experiencias, experiencias de la verdad. Para ello, se pueden aprovechar algunos trabajos
actuales sobre el sentido original de la filosofía antigua, investigaciones que apuntan a que la
filosofía en la antigüedad era sobre todo una forma de vida.

Los filósofos antiguos comprendieron y asumieron, con naturalidad, el anhelo hacia la


verdad y la Sabiduría. El móvil en el quehacer filosófico es el amor desinteresado, esto sustenta
la nobleza de la actitud filosófica, pues para el filósofo no hay nada más noble que alcanzar la

9
Lersch, Philipp. (1979). El Hombre en la actualidad. Editorial Gredos, Madrid, página 16.
10
Lersch, Philipp. (1974). La estructura de la personalidad. Editorial Scientia, Barcelona, página 523.
11
Lersch, Philipp. Obra citada, página 523.

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Verdad o perseguirla. Pero, entonces, ¿no hay ninguna exigencia personal (autoimpuesta o
asumida dentro de una colectividad) que nos permita la consecución de la Verdad?

Para Pierre Hadot, la filosofía es “un modo de vida y un discurso determinado por la idea
de Sabiduría”.12 Por Sabiduría entendía el filósofo antiguo cierto estado trascendente, una
perfección en el saber, un estado de virtud y un saber vivir. Por ello, la filosofía organizaba un
modo de vida que se manifiesta sobre todo en la vida de escuela. “La filosofía –según Hadot– no
puede llevarse a cabo más que por la comunidad de vida y el diálogo entre maestros y discípulos
en el seno de una escuela”.13 La vida de escuela asegura la formación de los discípulos en los
ejercicios espirituales y disciplinas físicas, las mismas que aseguran el correcto estudio. Es esta
vida la que promociona al discípulo en una vida de libertad y serenidad.

Del estudio de Hadot podemos entresacar algunos rasgos de la vida filosófica:


indiferencia hacia las cosas materiales, régimen alimentario sano, dormir poco, comidas
colectivas (entre filósofos), preparación para el sueño, imitar la vida de los sabios, y el
reconocimiento de que la vida común y convencional está llena de males. Dentro de los ejercicios
espirituales se cuentan, además del estudio, la ética del diálogo (donde la afectividad superior
impregna y posibilita los diálogos filosóficos), el observar amorosamente la realidad, el ver la
presencia divina en toda la naturaleza, el depender de sí (cuanto más sabio, más solo) y la
preparación para la muerte.

Para este estudioso francés, no es el discurso filosófico el que desembocó en una forma
de vida, sino que es el modo de vida el que engendró un discurso. Existía una correspondencia
natural entre la vida adoptada y sus reflexiones teóricas. Y aunque las reflexiones varían, la
forma de vida filosófica subyace como la savia que posibilita el pensar. Por ello, “la práctica de
la filosofía va, pues, más allá de las oposiciones entre las filosofías particulares. Es esencialmente
un esfuerzo de tomar conciencia de nosotros mismos, de nuestro estar-en-el-mundo, de nuestro
estar-con-el-otro...para lograr asimismo una visión universal”.14

Esto establece una vez más el rasgo de distinción y nobleza de la actitud filosófica, y
explica, además, por qué el filósofo es un ser solitario. Pero el ennoblecimiento sólo ha sido
posible con esfuerzo, pasión y, sobre todo, con una ascesis. Estas exigencias, asumidas
voluntariamente, son la soledad, a veces sufrida y a veces gozada del filósofo. Gozada por
contacto amoroso con la realidad, y sufrida por el apartamiento de sus congéneres.

Esto se evidencia en la incomprensión de la vida filosófica; y hay diversos ejemplos en la


historia de la humanidad. La mayoría se sabía partícipe de las actividades de los filósofos, pero
eran incapaces de asumir el modo de vida de los mismos: “el hombre común no se siente un
profano respecto del saber que brinda el filósofo, sino un profano respecto de la pureza
vocacional que requiere la obtención de ese saber”.15

12
Hadot Pierre. (2000). ¿Qué es la filosofía antigua? FCE, México, página 59.
13
Hadot, Pierre. Obra citada, página 68.
14
Hadot, Pierre. Obra citada, página 299.
15
Nicol, Eduardo. (2003). La idea del hombre. FCE, México, página 165.

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REFERENCIAS

Referencias bibliográficas según APA


Gómez, C. (2007). El cultivo de una actitud filosófica como meta de la educación filosófica. En: C.M.
Gómez Rincón, et al. (Eds.), Filosofía para niños. Ideas fundamentales y perspectivas sociales (pp. 15-
23). Bogotá: Cargraphics.
Gutiérrez, R. (2007). Historia de las Doctrinas Filosóficas. México: Editorial Esfinge. PP. 221
Paz, E. (2012). La actitud filosófica. Universidad Antenor Orrego. Ediciones Pueblo. Trujillo - Perú
Amilburu, M. (2015). Filosofía y actitud filosófica: sus aportaciones a la educación. Facultad de
Educación. UNED. Madrid, España.

ACTIVIDADES SESIÓN 2

1. Redacta un texto explicativo sobre las características de la actitud filosófica y su importancia.

2. Expresa por escrito la problemática de la actitud filosófica en un texto argumentativo en


síntesis, de la lectura: La actitud filosófica y la vida auténtica: la filosofía como forma de
vida por Enrique Paz Castillo.

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3. Realice un esquema gráfico con las ideas principales de la actitud filosófica y la actitud
científica: relaciones y complementariedad por Enrique Paz Castillo.

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